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, 6 Rafael Llano Cifuentes

EL PERFIL DE LA AUTENTICIDAD 69
Verdadera y falsa autenticidad 71
Fidelidad y transparencia , 74
- VIDAS SINCERAS
La pasión por la verdad

El hombre tiende hacia la verdad como los cuerpos hacia su


: centro de gravedad. La historia de la civilización es la historia
| l de la búsqueda de la verdad: la verdad científica, filosófica,
religiosa, antropológica. Se gastan millones de pesos para
conocer la composición química de un pedazo de piedra
recogido en la luna. ¿Por qué esa pasión por la verdad?

E l Porque fuimos creados por Dios a su imagen y semejanza.


ES Y nuestra inteligencia, nuestra facultad más noble —que es
ll ; como una chispa de la inteligencia divina—, se alimenta de la
do verdad. Y cuando ese alimento está corrompido por la men-
tira, experimentamos dentro de nosotros una profunda re-
pugnancia, algo semejante al rechazo de un cuerpo extraño.

Por eso sentimos tanto miedo de que alguien descubra en


| i nosotros una mentira. No nos gusta ser rechazados. Por esta
razón no aceptamos que alguien nos diga: “Usted mintió”.
Asumimos más fácilmente que nos diga: “Usted erró”, por-
que en ese caso podemos alegar que erramos por distracción,
por debilidad o limitación. Pero tener que reconocer que
¡ mentimos conscientemente es muy duro, y provoca en
nosotros una profunda vergúenza.

. | La mentira representa una íntima desfiguración de nuestra


ES : dignidad como hijos de Dios. Si Dios esla infinita verdad, una
infinita mentira es la representación más viva de lo opuesto
$8 Rafael Llano Cifuentes Vidas sinceras 9
(4

a Dios. Es precisamente por esto por lo que existe una que creen que mintiendo toda la historia
incompatibilidad radical entre Dios y el demonio, a quien van a engañar la muerte enteramente.
Mienten. Mienten y callan. Pero sus frases
Jesús llama padre de la mentira (Jn. 8, 44). Es decir, cuando
hablan. Y desfilan de tal modo desnudas
mentimos nos hacemos hijos del mismo demonio. que un mismo ciego puede ver
la verdad en trapos por las calles (...)
Además de ello, la mentira tiene mucho de antinatural. Los Mienten deslavadamente
ojos fueron hechos para ver; los oídos, para oír; la inteligen- como ninguna lavandería miente
cia, para descubrir la verdad; y la lengua, para hablar. al ver la mancha sobre el lino, mienten
con la cara limpia y en las manos
Cuando se miente, se provoca una violencia contra la
la sangre caliente, mienten
aturaleza y también contra la misma vida social. Aquel que ardientemente como un enfermo
miente en cualquier asunto es como si pusiese en circulación en los instantes de la fiebre, mienten'
una moneda falsa. ¿Qué pensaríamos si, en un momento fabulosamente como el cazador que quiere pasar
dado, se descubre en un país que la mitad del dinero es falso? gato por liebre. Y en ese camino de mentira
¿Y que habríamos entonces de sentir si es un padre o una la caza es que caza el cazador
madre quienes mienten? ¿Si es un juez el que miente? ¿Si es con la armadilla.
Y de tanto mentir tan bravamente,
una autoridad la que miente? Simplemente sentiríamos
construyen un país de mentira
pánico. El pánico a las personas individuales, a la familia, a diariamente.”
los bancos, a la economía, al país entero. Sentiríamos en el
propio cuerpo la desconfianza, la inseguridad, la decadencia. La decadencia de la verdad es, pues, la principal causa de
la decadencia de cualquier sociedad. Y, en contrapartida,
, La mentira tiene raíces profundas, pues brota del mismo elevar una persona, una familia, una comunidad, es elevarlas
pecado original, prolifera entre la vanidad y el orgullo, la primero moralmente, haciendo reinar en ellas lo que hay de
altivez y los complejos, el egoísmo y la envidia. Y por eso más esencial: el amor por la verdad.
invade al mundo, en todos sus contornos diariamente. Asílo
AA

dice Affonso Romano de Sant' Anna en forma de poema:


El instinto de autenticidad
NS AAA

Me mintieron. Me mintieron ayer


y hoy mienten nuevamente. Mienten
de cuerpo y alma, completamente. Hay también en todos nosotros un instinto de autenticidad.
Y mienten de manera tan pungente Necesitamos saber quiénes somos. Precisamos “asumir nues-
tro ser”, vibrar con nuestras fibras más íntimas en concordan-
¿as E

que encuentro que mienten sinceramente. ,

Mienten, sobre todos, impunemente. ,


No mienten tristes. Alegremente 1 Affonso Romano de Sant' Anna, en Jornal do.Brasil, Río de Janeiro,
mienten. Mienten tan nacionalmente 7.04,1984,
Ao
ECN
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cia con la sinfonía de la Creación. Es como si intuyésemos Necesitamos ser nosotros mismos, ser aquello que somos
que, al formar parte del concierto que el cosmos entero con plenitud de alegría, ser auténticos, como el aire que
ejecuta, no podemos llegar a sentirnos felices en cuanto no respiramos. Es solamente desde ese equilibrio íntimo que po-
interpretamos la melodía que nos corresponde a cada uno de drá sobrevenir el equilibrio social, como bellamente decía
nosotros dentro de esa composición politónica. Shakespeare: “Sé fiel a ti mismo, y de ahí se seguirá —como
la noche sucede al día— que no podrás ser mentiroso y desleal
Hay personas que se encuentran íntimamente fuera de con nadie. ”?
lugar, como si estuviesen desafinadas, precisamente porque
/ no saben ubicarse, asumiendo su propia identidad ante el Pero en nuestra vida existe al mismo tiempo un torcido
- mundo que nos rodea. Tal vez pasen años y años escondien- instinto de inautenticidad: atribuimos un valor exagerado a
do su verdadero rostro atrás de mil engaños, envueltas en nuestra propia importancia, no nos aceptamos, no nos con-
una cálida atmósfera de “haz de cuenta”; pero un día, por formamos con lo que somos. ¿De dónde nace esa tendencia
causa de un acontecimiento cualquiera, de una decepción, hacia la falta de sinceridad e inautenticidad? Del orgullo, que
de un fracaso, su vida interior se desmorona. Luego viene la es una enfermedad provocada por el pecado original y
depresión cargada de preguntas: ¿Cuál es mi verdadera transmitida después a todo el género humano,
identidad? ¿Qué sentido tendrá mi vida en el futuro? ¿Cuál
será el fin de todo esto? Hablan entonces de crisis, de la Dios nos creó para ser felices. Pero el hombre no se resignó
necesidad de ir a un psiquiatra. Cuando en verdad esa crisis con su condición de criatura; ambicionaba un destino autó-
muchas veces no es sino la primera sospecha que tuvieron de nomo y absoluto: quería ser como Dios (cfr. Gen. 3, 5). Su
¡su verdadera personalidad, un rayo que puede representar el rebelión comenzó, pues, con un movimiento centrípeto: no
' momento del despertar, el encuentro con su vida real, con su quiso aceptar su propia identidad, no quiso ser criatura,
verdadero “yo” y, en último análisis, como el Dios de toda la asumiendo así una actitud de inautenticidad.
“verdad.
A consecuencia de esa inclinación enfermiza, el deseo más
Precisamos, cada uno de nosotros, de ese ajuste profundo profundo de nuestro ser, el deseo de autenticidad —que no es
de nuestra identidad que es personal, única e intransferible otra cosa más que el deseo de alcanzar la perfección a que
con nosotros mismos, con las otras personas, con el mundo somos destinados por nuestro creador—, se generó en noso-
que nos rodea y principalmente con Dios. Cuando no hay esa tros el más grave vicio: el amor propio desordenado. Esto nos
unidad interior, cuando comienza a configurarse en nosotros lleva a una especie de delirio de grandeza: queremos ser
una cierta duplicidad, comenzamos también a sentirnos dueños de todo y no carecer de nada, deseamos poseer todas
desequilibrados, neuróticos; tal vez esquizofrénicos, pues la las virtudes y ningún defecto. Y como eso cuesta mucho
esquizofrenia y la doble personalidad se pueden presentar al
mismo tiempo. 2 3. Wain, El mundo vivo de Shakespeare, Madrid, 1967, p. 47.
Bn

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de

esfuerzo, y percibimos que no tenemos capacidad para A lo largo de estas páginas hablaremos de los variados
conseguirlo por nuestra propia voluntad, inventamos una desdoblamientos que presenta la falsedad. Vamos, sin em-
perfección de la cual no somos dueños, fingimos una perso- bargo, a comenzar por los más enigmáticos, por los más
nalidad que no poseemos, y caemos en la falta de sinceridad. difíciles de vencer precisamente porque están más escondi-
dos y disimulados: nuestros disfraces, nuestra capacidad de
fingir y de hacer teatro.
La sinceridad
“Mi cerebro —escribe Machado de Assis— fue un tablado en
Los romanos «en su pasión por lo bello y por lo auténtico, que se dierón piezas de todo género, el drama sacro, el
admiraban las expresiones artísticas más perfectas y genui- austero, el ridículo, la comedia loca, las farsas desgreñadas,
nas. No admitían defectos en las obras de arte. Por eso, los actos solemnes, las fanfarronerías, un pandemonio, una
cuando un escultor fallaba procuraba disimular su imperfec- confusión de cosas y personas. No había allí la atmósfera
ción cubriéndola con cera. Pero, cuando la estatua salía solamente del águila y del colibrí había también la del
“perfecta de sus manos, se decía que estaba completa, íntegra, molusco y la del sapo. ”*
auténtica, sine cera “sin cera”. De ahí deriva la expresión
sincera. La sinceridad explica simultáneamente la veracidad Esta tendencia a convertir el cerebro en un palco de teatro
y la autenticidad. nos revela nuestra inclinación a convertir la vida en una
especie de desfile de máscaras.
En la vida humana hay diversos tipos de “cera”, así como
hay variadas simulaciones e inautenticidades. No existe nada
que no se haya inventado para engañar a nuestros semejan-
tes: moda, cosméticos, pelucas, cirugía plástica como tam-
bién las sonrisas, lágrimas, palabras, silencios, insinuaciones,
omisiones, exageraciones, fingimientos, medias verdades y
mentiras. Frente a un grupo de personas, nos viene a veces
a la mente un pensamiento como éste: “Diez rostros, diez
misterios, diez máscaras”.*

3 Cfr. Rafael Llano Cifuentes, Egoísmo e amor, Caderno Temas


Cristáos n. 32-33, Quadrante, Sáo Paulo, 1988, pp. 7-15. Existe la 4% Machado de Assis, Memorias Póstumas de Brás Cubas, Sáo Paulo,
versión en español: Editorial MiNos, México, 1992, pp. 7-15. 1962, p. 87. Existe la versión en español.
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EL DESFILE DE MÁSCARAS

El hombre experimenta un impulso indeclinable hacia la


grandeza, ala perfección, al triunfo; pero al mismo tiempo se
siente inclinado a la comodidad, a la flojera y a la ley del
menor esfuerzo.

Algunos superan ese dualismo luchando por superar el


mundo de las tendencias inferiores y elevarse a las alturas;
otros más se dejan llevar cuesta abajo por la negligencia y por
la apatía; y un tercer grupo, tal vez el más numeroso, opta
por una solución intermedia: esconde sus insuficiencias y
defectos detrás de una máscara.

La máscara es mucho más fácil de elaborar que una


verdadera personalidad. Aquélla se hace de cartón;* ésta otra
de lucha y esfuerzo, de sangre y de lágrimas.

Son tan consoladoras las representaciones teatrales y los


desfiles de máscaras. ¡Qué alegría para una humilde emplea-
da doméstica poder estar durante cuatro días en la escuela de
samba,” ser una reina o un hada! ¡Qué satisfacción para
José, “el trabajador”, vivir por unas horas el papel de presi-
dente de la República, de emperador de Brasil o de Luis XV!
¡Qué sensación tiene el universitario cuando se llena la boca
con un vocabulario erudito, pero que en el fondo es. un pobre
” Aquí el autor juega con la palabra portuguesa papeláo que significa
tanto “cartón” como “persona adornada”. (N. del T.)
Durante el carnaval, diferentes grupos de jóvenes circulan porlas calles
disfrazados o bailando, a ritmo de samba, con diferentes estilos de
acuerdo a la escuela o academia a la que pertenecen. (N. del T.)
16 Rafael Llano Cifuentes Vidas sinceras 17

hombre ignorante! ¡Qué vibración tan vacía tiene un mucha- Vamos, por eso, a detener nuestra atención en este desfi-
cho que exagera sus aventuras amorosas, levantando olas de le de disfraces, dejando correr ante nuestros ojos, en la pasa-
admiración entre sus inhibidos colegas! rela de la vida, las principales máscaras carnavalescas a través
de las cuales acostumbramos escondernos, para sacar de
Pero las alegrías de este gran carnaval del mundo terminan ellas una enseñanza fecunda. El presentador de este espec-
un día, en un miércoles cualquiera. La humilde empleada táculo no tiene espacio ni tiempo para hacer desfilar tantas y
doméstica, con ojeras en el rostro, tendrá que cambiar el tan variadas imágenes. Por esoyse limitará a una única serie,
vestido de princesa por un simple delantal de cocinera. El llena de características muy originales: “la serie zoológica”.
buen José, “el trabajador”, dejará los pantalones de satín Observaremos un conjunto variado y colorido que, con sus
brillante a la Luis XV para vestir aquellos otros, pálidos y acciones pintorescas, podrá enseñarnos lecciones intere-
luidos, con los cuales gana honestamente el pan de cada día. santes.
El estudiante vanidoso quedará deprimido con la nota baja
que sacará en el examen. El muchacho, en el silencio de la
noche, sentirá en su corazón la mordida de la soledad y El pavo
la nostalgia, porque en medio de sus veleidades y amoríos
superficiales, nunca consiguió conquistar un verdadero y La primera imagen que el presentador hace desfilar en la
profundo amor. pasarela es realmente fantástica: levanta en el lugar una
entusiasta lluvia de aplausos. Es un magnífico pavo, que
'

