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DERECHO DE LAS SUCSIONES Y DONACIONES (DER4550-UASD)

TEMA 1.1: LA SUCESIÓN

1.1.1- Definición, sucesión ab-intestato y sucesión testamentaria.

La sucesión, la definiremos como el traspaso, a los sucesores, de los bienes que


pertenecían a una persona fallecida, llamada la “de cujus” (aquella de cuya sucesión
se trata). De igual manera, definiremos como sucesión ab-intestato como aquella que
se realiza de manera independiente a la voluntad del “de cujus”, y como sucesión
testamentaria aquella que se realiza de acuerdo a la voluntad del “de cojus” o
voluntad de la persona fallecida, o sea, acorde con la voluntad que ha sido
testamentada.

1.1.2- Apertura de la sucesión.

La apertura de la sucesión se realiza por la muerte del “de cujus” (según Guillermo
Cabanellas de Torres: aquel de cuya sucesión se trata. Equivale a causante, al difunto
de cuya herencia se trate).

De acuerdo al artículo 718 del Código Civil Dominicano (CCD), la sucesión se inicia
cuando muere la persona de quien se heredará. Aquí se infiere que la muerte puede
ser natural o civil.

La muerte civil, que afectaba a algunos condenados a penas perpetuas, fue abolida
por la ley del 31 de mayo de 1854, y reemplazada por una simple incapacidad de dar
y de recibir.

1.1.3- Prueba de la muerte.

Acorde con nuestro ordenamiento jurídico, la prueba de la muerte se determina del


acta de defunción o de una sentencia de desaparición. En el caso del acta de
defunción, esto se encuentra estipulado en el artículo 78 del CCD, el cual reza: “el
oficial del estado civil extenderá el acta ante dos testigos, los cuales serán, si
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es posible, los dos parientes más próximos del difunto o sus vecinos: en el caso en
que la defunción ocurra fuera del domicilio de la persona fallecida, el jefe de la
familia en que aquélla hubiere ocurrido o cualquiera otra persona, hará la
declaración”. En el caso de las sentencias de desaparición, éstas implican la
comprobación de la muerte de la persona; pero cuando son dictadas en el curso del
procedimiento de ausencia no prueban la muerte y por lo tanto, la ausencia no abre
la sucesión.

1.1.4- Momento de la apertura.

El momento de apertura de la sucesión es establecido en la fecha de ocurrencia de la


muerte del “de cujus”, ya que esa es la fecha o el momento que permite señalar los
herederos con autoridad para recoger la sucesión, y fijar el comienzo de la indivisión
hereditaria y el momento al cual se remonta la partición una vez que se haya
efectuado.

La prueba de la fecha de la muerte del “de cujus” es determinada de la partida de


defunción, que acorde con el artículo 79 del CCD, señala el día y la hora de la muerte.

1.1.5- Los conmorientes.

Existen casos en que dos o más personas perecen o mueren en el mismo suceso y la
prueba del momento de la muerte presenta una gran dificultad. Dichas persona se
llaman conmorientes o comurientes. En este sentido, si algunos de los conmorientes
son llamados respectivamente el uno a la sucesión del otro, resulta de importancia
fijar el momento preciso de la muerte de cada uno de ellos, a fin de determinar el
orden de los fallecimientos.

1.1.6- La prueba del orden de las muertes por las circunstancias de hecho.

El CCD fue redactado de forma tal que, en sus artículos 720 al 722 (Artículo 720: “si
varias personas llamadas respectivamente a sucederse, perecen en un mismo acto,
sin que pueda reconocerse cuál de ellas ha muerto primero, la presunción de
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supervivencia se determinará por las circunstancias del hecho; y a falta de éstos por
la edad o la fuerza del sexo”. Artículo 721: “si los que hayan muerto juntos tuviesen
menos de quince años, se presumirá que sobrevivió el de mayor edad; si fuesen
mayores de sesenta, la presunción estará en favor del más joven y si algunos de ellos
tuviesen menos de quince años, y otros más de sesenta, se supondrá que han
sobrevivido los primeros”. Artículo 722: “si los que han perecido juntos fueren
mayores de quince años y menores de sesenta, la supervivencia se supondrá en el
varón, si hay igualdad de edad, o si la diferencia que existe no excede de un año. Si
fueren del mismo sexo, se tendrá en cuenta la presunción de supervivencia que da
lugar a la sucesión en el orden natural; de modo que se considerará que ha
sobrevivido el más joven”), sus redactores quisieron establecer reglas para poder
determinar el orden de ocurrencias de las muertes de acuerdo con las circunstancias
de hecho, es decir:
 Por los atestados instruidos con motivo del suceso;
 Por los testimonios o cualquiera presunción del hombre.

