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Si bien es difícil predecir el momento en que sucederá cada evento, los desastres,
naturales o de origen humano, son sucesos trágicos pero predecibles, en nuestro planeta.
En todas partes se informa habitualmente de huracanes, terremotos, erupciones
volcánicas, inundaciones, explosiones y otras catástrofes de esta índole. El costo de los
desastres lo pagan por igual las víctimas que viven la experiencia de manera directa y
los demás miembros de nuestra sociedad.
Después de los desastres graves, las personas ansiosas por ayudar suelen sentir una
satisfacción que puede considerarse apropiada y eficaz. Sin embargo, el flujo de
voluntarios no capacitados y desorganizados puede agravar el problema. Los
profesionales de la salud mental que están formados para diagnosticar y tratar los
trastornos psicológicos usuales en las personas son valiosos. Sin embargo, si no están
capacitados en los aspectos de salud mental pública para situaciones de desastre o si
están mal coordinados, contribuyen poco a la prevención o el tratamiento necesarios de
las enfermedades.
La Dra. Raquel Cohen, autora del presente manual y guía de capacitación, se cuenta
entre las autoridades mundiales reconocidas en el ámbito de las consecuencias
psicológicas y sociales de los desastres y los métodos de intervención rápida y eficaz.
Su contribución a la literatura acerca de las repercusiones psicológicas y sociales de los
desastres, no tiene paralelo. Sus experiencias excepcionales, que abarcan desde la ayuda
a damnificados hasta la orientación a grupos integrados por líderes de los gobiernos,
han sido la génesis de un modelo de intervención para atender las consecuencias de los
desastres en las poblaciones afectadas. A mi juicio, es invaluable la comprensión que
demuestra la Dra. Cohen acerca de la acción recíproca entre la psicología y la
vulnerabilidad somática de los individuos y los sistemas sociales.
Espero que esta obra reciba la atención amplia que merece y que la capacitación en las
intervenciones de salud mental para situaciones de crisis se convierta en un curso
obligatorio, en particular, para los trabajadores de salud mental y, desde luego, para los
proveedores de atención de la salud en general.
Objetivos
Cada capítulo comprende los objetivos didácticos, la información acerca del contenido y
la bibliografía recomendada. En la Guía para instructores se describe el material
didáctico al que pueden recurrir los instructores, a fin de capacitar a los trabajadores que
intervendrán después del desastre, este segundo volumen el cual acompaña al presente
manual y contiene situaciones de la vida real, como: videos recomendados, ejercicios
para el trabajo en grupo y páginas para retroproyector o que pueden transformarse en
diapositivas o copias.
Introducción
Los desastres, ya sean causados por el hombre o naturales, son eventos al azar que crean
una devastación incontrolable. Los desastres naturales como terremotos, huracanes,
tomados, inundaciones o erupciones volcánicas, destruyen vidas, hogares y
comunidades. Durante siglos, la primera respuesta ante los desastres ha sido ayudar a
los damnificados a recuperan sus necesidades básicas, es decir, abrigo, vivienda,
alimentos y agua, mientras reorganizan lo que quedó de sus vidas. En los últimos 20
años, la realización, comprensión y reconocimiento constantes del costo emocional de
los desastres han provocado una respuesta a las necesidades de salud mental de los
damnificados. Al considerar las consecuencias emocionales y psicológicas de los
desastres, los trabajadores de la salud mental han elaborado métodos y procedimientos
para atender a los damnificados y para que los trabajadores que prestan ayuda en
urgencias, reconozcan los signos del trauma y coadyuven en la recuperación de las
repercusiones de la catástrofe.
Pese a que cada desastre tiene características únicas, la respuesta universal del ser
humano a las pérdidas y los cambios catastróficos permite aplicar la información y
capacitación a escala mundial. En consecuencia, este manual se ha redactado con la
finalidad de que los trabajadores presten servicios a los damnificados en diferentes
regiones del mundo, teniendo en cuenta las diferencias en cultura, idioma, tradición,
religión, así como los sistemas públicos y privados que influyen en la respuesta
organizada.
• apoyar las relaciones con otros damnificados y miembros del personal de los
organismos que proporcionan atención sanitaria, refugio y asistencia económica;
LOS DAMNIFICADOS
El término damnificado en esta guía se refiere a las personas y familias afectadas por
un desastre y sus consecuencias. Las víctimas de los desastres han experimentado un
evento inesperado y estresante que ha deteriorado su capacidad de adaptación. Los
damnificados son de todas las edades, clases socioeconómicas y grupos raciales o
étnicos, ya que las catástrofes afectan en forma indiscriminada a la población de la zona
que sufre el impacto.
Los niños son otro grupo con necesidades especiales en riesgo, ya que por lo general no
tienen la capacidad para comprender y racionalizar lo que ha sucedido. Por
consiguiente, pueden presentar problemas emocionales o de conducta en el hogar o la
escuela como reacciones normales a la situación anormal; entre otros, fobias, trastornos
del sueño, pérdida de interés en la escuela y conducta difícil.
Las personas que estaban pasando por alguna crisis en su vida en el momento del
desastre también merecen ayuda especial. Este grupo abarca aquellas personas que en el
pasado reciente se hayan divorciado o enviudado y las que se hayan sometido a cirugía
mayor. Estos damnificados pueden ser en particular vulnerables al estrés generado por
un desastre natural y perder ciertas habilidades para resolver las crisis.
ENFOQUE MULTIDISCIPLINARIO
Los cambios en la política y la capacitación con respecto a los desastres durante los
años de 1970 a 1990 proporcionan el marco para la atención de la salud mental en los
programas de socorro. En 1973, en una junta con el equipo de expertos encargados de
analizar los problemas de salud mental que presentaban los damnificados del desastre de
Búfalo Creek, Virginia, EUA, los profesionales hicieron observaciones que generaron
nuevas ideas acerca de los programas de intervención y desastre.
Esta ley se promulgó en respuesta al reconocimiento de que los desastres producen una
variedad de trastornos emocionales y mentales que, si no se tratan, pueden volverse
crónicos e incapacitantes. Los programas de orientación en crisis financiados conforme
a la sección 413 están destinados a proporcionar alivio inmediato y a evitar los
problemas a largo plazo.
Los resultados de la aprobación de esta ley fueron un plan detallado para satisfacer las
necesidades de salud mental de los damnificados de los desastres, un medio para
canalizar los recursos y estructuras en el caso de aquellos desastres que afectan a las
poblaciones de la comunidad, y una coalescencia de los esfuerzos de los profesionales
de la salud mental, la Cruz Roja estadounidense y el gobierno en todos los niveles,
incluso en el que entonces era el National Institute of Mental Health, NIMH (Instituto
Nacional de Salud Mental) y el FEMA.
Conceptuación del papel de la salud mental: función del consejero de salud mental
como participante en la etapa posterior a los desastres
Aunque los consejeros son sinceros en su deseo de ayudar a los damnificados, aún no
están seguros de sus propias expectativas y de las de los demás acerca de sus
actividades. Al avanzar en su capacitación, deben prepararse para adaptarse a las
situaciones del trabajo de urgencia en casos de desastre con las que están poco
familiarizados y para elaborar métodos para lidiar con la realidad del acceso difícil y el
uso rápido de sólo un mínimo de información disponible. La experiencia les ayudará a
cambiar las actitudes aprendidas para que se sientan más cómodos y sean más flexibles
cuando colaboren con otros profesionales de ayuda en casos de desastre. Al trabajar con
colegas de la Cruz Roja estadounidense, el FEMA, la Civil Defense (Defensa Civil), y
los organismos locales de servicios legales y de rescate, surgirán problemas
relacionados con el material confidencial, la combinación de la responsabilidad de
tareas mutuas y el respeto de los sistemas de valores y los estilos de comunicación de
los demás. Los consejeros de salud mental pueden entrar en conflicto con tradiciones
muy antiguas que guían la conducta de otros trabajadores del programa de
socorro/urgencia. A menudo, la autoridad para tomar decisiones generales recae en el
organismo gubernamental principal para casos de desastre. En ocasiones, algunas de
estas decisiones se toman sin consultar ni considerar las repercusiones en la salud
mental de los damnificados. Dichos hechos han producido problemas para los
consejeros de salud mental en su intento por lograr la colaboración y cooperación de los
equipos multidisciplinarios.
