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(Apulco, Jalisco, 1918 - Ciudad de México, 1986) Escritor mexicano. Un solo libro de
cuentos, El llano en llamas (1953), y una única novela, Pedro Páramo (1955), bastaron
para que Juan Rulfo fuese reconocido como uno de los grandes maestros de la
narrativa hispanoamericana del siglo XX. Su obra, tan breve como intensa, ocupa por
su calidad un puesto señero dentro del llamado Boom de la literatura
hispanoamericana de los años 60, fenómeno editorial que dio a conocer al mundo la
talla de los nuevos (y no tan nuevos, como en el caso de Rulfo) narradores del
continente.
Juan Rulfo
Nacido en Apulco, en el distrito jalisciense de Sayula, Juan Rulfo creció entre su
localidad natal y el cercano pueblo de San Gabriel, villas rurales dominada por la
superstición y el culto a los muertos, y sufrió allí las duras consecuencias de las luchas
cristeras en su familia más cercana (su padre fue asesinado). Esos primeros años de su
vida habrían de conformar en parte el universo desolado que Juan Rulfo recreó en su
breve pero brillante obra.
En 1934 se trasladó a Ciudad de México, donde trabajó como agente de inmigración en
la Secretaría de la Gobernación. A partir de 1938 empezó a viajar por algunas regiones
del país en comisiones de servicio y publicó sus cuentos más relevantes en revistas
literarias. En los quince cuentos que integran El llano en llamas (1953), Rulfo ofreció
una primera sublimación literaria, a través de una prosa sucinta y expresiva, de la
realidad de los campesinos de su tierra, en relatos que trascendían la pura anécdota
social.
En su obra más conocida, Pedro Páramo (1955), Juan Rulfo dio una forma más
perfeccionada a dicho mecanismo de interiorización de la realidad de su país, en un
universo donde cohabitan lo misterioso y lo real; el resultado es un texto
profundamente inquietante que ha sido juzgado como una de las mejores novelas de
la literatura contemporánea.
El protagonista de la novela, Juan Preciado, llega a la fantasmagórica aldea de Comala
en busca de su padre, Pedro Páramo, al que no conoce. Las voces de los habitantes le
hablan y reconstruyen el pasado del pueblo y de su cacique, el temible Pedro Páramo;
Preciado tarda en advertir que en realidad todo los aldeanos han muerto, y muere él
también, pero la novela sigue su curso, con nuevos monólogos y conversaciones entre
difuntos, trazando el sobrecogedor retrato de un mundo arruinado por la miseria y la
degradación moral. Como el Macondo de Cien años de soledad, de Gabriel García
Márquez, o la Santa María de Juan Carlos Onetti, la ardiente y estéril Comala se
convierte en el espacio mítico que refleja el trágico desarrollo histórico del país, desde
el Porfiriato hasta la Revolución Mexicana.
Desde el punto de vista técnico, Pedro Páramo se sirve magistralmente de las
innovaciones introducidas en la literatura europea y norteamericana de entreguerras
(Proust, Joyce, Faulkner), línea que en los años 60 seguirían Mario Vargas Llosa, Julio
Cortázar, Ernesto Sábato, Carlos Fuentes y otros autores del Boom. De este modo,
aunque la novela se plantea inicialmente como un relato en primera persona en boca
de su protagonista, pronto se asiste a la fragmentación del universo narrativo por la
alternancia de los puntos de vista (con uso frecuente del monólogo interior) y los
saltos cronológicos. Rulfo escribió también guiones cinematográficos como Paloma
herida (1963) y otra excelente novela corta, El gallo de oro (1963). En 1970 recibió el
Premio Nacional de Literatura de México, y en 1983, el Príncipe de Asturias de la
Letras.
Pedro Páramo es una novela escrita por el mexicano Juan Rulfo en el año 1955, que se ha
convertido en un clásico de la literatura. Se enmarca en un tópico literario universal: el hijo
que busca a su padre para reclamar su lugar. Encarna también una realidad propia del mundo
latinoamericano del siglo XX: el papel del caciquismo y la violencia en la conformación social.
De acuerdo con Alberto Vital en un texto titulado Pedro Páramo, esta novela logra sintetizar
dos corrientes que buscaban un lugar en la literatura mexicana de principios del siglo XX. Por
un lado, la corriente nacionalista, anclada en el imaginario del campo y/o la revolución. Por el
otro, la universalista, ansiosa por la experimentación literaria.
Por ende, Rulfo capta dos procesos de transformación: uno estético en lo que a literatura se
refiere; y otro sociocultural en cuanto a la historia narrada, el cual trasciende cualquier sesgo
ideológico.
la obra presenta dos grandes líneas de acción: una volcada sobre el destino de Juan Preciado y
otra sobre el destino de Pedro Páramo. Pero ¿cómo se exponen en el texto?
Pedro Páramo se estructura en sesenta y nueve pasajes que se intercalan sin seguir un orden
cronológico. Cada fragmento es un hilo narrativo distinto en la voz de diversos personajes. Las
superposiciones temporales, saltos y elipsis son imagen de los ecos fantasmagóricos que,
como el flujo del pensamiento, se atraviesan unos a otros sin un orden aparente.
