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PROGRAMA No.

0155

LEVÍTICO

Capítulo 6:8 - 30

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro estudio del libro de Levítico. Nos corresponde hoy
en nuestro estudio, continuar con el capítulo 6 de este libro, ya que en nuestro programa anterior,
entramos hasta el versículo 7 de este capítulo 6. En el capítulo de hoy, veremos la ley del
holocausto; la ley de la ofrenda de alimento; y la ley de la ofrenda por el pecado. Los capítulos 6
y 7 de Levítico, nos presentan la ley de las ofrendas. Hemos visto algunas de estas leyes al tratar
cada ofrenda, pero lo haremos una vez más con más detalle. En realidad, la ley de las ofrendas
presenta el papel de los sacerdotes en estos sacrificios; lo que debían hacer y la porción que les
correspondía. Podría llamarse los reglamentos especiales para los sacerdotes que ministran en el
altar de Dios.

Esta sección principia con instrucciones específicas para los sacerdotes y con un mandamiento
para Aarón y sus hijos. Y siendo que los sacerdotes servían en el altar, tomaban parte en todas las
ofrendas que se hacían en el altar de bronce. Todo esto es una sombra de la realidad en el Cielo
donde sirve Cristo, nuestro Gran Sumo Sacerdote. El escritor a los Hebreos, en el capítulo 8 de
su carta, versículos 3 al 5, dice: “Porque todo sumo sacerdote está constituido para presentar
ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer. Así que,
si estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan
las ofrendas según la ley; los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales,
como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las
cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte”.

Ahora, hay otra cosa notable aquí. Y es que Cristo no es tan sólo el Sacerdote, sino también
el sacrificio. Es decir, Él Se ofreció a Sí mismo. El escritor a los Hebreos, una vez más en el
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capítulo 10, versículos 5 al 12 dice: “Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y
ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te
agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, Como en el
rollo del libro está escrito de mí. Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y
expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley),
y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para
establecer esto último. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de
Jesucristo hecha una vez para siempre. Y ciertamente todo sacerdote está día tras día
ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los
pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los
pecados, se ha sentado a la diestra de Dios ”.

Amigo oyente, necesitamos saber esto hoy en día. Hay muchísimas religiones que tienen
rituales primorosos con largas procesiones, togas, velas, y muchas tradiciones. Suponemos que
en todas las iglesias hacemos muchas cosas que realmente no valen la pena. Dios es Espíritu y
tiene que ser adorado en Espíritu y en verdad. Dios nos dio esta gran verdad espiritual aquí en la
epístola a los Hebreos para que pudiéramos ver este hecho.

Amigo oyente, usted y yo tenemos un Sumo Sacerdote en el Cielo, y está sumamente


ocupado. Cuando dice este pasaje en el versículo 12, que se sentó, quiere decir que nuestra
redención fue consumada. Es semejante al caso cuando dice que Dios descansó en el séptimo día
porque terminó Su creación del mundo. No significa que estaba cansado y que dejó de hacer
algo. De la misma manera, el Señor no se sienta por estar cansado ni por que no quiere hacer
nada más. ¡Jesucristo, amigo oyente, está realmente ocupado!

Él murió acá en la tierra para salvarnos. Y ahora vive a la diestra de Dios para mantenernos
salvos, para guardarnos salvos. Usted y yo, amigo oyente, debemos mantener siempre nuestro
contacto con Él. ¡Esta es la realidad! ¡Esto es verdadera vida espiritual! La dificultad hoy en día
es que no tenemos contacto con el Cristo viviente. Ya no es una realidad para nosotros.

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Quizá las palabras más elogiosas que se haya dicho en cuanto a un predicador fueron aquellas
que pronunció un carnicero alemán en el mercado de la ciudad de Nashville, en el estado de
Tennessee, Estados Unidos, con respecto al Dr. Allan. Hablando este carnicero con el pastor que
habría de suceder al Dr. Allan, dijo: “¿Sabe que hay algo que me atrae a este hombre? Cada vez
que me encuentro con él, siento como si él acabara de despedirse de Jesús a la vuelta de la
esquina”. Amigo oyente, tenemos que admitir que Jesucristo era una realidad en la vida de aquel
pastor. Veamos ahora brevemente el bosquejo de esta ley de las ofrendas que vamos a estudiar en
los capítulos 6 y 7 de Levítico.

