4.1 General
4.1.1. Ayudar al estudiante a tener un conocimiento general de la Doctrina acerca de
Dios.
4.2 Específicos
4.2.1. Enseñ ar la Teología Bíblica en la iglesia pero de manera planificada y sistemá tica
4.2.2. Reflexionar en constante diá logo con los fieles de la grey para aprender a
teologizar en grupo.
4.2.3. Motivar el estudio de la Teología Propia de manera simple y comprensible
5. METODOLOGÍA
5.1 . Lecturas de porciones bíblicas adjuntas a la unidad de estudio.
5.2 . Resú menes escritos segú n las unidades de desarrollo.
5.3 . Aprendizaje de versículos clave y temá tico.
5.4 . Participació n creativa a travé s del dialogo teoló gico grupal.
5.5 . Evaluació n y exá menes (con preferencia despué s de cada unidad o como se crea
conveniente).
7. BIBLIOGRAFÍA
ALEXANDER, David y Pat (Compiladores), Manual Bíblico Ilustrado. Miami: Editorial,
1985,
BARCLAY, William. El Nuevo Testamento Comentado. Varios volú menes, Bs.As. Argentina:
Ediciones La Aurora.
BONNET y SCHROEDER. Comentario del Nuevo Testamento. Varios volú menes, El Paso,
Texas: Casa Bautista de Publicaciones.
GUTHRIE, D.; MOTHER, J. Nuevo Comentario Bíblico. E.U.A.: CBP., 1981.
972 pp.
HALLEY, Henry. Compendio Manual de la Biblia. E.U.A.: Editorial Moody, 1953. 468 pp.
............................................................................................................................................................ 1
INFORMACIÓN GENERAL DEL CURSO.....................................................................................2
1. Introducció n........................................................................................................... 11
2. La personalidad de Dios....................................................................................12
1. Introducció n a la angelología..........................................................................18
2. Doctrina acerca de los á ngeles.............................................................................19
2.1 Su existencia................................................................................................... 19
2.2 La naturaleza de los á ngeles.........................................................................20
2.2.1. Los á ngeles santos..........................................................................20
2.2.2. Los á ngeles caídos..........................................................................21
2.2.3. El ministerio de los á ngeles santos..............................................21
2.2.4. El juicio de los á ngeles caídos...................................................21
4
2.3 La obra de los á ngeles................................................................................22
2.3.1. Su ministerio celestial...................................................................22
2.3.2. Su ministerio terrestre..................................................................22
1.1. Dios es Creador y Redentor. Por el poder de su palabra todas las cosas fueron
hechas. El hombre conocía a Dios íntimamente y Dios vivía con él, venia al jardín en el "fresco
de la tarde". Todas las cosas reflejaban el poder, la gloria y los deseos de Dios. Cuando el
hombre desobedeció a Dios, ya no podía tener contacto con su creador. Por eso es que fue
echado del jardín para simbolizar su separació n de Dios. Entonces Dios se manifestó como
Redentor. A raíz del pecado, el hombre ya no puede conocer a Dios como Creador a menos que
lo conozca primero como Redentor. Al ser redimidos por Dios, podemos ver nuevamente en la
creació n a Aquel que es nuestro Padre, Aquel cuya imagen ha sido restaurada en nosotros.
1.2. Dios es Soberano. Es autosuficiente, Dios no necesita del mundo ni del hombre. Lo
que hace lo hace soberanamente. No se ve presionado al tomar un camino en vez de otro. Lo
que requiere es incondicional y lo que concede es inapelable. Esta soberanía caracteriza a
todos los atributos o cualidades de Dios; su amor, su misericordia, su poder, su justicia, su
ira, etc. en todos ellos Dios es Soberano. Todos los hombres deben reconocer la soberanía de
Dios en todos los terrenos de la vida. Dios debe ser reconocido como Soberano en la vida
personal como tambié n en nuestro hogar, la iglesia, en las relaciones humanas y en todas las
esferas de actividad. La soberanía de Dios demanda una respuesta de parte del hombre. O se
rechaza esta soberanía y se vive cada día má s lejos de Dios, o se acepta y se vive en el creciente
servicio a É l.
1.3. Dios en Tres Personas. La Trinidad es, a la mente humana, un profundo misterio.
Sin embargo, es imposible negar esta doctrina fundamental con respecto a Dios. Es imposible
si se acepta la Biblia como la Palabra de Dios. Desde el principio de la historia cristiana han
existido algunos que han negado la existencia de Dios en tres Personas: el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo. Los tales existen tambié n en nuestro tiempo. Esto es lamentable porque só lo se
repiten los errores de siglos ya pasados, errores que la iglesia ha condenado hace siglos.
Dios se manifiesta en esta forma ya en el principio, puesto que "todas las cosas por
medio de él (Cristo) fueron hechas" y "el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas"
(Juan 1:3; Gén. 1:2). En la obra de la redenció n, se repite nuevamente este misterio. Cristo dijo
"el que me ha visto a mí (Cristo) ha visto al Padre" y “el Espíritu os guiara al conocimiento de
toda la verdad" (Juan 14:9; 16:13). Es parte integral de la Biblia. No deben buscarse solamente
pasajes que hablan de la Trinidad sino la enseñ anza total de la palabra de Dios. El Antiguo
Testamento habla repetidamente de que Dios es uno (Deut. 6:4).
En el Nuevo Testamento esta doctrina parece tan clara como la luz del día. En el
bautismo de Jesú s (Lc. 3:21,22), el Hijo es bautizado, el Padre habla desde el cielo y el
Espíritu desciende en forma de paloma. Otros pasajes son Mat. 28:19 y 1 Ped. 1:2.
La iglesia, luego de muchos debates, estudio y oració n por siglos enteros han adoptado
esta doctrina como parte integral de la revelació n de Dios. Quien la niega, se aparta de
la histó rica iglesia de Cristo a lo largo de los siglos.
1.4. Dios es real. ¡Que magnifica visió n de Dios! Creador de todas las cosas, Redentor de
la nueva humanidad, Soberano en todos sus actos y manifestado como Dios el Padre, como
Dios el Hijo que nos redime y como Dios el Espíritu Santo que nos santifica. ¡Alabado sea É l!
La bú squeda de Dios continú a. Existe en la naturaleza del hombre algo que necesita de
Dios y no quedará satisfecho sin él. La pregunta es: ¿Podemos conocer a Dios? ¿Es posible que
el ser humano (finito, mortal y falible) pueda tener acceso al conocimiento de lo infinito, lo
eterno?. Las respuestas a estas interrogantes dará sentido y fin a la bú squeda por parte
del hombre. Veamos a continuació n las siguientes respuestas:
2.1. Según los racionalistas. “La mente tiene la capacidad de poder conocer con certeza
todo cuanto existe. La razó n del hombre puede escudriñ ar toda realidad (físico-espiritual),
incluso a Dios mismo”. Este conocimiento, a criterio de los racionalistas, se logra
independientemente de la fe y la revelació n. Tal afirmació n temeraria no só lo contradice a la
Biblia, sino que puede conducir a la irracionalidad. Por tanto, si para el racionalista no existe
misterios (verdades ocultas), entonces tampoco es problema la trascendencia de Dios.
2.2. Según los semi-racionalistas. “La razó n del hombre tiene la capacidad de poder
conocerlo todo, aunque es posible, que ante un misterio que Dios se ha reservado el derecho de
no revelarlo, tenga que detenerse. Pero si Dios ha revelado la existencia de este misterio, el
hombre puede descubrir la esencia misma de este misterio, pues su razó n está capacitado para
ello”. Esta declaració n es similar a la anterior, pero igualmente se olvidan que existen
realidades que no pueden ser conocidas ni escudriñ adas en su totalidad, pues sobrepasan la
capacidad de la mente. Aquí dos pasajes bíblicos como ejemplos, en la que claramente nos
advierten que existen misterios que al hombre no le es dado a conocer, pues é stos son
conocidos solamente por Dios (Dt. 29:29; Dn. 2:22, 28).
2.3. Según los gnósticos. "Es posible el conocimiento de Dios, pero este conocimiento
(esotérico, secreto o especial) de Dios, mediante las facultades intelectuales, só lo está reservado
para los "lú cidos" o los "iniciados" del gnosticismo" (Gnó sticos del griego gnosis:
"conocimiento"). Solamente ellos son llevados de regreso inevitablemente al reino de la Luz del
Dios Supremo. Esta postura gnó stica desconoce la provisió n que Dios mismo ha hecho para
establecer contacto con todo hombre. Su autorrevelació n descrita en la Biblia, está abierta
para todo el que desee tener verdadero conocimiento y comunió n con Dios.
