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La libertad es solo una palabra si no absorbemos el

sentimiento que implica

Desde luego que vivimos tiempos convulsos, que de


una forma u otra nos empujan a plantearnos conceptos
que el pasado atribuíamos a poetas y filósofos. La
sentencia de que solo se aprecia algo cuando se pierde
parece que vuelve a cumplirse. Aunque yo pretendo
llegar un poco más lejos sobre este tema en concreto,
destacando una palabra, que por absurdo que parezca,
pierde toda su fuerza desde el mismo momento que
intentamos definirla. Irremediablemente vuelvo a
recurrir a la pomposa definición de libertad.
Por mucho que le duela a la mayoría de la sociedad,
sorprendiendo con ello a todos los que ahora hacen
acopio injustificado de su significado, aquellas
personas que reclaman actualmente por su libertad,
jamás lo fueron. Al menos hacen acopio de la forma
en la ilusoriamente en mítines y discursos con
megáfono en mano. Siento romper con esto una
ilusión más de la masa borreguil, pero desde que
decidimos vivir en sociedad, accedimos
voluntariamente a perder aquello que ahora se
reclama, pues el propio concepto de sociedad exige
para ser continente, que su contenido adquiera la
función de masa, al igual que la célula modifica su
estructura para adaptarse al tejido del que se nutre. El
proceso simbiótico es una oportunidad que te ofrece la
naturaleza para sobrevivir con cierta seguridad,
desarrollando una serie de funciones, que como bien
nos explicaría Einstein, nos permite derivar una
cantidad de energía que sería necesaria para nuestra
subsistencia, pero que no se acumula, sino que se
dirige hacia otras funciones globales. El resto de
energía que en física se denomina entropía, en el
circuito social lo podríamos llamar libertad. Estamos
condenados por tanto a jugar un papel dinámico en un
entorno, que dependiendo de los factores
medioambientales, sociales, físicos, etc... nos limitan
hasta cierto punto. Y es esa energía que ejercemos en
contra o a favor del circuito la que determinará el
nivel de entropía o libertad, para actuar bajo el criterio
del libre albedrío.
No podemos por tanto definirnos como hombres
libres, si no somos capaces de aislarnos por completo
del entorno, ya que las propias fuerzas que regulan el
mundo material ya sea a nivel microscópico o
macroscópico nos golpean constantemente, ejerciendo
una continua función desestabilizadora, que nos
obliga a mantener un desgaste constante de energía
para corregir el rumbo que marca nuestra conciencia.
¿Existiría en todo caso algún lugar en el que
pudiéramos ser completamente libres? Sin duda
existe, y lo podemos encontrar en el mundo de las
ideas, las cuales permiten generar reglas
contradictorias en un mismo plano, sin producir con
ello paradojas. Pero sin llegar a lo irracional o la
fantasía, se nos permite desarrollar conceptos e
hipótesis que después deben ser probadas
empíricamente como sucede con las matemáticas,
pero que siempre nacen de la razón y la lógica sin
limitaciones ni barreras orgánicas o sociales.
La necesidad de actuar ante los eventos que se
precipitan en el tiempo hacen de soporte para una
percepción subjetiva de la realidad que nos
compromete. Lo absurdo sería formar parte de un
ecosistema sin tener la percepción de unidad, pues la
abstracción de un ente global, como es el caso de los
microorganismos, no se justifican en relaciones de
objetos de mayor tamaño, como queda demostrado en
la relatividad general. La intervención de fuerzas
diferentes requiere una visión más autónoma e
independiente, aunque solo sea una ilusión, pues las
teorías fractales demuestran una serie de patrones en
todos los actos que se determinan con unos atractores
que dan como resultado los patrones a los que estamos
sometidos.
La sociedad por tanto, puede ser vista como un
cúmulo de algoritmos que generan los patrones de
conducta. De ahí que sean necesarios una plétora de
personalidades que determinen un resultado final ya
previsto. Del mismo modo, acertamos al entender que
ese mismo ente global no puede ser modificado a
voluntad en contra de unos patrones determinados por
la naturaleza. Llevando en todo caso a una quiebra del
equilibrio que se presta a tal unión. Podríamos
advertir en los tiempos que vivimos, que es
precisamente este evento el que estamos
experimentando en la actualidad, donde los engranajes
sociales se han visto forzados a funciones contrarias a
los que fueron creados, generando un rechazo por los
mismos agentes que lo componen, lo cual produce en
consecuencia lo que determinamos como aspiraciones
de libertad. De un modo más simple podríamos
definirlo como el deseo de romper el manoseado
Contrato social de Rousseau bajo la premisa de la
búsqueda de la libertad, o lo que vendría a ser el inicio
de un nuevo ciclo social basado en una estructura
generada desde los pilares, como defendía en sus
hipótesis Hayek, en contra del fracaso de sociedad
actual defendido por Keynes.

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