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La definición tal vez más genérica e intuitiva de la entrevista sea la clásica de Bingham y Moore (1924; en Bingham y Moore,
1973).
La entrevista es una conversación con un propósito.
Por tanto, los elementos que se encierran tras esta afirmación son:
➪ Conversación: «COMUNICACIÓN».
➪ La conversación se da, al menos, entre dos personas: «INTERACCIÓN».
➪ Propósito: «OBJETIVO», FINALIDAD.
COMUNICACIÓN
CONVERSACIÓN
VS. FINALIDAD
ENTREVISTA
INTERACCIÓN
Existen muchos tipos de entrevista y muchos criterios que nos pueden ayudar a clasificarlas. Hay algunas tipologías que las
clasifican incluso según el número de participantes (individual o en grupo) o la cantidad de sesiones en las que se distribuye.
Aquí se optará por elegir aquellos criterios que están más relacionados con las dimensiones esenciales de la entrevista, y que
parecen ser más útiles en su conceptualización y delimitación. Según el marco teórico de referencia terapéutica, las entrevistas
se pueden clasificar en función de su:
➪ Estructura.
➪ Grado de dirección o participación.
➪ Ámbito de aplicación-fines u objetivos.
➪ Funciones.
➪ Secuencia temporal.
➪ Marco teórico terapéutico.
La entrevista se puede enmarcar en sentido amplio dentro de las llamadas «técnicas de auto informe», es decir, aquellas en las
que la persona informa sobre sí misma, sobre sus experiencias y significados. Hay otro tipo de auto informes, los test, que son
técnicas estandarizadas de recogida de información que en su gran mayoría proporcionan un resultado cuantitativo, permitiendo
hacer comparativas con respecto a una población o condición de referencia. En cambio la entrevista, precisamente por su
flexibilidad, permite individualizar al máximo la evaluación, consiguiendo acomodarse a las circunstancias y problemática de cada
entrevistado, así como a la información que va surgiendo a lo largo de ella.
Son dos tipos de instrumentos muy utilizados por los profesionales; de hecho, en el quehacer profesional del psicólogo, las
técnicas de evaluación más empleadas son entrevista y cuestionarios porque suelen ser instrumentos complementarios. En la
tabla 1.4 se expone una comparación entre ambos tipos de estrategias.
La empatía y el rapport (o compenetración) se han calificado como los dos requisitos imprescindibles para
cualquier intervención que conlleve la interacción entre un profesional y un cliente. Y la entrevista es una
modalidad de intervención especialmente importante para cualquier ámbito de ejercicio profesional de la
psicología. No obstante, ambos conceptos son difíciles de definir operacionalmente y, por tanto, su evaluación
empírica es asimismo muy compleja. Además, en muchos contextos se suelen utilizar como sinónimos, a pesar
de que no lo son. En este apartado revisaremos las nociones fundamentales de lo que significan ambos
conceptos con un énfasis especial en cómo utilizarlos en el contexto de la entrevista.
4. EL PROCESO DE LA ENTREVISTA
La mayoría de autores coinciden en señalar la importancia de esta fase, sobre todo en la primera entrevista.
De cómo se resuelva esta fase dependerá el posterior desarrollo de la relación entre el entrevistador y el
entrevistado. A lo largo de la fase inicial se toma contacto con la persona, se establece el rapport y se prepara
al entrevistado para las fases posteriores. En los momentos iniciales es cuando la persona crea una primera
impresión sobre el entrevistador y sobre lo que va a ocurrir en la entrevista, y el entrevistador ha de intentar que
esta impresión sea lo más acertada y positiva posible, pues de ella depende el desarrollo de la entrevista y
podría también influir en un futuro tratamiento, si es el caso (Shea, 2002).
➪ Establecer la base del rapport. Este aspecto es el central de esta fase. Durante los primeros minutos de la
entrevista se debe crear un clima cálido en el que la persona se sienta cómoda y con confianza. La relevancia
de conseguir este objetivo es tal, que en función de esto la entrevista puede ser un éxito o poner en peligro los
resultados. Hay que ser consciente de que a lo largo de la siguiente fase se le pedirá a la persona que cuente
cuestiones personales, por lo que si no se siente cómoda no se logrará obtener la información necesaria para
conseguir el objetivo de nuestra entrevista.
➪ Reducir la incertidumbre. A menudo las personas no saben a lo que se enfrentan, y más si es la primera vez
que acuden a una entrevista, ya sea de selección de personal o clínica. No es extraño que el entrevistado tenga
ideas preconcebidas sobre el papel del psicólogo y las entrevistas psicológicas, del tipo «el psicólogo va a
pensar que estoy loco», o «el psicólogo lee mi mente, sabe lo que estoy pensando en cada momento». Por ello
es importante definir la situación, explicar claramente cuál es el objetivo y cómo se desarrollará la entrevista.
