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L A S T S A C R I F I C E

RICHELLLE MEAD

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L A S T S A C R I F I C E
RICHELLLE MEAD

LAST SACRIFICE
RICHELLE MEAD

Vampire Academy
Frostbite
Shadow Kiss
Blood Promise
Spirit Bound
Last Sacrifice

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RICHELLLE MEAD

Esto esta dedicado Rich Baley y Alan Doty, mis maestros quienes
más influyeron en mi escritura, y a todos mis amigos maestros
que están por ahí, ayudando a los jóvenes escritores, ahora.
Sigan luchando. A todos ustedes.

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SINOPSIS

A Rose Hathaway no le gusta sentirse encerrada, pero eso


es lo que te hace la cárcel. Lo que realmente le molesta es lo que
ella no hizo—no asesinó a la reina Tatiana. Pero dile eso a la
multitud de morois y dhampirs—mitad vampiros como ella—
reunidos para el funeral... y que claman por su sangre.

Last Sacrifice es la última novela de la épica serie de


vampiros de Richelle Mead... y ella ha guardado lo mejor para el
final.

Asesinato... Amor... Celos, todo reunido en este ultimo


capítulo en el que Lissa, la mejor amiga de Rose se enfrenta a
enemigos que no quieren verla ascender al trono real.

Cuando Rose es rescatada de la cárcel por su único y


verdadero amor, Dimitri, el tiempo es esencial. Ella debe probar
su inocencia y salvar a su amiga, aunque eso signifique hacer el
último sacrificio.

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UNO

No me gustan las jaulas.

Incluso no me gusta ir a los zoológicos. La primera vez que fui a uno, casi
tuve ataques claustrofóbicos viendo a esos pobres animales. No podía
imaginarme a ninguna criatura viviendo de esa manera. A veces hasta me
daban un poco de pena los criminales, condenados a la vida en una celda.

Ciertamente nunca había esperado pasar mi vida en una.

Pero últimamente, la vida parecía tirarme un montón de cosas que nunca


había esperado, porque aquí estaba yo, encerrada.

"¡Hey!‖Grité, agarrando los barrotes acerados que me apartaban del


mundo. ―¿Cuánto tiempo voy a estar aquí? ¿Cuándo es mi juicio? ¡No pueden
mantenerme en esta mazmorra por siempre!‖

Ok, no era exactamente una mazmorra, no era oscuro, ni había cadenas


oxidadas. Yo estaba dentro de una pequeña celda con simples paredes, un piso
normal, y bueno…todo era normal. Inmaculado. Estéril. Frio. Era en verdad
más deprimente que cualquier mazmorra mohosa que pude haberme
imaginado. Los barrotes de las puertas se sentían frías contra mi piel, duros e
inquebrantables. El alumbrado fluorescente hizo que el metal brillara de una
manera que parecía casi alegre para el lugar donde me encontraba. Podía ver el
hombro de un hombre que estaba parado rígidamente al lado de la entrada de
la celda y podía saber que allí probablemente había cuatro guardianes más en el
corredor lejos de mi vista. También sabía que ninguno de ellos iba a
responderme, pero eso no me había detenido de constantemente demandar
alguna respuesta de ellos, durante los últimos dos días.

Cuando el habitual silencio llegó, suspiré y me deje caer sobre el catre en


la esquina de la celda. Como todo lo demás en mi nueva casa, el catre era
incoloro y sombrío. Sí. En realidad estaba empezando a desear tener una
mazmorra real. Las ratas y las telarañas al menos me habían dado algo que
observar. Me quedé con la mirada fija hacia arriba e inmediatamente tuve el
sentimiento desorientador que siempre tenía aquí dentro: El techo y las paredes
se cerraban a mí alrededor. Así que no podía respirar. Mientras las paredes de
la celda seguían viniendo en mi dirección sin dejarme espacio, absorbiendo
todo el aire…

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Me incorpore abruptamente, jadeando. No mires las paredes y el techo, Rose,


me castigué a mí misma. En lugar de eso, miré hacia abajo, hacia mis manos
entrelazadas e intenté averiguar cómo me había metido en este lio.

La respuesta inicial fue obvia: Alguien me había tendido una trampa


para incriminarme de un crimen que no había cometido. Y no era un pequeño
crimen. Se trataba de un asesinato. Habían tenido el descaro de acusarme del
más alto crimen que un Moroi o dhampir podía cometer. Ahora, eso no
significa que yo no he matado antes. Lo había hecho. También había roto
algunas reglas (e incluso leyes). El asesinato cruel, sin embargo, no estaba en mi
repertorio. Especialmente, no el asesinato de una reina.

Era cierto que la reina Tatiana no había sido amiga mía. Ella había sido
una fría gobernante calculadora de los Moroi—una raza viva, de vampiros que
utilizaban la magia y no mataban a sus víctimas por sangre. Tatiana y yo
habíamos tenido una relación áspera por un sin número de razones. Una de
esas era que yo estaba saliendo con su sobrino—nieto, Adrian. La otra era mi
desaprobación a sus políticas en relación a la forma de luchar contra los Strigoi:
Los vampiros malos, no—muertos que nos asechaban. Tatiana me había
engañado un sin número de veces, pero nunca había querido verla muerta.
Alguien aparentemente si, sin embargo, había dejado un rastro de evidencias
que conducían hacia mí, la peor de las cuales era que mis huellas digitales
rodeaban la estaca de plata que había matado a Tatiana. Por supuesto, era mi
estaca, y era natural que tuviera mis huellas digitales. Nadie parecía pensar que
eso tenía importancia.

Suspiré de nuevo y saqué una diminuta y arrugada hoja de papel de mi


bolsillo. Mi único material de lectura. Lo presione en mi mano, no tenia
necesidad de mirar las palabras. Desde hace mucho tiempo las había
memorizado. El contenido de la nota me hizo cuestionar lo que sabia de
Tatiana. Me había hecho cuestionar un montón de cosas.

Frustrada con mi propio entorno, me deslice de este hacia algún otro


lugar mejor: Mi mejor amigo Lissa. Lissa era una Moroi, y compartimos un
vínculo psíquico, que me dejaba ir a su mente y ver el mundo a través de sus
ojos. Todo Moroi ejercía algún tipo de magia elemental. El de Lissa era el
espíritu, un elemento ligado a los poderes psíquico y de curación. Era raro entre
los Moroi, quienes usualmente usaban más elementos físicos, y apenas
comprendíamos sus habilidades—los cuales eran increíbles. Ella había usado el
espíritu para traerme de regreso de los muertos, algunos cuantos años atrás, y
eso es lo que había labrado nuestro vínculo.

Estar en su mente me liberó de mi jaula, y me ofreció una pequeña ayuda


para mi gran problema. Lissa había estado trabajando duramente para probar
mi inocencia, desde que había escuchado que todas las pruebas estaban en
contra mía. Mi estaca había sido usada en el asesinato desde un comienzo. Mis
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adversarios se habían apresurado en recordarle a todo el mundo mi


antagonismo hacia la reina y también habían encontrado un testigo para que
este brindara testimonio sobre mi localización durante el asesinato. Ese
testimonio me había dejado sin una coartada. El Concejo había decidido que
había suficientes pruebas como para enviarme directamente a juicio—donde
recibiría mi veredicto.

Lissa había estado tratando desesperadamente de conseguir la atención


de las personas y convencerles de que había sido incriminada. Ella estaba
teniendo problemas encontrando quien quería escucharla, porque toda la
Corte Real de los Moroi estaba entretenida con los preparativos para el
funeral de Tatiana. La muerte de un monarca era un gran problema.

Moroi y dhampirs, los medio-vampiros como yo, venían de todo el


mundo para ver el espectáculo. Comida, flores, decoraciones, incluso
músicos... El trato completo. Si Tatiana se hubiera casado, dudo que el
evento hubiera sido tan elaborado. Con tanta actividad y bulla, nadie se
preocupaba por mí ahora. Mientras la mayoría de la gente
estaba preocupada, yo estaba encerrada e incapaz de matar de nuevo. El
asesino de Tatiana había sido encontrado. Se hizo justicia. Caso cerrado.

Antes de que pudiera obtener una imagen clara de los alrededores de


Lissa, una conmoción en la cárcel me tiró hacia atrás en mi propia
cabeza. Alguien había entrado en el área y se dirigía a los guardias,
pidiendo verme. Era mi primera visita en días. Mi corazón latía con fuerza, y
salté hacia las barras, esperando que fuera alguien que me diría que esto había
sido un terrible error.

Mi visitante no era quien yo había esperado.

―Viejo‖, dije cansadamente. ―¿Qué haces aquí?‖

Abe Mazur se puso delante de mí. Como siempre, era algo para
contemplar. Estábamos a mitad del verano —caliente y húmedo, y
estábamos en medio de la zona rural de Pennsylvania, pero eso no le
impedía llevar un traje completo. Era llamativo, perfectamente adaptado y
adornado con una corbata de seda brillante color púrpura y una bufanda que
sólo parecía un exceso. Las joyas de oro destellaban contra el tono oscuro de su
piel, y parecía como si recientemente hubiera recortado su corta barba negra.
Abe era un Moroi, y aunque no fuera de la realeza, ejercía la suficiente
influencia para serlo.

Él también resultó ser mi padre

―Soy tu abogado‖, dijo alegremente. ―Estoy aquí para darte asesoría


legal, por supuesto‖.
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―No eres un abogado‖, le recordé. ‖Y tu último consejo no funcionó


muy bien‖. Eso era muy mezquino de mi parte. Abe—a pesar de no tener
ninguna formación legal en absoluto—me había defendido en mi
audiencia. Obviamente, desde que fui encerrada y llevada a juicio, el
resultado de eso no había sido algo bueno. Pero, en mi soledad, me he dado
cuenta de que él había tenido razón acerca de algo. Ningún abogado, no
importa cuan bueno hubiera sido, podría haberme salvado en la audiencia.
Tuve que darle crédito por defender una causa perdida,
aunque considerando nuestra relación incompleta, no estaba segura de por
qué lo hizo. Mis grandes teorías eran que no se fiaba de la realeza y que sintió
su obligación paternal. En ese orden.

―Mi desempeño fue perfecto‖, el argumento. ―Considerando que tu


apremiante discurso en el cual decías: ‗si yo fuera la asesina‘ no nos hizo
ningún favor. Poner esa imagen en la cabeza del juez no fue la cosa más
inteligente que podrías haber hecho.

Ignoré la punzada y me crucé de brazos. ―Entonces, ¿qué estás haciendo


aquí? Sé que no es sólo una visita paternal. Nunca haces nada sin una razón‖.

―Desde luego que no. ¿Por qué hacer algo sin una razón?‖

―No empieces con tu lógica circular‖.

Él guiñó un ojo. ―No hay necesidad de ser celosa. Si trabajas duro


y pones tu mente en ello, acabarás por heredar mis habilidades de lógica algún
día‖.

―Abe‖, le advertí.‖ Sigues con lo mismo‖.

―Bien, bien‖, dijo. ―He venido a decirte que quizá tu juicio pueda ser
removido‖.

―¿Q-qué? ¡Esas son grandes noticias!‖ Al menos, eso pensé yo.


Su expresión, dijo lo contrario. Lo último que había escuchado, era que
mi juicio podría ser en meses. La sola idea de —estar en esta celda durante
tanto tiempo—me hizo sentir claustrofóbica otra vez.