1.1.7- Las presunciones legales de supervivencia.

Tomando en consideración que la fuerza física es determinante para determinar el


grado de resistencia a la muerte, el Código Civil establece varias presunciones de
supervivencia. En este sentido, articulo 720 del CCD establece: “ Si varias personas
llamadas respectivamente a sucederse, perecen en un mismo acto, sin que pueda
reconocerse cuál de ellas ha muerto primero, la presunción de supervivencia se
determinará por las circunstancias del hecho; y a falta de éstas por la edad o la fuerza
del sexo”.

Si las edades de los conmorientes se encuentra por debajo de los 15 años, se presume
que ha sobrevivido el de mayor edad; cuando las edades están por encima de 60 años,
se presume que sobrevivirá el que tiene menor edad; si uno de los conmorientes tiene
menos de 15 años y otro tiene más de 60 años, se presume que sobrevivirá primera
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(artículo 721 del CCD). Cuando los conmorientes se encuentran entre los 15 y los 60
años y son del mismo sexo, se acepta que sobrevivirá el de menor edad; si con de sexo
diferente, diferencia de edad menor a un año, se presume que el de sexo masculino
es el que sobrevivirá (artículo 722 del CCD).

1.1.8- La transmisión de las sucesiones a falta de presunciones legales y de hecho.

Si las condiciones estrictas requeridas por la jurisprudencia para que rijan las
presunciones legales de supervivencia, y cuando no permita determinar el orden de
las muertes ninguna presunción de hecho, ¿Cómo deben transmitirse las dos
sucesiones?

Para recoger una sucesión hay que estar con vida en el momento de la apertura de
esa sucesión, y le incumbe al que quiera recibir la sucesión o a sus derechohabientes
establecer que se reunía ese requisito (artículo 135 del CCD). Ahora bien, ni los
derechohabientes de uno de los conmorientes, ni los derechohabientes del otro están
en situación de efectuar esa prueba. Por lo tanto, ninguno de los conmorientes ha
podido recoger la sucesión del otro; cada una de las dos sucesiones se transmitirá
entonces a los demás herederos de cada uno de los muertos a la vez.

1.1.9- Lugar de la apertura.

La sucesión se abre en el lugar del último domicilio del difunto, y no en el lugar del
fallecimiento (artículo 110 del CCD).

La determinación del lugar de la apertura de la sucesión presenta variado interés


práctico. Ese lugar es el centro de las operaciones de liquidación y de la partición de
la sucesión (artículo 822, párrafo primero, del CCD); fija la competencia del tribunal
llamado a conocer de las acciones sucesorias; en derecho internacional privado,
determina la ley que rige en la sucesión mobiliaria.

TEMA 1.2: MODOS DE TRANSMISION DE LA SUCESION.


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1.2.1- La ley, el testamento y el contrato.

La ley es un instrumento que nos facilita el legislador para regular la transmisión


sucesoria no sólo a falta de la voluntad expresada por el “de cujus”, sino a veces
contra esa voluntad.

El testamento constituye, casi siempre, la voluntad o acto particular del “de cujus”,
con efectos luego de la muerte y originalmente es anulable; así pues, sólo posee hasta
la muerte un carácter temporal, ya que no obliga al “de cujus”, el cual es libre para
modificar hasta el último momento sus disposiciones anteriores.