El rango y las normas de conducta profesional que forman un sistema de valores y una
escuela psicológica de pensamiento dentro de su propio grupo cultural, se unen a los
métodos dispares de trabajo de muchos consejeros de salud mental en los entornos de
socorro. Los límites profesionales, tal como existen en un entorno clínico, no sólo
definen la estructura y las responsabilidades de los servicios clínicos en los programas
tradicionales, de donde se reclutan muchos de los miembros del equipo, sino que
definen el dominio de los consejeros. Existe una situación muy distinta en la etapa
posterior al desastre cuando se exige bastante a los consejeros de salud mental para
atender las necesidades de la comunidad y este dominio no tiene ningún límite
reconocible que guíe a los organismos comunitarios. El consejero debe establecer los
límites, y priorizar las necesidades y recursos; lamentablemente, no pueden satisfacerse
todas las necesidades detectadas. En esta situación extrainstitucional, el consejero se
topará con funciones en conflicto, “activo-promotor-movilizador” frente a “pasivo-
receptivo-consejero/terapeuta”, que es la función que han ejercido muchos consejeros
en el pasado. A medida que se establecen estas configuraciones de funciones, el
consejero de salud mental debe considerar el contexto continuamente cambiante en que
se encuentran los damnificados mismos, reaccionando al reasentamiento repentino, a los
distintos arreglos de los refugios y a los anuncios diarios de nuevas instrucciones de las
autoridades gubernamentales y los programas de asistencia, los cuales evolucionan
lentamente.
El consejero necesita adaptar sus aptitudes previas para ayudar a que los damnificados
se den cuenta de que su mundo ha cambiado y a enfrentarse a ello. Por tanto, hay que
tener presente que el damnificado necesitará actuar y tomar decisiones para resolver los
problemas cotidianos. Al ayudarlo emocionalmente, dándole apoyo e intervención, el
consejero legitima los elementos sanos de las habilidades del damnificado para la
resolución de la crisis. Esto significa que se percibe a la víctima como una persona
capaz de reorganizar su vida si se le ayuda con empatía, conocimientos y respeto.
El consejero debe intervenir con un objetivo claro y apreciar los limites entre la
intervención en crisis después del desastre, el tratamiento de salud mental y la defensa
de los derechos de las víctimas. Conforme a la definición del Center for Mental Health
Services U.S. Department of Health and Human Services (Centro para Servicios de
Salud Mental del Departamento de Salud y Servicios Sociales de Estados Unidos), el
consejero debe ayudar a las personas a adaptarse a las consecuencias psicológicas del
desastre, a mitigar el estrés o el daño psicológico adicional y a promover la
comprensión y desarrollo de estrategias de resolución de la crisis para que la persona
recurra a ellas en el futuro. El tratamiento de salud mental implica que existe un
síndrome cuyo diagnóstico se encuentra en el Manual diagnóstico y estadístico de los
trastornos mentales, publicado por la American Psychiatric Association. El método y
duración del tratamiento pueden variar en tiempo y modalidad, e incluir fármacos y
hospitalización. La defensa de los derechos de las víctimas supone una función de
confrontación de los organismos que prestan servicios después de un desastre. Se
procura obtener servicios para los damnificados. Aunque ayudarlos a obtener recursos
es una meta, representar al damnificado en una entrevista o resolver las controversias
entre los organismos y ésta cae fuera del alcance del programa de intervención en crisis.
Los equipos deben tener miembros con aptitudes para ayudar a niños, ancianos y a
personas con enfermedades físicas o mentales crónicas. Aunque todos los miembros
deben estar formados con un acervo común de habilidades y conocimientos variados, se
precisarán aptitudes especializadas para atender las necesidades de diversas
poblaciones. Se requerirá capacitación aún más especializada para preparar al consejero
para estas tareas. En el presente manual estos temas se tratan en el capítulo 5.
Algunas actitudes que convendrá reforzar en el consejero para que sea eficaz la
asistencia a los damnificados son:
• Creencias. Los damnificados están reaccionando normalmente a situaciones muy
anormales. La manifestación de sus reacciones en la mayor parte de los casos es una
expresión de sus intentos de adaptación.
• Aceptación de que los damnificados no sienten que necesitan servicios de salud mental
y que, por este motivo, no solicitan tales servicios.
• Facultad para adaptar la conducta común del consejero a los valores culturales del
damnificado en función de sus creencias, prestando atención a los detalles de las
prácticas sociales, tradicionales o religiosas.
• Habilidad para ayudar a los damnificados a comprender el alcance y los limites del
programa de intervención después del desastre y de reconocer la reacción de
impaciencia o ira que produce el ritmo lento de la burocracia.
• Capacidad para no identificarse con las emociones del damnificado para no perder la
objetividad e inadvertidamente afectar de manera negativa la percepción del
damnificado acerca de la realidad que proviene del trauma.
• Capacidad de lidiar con cambios rápidos, edictos impuestos por los representantes
gubernamentales oficiales, jerarquías de autoridad confusas y la estructura variable de
los organismos.
• Perspectiva realista de que los representantes de otros organismos como FEMA, Cruz
Roja, Civil Defense Housing Authority (Autoridad de Vivienda) tienen diferentes
objetivos, pautas, criterios y atribuciones.
El siguiente ejemplo ilustra las actividades en múltiples niveles que se llevaron a cabo
para ayudar a una familia y subraya la función cambiante del trabajador de salud
mental.
ESTUDIO DE CASO
La casa familiar había sufrido daños, pero ya habían recibido asistencia monetaria de los
organismos del gobierno, y los trabajadores estaban listos para empezar las
reparaciones. Aunque esta parte del desbarajuste se estaba solucionando de manera
satisfactoria, la familia seguía experimentando graves dificultades. Casi todas las quejas
y dificultades expresadas por la mujer se relacionaban con su esposo, quien padecía
esclerosis múltiple y tenía problemas para desplazarse, así como un estado de ánimo
voluble. A pesar de su discapacidad, el esposo quería controlar cada trabajo de la
reparación de la casa y la distribución de los fondos que habían recibido de los
organismos del gobierno. La mujer sentía que las actitudes de su esposo complicaban
más las reparaciones y quería que él se fuera a vivir con algún pariente mientras los
trabajadores estuvieran en la casa. Había empeorado su relación matrimonial, de por sí
inestable, y se sentía atrapada. Si bien antes había podido funcionar con defensas fuertes
y realistas y con el apoyo de amigos y familiares, ahora sentía que todo se estaba
derrumbando porque sus parientes más cercanos también habían sufrido el impacto del
desastre y había tenido que mudarse a otras partes del estado.
A medida que la mujer se dio cuenta de que aumentaba su eficiencia, empezó a sentirse
más optimista acerca de su familia. El consejero la apoyó en una situación en la que la
realidad era difícil y mostró su aprecio por la manera en que hizo los trámites
burocráticos necesarios para que le repararan su casa, a pesar de que no estaba
familiarizada con los procedimientos.
En cuanto a los demás individuos, la pareja necesitaba más que asistencia básica. La
familia González tenía muchos problemas antes del tomado; el desastre desencadenó las
dificultades latentes en las relaciones familiares que se agravaron por la crisis familiar
no resuelta. El consejero precisó deslindar los límites de la intervención en crisis
posterior al desastre y luego vincular a la familia con un organismo de la comunidad
que les proporcionara recursos adicionales para resolver los problemas matrimoniales
crónicos.
Este ejemplo señala los tipos de intervención en crisis para las víctimas que sigue a la
asistencia básica y concreta que se presta después del desastre para normalizar las
condiciones de vida; muchas personas requieren más que esta asistencia.
Aspectos socioculturales
• Guardan relación la conducta manifiesta, las expectativas acerca de ésta y los valores
que se le asigna con respecto a los damnificados y consejeros,
• Cómo influyen entre si la conducta y la posición social percibida, más el papel afín
que la comunidad le confiere al individuo. La posición social y el papel son símbolos
(conceptos) de las expectativas culturalmente definidas de los modelos de relaciones y
conductas en un sistema social determinado. Cada persona ocupa múltiples posiciones y
hay un papel afín para cada posición, lo que comprende una variedad de conductas que
corresponden a dicho papel (conjunto de papeles) y que distintas personas perciben de
diferente manera.
