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PROGRAMA No.

0180

LEVÍTICO

Capítulo 18:6 - 30

Continuamos hoy, amigo oyente, el recorrido que estamos llevando a cabo por el libro de
Levítico. En nuestro programa anterior, citamos varios pasajes de algunas epístolas del Nuevo
Testamento, y dijimos que tales pasajes nos están hablando a nosotros hoy en día. Y concluimos
diciendo que el hijo de Dios en cualquiera edad es llamado a vivir en santidad. Veamos hoy
algunas citas que instan a esta vida santa de la que hablamos. El Apóstol Pablo, en su primera
carta a los Corintios, capítulo 3, versículos 16 y 17 nos dice: ¿No sabéis que sois templo de Dios,
y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le
destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es. También en su carta a
los Efesios, capítulo 1, versículo 4, el mismo Apóstol Pablo dice: “Según nos escogió en él antes
de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él”. Luego, el
Apóstol Pedro, en su primera carta universal, capítulo 1, versículo 16, nos dice: “Porque escrito
está: Sed santos, porque yo soy santo”. Es Dios quien nos está llamando a santidad, y debemos
darle el énfasis debido a la santidad. Dios nos manda a ser santos.

Ahora, hay otra verdad que no deseamos que usted pierda de vista, amigo oyente, y es esta:
muchos dicen que si van a alcanzar a las multitudes, es necesario descender a su nivel de vida
moral y vivir como ellas. Pues bien, ya ha habido individuos y grupos que trataron de hacer eso, y
¿sabe usted lo que les pasó? Nunca alcanzaron a las multitudes. Simplemente fueron absorbidos
por esas mismas multitudes que pretendían “alcanzar”. Dios nos ha llamado a vivir en santidad,
amigo oyente. Inglaterra dio por sobre nombre a los seguidores de Juan Wesley, el apodo de
“gente santa”. El hecho es que les pusieron el nombre de “metodistas”, porque notaron que sus
métodos eran diferentes a los métodos del mundo.

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Dios dice: “Yo soy Jehová”. Ahora, alguien dirá: “Bueno, yo no soy cristiano, y todo esto no
me interesa en lo más mínimo”. Permítame decirle, amigo oyente, que Dios aquí está declarando
Su soberanía. Si usted puede crear su propio universo, entonces, usted puede mandar. Pero,
amigo oyente, fue Dios quien creó este universo, y es Él quien lo está mandando. Y Él dice: “Yo
soy vuestro Dios”. Él es un Dios reconciliador. Él conoce nuestra condición, y aun así nos ama.
Amigo oyente, si usted se ha reconciliado con Dios, su deseo será agradarle. El hijo de Dios
puede ser llenado del Espíritu Santo para que no cometa estos pecados de la carne, sino para que
produzca el fruto del Espíritu.

Y pasamos ahora, al siguiente aspecto en consideración en este capítulo 18 de Levítico. Este


aspecto es “la prohibición de las relaciones sexuales con parientes”. Leamos el versículo 6:

6
Ningún varón se llegue a parienta próxima alguna, para descubrir su desnudez. Yo
Jehová. (Lev. 18:6)

La declaración general que se hace aquí es que ninguna persona debe tener relaciones sexuales
con un pariente cercano. Toda esta sección amplifica el séptimo Mandamiento. Esto se refiere a
cualquier persona que tenga consanguinidad con otra persona. Continua, ahora, el desarrollo de
este tema. Notemos que Dios es específico. Y la razón que Él da es: “Yo Jehová”. Leamos
ahora los versículos 7 y 8 de este capítulo 18 de Levítico:

7
La desnudez de tu padre, o la desnudez de tu madre, no descubrirás; tu madre es, no
descubrirás su desnudez. 8La desnudez de la mujer de tu padre no descubrirás; es la
desnudez de tu padre. (Lev. 18:7-8)

Esta es una amonestación contra el odioso y terrible pecado de incesto. Sin embargo,
encontramos que también hubo un problema con este pecado en la iglesia de los corintios. El
Apóstol Pablo lo condenó con gran firmeza en su primera carta a esta iglesia, capítulo 5, versículo
1, donde dice: “De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni
aun se nombra entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre”.