No sabemos si estas voces solo podrían ser silenciadas con la muerte del último de los
descendientes de Pedro Páramo. Lo que sí sabemos es que Juan Rulfo hace que estas voces
espectrales, pertenecientes al mundo de los muertos, convivan con el mundo de los vivos con
la mayor naturalidad, lo que nos introduce en el estilo del realismo mágico.
El escritor se ancla en los giros del lenguaje popular y el horizonte cultural mexicano y, por qué
no, latinoamericano. Pero su estilo narrativo le confiere tal fuerza significante que logra darle a
este mundo universalidad.
Así, Juan Rulfo acude al lenguaje popular y desarrolla núcleos narrativos sobre la base de
diversos recorridos figurativos. Bastos expone algunos tópicos construidos a partir de giros
populares del lenguaje: «"ir muy lejos" y sus variantes; "el hilo de la vida" y sus variantes; "la
edad de oro"; "el Edén primordial"».
A propósito de la frase “ir muy lejos” y sus versiones, Bastos señala las acciones de Pedro
Páramo y sus hijos. Por ejemplo, Miguel es un criminal de apetitos desbordados, que muere al
sobrepasar literalmente los límites impuestos por su padre; mientras que Juan Preciado muere
en su pretensión de “llegar lejos” para reclamar el lugar del padre.
Para María Luisa Bastos, la frase y el principio “el hilo de la vida” se expresa también en otras
variantes como “la luz” o “la llama”, y encarna diversas significaciones fundamentales en el
texto. A veces, es la débil luz que guía a los personajes; otras, presagios funestos.
La edad de oro y ese edén primordial están representados en el mundo de las ilusiones y
ensimismamientos de los personajes, especialmente de Dolores y Susana, aunque podemos
decir que también de Pedro. La primera, anhelante de una Comala primaveral y vivaz, incapaz
de advertir o concebir sus nuevos derroteros.
La segunda, Susana, vive en los delirios de su pasado. Pero además, ella es en sí misma la
ilusión de Pedro Páramo, que recuerda su infancia con ella como un tiempo primordial y mítico
al que anhela volver. En palabras de Bastos, “Susana ha sido eje secreto de la vida del hombre
Pedro Páramo”, y es, de hecho, el móvil principal de sus acciones.
Caciquismo y tiranía
La historia de Pedro Páramo resulta para mi la imagen metafórica del dilema universal del
ordenamiento patriarcal. Al mismo tiempo, es la imagen historizada de un pueblo transido por
el caciquismo, el autoritarismo, la violencia, la arbitrariedad, la complicidad con el poder y la
superstición, y que está condenado a su destrucción.
El personaje de Pedro Páramo es el arquetipo del tirano que concentra el poder y los medios
para controlar el destino colectivo a su servicio. Incluso, pretende controlar el orden del más
allá, es decir, del trasmundo, por medio de sus relaciones intimidantes con la Iglesia.
Pero el cacique es también un hombre y no más que un hombre desamado, cuyo poder resulta
inútil para alcanzar la trascendencia. No la logra por medio del amor de Susana ni tampoco de
la memoria colectiva. Su violencia descarnada borra a Comala y, con Comala, Pedro Páramo es
borrado.
Trascendencia y olvido
Como un Saturno que devora a sus hijos, Juan Preciado es devorado por el universo de su
padre, que es la negación de toda humanidad, de toda libertad, de toda trascendencia. Como
la arquetípica Sara del Antiguo Testamento, Juan se pierde a sí mismo cuando voltea a ver un
pasado yermo sin nada que ofrecer.
Quizá la novela Pedro Páramo represente la muerte simbólica del orden filicida que sacrifica a
los hijos para que el autoritarismo domine.
Después de todo, la revolución que avanza sobre Comala tampoco tiene la fuerza para
transformar las cosas, apenas para acelerar su destrucción. No la tiene porque adolece de
sustancia.
—Como usté ve, nos hemos levantado en armas.—¿ Y?—Y pos eso es todo. ¿Le parece poco?
—¿ Pero por qué lo han hecho?—Pos porque otros lo han hecho también. ¿No lo sabe usté?
Aguárdenos tantito a que nos lleguen instrucciones y entonces le averiguaremos la causa. Por
lo pronto ya estamos aquí.
Pedro Páramo, de Juan Rulfo
Blas Matamoro, en un ensayo titulado El nombre del padre, hace alusión al significado del
nombre de Pedro Páramo. Por un lado, Pedro significa piedra; por el otro, el páramo es un
lugar de temperaturas extremas y, por lo tanto, desierto. El nombre es ya el presagio de lo que
el lector encontrará.
El héroe inicia un viaje en busca del padre ansiando ocupar su lugar, un tópico de la
literatura universal;
Sin embargo, al contrario del paradigma clásico, el héroe lo hace por mandato
materno;
La madre impone como condición que espere a su muerte.
Estos tres elementos se conjugan con toda naturalidad en el marco de la cultura como la
latinoamericana, donde conviven en tensión el orden patriarcal y la matricentralidad.