Las características de las familias damnificadas, como son grupo étnico, nivel
socioeconómico, aculturación, religión y enfoques tradicionales aceptados para manejar
los factores estresantes, influirán en la recuperación por el desastre. Un sistema de
valores universal concreto es la relación de los seres humanos con la naturaleza, que
puede ser crítica para comprender las diferencias en los tipos de reacción ante los
desastres de las distintas culturas. Por ejemplo, los ciudadanos de Managua, Nicaragua,
creían que el terremoto de 1972 que destruyó parte de su ciudad era un castigo de la
Madre Naturaleza por sus conductas descontroladas.
Surgen muchos problemas culturales que son parte de la interacción entre el trabajador
y el damnificado, desde el primer encuentro en el refugio o el centro de la Cruz Roja. A
medida que se congrega a individuos de diferente origen en grupos a cargo de un
empleado del organismo, quien necesita organizar los horarios según las guías
logísticas, uso del tiempo y el personal, se hacen evidentes los choques de criterios por
motivos culturales. La comprensión de las variaciones y secuencias de las emociones y
las conductas, basadas en las tradiciones culturales y los valores, es el fundamento de la
intervención en situaciones de desastre. Los métodos transculturales requieren
modificaciones de los elementos que influyen en los procesos de resolución de crisis
bien conocidos en la práctica clínica cuando se trata con población uniforme.
La cultura de un grupo es más que sólo los tipos preferidos de conducta y la trama de la
organización social. La cultura le proporciona al individuo una visión global del
universo, una concepción y clasificación de todas las cosas y postulados existenciales en
lo referente a la naturaleza del hombre y su destino final.
La visión del mundo que comparten las personas con otros miembros de un grupo
refleja conocimientos pragmáticos, sistemas de creencias, actitudes, nociones
preconcebidas y jerarquías de valores. Es importante que los consejeros tengan una
comprensión de la cultura y la visión del mundo de un damnificado para planificar,
programar y prestar servicios adecuados y asequibles en armonía con el modo de vida
de éste.
Las reacciones frente a los eventos estresantes dependen de las características de los
sucesos, los recursos del individuo, la tarea requerida y las características del ambiente
social. El resultado puede ser el crecimiento, una dificultad temporal o un trastorno
mental, y depende de la ubicuidad y persistencia del factor estresante. En términos
generales, el sistema de estrés puede ser fluctuante, abierto, dinámico y fluido.
• Etapa de la vida.
• Recursos para reaccionar.
• Sistemas de apoyo.
• Oportunidad o capacidad para influir en el ambiente.
• Significado o simbolismo concedido a la vivencia.
• Interpretación de la situación.
Algunas personas parecen ser inmunes a los factores estresantes, mientras otras son en
particular vulnerables a las condiciones que producen desequilibrio personal. Los
estados de estrés producen reacciones psicobiológicas de duración variable,
determinadas por el número, frecuencia, intensidad, duración y prioridad de las
exigencias a las que se ven sometidos los mecanismos de resolución de crisis del
individuo.
• La situación.
• La fuerza del factor estresante (trauma).
• El estado de salud del individuo.
• Los tipos de sistemas de apoyo en la comunidad.
• La red de apoyo familiar.
• Los modos habituales de interacción humana de la persona.
Las respuestas de estrés son estados que se manifiestan por síntomas específicos, los
cuales consisten en cambios del sistema biológico inducidos por un grupo de estímulos
o factores estresantes. A partir del concepto de la preservación de la vida como
mecanismo regulador interno del organismo, se puede colegir que el estrés es resultado
de una reacción de autopreservación, cuando dichos agentes externos atacan a la
persona.
Enfrentamiento y adaptación
Ejemplo:
“Dr. Brown, si usted insiste en que me quede en el hospital unas horas más, seguiré su
consejo, aunque yo creo que debería irme a mi casa para ver qué le hizo el huracán.”
Ejemplo:
“Tuvimos suerte de que no se muriera ningún miembro de nuestra familia y que sólo
unos pocos quedaron heridos cuando se cayó el techo.” O bien, “qué suerte que el
terremoto fue a las cuatro y media, cuando las carreteras estaban vacías”.
Ejemplo:
“Me da vergüenza quejarme de los daños de mi casa cuando otros perdieron mucho
más.”
MECANISMOS DE ENFRENTAMIENTO
Casi todos aprenden formas peculiares de enfrentar el estrés y si bien éstas varían, es
usual que correspondan a pautas de conducta de:
• Evitación.
• Alteración.
• Manejo.
• Prevención.
• Control de la expresión emocional inapropiada.
Ejemplo:
3. Las respuestas de enfrentamiento pueden ser un intento por controlar el estrés, a fin
de que el individuo pueda seguir funcionando con la mayor normalidad posible. En
esencia, esta acción es un esfuerzo para mantener el estrés dentro de límites tolerables y
producir una adaptación a éste sin sentirse abrumado. Esta tercera estrategia abarca una
serie de respuestas, tales como negación, retraimiento, aceptación pasiva, optimismo
excesivo, evitación o incluso hasta pensamiento mágico, entre otras.
Ejemplo:
“Dr. Ross, tan pronto se seque el yeso, creo que podría empezar a ayudar a otros
heridos; siempre me ha gustado sentirme útil.”
Muchos profesionales han llamado la atención hacia el proceso de cinco pasos del duelo
por el que pasan las víctimas de los desastres:
1. Negación.
2. Furia/ira.
3. Negociación.
4. Depresión.
5. Aceptación/resignación.
El proceso de duelo hace que la persona pase sucesivamente por las etapas de choque
emocional, aflicción aguda y resignación. En el camino, suele padecer molestias físicas
o volverse más susceptible a las enfermedades; quizá se retraiga y se vuelva apático, es
factible que se vuelva más hostil hacia los demás o se aísle por completo.
Una reacción predominante es una defensa intensa de negación; es decir, las víctimas
parecen preocuparse por actividades o conversaciones que no incluyen la mención de la
pérdida. Esta reacción tardía al parecer facilita la resolución de emociones
incontrolables.
En última instancia, la forma en que una víctima se enfrenta a los problemas durante un
periodo de estrés emocional influye en el hecho de que ésta surja de la crisis con una
susceptibilidad más intensa a los trastornos mentales o con mayores probabilidades de
mejorar sus habilidades de resolución de crisis después del desastre.
Recursos emocionales: Las capacidades para resolver el estrés que origina un problema,
basadas en la experiencia para solucionar problemas. Los recursos emocionales le
permiten a una persona soportar las presiones del estrés, angustia y sentimientos
depresivos, además de tener confianza en sí mismo para fijar metas y emprender
acciones eficaces. Cuando estos recursos no bastan para soportar la tensión, el individuo
puede sucumbir al estrés y manifestar conductas no adaptativas.
Recursos sociales: Son la suma de las relaciones de un individuo, que forma una red de
vínculos sociales con individuos y grupos para definir y obtener apoyo emocional.
Los recursos sociales y emocionales de los damnificados guardan relación con sus
experiencias anteriores con respecto al estrés y las crisis, la pérdida y luto, así como la
resolución de crisis y adaptación. La red de apoyo emocional y social de una persona
influye de manera considerable en el resultado de pasar por la experiencia de un
desastre. Por tal razón, los consejeros en desastres deben ser muy conscientes de los
tipos de recursos sociales y emocionales de que disponen los damnificados. Este
conocimiento le permite al trabajador de socorro ayudar a vincular al damnificado con
esta matriz social, y aumentar la capacidad de éste para resolver el estrés causado por el
desastre.
Algunos estudios han revelado que el damnificado logra resolver la crisis muchas veces
en relación directa con el uso de los sistemas de apoyo. Inmediatamente después de una
calamidad, las personas que dependen principalmente de sus vínculos con familiares y
amigos cercanos, y menos de los vecinos y las organizaciones formales o benéficas,
suelen resolver eficazmente el estrés que produjo la catástrofe. Incluso años después, los
vínculos de estos damnificados con su sistema de apoyo social son más íntimos que
antes de la catástrofe.
Sin embargo, quienes están abrumados por el estrés grave, a menudo tenderán a
depender primero de los recursos sociales. Si éstos fracasan, emplearán sus propios
recursos emocionales, limitados por las circunstancias, o sea, se retraen, expresan su
impotencia y se aíslan.
