Está en la página 1de 69

Es un privilegio escribir el presente prefacio a Salud mental para víctimas de

desastres. Manual para trabajadores. Este manual y guía para capacitación, no


obstante su presentación elemental y su finalidad práctica, representa un compendio
notable de los conocimientos más avanzados en la materia.

Si bien es difícil predecir el momento en que sucederá cada evento, los desastres,
naturales o de origen humano, son sucesos trágicos pero predecibles, en nuestro planeta.
En todas partes se informa habitualmente de huracanes, terremotos, erupciones
volcánicas, inundaciones, explosiones y otras catástrofes de esta índole. El costo de los
desastres lo pagan por igual las víctimas que viven la experiencia de manera directa y
los demás miembros de nuestra sociedad.

El reconocimiento incipiente de las repercusiones psicosociales y psicofísiológicas a


corto y largo plazo que tienen los desastres es una aportación sutil a nuestra
comprensión de la adaptación y enfermedad en los seres humanos. La oportunidad de
ayudar a los damnificados mediante la intervención inmediata y eficaz, puede
desempeñar una función crucial en la prevención de muchas de las secuelas adversas a
corto y a más largo plazo que hemos aprendido a reconocer.

Después de los desastres graves, las personas ansiosas por ayudar suelen sentir una
satisfacción que puede considerarse apropiada y eficaz. Sin embargo, el flujo de
voluntarios no capacitados y desorganizados puede agravar el problema. Los
profesionales de la salud mental que están formados para diagnosticar y tratar los
trastornos psicológicos usuales en las personas son valiosos. Sin embargo, si no están
capacitados en los aspectos de salud mental pública para situaciones de desastre o si
están mal coordinados, contribuyen poco a la prevención o el tratamiento necesarios de
las enfermedades.

La Dra. Raquel Cohen, autora del presente manual y guía de capacitación, se cuenta
entre las autoridades mundiales reconocidas en el ámbito de las consecuencias
psicológicas y sociales de los desastres y los métodos de intervención rápida y eficaz.
Su contribución a la literatura acerca de las repercusiones psicológicas y sociales de los
desastres, no tiene paralelo. Sus experiencias excepcionales, que abarcan desde la ayuda
a damnificados hasta la orientación a grupos integrados por líderes de los gobiernos,
han sido la génesis de un modelo de intervención para atender las consecuencias de los
desastres en las poblaciones afectadas. A mi juicio, es invaluable la comprensión que
demuestra la Dra. Cohen acerca de la acción recíproca entre la psicología y la
vulnerabilidad somática de los individuos y los sistemas sociales.

Espero que esta obra reciba la atención amplia que merece y que la capacitación en las
intervenciones de salud mental para situaciones de crisis se convierta en un curso
obligatorio, en particular, para los trabajadores de salud mental y, desde luego, para los
proveedores de atención de la salud en general.

Objetivos
Cada capítulo comprende los objetivos didácticos, la información acerca del contenido y
la bibliografía recomendada. En la Guía para instructores se describe el material
didáctico al que pueden recurrir los instructores, a fin de capacitar a los trabajadores que
intervendrán después del desastre, este segundo volumen el cual acompaña al presente
manual y contiene situaciones de la vida real, como: videos recomendados, ejercicios
para el trabajo en grupo y páginas para retroproyector o que pueden transformarse en
diapositivas o copias.

Introducción
Los desastres, ya sean causados por el hombre o naturales, son eventos al azar que crean
una devastación incontrolable. Los desastres naturales como terremotos, huracanes,
tomados, inundaciones o erupciones volcánicas, destruyen vidas, hogares y
comunidades. Durante siglos, la primera respuesta ante los desastres ha sido ayudar a
los damnificados a recuperan sus necesidades básicas, es decir, abrigo, vivienda,
alimentos y agua, mientras reorganizan lo que quedó de sus vidas. En los últimos 20
años, la realización, comprensión y reconocimiento constantes del costo emocional de
los desastres han provocado una respuesta a las necesidades de salud mental de los
damnificados. Al considerar las consecuencias emocionales y psicológicas de los
desastres, los trabajadores de la salud mental han elaborado métodos y procedimientos
para atender a los damnificados y para que los trabajadores que prestan ayuda en
urgencias, reconozcan los signos del trauma y coadyuven en la recuperación de las
repercusiones de la catástrofe.

Pese a que cada desastre tiene características únicas, la respuesta universal del ser
humano a las pérdidas y los cambios catastróficos permite aplicar la información y
capacitación a escala mundial. En consecuencia, este manual se ha redactado con la
finalidad de que los trabajadores presten servicios a los damnificados en diferentes
regiones del mundo, teniendo en cuenta las diferencias en cultura, idioma, tradición,
religión, así como los sistemas públicos y privados que influyen en la respuesta
organizada.

El contenido de este manual es el resultado de 20 años de experiencia de campo de


muchos grupos de trabajadores que ayudan a los damnificados en Estados Unidos y los
países latinoamericanos. La información se ha integrado mediante la fusión e
identificación de los campos temáticos clave que se utilizan en los programas de
socorro, incluida la Cruz Roja. Es la suma de investigaciones, observaciones y ayuda in
situ después de las catástrofes en muchas partes del mundo. Si bien el lugar de
publicación de la bibliografía es Estados Unidos, el trabajador puede obtener
bibliografía mundial acerca del tema por medio de la Organización Mundial de la Salud.

El manual está estructurado como un compendio básico de los conocimientos actuales,


que se complementará con el volumen Guía para instructores en paralelo con los
capítulos del Manual para trabajadores. La Guía para instructores estará a
disposición de los instructores encargados de adiestrar a los equipos de socorro. El
instructor que capacite de manera eficaz a los trabajadores podrá preparar material
didáctico adicional y, agregar ejercicios, viñetas y guiones para la escenificación de
roles e informes de experiencias personales y de su región en situaciones de desastre.

Temas clave de la atención de la salud mental para damnificados


Los objetivos de la ayuda a los damnificados son:

• aumentar la comprensión del estrés para mitigar su efecto;

• reducir al mínimo las repercusiones del trauma mejorando las estrategias de


adaptación;

• establecer y mejorar la comunicación y la habilidad para resolver problemas para


obtener tipos concretos de ayuda;

• restablecer la adaptación y el funcionamiento social en el marco de los sistemas de


socorro rápidamente cambiantes;

• apoyar las relaciones con otros damnificados y miembros del personal de los
organismos que proporcionan atención sanitaria, refugio y asistencia económica;

• trabajar con los organismos de la comunidad para facilitar la vinculación de los


recursos de la comunidad con las necesidades de los damnificados;

• continuar promoviendo la resolución de la crisis y la adaptación a los cambios en la


comunidad en la etapa posterior al desastre, para que los damnificados puedan seguir
respondiendo de manera normal a los cambios anormales en sus vidas; y

• estimular la resolución de la crisis y la adaptación a los cambios en la comunidad en la


etapa posterior al desastre, para seguir respondiendo normalmente a un evento
traumático anormal.

LOS DAMNIFICADOS

El término damnificado en esta guía se refiere a las personas y familias afectadas por
un desastre y sus consecuencias. Las víctimas de los desastres han experimentado un
evento inesperado y estresante que ha deteriorado su capacidad de adaptación. Los
damnificados son de todas las edades, clases socioeconómicas y grupos raciales o
étnicos, ya que las catástrofes afectan en forma indiscriminada a la población de la zona
que sufre el impacto.

Aunque los damnificados pueden presentar síntomas de estrés físico o psicológico, no


los consideramos trastornos mentales, sino indicios de que las personas están tratando
de hacer frente a exigencias inusitadas. Algunas víctimas sufren más que otras, esto
depende de varios factores relacionados como las enfermedades crónicas o las pérdidas
recientes.

Pueden ser en particular susceptibles a las reacciones físicas y psicológicas producidas


por un desastre, aquellos quienes:

• son vulnerables como resultado de vivencias traumáticas previas;


• están en riesgo a causa de mala salud o enfermedades crónicas recientes;
• experimentan estrés intenso y pérdidas graves como consecuencia del desastre;
• carecen de habilidades para resolver la crisis, y
• no tienen apoyo social y psicológico.
Los ancianos son un grupo que puede tener dificultades particulares para enfrentar un
desastre y sus consecuencias. Es frecuente encontrar damnificados mayores que viven
solos y aislados de sus sistemas de apoyo. Por tanto, suelen tener miedo de pedir ayuda.
Los problemas típicos en este grupo después del desastre son los sentimientos
depresivos, una sensación de desesperación y una falta de interés por rehacer sus vidas.

Los niños son otro grupo con necesidades especiales en riesgo, ya que por lo general no
tienen la capacidad para comprender y racionalizar lo que ha sucedido. Por
consiguiente, pueden presentar problemas emocionales o de conducta en el hogar o la
escuela como reacciones normales a la situación anormal; entre otros, fobias, trastornos
del sueño, pérdida de interés en la escuela y conducta difícil.

Las personas que tienen antecedentes de enfermedades mentales también pueden


necesitar atención especial. El estrés que acompaña a una situación de desastre, a
menudo causa en esta población problemas de adaptación que son resultado del estrés
más intenso o de las dificultades adicionales para obtener los medicamentos habituales.

Las personas que estaban pasando por alguna crisis en su vida en el momento del
desastre también merecen ayuda especial. Este grupo abarca aquellas personas que en el
pasado reciente se hayan divorciado o enviudado y las que se hayan sometido a cirugía
mayor. Estos damnificados pueden ser en particular vulnerables al estrés generado por
un desastre natural y perder ciertas habilidades para resolver las crisis.

ENFOQUE MULTIDISCIPLINARIO

El objetivo de la capacitación en atención de la salud mental para víctimas de desastres


es proporcionar a los consejeros de diferentes disciplinas (enfermería, trabajo social,
paraprofesionales) la información que precisan para resolver los problemas a los que se
enfrentarán. Puesto que la atención de la salud mental en situaciones de desastre trata
problemas en el marco amplio del desarrollo social, económico y de las comunidades,
se precisa la orientación de muchas disciplinas: demografía de la comunidad, sistemas
sociales, ciencias de la conducta, políticas y gestiones gubernamentales en situaciones
de desastre, medicina y psicología clínica. Cada una de estas disciplinas ha
confeccionado métodos especializados para los programas de intervención en etapas
posteriores a los desastres.

Si bien las metodologías para la atención a los damnificados pueden aplicarse a


diferentes regiones de un país, los procedimientos y enfoques de los problemas variarán
en función de las diferencias culturales, sociales y económicas, así como de las
realidades políticas. Se prevé que el contenido de este Manual se adapte y se estructure
para diferentes regiones del mundo, de modo que dé cabida a la realidad de las
poblaciones que se atiendan.

ORGANIZACIÓN DEL MANUAL

El Manual se divide en cinco capítulos. Cada uno consta de conocimientos


fundamentales que aumentan progresivamente la capacidad del trabajador de la salud
para participar en la urgencia y en el programa de asistencia después del desastre, al
unísono con los demás organismos gubernamentales. El trabajador que utilice el Manual
podrá elegir el número y combinación de los capítulos que desee leer de acuerdo con la
labor que se le encomiende, la que a su vez se definirá conforme a sus tareas.

Cada capítulo incluye las partes que se mencionan a continuación:

1. Objetivos didácticos: Se describen los conocimientos, la habilidad y la actitud en


que se instruirá al trabajador.

2. Contenido: En cada capítulo se ha incorporado el material que servirá de apoyo a las


guías para ayudar a los damnificados. La intención fue dar al trabajador suficiente
material para que seleccionara lo necesario para adaptar sus conocimientos previos a las
exigencias de las tareas posteriores al desastre.

3. Bibliografía: Los artículos que se han seleccionado aumentarán los conocimientos


del trabajador, pero no representan la bibliografía completa acerca de los temas tratados.
Puede satisfacerse cualquier interés especial por un tema determinado, mediante una
búsqueda por computadora.

Capítulo 1. Resumen histórico y papel de la salud


mental
RESUMEN DEL CAPÍTULO

Descripción: Introducción a la aplicación del contenido para la participación en los


programas de salud mental posteriores al desastre.
Finalidad: Poner la función de la salud mental en un contexto multidisciplinario
después del desastre.

Presentar guías socioculturales para comprender las reacciones


posteriores al desastre de distintas poblaciones.
Contenido: • Resumen histórico en Estados Unidos.
• El consejero o trabajador de salud mental como participante y
ayudante en las actividades de socorro.
• Variables socioculturales clave que afectan la conducta del
damnificado.
Objetivos • Aprender acerca de los acontecimientos históricos clave en el campo
didácticos: de la intervención en crisis después de los desastres.
• Determinar y diferenciar la función, aptitudes y actitudes del
consejero o trabajador de la salud mental en un entorno
multidisciplinario.
• Reconocer los factores socioculturales de la población damnificada
que influyen en las reacciones posteriores al desastre.
• Detectar los problemas que se plantean en materia de diversidad
cultural durante las actividades de evaluación, búsqueda y asistencia
inmediata, orientación en crisis e intervenciones posteriores al desastre.
• Reconocer las semejanzas y diferencias importantes entre grupos
culturales.

Resumen histórico en Estados Unidos

Los cambios en la política y la capacitación con respecto a los desastres durante los
años de 1970 a 1990 proporcionan el marco para la atención de la salud mental en los
programas de socorro. En 1973, en una junta con el equipo de expertos encargados de
analizar los problemas de salud mental que presentaban los damnificados del desastre de
Búfalo Creek, Virginia, EUA, los profesionales hicieron observaciones que generaron
nuevas ideas acerca de los programas de intervención y desastre.

En 1974 se añadieron datos al creciente cúmulo de conocimientos, en una junta


encargada de oír los informes acerca del tomado que asoló a Xenia, Ohio. Los datos
revelaron tipos de reacciones humanas semejantes a aquellas que caracterizan a la
pérdida aguda, el duelo, los estados de ansiedad y la depresión. Durante otra reunión de
profesionales, se pidió al autor que compartiera sus experiencias en Managua con un
equipo de trabajadores que había participado después del terremoto de 1972 y que
intercambiara ideas con otros trabajadores del campo.

En ese momento, los profesionales todavía estaban intentando organizar un método


sistemático para formular guías de salud mental para la asistencia en casos de desastre.
El intercambio de conocimientos entre los profesionales de América Latina y Estados
Unidos fue el comienzo de la confección de modalidades de intervención en la conducta
en casos de desastre. Después de varios años, la experiencia adquirida en todo el mundo
a partir del trabajo en los desastres, ayudó a formular las normas clínicas para el trabajo
con los damnificados.

AUTORIDAD LEGISLATIVA DE LA ATENCIÓN DE SALUD MENTAL PARA


VÍCTIMAS DE DESASTRES

En 1974, la promulgación en Estados Unidos de la Ley de Socorro en Casos de Desastre


(sección 413 de la ley pública 93-288) sentó las bases para el desarrollo sistemático y
organizado de este campo. La ley reza como sigue:

Asistencia y capacitación para la orientación en situaciones de crisis. Se autoriza al Presidente


(por conducto del Instituto Nacional de Salud Mental) a prestar dichos servicios o la
capacitación a los trabajadores que prestan atención a las víctimas de desastres catastróficos,
a fin de aliviar los problemas de salud mental que cause o agrave dicho desastre o sus
consecuencias.

La Ley de Socorro en Casos de Desastre autoriza un programa de intervención en crisis


para los damnificados de los desastres catastróficos mediante el apoyo de subvenciones
a los servicios directos que se presten a éstos y capacitación en intervención en crisis en
casos de desastre para los trabajadores de socorro. Este programa se formuló en
cooperación con el Federal Emergency Management Agency, FEMA (Organismo
Federal de Manejo de Urgencias), el cual proporciona financiamiento para su apoyo.

Esta ley se promulgó en respuesta al reconocimiento de que los desastres producen una
variedad de trastornos emocionales y mentales que, si no se tratan, pueden volverse
crónicos e incapacitantes. Los programas de orientación en crisis financiados conforme
a la sección 413 están destinados a proporcionar alivio inmediato y a evitar los
problemas a largo plazo.

La asistencia al amparo de este programa se limita a los desastres declarados


catastróficos por el Presidente. Además, este programa se dirige a complementar los
recursos y los servicios de los gobiernos estatales y locales. Por tanto, podrían obtenerse
subvenciones a corto plazo para los servicios de intervención en crisis para los
damnificados, si los programas existentes de los organismos no pueden prestarlos.

Los resultados de la aprobación de esta ley fueron un plan detallado para satisfacer las
necesidades de salud mental de los damnificados de los desastres, un medio para
canalizar los recursos y estructuras en el caso de aquellos desastres que afectan a las
poblaciones de la comunidad, y una coalescencia de los esfuerzos de los profesionales
de la salud mental, la Cruz Roja estadounidense y el gobierno en todos los niveles,
incluso en el que entonces era el National Institute of Mental Health, NIMH (Instituto
Nacional de Salud Mental) y el FEMA.

La Ley de Socorro en Casos de Desastre solidificó la posición de muchos profesionales


de la salud mental interesados en participar en eventos catastróficos. El NIMH
emprendió la tarea de la capacitación masiva mediante programas de adiestramiento de
personal, en colaboración con FEMA. A medida que dispuso de fondos, el NIMH
organizó talleres largos, que duraron semanas, para los profesionales de múltiples
disciplinas interesados en prestar servicios de salud mental en situaciones de desastre.
Se fortaleció la oportunidad de trabajar en red con otros organismos del gobierno que
prestan socorro, ya que se empleó a los representantes de estos organismos como
profesores e integrantes de los grupos de expertos. Esta actividad también se vinculó a
la Cruz Roja estadounidense, y evolucionó hacia relaciones nacionales y locales entre
los consejeros o trabajadores de salud mental y los capítulos locales de la Cruz Roja.

Conceptuación del papel de la salud mental: función del consejero de salud mental
como participante en la etapa posterior a los desastres

En esta sección se tratan la función y cambio en el papel que desempeña el consejero.


La función de éste debe aclararse teniendo en cuenta que tendrá que prestar asesoría
técnica al participar con el personal multidisciplinario del organismo de socorro en
urgencias después del desastre. Los componentes subjetivos y objetivos de su función
contribuyen a un modelo no definido en este momento. Para ser más específico, los
trabajadores de la salud mental están empezando a formar parte de los programas bien
organizados del gobierno y la Cruz Roja, que han operado durante mucho tiempo.
Dichos programas han establecido funciones, cargos, aptitudes, responsabilidades y
guías explícitas para tratar con individuos damnificados, no pacientes. Al ingresar a este
campo, el trabajador de la salud mental debe cambiar su modalidad usual de trabajo y su
marco teórico por un sistema nuevo de pautas y, al mismo tiempo, adquirir
conocimientos, aptitudes y actitudes para trabajar con personas que no están enfermas,
sino traumadas. Se necesitan conocimientos y aptitudes nuevas para trabajar en cada
etapa de la evolución de los desastres. En la fase de respuesta inmediata, lo que se exige
del consejero es diferente en cantidad y calidad a lo que se requiere en la fase de
recuperación a largo plazo. El carácter y el ritmo cambian de manera constante como
consecuencia de: 1) las secuencias de las emociones y los procesos de adaptación
afectados; 2) el ritmo de recuperación de la comunidad a medida que se reorganiza
después del desastre y 3) los cambios en la organización de los sistemas de los
organismos de socorro y los refugios donde se presta atención masiva, los centros de la
Cruz Roja, los centros de solicitud de asistencia en casos de desastres de FEMA, los
cuales cambian con el tiempo la intensidad de sus servicios y las características de la
asistencia. Este grado de intensidad y el ritmo de la demanda de acción y asistencia
cambian con el tiempo a un ritmo más prolongado y lento, el cual caracteriza a la
resolución de la crisis y exige más paciencia y perseverancia, aunque recompensa
menos al narcisismo y altruismo del consejero. Las expectativas incipientes con
respecto al trabajador que participa en la etapa posterior al desastre, las propias y las de
los demás, pueden producir malestar y confusión por su papel. El consejero necesita
sentirse más cómodo a medida que intente ejercer sus nuevas funciones y desempeñar
las tareas de búsqueda activa de víctimas, como entrar a un hogar o aceptar una taza de
café en la mesa de la cocina mientras obtiene información con respecto a cómo se está
adaptando el damnificado a las consecuencias del desastre. Muchas facetas del trabajo
posterior incorporan tareas de ayuda al damnificado no tradicionales, como buscar
animales domésticos perdidos, obtener números telefónicos de los ajustadores de las
compañías de seguros, plomeros o instaladores de techos.

Aunque los consejeros son sinceros en su deseo de ayudar a los damnificados, aún no
están seguros de sus propias expectativas y de las de los demás acerca de sus
actividades. Al avanzar en su capacitación, deben prepararse para adaptarse a las
situaciones del trabajo de urgencia en casos de desastre con las que están poco
familiarizados y para elaborar métodos para lidiar con la realidad del acceso difícil y el
uso rápido de sólo un mínimo de información disponible. La experiencia les ayudará a
cambiar las actitudes aprendidas para que se sientan más cómodos y sean más flexibles
cuando colaboren con otros profesionales de ayuda en casos de desastre. Al trabajar con
colegas de la Cruz Roja estadounidense, el FEMA, la Civil Defense (Defensa Civil), y
los organismos locales de servicios legales y de rescate, surgirán problemas
relacionados con el material confidencial, la combinación de la responsabilidad de
tareas mutuas y el respeto de los sistemas de valores y los estilos de comunicación de
los demás. Los consejeros de salud mental pueden entrar en conflicto con tradiciones
muy antiguas que guían la conducta de otros trabajadores del programa de
socorro/urgencia. A menudo, la autoridad para tomar decisiones generales recae en el
organismo gubernamental principal para casos de desastre. En ocasiones, algunas de
estas decisiones se toman sin consultar ni considerar las repercusiones en la salud
mental de los damnificados. Dichos hechos han producido problemas para los
consejeros de salud mental en su intento por lograr la colaboración y cooperación de los
equipos multidisciplinarios.

