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PROGRAMA No.

0182

LEVÍTICO

Capítulo 19:9 - 37

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido por el libro de Levítico. Seguimos
adelante en el estudio del capítulo 19 de este libro y vamos a considerar el segundo aspecto
dentro del tema “los pecados sociales”. Este aspecto es la relación del hombre con los pobres.
Leamos entonces, los versículos 9 y 10 de este capítulo 19 de Levítico:

9
Cuando siegues la mies de tu tierra, no segarás hasta el último rincón de ella, ni
espigarás tu tierra segada. 10Y no rebuscarás tu viña, ni recogerás el fruto caído de tu
viña; para el pobre y para el extranjero lo dejarás. Yo Jehová vuestro Dios. (Lev. 19:9-
10)

Esta era la maravillosa provisión de Dios para los pobres. Nunca dejó que alguien se sentara
sin hacer nada, para luego recibir algún cheque de beneficencia social. Los pobres recibían la
oportunidad de trabajar. Esto constituía una maravillosa balanza entre el cruel capitalismo y el
socialismo totalitario. Lo que no segara un hombre en la primera vuelta, tenía que ser dejado para
los pobres. El método antiguo de recoger la cosecha a mano, dejaba entre el 10 y el 20 por ciento
del grano en el campo.

Esta misma ley se aplicaba también a las viñas. Esa era la forma como Dios cuidaba a Su
pueblo. Su método de tratar el problema de la pobreza hacía que, tanto los ricos como los
pobres, reconocieran la buena mano de Dios. Y pasamos ahora al tercer aspecto en consideración
en este capítulo 19. Este aspecto es la “relación del hombre con el prójimo”. Leamos los
versículos 11 y 12 de este capítulo 19 que seguimos estudiando:

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11
No hurtaréis, y no engañaréis ni mentiréis el uno al otro. 12Y no juraréis falsamente
por mi nombre, profanando así el nombre de tu Dios. Yo Jehová. (Lev. 19:11-12)

Esto declara de nuevo el octavo y el noveno mandamiento que encontramos en el capítulo 20


de Éxodo, versículos 15 y 16 donde leemos: No hurtarás. No hablarás contra tu prójimo falso
testimonio. El robar, el defraudar, el mentir, y el perjurio, están todos incluidos aquí. El engañar
al prójimo es una forma de robar según la definición de Dios.

El tercer mandamiento, el de no tomar el nombre de Jehová en vano, se incluye en el versículo


12. El nombre de Dios es santo, y en sus negocios, el hombre de Dios debe demostrar la santidad
del nombre de Dios, por medio de sus negociaciones honestas y verdaderas. Leamos ahora el
versículo 13 de Levítico 19:

13
No oprimirás a tu prójimo, ni le robarás. No retendrás el salario del jornalero en tu
casa hasta la mañana. (Lev. 19:13)

Como hijos de Dios debemos remunerar justamente a cualquier hombre que trabaje a nuestras
órdenes. Escuche usted lo que dice Santiago, en el capítulo 5 de su carta universal, versículos 1
y 2: ¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán. Vuestras riquezas
están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. Y en el versículo 6 del mismo capítulo
5, sigue diciendo: Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace resistencia.
Leamos ahora el versículo 14 de este capítulo 19 de Levítico:

14
No maldecirás al sordo, y delante del ciego no pondrás tropiezo, sino que tendrás
temor de tu Dios. Yo Jehová. (Lev. 19:14)

Permítanos decir, amigo oyente, que estas cosas terribles que menciona este versículo, todavía
se hacen hoy en día. Dios puso doble énfasis en la reverencia a Su nombre, en Su consideración
con los sordos y los ciegos. Dios demuestra aquí su preocupación para con los débiles, los
desvalidos, y los enfermos, y éste es Su reproche contra la crueldad de los hombres. Prosigamos
ahora con el versículo 15 de este capítulo 19 de Levítico:

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15
No harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande;
con justicia juzgarás a tu prójimo. (Lev. 19:15)

Hay aquí una palabra para el juez que se sienta en su tribunal, y ¡cuánto necesitan esta palabra
los jueces de hoy en día! El juez en el tribunal debía entender que su deber es juzgar como juzga
Dios. Ojalá que algunos jueces recordasen que no están en el tribunal porque algún político los
haya puesto allí, sino porque representan al Dios Todopoderoso, y que por eso deben juzgar sin
parcialidad.

