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2 CRÓNICAS 7:6-22
Bien, entonces, miremos estas tres cuestiones por un momento bajo la luz
de la Palabra de Dios. En primer lugar tenemos que aclarar que, aunque el
templo era el centro de estas actividades, no creemos que todos esos
animales fueran sacrificados todos al mismo tiempo, en un solo altar. Como
veremos dentro de un momento, el versículo 7, de este mismo capítulo 7 de
2 Crónicas, reconoce esta imposibilidad con toda claridad y dice: porque
en el altar de bronce que Salomón había hecho no cabían los
holocaustos, las ofrendas de cereales y la grasa.
Para esta ocasión especial, creemos que se erigieron altares alrededor de la
zona del templo e incluso en otros lugares de aquel territorio. Por lo tanto,
el texto Bíblico no relata ninguna imposibilidad física. Pero, ¿por qué
semejante gasto? Para que cada zona del país pudiera tener su propio
sacrificio. Fue algo similar a lo que ocurrió cuando los israelitas salieron
de la tierra de Egipto y tuvieron que sacrificar un cordero por cada familia.
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Por eso, aquella noche, hubo que sacrificar a miles de corderos. Así que no
fue un gasto innecesario, por dos razones. En primer lugar, el significado
primordial de aquellos sacrificios señalaba al sacrificio del Señor
Jesucristo. Y, estimado oyente, fue Simón Pedro quien dijo que fue sangre
preciosa la que Él derramó. Dijo Pedro en su primera carta, 1:18 y 19:
“Pues ya sabéis que fuisteis rescatados...no con cosas corruptibles como
oro y plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin
mancha y sin contaminación”. Por lo tanto, concluimos que aquella
ceremonia no constituyó un gasto demasiado caro, porque estaba señalando
hacia Cristo Jesús mismo, como un testimonio gráfico y explicativo de la
gracia de Dios para todos los tiempos y épocas de la historia. Y en segundo
lugar, no se trató de un gasto inútil porque la carne fue posteriormente
utilizada como alimento. Aunque en el holocausto la ofrenda era
consumida totalmente por el fuego, también el pueblo comió de otras
ofrendas como, por ejemplo, las ofrendas de paz. Así que aquella fue una
memorable ocasión para celebrar una gran fiesta.
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Los sacerdotes desempeñaban su ministerio, mientras los levitas
alababan al Señor con los instrumentos de música que el rey David
había hecho para acompañar los cánticos al Señor, porque su
misericordia es para siempre, entonando los cánticos compuestos por
David. Los sacerdotes tocaban las trompetas delante de ellos, y todo
Israel se mantenía en pie.
Hay una cosa que quisiéramos lograr y es que los hijos de Dios, con
verdadera convicción, alaben al Señor y pueda decir: “Dios es bueno y Su
misericordia es para siempre.” ¡Ah, cuán bueno ha sido Dios conmigo, y
con usted, estimado oyente! Eso es lo que Salomón estaba expresando.
Ahora, en los versículos 7 y 8 leemos:
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7
También Salomón consagró la parte central del atrio que estaba
delante de la casa del Señor, por cuanto había ofrecido allí los
holocaustos, y lo mejor de las ofrendas de paz; porque en el altar de
bronce que Salomón había hecho no cabían los holocaustos, las
ofrendas de cereales y la grasa.
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Entonces hizo Salomón fiesta siete días, y con él todo Israel, una gran
congregación, desde la entrada de Hamat hasta el arroyo de Egipto.
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Entonces apareció el Señor a Salomón de noche y le dijo: Yo he oído
tu oración, y he elegido para mí este lugar como Casa de sacrificio. 13Si
yo cierro los cielos para que no haya lluvia, y si mando a la langosta
que consuma la tierra, o si envío pestilencia a mi pueblo; 14si se humilla
mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oran, y buscan mi
rostro, y se convierten de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los
cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra.
Sagradas Escrituras sí es para nosotros. Dios tiene algo muy importante que
enseñarnos a través de toda la Biblia.
en estos días los que pertenecen a Su pueblo? Él tiene un pueblo hoy, ese
pueblo que llamamos la Iglesia o el cuerpo de Cristo, formado por aquellos
que han aceptado al Salvador. Dice la Escritura en Tito 2.14, “Él se dio a
sí mismo por nosotros para redimirnos de toda maldad y purificar para sí
un pueblo propio, celoso de buenas obras.” Dios tiene Su pueblo. Y Él
dijo: “Si se humillare mi pueblo.” La naturaleza humana es muy orgullosa,
por eso se nos reprende para que seamos humildes. Se nos ha dicho de una
manera inequívoca en la Palabra de Dios, por medio del apóstol Pablo, en
su carta a los Efesios, capítulo 4, versículos 1 y 2, lo siguiente: “1Yo pues,
preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con
que fuisteis llamados, 2con toda humildad y mansedumbre, soportándoos
con paciencia los unos a los otros en amor.” Y en la carta a los Gálatas se
nos dice que esta actitud forma parte del fruto del Espíritu: “El fruto del
Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza”, la humildad es, pues, algo recomendable para
el creyente de estos días.