El rango y las normas de conducta profesional que forman un sistema de valores y una
escuela psicológica de pensamiento dentro de su propio grupo cultural, se unen a los
métodos dispares de trabajo de muchos consejeros de salud mental en los entornos de
socorro. Los límites profesionales, tal como existen en un entorno clínico, no sólo
definen la estructura y las responsabilidades de los servicios clínicos en los programas
tradicionales, de donde se reclutan muchos de los miembros del equipo, sino que
definen el dominio de los consejeros. Existe una situación muy distinta en la etapa
posterior al desastre cuando se exige bastante a los consejeros de salud mental para
atender las necesidades de la comunidad y este dominio no tiene ningún límite
reconocible que guíe a los organismos comunitarios. El consejero debe establecer los
límites, y priorizar las necesidades y recursos; lamentablemente, no pueden satisfacerse
todas las necesidades detectadas. En esta situación extrainstitucional, el consejero se
topará con funciones en conflicto, “activo-promotor-movilizador” frente a “pasivo-
receptivo-consejero/terapeuta”, que es la función que han ejercido muchos consejeros
en el pasado. A medida que se establecen estas configuraciones de funciones, el
consejero de salud mental debe considerar el contexto continuamente cambiante en que
se encuentran los damnificados mismos, reaccionando al reasentamiento repentino, a los
distintos arreglos de los refugios y a los anuncios diarios de nuevas instrucciones de las
autoridades gubernamentales y los programas de asistencia, los cuales evolucionan
lentamente.

HABILIDADES DE LOS CONSEJEROS DE SALUD MENTAL

El consejero necesita adaptar sus aptitudes previas para ayudar a que los damnificados
se den cuenta de que su mundo ha cambiado y a enfrentarse a ello. Por tanto, hay que
tener presente que el damnificado necesitará actuar y tomar decisiones para resolver los
problemas cotidianos. Al ayudarlo emocionalmente, dándole apoyo e intervención, el
consejero legitima los elementos sanos de las habilidades del damnificado para la
resolución de la crisis. Esto significa que se percibe a la víctima como una persona
capaz de reorganizar su vida si se le ayuda con empatía, conocimientos y respeto.

El consejero debe intervenir con un objetivo claro y apreciar los limites entre la
intervención en crisis después del desastre, el tratamiento de salud mental y la defensa
de los derechos de las víctimas. Conforme a la definición del Center for Mental Health
Services U.S. Department of Health and Human Services (Centro para Servicios de
Salud Mental del Departamento de Salud y Servicios Sociales de Estados Unidos), el
consejero debe ayudar a las personas a adaptarse a las consecuencias psicológicas del
desastre, a mitigar el estrés o el daño psicológico adicional y a promover la
comprensión y desarrollo de estrategias de resolución de la crisis para que la persona
recurra a ellas en el futuro. El tratamiento de salud mental implica que existe un
síndrome cuyo diagnóstico se encuentra en el Manual diagnóstico y estadístico de los
trastornos mentales, publicado por la American Psychiatric Association. El método y
duración del tratamiento pueden variar en tiempo y modalidad, e incluir fármacos y
hospitalización. La defensa de los derechos de las víctimas supone una función de
confrontación de los organismos que prestan servicios después de un desastre. Se
procura obtener servicios para los damnificados. Aunque ayudarlos a obtener recursos
es una meta, representar al damnificado en una entrevista o resolver las controversias
entre los organismos y ésta cae fuera del alcance del programa de intervención en crisis.

Los equipos deben tener miembros con aptitudes para ayudar a niños, ancianos y a
personas con enfermedades físicas o mentales crónicas. Aunque todos los miembros
deben estar formados con un acervo común de habilidades y conocimientos variados, se
precisarán aptitudes especializadas para atender las necesidades de diversas
poblaciones. Se requerirá capacitación aún más especializada para preparar al consejero
para estas tareas. En el presente manual estos temas se tratan en el capítulo 5.

ACTITUD DEL CONSEJERO O TRABAJADOR DE SALUD MENTAL

Algunas actitudes que convendrá reforzar en el consejero para que sea eficaz la
asistencia a los damnificados son:
• Creencias. Los damnificados están reaccionando normalmente a situaciones muy
anormales. La manifestación de sus reacciones en la mayor parte de los casos es una
expresión de sus intentos de adaptación.

• Extensión de servicios a los damnificados. Los criterios de extensión son inherentes a


todas las actividades para buscar activamente a las víctimas, entrar en contacto con ellas
y ayudarlas.

• Capacidad para evitar que el damnificado se vuelva dependiente del consejero y


aceptar con tranquilidad la posibilidad del rechazo o escepticismo de la víctima.

• Aceptación de que los damnificados no sienten que necesitan servicios de salud mental
y que, por este motivo, no solicitan tales servicios.

• Capacidad de ayudar a un damnificado mediante la asistencia concreta y práctica para


que obtenga recursos.

• Facultad para adaptar la conducta común del consejero a los valores culturales del
damnificado en función de sus creencias, prestando atención a los detalles de las
prácticas sociales, tradicionales o religiosas.

• Capacidad de apartarse de los métodos usuales de clasificación de las emociones y la


conducta según categorías o etiquetas de salud mental clínicas.

• Resistencia al impulso de prometer atender la totalidad de las necesidades del


damnificado, cuando requerirán más recursos y tendrán una duración más larga de lo
estipulado en el programa de recuperación.

• Habilidad para ayudar a los damnificados a comprender el alcance y los limites del
programa de intervención después del desastre y de reconocer la reacción de
impaciencia o ira que produce el ritmo lento de la burocracia.

• Capacidad para no identificarse con las emociones del damnificado para no perder la
objetividad e inadvertidamente afectar de manera negativa la percepción del
damnificado acerca de la realidad que proviene del trauma.

• Habilidad de no desviar la atención o perder la habilidad para reaccionar


apropiadamente en un medio siempre cambiante, confuso y penoso, mientras se
resuelven los problemas mediante la acción.

• Capacidad de lidiar con cambios rápidos, edictos impuestos por los representantes
gubernamentales oficiales, jerarquías de autoridad confusas y la estructura variable de
los organismos.

• Perspectiva realista de que los representantes de otros organismos como FEMA, Cruz
Roja, Civil Defense Housing Authority (Autoridad de Vivienda) tienen diferentes
objetivos, pautas, criterios y atribuciones.

INTERVENCIÓN EN CRISIS DEL CONSEJERO DE SALUD MENTAL EN LA


ETAPA POSTERIOR AL DESASTRE
Las variaciones, complejidad y gravedad de las reacciones ante la crisis que hallan los
consejeros después del desastre plantean un desafío cuando se elaboran los planes de
intervención.

El siguiente ejemplo ilustra las actividades en múltiples niveles que se llevaron a cabo
para ayudar a una familia y subraya la función cambiante del trabajador de salud
mental.

ESTUDIO DE CASO

El esposo y la esposa, de 49 y 47 años de edad, respectivamente, y sus cinco hijos


habían emigrado hacía poco tiempo a los Estados Unidos, cuando un tornado dañó su
casa. La mujer se puso en contacto con el equipo de socorro, el cual se encontraba en
una iglesia cercana al sitio de desastre, para pedirle que la ayudaran porque pensaba que
“se había vuelto loca”. Se reunió con el consejero y le informó que sus sentimientos y
su conducta estaban cambiando. Había escuchado decir a los vecinos que era de esperar
que hubiera cambios en la conducta después del trauma del tornado. A pesar de que lo
sabía, pensaba que sus experiencias eran más graves que la “reacción postraumática
normal”. Describió que se sentía deprimida, tenía accesos de llanto y era incapaz de
tomar decisiones acerca de los quehaceres domésticos. No tenía el menor interés en
nada y tenía dificultades para controlar a sus hijos. Estaba bebiendo más de lo que
normalmente tomaba en situaciones sociales y sus amistades le habían dicho que
estaban preocupadas por ello.

La casa familiar había sufrido daños, pero ya habían recibido asistencia monetaria de los
organismos del gobierno, y los trabajadores estaban listos para empezar las
reparaciones. Aunque esta parte del desbarajuste se estaba solucionando de manera
satisfactoria, la familia seguía experimentando graves dificultades. Casi todas las quejas
y dificultades expresadas por la mujer se relacionaban con su esposo, quien padecía
esclerosis múltiple y tenía problemas para desplazarse, así como un estado de ánimo
voluble. A pesar de su discapacidad, el esposo quería controlar cada trabajo de la
reparación de la casa y la distribución de los fondos que habían recibido de los
organismos del gobierno. La mujer sentía que las actitudes de su esposo complicaban
más las reparaciones y quería que él se fuera a vivir con algún pariente mientras los
trabajadores estuvieran en la casa. Había empeorado su relación matrimonial, de por sí
inestable, y se sentía atrapada. Si bien antes había podido funcionar con defensas fuertes
y realistas y con el apoyo de amigos y familiares, ahora sentía que todo se estaba
derrumbando porque sus parientes más cercanos también habían sufrido el impacto del
desastre y había tenido que mudarse a otras partes del estado.

El consejero de intervención en crisis entrevistó al esposo, la pareja y la familia para


evaluar su condición psicológica y oír sus percepciones acerca de los problemas de la
familia. En su evaluación, el consejero pudo percibir que la esposa estaba recurriendo al
control excesivo para manejar sus sentimientos acerca del trauma, se sentía responsable
de la familia y no podía renunciar a la responsabilidad de ocuparse de la cantidad de
diligencias complicadas de las que tenía que encargarse para tratar con la burocracia del
organismo de socorro. Había sido incapaz de manejar con eficacia la realidad de su vida
y de elaborar las emociones que sentía como resultado del tomado y sus efectos y
necesidades habían precipitado una crisis.
El consejero también se enteró de que por tradición en la cultura de la familia se
consideraba que el esposo era el jefe y tenía el control de la familia, una función a la
que no deseaba renunciar. El profesional, sensible a este sistema tradicional de valores,
ayudó a la esposa a reexaminar y reevaluar su situación, enseñándole cómo la
combinación de los eventos traumáticos, los valores tradicionales y su necesidad de
tener vínculos con la familia extensa estaban exacerbando el proceso de resolución de la
crisis después del desastre. Al darle a la esposa la oportunidad de sentir alivio al
expresar verbalmente sus sentimientos, luego al guiarla para que colaborara con su
esposo, en lugar de tratar de controlar su trato con los trabajadores de la reparación, el
consejero ayudó a la mujer a recuperar el control de sus emociones. Además recibió
también orientación para reconocer sus propios sentimientos internos.

A medida que la mujer se dio cuenta de que aumentaba su eficiencia, empezó a sentirse
más optimista acerca de su familia. El consejero la apoyó en una situación en la que la
realidad era difícil y mostró su aprecio por la manera en que hizo los trámites
burocráticos necesarios para que le repararan su casa, a pesar de que no estaba
familiarizada con los procedimientos.

En cuanto a los demás individuos, la pareja necesitaba más que asistencia básica. La
familia González tenía muchos problemas antes del tomado; el desastre desencadenó las
dificultades latentes en las relaciones familiares que se agravaron por la crisis familiar
no resuelta. El consejero precisó deslindar los límites de la intervención en crisis
posterior al desastre y luego vincular a la familia con un organismo de la comunidad
que les proporcionara recursos adicionales para resolver los problemas matrimoniales
crónicos.

Este ejemplo señala los tipos de intervención en crisis para las víctimas que sigue a la
asistencia básica y concreta que se presta después del desastre para normalizar las
condiciones de vida; muchas personas requieren más que esta asistencia.

Aspectos socioculturales

Este componente consiste en percatarse de que en un desastre existe diversidad


sociocultural en la población. Esto motivará a los consejeros a adquirir los
conocimientos necesarios para ayudar a los damnificados de diferentes orígenes
culturales. Se debe incorporar información basada en la experiencia y los conocimientos
de todas las actividades acordes con la región abatida por el desastre, en donde se ha
visto afectado un grupo de población específico (hispano, asiático, etc.).

CONCEPTOS PARA COMPRENDER LA CONDUCTA EN EL MARCO DEL


MODELO SOCIOCULTURAL

• Guardan relación la conducta manifiesta, las expectativas acerca de ésta y los valores
que se le asigna con respecto a los damnificados y consejeros,

• Cómo influyen entre si la conducta y la posición social percibida, más el papel afín
que la comunidad le confiere al individuo. La posición social y el papel son símbolos
(conceptos) de las expectativas culturalmente definidas de los modelos de relaciones y
conductas en un sistema social determinado. Cada persona ocupa múltiples posiciones y
hay un papel afín para cada posición, lo que comprende una variedad de conductas que
corresponden a dicho papel (conjunto de papeles) y que distintas personas perciben de
diferente manera.

• Es mediante la “ejecución” del conjunto de papeles que la persona representa su


cultura y tiene acceso e interactúa con ella. La ejecución del conjunto de papeles
también sirve para formar su identidad cultural basada en una congruencia interna y un
sentido de si mismo con el cual se integra una autoimagen. Después del desastre estas
ejecuciones pueden modificarse durante un tiempo.

• La conducta surge a partir de muchos papeles modificados por las diferencias


individuales y moldeados por la situación social.

El consejero aporta conocimientos, actitudes y aptitudes obtenidos de experiencias


anteriores ligadas a sus propios antecedentes culturales. Estas características influyen
intensamente en el estilo de comunicación, el modo de relacionarse y la percepción de
la reacción del damnificado. También matizan el criterio para aceptar su sufrimiento y
su dolor. La comprensión y el respeto hacia los valores culturales del damnificado
forman parte de los conocimientos que se necesitan para trabajar en los programas de
intervención para atender a las víctimas de desastres.

Las características de las familias damnificadas, como son grupo étnico, nivel
socioeconómico, aculturación, religión y enfoques tradicionales aceptados para manejar
los factores estresantes, influirán en la recuperación por el desastre. Un sistema de
valores universal concreto es la relación de los seres humanos con la naturaleza, que
puede ser crítica para comprender las diferencias en los tipos de reacción ante los
desastres de las distintas culturas. Por ejemplo, los ciudadanos de Managua, Nicaragua,
creían que el terremoto de 1972 que destruyó parte de su ciudad era un castigo de la
Madre Naturaleza por sus conductas descontroladas.

Surgen muchos problemas culturales que son parte de la interacción entre el trabajador
y el damnificado, desde el primer encuentro en el refugio o el centro de la Cruz Roja. A
medida que se congrega a individuos de diferente origen en grupos a cargo de un
empleado del organismo, quien necesita organizar los horarios según las guías
logísticas, uso del tiempo y el personal, se hacen evidentes los choques de criterios por
motivos culturales. La comprensión de las variaciones y secuencias de las emociones y
las conductas, basadas en las tradiciones culturales y los valores, es el fundamento de la
intervención en situaciones de desastre. Los métodos transculturales requieren
modificaciones de los elementos que influyen en los procesos de resolución de crisis
bien conocidos en la práctica clínica cuando se trata con población uniforme.

En los entornos de socorro en situaciones de desastre, donde es difícil personalizar las


disposiciones para vivir, es fácil lesionar la autoestima de los damnificados, al surgir
conflictos cuando la necesidad de las víctimas de pedir ayuda choca con las propias
creencias de los consejeros acerca de la forma en cómo debe prestarse ésta. Este
conflicto puede acentuarse cuando los damnificados sienten que dependen de empleados
del organismo que pertenecen a una cultura distinta. En una catástrofe, los damnificados
que han perdido la mayor parte de sus pertenencias, a veces se sienten humillados para
pedir los recursos básicos, a menos que el consejero utilice estrategias para “resguardar
las apariencias del damificado”. El consejero tendrá que manifestar sensibilidad de
manera constante hacia la configuración orientada transculturalmente de la relación
entre el damnificado y quien lo ayuda (entre la dependencia y la autoridad o poder). Las
actitudes culturales se dan en toda clase de situaciones y median en cuánta ayuda puede
aceptarse u ofrecerse.

INTEGRACIÓN DE LA EXPERIENCIA CULTURAL EN LA PRESTACIÓN DE


SERVICIOS DE ORIENTACIÓN EN LA ETAPA POSTERIOR AL DESASTRE

La cultura de un grupo es más que sólo los tipos preferidos de conducta y la trama de la
organización social. La cultura le proporciona al individuo una visión global del
universo, una concepción y clasificación de todas las cosas y postulados existenciales en
lo referente a la naturaleza del hombre y su destino final.

La visión del mundo que comparten las personas con otros miembros de un grupo
refleja conocimientos pragmáticos, sistemas de creencias, actitudes, nociones
preconcebidas y jerarquías de valores. Es importante que los consejeros tengan una
comprensión de la cultura y la visión del mundo de un damnificado para planificar,
programar y prestar servicios adecuados y asequibles en armonía con el modo de vida
de éste.

Capítulo 2. Contenido básico de salud mental


RESUMEN DEL CAPÍTULO

Descripción: Introducción a los conocimientos “fundamentales” que guían las


intervenciones después del desastre.
Finalidad: Seleccionar el contenido básico para formular y comprender las
reacciones de los damnificados después del desastre (evento
traumático).
Contenido: Concepto básico de salud mental:
• Reacciones a los factores estresantes/estrés.
• Enfrentamiento y adaptación.
• Pérdida y duelo.
• Apoyo social.
• Reacción ante la crisis y resolución de la misma.
• Sistema biopsicosociocultural.
Objetivos • Reseñar las teorías que explican la reacción ante factores
didácticos: estresantes/estrés, enfrentamiento y adaptación, pérdidas y duelo,
sistemas de apoyo social, y reacción ante la crisis y resolución de la
misma.
• Describir los fundamentos de los conocimientos que guían las
intervenciones después del desastre.
• Adquirir los conocimientos para formular y reconocer las reacciones
de los damnificados después del desastre.
Reacciones ante factores estresantes/estrés

La finalidad del presente capítulo es transmitir los conocimientos relativos a las


reacciones ante factores estresantes/estrés, procesos de enfrentamiento y adaptación,
pérdidas y duelo, sistemas de apoyo social, y reacción frente a la crisis y resolución de
la misma. Este conjunto de conocimientos se presenta en forma de síntesis, ya que el
equipo de socorro opera en condiciones de urgencia y con limitaciones de tiempo para
su capacitación, así como para su trabajo después del desastre.

Factores Eventos o condiciones (trauma) que provocan reacciones físicas o


estresantes psicosociales en una persona determinada en condiciones particulares.
Reacciones Respuestas biológicas o psicosociales de una persona ante factores
estresantes, las cuales varían en intensidad, eficacia e idoneidad.
Efectos del Resultados físicos o psicosociales y consecuencias acumulativas de las
estrés reacciones; algunos de ellos son positivos o favorables.

Las reacciones frente a los eventos estresantes dependen de las características de los
sucesos, los recursos del individuo, la tarea requerida y las características del ambiente
social. El resultado puede ser el crecimiento, una dificultad temporal o un trastorno
mental, y depende de la ubicuidad y persistencia del factor estresante. En términos
generales, el sistema de estrés puede ser fluctuante, abierto, dinámico y fluido.

Además, el resultado de un evento estresante puede exacerbarse por muchos


acontecimientos de la vida como:

• Etapa de la vida.
• Recursos para reaccionar.
• Sistemas de apoyo.
• Oportunidad o capacidad para influir en el ambiente.
• Significado o simbolismo concedido a la vivencia.
• Interpretación de la situación.

El estrés puede relacionarse en un momento dado con el estado psicofísico de la


persona. Una variedad de estímulos ambientales pueden producir estrés; diferentes
individuos responden de un modo distinto frente a los mismos estímulos.

Algunas personas parecen ser inmunes a los factores estresantes, mientras otras son en
particular vulnerables a las condiciones que producen desequilibrio personal. Los
estados de estrés producen reacciones psicobiológicas de duración variable,
determinadas por el número, frecuencia, intensidad, duración y prioridad de las
exigencias a las que se ven sometidos los mecanismos de resolución de crisis del
individuo.

Concretamente, las reacciones de un individuo frente al estrés varían según:

• La situación.
• La fuerza del factor estresante (trauma).
• El estado de salud del individuo.
• Los tipos de sistemas de apoyo en la comunidad.
• La red de apoyo familiar.
• Los modos habituales de interacción humana de la persona.

Las respuestas de estrés son estados que se manifiestan por síntomas específicos, los
cuales consisten en cambios del sistema biológico inducidos por un grupo de estímulos
o factores estresantes. A partir del concepto de la preservación de la vida como
mecanismo regulador interno del organismo, se puede colegir que el estrés es resultado
de una reacción de autopreservación, cuando dichos agentes externos atacan a la
persona.

La teoría del equilibrio considera al estrés relacionado con procesos cognoscitivos


cuando se enfrentan amenazas y es preciso evaluar lo sucedido. Cuando el individuo
anticipa daños psicológicos o físicos, aumenta la respuesta de estrés; ésta puede
inmovilizarlo o causarle una sensación de desesperación, la cual se expresa en forma de
impotencia.

Los investigadores han descrito el estrés como resultado de la perturbación de las


actividades acostumbradas. La fuente de dicha perturbación podrían ser los factores
antecedentes, mediadores o de intervención. Estos factores, cuyo efecto es el de
aumentar o reducir el estrés, consisten en eventos previos (factores estresantes) que no
se han resuelto plenamente, además de limitaciones internas y externas, procesos
cognoscitivos de carácter afectivo, así como expectativas y apoyo social con el que
cuenta la persona.

Las características sociales y psicológicas son modificadores que definen el contexto en


el cual se da la secuencia factor estresante-reacción-consecuencia y producen
variaciones individuales en la secuencia de reacciones. Los sistemas de apoyo social
facilitan el desarrollo de estrategias de resolución de crisis que ayudan a la gente a
manejar los problemas dentro de limites tolerables, mantener su autoestima, preservar
sus relaciones interpersonales y satisfacer los requisitos de nuevas situaciones mediante
el ensayo.

