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DEISMO Y TEISMO.

Confundir teísmo con deísmo es común —las palabras son iguales excepto por
una letra t, más aún, tiende a usarse con descuido.

Primero, debe mencionarse al ateísmo, que es muy claro en lo que propone:


Dios no existe y por eso no hay nada sobrenatural, todo es material.

Segundo, hay otra posición que se llama agnosticismo y que propone otra


cosa distinta: es posible que Dios exista y es posible que Dios no exista y eso
es algo que no podrá saberse jamás —no merece la pena hablar del tema.

En las dos anteriores ideas se agrupa a las personas para las que para todo
propósito práctico Dios no existe.

Lo anterior lleva a otras dos posiciones, en las que caen las personas que sí
creen en Dios pero que tienen diferencias al respecto.

Tercero, la posición del deísmo, el que propone que Dios sí existe y que ha


sido él quien ha creado al mundo pero hasta allí —Dios no interviene en el
mundo, ni se ha revelado a las personas. Bajo esta óptica, ninguna iglesia ni
religión tiene sentido.

Cuarta, la posición del teísmo, el que también cree que Dios existe y que el
mundo es su creación —una creación en la que él interviene, en la que se ha
revelado al hombre y lo llama a una vida futura junto a él.

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Entonces, la distinción entre deísmo y teísmo es sencilla de ver —para los dos,
Dios existe, pero para el deísmo Dios no interviene en nuestra vida, aunque
para el teísmo Dios sí interviene. Así de simple, aunque en estos terrenos las
posturas tienen sutilezas que crean grupos dentro de cada concepto.
Para mayor recordación de estas ideas, ellas pueden ser colocadas en una
escala de intensidad de creencia en Dios:

La mayor intensidad de creencia en Dios es el teísmo pues cree en la


intervención de Dios en la vida humana; a lo que sigue una posición de
intensidad mucho menor, el deísmo, que afirma que Dios existe, pero que no
interviene en la existencia humana.

Con una intensidad aún menor está el agnosticismo que simplemente declara
que no puede saberse si Dios existe o no; y al final, con una intensidad nula
está el ateísmo que niega que Dios exista.

Una buena manera de distinguirlos es pensar en los milagros —esos sucesos


que son tan extraordinarios que no tienen una explicación basada en la razón
humana y sus conocimientos.

Para el teísmo, los milagros son reales y se deben a la intervención de Dios;


para el deísmo los milagros sencillamente no existen y si algo extraordinario
sucede, ello debe tener una explicación. Para el agnosticismo, los milagros son
posibles quizá, pero nunca se sabrá si lo son o no; y para el ateo, los milagros
no existen.

El uso de la escala de intensidad de creencia en Dios tiene cierta utilidad para


comprender algunos fenómenos religiosos —por ejemplo, quienes creen en la
Biblia como una revelación de Dios pueden clasificarse como teístas, mientras
que serían deístas los que niegan que ese libro sea una manifestación de Dios.

De unos pocos siglos para acá, se ha registrado un movimiento secular que ha


movido la intensidad de la creencia en Dios hacia posiciones que son más
deístas sobre todo —las que siguen afirmando la creencia en Dios pero la
conciben fuera de la religión establecida y más como un fenómeno de
experiencia personal subjetiva con muchas posibles manifestaciones.

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