Crisis: Periodo crucial o momento decisivo en la vida de una persona que tiene
consecuencias físicas y emocionales. Una crisis es un periodo limitado de desequilibrio
psicológico precipitado por un cambio súbito y significativo en la situación vital del
individuo. Este cambio da lugar a la necesidad de ajustes internos y al uso de los
mecanismos de adaptación externa que rebasan temporalmente la capacidad del
individuo.
TEORÍA DE LA CRISIS
Por consiguiente, una crisis variará según las personas o la sociedad afectadas. Hay
grupos que definirán un evento determinado como generador de una crisis y otros no.
Los cambios en los papeles personales y en las conductas usuales o previstas suelen
producir, como consecuencia secundaria, problemas en las relaciones interpersonales.
En la medida en que ocurren esos cambios, el individuo tiende a presentar nuevos
estilos de conducta cuya finalidad es manejar el estrés y, por consiguiente, disminuir el
malestar y el dolor.
Hipótesis:
Los desastres son factores estresantes que tienen repercusiones en las víctimas, dando
lugar a una situación de crisis, la cual afecta a los sistemas biológicos, psicológicos,
sociales y conductuales.
Hipótesis:
Hipótesis:
Hipótesis:
Los damnificados, cuyas vidas se ven interrumpidas por un cataclismo y a los que se
ofrece ayuda para que se recuperen de los traumatismos físicos, tienen que desarrollar
una conducta de adaptación. Pueden utilizarse las técnicas de observación psicológica y
entrevista para comprender estas conductas, a fin de evaluar el grado de aflicción y
brindar la asistencia y apoyo necesarios.
• Características de la personalidad.
• Sistemas de apoyo social y comunitario al alcance de las víctimas y uso que hagan de
estos recursos a favor de su recuperación.
• Nivel de apoyo disponible en la matriz social, tal y como se mide en función del grado
de organización de la comunidad frente a la desorganización de la unidad de urgencia
oficial y los organismos de socorro.
Después del desastre y con el transcurso de las horas, algunos damnificados no son
capaces de resolver sus problemas y siguen presentando ansiedad, apatía, ira, pesadillas,
insomnio y dificultades en sus relaciones interpersonales. En algún momento en la
conducta de resolución de crisis del damnificado, el socorrista encontrará una coyuntura
que lleve a un punto final sano o patológico. El trabajador de socorro necesita adquirir
las aptitudes y conocimientos con los cuales evaluar la situación y tomar en
consideración los procedimientos de intervención terapéutica que apoyen y guíen a los
damnificados hacia el logro del mejor resultado posible, dada la situación. Este objetivo
requiere planificar la logística y capacitar al personal de orientación en crisis.
REACCIONES EMOCIONALES
Las reacciones frente a los efectos del desastre o de sus consecuencias pueden producir
en el damnificado expresiones conductuales y emocionales diversas:
• Recuerdos de tipo obsesivo del evento que se repiten y preocuparse por ellos. Éstos
pueden aparecer en sueños o pesadillas.
• Periodos en los que se sienta distante y aislado. Este aislamiento puede perturbar las
relaciones sociales de manera intermitente.
• Síntomas de excitación del sistema nervioso autónomo y ser más sensible a ruidos
fuertes o situaciones desconocidas que reaparecen varios meses después del trauma
psíquico del desastre.
Sistema biopsicosociocultural
* Adaptado de Weiner, H. Perturbing the organism. The Biology of Stress Experience. Chicago
Press: Chicago II 1,1992.
Las reacciones humanas frente a una catástrofe tal como evolucionan con el transcurso
del tiempo, pueden analizarse conforme a las siguientes fases de transición:
• Fase de la amenaza.
• Fase del impacto.
• Fase de recuperación.
• Fase de corto plazo.
• Fase de largo plazo.
FASE DE LA AMENAZA
Perspectivas psicosociales
En todos estos tipos de expresiones adultas median las normas culturales y sociales. No
existen informes documentados acerca de cómo reaccionan los niños.
Perspectiva interpersonal
Perspectivas socioculturales
Perspectiva biológica
Se cuenta con escasos estudios acerca de las reacciones biológicas que se producen unas
pocas horas o días después del impacto del desastre y las consecuencias de los efectos
traumáticos de las secuelas. Las descripciones de algunos damnificados acera de sus
reacciones, observadas en sí mismos y apoyadas por estudios en animales, indican que
existen cambios en los niveles neuroquímicos del sistema nervioso central relacionados
con las reacciones de estrés, que pueden afectar las respuestas del sistema imunológico.
Se han registrado quejas constantes o intermitentes de fatiga, agotamiento y diferentes
niveles de intranquilidad, acompañados por cambios en el apetito y el sueño.
Perspectivas psicológicas/emocionales
“Debe haber sido una experiencia muy alarmante para usted ver que el agua subía y no había
nadie que lo rescatara.”
Damnificado:
“Bueno, fue toda una experiencia, como una aventura, como ir al cine y ver una
película de miedo. Sabía que alguien vendría y esperé. No estuvo tan mal.”
Perspectiva interpersonal
Los observadores han encontrado que en las relaciones interpersonales con el primer
grupo de trabajadores de socorro que aparece en escena, algunos damnificados se
comportan de manera indefensa, dócil, dependiente e indecisa. Otros exigen, se quejan y
dicen tener derecho o atacan a las autoridades por las consecuencias del desastre, como
chivos expiatorios. Una proporción pequeña de los damnificados se aísla y no se
comunica.
Algunos damnificados se sienten culpables porque otros fueron menos afortunados. Por
ejemplo, si su casa está menos dañada o perdieron a menos seres queridos, parecen tener
que realizar acciones que simbolizan expiación, mientras dan explicaciones defensivas
de por qué se salvaron de un destino tan malo como el de sus vecinos.
Las defensas adaptativas, que parecen ayudar a los individuos a emprender las
actividades de adaptación que ellos necesitan para seguir adelante en los días difíciles
que siguen, varían desde la conducta rígida y obsesiva en su interacción con otros
individuos, por una parte, hasta la indecisión, volubilidad de sus opiniones y seguir
cualquier sugerencia de los demás.
Perspectiva sociocultural
Después del terremoto de Managua (1972), las personas cayeron de rodillas para rezar
y permanecieron así durante horas, sin que dispusieran de ningún medio de
recuperación debido al impacto masivo en todos los recursos sociales.
Los ciudadanos en el desastre de Revere, Massachusetts (1978) usaron linternas para
avisar a los botes que había víctimas en los techos.
FASE DE RECUPERACIÓN
Perspectiva biológica
Perspectiva psicológica/emocional
Cuando los damnificados regresan por primera vez a su vecindario y comprenden las
consecuencias del impacto del desastre, presentan una variedad de reacciones
psicológicas/emocionales. Al comenzar a evaluar lo que se requerirá para reconstruir
sus vidas, las reacciones observadas abarcan la gama entera de manifestaciones
conocidas como luto, duelo, desesperación y “elaboración” de las pérdidas, que los
profesionales de salud mental conocen tan bien.
Para muchos damnificados, la vida se convierte en una serie de días dolorosos, mientras
lidian con la tarea de lograr la resolución y la resignación. Manejan las emociones
personales y las relaciones interpersonales, mientras se ocupan de manera simultánea de
los quehaceres cotidianos. A veces, los damnificados viven momentos de intensa
impotencia.
A veces estas conductas interfieren intensamente con la tarea de tratar con el personal
de reconstrucción. Estos trabajadores, quienes tienen que limpiar después que la
devastación ha destruido las estructuras de calles y casas, necesitan interactuar con los
ciudadanos. Deben utilizar equipo para limpiar los caminos, remolcar árboles
desarraigados, reparar tuberías de agua y reconectar cables eléctricos. Para ello, los
trabajadores se entrometerán en “los espacios vitales” de los damnificados. Se han
documentado reacciones emocionales y violentas que son resultado de los malos
entendidos entre damnificados y trabajadores de reconstrucción.
Además tienen que tomarse decisiones e iniciarse las negociaciones con plomeros,
arquitectos, bancos y demás instituciones, cuya asistencia es necesaria para devolver el
hogar a la normalidad. Estas tareas requieren que la víctima sea capaz de pensar con
claridad para resolver problemas y se encuentre en un estado de estabilidad emocional.