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Estas son las cosas que se comentan y que aparecen en los periódicos sensacionalistas de hoy
en día, ¿verdad? Bueno, Dios también habla en cuanto a ellas, y lo hace en una manera muy clara.
Así que no me diga que las cosas son diferentes hoy en día. Dios ha indicado exactamente lo que
es el pecado. Y nadie se puede equivocar en cuanto a esto, amigo oyente. Continuemos ahora
con el versículo 9 de Levítico capítulo 18:

9
La desnudez de tu hermana, hija de tu padre o hija de tu madre, nacida en casa o
nacida fuera, su desnudez no descubrirás. (Lev. 18:9)

Este tema sigue desarrollándose en los próximos versículos, y no los vamos a leer todos. Las
relaciones humanas que se establecen por sangre o por medio del matrimonio son tratadas
específicamente en esta sección. Los parientes cercanos vivían juntos en una situación doméstica
que se prestaba para el adulterio. Pero Dios levantó estas barreras para prevenir esto.

En Egipto se acostumbraba practicar estos pecados, especialmente aquellos que se mencionan


en el versículo 9. Aun en la corte real, tanto los faraones como los ptolomeos practicaron el
matrimonio entre parientes cercanos.

En el principio, no había ley en cuanto a esto. Caín y Set, los hijos de Adán y Eva, tuvieron
que casarse con sus propias hermanas. También sabemos que Abraham se casó con su media
hermana. La ley se da ahora para impedir esta práctica. Pasemos ahora al versículo 16 de
Levítico 18:

16
La desnudez de la mujer de tu hermano no descubrirás; es la desnudez de tu
hermano. (Lev. 18:16)

Hay una excepción a este versículo, y esta se encuentra en la ley del Pariente-Redentor, que se
explica en Deuteronomio, capítulo 25, versículos 5 al 10, y vamos a leer esta porción: “Cuando
hermanos habitaren juntos, y muriere alguno de ellos, y no tuviere hijo, la mujer del muerto no
se casará fuera con hombre extraño; su cuñado se llegará a ella, y la tomará por su mujer, y
hará con ella parentesco. Y el primogénito que ella diere a luz sucederá en el nombre de su

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hermano muerto, para que el nombre de éste no sea borrado de Israel. Y si el hombre no
quisiere tomar a su cuñada, irá entonces su cuñada a la puerta, a los ancianos, y dirá: Mi
cuñado no quiere suscitar nombre en Israel a su hermano; no quiere emparentar conmigo.
Entonces los ancianos de aquella ciudad lo harán venir, y hablarán con él; y si él se levantare y
dijere: No quiero tomarla, se acercará entonces su cuñada a él delante de los ancianos, y le
quitará el calzado del pie, y le escupirá en el rostro, y hablará y dirá: Así será hecho al varón
que no quiere edificar la casa de su hermano. Y se le dará este nombre en Israel: La casa del
descalzado”. Volviendo ahora al capítulo 18 de Levítico, llegamos al tercer aspecto que es “la
prohibición de varios pecados sexuales”. Leamos los versículos 17 y 18:

17
La desnudez de la mujer y de su hija no descubrirás; no tomarás la hija de su hijo, ni
la hija de su hija, para descubrir su desnudez; son parientas, es maldad. 18No tomarás
mujer juntamente con su hermana, para hacerla su rival, descubriendo su desnudez
delante de ella en su vida. (Lev. 18:17-18)

Esta relación no es por sangre, sino por matrimonio. Debido a la relación cercana entre la
esposa y su hermana o su hija, cualquier matrimonio se prohibe. Evidentemente estos dos
versículos se refieren al hecho de tener dos esposas al mismo tiempo. Pero son casos de incesto
en vez de bigamia. Para su mejor comprensión, quisiera leer estos versículos en la versión
llamada la Biblia de Jerusalén; escuche usted: “No descubrirás la desnudez de una mujer y la de
su hija, ni tomarás la hija de su hijo ni la hija de su hija para descubrir su desnudez; son tu
propia carne; sería incesto. No tomarás a una mujer juntamente con su hermana, haciéndola
rival de ella y descubriendo su desnudez mientras viva la primera”. (Levítico 18:17-18, Biblia
de Jerusalén).