El carnaval siempre termina en tristeza. La máscara de la entra caminando pausadamente, con inclinaciones de dere-
a

vida cae, y entonces, ¿qué sucederá? cha aizquierda, irguiendo la cresta roja, hinchando el cuerpo,
.
ed pr,

sacudiendo el plumaje fulgurante. Pero esas plumas brillan-


“¿Qué sucederá —escribía Nietzsche— cuando una másca- tes esconden apenas su tristeza interior, y esos penachos
na

ra caiga? ¿Quién nos podrá reconocer? Si nos quitásemos los vistosos se levantan encima de un cerebro de mosquito.
velos, los disfraces y las actitudes, no quedaría más que un.
espantapájaros”.5 ¡Cuán triste sería si, al final de nuestra vida. Las plumas coloridas nos recuerdan muchas y muy dife-
—al presentarnos ante la luz vivísima de Dios, la verdad rentes figuras: el físico escultural de aquel que modela sus
infinita—, llegásemos a la conclusión de que toda nuestra vida músculos con el mismo esmero con que el adolescente
fue una farsa y toda nuestra personalidad una máscara de acomoda su cabello frente a un espejo; el cuerpo que se
cartón! exhibe en la playa con la misma vanidad con que la modelo
desfila en las pasarelas de la moda, o incluso la actitud de esas
“muñecas deslumbradas” —sean hombres o mujeres— que
5 ApudF. Pérez-Embid, Forjadores del mundo contemporáneo, v. III, están continuamente contemplándose a sí mismos como
7a. ed., Barcelona, 1971, p. 141. Narciso en el espejo de las aguas. La cola llamativa del pavo
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18 Rafael Llano Cifuentes Vidas sinceras 19
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se nos aparece en nuestro vivir cotidiano bajo la forma de to, con la potencia del automóvil, con el excesivo adorno del
automóvil vistoso, de apartamentos lujosos, de reuniones lenguaje y hasta con las falsas virtudes, las estrechas dimen-
de alta sociedad y de los brillantísimos espectáculos de la siones de la propia personalidad.
moda.
El brillante aspecto del pavo es la máscara de una perso-
Cuántas veces hemos visto desfilar ante nosotros, en la nalidad atrofiada, que esconde la pobreza del ser con la
pasarela profesional, a aquellos que gustan de ser denomina- riqueza del tener o del aparecer.
dos “vanguardistas geniales”, “progresistas revolucionarios”,
“modernistas”, “pioneros del progreso”. Lo importante, para El presentadorinvita al pavo a retirarse, alegando que tiene
ellos, no es decir la verdad, sino formular lo que “creen que otros personajes que exhibir, pero el pavo no obedece. Co-
está bien”, o lo que está “insertado en el contexto”. Lo que mienza a dar vueltas rápidas en torno de sí mismo en cuanto
realmente les importa es, como se dice ahora, estar dentro escucha los aplausos, y parece que le oímos decir en un mur-
y evitar a toda costa permanecer afuera. Por eso, hacen mullo de satisfacción: “Aplaudan, aplaudan más; yo vibro
. uso de un vocabulario moderno con resonancias sonoras con los aplausos, los aplausos son los que me dan vida.
—“estructuralismo”, “dialéctica conjuntiva”, “ecosistema”-— ¿Ustedes gustan de mí? Es natural, muy natural; yo también
o con una semántica snob —back-ground, feeling, design, gusto. de mí, especialmente de mi cola”.
check-list, handicap—. Piensan estar dando así una imagen
de intelectual brillante o de joven ejecutivo estadouniden- Por fin, el presentador no tiene más remedio que empujarlo
se, de un yuppie; pero quien conoce la realidad esquelética fuera de la pasarela por la cola.
escondida por detrás del refulgente plumaje —su inconfesada
.¡ignorancia— percibe que están pura y simplemente haciendo
un papel ridículo. El camaleón

Sí, ya observamos muchas veces ese desfile en las aulas ¡Qué contraste! Sube ahora a la pasarela una imagen extra-
universitarias, en los salones de moda, en los clubes que dan “fa; parece un animal antiquísimo en miniatura. Pero lo más
estatus. extraño es que, a medida que se aproxima, va cambiando
lentamente de color: se presenta pardusco sobre el estrado,
Hay, en esas actitudes y en otras muchas que aparecen en rojizo cuando pisa el tapete, verde cuando se coloca frente a
todos los terrenos (en el deporte, enlas finanzas, en la política las plantas que sirven de adorno,
y en la vida religiosa), un cierto complejo de inferioridad
escondido y disimulado, una voluntad de querer brillar y El camaleón defiende su debilidad utilizando un recurso
aparentar-lo que encubre un verdadero raquitismo interior. natural —el mimetismo—, que lo identifica con el medio en
Parece que se quiere compensar con el lujo del departamen- que se encuentra. Hay muchos hombres que usan esta

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20 Rafael Llano Cifuentes “Vidas sinceras 21
1

máscara: cambian de color ideológico, profesional, político o en el entrepiso de su alma varios sistemas métricos, diversos
religioso de acuerdo con el ambiente que los rodea. Están patrones de pesos y medidas que utiliza para favorecer a unos
siempre del lado del más fuerte o de la mayoría; son progre- y engañar a otros.
sistas entre los progresistas, conservadores entre los conser-
vadores, descarados entre los descarados, moderados en la En ciertos ambientes, se valoriza esta actitud como pru-
casa de los abuelos, fervorosos en un ambiente de iglesia. dente, política, diplomática; se dice que revela juego de
Son de una forma en la familia, de otra en la escuela, en el cintura, habilidad, cuando en realidad se debería juzgar como
grupo de amigos, -o en la playa, y de otra muy diferente poco noble, poco íntegra. Porque ese hombre poliédrico,
cuando están solos. Son multiples, plurivalentes: tienen una escurridizo como una anguila, que en apariencia es una
máscara polifacética, y con eso acaban por perder la perso- especie de “héroe de la habilidad”, es en realidad un astuto
nalidad. mañoso, un ridículo comediante, un gran payaso.

Cuando el camaleón toma el color de la superficie en que Es poco brillante la presentación de esta imagen, pero
se encuentra, se adapta a su medio para sobrevivir. El quien se esconde detrás de ella poco se valora: en el fondo
hombre, algunas veces, se adapta por prudencia; pero otras de su rostro, tras una sonrisa irónica, parece decirnos: “Estoy
muchas por cobardía, por mediocridad, por el deseo de engañando a todos. Olvida lo que pasó, lo importante es.
agradar a todos, por astucia ladina o por ambición. Pero casi pasar desapercibido; pero al fin seré victorioso. Quien ríe al
siempre compromete, de esta forma, su coherencia, si es que último, ríe mejor”.
no deforma su personalidad, Es el caso del cristiano que vive
inseguro, que tiene miedo de comprometerse en ambientes
El león
adversos con recelo de ser tachado de santurrón o de
hipócrita, y no hace otra cosa que aumentar el grupo de los
Ahora irrumpe en la pasarela, con actitudes decididas, un
indefinidos y amorfos, por no decir de los cobardes. felino de gran porte. Con ferocidad muestra ostentosamente
sus garras y sus dientes. “Es un león”, grita el público. La
El camaleón sabe jugar astutamente con la omisión culpa- imagen es perfecta. Encarna la agresividad terrorífica del rey
ble y el silencio, con la actitud escurridiza y ambigua; se in- de la selva.
clina por la opinión o por el grupo que llegue a favorecerlo
más, espera que las discusiones lleguen hasta el final para ¿Qué esconde por detrás esta máscara? La pregunta me
después apoyar el punto de vista que haya vencido; coloca evoca otro desfile, un desfile de figuras carnavalescas al que
delante un porta-voz, una frente de hierro para evitar que- » “acostumbraba presentársenos los días de fiesta en cierto
marse personalmente; gusta, con frecuencia, quedar en la pueblo, donde de niño pasaba las vacaciones. Me asustaba
sombra para aparecer sólo en el momento del triunfo; tiene principalmente el gigante, que tenía una cabeza inmensa; se

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22 Rafael Llano Cifuentes Vidas sinceras 23

acercaba a mí en una actitud desafiadora, como si quisiera cuantitativamente sus “aventuras amorosas” para compen-
devorarme, y yo siempre salía corriendo. ¿Quién estaría sar la carencia cualitativa de una auténtica virilidad.
. . . . . . .f- 6

detrás de aquello?, me preguntaba. Después de cierto tiem-


po, sin embargo, descubrí que quien controlaba aquella De la misma forma, el ateo que, sin propósito alguno, trata
enorme imagen era un pobre infeliz que vivía en el pueblo, de demostrar con aparente seguridad la inexistencia de Dios,
mentalmente debiloide. Aprovechaba la fiesta para ser gran- sólo muestra así sus dudas e incertidumbres. Me viene a la
de por un día, porque el resto del año era un hombrecito memoria cierto muchacho, alumno mío de la Facultad Paulina
insignificante, al cual nadie prestaba atención. de Derecho, que afirmaba a diestra y siniestra que era ateo.
Era muy amigo de él y de su grupo. En aquel año, muchos
Muchas veces las personas no reparan que, detrás de la de sus colegas debieron ir conmigo para prepararse para la
agresividad, se esconde la inseguridad; el débil se oculta con Pascua, pero él se negaba. Sus amigos, de broma, lo empu-
frecuencia detrás de una máscara de león. Esta paradoja se jaron hacia la sala donde me encontraba. Parado completa-
repite en muchas facetas de la vida humana, dando razón a mente recto comenzó a decir: “¡Yo no me confieso, soy ateo,
aquel viejo y sabio refrán que dice: “Dime de que presumes, Dios no existe!” Comencé a reír y le dije: “Cálmese, usted no
- yte diré de que careces”. Los ejemplos son delo más variado. desea confesarse, no se preocupe. ¿Quiere fumar un ciga-
rro?” Comenzamos a conversar despreocupadamente, ha-
El católico divorciado que presenta ostentosamente a su blando de diversos temas de la escuela. De repente, le
4

nueva compañera está ocultando de esa forma el malestar pregunté: —“¿Usted ve algún caballo en esta sala?” —“No.
que siente en su intimidad. La persona que presenta la ¿Por qué me hace una pregunta tan extravagante?” — “¿Usted
homosexualidad como la “elevada expresión de sensibili- gastaría algo de su inteligencia y de su tiempo para demostrar
dad” dela cultura griega o de la inteligencia de algunos genios que aquí no hay un caballo?” —“No. ¡Sería absurdo!
artísticos, en el fondo pretende sólo hacer callar los remordi- “¿Entonces por qué gasta tanta energía para intentar de-
mientos de su conciencia ante sus desviaciones sexuales. mostrar que Dios no existe? Si usted estuviera bien conven-
Aquel que se jacta de sus experiencias amorosas acostumbra cido de eso, ni se acordaría de decirlo, ¿No será que insiste '
en realidad ser un fracasado en ese campo. en hablar de ello porque, en el fondo, tiene serias dudas de
que no exista?” Eljoven quedó blanco. Selevantó de un salto
Gregorio Marañón, en su conocido ensayo sobre “Don y salió disparado, mientras decía: -“No tiene que convencer-
Juan”, estudió en profundidad la vida de Juan de Vilamedia- me! ¡No tiene que convencerme!”
na, que fue el personaje real que Tirso de Molina aprovechó
para describir la psicología del conquistador. A través de ese
estudio, y del de otras vidas paralelas, llegó a la conclusión de
que el tipo donjuanesco es una personalidad de virilidad $ Cfr. G. Marafñión, Don Juan, 4a. ed., Espasa-Calpe, Buenos Aires-
dubitativa: se siente de alguna manera obligado a repetir México, pp. 68-72 y 96-101.
24. Rafael Llano Cifuentes Vidas sinceras 25

Pobre máscara de león. No percibe lo que ya sabemos: propia del verdadero amor. Cuánta razón tiene el viejo
detrás de su larga melena, de sus afilados dientes y de sus
proverbio que dice: “¡Quien desdeña, quiere comprar!”
garras potentes, se esconde un hombre pusilánime, una
pobre criatura insegura y arrinconada, que defiende su La ironía, por ejemplo, representa casi siempre un ataque
debilidad atacando con fingida ferocidad. indirecto. Es la táctica de quien se siente herido en su
vanidad, en su orgullo, y teme el ataque frontal porque no
quiere oír una réplica humillante, pero también no es capaz
La zorra de reprimir su deseo de quedar por encima. En este conflicto
opta por la solución disimulada, “de zorro”: el chiste ardido.
Ahora entra repentinamente, sin ser llamada, una zorra de Esto explica en muchos casos la frecuencia con que se
ojos verdes y mirar astuto. Su actitud es ladina: no avanza en maneja esa arma en la ausencia de la persona apuntada,
línea recta, sigue siempre direcciones oblícuas, y nunca mira impedida de defenderse. La clandestinidad, la acción escon-
a los otros de frente. dida, las alusiones indirectas, son todas ellas una máscara
protectora de la cobardía del hombre irónico.
Quien describió muy bien esta máscara fue La Fontaine,
en su conocida fábula. La zorra deseaba comer aquel sucu- Cuántas crisis de fe, que aparentemente tienen su origen
lento racimo de uvas; se esforzaba una y otra vez, sin en motivos de índole intelectual, encuentran sus verdaderas
conseguirlo; hasta que, agotada por sus repetidas tentativas causas en razones mucho menos puras, menos “racionales”
se alejó diciendo: “Bah... están verdes”. y más emotivas y pasionales, pero hábilmente disfrazadas.
Me acuerdo al respecto de una conversación que tuve cierta
vez con un estudiante de medicina. Es tan significativa que
.

Es la tía solterona que siente envidia de su sobrina joven,


tan procurada porlosjóvenes bien parecidos, y que murmura podría parecer forzada si no fuese rigurosamente verdadera.
a

en-el pequeño círculo familiar: “Con esas maneras tan libres, Me decía que tenía serias dudas sobre la divinidad de
cualquier muchacha conquista hoy a un joven. En mi tiempo Jesucristo. —“Pero, ¿por qué?” —“Porquelefen un libro de re-
no era así, no”. Es el perezoso que critica a su amigo que es ligiones comparadas que Cristo se inspiró en la doctrina de
un buen alumno, diciendo que es un “barbero”, “egoísta”, Mahoma”. —“Pero ¿no sabe usted que Mahoma vivió en el
“predilecto” del profesor, cuando en lo íntimo es él quien se siglo VI! después de Cristo? “Me oyó por un largo tiempo y
siente fracasado por no destacar en los estudios. Es el joven después, lleno de verguenza, me dijo que en realidad estaba
que hace burla de un amigo porque se enamora limpiamente intentando justificarse. Tal vez hubiese confundido a Mahoma
porque vive la castidad, y dice de él que es “poco hombre”, con Buda. Que últimamente estaba en una situación muy
difícil. No conseguía zafarse de una divorciada que no se
cuándo en realidad está escondiendo el deseo íntimo de
poder tener también
separaba de él ni de día ni de noche. En aquel momento,
aquella alegría, aquella vibración tan
comenzó a sollozar.