Pedro Páramo, esta piedra del desierto, es el padre ausente, incorpóreo, espectral. Por eso, el
destino procurado por Juan Preciado no puede ser la reivindicación. El viaje de Juan es, para
Blas Matamoro, un descenso a los infiernos. El autor dice «...el héroe va a los infiernos a
buscar a su padre, pues allí está el padre, muerto. Llegar al lugar del padre es llegar al reino de
la muerte. Encontrarse con el padre es morir, quedarse a vivir con los muertos».
Dice el autor que Comala está en el borde externo de la vida. Contla, como si de una Atlántida
se tratase, es una tierra que todos buscan pero nadie encuentra. La Media Luna es testigo de
los andares del caballo del difunto y, por último, Los Confines es donde se encontraría el
padre.
Otra cosa, aun más trascendente, señala Blas Matamoro que Pedro Páramo: «Es el páramo de
la muerte, pero la firme roca donde se asienta el edificio del orden, construido conforme a la
ley».
Entonces, Pedro Páramo actúa como dador de vida, como proveedor, como destinador de la
muerte, como legislador, como juez, como vengador, como castigador, como un ser
incorpóreo, como jefe de ejércitos, en fin, como un dios. Se afirma así el orden mítico del
personaje y del relato.
Rulfo recoge el universo de las creencias, la imaginación simbólica y las tradiciones propias de
la cultura latinoamericana, a las cuales ni siquiera la muerte puede silenciar. Ellas viven, son
concomitantes, y son las que dan sentido y trascendencia a la red de vidas deshechas de Pedro
Páramo.
El libro El general en su Laberinto traza el viaje final de Bolívar desde Bogotá a la costa
caribeña de Colombia en su intento de salir de Sudamérica para el exilio en Europa.
Rompiendo con el tradicional retrato heroico de Bolívar El Libertador, García Márquez
representa a un patético protagonista, un hombre prematuramente enfermo y agotado
mentalmente.
Su mezcla de géneros hace que El General en su Laberinto sea difícil de clasificar, y los
comentaristas no están de acuerdo sobre dónde se encuentra en la escala entre el relato
novedoso y el histórico.
Muchas figuras prominentes de América Latina creían que la novela retrataba una imagen
negativa del mundo exterior de una de las figuras históricas más importantes de la región.
Otros vieron El general en su laberinto como un tónico para la cultura latinoamericana y un
desafío para la región para enfrentar sus problemas.
Después de su renuncia como presidente de la Gran Colombia, la gente de las tierras que
liberó se ha vuelto contra él, garabateando graffitis contra Bolívar y arrojándole basura.
El General está ansioso por seguir adelante, pero tiene que recordarle al Vicepresidente electo,
el General Domingo Caycedo, que aún no ha recibido un pasaporte válido para salir del país. El
general sale de Bogotá con los pocos funcionarios que aún le son fieles, incluido su confidente
y ayuda de campo, José Palacios.
En la primera noche del viaje, el General se queda en Facatativá con su séquito, que consiste
en José Palacios, cinco ayudantes de campo, sus empleados y sus perros. Aquí, como en todo
el viaje que sigue, la pérdida de prestigio del General es evidente; la recesión en su fortuna
sorprende incluso al propio General.
El general recuerda que hace quince años, ella había sabido de un complot contra su vida y lo
había salvado. A la mañana siguiente, el general comienza el viaje por el río Magdalena.
Tanto su debilitamiento físico como su orgullo son evidentes a medida que avanza por la
ladera hacia el muelle: necesita una silla de manos pero se niega a usarla. El grupo permanece
una noche en Puerto Real, donde el general afirma que ve a una mujer cantando durante la
noche. Sus ayudantes de campo y el vigilante realizan una búsqueda, pero no logran descubrir
ningún signo de una mujer que haya estado cerca.
El general y su comitiva llegan al puerto de Mompox. Aquí son detenidos por la policía, que no
reconocen al General. Piden su pasaporte, pero no puede producir uno. Eventualmente, la
policía descubre su identidad y lo acompaña al puerto.
La gente todavía cree que es el presidente de Gran Colombia y prepara banquetes en su honor;
pero estas festividades se desperdician en él debido a su falta de fuerza y apetito. Después de
varios días, el general y su séquito partieron hacia Turbaco.El general en su laberinto 7
El grupo dura una noche sin cerrar los ojos en Barranca Nueva poco antes de ir a Turbaco.
Según lo planeado debian ir a Cartagena al día siguiente, pero el General es informado de que
no hay un barco con destino a Europa desde el puerto y que su pasaporte aún no ha llegado.
Durante su estancia en la ciudad, recibe una visita del General Mariano Montilla y algunos
otros amigos. El deterioro de su salud se hace cada vez más evidente: uno de sus visitantes
describe su cara como la de un hombre muerto.
Finalmente llega su pasaporte, y dos días después se van con su comitiva hacia Cartagena y la
costa, donde se realizan más recepciones en su honor. A lo largo de este tiempo, él es
abordado por muchas mujeres, pero debido a su enfermedad ya no puede tener sexo con
ellas.
El General se ve profundamente afectado cuando oye que su amigo y posible sucesor para ser
el presidente de la Gran Colombia, el mariscal de campo Antonio José de Sucre, ha sido
emboscado y asesinado.