Enfrentamiento y adaptación

Enfrentamiento: Es aquella conducta que protege a la persona contra el estrés interno y


externo. Esta conducta implica adaptación, defensa y control.

Otros conceptos interrelacionados que ayudan a explicar la conducta de los


damnificados es el enfrentamiento y la adaptación. En esta sección se analiza el
significado del enfrentamiento de la crisis, la relación de la misma con el estrés y los
sistemas de apoyo sociales y emocionales, así como los elementos de la conducta de
enfrentamiento tendientes a la adaptación.

La conducta de enfrentamiento nos protege de la descompensación psicológica y


fisiológica; suele incorporar respuestas de acción, pero también procesos de evaluación
cognoscitivos, emocionales y perceptuales. Para resolver la crisis, la persona puede
tratar de cambiar la fuente de estrés o redefinir la situación de amenaza en función del
significado o gravedad del problema. Además, la persona trata de encontrar la forma de
acomodarse y transigir, por ejemplo, mediante la aceptación pasiva, la negación, las
creencias religiosas o en el destino.
La conducta de protección por lo general sigue tres caminos:

1. La alteración de las condiciones que producen respuestas de estrés doloroso.

Ejemplo:

“Dr. Brown, si usted insiste en que me quede en el hospital unas horas más, seguiré su
consejo, aunque yo creo que debería irme a mi casa para ver qué le hizo el huracán.”

2. La redefinición del significado de la experiencia productora de estrés, a fin de


disminuir su importancia.

Ejemplo:

“Tuvimos suerte de que no se muriera ningún miembro de nuestra familia y que sólo
unos pocos quedaron heridos cuando se cayó el techo.” O bien, “qué suerte que el
terremoto fue a las cuatro y media, cuando las carreteras estaban vacías”.

3. La manipulación de las consecuencias emocionales, a fin de que queden dentro de


límites manejables.

Ejemplo:

“Me da vergüenza quejarme de los daños de mi casa cuando otros perdieron mucho
más.”

MECANISMOS DE ENFRENTAMIENTO

La conducta de enfrentamiento tiene la finalidad de prevenir, retardar, evitar o controlar


la tensión y el estrés. Esta conducta no es inusual o rara; en realidad, toda la gente la
emplea en algún momento.

Casi todos aprenden formas peculiares de enfrentar el estrés y si bien éstas varían, es
usual que correspondan a pautas de conducta de:

• Evitación.
• Alteración.
• Manejo.
• Prevención.
• Control de la expresión emocional inapropiada.

Los mecanismos de enfrentamiento pueden tomar tres rumbos diferentes:

1. El individuo puede intentar cambiar la fuente de tensión o estrés; esto supone


conocimientos y percepción de sus causas. La atención se enfoca en cambiar la
situación antes de que surjan tensión o estrés. El objeto de esta estrategia es evitar una
situación amenazante.
Ejemplo:

“Ya es hora de que abandonemos la casa.”

2. El individuo puede intentar redefinir las situaciones a fin de controlar el grado de


estrés y reducir o amortiguar sus repercusiones. Esta es la manera en que se manejan el
significado y la gravedad del problema. Las funciones cognoscitivas y perceptuales son
importantes en este proceso. La redefinición le permite al individuo pensar que el
problema no es tan importante como para preocuparse. Esto puede hacerse mediante
comparaciones que llevan a la conclusión de que la situación podría ser peor o, de
manera selectiva, hacer caso omiso de lo negativo y enfatizar lo positivo.

Ejemplo:

“Esta tormenta parece estar amainando y no va a causar daños graves.”

3. Las respuestas de enfrentamiento pueden ser un intento por controlar el estrés, a fin
de que el individuo pueda seguir funcionando con la mayor normalidad posible. En
esencia, esta acción es un esfuerzo para mantener el estrés dentro de límites tolerables y
producir una adaptación a éste sin sentirse abrumado. Esta tercera estrategia abarca una
serie de respuestas, tales como negación, retraimiento, aceptación pasiva, optimismo
excesivo, evitación o incluso hasta pensamiento mágico, entre otras.

Ejemplo:

“Dr. Ross, tan pronto se seque el yeso, creo que podría empezar a ayudar a otros
heridos; siempre me ha gustado sentirme útil.”

Las finalidades del enfrentamiento son:

• Contener la dificultad dentro de limites que la persona pueda tolerar.


• Conservar la autoestima.
• Preservar las relaciones interpersonales.
• Aceptar las condiciones de las nuevas circunstancias.

Habilidades positivas de enfrentamiento

• Orientar la propia personalidad de manera rápida.


• Planificar medidas decisivas.
• Movilizar los mecanismos de solución de problemas en urgencias.
• Aprovechar la ayuda debidamente.
• Manejar de manera simultánea las dimensiones afectivas de la experiencia.
• Expresar emociones dolorosas de modo apropiado.
• Reconocer el dolor, pero evitar obsesionarse con los sentimientos problemáticos.
• Confeccionar estrategias para transformar la incertidumbre en riesgo manejable.
• Reconocer la necesidad de depender más de lo normal y pedir, aceptar y utilizar la
ayuda.
• Tolerar la incertidumbre sin recurrir a la acción impulsiva.
• Reaccionar frente a los desafíos ambientales y reconocer su valor positivo para el
crecimiento.
• Usar defensas y maneras de aliviar la tensión no destructoras, a fin de manejar la
ansiedad.

La conducta de enfrentamiento de crisis es una reacción frente al estrés y la tensión que


sirve para defender al individuo contra daños emocionales incapacitantes.

El estrés abrumador siempre se relaciona con crisis y es el malestar emocional que se


siente al experimentar problemas persistentes o demandas excesivas. Emana de las
presiones inusuales, poco comunes o inesperadas; por ejemplo, el temor a someterse a
una intervención quirúrgica o a los efectos de un desastre natural. El estrés se relaciona
con un evento o situación concretos y difiere de la ansiedad o depresión, que también
son reacciones ante los eventos traumáticos.

Habilidades negativas de enfrentamiento

• Uso de la negación excesiva, retraimiento, reclusión, evitación.


• Uso frecuente de la fantasía, prueba de la realidad deficiente.
• Conducta impulsiva.
• Furia y venganza en individuos más débiles y chivos expiatorios.
• Conducta excesivamente dependiente (evitando la separación) y contradependiente.
• Incapacidad de la persona de evocar en los demás el deseo de cuidarla.
• Supresión de emociones, lo que produce el síndrome de “desaliento-desamparo-
renuncia”.
• Uso de conductas hiperritualistas sin propósito.
• Fatiga y regulación deficiente del ciclo descanso-trabajo.
• Adicciones.
• Incapacidad para utilizar los sistemas de apoyo.

El enfrentamiento se entrelaza con los recursos sociales y emocionales de la persona. El


carácter de la matriz social del individuo, es decir, la red de relaciones interpersonales
con parientes, amigos, vecinos, compañeros de trabajo y grupos pequeños facilita o, en
caso contrario, dificulta e impide la resolución. Es a este sistema social al que las
personas recurren en primer término en busca de apoyo, comprensión o ayuda para
solucionar sus problemas.

El enfrentamiento también depende de las herramientas emocionales o psicológicas de


la persona, es decir, sus características en lo que se refiere a virtudes y defectos. Estos
recursos abarcan la aptitud de la persona para transmitir su autoestima y su capacidad
para tolerar el desasosiego sin descompensarse ni agobiarse.

La habilidad para comunicarse facilita la expresión del problema y proporciona los


medios para pedir ayuda para resolverlo. La autoestima se refiere a la opinión positiva
que tiene el individuo acerca de sí mismo; su ausencia indica el desprecio de sí mismo.

Las estrategias de enfrentamiento se basan en un conjunto de estructuras complejas de


pensamientos y conductas, a fin de producir reacciones idóneas ante un problema, para
evitar que las respuestas internas sigan siendo dolorosas. Si un individuo no puede
lograr este fin, la reacción puede ser perjudicial.
Pérdida y duelo

Las reacciones de pérdida, duelo y aflicción son conceptos sumamente útiles en el


trabajo con damnificados. Aunque el análisis de las pérdidas suele enfocarse en la
muerte, en la etapa posterior al desastre puede abarcar también:

• Destrucción de bienes materiales.


• Desempleo repentino.
• Deterioro de los procesos físicos, sociales o psicológicos.

PROCESO DE DUELO DESPUÉS DEL DESASTRE

La aflicción es una respuesta natural, reflexiva, psicológica que empieza en la infancia


después de una pérdida de cualquier clase. Ésta forma parte del proceso de recuperación
y depende de la intensidad y carácter de la pérdida, así como de la situación de la
persona.

Duelo y aflicción: La reacción que produce la pérdida, en especial si se trata de la


muerte de alguien importante o de la destrucción de objetos simbólicos en la vida
emocional de la persona.

Las barreras que impiden el proceso de aflicción y duelo son:

• La satisfacción inadecuada de las necesidades básicas de la infancia.

• Múltiples pérdidas anteriores.

• El carácter de la relación con la persona desaparecida; por ejemplo, ambivalencia,


dependencia excesiva o conflictos no resueltos.

• Las circunstancias de la pérdida súbita; es decir, si fue violenta o si no se puede


recuperar al cadáver.

• Los valores culturales como “hacerse el fuerte, sin llorar”.

Muchos profesionales han llamado la atención hacia el proceso de cinco pasos del duelo
por el que pasan las víctimas de los desastres:

1. Negación.
2. Furia/ira.
3. Negociación.
4. Depresión.
5. Aceptación/resignación.

Estas cinco etapas no siempre ocurren, ni lo hacen siempre en un orden determinado.


Sin embargo, las etapas y su orden están sujetas a la influencia decisiva de la
personalidad y actitud general de la persona hacia la vida. La intervención terapéutica
ayuda a la persona en duelo a progresar en el proceso, si “se atasca” o tiene problemas
para resignarse.
Los procesos de duelo, aflicción y luto incluyen elementos cognoscitivos que con
frecuencia se expresan en forma de síntomas físicos o psicológicos. El proceso empieza
con el reconocimiento y aceptación de la pérdida. El individuo necesita aceptar la
realidad intelectual y emocionalmente.

Cuando solamente se produce una aceptación intelectual de la pérdida, las


probabilidades de desadaptación emocional aumentan.

El proceso de duelo hace que la persona pase sucesivamente por las etapas de choque
emocional, aflicción aguda y resignación. En el camino, suele padecer molestias físicas
o volverse más susceptible a las enfermedades; quizá se retraiga y se vuelva apático, es
factible que se vuelva más hostil hacia los demás o se aísle por completo.

Una reacción predominante es una defensa intensa de negación; es decir, las víctimas
parecen preocuparse por actividades o conversaciones que no incluyen la mención de la
pérdida. Esta reacción tardía al parecer facilita la resolución de emociones
incontrolables.

A fin de comprender la función del luto, es importante examinar la calidad de las


relaciones personales interrumpidas por la pérdida. Un alto porcentaje de los dolientes
no supera la etapa de impotencia y “resignación”. A su vez, esto precipita diversos
grados de depresión, incluida la interferencia en todas las funciones de toma de
decisiones necesarias para que el damnificado pueda reorganizar su vida. A raíz de esta
incapacidad para afrontar todas las interacciones humanas y burocráticas necesarias para
obtener recursos de los organismos de socorro, la sensación de crisis se intensifica. La
continuación e intensificación de la aprensión de los damnificados frente a la crisis, da
lugar a una espiral descendente que lleva a una falta de energía, depresión, pasividad,
pérdida de autoestima y conducta de desamparo.

En última instancia, la forma en que una víctima se enfrenta a los problemas durante un
periodo de estrés emocional influye en el hecho de que ésta surja de la crisis con una
susceptibilidad más intensa a los trastornos mentales o con mayores probabilidades de
mejorar sus habilidades de resolución de crisis después del desastre.

Sistemas de apoyo social

Red social/sistema de apoyo: El grupo de individuos que ejercen influencia mutua en


sus propias vidas para satisfacer necesidades humanas específicas. Para el individuo, la
red social a menudo es fuente de respeto, aprobación y definición de sí mismo. Los
vínculos en una red de apoyo social dependen del tipo y calidad de la comunicación
entre sus miembros.

Recursos emocionales: Las capacidades para resolver el estrés que origina un problema,
basadas en la experiencia para solucionar problemas. Los recursos emocionales le
permiten a una persona soportar las presiones del estrés, angustia y sentimientos
depresivos, además de tener confianza en sí mismo para fijar metas y emprender
acciones eficaces. Cuando estos recursos no bastan para soportar la tensión, el individuo
puede sucumbir al estrés y manifestar conductas no adaptativas.
Recursos sociales: Son la suma de las relaciones de un individuo, que forma una red de
vínculos sociales con individuos y grupos para definir y obtener apoyo emocional.

Los recursos sociales y emocionales de los damnificados guardan relación con sus
experiencias anteriores con respecto al estrés y las crisis, la pérdida y luto, así como la
resolución de crisis y adaptación. La red de apoyo emocional y social de una persona
influye de manera considerable en el resultado de pasar por la experiencia de un
desastre. Por tal razón, los consejeros en desastres deben ser muy conscientes de los
tipos de recursos sociales y emocionales de que disponen los damnificados. Este
conocimiento le permite al trabajador de socorro ayudar a vincular al damnificado con
esta matriz social, y aumentar la capacidad de éste para resolver el estrés causado por el
desastre.

Los grupos sociales tradicionales, estables y estructurados tienden a promover vínculos


estrechos y, por ende, protegen a sus miembros contra las consecuencias patológicas en
la etapa posterior a la crisis. Sin embargo, esta infraestructura puede alterarse o
desaparecer en un desastre grave. Los profesionales que prestan atención a las víctimas
deben estar al tanto de la existencia y uso de los sistemas que proporcionan apoyo social
y emocional a los damnificados.

Algunos estudios han revelado que el damnificado logra resolver la crisis muchas veces
en relación directa con el uso de los sistemas de apoyo. Inmediatamente después de una
calamidad, las personas que dependen principalmente de sus vínculos con familiares y
amigos cercanos, y menos de los vecinos y las organizaciones formales o benéficas,
suelen resolver eficazmente el estrés que produjo la catástrofe. Incluso años después, los
vínculos de estos damnificados con su sistema de apoyo social son más íntimos que
antes de la catástrofe.

Al enfrentar un evento estresante, el individuo por lo general apela primero a su reserva


de mecanismos emocionales internos, a fin de resolver el problema que tiene ante sí.
Cuando estos mecanismos fracasan, el individuo suele recurrir al apoyo de su red social.
Esta estrategia de resolución de problemas, que se basa primero en los recursos
personales y después en los sociales, es el modelo generalizado de conducta que emplea
casi toda la gente.

Sin embargo, quienes están abrumados por el estrés grave, a menudo tenderán a
depender primero de los recursos sociales. Si éstos fracasan, emplearán sus propios
recursos emocionales, limitados por las circunstancias, o sea, se retraen, expresan su
impotencia y se aíslan.

Es evidente que la calidad de la red social de una persona y el contexto sociocultural en


que actúa son factores determinantes primordiales de la conducta de resolución de
crisis. La red social puede ser una fuerza importante en la conservación de ciertas
formas de conducta o en la determinación del grado y dirección de los cambios. Sean
cuales fueren los cambios, dicha red de relaciones en el entorno del desastre puede
apoyarlos o no y facilitar o no los esfuerzos de adaptación, según los valores sociales y
culturales aplicables a la situación.

En periodos de estrés, los individuos pueden emplear sistemas de apoyo formales e


informales como ayuda para enfrentar sus problemas. La afiliación de grupo como
forma de desarrollar la red de apoyo social de la persona, es necesaria cuando ésta se ve
desplazada o reinstalada, así como en caso de quedar completamente aislada. Esta red
proporciona a la persona información, asesoramiento, protección y refuerzo de la
individualidad y valía personal.

Respuesta ante la crisis y resolución de la misma

Crisis: Periodo crucial o momento decisivo en la vida de una persona que tiene
consecuencias físicas y emocionales. Una crisis es un periodo limitado de desequilibrio
psicológico precipitado por un cambio súbito y significativo en la situación vital del
individuo. Este cambio da lugar a la necesidad de ajustes internos y al uso de los
mecanismos de adaptación externa que rebasan temporalmente la capacidad del
individuo.

TEORÍA DE LA CRISIS

El modelo de crisis ha revestido importancia considerable para los trabajadores que


atienden damnificados. Este modelo transmite el concepto de que ciertos eventos vitales
originan la pérdida de las modalidades habituales de conducta, como resultado de la
confusión personal, la tensión y perturbación emocional que acompañan al estrés.
También plantea que existen periodos cruciales en que el individuo debe tomar
decisiones que tendrán consecuencias a largo plazo en su modo de vida y grado de
ajuste ulteriores.

Los individuos darán diferente significado a un evento según:

• Su percepción de lo que ha ocurrido.


• Su experiencia anterior en eventos peligrosos.
• El éxito o fracaso al manejar sus repercusiones.

Por consiguiente, una crisis variará según las personas o la sociedad afectadas. Hay
grupos que definirán un evento determinado como generador de una crisis y otros no.

La fase final de la crisis incluye encontrar defensas y maneras apropiadas de dominar la


sensación de aflicción durante un estado de conmoción. Este proceso de reconstitución
consiste en destinar recursos personales y sociales a conseguir un equilibrio y
funcionamiento eficaces. La activación de las aptitudes que la persona necesita para
resolver la crisis emergen en esta fase final.

Al resolver una crisis, un individuo puede intentar:

• cambiar, disminuir o modificar un problema;


• devaluar un evento buscando satisfacción en otro sitio; o
• resignarse a lo que ha sucedido y luego tratar de controlar el estrés resultante.

El individuo en crisis puede considerarse como un sistema integral afectado por la


acción recíproca de los cambios dinámicos, que, a su vez, están continuamente a merced
de los mecanismos biopsíquicos naturales, cuya función es lograr un estado de
estabilidad y equilibrio personal. Ésas son las entradas y salidas de información y
energía en el sistema.

El punto esencial de crisis es que la intensidad de la energía exceda la capacidad del


organismo para ajustarse y adaptarse a ella. El individuo se ve abrumado y el sistema
entra en un estado de ritmos biológicos desequilibrados y desorganización temporal.

La fluctuación grave de un individuo frente a un evento crítico resulta de la


desorganización de los sistemas psicológico y somático. Las consecuencias de esta
fluctuación abarcan la tensión personal y el estrés graves. El desequilibrio puede
depender de la muerte de un ser amado, la pérdida de ingresos o bienes materiales,
enfermedades, mudanzas u otras vivencias personales importantes.

Los cambios en los papeles personales y en las conductas usuales o previstas suelen
producir, como consecuencia secundaria, problemas en las relaciones interpersonales.
En la medida en que ocurren esos cambios, el individuo tiende a presentar nuevos
estilos de conducta cuya finalidad es manejar el estrés y, por consiguiente, disminuir el
malestar y el dolor.

Es probable que si la respuesta de estrés es grave o prolongada, produzca una


enfermedad mental. Si se combinan eventos prolongados o graves experimentados
durante el desastre, el damnificado puede recurrir a mecanismos de adaptación,
psicológicos o conductuales, problemáticos para enfrentar la situación.

La teoría de las crisis se basa en las siguientes hipótesis:

Hipótesis:

Los desastres son factores estresantes que tienen repercusiones en las víctimas, dando
lugar a una situación de crisis, la cual afecta a los sistemas biológicos, psicológicos,
sociales y conductuales.

Hipótesis:

La integración y síntesis de información fenomenológica compleja conlleva a una


formulación integral que conceptúa la situación del damnificado en un momento
determinado después del desastre. Esto le aclara la situación al trabajador de socorro
y le ayuda a planear una intervención psicológica.

Hipótesis:

En el momento del impacto, la conducta de la víctima dependerá de factores previos de


la vida y de la interpretación y definición que dé al evento amenazante.

Hipótesis:

A fin de comprender al individuo que padece de estrés, la situación específica debe


incluir las quejas principales y el problema que éste presenta, la relación de dichos
problemas con la precipitación de los factores y una descripción de los eventos vitales
previos pertinentes como parte de la evaluación y las indicaciones para la intervención
en crisis.

El impacto inicial de un factor estresante puede originar un nivel de estrés estimulado


por:

• El tipo y duración del desastre.

• Las pérdidas sufridas.

• El papel social del damnificado, habilidades para la resolución de crisis y el sistema de


apoyo.

• La percepción e interpretación que el sobreviviente da a la catástrofe.

Cada una de estas reacciones representa diferentes etapas de la resolución de crisis,


paralelas a las etapas del desarrollo. Estas reacciones producidas por el desastre, a su
vez, pueden sufrir la influencia de otros eventos ambientales de carácter traumático, un
“segundo desastre”, producido por todo los problemas del entorno y fragmentación de
los sistemas de la comunidad.

ORGANIZACIÓN DE LOS PRINCIPIOS PARA COMPRENDER LA CRISIS

Los damnificados, cuyas vidas se ven interrumpidas por un cataclismo y a los que se
ofrece ayuda para que se recuperen de los traumatismos físicos, tienen que desarrollar
una conducta de adaptación. Pueden utilizarse las técnicas de observación psicológica y
entrevista para comprender estas conductas, a fin de evaluar el grado de aflicción y
brindar la asistencia y apoyo necesarios.

A través de observaciones y entrevistas, el socorrista puede identificar las siguientes


condiciones:

• Características de la personalidad.

• Tipo de eventos históricos que han llevado a la víctima a su nivel de desarrollo.

• Mecanismos de adaptación usuales y métodos de que dispone la victima para enfrentar


las crisis frente a traumatismos físicos y traumas psicológicos.