Nos preguntamos entonces, ¿qué parte le toca a Dios? Pues bien, Dios ha
hecho una promesa aquí en 2 Crónicas; dijo que Él oiría. Y en la primera
carta del apóstol Juan, capítulo 3, versículo 22, leemos: “22y cualquiera
cosa que pidamos la recibiremos de él, porque guardamos sus
mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.”
Dios también ha prometido perdonar. Dice 1 Juan 1:9, “Si confesamos
nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados.”
para nosotros, aunque lo podemos usar y aplicar a nuestra vida junto con
los mandatos y la interpretación del Nuevo Testamento. Si usted quiere
tomar estas condiciones que Dios le dio a Israel, usted podrá ver que son
condiciones que, como hemos visto y según el Nuevo Testamento, también
lo son para el creyente del día de hoy. Ahora, como hemos dicho, no se
debe sacar a un versículo de su contexto, y el versículo 14 y sus
recomendaciones, fueron dadas en el contexto del versículo 15 que le sigue,
y que leemos a continuación:
15
Mis ojos estarán abiertos, y mis oídos atentos, a la oración que se
haga en este lugar;
16
pues ahora he elegido y santificado esta Casa, para que esté en ella mi
nombre para siempre; y mis ojos y mi corazón estarán ahí para
siempre.
17
Y si tú andas delante de mí como anduvo tu padre David, haces todas
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19
Pero si vosotros os volvéis, y dejáis mis estatutos y mandamientos que
he puesto delante de vosotros, y vais y servís a dioses ajenos, y los
adoráis, 20yo os arrancaré de mi tierra que os he dado; arrojaré de mi
presencia esta Casa que he santificado a mi nombre, y la haré objeto
de burla y escarnio entre todos los pueblos.
21
Y esta Casa que es tan excelsa, será espanto a todo el que pase, de
modo que dirá: ¿Por qué ha hecho así el Señor a esta tierra y a esta
Casa?
22
Y se responderá: Por cuanto dejaron al Señor, Dios de sus padres,
que los sacó de la tierra de Egipto, y han abrazado a dioses ajenos, y
los adoraron y sirvieron; por eso él ha traído todo este mal sobre ellos.
Ésa es la respuesta que se debe dar cuando alguien se pregunte por la actual
condición de ese lugar. La Palabra de Dios dijo con toda claridad que esto
ocurriría porque los israelitas abandonarían al Señor su Dios. Y Dios honra
Su Palabra cumpliéndola. Y la Palabra divina se cumplió, más allá de toda
consideración estratégica, militar o económica. Esa Palabra desborda todos
los cálculos y ambiciones humanas. Y así, llegamos al final del capítulo 7
de este Segundo Libro de Crónicas. Y terminamos hoy con una reflexión.
Los israelitas fueron una demostración histórica de la ley inexorable de la
siembra y la cosecha, ley que bien puede aplicarse a todos los seres
humanos de todos los pueblos de la tierra. El apóstol San Pablo dijo en su
carta a los Gálatas 6: 7, “No os engañéis; Dios no puede ser burlado, pues
todo lo que el hombre siembre, eso también segará.” Las consecuencias
del pecado persiguen a quienes lo han practicado y lo practican. Los
israelitas se alejaron de Dios y han tenido que sobrellevar las
consecuencias, que son incluso evidentes en el día de hoy. Pero la Biblia
también aclara que todos los seres humanos han pecado y se encuentran
lejos de la presencia gloriosa de Dios.
Estimado oyente, el mensaje del Evangelio, como su mismo nombre así lo
indica, trae buenas noticias. Hay salvación, liberación, redención, por la
obra de Cristo en la cruz y por la victoria de Su resurrección. Le invitamos
a salir de la ley del pecado y sus consecuencias, de ese círculo cerrado, del
cual no hay salida, para que confiando en el Señor Jesucristo como su
Salvador, pueda usted disfrutar de la salvación y de la libertad de los hijos
de Dios. Recuerde que Jesús mismo comunicó esta buena noticia cuando
dijo: “Si el Hijo de Dios os hace libres, seréis realmente libres.”