―Rose, te das cuenta de que tu juicio será casi idéntico a la


audiencia. Mismas pruebas y un veredicto culpable.‖

―Sí, pero debe haber algo que podamos hacer antes de eso, ¿verdad?
¿Encontrar evidencias que me exoneren?‖ De repente, tuve una gran idea
de cuál era el problema. ―Cuando dices ‗remover‘, ¿qué tan pronto estamos
hablando?‖
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―Idealmente, les gustaría hacerlo después de que un nuevo rey o


reina sea coronado. Ya sabes, parte de las fiestas de post-coronación‖.

Su tono era frívolo, pero a medida que yo sostuve su mirada


oscura, entendí el significado completo. Los números rondaron en mi cabeza.
―El funeral es esta semana, y las elecciones son después…Estás diciendo que
yo podría ir a juicio y ser condenada en, que, ¿prácticamente dos semanas?‖

Abe asintió.

Me acerque rápidamente hacia los barrotes de nuevo, mi corazón latía


con fuerza en mi pecho. ―¿Dos semanas? ¿Hablas en serio?‖

Cuando él había dicho que el juicio había sido trasladado, me había


imaginado que tal vez todo seria en un mes. Tiempo suficiente para encontrar
nuevas pruebas. ¿Cómo iban a encontrarlas? Todo era incierto. Ahora, el tiempo
se alejaba de mí. Dos semanas no eran suficientes, especialmente con tanta
actividad en la Corte. Hace unos momentos, me molestaba la larga extensión
de tiempo que podía afrontar. Ahora, yo tenía muy poco de ello, y la respuesta
a mi pregunta siguiente podría empeorar las cosas.

―¿Cuánto tiempo?‖, Pregunté, tratando de controlar el temblor en


mi voz. ―¿Cuanto tiempo después del veredicto, ellos… llevaran a cabo una
sentencia?‖

Todavía no estaba del todo enterada de lo que había heredado de


Abe, pero parecíamos compartir claramente un rasgo: la capacidad
inquebrantable de dar malas noticias.

―Probablemente, de inmediato‖.

―Inmediatamente‖. Retrocedí, casi sentándome en la cama, y luego


sentí una nueva oleada de adrenalina. ―Entonces ¿Inmediatamente?. Dos
semanas. En dos semanas, yo podría estar…muerta‖.

Porque ese era el asunto—el asunto que había estado pendiendo


sobre mi cabeza desde el momento en que plantaron claras evidencias
suficientes para incriminarme. Las personas que mataban reinas no eran
enviadas a prisión. Eran ejecutadas. Pocos crímenes entre los Moroi y
dhampirs recibían ese tipo de castigo. Tratábamos de ser civilizados en
nuestra justicia, mostrando que éramos mejores que los Strigoi sedientos de
sangre. Pero, ciertos delitos, a los ojos de la ley, merecían la
muerte. Algunas personas se lo merecían, también, digamos, como, asesinos
traidores. Mientras el impacto del futuro caía sobre mí, me sentí temblar y las
lágrimas se acercaron peligrosamente a punto de derramarse de mis ojos.
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―¡Eso no está bien!‖ Le dije a Abe. ―Eso no está bien, ¡y tú lo sabes!‖

―No importa lo que yo piense‖, dijo con calma. ―Simplemente estoy


deliberando los hechos‖.

―Dos semanas‖, repetí. ―¿Qué podemos hacer en dos semanas? Quiero


decir... Tienes algo en mente no O… O... ¿Puedes encontrar algo para
entonces? Esa es tu especialidad‖. Estaba divagando y sabía que sonaba
histérica y desesperada. Por supuesto, eso era porque me sentía histérica y
desesperada.

―Va a ser difícil de lograr mucho‖, explicó. ―La preocupación de la Corte


con lo del funeral y las elecciones. Las cosas están desordenadas, y ambas son
buenas y malas‖.

Yo conocía todos los preparativos ya que había observado eso desde


Lissa. Había visto el caos varias veces. Encontrar cualquier tipo de pruebas
en este lío no sólo sería difícil. Podría ser imposible.

Dos semanas. Dos semanas, y yo podría estar muerta.

―No puedo‖, le dije Abe, mi voz se quebró. ―Yo no estoy... Destinada a


morir de esa manera‖.

―¿Oh?‖ Él arqueó una ceja. ―¿Sabes cómo se supone que vas a morir?‖

―En combate‖. Una lágrima consiguió escapar, y me apresuré a


secarla. Yo siempre había vivido mi vida con una imagen dura. Yo no
quería romperla, no ahora cuando esto importaba más que nada. ―En
combate. Defendiendo a los que amo. No... No en una ejecución planificada‖.

―Esta es combate mediocre‖, reflexionó. ―Solo que no es físico. Dos


semanas es todavía dos semanas. ¿Eso es malo? Sí. Pero es mejor que una
semana. Y nada es imposible. Tal vez nueva evidencia puede aparecer.
Simplemente tienes que esperar y ver‖.

―No me gusta esperar. Esta habitación...es tan pequeña. No puedo


respirar. Me voy a morir antes de que el verdugo me mate‖

―Lo dudo mucho‖. La expresión de Abe era todavía fresca, sin ninguna
señal de simpatía. Firmeza en el amor.‖ Tú has luchado sin miedo con grupos
de Strigoi, pero, ¿no puedes manejar una pequeña habitación?‖

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―¡Es más que eso! Ahora tengo que esperar cada día en este agujero,
sabiendo que hay un reloj haciendo tic tac hasta mi muerte y casi no hay forma
de detenerlo‖.

―A veces las pruebas mas grandes de nuestra fuerza son situaciones que
no parecen tan obviamente peligrosas. A veces sobrevivir es la más difícil de
todas‖.

―Oh. No. No‖. Me aleje, caminando en círculos pequeños. ―No


empieces con toda esa mierda. Suenas como Dimitri cuando me daba sus
lecciones de la vida profunda‖.

―Él sobrevivió a esta situación. El sobrevivió a otras cosas también‖.

Dimitri.

Aspire profundamente, calmándome a mí misma antes de


contestarle. Hasta con este lío de asesinato, Dimitri había sido la mayor
complicación en mi vida. Hace un año,—aunque parece una eternidad—él
había sido mi instructor en la escuela secundaria, formándome para que yo
fuera una de las dhampirs guardianas que protegían a los Moroi. Había
logrado eso—y mucho más. Nos habíamos enamorado, algo que no estaba
permitido. Lo habíamos manejado lo mejor que podíamos, aunque finalmente
dimos con una manera de estar juntos. Esa esperanza había desaparecido
cuando él había sido mordido y convertido en Strigoi. Había sido una
pesadilla viviente para mí. Luego, a través de un milagro que nadie había
creído posible, Lissa había utilizado el espíritu para transformarlo de nuevo en
un dhampir. Pero las cosas lamentablemente no habían vuelto a la forma en
que habían sido antes del ataque Strigoi.

Mire hacia Abe. ―Dimitri sobrevivió, ¡pero estaba horriblemente


deprimido debido a eso! Él sigue estándolo. Sobre todo‖.

El peso de las atrocidades que había cometido como Strigoi embrujaba a


Dimitri. No podía perdonarse a sí mismo y juró que ahora nunca podría amar
a nadie. El hecho de que yo había comenzado a salir con Adrian no
facilitaba las cosas. Después de una serie de esfuerzos inútiles, yo había
aceptado que Dimitri y yo habíamos terminado. Decidí seguir adelante, con la
esperanza de poder tener algo real con Adrian, ahora.

―Correcto‖, dijo Abe secamente. ―Él está deprimido, pero tú eres la


imagen de la felicidad y la alegría‖.

Suspiré. ―A veces, hablar contigo es como hablarme a mí misma:


una maldita molestia ¿Hay alguna otra razón por la que estamos aquí además

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de entregar la terrible noticia por la cual hubiera sido más feliz viviendo en la
ignorancia?‖

Yo no tengo que morir de esta manera. No tengo que verlo venir. Mi muerte
no iba a ser una cita con lápiz en un calendario.

Se encogió de hombros. ―Sólo quería verte. Y ver donde estas‖.

Sí, él lo había hecho, me di cuenta. Los ojos de Abe siempre volvían a


mí mientras hablábamos; no había habido ninguna pregunta que atraiga su
atención. No había nada en nuestras bromas con preocupación de mis
guardias. Pero de vez en cuando, veía a Abe mirando los alrededores, el
vestíbulo, mi celda, y otros detalles que le parecían interesantes. Abe no había
ganado su reputación como zmey—la serpiente—a cambio de nada.
Siempre estaba calculando, siempre en busca de una ventaja. Parecía que mi
tendencia hacia alocados complots eran típicos en mi familia.

―También quería ayudarte a pasar el tiempo‖. Sonrió y de debajo de su


brazo, él me dio un par de revistas y un libro a través de los barrotes.
―Tal vez esto mejore las cosas‖.

Yo dudaba cualquier entretenimiento iba a hacer mi cuenta


regresiva de dos semanas de la muerte más manejable. Las revistas eran
de moda y de peinados. El libro era El Conde de Montecristo. Lo levantó,
necesitando hacer una broma, necesitando hacer cualquier cosa para hacer de
esto menos real.

―Vi la película. Su simbolismo sutil no es realmente tan sutil. A menos


que haya una lima oculta en su interior‖.

―El libro siempre es mejor que la película‖. Empezó a alejarse. ―Tal vez
tengamos una discusión literaria la próxima vez‖.

―Espera‖, arrojé el material de lectura sobre la cama. ―Antes de que te


vayas… ¿en todo este lío nadie ha planteado quien pudo haberla matado en
realidad?‖, cuando Abe no respondió de inmediato, le di una mirada
penetrante. ―Realmente tú crees que no lo hice, ¿verdad?‖Con todo lo que
sabía, el creía que yo era culpable y estaba tratando de ayudarme de todos
modos. No habría estado fuera de su carácter.

―Creo que mi dulce hija es capaz de asesinar‖, dijo al final. ―Pero no esta
vez‖

―Entonces...¿Quién lo hizo?‖

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―Eso…‖, dijo antes de marcharse. ―… es algo en lo que estoy


trabajando‖.

―Pero acabas de decir que se nos esta acabando el tiempo. ¡Abe‖, yo no


quería que se fuera. No quería quedarme a solas con mi miedo. ―¡No hay
manera de arreglar esto!‖

―¡Sólo recuerda lo que te dije en la sala del tribunal!‖, gritó de


vuelta.

Él se alejo de mi vista, y me recosté en la cama, recordando el día ante el


tribunal. Al final del juicio, él me había dicho—muy inflexiblemente—que yo
no seria ejecutada. O llevaba a juicio. Abe Mazur no era alguien que hacia
promesas en el aire, pero comenzaba a creer que hasta él tenia límites,
observando como el tiempo se nos acababa.

Nuevamente saqué la arrugada hoja de papel y la abrí. Esta también


había venido de la sala de tribunal, Ambrose me la entrego secretamente—el
era el criado de Tatiana y su chico juguete.

Rose,

Si estas leyendo esto, entonces es que algo terrible ha


ocurrido. Probablemente me odies, y no te culpo. Sólo puedo
pedirte que confíes en lo que hice con el decreto de edad, era lo
mejor para tu gente, si lo comparamos con lo que lo que los
demás habían planificado. Hay algunos Moroi que quieren
forzar a que todos los dhampirs estén bajo su servicio, así lo
quieran o no, podrían usar la compulsión. El decreto de edad
ha hecho caer a esa facción.