De esta manera se logrará reducir resistencias que la persona tiene antes de comenzar la entrevista.
➪ Sondear y establecer expectativas. Silva (1988) señala la nivelación de las expectativas como punto clave
para poder construir una relación exitosa. Para ello será necesario saber qué espera la persona de la entrevista
y explicarle claramente lo que el entrevistador se establece como objetivo. Quizá la persona piense que se le
dará una baja médica al finalizar la entrevista, o se le dirá si ha sido seleccionada para el puesto de trabajo,
etc., por lo que una de las tareas del entrevistador será establecer una expectativa realista para evitar
malentendidos.
Ibáñez (2010) describe tres tipos de recursos principales para lograr superar esta primera fase de la entrevista
con éxito: 1) aquellos que se orientan a crear una buena relación con el entrevistado; 2) aquellos que facilitan
la expresión fluida del entrevistado, y 3) la escucha y la observación atentas.
A continuación describiremos algunas de las estrategias específicas que sirven para lograr los objetivos
propuestos en la fase inicial.
Respecto al primer objetivo, una buena manera de establecer un primer contacto con el paciente es haciendo
preguntas triviales que ayudan a «romper el hielo» —establecer el comienzo del rapport—, como por ejemplo
hacer comentarios sobre el clima o si le ha costado mucho encontrar la consulta. De esta forma se consigue
que la persona comience a hablar de cosas que no le suponen ningún problema y se reduzca la tensión inicial.
Para continuar, también se puede recoger los datos sociodemográficos, como el nombre completo, edad,
profesión, dirección y teléfono.
Un elemento que puede favorecer o dificultar el rapport es cómo llamemos a la persona. Al comenzar la
entrevista se preguntará a la persona cómo prefiere que la llamemos. Es importante saber si se le puede tutear,
si prefiere que utilicemos su nombre completo o por el contrario usemos un modo abreviado de su nombre.
Aunque pueda parecer un detalle insignificante, hay que tener en cuenta que algunas personas se sienten más
cómodas si se les llama por su nombre de pila o, por el contrario, pueden sentirse incómodas si usamos un
nombre que sólo su círculo más cercano utiliza. Ésta es, además, una estrategia para aligerar la tensión y ayuda
a establecer el rapport. Según Shea (2002), de esta manera conseguimos lo siguiente:
➪ Transmitir respeto a la persona.
➪ Otorgarle control sobre algo importante.
➪ Aportar información al entrevistador en función de la alternativa que escoja, más formal y distante o más
personal y cercana.
En esta fase será conveniente que el entrevistador explique al entrevistado cuestiones sobre la confidencialidad
de los asuntos tratados durante la entrevista, firmando un consentimiento informado en caso de ser necesario
(Sommers-Flanagan y Sommers-Flanagan, 2009).
Otro aspecto importante en el primer contacto con el entrevistado es la explicación de cuál es el principal
objetivo de manera general en la entrevista y cómo se conseguirá, así como la especificación de su duración.
Esto es, responder a algunas de las dudas que tiene la persona en el comienzo, pues solventándolas se
contribuye a hacer que se sienta lo más cómoda posible. Es interesante decirle a la persona que en la siguiente
hora se recogerá información sobre lo que nos interesa (dependerá del contexto), para lo cual se le irán
haciendo algunas preguntas, más o menos específicas, sobre diferentes aspectos relacionados con el tema, ya
sea información sobre síntomas o acerca de sus intereses vocacionales. Además, se comentará la finalidad de
la entrevista en función del ámbito en el que se enmarque. Por ejemplo, en el caso de entrevistas clínicas,
diremos que esta información será necesaria para hacernos una idea de cuál es su problema y así poder
encontrar la mejor manera de ayudarle. A esta técnica se la llama «encuadre». Con ella se logra reducir la
incertidumbre y la ansiedad de la persona y a la vez se establecen unas expectativas realistas que pueden
coincidir, o no, con las que ésta contaba previamente. Además, permite que el entrevistador se haga una idea
inicial de la persona a la que entrevista. Silva (1988) señala la importancia de elaborar una especie de
«contrato» con el entrevistado acerca de lo que sucederá en la entrevista, asegurando así un mayor
compromiso.
La duración de esta fase es muy breve, apenas serán necesarios ocho o diez minutos para alcanzar los
objetivos, aunque variará algo en función del ámbito de la entrevista, como se verá en capítulos posteriores.