• Historia del desastre y cómo afectó al individuo física y subjetivamente.

• Conducta reactiva y habilidades de personalidad para adaptarse a la nueva situación,


posterior al desastre.

• Sistemas de apoyo social y comunitario al alcance de las víctimas y uso que hagan de
estos recursos a favor de su recuperación.
• Nivel de apoyo disponible en la matriz social, tal y como se mide en función del grado
de organización de la comunidad frente a la desorganización de la unidad de urgencia
oficial y los organismos de socorro.

• Equilibrio social entre la disponibilidad de los recursos de los sistemas de apoyo e


intensidad de los factores estresantes, los cuales aumentan la dificultad para obtener la
ayuda adecuada para conseguir atención médica y psicológica.

Todas estas variables empiezan a presentar el equilibrio entre la conducta adaptativa y


no adaptativa, y pueden manifestar la vulnerabilidad de los damnificados y sus
necesidades especificas antes de poder recuperar el equilibrio psicológico. Estas
variables identificarán el conjunto interactivo de respuestas que influye en el curso de la
resolución de la crisis, a medida que interactúan con las condiciones de desastre.

Los damnificados recurren primero a sus propias habilidades de personalidad para


adaptarse. Si no pueden resolver los múltiples eventos ocasionados por la catástrofe, a
continuación tratarán de acceder a las fuentes de apoyo, intentando obtener asistencia
del personal de atención en urgencias. Si estos recursos no están disponibles o son
insuficientes para satisfacer las demandas de los eventos vitales producidos por el
desastre, los damnificados pueden apelar a las creencias, valores y símbolos que se
originan en su cultura. En la conducta posterior al desastre, muchos de ellos aprovechan
todos los recursos disponibles simultáneamente y de manera complementaria.

Después del desastre y con el transcurso de las horas, algunos damnificados no son
capaces de resolver sus problemas y siguen presentando ansiedad, apatía, ira, pesadillas,
insomnio y dificultades en sus relaciones interpersonales. En algún momento en la
conducta de resolución de crisis del damnificado, el socorrista encontrará una coyuntura
que lleve a un punto final sano o patológico. El trabajador de socorro necesita adquirir
las aptitudes y conocimientos con los cuales evaluar la situación y tomar en
consideración los procedimientos de intervención terapéutica que apoyen y guíen a los
damnificados hacia el logro del mejor resultado posible, dada la situación. Este objetivo
requiere planificar la logística y capacitar al personal de orientación en crisis.

También en la etapa posterior al desastre, el personal de socorro puede estar expuesto al


estrés del desastre y presentar problemas emocionales. Los familiares de los
damnificados, los profesionales médicos y los socorristas son vulnerables a las
consecuencias del estrés posterior al desastre. Los trabajadores de socorro pueden
prever problemas emocionales como repercusión de un peligro natural, incluidas las
reacciones como temor, choque, aturdimiento psíquico, ansiedad, depresión y quejas
psicosomáticas.

REACCIONES EMOCIONALES

Se han identificado varias etapas de la resolución de crisis después de un desastre. Estas


etapas se superponen y los damnificados se regresan sin distinciones claras a otras
etapas. Esta capacidad emocional es una reacción normal en los damnificados que
experimentan respuestas de estrés, y su estado emocional puede fluctuar durante algún
tiempo.
Al principio, el damnificado utiliza la negación de la realidad de la situación o de las
repercusiones físicas del trauma. Un damnificado puede verbalizar aceptación de lo que
ha sucedido o incluso admitir estar agradecido de que no sea peor. Esta falta de reacción
emocional frente a la realidad de las molestias o cambio, señala una necesidad de
defenderse de la asimilación plena de las consecuencias del trauma. El nivel de
adaptación a las manipulaciones necesarias para la intervención médica puede variar de
las quejas leves a las exageradas, a una falta de interés aparente.

Al integrarse en la conciencia la realidad de la nueva situación, puede aparecer en la


víctima un conjunto nuevo de síntomas:

• Episodios de reacciones emocionales intensas que sobrecargarán la defensa de


negación.

• Inquietud, manifestaciones de ansiedades, habla rápida o disminuida, resistencia


pasiva al asesoramiento médico o episodios cortos súbitos de irritación, signos de
frustración.

• Reacción desvalida e indecisa a las órdenes.

• Indicios de desorganización psíquica, con el transcurso del tiempo y según la


intensidad del traumatismo somático.

• Episodios de temor, fluctuaciones del estado de ánimo sin episodios de llanto y


resentimiento por pedidos insignificantes de los profesionales de socorro.

Necesita vigilarse un tipo importante de conducta, a la que se describe como la “culpa


del superviviente”. Esta conducta se define como sentimientos ambivalentes de estar
agradecido por estar vivo y, al mismo tiempo, sentirse culpable por estar vivo cuando
otros han muerto o sufrido lesiones peores. Esta conducta puede anteceder sentimientos
de depresión o ideación paranoide y puede ser precursora de depresión paranoide
clínica.

Trastorno por estrés postraumático

El trauma psíquico es un proceso que se inicia con un evento catastrófico al que se


enfrenta una persona y que es una amenaza abrumadora aguda para la supervivencia.
Cuando ocurre el evento, el sistema nervioso central pierde la capacidad de controlar los
efectos de desorganización que produce la experiencia y provoca un estado de
desequilibrio. El evento sume a la persona en un estado traumático, que dura el tiempo
que necesitan los sistemas del cerebro para regresar a un estado organizado. Existe una
necesidad de comprender la nueva visión del mundo; o sea, el por qué, el cómo y el
significado del hecho de que ocurriera el evento.

La constitución genética, física y de personalidad de un individuo, su estado mental


cuando sucedió el evento, el nivel de desarrollo psicológico, los sistemas de apoyo
existentes, y el contenido, intensidad y duración del evento, contribuyen a la gravedad
del efecto traumático.
La característica central del trastorno por estrés postraumático es la aparición de
síntomas típicos después de experimentar un evento psicológico traumático o eventos
fuera de lo que por lo general se considera la gama normal de la experiencia humana.

Los síntomas característicos son:

• Reexperimentación del evento traumático.


• Aturdimiento de la capacidad para reaccionar hacia el mundo exterior o de participar
en él.
• Síntomas del sistema nervioso autónomo de disforia o cognoscitivos.

Las reacciones frente a los efectos del desastre o de sus consecuencias pueden producir
en el damnificado expresiones conductuales y emocionales diversas:

• Recuerdos de tipo obsesivo del evento que se repiten y preocuparse por ellos. Éstos
pueden aparecer en sueños o pesadillas.

• Periodos en los que se sienta distante y aislado. Este aislamiento puede perturbar las
relaciones sociales de manera intermitente.

• Síntomas de excitación del sistema nervioso autónomo y ser más sensible a ruidos
fuertes o situaciones desconocidas que reaparecen varios meses después del trauma
psíquico del desastre.

• Problemas de memoria y dificultades para realizar tareas cotidianas habituales.

Estos cambios sutiles en la personalidad y en la sensación de competencia social son


difíciles de diferenciar de las características emocionales preexistentes de la persona o la
respuesta aguda al impacto del desastre. No obstante, el socorrista debe tener en cuenta
estos cambios en el funcionamiento al hacer la evaluación diagnóstica de la calidad de
la reacción de estrés, el nivel del trauma psíquico y las secuelas de la resolución de la
crisis psicológica.

Sistema biopsicosociocultural

CONCEPTOS FUNDAMENTALES EN QUE SUSTENTA LA COMPRENSIÓN


DE LOS DAMNIFICADOS*

* Adaptado de Weiner, H. Perturbing the organism. The Biology of Stress Experience. Chicago
Press: Chicago II 1,1992.

• El organismo es un sistema dinámico en evolución de intercambio y procesamiento de


información.

• Existe en un ambiente en constante transformación donde se da una transferencia de


información dentro del cerebro y el ambiente y entre ambos.
• La relación recíproca entre los subsistemas consiste en una gran variedad de señales de
comunicación de una manera rítmica regular o irregular.

• El organismo es un sistema de comunicación complejo del intercambio de información


mediante señales que provienen de fuentes externas e internas y afectan el ritmo de estas
señales de comunicaciones (neurológicas, hormonales, endocrinas).

• La experiencia estresante perturba estos ritmos y afecta su función, a veces


desorganizándolos.

• La función es un concepto unificante y dinámico que se centra en un enfoque


integrado del organismo en su mundo. Los patrones de la fisiología y la conducta son
interdependientes.

• Cualquier perturbación en un componente del organismo conducirá a un cambio en su


función, lo que sirve de base a la teoría de respuesta de estrés. Casi todas las funciones
vitales operan de manera rítmica, a intervalos diferentes. Estos ritmos están perturbados
cuando su modalidad operativa usual experimenta un cambio; sufren trastornos por las
experiencias estresantes, que se manifiestan en cambios en los sentimientos y la
conducta, la cual puede entenderse como indicio de que las funciones biológicas están
perturbadas.

• Se presentan determinadas respuestas apropiadas integradas y coordinadas con


respecto a cada experiencia estresante. A veces, según las características individuales,
estas respuestas son inapropiadas, excesivas o inadecuadas, en cuyo caso surgen los
síntomas.

Capítulo 3. Etapas del desarrollo de la conducta del


damnificado
RESUMEN DEL CAPÍTULO

Descripción: Sentar las bases para reconocer la respuesta de crisis y la conducta


adaptativa del damnificado en las fases secuenciales posteriores al
desastre.
Finalidad: Clasificar sistemáticamente los procesos de conducta en las fases
secuenciales.
Contenido: Etapas del desarrollo de las reacciones individuales después de los
desastres naturales.
Objetivos • Cobrar conciencia de la conducta, el pensamiento y los sentimientos
didácticos: de los damnificados con el transcurso del tiempo después del desastre.
• Conceptuar las secuencias de los cambios a medida que el
damnificado se adapta a diferentes etapas del desastre.
Etapas del desarrollo de las reacciones ante los desastres

Tratar de comprender a los damnificados, es decir, su sufrimiento, por lo que han


pasado y los problemas a los que se enfrentarán en el futuro cercano, es una experiencia
humana única, desafiante y que invita a la reflexión.

Las reacciones humanas frente a una catástrofe tal como evolucionan con el transcurso
del tiempo, pueden analizarse conforme a las siguientes fases de transición:

• Fase de la amenaza.
• Fase del impacto.
• Fase de recuperación.
• Fase de corto plazo.
• Fase de largo plazo.

En la siguiente sección, las reacciones humanas documentadas durante estas fases se


organizan y se describen según su tipo: biológicas, psicológicas/emocionales,
interpersonales y socioculturales. Estos informes no son exhaustivos, puesto que los
efectos del desastre interactúan con el conjunto de esfuerzos de adaptación de que
disponen los seres humanos para enfrentar las circunstancias desconocidas e
incontrolables. Son muy escasas las crónicas documentadas acerca de las respuestas de
los damnificados y la conducta de adaptación en la etapa de las últimas consecuencias,
tanto en la literatura como en los relatos anecdóticos.

FASE DE LA AMENAZA

La tecnología moderna ha desarrollado la capacidad de pronosticar muchos desastres


naturales mediante el uso de satélites meteorológicos, radar y señales de radio que
pueden seguir las tormentas, los huracanes, las marejadas y otros muchos desastres
devastadores. Los medios impresos y electrónicos que se emplean para enviar señales
de urgencia y mensajes acerca del posible peligro preparan y alertan a la población
amenazada. Así se inicia la etapa conocida como la fase de la amenaza. Esta no se
presenta en el caso del impacto súbito de un terremoto, el cual no puede predecirse.

Lamentablemente, no existe ningún informe ni estudio acerca de la respuesta biológica


a la señal de “alerta” mediante estímulos auditivos o visuales. No obstante, podemos
inferir un aumento de los niveles de ansiedad y otras respuestas fisiológicas basadas en
las reacciones de temor ante los estímulos de “alerta”. Estas reacciones varían según las
experiencias de los individuos en la región afectada, la tradición cultural y las
expectativas basadas en desastres anteriores en la zona.

Perspectivas psicosociales

Se ha observado que después de que los medios de información pronostican un desastre


natural inminente, las personas se interesan tanto en oír las últimas noticias, que
organizan sus rutinas diarias de modo que tengan acceso a la radio o la televisión. Los
rumores son fuentes persistentes de información distorsionada que se transmiten por
redes de comunicación informales.
Las reacciones ante las innumerables “noticias” de las que se entera la gente varían de
un individuo a otro y conforme a las costumbres culturales y sociales. Algunas personas
responden rápidamente con acciones responsables planificadas y apropiadas. Otras,
aquellas que niegan la posibilidad de que ocurra el desastre, aplazan los planes para
protegerse y cuidar sus bienes materiales. Algunas de las respuestas conductuales
parecen representar el mito de la invulnerabilidad personal y convicciones como “a mí
no me va a pasar” o “no puede azotar aquí”. Otras personas asumen una actitud de dejar
la responsabilidad en manos del “poderoso gobierno” que “nos tiene que cuidar”. En
este caso, los individuos optaron por reaccionar con una postura agresiva pasiva.
Muchas veces, prevalece el sentido del humor y circulan muchos chistes en el grupo.

En todos estos tipos de expresiones adultas median las normas culturales y sociales. No
existen informes documentados acerca de cómo reaccionan los niños.

En esta fase, las defensas adaptativas que se utilizan son predominantemente


psicológicas:

Negación: Afecta la percepción de la realidad externa y se relaciona estrechamente con


las experiencias sensoriales.

Represión: Consiste en evitar que las ideas y sentimientos dolorosos/atemorizantes


pasen al nivel consciente.

Formación reactiva: Expresión de sentimientos como el temor, de manera paradójica;


por ejemplo, en las personas que organizan y asisten a “fiestas por el huracán”.

Perspectiva interpersonal

A medida que la noticia del peligro inminente invade la comunidad y la intensidad de


las emociones aumenta la tensión nerviosa, las relaciones interpersonales cambian de
estilo. Esta agitación familiar exacerbada puede compararse con la utilidad del “trabajo
motivado por la preocupación” que, de manera moderada, es un buen mecanismo de
adaptación. Por ejemplo, los miembros de la familia se comunican entre si y planean
medidas de apoyo provechosas. Se compran más artículos esenciales. Se convocan
reuniones para una variedad de actividades familiares preparatorias que abarcan desde
la previsión hasta la asignación de tareas convenidas con antelación.

Perspectivas socioculturales

Las actividades socioculturales de la comunidad paralelas a las de la fase preparatoria


inicial por la que pasan las personas, también empiezan a influir en las reacciones
personales. Por ejemplo, planear reuniones religiosas puede ser producto de las
costumbres religiosas, los rituales y otras características de los sistemas sociales
tradicionales de la comunidad afectada. Todas las influencias ambientales de índole
cultural y social repercuten en la manera en que las personas se comportan y reaccionan
ante la amenaza del desastre inminente.

FASE DEL IMPACTO

Perspectiva biológica
Se cuenta con escasos estudios acerca de las reacciones biológicas que se producen unas
pocas horas o días después del impacto del desastre y las consecuencias de los efectos
traumáticos de las secuelas. Las descripciones de algunos damnificados acera de sus
reacciones, observadas en sí mismos y apoyadas por estudios en animales, indican que
existen cambios en los niveles neuroquímicos del sistema nervioso central relacionados
con las reacciones de estrés, que pueden afectar las respuestas del sistema imunológico.
Se han registrado quejas constantes o intermitentes de fatiga, agotamiento y diferentes
niveles de intranquilidad, acompañados por cambios en el apetito y el sueño.

Perspectivas psicológicas/emocionales

Los damnificados manifiestan reacciones psicológicas y emocionales que corresponden


a la gama completa de la ansiedad. Al cambiar la forma en que las personas se perciben
a sí mismas, experimentan temor, preocupación, vergüenza y culpa. Aunados a sus
dificultades para adaptarse y resolver los problemas de su nueva situación, hay cambios
en las maneras habituales de reaccionar y comportarse.

Durante esta fase, los sentimientos de temor, ansiedad, aprensión y desmoralización


“inundan” a las víctimas como olas, a veces más fuertes y otras más débiles, pero de
manera constante durante cierto periodo. A continuación se mencionan otras reacciones
psicológicas y emocionales clave que se observan durante esta fase:

Ilusión deposición central: Creencia de que la persona afectada recibió exclusivamente


“la fuerza destructiva del impacto” y sufre las peores consecuencias, en comparación
con los demás.

Ofuscamiento cognoscitivo: Diferentes niveles de desorientación, desorganización,


lentitud del pensamiento, confusión, dificultades para tomar decisiones, incapacidad
para comprender lo que otros están diciendo y confusión con el tiempo, que pueden
durar de unas pocas horas hasta varios días.

Aturdimiento psíquico: Sentimientos de aplanamiento, falta de interés, incapacidad para


reaccionar, que le dificultan relacionarse con personas que han sido importantes.

Destrucción del “manto de la muerte”: Incapacidad para seguir negando su propia


finalidad por medio de la muerte; cuando una persona ha estado muy cerca de morir o
ha tenido que soportar la muerte de un ser querido, es difícil restituir la protección de la
negación.

Se ha observado la existencia de un conjunto de defensas adaptativas durante esta fase.


Los mecanismos como la “negación” ayudan al individuo a adaptarse y a manejar el
cambio doloroso e increíble de su vida. El siguiente diálogo entre un consejero de salud
mental y un damnificado ilustra cómo la negación sirve para mantener el control de las
emociones.

Consejero de salud mental:

“Debe haber sido una experiencia muy alarmante para usted ver que el agua subía y no había
nadie que lo rescatara.”
Damnificado:

“Bueno, fue toda una experiencia, como una aventura, como ir al cine y ver una
película de miedo. Sabía que alguien vendría y esperé. No estuvo tan mal.”

Otra manifestación de la necesidad de controlar las emociones es el grado de obediencia


dócil y pasiva a los mandos, las órdenes o los reglamentos de las autoridades de rescate
que presentan algunos damnificados. En cambio, otros se vuelven rebeldes, se oponen a
cualquier regla y demuestran un deseo de estar a cargo de sus propias rutinas en los
refugios de desastre. Esta conducta ejemplifica la necesidad de controlar las situaciones
para evitar sentirse abrumado por sentimientos dolorosos e intensos.

Perspectiva interpersonal

Los observadores han encontrado que en las relaciones interpersonales con el primer
grupo de trabajadores de socorro que aparece en escena, algunos damnificados se
comportan de manera indefensa, dócil, dependiente e indecisa. Otros exigen, se quejan y
dicen tener derecho o atacan a las autoridades por las consecuencias del desastre, como
chivos expiatorios. Una proporción pequeña de los damnificados se aísla y no se
comunica.

Algunos damnificados se sienten culpables porque otros fueron menos afortunados. Por
ejemplo, si su casa está menos dañada o perdieron a menos seres queridos, parecen tener
que realizar acciones que simbolizan expiación, mientras dan explicaciones defensivas
de por qué se salvaron de un destino tan malo como el de sus vecinos.

Las defensas adaptativas, que parecen ayudar a los individuos a emprender las
actividades de adaptación que ellos necesitan para seguir adelante en los días difíciles
que siguen, varían desde la conducta rígida y obsesiva en su interacción con otros
individuos, por una parte, hasta la indecisión, volubilidad de sus opiniones y seguir
cualquier sugerencia de los demás.

Algunos damnificados forman grupos fácilmente y brindan apoyo individual a los


trabajadores de socorro o a los demás. A veces, la conducta de apoyo es inapropiada y
se resiente. Todos estos esfuerzos individuales, ya sean para relacionarse unos con otros
o para aislarse, parecen ayudar al individuo a manejar la sensación de crisis, urgencia,
amenaza y el mundo desconocido en el que han caído.

Perspectiva sociocultural

La comunidad se transforma después del impacto de un desastre. Las características


socioculturales de la comunidad antes del impacto seguirán repercutiendo en la
conducta de la persona en especial con respecto a las operaciones de apoyo y socorro.
Dos ejemplos ilustran este impacto:

Después del terremoto de Managua (1972), las personas cayeron de rodillas para rezar
y permanecieron así durante horas, sin que dispusieran de ningún medio de
recuperación debido al impacto masivo en todos los recursos sociales.
Los ciudadanos en el desastre de Revere, Massachusetts (1978) usaron linternas para
avisar a los botes que había víctimas en los techos.

FASE DE RECUPERACIÓN

Perspectiva biológica

Con el tiempo, los damnificados manifiestan reacciones somáticas. Además, los


profesionales médicos que atienden a las víctimas informan que aumentan las quejas
psicosomáticas, hay más interferencia con las funciones biológicas comunes y una
exacerbación aguda de los padecimientos somáticos crónicos. Se informa de aflicciones
cardiovasculares, y las enfermedades controladas como hipertensión y diabetes,
precisan un reajuste de medicamentos.

Perspectiva psicológica/emocional

Cuando los damnificados regresan por primera vez a su vecindario y comprenden las
consecuencias del impacto del desastre, presentan una variedad de reacciones
psicológicas/emocionales. Al comenzar a evaluar lo que se requerirá para reconstruir
sus vidas, las reacciones observadas abarcan la gama entera de manifestaciones
conocidas como luto, duelo, desesperación y “elaboración” de las pérdidas, que los
profesionales de salud mental conocen tan bien.

Para muchos damnificados, la vida se convierte en una serie de días dolorosos, mientras
lidian con la tarea de lograr la resolución y la resignación. Manejan las emociones
personales y las relaciones interpersonales, mientras se ocupan de manera simultánea de
los quehaceres cotidianos. A veces, los damnificados viven momentos de intensa
impotencia.

Se manifiestan distintos grados de vulnerabilidad que tienden a despojar a las personas


de sus defensas adaptativas y de resolución acostumbradas. Algunas veces fallan sus
mecanismos psicológicos habituales, lo que les causa problemas para cumplir con las
múltiples necesidades que exigen decisiones que tienen que tomar para reconstruir sus
vidas.