Sin embargo, te escribo por un secreto que debes de


subsanar, y este un secreto que no puedes compartir, si te es
posible. Vasilisa necesita su lugar en el Consejo, y eso es algo
que se puede dar. Ella no es el último Dragomir. Hay otro con
vida, el hijo ilegítimo de Eric Dragomir. No sé nada más, pero
si puedes encontrar a este hijo o hija, le darás a Vasilisa el
poder que merece. Sin importar tus fallas y tu peligroso
temperamento, eres la única que puede hacer esta tarea. No
pierdas el tiempo y cumple con esto.

– Tatiana Ivashkov.

Las palabras no habían cambiado desde las otras cien veces que ya las
había leído, ni tenían las preguntas que siempre se desencadenaban en mí. ¿Era
la nota verdadera? ¿Realmente Tatiana había escrito esto? ¿Ella había

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confiado—a pesar de su actitud exterior hostil—en mí con este peligroso


secreto? Había doce familias reales que tomaban decisiones con respecto a los
Moroi, pero para todos los efectos, allí muy bien pudo haber once. Lissa era la
última de su línea, y sin otro miembro de la familia Dragomir, la ley Moroi
decía que ella no tenía poder para sentarse ni votar frente al Consejo quienes
tomaban las decisiones. Algunas leyes que se habían dictado eran muy malas, y
si la nota fuera verdadera, vendrían más. Lissa podría combatir esas leyes—ha
algunas personas no les gustarían eso, personas que ya habían demostrado su
voluntad de matar.

Otro Dragomir.

Otro Dragomir quería decir que Lissa podría votar. Un voto más en el
Consejo podría cambiar las cosas. Podría cambiar al mundo de los Moroi.
Podría cambiar mi mundo—quiero decir, así como, si yo fuera declarada
culpable o no. Y ciertamente, podría cambiar al mundo de Lissa. Todo este
tiempo, ella creyó que estaba sola. Pero… Ansiosa me pregunté si ella le daría la
bienvenida a un hermanastro. Acepto que mi padre era un malnacido, pero
Lissa siempre tenido al suyo en un pedestal, creyéndole alguien mejor. Estas
noticias causarían un gran impacto emocional, y aunque hubiera entrenado mi
vida entera para cuidarle de amenazas físicas, comenzaba a pensar que había
otras cosas de las que ella necesitaba cuidarse también.

Pero primero, necesitaba la verdad. Tenia que saber si esta nota


realmente había venido de Tatiana. Estaba muy segura de poder comprobarlo,
pero requeriría hacer algo que odiaba.

Entonces, ¿por qué no? No era como si pudiera hacer otra cosa, ahora
mismo.

Levantándose de la cama, le di la espalda a los barrotes y clavé los ojos


en la pared en blanco, usándola como un punto de concentración.
Preparándome psicológicamente, recordando que yo era lo suficientemente
fuerte como para mantener el control, solté las barreras mentales que
inconscientemente siempre mantenía alrededor de mi mente. Una gran presión
alzo de mí, como el aire escapando de un globo.

Y repentinamente, estaba rodeada de fantasmas.

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DOS

Como siempre, era desorientante. Rostros y cráneos, traslucidos y


luminiscentes, todos cerniéndose a mi alrededor. Ellos eran atraídos hacia mí,
pululando en una nube, como si todos ellos necesitaran desesperadamente decir
algo. Y en realidad, probablemente así era. Los fantasmas que se quedaban en
este mundo no tenían paz, eran almas que tenían razones que les impedían
seguir adelante. Cuando Lissa me había traído de regreso de la muerte, yo
mantuve una conexión con su mundo. Había tomado mucho trabajo y auto-
control aprender a bloquear a los fantasmas siguiéndome. De hecho, las salas
mágicas que protegían la Corte Moroi mantenían a la mayoría de los fantasmas
lejos de mí, pero esta vez, yo los quería aquí. Darles acceso, atraerlos… bueno,
era algo peligroso.

Algo me dijo que si alguna vez hubo un espíritu sin descanso, sería una
reina que había sido asesinada en su propia cama. No vi otros rostros familiares
dentro de este grupo, pero no perdí la esperanza.

―Tatiana,‖ murmuré, enfocando mis pensamientos en el rostro de la


reina. ―Tatiana, ven a mí.‖ Una vez había sido capaz de convocar a un fantasma
fácilmente: mi amigo Mason, que había sido asesinado por un Strigoi, nosotros
ciertamente teníamos una conexión. Por un tiempo, nada sucedió. Los rostros
indefinidos se arremolinaban delante de mí en la celda, y empecé a
desesperarme. Entonces, de repente, ella estaba allí.

Estaba de pie en las ropas con las que había sido asesinada, un largo
camisón y una bata cubierta de sangre. Sus colores eran apagados,
parpadeando como la pantalla de una televisión en mal funcionamiento. Sin
embargo, la corona en su cabeza y la posición regia le dieron el mismo aire de
reina que yo recordaba.

Una vez que se materializó, no hizo ni dijo nada. Ella simplemente me


miró, su mirada oscura casi perforando mi alma. Una maraña de emociones
apretó mi pecho. Esa reacción visceral que siempre tenía cerca de ella—ira y
resentimiento—se encendió. Entonces, se confundió con una sorprendente ola
de simpatía. Ninguna vida debería terminar en la forma que había terminado la
de ella.

Dudé, temía que los guardias me escucharan. De alguna manera, tenía la


sensación de que el volumen de mi voz no importaba, y ninguno de ellos podía
ver lo que yo veía. Levanté la nota.

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―¿Tú escribiste esto?‖ susurré. ―¿Es cierto?‖

Ella continuó mirando fijamente. El fantasma de Mason había tenido un


comportamiento similar. Invocar a los muertos era una cosa; comunicarse con
ellos era otra muy distinta.

―Tengo que saber. Si hay otro Dragomir, lo encontraré.‖ No tenía sentido


señalar el hecho de que yo no estaba en posición de encontrar nada ni nadie.
―Pero tienes que decirme. ¿Tú escribiste esta carta? ¿Es esto verdad?‖

Solo esa enloquecedora mirada me respondió. Mi frustración creció, y la


presión de todos esos espíritus empezó a darme dolor de cabeza.

Aparentemente, Tatiana era tan molesta muerta como lo había sido viva.

Estuve a punto de traer mis muros de regreso y empujar lejos a los


fantasmas cuando Tatiana hizo el más mínimo movimiento. Fue un pequeño
asentimiento, apenas notable. Su dura mirada se desplazó entonces a la nota en
mi mano, y solo así—se había ido.

Cerré mis barreras de nuevo, usando toda mi voluntad para cerrarme a


mí misma de la muerte. El dolor de cabeza no desapareció, pero esos rostros sí.
Me hundí de nuevo en la cama y me quedé mirando la nota sin verla. Ahí
estaba mi respuesta. La nota era real. Tatiana la había escrito.

De alguna manera, dudaba que su fantasma tuviera algún motivo para


mentir.

Estirándome, apoyé mi cabeza en la almohada y esperé que ese terrible


palpitar desapareciera. Cerré mis ojos y utilicé el vínculo del espíritu para
volver y ver lo que Lissa había estado haciendo. Desde mi arresto, ella había
estado ocupada implorando y argumentando en mi nombre, así que esperaba
encontrar más de lo mismo. En vez de eso, ella estaba… de compras.

Yo estaba casi ofendida ante la frivolidad de mi mejor amiga hasta que


me percaté que ella estaba buscando un vestido para un funeral. Ella estaba en
una de las tiendas ocultas de la Corte, una que atendía a las familias reales. Para
mi sorpresa, Adrian estaba con ella. Ver su familiar y hermoso rostro alivio algo
del miedo en mí. Un rápido sondeo en su mente me dijo por qué él estaba allí:
ella le había dicho que fuera porque no quería dejarlo solo.

Podía entender por qué. Él estaba completamente ebrio. Era un milagro


que pudiera estar de pie, y de hecho, y tenía una fuerte sorpresa que la pared
contra la que se inclinaba era todo lo que lo sostenía. Su cabello marrón era un
desastre—y no de la forma a propósito que era su usual estilo. Sus profundos
ojos verdes estaban inyectados de sangre. Como Lissa, Adrian era un usuario
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del espíritu. Él tenía una habilidad que ella no tenía aun: podía visitar a las
personas en sus sueños. Había esperado que él viniera a verme desde mi
encarcelamiento, y ahora tenía sentido por qué no lo había hecho. El alcohol
atrofiaba el espíritu. De alguna manera, eso era algo bueno. Espíritu en exceso
creaba una oscuridad que llevaba a sus usuarios a la locura. Pero pasar la vida
perpetuamente ebrio no era del todo saludable tampoco.

Verlo a través de los ojos de Lissa provocó una confusión emocional casi
tan intensa como la que había experimentado con Tatiana. Me sentí mal por él.
Él estaba obviamente preocupado y alterado en lo que se refería a mí, y los
alarmantes acontecimientos de la última semana lo habían sorprendido tanto
como al resto de nosotros. Él también había perdido a su tía quien, a pesar de su
actitud brusca, le había importado.

Aun así, a pesar de todo esto, sentí… desprecio. Eso era injusto, tal vez,
pero no pude evitarlo. Él me importaba y mucho y entendía que estuviera
alterado, pero había mejores formas de lidiar con su pérdida. Su
comportamiento era casi cobarde. Él se estaba escondiendo de sus problemas en
una botella, algo que iba contra cada pedazo de mi naturaleza. ¿Yo? No podía
dejar que mis problemas ganaran sin luchar.

―Velvet,‖ le dijo la encargada de la tienda a Lissa con certeza. La mujer


Moroi arrugada sostenía un voluminoso vestido manga larga. ―Velvet es
tradicional en la escolta real.‖

Junto con el resto de la fanfarria, el funeral de Tatiana tendría una escolta


ceremonial caminando al lado del ataúd, con un representante de cada familia
allí. Aparentemente, no les importaba que Lissa llenara ese papel para su
familia. ¿Pero votar? Eso era otro asunto.

Lissa miró el vestido. Lucía más como un disfraz de Halloween que un


vestido fúnebre. ―Hace treinta y dos grados afuera,‖ dijo Lissa. ―Y húmedos.‖

―La tradición demanda sacrificio,‖ dijo la mujer de forma melodramática.


―Así como la tragedia.‖

Adrian abrió la boca, sin duda listo con algún comentario inapropiado y
burlón. Lissa le dio una brusca sacudida de cabeza que lo mantuvo en silencio.
―¿No hay alguno, no sé, sin mangas?‖

Los ojos de la vendedora se ampliaron. ―Nadie nunca ha usado tirantes


en un funeral real. No sería correcto.‖

―¿Qué hay de pantalones cortos?‖ preguntó Adrian. ―¿Están bien si van


con una corbata? Porque eso es lo que yo usaré.‖

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RICHELLLE MEAD

La mujer lucía horrorizada. Lissa le disparó a Adrian una mirada de


desdén, no tanto por su observación—la cual ella encontró en parte divertida—
sino porque ella también estaba disgustada por su constante estado de
embriaguez.