No obstante, es posible que estas dos características estén afectadas en momentos tan
cruciales.
En esta etapa es fácil lastimar los sentimientos de los damnificados y que entren en
conflicto por tener que pedir ayuda. En consecuencia, éstos tienen que suprimir la
humillación y el orgullo. La conciencia de haber perdido una sensación familiar de
seguridad e independencia, sin saber si alguna vez la recuperarán, aumenta el dolor
amargo de esos momentos.
Perspectiva interpersonal
También en esta fase parece difícil que las personas mantengan relaciones continuas y
confiables. Estas se enojan con facilidad, se sienten heridas y discriminadas si no
reciben su ración justa de recursos de “socorro”, culpan a otros por su destino o se
sienten culpables y se vuelven ambiciosos. En zonas donde los recursos son
particularmente escasos, parte de la población asume el papel de “víctima” cuando se
acumula la frustración, acompañado de exigencias basadas en los derechos, impotencia
aprendida, expectativas con respecto a la ayuda y reacciones depresivas.
La intrusión creciente de los eventos que se suceden después del desastre, combinada
con las consiguientes pérdidas sufridas, hacen que el individuo se sienta fracasado al
negociar con los demás. La persona puede creer que ahora hay “pruebas” de que
depende de otros, en lugar de ser fuerte, competente y estar en control. Estas reacciones
empiezan a alterar y a distorsionar las relaciones entre el individuo y el sistema de
apoyo, y algunos damnificados evitan participar con otros como método para recuperar
el control. Paradójicamente, esta conducta multiplica sus problemas para manejar la
crisis, porque para resolver sus problemas tienen que interactuar con muchas personas.
Con el tiempo, casi todas las personas dejan de menospreciarse y reaparecen sus rasgos
de personalidad y aptitudes sociales típicos.
Perspectiva sociocultural
Durante esta fase, surgen en la comunidad grupos e individuos que realizan esfuerzos
activos, que ayudan a revitalizar la estructura social de la comunidad y a que los
organismos sociales afectados vayan funcionando poco a poco con mayor eficacia. Los
damnificados, quienes han recuperado cierto sentido de la normalidad, empiezan a
asumir las funciones asignadas a los organismos gubernamentales, religiosos, sociales y
de servicio social. Se recupera un sentido de competencia y predomina la continuación
de las funciones para ayudar a los damnificados, a medida que los trabajadores de
socorro externos terminan sus funciones en la comunidad.
Sin embargo, se sabe por narraciones anecdóticas y artículos de periódico, que casi
todos los damnificados reconstruyen sus vidas y que se erigen nuevas construcciones en
la comunidad. Los niveles de readaptación de las personas varían conforme a los
recursos de que disponen los damnificados. Algunos grupos siguen manifestando
ansiedad crónica y depresión, en especial los ancianos. Una elevada proporción de
damnificados parece resolver las situaciones de crisis mediante pautas individuales de
adaptación y resignación a las vivencias y pérdidas.
No se sabe cuán extensas son las “cicatrices” de la experiencia del desastre que todavía
llevan muchos damnificados. Algunos autores han documentado reacciones
psicofisiológicas ante estímulos que son una “señal” del trauma, como el sonido de la
lluvia en el techo, los avisos de tomados en los medios de información o el retumbar de
un tren que suena como terremoto.
Los damnificados parecen utilizar de manera más intensa y constante sus sistemas de
apoyo durante mucho tiempo. Muchos meses después del desastre, siguen teniendo
necesidad de “ventilar”, de que los demás reconozcan el carácter traumático del evento,
y de recibir la aceptación de una conducta que todavía sienten ajena a ellos mismos.
Los programas pueden ser descentralizados o centralizados. Los primeros suelen tener
centros ubicados en los vecindarios afectados. Se asigna la responsabilidad de la
atención en esa zona a un equipo, de cuyos miembros uno funciona como administrador
y supervisor de las actividades del equipo y además informa al director del proyecto.
Los proyectos con una estructura más centralizada pueden contar con un solo
establecimiento, pero puede encomendarse la responsabilidad de la búsqueda y
asistencia inmediata y la orientación en crisis a los equipos que estén dentro de una zona
geográfica particular.
Cada tipo de programa requiere un sistema para llevar los registros y recopilar
información. El programa debe tener procedimientos para llevar registros exactos de los
fondos asignados para el local, equipo, materiales, suministros y remuneración del
personal. También se precisan registros confidenciales para anotar las observaciones de
los consejeros, las medidas adoptadas y el progreso logrado en la ayuda a los individuos
y las familias.
Consulta y educación
Los siguientes factores afectan el éxito de un consultor de salud mental que trabaje en
esta red de trabajadores de socorro:
• La medida en que la red que vincula a los organismos asistenciales aprueba la función
del consultor.
Con base en un modelo conceptual que sustente y guíe las intervenciones, un consultor
de salud mental puede ayudar mejor a integrar las teorías psicológicas y las operaciones
de socorro con los damnificados. La falta de dicho modelo es una de las condiciones
que con mayor frecuencia lleva al fracaso a los programas de consulta.
Aunque el consultor de salud mental y los miembros del personal del organismo de
socorro tienen distintos antecedentes profesionales, deben conjuntar sus esfuerzos y
combinar su pericia, aptitudes y energía en pos de una meta común. Ciertos campos
teóricos de estas disciplinas profesionales han tenido éxito en otras actividades de
intervención:
PRINCIPIOS Y GUÍAS
Las siguientes pautas son esenciales para la elaboración de este modelo. Tenerlas en
cuenta ayudará al consultor de salud mental a organizar las estrategias de intervención
para atender las necesidades físicas, biológicas o psicosociales de los damnificados.
• Las actividades del consultor siempre deben tener por objeto elaborar procedimientos
prácticos y útiles para el miembro del organismo que participará como beneficiario y el
damnificado en quien se centrarán los servicios.
• El consultor de salud mental también debe ser consciente de los recursos disponibles
para los trabajadores de socorro, individualmente y en grupo. El consultor puede
modificar después los modelos de atención para las víctimas de los desastres, con el fin
de seleccionar y apoyar los criterios de salud mental más apropiados para la resolución
de la crisis y la solución de problemas acerca de la atención a los damnificados.
PLANIFICACIÓN DE LA INTERVENCIÓN
Durante la consulta pueden plantearse (y de hecho se hace) problemas que debe resolver
el consultor de salud mental encargado de la intervención del programa para las
víctimas. A continuación se presentan algunos ejemplos.
TIPOS DE CONSULTA
Son dos los tipos de consulta que se prestan con mayor frecuencia después de un
desastre:
Una enfermera de la Cruz Roja que trabajaba en el refugio pidió ayuda para tratar a una
mujer que no podía tomar decisiones. Se le habían ofrecido varias opciones para el
reasentamiento, pero cambiaba de opinión todo el tiempo y no podía decidirse a dejar el
refugio. Esta mujer había estado en un desastre anterior y había perdido algunos bienes
materiales. Los recuerdos del pasado interferían con su elección de una opción. El
consultor de salud mental instruyó a la enfermera acerca del efecto de la ansiedad y los
recuerdos de las emociones pasadas en la mujer. Posteriormente, la enfermera decidió
que primero necesitaría dedicar algún tiempo a ayudar que la mujer comprendiera sus
temores, para que pudiera entender que esta reubicación no sería una repetición de la
experiencia anterior. Después de que acalló sus temores, la enfermera pudo proceder
con la formulación de los planes de vivienda.
Después de una tormenta marina devastadora que dañó muchos hogares, los
damnificados se alojaron en un motel grande, donde se asignó una habitación a familias
de tres o cuatro miembros. Se aprobaron sumas fijas de dinero para pagar las comidas
en el comedor del motel. Uno de los problemas más graves era la falta de canales de
comunicación eficaces entre los organismos asistenciales, los miembros del personal del
motel y las familias. Las dificultades se manifestaron en la conducta de los
adolescentes, que no tenían ningún medio de transporte. Los actos esporádicos de
vandalismo, los robos y la conducta escandalosa empeoraron las relaciones de por sí
tensas entre la gerencia del motel y los damnificados. Algunas mujeres empezaron a
presentar signos y síntomas de depresión, insomnio, irritabilidad y hostilidad. También
hacían demandas poco realistas al personal de servicio. Los consultores de salud mental
se trasladaron al motel como miembros de un equipo. Después de pasar varios días
reunidos con cada grupo y obtener la información necesaria para analizar y comprender
las complejidades del problema, se hizo evidente que el personal del organismo carecía
de los conocimientos para comprender y manejar los problemas cotidianos del grupo.