A -
ai a ia E . oe.”
26 Rafael Llano Cifuentes Vidas sinceras 27

La zorra nunca indica el verdadero motivo de su actuar.


(Jn. 3, 20). Los que se cubren con la máscara de avestruz
“Las uvas están verdes”, dice. Se rechaza lo que se busca; se
huyen de aquellas verdades que los obligaría a romper con
ironiza lo que se codicia; se criticalo que íntimamente se desea,
un género de vida contrario a los dictámenes más profundos
¡Cuántas personas andan porlas calles de nuestras ciudades,
de su conciencia. Obscurecen sus ojos con la ignorancia para
por las oficinas, fábricas y escuelas vestidas con esa piel de
que puedan esgrimir después el inconfesable alivio: “no
zorra!
tengo la culpa, no puedo ser incriminado porque desconocía
mi responsabilidad en este terreno...” Se provoca conscien-
La zorra, ladinamente, se retira por la puerta del fondo.
temente la propia ceguera, para más tarde justificar los
Cae el telón.
errores diciendo que no se habían tenido en cuenta: son tan
tranquilizantes esos estados crepusculares de semirrespon-
sabilidad.
La avestruz
Hay mucha gente que, a semejanza de la avestruz, vive de
Se levanta el telón. En medio de la pasarela se encuentra
ese “haz de cuenta”. Haz de cuenta que, al esconder la
ahora una extraña ave de largo pescuezo, con la cabeza
cabeza, el león realmente desapareció; haz de cuenta que no
escondida bajo del tapete. Y adivinamos también, detrás de
hay enfermos que mueren abandonados en un hospital; haz
mil rostros, el mismo gesto ridículo de la avestruz que
es- de cuenta que la vida terrena existirá siempre y que la muerte
conde la cabeza en la tierra cuando detectan la proximidad
no va a llegar; haz de cuenta que la verdad infinita de Dios
de una fiera peligrosa.
dejará de descubrir todas esas falsedades.
Es la actitud de quien no quiere tomar conciencia de la
Y en ese mundo de “haz de cuenta” se va viviendo
verdad, por medio de las consecuencias que esa verdad
sosegadamente, hasta que un día, de repente, el león devora
pueda acarrear. Esa persona tiene pavor de hacer una
a la avestruz. El león devora a la avestruz —la máscara cae—
pregunta comprometedora, de ir al médico, de leer determi-
cuando se percibe, a veces demasiado tarde, que la vida ya
nado libro esclarecedor, de hacer un retiro, de conversar con '
no tiene sentido, que será imposible recuperar el tiempo
el sacerdote, de reflexionar o meditar. Tiene miedo de
perdido.
quedar en silencio, pues el silencio le grita verdades que no
quiere oír, Es la ceguera voluntaria: lo mejor es no pensar,
Pero tal vez incluso antes, furtivamente, con la visión aún
para no incomodarse.
velada, comience a sentir miedo, como si una voz por dentro
dijese: “¡Usted se está engañando, levante la cabeza!” Las
Esta actitud, en el terreno espiritual, me recuerda aquellas
palabras de San Juan: “Todo el que obra mal, aborrece la
sombras que pasan por la imaginación de esa persona la
luz dejan asustada. No observa al león, la realidad objetiva;
y no viene a la luz para que sus obras no sean repren
didas” observa solamente fantasías, siente miedo frente a posibles

A,
28 Rafael Llano Cifuentes Vidas sinceras 29

peligros futuros. El verdadero león se convirtió, en su cere-


Indudablemente, la influencia masificante del ambiente es
bro, en una especie de fantasma imaginario. Muchos temo-
hoy más fuerte que nunca. Basta darse cuenta de la eficaz
res, muchas supersticiones, muchas neurosis tienen su origen
manipulación ejercida por los medios de comunicación y
en esos estados nebulosos creados por “el síndrome de la
propaganda en la fácil, universal e indiscriminada acogida de
avestruz”.
los eslogans y de los valores introducidos por los medios
de comunicación; en el terror que la mayoría de las personas
tiene de verse desaprobadas por la sociedad en que vive; en
La manada de lobos
el temor desproporcionado de hacer el ridículo por quedar al
margen de la idea que está en boga o que parece más
Pero la avestruz se retira. Invade la pasarela no una máscara,
“avanzada”; en la rapidez con que las cosas entran y salen de
sino un verdadero montón de máscaras. Todas ellas son
moda. Todo esto indica el elevado grado de masificación que
idénticas: la misma piel grisácea, el mismo hocico, los mismos
sufrimos.
gestos. ¡Es una manada de lobos!
Esta característica de nuestro tiempo estimula la tendencia
¿Qué significa esta insólita invasión? ¿Qué representa una
gregaria propia de las personas mediocres: sienten la necesi-
A

manada de lobos? Representa la colectividad, la comunidad:


dad de agruparse de cualquier forma, de juntarse, para suplir
los lobos no actúan solos, se defienden y atacan en grupo.
cuantitativamente lo que les falta cualitativamente, como
atributo personal. El grupo aglutina, abriga, fortalece, anima,
AS

Los hombres también proceden así frecuentemente. Con-


aplaude y, especialmente, disculpa.
funden su personalidad con el grupo, diluyen su responsabi-
A

lidad en conjunto. Y este fenómeno se viene acentuando


io

Se van formando así colectividades, manadas que atacan


como forma característica de nuestro tiempo; se presta ex-
y se defienden en conjunto como los lobos. Las pandillas
cesiva atención alo colectivo, a lo que está de moda; domina
de asaltantes, de golpeadores, de traficantes, las pandillas de
el miedo de no ser aceptado por la comunidad; parece
malhechores que se van tornando costumbre, son apenas
necesario identificarse con el figurín que está en la cresta de
una pequeña muestra de otras manadas que actúan mucho
la onda. Más aún —es ahora cuando el simbolismo se torna
más discretamente, sin que sean reprobadas, en las más
máscara—, se justifican los errores personales con la disculpa
diversas situaciones de la vida social. También se juntan para
de lo multitudinario: “Todos hacen lo mismo, la mayoría
encontrar apoyo y justificación: cómo ríe la pandilla cuando
piensa como yo”. ¡Qué sensación de calma tibia se siente en
el más atrevido cuenta que “se acostó” con esta jovencita o
contacto con la masa! Parece que defiende y acapara, que
con aquella otra; cómo se enorgullece de su sagacidad el
diluye el sentimiento de culpa subdividiéndolo entre las mil
empresario deshonesto cuando cuenta, en el círculo de sus
cabezas que forman la manada humana, convirtiendo el colegas, el último sistema patentado para evadir al fisco;
error en algo impersonal y anónimo.
cómo todos se muestran osados en las manifestaciones

IN |
m),
“1
30 Rafael Llano Cifuentes Vidas sinceras 31

multitudinarias, insultan a la policía, destruyen la


propiedad desfile. Dice que el último número es algo sensacional, nunca
ajena —mientras permanecen juntos. Pero cada
uno de los antes visto. Un verdadero broche de oro.
manifestantes, aisladamente, se comporta como el más
moderado y pacífico de los ciudadanos; el anonimato, Se levanta el telón y aparece. ¡Qué fiasco! ¡Un hombre!
con-
sagrado y garantizado por la masa, es lo que les da fuerza Sólo un hombre, vestido, sonriente, de apariencia agradable
s y
los vuelve valientes. y simpático. Se levanta entre el público un murmuro de
protesta: “¿Dónde estála más espectacular delas máscaras?”
El grupo acéfalo que no tiene inteligencia ni corazón,
no ¡Es una decepción!
tiene tampoco órganos capaces de experimentar el senti-
miento de culpabilidad. El refugio -la máscara— - El presentador, sin embargo, añade inmediatamente: “Por
es la masa.
favor, esperen uninstante.” Y en un movimiento rápido, arran-
En esto tenemos que dar razón al proverbio popular ca del rostro sonriente una película plástica que parece una piel
que .
dice: “mal de muchos, consuelo de tontos. Error de mucho finísima; detrás de ella surge la fisonomía horrorosa de un
s,
disculpa de bobos”. Para los mediocres dominados animal que es como una mezcla de todos los antes presenta-
por el es-
píritu gregario, el hecho de que una idea tenga mucho dos: tiene el hocico de lobo, los dientes de león, la cabeza de
s adep-
A ART

tos es una garantía de veracidad; pero para los que tienen avestruz, las orejas de zorro y las plumas de pavo. “¡Señoras
la
autenticidad de pensar con la propia cabeza, por el contrario, y señores, dice, les presento la máscara de las máscaras!: una
las ideas son verdaderas o falsas por su valor intrínseco. máscara tan perfecta que encubre todas las otras, una máscara
tan falsa que engaña hasta el propio enmascarado. ”
La responsabilidad es siempre personal, intransferible.
Nacemos solos y morimos solos; seremos juzgados, salvados Un aplauso fuerte e interminable resuena en el auditorio,
acompañado de manifestaciones evidentes de satisfacción.
o condenados individualmente. En el momento supremo en
El presentador vuelve a colocar la máscara, y el pavoroso
que cada uno de nosotros encare la verdad infinita de Dios,
animal se convierte nuevamente en aquella figura agradable
¿de qué podrán servirnos las sonrisas de aprobación de los
y sonriente, que comienza a andar con desembarazo por la
amigos, las disculpas de los compañeros de grupo? ¿Podrán
pasarela, a contar anécdotas divertidas, a cantar maravillosa-
acaso justificarnos, disminuyendo nuestra responsabilidad
mente. Poco a poco, los espectadores se van olvidando de lo
en la verdad amorfa de la manada? e que vieron debajo de aquella máscara y comienzan a comen-
tar: “¡Pero no es posible! Tuvimos una alucinación. Este
hombre es realmente encantador...”
La última máscara
El presentador estáradiante: “Conseguimos lo que preten-
El presentador mira el reloj, observa una cierta impaciencia díamos: engañar a todos. Realmente ésta es la máscara de las
entre los espectadores y promete terminar cuanto máscaras.”
antes el
32 Rafael Llano Cifuentes Vidas sinceras 33

¿Qué actitud humana correspondería a este el caso personal de su maestro.? Los estudios hechos sobre
tipo tan
sofisticado de máscara? Las muchas y diversas actitu la personalidad de J. J. Rousseau revelan que su teoría
des que
tal vez se pudiesen definir con las palabras dirigid educacional, presentada en la obra L“Emile, era resultado
as por
Kierkegaard a un amigo: “Tu función principal de los traumas de su infancia.” Sería largo y enfadoso multi-
es la de en-
gañarte a ti mismo, y parece que lo consigues, plicar los ejemplos, pero la vida y el pensamiento de un
porque tu
máscara es de las más enigmáticas”.? sinnúmero de autores da razón a lo que escribía Étienne
Gilson: “Cuesta aceptar la verdad clara y simple; por eso las
Hay personas que, por un exagerado mecanismo de personas prefieren inventarla. ”* ¿Comprendemos hasta qué
amor
propio, por el delicado camino de racionaliz punto el orgullo humano —y su fatal consecuencia, la falta de
ación y de
justificaciones, llegan a convencerse de que sinceridad— puede deformar la vida personal y hasta la propia
lo verdadero es
falso y de que lo falso es verdadero. Utilizan de historia humana?
manera tan
hábil el arte de justificar los propios error
es, de tejer y
o

entretejer motivos y disculpas, que se convence Fernando Pedreira explica la misma idea a través de un
n de tener la
razón. Es como si alguien se contara a sí mism pequeño acontecimiento: “Hace tiempo conté la historia de
o una mentira
eee

tan bien contada que llega a creer que era verda una gentil amiga mía que se sometió a una cirugía plástica en
d; o, por lo
menos, se comporta como si lo fuese. la nariz. Pasados algunos días y retirados los vendajes, fue el
:
e

doctor Pitangui con un espejo para que ella apreciase los


Esto no es una pura suposición abstracta. Es algo resultados de la cirugía. Mi amiga vio, volvió a ver y dijo: «no
que se da
efectivamente, con más frecuencia de lo
:

que podemos me gusta, no. Me da otro espejo». ”*!


imaginar. Construyen teorías complicadas y
sia

difíciles sistemas
de pensamiento para justificar una posición perso Puede acontecer, por ejemplo, que un católico tenga
nal. Aquí se
verifica lo que tantas veces se repite: “Quien dificultad en aceptar o vivir la doctrina de la Iglesia sobre
no vive como
piensa, acaba pensando como vive.” Cuando algún punto, como la castidad, la fidelidad conyugal, la
no se acepta
el orden objetivo creado por Dios —el conju indisolubilidad del matrimonio, la ilicitud de los anticoncep-
nto de normas
morales— porque es contrario al modo como tivos, y que, en lugar de luchar con empeño y sinceridad por
se vive, acaba
por inventarse un nuevo orden, una nueva moral
, una nueva
verdad adecuada al propio comportamiento. $ Ch. Baudouin, La obra de Jung y la psicología de los complejos,
Madrid, 1967, p. 82.
La historia humana está repleta de ejemplos 2 - A. Saloni, Rousseau, Miláo, 1949, pp. 54-57.
significativos. 10 A. Livi, Etienne Gilson: filosofía cristiana e idea del límite crítico,
Jung llegó a demostrar que la inmensa teoría
pan-sexualista Pamplona, 1970, p. 91; el significado que atribuimos en estas páginas
de Sigmud Freud era una “super-estructura”
que justificaba ala “máscara de las máscaras” aparece plenamente evidenciado en B.
Scharístein, Los filósofos y sus vidas, Madrid, 1984, pp. 203-219.
7 Apudd. Collins, El pensamiento de Kierkegaar 1. Fernando Pedreira, en Jornal do Brasil, 23.01.1977.
d, México, 1958, p. 163.