―Bueno, nadie me trata como alguien de la realeza a toda regla,‖ dijo


Lissa, volviéndose a los vestidos. ―No hay razón para actuar como uno ahora.
Muéstrame los vestidos sin tirantes y con mangas cortas.‖

La vendedora hizo una mueca, pero obedeció. Ella no tenía ningún


problema en asesorar a miembros de la realeza en cuestiones de moda pero no
se atrevería a ordenarles que hicieran o usaran nada. Era parte de la
estratificación de clases en nuestro mundo. La mujer caminó por la tienda para
encontrar los vestidos solicitados, justo mientras el novio de Lissa y su tía
entraron a la tienda.

Christian Ozera, pensé, era como Adrian debería estar actuando. El


hecho de que yo incluso lo pensara era sorprendente. Los tiempos, sin duda,
habían cambiando si tenía a Cristian como modelo a seguir. Pero era verdad. Lo
había observado con Lissa esta última semana, y Christian había estado
determinado y firme, haciendo cualquier cosa que pudiera para ayudarla a raíz
de la muerte de Tatiana y mi arresto. Por la mirada en su rostro ahora, era
obvio que había estado haciendo algo importante para contar.

Su abierta tía, Tasha Ozera, era otro estudio de fuerza y gracia bajo
presión. Ella lo había criado después de que sus padres se convirtieran en
Strigoi—y la atacaran, dejando a Tasha con una cicatriz a un lado de su rostro.
Los Moroi siempre dependían de sus guardianes para su defensa, pero después
de ese ataque, Tasha decidió tomar el asunto en sus propias manos. Ella
aprendió a luchar, entrenando con toda clase de métodos mano a mano y
armas. Ella era realmente ruda y constantemente presionaba a los otros Moroi a
aprender combate también.

Lissa soltó un vestido que había estado examinado y se volvió hacia


Christian con impaciencia. Después de mí, él era en quien confiaba más en el
mundo. Él había sido su fortaleza a lo largo de todo esto.

Él miró a su alrededor en la tienda, sin parecer demasiado contento de


estar rodeado por vestidos. ―¿Están de compras?‖ preguntó, mirando de Lissa a
Adrian. ―¿Tiempo de chicas?‖

―Hey, te beneficiarías de un cambio de guardarropa,‖ dijo Adrian.


―Además. Apuesto que luces genial en una camiseta sin mangas.‖

Lissa ignoró las bromas de los chicos y se enfocó en los Ozera. ―¿Qué
averiguaron?‖
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―Han decidido no tomar acción,‖ dio Christian. Sus labios se curvaron


con desdén. ―Bueno, no ningún tipo de acción de castigo.‖

Tasha asintió. ―Tratamos de impulsar la idea de que él solo pensó que


Rose estaba en peligro y saltó antes de darse cuenta lo que realmente estaba
sucediendo.‖

Mi corazón se detuvo. Dimitri. Estaban hablando sobre Dimitri.

Por un momento, ya no estaba con Lissa. Ya no estaba en mi celda. En


vez de eso, estaba de vuelta al día de mi arresto. Había estado discutiendo con
Dimitri en un café, regañándolo por su persistente negativa a hablar conmigo, y
mucho menos continuar nuestra antigua relación. Había decidido entonces que
había terminado con él, que las cosas realmente se habían acabado y que le
permitiría romper mi corazón. Fue entonces cuando los guardianes habían
venido por mí, y sin importar lo que Dimitri proclamara sobre como su tiempo
como Strigoi haciéndolo incapaz de amar, había reaccionado con la velocidad
del rayo en mi defensa. Habíamos estado desesperadamente superados en
número, pero a él no le había importado. La mirada en su rostro—y mi propia
comprensión extraña de él—me habían dicho todo lo que necesitaba saber. Yo
estaba frente a una amenaza. Él tenía que defenderme.

Y defenderme era lo que había hecho. Él había peleado como el dios que
había vuelto a la Academia San Vladimir, cuando me enseñó cómo luchar con
un Strigoi. Él incapacitó más guardianes en ese café de lo que un hombre
debería ser capaz. La única cosa que lo terminó—y realmente creo que él
hubiera peleado hasta su último aliento—había sido mi intervención. No sabía
en ese momento lo que estaba sucediendo o por qué una legión de guardias
quería arrestarme. Pero me había dado cuenta que Dimitri estaba en serio
peligro de dañar su ya frágil estado en la Corte. Le rogué a Dimitri que se
detuviera, más asustada de lo que le sucedería a él que a mí. Poco sabía lo que
estaba reservado para mí.

Había llegado a mis oídos—bajo vigilancia—pero ni Lissa ni yo lo


habíamos visto desde entonces. Lissa había estado trabajando duro para
absolverlo de cualquier delito, temiendo que lo encerraran otra vez. ¿Y yo?
Había estado diciéndome a mí misma que no sobre pensara lo que él había
hecho. Mi arresto y potencial ejecución tenían prioridad. Aún así… yo seguía
preguntándome. ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué había arriesgado su vida
por la mía? ¿Lo había hecho como un favor para Lissa, a quien había jurado
ayudar como pago por liberarlo? ¿O en verdad lo había hecho porque todavía
tenía sentimientos por mí?

Aun no sabía la respuesta, pero verlo así, como el feroz Dimitri de mi


pasado, había despertado sentimientos que yo estaba tratando
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RICHELLLE MEAD

desesperadamente de superar. Seguía diciéndome a mí misma que recuperarse


de una relación tomaba tiempo. Los sentimientos persistentes eran naturales.
Desafortunadamente, tomaba más tiempo superar a un tipo cuando se lanzaba
a sí mismo al peligro por ti.

De todos modos, las palabras de Christian y Tasha me dieron esperanza


sobre el destino de Dimitri. Después de todo, yo no era la única que caminaba
en una línea tenue entre la vida y la muerte. Aquellos convencidos de que
Dimitri todavía era Strigoi querían ver una estaca a través de su corazón.

―Lo mantienen confinado otra vez,‖ dijo Christian. ―Pero no en una


celda. Solo en su habitación, con un par de guardias. No lo quieren cerca de la
Corte hasta que las cosas se calmen.‖

―Eso es mejor que la cárcel,‖ admitió Lissa.

―Aun es absurdo,‖ espetó Tasha, más para sí misma que para los otros.
Ella y Dimitri había sido cercanos en los últimos años, y ella una vez había
querido llevar esa relación a otro nivel. Ella había aceptado la amistad, y su
indignación por la injusticia hacia él era tan fuerte como la nuestra. ―Ellos
debieron dejarlo ir tan pronto como se convirtió en dhampir de nuevo. Una vez
que las alecciones se resuelvan, me voy a asegurar de que lo liberen.‖

―Y eso es lo raro…‖ los ojos azul pálido de Christian se entrecerraron


pensativos. ―Escuchamos que Tatiana le había dicho a los otros antes que—
antes que—― Christian vaciló y miró con inquietud a Adrian. La pausa fue
inusual para Christian, que usualmente decía lo que pensaba abruptamente.

―Antes que fuera asesinada,‖ dijo Adrian categóricamente, sin mirar a


ninguno de ellos. ―Continúa.‖

Christian tragó grueso. ―Um, si. Supongo que—no en público—ella


anunció que creía que Dimitri era dhampir otra vez. Su plan era ayudarlo a
obtener más aceptación una vez que las otras cosas se resolvieran.‖ ‗Las otras
cosas‘ era la ley de edad mencionada en la nota de Tatiana, la que decía que los
dhampirs al cumplir los dieciséis serían forzados a graduarse y empezar a
defender Moroi. Me había enfurecido, pero como muchas otras cosas ahora…
bueno, estaba en una especie de espera.

Adrian hizo un extraño sonido, era como si estuviera aclarándose la


garganta. ―Ella no lo hizo.‖

Christian se encogió de hombros. ―Muchos de los asesores dicen que lo


hizo. Ese es el rumor.‖

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―También me cuesta creerlo,‖ le dijo Tasha a Adrian. Ella nunca había


aprobado las políticas de Tatiana y había hablado con vehemencia en contra de
ellas en más de una ocasión. La incredulidad de Adrian no era política, sin
embargo. La de él venía de ideas que había tenido siempre sobre su tía. Ella
nunca había dado ninguna indicación de querer ayudar a Dimitri a pesar de su
antiguo status.

Adrian no hizo más comentario, pero sabía que este tema estaba
encendiendo chispas de celos en su interior. Le había dicho que Dimitri estaba
en el pasado y que estaba lista para seguir adelante, pero Adrian—como yo—
sin duda debe haberse preguntado sobre las motivaciones detrás de la valiente
defensa de Dimitri.

Lissa comenzó a especular sobre cómo podrían sacar a Dimitri de su


arresto domiciliario cuando la vendedora regresó con un montón de vestidos
que claramente desaprobaba. Mordiéndose el labio, Lissa se quedó en silencio.
Ella archivó la situación de Dimitri como algo con lo que lidiar después. En vez
de eso, se preparó con cansancio para probarse la ropa y jugar el papel de una
buena chica de la realeza.

Adrian se repuso ante la vista de los vestidos ―¿Algún cabestro allí


dentro?‖

Volví a mi celda, reflexionando sobre los problemas que solo parecían


seguirse acumulando. Estaba preocupada por ambos, Adrian y Dimitri. Estaba
preocupada por mí. También estaba preocupada sobre este supuesto Dragomir
perdido. Estaba comenzando a creer que la historia podía ser real, pero no había
nada que yo podía hacer sobre eso, lo cual me frustraba. Yo necesitaba tomar
acción cuando se trataba de ayudar a Lissa. Tatiana me había dicho en su carta
que fuera cuidadosa con a quien le hablaba del asunto. ¿Debería pasarle esta
misión a alguien más? Quería hacerme cargo de ella, pero las sofocantes barras
y paredes a mi alrededor decían que quizás no sería capaz de hacerme cargo de
nada por un tiempo, ni siquiera mi propia vida.

Dos semanas.

Necesitando más distracción, me di por vencida y empecé a leer. El libro


de Abe, el cual era exactamente la historia de encarcelamiento injusto que yo
esperaba que fuera. Era bastante bueno, y me enseñó que fingir mi muerte
aparentemente no funcionaría como método de escape. El libro
inesperadamente despertó viejos recuerdos. Un escalofrío pasó por mi espalda
mientras recordaba la lectura de Tarot que una Moroi llamada Rhonda me
había dado. Ella era tía de Ambrose, una de las cartas que había sacado para mí
había mostrado una mujer atada a espadas. Encarcelamiento injusto. Calumnia.
Acusaciones. Demonios. Realmente estaba empezando a odiar esas cartas.
Siempre insistía que eran una gran estafa, aun así tenían la molestia tendencia a

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volverse realidad. El final de su lectura había mostrado un viaje, ¿pero a donde?


¿Una prisión real? ¿Mi ejecución?

Preguntas sin respuesta. Bienvenido a mi mundo. Sin opciones por


ahora, pensé que bien podría tratar de descansar un poco. Extendiéndome en la
plataforma, traté de alejar esas constantes preocupaciones. No era fácil. Cada
vez que cerraba los ojos, veía a un juez golpeando un martillo, condenándome a
muerte. Vi mi nombre en los libros de historia, no como un héroe sino como un
traidor.

