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RELACION ENTRE ESTIMULACIÓN EMOTIVA Y ATENCIÓN PERCEPTUAL A

PROBLEMAS.

La toma de consciencia del comportamiento, al menos, en el á mbito filosó fico, se ha


considerado por siglos (desde el s. IV a.C. con Só crates) como el baluarte sobre el cuá l
el hombre finca la toma de sus decisiones, y má s aú n, se ha considerado la actividad
reflexiva como el quehacer propio de lo que nos separa de otras especies y nos lleva a
considerarnos “civilizados”. Distintos pensadores han abordado el tema del
comportamiento correcto, o de lo que se ha llamado conducta ética; calificando el
comportamiento moralmente correcto como el fundado en los valores considerados
eficientes para mantener una armonía acorde con una visió n universalista racional del
quehacer moral, llamá ndolos valores positivos o buenos, mientras que, han
considerado, que aquellos que está n vinculados con un principio que ante cualquier
forma racional universal pudieran considerarse como socialmente inconvenientes, se
han considerado como valores negativos o llanamente: malos.

De acuerdo a esto, es evidente que la mayoría de los pensadores han considerado que
el origen del buen o del mal comportamiento moral es la empleo continuo de la
capacidad racional, considerando que basar la toma de decisiones en las emociones es
inconveniente; o incluso lo han llamado, tratando de darle una connotació n
despectiva, bestial: desde Só crates, pasando por Kant, y algunos otros que, incluso,
han excluido el comportamiento moral del acontecer filosó fico, por considerar que no
hay manera de hacer una investigació n científica al respecto. Sin embargo, algunos
otros pensadores como Hutcheson, Schaftesbury, y el má s representativo de ellos,
David Hume, consideraron que, tanto las preferencias, como la toma de decisiones
morales está , má s bien, relacionada, con una causalidad emotiva. Esto va tomando
mayor auge con una ló gica diferenciada de la filosofía, propia desde las
investigaciones que se han hecho ya, pero desde el á mbito del quehacer psicoló gico,
por pensadores como Carroll Izard (Izard, 1972) y Silvan Tomkins (Tomkins, 1965).
Obras, de cuyos pensadores, se hace evidente la importancia, no só lo del
razonamiento, sino, y sobre todo, de la conducció n de emociones para el éxito del
juicio o aprobació n social. Desde el aspecto filosó fico, después de varios siglos de
considerar que la eficacia de la aprobació n social provenía sobre todo de la habilidad
del individuo para hacer reflexió n universalmente vá lida y comportarse de acuerdo a
lo racionalmente establecido como el buen hacer, es en el añ o de 1916 que Max
Scheler, sostiene sobre bases fenomenoló gicas có mo el comportamiento moral está
sostenido en valores que son causados directamente por las emociones (procesos
fisioló gicos) y por los sentimientos (la interpretació n social y personal que hace el
sujeto de dichas emociones); y no tanto, o al menos no en la medida que se creía, del
aspecto racional. Dicho aspecto emotivo como sustento del juicio y del actuar quedó
mayormente patentado cuando no desde la filosofía, sino desde las neurociencias las
investigaciones de Antonio Damasio (Damasio, 1994), dieron un sustento,
indudablemente emotivo al actuar moral. ¿cuá l es la causa de que una persona
resuelva actuar de forma má s irascible ante determinada problemá tica?
Có mo influyen nuestras emociones en la toma cotidiana de decisiones es una temá tica
que se ha venido discutiendo con mayor ahínco a finales del siglo XX y lo que llevamos
del siglo XXI, desde los trabajos de Gerard Edelman, Antonio Damasio, Fridja, LeDoux,
que han avanzado notablemente en la dilucidació n de las á reas cerebrales que
intervienen en el momento de sentir emociones, se han estudiado, sobre todo, las
llamadas emociones bá sicas (ira, tristeza, sorpresa, alegría, miedo, asco), y aunque
siempre habrá resquicios que se nos escapan y que la ciencia continú a investigando, si
podríamos aseverar que tenemos suficiente acervo cognitivo sobre la localizació n de
dichas emociones como para avanzar hacia el conocimiento de có mo impactan dichas
emociones en la atenció n que ponemos a cierta percepció n de nuestros propios
problemas, o incluso có mo éstas influyen en la resolució n de tales problemas. Bajo los
estudios de