Así, en entrevistas de selección hará falta menos tiempo, y más en entrevistas de evaluación psicológica. Sin
embargo, en todos los casos, si no se pasa a la siguiente fase con un buen rapport y con unas expectativas
realistas de lo que pasará a continuación, no se podrá proseguir con la siguiente fase y la entrevista fracasará
o habrá que volver a retomar algún aspecto de la primera fase posteriormente. Por tanto, lo principal es ser
flexible y amoldarse a los tiempos que necesita cada persona. En algunos casos, con cinco minutos será
suficiente, pero otras personas necesitarán más de diez minutos para que se pueda pasar al cuerpo de la
entrevista. En la tabla 6.1 se expone un ejemplo de comienzo de una entrevista.
Entrevistador: «adelante, puede sentarse donde quiera».
El entrevistado se sienta.
Entrevistador (continúa): «¿le ha costado mucho aparcar? Este barrio se pone imposible a estas horas».
Entrevistado: «no, he tenido suerte, he encontrado un sitio en la misma puerta».
Entrevistador: «pues sí que ha tenido suerte. Muchas veces tenemos que aparcar en el parking que hay en la
calle de atrás porque es imposible encontrar sitio en la calle».
Entrevistador (continúa): «bien, señor Antonio, ¿Cómo prefiere que le llame?».
Entrevistado: «puede tutearme, llámeme Toni».
Entrevistador: «muy bien, Toni. Si te parece, voy a preguntarte unos datos personales para rellenar la ficha y a
continuación comenzaremos con la entrevista, en la que te pediré que me cuentes por qué estás aquí y te iré
haciendo preguntas sobre ello».
El entrevistador toma nota de los datos personales y prosigue la entrevista.
Es importante que el paso de la anterior fase a ésta sea lo menos brusco posible. Para ello es ideal comenzar
con una pregunta abierta con la que la persona se sienta libre de contar lo que quiera. En esta fase es el
entrevistado el que pasará la mayor parte del tiempo hablando en respuesta a las preguntas del entrevistador,
de una manera más o menos dirigida. Además, la fluidez en la conversación debe ser la nota dominante a lo
largo de esta fase. Por esto, es importante saber realizar las transiciones entre temas para evitar cambios
bruscos en la conversación. Otro aspecto que se debería observar es que a lo largo de esta fase lo normal es
percibir a través del lenguaje verbal, y sobre todo por el lenguaje no verbal, cómo la persona cada vez va
sintiéndose más cómoda y relajada. Así, por ejemplo, sus respuestas tenderán a ser más largas conforme
avance la entrevista.
Sin embargo, en algunas entrevistas puede darse el caso de que la comunicación y la interacción entre
entrevistador y entrevistado no fluyan como sería esperable. Es importante saber detectar estos casos para
poder actuar en consecuencia. Rojí y Cabestrero (2008) recomiendan explorar tres categorías que pueden
aplicarse a cualquier tipo de entrevista: a) detectar si el deterioro se ha desarrollado de manera insidiosa o
existe un punto de inflexión a partir del cual se ha bloqueado la entrevista; b) podría ser que el entrevistado se
sintiera desanimado respecto a los resultados de la entrevista. La tarea del entrevistador será determinar qué
factores han podido contribuir a ello, y c) estudiar hasta qué punto el deterioro está asociado a la conducta del
entrevistador hacia ese paciente. Podría ser que algunas reacciones o actitudes del entrevistador, por ejemplo
desagrado o falta de interés, estén en el origen del problema.
Esta fase será la más extensa de las tres, con una duración aproximada de 45 minutos. Por ello, es importante
no alargar la primera fase y controlar el tiempo en esta segunda para no realizar un final de la entrevista
precipitado. Es importante que el entrevistador vaya haciendo una valoración del ritmo de la entrevista teniendo
en cuenta la cantidad de información que queda por recabar y el tiempo del que se dispone. Esto requiere un
esfuerzo por parte del entrevistador, pero será esencial para evitar que en los últimos minutos se tenga que
«bombardear» a la persona con una cantidad desproporcionada de preguntas o queden asuntos importantes
por tratar.
Es importante recordar que el ritmo y el control de la entrevista los marcará el psicólogo, nunca el entrevistador.
No hay que dejarse llevar por un entrevistado verborreico o la entrevista llegará a su fin sin conseguir la
información necesaria. Para lograr el control de la entrevista Sommers-Flanagan y Sommers-Flanagan (2009)
proponen, además de las técnicas verbales más o menos explícitas (hacer un comentario directo al entrevistado
sobre la necesidad de cambiar de tema o formular preguntas abiertas o cerradas en función de la necesidad),
la utilidad de tres tipos de conductas no verbales o gestos para controlar las entrevistas: 1) gestos que animan
a la persona a hablar, como mostrar una actitud relajada con una postura «abierta»; 2) gestos que indican que
el entrevistador está atento a lo que el entrevistado cuenta, lo que se puede lograr manteniendo el contacto
visual y dejando de tomar notas, y 3) gestos que señalan que el entrevistador debe terminar de hablar o cambiar
de tema, por ejemplo recolocándose en la silla, apartando la mirada y cogiendo el block de notas. Estas técnicas
no verbales se utilizan habitualmente en las interacciones sociales, aunque lo difícil es emplearlas de manera
consciente en un ámbito profesional.
