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PROGRAMA No.

0185

LEVÍTICO

Capítulos 21: 6 - 22:16

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro viaje por el libro de Levítico. En nuestro programa
anterior comenzamos a estudiar la “ley para la pureza personal de los sacerdotes” que es el tema
central de los capítulos 21 y 22 de Levítico. Y comenzamos a considerar el primer aspecto, que
es la contaminación del sacerdocio evitada en el parentesco y en las amistades humanas. Y
dijimos que el oficio que ocupaba un sacerdote, requería una separación más estricta que lo que se
requería para cualquier hombre ordinario entre el pueblo. Y que así mismo, Dios va a hacernos
responsables a nosotros si es que nos ha colocado en algún cargo de responsabilidad en Su iglesia.
Vimos también en el versículo 5, que no debían hacerse tonsura en su cabeza ni raer la punta de
su barba, ni rasguñarse la carne. Esto era algo que los paganos hacían como señal de que estaban
guardando luto. Pero, el sacerdote no debía participar en las costumbres supersticiosas y paganas
que le rodeaban. Hoy comenzaremos leyendo el versículo 6 de este capítulo 21 de Levítico, que
dice:

6
Santos serán a su Dios, y no profanarán el nombre de su Dios, porque las ofrendas
encendidas para Jehová y el pan de su Dios ofrecen; por tanto, serán santos. (Lev.
21:6)

El duelo de los sacerdotes debía ser sobrio y digno en concordancia con el puesto que
desempeñaban como representantes de Dios. Lo mismo es aplicable hoy en día a los
representantes de Dios en la Iglesia, porque como dice el Apóstol Pablo, en su carta a Tito,
capítulo 1, versículos 7 y 8: Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como
administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso
de ganancias deshonestas, sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de
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sí mismo. Dios requiere de los sacerdotes: “Santos serán a su Dios, y no profanarán el nombre
de su Dios, porque las ofrendas encendidas para Jehová y el pan de su Dios ofrecen; por tanto,
serán santos”. Volviendo ahora al capítulo 21 de Levítico, leamos los versículos 7 y 8:

7
Con mujer ramera o infame no se casarán, ni con mujer repudiada de su marido;
porque el sacerdote es santo a su Dios. 8Le santificarás, por tanto, pues el pan de tu
Dios ofrece; santo será para ti, porque santo soy yo Jehová que os santifico. (Lev.
21:7-8)

Esto se refiere a su vida personal y privada, donde en concordancia con su puesto también
debía revelar la santidad de Dios. No se debía casar con ramera, ni con mujer infame, ni con
mujer divorciada. Ahora, el motivo de esto es que está sirviendo a Dios – dice: “el pan de su
Dios ofrece” – es decir, que son coperos de Dios. El sacerdote es un tipo de Cristo y la novia de
Cristo tiene que ser purificada antes que le sea presentada sin mancha y sin arruga, como lo
expresa el Apóstol Pablo, en el capítulo 5 de su carta a los Efesios, versículos 26 y 27, donde
dice: para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de
presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa
semejante, sino que fuese santa y sin mancha.

El dirigente en la iglesia debe ser un ejemplo para otros, especialmente en este asunto.
Quisiéramos decir aquí que hay muchas personas, tanto hombres como mujeres que han pasado
por la experiencia del divorcio. Algunos de los hombres quieren entrar en el ministerio, y algunas
de las mujeres desean servir como misioneras. Ahora, sabemos que no se puede generalizar en
cuanto a estas cosas, pero sí deseamos hacer esta declaración. Creemos que hoy en día es
pecaminosa la manera en que ciertas personas que han sufrido alguna experiencia desdichada en
su vida (muchas de éstas antes de ser salvados), se excluyan de algún cargo debido a alguna
experiencia del pasado de la cual en nada han sido culpables. Tratamos de ayudar a estas
personas aconsejándolas que sigan adelante en su preparación para el ministerio y para el campo
misionero. Pero, les amonestamos también que estén preparadas para ser rebajadas por algún
supuesto “santo” que crea que está hablando por Dios. También notarán que habrá ciertas
iglesias que las excluirán. Pero les animamos a que sigan adelante con su preparación, y que
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habrá un lugar donde puedan servir a Dios. Y estamos seguros que lo habrá. Tenemos que
reconocer que hoy en día hay muchas personas que son víctimas inocentes del divorcio.
Continuando ahora con el capítulo 21 de Levítico, leamos el versículo 9:

9
Y la hija del sacerdote, si comenzare a fornicar, a su padre deshonra; quemada será
al fuego. (Lev. 21:9)

¿Por qué este castigo tan duro? Bueno, debido a la posición de su padre, tenía que recibir la
pena más severa si causaba oprobio al oficio de su padre. Leamos ahora los versículos 10 al 12
de Levítico capítulo 21:

10
Y el sumo sacerdote entre sus hermanos, sobre cuya cabeza fue derramado el aceite
de la unción, y que fue consagrado para llevar las vestiduras, no descubrirá su cabeza,
ni rasgará sus vestidos, 11ni entrará donde haya alguna persona muerta; ni por su
12
padre ni por su madre se contaminará. Ni saldrá del santuario, ni profanará el
santuario de su Dios; porque la consagración por el aceite de la unción de su Dios está
sobre él. Yo Jehová. (Lev. 21:10-12)

Esta es la primera mención que se hace del sumo sacerdote. Como sacerdote ungido de Dios,
tiene que ser apartado para el Señor. Debía llevar una diadema en la que estaban grabadas las
palabras “Santidad a Jehová”. Esas palabras servían para recordar continuamente al pueblo quién
era, de quién era, y a quién servía.

Le era prohibido rasgar las vestiduras sagradas. En otras palabras, el sumo sacerdote no debía
ser un hombre violento. En el juicio de Jesús, esta ley fue violada cuando el sumo sacerdote
rasgó sus vestiduras, como lo vimos en el capítulo 26 de Mateo, versículo 65, donde leemos:
Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras. Tampoco debía asistir al funeral de su padre ni
de su madre. El aceite de la unción había sido derramado sobre él, y debía ser totalmente
dedicado a Dios y apartado del pecado por causa de su posición como sumo sacerdote.

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El Señor Jesucristo recibió sobre sí el aceite de la unción, y Él vino para hacer la voluntad de
Su Padre aun hasta la misma muerte, y una muerte de cruz. Él demanda esta misma dedicación de
parte de Sus seguidores.

Ahora, los próximos versículos nos dicen que la esposa del sumo sacerdote también debía
actuar en concordancia con la posición del oficio santo de su esposo. Es por esto que al sumo
sacerdote le era prohibido casarse con ramera, con mujer infame o con una mujer divorciada.
Debía tomar por esposa a una mujer virgen de su pueblo, para que, como dice el versículo 15:
para que no profane su descendencia en sus pueblos; porque yo Jehová soy el que los santifico.

Veamos ahora lo que descalificaba a un varón para las funciones sacerdotales. Este es el
segundo aspecto que consideraremos dentro del tema de la “ley para la pureza personal del sumo
sacerdote”. Leamos los versículos 16 al 21, de este capítulo 21 de Levítico:

16 17
Y Jehová habló a Moisés, diciendo: Habla a Aarón y dile: Ninguno de tus
descendientes por sus generaciones, que tenga algún defecto, se acercará para ofrecer
el pan de su Dios. 18Porque ningún varón en el cual haya defecto se acercará; varón
ciego, o cojo, o mutilado, o sobrado, 19o varón que tenga quebradura de pie o rotura de
mano, 20o jorobado, o enano, o que tenga nube en el ojo, o que tenga sarna, o empeine,
o testículo magullado. 21Ningún varón de la descendencia del sacerdote Aarón, en el
cual haya defecto, se acercará para ofrecer las ofrendas encendidas para Jehová. Hay
defecto en él; no se acercará a ofrecer el pan de su Dios. (Lev. 21:16-21)

Todas estas deformidades y defectos descalificaban a un varón para las funciones sacerdotales.
Ahora, ¿por qué es esto? Porque así como ningún sacrificio que tuviese algún defecto podía ser
ofrecido, de la misma manera ningún sacerdote que tuviera defecto alguno, podía servir en el
tabernáculo.