Tendida allí, ahogándome en mi propio miedo, pensé en Dimitri. Me


imaginé su mirada fija y prácticamente lo escuché aleccionándome. No te
preocupes por lo que no puedes cambiar. Descansa cuando puedas así estarás listas para
las batallas del mañana. El imaginario consejo me calmó. El sueño llegó
finalmente, pesado y profundo. Di muchas vueltas esta semana, así que
verdadero descanso era bienvenido.

Entonces— me desperté.

Me senté en la cama, mi corazón latía con fuerza. Miré alrededor


buscando el peligro —alguna amenaza que quizás me hubiera sobresaltado en
mi sueño. No había nada. Oscuridad. Silencio. El chillido débil de una silla al
final del pasillo me dijo que los guardias aun estaban en los alrededores.

El lazo, me di cuenta. El lazo me había despertado. Sentí un brote agudo


e intenso de… ¿qué? Intensidad. Ansiedad. Una descarga de adrenalina.

El pánico corrió a través de mí, y me sumergí más en Lissa, tratando de


encontrar que causó esa ola emoción de ella.

Lo que encontré fue… nada.

El lazo se había ido.

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TRES

Bueno, no exactamente ido.

Mudo. Algo así como la manera en la que se había sentido


inmediatamente después de que ella restaurara a Dimitri a un dhampir. La
magia había sido tan fuerte entonces que había "quemado" nuestro vínculo. No
había una explosión de magia ahora. Era casi como si el vacío fuese intencional
por parte de ella. Como siempre, todavía tenía una percepción de Lissa: ella
estaba viva; ella estaba sana. Entonces, ¿qué me impedía sentir más de ella? Ella
no estaba dormida, porque podía sentir una sensación de consiente alerta al
otro lado de esta pared. El espíritu estaba allí, escondiéndola de mí. . . Y ella
estaba haciendo que eso pasara.

¿Qué diablos? Era un hecho aceptado que nuestro vínculo funcionaba


sólo de una manera. Yo la podía sentir; ella no me podía sentir. Asimismo, yo
podía controlar cuando entrar en su mente. A menudo, trataba de mantenerme
fuera (el tiempo de cautividad en la cárcel no cuenta), en un intento para
proteger su privacidad. Lissa no tenía tal control, y su vulnerabilidad la
enfurecía algunas veces. De vez en cuando, ella podía usar su poder para
escudarse de mí, pero a eso era raro, difícil, y requería un esfuerzo considerable
de su parte. Hoy, ella lo estaba logrando, y como la condición persistía, la podía
sentir esforzarse. Mantenerme fuera no era fácil, pero ella se las estaba
ingeniando. Por supuesto, no me importaba cómo lo hacía. Yo quería saber el
por qué.

Probablemente era mi peor día de encarcelamiento. El miedo para mí era


una cosa. ¿Pero para ella? Eso era angustioso. Si fuera mi vida o la de ella,
habría caminado hacia la ejecución sin titubear. Tenía que saber qué estaba
pasando. ¿Había aprendido ella algo? ¿Había decidido el Consejo a pasar
directamente por alto un juicio y ejecutarme? ¿Estaba Lissa tratando de
protegerme de esas noticias? Mientras más espíritu ella ejercía, más arriesgaba
su vida. Esta pared mental requería un montón de magia. ¿Pero por qué? ¿Por
qué estaba ella tomando este riesgo?

Era asombroso en ese momento darse cuenta de cuánto confiaba en el


vínculo para seguirle la pista. Es cierto: No siempre doy la bienvenida a los
pensamientos de alguien en mi cabeza. A pesar del control que había
aprendido, su mente todavía a veces penetraba en la mía en momentos que
preferiría no experimentar. Nada de esa era una preocupación ahora—sólo su
seguridad lo era. Ser bloqueada era como quitarme una extremidad.

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Todo el día traté de entrar en su cabeza. Cada vez, era excluida. Era
enloquecedor. Nadie vino a visitarme tampoco, y el libro y las revistas desde
hace tiempo habían perdido su atractivo. El sentimiento de animal enjaulado
me agarró otra vez, y pase una buena cantidad de tiempo gritándole a mis
guardias—sin resultados. El funeral de Tatiana era mañana, y el reloj para mi
juicio hacía tictac ruidosamente.

La hora de dormir llegó, y la pared de la unión cayó al final—porque


Lissa se fue a dormir. El vínculo entre nosotras era firme, pero su mente estaba
cerrada en la inconsciencia. No encontraría respuestas allí. Sin nada más, me fui
a la cama también, preguntándome si sería aislada otra vez en la mañana.

No lo fui. Ella y yo estábamos unidas otra vez, y pude ver el mundo a


través de sus ojos una vez más. Lissa estaba levantada y dando vueltas desde
temprano, preparándose para el funeral. Ni vi, ni sentí algún signo del por qué
había sido bloqueada el día anterior. Ella me dejo regresar a su mente, como si
fuera normal. Casi me preguntaba si me había imaginado ser aislada por ella.

No... Allí estaba. A duras penas. Dentro de su mente, sentía los


pensamientos que ella aún estaba escondiéndome. Estaban resbaladizos. Cada
vez que trataba de captarlos, se caían de mis manos. Estaba asombrada de que
ella todavía pudiera usar bastante magia para lograrlo, y también era una clara
indicación de que ella me había bloqueado intencionalmente ayer. ¿Qué estaba
pasando? ¿Por qué diablos necesitaría esconder algo de mí? ¿Qué cosa era
aquella, que me mantenía encerrada en este infierno? Otra vez, mi ansiedad
aumentó. ¿Qué cosa horrible no sabía?

Observé a Lissa alistarse, no vi ningún signo manifestante de algo


inusual. El vestido que ella finalmente había seleccionado tenía mangas cortas y
era a la rodilla. Negro, por supuesto. Difícilmente era un vestido de clubes, pero
ella sabía que levantaría algunas cejas. Bajo circunstancias diferentes, esto me
habría deleitado. Ella prefirió llevar su pelo hacia abajo y desatado, su color
rubio pálido se mostraba brillantemente contra el negro del vestido cuando ella
se examinó a sí misma en un espejo.

Cristhian se encontró con Lissa afuera. Estaba listo también, tenía que
admitir, que inusualmente llevaba una camisa de vestir y una corbata. Él la
había combinado con una chaqueta, y su expresión era una extraña mezcla de
nerviosismo, secretismo, y típica arrogancia. Cuando él vio a Lissa, sin
embargo, su cara momentáneamente se transformó, volviéndose radiante e
impactado mientras la contemplaba. Él le dio una pequeña sonrisa y tomó sus
manos para un breve abrazo. Su toque le trajo alegría y comodidad, aliviando
su ansiedad. Habían vuelto a estar juntos recientemente después de una
separación, y ese tiempo de separación había sido agonizante para los dos. ―Va
a estar bien,‖ él murmuró, su mirada de preocupación regresó. ―Esto
funcionará. Podemos hacer esto.‖
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Ella no dijo nada pero la apretó con fuerza antes de dar un paso hacia
atrás. Ninguno de ellos habló mientras caminaban hacia el comienzo del cortejo
fúnebre. Decidí que esto era sospechoso. Ella agarró su mano y se sintió
confortada por ello.

El proceso fúnebre para los monarcas Moroi había sido el mismo durante
siglos, sin importar si la Corte estaba en Rumanía o en su nueva casa en
Pensilvania. Esa era la manera Moroi. Se mezclaban lo tradicional con lo
moderno, la magia con la tecnología.

El ataúd de la reina sería llevado por los portadores del féretro fuera del
palacio y conducido con gran ceremonia a través de todo el terreno de la Corte,
hasta que alcanzara la imponente catedral de la Corte. Allí, un grupo selecto
entraría a la misa. Después del servicio, Tatiana sería sepultada en el cementerio
de la iglesia, tomando su lugar al lado de otros monarcas y otros miembros
importantes de la realeza.

La ruta del ataúd era fácil de localizar. Los postes ensartados con
estandartes rojos y negros de seda marcaban cada lado. Los pétalos de rosa
habían sido esparcidos por la tierra en la que el ataúd pasaría. A lo largo de los
lados, las personas se amontonaban, esperando ver momentáneamente a su ex
reina. Muchos Moroi habían venido de lugares lejanos, algunos para ver el
funeral y algunos para ver las elecciones de monarca que pronto seguirían
durante el siguiente par de semanas.

La escolta de la familia real—la mayoría de los que vestían terciopelo


negro aprobado por la vendedora—se estaban dirigiendo al edificio del palacio.
Lissa se detuvo afuera para separarse de Cristhian ya que él ciertamente nunca
había estado en la competencia para representar a su familia en un evento tan
honrado. Ella le dio otro fuerte abrazo y un beso ligero. Mientras se apartaban,
había una chispa conocedora en sus ojos azules—ese secreto que estaban
escondiendo de mí.

Lissa se abrió paso entre la reunida multitud, tratando de lograr entrar y


encontrar el punto de partida de la procesión. El edificio no se pareció a los
palacios o los castillos de la antigua Europa. Su gran fachada de piedra y sus
altas ventanas correspondían a otras estructuras de la Corte, pero unas pocas
características—su altura, sus anchas escaleras de mármol—lo distinguían
sutilmente de otros edificios. Un tirón en el brazo de Lissa detuvo su progreso,
casi causándole chocar con un anciano hombre Moroi.

"¿Vasilisa?‖ Era Daniella Ivashkov, la madre de Adrian. Daniella no era


tan mala como lo acostumbraba la realeza, y ella estaba realmente de acuerdo
con que Adrian y yo saliéramos—o al menos, ella lo había estado antes de que
me convirtiera en una asesina acusada. La mayor parte de la aceptación de
Daniella había venido del hecho que ella creía que Adrian y yo no separaríamos
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RICHELLLE MEAD

de cualquier manera una vez que recibiera mi asignación de guardián. Daniella


también había convencido a uno de sus primos, Damon Tarus, para ser mí
abogado—una oferta que había rechazado cuando escogí a Abe para
representarme en lugar de él. Todavía no estaba completamente segura de si
había hecho la mejor decisión allí, pero probablemente estropee el criterio de
Daniella sobre mí, lo cual lamentaba.

Lissa le ofreció una sonrisa nerviosa. Ella estaba ansiosa por unirse a la
procesión y hacer todo esto de una vez. "Hola," ella le dijo. Daniella estaba
vestida de completo terciopelo negro e incluso tenía pequeños broches de
diamante brillando en su cabello oscuro. La preocupación y la agitación
delineaban a su linda cara. ―¿Has visto a Adrian? No he podido encontrarlo por
ninguna parte. Revisamos su habitación".

"Oh". Lissa evitó sus ojos.

"¿Qué?‖ Daniella casi la sacudió. "¿qué sabe usted?‖

Lissa suspiró. "No estoy segura donde está el, pero lo vi anoche cuando
él regresaba de alguna fiesta". Lissa vaciló, como si estuviera demasiado
avergonzada de decirle el resto. "Él estaba… realmente borracho. Más de lo que
jamás lo había visto. Él iba con algunas chicas, y no lo sé. Lo siento, Señora
Ivashkov. Él está probablemente. . . Bueno, desmayado en alguna parte".