AAA
EA E BD ATI TAO TA
roy

3.4
Rafael Llano Cifuentes
Vidas sinceras
35
vivir esa doctrina cambiando de
comportamiento, procure
por el contrario permutar de doct Todo acaba en el miércoles de ceniza*
rina, componer una teoría
que justifique su conducta. Si, por
egoísmo, no quiere tener
hijos, apela a la inminente expl
osión demográfica, que pone El desfile de máscaras —el carnaval- llega a su fin. José, “el
en riesgo la propia sobrevivencia trabajador” ya tiró sus ropas de satín y la peluca de Luis XV,
de la humanidad. ¿Qué está
haciendo? Simplemente, bus y siente de nuevo en las manos el duro pico de operario. La
cando otro espejo, un espejo
que refleje aquello que quiere empleada doméstica dejó de ser hada o la reina de Saba y
ver.
volvió al cansado trabajo de la despensa. Es la vida real.
Es por eso también por lo que
determinados teólogos y
«Sacerdotes son tan solicita El resto era puro carnaval, Pero todo acaba en el miércoles,
dos: porque dicen exactamen
que muchos te lo como dice una de las canciones consagradas de Vinicius de
quieren oír. Se comportan
como los malos
médicos que, en lugar de deci Morais:
r la verdad dolorosa, dicen
mentiras piadosas que los Pacien
tes quieren oír. Hace ya más
de dos mil años que Sócrat La tristeza no tiene fin.
es decía al sofista Gorgias: La felicidad, sí.
Siempre será menos popular
4 .

un buen médico que un buen La felicidad es como la pluma


cocinero”. . »

que el viento va llevando por el aire;


vacío tan leve
l Sin comentarios, pero con pero tiene la vida breve. (...)
la adición de estas palabras de
saías: La gente trabaja el año entero
para hacer la fantasía
de Rey o de Pirata o Jardinero
¡Ay de los que llaman al mal bien
pero todo se acaba en el miércoles de ceniza.
y al bien, mal;
que de la luz hacen tinieblas
y de las tinieblas, luz!
Esta nostálgica música de fondo no representa, para
¡Ay de los que son sabios a
sus ojos
muchos, el final de cuatro días de fiestas, sino el triste
y prudentes ante sí mismos despecho de una pantomima que duró años, muchos años.
y no ante Dios. Los años en que despilfarran por la pasarela de la vida
(Is. 5, 20-21) vistiendo la imagen, la máscara de una existencia ficticia y
La máscara de las máscaras, mentirosa. Y sólo toman conciencia de ella cuando tal vez sea
la más peligrosa de todas demasiado tarde para recuperar el tiempo perdido.
como el más peligroso arti
ficio del demonio es el de
transfigurarse en ángel de luz,
como dice San Pablo (cfr: 2
Cor. 11, 14). Pues, a fin de cue
ntas, “el padre de la mentira
es también el “rey de las más > El martes de Carnaval, un día antes del miércoles de ceniza es el último
caras”.
día del carnaval de Río de Janeiro. (N. del T.)
36
Rafael Llano Cifuentes

La vida no es un carnaval o un desf


ile de máscaras. No. No
podemos decir que todo termina
en el miércoles de ceniza
Tal vez pudiésemos decir, por el
contrario, que todo comien-
za en el miércoles de ceniza, en
la vida real de cada día. sin
fingimientos, sin máscaras, corriendo decidi LA BÚSQUEDA DE LA VERDAD
damente hacia la
realización de nuestra personali
dad auté ntica.
Una personalidad simple —sine plicis, “sin dobleces”— no es
fácil de encontrar. La personas con frecuencia son difíciles,
complejas, precisamente porque no aceptan sus propias
limitaciones y defectos. Qué bueno sería si a nuestro lado
vivieran personas transparentes, que se comportaran de una
manera limpia y directa, que no cambian las palabras ni las .
actitudes. La vida diaria, en lugar de causarnos la enfadosa
sensación de un desfile de máscaras, sería como un pedazo
de cielo.

Machado de Assis, con esa ironía un tanto pesimista que lo


caracterizó, se refiere a la simplicidad de los que sobrepasan
las fronteras de esta vida terrena. En sus Memorias Póstu-
mas de Bras Cubas, habla de lo que él —un difunto— era antes
de su muerte, de su falta de formación intelectual, filosófica
y de sus mediocridades:

“Tal vez espante al lector y le moleste la franqueza con que


le expongo y realzo mi mediocridad; pero entienda que la
franqueza es la primera virtud de un difunto. En la vida, el
mirar de la opinión, el contraste de los intereses, la lucha de
las codicias obligan a la gente a ocultar los trapos viejos, a
disfrazar los rasgones y los remiendos, a no exponer al
mundo las revelaciones que hace la conciencia [...]

“¡Pero la muerte, qué diferencia!, ¡qué desahogo!, ¡qué


libertad! ¡Cómo la gente puede echar fuera la capa, tirar al

A
38
Rafael Llano Cifuentes
Vidas sinceras
32
hoyo las lentejuelas, desarregl
arse, despintarse, desafeitarse
confesar llanamente lo que La sinceridad interior
fue o lo que dejó de ser! Por
en suma, ya no hay vecinos ni conoci que
dos; no hay enemigos
ni extraños; no hay butaca, El Santo Tomás dice que “la sinceridad es la virtud que hace que
mirar de la opinión, ese mirar
agudo y judicial , pierde su fuerza, en cua nos manifestemos exteriormente, en las palabras y en las
territorio nto pisamos el actitudes, aquello que somos interiormente, en la medida en
de la muerte. Señores vivo
s, no hay nada tan
tnconmensurable como el des que lo exigen las relaciones humanas”.1* Para que dejemos
dén de los fallecidos”12
transparentar exteriormente lo que somos por dentro, nece-
das palabras un tanto amarga sitamos en primer lugar hacer transparente el mundo íntimo
s nos
presentan una reali-
Cee más profunda y más amable de nuestra conciencia. La falta de sinceridad exterior es una
que deberíamos considerar
nuamente y que fue como un consecuencia de nuestra insinceridad interior.
axioma en la vida de San
laneisco de Asís: ¡Yo soy
lo que soy frente a Dios, y
nada De eso nos habla claramente San Bernardo, estableciendo
a
los diversos grados por los cuales se llega a ese estado de
Dios nos ve como somos. obstáculos: “El primero es cuando disimulamos la propia
No podemos hacer teatro fre
a El. Un día, Dios nos Pen nte debilidad, la propia inequidad y el propio fracaso, cuando el
etrará con su verdad infi
invadirá con nita nos hombre se engaña a sí mismo autoperdonándose y auto-
su luminosidad radiante,
y nosotros toda la
humanidad, nos conocerem consolándose. El segundo es la ceguera y la ignorancia que
os como realmente somos
como aparentamos ser a y no tiene de sí, porque después de que, en el primer grado, cosió
través de nuestros fingimien
nuestras máscaras. Veremo tos , de el despreciable vestido de hojas de papel para cubrirse, ¿qué
s la verdad substancial.
hay más lógico que no versus llagas, especialmente silas tapó
Cuando un hombre en est con el único fin de no poderlas ver? De esto se sigue que
a vida vive de verdad pod ulteriormente —aunque las descubra otra persona— defienda
mos decir parafraseando ría-
a Machado de Assis— “iq
ahogo, qué libertad, qué ué des- insistentemente que no son llagas, dejando que su corazón se
tranquilidad, qué paz qué
rencia!” Una persona así, transpa- abandone a palabras engañosas buscando excusas para sus
auténtica, limpia, de la cual
podemos esperar una rea siempre pecados. ”**
cción coherente, sin disimu
nes, es una persona que atrae y arr
lacio-
astra! Esa mentira interior nos lleva a sufrir con frecuencia de una
miopía con respecto de nuestras virtudes. Una miopía muy
d e , exquisita que, alguien dijo, hace que “observemos inmedia-
tamente la culpa ajena, pero que sólo percibamos con
2 M achado de Assis , Memorias
póstumas d e BrásÍ Cub
1962, pp. 69-70. Existe la versión á
en español. ¿00 So Paulo, Cfr. Sáo Tomás, Suma Teológica, l-II, q. 109, a. 3, ad. 3.
1 Sáo Bernardo, In Psalmis XC, Sermo ll, 8.
¿O O

40
Rafael Llano Cifuentes Vidas sinceras
4
dificultad la propia. Un hombre
es imparcial en la causa “No se mete con nadie.” Es como el sujeto que estaba con-
ajena, pero se perturba y altera en la pro
pia causa”,15 duciendo por el periférico, oyendo la radio. De repente, vio
un carro pasar a toda velocidad en sentido contrario en la
Eliminar las disculpas y las jus misma vía que él. “Loco irresponsable”, pensó, “es por eso
tificaciones
que suceden los accidentes”. Poco después, pasó otro auto,
Esa extraña manera de ver y otro más. “¡Pero no es posible! Vivo en un país de locos. Por
las cosas se verifica dentro
nosotros a través de
de las disculpas, de las justificaciones, de los eso México no va hacia adelante.” Súbitamente, la radio
bloqueos y cegueras voluntari interrumpió la transmisión para decir: “Aviso alos conducto-
as, No pocas veces encontra-
mos un chivo expiatorio en una res. ¡Cuidado! Hay un automóvil en el periférico avanzando
discusión familiar, la culpa no
es nuestra, sino del otro cón
yuge; en un choque de aut
omó-
en sentido contrario.” Y nuestro conductor respondió inme-
viles, el error fue cometido
por el otro conductor: en diatamente en voz alta: “¿Cómo que un automóvil? ¡Un
concurso público, la reprobaci un
ón fue causada por la corrup mundo de ellos! ¡Son todos unos irresponsables!” Luego de
ción reinante: “nadie entra -
sin «pistola»”. El problema seguir, oyó la sirena de la policía que lo detuvo. Era él quien
las estructuras, del sistema, es de
de la escuela, del condominio, iba en sentido contrario.
síndico. Y así sucesivament del
e, ¡Son los otros! ¡Siempre
otros! Yo soy el que tiene los
la razón. Ese tipo de personas es como la tierra pisada a lo largo del
camino de la que habla la parábola del Sembrador (Mt, 13,
Parece que nuestro pobre
ser, del cual sentimos tanta 4): dura, cerrada en sí misma, hermética. La simiente cae y
pena, necesita consuelos: no pod resbala. Es una tierra que no está capacitada para recibir la
emos maltratarlo diciéndo-
le la verdad desnuda y cruda. riqueza que la tornaría fecunda. Cuántas veces esa
¡Cuidado! Puede quedar
traumatizado. Y así, impercept
qEOCgTgAKXA AEAÁAÁA

iblemente, nos vamos contan autosuficiencia orgullosa —esa falta de sinceridad interior— no
doa nosotros mismos esas -
pequeñas y grandes mentiras es la gran responsable de nuestra esterilidad!
nos permiten que
vivir satisfechos con nosotros en un mundo
interior acolchonado, benign Por el contrario, qué alegría tuve al verificar el cambio de
o y engañador.
actitud de una persona determinada que me pidió que la
Esa autosatisfacción, o aut orientara espiritualmente. Siempre tenía argumentos análo-
oconvencimiento, configura
veces un tipo humano de cier a gos a los de ese conductor para justificar su conducta
ta forma hermético cristaliz
en sí mismo, que difícilmente acepta
ado explosiva: “Es que mi mujer es tan desorganizada que dejaría
una
corrección o un a cualquiera irritado. Es que usted necesita conocer a mi
consejo, y que el vulgo des
cribe con Una frase muy ace
rtada: vecino; no es posible vivir en paz a su lado. Pero, con ese
15
Sáo Joáo Crisóstomo, Cat tránsito, la gente queda con los nervios a flor de piel.” Un día,
ena aurea, vol. VI, p. 132.
sin embargo, después de llamarle la atención por su defecto,
42
Rafael Llano Cifuentes Vidas sinceras
43
Pasó a conjugar el yo al contarme sus faltas: “Me
irrité con el “Ya sabía; pero, en aquel momento, la certeza que yo
chofer, pero fue toda mi culpa. Llegué a la concl
usión de que estaba manteniendo estirada, objetiva, ante mis ojos, saltaba
soy quien provoca, al menos en parte, el desor
den de mi bruscamente sobre mi pecho. O mejor, sobre mi estómago.
esposa”, y así sucesivamente. Ahí estaba un
hombre que se Me parecía haber engullido aquello. Y observaba a mi
iba conociendo y, por lo tanto, era capaz de
rectificar, de alrededor un mundo diferente. Ahí estaba la balanza, la
corregirse.
cama, el crucifijo [...] Todas las cosas en el mismo lugar, con
las mismas propiedades que tenían hace poco, media hora
Saber y toma de conciencia
atrás, cuando yo pertenecía aún a la especie, a la orgullosa
Por cobardía o por comodidad, no pasa especie de gente que vive con la falta de certeza. Para mí,
mos de la verdad entre tanto, todo cambió. El mundo quedó moribundo,
teórica a la verdad práctica: no queremos
tomar conciencia pálido, seco; el universo iba a morir. 16 El saber dejaba a ese
de las cosas para no sentirnos incómodo
s.
hombre enfermo en una especie de ignorancia alienante;
No es lo mismo saber y tomar conciencia. adquirir conciencia lo derrumbó.
Sabemos
muchas cosas, tomamos conciencia de pocas
.
Nuestro deseo de tomar conciencia debe, pues, llevarnos
Tomar conciencia es conocer, de cada verda á hacer que la verdad pase de la verdad objetiva, alejada de
d, sus moti-
VOS, Sus precedentes, sus circunstancias
y especialmente las nosotros, hacia la realidad encarnada, que salte de la frialdad
consecuencias personales que ella acarrea
NR

para cada uno de del raciocinio hacia el fondo de nuestro pecho, que muerda
ma,
X<O

nosotros.
nuestro corazón, que sea digerida por nuestro estómago.
Gustavo Corcáo, en Lecciones de abis
mo, nos da un El conocimiento propio
ejemplo sumamente expresivo, El protagon
A

ista de su historia
recibió del médico un diagnóstico fatal: Pasar de la verdad teórica a la toma de conciencia práctica,
un cáncer incurable.
Pero se rehúsa a tomar conciencia de ello: vivencial, superar las disculpas y justificaciones y esos otros
“Yo ya lo sabía.
Sabía con certeza lo que significaban muchos engaños que nuestro orgullo —-maestro en el barroco
los leucocitos y los
mieloblastos. Sabía con certeza, que mi arte de disimular y escamotear la verdad— exige un trabajo
caso es muy grave,
De muerte. Pero aun conseguía mantener esa certeza sepa- profundo de conocimiento propio.
rada de mí. Con calor en el rostro y el alma
en tumulto, yo aun
soportaba bien la objetividad del hecho, Peor La sabiduría clásica consideraba al axioma agnosce teipsum
sería, y yo tenía 00
miedo, cuando ella saltara sobre mí Tenía —conócete a ti mismo— como el punto de partida de cualquier
miedo de salir del -

consultorio, y de encontrarme en la
calle, solo conmigo A humana.
filosofía
mismo y con el hecho, la certeza
que ya preparaba su
cuchillada para morderme el corazón L..] Gustavo Corgáo, Leg0es de abismo, Río de Janeiro, 1962, pp. 31-34.
O AS E OAe A ie e