A veces estas conductas interfieren intensamente con la tarea de tratar con el personal
de reconstrucción. Estos trabajadores, quienes tienen que limpiar después que la
devastación ha destruido las estructuras de calles y casas, necesitan interactuar con los
ciudadanos. Deben utilizar equipo para limpiar los caminos, remolcar árboles
desarraigados, reparar tuberías de agua y reconectar cables eléctricos. Para ello, los
trabajadores se entrometerán en “los espacios vitales” de los damnificados. Se han
documentado reacciones emocionales y violentas que son resultado de los malos
entendidos entre damnificados y trabajadores de reconstrucción.

Además tienen que tomarse decisiones e iniciarse las negociaciones con plomeros,
arquitectos, bancos y demás instituciones, cuya asistencia es necesaria para devolver el
hogar a la normalidad. Estas tareas requieren que la víctima sea capaz de pensar con
claridad para resolver problemas y se encuentre en un estado de estabilidad emocional.
No obstante, es posible que estas dos características estén afectadas en momentos tan
cruciales.
En esta etapa es fácil lastimar los sentimientos de los damnificados y que entren en
conflicto por tener que pedir ayuda. En consecuencia, éstos tienen que suprimir la
humillación y el orgullo. La conciencia de haber perdido una sensación familiar de
seguridad e independencia, sin saber si alguna vez la recuperarán, aumenta el dolor
amargo de esos momentos.

Perspectiva interpersonal

Durante la fase de recuperación, surge una mezcla de pautas de conducta en las


relaciones interpersonales, algunas de ellas de carácter paradójico. Por ejemplo, algunos
damnificados que prefirieron estar en grupo al principio de la etapa posterior al desastre,
cambiarán su conducta y se aislarán, reaccionando con una independencia rígida. Estos
individuos tendrán dificultades para intercambiar tareas y recursos y compartir los
bienes materiales provistos por el equipo de rescate.

También en esta fase parece difícil que las personas mantengan relaciones continuas y
confiables. Estas se enojan con facilidad, se sienten heridas y discriminadas si no
reciben su ración justa de recursos de “socorro”, culpan a otros por su destino o se
sienten culpables y se vuelven ambiciosos. En zonas donde los recursos son
particularmente escasos, parte de la población asume el papel de “víctima” cuando se
acumula la frustración, acompañado de exigencias basadas en los derechos, impotencia
aprendida, expectativas con respecto a la ayuda y reacciones depresivas.

La intrusión creciente de los eventos que se suceden después del desastre, combinada
con las consiguientes pérdidas sufridas, hacen que el individuo se sienta fracasado al
negociar con los demás. La persona puede creer que ahora hay “pruebas” de que
depende de otros, en lugar de ser fuerte, competente y estar en control. Estas reacciones
empiezan a alterar y a distorsionar las relaciones entre el individuo y el sistema de
apoyo, y algunos damnificados evitan participar con otros como método para recuperar
el control. Paradójicamente, esta conducta multiplica sus problemas para manejar la
crisis, porque para resolver sus problemas tienen que interactuar con muchas personas.
Con el tiempo, casi todas las personas dejan de menospreciarse y reaparecen sus rasgos
de personalidad y aptitudes sociales típicos.

Perspectiva sociocultural

Durante esta fase, surgen en la comunidad grupos e individuos que realizan esfuerzos
activos, que ayudan a revitalizar la estructura social de la comunidad y a que los
organismos sociales afectados vayan funcionando poco a poco con mayor eficacia. Los
damnificados, quienes han recuperado cierto sentido de la normalidad, empiezan a
asumir las funciones asignadas a los organismos gubernamentales, religiosos, sociales y
de servicio social. Se recupera un sentido de competencia y predomina la continuación
de las funciones para ayudar a los damnificados, a medida que los trabajadores de
socorro externos terminan sus funciones en la comunidad.

La actividad religiosa organizada continúa en muchos grupos de la comunidad, a veces


con una celebración más entusiasta de los rituales restablecidos y reactivados, como
Acción de Gracias por la vida o rezos por los muertos.

FASES A CORTO Y LARGO PLAZO


En la fase a corto plazo se observa una reducción del caudal de auxilio a la comunidad.
Ésta había culminado justo después de la fase del impacto, con sus actos heroicos,
altruistas y benévolos de generosidad dirigida hacia la comunidad misma y al mundo
exterior. De modo ocasional, esta efusión de objetos y contribuciones agrega otra
dificultad, cuando los funcionarios tratan de ser justos y correctos al elegir a quienes
recibirán la ayuda humanitaria.

La documentación de los eventos y reacciones que aparecen en este periodo es escasa en


la bibliografía y se describen pocas observaciones en informes. Poco a poco el personal
de los organismos de asistencia y de socorro deja la zona afectada, por lo que quedan
pocos observadores que documenten las reacciones humanas. Existen pocos estudios
que tengan por objeto registrar los procesos de adaptación de los meses o los años
posteriores al desastre.

Sin embargo, se sabe por narraciones anecdóticas y artículos de periódico, que casi
todos los damnificados reconstruyen sus vidas y que se erigen nuevas construcciones en
la comunidad. Los niveles de readaptación de las personas varían conforme a los
recursos de que disponen los damnificados. Algunos grupos siguen manifestando
ansiedad crónica y depresión, en especial los ancianos. Una elevada proporción de
damnificados parece resolver las situaciones de crisis mediante pautas individuales de
adaptación y resignación a las vivencias y pérdidas.

No se sabe cuán extensas son las “cicatrices” de la experiencia del desastre que todavía
llevan muchos damnificados. Algunos autores han documentado reacciones
psicofisiológicas ante estímulos que son una “señal” del trauma, como el sonido de la
lluvia en el techo, los avisos de tomados en los medios de información o el retumbar de
un tren que suena como terremoto.

Los damnificados parecen utilizar de manera más intensa y constante sus sistemas de
apoyo durante mucho tiempo. Muchos meses después del desastre, siguen teniendo
necesidad de “ventilar”, de que los demás reconozcan el carácter traumático del evento,
y de recibir la aceptación de una conducta que todavía sienten ajena a ellos mismos.

A medida que la comunidad empieza a ver el trauma producido por el desastre en su


debida perspectiva, emergen las historias aclaratorias. El desastre se convierte en un hito
que une a los individuos y les permite compartir un sentido de la historia que es única
de los damnificados.

Existen pocas investigaciones documentadas en la bibliografía y a título de anécdotas de


vivencias acerca de las respuestas de los damnificados y de la conducta de adaptación
en la fase de las últimas consecuencias. En la mayor parte de los desastres
documentados, una gran proporción de la población regresa a sus actividades aunque
sus vecindarios sigan estando en vías de reorganización.

Capítulo 4. Programas de intervención para


damnificados
RESUMEN DEL CAPÍTULO
Descripción: Introducción de programas de intervención para damnificados y de
guías aplicadas y operativas.
Finalidad: Examinar la finalidad, alcance y aplicación de las guías para la
atención de damnificados.
Contenido: • Semejanzas y diferencias con otros tipos de programas de
intervención de salud mental.
• Características especiales de la atención a los damnificados:
- Consulta y educación
- Intervención en crisis
Objetivos • Adquirir conocimientos acerca de las estructuras básicas necesarias
didácticos: para establecer un programa para damnificados.
• Identificar las metodologías de búsqueda y asistencia inmediata que
existan y estén a disposición de los consejeros de salud mental.

Establecimiento de un programa de intervención para damnificados

La planificación de servicios de salud mental en el ambiente que priva después de un


desastre requiere conocimientos, paciencia y sobre todo flexibilidad. Los consejeros de
salud mental se encontrarán con situaciones únicas en su profesión. Además, tendrán
que colaborar con las redes y autoridades ya establecidas en la zona.

Atañe a los administradores la responsabilidad de prestar un servicio de salud mental


dentro de la trama de organismos gubernamentales, comunitarios y voluntarios que
ayuden a los damnificados a resolver los problemas posteriores al desastre. Los
administradores se encargan también de proveer métodos de recopilación de
información, canales de comunicación y un sistema para establecer la responsabilidad
de los consejeros.

Prestar atención a los damnificados exige claridad al organizar la ayuda, repartir el


trabajo y delegar autoridad. Durante la fase de ejecución de un programa de servicios de
salud mental para víctimas de desastres, surgen cuestiones que hay que planear como:
financiamiento del proyecto; selección, orientación y capacitación del personal; y
confección de las estructuras administrativas y de flujo de información. El planificador
de los servicios de salud o el director del proyecto, con la ayuda de un grupo de trabajo,
se encarga de cada una de estas cuestiones conforme progresa el proyecto. Hay que
asignar límites y responsabilidades precisos a los trabajadores de socorro, o sea, lo que
harán ellos mismos y los servicios para los que es necesario remitir a otros organismos.

Los programas pueden ser descentralizados o centralizados. Los primeros suelen tener
centros ubicados en los vecindarios afectados. Se asigna la responsabilidad de la
atención en esa zona a un equipo, de cuyos miembros uno funciona como administrador
y supervisor de las actividades del equipo y además informa al director del proyecto.
Los proyectos con una estructura más centralizada pueden contar con un solo
establecimiento, pero puede encomendarse la responsabilidad de la búsqueda y
asistencia inmediata y la orientación en crisis a los equipos que estén dentro de una zona
geográfica particular.
Cada tipo de programa requiere un sistema para llevar los registros y recopilar
información. El programa debe tener procedimientos para llevar registros exactos de los
fondos asignados para el local, equipo, materiales, suministros y remuneración del
personal. También se precisan registros confidenciales para anotar las observaciones de
los consejeros, las medidas adoptadas y el progreso logrado en la ayuda a los individuos
y las familias.

Al avanzar el proyecto, surge la necesidad de evaluar el desempeño individual y


colectivo e informar a las autoridades acerca de las actividades del programa. Mediante
el examen de los formularios con las estadísticas, las autoridades se enterarán de las
actividades de cada consejero y adquirirán una perspectiva de los damnificados y sus
problemas. Los datos pueden utilizarse para hacer nuevas asignaciones o para modificar
las estrategias programáticas. Además, esta información puede compilarse en forma
sistemática para proporcionar informes provisionales al grupo de trabajo, los líderes de
la comunidad y el organismo de financiamiento.

Consulta y educación

La consulta y la educación en casos de desastre constituyen uno de los campos más


nuevos y desafiantes del trabajo en materia de salud mental. En la actualidad se
elaboran nuevas estrategias y tácticas, surgen criterios modernos y se ensayan métodos
innovadores. En las situaciones que siguen al desastre, el objetivo de la consulta es
aumentar la capacidad del trabajador de socorro para ayudar a un damnificado y
colaborar con varios organismos de socorro.

El objetivo principal de esta modalidad es educar al personal de los organismos de


atención en casos de desastre para que puedan incorporar los conocimientos y la
comprensión acerca de los temas de salud mental en la tarea de ayudar a los
damnificados. Los consultores de salud mental deben tener conocimientos profundos de
las teorías psicosociales y los procedimientos asistenciales de desastre, a fin de alcanzar
este objetivo.

La educación es un recurso para los trabajadores que están en comunicación estrecha


con los medios de información al público o tienen la oportunidad de educar grupos en
su comunidad. Los trabajadores experimentados que ayudan a los organismos públicos
y privados de asistencia a los damnificados, emplean las consultas. La capacitación en
materia de intervención en crisis, dirigida a las operaciones, requiere ejercicios de
escenificación de roles y supervisión continua una vez que los trabajadores interactúan
con los damnificados. Los enfoques de intervención deben adaptarse a las características
de los damnificados y al tiempo transcurrido durante la etapa posterior al impacto.

Algunos de los problemas típicos de la consulta en la etapa posterior al desastre son:

• Dificultad para procurarse recursos.


• Responsabilidades burocráticas, reglamentos y metodología de distintos organismos.
• Falta de un plan difundido para la coordinación de los organismos.
• Diferentes puntos de vista y objetivos.
• Competencia por el poder y el “territorio”.
• Comunicación interdisciplinaria.
CONSULTA CON ENFOQUE DE ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA

Después de un desastre, cuando se ha rescatado a muchas personas y se las ha agrupado


en un entorno físico seguro, surge de manera espontánea una comunidad cambiante y
transitoria. Aparece una red de organismos asistenciales de socorro integrada por
personal de rescate laico, religioso, voluntario y oficial del gobierno. El objetivo
principal de esta red es proporcionar bienestar físico, tratar los traumatismos somáticos
y proceder, en última instancia, a ayudar a los ciudadanos afectados a que reorganicen
sus vidas.

Los siguientes factores afectan el éxito de un consultor de salud mental que trabaje en
esta red de trabajadores de socorro:

• La medida en que la red que vincula a los organismos asistenciales aprueba la función
del consultor.

• Los conocimientos, actitud y aptitudes del consultor.

• La calidad y cantidad de información al alcance del consultor.

MODELO CONCEPTUAL Y TEORÍA

Con base en un modelo conceptual que sustente y guíe las intervenciones, un consultor
de salud mental puede ayudar mejor a integrar las teorías psicológicas y las operaciones
de socorro con los damnificados. La falta de dicho modelo es una de las condiciones
que con mayor frecuencia lleva al fracaso a los programas de consulta.

El especialista en salud mental debe conceptuar su propia conducta como la


movilización de un conjunto de influencias que, a su vez, se verán afectadas por el
sistema mismo. En este caso, el sistema se compone por los miembros de los equipos
asistenciales. Luego, en calidad de colaborador, el consultor puede iniciar la interacción
dinámica con el personal del organismo de socorro. Esta interacción dinámica es una
parte esencial del proceso de planificación en curso que da lugar a las estrategias para la
atención a las víctimas del desastre.

Aunque el consultor de salud mental y los miembros del personal del organismo de
socorro tienen distintos antecedentes profesionales, deben conjuntar sus esfuerzos y
combinar su pericia, aptitudes y energía en pos de una meta común. Ciertos campos
teóricos de estas disciplinas profesionales han tenido éxito en otras actividades de
intervención:

• Conceptos relacionados con la organización y administración de los programas de


socorro para damnificados.

• Intervención y atención en crisis.

• Principios y prácticas de consulta.

• Principios y prácticas de la educación.


De estas amplias esferas de la psicología social y las operaciones asistenciales en
situaciones de desastre, se puede formular un marco filosófico para la intervención,
consulta y educación en los programas para las víctimas de los desastres.

PRINCIPIOS Y GUÍAS

Las siguientes pautas son esenciales para la elaboración de este modelo. Tenerlas en
cuenta ayudará al consultor de salud mental a organizar las estrategias de intervención
para atender las necesidades físicas, biológicas o psicosociales de los damnificados.

• Las actividades del consultor siempre deben tener por objeto elaborar procedimientos
prácticos y útiles para el miembro del organismo que participará como beneficiario y el
damnificado en quien se centrarán los servicios.

• El consultor debe tomar en consideración las prácticas tradicionales y culturales, así


como las pautas de conducta aceptadas en el entorno de atención a las víctimas del
desastre; los criterios resultantes deben reflejar esta comprensión.

• La consulta y la educación deben abordar los problemas o las dificultades inmediatos


concretos de conductas que preocupan al trabajador. Sin embargo, no deben pasarse por
alto las oportunidades de participar en una planificación más amplia y a más largo plazo
para la agencia del trabajador.

• El establecimiento de relaciones profesionales debe persistir continuamente en cada


nivel de la organización para encontrar individuos que puedan ayudar a resolver los
problemas. Sin embargo, el consultor debe seguir siendo sensible a la confidencialidad
y a los efectos perjudiciales que un abuso de confianza pudiera tener en la función de la
salud mental. Compartir información o mencionar ocasionalmente algo de lo que el
trabajador de socorro se enteró ha sido una de las fuentes más comunes de fracaso de las
actividades de salud mental.

• Se debe recabar, organizar y analizar la información durante todas las actividades.


También es necesario elaborar un sistema continuo de retroalimentación para compartir
con los trabajadores y ayudar al consultor a centrarse en los objetivos. Un consultor
puede perder de vista con facilidad los objetivos específicos convenidos de manera
verbal durante las reuniones interinstitucionales de planificación.

• El consultor de salud mental también debe ser consciente de los recursos disponibles
para los trabajadores de socorro, individualmente y en grupo. El consultor puede
modificar después los modelos de atención para las víctimas de los desastres, con el fin
de seleccionar y apoyar los criterios de salud mental más apropiados para la resolución
de la crisis y la solución de problemas acerca de la atención a los damnificados.

• El principio de la consulta y la educación se basa en las necesidades detectadas por los


trabajadores. Al cambiar la situación, el consultor y el trabajador de una agencia de
urgencia o ayuda deben reevaluar los servicios asistenciales del trabajador y
reconsiderar los objetivos. La tarea del trabajador cambiará con las necesidades de los
damnificados. El consultor de salud mental que tenga información reciente acerca de
cómo está cambiando el ambiente, estará mejor preparado para ayudar a los trabajadores
a evaluar sus servicios.
• La evaluación y un sistema organizado de intercambio de información proporcionará
más que sólo datos; le proporcionará al consultor de salud mental un panorama más
completo de las actividades asistenciales y más flexibilidad en las actividades de
intervención, ya sea empleando técnicas de consulta o métodos de instrucción.

• El consultor siempre debe reconocer que el marco de la atención se encuentra en el


contexto de una comunidad social cambiante. Siempre habrá lagunas, incluso en los
informes más recientes. Las intervenciones deben centrarse en las operaciones que
movilizarán a la agencia y a las personas que participarán en la atención a los
damnificados. El consultor puede elegir un método de consulta o sugerir una
intervención educativa.

PLANIFICACIÓN DE LA INTERVENCIÓN

Un consultor de salud mental que presta servicios en un refugio temporal u otra


instalación de vivienda transitoria es algo más que un profesional independiente que
únicamente atiende las necesidades de los damnificados. El consultor también ayuda al
personal de otras instituciones a detectar problemas y determinar los mejores
procedimientos para tratar a los individuos traumados. Para tal efecto, el consultor debe
confeccionar un plan de intervención acorde con las demás actividades de los
organismos de ayuda en casos de desastre.

Los componentes clave de un plan de intervención incluyen:

Conocimientos: Los conceptos de desastre, conducta relacionada con éste y método de


intervención que se obtienen antes de una catástrofe.

Información: La determinación del grado de pérdida sufrida por la comunidad, con


base en los medios de información, las encuestas in situ y acudiendo a los lugares donde
se alberga a los damnificados. Es también importante recopilar información que brinde
una apreciación cultural de los efectos del desastre.

Evaluación: Una evaluación de cómo los organismos asistenciales se han organizado


en una red y han asignado prioridades a las necesidades de los damnificados, con el fin
de ser capaces de identificar con rapidez las influencias culturales de la comunidad y las
influencias psicológicas en los damnificados y los trabajadores de socorro.

PROBLEMAS QUE PUEDEN PLANTEARSE DURANTE LA CONSULTA

Durante la consulta pueden plantearse (y de hecho se hace) problemas que debe resolver
el consultor de salud mental encargado de la intervención del programa para las
víctimas. A continuación se presentan algunos ejemplos.

Diferencias en la formación profesional

Suele haber diferencias en los sistemas de valores, los antecedentes y la formación de


los profesionales que participan en las actividades posteriores al desastre. La falta de
familiaridad del personal del organismo asistencial con la metodología de salud mental
crea un problema único, que complica el desconocimiento general de los
procedimientos de atención en situaciones de desastre. Esta brecha entre el trabajador de
sistemas de socorro y los consultores puede levantar barreras enormes en la
comunicación.

La colaboración e integración exitosa de diferentes objetivos y técnicas en la atención a


las víctimas del desastre dependerán de qué tan satisfactoriamente puedan centrarse el
consultor y los trabajadores de socorro en los objetivos simultáneos de ayudar a los
damnificados a desarrollar sus habilidades de adaptación, así como a reconstruir y
reorganizar sus vidas. Esto puede lograrse ampliando los conocimientos de salud mental
y las aptitudes de los trabajadores de socorro.

Grado de responsabilidad en la solución de problemas

El consultor de salud mental debe evaluar el grado de responsabilidad por la solución de


problemas que parece apropiado, con base en la tarea a su cargo y los recursos. El
consultor puede decidir ofrecer su asesoramiento técnico cuando se lo soliciten, pero no
participar de modo permanente. O bien, puede decidir participar de manera más activa,
asumiendo las funciones de colaboración a largo plazo en todas las fases de atención a
los damnificados e interactuar en muchos niveles.

Coordinación de las intervenciones

La logística de los procedimientos y la incompatibilidad de los horarios pueden


complicar aún más la coordinación de los métodos de intervención. En una situación de
desastre, donde el tiempo es un factor crítico, aquel que pasa un trabajador de socorro
con un consultor de salud mental compite con la intensa demanda del tiempo y los
servicios del trabajador por parte de los damnificados. Esta pugna produce una tensión
de por sí, aunque las dificultades disminuyen a medida que ambos trabajadores
encuentran modos de economizar tiempo y energía.

TIPOS DE CONSULTA

Son dos los tipos de consulta que se prestan con mayor frecuencia después de un
desastre:

Consulta de casos (centrada en los damnificados)

La función principal de la consulta de casos es elaborar un plan para ayudar a una


determinada víctima del desastre que tiene dificultades de carácter inusual. En algunos
casos, el consultor de salud mental indaga personalmente las necesidades psicológicas y
sociales del individuo. Los trabajadores de la institución colaborarán más adelante
discutiendo el caso con éste.