2.4. Según los agnósticos. “Es imposible que el ser humano logre el conocimiento de
Dios, pues su razó n finita e imperfecta no está capacitada para ello". Só lo se puede conocer
"apariencias" y no realidades puras. Obsé rvese: Agnó sticos, del griego a = “sin”; “no”; gnosis =
“conocimiento”, “ciencia”, significa: “sin conocimiento de Dios”). Los agnó sticos no niegan la
existencia de Dios, sostienen má s bien que Dios no puede ser conocido. No dicen: “No creo”
sino “No puedo”.
2.5. Según la idea universal. "Existe en el ser humano una idea innata, una intuició n o
capacidad congé nita que está enraizada en su inconsciente, que le lleva a creer en la existencia
de una realidad suprema, susceptible de ser conocida". Pero no se debe confundir la idea de
conocer algo con la realidad de alguien, pues Dios no es una idea, una creencia o una realidad
abstracta sino una persona. Esta creencia inconciente en la existencia de un Ser Supremo,
corrobora el hecho de la imagen y semejanza de Dios en el hombre.
2.6. Según el ateísmo. "Es imposible que Dios exista, ya que esta noció n de Dios no
puede ser probada, ni comprobada científicamente o racionalmente". Esto es claro, porque
Dios no existe, sino que Dios es. Solamente las cosas existen, porque tienen principio y fin
(Nó tese: ateísmo del griego a = “no”; “sin”; theos = “Dios”; significa: “no Dios o sin Dios”), y Dios
no pertenece a ninguna especie, género o categoría creada. Hay bá sicamente dos tipos de
ateos: el ateo teórico, generalmente de la clase intelectual, y el ateo práctico, que acepta la
existencia de Dios, pero con sus obras lo niega (Tit. 1:16).
pensamientos. De manera que tuvieron un dios para cada circunstancia, ocasió n y lugar. De
allí el té rmino politeísmo del griego: poli = “muchos”; y theos = “dios”, cuyo significado es
“muchos dioses”.
3.4.3. La historia. La disciplina de la historia es otro medio por el cual Dios enseñ a
al hombre y se revela a é l. Se puede ver su mano en el ascenso y caída de las potencias
mundiales (Dn. 2:21; 4:17, 25b, 35; Prov. 8:14-16; Col. 1:16). Dios es rector y Señ or de la
historia y no descansará hasta no haber llevado a cabo sus planes y propó sitos eternos que
responden a su soberana voluntad.
4. LA VOZ DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS
Como ya hemos tenido ocasió n de observar, existen diversidad de opiniones acerca de la
existencia, la naturaleza y el cará cter de Dios. Todas estas nociones son el producto del
esfuerzo humano por querer satisfacer una inquietud interna: conocer a Dios. Un conocimiento
adecuado de Dios no se obtiene a través de la religió n natural. Se hace imprescindible una
revelació n que responde a muchas interrogantes con certeza, pero la naturaleza de las cosas
no da, ni tiene respuesta alguna.
La Biblia en cambio, nos enseñ a con toda verdad y certidumbre acerca de la naturaleza de
Dios, su cará cter, sus atributos y sus obras en general, así como en lo referente a las eternas
decisiones divinas (predestinació n, reprobació n, providencia, etc). También nos enseñ a de
manera adecuada el por qué el hombre es universalmente pecaminoso. En ningú n otro lugar,
el hombre puede aprender correctamente acerca de la expiació n del pecado, la santidad, la
misericordia, y el amor de Dios (Juan 5:39; Apoc. 1:3; 2 P. 1:19-21). Ademá s, la Biblia declara
8
todo aquello que el hombre necesita conocer y practicar para agradar a Dios y evitar el juicio
venidero (1 S. 15:22-23,29; Os. 6:6-7; Mi. 6:6-8). La Biblia es la regla infalible de fe y conducta
para esta vida. Es decir, la revelació n de la voluntad divina para beneficio del ser humano (Os.
4:6; 2 Ti. 3:16,17; Ez. 20:11-13). La Revelació n de la voluntad de Dios ha sido y es adecuada
para el entendimiento humano, permitiendo que el mensaje divino sea accesible a todo hombre
en cualquier tiempo y cultura.
Dios no es objeto físico cuya esencia y naturaleza pueda ser fá cilmente definido ni
susceptible de ser analizado racionalmente o científicamente. Ni es posible lograr extraer un
concepto por la vía de la comparació n o analogía, ya que Dios es Ú nico, y no existe nada ni
nadie que se asemeje a é l, de allí que se habla de la unicidad de Dios (Is. 40:18-31; 44:6;
46:5,9,10; 55:8,9; Sal. 89:6).
La bú squeda de Dios por parte del hombre ha fracasado, pues el hombre natural en su
intento de poder descifrar el misterio divino, ha escogido sus propios medios para llegar al
conocimiento de Dios. La Biblia nos declara que por causa del pecado de desobediencia de
nuestros primeros padres (Adá n y Eva), todo el género humano quedó deteriorado o afectado
en su naturaleza. Su voluntad quedó esclavizada por el pecado, su razó n fue oscurecida por el
error, y su amor se volvió egocéntrico (Ro. 1:21,22; Efe. 4:18,19). Sin embargo, el hombre aú n
conserva la imagen del Creador y susceptible de ser restaurado y renovado a imagen del nuevo
hombre, creado segú n Dios. Así, el hombre en su esfuerzo de buscar a Dios por medio de la
voluntad cayó en el moralismo; al hacerlo por medio de la razó n le condujo al racionalismo, y
al querer encontrarlo por medio de sus sentimientos, terminó en misticismo.
El ú nico medio para llegar a un correcto entendimiento de Dios ha sido provisto por é l
mismo (Juan 14.6: Tit. 2:11). El arrepentimiento, la conversió n y la fe en Jesucristo, el Hijo de
Dios, hará posible que sea alumbrado el entendimiento para conocer al verdadero Dios. Así
mismo, la palabra de Dios y la asistencia del Espíritu Santo, son las ayudas imprescindibles
para llegar a comprender la voluntad divina para con la humanidad.
La revelació n de Dios mediante los profetas, antes de que la Escritura fuese escrita, y la
revelació n procedente de la Escritura, ha penetrado, en cierto grado, la conciencia total del
hombre hoy día. Aunque el mundo, en general, está ignorante de la revelació n escriturística,
algunos conceptos de Dios han penetrado en el pensamiento de todo el mundo, de tal forma
que la creencia en una especie de Ser superior es generalmente cierta incluso entre los
hombres a quienes no ha llegado directamente la Escritura.
Aunque los antiguos filó sofos griegos ignoraron la revelació n bíblica, no habié ndoles sido
familiar, hicieron, sin embargo, algunos intentos para explicar nuestro universo, sobre la base
de un Ser superior. Varios sistemas de pensamiento han evolucionado: 1) el politeísmo, es
decir, la creencia en muchos dioses; 2) materialismo, que arguye que la materia funciona por
si misma y no es preciso ningú n dios para su funcionamiento, teoría que apoya el moderno
evolucionismo, 3) panteísmo, que sostiene que Dios es impersonal e idé ntico con la propia
naturaleza, y que Dios es inmanente, pero no trascendente, existen así, muchas variables de
tales conceptos respecto a Dios.
La persona que cree que verdaderamente no hay Dios se llama “ateo" palabra griega que
significa "sin Dios". Son muy pocas las personas que no creen que hay Dios, pero se
encuentran muchos que tratan de esconderse tras esta excusa, pensando así escaparse de sus
obligaciones para con su Creador.
3. ARGUMENTOS RACIONALISTAS QUE DEMUESTRAN LA EXISTENCIA DE DIOS
El universo en toda su inmensidad, orden y belleza reclama o presupone la existencia de un
Ser, una mentalidad superior, inteligente y sabio y, por ende, Creador. Aquel, ser eterno,
indudablemente es Dios. La causa principal de todo lo que existe en el orbe.
a) La aceptació n por parte del hombre de que existe un ser superior a las
fuerzas de la naturaleza.
b) Un sentimiento de dependencia de Dios.
c) La convicció n de que puede haber diá logo y un intercambio amistoso
entre Dios y la criatura (humana) para seguridad de este ú ltimo, por eso,
el hombre puede creer, confiar y adorar a Aquel ú nico y verdadero Dios
(Sal. 139:13-16).