44
Rafael Llano Cifuentes Vidas sinceras 45

Co

|]
Sócrates se empeñó a fondo en la tarea de conocerse a sí hijos de Dios a que somos llamados, de ser creados a su
mismo. En cierta ocasión, un filósoto sofista comenzó a decir imagen y semejanza. Así, entendemos que los hombres que
públicamente que el gran Maestro, “el sabio”, estaba en la gúieren conseguir la perfección evangélica gusten de repartir
Y realidad lleno de orgullo, de envidia, de sensualidad, de las palabras dé Bartimeo, el ciego de Jericó: Domine, ut
Y

O.
S

Y
pereza. Todos los discípulos comenzaron a protestar, a videam, “Señor, que yo vea” (Lc, 18, 41).
defenderlo, y el único que quedó callado fue el mismo

| Sócrates. Al fin dijo: “Él tiene razón, yo tengo todos esos En todos los países, en tiempo de guerra, se establece un

|Kde mí”
defectos; es verdad que estoy luchando para superarlos y por fuerte y costoso servicio de información para descubrir los
eso no se perciben exteriormente, pero ellos están aún dentro secretos del enemigo, con el fin de evitar ataques de sorpresa
1

u ofensivas fracasadas por falta de datos. También en nuestra


vida debemos instalar una potente red de focos luminosos,
Los paganos, que consideraban el conocimiento propio un amplio sistema de radar que nos permita valorar bien el
como principio fundamental de toda sabiduría tenían, por el potencial bélico de las fuerzas enemigas: nuestros defectos,
contrario, una gran dificultad en realizarlo eficazmente: les pasiones y vicios enmascarados, los bloqueos y olvidos
faltaba una referencia absoluta, un modelo perfecto. Noso- voluntarios. Ahora bien, éste es justamente el papel desem-
tros, por el contrario, tenemos ese modelo perfecto con peñado por un hábito muy simple, pero esencial: el hábito del ., ¿e ¡ad
el
cual podemos comparar nuestra personalidad: Cristo. A examen de conciencia diario.
la uu .

luz de ese modelo, tenemos la capacidad de conocernos


profundamente, Cristo, que es para nosotros tanto el cami- No deberíamos nunca terminar el día sin repasar las
no, la certeza y la vida como la luz verdadera gue ilumina palabras y los actos que realizamos, con el fin de que
a
todo hombre que viene a este mundo (cfr. Jn. 14, 6; Jn. detectemos las enfermedades morales, el origen oculto de las
1,
9), representa esa claridad infinita, capaz de hacernos obser- faltas, de nuestro egoísmo, de nuestra languidez y sensualidad,
var la realidad más allá de todas nuestras racionalizaciones, la razón íntima del desánimo o de la tristeza. Y asíobservamos
justificaciones y enmascaramientos. Por eso, San Agustí también el estado en que se encuentran las virtudes que
n
sintetizaba en una frase lapidar el principio básico de la vida tenemos, aplicando con mayor facilidad los remedios nece-
cristiana: Noverim me, noverim te, “conocerme y conocer- Sarios para desarrollarlas y perfeccionarlas.*
te”. Cuando más nos aproximamos a aquel que dice: “yo soy
la luz del mundo” (Jn. 8, 12), mejor veremos la realidad de Cuando hacemos el examen de conciencia todos los días,
nuestro ser. con constancia, dedicándole unos breves minutos antes de

La sinceridad comienza por ahí, por ése sumergirse en


la Para un desarrollo más amplio del tema del conocimiento propio y del
luz infinita de Dios con el fin de conocer tas propias limitacio- examen de conciencia, ver Joaquim Malvar Fonseca, Conhecer-se,
nes y defectos, por la comparación con la grandeza de
ITA A

los Za. ed., Caderno Temas Cristáos, n. 15, Quadrante, Sáo Paulo, 1988.
46 Rafael Llano Cifuentes Vidas sinceras 47
120

dormirnos, vamos conociéndonos cada vez más, y consegui- a los fariseos —tipo de la religiosidad hipócrita— raza de
MOS, poco a poco, una mayor sinceridad con nosotros mis- víboras y sepulcros blangueados (cfr. Mt, 12, 32; Mt. 23, 27),
mos. Por el contrario, quien no tiene ese hábito, está ciego porque cuelan un mosquito y tragan un camello (cfr, Mt. 23,
con respecto de sí mismo y, si tiene responsabilidades como 23-24).
jefe de familia o en su trabajo profesional, es un ciego
que
o 02

guía a otros ciegos (Lc. 6, 39). Existe una especie de cristianismo burgués, sosegado,
sumiso, moderado, que entiende muy bien cómo vivir pací-
taza
cial

ficamente, sin angustias ni problemas, deslizándose levemente


La sinceridad ante Dios por la existencia, pero temeroso de cualquier entrega perso-
nal, ajeno a cualquier sacrificio, domesticado porlas atraccio-
La sinceridad de conciencia implica, como acabamos nes de la vida horizontal y por la seguridad del dinero.
de ver,
la sinceridad con Dios, porque Dios está en el fondo
de nues- Pertenecen a ese género los cristianos que quieren sentir
tra conciencia, mucho más adentro de nosotros que nosotr
os” paz en su conciencia sin hacer grandes esfuerzos; que desean
“mismos.
disfrutar de la fama de buenos cristianos, de excelentes
No podemos mentirnos, porque sería lo mismo que mentir padres, sin luchar contra ciertos hábitos poco armoniosos
a Dios, lo cual es muy grave. Nos acordamos del pasaje con los compromisos que asumieron en el bautismo; que no
de desean perder el cariñoso ambiente de la Iglesia, sin dejar de
Ananías y Safira que nos narran los Hechos de los Apósto
les: lado una conducta deshonesta en los negocios o un compor-
los dos vendieron un campo e intentaban engañar
a San” tamiento que hace peligrar la fidelidad conyugal.
Pedro sobre el producto de la venta, entregando una
parte”
cosi
mo fuese el todo. Pedro preguntó a Ananías: ¿Por qué Se encuadran también aquí aquellos que se sienten inco-
invadió Satanás tu corazón, hasta llevarte a menfiralE spiritu
- modados por las palabras fuertes del Evangelio, por las
Santo y a retener una parte del valor de la propiedad?
¿Acaso exigencias de la Cruz, de la humildad, de la pobreza y de la
no te pertenecía antes de venderla? ¿Y vendida, no
queda- castidad auténticas. Ellos no comprendieron la pasión del
ba su valor en tu poder? ¿Por qué entonces urdiste
tal cosa apóstol por la verdad ni la vibración fervorosa del santo
en el corazón? No mentiste a los hombres, sino.a Dios. Al
ofr delante de los ejemplos generosos de Cristo, ni mucho
esas palabras, Ananías cayó y expiró. Y un gran
temor se menos la misma muerte de Cristo. Son los cristianos de nom-
apoderó de todos los que oían contar este relato (Hch.
5, 1-5). bre, de una fe que no los distingue de un pagano, y de quien
Santiago decía: ¿Tú crees que hay un Dios? Haces bien; pero
También nosotros deberíamos sentir un gran
temor de también los demonios creen, y tiemblan” (Ti. 2, 19).
usar cualquier tipo de publicidad en nuestras relac
iones con
Dios y en las cosas referentes a Él. No nos olvidemos A veces, no perciben que esa duplicidad con Dios está
de que
el Señor, que perdonó a la mujer adúltera, no deja difundida en un sinnúmero de actitudes poco claras, sea
de llamar

E
48 Rafael Llano Cifuentes
Vidas sinceras 49

frente alos Mandamientos de Dios, o frente alos de la Iglesia,


(cfr. Lc. 12, 3). Un día, la verdad manifestará todo el poder
que les permiten no obedecer sin desobedecer. Piénsese que tiene. La verdad infinita estará unida al poder infinito. Y
solamente en algunos que no se atreven a rechazar a Dios,
entonces explotará, invadirá todos los espacios, descubrirá
pero rechazan lo que sin duda viene de Dios a través del
los pensamientos más ocultos, el fondo de todos los corazo-
Papa, olvidando aquel principio esencial e inmemorial que
nes. Y cada uno será retribuido de acuerdo con sus obras (cfr.
dice: ubi Petrus, ibi Ecclesia, ibi Deus “donde está el Papa,
Mt. 16, 27).
está la Iglesia, está Dios”. Silencian las palabras del Sumo
Pontífice o hacen una hábil relectura, que quita peso y valor
¿En qué situación me encontraré entonces?
a determinadas afirmaciones. ¿No ha acontecido eso en
nuestros días, cuando se interpretan, por ejemplo, las indica-
Por eso deberíamos decirnos en confidencia aquellas pa-
ciones del Papa sobre los anticonceptivos? Toda persona
labras de San Bernardo: “Bienaventurados los que pueden
honesta sabe que el Magisterio papal considera ilícito el uso
decir con verdad: ¡Nuestra gloria es el testimonio de nuestra
de píldoras, preservativos, etc., o la práctica de la ligadura de
conciencia! Pero eso sólo lo puede decir el humilde. El arro-
trompas y de la vasectomía.” Por el contrario hay quien dice
gante y soberbio no puede engañar ni evadir el juicio de aquel
que cada fiel “en el ámbito particular puede resolver como
que escudriña las entrañas y los corazones, ya que de Dios
quiera de acuerdo con su conciencia”.
nadie puede burlarse. ”**
¿No hay en eso una interpretación hipócrita de los compro-
Bienaventurados —diríamos nosotros— los que pueden
misos del cristiano y de lo que es la conciencia, que debe ser
observarse a sí mismos en la caridad de su conciencia.
recta y bien formada? ¿No se les podría también decir: “No
Bienaventurados los que, al lado de su miseria sinceramente
mentisteis a los hombres, sino a Dios”?
reconocida, encuentran la benignidad infinita del Señor.
Bienaventurados los que se esfuerzan por reflejar en el espejo
. No nos ilusionemos, a Dios no se engaña.
de su alma la belleza infinita de nuestro Dios.
Así lo dice el Salmo 138: “Penetras, Señor, de lejos mis
Las ambigúedades religiosas
pensamientos; cuando camino y cuando estoy acostado, Tú
penetras y conoces todos mis caminos. ¿Qué puede perma-
A veces, infelizmente, encontramos esa duplicidad en los
necer lejos de tu espíritu? Si escalo las alturas del cielo, ahí
ambientes religiosos. Parece que hay miedo de hablar con
estás Señor; si desciendo hasta las profundidades, ahí tam-
claridad; se hacen concesiones que el Magisterio de la Iglesia
bién estoy frente a Ti (cfr. Sal, 138, 1-12). Un día, aquello que
no practica; se abaratan las exigencias morales para no
fue dicho a escondidas será proclamado sobre los tejados
alejarse de las personas, o para no perder adeptos, o, mejor,
17 Cfr. por ejemplo, Paulo VI, Encíclica Humanae Vitae, n. 2.
1 Sán Bernardo: Dos costumes e ofícios dos Bispos, 6, 21.
50
Rafael Llano Cifuentes Vidas sinceras 51

Por temor de recibir el sobrenombre de “duro


”, “intransigen- afirmación del celibato eclesiástico, de la castidad conyugal,
te”,

“cuadrado”.
« ” “«
“fanático
Li. ”
,
«
Severo”.

delrechazoaldivorcio; alos anticonceptivos, atlas relaciones


.
,

prermatrimoniales,
ala masturbación, etc— nunca fuéron.
? ss, SE

r” Por otro lado, hay personas que tienden


¿ a cuestionarlo verdades “cuestionadas” porla lalesia; sino siempre confir-
f todo, a someterse a una especie de
“duda metódica”, al madas explicitamente.
modo de Descartes. A este fenómeno se
refería el Papa Paulo EA A Eq 22 2 III .