Ahora, uno de sus ayuda de campo dice al general que el general Rafael Urdaneta se ha hecho
cargo del gobierno en Bogotá, y hay informes de manifestaciones y disturbios en apoyo de una
vuelta al poder por parte de Bolívar.
El grupo del General viaja a la ciudad de Soledad, donde se queda por más de un mes, y su
salud sigue disminuyendo. En Soledad, el general acepta ver a un médico por primera vez. Te
recomendamos la lectura de Pedro Páramo de Juan Rulfo.
El general nunca deja Sudamérica. Termina su viaje en Santa Marta, demasiado débil para
continuar y con solo su médico y sus ayudantes más cercanos a su lado. Muere en la pobreza,
una sombra del hombre que liberó gran parte del continente.
La idea inicial de escribir un libro sobre Simón Bolívar le llegó a García Márquez a través de su
amigo y colega escritor colombiano Álvaro Mutis, a quien está dedicado el libro.
Dos años después de leer El Último Rostro, García Márquez le solicitó a Mutis su autorización
para escribir un libro sobre el último viaje de Bolívar..
García Márquez creía que la mayor parte de la información disponible sobre Bolívar era
unidimensional: “Nadie dijo en las biografías de Bolívar que cantó o que estaba estreñido …
pero los historiadores no dicen estas cosas porque creen que no son importantes. “
García Márquez investigó una amplia variedad de documentos históricos, incluidas las cartas
de Bolívar, periódicos del siglo XIX y los 34 volúmenes de memorias de Daniel Florencio
O’Leary .
Contrató la ayuda de varios expertos, entre ellos la geógrafa Gladstone Oliva; el historiador y
colega colombiano Eugenio Gutiérrez Celys, quien había coescrito un libro titulado Bolívar Día
a Día con el historiador Fabio Puyo; y el astrónomo Jorge Perezdoval-García Márquez usó un
inventario elaborado por Perezdoval para describir qué noches Bolívar pasó bajo luna llena.
En El general en su laberinto, García Márquez expresa sus opiniones políticas a través del
carácter del general. Por ejemplo, Álvarez Borland señala que en la escena en la que el General
responde al diplomático francés, el diplomático es crítico de la barbarie en América Latina y los
medios brutales utilizados en el intento de lograr la independencia.
Bolívar responde señalando que Europa tuvo siglos para progresar a su estado actual, y que
América del Sur debería experimentar su “Edad Media en paz”. De manera similar, García
Márquez comenta en su discurso del Nobel que “la venerable Europa sería quizás más
perceptiva si tratara de ver a América Latina en su propio pasado. Si solo recordara que
Londres tardó trescientos años en construir su primer muro de la ciudad”.
El laberinto del título de la novela se refiere a “una serie de laberintos que están supeditados a
asuntos de historia, geografía y biografía que de manera consistente y concluyente resultan
en un callejón sin salida”. Otra obra de García Márquez es El general no tiene quien le escriba.
Su último viaje a lo largo del río Magdalena implica una duplicación de ida y vuelta de un lugar
a otro que lo lleva a él y a sus seguidores a ninguna parte. El laberinto no conduce a la
felicidad; en cambio, resulta en la locura de la reflexión constante sobre el pasado y un futuro
imposible.
García Márquez describe el cuerpo del General como un laberinto. Su médico observa que
“todo lo que ingresa al cuerpo, agrega peso, y todo lo que lo deja se degrada”. El cuerpo del
general se describe como un “laberinto que llega a un callejón sin salida literal”.
García Márquez describe los edificios como “desalentadores, reverberantes (si no exactamente
reiterativos) con los ecos de un pasado sangriento”. La representación del mundo del General
como un laberinto se ve subrayada por su constante retorno a las ciudades y pueblos que ha
visitado antes: cada lugar pertenece tanto al pasado como al presente.
El General en su Laberinto borra las líneas entre la perdición en un mundo hecho por el
hombre y deambulando en el mundo natural. El destino de Bolívar es conocido desde el
principio, y García Márquez constantemente usa imágenes que presagian este final. Por
ejemplo, un reloj atascado a las siete y una, la hora exacta de la muerte del General, aparece
repetidamente en la novela.
Este sentido del destino se introduce en el epígrafe, que proviene de una carta escrita por el
histórico Bolívar al general Santander el 4 de agosto de 1823: “Parece que el diablo controla el
negocio de mi vida”. En consecuencia, el general sucumbe a su destino y acepta su muerte
como destino.
El tema del amor es central en la novela. Bolívar tenía fama de mujeriego, y se han escrito
libros sobre su flirteo; pero como se describe en esta novela El General en su Laberinto,
durante los últimos siete meses de su vida, el general ya no pudo participar en las actividades
que habían alimentado esa reputación.
García Márquez menciona a una mujer cada pocas páginas, muchas de las cuales son su propia
invención, explorando el amor a través de los recuerdos del General. Palencia-Roth señala que
la presencia de estas mujeres “permite una exploración laberíntica de su vida antes de su viaje
final” y sugiere que García Márquez utiliza el amor como un barómetro del corazón y la salud
del General.