En primer lugar, encontramos la conclusión de los “reglamentos respecto a la ofrenda de


transgresión”, en los versículos 1 al 7 que ya hemos considerado en nuestro programa anterior.

En segundo lugar, encontramos la “ley con respecto al holocausto”, en los versículos 8 al 13.

En tercer lugar, tenemos la “ley tocante a la ofrenda de alimento”, en los versículos 14 al 23.

Y en cuarto lugar, tenemos la “ley tocante a la ofrenda por el pecado”, en los versículos 24 al
30.

Veamos pues, el segundo aspecto, o sea la ley tocante al holocausto. Leamos los versículos 8
y 9 de este capítulo 6 de Levítico:

8
Habló aún Jehová a Moisés, diciendo: 9Manda a Aarón y a sus hijos, y diles: Esta es
la ley del holocausto: el holocausto estará sobre el fuego encendido sobre el altar toda
la noche, hasta la mañana; el fuego del altar arderá en él. (Lev. 6:8-9)

El fuego en el altar debía arder continuamente, pero sólo mientras el tabernáculo estuviese
levantado, y no mientras estuviese replegado para las marchas a través del desierto. El holocausto
se dejaba en el altar durante toda la noche y el fuego se mantenía ardiendo para que la ofrenda
entera fuera consumida.

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Esto habla de la consagración continua de Cristo. El Señor Jesús, refiriéndose al Padre, pudo
decir, según Juan, capítulo 8, versículo 29: porque yo hago siempre lo que le agrada. También
exhibe este amor y obediencia en Su oración Sumo-sacerdotal, que encontramos en el capítulo 17
del evangelio según San Juan, versículo 19: “Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que
también ellos sean santificados en la verdad”. O bien, escúchele en Juan, capítulo 4, versículos
31 y 32, cuando dice: “Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come. El les dijo:
Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis”.

Esto también habla del hecho de que debemos ofrecernos en sacrificio vivo a Dios. Y es el
Apóstol Pablo, quien en su carta a los Romanos, capítulo 12, versículos 1 y 2, dice: Así que,
hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio
vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino
transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál
sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Hallo que cuando yo me pongo en el altar
y el fuego se calienta un poquito, lo primero que quiero hacer es bajarme. No sé en cuanto a
usted, amigo oyente, pero veo que son muchos los que actúan en forma igual. Quisiera poder
decir que yo hago siempre lo que le agrada a Dios. El Señor Jesús pudo decirlo, pero yo, amigo
oyente, no puedo decirlo. Hay un desafío para cada creyente hoy en día porque Dios se deleita en
la obediencia continua de Sus hijos. Y eso debe darnos algo en qué pensar.

Recuerde que este era el problema del rey Saúl cuando Samuel le reprochó, según leemos en
el primer libro de Samuel, capítulo 15, versículos 22 y 23: “Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová
tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová?
Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los
carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la
obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para
que no seas rey”.

Hoy en día necesitamos, usted y yo, amigo oyente, reconocer que debemos ofrecer a Dios
nuestros corazones y vidas si es que le pertenecemos, si es que somos salvos. Pero lejos esté de
nosotros hacer profesiones vanas. ¿Qué es lo que Dios quiere que hagamos? El evangelio según
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San Juan, capítulo 6, versículo 29, nos responde: “Esta es la obra de Dios, que creáis en el que
él ha enviado”. Volviendo ahora al capítulo 6 de Levítico, leamos los versículos 10 y 11:

10
Y el sacerdote se pondrá su vestidura de lino, y vestirá calzoncillos de lino sobre su
cuerpo; y cuando el fuego hubiere consumido el holocausto, apartará él las cenizas de
sobre el altar, y las pondrá junto al altar. 11Después se quitará sus vestiduras y se
pondrá otras ropas, y sacará las cenizas fuera del campamento a un lugar limpio.
(Lev. 6:10-11)