La consulta de casos centrada en la víctima es la que se necesita con mayor frecuencia


en un programa de atención a damnificados. El consultor informa a los trabajadores del
organismo de urgencia acerca de la naturaleza de las dificultades y sugiere posibles
soluciones para mitigar dichas dificultades.
Por lo general, el trabajador presentará al consultor los detalles del caso. A veces, el
profesional de salud mental examina al damnificado, llega a un diagnóstico y hace una
recomendación al trabajador del programa. El trabajador traduce los aspectos
apropiados de la recomendación en un plan de acción factible en el entorno asistencial.

El siguiente es un ejemplo de una consulta de casos centrada en el damnificado:

Una enfermera de la Cruz Roja que trabajaba en el refugio pidió ayuda para tratar a una
mujer que no podía tomar decisiones. Se le habían ofrecido varias opciones para el
reasentamiento, pero cambiaba de opinión todo el tiempo y no podía decidirse a dejar el
refugio. Esta mujer había estado en un desastre anterior y había perdido algunos bienes
materiales. Los recuerdos del pasado interferían con su elección de una opción. El
consultor de salud mental instruyó a la enfermera acerca del efecto de la ansiedad y los
recuerdos de las emociones pasadas en la mujer. Posteriormente, la enfermera decidió
que primero necesitaría dedicar algún tiempo a ayudar que la mujer comprendiera sus
temores, para que pudiera entender que esta reubicación no sería una repetición de la
experiencia anterior. Después de que acalló sus temores, la enfermera pudo proceder
con la formulación de los planes de vivienda.

CONSULTA CENTRADA EN EL PROGRAMA

Un segundo tipo de consulta se centra en la elaboración o modificación de los


programas de reubicación y los procedimientos administrativos con el fin de prevenir,
diagnosticar y tratar de manera oportuna, así como rehabilitar a las personas con
trastornos mentales relacionados con el desastre. Los tipos de problemas que se plantean
al consultor son variados, pero es probable que se refieran a:

• La planificación del programa de urgencia.


• La organización administrativa.
• Los métodos de prestación de servicios múltiples.
• La formulación de políticas de las agencias.
• El reclutamiento, capacitación y utilización del personal de socorro.
• El establecimiento de vínculos con otras instituciones de servicios.

El receptor de la consulta centrada en el programa puede ser un administrador, un grupo


de directores de programas (como la Cruz Roja) o un comité (por ejemplo, un grupo de
trabajo de funcionarios de gobierno). El tema de la consulta de salud mental sería el
programa en cuestión.

El siguiente es un ejemplo de una consulta de casos centrada en el programa:

Después de una tormenta marina devastadora que dañó muchos hogares, los
damnificados se alojaron en un motel grande, donde se asignó una habitación a familias
de tres o cuatro miembros. Se aprobaron sumas fijas de dinero para pagar las comidas
en el comedor del motel. Uno de los problemas más graves era la falta de canales de
comunicación eficaces entre los organismos asistenciales, los miembros del personal del
motel y las familias. Las dificultades se manifestaron en la conducta de los
adolescentes, que no tenían ningún medio de transporte. Los actos esporádicos de
vandalismo, los robos y la conducta escandalosa empeoraron las relaciones de por sí
tensas entre la gerencia del motel y los damnificados. Algunas mujeres empezaron a
presentar signos y síntomas de depresión, insomnio, irritabilidad y hostilidad. También
hacían demandas poco realistas al personal de servicio. Los consultores de salud mental
se trasladaron al motel como miembros de un equipo. Después de pasar varios días
reunidos con cada grupo y obtener la información necesaria para analizar y comprender
las complejidades del problema, se hizo evidente que el personal del organismo carecía
de los conocimientos para comprender y manejar los problemas cotidianos del grupo.
Un consultor de salud mental se reunió con el administrador del motel para tratar la
dimensión humana del problema. Además, para subsanar el síndrome de “agotamiento”
de los trabajadores, la administración cambió los procedimientos y empezó a rotar al
personal para que pudiera haber un componente de “descanso y relajamiento” en los
horarios de operaciones del personal. El consultor proveyó conocimientos y ayuda para
el manejo de actitudes, a fin de solventar la necesidad detectada.

EDUCACIÓN Y COLABORACIÓN

El consultor de salud mental ayuda al reorganizar y reconstruir las vidas de los


damnificados y a promover la incorporación de servicios de salud mental en las
comunidades devastadas por el desastre. Estos componentes deben tener la finalidad de
lograr que se proporcione diagnóstico y tratamiento inmediato de manera oportuna a los
damnificados que sufren las consecuencias psicológicas de la calamidad.

El profesional de salud mental será más apto para cumplir la función de consultor y
aumentar su potencial como enlace crucial en la red de atención a las víctimas, si el
modelo de apoyo se basa en una aplicación integrada de los principios de la atención en
situaciones de desastre y las teorías de la conducta psicosocial.

El consultor tiene la oportunidad de organizar actividades educativas cada vez que


recibe una solicitud de ayuda en las operaciones de socorro. Todas las actividades
colaborativas en las operaciones de atención a los damnificados tienen un elemento de
instrucción que se incorpora a fin de ayudar a los trabajadores a solucionar los
problemas que tienen en su trabajo. Los trabajadores de socorro se benefician agregando
habilidades a su repertorio personal y reduciendo las posibilidades de malos entendidos.

Es este aspecto educativo de instrucción de la colaboración el que convierte a la


educación en un método importante de reasentamiento de damnificados. La meta es
difundir la aplicación de los conocimientos de salud mental del consultor a las
instituciones que seguirán trabajando en la reinstalación de los damnificados, en etapas
secuenciales del desarrollo de la conducta de las víctimas.

A fin de ser eficaz al asistir a los trabajadores para que traten los problemas del
damnificado, el consultor de salud mental necesita definir y poner límites concretos con
el máximo de transferencia de la enseñanza. La razón se halla en el ambiente que
generan las crisis, las limitaciones de tiempo, la rotación de personal y los cambios
bruscos en las políticas de los programas de asistencia en casos de desastre. Por
consiguiente, sería más práctico y eficaz un componente educativo directo, preciso y
bien definido que las condiciones más lentas, metódicas y repetitivas típicas del proceso
para modificar actitudes, estereotipos y prejuicios de los trabajadores de socorro. Los
destinatarios de tales actividades de instrucción son las instituciones de rescate, los
miembros del personal de los organismos de atención a damnificados, la comunidad y
los grupos cívicos, sociales o políticos en la zona atendida por los organismos de
servicios sociales.

INSTRUCCIÓN AL TRABAJADOR DE SOCORRO

La puesta en práctica de las actividades educativas requiere que los consultores de salud
mental sean competentes para organizar a la comunidad, comunicarse verbalmente y por
escrito, realizar intervenciones terapéuticas y supervisar. Quizás, la habilidad más
necesaria sea la de ser un buen maestro, es decir, ser capaz de impartir conocimientos,
además de tener métodos o la confianza para comprender la conducta de los
damnificados y sus necesidades.

A fin de lograr los objetivos de instrucción, los consultores de salud mental deben
confeccionar programas a corto y largo plazo para profesionales y voluntarios. En el
periodo que sigue a una catástrofe, los trabajadores de salud mental y de socorro
requieren una orientación rápida y flexible justo después del desastre. Tiempo después,
se debe elaborar un programa mejor planificado de apoyo e instrucción continuos a los
profesionales y voluntarios del programa. El contenido de la instrucción variará según la
experiencia, las necesidades concretas y los antecedentes educativos de los que la
reciban.

La necesidad primordial de instrucción consiste en la adquisición de conocimientos y la


comprensión de las reacciones de los damnificados después de un desastre. Al analizar
las fases cronológicas del mismo (preimpacto, impacto y posimpacto), los participantes
examinan los tipos de problemas médicos y emocionales que pueden padecer los
damnificados en cada fase. La instrucción sobre los conceptos de estrés, pérdida y
duelo, sistemas de apoyo social y emocional, así como resolución de crisis y adaptación
son decisivos para adquirir competencia para solucionar las consecuencias de los
desastres.

ENSEÑANZA AL PÚBLICO

Ésta debe comenzar inmediatamente después del desastre y se debe continuar hasta que
termine el proyecto. El énfasis de dicha enseñanza varía con el tiempo. Los objetivos de
una campaña de enseñanza al público relacionada con la atención a los damnificados
son:

• Obtener apoyo generalizado para el programa.


• Reconstruir la comunidad.
• Dar a conocer los servicios disponibles.
• Informar a la comunidad acerca de las actividades y el progreso del programa.

La aprobación y el apoyo de la comunidad son necesarios para la planificación y puesta


en práctica eficaces de un programa para damnificados. Además, cuando se inicia un
programa, es indispensable difundir información acerca de sus actividades y el sitio en
que tienen lugar. Este tipo de información puede asumir diversas formas: orientar al
público y a los damnificados sobre el hecho de que ciertos síntomas físicos y
emocionales son reacciones normales al estrés después de una catástrofe, y señalar que,
si una víctima necesita ayuda, puede llamar a los programas y pedirla al personal.
Intervención y orientación en crisis para damnificados

Orientación en crisis: Técnica de intervención que restaura la capacidad de los


damnificados para manejar y resolver las situaciones estresantes en que se encuentran y
les ayuda a reordenar y reorganizar su mundo. Enseñanzas acerca de las emociones
abrumadoras que producen las situaciones de estrés después de los desastres, a fin de
ayudar a los damnificados a recuperar la confianza en su propia capacidad y la
esperanza.

OBJETIVOS DE BÚSQUEDA Y ASISTENCIA INMEDIATA

• Aporte de enseñanzas e información acerca de los recursos disponibles para que


reorganicen sus vidas.

• Ayuda en la identificación de sentimientos ambivalentes, aceptación de necesidades,


solicitud de ayuda y aprobación del apoyo de consejeros.

• Ayuda con asignación de prioridades a las necesidades, obtención de recursos y


aumento de la capacidad personal para resolver las prioridades concretas que se
identifiquen.

• Oportunidad de participar y sentirse parte del grupo.

• Suministro de un método estructurado para percibir determinados problemas,


observaciones de sí mismos, conducta y emociones intensas mediante la ayuda para
comprender, definir y ordenar los acontecimientos del mundo, considerado éste en su
sentido más amplio.

El método de búsqueda y asistencia inmediata puede ser el comienzo para relacionarse


con la intervención de salud mental. En dichas situaciones, búsqueda y asistencia
inmediata pueden seguirse por orientación en crisis.

El objetivo de la intervención psicológica después del desastre es aliviar la aflicción


emocional o la desorganización cognoscitiva del damnificado, o ambas, además de
ofrecer experiencias correctivas y suministrar información apropiada. El orientador en
crisis puede ayudar a los damnificados a interpretar las emociones abrumadoras que
experimentan, a fin de que comprendan la naturaleza reactiva de sus sentimientos, para
que recuperen la confianza en su propia capacidad y la esperanza.

Los elementos específicos de la intervención en crisis, así como búsqueda y asistencia


inmediata son:

• Reorientación y adaptación al periodo de transición social.


• Evaluación de la red de apoyo.
• Determinación del funcionamiento cognoscitivo y emocional, nivel de ansiedad,
reacciones depresivas, temor e ira.

Durante la primera fase de intervención después del desastre, la actividad principal es el


proceso de búsqueda activa de víctimas. Esta técnica de “primeros auxilios” ayuda a los
damnificados a reorientarse y adaptarse a su nueva realidad transitoria. El método de
búsqueda y asistencia inmediata es el primer paso indispensable para que un
damnificado empiece a resolver la sensación de agobio por los sucesos del desastre.

Si bien los damnificados necesitan ayuda para enfrentar la realidad y decidir qué es lo
que ha sucedido, lo que está pasando, y lo que acontecerá en el futuro, hay que tener
mucha cautela para no debilitar las defensas psicológicas que empleen. Estos
mecanismos de defensa, que le dan al damnificado una sensación personal de que
conserva el control, consisten en negar la gravedad de una lesión, pérdida o trauma, y
cierta incertidumbre con respecto al evento catastrófico.

Asimismo, aunque las expresiones de conmiseración ayudan, no hay que reforzar o


recompensar el papel de víctima. Hay que promover y movilizar las partes más sanas de
la personalidad del damnificado para mejorar su capacidad de “resistir” por el momento.

Es menester evaluar las reacciones emocionales del damnificado para decidir qué
atención se ha de prestar a la situación y evaluar los niveles de ansiedad, depresión,
temor e ira. Hay que movilizar todos los recursos del sistema de apoyo y las
responsabilidades de la vida cotidiana pueden repartirse entre los miembros de la
familia.

El mismo consejero en crisis debe buscar un equilibrio entre descanso y trabajo.


Además, deben promover redes para mejorar sus propios sistemas de apoyo y prevenir
el “agotamiento”. Los consejeros en crisis siempre deben tratar de facilitar la expresión
y la comprensión de las emociones dolorosas que forman parte de todas las fases de
recuperación.

El entorno donde los damnificados están físicamente ubicados es una variable


importante que afectará la elección de la intervención psicológica. La rapidez con que
entran y salen grandes grupos de damnificados en los albergues y los pocos trabajadores
adiestrados en la atención en crisis, hace importante que los trabajadores comprendan
las repercusiones de su interacción. Esta situación transitoria debe, por consiguiente,
moldear el tipo de intervención que se utilice.

METAS Y OBJETIVOS DE LA ORIENTACIÓN EN CRISIS

Fomentar el dominio de la conducta de resolución de crisis obliga al consejero de salud


mental a promover la acción dirigida a las “incógnitas” producidas por el cambio de
ambiente. Las medidas apropiadas consisten en ayudar a los damnificados a seguir los
procedimientos del albergue temporal, a esperar noticias sobre los acontecimientos
después del desastre o a enfrentar la falta de información sobre el paradero de otros
miembros de la familia.

Además, el consejero de salud mental puede proporcionar orientación al damnificado


acerca de dónde concentrar sus esfuerzos. Es fundamental comunicarle que puede
albergar una esperanza y transmitirle una actitud de interés y confianza en las
probabilidades de un desenlace satisfactorio.

A continuación figuran los objetivos concretos de la intervención en crisis:


• Identificar los problemas generados por el desastre y las dificultades que plantea la
necesidad del cambio.

Ejemplo:

Ayudar a los damnificados a adaptarse a la posibilidad de que no puedan volver a su


casa y tengan que pasar mucho tiempo en un refugio de urgencia.

• Hacer una lista de opciones y estrategias encaminadas a la acción.

Ejemplo:

Explicar a los damnificados que en unos días se les proporcionará una lista de opciones
de procedimientos para obtener recursos y de las alternativas para solucionar su
situación vital.

• Elaborar un árbol de decisiones y los pasos para llevarlas a cabo.

Ejemplo:

Elegir a una persona para que ayude de manera permanente a los damnificados, o
introducir un equipo de trabajadores de socorro que esté a disposición de las víctimas.

• Poner en operación las opciones.

Ejemplo:

Explicar las múltiples operaciones del refugio a los damnificados y “mostrarles” cómo
funciona cada una.

• Adoptar medidas para resolver los problemas de los damnificados y conocer su


reacción con respecto al desenlace y las consecuencias.

Ejemplo:

Conversar con los damnificados acerca de los problemas que enfrentarán cuando
abandonen el refugio y preguntarles cuál es su reacción.

GUÍAS PARA LA INTERVENCIÓN

Evaluar las necesidades de salud mental de los damnificados en un entorno de asistencia


posterior al desastre puede ser un asunto complejo. El ambiente es sombrío, el tiempo es
corto y no se tiene acceso a los métodos de actividades comunes. En medio de esta
confusión, los trabajadores en crisis necesitan evaluar el estado o condición mental y
emocional de los damnificados y decidir cómo se afectarán sus capacidades para tratar
de resolver sus problemas inmediatos y si es necesario de remitirlos para que obtengan
ayuda profesional.
El consejero debe considerar pautas que lo ayuden a tomar decisiones acerca del tipo y
nivel apropiados de actividad que pueden realizar los damnificados. Por otra parte, las
intervenciones deben programarse en función de las posibilidades de que sean
inmediatas o se retrasen, además de que dependen del estado emocional de los
damnificados y la dotación del personal de urgencia.

A fin de evaluar el funcionamiento del individuo, el consejero en crisis debe investigar


los siguientes factores de riesgo que dan indicios de las reacciones emocionales:

• Madurez psicosocial o inmadurez en la personalidad del damnificado.

• Función que cumple el estrés con respecto a las perspectivas sociales de desempeño,
ajuicio de los damnificados y de otras personas que vivan con ellos, dentro o fuera del
refugio temporal.

• Estrés ambiental persistente con respecto a las condiciones sociales y físicas, incluidas
intervenciones tales de tipo médico, el reasentamiento, falta de intimidad.

• Crisis accidentales en la vida del damnificado, antes o después del desastre, que lo
afecten a él o a sus seres queridos.

PRINCIPIOS EN QUE SE BASA LA INTERVENCIÓN EN CRISIS

Es necesario preparar al damnificado para la orientación e intervención en crisis después


del desastre. El consejero de salud mental lo logra a través de la información que precisa
para planear la intervención, al demostrar su capacidad y credibilidad, al describir el
plan de intervención psicosocial y al obtener la cooperación del damnificado en el plan.

El consejero debe analizar las actitudes y expectativas del damnificado acerca de la


intervención, para después pasar a la etapa de colaboración. Con base en este análisis, el
consejero en crisis formula de manera tentativa el problema, el plan de acción o ambos.

Los consejeros en crisis deben familiarizarse con diversos modelos y elegir la


combinación más apropiada según las características del problema. Los objetivos son
aliviar la aflicción emocional o la desorganización cognoscitiva, o ambas, así como
señalar experiencias e información correctivas al damnificado.

Es de suponer que los damnificados son capaces de resolver sus propios problemas
después de que se les ayuda a identificar las barreras para las soluciones o a reorientar
su conducta hacia la exploración de soluciones nuevas. En un inicio, los damnificados
pueden traspasar la dependencia del consejero como un mecanismo para obtener su
confianza. Por lo general, se debe aconsejar con cuidado, aunque esto no impide que se
informe a los damnificados acerca de los asuntos pertinentes con respecto a los cuales
no tengan información o que estén equivocados con el fin de que solucionen mejor sus
problemas.

La comunicación en la entrevista inicial suele ser difícil, ya que muchas veces los
damnificados manifiestan maneras distorsionadas de comunicarse, a causa de su intensa
angustia y su desorganización cognoscitiva. También es frecuente que se pongan a la
defensiva. Para que el consejero tenga éxito en el establecimiento de una comunicación
irrestricta, depende de su capacidad general para lograr que el damnificado confíe en
éste y en sí mismo.

Los damnificados necesitan ayuda para resolver la crisis actual, provocada por el
desastre. Hablar del “aquí y ahora” sirve para establecer una relación, para que el
consejero proporcione retroalimentación u opciones para la solución de problemas, y
ayuda a que el damnificado analice formas realistas de avanzar hacia la solución de los
mismos.

En otras ocasiones ciertos análisis de los métodos de solución de problemas empleados


por el damnificado pueden servir para comprender la manera en que enfrentará la
situación actual. El significado y simbolismo que incluyen las respuestas
psicofísiológicas de la persona a los acontecimientos presentes, dependen en gran parte
de las experiencias anteriores. Por consiguiente, el recuerdo parcial del pasado puede
ayudar a comprender la manera en que la víctima percibe los problemas que enfrenta y
las opciones aceptables en función de su propio sistema de valores. La interpretación
que vincula emociones o conductas que los damnificados no relacionaban entre sí, suele
ser terapéutica. Esto permite que las personas encuentren un sentido a emociones que no
estaban claras al ponerlas en perspectiva, y aumenta su sensación de dominio y control.

Es indispensable reforzar las acciones positivas y recordar a los damnificados sus


aptitudes y habilidades personales en la solución de problemas. Es importante
concentrarse en las aptitudes personales que estén funcionando de manera satisfactoria y
no sólo en las deficiencias o maneras patológicas de resolver sus problemas.

La finalidad de la intervención es producir un cambio en la capacidad del damnificado


para solucionar problemas, la cual se ha debilitado a raíz de las condiciones desastrosas.
De manera específica, el estado mental de los damnificados se caracteriza por las
siguientes manifestaciones:

• Expresan sentimientos de disminución de la confianza en sí mismos y no pueden


recordar su capacidad pasada para superar los episodios traumáticos. Se sienten
abrumados por las circunstancias externas posteriores al desastre, además de sus propios
sentimientos y pensamientos confusos, los cuales surgen como reacción frente al mundo
nuevo, desagradable y poco familiar.

• Creen que el fracaso será el resultado de todas sus experiencias traumáticas y de crisis,
lo que sirve para fortalecer sus sentimientos de culpa y vergüenza como parte de la
regresión adaptativa.

• Tienen resentimiento porque otras personas en quienes confiaban parecen no ayudarles


o no están dispuestas a ello. La conducta de respuesta de dichas personas, entre las que
se cuenta el personal multidisciplinario, puede causar auténticamente irritación, en
virtud de sus expectativas con respecto a que los damnificados expresen
agradecimiento, en vez de que sientan que tienen derecho a los servicios. La propia
fatiga y frustración del consejero en crisis añade a menudo un círculo vicioso entre los
damnificados, sus familiares y los trabajadores.
• Dependen cada vez más de otras personas por falta de una retroalimentación que evite
disminuir su autoestima. Esto crea un distanciamiento cada vez mayor entre el
damnificado y los sistemas de apoyo potencial.

• Pierden la fe en los valores de grupo y en opiniones que sostenían o en sus


compañeros, lo que, en el pasado, les daba una sensación de seguridad y significado en
el mundo. Los damnificados necesitan ayudar para restablecer y reordenar su fe.

El objetivo principal de la intervención en crisis es ayudar a que los damnificados


adquieran una sensación interna de orden y perspectiva, de modo que puedan organizar
su propio ambiente conforme reciben ayuda para procesar las emociones dolorosas e
intensas que acompañan al periodo posterior al desastre. Otro objetivo es ayudar a los
damnificados a buscar, adquirir y aprovechar los recursos de los organismos de
asistencia para la recuperación para que los ayuden a reordenar su mundo y durante el
proceso se sientan cómodos, seguros y con confianza en sí mismos.