Un espíritu es invisible (Col. 1:15) no tiene carne y hueso o cuerpo; no se sujeta a las
limitaciones de un ser humano; habita en la esfera espiritual (Lc. 24:39).
Dios no mora en un solo lugar como habitació n hecha por manos de hombres, sino en
los cielos, las alturas, la eternidad, la santidad (1 Rey. 8:27; Hch. 17:24-25), tambié n
mora en el espíritu humilde y contrito y que obedece a su Palabra (Is. 57:15; 66:1-2).
No existe cosa ni ser alguno con la semejanza de Dios (Deut. 4:5-23; Is. 40:25-26).
Dios no puede ser comprendido por los cinco sentidos, sino por el alma bajo la
iluminació n del Espíritu Santo (1 Co. 2:9-16).
Unas preguntas sobre versículos, que aparentemente contradicen las declaraciones que
Dios es Espíritu e invisible, requieren una respuesta bíblica:
11
¿Qué significa Gen. 1:26,27: "Hagamos al hombre conforme a nuestra imagen, etc?”.
Lea Col. 3:10 y Efe. 4:24 donde se demuestra que la semejanza no es física sino
espiritual, intelectual y moral.
¿Có mo se entienden las expresiones que hablan de "los pies", "las manos", "los ojos", de
Dios, si el no tiene cuerpo? (Job 19:21; Sal. 34:15). Estas expresiones humanas son
usadas por Dios para traer a la comprensió n finita (humana) el entendimiento de las
cosas infinitas (divinas y eternas).
¿Có mo se entienden Ex. 24:10 y 33:18-23, donde dice que vieron los ancianos de Israel
a Dios, cuando son comparadas con Juan 1:18; Ex. 33:20 y Juan 5:37?. Un espíritu
puede manifestarse en varias formas, vea Juan 1:32, y Dios se ha manifestado a los
hombres en muchas y distintas maneras, por ejemplo:
a) Dios se manifestó a Moisé s pero de manera muy limitada, permitiendo que é l viera
nada mas parte de su gloria, mientras Dios se retiraba de é l (Ex. 33:18-23).
b) Se ha manifestado como el "Á ngel de Dios" (Gen. 18:1-10 y capítulo 19). En el
capitulo 18:2, aparecen tres hombres, los cuales má s tarde van hacia Sodoma,
versículo 22, pero uno se quedó con Abram, el cual era Jehová , y só lo son dos los
que llegan a Sodoma (Gen. 19:1).
c) Dios se manifestó en su hijo Unigé nito en forma de hombre (Juan 1:18; Mat. 1:23),
é sta ha sido la manifestació n má s gloriosa de todas, de allí que Emanuel signifique
“Dios con nosotros”.
Así vemos que correctamente dice que vieron a Dios, pero só lo vieron la forma de lo que él
les manifestó de sí mismo. No le vieron en toda su divina majestad, porque ninguno puede
verlo así y vivir (Ex. 33:20; 1 Tim. 6:16).
2. LA PERSONALIDAD DE DIOS
Dios es una persona. Personalidad existe donde hay:
a) Inteligencia (Ro. 11:33,34).
b) Sensibilidad (Sal. 103:8-13).
c) Voluntad (Is. 46:10-11; Dn. 4:35).
De manera que los poderes de sentir, pensar y determinar no requieren tener cuerpo
material (Am. 4:13). Vemos estas características atribuidas a Dios en los versículos siguientes:
2.1. Dios, como el diseñ ador, creador y sustentador del universo y del ser humano
manifiesta todos los atributos de personalidad (Gen. 1:1; Juan 1:1-3; Heb. 1:1-3;
Col. 1:15-17; Sal. 104:27-30; Mat. 6:26,28,30).
2.2. El Dios vivo, en contraste con los ídolos, escucha, siente, ve, quiere, ejecuta y es, en
todo sentido, una persona. Ídolos son cosas, hechos en primer lugar por manos de
hombre, sin vida y sin poder alguno (1 Sam. 2:1-5; Jr. 10:10-16; Hch. 14:11-15; 1
Tes. 1:9).
2.3. Atributos de personalidad son manifestados en su amor y correcció n (Heb. 12:6-11),
tristeza (Gen. 6:6), ira (1 Rey. 11:9), celos (Deut. 6:15) y aborrecimiento (Prov. 6:16).
1.1. Dios es espíritu. Dios es espíritu con personalidad. Piensa, siente, habla; y por lo
mismo puede mantener comunicació n con sus criaturas hechas a su imagen, porque es el
ú nico Dios que habla, el hombre puede hablar con é l.
Como espíritu, porque es incorpó reo, Dios no está sujeto a las limitaciones. Tampoco
tiene miembros corporales ni está compuesto de elementos materiales. Aú n mas, é l no está
sujeto a las condiciones de la existencia natural (Juan 1 :18; 1 Tim. 3:16), tal como sucede con
los seres que tienen cuerpo, ejemplo, el hombre.
1.2. Dios es infinito. Su ser y virtudes de Dios están infinitamente libres de toda
limitació n o imperfecció n. Dios no es só lo un Ser infinito e ilimitado, sino que está
infinitamente por encima de todas sus criaturas en sus perfecciones morales y gloriosa
majestad (Ex. 15:11-12: 1 Rey. 8:27).
13
1.3. Dios es Uno. Segú n la "shemá " judía (del verbo hebreo shamá = escuchar), el autor
de Deuteronomio (6:4; 4:35) recuerda a Israel que Jehová Dios, uno es. No es uno entre
muchos, sino el Ú nico. Esto permea toda las pá ginas del Antiguo Testamento.
1.4. Dios es Omnipotente. Este atributo indica dos cosas 1) su libertad y poder para
hacer todo lo que es consecuente con su naturaleza; y 2) su control y soberanía sobre todo lo
hecho o que puede ser hecho. Así pues, todo el universo es sostenido por la palabra de Dios
(Heb. 1:3; Hch. 17:25,28).
Su omnipotencia: poder para todo (Gen. 18:14; 17:1; Job 42:2),se puede ver en:
a) Su poder en la creació n (Gen. 1:3).
b) Su poder en los elementos (Sal. 107:25-29).
c) Su poder en el cielo (Dn. 4:35; Mat. 6:10).
d) Su poder sobre Sataná s (Job 1:12; 2:6; Apoc. 20:2).
1.5. Dios es Omnipresente. Dios no está limitado ni por la distancia ni por el espacio,
así lo afirma y enseñ a el autor de Gé nesis (Gn. 28:15-16; Deut. 4:39). Mientras que la
inmensidad de Dios enseñ a su relació n con el espacio; su omnipresencia, en cambio, enseñ a
su presencia en relació n con sus criaturas. El Dios de la Biblia es Dios relacional, porque se
relaciona y se comunica con toda su creació n y especialmente con sus hijos. Su
omnipresencia: indica que É l está en todas partes al mismo tiempo (Jr. 23:23,24; Sal. 139:7-
12; Hch. 17:27,28).
La Biblia nos enseñ a que Dios mora en los cielos (1 Rey. 8:30; Hch. 7:55; Efe. 1:20:
Is. 66:1), empero, esto no limita o circunscribe el accionar de Dios a los cielos, má s bien se
refiere al lugar de su habitació n.
1.6. Dios es Omnisciente. Jehová Dios conoce y lo sabe todo (Gen. 18:10). El
conocimiento que tiene Dios acerca de todas las cosas es perfecto; no tiene nada que razonar ni
reflexionar, ni descubrir, ni aprender gradualmente algo. Su conocimiento es absoluto,
instantá neo, simultá neo y presente (Is. 29:15, Juan 2:24-25; Hch. 15:8). Dios es omnisciente,
su omnisciencia es la facultad de saberlo todo (Juan 2:24,25; Ro. 11:33; Mat. 10:29; Is. 46:9-
10).
1.8. Dios es Soberano. Tiene Jehová Dios el derecho y poder para actuar libre y
soberanamente. Es decir, no tiene que consultar ni pedir permiso a nadie (Dn. 4:35; Mat.
20:15; Ro. 9:21).
1.9. Dios es eterno. Su eternidad implica: sin principio y sin fin, sin ayer y sin mañ ana;
siempre existente (Ex. 3:14; Sal. 90:2; Heb. 1:11-12, Apoc. 1:8).
En lo referente a los pasajes bíblicos que declaran: “Dios se arrepintió ”, có mo entender Jon.