Dios dio instrucciones aun en cuanto a los mínimos detalles de la vestidura que el sacerdote
debía ponerse. No sólo debía ponerse un manto largo que era común a todos los sacerdotes, sino
también debía vestir unos pantalones de lino. ¿Por qué? Porque la carne tenía que ser totalmente
cubierta. Dios está enseñando aquí que Él no puede aceptar las obras de la carne. El Apóstol
Pablo, en su carta a los Gálatas, capítulo 5, versículos 19 al 21, dice: “Y manifiestas son las obras
de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías,
enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios,
borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo
he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. Amigo
oyente, Dios no puede aceptar las obras de la carne. Es sólo el fruto del Espíritu Santo lo que le
es aceptable. Es el Espíritu de Dios el que ha de producir esto en nuestras vidas. Y el Apóstol
Pablo, continúa en los versículos 22 y 23 del mismo capítulo 5 de su carta a los Gálatas, diciendo:
“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre,
templanza; contra tales cosas no hay ley.

El sacerdote se quitaba las vestiduras que tenía puestas cuando sacaba las cenizas y entonces
se vestía con otras ropas. Esto era para recordarle continuamente de la contaminación completa
del pecado. Las cenizas en el altar hablaban principalmente del juicio del pecado, y aún las
cenizas estaban contaminadas. Debían ser llevadas afuera y colocadas en un lugar limpio. ¡Qué
cuadro es esto de la contaminación de pecado! Continuemos ahora con los versículos 12 y 13 de
este capítulo 6 de Levítico:

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12
Y el fuego encendido sobre el altar no se apagará, sino que el sacerdote pondrá en él
leña cada mañana, y acomodará el holocausto sobre él, y quemará sobre él las
grosuras de los sacrificios de paz. 13El fuego arderá continuamente en el altar; no se
apagará. (Lev. 6:12-13)

Esta es otra advertencia de que el fuego debía arder continuamente, y se repite de nuevo en el
versículo 13. Cada mañana debía juntarse una nueva provisión de leña y ofrecerse un holocausto
a nombre de todo el campamento. Este era el sacrificio de la mañana. La ofrenda de paz era
puesta luego en el holocausto. El fuego continuo en el altar debe recordarnos que el fuego de
Dios quema continuamente. Para aquellos que rechazan a Jesucristo, esto significa el fuego de la
ira de Dios. El evangelio según San Juan, en el capítulo 3, versículo 36, dice: El que cree en el
Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de
Dios está sobre él. Y pasamos ahora a considerar la ley de la ofrenda del alimento. Leamos los
versículos 14 y 15 de este capítulo 6 de Levítico:

14
Esta es la ley de la ofrenda: La ofrecerán los hijos de Aarón delante de Jehová ante
el altar. 15Y tomará de ella un puñado de la flor de harina de la ofrenda, y de su aceite,
y todo el incienso que está sobre la ofrenda, y lo hará arder sobre el altar por memorial
en olor grato a Jehová. (Lev. 6:14-15)

Una vez más vemos aquí, que las instrucciones van dirigidas a los sacerdotes. El ofrendante
era un adorador que se paraba delante del altar regocijándose ante Dios. El sacerdote era quien
hacía esto por el ofrendante. Ahora, los versículos 16 y 17 de Levítico 6, dicen:

16
Y el sobrante de ella lo comerán Aarón y sus hijos; sin levadura se comerá en lugar
santo; en el atrio del tabernáculo de reunión lo comerán. 17No se cocerá con levadura;
la he dado a ellos por su porción de mis ofrendas encendidas; es cosa santísima, como
el sacrificio por el pecado, y como el sacrificio por la culpa. (Lev. 6:16-17)

El lugar santo donde se comía esto era evidentemente el atrio del tabernáculo. Era santo
porque Dios estaba allí. La presencia de Dios hace santo a cualquier lugar. Recuerde usted que

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Dios le mandó a Moisés, según Éxodo, capítulo 3, versículo 5: “quita tu calzado de tus pies,
porque el lugar en que tú estás, tierra santa es”. Y el Apóstol Pedro, en su segunda carta,
capítulo 1, versículo 18, dice que en la transfiguración: “estábamos con él en el monte santo”.
Leamos ahora el versículo 18 de este capítulo 6 de Levítico:

18
Todos los varones de los hijos de Aarón comerán de ella. Estatuto perpetuo será para
vuestras generaciones tocante a las ofrendas encendidas para Jehová; toda cosa que
tocare en ellas será santificada. (Lev. 6:18)