Con relación al contrato, diremos que, en principio, el “de cujus” no puede ser
obligado a realizar la transmisión de sus bienes por causa de muerte mediante un
convenio. Con otras palabras, diremos que un contrato es nulo, hasta ser concluido
por un tercero, de hecho presunto heredero, relativo a una sucesión aun no abierta.
Esto representa una regla de prohibición de los pactos sobre sucesión futura; lleva
consigo algunas excepciones, singularmente la institución contractual o donación de
bienes futuros; donde se encuentra admitida, se realiza mediante un contrato una
transmisión válida de la sucesión.

1.2.2- Transmisión por contrato: prohibición de los pactos sobre sucesión futura.

En realidad, en una sucesión que se encuentra abierta, la convención o contrato es


válida: por ejemplo, un heredero tiene la posibilidad de donar sus derechos en la
sucesión, cuando esta se encuentra abierta. Contrariamente, no puede donar sus
derechos en la sucesión que aún no se encuentra abierta: “pacto sobre sucesión
futura o pacto sobre herencia futura”.

Tanto los pactos sobre sucesión ajena como los pactos sobre sucesión propia, se
encuentran prohibidos:
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 Pactos sobre la sucesión ajena: un sucesible no puede celebrar válidamente
una convención referente a sus derechos eventuales; por ejemplo, venderlos.
Esto ocurre así, haya o no aprobado el “de cujus” dicha convención.
 Pactos sobre la propia sucesión: el mismo “de cujus” carece del derecho de
disponer de sus bienes por contrato, por enajenar así su libertad de testar.

Tanto la ley como la jurisprudencia le otorgan un carácter casi absoluto a la


prohibición de los pactos sobre sucesión futura, la cual no encuentra más que raras
excepciones; siendo la más importante, la institución contractual: por la institución
contractual o donación de bienes futuros, el “de cujus” puede dispones válidamente
de su sucesión. Esto principalmente ocurre en un contrato de matrimonio o entre
cónyuges.

1.2.3- Campo de aplicación de la prohibición.

Los redactores del Código Civil prohibieron los pactos sobre la sucesión ajena:
renuncia del heredero a una sucesión no abierta aun o enajenación por el heredero
de sus derechos eventuales (ver artículos 791: “no se puede renunciar, aunque sea
en contrato de matrimonio, a la sucesión de una persona que vive, ni enajenar los
derechos eventuales que puedan tenerse a su sucesión”; 1130 párrafo segundo: “sin
embargo, no se puede renunciar a una sucesión no abierta, ni hacer estipulación
alguna sobre ella, ni aun con el consentimiento de aquel de cuya sucesión se trata”;
1600: “no se puede vender la sucesión de una persona viva, ni aun con su
consentimiento”; y 1837: “la sociedad de todos los bienes presentes, es aquella por
la cual las partes ponen en común todos los bienes muebles e inmuebles que en la
actualidad poseen, y los beneficios que de ellos puedan obtener. Pueden también las
partes compren-der en ella cualquiera otra clase de ganancia; pero los bienes que
pudiesen corresponderles por sucesión, donación o legado, no ingresan en la
sociedad sino en cuanto a su uso; está prohibida cualquier clase de convenio que
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tienda a hacer entrar en ella la propiedad de estos bienes, salvo entre esposos, y
siendo conforme a lo que se ha establecido con relación a éstos”, del CCD)

Dichos redactores, no presentaron la misma prohibición con relación a los pactos


sobre la propia sucesión, por los cuales el “de cujus” dispones de sus bienes, en vida,
a título irrevocable; aunque si se le prohibió la donación de sus bienes (ver artículo
743 del CCD). El artículo 1389 del CCD, que dispones: “no pueden tampoco hacer
ningún convenio o renuncia, cuyo objeto sea alterar el orden legal de las sucesiones,
bien con referencia a sí mismo en la sucesión de sus hijos o descendientes; o ya sea
con relación a los hijos entre sí; sin perjuicio de las donaciones intervivos o
testamentarias, que podrán hacer con arreglo a las formas y en los casos
determinados en el presente Código”, prohíbe a los futuros esposos las convenciones
que recaigan sobre su propia sucesión en las capitulaciones matrimoniales.