Tanto la ofrenda como el ofrendante representan a Cristo y en Él no hay defecto alguno, ni en


Su persona, ni en Su obra. Cristo es el Gran Sumo Sacerdote perfecto; no hay defecto en Él, sino

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más bien hermosura, gloria y excelencia. Leamos ahora los versículos 22 al 23 de este capítulo 21
de Levítico:

22
Del pan de su Dios, de lo muy santo y de las cosas santificadas, podrá comer. 23Pero
no se acercará tras el velo, ni se acercará al altar, por cuanto hay defecto en él; para
que no profane mi santuario, porque yo Jehová soy el que los santifico. (Lev. 21:22-
23)

Y Moisés habló esto a Aarón y a sus hijos y a todos los hijos de Israel. Aunque aquellos que
tenían algún defecto les era prohibido servir, no estaban excluidos de la mesa del Señor. Dios
proveyó para ellos. Y esto presentó un vivo contraste con el tratamiento inhumano que el mundo
pagano daba a los inhabilitados.

Y encontramos aquí una lección espiritual. Hay muchos creyentes que sufren de alguna
inhabilidad física, moral o espiritual. Tales inhabilidades les excluirían de ciertas formas de
servicio; sin embargo, son genuinos santos de Dios que tienen todos los derechos y privilegios de
creyentes.

En cierta iglesia había un joven que era un atleta maravilloso, pero que tenía un paladar
hendido que le presentaba un impedimento para hablar. Cierto día, ese joven vino para hablar con
su maestro de la escuela dominical y le expresó su deseo de llegar a ser predicador. Ahora,
¿cómo se aconseja a un jovencito como este? El maestro de la escuela dominical trató de
explicarle que era un maravilloso atleta, pero que su habla constituía un impedimento para él. Y
le aconsejó que entrara en un tipo de obra cristiana que no requiriese el hablar en público.
Pasaron los años y este joven continuó alentando este deseo de servir al Señor. Llegó a ser
entrenador de fútbol en una gran universidad y su influencia para Cristo era tan grande, o aún
mayor, que la de cualquier predicador. Había muchos que estimaban tanto a este hombre como
atleta, y él aunque tenía este impedimento les hablaba acerca de Jesucristo y así servía al Señor de
una manera maravillosa. Amigo oyente, Dios nos ha entregado ciertas capacidades que Él espera
que utilicemos para Su honra y Su gloria. Y el hecho que no podamos servir en determinada
esfera de trabajo, no quiere decir que estamos totalmente excluidos del servicio. Dios no espera
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que hagamos más de lo que Él mismo nos ha capacitado para hacer, sino que alentemos el vivo
deseo de servirle. Quiera Dios que cada uno de nosotros busquemos servirle dentro de las
capacidades que Él nos ha entregado para enaltecer y glorificar Su santo nombre.

Y aquí concluimos el capítulo 21 de Levítico, y pasamos ahora al capítulo 22 que es una


continuación directa del capítulo anterior y en el cual continuamos considerando el tema de la ley
para la pureza personal de los sacerdotes. En nuestro bosquejo hemos combinado los dos
capítulos en una sola unidad. Veamos pues, la contaminación del sacerdocio por enfermedad,
dieta y los muertos. Leamos, pues, los primeros dos versículos de este capítulo 22 de Levítico.