TIPOS DE INTERVENCIÓN SEGÚN LAS FASES POSTERIORES AL


DESASTRE

Primera fase: Actividades triage, debriefing y primeros auxilios

El objetivo primordial de la primera fase es reducir el estrés. Las urgencias psicológicas


requieren evaluación inmediata y rápida de la conducta de la persona. Los datos de que
se dispone para tomar decisiones son mínimos, además de que el tiempo y la energía
humana son limitados. Las habilidades y conocimientos que se necesitan para tratar
múltiples problemas pueden parecer abrumadores.

La situación de urgencia no sólo exige una nueva función del trabajador en crisis, sino
que implica también ciertos tipos de intervención que pueden clasificarse con el
concepto de selección o triage.

Las operaciones de selección en casos de desastre son los procedimientos que utilizan
los miembros del equipo y otros trabajadores en crisis para evaluar la conducta, calibrar
el grado y nivel de la crisis, así como para suministrar información. Estos
conocimientos se transmiten al equipo asistencial para que planifiquen la ayuda, de
modo que puedan aliviar la situación inmediata y las reacciones psicofisiológicas de los
damnificados, dejándolos ventilar sus sentimientos y compartir sus experiencias.

Inmediatamente después del desastre, los damnificados pueden estar desorganizados


emocionalmente durante un lapso transitorio. La desorganización cognoscitiva afectará
la atención y concentración, el nivel de interés y participación, la capacidad para dejar
de obsesionarse con la catástrofe, la capacidad de aprendizaje para absorber la
información que proporciona el personal y recordar las aptitudes disponibles para
solucionar los problemas. El objetivo terapéutico debe ser ayudar a que los
damnificados reduzcan al mínimo los efectos de la desorganización y reforzar su
dominio cognoscitivo. Deben ponerse en práctica procedimientos para que las víctimas
se sientan más competentes y sigan siendo conscientes mediante el relato de sus
historias y la validación de su sufrimiento.
Estas son las esferas de ayuda psicológica que sirven para manejar la desorganización
cognoscitiva:

• Ayudar a los damnificados mediante el reforzamiento de su nuevo mundo social, por


ejemplo, al demostrar la forma de programar el tiempo y planear el espacio y al
reconocer la organización práctica de su vida diaria.

• Fortalecer la conciencia de que las reacciones sociales de la persona son apropiadas y


enseñarle las reacciones normales después de un trauma. Muchos damnificados creen
que “se están volviendo locos” porque observan los cambios en su conducta social.

• Ayudar a que los damnificados identifiquen las relaciones causales realistas entre los
acontecimientos y las reacciones y discutirlas de manera individual o en grupos (éste es
uno de los objetivos del método de debriefing, diseñado por primera vez para todo el
país, después del huracán Mitch en Honduras en 1998, conformado por un componente
educativo y por compartir reacciones emocionales traumáticas).

Con respecto al manejo de la desorganización emocional, el consejero de salud mental


debe ser capaz de evaluar con rapidez el tipo y las cualidades del efecto predominante,
por medio de la interacción social con los damnificados. Los principales efectos que se
advierten en la fase inicial son tristeza, temor e ira, los cuales se manifiestan en
múltiples formas y con intensidad muy variable. Algunas veces, su expresión es intensa,
mientras que otras se reprimen y su expresión es defensiva, como por ejemplo,
compostura fingida, calma y dependencia pasiva.

Durante la etapa de selección y primeros auxilios, el trabajador no debe tratar de


modificar estas conductas defensivas. Constituyen una especie de recuperación
psicológica inicial, la cual conserva el funcionamiento de la personalidad durante la fase
aguda. Aunque estas conductas encubren las emociones, el trabajador no debe alterar la
expresión de las emociones encubiertas hasta que llegue el momento y el sitio
adecuados, cuando éste pueda permanecer con la víctima para velar por que se dé un
proceso de recuperación de cierta estabilidad emocional.

Entre los objetivos de la intervención con damnificados albergados en refugios figuraría


ayudarles a conseguir su comodidad física, una organización cognoscitiva creciente y
una especie de control emocional. Esto sirve para disminuir su sensación de impotencia,
su conducta indecisa o regresiva y su convicción de que son incapaces de resolver
problemas. Con ello, mejora su confianza en su capacidad personal, su autoestima, su
flexibilidad para considerar soluciones alternativas y su capacidad para tolerar la
confusión y la información contradictoria, las cuales son características de esta primera
fase de atención.

Con el paso de los días, los consejeros de salud mental que intervienen en las crisis
deben definir prioridades para la acción, como ayudar a mejorar la orientación de las
víctimas, reforzar su enfrentamiento con la realidad y ampliar sus sistemas de apoyo.
También deben surgir en los refugios otros sistemas de apoyo de facto en el grupo de
damnificados.

La gran variedad de recursos disponibles debe organizarse de manera que se satisfagan


las necesidades concretas de los damnificados, sean materiales o psicológicas. El
personal de intervención en crisis puede movilizar la ayuda idónea al observar la forma
en que se conducen los damnificados o el trato que reciben. Esto requiere un tipo
especial de técnica que le permite al trabajador enterarse directa y personalmente a
través de los damnificados de lo que perciben como necesidades inmediatas. El
trabajador luego puede colaborar con personal de otros organismos y movilizar recursos
para que los damnificados se sientan atendidos, en vez de desesperados, impotentes y
desvalidos.

Segunda y tercera fases

En la medida en que se reubica a los damnificados de los refugios a vivienda temporal y


después a sus hogares reconstruidos, surge una etapa nueva de duelo y crisis. Esto
requiere un repertorio creciente de actividades de intervención de salud mental, que
incluyen la intervención en crisis con el objetivo de lograr la resolución de la misma, y
ayudar con las reacciones depresivas que surgen como respuesta al “segundo desastre”.

Las actividades terapéuticas pueden ayudar a lograr algunos de los siguientes objetivos
al apoyar a los damnificados:

• Impartir enseñanza y suministrar información acerca de la ayuda disponible.

• Ayudar a identificar los sentimientos ambivalentes relacionados con el reconocimiento


de las necesidades y la solicitud y aceptación del apoyo de los trabajadores.

• Ayudar a interactuar en el plano cognoscitivo, al asignar prioridades a las necesidades,


aceptar consejos acerca de cómo obtener información y aumentar la capacidad de
adaptarse a la desarticulación de sus vidas.

• Proveer un método estructurado para percibir determinados problemas, observaciones


que hagan los propios damnificados, pautas de conducta y emociones intensas mediante
la ayuda para comprender, definir y ordenar los acontecimientos del nuevo mundo.

Una vez que se logran estos objetivos, es posible separar cada problema y hacer
sugerencias para resolverlos. Al mismo tiempo, se ponen en perspectiva diversas esferas
de la realidad cognoscitiva, emocional, conductual y social como un primer paso para
comprender lo que sucede.

Todas estas actividades son preparatorias para otras ulteriores. Si los damnificados
necesitan y aceptan la ayuda que les brinda el orientador en crisis y situaciones de
urgencia, se encaminan de manera natural a los métodos ahora aceptados de terapia y
asistencia en crisis durante varias semanas. Si es preciso, se les remite a otro grupo de
salud mental.

REACCIONES FRENTE A LOS ANIVERSARIOS

Las familias informan que al cumplirse otro año de la fecha del desastre vuelven a
surgir recuerdos relacionados con sus emociones. En general, los medios de
comunicación refuerzan estos recuerdos al publicar las imágenes del evento. La
aflicción puede oscilar desde revivir el trauma hasta evocar el duelo no resuelto. Para
los damnificados que han sufrido pérdidas significativas, el duelo sigue en curso un año
después. Para aquellos damnificados que se enfrentaron a situaciones anormales
después del desastre, el aniversario también puede proporcionarle la oportunidad de
continuar la recuperación.

PLANIFICACIÓN PREVENTIVA DE LAS REACCIONES FRENTE A LOS


ANIVERSARIOS

Los consejeros en crisis deben estar preparados y prever un aumento de las solicitudes
telefónicas de ayuda para obtener orientación adicional. Muchos damnificados
descubrirán que la orientación telefónica y el apoyo para identificar sus emociones
como reacciones sanas era todo lo que necesitaban. Otros requerirán mayor asistencia y
remisión.

El día del primer aniversario del desastre, es posible que los trabajadores mismos se
estén preparando para volver a casa de sus familiares, por lo que es posible que les
resulte difícil separar sus propios sentimientos de las reacciones de los damnificados.
Los trabajadores necesitarán apoyo de colegas con más experiencia y de sus
supervisores.

Al considerar el contenido de las pautas anteriores, el programa de intervención de salud


mental puede organizarse en dos campos principales de actividades asistenciales. El
primero es la intervención directa, cara a cara, con las familias que se albergaron en los
refugios durante la etapa aguda de la urgencia. Al guiarse por los conocimientos de las
fases cronológicas y la manifestación secuencial de los fenómenos de las crisis, el
consejero puede identificar y organizar varios métodos destinados a ayudar a los niños y
a sus familias durante las fases del aniversario de la crisis, la resolución y adaptación. El
segundo campo se centra en las actividades en la comunidad, puesto que las familias se
reinstalan en una vivienda temporal o permanente, lo que puede significar un cambio
total de vecindario o redes de apoyo de otras personas. En esta situación cambian las
fases de resolución de la crisis y habrá que recurrir a diferentes procedimientos de
intervención en crisis, así como a individuos y a organizaciones de apoyo a las
comunidades.

El objetivo de la asistencia en salud mental para familias durante el periodo de


aniversario es el uso eficaz de intervenciones que: 1) restauren la capacidad del niño al
nivel de funcionamiento propio de su etapa de desarrollo y lo ayuden a manejar la
situación de estrés en qué se encuentra él mismo y 2) ayuden a la familia a reorganizar
su mundo para que pueda brindar un apoyo adecuado de crianza al niño.

La consulta con organismos de atención infantil que les ayuden a prever las dificultades
cerca del aniversario, ofrece oportunidades amplias de asistir a las familias y a los niños
traumados por un desastre. Los empleados de las escuelas son colaboradores
importantes que ayudan a los niños a resolver la crisis a largo plazo en la etapa posterior
al desastre.

Capítulo 5. Poblaciones con necesidades especiales


RESUMEN DEL CAPÍTULO
Descripción: Identificación de las reacciones características de las poblaciones con
necesidades especiales afectadas por un desastre.
Finalidad: Describir las intervenciones necesarias para ayudar a las poblaciones
con necesidades especiales.
Contenido: • Características de diferentes poblaciones y sus necesidades:
- Niños
- Ancianos
- Personas con enfermedades mentales
- Personas con infección por VIH/SIDA
- Personas con problemas de abuso de sustancias
- Personas que cuidan a otros y trabajadores de socorro
• Identificación y descripción del agotamiento.
Objetivos • Identificar y describir las reacciones características de las
didácticos: poblaciones con necesidades especiales afectadas por un desastre.
• Describir las operaciones necesarias para ayudar a las poblaciones
en riesgo.

Niños

Un desastre produce diversas reacciones en los niños, diferentes en cada uno según un
grupo de variables. El tipo, grado y proximidad del impacto del desastre en un niño de
una familia que vive en una zona geográfica determinada, tienen que comprenderse
desde el punto de vista de la psicología infantil y la perspectiva de respuesta ante el
desastre.

Los siguientes conceptos son útiles para comprender las reacciones de un niño frente a
un desastre:

• Etapa del desarrollo.


• Género, grupo étnico y nivel económico.
• Estilo de resolución de crisis habitual.
• Intensidad del impacto.
• Disponibilidad de sistema de apoyo e “idoneidad” para las necesidades del niño.
• Grado de desarticulación.
• Acceso al socorro y a la asistencia comunitaria para las víctimas.

Con base en estos conceptos, el programa de intervención de salud mental para


damnificados se puede organizarse en dos campos principales de actividad. El primero
es la búsqueda de víctimas, la intervención cara a cara durante la misma o con familias
albergadas en los refugios durante la etapa aguda de la urgencia. El segundo comienza
cuando se reubica a las familias en viviendas temporales o permanentes, lo que puede
significar un cambio completo de vecindarios o redes de apoyo por parte de otras
personas. De manera simultánea, cambian las fases de la resolución en crisis, las cuales
requerirán diferentes procedimientos terapéuticos.

El objetivo de la intervención de salud mental para damnificados es restaurar la


capacidad del niño al nivel de funcionamiento propio de su etapa de desarrollo y
ayudarlo a manejar la situación de estrés en que se encuentra. El trabajador también
ayuda a los miembros de la familia a reorganizar su mundo para que puedan brindar un
apoyo adecuado al niño.

La consulta con organismos de atención infantil ofrece oportunidades amplias de ayudar


a los niños traumados por un desastre. Los empleados de las escuelas son colaboradores
importantes que ayudan a los niños a resolver la crisis a largo plazo, durante la etapa
posterior al desastre.

TRAUMA PSÍQUICO PRODUCIDO POR UN EVENTO CATASTRÓFICO

A continuación se tratan aspectos clave, que son los elementos esenciales para ayudar a
un niño a resolver la crisis por un desastre.

• Las reacciones del niño varían según la etapa de desarrollo de los sistemas
cognoscitivos, afectivos y de la conducta social.

• Los fenómenos reactivos observados después de un evento catastrófico son reacciones


de los sistemas biopsicosociales y los primeros intentos de adaptación a la
desorganización de éstos.

• La conducta de la familia y la sociedad hacia un niño ejerce una influencia intensa que
puede facilitar u obstaculizar el proceso de resolución del trauma. La dependencia del
niño en la familia para recibir orientación cognoscitiva y apoyo socioemocional se ve
afectada por la etapa de desarrollo, los conflictos psicosexuales y la psicopatología
preexistente.

• El proceso de duelo acompaña a cualquier trauma psíquico catastrófico a raíz de la


pérdida de la configuración corporal, los lazos interpersonales, la visión del mundo y la
familiaridad, así como la ilusión y la confianza.

• La depresión reactiva como síndrome clínico es distinta de la expresión del trauma


psíquico y de la resolución eficaz o ineficaz del duelo.

Las prácticas de intervención actual con niños abarcan los tres elementos que figuran a
continuación.

1. La oportunidad de que el niño esté expuesto a los elementos aterradores de un


desastre en un ambiente sin amenazas.

Ejemplo:

Actividades como hacer dibujos, compartir historias y los temas de desastre en el juego
permiten a los niños “revivir” y adaptarse a éste.
2. El desarrollo de mecanismos de adaptación a situaciones que siguen siendo difíciles.

Ejemplo:

La adaptación a nuevos entornos ayudan a los niños a adaptarse a la pérdida de su casa.

3. El acceso a relaciones sociales de apoyo.

Ejemplo:

El apoyo a los padres en la crianza de sus hijos ayuda a que éstos se adapten cuando el
desastre no ha afectado la capacidad del padre o la madre para resolver los problemas.

Variables clave que influyen en las reacciones de los niños damnificados

• Velocidad del inicio.


• Duración del trauma.
• Probabilidad de que vuelva a suceder.
• Grado de amenaza a la vida.
• Grado de exposición a la muerte, el fallecimiento y la destrucción.
• Proporción de la familia afectada.
• Función de la persona que cuida al niño en el trauma.
• Grado de desplazamiento en la continuidad del hogar.
• Separación de la familia nuclear.
• Reavivamiento de las ansiedades de la niñez.
• Ansiedad comunicada entre padres e hijos.
• Perspectivas culturales.

MODELO DE ATENCIÓN DE DAMNIFICADOS PARA ORIENTAR A LOS


NIÑOS

Un modelo de atención de damnificados para niños puede requerir asistencia adicional y


debe incluir un servicio de diagnóstico y tratamiento para aquellos niños y sus familias
que reconocen que necesitan ayuda y acuden a orientación psicológica. El modelo
también debe proporcionar servicios especiales de consulta para los organismos de
servicios sociales que trabajan en el programa de damnificados, con conexiones directas
entre los equipos de orientación psicológica y los organismos. De esta manera, se
remiten los casos con problemas especiales para discutir y solucionarlos, a fin de ayudar
a los organismos de servicios sociales a obtener recursos para la familia y el niño.

Objetivos de la orientación con niños damnificados

• Ayudar al niño a adquirir una sensación interna de perspectiva, de modo que pueda
organizar su propio ambiente.

• Colaborar en el proceso de recuperación que consiste en compartir las emociones


dolorosas provocadas por los eventos estresantes, a fin de que el niño ponga los
acontecimientos en su debida perspectiva.
• Asistir al niño para acercarse a los miembros de su familia y a los equipos de urgencia
para aprovechar los recursos disponibles que le proporcionen una sensación
reconfortante, seguridad y afecto.

El modelo debe incluir un programa de discusiones en grupos regulares de profesionales


que asistan a los niños. El objetivo de estos programas es prestar ayuda a los
profesionales para solucionar sus problemas actuales y aumentar sus aptitudes
terapéuticas, de apoyo. Puesto que apoyar a niños huérfanos o separados de sus padres
después de un desastre es un componente nuevo de los sistemas de bienestar social, los
profesionales necesitan ayuda y apoyo en su trato con los pequeños y en su
comunicación con los familiares.

A continuación se mencionan los componentes de un modelo para un programa de


intervención para niños traumados.

Establecimiento de la relación y recopilación de información en lo referente al


trauma: El trabajador describe la finalidad y el proceso para ayudar a los niños
traumados; luego procede a recabar información detallada acerca del trauma que
sufrieron la familia y el niño.

Evaluación del niño y la familia: El trabajador recopila información acerca de la


estructura familiar, las vivencias del niño durante el desastre, experiencias traumáticas
anteriores y la presencia de secuelas o síntomas de reacciones de estrés postraumático.

Entrevista en relación con el trauma: El trabajador facilita al niño el relato de la


experiencia traumática mediante dibujos o escenificación de papeles, los cuales
promueven la atención particular a detalles como qué vio, escuchó, olió y a quién le
atribuye la responsabilidad del evento.

Identificación de los problemas relacionados con la crisis: El trabajador ayuda al


niño a identificar problemas como dificultades relacionadas con pesadillas, reactividad
fisiológica o control de impulsos. El trabajador ayuda a la familia a que identifique otros
problemas, como la adaptación a sus propias secuelas del trauma y a las de su hijo,
habilidades de crianza y comunicación familiar.

Métodos de intervención en crisis: Los trabajadores proporcionan terapia de juego a


corto plazo, terapia de actividades, familiar o de grupo, según se requiera, en función de
la edad del niño y las necesidades de las familias después del desastre. Se consulta con
otros proveedores de servicios, que incluyen el sistema escolar, los servicios sociales y
los padres sustitutos.

Prevención de recaídas: El trabajador ayuda al niño a adquirir habilidades para


adaptarse a las consecuencias y situaciones posteriores al trauma. Se espera que
regresen algunos síntomas, lo que se considera normal. Se da permiso para volver a
recibir intervención, en caso de ser necesario.

Técnicas para apoyar a las familias

• Desarrollar estructuras y redes de soporte.


• Establecer horarios fiables.
• Elegir actividades que eleven la autoestima.
• Fortalecer las relaciones sociales.
• Participar en actividades de grupo.
• Satisfacer las necesidades materiales y personales.
• Promover las relaciones y el apego a los demás.
• Identificar los factores de riesgo.
• Saber cómo reaccionan los niños en casa y escuela.
• Aprovechar la ayuda y los recursos a su alcance.
Efectos directos de un evento catastrófico en un niño
Traumatismo corporal
• Dolor
• Excitación del sistema nervioso autónomo
• Aumento de la tensión
• Pérdida de funciones Cambios sensoriales
• Visuales
• Auditivos
• Olfatorios
Expresiones emocionales
• Temor
• Aflicción
• Ansiedad Cambios cognoscitivos
• Lenguaje
• Comunicación
Reacciones traumáticas
• Padres
• Hermanos
• Amigos
• Familia extensa Desorganización del sistema social
• Escuela
• Religión
• Empleo de los padres
• Vivienda

RESPUESTAS DE LOS NIÑOS EN LA FASE REACTIVA AL EVENTO CATASTRÓFICO

Preescolares

Sistemas somáticos
• Inmovilización muscular, hiperactividad
• Rabietas, movimientos lentos, sin propósito
• Desorganización de las funciones corporales adquiridas
• Signos del sistema nervioso autónomo, vómito, llanto
• Trastornos del sueño/alimentación, palidez cutánea, hiperventilación
• Mirada fija con pupila dilatada, sobresaltos
Sistema afectivo
• Afecto restringido/plano
• Aislamiento
• Respuestas de furor/agresivas
• Temor/preocupación
• Ansioso/suspicaz
Sistema cognoscitivo
• Recuerdos recurrentes, pensamientos, fantasías sobre el evento
• Perturbaciones en el contenido de los sueños
• Disminución de la capacidad adquirida, lenguaje
• Cambio visoespacial, concentración
• Descripción distorsionada de fenómenos visuales
Sistema de la conducta social
• Evitación, dependencia, pasivo/intenso, vigoroso/impulsivo
• Pérdida parcial del control de esfínteres
• Aumento de la actividad autoerótica
• Juego abrupto, destructor

Escolares

Sistemas somáticos
• Nivel de energía afectado
• Lentitud de movimientos, baja intensidad o rápidos, frenéticos, impulsivos
• Desorganización del sistema nervioso autónomo; apetito/sueño/eliminación
Sistema afectivo
• Labilidad del afecto; ansioso, triste, risa fácil, “nervioso”
• Cautela; temor a arriesgarse o regresar a lugares familiares
• Más miedo a competir, perder, extraviarse
• Sentimientos de más dependencia/menos independencia
• Más sensibilidad de las reacciones emocionales ante los estímulos sensoriales que hacen
recordar el evento traumático
• Proceso inicial de duelo y reacciones a la pérdida
Sistema cognoscitivo
• Constricción e hipervigilancia
• Funciones intelectuales afectadas; torpe, obtuso
• Rumiación obsesiva y más distracción que afecta la pérdida de la memoria
• Menos asociaciones que conducen al recuerdo espontáneo de las características del evento
• Aumento de fantasías acerca de cómo podrían haber cambiado los hechos, desenlace
controlado del incidente
• Aparición de problemas de aprendizaje
Sistema de la conducta social
• Juego expresivo obsesivo compulsivo, conversación, curiosidad por el evento y sus
consecuencias
• Reacciones irregulares y caprichosas frente a los padres
• Alegatos y desobediencia
• Control de impulsos deficiente
• Dificultades para regresar a sus rutinas
• Cierta pérdida de hábitos, costumbres, aptitudes

Ancianos

Los ancianos tienen reacciones y necesidades particulares después del desastre. Muchas
personas mayores, en especial aquellas que carecen de recursos o que su capacidad física está
disminuida, pierden los sistemas importantes de apoyo en el vecindario destruido. También
pueden tener más problemas para “navegar” por los canales de ayuda del sistema de urgencia.
Esta situación se multiplica si los ancianos son pobres, inmigrantes o trabajadores sin
capacidades.
Los problemas particulares de los ancianos que refuerzan las dificultades de adaptación
después de un desastre son:

• La reubicación con miembros de la familia donde la intimidad, el espacio personal y la rutina


diaria son una fuente adicional de estrés.

