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INTRODUCCIÓN
Los ríos son esencialmente sistemas de transferencia que recogen y transportan
sedimentos hasta las grandes cuencas lacustres o marinas. Una gran parte de las
precipitaciones que caen sobre la superficie del Geoide, forma cursos de agua,
permanentes, o efímeros, que drenan hacia las zonas más bajas y de menor energía
potencial. Muchos de estos cursos de agua alcanzan el nivel 0, que a estos efectos es el
nivel del nivel del mar. En algunas ocasiones la cantidad de agua no es suficiente y los
flujos se agotan antes de alcanzar extensiones estables de agua. Es el caso de los abanicos
terminales (terminal fan) de zonas áridas estudiados, por ejemplo, por Friend (1978).
Se puede afirmar de forma esquemática que los sistemas fluviales son sistemas
regidos por la gravedad, en los que una masa de agua se desplaza pendiente abajo creando
un flujo uni-direccional. La mayor parte de la energía potencial del sistema se transforma
en energía cinética de forma que el flujo producido actúa sobre la superficie modificándola.
Si el lecho es cohesivo, por efecto de la erosión se forman gargantas y cañones y la
sedimentación sólo tiene lugar en zonas muy localizadas de flujo inefectivo como
remansos, desembocaduras de canales laterales, sombras de obstáculos rocosos, etc. (Baker
y Kochel, 1988; Benito et al., 2003).
Figura 1. Simplificación de los elementos esenciales que operan en una cuenca aluvial. El
relleno de la cuenca se produce por el apilamiento de las facies de canal o del cinturón de
canales y de los sedimentos aportados por los sucesivos derrames sobre la llanura de
inundación en los momentos de crecida del río.
Para el propósito de este libro, en el que interesa de forma esencial el relleno de las
cuencas sedimentarias y por tanto, las facies y secuencias depositadas por la actividad
fluvial, importa recordar el concepto establecido por Schumm et al. (2000), para quien «los
ríos aluviales son aquellos que fluyen a través de sedimentos que han sido erosionados y
depositados por ríos». Es decir, no hay una afectación significativa por constricción rocosa
o por antiguas terrazas. Por tanto, su morfología es consecuencia del balance entre el poder
erosivo de la corriente, la resistencia del lecho aluvial y los materiales de las orillas. De esta
forma, los cambios en la forma de un canal ocurren porque varía el caudal, la carga, el tipo
de sedimentos transportado o la pendiente del cauce. Precisamente, este es el caso en el que
se producen la mayoría de las secuencias que los sedimentólogos y estratígrafos estudian en
el relleno de las cuencas que contienen sedimentos depositados por ríos.
Clasificaciones de los sistemas aluviales.
En las clasificaciones de los sistemas aluviales, se han diferenciado
tradicionalmente dos tendencias según la escuela y el tipo de trabajo de los autores que las
han realizado. La primera ha sido manejada, sobre todo, por geomorfólogos e ingenieros
hidráulicos y se basa principalmente en la geometría del canal. Utiliza la medida de algún
de parámetro físico para determinar la cualidad del canal (sinuosidad, índice de
entrelazamiento o braiding en inglés, etc.).
Según Miall (1977) y Rust (1978), los cuatro tipos básicos de canales fluviales son:
rectos, entrelazados, meandriformes y anastomosados (figura 2). Los dos criterios
utilizados en esta clasificación son también la sinuosidad y el índice de entrelazamiento
(braiding).
Figura 2. Principales tipos de ríos según el número de canales, el índice de entrelazamiento
o braiding y el grado de sinuosidad. Modificado de Miall (1977).
Aunque estos índices se tratan con mayor detalle en los capítulos siguientes se
definen aquí a modo de introducción. La sinuosidad (S) es el cociente entre la longitud del
canal y la distancia entre dos puntos homólogos, medida en línea recta a lo largo del valle
fluvial (figura 3 a). Algunos autores como Friend y Sinha (1993), emplean la longitud de la
línea media del canal para definir la sinuosidad. Existen además otras alternativas que se
explican en el capítulo correspondiente.
Figura 3. a) Determinación de la sinuosidad de un río para un tramo dado; b) Ejemplo de
parámetro de entrelazamiento (braiding) según Rust (1978).
También se ha demostrado que existe una relación entre la carga que transporta el canal y
su geometría (Wilson, 1973). En general, los ríos que llevan de forma preferente carga en
suspensión son más estrechos, profundos y sinuosos. Por el contrario, los que arrastran
materiales gruesos son anchos y someros (figura 4).
Figura 4. Variación en las secciones de los perfiles de los canales según el tipo de carga
transportada. El tamaño de grano aumenta gradualmente desde A hasta E. Modificado de
Wilson (1973).
La segunda conclusión es que existe un continuum entre los distintos tipos de ríos y,
por tanto, en ninguna clasificación deberían establecerse límites rigurosos para separarlos.
No todos ellos se presentan con igual frecuencia en la naturaleza y antes de atribuir un río a
un hábito determinado, debe tenerse en cuenta el momento del ciclo hidrológico en el que
se encuentra. Puede clasificarse de forma errónea si no se tienen observaciones durante un
lapso de tiempo suficiente Al segundo tipo de clasificaciones, que tienen en cuenta la
geometría de los depósitos aluviales, pertenece la de Friend et al. (1979) y Friend (1983).