3:10; y Gen. 6:6, si Dios nunca se arrepiente de lo que hace. Respuesta: La actitud de Dios
hacia el pecado queda siempre lo mismo, lo aborrece y lo quiere destruir. Pero al hombre tiene
amor y lo quiere salvar. El pecador rebelde está siempre bajo la ira de Dios, pero al confesar su
pecado y arrepentirse, así como lo hicieron los de Nínive, pasan a experimentar la clemencia
divina, no porque Dios haya cambiado, sino porque el hombre ha cambiado su actitud hacia
Dios.
2.2. Dios es justo. La justicia de Dios es su santidad en acció n. Esta justicia de Dios se
manifiesta en el trato con sus criaturas (Gen. 18:25), así cuando declara inocente al que lo es;
y condena al malvado y vela por que se haga verdadera justicia. Su justicia consiste en que,
siempre hace lo bueno, recto y justo (Apoc 15:3; 16:5), ama la justicia y la rectitud (Prov. 3:33;
21:3), odia al mal (Esd. 9:15, Sal. 145:17). Su justicia se manifiesta en cumplir su palabra
(Neh. 9:7-8. Mat. 5:18, Lc. 24:25-27), perdonar el pecado del penitente (1 Juan 1:9, Ro. 3:24-
26), castigar al pecador (Sal. 11:4-7; Ex. 9:27) y recompensar a los fieles (Heb. 6:10; 2 Tim.
4:8).
2.3. Dios es fiel. Dios es digno de la confianza má s completa y absoluta. Sus palabras
siempre se cumplen (Ex. 34:6). El pueblo de Dios debe descansar en sus promesas (1 P. 4 :19).
Amor quiere decir, el deseo que el que ama siente por el bienestar de un ser querido
y el deleite que eso le causa. Es imposible una explicació n adecuada a este atributo esencial de
Dios. Si es amor, entonces el amor de Dios es tan incomprensible como lo es el mismo Ser
Supremo. Jehová , nuestro Dios, el ú nico Dios verdadero, es amor (1 Juan 4: 8-16, Juan 3:16,
1 Juan 3:16).
Los objetos del amor de Dios son: 1) Su Hijo unigé nito (Mat. 3:17; 17:5) 2) Los
creyentes en é l (Juan 16:27, 14:21-23; 17:23), toda la humanidad al cual el quiere salvar
(Juan 3:16; Ro. 5 8-9).
2.6. Dios es bueno. La bondad de Dios es aquel atributo en razó n del cual, imparte vida
y bendiciones a sus criaturas (Sal. 25:8, Hch. 14:17).
En el Nuevo Testamento en cambio, se usa los pasajes de 1 Juan 5:7; Mat. 3:16-17; 28:19 y
en otros donde Jesú s testifica de sí mismo, má s el testimonio del Espíritu Santo y el de los
apó stoles (cf Juan 14-16-17; Efe. 2:18), obsé rvese la gramá tica para distinguir las tres
personas en la ú ltima cita.
3. ILUSTRACIÓN DE LA DOCTRINA
3.1. La naturaleza. Nos proporciona algunos elementos físicos que nos ayudan a
intentar explicar la Trinidad divina. El agua es una, sin embargo, se le puede conocer en tres
estados: líquido, só lido y gaseoso. La electricidad es una, y sin embargo, produce: movimiento,
luz y calor.
3.2. La personalidad del hombre. El hombre es uno, pero el hecho de tener conciencia
de si mismo nos enseñ a la divisió n de la personalidad (piensa, siente y actú a).
3.3. El vínculo del amor. Dios es amor. Dios a amado desde la eternidad. Ahora bien, si
Dios es llamado Padre Eterno, entonces debe de haber tenido un objeto (eterno) de su amor,
Esto es, su Hijo, el eterno y amante y é l el eterno amado, y el eterno vínculo de ese amor es el
Espíritu Santo.
4. LA TRINIDAD DE DIOS
15
La conclusió n, basada en las Escrituras, que declara que Dios es trino no contradice la
anterior declaració n que Dios es uno. La unidad de Dios y la Trinidad de Dios son verdades
inseparables e interrelacionadas y contribuyen mutuamente a su establecimiento. Las
Sagradas Escrituras enseñ an la Santa Trinidad.
Hay versículos que hablan del Padre Dios (Ro. 1:7), del Hijo Dios (Heb. 1:1) y del Espíritu
Santo Dios (Hch. 5:3-4).
5. LA UNIDAD DE DIOS
Dios es Uno, las Escrituras siguientes, en armonía con toda la Biblia, declaran la unidad de
Dios (Deut. 6:14; Is. 44:6-8; 45:5; 1 Co. 8:4; 1 Tim. 2:5).
6. LA UNIDAD EN LA DIVINA TRINIDAD
En general, el Antiguo Testamento recalca el é nfasis de la unidad de Dios (Ex. 20:3; Deut.
6:4; Is. 44:6), un hecho que tambié n se enseñ a en el Nuevo Testamento (Juan 10:30;
14:9:17:11,22,23; Col 1:15). Tanto en el Antiguo como en una gran parte del Nuevo
Testamento tambié n se indica que Dios existe como una Trinidad: Dios padre, Dios hijo y Dios
espíritu Santo. Muchos creen que la doctrina de la Trinidad está implícita en el uso de la
palabra Elohím, como un nombre para Dios, y que está en una forma plural y parece referirse
al Dios trino y uno.
En los principios del Génesis hay referencias al Espíritu de Dios, y los pronombres
personales en plural se usan para Dios como en Génesis 1:26; 3:22; 11:7. Frecuentemente en
el Antiguo Testamento hay distinció n dentro de la naturaleza de Dios, en términos de Padre,
Hijo y Espíritu Santo. Isaías, en 7:14 habla del Hijo como Emanuel, "Dios con nosotros"", que
tiene que ser distinto de Dios Padre y del Espíritu, este Hijo es llamado en Isaías 9:6 "Dios
fuerte, Padre Eterno, Príncipe de paz".
En el salmo 2:7, Dios Padre es referido como "Yo", lo cual indica que es su propó sito tener a
su Hijo como Supremo Soberano de la tierra. Por lo mismo que el Padre y el Hijo quedan
distinguidos, así Dios tambié n se distingue del Espíritu Santo, como en el Salmo 104:30,
donde el Señ or envía a su Espíritu. A estas evidencias hay que añ adir todas las referencias del
Á ngel de Jehová , que señ ala las apariciones del Hijo de Dios en el Antiguo Testamento como
uno enviado por el Padre, y referencias, del Espíritu del Señ or, como el Espíritu Santo, distinto
del Padre y del Hijo.
A esas evidencias del Antiguo Testamento el Nuevo añ ade una revelació n adicional. Aquí,
en la persona de Jesucristo, está el Dios encarnado, concebido por el Espíritu Santo y, con
todo, Hijo de Dios, el Padre. En el bautismo de Jesú s, la distinció n de la Trinidad se hace
evidente, Dios Padre hablando desde los cielos, el Espíritu Santo descendiendo de los cielos en
forma de paloma y esparciendo luz sobre él, y el propio Jesucristo bautizado (Mat. 3:16-17).
Esas distinciones de la Trinidad se observan también en pasajes tales como Juan 14:16, donde
el Padre y el consolador quedan distinguidos del propio Cristo, y en Mateo 28:19 donde los
discípulos son instruidos para bautizar a los creyentes en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo.
Las muchas indicaciones que hay, tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento, de que
Dios existe o subsiste como trino y uno, han conformado la doctrinas de la Trinidad como un
hecho central de todas las creencias ortodoxas, desde los principios de la iglesia hasta los
tiempos modernos. Cualquier desviació n de esto se considera como un apartamiento de la
verdad escriturística. Aunque la palabra "Trinidad" no se da en la Biblia, los hechos de la
revelació n escriturística no permiten otra explicació n.
definició n es el sostener que, aunque Dios es uno, el existe en tres personas. Estas personas
son iguales, tienen los mismos atributos y son igualmente dignas de adoració n, culto y fe. Con
todo, la doctrina de la unidad de la divinidad está clara en el sentido de que no hay tres Dioses
separados, como tres seres humanos separados, tales como, Pedro, Santiago y Juan. De
acuerdo con esto, la verdadera fe cristiana no es un triteísmo, como creencia en tres Dioses.