Daniella estrujó sus manos, y compartió su consternación. "Espero que


nadie lo note. Tal vez podemos decir. . . que él estaba sobrecogido con la pena.
Hay tantas cosas que están pasando. Seguramente nadie lo notará. Usted les
dirá, ¿cierto? ¿Usted les dirá cuán alterado estaba?‖

Me gustaba Daniella, pero esta obsesión aristocrática con la imagen


realmente comenzaba a fastidiarme. Sabía que ella amaba a su hijo, pero su
preocupación principal aquí parecía ser menos sobre descanso final de Tatiana
que tratar lo que otros pensarían en una brecha del protocolo. "Por supuesto,"
dijo Lissa. "No querría que nadie... Bueno, odiaría que eso saliera".

"Gracias. Ahora vaya". Daniella señaló hacia las puertas, aún pareciendo
ansiosa. ―Usted necesita tomar su lugar‖. Para sorpresa de Lissa, Daniella le dio
una gentil palmada en el brazo. ―Y no esté nerviosa. Usted estará bien.
Simplemente mantenga su cabeza arriba‖.

Los guardianes situados en la puerta reconocieron a Lissa como alguien


con acceso y le permitieron entrar. Allí, en el vestíbulo, estaba el ataúd de
Tatiana. Lissa se congeló, repentinamente abrumada, y casi olvidó lo que estaba
haciendo allí.

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RICHELLLE MEAD

El ataúd de por sí era una obra de arte. Estaba hecho de reluciente


madera negra, pulido hasta dar brillo. Las elaboradas pinturas de escenas de
jardín despedían colores metálicos de cada matiz adornando cada lado. El oro
resplandecía por todas partes, incluyendo los postes que los portadores del
féretro sujetarían. Esos postes estaban cubiertos con una serie de rosas de color
malva. Parecía que las espinas y las hojas les dificultarían a los portadores del
féretro obtener un buen agarre, pero ese era su problema con el que tratar.

Adentro, descubierta y descansando sobre una cama de más rosas color


malva, estaba la misma Tatiana. Era extraño. Veía cadáveres todo el tiempo.
Demonios, yo los creaba. Pero ver un cuerpo que había sido conservado,
yaciendo pacífica y ornamentalmente… bueno, era espeluznante. Era extraño
para Lissa, también, particularmente ya que ella no había tratado con la muerte
cada vez que yo lo hacía.

Tatiana llevaba un destellante vestido de seda que era de un rico matiz


púrpura—el color tradicional para el entierro de la realeza. Las largas mangas
del vestido estaban decoradas con un diseño elaborado de perlas pequeñas. A
menudo había visto a Tatiana de rojo—un color asociado con la familia
Ivashkov—y me alegraba por la tradición del púrpura en el entierro. Un vestido
rojo habría sido un recordatorio demasiado fuerte de las fotos ensangrentadas
de ella que había visto en mi juicio, fotos que seguía tratando de bloquear.
Cadenas de piedras preciosas y más perlas colgaban alrededor de su cuello, y
una corona de oro colocada con diamantes y amatistas yacía sobre su cabello
gris. Alguien había hecho un buen trabajo con el maquillaje de Tatiana, pero ni
siquiera eso pudo ocultar la blancura de su piel. Los Moroi eran naturalmente
pálidos. En la muerte, eran como la tiza—como un Strigoi. La imagen golpeó a
Lissa tan vívidamente que se tambaleó sobre sus pies un poco y tuvo que
apartar la mirada. El aroma de las rosas llenaba el aire, pero había un indicio de
descomposición mezclado de adentro con esa dulzura.

La coordinadora del funeral divisó a Lissa y la ordenó en su posición—


después de que primero se lamentara de la elección del estilo de Lissa. Las
bruscas palabras golpearon a Lissa de regreso a la realidad, y ella quedó en
línea con otros cinco miembros de la realeza al lado derecho del ataúd. Ella
trató de no mirar demasiado cerca el cuerpo de la reina y dirigió su mirada a
otro sitio. Los portadores del féretro aparecieron de pronto y levantaron su
carga, usando los postes cubiertos-de-rosa para posar el ataúd sobre sus
hombros y lentamente llevarlo hacia la expectante muchedumbre. Los
portadores del féretro eran todos dhampirs. Vestían trajes formales, lo cual me
confundió al principio, pero entonces me percaté que todos eran guardianes de
la Corte—excepto uno. Ambrose. Él se veía tan bellísimo como siempre y
miraba directamente al frente mientras hacía su trabajo, con la cara vacía e
inexpresiva.

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Me pregunté si Ambrose llevaba luto por Tatiana. Estaba tan


obsesionada con mis propios problemas que seguía olvidando que aquí se había
perdido una vida, una vida que muchos habían amado. Ambrose había
defendido a Tatiana cuando había estado enojada por la ley de la edad.
Observándolo a través de los ojos de Lissa, deseaba estar allí para hablarle en
persona. Él tenía que saber algo más sobre la carta que él me había deslizado en
la sala de tribunal. Seguramente él no solo era el chico repartidor.

La procesión avanzó, poniendo fin a mis reflexiones sobre Ambrose.


Antes y delante del ataúd estaban otras personas de la ceremonia. La realeza en
ropa elaborada, haciendo una brillante exhibición. Los guardianes uniformados
llevaban estandartes. Los músicos con flautas caminaban en la parte trasera,
tocando una melodía funeral. Por su parte, Lissa era muy buena apareciendo en
público y llevaba el paso lento, majestuoso, con elegancia y gracia, con su
mirada plana y confiada. No podía ver fuera de su cuerpo, claro está, pero era
fácil imaginar lo que los espectadores veían. Ella era hermosa y regia, digna de
heredar el legado Dragomir, y esperanzadoramente cada vez más se daría
cuenta de eso. Nos ahorraba un montón de problemas si alguien cambiaría la
ley electoral a través de los procedimientos estándares, así no teníamos que
confiar en la búsqueda de un hermano perdido.

Caminar por la ruta del funeral tomó un buen tiempo. Incluso cuando el
sol empezó a hundirse por el horizonte, el calor del día todavía colgaba en el
aire. Lissa comenzó a sudar pero sabía que su incomodidad era nada
comparada con los portadores del féretro. Si la vigilante muchedumbre sentía el
calor, ellos no lo mostraban. Estiraban sus cuellos para conseguir un vistazo del
espectáculo que pasaba ante ellos. Lissa no procesó a los espectadores tanto,
pero en sus caras, vi que el ataúd no era su único enfoque. También estaban
viendo a Lissa. El aviso de lo que ella le había hecho a Dimitri se había
encendido alrededor del mundo Moroi, y mientras muchos estaban escépticos
de su habilidad para sanar, también habían muchos que le creían. Vi las
expresiones de asombro y admiración en la multitud, y por un segundo, me
pregunté a quién realmente habían venido a ver: ¿A Lissa o a Tatiana?

Finalmente, la catedral quedó a la vista, lo cual eran buenas noticias para


Lissa. El sol no mataba a los Moroi como lo hacía con los Strigoi, pero el calor y
la luz del sol todavía eran incómodos para cualquier vampiro. La procesión
estaba casi terminada, y ella, siendo una de las permitidas en el servicio de la
iglesia, pronto conseguiría disfrutar del aire acondicionado.

Mientras estudiaba los alrededor, no podía dejar de pensar que mi vida


era un circulo de ironía. Lejos de los lados de los extensos terrenos de la iglesia
estaban dos estatuas gigantes mostrando a los antiguos monarcas Moroi de la
leyenda, un rey y una reina que habían ayudado a los Moroi prosperar. Aunque
estaban a una considerable distancia de la iglesia, las estatuas se cernían
amenazantes, como si estuvieran escudriñando todo. Cerca de la estatua de la
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reina estaba un jardín que yo conocía muy bien. Había sido obligada a ararlo
como castigo por escaparme hacia Las Vegas. Mi verdadero propósito en ese
viaje—el cual nadie sabía—había sido liberar a Victor Dashkov de prisión.
Victor había sido un viejo enemigo nuestro, pero él y su hermano Robert, un
usuario del espíritu, habían tenido el conocimiento que necesitábamos para
salvar a Dimitri. Si algún guardián se hubiese enterado de que yo había
liberado a Victor—y de que después lo perdí—mi castigo habría sido bastante
peor que archivar y labrar. Por lo menos había hecho un buen trabajo con el
jardín, pensé cruelmente. Si fuese ejecutada, dejaría una marca duradera en la
Corte.

Los ojos de Lissa se detuvieron en una de las estatuas por mucho tiempo
antes de que ella regresara a la iglesia. Ella estaba sudando excesivamente
ahora, y me percaté un poco de que no era simplemente el calor. Ella estaba
ansiosa también. ¿Pero por qué? ¿Por qué estaba tan nerviosa? Ésta era
simplemente una ceremonia. Todo lo que tenía que hacer era atravesar las
actividades aquí. Pero… allí estaba otra vez. Algo más le estaba molestando.
Ella aún estaba conservando un montón de pensamientos, pero unos cuantos se
filtraban mientras ella se preocupaba.

Demasiado cerca, demasiado cerca. Nos estamos moviendo demasiado rápido.

¿Rápido? No para mi estimación. Nunca podría haber manejado este


paso lento, majestuoso. Me sentía especialmente mal por los portadores del
féretro. Si fuera yo, diría al infierno con las buenas costumbres y comenzaría a
correr hacia mi destino final. Por supuesto, eso podría empujar el cuerpo. Si la
coordinadora del funeral había estado molesta por el vestido de Lissa, ni que
decir de cómo reaccionaría ella si Tatiana se cayera del ataúd.

Nuestra vista de la catedral se ponía más clara, sus cúpulas brillantes de


ámbar naranja en la puesta de sol. Lissa todavía estaba a varios metros de
distancia, pero el sacerdote parado al frente era claramente visible. Sus sotanas
casi cegaban. Estaban hechas pesados brocados de oro, brillante, largos y llenos.
Un gorro redondo con una cruz, también de oro, colocado en su cabeza. Pensé
que era de mal gusto por parte de él eclipsar la ropa de la reina, pero tal vez eso
era justo lo que los sacerdotes hacían en ocasiones formales. Tal vez obtenían la
atención de Dios. Él levantó sus brazos en señal de bienvenida, alardeando más
de esa abundante tela. El resto de la muchedumbre y yo no podíamos evitar
mirar hacia la cegadora exhibición.

Así que, puedes imaginar nuestra sorpresa cuándo las estatuas


estallaron.

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RICHELLLE MEAD

CUATRO

Y cuando digo estallaron, significa que ellas estallaron.

Las llamas y el humo se desplegaron como pétalos de una flor recién


abierta mientras esos pobres monarcas explotaban en pedazos de roca. Por un
momento, quedé aturdida. Era como mirar una película de acción, la explosión
agrietando el aire y sacudiendo el suelo. Entonces, el entrenamiento de
guardián se puso en marcha. La observación crítica y el cálculo tomaron el
control. Inmediatamente noté que el grueso material de las estatuas estallaba
hacia los lados exteriores del jardín. Pedazos pequeños de piedra y polvo
llovían sobre el cortejo fúnebre, pero ninguno de los grandes trozos de roca
golpeaba a Lissa o a cualquiera que estuviera parado cerca. Asumiendo que las
estatuas no tuvieron combustión espontánea 1, quienquiera que las había hecho
estallar lo había hecho de una forma precisa.

