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La idealización del arte como algo luminoso y alegre, tanto pareciera una
ilusión creada por nuestras mentes. El oscurísimo DEBERÍA predominar
como estilo de vida, para qué creer falsamente que la felicidad es eterna, sin
pensar que es mejor adentrarse en la agonía de la oscuridad y así vivir
mejor acostumbrados al sufrimiento.
¿Acaso no estamos todos cansados de las mentiras que nos obligan a digerir
sobre obras donde los finales felices prevalecen? Aquellos híper-optimistas
creerán que su positivismo toxico es la única verdad y los está llevando a
experimentar un mejor final, cuando de hecho, es todo lo contrario y ni
siquiera pueden admitirlo sin caer en la desesperación -la cual sólo quienes
sean lo suficientemente intelectuales sabrán integrar-. Porque la luz no
puede expulsar a la oscuridad, donde haya una gota de luz a su alrededor
habrá un mar de oscuridad.
Quizás nos miren raro y nos llamen locos o prefieran ignorarnos al comentar
nuestros ideales, pero esos fracasados luministas quienes quieren sostener
una verdad a base de mentiras, ni siquiera tienen manera o tiempo de
cuestionarnos porque sería –aunque sea por un momento- pensar
negativamente, lo cual automáticamente contradice sus creencias, las cuales
tan brillantes como faroles se desmoronan fácil y presencian un eclipse total
apagando toda luz restante.
Además, ¿no creen que es demasiado aburrido y monótono pasar día tras día
expectantes de que las cosas van a cambiar para bien? Mejor UNANSE a
esta ideología y comiencen a valorar las vidas trágicas para prepararse
para soportar lo que viene en nuestros caminos. Al fin y al cabo, no importa
lo rápido que viaje la luz, siempre se encuentra con que la oscuridad llegó
antes y la está esperando.