• Dificultades con los ritmos de sueño y la dependencia de medicamentos para dormir.

• Sensación de desorganización o confusión como resultado de las pérdidas de “señales” en las


actividades diarias.

La reacción de las personas mayores ante un trauma incluirá el efecto de lo que vieron,
oyeron, sintieron, olieron y la repetición de crisis del pasado. Esto último no es sencillamente
producto de la regresión o de reacciones desencadenantes. Es esencialmente un intento
normal de fundamentar las reacciones que uno tiene a lo que es familiar.

PAUTAS PARA AYUDAR A LOS ANCIANOS A ADAPTARSE AL DESASTRE

Al trabajar con ancianos damnificados, los consejeros de salud mental deben concentrarse en
el restablecimiento de la confianza y la dignidad. Las siguientes pautas orientarán a los
trabajadores en su labor de ayudar a los ancianos damnificados a adaptarse a las
consecuencias de un desastre:

Reconstruya y reafirme nexos y relaciones: Necesitan cuidados y cercanía física. Deje que los
ancianos se identifiquen con la persona a la que deseen estar apegados; sin embargo, no dé
por sentado que las relaciones familiares son amistosas.

Considere su preocupación por la seguridad: Los ancianos necesitan saber que tienen opciones
al tomar decisiones acerca de su seguridad. La evacuación es un tema sumamente complejo en
un desastre. Los ancianos pueden correr más riesgos en las evacuaciones que si permanecen
en sus hogares.

Hable de la tragedia: Recuerde que tal expresión puede ser hablar de su vida y no del evento
inmediato. No impida que hablen, ya que validar las preocupaciones del pasado es una parte
importante de establecer confianza para prepararse para enfrentar a las preocupaciones
actuales. Los ancianos también responden bien a la música y a las oportunidades de pintar o
crear una obra de arte para comunicar sus reacciones.

Prevea lapsus en la comunicación: Durante las conversaciones puede ser que el anciano vaya
del pasado al presente y viceversa. Los trabajadores pueden confundirse cuando una persona
habla de eventos y relaciones del pasado en función de las realidades del presente. Es
importante recordar que la conversación puede ser enteramente racional y lógica desde el
punto de vista de la persona.

Comprenda que la presión inhibe la memoria: Si una persona mayor olvida un nombre, lugar, o
parte de un acontecimiento, el trabajador debe ser muy precavido y evitar presionarla para
que se acuerde.
Prepárese para la conversación esporádica: Los trabajadores deben estar preparados para la
conversación esporádica de los ancianos acerca del desastre, dedicando lapsos cortos a
concentrarse en determinados elementos de la experiencia traumática.

Proporcione información objetiva: Las personas mayores desean información objetiva, pero
pueden asimilar los hechos sólo poco a poco. A menudo piden que se les repita la misma
información varias veces. A la larga, la integrarán y lograrán controlar mejor el evento mismo.

Haga predicciones a corto plazo: Hay que aclarar fechas y lugares particulares de los
acontecimientos. Ayuda al esbozar los eventos en un calendario o reloj para que puedan seguir
más fácilmente el futuro. Los trabajadores deben dedicar tiempo atendiendo las necesidades
básicas en forma detallada, como quién ayudará a la persona mayor, dónde pasará la noche,
dónde conseguirá la ropa y cuáles de sus pertenencias podrá rescatar.

Establezca rutinas rápidamente: Es mejor reiniciar rutinas familiares, de ser posible, ya que las
rutinas se consideran un ancla en la vejez.

Tranquilice al anciano normalizando sus reacciones: El trabajador debe asegurar al anciano que
perder la concentración o la memoria, tener dolencias físicas y depresión, son reacciones
normales frente a la situación anormal después del desastre, que pueden no tener nada que
ver con el proceso de envejecimiento.

Reacciones de los ancianos frente a los eventos traumáticos

• Temor a la muerte
• Necesidad de permanencia
• Reconexión con el pasado y los amigos
• Regresión

- Temporal
- Entra y sale del estado regresivo
- Quizá no tenga amigos o familiares en la actualidad

• Pérdidas múltiples

- Temor al reasentamiento
- Pérdida del futuro
- Pérdida de los valores pasados

• Necesidad de integrar la pérdida al contexto de la vida


• Desorientación, sensación de aislamiento
• Cierta negación
• Respuesta inmediata de temor, seguida de ira y frustración
• Respuestas fisiológicas

- Trastornos del sueño


- Trastornos del apetito
- Episodios de crisis
Personas con enfermedades mentales

Los cambios históricos en la atención a las personas con enfermedades mentales y a las
personas sin vivienda que habiten en la comunidad ha dado lugar a poblaciones en
riesgo que necesitan ayuda especial después del desastre. Aunque en comparación con
la población total son pocos los individuos con estas necesidades que se alojan en
refugios o viviendas dañadas, cada una necesita un manejo eficaz con diferentes
métodos. La mayoría de los damnificados que padecen problemas mentales necesitarán
ayuda adicional a la intervención en crisis.

Los individuos que presentan una variedad de enfermedades mentales mostrarán


reacciones diferentes frente a los múltiples factores de estrés que se presentan después
de las consecuencias de un desastre. En esta situación, se clasifica a estas personas en
tres categorías principales:

Personas que viven en los hospitales de las zonas dañadas: Para estos individuos, los
problemas en la organización de su vida cotidiana consisten en los trastornos por la
interrupción del suministro de electricidad, agua, alimentos, atención médica y personal de
enfermería.

Personas que viven en hogares comunitarios: Estos individuos pueden verse


afectados por la pérdida de sus hogares, la alteración de su medio circundante, o la
limitación del acceso a los medicamentos. La pérdida de un entorno familiar puede
agudizar sus reacciones emocionales, que se expresan por medio de síntomas.

Personas que viven con sus propias familias o familias sustitutas: Estos individuos
también pueden manifestar más síntomas como consecuencia de factores similares a los
que afectan a las personas que viven en hogares comunitarios.

Si se encuentra a estas personas acompañadas de un adulto conocido que los ayude,


quizá no sea difícil hacer una evaluación para el diagnóstico y los medicamentos
necesarios. Esto no sucede cuando se descubre a la persona sola, en cuyo caso los
signos de trastornos cognoscitivos, desorientación y serias dificultades para explicar
quiénes son resultan características de una persona que necesita atención especial.
Además, un individuo que no puede tomar medidas sencillas que le pueden salvar la
vida, necesitará supervisión individual. Siempre hay que descartar cualquier
traumatismo craneoencefálico no diagnosticado ocurrido durante el desastre, que
pudiera causar síntomas similares.

Los individuos que exhiben una conducta inapropiada dada la situación, deben
evaluarse con rapidez. El trabajador debe pedir una consulta para obtener un diagnóstico
diferencial entre estrés agudo y enfermedad mental, según las tres condiciones
siguientes:

Reacciones de estrés: Cambios en las funciones cognoscitivas de orientación,


memoria, pensamiento y dificultades para tomar decisiones; cambios en las emociones,
labilidad, embotamiento, aplanamiento; no hay pérdida de la conciencia de la realidad o
la identidad; conducta socialmente aceptable y relaciones pasivas. (Continúa)
Reacciones psicóticas agudas: Expresiones de ansiedad, afectivas, del pensamiento y
la conducta; respuesta de sometimiento a la urgencia; pasa de la apatía, depresión,
expresión de pensamientos extraños o dificultades para comprender, a la hiperactividad,
la manía, ser poco realista y difícil de controlar.

Efecto de los traumatismos craneoencefálicos: Los signos pueden asumir las


características de muchos síntomas psiquiátricos; un examen neurológico puede mostrar
los signos del traumatismo.

Muchas personas con enfermedades mentales dependen de los medicamentos y debe ser
una prioridad obtener información acerca de su régimen. A continuación, debe tratarse
de estructurar su horario y alejar a estas personas de situaciones con estímulos intensos
siempre que sea posible. También puede ser útil que otros damnificados ayuden a estas
personas en las actividades básicas de la vida diaria.

Los damnificados en los albergues se congregan de manera repentina y con dificultades


en un entorno de desesperación y poco conocido. Las conductas que exhiben las
personas con enfermedades mentales o problemas de personalidad, a medida que tratan
de adaptarse y resolver la crisis, podrían definirse como “antisociales”, si violan las
reglas, no aceptan los horarios, se niegan a tomar su turno para tratar con quienes
ayudan, o como “buscapleitos”, y algunas también roban y mienten. El diagnóstico de
estas conductas y la decisión de cuáles son causadas por la ansiedad y cuáles por
trastornos de personalidad puede poner a prueba las habilidades de los trabajadores.
Puesto que el procedimiento diagnóstico debe ser rápido durante la fase de urgencia,
será difícil evaluar las emociones que motivan la conducta antisocial. El mejor método
consiste en fijar límites más estrictos para evitar las perturbaciones por estas conductas.

Los damnificados que actúan de esa forma como consecuencia de la ansiedad, se


sentirán aliviados si se les proporciona estructura y apoyo. Expresarán remordimiento o
culpa y verbalizarán algunos de sus temores. En el caso de los individuos agresivos,
egocéntricos y cínicos, los trabajadores necesitan adoptar medidas más drásticas, por
ejemplo, segregar a la persona del grupo, hasta que puedan imponerse otras medidas
individuales.

Salvo en los casos de personas con enfermedades graves, casi ningún individuo con una
enfermedad mental necesitará medidas especiales, aparte de las instrucciones acerca de
cómo comportarse en el refugio. Pueden sentir un gran alivio cuando se les dan
explicaciones cuidadosas de lo que ha sucedido y los planes que se han hecho para los
próximos días. En los casos donde el retraso mental es grave, y se presenta acompañado
de minusvalías físicas, puede ser necesario pedirle a otro damnificado que ayude con la
higiene diaria, la alimentación y las actividades para dormir.

Personas con infección por VIH/SIDA

Los individuos con infección por VIH/SIDA son un desafío especial para quien trabaja
con damnificados. Como consecuencia de los mitos generalizados y la falta de
conocimientos acerca de la transmisión del VIH, los damnificados sienten temor y
ansiedad cuando se enteran de que un individuo que es seropositivo al VIH vive,
duerme, o usa los inodoros cerca de ellos en un refugio. Los trabajadores de salud
mental pueden ayudar a educar a los damnificados y otros trabajadores a fin de reducir
el temor a la infección.

Depender de personas de diferente preparación para atender damnificados da lugar a


una mezcla de valores, actitudes y diferencias culturales, además de diversos niveles de
preparativos para situaciones de urgencia.

En un desastre, existe un fenómeno que consiste en centrarse en algún problema, quizás


uno de menor importancia, que puede proporcionar cierta sensación de control de los
damnificados. Los trabajadores experimentados se sienten más cómodos con la
información relacionada con la infección por VIH/SIDA que los que son nuevos y sin
experiencia.

El siguiente es un resumen de conocimientos básicos acerca de la infección por


VIH/SIDA que necesitan los trabajadores en los programas para damnificados:

1. Reconocer que los individuos con la infección por VIH/SIDA son un nuevo grupo en riesgo en
la planificación de la atención para las víctimas de los desastres.

2. Identificar las necesidades médicas, psicosociales y legales únicas de este tipo


particular de damnificados.

3. Organizar en los organismos de socorro en urgencias, líneas claras de responsabilidad


con respecto a las necesidades de los individuos con infección por VIH/SIDA en
refugios, vivienda especializada y hospitales.

4. Planificación en una estructura coordinada, para establecer los vínculos entre las
instituciones médicas y los organismos del gobierno para atender las necesidades de los
damnificados diagnosticados con infección por VIH/SIDA.

5. Incorporar las pautas para la atención de urgencia en la capacitación y los manuales


de urgencia para atender a estos damnificados.

6. Levantar un inventario de recursos existentes y potenciales para resolver los


problemas relacionados con la infección por VIH/SIDA, que incluya la disponibilidad
de personal sanitario y de salud mental; los medios del sistema de salud pública, las
prisiones e instituciones de salud mental, así como los preparativos para casos de
desastre de las organizaciones y redes que existan en la comunidad.

7. Preparar material de capacitación acerca del manejo de desastres para incorporarlo en


los programas de capacitación en la infección por VIH/SIDA de la comunidad.

8. Configurar un proceso del tipo del “modelo de refugios” para solucionar los
problemas diarios de los damnificados que vivan con individuos infectados.

9. Elaborar modelos comunitarios de urgencia que se centren en la preparación previa y


los métodos de prevención en la atención a esta población.
10. Ser consciente de los derechos legales de los individuos con infección por
VIH/SIDA.

11. Consultar con organismos de salud mental y especializados en la infección por


VIH/SIDA con respecto al personal de salud mental médico y no médico, y el personal
de salud especialmente capacitado para trabajar con damnificados.

12. Impartir instrucción especializada sobre la gestión en salud mental durante épocas
de desastre para promover actitudes terapéuticas dirigidas a los damnificados con
infección por VIH/SIDA

Individuos con problemas de abuso de sustancias

Los individuos que dependen de las drogas o el alcohol plantean problemas de manejo
difíciles para los programas de socorro. En la fase del impacto, las personas adictas a
drogas o alcohol manifiestan signos fisiológicos de la abstinencia cuando no las pueden
conseguir. La conducta y el contenido de la comunicación son indicios de que el usuario
de las sustancias es consciente de que no podrá obtener las drogas que necesita. Debe
haber una lista de las manifestaciones psicofísiológicas comúnmente observadas acerca
de la abstinencia de sustancias para que la utilice el personal de socorro.

El esfuerzo que se necesita para ayudar a un individuo que está manifestando síntomas
de la abstinencia de drogas o alcohol dependerá del potencial de muerte y la intensidad
del dolor y el malestar. El trabajador necesita colaborar de manera estrecha con el
personal médico para auxiliar en el tratamiento de estos damnificados. Después de
haber controlado la fase aguda, la intervención psicosocial en crisis es el método de
atención recomendado.

SIGNOS DE DROGADICCIÓN Y ABUSO DE DROGAS

Los siguientes signos de abstinencia de drogas pueden preverse en los damnificados que
abusan de sustancias cuando no tienen acceso a las drogas después de un desastre:

• Aprensión o incomodidad vaga y temor de una catástrofe inminente.

• Debilidad muscular evidente incluso con el esfuerzo más leve.

• Temblores bruscos, rítmicos, aleatorios, evidentes durante el movimiento voluntario y


el reposo.

• Psicosis o delirio, o ambos, que se asemejan al delirium tremens (DT); posibles


ataques de angustia agudos.

SIGNOS DE ALCOHOLISMO Y ABUSO DEL ALCOHOL

Los individuos adictos al alcohol mostrarán diversos signos de irritabilidad del sistema
nervioso central y malestar general, pero “sobrevivirán” la etapa aguda del periodo
posterior al desastre. Si la conducta y los signos del sistema nervioso central son
disfuncionales, el individuo representará un problema para el personal administrativo
del refugio. En general, estos individuos causan dificultades de manera agresiva pasiva,
en lugar de perturbar activa y agresivamente las áreas de vivienda. Los signos y
síntomas de la abstinencia del alcohol son:

• Los primeros síntomas o los leves (delirium tremens inminente) pueden aparecer en la
primera semana después de la última bebida.

• Se afectan el aparato digestivo, el sistema muscular y el sistema nervioso central.

• Pueden surgir pautas vegetativas (sueño), y psicológicas y conductuales generales.

• Las manifestaciones avanzadas o graves, incluida la aparición de una irritabilidad más


intensa, temblores graves y alucinaciones auditivas graves, pueden ser indicios del
delirium tremens inminente.

Trabajadores de socorro

Los desastres reúnen a los trabajadores de los servicios de urgencia de diversas


disciplinas. Algunos llegan de inmediato con cometidos claros y de gran prioridad.
Otros llegan con diferentes niveles de experiencia previa y habilidades y se les asigna a
puestos de socorro. Los trabajadores de urgencia siempre tratan de ser útiles y proceden
a rescatar heridos, recoger muertos y aplicar los métodos de triage para establecer las
prioridades en materia de intervención. Resisten largas horas de esfuerzo sin pensar
mucho en los alimentos o el reposo. Este grupo de trabajadores plantea un reto desde el
punto de vista de la planificación y operacionalización de un programa de intervención
para damnificados.

Cada tipo de trabajador se desempeña en diferentes organizaciones que guardan


relaciones mutuas con el objetivo común de atender a los damnificados. Una vez
reclutados para ayudar en determinado sitio, casi no se identifica o se clasifica la
compatibilidad entre el trabajador y la asignación. Esta situación suele producir
conflictos de funciones, ambigüedad y malestar. Los trabajadores tienen por lo general
funciones múltiples. A menudo atienden necesidades diversas, y a veces incompatibles,
de los damnificados.

Centrarse en las repercusiones emocionales de estos factores estresantes en los


trabajadores de socorro y en sus reacciones, conducta y sentimientos, guiará los
métodos para ayudarlos a realizar su deber. Dichas reacciones pueden variar desde una
adaptación satisfactoria y el crecimiento hasta las secuelas patológicas y crónicas que
vuelven disfuncional a un individuo.

AGOTAMIENTO/QUEMADO

“Agotamiento” es el término que se utiliza para describir los múltiples elementos del
tipo de estrés ocupacional que experimentan los trabajadores de socorro. A la mayoría
de ellos no se les enseña a buscar, identificar y manejar sus propias necesidades físicas y
emocionales. A menudo no reconocen que éstas son normales en estas situaciones muy
anormales. No entienden que a menos que las satisfagan de manera constante, no
podrán funcionar de manera uniforme y sensible al prestar apoyo.
Los siguientes factores se han identificado como barreras para el uso de los métodos
preventivos para disminuir el agotamiento:

• Normas profesionales exigentes y perspectivas de alto nivel para uno mismo.

• Renuencia o malestar al hablar de los sentimientos por el temor de mostrarse débil e


inseguro acerca del desempeño de su función.

• Negación o supresión de los sentimientos durante las situaciones difíciles, a fin de


funcionar de manera adecuada.

• Malestar al reconocer y hablar de los sentimientos en cuanto surgen.

• Temor de reconocer la necesidad de ayuda afectará negativamente la evaluación del


desempeño en el trabajo y las oportunidades de promoción.

• Dificultad para juzgar las propias reacciones y desempeño cuando se está abrumado y
afligido.

• Vergüenza ante la conciencia del contraste entre la situación personal y la del


damnificado.

Los planificadores de socorro y directores de programas ya disponen de una serie de


métodos para prevenir el agotamiento y ayudar a los trabajadores. Estos métodos
ayudan a los trabajadores a adquirir técnicas y habilidades para manejar el estrés. La
importancia del ejercicio, el régimen alimenticio, la relajación y la recreación ahora se
incorporan en las condiciones laborales.

Hoy en día, en el método de debriefing se hace hincapié en las reacciones emocionales


de los trabajadores, quienes están tratando de manejar las sensaciones internas
novedosas que se han acumulado de sus experiencias dolorosas. Estas intervenciones se
hacen en grupos pequeños, imponiendo límites de confidencialidad y con objetivos
específicos.

La estructura del método de debriefing es una secuencia de procesos, entre otros:

• Descripción de las actividades al interactuar con damnificados.

• Identificación y reconocimiento de las reacciones emocionales paradójicas y extrañas


del trabajador.

• Reconocimiento de sentimientos ambivalentes en algunas situaciones.

• Asociación de los sentimientos con trastornos del sueño, apetito, control de impulsos e
irritabilidad.

El “líder” de salud mental resume la discusión, responde a las preguntas y refuerza el


mensaje de que las reacciones de los trabajadores de urgencia son reacciones normales
ante situaciones anormales. Otro método consiste en un sesión organizada después de
un incidente especialmente traumático con personas que hayan participado en estas
situaciones y estén manifestando signos de estrés psicofisiológico. La sesión es
confidencial y no se emiten juicios ni críticas.

Condiciones que se presentan en el estrés ocupacional

• Presiones de tiempo.
• Sobrecarga de trabajo.
• Refuerzo positivo mínimo.
• Mucha probabilidad de conflicto.
• Desgaste de energía y atención al damnificado prolongados.
• Incidentes de crisis coincidentes en varios damnificados al mismo tiempo.
• Crisis personal en la vida del trabajador.

También podría gustarte