En este último trabajo, partiendo de la relación que existe entre la carga y la forma del
canal, establece una clasificación de las facies fluviales, teniendo en cuenta el tamaño del
grano y el medio de transporte. El reconocimiento de canales en los afloramientos de series
antiguas depositadas por ríos, es de gran importancia. Un canal se define como una
depresión alargada con márgenes concretos, entre los que la corriente del río está
restringida durante la mayor parte del año.
Siguiendo esta línea y a pesar de la dificultad que supone incluir un número de variables
grande, Orton y Reading (1993) proponen una clasificación (figura 4.10), basada en los tra-
bajos de Schumm (1981), Ferguson (1987) y Miall (1981, 1985). La diferencia con otras
clasificaciones es notable y sobre todo, por el primer tipo propuesto: canales con elevada de
carga de fondo. Son canales caracterizados por flujos efímeros con descargas muy
variables, en abanicos aluviales dominados por procesos de arroyada. La clasificación de
Orton y Reading (1993) es, por tanto, la única donde se incluyen de forma explícita los
abanicos aluviales.
Según Miall (1985, 1996) la arquitectura fluvial de una cuenca se construye siempre
con una serie de elementos básicos que se combinan entre sí dando distintos tipos de
modelos, según la variación de los controles alocíclicos y autocíclicos a que esté sometido
el sistema. Estos elementos, se definen por el tamaño de grano, por su composición y
secuencia interna y, sobre todo, por la geometría externa que presentan. El detalle de cada
uno de ellos puede variar, pero la arquitectura de todos los depósitos fluviales está
compuesta por proporciones variables de todos o algunos de estos elementos.
Miall (1985) describió ocho elementos básicos (figura 10): canal, acreción lateral,
sedimentos de corrientes densas, barras y formas de gravas, macroformas que desarrollan
caras de avalancha importantes, formas arenosas, arenas con laminación paralela, y
depósitos de granulometría fina de desbordamiento. En trabajos posteriores (Miall, 1988,
1996), revisó estos mismos elementos incluyendo uno nuevo, las depresiones erosivas
(scour hollow). La jerarquización de estos elementos básicos (figura 4.12) y el
reconocimiento de sus relaciones, son esenciales para la correcta interpretación de las series
aluviales. Su combinación, da lugar a diferentes tipos de sistemas aluviales. Algunos se
describirán en el capítulo siguiente.
Figura 10. Elementos básicos o arquitecturales de Miall (1985). Facies: Fl, Arenas y lutitas
con laminación y pequeños ripples; Gm, Gravas masivas; Gms, Gravas soportadas por la
matriz; Gp, Gravas con estratificación cruzada planar; Sh, Arenas con laminación
horizontal; Sl, Arenas con laminación cruzada de bajo ángulo (< 15º); Sm, Arenas masivas
o con granoselección positiva; Sp, Arenas con estratificación cruzada planar; Sr, Arenas
con estratificación cruzada debida a ripples; St, Arenas con estratificación cruzada de
surco.
Los elementos arquitecturales y la metodología propuesta por Miall (1985 y 1996), han sido
objeto de fuerte controversia. Bridge (1993, 2003) criticó estos métodos propuestos para la
normalización de la descripción, clasificación e interpretación de los depósitos aluviales.
En opinión de este autor, cualquier clasificación debe basarse en parámetros fácilmente
mensurables que permitan definir clases mutuamente excluyentes. Además los términos
utilizados para referirse a estas clases deben ser explícitos. Considera que las
clasificaciones de Rust (1978) y Miall (1992, 1996) no cumplen estos requisitos. Según
Bridge (1993) la metodología de trabajo en series fluviales basada en las facies y elementos
arquitecturales propuesta por Miall es incorrecta. Los principales defectos son la
proliferación de términos y sus siglas, su carácter mecanicista y la poca precisión ya que se
mezclan términos descriptivos e interpretativos.
Las aparentes diferencias entre estas escuelas, no son tan grandes en realidad.
Bridge y otros investigadores estudian sobre todo medios sedimentarios recientes y dedican
un gran esfuerzo al avance del conocimiento de las condiciones hidráulicas en las que se
generan y evolucionan las diferentes formas y facies fluviales. Miall y otros investigadores
que siguen líneas más o menos próximas, estudian, sobre todo, series antiguas donde
existen dificultades para encontrar relaciones sencillas entre los elementos morfológicos
observables en los sistemas aluviales actuales y la geometría de los elementos
arquitecturales de los sistemas aluviales fósiles. Los problemas a resolver y los métodos de
trabajo son distintos, adaptados al tipo estudio y complementarios pero ambos muy útiles
para el avance del conocimiento de la geología de los sedimentos depositados por ríos.
Considera un grave defecto que los elementos arquitecturales estén representados
gráficamente por una sola sección y en dos dimensiones Si bien algunas de las críticas
tienen justificación, también es cierto que la metodología de los elementos arquitecturales
no es mecanicista, aunque su aplicación pueda serlo. Ha tenido la virtud de sistematizar las
observaciones y de separar las descripciones de las interpretaciones. El mismo Miall (1996)
además, señala la necesidad de definir de forma objetiva las litofacies, los elementos y las
jerarquías de las superficies, y de establecer, en su caso, nuevos elementos que reflejen las
características del sistema a estudiar.