Shakespeare escribió en su obra teatral “El Rey Enrique VIII”, lo siguiente: “El cielo todavía
está sobre todos; allí se sienta un Juez que ningún rey puede corromper”. Y Sócrates dijo:
“Cuatro cosas pertenecen a un juez: escuchar cortésmente, contestar juiciosamente, considerar
sobriamente, y decidir sin parcialidad”. Veamos ahora los versículos 16 al 18 de este capítulo 19
de Levítico:

16
No andarás chismeando entre tu pueblo. No atentarás contra la vida de tu prójimo. Yo
Jehová. 17No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no
participes de su pecado. 18No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino
amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová. (Lev. 19:16-18)

El chismear, amigo oyente, es calumniar. Es mejor quedarse callado, si el decir la verdad


difama al prójimo. Alguien ha dicho: “No se puede creer todo lo que se oye, pero sí se puede
repetir”. Santiago tuvo muchísimo que decir en cuanto a esto. En el tercer capítulo de su
Epístola Universal, versículos 5 al 8, leemos: Así también la lengua es un miembro pequeño,
pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la
lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y
contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el
infierno. Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se
doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua,
que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal.

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La pequeña lengua que se encuentra en la boca, amigo oyente, es una cosa terrible. Es la cosa
más peligrosa en todo el mundo. En realidad puede ser mucho más peligrosa que una bomba de
hidrógeno.

Ahora, . . . atentarás contra la vida significa el homicidio. El odio no lo colocamos en el


mismo nivel que el homicidio, pero es igualmente prohibido. El Señor Jesucristo los juntó y dijo
que si usted odia, entonces, eso quiere decir que usted es culpable ante Dios de homicidio.
Leamos las palabras del Señor Jesucristo que se encuentran en Mateo, capítulo 5, versículos 21 y
22: Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de
juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y
cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le
diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego.

La respuesta a todas estas prohibiciones negativas se encuentra en lo positivo. Amarás a tu


prójimo como a ti mismo. El Apóstol Pablo lo resumió todo para el creyente en su carta a los
Gálatas, capítulo 6, versículo 1, cuando dijo: Hermano, si alguno fuere sorprendido en alguna
falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a
ti mismo, no sea que tú también seas tentado.

Y llegamos ahora al último aspecto en consideración en este capítulo 19, que es la relación del
hombre con las diferentes situaciones de la vida. Leamos el versículo 19:

19
Mis estatutos guardarás. No harás ayuntar tu ganado con animales de otra especie;
tu campo no sembrarás con mezcla de semillas, y no te pondrás vestidos con mezcla de
hilos. (Lev. 19:19)

¿Sabe lo que ocurre cuando usted lava vestidos que tienen una mezcla de lana y lino? Dios le
está enseñando aquí a Su pueblo, grandes verdades espirituales mediante símbolos y ceremonias.
No debían tener animales ni matas híbridas. Esto era para enseñarles que no debe haber ninguna
mezcla de la verdad con el error. Esto se manifiesta en la parábola de nuestro Señor Jesucristo en
cuanto al trigo y la cizaña que se relata en el capítulo 13 de San Mateo. Y el Apóstol Pablo, dice

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en su primera carta a los Corintios, capítulo 10, versículo 21: No podéis beber la copa del Señor,
y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los
demonios. Cristo dijo también en el evangelio según San Lucas, capítulo 16, versículo 13: No
podéis servir a Dios y a las riquezas. Volviendo ahora al capítulo 19 de Levítico, leamos los
versículos 20 al 22:

20
Si un hombre yaciere con una mujer que fuere sierva desposada con alguno, y no
estuviere rescatada, ni le hubiere sido dada libertad, ambos serán azotados; no
morirán, por cuanto ella no es libre. 21Y él traerá a Jehová, a la puerta del tabernáculo
de reunión, un carnero en expiación por su culpa. 22Y con el carnero de la expiación lo
reconciliará el sacerdote delante de Jehová, por su pecado que cometió; y se le
perdonará su pecado que ha cometido. (Lev. 19:20-22)

Esto vuelve nuestra atención al séptimo mandamiento, y protege a la sierva. Surge entonces,
la pregunta natural: ¿Da Dios el visto bueno a la esclavitud? De ninguna manera, amigo oyente.
Lo que ocurre es que Dios reconoce la situación perversa causada por la crueldad de los hombres,
exactamente como lo reconoció en el caso del divorcio que se relata en el capítulo 19 de Mateo,
versículo 8.

Esto era reconocido como un pecado por parte del hombre, porque él tenía que traer una
ofrenda de transgresión. Pero la mujer no tenía que traer una ofrenda. Continuemos con los
versículos 23 al 25 de este capítulo 19 de Levítico:

23
Y cuando entréis en la tierra, y plantéis toda clase de árboles frutales, consideraréis
como incircunciso lo primero de su fruto; tres años os será incircunciso; su fruto no se
comerá. 24Y el cuarto año todo su fruto será consagrado en alabanzas a Jehová. 25Mas
al quinto año comeréis el fruto de él, para que os haga crecer su fruto. Yo Jehová
vuestro Dios. (Lev. 19:23-25)

Esta ley nos parece extraña a nosotros que no somos expertos en cuanto al cultivo de árboles
frutales. Sin embargo, se nos informa que los frutales pequeños o nuevos crecen más rápido y