Por otra parte, la Trinidad no tiene que ser explicada como tres modalidades de existencia, es
decir, que un solo Dios se manifiesta a si mismo en tres formas. La Trinidad es esencial para el
ser de Dios y es má s que una forma de revelació n divina.
Las confesiones reformadas enseñ an que todo lo que sucede ocurre por el decreto eterno
de Dios. Los arminianos, por su parte, han modificado el punto de vista reformado en el
sentido de que ellos reconocen la existencia de los decretos divinos basado en el conocimiento
anticipado que Dios tiene de los sucesos. El punto de vista reformado va má s allá . Reconocen
que los decretos de Dios no se basan en la sabiduría de su conocimiento de los eventos, y
enseñ a que las cosas suceden porque Dios las ha decretado. Esta doctrina encuentra su
explicació n en la misma naturaleza de Dios. Como soberano, nada escapa a su dominio; el azar
es eliminado. Eterno e inmutable en su ser, sus propó sitos son eternos e invariables. Cuando
lo hombres cambian sus planes lo hacen porque no los han cumplido o porque una mayor
sabiduría los ha conducido ha planearlos en forma diferente. Pero a causa de las perfecciones
de Dios, sus planes no requieren revisiones, sus decretos nunca será n renovados. Tanto las
malas como las buenas acciones está n cubiertas por sus decretos, pero nunca en el sentido
que É l se vea envuelto en el mal. Cuando ocurren cosas malas suceden por lo que los
reformados llaman su decreto permisivo, estableciendo una diferencia de su cumplimiento
específico. Pero incluso el evento malo está comprendido en el gran propó sito de su decreto
eterno, llamado su propia gloria. En conexió n con esto se cita a menudo Hechos 2:23. El
“determinado consejo de Dios” operó incluso en la crucifixió n de su Hijo por “manos de
inicuos”. Y sin embargo, al ejecutar su propó sito Dios no violó la libertad moral de los agentes
a través de los cuales se llevó a efecto su decreto permisivo en la muerte de su Hijo.
La doctrina de los decretos eternos de Dios inevitablemente levanta preguntas: ¿Por qué
permite Dios el pecado?. La modificació n arminiana antes mencionada de esta doctrina no
soluciona el problema. El problema es para nosotros insoluble porque como lo dice A.A. Hodge
“está basado en las inescrutables relaciones de lo eternal y lo temporal, de lo infinito y lo
finito”.
1. NATURALEZA DE LOS DECRETOS
Cuando hablamos de los decretos divinos, nos referimos (en singular) al decreto de Dios. Es
decir, su eterno, plan o propó sito por el cual ha predestinado todas las cosas que sucedan, y
consecuentes con su voluntad. Es claro, cuando hablamos de los decretos divinos en plural,
deberíamos hablar má s bien en singular, porque en realidad existe só lo un decreto. Este
decreto cubre todas las obras de Dios en la creació n y en la redenció n abarca todas las
acciones de los hombres (cf. Hch. 2:22-24).
2. CARACTERÍSTICAS DE LOS DECRETOS
El decreto de Dios está fundado en su sabiduría, que aunque no siempre podamos
entenderlo fue formado en las profundidades de la eternidad, pero se manifiesta o se cumple
en el tiempo. Por eso su decreto es eterno (Efe. 3:11), Ademá s es eficaz, porque todo aquello
que está incluido en é l, ocurre o se cumple con toda seguridad (Is. 46:9-10;55:11ss), tambié n
es inmutable, porque Dios es fiel y verdadero (Job 23_13-14; is 44:7-8ss), e incondicional
porque no está sujeto a las acciones humanas (Efe. 2:10).
3. LA PROVIDENCIA DIVINA
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Puesto que Dios no só lo creó el mundo, sino que tambié n lo sostiene, ha provisto hechos
para su cumplimiento segú n su voluntad. Entonces la doctrina de la creació n nos conduce
ló gicamente a la doctrina de la providencia, por eso, sabemos que Dios es el ú nico providente.
3.1. Naturaleza. La providencia de Dios es aquella operació n divina, por lo cual, El cuida
de todas sus criaturas. Así mismo manifiesta su actividad en todo lo que se sucede en el
universo y rige todas las cosas hacia un fin determinado en bien del hombre.
3.2.2. La concurrencia divina. Por la cual Dios coopera y actú a con todas sus
criaturas y hace que obren en conformidad con sus designios y su Soberana Voluntad (Deut.
8:18, Dn. 4:34-37).
3.2.3. El gobierno divino. Por la cual Dios gobierna todas las cosas de modo que
sirvan para el propó sito y objeto por el cual fueron creadas (Sal. 103: 19, Mat. 10; 29-31).
1.1. Creación Primaria. Esto es crear de la nada, sin la existencia de materiales. Tal es
la creació n del cielo y de la tierra, puesto que Dios no usó ningú n material sino que con el
poder de su palabra, ordenó que las cosas fuesen. y é stas fueron, como puede verse en Gen. 1.
(vé ase salmo 33:6 al 9).
1.2. Creación Secundaria. Esto es crear o dar vida a algo de materiales ya existentes.
Tal es por ejemplo, la creació n del hombre. Dios tomó del polvo de la tierra, un material ya
existente, y con eso formó al hombre. Esa creació n sin embargo, no quita nada al poder de
Dios, por cuanto aun esto só lo é l puede hacerlo.
2. LOS DÍAS DE LA CREACIÓN
Las escrituras describen la obra de la creació n como realizada en seis días. Observando el
proceso, podemos comprobar el orden y armonía ló gica en esa obra. Es bien evidente que Dios
es un Dios de orden.
2.1. El primer día. "La tierra estaba desordenada y vacía y las tinieblas estaban sobre la
haz del abismo<". Así comienza el relato de la creació n. Dios pues con su palabra creadora
ordenó que fuese la luz y la luz fue.
2.2. El segundo día. Una espesa niebla aú n cubría el mundo. Dios ordenó la separació n
de la misma, formando así las nubes arriba y las aguas abajo.
2.3. El tercer día. Las aguas son separadas por la palabra de Dios. Se formaron así los
mares, los lagos y ríos, como tambié n la tierra seca. Ademá s, en este día Dios creó las plantas.
2.4. El cuarto día. Para satisfacer las necesidades de las plantas, el sol era necesario. En
este día pues Dios creó el sol, la luna y las estrellas.
2.5. El quinto día. En esta jornada Dios quiso poblar lo que había hecho. Creo, en
consecuencia, los peces para los mares y a las aves para los aires.
2.6. El sexto día. El mundo estaba ya casi completo. En el ú ltimo día Dios hizo los
animales de la tierra. Tambié n en este día Dios creó la corona de su creació n, a saber, el
hombre, para que administrara la creació n en nombre del Creador.
2.7. El séptimo día. Dios miró todo lo que había hecho y vio que era bueno. Quiere decir
que todo los que Dios había hecho servían a sus propó sitos. Por ejemplo, las aves que hizo
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servía para poblar el aire y los á rboles. Dios descansó en ese día de todo lo que había hecho.
Con ello Dios nos indica que tambié n nosotros debemos descansar un día de los siete.
3. EL PROPÓSITO DE LA CREACIÓN
La pregunta que puede hacerse es ¿Para qué creó Dios el mundo? Podemos conjeturar
sobre el asunto y proponer toda clase de respuestas. Conviene pues ir a la Biblia y ver allí si
hay algo sobre esto. En Isaías 43:7 tenemos una indicació n: "... para gloria mía los crié, los
formé y los hice". Ese es el propó sito principal: la gloria de Dios. Así como un arquitecto
recibe gloria de una obra majestuosa de su mano; Dios recibe gloria sin fin, del mundo que
hizo.
Los á ngeles no son seres etéreos. Como algunos enseñ an. Al contrario son seres
espirituales, dotados de inteligencia y voluntad. También pueden corporificarse segú n la
ocasió n, como en el encuentro con Lot (Cf. Gen. 19:1), para cumplir una orden. Por eso la
Biblia registra que los á ngeles son obedientes, reverentes, sabios, humildes, poderosos y
santos (Apoc. 22:6).
Los á ngeles son los primeros y má s cercanos colaboradores de Dios en el universo. Esto
puede se visto en Hechos 7:53 como portadores de la ley en la economía antigua (AT). Agentes
del Altísimo (Gen. 3:24), mensajeros de Jehová Dios (Mat. 1:20-21), siervos del Señ or y
mensajeros suyos (Heb. 1:7). También son designados como servidores de los herederos de la
salvació n (He. 1:14).