Se ha mostrado en neurociencias por diversos métodos (PET, fRMI, etc., los textos
antes citados mencionan el empleo de métodos en su investigació n) có mo el
desarrollo del proceso de interpretació n cognitiva está altamente influenciado por
distintos tipos de emoció n: aversió n, indiferencia o atracció n sentida por el sujeto
cognoscente. Sin embargo, no es tan sencillo considerar que aquello que nos causa
atracció n nos impele a llevar a cabo algo, sino que má s bien, algunas combinaciones
de emociones son las que en conjunto llevan a la disposició n o disuasió n de la
realizació n de una actividad. (Izard, 1972) Ademá s, por supuesto, de la disposició n de
á nimo o estado de á nimo.

Carroll Izard, muestra en específico, como algunas emociones se mezclan para


provocar una determinada disposició n de acció n o inacció n como se señ alaba:

Miedo en combinació n con interés produce enfoques alternados y comportamientos de


evitació n. Miedo con sentimiento de culpa produce comportamientos de retirada o evasió n. Ira
con desprecio puede producir agresió n destructiva, mientras que ira en combinació n con
interés puede desembocar en crítica constructiva u otros comportamientos socialmente
responsables y acciones, aparentemente, menos agresivas. 1

Izard (Izard, 1972) y su equipo fueron quienes han investigado má s o fondo el


resultado emotivo de la combinació n de diferentes emociones. Las investigaciones de

1
Izard, C.E. (1972). Patterns of Emotions: A New Analysis of Anxiety and Depression. New York and London:
Academic Press. La obra original a la letra dice: “Fear in combination with interest produces alternating
approach and avoidance behaviors. Fear with guilt yields avoidance or withdrawal behaviors. Anger with
comtempt may produce destructive aggression while anger in combination with interest may yield
contructive criticism other socially responsable and less app arently aggresive action”.
este autor han sentado importancia bases para investigadores posteriores, tales
como los resultados semejantes de Paul Ekman (Ekman, 1994) respecto a sus
investigaciones sobre las emociones y el rostro, e incluso otro destacado investigador
como fue Silvan S. Tomkins, con quien incluso trabajó en colaboració n (Tomkins,
1965) Sin embargo, la investigació n sobre las emociones a partir de las
investigaciones de algunos otros autores que han abundado sobre esta temá tica
empleando herramientas donde es posible obtener una evidencia de las partes del
cerebro que trabajan cuando se presenta la emoció n se han enfocado má s bien a la
bú squeda de las zonas involucradas en la relació n de la consciencia emotiva con las
emociones bá sicas (Gilead, Maayan, Eda, & Liberman, 2016), por supuesto es prolífica
ya las investigaciones que se han llevado a cabo para ubicar de forma espacial y
temporal en que el sujeto de investigació n está teniendo proceso emotivo, ya sea por
el empleo de imá genes, como en el caso de los que en las ú ltimas décadas han
destacado en esta á rea, como es el caso de Joseph LeDoux (Bauer, 2001), (LeDoux,
2000) Antonio Damasio, y colaboradores que han hecho investigaciones sobre todo en
caso del dañ o cerebral y su relació n con las emociones (Damasio, Damasio, & Bechara,
1999) (Damasio A. a., 2000) y la toma de decisiones (Damasio, Damasio, & Bechara,
1999) Joshua Greene (Greene, 2002). Es abundante el trabajo de estos autores sobre
el fuerte vínculo que existe entre las emociones y su localizació n en ciertas á reas
cerebrales (Damasio A. , En busca de Spinoza: Neurobiología de la emoció n y los
sentimientos, 2006) (Damasio A. , Neuroscience and Ethics: Intersections, 2007). La
relació n entre las emociones provocadas por el propio sujeto de investigació n y su
localizació n cerebral (Damasio A. a., 2000) la relació n entre las á reas cerebrales
involucradas en el proceso de posesió n de una emoció n y su dañ o (Damasio, Damasio,
& Tranel, Persistence of Feelings and Sentience after Bilateral Damage of the Insula,
2013) Y quizá s uno de los má s importantes para el tema que nos compete en este
proyecto previo de investigació n, que es: có mo los dañ os causados a temprana edad
en zonas involucradas en el proceso emotivo cerebral causan que la persona no pueda
comprender emociones propias y, en consecuencia, no tenga empatía por las de los
demá s; sobre todo relacionado con la corteza prefrontal (Damasio, Damasio, &
Bechara, 1999);