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producen mejor fruto si se cortan sus brotes durante los primeros años. El Señor sabía eso. Y la
lección espiritual aquí era que las primicias de todo pertenecen a Dios y que toda buena dádiva y
todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces – como lo dice Santiago, allá en el
capítulo 1 de su carta, versículo 17. Leamos ahora los versículos 26 al 28 de Levítico 19:

26
No comeréis cosa alguna con sangre. No seréis agoreros, ni adivinos. 27No haréis
28
tonsura en vuestras cabezas, ni dañaréis la punta de vuestra barba. Y no haréis
rasguños en vuestro cuerpo por un muerto, ni imprimiréis en vosotros señal alguna.
Yo Jehová. (Lev. 19:26-28)

Hay seis mandamientos aquí que condenan las prácticas y las supersticiones de los paganos.
No debían comer la carne con su sangre en ella. No debían manifestar luto cortando un poco del
cabello y dejar sólo unos copetes. No debían portarse como los paganos cuando moría un ser
amado. Ahora, el versículo 29 dice:

No contaminarás a tu hija haciéndola fornicar, para que no se prostituya la tierra y se


llene de maldad. (Lev. 19:29)

Esta era una condenación de la práctica pagana que lamentablemente prevalece hasta el día de
hoy entre algunas personas. Hemos sabido en cuanto a ciertos hombres que pagan sus estudios
universitarios mediante el dinero que ganan sus esposas que se venden como rameras. Ahora
leamos el versículo 30:

30
Mis días de reposo guardaréis, y mi santuario tendréis en reverencia. Yo Jehová
(Lev. 19:30)

El día de reposo era una señal especial de la relación entre Dios y los israelitas, y tenía que ser
guardado estrictamente. Esto se pone de manifiesto en Éxodo, capítulo 31, versículos 13 al 17,
donde dice: Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días
de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que
yo soy Jehová que os santifico. Así que guardaréis el día de reposo, porque santo es a vosotros;

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el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él, aquella
persona será cortada de en medio de su pueblo. Seis días se trabajará, mas el día séptimo es día
de reposo consagrado a Jehová; cualquiera que trabaje en el día de reposo, ciertamente morirá.
Guardarán, pues, el día de reposo los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por
pacto perpetuo. Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo
Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó. Como vemos, esta era una señal
especial de la relación entre Dios y el pueblo de Israel. Volviendo ahora al capítulo 19 de
Levítico, leamos el versículo 31:

31
No os volváis a los encantadores ni a los adivinos; no los consultéis, contaminándoos
con ellos. Yo Jehová vuestro Dios. (Lev. 19:31)

Esta era una de las tantas amonestaciones que la Biblia presenta contra el espiritismo y el
culto a los demonios. El carácter sobrenatural y satánico de esa práctica se reconoce en las
Escrituras y es totalmente rechazado. Ahora, el versículo 32 de Levítico 19, dice:

32
Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios
tendrás temor. Yo Jehová. (Lev. 19:32)

Debían tener respeto a la vejez. Y esto también se repite muchas veces en las Escrituras.
Sigamos adelante ahora con los versículos 33 y 34:

33
Cuando el extranjero morare con vosotros en vuestra tierra, no le oprimiréis. 34Como
a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás
como a ti mismo; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto. Yo Jehová vuestro
Dios. (Lev. 19:33-34)

Vemos aquí que tenían que tratar al extranjero entre ellos con bondad y debían mostrarle
amor. Esto servía para recordarles que ellos mismos habían sido extranjeros en la tierra de
Egipto. Y el extranjero era prójimo de ellos. Ahora, los versículos 35 y 36, dicen:

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35
No hagáis injusticia en juicio, en medida de tierra, en peso ni en otra medida.
36
Balanzas justas, pesas justas y medidas justas tendréis. Yo Jehová vuestro Dios, que
os saqué de la tierra de Egipto. (Lev. 19:35-36)

Las negociaciones debían ser honestas. Las medidas y los pesos tenían que ser justos,
honrados. Los hijos de Dios tienen que ser diferentes a los demás porque representan a Dios, aun
en sus negocios. Y ahora, el último versículo, el versículo 37 de Levítico 19, dice:

37
Guardad, pues, todos mis estatutos y todas mis ordenanzas, y ponedlos por obra. Yo
Jehová. (Lev. 19:37)

Dios es el Señor, amigo oyente, y esto de por sí es suficiente motivo para que le obedezcamos
en todo. ¿Puede usted pensar en algo que se pueda añadir a esto? Porque Dios es el Señor,
tenemos la responsabilidad de obedecerle incondicionalmente y sin reserva alguna. Quiera el
Señor que cada uno de nosotros, prestemos la debida atención a este asunto y obedezcamos a
Dios en todos los aspectos de nuestra vida.

Y aquí, amigo oyente, concluye nuestro estudio del capítulo 19 de Levítico.

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