Con la logística a un lado, los enormes pilares ondulantes de llamas


todavía eran bastante espeluznantes. El caos se desató mientras todo el mundo
trataba de escapar. Pero, todos tomaron rutas diferentes, así que las colisiones y
los enredos ocurrieron. Incluso los portadores del féretro colocaron su carga
preciosa y salieron corriendo. Ambrose fue el último en hacerlo, su boca
abiertos y sus ojos ampliados mientras contemplaba a Tatiana, pero otra mirada
hacia las estatuas lo envió a la multitud. Unos pocos guardianes trataron de
mantener el orden, dirigiendo a las personas de regreso por el camino funeral,
pero eso no hacía mucho bien. Todo el mundo estaba fuera de sí, demasiado
aterrorizados y asustados para pensar razonablemente.

Bueno, todo el mundo excepto por Lissa.

Para mi sorpresa, ella no estaba sorprendida.

Ella había estado esperando la explosión.

Ella no corrió de inmediato, a pesar del atropello de las personas que


pasaban y la empujaban a un lado. Ella seguía parada donde había estado
cuando las estatuas estallaron, estudiándolas y viendo la ruina que habían
causado. Particularmente, ella parecía preocupada por si alguien en la
muchedumbre podría haber sido herido por las explosiones. Pero, no. Como ya

1
Se utiliza el término combustión espontánea para describir los casos de ijncineración sin una fuente externa de
ignición aparente. Aunque existen multitud de teorías sobre la combustión espontánea, la posición mayoritaria es
de escepticismo sobre la propia existencia del fenómeno.

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RICHELLLE MEAD

había observado, parecía no haber daños. Y si habían, entonces iba a ser por
culpa de la estampida.

Satisfecha, Lissa giró y empezó a marcharse con los otros. (Bueno, ella se
estaba marchando; ellos estaban huyendo). Sólo había tomado un poco de
distancia cuando ella vio un enorme grupo de guardianes apresurándose hacia
la iglesia, con caras sombrías. Algunos de ellos para ayudar a los que escapaban
de la destrucción, pero la mayoría de los guardianes estaban en su camino al
sitio de explosión para ver qué había pasado.

Lissa se detuvo otra vez, causando que el chico detrás de ella golpeara en
su espalda, pero ella apenas sintió el impacto. Observó fijamente a los
guardianes, tomando nota de cuántos habían, y entonces se movió una vez más.
Sus pensamientos ocultos estaban empezando a despejarse. Finalmente,
comencé a ver pedazos del plan que ella había mantenido oculto de mí. Ella
estaba contenta. Nerviosa, también. Pero en general, ella se sentía…

Un alboroto detrás de la cárcel me devolvió a mi propia mente. La


tranquilidad usual del área de espera se había destrozado y ahora estaba llena
con gruñidos y exclamaciones. Me levante de un salto desde donde había
estado sentada y me presione contra de los barrotes, esforzándome para ver qué
estaba pasando. ¿Estaba a punto de explotar este edificio también? Mi celda
sólo encaraba una pared en el pasillo, sin vista del resto del corredor o su
entrada. Yo, sin embargo, vi a los guardianes que usualmente estaban de pie en
el extremo más alejado del pasillo pasando rápidamente frente a mí, hacia
cualquier altercado que estaba pasando.

No sabía lo que eso significaba para mí y me preparaba para cualquier


cosa, amigo o enemigo. Con todo lo que sabía, podría ser algún grupo marginal
político lanzando ataques a la Corte para hacer una declaración contra el
gobierno Moroi. Mirando con atención alrededor de la celda, maldije
silenciosamente, deseando tener algo para defenderme. Lo más cercano que
tenía era el libro de Abe, el cual era inútil. Si él tuviese los cojones que pretendía
tener, realmente habría deslizado una lima aquí adentro. O me hubiese traído
algo más grande, como War and Peace2.

El ruido de roces se redujo progresivamente y el ruido de pasos tronó en


mi dirección. Apretando los puños, di unos pasos hacia atrás, para defenderme
de mi agresor.

Ese ‗alguien‘ resultó ser Eddie Castile. Y Mikhail Tanner.

No me esperaba unas caras amigas. Eddie era mi amigo en St. Vladimir,


otro guardián novato, como yo, y alguien a quién había implicado en varios

2
En español, Guerra y Paz. Es una novela del escritor ruso León Tolstói (1828–1910) que comenzó a escribir en una
época de convalecencia al romperse el brazo cuando cayó del caballo en una partida de caza en 1864. Es un libro
enorme que tiene 1184 páginas.

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problemas, incluyendo la fuga de prisión de Victor Dashkov. Mikhail era mayor


que nosotros, de veinticinco, y nos había ayudado a sanar a Dimitri con la
esperanza de que Sonya Karp pudiese salir del pozo—una mujer que Mikhail
había amado y se había vuelto Strigoi—. Recorrí con la mirada las caras de los
dos chicos.

"¿De qué va esto?" Exigí.

"Encantado de verte también," dijo Eddie. Estaba sudando y nervioso por


el fervor de batalla, algunas marcas púrpuras en su cara mostraban que se había
encontrado con el puño de alguien esta noche. En su mano llevaba un arma que
había visto en el arsenal de los guardianes: Una especie de batuta empleada
para dejar incapacitadas a las personas sin matarlas. Pero Mikhail sujetaba algo
bastante más valioso: La tarjeta electrónica y la llave para abrir mi celda.

Mis amigos me estaban ayudando a escapar de la cárcel. Increíble.

―Chicos, estáis…‖ Fruncí el ceño. El pensamiento de escapar me llenó de


alegría, pero la logística daba que pensar. Claramente, habían sido los
responsables de la pelea con los guardias que acababa de oír. Llegar hasta aquí
abajo no debió resultar sencillo. "¿Os habéis encargado de todos los guardianes
de éste edificio?"

Mikhail terminó de abrir la puerta, y no desperdicié la oportunidad de


salir corriendo. Después de sentirme tan oprimida y sofocada durante días, era
como asomarse por el acantilado de una montaña, avanzaba en círculos y
despacio.

"Rose, no hay guardias en el edificio. Bueno, tal vez uno. Y esos tíos".
Eddie señalo hacía el lugar donde se había desarrollado la pelea, asumí que los
guardianes permanecían inconscientes. Seguramente mis amigos no habían
matado a ninguno de ellos.

"El resto de los guardias están investigando la explosión," me percaté.


Las piezas empezaban a encajar – incluyendo la reacción poco sorprendida de
Lissa. "Oh no. Christian se cargo los antiguos artefactos Moroi".

"Claro que no," dijo Eddie. Parecía conmocionado por haber sugerido tal
atrocidad. "Otros usuarios de fuego lo sabrían si lo hiciese".

"Bien, algo es algo," dije. Debería haber tenido más fe en su cordura.

O tal vez no.

"Utilizamos C4," aclaró Mikhail.

"¿Dónde diablos conseguiste..."

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Me quedé sin palabras cuando vi quien estaba al final del pasillo.

Dimitri.

No saber cómo estaba durante mi encarcelamiento había sido frustrante.


Lo de Christian y el informe de Tasha habían sido sólo una broma. Bien, aquí
estaba la respuesta. Dimitri estaba cerca de la entrada del vestíbulo en toda su
gloriosa estatura, tan imperioso e intimidante como cualquier dios.

Sus afilados ojos color café evaluaron todo en un instante, y su cuerpo


fuerte, delgado esta tenso y listo para cualquier amenaza. La mirada en su cara
estaba tan enfocada, tan llena de pasión, que no podría creer que alguien
hubiese podido pensar que era un Strigoi. Dimitri ardía de vida y energía. De
hecho, mirándolo ahora, me encontré recordando otra vez cómo había salido en
mi defensa durante mi arresto. Me causó la misma impresión. Realmente, lo
había visto un sinfín de veces. Era el que las personas temían y admiraban. El
que había amado.

"¿Estás aquí también?" Me recordé a mí misma que mi complicada


historia amorosa no era la cosa más importante en el mundo para variar. "¿No
estás bajo arresto domiciliario?"

"Escapó," dijo Eddie astutamente. Percibí el significado real: Él y Mikhail


habían ayudado a Dimitri a escapar. "Es lo que la gente espera que un chico
violento-y-probablemente-todavía-Strigoi haga, ¿verdad?"

"También esperarías que él sacase pecho" agregó Mikhail, siguiéndole el


juego. "Especialmente considerando cómo combatió para ti la semana pasada.
Realmente, todo el mundo va a pensar que te rescató solito. No con nosotros".

Dimitri no dijo nada. Con la mirada, todavía observando


cuidadosamente el perímetro, también me estaban evaluando. Estaba
asegurándose de que estuviese sana y salva. Se veía aliviado de que así fuese.

"Qué absurdo," dijo Dimitri finalmente. "No tenemos mucho tiempo. Esa
declaración está muy bien, pero hay una cosa que me fastidia del "brillante"
plan de tus amigos. ―

"¡No hay forma de que piensen que él lo hizo a solas!" Exclamé, dándome
cuenta de lo que estaba intentando Mikhail. Estaban haciendo caer a Dimitri en
una trampa como el culpable en esta huida. Gesticulé hacia los guardianes
inconscientes a nuestros pies. "Os vieron la cara".

"Realmente no" dijo una nueva voz. "No después de un poco de amnesia
inducida con el espíritu. Para cuando se despierten, la única persona que
recordarán ver será a este inestable chico ruso. Nadie más. Sin ofender".

"Todo correcto" dijo Dimitri, a medida que Adrián cruzaba la puerta.

33
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Fijé la mirada, intentando no quedarme boquiabierta. Allí estaban juntos,


los dos hombres en mi vida. Adrian no era el tipo de chico que se enzarzaba en
una pelea, pero estaba tan alerta y serio como los otros combatientes. Sus
preciosos ojos claros y llenos de la astucia que sabía que el poseía. Me di cuenta
de golpe: No mostraba señales de embriaguez. ¿Lo que vi el otro día había sido
un engaño?

¿O él se había obligado a comportarse? De una u otra manera, sentí una


sonrisa tirando de los bordes de mis labios.

"Lissa le mintió a tu madre hace un rato," dije. "se supone que estabas
borracho por algún sitio".

Me recompensó con una de sus cínicas sonrisas. "Pues bien, sí,


probablemente es la cosa más elegante – y más agradable – que podría estar
haciendo ahora mismo. Y por suerte, eso es lo que todo el mundo piensa que
hago".

"Tenemos que irnos" dijo Dimitri, de forma agitada.

Nos giramos hacia él. Nuestras bromas desaparecieron. Esa actitud


resoluta que tenía, todo lo que Dimitri hacía, te indicaba que podría hacer
cualquier cosa y siempre te conduciría a la victoria, su carisma obligaba a las
personas a seguirle incondicionalmente. Las expresiones en las caras de Mikhail
y Eddie – la forma en que se pusieron serios – demostraban claramente lo que
sentían. A mí también me pareció natural. Incluso Adrian creía en Dimitri, y en
ese momento, admiré a Adrian por apartar los celos – y también por arriesgarse
por mí. Especialmente ya que Adrian había declarado en más de una ocasión
que no quería estar envuelto en aventuras peligrosas ni emplear el espíritu de
forma encubierta.

En Las Vegas, por ejemplo, simplemente nos había acompañado en papel


de observador. Por supuesto, también había estado borracho la mayor parte del
tiempo, pero eso probablemente daba lo mismo.