¡ Vi cuando afirmaba: “La duda —parece No se puede hablar sobre la verdad de Dios de manera
extraño decirlo en
nuestro siglo iluminista, orgulloso y segu tibia; melancólica, insegura. Las verdades del cristianismo se
ro de sus conquistas
y científicas— es una enfermedad contagio apoyan en la propia autoridad de Dios que revela y que no. _
sa y muy difundida
/ en el pensamiento especulativo, y por puede engañarse ni engañarnos. El nunca quiso dejarnos 2x0
eso también en lo
t religioso de nuestro tiempo [...]. abandonados a un estado nebuloso, indefinido, de dudas y y
falta de certeza.
“El estado mental de duda se ha converti Aé
do en algo común
y casi de moda hoy en día, como una Cuando un médico está convencido de que determinado
elegante modestia de
pensamiento, satisfecho emitiendo Opin tratamiento puede salvar la vida de un ser querido, no
iones sobre la verdad
y dispuesto a substituir empíricament
e las exigencias lógicas
permite que el tratamiento sea aplicado tímidamente, de
de una doctrina segura porlos lugares forma incompleta; ¡va al fondo!
comunes de la menta-
lidad corriente: de ahí que produzca
efectos graves e impre- ¿Qué quieren esos cristianos que tienen obligación de
visibles, 1?
transmitir las verdades eternas que conducen a la salud
/ El cuestionamiento no es el destino de espiritual? ¿Sacrificar las certezas del Magisterio de la geo
la inteligencia a sus dudas particulares? ¿Decir medias verdades, dejan O
| humana; es una situación provisional Y nadie construye su.
; casa definitiva que las almas se arrastren en sus enfermedades espirituales,
en un lugar de paso. Debemos cimentar
nuestra personalidad con fundamentos sólid en una situación de media salud, de media vida y de media
os, no con enun- muerte? ¿Permitir que el metabolismo espiritual delos que les
ciados ambiguos. 77 —7]7]]———
A
piden consejo quede condenado a una debilidad y languidez
Esas mismas personas se sorprenden de que crónicas, que su anhelosa respiración sobrenatural les oxigene
haya ambien- su organismo? ¿Qué desea ese tipo de personas: dejar que las
tes
religiusos en que se habla_de ma era
clara y firme de almas oscilen entre un poco de verdad y un poco de error;
temas que para ellos son cuestionable
PITA =
s, Encu entran eso ¿Entre un poco de pecado y un poco de virtud? ¿Entre un
“poc 37
o honesto”,
TIC .
artificial”,
A _— _
“excesivamente_ __
agresivo”. Y no poco de vida y un poco de muerte?
deberían sorprenderse orquV
e e esas
82rverd
dades
ad—co emo
com o lala
s
En esta última década del siglo XX padecemos de una :
12 Paulo VI, Alocución, 13.11.1974. enfermedad sociaHde"agudisima Sravedad: "una pavorosa af,
— - ó$ e

EAT TT
5
2 53
Rafael Llano Cifuentes Vidas sinceras

crisis de valores; vivimos en un mundo sentimos el imperativo de llamar a las cosas por su nombre:
melancólico que
perdió los grandes idea
lasle
verds,
aderas maestras. Vivimos a la verdad, verdad; a la mentira, mentira; ala virtud; virtud;
en un mundo de relativismo donde todo se alpecado, pecado. Si no lo hacemos, rebaj inteligen=--
justifica, todo se
disculpa, porque no se cree en nada. _cia, nuestra facultad más noble: Nossepararmos
de Dios y, sin — GS
Dios, perdemos nuestra identidad.
¡No podemos permitir que alguien traiga al Na

corazón de la
Iglesia esa niebla de perplejidad y de
ambigiiedad amorfa! Pío XII, al hacer un análisis delas enfermedades de nuestra
Tenemos que luchar con todas las fuerzas para
que podamos época, decía “tal vez hoy el mayor pecado del mundo sea que
irradiar “el esplendor, la seguridad y el calor
del sol dela fe”, 20 los hombres perdieron el sentido del pecado”.*! El pecado es
- Tenemos que mirar de frente la verdad,
buscar vivamente el justamente lo que más nos desvincula de Dios, sumergiendo
rostro de Dios y dilatar nuestras pupilas
para sumergirnos en al hombre en las tinieblas. Reconocerlo en toda su dimensión
el amabilísimo mirar del Señor, y terminar apas
ionándonos exige una humildad que no cabe dentro de ese moderno
por esa Verdad Infinita que es al mismo tiem
po la infinita humanismo antropocéntrico que considera al hombre como
belleza de Dios.
el astro.del universo y todos los otros seres —incluso Dios—
El Señor siempre proclamó la verdad de mane como satélites,
ra nítida, y
los hombres de Dios de todas las épocas hicie
ron eco de ella Son varios los expedientes de los que el orgullo se vale para
como fidedignos transmisores. Ellos enca
rnaron esas verda- evitar el reconocimiento del propio pecado: querer negar la
des, las sintieron en sus vísceras de
tal forma y con tal objetividad de los mandamientos divinos; querer subjetivizar
intensidad que no podían silenciarlas.
Eran verdades que la noción de la ofensa a Dios —“Para mí, eso no es pecado”;
desbordaban de ellos como las aguas desb
ordan de un lago “no siento remordimiento de conciencia”, etc.—. Querer atri-
“agitadas por el temporal.
buir la culpa a las estructuras sociales erradas, a las situacio-
, La verdad de Dios no es una verdad que nes políticas injustas, a los sistemas de educación trauma-
se pueda decir tizantes, a los recuerdos de la infancia, a las secuelas heredi-
tímidamente, tibiamente, ambiguamente; es una avalancha
de fuerza avasalladora. tarias, etc. Se restringe así —para no decir que se anula— el
concepto de responsabilidad.
Retornar a la luz
Esta actitud mental, además de representar un desconoci-
Necesitamos la luz, la claridad interior; miento que ofende a la ley divina objetiva, que debe ser
precisamos distanciar-
nos de todo lo que lleva a la ambigied reconocida y aceptada, torna al hombre opaco, enigmático,
ad, a la duplicidad:
22 Josemaría Escrivá, Caminho, 7a. ed., Quad
rante, SáoPaulo, 1989, n
575. Existe la versión en español: Edito 22 Pío XU, Alocución, 25.03.1950.
rial MiNos México. o
Sq
Rafael Llano Cifuentes Vidas sinceras 55

complejo. En cuanto se vacían los confesionarios


se llenan los pródigo: Padre, pequé contra el cielo y contra ti. No soy digno
consultorios psiquiátricos, aumenta la necesidad de
consultar de ser llamado hijo tuyo (Lc.15, 1-32).
a un analista, crece el número de los deprimidos,
los tristes y
los angustiados,
La transparencia en ese reconocimiento debe ser comple-
ta. En la doctrina evangélica hay una correspondencia evi-
El remedio ya fue establecido por Jesucristo hace dente entre lo que se confiesa y lo que se perdona. El Señor
mucho
tiempo. Durante siglos, millones de personas dice asus Apóstoles —a los confesores—: Á aquellos a quienes
encontraron en
la maravillosa realidad de una confesión since les perdonéis los pecados, les serán perdonados; a aquellos
ra la cura de un
mal que, en la inmensa mayoría de los casos, a quienes retuviereis, les serán retenidos (Jn. 20, 23). ¿Pero
no era psíquico
sino moral: una verdadera enfermedad de cómo el confesor podrá perdonar aquello que desconoce?
la conciencia
humana. Y nuestro Redentor, rico en misericord
ia, es el
único médico que puede curarla. Él nos dice: “No El dolor o el arrepentimiento de quien se confiesa —otro
necesitan
médico los sanos, sino los enfermos; no vine elemento sin el cual la confesión no sería válida— tiene que
a llamar a los
- justos, sino a los pecadores” (Mt. 2, 17). ser también profundamente sincero. En el terreno biológico,
el dolor es un crítico insustituible. Oí hablar de una joven que
La única actitud sensata que se puede tener frent tenía una enfermedad grave: no sentía dolor. Cierto día,
e al médi-
co es la sinceridad. Sólo un demente ocultaría limpiando la chimenea, se quemó la mano, y solamente
por miedo o
vergúenza algún síntoma de su enfermedad
a aquel que
reparó en la horrible herida por el olor a carne quemada.
quiere curarlo. La sinceridad debe, pues, Quien no siente dolor sincero de sus pecados sufre también
iluminar todos y
cada uno de los momentos que integran la una grave anomalía. El dolor es proporcional a la pena que
confesión.
sentimos por ofender a la persona que amamos. Cuando
Antes de confesarnos debemos reconocer falta dolor, falta amor: nos encontramos, pues, ante una
los pecados en
el examen de conciencia. Si es cierta aquella profunda enfermedad moral.
ley que sostiene
por arriba a toda psicología humana y que nos
dice que no
se supera aquello que no se reconoce y se acept Pero el dolor, si es profundo y sincero, si alcanza el centro
a, no menos
cierto será que un examen de conciencia since de nuestro ser, tiene también una importante función preven-
ro es la base
humana indispensable para que la confe tiva: crea en nosotros una especie de trauma, una profunda
sión opere sus
benéficos efectos espirituales. ¿Cómo aversión al pecado, que nos impide recaer. Porque cuando
podremos esclarecer
con las palabras aquello que no se encuentr el sentimiento doloroso es fuerte, no queremos volver a sufrir
a patente y
diáfano en la conciencia? Más allá de eso, ni hacer sufrir a quien amamos. Por eso nos apartamos de
Dios, que además
de Médico es Juez y Padre, quiere ofr un reco cualquier nueva ocasión de pecado. El dolor profundamente
nocimiento
claro —una confesión— de todo pecado, como sincero que Pedro sintió después de negar al Señor fue el que
lo hizo el hijo
lo salvó de la reincidencia,
Il A
Fue — _— un dolor de amor, Lloró
A €
56 : Rufael Llano Cifuentes Vidas sinceras 57
amargamente durante largos años. Y con esas lágrimas El hombre auténtico, el hombre normal —el santo es el más
pS ecía estar diciendo:
ar L ... . £
“Señor, nunca más te quiero ofen-
mo z .

r. normal de los hombres—, es siempre simple, compacto, co-


herente. Corresponde a aquella imagen que Jesús hizo de
De ahí deriva, como consecuencia, el prop Natanael: la de un verdadero israelita, un verdadero hombre
ósito de enmi
en-
da, otro elemento indispensable para una en quien no hay duplicidad ni engaño (Jn. 1, 47). El hom-
buena confesión. Y
este propósito debe
ser necesariamente sincero. Tendría bre inauténtico —infelizmente el más común-, es, por el
todas las características de un comportamien contrario, complicado, disimulado. Cada uno de nosotros
to hipócrita des-
ment ir con nuestras
obras las decisiones que tomamos podríamos recordar tantos hechos que corroboran esta afir-
confesión. No hay nada que deforme en la mación.
más la conciencia 'que
hacer propósitos sabiendo que no vamo
s a cumplirlos; cal-
mamos así nuestros remordimientos al hacerlos Una regla de oro es comportarnos cuando estamos solos,
, y contenta-
mos nuestra flojera dejándolos de de la misma forma como nos comportamos cuando estamos
cumplir.
acompañados. Aun aquí, la sinceridad con Dios es la llave.
Cuando vivimos esa sinceridad plen Cierta joven me contaba que, cuando estaba al lado de su
a en los diferentes
planos de la confesión, la absoluci madre y tenía que alcanzar alguna cosa en la parte alta del
ón representará para
nosotros un reconfortante baño de armario o en algún otro lugar de difícil acceso, colocaba un
luz, un verdadero reman-
so de paz: el retorno a la transparenci periódico sobre la silla, o se quitaba los zapatos, porque su
a original, turbada por
el peca do. * madre siempre le decía: —“¿Usted no ve que, si no lo hace,
raya la silla?” Pero cuando estaba sola, lo hacía de cualquier
manera. Hasta que un día reparó que estaba siendo hipócri-
La sinceridad exterior ta; además, pensó: —"“¿Acaso Dios no me ve?” Desde en-
tonces, procuró siempre comportarse como si Dios la estuvie-
En la medida en que vamos logrando se mirando con las pupilas abiertas desde lo alto del crucifijo.
vivir la sinceridad en
nuestro foro íntimo =con nuestra conciencia, -“Sabe”, me decía, “mi vida cambió por completo. ”
que es lo mismo
que decir con Dios-, se nos hace cada
vez más difícil vivir la
sinceridad con los otros. Se cuenta en una biografía de San Francisco de Sales que
su secretario tenía la pésima costumbre de observar al santo
por el ojo de la cerradura porque no creía en su santidad:
iii “¿Será que finge?” Pero eso fue providencial, porque en el
Para un análisis detallado del
Sacramento de la Confesión, ver Rafae proceso de canonización pudo hacer esta declaración: “Cuan-
Stanziona de Moraes, Por que confe l
Cristáos, n.
ssar-se, Za, ed., Caderno Temas do estaba solo se comportaba con el mismo recogimiento y
23, Quadrante, Sáo Paulo, 1991.
dignidad con que lo hacía cuando estaba acompañado.”

A A
58
Rafael Llano Cifuentes
Vidas sinceras
39
¿Obramos también nosotros con esa sinceridad?
“Bella escena mineira: «En tanto el tren no llega, dos
Cuando se vive en la presencia de Dios, todo cambi hombres se encuentran en la estación:
a; es
imposible vivir la duplicidad.
—¿Para dónde va usted?, —quiere saber uno de ellos.
Si queremos dejar de hacer teatro, vivamos consc
ientes de
que Dios nos mira en todo momento. —Para Barbacena, —responde el segundo.