Aunque se cree que Bolívar murió de tuberculosis, Palencia-Roth cree que, para el autor, el
General muere por falta de amor. “Despreciado por muchos de sus compatriotas, abandonado
por todos menos unos pocos asistentes y asociados, abandonado, durante los últimos siete
meses de su vida, sin la compañía de Manuela Saenz, su amante de mucho tiempo, Bolívar no
tuvo más remedio que morir de un corazón roto”.
La historia y cultura de América Latina, comenzó con la pérdida del sueño de Bolívar de un
continente unido y, como resultado, se ha desarrollado bajo una sombra melancólica desde
entonces.
La novela recrea un tiempo en la vida de Bolívar que no tiene precedentes históricos, ya que
no hay registro de los últimos 14 días de su vida. En la cuenta de García Márquez, los lectores
observan a Bolívar íntimamente, al ver sus cualidades humanas.
El General en su laberinto también confronta los métodos de los historiadores oficiales al usar
un estilo de narración oral. La narración se puede considerar una cuenta oral porque está
tejida a partir de las interacciones verbales de la gente común. Te recomendamos la novela De
amor y de sombra de Isabel Allende.
El general Simón Bolívar pintado en 1825 por José Gil de Castro, es el personaje principal de la
novela es “el general”, también llamado “el Libertador”. García Márquez nombra una sola vez
a su protagonista como Simón Bolívar, la famosa figura histórica, cuyo título completo era el
General Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, en quien se basa el
personaje del General.
García Márquez utiliza otros hechos documentados como puntos de partida para su retrato
ficticio de Bolívar, por ejemplo, su dedicación al ejército por encima de todo, su
envejecimiento prematuro, y su mal genio.
De este último, el edecán de Bolívar O’Leary comentó una vez que “su temperamento
imperioso e impaciente nunca toleraría la menor demora en la ejecución de una orden”.
En una entrevista con María Elvira Samper, García Márquez ha admitido que su retrato de
Bolívar es en parte un autorretrato. Se identifica con Bolívar de muchas maneras, ya que su
método para controlar su ira es el mismo y sus puntos de vista filosóficos son similares:
ninguno “presta mucha atención a la muerte, porque eso distrae a uno de lo más importante:
lo que uno hace en la vida”.
José Palacios: La novela comienza con el nombre de José Palacios, quien, aquí como con la
figura histórica del mismo nombre, es el “mayordomo de larga data” de Bolívar.
Como observa el crítico literario Seymour Menton, la “identificación total de Palacios con
Bolívar constituye el marco de la novela”. Palacios constantemente espera al General, y en
ciertos momentos solo él está permitido en la habitación del General. Él ha aprendido a vivir
con la imprevisibilidad de su maestro y no presume de leer sus pensamientos.
Manuela Sáenz: Manuela Sáenz es la amante desde hace mucho tiempo del General, la última
desde la muerte de su esposa, 27 años antes. Su personaje se basa en la amante histórica de
Simón Bolívar, Doña Manuela Sáenz de Thorne, a quien Bolívar apodó “la libertadora del
libertador” después de haber ayudado a salvarlo de un intento de asesinato la noche del 25 de
septiembre de 1828.
Retrato ficticio de García Márquez estimuló una reevaluación de esta figura histórica, que cada
vez más se ve, según el historiador venezolano Denzil Romero, “no solo como una amante sino
como la mujer inteligente, independiente y enérgica que era”.
En la novela, ella es descrita como “la audaz Quiteña que lo amaba pero que no iba a seguirlo
hasta su muerte”. El General deja a Manuela Sáenz atrás, pero a lo largo de la novela le escribe
sobre su viaje. Ella también intenta escribirle cartas con noticias de la situación política, pero a
los carteros se les ha ordenado que no acepten sus cartas.
Al igual que la figura histórica en la que se basa, la ficticia Manuela Sáenz está casada con el
Dr. James Thorne, un médico inglés que le dobla la edad. La histórica Manuela Sáenz dejó a
Thorne después de que Bolívar escribiera declarando su amor eterno por ella. En la novela, se
la caracteriza como astuta e indomable, con “gracia irresistible, sentido de poder y tenacidad
ilimitada”.
Anteriormente consideraba a Santander como “su otro yo, y tal vez su mejor yo”, pero
cuando sucedieron los acontecimientos en El General en su Laberinto, Santander se convirtió
en enemigo general y fue desterrado a París después de su participación en el intento de
asesinato.
Mariscal de campo Antonio José de Sucre: El mariscal de campo Antonio José de Sucre es
retratado como un amigo íntimo del General. El histórico Antonio José de Sucre, el mariscal de
campo de Ayacucho, había sido el general más confiable de Simón Bolívar.
Una de las razones que da Sucre es que solo desea vivir su vida para su familia. También al
comienzo de la novela, la muerte de Sucre está prefigurada. Sucre le dice al general que planea
celebrar la fiesta de San Antonio en Quito con su familia. Cuando el general escucha que Sucre
ha sido asesinado en Berruecos en su camino de regreso a Quito, vomita sangre.
En otras ocasiones, son prótesis para los poderes ahora fracasados del General: Fernando, por
ejemplo, sobrino del General, es “el más dispuesto y paciente de los muchos empleados del
General”, y el General lo despierta “en cualquier hora para que lo lea en voz alta de un libro
aburrido o tome notas sobre extemporizaciones urgentes “.