Por último, diremos que: el fundamento de la prohibición de los pactos sobre la


propia sucesión no es el mismo que el de los pactos sobre la sucesión ajena: al
contratar sobre la propia sucesión, se encadena para siempre la propia voluntad, se
enajena la libertad de testar, que debe conservarse integra.

Así, los pactos sobre la propia sucesión están vedados al igual que los pactos sobre la
sucesión ajena. Desde luego, existen dos anulaciones trascendentes a la prohibición
de los pactos sobre la propia sucesión: la donación-partición y la institución
contractual.

1.2.4- Requisitos de la prohibición.

Los requisitos de la prohibición de una sucesión son tres, los cuales presentamos a
continuación:
1. Primer requisito: convención referente a una convención.
La convención debe tratar sobre derechos susceptibles de formar parte de la
sucesión de uno de los contratantes, si se trata de un pacto sobre la propia
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sucesión; sobre los derechos sucesorios eventuales de uno de los contratantes, si
se trata de un pacto sobre la sucesión ajena.
2. Segundo requisito: convención no abierta todavía.
El derecho, objeto de la convención, debe formar parte de una sucesión no abierta
todavía. Desde el momento de la apertura de la sucesión, los herederos pueden
renunciar a sus derechos o cederlos.
3. Tercer requisito: modificación de las reglas sucesorias.
Para estar viciada de nulidad, la convención debe aportar una modificación al
juego de las reglas sucesorias, pero basta con una modificación cualquiera; el
pacto que cambia la composición de los lotes en la partición que se hará entre los
herederos está prohibido, en principio, y salvo la excepción de la donación-
partición, con el mismo título que el pacto que modificara la cuantía de los
derechos.

1.2.5- Sanción de la prohibición.

La nulidad que condena el desacato de la prohibición es incondicional; por tanto, es


apta de ser solicitada por todo interesado. En este sentido, el pacto de sucesión futura
debe distinguirse de la venta de la cosa ajena. El fundamento de la nulidad es muy
diferente, por hacer la jurisprudencia de la nulidad de la venta de la cosa ajena
(artículo 1599 del CCD) una medida de protección del comprador. Los requisitos del
pacto sobre la sucesión futura ajena y los de la venta de la cosa ajena no presentan
ningún punto de contacto. La sanción de la venta de la cosa ajena es una nulidad
relativa, susceptible de confirmación por el comprador y también de ratificación por
el tercero propietario. Por el contrario, la nulidad del pacto de sucesión futura no se
subsana; y, puesto que el consentimiento del “de cujus” no convalida la convención,
seria ineficaz su ratificación. Por ultimo, la venta de la cosa ajena es un justo título
para la adquisición de los frutos o la usucapión: título nulo de nulidad absoluta, el
pacto de sucesión futura no puede constituir justo título.
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1.2.6- Excepciones al principio de la prohibición.

En el CCD encontramos varias excepciones relativas a la prohibición de pacto de


sucesión futura. Dentro de estas excepciones, tenemos:
 La donación-partición, que representa una de las formas de la partición de
ascendiente, deroga la prohibición de pacto de sucesión futura. Mediante una
convención concertada con sus descendientes, un ascendiente puede señalar,
en efecto, por anticipado, la composición de los lotes de cada uno de aquellos.
 La sustitución fideicomisaria, en las hipótesis excepcionales en que se
encuentra admitida por el Código Civil, deroga igualmente la prohibición. En
efecto, constituye un pacto sobre la sucesión del beneficiario de la liberalidad,
el heredero fiduciario, que se comprometa a transmitirle a otra persona, el
fideicomisario, designado por el disponente (persona que hace una donación
por testamento o entre vivos), los bienes que el primero reciba.
 La institución contractual o donación de bienes futuros.

1.2.7- La institución contractual. Definición.

La institución contractual o donación de los bienes futuros es un contrato por el cual


el “de cujus” (instituyente) se compromete a dejarle a otra persona (instituido):
 Su sucesión (institución universal);
 Una parte alícuota de su sucesión (institución a título universal);
 Ciertos bienes determinados de su sucesión (institución a título singular).