Un consultor de salud mental se reunió con el administrador del motel para tratar la
dimensión humana del problema. Además, para subsanar el síndrome de “agotamiento”
de los trabajadores, la administración cambió los procedimientos y empezó a rotar al
personal para que pudiera haber un componente de “descanso y relajamiento” en los
horarios de operaciones del personal. El consultor proveyó conocimientos y ayuda para
el manejo de actitudes, a fin de solventar la necesidad detectada.
EDUCACIÓN Y COLABORACIÓN
El profesional de salud mental será más apto para cumplir la función de consultor y
aumentar su potencial como enlace crucial en la red de atención a las víctimas, si el
modelo de apoyo se basa en una aplicación integrada de los principios de la atención en
situaciones de desastre y las teorías de la conducta psicosocial.
A fin de ser eficaz al asistir a los trabajadores para que traten los problemas del
damnificado, el consultor de salud mental necesita definir y poner límites concretos con
el máximo de transferencia de la enseñanza. La razón se halla en el ambiente que
generan las crisis, las limitaciones de tiempo, la rotación de personal y los cambios
bruscos en las políticas de los programas de asistencia en casos de desastre. Por
consiguiente, sería más práctico y eficaz un componente educativo directo, preciso y
bien definido que las condiciones más lentas, metódicas y repetitivas típicas del proceso
para modificar actitudes, estereotipos y prejuicios de los trabajadores de socorro. Los
destinatarios de tales actividades de instrucción son las instituciones de rescate, los
miembros del personal de los organismos de atención a damnificados, la comunidad y
los grupos cívicos, sociales o políticos en la zona atendida por los organismos de
servicios sociales.
La puesta en práctica de las actividades educativas requiere que los consultores de salud
mental sean competentes para organizar a la comunidad, comunicarse verbalmente y por
escrito, realizar intervenciones terapéuticas y supervisar. Quizás, la habilidad más
necesaria sea la de ser un buen maestro, es decir, ser capaz de impartir conocimientos,
además de tener métodos o la confianza para comprender la conducta de los
damnificados y sus necesidades.
A fin de lograr los objetivos de instrucción, los consultores de salud mental deben
confeccionar programas a corto y largo plazo para profesionales y voluntarios. En el
periodo que sigue a una catástrofe, los trabajadores de salud mental y de socorro
requieren una orientación rápida y flexible justo después del desastre. Tiempo después,
se debe elaborar un programa mejor planificado de apoyo e instrucción continuos a los
profesionales y voluntarios del programa. El contenido de la instrucción variará según la
experiencia, las necesidades concretas y los antecedentes educativos de los que la
reciban.
ENSEÑANZA AL PÚBLICO
Ésta debe comenzar inmediatamente después del desastre y se debe continuar hasta que
termine el proyecto. El énfasis de dicha enseñanza varía con el tiempo. Los objetivos de
una campaña de enseñanza al público relacionada con la atención a los damnificados
son:
Si bien los damnificados necesitan ayuda para enfrentar la realidad y decidir qué es lo
que ha sucedido, lo que está pasando, y lo que acontecerá en el futuro, hay que tener
mucha cautela para no debilitar las defensas psicológicas que empleen. Estos
mecanismos de defensa, que le dan al damnificado una sensación personal de que
conserva el control, consisten en negar la gravedad de una lesión, pérdida o trauma, y
cierta incertidumbre con respecto al evento catastrófico.
Es menester evaluar las reacciones emocionales del damnificado para decidir qué
atención se ha de prestar a la situación y evaluar los niveles de ansiedad, depresión,
temor e ira. Hay que movilizar todos los recursos del sistema de apoyo y las
responsabilidades de la vida cotidiana pueden repartirse entre los miembros de la
familia.
Ejemplo:
Ejemplo:
Explicar a los damnificados que en unos días se les proporcionará una lista de opciones
de procedimientos para obtener recursos y de las alternativas para solucionar su
situación vital.
Ejemplo:
Elegir a una persona para que ayude de manera permanente a los damnificados, o
introducir un equipo de trabajadores de socorro que esté a disposición de las víctimas.
Ejemplo:
Explicar las múltiples operaciones del refugio a los damnificados y “mostrarles” cómo
funciona cada una.
Ejemplo:
Conversar con los damnificados acerca de los problemas que enfrentarán cuando
abandonen el refugio y preguntarles cuál es su reacción.
• Función que cumple el estrés con respecto a las perspectivas sociales de desempeño,
ajuicio de los damnificados y de otras personas que vivan con ellos, dentro o fuera del
refugio temporal.
• Estrés ambiental persistente con respecto a las condiciones sociales y físicas, incluidas
intervenciones tales de tipo médico, el reasentamiento, falta de intimidad.
• Crisis accidentales en la vida del damnificado, antes o después del desastre, que lo
afecten a él o a sus seres queridos.
Es de suponer que los damnificados son capaces de resolver sus propios problemas
después de que se les ayuda a identificar las barreras para las soluciones o a reorientar
su conducta hacia la exploración de soluciones nuevas. En un inicio, los damnificados
pueden traspasar la dependencia del consejero como un mecanismo para obtener su
confianza. Por lo general, se debe aconsejar con cuidado, aunque esto no impide que se
informe a los damnificados acerca de los asuntos pertinentes con respecto a los cuales
no tengan información o que estén equivocados con el fin de que solucionen mejor sus
problemas.
La comunicación en la entrevista inicial suele ser difícil, ya que muchas veces los
damnificados manifiestan maneras distorsionadas de comunicarse, a causa de su intensa
angustia y su desorganización cognoscitiva. También es frecuente que se pongan a la
defensiva. Para que el consejero tenga éxito en el establecimiento de una comunicación
irrestricta, depende de su capacidad general para lograr que el damnificado confíe en
éste y en sí mismo.
Los damnificados necesitan ayuda para resolver la crisis actual, provocada por el
desastre. Hablar del “aquí y ahora” sirve para establecer una relación, para que el
consejero proporcione retroalimentación u opciones para la solución de problemas, y
ayuda a que el damnificado analice formas realistas de avanzar hacia la solución de los
mismos.
• Creen que el fracaso será el resultado de todas sus experiencias traumáticas y de crisis,
lo que sirve para fortalecer sus sentimientos de culpa y vergüenza como parte de la
regresión adaptativa.
La situación de urgencia no sólo exige una nueva función del trabajador en crisis, sino
que implica también ciertos tipos de intervención que pueden clasificarse con el
concepto de selección o triage.
Las operaciones de selección en casos de desastre son los procedimientos que utilizan
los miembros del equipo y otros trabajadores en crisis para evaluar la conducta, calibrar
el grado y nivel de la crisis, así como para suministrar información. Estos
conocimientos se transmiten al equipo asistencial para que planifiquen la ayuda, de
modo que puedan aliviar la situación inmediata y las reacciones psicofisiológicas de los
damnificados, dejándolos ventilar sus sentimientos y compartir sus experiencias.
• Ayudar a que los damnificados identifiquen las relaciones causales realistas entre los
acontecimientos y las reacciones y discutirlas de manera individual o en grupos (éste es
uno de los objetivos del método de debriefing, diseñado por primera vez para todo el
país, después del huracán Mitch en Honduras en 1998, conformado por un componente
educativo y por compartir reacciones emocionales traumáticas).
Con el paso de los días, los consejeros de salud mental que intervienen en las crisis
deben definir prioridades para la acción, como ayudar a mejorar la orientación de las
víctimas, reforzar su enfrentamiento con la realidad y ampliar sus sistemas de apoyo.
También deben surgir en los refugios otros sistemas de apoyo de facto en el grupo de
damnificados.
Las actividades terapéuticas pueden ayudar a lograr algunos de los siguientes objetivos
al apoyar a los damnificados:
Una vez que se logran estos objetivos, es posible separar cada problema y hacer
sugerencias para resolverlos. Al mismo tiempo, se ponen en perspectiva diversas esferas
de la realidad cognoscitiva, emocional, conductual y social como un primer paso para
comprender lo que sucede.