Uno de los personajes menos desarrollados de los menores es la esposa del general, María
Teresa Rodríguez del Toro y Alayza, que murió, según se le dice a los lectores, en circunstancias
misteriosas poco después de su matrimonio.
El general la ha “enterrado en el fondo de un olvido a prueba de agua como una forma brutal
de vivir sin ella”; ella solo entra fugazmente en sus recuerdos en el último capítulo del libro.
Según Menton, ella está “eclipsada” por Manuela Sáenz, cuya historia posterior García
Márquez relata como si fuera la viuda del general. La muerte de María Teresa, sin embargo,
marcó el “nacimiento en la historia” del General, y nunca ha tratado de reemplazarla. Otra
novela interesante que debes leer es La guerra del fin del mundo de Mario Vargas Llosa.
El Hombre que Amaba a los Perros. Se trata de una novela extraordinaria tanto en el sentido
artístico como por ser síntoma de las reflexiones abiertas en la isla sobre el futuro de la
revolución cubana. “El hombre que amaba a los perros”, novela del reconocido escritor
cubano Leonardo Padura, relata tres historias (en realidad tres novelas en una) que se
entrelazan de forma dramática y trágica.
Iván conoce en la playa a un misterioso hombre que, a con pretexto del amor por los perros
que ambos comparten, le relata la criminal vida de Ramón Mercader del Río –desde su
cooptación por el stalinismo, su relación edípica con su madre (Caridad Mercader), su vida gris
tras el asesinato de Trotsky y sus días finales en la Cuba postrevolucionaria-, la vida de un
hombre que es despersonalizado, fanatizado y convertido en una máquina sin nombre, sin
pasado, al servicio del sátrapa Stalin. La novela también relata la lucha de Trotsky en contra del
stalinismo desde su destierro en Turquía, su paso por Francia y Noruega su estancia en México
y su brutal asesinato.
Las tres historias se enlazan tanto por su trágico final como por el amor por los perros que une
a los tres personajes. Con una tención dramática excepcional se relata la exterminación por la
brutal por la noria stalinista de los arquitectos de la revolución rusa, los compañeros de Lenin,
de la familia de Trotsky, sus colaboradores, millones de seres humanos condenados a la
muerte y al destierro siberiano; la traición hecha por el stalinismo de la revolución española, y
la brutal despersonificación, fanatismo y enajenación que pervirtió al sueño revolucionario. El
autor se propone reflexionar “la perversión de la gran utopía del siglo XX” y su relación con los
acontecimientos en Cuba.
La reflexión que plantea Padura no puede ser más oportuna. Si bien ésta obra debe ser juzgada
con base en sus meritos artísticos propios, el objetivo que se propone el autor con su obra es
en sí mismo un objetivo político, ello nos autoriza a hacer algunas reflexiones sobre dicho
contenido. El autor ve con cierta simpatía a León Trotsky pero se trata de la misma simpatía de
aquel que ve a un heroico Don Quijote al enfrentarse inútilmente contra colosales molinos de
viento, molinos que se alimentan con sangre, con cuerpos humanos y sueños rotos. Para
Padura la lucha de Trotsky era estéril porque la revolución ya estaba muerta como muerta está
la revolución cubana (Iván es en realidad una proyección de la desmoralización política del
propio autor).
El autor ve con condescendencia escéptica lo que quizá sea la principal lección que el
pensamiento de Trotsky tiene para la revolución cubana: la revolución burocratizada debe ser
rescatada mediante la democracia obrera, la extensión internacional de la revolución y la
preservación de la economía planificada. En contraste con ello Padura hace decir a Trotsky
novelesco lo contrario de lo que en realidad defendió, convirtiendo a ratos a Trotsky en un
muñeco de ventrílocuo de las opiniones políticas del autor; así por ejemplo Padura hace
pensar a Trotsky: “Habría que admitir (…) que la URSS no había sido más que la precursora de
un nuevo sistema de explotación y que su estructura política tenía que engendrar,
inevitablemente, una nueva dictadura, si acaso adornada con otra retórica”. Para Padura la
revolución cubana es un cadáver que ya no puede ser regenerado ni defendido.
Como Cuestión adicional -sin menoscabo de sus cualidades literarias- ésta obra tiene el
inconveniente de tomar casi todos los datos concernientes a la vida de Trotsky de manos de
Isaac Deutcher – el autor lo confiesa por medio de Iván que se pone a leer la trilogía de
Deutcher-; la trilogía de Deutcher (El Profeta Armado, El Profeta Desarmado, El profeta
Desterrado) es una obra ambivalente que al mismo tiempo ha acercado a las ideas de Trotsky a
muchos de sus lectores (tan sólo hay que recordar a la desaparecida camarada cubana Celia
Hart), también reproduce muchas distorsiones (Deutcher pensaba que la burocracia stalinista
se reformaría a sí misma). Así el autor reproduce las ideas incorrectas de Deutcher acerca del
papel de Trotsky en Cronstand, despacha como un fracaso el intento de Trotsky por formar la
IV internacional (el hecho de que la IV agrupara a un pequeño grupo de camaradas es para
Padura una evidencia de su fracaso sin considerar que su valor está en las ideas y la bandera
limpia que legaría a futuras generaciones) y tiende a plantear el antagonismo entre Stalin y
Trotsky como una pugna de personalidades y no de fuerzas históricas de clases y castas.