Por los hallazgos que se han logrado tanto en estudio de cerebros sanos, tanto con
como en estudios de personas cuyas imá genes cerebrales muestran dañ o o
deficiencias de las zonas que intervienen en el proceso emocional, no es difícil coludir
la posible correlació n de la probable deficiencia de dichas á reas cerebrales en sujetos
con síndrome de Asperger; este tema ha sido abordado dando resultados positivos
respecto a la relació n antes mencionada (Lawson, Baron-Cohen, & Wheelwright,
2004); sin embargo, quedan abiertos algunos cuestionamientos que si, en cuya
investigació n se abundara, coadyuvaría a clarificar tanto una mejor alternativa de
terapia psicoló gica como farmacoló gica y, quizá s, no en menor medida, alguna
propuesta pedagó gica enfocada al mejor empleo de las capacidades diferenciadas de
las personas en el espectro autista o con síndrome de Asperger. Ya que dichas
deficiencias son tanto en el reconocimiento de las emociones del otro a través la
gesticulació n del rostro (Baron-Cohen et al. 1997; Corden et al. 2008; Golan et al.
2008; Hobson 1986; Sawyer et al. 2012; Wallace et al. 2008). Tanto como una
evidente ineficiencia no só lo por la falta de reconocimiento de las emociones
complejas del otro, sino por la falta de reconocimiento de los estados mentales del
otro (Hirjak & Wolf, 2014) (Lindner & Rosén, 2006) (Mazfosky & Oswald, 2007).

Aunque los estudios sobre las zonas que trabajan en el momento de realizació n de una
conducta o comportamiento son diversos, la propuesta inicial en este proyecto previo
de investigació n es el empleo de técnicas de resonancia magnética funcional o
tomografía por emisió n de positrones; ya que los estudios antecedentes que le
competen al presente tema de investigació n se encuentran mayormente realizados en
este tipo de técnicas, emplear alguna de ellas, contribuiría a la continuidad de los
estudios ya realizados en este á mbito específico, que aunque si bien se pretende
abundar en la investigació n de las semejanzas y diferencias de niñ os y adultos
normales respecto a los que se caracterizan como Asperger; la intenció n es enfocarse,
basá ndose en ellos, a la cognició n emotiva y la relació n de la misma con los
sentimientos obtenidos de las emociones autogeneradas (Damasio A. a., 2000); los
estudios llevados a cabo a este respecto, como se ha mostrado anteriormente, han
puesto los cimientos de las eficiencias y deficiencias de la cognició n emotiva de las
personas. A partir de ello, en la presente propuesta previa, se considera que es
necesario que una de las vías de investigació n a continuar sea el reconocimiento, por
medio de las evidencias de alguna de estas técnicas en imagenografía, sobre cuá nto es
posible la autogeneració n de sentimientos a partir de emociones primarias o bá sicas y
secundarias o complejas en las etapas fenotípicas má s representativas de estados de
cognició n emotiva en adultos. Se pretende encontrar las á reas de funcionamiento
cerebral en la metacognició n de estados emotivos y su regulació n por medio del
empleo de técnicas de Baron-Cohen del reconocimiento del estado mental del otro por
medio de la mirada (Baron-Cohen, Wheelwright, & Raste, 2001).

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