1
Habló Jehová a Moisés, diciendo: 2Di a Aarón y a sus hijos que se abstengan de las
cosas santas que los hijos de Israel me han dedicado, y no profanen mi santo nombre.
Yo Jehová. (Lev. 22:1-2)

Tenía que haber una separación entre lo sagrado y lo secular. Aarón no debía llevarse a su
casa las cosas del tabernáculo. La lección para nosotros es que no debemos tratar las cosas
sagradas y santas de Dios, como si fueran comunes. Leamos ahora el versículo 3 de Levítico
capítulo 22:

3
Diles: Todo varón de toda vuestra descendencia en vuestras generaciones, que se
acercare a las cosas sagradas que los hijos de Israel consagran a Jehová, teniendo
inmundicia sobre sí, será cortado de mi presencia. Yo Jehová. (Lev. 22:3)

El sacerdote no debía emprender su oficio de una manera negligente ni descuidada. Dios dijo
que debía ser despedido de su oficio el sacerdote que se comportara de tal forma. Creemos que
eso tiene una aplicación espiritual para el creyente de hoy en día. El Apóstol Pablo, escribiendo
su primera carta a los Corintios, capítulo 11, dice en los versículos 31 y 32: “Si, pues, nos
examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados
por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo”.

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Dios sigue enumerando en los versículos 4 al 9, de este capítulo 22, todo tipo de inmundicia
que descalificaría al sacerdote para llevar a cabo sus deberes sacerdotales. Los sacerdotes debían
ser santos en sus relaciones en sus casas, en sus contactos sociales, en sus negociaciones, en
cualquiera cosa que tocaran en el mundo. Los sacerdotes fueron apartados para ser santos a
Jehová. Debían servir como ejemplo para otros. Notemos ahora que algunas de las cosas que se
mencionan aquí son las mismas que se dieron para el cumplimiento de todo el pueblo de Israel. El
sacerdote no tenía ningún privilegio especial. La inmundicia en el hombre ordinario y la
inmundicia en el sacerdote tenían que ser lavadas por ceremonias similares. La vida privada del
sacerdote debía concordar con su oficio y servicio público. Pasemos ahora al versículo 10 en este
capítulo 22 de Levítico:

10
Ningún extraño comerá cosa sagrada; el huésped del sacerdote, y el jornalero, no
comerán cosa sagrada. (Lev. 22:10)

El sacerdote debía preservar la santidad del tabernáculo excluyendo al extranjero. Sólo los
hijos de Dios, amigo oyente, son los que pueden adorar a Dios.

Los versículos 11 al 13 siguen explicando que sólo los que pertenecen al sacerdote, los que
habían nacido en su casa, podían participar de la misma carne que él comía. Si la hija del
sacerdote se casaba con un gentil, era excluida del acceso a las cosas santas. Pero, si era dejada
viuda, o divorciada, y si regresaba a la casa del padre, entonces, ella podía comer de la carne que
su padre comía. El hijo o hija pródiga pueden volver a casa y ser bienvenidos. Pasemos ahora
hasta el versículo 14 y leamos hasta el versículo 16 de Levítico capítulo 22:

14
Y el que por yerro comiere cosa sagrada, añadirá a ella una quinta parte, y la dará al
sacerdote con la cosa sagrada. 15No profanarán, pues, las cosas santas de los hijos de
Israel, las cuales apartan para Jehová; 16pues les harían llevar la iniquidad del pecado,
comiendo las cosas santas de ellos; porque yo Jehová soy el que los santifico. (Lev.
22:14-16)

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Un desconocimiento de la ley no provee ninguna excusa. El hombre que comía de las cosas
santas inconscientemente era culpable y se le exigía una multa. Esto ponía una responsabilidad
adicional sobre los sacerdotes de guardar el lugar santo.

El mundo incrédulo gana o recibe su impresión de la iglesia, de los mismos miembros de la


iglesia. La indiferencia y la irreverencia son percibidas enseguida por el incrédulo de afuera, y su
actitud y conducta se adaptan en conformidad. El Señor Jesucristo dijo en el evangelio según San
Mateo, capítulo 18, versículo 7: “¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que
vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!”

Y aquí, amigo oyente, nos detenemos por esta ocasión. Continuaremos, Dios mediante, este
estudio del capítulo 22 de Levítico en nuestro próximo programa y confiamos que usted nos
vuelva a escuchar. Hasta tanto, le urgimos a que lea el resto del capítulo 22 de Levítico, lo que le
permitirá estar mejor informado y mejor preparado para nuestro próximo estudio.

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