De esta manera, la sucesión se transmite en todo o en parte, por la voluntad del “de
cujus” expresada en un contrato.

En otras palabras, la institución contractual es un pacto de sucesión futura que el


legislador autoriza excepcionalmente con determinados requisitos. Lleva consigo la
derogación de otras reglas sucesorias. Se concretara que este contrato es posible
incluso a favor de los hijos que nazcan del matrimonio, contrariamente a la regla
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según la cual el hijo no concebido aun es incapaz de recibir. La donación de bienes
futuros deroga asimismo la regla de la irrevocabilidad de las donaciones; puesto que
el disponente, por conservar hasta su muerte los bienes objetos de la institución
puede enajenarlos a título oneroso, y suprimir con ello indirectamente la liberalidad.

1.2.8- Requisitos de la forma.

Las motivaciones que han conducido a envolver de formas rigurosas la donación de


bienes presentes existen a favor de formalidades iguales para la donación de bienes
futuros; ya que el instituyente, aunque no se despoje de los bienes seguidamente,
dispone de ellos de modo irrevocable. Por tanto, debe llamarse su atención acerca de
la consecuencia de su acto; debe situarse junto a él un consejero inteligente. Cuando
la donación de bienes futuros se inserte en unas capitulaciones matrimoniales no está
sometida, como toda donación por capitulaciones matrimoniales, sino a las
formalidades de esa convención; singularmente, resulta suficiente la presencia de un
sólo notario sin testigos.

1.2.9- Requisitos de fondo relativos al instituyente.

Fuera de las capitulaciones matrimoniales, la donación de bienes futuros no puede


efectuarse sino por un cónyuge a favor del otro.

Contrariamente, la institución hecha en las capitulaciones matrimoniales puede ser


tanto la obra de los padres de los esposos, o incluso de los extraños (artículo 1062 del
CCD), como de ambos esposos.

La capacidad exigida en el instituyente es la capacidad de efectuar una donación


ordinaria (donación de bienes presentes); no es suficiente tener la capacidad de
testar. Se explica el rigor de esa regla por el carácter irrevocable de la donación de
bienes futuros, carácter que no presenta el legado. Por tanto, el menor y el prodigo
son incapaces de cumplir tal acto; sin embargo, es suficiente, para el futuro esposo
que haga una institución en sus capitulaciones matrimoniales a favor d su futuro
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cónyuge, poseer las autorizaciones que le sean necesarias para concertar sus
capitulaciones matrimoniales: “habilis ad nuptias, habilis ad pacta nuptiala”. La
capacidad del instituyente se aprecia en el momento de la convención.

1.2.10- Requisitos de fondo relativos al instituido.

En lo que tiene que ver con la capacidad del instituido, tenemos que tomar en cuanta
varias reglas adyacentes a las de la capacidad del instituyente: el instituido debe ser
capaz de recibir una donación de bienes presentes, con reserva de que, si la
institución se hace en las capitulaciones matrimoniales, es suficiente con que el futuro
esposo instituido tenga la capacidad de otorgar sus capitulaciones matrimoniales. De
igual manera debemos ubicarnos para esto en el momento de la convención para
apreciar la capacidad.

Dependiendo de si la institución se realiza fuera de unas capitulaciones matrimoniales


o en estas convenciones, se estable quien puede ser beneficiario de una institución
contractual, a saber:
 Institución contractual hecha fuera de capitulaciones matrimoniales. En este
caso, solo uno de los esposos puede ser instituido por su cónyuge.
 Institución contractual hecha en las capitulaciones matrimoniales. En este
caso, la institución puede hacerse no solamente a los futuros esposos o a uno
de ellos, sino también a los hijos que nazcan del matrimonio. En el caso de que
los esposos instituidos mueran primero que el instituyente, la institución
caducaría si no estuvieran instituidos los hijos que puedan nacer.