Huir de las ambigúedades —Ah... usted está diciendo que va para Barbacena para
que yo piense que va para Queluz, pero está dirigiéndose
Estoy seguro de que cada uno de nosotros podrí
a aumentar hacia Barbacena mismo». Y acertó”2
otros ejemplos que pondrían de manifiesto nuestra
tendencia
hacia la duplicidad bajo s-y+ s: las mentiras El lenguaje ambiguo abarca todas las capas sociales. Un :
directas, las frases de doble sentido, las ironías,
las lágrimas” amigo ingeniero me contó que en cierta ocasión pidió a un
y risas forzadas, el silencio y la verborrea, las exage
raciones tractorista que preparara determinada tarea para el fin de
ylas mintmizaciones de lá falsa diplomacia, malas
costum- semana; era urgente. El tractorista, que se. llamaba Mesías,
bres y las ambigiledades.
respondió: “Si Dios puede y me ayuda, voy a hacer un
Hay personas que parecen estar siempre en esfuercito. Sólo si no puede”. ¡Cuántas personas, con pala-
una situación bras más eruditas, van dejando, como Mesías, en las entre-
de atardecer: no son ni dejan ser; no afirman
ni niegan; no líneas de sus ambiguas afirmaciones, amplios espacios que
están a favor ni en contra.
pueden ser perfectamente ocupados por la irresponsabilidad
Quien conoce la lealtad y la hospitalidad de los mineiros,* o por la flojera: “Voy a hacer un esfuerzo. Sólo si no puede!”
nunca dirá que ellos son mineiros” en el sentido que
corrien-
temente se da a esa expresión. Tal vez sean más prude Nuestro comportamiento y nuestras palabras tienen que
ntes
que desconfiados. Leí, sin embargo, ser nítidas: “Sea vuestro, sí, síy sea vuestro no, no. Lo que está
en cierta ocasión, un
artículo titulado “Mineiridades” que trata perfectame fuera de esto procede del maligno (Mt. 5, 37). No podemos
nte esa evadirnos del sío del no con actitudes poco claras. El maligno
filosofía de la falta de claridad: “Muestre una tela compl
eta- que es, ya lo hemos dicho varias veces padre de la mentira,
mente pintada de rojo a un mineiro e indague cuál
es el color.
No se sorprenda, sin embargo, si le responde sabe revestirse de ángel de luz. La actitud mentirosa, que es
que blanco no
es [...)”. fea, puede tornarse agradable, angelical, a través de palabras
dulces, de ambigúedades armoniosas.
Mineiro es el gentilicio de los habitantes
que nacen en el estado
brasileño de Minas Gerais. (N. del T.)
Dícese de la gente que no habla cláro. (N. del
T.) 2 Cleusa María, “Mineiridades”, en Jornal do Brasil, 2.10.1984.

y
60
Rafael Llano Cifuentes
Vidas sinceras 6l
Siguiendo ese camino de la ambigiledad, hay quien afirma
auténticas mentiras diciendo sólo medias verdades. Se cuen- en una segunda naturaleza. El brasileño obtuvo la patente de
ta de un oficial de la marina que consiguió denigrar la imagen la posición de expectativa, que equivale a no hacer nada y
de su capitán escribiendo de vez en cuando en el libro de esperar a que los hechos se definan por sí mismos.
abordo: “Hoy el capitán no bebió”. Se pueden decir mentiras
“Se canonizó la simulación; lo que hace que nada sea au-
sin mentir directamente, cargando la tinta en alguno
s aspec- téntico. No se adhiere sinceramente a ningún principio —con
tos negativos, dejando en la penumbra otros más positivo
s, lo que, después de algún tiempo, deja de tener principios.
insinuando cosas que no están probadas, haciéndose eco de
críticas infundadas. “Se hacen críticas, a veces violentas, pues las palabras a
poco obligan; cien personas firman un manifiesto; pero
En nuestro medio crecen, como colonias de hongos, esos
cuando se trata de llevar la propuesta adelante, quedan diez,
especímenes grises de verdades incompletas. La habilidad
en alo mucho... [...]
el uso de las palabras permite que se diga la verdad incom-
pleta, para que el interlocutor piense que es comple “Hay, en todo eso, el simpático lado cordial de nuestro
ta,
cuando en realidad la verdad completa es muy diferente. temperamento. Pero no se puede llevar demasiado lejos la
El
incauto que lo escucha piensa: “Es sincero porque está di- diversión, so pena de sofocar en el punto de partida todas las
ciendo cosas que lo perjudican”. Pero, en realidad, está reformas posibles e imaginables. Sin un mínimo de carácter
callando la verdad que definitivamente lo incriminaría nose hacen regímenes duraderos —frase atribuida a Tiradentes,
: la
mentira está escondida en los pliegues de las palabr que al menos pagó con la vida por sus convicciones. "23
as
verdaderas,
No podemos dejarnos invadir por ese ambiente de ambi-
Esto puede parecer habilidad y sagacidad, pero en realidad gúedades. No podemos permitir que esas actitudes confusas
representa una falta de carácter. La personalidad human que se inclinan hacia un lado y hacia el otro queden incuba-
a
queda fundamentalmente deformada cuando no hay since- das en nuestro corazón: son como los virus que flotan en la
ridad. Lo decía un editorial de un periódico de Brasil, Jornal atmósfera cultural. Debemos acostumbrarnos a hablar con
do Brasil, de los años ochenta, titulado “La opera de los un lenguaje claro: rechazando la mentira, hablar con la ver-
vagabundos”. Elevaba a nivel nacional lo que vemos a nivel dad cada cual a su prójimo, porque somos miembros unos de
personal: “La crisis de nuestras instituciones es también una otros (Ef. 4 25),
crisis de carácter. Se sabe la importancia desempeñada
por
la conciliación en la historia del Brasil, que permitió
la Verdad en las palabras
convivencia sencilla de razas diferentes. ”
Hasta ahora no hemos hablado abiertamente de esa desagra-
“Lo que fue mientras tanto un expediente para darla salida dable palabra: mentira. Porque, como la mentira es muy
a nuestra aventura social se tornó con el tiempo, en un vicio,
Jornal do Brasil, 8.05.1982,
62 Rafael Llano Cifuentes Vidas sinceras
63

0, -
grosera, la volvemos civilizada con sus diferentes máscaras, La vanidad y el orgullo nos llevan a mentir para encubr
, . ir
justificaciones y ambigúedades. nuestros defectos o para aumentar nuestras cualid
ades.
Cuando alguien desea ser admirado más de lo
que en
El niño miente, pero no “ha aprendido” aún a mente de realidad merece, cuando sabe que, si fuera a decir las cosas
forma pulida, como lo hacen las personas adultas : uca- como ellas son, no pasaría nada, exagera los hechos, defor-
das”. Quebró el vaso, y cuando el papá le pregunta o que ma la verdad para provocar la atención de los otros.
sucedió, dice: -“Se cayó, se quebró” —“Pero ¿cómose cayó: Es tán
fuerte el deseo de hablar para que los otros nos admir
¿Fue el viento o un fantasma?” El niño no sabe responder, no en.
tiene aún suficiente habilidad. Los adultos disimulan otrans- Cuando la envidia nos domina, cuando no se puede
so-
fieren la culpa a otros. Así aconteció con la primera nt portar que los otros sean más inteligentes, más fuerte
s, mejor
ya fue civilizada. Dios preguntó a Adán por qué había comido parados, entonces la mentira es el gran expediente
que me para
del fruto prohibido. Y respondió el hombre: la ne rebajarlos. l
ó :
diste por compañera me dio a comer de él y comí res
pues, Dios a la mujer: ¿Por qué hiciste eso? Y ponO q Cuando el amor propio se exalta en forma de irritación
o
mujer: la serpiente me engañó y comí (Gen. 3,12y ss). de agresividad, nos inclinamos también a esgrimir
la mentira
transfirió la culpa a Eva, Eva a la serpiente, y la serpiente no como arma para aplastar a los otros. Surge una discu
sión en
echó la culpa a nadie, simplemente porque no fue interroga- la casa, en el trabajo, en la escuela, entre el grupo
de amigos;
da. Si lo hubiese sido, su mentira sería aún mucho más se forma una rueda, quedamos en el centro de las atenc
iones,
engañosa, más “civilizada”. una palabra agresiva es rechazada con otras más
feroces,
Es una verdadera pelea de argumentos, una borra
Parece que aún resuena en este mundo, como si mese otro chera de
palabras, y la ira susurrá a la imaginación hechos
inmenso Castillo de Elzenor, la voz de Hamlet a o n no verídi-
cos, denigrantes. Un día más tarde, recapacitando
noticiero cotidiano, de las conversaciones en los escri nos, lo sucedi-
o negocios, en do frente a nuestra conciencia, sentimos una enorm
en los medios políticos, en la vida de los e ver-
gúenza: “¿cómo fui a caer en esa verborrea teatral
empresa: “¡Palabras, palabras, palabras! , cómo fui
capaz de decir tanta mentira?”
Son necesarias palabras, sin duda, pocas O muchas, po
auténticas, que salgan del corazón como la savia brota So 0 Cuando la flojera nos tienta, en el momento en que
se
fibra leñosa. Que sea nuestro sí, sí, y nuestro no, no. e o presentan los compromisos serios del deber, inventamos
que pasa de ese sí, y de ese no simple y nítido proce Me e otros “más serios”, incluso para que no tengamos que
maligno. Del maligno proceden la vanidad y el a mortificar nuestra comodidad.
envidia. la irritación, la agresividad, la flojera y el miedo de
errar, porque todos esos movimientos desembocan, si no son Por fin, el miedo de errar o sufrir nos conduce también a
denominados, en múltiples manifestaciones de mentira. mentir, buscando con ese recurso un escudo falso. Si conse-
6S
Vidas sinceras
64 Rafael Llano Cifuentes

Vivir la verdad
supone
guimos perder el miedo a equivocarnos —y esto
crecerá
siempre ganar en humildad—, nuestra fuerza moral Nosotros deberíamos formar parte de ese grupo de hombres
inmensamente. cabales, confiables, persuasivos. Si asílo deseamos, pacte-
n a decir
mos un acuerdo con nosotros mismos: no permitamos el
Hay personas o colectividades que se acostumbra menor desvío, la más sutil ambigiedad, la más inofensiva
A

habitualmente, en asuntos tal vez de poca importancia,


“trampa” que nos separe de la verdad. Basta simplemente
a

o
pequeñas mentiras repetitivas, y cuando, en un determinad
o

, quieren
que seamos cristianos, que son aquellos en quien el sí es sí,
momento —por ventura en un momento dramático—
A A

impor- y el no es no.
convencer a los otros de algo verdadero y realmente
pero
tante, nadie cree en ellas. Podemos gritar trágicamente, Qué maravillosa sensación se experimenta cuando, al dar
nadie les presta atención. Perderán todo el poder persuasivo, la mano a un hombre, se encuentra un corazón noble, una
PR

con actitud leal, una fidelidad indiscutible; qué tranquilidad sen-


¿Ya advertimos cómo las personas habitualmente
s, timos cuando, después de una palabra dada —cuente conmi-
_poca sinceridad deben emplear expresiones redundante go; yo lo haré—, podemos estar ciertos de que será cumplida.
n
para que puedan convencer? Dicen: “Es verdad” (y añade Con hombres así se construye una familia, porque no hay
(y añade n: doy mi
“os la verdad misma”); “doy mi palabra” cónyuges infieles; se gana una guerra —esa guerra de paz y de
expre-
palabra de honor”). La necesidad de reforzar nuestras años que Cristo vino a traer a la tierra—, porque no hay
ras simpl es
siones es una prueba de que el peso de las palab compañeros traidores. ¡Nosotros tenemos que ser de esos
no
y comunes no basta. "Pero también esas añadiduras hombres!
convencen cuando se perdió la credibilidad.

guerra Un ingeniero electródico me confiaba que la línea directriz


En cierta ocasión, pidieron a un general de la última de su vida era: decir siempre la verdad; que procuraba
dora,
"mundial, en determinada circunstancia compromete caminar siempre encima de esa línea y, cuando por un
que diese su palabra de honor, y él dijo que no la daba. momento se apartaba de ella, sentía en la boca un extraño
le preguntaron la razón de esa negativa,
Sorprendidos, sabor, algo repugnante. Ante mi admiración, me dijo: “Cuan-
mi
respondió: “Yo doy simplemente mi palabra. Porque do era niño, mi padre me sorprendió un día diciendo una
CNT IRA dcir

palabra siempre es de honor.” mentira. Entonces me repitió muchas veces: «¡Tu lengua está
sucia, tu boca está muy sucia; es preciso lavarla!» Y de las
Éstos son los hombres que tienen poder persuasivo. No palabras pasó a la acción. Tomó un cepillo y un jabón y me
necesitan de adjetivos. Bastan los sustantivos, dio un fuerte lavado en la lengua y en toda la boca. Estuve
varias veces a punto de vomitar, pero mi padre proseguía. Yo
gritaba y él continuaba lavándome. Fue horrible. Pero aque-
66 Rafael Llano Cifuentes Vidas sinceras 67

llo dejó en mí un reflejo condicionado: cada vez que sube a conversaciones espirituales, hablábamos sobre
mi boca una mentira, sube también con ella un espantoso sus triunfos,
y especialmente sobre sus derrotas, que comenzab
an a
sabor a jabón y desisto. ” desanimarlo.

La meditación continua de las palabras y de las rectas Cierto día tuve una idea. Diseñé una lengua enor
me en un
actitudes del Señor —que nunca se doblaba ante cualquier rollo de papel bien comprimido, y la pinté de un color rosa
amenaza ajena o de lo que pudiese traerle una ventaja—, la horroroso, con manchas verdes simulando veneno; le mostr
é
reflexión profunda de lo que significará ese triunfo estruendoso el diseño y le dije: “Esta es tu lengua”. Dio una carcajada
y
de la verdad que invadirá todos los espacios en el día del protestó: “¡Es una exageración!” —“Es una exageració
n para
juicio, debería representar para nosotros algo mucho más ti; pero aquel compañero que perjudicaste la sema
na pasada
fuerte que aquel repugnante sabor a jabón que venía a la con tus mentiras no pensará lo mismo. Te la regalo
”.
boca de mi amigo.
—“¿Qué hago con ella?”
Meditar no basta, es preciso también luchar con firmeza,
. con decisión. La tendencia a la falta de sinceridad es tan —“Pues en el examen de conciencia, cada vez que dejes de
fuerte como el propio orgullo. Está enraizada en nuestra decir una mentira, puedes recortar medio centímetro de
la
personalidad. Por eso, tenemos que desarraigarla e implan- lengua. La meta es llegar a tener una lengua de dimensione
s
tar en su lugar la virtud de la sinceridad. normales”.

Toda virtud es un hábito. El hábito se consigue a base de Reímos aún más. Llevó la lengua enrollada a su casa y
fue
repetición de actos en un mismo sentido y dirección. Las luchando día tras día. Cada semana me mostraba la
lengua
primeras victorias son las más difíciles. Después, facilidad disminuyendo progresivamente de tamaño.
crea facilidad, virtud llama a virtud.
. Mi.-amigo es hoy un profesional serio y respetado, -Nadie
¿Queremos un método? Anotemos, por ejemplo, una podría pensar que, cuando joven, tenía el vicio desag
radable
señal “más” en la agenda cuando conseguimos huir de decir de la mentira..
una mentira, coloquemos una señal “menos” cuando caiga-
mos en una mentira. Llevemos el control diario. Estoy seguro Todo esto nos podrá parecer infantil. Pero no lo es. Y
de que, con la ayuda de Dios, en dos o tres meses habremos si de
cualquier forma así lo parece, ya es hora de que debam
progresado mucho. os
asemejarnos a los niños, como nos recuerda el Señor en
el
Evangelio, porque sólo los que viven la inocencia y
sinceri-
Me acuerdo de un joven que tenía como defecto principal dad de los niños son quienes entran en el Reino de los
cielos.
hablar mucho, y que por eso mentía mucho. En nuestras
EL PERFIL DE LA AUTENTICIDAD

El perfil dela autenticidad representa una verdadera cumbre,


que emerge entre los pantanos de la mentira, los marasmos
de la hipocresía, las nieblas de la duplicidad y los falsos
sentimentalismos. A modo de resumen, intentaremos deli-'
near los trazos aislados en un tódo coherente.