Debemos insistir, no obstante las posiciones políticas del autor, que ésta obra debe ser juzgada
por sus enormes méritos literarios y como tal es enteramente recomendable. Como evento
sintomático la obra es importante también porque muestra el debate y la acalorada polémica
en torno al futuro de la revolución cubana que se ha abierto en la isla, el interés creciente por
las ideas de Trotsky (interés en el cual la Corriente Marxista Internacional ha tratado de llenar
por medio de la difusión pionera de la obra de Trotsky) de aquellos que intentan salvar y
profundizar la heroica revolución cubana. Creemos que “El hombre que amaba a los perros”
responde a éste creciente debate y que, además de ser una obra artística que merece la
atención del lector, puede generar interés por leer de manera directa la obra de éste gran
revolucionario cuyas lecciones (la democracia obrera, el internacionalismo proletario, entre
muchas otras ideas) son más necesarias que nuca para salvar a la revolución cubana y
encaminarla por los senderos del auténtico marxismo.
Altazor o el viaje en paracaídas, es un poema escrito en VII cantos, es el poema más extenso de
Vicente Huidobro. La escritura del poema se extendió por 12 años (1919 al 1931) aunque
durante ese período partes del mismo fueron publicados en diversos diarios y revistas.
El poema comienza con el prefacio en donde narra su origen, y su inevitable fin. Altazor
comprende que el nacer es comenzar la caída inevitable. La vida, lo intermedio entre el
nacimiento y la muerte es la caída. Después, habla sobre los poemas, los define como fuego y
después dice:
Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser.
Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser.
Decir lo que no ha sido, y lo que nunca podrá ser, como manera de no verse obligado a aceptar
que ya fue. Todo el poema de Altazor repite este gesto, y todo el poema, es rechazo de la
lengua materna, de rechazo de la poesía que se había hecho hasta entonces, marca la hora de
renovar el lenguaje. Continuando con el poema, el primer canto nos da el contexto histórico-
social de Huidobro, nos habla de la Europa enterró a sus muertos, critica al hombre-hormiga,
como la desaparición de la individualidad, la humanidad se ha convertido en un solo hombre-
hormiga, reitera la pobreza del hombre al decir que el hombre del futuro se burlará de él.
Huidobro utiliza las imágenes de su poesía para crear imágenes en movimiento como se ve en
el siguiente verso que pareciera recrear el contexto posterior a la Primera Guerra Mundial:
En segundo canto se habla de la mujer, pero leyendo más a fondo nos damos cuenta que la
mujer es la forma que el autor da a la poesía, que se siente destinado a estar con ella y junto a
ella
A la misma estrella
De uno a otro
El tercer poema habla también de la fuerza de las palabras que no utilizamos, de todo el
potencial perdido y la necesidad de utilizarlo.
El resto del canto es una tentativa de asesinato de la realidad aplastante al utilizar nueva
poesía, dolorosa por la concientización del poeta, pero también mágica por las nuevas formas
que toma.
Altazor es un poema paradójico en todo sentido, pues tiene plena conciencia de su fin,
pero también es consciente de lo que desea. Se enfrenta a un destino del que huye. La caída es
una alegoría del camino que quiere seguir para deslindarse de todas las formalidades vacías
que le rodean y llegar al final del viaje a su propia muerte. Es el momento de ver con claridad
todo lo establecido en la sociedad moderna, que no funciona, a medida que se le quita el
miedo inicial, adquiere conciencia que lo vuelve más crítico con lo que le rodea. Finaliza con la
muerte de Altazor, es la figuración de la muerte del lenguaje.
-La teoría del hombre-hormiga que plantea al humano como un ser autómata.
-El declive del cristianismo como dogma de fe y el surgimiento de una nueva era.
-La vida planteada como un descenso lento, paradójico, lleno de amarguras, decepción y
algunas dichas.
-El autor se proyecta a una realidad que hemos empezado a vivir: un siglo en el que las
fábricas, el afán progresista, el exterminio de las especies en extinción y el ser humano como
objeto son ya un hecho.
-En este siglo el hombre no vive, sino que trabaja y produce, cada vez es más frío, dejando de
lado su propia humanidad convirtiéndose en el hombre-hormiga, que no es consciente de su
propia existencia sólo de su tarea como productor y consumidor .Una realidad en muchos
países desarrollados propagada por el consumismo.
-Se toma en cuenta principalmente la ley de la conservación de las especies, afirmando que el
hombre se desgasta en pro de una ley absurda que no lo beneficia sino que más bien lo
consume y desgarra.
-En el mundo han surgido nuevas ideologías, doctrinas y escuelas de pensamiento que han
desplazado al cristianismo.