Aunque en este punto ya se debe contar con toda la información necesaria, esto no implica que la fase final no
deba ser tenida en cuenta.
Según Ibáñez (2010), el final de la entrevista se producirá cuando el tiempo haya concluido, pero también si se
han cubierto ya los objetivos, si el entrevistador o entrevistado se encuentren cansados o si existan dificultades
que impidan continuar la sesión.
En todas las entrevistas el cierre será importante, pero especialmente relevante será en el caso de las
entrevistas clínicas. Hay que conseguir que la entrevista finalice en un momento positivo a nivel anímico de la
persona; nunca se debe permitir que un paciente salga de la consulta con un estado de ánimo negativo o peor
del que mostraba cuando empezó la entrevista.
➪ Resumir lo que se ha visto en la entrevista. El resumen ofrece la oportunidad de recapitular todo lo que se
ha tratado en la fase anterior para obtener una visión global. Además, permite aclarar informaciones erróneas
o malentendidos que se hayan producido a lo largo de la sesión.
➪ Planificar posibles citas, acciones o tareas futuras. En este punto se pautarán posibles tareas que sean
interesantes de cara a la siguiente cita. Se explicará cómo y cuándo tiene que llevarlas a cabo. Además, en
caso de ser necesario, se pactará la siguiente visita con la persona.
➪ Aclarar dudas o comentarios. Es muy importante, antes de la despedida, asegurarse de que la persona no
se queda con ninguna pregunta o duda por formular. Para eso se le preguntará directamente a la persona si
quiere aclarar algo o hacer algún comentario y, si es así, se dedicará el tiempo necesario.
➪ Cierre o despedida. En función de si está pactado un próximo encuentro con la persona o no, en la despedida
se hará referencia ello o simplemente se le despedirá deseándole que todo le vaya bien. Este objetivo cobrará
mayor importancia en el caso de que entrevistador y el entrevistado se vuelvan a ver en el futuro (Shea, 2002).
Esta fase se puede iniciar con un resumen de lo tratado durante la entrevista. Esto, además, sirve para que el
entrevistado confirme que no ha habido ningún error en la información que se ha recabado, y, en caso de que
lo haya, poder comentarlo y aclararlo.
Una vez se haya completado el objetivo de resumir lo tratado en la entrevista, es momento de pasar a comentar
tareas o actividades futuras pautadas por el entrevistador que se deban llevar a cabo antes de la siguiente
sesión. También se establecerá una cita próxima, o, en caso de ser necesario, se derivará al cliente a otro
profesional. En el caso de entrevistas clínicas, Morganstern (1976), además de las tareas y citas futuras
concretas, recomienda que se oriente a la persona hacia su futuro, por ejemplo abordando las expectativas de
éxito con un tono positivo y esperanzador.
Para lograr el tercer objetivo, aclarar dudas o comentarios, bastará con preguntar directamente a la persona si
tiene alguna duda sobre lo que se haya tratado en la entrevista, o sobre las tareas pautadas, o si desea hacer
algún comentario antes de despedirse. Morrison (2008) recomienda que la pregunta sea formulada asumiendo
que la persona tiene algo que decir: «¿qué preguntas tienes sobre lo que hemos hablado hasta ahora?» en
lugar de «¿tiene alguna pregunta que le gustaría hacerme?». De la primera forma se anima a que la persona
con reticencias plantee sus preguntas.
A la hora de despedirse, es aconsejable terminar con frases positivas de cierre tales como «que vaya bien la
semana». Si se va a volver a ver a la persona, la despedida puede ser hasta la próxima cita, y, en el caso de
que hayamos derivado su caso a otro profesional, le desearemos que le vaya bien con él. Es importante tener
estas frases preparadas para evitar momentos incómodos en la despedida en los que no se sabe qué decir.
Como en las fases anteriores, la duración debe ser flexible dependiendo de las necesidades del paciente. Unas
personas necesitarán más tiempo que otras para que resolvamos las dudas que les hayan quedado, y podemos
tardar más o menos tiempo explicando tareas que deberán realizar antes de la próxima sesión. Entre 10 y 12
minutos deberían bastar para lograr los tres objetivos que se plantean en esta fase. En la tabla 6.2 se expone
un ejemplo de una fase final de la entrevista.