¿Dónde comienza a dibujarse el perfil del hombre autén-


tico? Comienza desde dentro de nosotros, en el primer mirar
limpio que desde nuestro interior lanzamos sobre nosotr
os
mismos, sobre las personas y cosas que nos rodean, y sobre
Dios, para conocerlos como realmente son. Desde ese
conocimiento verdadero surge la humildad, que no es otra
cosa sino la verdad sobre nosotros mismos, entendida y
asumida.

Éste es el primer pago. El segundo es una consecuencia


natural del primero: una plena aceptación de esa verdad
.
Admitir a Dios con toda su magnificencia; recibir las coorde-
nadas de este mundo que nos rodea; reconocer las circuns-
tancias que nos limitan; afrontar los defectos que nos empo-
brecen y también las virtudes que nos engrandecen, como
don de Dios.

Aceptarnos como somos exige definirnos, subrayar lo que


somos —nuestra identidad, renunciando alo que no somos.
La rosa, para ser rosa, tiene que renunciar a ser orquídea. La
- autenticidad exige la renuncia de todo: aquello que no nos
yA en

70 Rafael Llano Cifuentes Vidas sinceras 71

corresponde, que nos es ajeno, artificial, que no combina con Ésta es una autenticidad dinámica; una personalidad lan-
nuestra identidad más radical. Tenemos que ser lo que zada al frente, a la búsqueda de la propia realización eterna,
somos, con determinación, con plenitud de alegría. Para eso, como una flecha puntiaguda volando directamente a su
nunca estará de más insistir en la importancia de la humildad. blanco. Esesolo que configura la personalidad de un hombre
Contaba alguien que había conocido a un hombre que recto, que tiende hacia una única finalidad, que deja a la
enloqueció cuando percibió que no era Dios. En un punto derecha y a la izquierda otras trayectorias laterales.
pequeño, ¿no es lo que puede acontecer con nosotros?

Pero no podemos aceptar lo que somos de una manera Verdadera y falsa autenticidad
pasiva o cómoda. Dentro de mí hay, por así decir, dos seres
que conviven: aquel que yo soy y aquel que debo ser. Hay Esa autenticidad dinámica muchas veces parece envuelta en
un ideal a encarar, hay una personalidad que debo conseguir, las redes del sentimentalismo, de la falsa autenticidad, tan
hay un modelo con el cual debo identificarme. en boga en los días de hoy.

Es muy fácil justificarse diciendo: Soy así, son cosas de mi Hace no mucho tiempo, un padre de familia —con cuatro
carácter; tengo que ser auténtico, coherente conmigo mismo. hijos, una mujer dedicada y quince años de vida matrimo-
Cuando en realidad deberíamos pensar: no, son cosas de mi nial— me decía: “Estoy apasionado, acabo de conocer a una
falta de carácter. ?* joven que satisface mi ideal femenino. Amo a mi mujer fiel y
dedicada, como compañera solícita y madre de mis hijos,
Aquí estamos dando un nuevo paso hacia la verdadera pero no la amo como antes, no la amo como a esta joven.
autenticidad. No debemos detenernos en un primer plano Acabó la pasión y ahora siento renacer el auténtico senti-
que establece la concordancia entre mi pobre realidad, mis miento de amor, Estoy «arrebatado», no puedo continuar
tendencias y mis sentimientos por un lado, y por otro, mis ac- manteniendo ese status quo ficticio e hipócrita. Sé que me va
tos, mis palabras y mis obras. Ésta sería una autenticidad a costar trabajo separarme de mis hijos, pero tengo que ser
estática, encerrada en sí misma. fiel a mis sentimientos. Basta de farsas, tengo que ser qu-
téntico.”
No. Debemos subir a un plano superior, donde impera esa
sublime armonía entre lo que yo soy, siento, digo y hago, y Y le respondf. —“Usted piensa que va a ser auténtico
lo que debo ser, sentir, decir y hacer, de acuerdo con mi abandonando a su mujer y a sus hijos, rompiendo la fidelidad
vocación de hijo de Dios. jurada ante el altar de Dios, cuando dijo que sería fiel «en
la
alegría y en la tristeza, en la salud y-en la enfermedad, hasta
E 2% Cfr. Josemaría Escrivá, Caminho, 7a. ed., Quadrante, Sáo Paulo, la muerte»? ¿Acaso eso es autenticidad? Cuando mucho es
1989, n. 4. Existe la versión en español: Editorial MiNos, México. una auténtica canallada. ”

— _ _—_— ____ A
72 Rafael Llano Cifuentes Vidas sinceras 73

Mi amigo quedó profundamente contrariado. Se quejó de del mal tesoro, saca cosas malas, pues de aquello de que el
mi falta de sensibilidad, de miincomprensión. Yo le pregunté: corazón está lleno habla la boca (Lc. 6, 45). Es evidente que
— “Usted, ¿ya se colocó del lado de su esposa y de sus hijos, hay sentimientos más profundos —como la ira, el odio, la
del lado de Dios y de sus mandamientos? ¿Quéle dirán ellos? envidia, la lujuria, la codicia- y, al mismo tiempo, más
¿Acaso algo diferente de lo que estoy diciendo? inauténticos, porque no están de acuerdo con la naturaleza
humana; y al mismo tiempo, existen comportamientos
Este ejemplo evoca muchos otros: el joven que me dijo que auténticamente humanos que contrarían a los más íntimos
pretendía “hacer el amor” con su novia porque eso era lo sentimientos.
que le dictaban sus sentimientos; no podía quedar encadena-
do a unos preceptos que le parecían más de la Iglesiá que de El soldado que, venciendo un profundo sentimiento de
Dios. “Porque Dios es amor, y el amor todo lo justifica. ” Una miedo, brinca la barricada y toma la posición enemiga es
señora que creaba serios problemas en la familia porque condecorado como héroe, precisamente por haber vencido
hablaba, según ella decía, de lo que sentía en el corazón: el sentimiento que comúnmente paraliza a los cobardes: está
“-“Yo no soy de esas que se callan por miedo al marido. No. siendo un auténtico soldado. La madre que, agotada al borde
Yo no tengo pelos en la lengua, yo soy auténtica.” Aquel otro de la cama de su hijo enfermo, pasa la noche entera des-
joven que me comentaba: -“Cuando no tengo ganas, no voy pierta, dejando de lado el sentimiento natural que la llevaría
a la escuela; me quedo en la playa. No pago tributo a esa al descanso, está siendo una auténtica madre. El cristiano que
inmunda «sociedad de consumo», a esa «estructura capitalis- supera el sentimiento de vergienza, los falsos respetos
ta». ¡La única cosa que los «viejos» quieren es que yo me humanos, y confiesa su fe sin temor en cualquier medio en
forme, que gane dinero, que obtenga un título! ¡Basta! Yo que se encuentre, está siendo un auténtico cristiano.
quiero vivir mi propia vida. ¿Para qué quiero mi juventud? 7
¡Yo tengo que ser auténtico!” Sentir. ¿Acaso todó «consiste en sentir o en obrar de
acuerdo con el sentimiento? Sentir por sentir, Cristo sentía
Responder como se debe a todas esas actitudes nos una inmensa repugnancia én aceptar la pasión, al punto de
llevaría mucho tiempo, y notenemos aquíespacio para tanto. transpirar sangre y de rogar al Padre que apartase de él ese
Podríamos, sin embargo, sintetizar esa respuesta diciendo sufrimiento; pero inmediatamente dijo: “Padre, que no se
que la autenticidad no puede ser equiparada a la espontanei- haga mi voluntad, sino la tuya” (cfr. Lc. 22, 42). Esjustamen-
dad de los sentimientos, propia de los animales y de los niños. te en este pero, en ese viraje del sentimiento hacia el
Las cosas no son auténticas porque sean “fntimas”. cumplimiento de la voluntad de Dios, donde reside todo lo
sagrado de la autenticidad dinámica.
En lo profundo del corazón hay sentimientos buenos y
sentimientos malos. Dice el Evangelio: El hombre de bien, del Los ejemplos podrían multiplicarse. Pavimentan el suelo
buen tesoro de su corazón, saca cosas buenas; y el malo, de la historia humana y del cristianismo. Y de esa calidad
74 Rafael Llano Cifuentes Vidas sinceras 75

están hechos los grandes científicosy pensadores, los héroes, no. Cuando él decía “yo soy”, “yo no soy”, todos quedaban
los santos y los mártires. No reduzcamos la grandiosidad persuadidos de la verdad de esa afirmación. Porque no era
humana a nivel biológico, que mejor se podría denominar la boca quien hablaba, sino era la vida, una vida que quedaba
espontaneidad animal. La autenticidad no es un subproducto comprometida por su palabra.
de mis glándulas y hormonas; es una espléndida conquista.
Cuando el tribunal que lo juzga le pregunta: ¿Tú eres el
Hijo de Dios? y Él responde “Túlo has dicho; yo soy” (Lc. 22,
Fidelidad y transparencia 70), sabía que estaba sellando con esas palabras su sentencia
de muerte. La verdad le costó la vida. Cumplir con su deber
El hombre recto, el hombre coherente está hecho sólo de una
le costó la vida. He aquí la verdadera autenticidad.
pieza; es sólido, macizo. Su conducta esencial camina encima
de una línea recta, que va derecho a su fin, y parte de una ¡Qué maravillosa sensación se experimenta —decíamos en
decisión interior con la misma fuerza y la misma naturalidad otro momento— cuando, al dar la mano a un hombre,
con que brota la flor bajo los impulsos de la primavera. Cada

A
encontramos por detrás de ella ese córazón noble, esa actitud
.. gesto, cada actitud identifican su personalidad interior: no leal, esa fidelidad indiscutida! Qué" tranquilidad sentimos

A
hay nada de postizo, artificial o inauténtico. Las más diversas cuando, después de un compromiso asumido, verificamos

A A
manifestaciones de su ser forman un todo coherente. El resto que se cumple puntual y eficazmente.

A
es rechazado como un cuerpo extraño. Delante de todo lo
que es falso, siente una especie de alergia, y lo aparta con el Un hombre asf no precisa de muchas palabras ni de
mismo movimiento espontáneo con que el globo ocular expresiones reiterativas para convencer, Basta la palabra
expulsa la menor partícula de basura. simple, nítida, “seca”. El hombre veraz huye dela locuacidad;
su palabra es la expresión exacta, necesaria, insustituible
La sinceridad lo lleva a mirar la verdad de frente, sin huir
de su pensamiento. Por ello, ese hombre ama el silencio y la
al encuentro con ella; a evitar cualquier teatralidad, huyendo
reflexión. La profundidad del silencio y de la reflexión mide
o cambiando de opinión por motivos interesados; a vivir el
el valor de sus palabras. Su densidad, o su peso específico,
compromiso y el coraje personal sin diluir sus responsabilida-
impide cualquier imprudencia, cualquier barroquismo, cual-
des en la masa, sin buscar el amparo y el refugio en la
quier pleonasmo. No tiene sentido para él dar su palabra de
mediocridad colectiva; a apartarse de cualquier tentativa que
honor, porque cualquier palabra suya siempre es de honor.
conduzca a la justificación de sus errores con disculpas o
¿Imaginamos a Cristo diciendo: palabra de honor? Toda
falsas teorías; a llamar a las cosas por su nombre, distancián-
palabra de Cristo honraba a su persona y la propia veracidad
dose de las ironías y de las frases de doble sentido.
personal honraba cualquier palabra suya.
Sin percibir, volvemos a colocar delante de nuestra aten-
ción la admirable figura del Señor. Todo en Él era sí, sí y no, Esa coherencia maciza es lo que Ja al hombre sincero su
Poderosa capacidad persuasiva. ¡Hay tanta diferencia entre
A
0
a

s
76 Rafael Llano Cifuentes Vidas sinceras 77
-

la voz de un locutor de radio intentando convencer por medio Compara. Es él cuando está solo y cuando está acompaña-
de un reclamo comercial, yla de un hombre que pide socorro do. Es él cuando trabaja y cuando descansa. Es él cuando reza
cuando es llevado por las olas del mar! Y, por el contrario, y cuando canta. Es él cuando llora. Compara. Es siempre él.
toda la diferencia reside solamente en una cualidad: la
autenticidad. Ante un hombre así, el Señor, con un brillo de alegría y
admiración enlos ojos, podría decir, como frente de Natanael:
La autenticidad da sentido al lenguaje que se entiende en He aquí un verdadero israelita, en quien no hay duplicidad
todas las latitudes, el lenguaje de un corazón sincero; es ella ni engaño. He aquí un hombre cabal, confiable, persuasivo,
quien otorga poder; es la palabra amable que derrumba las coherente, macizo, hecho de una sola pieza.
murallas del prejuicio; es la palabra cariñosa que abre cora-
zones; es la palabra de consejo que ilumina; es la palabra Quizá algún día un caminante cualquiera, al encontrarse
incentivadora que anima; es la palabra de corrección que con nosotros en una encrucijada de la vida, pudiese también
rectifica y endereza; es la palabra de mando que mueve, exclamár alegre, admirado: “¡Encontré lo que mi corazón
«decide e impera. deseaba; encontré a un hombre transparente, íntegro, autén-
1

«
tico —un verdadero hombre-— en quien no hay duplicidad ni
engaño!”
Más aún, cuando la verdad se impone dentro de nosotros
de un modo categórico, tiende a irradiar hacia el exterior de
una forma arrebatadora. La palabra, entonces, arrastra. Es
decir, una personalidad auténtica, de una forma o de otra,
está poseída de una gran capacidad de liderazgo: cautiva,
induce y obliga.

Esa sinceridad vital que transmite seguridad y credibilidad,


que arrastra como arrastra todo lo que nos conduce a la
realización de la plenitud, podríamos denominarla transpa-
rencia. La transparencia es como la expresión plástica,
sensible, de algo que es al mismo tiempo sinceridad, cohe-
rencia, integridad, simplicidad, naturalidad, franqueza y
autenticidad. Es una cualidad luminosa que permite ver con
sus nítidos contornos todas las virtudes y defectos, el fondo
de las ideas y sentimientos, y la consistencia de las actitudes.
Algo que nos permite decir de un hombre: es él, siempre él.

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