Todas estas actividades son preparatorias para otras ulteriores. Si los damnificados
necesitan y aceptan la ayuda que les brinda el orientador en crisis y situaciones de
urgencia, se encaminan de manera natural a los métodos ahora aceptados de terapia y
asistencia en crisis durante varias semanas. Si es preciso, se les remite a otro grupo de
salud mental.
Las familias informan que al cumplirse otro año de la fecha del desastre vuelven a
surgir recuerdos relacionados con sus emociones. En general, los medios de
comunicación refuerzan estos recuerdos al publicar las imágenes del evento. La
aflicción puede oscilar desde revivir el trauma hasta evocar el duelo no resuelto. Para
los damnificados que han sufrido pérdidas significativas, el duelo sigue en curso un año
después. Para aquellos damnificados que se enfrentaron a situaciones anormales
después del desastre, el aniversario también puede proporcionarle la oportunidad de
continuar la recuperación.
Los consejeros en crisis deben estar preparados y prever un aumento de las solicitudes
telefónicas de ayuda para obtener orientación adicional. Muchos damnificados
descubrirán que la orientación telefónica y el apoyo para identificar sus emociones
como reacciones sanas era todo lo que necesitaban. Otros requerirán mayor asistencia y
remisión.
El día del primer aniversario del desastre, es posible que los trabajadores mismos se
estén preparando para volver a casa de sus familiares, por lo que es posible que les
resulte difícil separar sus propios sentimientos de las reacciones de los damnificados.
Los trabajadores necesitarán apoyo de colegas con más experiencia y de sus
supervisores.
La consulta con organismos de atención infantil que les ayuden a prever las dificultades
cerca del aniversario, ofrece oportunidades amplias de asistir a las familias y a los niños
traumados por un desastre. Los empleados de las escuelas son colaboradores
importantes que ayudan a los niños a resolver la crisis a largo plazo en la etapa posterior
al desastre.
Niños
Un desastre produce diversas reacciones en los niños, diferentes en cada uno según un
grupo de variables. El tipo, grado y proximidad del impacto del desastre en un niño de
una familia que vive en una zona geográfica determinada, tienen que comprenderse
desde el punto de vista de la psicología infantil y la perspectiva de respuesta ante el
desastre.
Los siguientes conceptos son útiles para comprender las reacciones de un niño frente a
un desastre:
A continuación se tratan aspectos clave, que son los elementos esenciales para ayudar a
un niño a resolver la crisis por un desastre.
• Las reacciones del niño varían según la etapa de desarrollo de los sistemas
cognoscitivos, afectivos y de la conducta social.
• La conducta de la familia y la sociedad hacia un niño ejerce una influencia intensa que
puede facilitar u obstaculizar el proceso de resolución del trauma. La dependencia del
niño en la familia para recibir orientación cognoscitiva y apoyo socioemocional se ve
afectada por la etapa de desarrollo, los conflictos psicosexuales y la psicopatología
preexistente.
Las prácticas de intervención actual con niños abarcan los tres elementos que figuran a
continuación.
Ejemplo:
Actividades como hacer dibujos, compartir historias y los temas de desastre en el juego
permiten a los niños “revivir” y adaptarse a éste.
2. El desarrollo de mecanismos de adaptación a situaciones que siguen siendo difíciles.
Ejemplo:
Ejemplo:
El apoyo a los padres en la crianza de sus hijos ayuda a que éstos se adapten cuando el
desastre no ha afectado la capacidad del padre o la madre para resolver los problemas.
• Ayudar al niño a adquirir una sensación interna de perspectiva, de modo que pueda
organizar su propio ambiente.
Preescolares
Sistemas somáticos
• Inmovilización muscular, hiperactividad
• Rabietas, movimientos lentos, sin propósito
• Desorganización de las funciones corporales adquiridas
• Signos del sistema nervioso autónomo, vómito, llanto
• Trastornos del sueño/alimentación, palidez cutánea, hiperventilación
• Mirada fija con pupila dilatada, sobresaltos
Sistema afectivo
• Afecto restringido/plano
• Aislamiento
• Respuestas de furor/agresivas
• Temor/preocupación
• Ansioso/suspicaz
Sistema cognoscitivo
• Recuerdos recurrentes, pensamientos, fantasías sobre el evento
• Perturbaciones en el contenido de los sueños
• Disminución de la capacidad adquirida, lenguaje
• Cambio visoespacial, concentración
• Descripción distorsionada de fenómenos visuales
Sistema de la conducta social
• Evitación, dependencia, pasivo/intenso, vigoroso/impulsivo
• Pérdida parcial del control de esfínteres
• Aumento de la actividad autoerótica
• Juego abrupto, destructor
Escolares
Sistemas somáticos
• Nivel de energía afectado
• Lentitud de movimientos, baja intensidad o rápidos, frenéticos, impulsivos
• Desorganización del sistema nervioso autónomo; apetito/sueño/eliminación
Sistema afectivo
• Labilidad del afecto; ansioso, triste, risa fácil, “nervioso”
• Cautela; temor a arriesgarse o regresar a lugares familiares
• Más miedo a competir, perder, extraviarse
• Sentimientos de más dependencia/menos independencia
• Más sensibilidad de las reacciones emocionales ante los estímulos sensoriales que hacen
recordar el evento traumático
• Proceso inicial de duelo y reacciones a la pérdida
Sistema cognoscitivo
• Constricción e hipervigilancia
• Funciones intelectuales afectadas; torpe, obtuso
• Rumiación obsesiva y más distracción que afecta la pérdida de la memoria
• Menos asociaciones que conducen al recuerdo espontáneo de las características del evento
• Aumento de fantasías acerca de cómo podrían haber cambiado los hechos, desenlace
controlado del incidente
• Aparición de problemas de aprendizaje
Sistema de la conducta social
• Juego expresivo obsesivo compulsivo, conversación, curiosidad por el evento y sus
consecuencias
• Reacciones irregulares y caprichosas frente a los padres
• Alegatos y desobediencia
• Control de impulsos deficiente
• Dificultades para regresar a sus rutinas
• Cierta pérdida de hábitos, costumbres, aptitudes
Ancianos
Los ancianos tienen reacciones y necesidades particulares después del desastre. Muchas
personas mayores, en especial aquellas que carecen de recursos o que su capacidad física está
disminuida, pierden los sistemas importantes de apoyo en el vecindario destruido. También
pueden tener más problemas para “navegar” por los canales de ayuda del sistema de urgencia.
Esta situación se multiplica si los ancianos son pobres, inmigrantes o trabajadores sin
capacidades.
Los problemas particulares de los ancianos que refuerzan las dificultades de adaptación
después de un desastre son:
La reacción de las personas mayores ante un trauma incluirá el efecto de lo que vieron,
oyeron, sintieron, olieron y la repetición de crisis del pasado. Esto último no es sencillamente
producto de la regresión o de reacciones desencadenantes. Es esencialmente un intento
normal de fundamentar las reacciones que uno tiene a lo que es familiar.
Al trabajar con ancianos damnificados, los consejeros de salud mental deben concentrarse en
el restablecimiento de la confianza y la dignidad. Las siguientes pautas orientarán a los
trabajadores en su labor de ayudar a los ancianos damnificados a adaptarse a las
consecuencias de un desastre:
Reconstruya y reafirme nexos y relaciones: Necesitan cuidados y cercanía física. Deje que los
ancianos se identifiquen con la persona a la que deseen estar apegados; sin embargo, no dé
por sentado que las relaciones familiares son amistosas.
Considere su preocupación por la seguridad: Los ancianos necesitan saber que tienen opciones
al tomar decisiones acerca de su seguridad. La evacuación es un tema sumamente complejo en
un desastre. Los ancianos pueden correr más riesgos en las evacuaciones que si permanecen
en sus hogares.
Hable de la tragedia: Recuerde que tal expresión puede ser hablar de su vida y no del evento
inmediato. No impida que hablen, ya que validar las preocupaciones del pasado es una parte
importante de establecer confianza para prepararse para enfrentar a las preocupaciones
actuales. Los ancianos también responden bien a la música y a las oportunidades de pintar o
crear una obra de arte para comunicar sus reacciones.