En cuanto al origen de Sataná s, el lucero de la mañ ana, las Escrituras lo registran como
una criatura creada por Dios. Era este el má s glorioso de los á ngeles, pero en su soberbia,
quiso llegar a ser como el Altísimo y usurpar su lugar, pero cayo en juicio (1 Ti. 3:6). Ya los
profetas del Antiguo Testamento habían descrito sus actos (Is. 14; Ez. 28).
Sus diversos nombres nos indican su cará cter, por ejemplo, Satanás (adversario) y firme
opositor a los planes de Dios (Gen. 3:15). Diablo (calumniador) porque calumnia tanto a Dios
como al hombre (Gen. 3:2-5; Lc. 22:31). Destructor (Apoc. 9:11), serpiente (Ap 2:9), tentador
(Mat. 4:3) y príncipe de este mundo (Juan 14:30; cf. 2 Co. 4:4).
Segú n la historia bíblica, Sataná s se opone a Dios y a sus obras en todas las formas
posibles (Mat. 3: 19; 1 Tes. 2:18; Job 1:12; Efe. 6:11). Su campo de acció n no se circunscribe a
la esfera de los malvados, depravados, sino que se presenta como á ngel con el propó sito de
destruir la iglesia de Dios (2 Co. 11 : 14:16).
Aunque Sataná s es poderoso. Dios el señ or es todopoderoso. Esto es evidente para los que
creemos y confiamos en Cristo. Porque Sataná s es ya un enemigo derrotado y vencido por
Cristo en la cruz (Juan 12:31; cf He. 2:14-15), aun má s, a los que han sido engendrados por
Dios, el maligno no les toca (1 Juan 5 :18), de modo que el enemigo no puede actuar contra el
creyente fiel, sino por permisió n divina, tal como es el caso de Job (1:12, 2:6-7ss).
Tenemos conocimiento por causa de la desobediencia y rebelió n contra Dios, Sataná s fue
arrojado de la presencia del Altísimo, al comienzo de la historia. Pero durante la "gran
tribulació n", nuevamente será arrojado del cielo a la tierra (Apoc. 12:9). En el milenio será
apresado y después de mil añ os será finalmente arrojado en el lago de fuego y azufre segú n
Apoc. 20:10. Allí estará junto con la bestia y el falso profeta para sufrir el tormento eterno (cf
21:8).
2. DOCTRINA ACERCA DE LOS ÁNGELES
No hemos de pensar que el hombre es la forma superior entre los seres creados. Es muy
posible que entre Dios y el hombre existan criaturas de una inteligencia y poder superiores a
los del hombre, del mismo modo que entre el hombre y las criaturas inferiores de vida existen
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2.1. Su existencia
2.1.1. Enseñanza de Jesús. En Mateo 18:10 Jesú s declara: "porque os digo que sus
á ngeles en los cielos ven siempre la faz de mi padre que está en los cielos", Marcos 13:32 dice:
"empero de aquel día y de la hora, nadie sabe; ni aú n los á ngeles que está n en el cielo" (Mr.
8:38; Mat. 13;41; 26:53.
Bastan estos pasajes bíblicos, aunque de ningú n modo son todos los que hay,
para probar que Jesú s creyó en la existencia de los á ngeles. Jesú s no se acomodaba aquí a
una creencia popular. El no expresa simplemente una creencia supersticiosa, comú n entre los
judíos de su tiempo. No era ésta su costumbre. Nunca dejó de corregir la opinió n o tradició n
popular cuando era falsa; por ejemplo, el reprender el falso ceremonialismo de los fariseos y la
falta de fe de los saduceos en la resurrecció n. Véase el sermó n del monte (Mat. 5:20-37).
¿No es acaso uno de los propó sitos que tuvo Pablo el escribir la carta a los
Colosenses, corregir la teoría gnó stica del culto a los á ngeles? Vé anse tambié n Efe. 1:21, Col.
1:16. Juan creyó en un orden de seres angé licos (Juan 1:51, Apoc 12:7; 22:9. Ped. 1 de Pe
3:22, 2 Ped. 2:11), vé anse tambié n Jud. 9; Lc. 22:43, Mr. 8:38; Heb. 12:22. Estos y muchos
otros pasajes bíblicos obligan al estudiante sincero de la Palabra a creer en la existencia de los
á ngeles.
2.2. La naturaleza de los ángeles. De acuerdo con las Escrituras, mucho antes de la
creació n del hombre, Dios creó una innumerable compañ ía de seres llamados á ngeles. Al igual
que los hombres, ellos tienen personalidad, inteligencia y responsabilidad moral, la palabra
“á ngel” significa mensajero, cuando se refiere a una clase especial de seres, el término es usado
a veces señ alando a otros quienes son los mensajeros, como sucede con los á ngeles de las siete
iglesias de Asia (Apoc. 2-3), de donde se deduce que se refiere a los hombres (Apoc. 1:20;
2:1,812,18; 3:1,7,14), y a veces el término se usa para mensajeros humanos (Lc. 7:24; Sant.
2:25). También el término se aplica a los espíritus de los hombres que han muerto (Mat.
18:10; Hch. 12:15), pero cuando se usa de este modo no debe concluirse que los á ngeles son
los espíritus de los hombres o que los hombres al morir se convierten en á ngeles. Hay que
entender que el término mensajero es un término general. De igual manera, el término "á ngel"
se aplica al Á ngel de Jehová , refiriéndose a las apariciones de Cristo en el Antiguo Testamento
en la forma de un á ngel y como un mensajero de Dios a los hombres (Gen. 16:1-13; 21:17-19;
22;11.16).
Cuando no se usa con referencia a los hombres o Dios mismo, el término se refiere a un
orden distinto de seres que, como el hombre, tiene responsabilidad moral y son siervos de Dios
en la esfera moral. Como el hombre, los á ngeles desde su creació n, tienen una existencia
eterna y son distintos de todos los otros seres creados. Ellos forman una parte prominente en
el programa de Dios por las edades, y son mencionados má s de 100 veces en el Antiguo
Testamento y con má s frecuencia aú n en el Nuevo Testamento.
Se deduce que los á ngeles fueron creados todos simultá neamente y fueron un nú mero
considerable (He 2:22; Apoc. 5:11). Ellos tienen todos los elementos esenciales de
personalidad, incluyendo inteligencia, responsabilidad moral, voluntad y sensibilidad o
emociones, y son capaces de adorar inteligentemente a Dios (Sal. 148:2). Tambié n son
responsables de la calidad de su servicio y de sus elecciones morales.
Su naturaleza no incluye el cuerpo, a no ser que entendamos que son cuerpos de orden
espiritual (1 Col. 15:44), aunque a veces ellos pueden ser vistos en cuerpos y aparecer como
hombres (Mat. 28;3; Apoc. 15;6; 18:1), no experimentan aumento en su numero a travé s del
nacimiento ni la experiencia física de la muerte o la cesació n de la existencia. De este modo, en
tanto que ellos son similares al hombre en personalidad, difieren del hombre en características
muy importantes.
20
2.2.1. Los ángeles santos. Los á ngeles se dividen generalmente en dos grupos 1)
ángeles santos 2) los ángeles caídos. En la primera clasificació n está n los á ngeles que han
permanecido santos a través de toda su existencia, y de ahí que reciban el nombre de á ngeles
santos (Mat. 25:31). Generalmente cuando la Escritura menciona a los á ngeles, se refiere a
aquellos que no han caído. Los á ngeles caídos son aquellos que no han mantenido su santidad.
Los á ngeles santos se dividen en varias clases especiales, algunos son mencionados
individualmente:
El arcá ngel Miguel es el jefe de todos los á ngeles santos y su nombre significa
"quien es como Dios" (Dn. 10:21; 12:1; 1 Tes. 4: 16; Jud. 9; Apoc. 12 :7-
10.
Gabriel es uno de los principales mensajeros de Dios, su nombre significa
"héroe de Dios". El fue el portador de importantes mensajes, como el
entregado a Daniel (Dn. 8:16; 9:21), el mensaje a Zacarías (Lc. 1:18,19) y el
mensaje a la virgen María (Lc. 1:26-38).
A la mayoría de los á ngeles no se les da un nombre individual. Aunque son
mencionados como á ngeles elegidos (1 Ti 5:21). Esto nos lleva a pensar que,
al igual que los hombres salvados son escogidos o elegidos, los á ngeles santos
fueron divinamente escogidos.