Esto se cimenta en que Altazor nació el día de la muerte de Cristo y que abrió los ojos en el
siglo en que moría el cristianismo, para Huidobro este no ha resuelto ningún problema y sólo
ha enseñado plegarias muertas, a la vez anuncia el surgimiento de una nueva era, de oráculos
y banderas.
El protagonista nace al morir Cristo, en el mundo moderno tal cual lo conocemos. Describe a
sus padres: a su padre como un ciego de manos admirables y a su madre como una mujer
dulce y a la vez fuerte. Una tarde coge su paracaídas y ve la muerte acercarse. Empieza a ver
hechos insólitos: le habla un pájaro y el mundo es un paisaje hecho de ensueños. Oye hablar al
Creador, que es nada, un hoyo simplemente.
Luego de algunos contratiempos se sienta a pensar sobre poesía y luego se encuentra con la
virgen a la que recita sus mejores poemas. Se presenta como Altazor, el gran poeta, y describe
sus facultades. Muestra la vida como un viaje en paracaídas como un destino al que no se
puede escapar. En el primer canto medita sobre su condición, su soledad por su particular
forma de hacer poesía.
Una voz como de la consciencia le reprocha el camino que ha tomado, y se resigna a seguir su
propio destino. Empieza hablando sobre la caída del cristianismo, de su inutilidad, de lo vano
que es en comparación a la nueva era que se avecina. Magnifica su propio ser por encima de
cuanto existe, Dios para él, está diluido y obsoleto. Para Altazor las leyes humanas son
absurdas.
Poetiza acerca del mundo trastocado por su ingenio, cada cosa en ese mundo funciona
diferente al del nuestro pero aún así se asemejan. El primer canto acaba cuando ese mundo da
a luz un árbol.
El segundo canto es una composición dedicada exclusivamente a la mujer, sus atributos, sus
porqués, sus causas, sus motivos y su imprescindible presencia en el universo
En el cuarto canto poetiza sobre varios aspectos de la vida y se pregunta qué esta pasando en
el mundo mientras escribe, enfatiza que “no hay tiempo que perder.” En una parte juega con
los nombres aún con el suyo. Canta el pájaro Tralalí en su cabeza.
Es en el canto quinto donde su poesía se desenvuelve con más libertad en su esencia
creacionista, jugando con las palabras, inventándolas, mutando su propio ser y jugando con los
molinos.
En el sexto canto pareciera que el protagonista perdiese su sintaxis o más bien la recrease: La
presunta falta de sentido es engañosa. Juega con los objetos, los dobla, deforma y contrasta.
En el sétimo canto el pájaro Tralalí se apodera totalmente de Altazor, haciéndole perder el
habla y su lenguaje natural, para pasar a la poesía en su esencia pura e inextricable, con
palabras creadas a partir del castellano, que aún sin significado preciso poseen gran
musicalidad.
El horizonte color té
se muere por colonizarle
para su gran Cualquiera parte.
No se puede cerrar. No se
puede llegar nunca a aquel sitio
do van en rama los pestillos.
Los poemas son herméticos, cuentan la historia pero sin permitir ver debajo de
ellos, como si quiera trazar una línea entre lo que es la sociedad y lo que es el
autor. Todas sus experiencias en la época en que escribió esta obra hace que
se impregnen de dolor, angustia y un sentimiento de hostilidad hacia las
personas y la vida.
El poeta parece que nos habla del futuro, algo imposible de alcanzar, pero
también podemos interpretarlo como la imposibilidad de ser conscientes de la
realidad que nos rodea. Incluso, si somos conscientes de ella, sentimos que no
es real. Todos nos movemos teledirigidos, programados para hacer lo mismo y
la vida nos ofrece la realidad, otra opción, otro camino vital en todo momento.
Es así como he llegado a este "Palacio Quemado", obra publicada allá por el año 2007, que si
bien en primera instancia puede parecer una obra absolutamente diferente de las dos ya
citadas, tras su lectura observamos que guarda algunos puntos en común.
Entre las diferencias, la más clara es meramente formal. En "Palacio Quemado" nos
encontramos con una novela mucho más convencional que en "Los días de la peste". Mientras
en esta última la trama se narra "en tiempo real" a través de múltiples personajes con voces
perfectamente diferenciadas, en aquella el narrador es único y la narración, lineal con
importantes flashbacks, se produce algunos años después de los hechos. Por otra parte,
mientras "Las visiones" y "Los días de la peste" podrían englobarse dentro del género distópico
(con algunas reservas, eso sí), "Palacio Quemado" es, al mismo tiempo, novela histórica e
intriga política.
En cuanto a los puntos en común con los libros más recientes de Paz Soldán, destacaría que, en
el fondo, "Palacio Quemado" también gira, fundamentalmente, en torno al poder y a la
violencia, ejercitados ambos tanto en un plano individual como colectivo. Además, Paz Soldán
sitúa a los personajes de los tres libros en situaciones o escenarios "límite", en los que se
pueden apreciar las fortalezas y debilidades del ser humano.
En resumen, se trata de una novela más que recomendable, especialmente para interesados
en política latinoamericana, creíble, con buenos diálogos y personajes y tramas bien
construidas y desarrolladas,. Eso sí, es menos arriesgada, y por esto quizá más accesible
al "gran público", que sus obras más recientes.