Prevea lapsus en la comunicación: Durante las conversaciones puede ser que el anciano vaya
del pasado al presente y viceversa. Los trabajadores pueden confundirse cuando una persona
habla de eventos y relaciones del pasado en función de las realidades del presente. Es
importante recordar que la conversación puede ser enteramente racional y lógica desde el
punto de vista de la persona.
Comprenda que la presión inhibe la memoria: Si una persona mayor olvida un nombre, lugar, o
parte de un acontecimiento, el trabajador debe ser muy precavido y evitar presionarla para
que se acuerde.
Prepárese para la conversación esporádica: Los trabajadores deben estar preparados para la
conversación esporádica de los ancianos acerca del desastre, dedicando lapsos cortos a
concentrarse en determinados elementos de la experiencia traumática.
Proporcione información objetiva: Las personas mayores desean información objetiva, pero
pueden asimilar los hechos sólo poco a poco. A menudo piden que se les repita la misma
información varias veces. A la larga, la integrarán y lograrán controlar mejor el evento mismo.
Haga predicciones a corto plazo: Hay que aclarar fechas y lugares particulares de los
acontecimientos. Ayuda al esbozar los eventos en un calendario o reloj para que puedan seguir
más fácilmente el futuro. Los trabajadores deben dedicar tiempo atendiendo las necesidades
básicas en forma detallada, como quién ayudará a la persona mayor, dónde pasará la noche,
dónde conseguirá la ropa y cuáles de sus pertenencias podrá rescatar.
Establezca rutinas rápidamente: Es mejor reiniciar rutinas familiares, de ser posible, ya que las
rutinas se consideran un ancla en la vejez.
Tranquilice al anciano normalizando sus reacciones: El trabajador debe asegurar al anciano que
perder la concentración o la memoria, tener dolencias físicas y depresión, son reacciones
normales frente a la situación anormal después del desastre, que pueden no tener nada que
ver con el proceso de envejecimiento.
• Temor a la muerte
• Necesidad de permanencia
• Reconexión con el pasado y los amigos
• Regresión
- Temporal
- Entra y sale del estado regresivo
- Quizá no tenga amigos o familiares en la actualidad
• Pérdidas múltiples
- Temor al reasentamiento
- Pérdida del futuro
- Pérdida de los valores pasados
Los cambios históricos en la atención a las personas con enfermedades mentales y a las
personas sin vivienda que habiten en la comunidad ha dado lugar a poblaciones en
riesgo que necesitan ayuda especial después del desastre. Aunque en comparación con
la población total son pocos los individuos con estas necesidades que se alojan en
refugios o viviendas dañadas, cada una necesita un manejo eficaz con diferentes
métodos. La mayoría de los damnificados que padecen problemas mentales necesitarán
ayuda adicional a la intervención en crisis.
Personas que viven en los hospitales de las zonas dañadas: Para estos individuos, los
problemas en la organización de su vida cotidiana consisten en los trastornos por la
interrupción del suministro de electricidad, agua, alimentos, atención médica y personal de
enfermería.
Personas que viven con sus propias familias o familias sustitutas: Estos individuos
también pueden manifestar más síntomas como consecuencia de factores similares a los
que afectan a las personas que viven en hogares comunitarios.
Los individuos que exhiben una conducta inapropiada dada la situación, deben
evaluarse con rapidez. El trabajador debe pedir una consulta para obtener un diagnóstico
diferencial entre estrés agudo y enfermedad mental, según las tres condiciones
siguientes:
Muchas personas con enfermedades mentales dependen de los medicamentos y debe ser
una prioridad obtener información acerca de su régimen. A continuación, debe tratarse
de estructurar su horario y alejar a estas personas de situaciones con estímulos intensos
siempre que sea posible. También puede ser útil que otros damnificados ayuden a estas
personas en las actividades básicas de la vida diaria.
Salvo en los casos de personas con enfermedades graves, casi ningún individuo con una
enfermedad mental necesitará medidas especiales, aparte de las instrucciones acerca de
cómo comportarse en el refugio. Pueden sentir un gran alivio cuando se les dan
explicaciones cuidadosas de lo que ha sucedido y los planes que se han hecho para los
próximos días. En los casos donde el retraso mental es grave, y se presenta acompañado
de minusvalías físicas, puede ser necesario pedirle a otro damnificado que ayude con la
higiene diaria, la alimentación y las actividades para dormir.
Los individuos con infección por VIH/SIDA son un desafío especial para quien trabaja
con damnificados. Como consecuencia de los mitos generalizados y la falta de
conocimientos acerca de la transmisión del VIH, los damnificados sienten temor y
ansiedad cuando se enteran de que un individuo que es seropositivo al VIH vive,
duerme, o usa los inodoros cerca de ellos en un refugio. Los trabajadores de salud
mental pueden ayudar a educar a los damnificados y otros trabajadores a fin de reducir
el temor a la infección.
1. Reconocer que los individuos con la infección por VIH/SIDA son un nuevo grupo en riesgo en
la planificación de la atención para las víctimas de los desastres.
4. Planificación en una estructura coordinada, para establecer los vínculos entre las
instituciones médicas y los organismos del gobierno para atender las necesidades de los
damnificados diagnosticados con infección por VIH/SIDA.
8. Configurar un proceso del tipo del “modelo de refugios” para solucionar los
problemas diarios de los damnificados que vivan con individuos infectados.
12. Impartir instrucción especializada sobre la gestión en salud mental durante épocas
de desastre para promover actitudes terapéuticas dirigidas a los damnificados con
infección por VIH/SIDA
Los individuos que dependen de las drogas o el alcohol plantean problemas de manejo
difíciles para los programas de socorro. En la fase del impacto, las personas adictas a
drogas o alcohol manifiestan signos fisiológicos de la abstinencia cuando no las pueden
conseguir. La conducta y el contenido de la comunicación son indicios de que el usuario
de las sustancias es consciente de que no podrá obtener las drogas que necesita. Debe
haber una lista de las manifestaciones psicofísiológicas comúnmente observadas acerca
de la abstinencia de sustancias para que la utilice el personal de socorro.
El esfuerzo que se necesita para ayudar a un individuo que está manifestando síntomas
de la abstinencia de drogas o alcohol dependerá del potencial de muerte y la intensidad
del dolor y el malestar. El trabajador necesita colaborar de manera estrecha con el
personal médico para auxiliar en el tratamiento de estos damnificados. Después de
haber controlado la fase aguda, la intervención psicosocial en crisis es el método de
atención recomendado.
Los siguientes signos de abstinencia de drogas pueden preverse en los damnificados que
abusan de sustancias cuando no tienen acceso a las drogas después de un desastre:
Los individuos adictos al alcohol mostrarán diversos signos de irritabilidad del sistema
nervioso central y malestar general, pero “sobrevivirán” la etapa aguda del periodo
posterior al desastre. Si la conducta y los signos del sistema nervioso central son
disfuncionales, el individuo representará un problema para el personal administrativo
del refugio. En general, estos individuos causan dificultades de manera agresiva pasiva,
en lugar de perturbar activa y agresivamente las áreas de vivienda. Los signos y
síntomas de la abstinencia del alcohol son:
• Los primeros síntomas o los leves (delirium tremens inminente) pueden aparecer en la
primera semana después de la última bebida.
Trabajadores de socorro
AGOTAMIENTO/QUEMADO
“Agotamiento” es el término que se utiliza para describir los múltiples elementos del
tipo de estrés ocupacional que experimentan los trabajadores de socorro. A la mayoría
de ellos no se les enseña a buscar, identificar y manejar sus propias necesidades físicas y
emocionales. A menudo no reconocen que éstas son normales en estas situaciones muy
anormales. No entienden que a menos que las satisfagan de manera constante, no
podrán funcionar de manera uniforme y sensible al prestar apoyo.
Los siguientes factores se han identificado como barreras para el uso de los métodos
preventivos para disminuir el agotamiento:
• Dificultad para juzgar las propias reacciones y desempeño cuando se está abrumado y
afligido.
• Asociación de los sentimientos con trastornos del sueño, apetito, control de impulsos e
irritabilidad.
• Presiones de tiempo.
• Sobrecarga de trabajo.
• Refuerzo positivo mínimo.
• Mucha probabilidad de conflicto.
• Desgaste de energía y atención al damnificado prolongados.
• Incidentes de crisis coincidentes en varios damnificados al mismo tiempo.
• Crisis personal en la vida del trabajador.