Las expresiones principados y potestades se usan tanto en relació n a los
á ngeles santos como a los caídos (Lc. 21:26; Ro. 8:38; Efe. 1:21; 3:10, Col. 1:
16; 2: 10,15; 1 Ped. 3.22). A través de la historia ha existido una lucha
constante entre los á ngeles santos y los á ngeles caídos por el control de los
hombres.
Algunos á ngeles son designados como Querubines, criaturas vivientes que
defienden la santidad de Dios de cualquier muestra de pecado (Gen. 3:24;
Ex. 25:18,20; Ez. 1:1-18).
Satanás, el jefe de los á ngeles caídos, fue creado originalmente para este
propó sito (Ez. 28:14). Figuras angélicas en la forma de Querubines de oro y
mirando hacia el propiciatorio del arca y del lugar Santísimo habían en el
taberná culo y en el templo.
Los Serafines son mencionados só lo una vez en la Biblia; en Is. 6:2-7. Son
descritos como teniendo tres pares de alas, aparentemente tienen la misió n
de alabar a Dios, ser los mensajeros de Dios a la tierra, aunque su
preocupació n principal es la santidad de Dios.
El té rmino Ángel de Jehová se encuentra frecuentemente en el Antiguo
Testamento en relació n a las apariciones de Cristo en forma de á ngel. El
té rmino pertenece só lo a Dios y se usa en conexió n con las manifestaciones
divinas en la tierra y por esto no hay razó n para incluirlo en las huestes
angé licas (Gen. 18:1-19, 29; 22:11,12; 31:11-13; 32:24-32; 48 :15,16; Jos.
5:13-15; Jue. 13: 19-22; 2 Rey. 19:35; 1 Cro. 21:12-30; sal 34:7). El gran
contraste entre Cristo, quien es el Á ngel de Jehová , y los seres angé licos se
presenta en Heb. 1:4-14.
2.2.2. Los ángeles caídos. En contraste con los á ngeles santos, una innumerable
cantidad de á ngeles se describen como caídos de su primer estado. Dirigidos por Sataná s,
quien originalmente era un á ngel santo, una innumerable cantidad de á ngeles cayó y se
convirtieron en pecadores en su naturaleza y obras.
Los á ngeles caídos se dividen en dos clases 1) los que está n en libertad y 2)
los que está n en cadenas. De los á ngeles caídos, solamente Sataná s es mencionado de forma
particular por las Escrituras.
Es probable que cuando Sataná s cayó (Juan 8:44), é l llevó tras de si a una
multitud de seres que tenían un rango inferior al suyo. De estos algunos está n reservados para
el juicio (1 Co. 6:3, 2 Ped. 2:4; Jud. 6), mientras que los restantes se hallan libres y son los
demonios mencionados frecuentemente en las pá ginas del Nuevo Testamento (Mr. 5:9,15; Lc.
8:30; 1 Tim. 4:1). Ellos está n ayudando a Sataná s en todas sus obras y finalmente participará n
de su eterna ruina o condenació n (Mat. 25:41; Apoc. 20:10).
Los á ngeles son espíritus ministradores, enviados para servir a favor de los
herederos de salvació n (Neh. 1:14; Sal. 37:4; 91:11). Aunque no tenemos
ningú n medio de comunicació n con los á ngeles. Ni disfrutamos comunicació n
con ellos, debemos, no obstante, reconocer el hecho de su ministerio, el cual
es constante y efectivo.
Los á ngeles son espectadores y testigos de las cosas terrenales (Sal. 103:20;
Lc. 12:8,9; 15:10; 1 Co. 11:10; 1 Ti 3:16; 1 Ped. 1 :12; Apoc. 14:10).
Lá zaro fue llevado por los á ngeles al seno de Abraham (Lc. 16:22).
Ademá s de su ministerio en la historia, los á ngeles está n incluidos en la gran
multitud que desciende de los cielos a la tierra en la segunda venida, y se
dice que está n en un estado eterno en la nueva Jerusalé n (Heb. 12:22-24;;
Apoc. 19:14; 21:12). Aparentemente, los á ngeles será n juzgados y
recompensados al té rmino del milenio y del comienzo del estado eterno, al
mismo tiempo que los á ngeles caídos será n juzgados y arrojados al lago de fuego.
el ministerio de los á ngeles a través de las Escrituras es una doctrina
importante y esencial para entender la providencia de Dios y la direcció n
soberana de su creació n en la historia.
2.2.4. El juicio de los ángeles caídos. Jud. 6; 2 P. 2:4; Mat. 25:41, demuestra que
no hay esperanza de que sean redimidos, su destino final es el fuego eterno. A juzgar por 1 Co.
6:3 parece como si los santos hubieran de tomar parte en el juicio de los á ngeles caídos
2.3. La obra de los ángeles
2.3.1. Su ministerio celestial. Segú n Is. 6; Apoc. 5:11,12; 8:3,4, el ministerio de los
á ngeles es el servicio sacerdotal y el culto a Dios.
En general, la relació n de los á ngeles con la tierra está mas o menos vinculada con, los
vientos, el fuego, las tormentas, las pestes (Sal. 103:20; 104:4; 1 Cro. 21;15,16,27). La nació n
de Israel está especialmente relacionada con los á ngeles desde el punto de vista de la
guardianía angélica (Dn. 12:1; Ez. 9:1; Dn. 11:1).
1.2. Satanás fue creado como un persona. En Col. 1:16 se declara que la creació n se
llevó a cabo por Cristo y que todas las cosas que hay en los cielos y las que hay en la tierra,
visibles e invisibles, sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades, todo fue
creado por él y para él, el tiempo de la creació n de los á ngeles no es revelado má s allá del
hecho de que este evento precedió probablemente a la creació n de todas las cosa materiales y
que a su vez fue precedido el mismo por la existencia eterna de Dios de la cual se da testimonio
en Juan 1:1-2.
Entre todas las huestes celestiales só lo hay un ser cuya creació n se menciona en
particular: Sataná s. Esto indica la supremacía que el disfrutaba respecto de todas las criaturas
invisibles de Dios.
En Ez. 28:11-19 leemos la lamentació n que se dirige al "Rey de Tiro", pero si bien es
cierto que este pasaje podría tener una aplicació n inmediata y parcial al rey de esta ciudad, es
evidente también que las palabras del profeta tienen en vista al ser que es supremo entre todas
la criaturas de Dios, pues el personaje aquí mencionado se dice que está lleno de sabiduría, y
acabado en hermosura, que había estado en "Edén", en el huerto de Dios (probablemente el
primitivo Edén de la creació n original de Dios, y no el Edén de Génesis 3); que fue creado
segú n el plan divino y ungido como el querubín sobre el monte santo, el cual, de acuerdo al
simbolismo bíblico, representa el trono o el centro donde Dios ejerce su poder en el gobierno de
todas las cosas, esta descripció n, que no podría corresponder a la persona y experiencia de
ninguno de los Reyes de Tiro, es posible aplicarla solamente a Sataná s, tal como el era antes de
su pecado y de su correspondiente caída del lugar que había ocupado.
1.3. Satanás desempeñó todas las funciones de una persona. De las muchas
porciones bíblicas que ponen de relieve la personalidad de Sataná s pueden notarse las
siguientes:
2.1. Su poder personal no puede ser del todo desestimado. De acuerdo a su propia
declaració n, que por cierto Cristo no negó , é l tiene poder sobre los reinos de este mundo, los
cuales, habiendo sido entregados a é l, puede darlos segú n los dictados de su propia voluntad
(Lc. 4:6). Se dice que Sataná s tenía el poder de la muerte (Heb. 2:14), pero que este poder ha
sido ya entregado a Cristo (Apoc. 1:18). Sataná s tenia el poder sobre la enfermedad, como en el
caso de Job (Job 2:7) y pudo zarandear a Pedro como a trigo (Lc. 22:31; 1 Co. 5:5). La Biblia
tambié n revela que Sataná s debilita a las gentes, hace temblar la tierra, trastornaba los
reinos, puso el mundo como un desierto, asoló las ciudades y a sus presos nunca abrió la
cá rcel (Is. 14:12-17). Contra el poder de Sataná s ni el arcá ngel Miguel se atrevió a usar juicio
de maldició n (Jud. 9); pero hay victoria para el hijo de Dios por medio del poder del espíritu y
de la sangre de Cristo Jesú s (ef 6:10-12: 1 Juan 4:4; Apoc. 12:11). Sataná s ejerce su autoridad
y poder solamente dentro de la voluntad permisiva de Dios.