Este fue el problema que afrontó Jacob al tener dos hermanas como esposas, Lea y Raquel.
La historia de esta familia no es la más feliz. Recuerde, sin embargo, que esto ocurrió antes que
Dios diera los Diez Mandamientos. Leamos ahora el versículo 19 de este capítulo 18 de Levítico:

19
Y no llegarás a la mujer para descubrir su desnudez mientras esté en su impureza
menstrual. (Lev. 18:19)
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Las relaciones maritales entre esposo y esposa eran prohibidas durante ciertos días. La mente
sensual debe someterse a la ley de Dios. Ahora leamos el versículo 20 de Levítico capítulo 18
que dice:

20
Además, no tendrás acto carnal con la mujer de tu prójimo, contaminándote con
ella. (Lev. 18:20)

Créanos, amigo oyente, que Dios en estos versículos ha estado construyendo baluartes para
proteger el hogar de las prácticas licenciosas de los paganos en derredor. La familia en la tierra
debe reflejar la familia en el Cielo. Este es el pensamiento que expresa el Apóstol Pablo, en su
carta a los Efesios, capítulo 3, versículo 15, donde dice: “. . .de quien toma nombre toda familia
en los cielos y en la tierra. . .”. La pureza de vida debía ser el símbolo de la familia de Dios.
Había un lugar santo en el tabernáculo para la adoración; y asimismo el hogar tenía que ser un
lugar santo en la nación para el diario vivir. El Nuevo Testamento también habla muchísimo en
cuanto a esto. Y no sería malo leer el capítulo 7 de la primera carta de Pablo a los Corintios, con
respecto al vivir diario de la familia cristiana. Y llegamos ahora al cuarto aspecto que vamos a
considerar en nuestro estudio de este capítulo 18 de Levítico, “la prohibición de ofrecer los hijos
en sacrificio a Moloc”. Leamos el versículo 21:

21
Y no des hijo tuyo para ofrecerlo por fuego a Moloc; no contamines así el nombre de
tu Dios. Yo Jehová. (Lev. 18:21)

Este versículo puede parecer algo impropio aquí en este capítulo, pero la adoración pagana de
Moloc estaba íntimamente relacionada con las impurezas sexuales. En su adoración, la imagen de
Moloc era calentada al rojo por el fuego, y los cuerpos de los niños que se le ofrecían eran
colocados en sus humeantes brazos. Es difícil imaginarnos el horror de todo esto. Hay quienes
creen que tal cosa nunca podría haber pasado. Sin embargo, hay otros pasajes de las Escrituras
que hacen referencias a esta misma práctica; por ejemplo en el segundo libro de los Reyes,
capítulo 17, versículo 31, leemos: “Los aveos hicieron a Nibhaz y a Tartac, y los de Sefarvaim
quemaban sus hijos en el fuego para adorar a Adramelec y a Anamelec, dioses de Sefarvaim”.
Y en Jeremías, capítulo 7, versículo 31, dice: “Y han edificado los lugares altos de Tofet, que
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está en el valle del hijo de Hinom, para quemar al fuego a sus hijos y a sus hijas, cosa que yo no
les mandé, ni subió en mi corazón”.

Esta práctica terrible profanaba el santo nombre de Dios, como lo veremos en el capítulo 20
de Levítico, versículo 3, y el castigo que Dios fijaba para quien ejercía esta práctica, era la misma
muerte. Leamos, pues este pasaje: “Y yo pondré mi rostro contra el tal varón, y lo cortaré de
entre su pueblo, por cuanto dio de sus hijos a Moloc, contaminando mi santuario y profanando
mi santo nombre”. La brutalidad monstruosa de este rito pagano era una horrible profanación del
Nombre del verdadero Dios. Especialmente, teniendo en cuenta que el amor de Dios por los
niños es tan evidente en todas las Escrituras, desde Génesis hasta Apocalipsis. Recordemos que
el Señor Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el
reino de los cielos. (Mat.19:14). Y llegamos ahora al quinto aspecto en nuestro estudio de este
capítulo 18 de Levítico, que es “la prohibición de la perversión del sexo”. Leamos el versículo 22
de Levítico capítulo 18:

22
No te echarás con varón como con mujer; es abominación. (Lev. 18:22)

El Dr. J. Vernon McGee, autor de estos estudios bíblicos, contaba que en el centro de la
ciudad de Los Ángeles, en el estado de California, en los Estados Unidos, una iglesia celebró una
vez un baile para homosexuales. Asistieron a ese baile más de 700 personas. Fue tan repugnante,
que un periodista de mucha experiencia y acostumbrado a todo, que asistió para informar sobre el
baile, tuvo que abandonarlo. Sin embargo, una iglesia que se “creía cristiana”, fue la que sirvió
como anfitriona de tal depravación. Amigo oyente, Dios condena estos actos. El Apóstol Pablo,
en su carta a los Romanos, capítulo 1, versículos 24 al 28, dice: “Por lo cual también Dios los
entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron
entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y
dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por
esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural
por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de
la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres
con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no
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aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas
que no convienen”.

