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El Quadrivium

Juan Pedro González Hernández

La ciencia contra el
cientificismo

El conocimiento de una materia nos debe hacer


comprender que no podemos sentar cátedra sobre un
tema, valiéndonos de ese mismo saber para aplicarlo
como un escudo ante las opiniones que nos refuten.
Aplicar ese tipo de argumentos no solo nos lleva a
aislarnos de la realidad, sino que de forma
insoslayable nos precipita a una cadena de errores de
las que difícilmente seremos capaces de salir, por
mucho se nos planteen las dudas razonables hacia las
que pretendamos encontrar la verdad.
Existe una clara diferencia entre la búsqueda a través
del estudio para descubrir y sorprendernos con la
propia naturaleza del universo, a que utilicemos esas
mismas técnicas para corroborar nuestras hipótesis,
pues en la mayoría de los casos podremos caer en la
tentación de ignorar aquellas pruebas que contradicen
nuestros estudios, por la simple razón de que
buscamos a cualquier precio la victoria en un análisis
que debería ser imparcial y objetivo.
La dependencia de factores económicos a la hora de
llevar a cabo los estudios en laboratorios o de campo,
no son ni mucho menos los únicos inconvenientes a
los que se debe enfrentar en la actualidad la ciencia a
la hora de diagnosticar las causas, analizando las
pruebas sin caer en una presión de carácter ideológico,
que cada vez se hace más patente a la hora de
mantener una serie de objetivos de investigación,
sobre todo en aquellos que contradicen los
planteamientos políticamente correctos, que se han
extendido por doquier en las aulas de las
universidades, presionando tanto a profesores,
catedráticos y alumnos por igual. Lo que nos tiene que
hacer reflexionar es cuanto de positivo ha sido que los
estudios científicos hayan sido prácticamente en su
mayoría subvencionados en parte o su totalidad por
organismos políticos e ideológicos.
Las administraciones probablemente comenzaron
estas prácticas con una intención puramente
divulgativa y social, pero lo que no se puede negar en
que ciertas tendencias políticas vieron en estás
subvenciones, un caballo de Troya en el que extender
sus ideologías, corrompiendo lo que debían ser
estudios totalmente neutrales, demostrando que
pueden ser un fuerte pilar para sustentar sus políticas
discriminadoras y nocivas, las cuales han infectado a
las universidades como el cáncer en metástasis que
llega hasta el hueso del enfermo.
Lo que es importante remarcar en todo esto, es que ya
hemos superado la primera fase de identificación del
problema, en el que las aulas de colegios y
universidades se han convertido en atriles para
adoctrinar a las nuevas generaciones, en unos idearios
más que sospechosos y curiosamente de inclinación
marxista. Probablemente no sea esto un diagnostico al
gusto de todos, pues se hace evidente el éxito de este
trabajo en la amplia mayoría de las instituciones en
todo el mundo. Pero tampoco nos debe hacer tirar por
ello la toalla ante unas circunstancias que ya se nos
antojan adversas, pues lo cierto es que del mismo
modo que es fácil asumir e integrar en las mentes de
los jóvenes el discurso comunista, es igual de simple
derrumbar como un castillo de naipes los, criterios y
falacias en los que se fundan tales conceptos.
La ciencia a lo largo de la historia ha sido disidente y
perseguida por su carácter innovador, pues la base de
todo descubrimiento ataca los cimientos de las
estructuras corruptas, las cuales por su propia
naturaleza se niegan a perder sus posiciones de
privilegio. Pero no es menos cierto que al final, la
verdad y la luz, acaban surgiendo entre unas tinieblas
que pierden su poder ante los hechos, que sin
pretenden crear doctrina, buscan en definitiva avanzar
en la búsqueda de las respuestas a unas preguntas que
siempre han acompañado al hombre.

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