Todos los creyentes pueden participar en el goce de las bellezas y las glorias de la santa
humanidad de nuestro Señor. Amigo oyente, usted y yo debemos regocijarnos en Él mucho más
de lo que lo hacemos. Sigamos adelante, ahora con los versículos 19 al 23:

19
Habló también Jehová a Moisés, diciendo: 20Esta es la ofrenda de Aarón y de sus
hijos, que ofrecerán a Jehová el día que fueren ungidos: la décima parte de un efa de
flor de harina, ofrenda perpetua, la mitad a la mañana y la mitad a la tarde. 21En
sartén se preparará con aceite; frita la traerás, y los pedazos cocidos de la ofrenda
ofrecerás en olor grato a Jehová. 22Y el sacerdote que en lugar de Aarón fuere ungido
de entre sus hijos, hará igual ofrenda. Es estatuto perpetuo de Jehová; toda ella será
23
quemada. Toda ofrenda de sacerdote será enteramente quemada; no se comerá.
(Lev. 6:19-23)

Los sacerdotes no sólo debían comer sino que también debían ofrecer la décima parte de la
ofrenda de alimento. El sacerdote que recibía un diezmo, debía a su turno ofrecer un diezmo; y
todo el diezmo debía ser ofrecido. Los sacerdotes debían dar tanto como lo que recibían.

Los ministros hoy en día deben dar ejemplo para sus congregaciones en este asunto de dar.
Hay que pasarles el plato a los miembros de la junta de la iglesia aún si están sentados en la
plataforma durante el culto. Todos tenemos que dar para la obra de Dios, según Él nos haya
bendecido. Y pasamos ahora a considerar la “ley de la ofrenda por el pecado”. Leamos los
versículos 24 al 30 de Levítico, capítulo 6:

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24
Y habló Jehová a Moisés, diciendo: 25Habla a Aarón y a sus hijos, y diles: Esta es la
ley del sacrificio expiatorio: en el lugar donde se degüella el holocausto, será
degollada la ofrenda por el pecado delante de Jehová; es cosa santísima. 26El sacerdote
que la ofreciere por el pecado, la comerá; en lugar santo será comida, en el atrio del
tabernáculo de reunión. 27Todo lo que tocare su carne, será santificado; y si salpicare
su sangre sobre el vestido, lavarás aquello sobre que cayere, en lugar santo. 28Y la
vasija de barro en que fuere cocida, será quebrada; y si fuere cocida en vasija de
29
bronce, será fregada y lavada con agua. Todo varón de entre los sacerdotes la
comerá; es cosa santísima. 30Mas no se comerá ninguna ofrenda de cuya sangre se
metiere en el tabernáculo de reunión para hacer expiación en el santuario; al fuego
será quemada. (Lev. 6:24-30)

Tenemos una vez más aquí las instrucciones que fueron dadas a los sacerdotes. La ofrenda
por el pecado, que habla de la obra de Cristo en la cruz, debía ser ofrecida en el mismo lugar
donde era santificado el holocausto. El holocausto habla de la persona de Cristo. Cristo tiene
que ser santo, inocente, y sin pecado para poder ser una ofrenda satisfactoria por el pecado.
Tiene que ser poderoso para salvar. Es por eso que el nacimiento virginal es esencial en el plan de
salvación. Jesucristo es quien fue concebido por el Espíritu Santo en una virgen. La ofrenda por
el pecado era santa porque Cristo era sin pecado, aun cuando fue hecho pecado por nosotros.

Amigo oyente, Cristo Jesús no fue a la muerte por Su propio pecado; fue el pecado suyo y el
pecado mío que lo llevaron a la muerte. No murió simplemente porque fue arrestado por los
romanos. Él pudo haber salido de la tierra en cualquier momento. Le dijo a Pedro que podía
pedir legiones de ángeles si hubiese querido pedirlas. Pero fue hecho pecado por nosotros; Él
murió en su lugar y en mí lugar. Acéptele ahora como su Salvador personal y reciba así la vida
eterna. ¡Que el mismo Señor sea quien le ayude a dar este paso de fe que marcará su destino
eterno!

Y aquí nos detenemos porque nuestro tiempo ha llegado a su fin.

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