La depravación que se menciona aquí es muy común hoy en día en las grandes ciudades como
Nueva York, Londres, Saõ Paulo o Buenos Aires y otras. Y todas son como Sodoma y
Gomorra. Siento ganas de llorar cuando veo la dirección que está siguiendo mi propio país.
Claro que amo a mi país, porque es la tierra de mi nacimiento, pero no me gusta ver estos
hombres sucios, inmorales e inmundos, trayéndonos a todos al juicio nacional. Amigo oyente,
créame que el juicio de Dios ya está sobre nosotros hoy en día. No podemos tener paz en el
extranjero y tampoco podemos lograr la paz interna. ¿Por qué? Porque, como dijo Isaías: “No
hay paz para los malos, dijo Jehová”, (Isaías 48:22). Leamos ahora, el versículo 23 de este
capítulo 18 de Levítico:

23
Ni con ningún animal tendrás ayuntamiento amancillándote con él, ni mujer alguna
se pondrá delante de animal para ayuntarse con él; es perversión. (Lev. 18:23)

Esto de veras es atroz. Esto era practicado en los cultos de la fertilidad y en la adoración de
la naturaleza. El libertinaje extremo, amigo oyente, siempre está relacionado con la idolatría más
vil. Y si usted cree que esto no se practica hoy en día, pues, debe hablar con el jefe de la policía
de cualquiera de nuestras ciudades, y estamos seguros que él puede informarle sobre este tipo de
casos. Todo esto, amigo oyente, es condenado por Dios. Es pecado vil y sucio delante de Dios.
Y llegamos ahora, al último aspecto que vamos a considerar en nuestro estudio de este capítulo
18 de Levítico: “las naciones en Palestina expulsadas de su tierra por cometer estos pecados”.
Leamos los versículos 24 y 25:

24
En ninguna de estas cosas os amancillaréis; pues en todas estas cosas se han
25
corrompido las naciones que yo echo de delante de vosotros, y la tierra fue
contaminada; y yo visité su maldad sobre ella, y la tierra vomitó sus moradores. (Lev.
18:24-25)

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Las naciones que vivían en Palestina fueron expulsadas porque cometieron estos pecados tan
abominables y atroces. Muchos predicadores de buen corazón, pero escasos en conocimiento hoy
en día, “lloran” porque Dios expulsó a los cananeos. Pero, aquí está el motivo por el cual Dios
les expulsó.

Dios no pudo tolerar lo que ocurría. La tierra de los cananeos era devorada por enfermedades
venéreas. ¿Por qué piensa usted que Dios mandó que no debieran tomar ni aun un lingote de oro,
ni tocar una vestidura en la ciudad de Jericó? Pues, porque eran culpables de los pecados más
viles imaginables. ¿No cree que Dios los expulsó por un buen motivo? Después de todo, si el
arrendatario no paga el alquiler, lo pueden expulsar. Y, amigo oyente, sucede que Dios es el
dueño de esa tierra.

Así es como usted y yo nos estamos comportando en esta tierra. La tierra es de Dios y
nosotros sólo la tenemos en arriendo. Es el negocio de Él, y no sería malo que nosotros
hiciéramos nuestro el negocio de Él, porque Su negocio es el que prevalecerá. Leamos ahora, los
versículos 26 hasta el 30 de Levítico capítulo 18:

26
Guardad, pues, vosotros mis estatutos y mis ordenanzas, y no hagáis ninguna de
estas abominaciones, ni el natural ni el extranjero que mora entre vosotros 27(porque
todas estas abominaciones hicieron los hombres de aquella tierra que fueron antes de
vosotros, y la tierra fue contaminada); 28no sea que la tierra os vomite por haberla
29
contaminado, como vomitó a la nación que la habitó antes de vosotros. Porque
cualquiera que hiciere alguna de todas estas abominaciones, las personas que las
30
hicieren serán cortadas de entre su pueblo. Guardad, pues, mi ordenanza, no
haciendo las costumbres abominables que practicaron antes de vosotros, y no os
contaminéis en ellas. Yo Jehová vuestro Dios. (Lev. 18:26-30)

Dios da una amonestación doble a los israelitas, que si persiguen un ejemplo similar al ejemplo
de aquellos que les precedieron en la tierra prometida, el mismo juicio, si no uno peor, caería
sobre ellos. La tierra de Dios, amigo oyente, debe ser santa. Y esta amonestación es para
nosotros también. El fin que Dios tiene para este planeta es que Su justicia cubra la tierra.
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