2.2. Satanás es ayudado por demonios. El poder de Sataná s aumenta por las
innumerables huestes de demonios, quienes hacen su voluntad y le sirven, aunque é l no es
omnipresente, omnipotente ni omnisciente, el tiene contacto con todo el mundo a travé s de los
espíritus malignos.
Muchos creen que Sataná s no existe en realidad y que su supuesta persona no pasa
de ser un principio de mal, o influencia que se manifiesta en el hombre y en el mundo en
general. Lo erró neo de este concepto se demuestra al tomar en cuenta que hay la misma
evidencia abundante respecto a la personalidad de Jesucristo como en cuanto a que Sataná s
es una persona real. Las Escrituras que son la ú nica palabra de autoridad de esta materia,
consideran que tanto Jesucristo como Sataná s son seres personales, y si la personalidad de
Jesucristo es aceptada en base a lo que la Biblia enseñ a, la personalidad de Sataná s debe
aceptarse también sobre el mismo testimonio.
Otros creen que Sataná s es la causa directa de los pecados de cada persona, pero
esta idea no está en armonía con la verdad a) porque, en primer lugar, el propó sito principal de
Sataná s no es promover el pecado del mundo. El no tenia en un principio el intento de
convertirse en un demonio, sino el de ser semejante al Altísimo (Is. 14:14),el no tiene el animo
de destruir como el de construir y realizar su ambició n de autoridad sobre el sistema mundial,
en cuyo programa se incluye cultura, moralidad y religió n (2 Co. 11:13-15). La idea de que
Sataná s es actualmente la causa directa del pecado es falsa b) porque la Biblia dice que los
pecados vienen directamente del corazó n depravado del hombre (Gen. 6:5; Mr. 7: 18-23; Sant. 1:13-
16). Aunque también es cierto que Sataná s se aprovecha de la naturaleza caída del hombre
para llevar a cabo sus planes perversos.
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3.2. La obra de Satanás. Isaías 14:12-17, es uno de los muchos pasajes que dan
testimonio acerca de la obra de Sataná s. Este pasaje revela el original y supremo propó sito de
Sataná s. El deseaba ascender al cielo. Exaltar su trono sobre las estrellas de Dios y ser
semejante al Altísimo. En la consecució n de este fin el echaría mano de sabiduría y poder
inmensurables, debilitaría las gentes, haría temblar la tierra, trastornaría los reinos,
convertiría el mundo como un desierto, asolaría las ciudades y rehusaría poner en libertad a
sus presos. Aunque cada una de estas declaraciones es en si aterradora, hay entre ellas dos
que merecen especial atenció n:
“Seré semejante al Altísimo” (v 14), esta expresió n indica el principal motivo que le
guía todas sus actividades después de la caída, segú n lo que tenemos revelado en las
Escrituras, el curso de las actividades de Sataná s que después de su caída moral
puede trazarse solamente siguiendo la línea de lo que ha sido su motivo supremo;
ser semejante al Altísimo. Este fue su propó sito que con toda seriedad recomendó a
Adá n y Eva (Gen. 3:5) y al aceptar el ideal satá nico, ellos se independizaron de Dios,
quedaron dependiendo de sus propios recursos y el centro de su vida llegó a ser su
propio yo. Ademá s esta actitud de Adá n y Eva llegó a ser su misma naturaleza, la
cual ha transmitido a su posteridad, al grado de que todos los descendientes son
llamados “Hijos de ira" (Efe. 2:3; 5:6; Ro. 1:18), y ello deben nacer otra vez (Juan 3.3)
y cuando ya son salvos, tienen que pasar por grandes conflictos si desean rendir su
vida completamente a la voluntad de Dios. También el deseo de Sataná s de ser
semejante al Altísimo se ve en su pasió n de ser adorado por Cristo (L. 4:5-7). Cuando
por un breve momento el hombre de pecado se siente en el templo de Dios como
Dios, haciéndose parecer Dios (2 Tes. 2:3-4; Dn. 9:27; Mat. 24:15; Apoc. 13:4-8), el
propó sito supremo de Sataná s se habrá realizado bajo la voluntad permisiva del
Señ or.
“A sus presos nunca abrió la cárcel” (v 17). Esta expresió n se refiere al poder
presente de Sataná s tanto sobre los inconversos como a su incapacidad para
ayudarles en su eterno juicio. Toda la profecía de donde se extrae esta declaració n
trata de lo que sería obra de Sataná s, ya consumada en los días de su juicio final, no
puede dudarse que en esta profecía hay mucho que tendrá su cumplimiento en el
futuro; sin embargo, sabemos que actualmente el diablo está haciendo todo lo que
pueda para impedir que los no salvos sean libertados del poder de las tinieblas y
trasladados al reino del amado Hijo de Dios (Col. 1:13). Sataná s anima a los hijos de
desobediencia (Efe. 2:2), ciega la mente de los hombres para que no les resplandezca
la luz gloriosa del Evangelio (2 Co. 4:3-4) y mantiene al mundo inconsciente en sus
brazos (1 Juan 5:19; V.M.).
Se revela asimismo que, como parte de su estrategia, Sataná s procurara limitar las
cosas de Dios, lo cual va muy de acuerdo con su propó sito de ser semejante al Altísimo,. por lo
tanto, é l promoverá y creará la difusió n de muchos sistemas religiosos (1 Tim. 4:1-3, 2 Co.
11:13-15) y en relació n con esto es necesario recordar que Sataná s puede promover ciertas
formas de religió n que esté n basadas en ciertos textos extraídos de la Biblia, que exalten a
Cristo como su caudillo e incorporen todos los aspectos de la fe cristiana, con la excepció n de
uno solo: La doctrina de la salvació n por la sola gracia de Dios, a base de la sangre derramada
por Cristo en la cruz. Tales errores satá nicos está n presentes en el mundo el día de hoy y
multitudes son engañ adas por ellos. Debemos poner a prueba estos sistemas religiosos por la
actitud que ellos adoptan hacia la gracia divina que salva a travé s de la sangre eficaz del
Cordero de Dios (Apoc. 12:11).
Asimismo, debe recordarse que los hijos de Dios no son atacados por "carne" o sangre,
sino que su conflicto se desarrolla en la esfera de su relació n celestial con Cristo. Esto
significa que posiblemente el creyente no sea conducido a practicar lo que es inmoral, pero él
puede fallar completamente lo que toca a la oració n, al testimonio cristiano y a la victoria
espiritual. Deberíamos tener siempre presente que tal estado de fracaso espiritual es tan
deshonroso a la vista de Dios como los son aquellos pecados espontá neamente condenados por
el mundo.
El juicio de Satanás en la cruz: por medio de la cruz Sataná s fue juzgado de una
manera completa (Juan 12:31; 16:11; Col. 2:14-15); pero la ejecució n de la sentencia
queda pendiente todavía para el futuro. En el jardín del Edén Dios predijo esta
sentencia y su respectiva ejecució n (Gen. 3:15).
Satanás será arrojado del cielo: a mediados de la gran tribulació n y como resultado
de una guerra en el cielo. Sataná s será arrojado de las alturas y limitado en sus
actividades tan solo a la tierra. Entonces el actuará con grande ira. Sabiendo que no
tendrá sino un poco de tiempo para continuar su obra (Apoc. 12: 7-12; cf. Is. 14:12;
Lc. 10:18).
Satanás será confinado al abismo: Durante los mil añ os del reino de Cristo sobre la
tierra, Sataná s estará atado en el abismo, pero después será suelto por un "poco de
tiempo" (Apoc. 20:1-3,7). El propó sito para confinarle al abismo es hacer imposible
que actú e y continú e engañ ando a las naciones.
La condenación final de Satanás al final del milenio: Después de haber
promovido una rebelió n en contra de Dios, durante el "poco tiempo" que estará en
libertad, Sataná s será lanzado en el lago de fuego para ser atormentado día y noche
para siempre jamá s (Apoc. 20:10).
4. LA OBRA DE LOS ÁNGELES CAÍDOS
Se oponen a los propó sitos de Dios (Dn. 10:10-14); afligen al pueblo de Dios (Luc. 13:16;
Mt. 17:15,16); ejecutan los planes de Sataná s (Mt. 25:41; 12:26,27); impiden el desarrollo de
la vida espiritual del pueblo de Dios (Ef. 6:12); tratan de engañar al pueblo de Dios (1 Sam.
28:7-20).