Posibilidad de que los hijos que nazcan sean beneficiarios de una institución
contractual tiene una excepción cuando la donación de bienes futuros se haya
consentido por uno de los futuros esposos a su futuro consorte (ver artículo 1093 del
CCD: “la donación de bienes futuros o de bienes presentes y futuros hecha entre
cónyuges por contrato de matrimonio, bien sea simple o recíproca, estará
comprendida en las reglas establecidas por el capítulo precedente, respecto de las
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donaciones iguales que les fuesen hechas por un tercero; pero no será transmisible a
los hijos nacidos del matrimonio, si muere antes el cónyuge donatario que el
donante): en efecto cabe pensar que su institución no ha sido la de favorecer a sus
hijos, que, de todas manera, recibirán sus sucesión.

Ninguna otra persona distinta de las que acaban de ser señaladas puede beneficiarse
de una institución contractual.

1.2.11- Efectos de la institución contractual: primer período, segundo período.

Primer periodo: carácter anfibio de la institución contractual durante la vida del


instituyente.

Equiparada a la donación (de bienes presentes) en cuanto a los requisitos de forma y


de capacidad, la institución contractual, en cuanto s sus efectos, se sitúa en el medio
del trayecto entre la donación y el legado. Igualmente que el legado, la institución
contractual puede ser universal, a título universal o a título singular; mientras que la
donación no recae más que sobre bienes particulares. Pero sobre todo, el instituyente
sigue siendo propietario, hasta su muerte, como el testador de los bienes que sean
objeto de la institución. Por lo tanto, puede enajenarlos a su antojo a título oneroso.
Durante la vida del instituyente, el instituido no tiene sobre ellos sino un derecho
eventual, cuya cesión seria nula como contraria a la prohibición de los pactos de
sucesión futura. Por no ser más que eventual el derecho del instituido, de morir antes
que el instituyente, no puede acudir a la sucesión de este; los herederos del instituido
no podrán alegar, pues, en ese caso la institución. De igual manera ocurre con los
legados, que al igual que las instituciones, caducan por la premuerte de su
beneficiario.

Si la institución contractual se parece al legado, podemos colegir que también se


asemeja a la donación.
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En primer término, el derecho eventual del instituido le permite tomar algunas
medidas conservatorias que se le negarían antes de la muerte a un legatario y hasta
a un heredero legitimario.

A continuación y esencialmente, la institución contractual se parece a la donación por


su irrevocabilidad.

Ciertamente, la donación de bienes futuros, al igual que la donación de bienes


presente, es irrevocable “ad nutum” cuando se efectúa entre esposos durante el
matrimonio.

Pero incluida en las estipulaciones matrimoniales, obedece a la regla de la


irrevocabilidad de las donaciones. Le concede así al instituido una seguridad mucho
mayor que al legatario, cuyo llamamiento desaparece a voluntad del testador.

Segundo periodo: efectos de la institución contractual luego de la muerte del


instituyente.

La institución contractual le confiere irrevocablemente al instituido el título de


sucesible en los bienes comprendidos en la institución y que no hayan sido objeto de
enajenación a título oneroso.

Así pues, el instituido posee, a la muerte del instituyente, la misma opción, o bien que
un legatario universal o a título universal, se es instituido universal o a título universal,
o bien que un legatario a título singular, se es instituido a título singular.

En principio, se le trata igualmente como a un legatario universal, a título universal o


a título singular, en cuanto a la toma de posesión sucesoria, en cuanto a la obligación
de pagar las deudas de la sucesión y en cuanto a las reglas de la partición.

Pero la institución contractual se enfoca como una donación cuando se aplican las
reglas de la colación (obligación en la cual se encuentran ciertos herederos forzosos,
que concurren con otros a una sucesión, de aportar a la masa hereditaria
determinadas liberalidades recibidas del causante antes de la muerte de éste, para
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que los otros coherederos participen de ellas proporcionalmente, en caso de
disponerlo el testador o para computar legítimas y mejoras) y de la reducción por
inoficiosa (acto de última voluntad, de una dote o de una donación: Que lesiona los
derechos de herencia forzosa; o limitar las liberalidades del causante en la medida en
que su valor supere el tercio de libre disposición).

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