Di dos pasos, pero Adrian repentinamente tendió una mano para


detenerme. "Espera... antes de que vayas con nosotros, necesitas saber algo."
Dimitri comenzó a protestar, sus ojos destellaban con impaciencia. "Tiene que
saberlo" dijo Adrian, responsabilizándose por la mirada de Dimitri.

"Rose, si escapas. . . más o menos estás confirmando tu culpabilidad.


Serás una fugitiva. Si los guardianes te encuentran, no van a necesitar otra
prueba o palabra para matarte".

Cuatro pares de ojos se posaron sobre mí esperando a que asimilase la


información. Si escapase ahora y fuese atrapada, estaba muerta con toda
seguridad. Si me quedase, tenía la ínfima posibilidad de poder encontrar una
prueba para salvarme. No era imposible. Pero si nada apareciese, estaba

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también muerta. Cualquier opción era arriesgada. Todas podían implicar mi


muerte.

Adrian parecía tan confuso como yo. Ambos sabíamos que no había una
elección acertada. Simplemente se preocupada y quería que yo supiese lo que
arriesgaba. Dimitri, sin embargo. . . para él, no había elección. Podía verlo todo
en su cara. Era un defensor de las reglas y de hacer las cosas como es debido.
¿Pero en este caso? ¿Con tales probabilidades? Era mejor arriesgarse a vivir
como una fugitiva, y si la muerte llegaba, mejor ofrecer batalla.

Mi muerte no será planificada en el calendario de nadie.

"Vámonos" dije.

Salimos a la carrera del edificio, ansioso para emprender el plan. No


podía ayudar pero le comente a Adrian, " tienes que emplear mucho del
espíritu para mantener la ilusión en todos los guardias".

"Lo hago" estuvo de acuerdo. "Y realmente no tengo la virtud de hacerlo


por mucho tiempo. Lissa probablemente podría hacer pensar a una docena de
estos guardianes que han visto fantasmas. ¿Yo? Apenas puedo hacer que unos
cuantos olviden a Eddie y Mikhail. Por eso ellos deben recordar a alguien que
llame la atención, y Dimitri es el chivo expiatorio perfecto".

"Bien, gracias". Le di un tierno apretón en la mano. El calor fluyó a través


de nosotros, no me molesté en decirle lo que significaba para mí estar libre.
Disminuía su heroicidad. Todavía debíamos salvar un montón de obstáculos,
pero aprecie que el emprendiese esto y respetase mi decisión de escapar.

Adrian me miró de reojo. "Vale, pues bien, se supone que estoy loco,
¿verdad?" Un destello de afecto brilló en sus ojos. "Y hay pocas cosas que no
haría por ti. En estupidez nadie me gana".

Atravesamos el primer piso, y me di cuenta de que Eddie estaba en lo


cierto respecto a los guardias de seguridad. Los vestíbulos y los cuartos estaban
virtualmente desiertos. Sin una segunda mirada, nos apresuramos al aire libre,
y el aire fresco pareció renovar mis energías.

"¿Ahora qué?" Le pregunté a mis rescatadores.

"Ahora te llevamos al coche para escapar" dijo Eddie.

Los garajes no estaban muy lejos, pero tampoco cerca. "Este es mucho
campo descubierto que recorrer" dije. No traje a colación el problema obvio: Me
van a matar si me ven.

"Empleo el espíritu para mantenernos escondidos y difíciles de


reconocer" dijo Adrian. Más experimentación de su magia. Apenas le quedaba
margen de maniobra.

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"Las personas no nos reconocerán a menos que se detengan y nos miren


directamente".

"Cosa que probablemente no harán" dijo Mikhail. "No se fijarán en


nosotros. Todo el mundo está demasiado preocupado por sí mismo como para
darse cuenta de nada con este caos".

Mirando alrededor, podía ver que él estaba en lo cierto. El edificio de la


prisión estaba muy distante de la iglesia, pero a esta hora, las personas que
habían estado junto a la carga explosiva habían logrado llegar hasta la Corte.
Algunos estaban entrando corriendo en sus casas. Algunos estaban buscando a
los guardianes, esperando la protección. Y otros tantos... se dirigían hacia el
mismo lugar que nosotros, los garajes.

"La gente está lo suficientemente asustada como para huir de la Corte,"


me percaté. Nuestro grupo se movía a la velocidad de Adrian, quien no estaba
en la misma forma física que un dhampir. "Los garajes estarán abarrotados.
Tanto los vehículos oficiales como los de los invitados están aparcados en el
mismo área.‖

"Eso podría sernos de ayuda" dijo Mikhail. "Más caos".

Con tantas distracciones en mi propia realidad, no podía zambullirme


completamente en Lissa. Un ligero resquicio de nuestra conexión la situó, en el
palacio.

"¿Qué está haciendo Lissa?" Pregunté.

Realmente me alegré de que no estuviese involucrada con ésta locura de


la fuga. Sino, hubiese substituido a Adrian, su fortaleza con el espíritu era
superior a la de el. Y ahora, evocando todo ello, tuve claro que ella estaba al
corriente. Ese había sido su secreto.

"Lissa necesita permanecer al margen. No puede ser asociada a la fuga o


a la explosión, " contesto Dimitri, fijando su mirada en la meta. Su tono fue
firme. Él todavía la consideraba su salvadora. "Ella debe permanecer a la vista
junto a la familia real. Igual que Christian".

Casi sonrió. Casi. "Esos dos ciertamente serían mis primeros sospechosos
si algo estallase".

"Pero los guardias no sospecharán de ellos una vez que se den cuenta de
que la explosión no fue causada por arte de magia," filosofé. Las anteriores
palabras de Mikhail regresaron a mí. "Y oye, ¿dónde conseguisteis el C4? Los
explosivos militares son un poco extremos, incluso para ti".

Nadie me contestó porque tres guardias repentinamente se interpusieron


en nuestro camino. Aparentemente, no estaban todos en la iglesia. Dimitri y yo
surgimos frente a nuestro grupo, moviéndose como uno, tal como siempre que

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combatíamos. Adrian había dicho que la ilusión que él había aplicado sobre
nuestro grupo no tendría efecto si se fijaban en nosotros. Me interpuse a Dimitri
con la esperanza de que se fijasen en mí y no en el resto del grupo. Me entregué
por completo a la pelea sin vacilación, los instintos defensivos me acuciaban.
Excepto en esos milisegundos, la realidad de lo que estaba haciendo no me
impacto.

Había combatido a los guardias antes y siempre me había sentido


culpable. Había luchado en la Prisión de Tarasov, así como con el guardia de la
reina durante mi arresto. Realmente, sin embargo, no los conocía. El simple
hecho de saber que eran mis iguales debería haber sido suficiente ¿y ahora?

Me estaba enfrentando al momento más importante de mi vida. Después


de todo, tres guardianes eran un reto fácil para mí y Dimitri. El problema era
que... yo era parte de esos guardianes. A dos de ellos los conocí después de la
graduación. Trabajaban en la Corte y siempre me habían tratado bien.

El tercer guardia no era un simple conocido – ella era una amiga.


Meredith, una de las pocas chicas en mi clase en St. Vladimir. Vi el destello de
desasosiego en sus ojos, un sentimiento que reflejaba lo mío. También ella
sentía que esto no era correcto. Sin embargo, ahora era una guardiana, y como a
mí, le habían inculcado su deber durante toda su vida. Creía que era una
criminal. Estaba libre y debía atacarme.

Es lo que debía hacer, y honestamente, yo haría lo mismo si estuviese en


su lugar.

En la situación inversa. Ésta era la vida y la muerte.

Dimitri estaba con los otros dos, tan rápido y feroz como siempre.
Meredith y yo luchábamos una con la otra. Al principio, ella intentó derribarme
en virtud de su peso, probablemente en las esperanzas de arrinconarme hasta
que pudiese agarrarme. Sólo que yo era más fuerte. Debería haberlo sabido.
¿Cuántas veces peleamos en el gimnasio de la escuela? Casi siempre había
ganado. Y éste no era juego, no estábamos practicando. Le devolví el ataque,
dándole puñetazos en la mandíbula y desesperadamente rezando por no
rompérsela. Ella se mantuvo en movimiento pese al dolor, pero – otra vez – fui
superior. Percibí un agarre en mis hombros y la arrojé al suelo. Su cabeza dio un
fuerte golpe, pero permaneció consciente. No supe si estar agradecida o no.
Manteniendo mi agarre, la pongo noqueé, esperando que cerrara los ojos. Solté
tan pronto como estuve segura de que estaba K.O, mi corazón se retorcía en mi
pecho.

Levante la mirada, vi que Dimitri también había dejado fuera de combate


a sus adversarios. Nuestro grupo se mantuvo en movimiento como si nada
hubiera pasado, pero mire de reojo a Eddie, reconociendo la pena en mi cara.
Estaba dolido, pero mantuvo el paso ligero.

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"Hiciste lo que debías" dijo. "Ella estará bien. Le dolerá al despertarse,


pero eso es todo".

"Le di fuerte."

"Los médicos pueden ocuparse de las contusiones. Caramba, ¿cuantas


veces las tuvimos en los entrenamientos?"

Esperaba que el tuviera razón. Las líneas entre el bien y el mal se estaban
confundiendo. Lo único bueno, suponía, era que Meredith había estado tan
ocupada por verme a mí que probablemente no había visto a Eddie y a los
demás. Se habían abstenido de luchar, de esperar mantener el velo del espíritu
de Adrian, mientras que Dimitri y yo captábamos la atención.

Finalmente llegamos a los garajes, que de hecho estaban más concurridos


que de costumbre. Algunos Moroi conducían. Una real estaba histérica porque
su conductor tenía las llaves de su coche y ella no sabía dónde estaba. Ella
gritaba a los transeúntes para ver si alguien la llevaba en su coche.

Dimitri nos llevó hacia adelante, sin vacilar. Sabía exactamente a dónde
íbamos. Habíamos planificado todo al detalle, me di cuenta. La mayoría de los
planes habían sido formulados ayer. ¿Por qué Lissa se ocultaba de mí? ¿No
hubiera sido mejor para mí tener una cara a cara en el plan?

Corrimos a través de la gente, en dirección hacia el garaje del lado más


alejado. Allí, sentados en la parte de fuera y aparentemente dispuesto para irse,
estaba un monótono Honda Civic gris. Un hombre estaba de pie al lado, con los
brazos cruzados mientras examinaba el parabrisas. Al darse cuenta de nuestra
presencia, se dio la vuelta.

―¡Abe!‖ grite. Mi ilustre padre se volvió y me dio una de sus


deslumbrantes sonrisas, esas que podían atraer a los incautos a su perdición.

―¿Qué estás haciendo aquí?‖ Exigió Dimitri. ―¡Vas a estar en la lista de


sospechosos también! Se suponía que te quedarías con los demás.‖

Abe se encogió de hombros. Parecía muy indiferente a la expresión de


enfado de Dimitri. Yo no hubiera querido que su furia fuera dirigida a mí.

―Vasilisa se asegurara de que unas pocas personas en el palacio juren que


me vieron allí en los momentos sospechosos.‖ Volvió sus ojos oscuros hacia mí.
―Además, no podía irme sin decirte adiós ¿no?‖

Sacudí la cabeza con exasperación. ―¿Es todo esto parte de tu plan de


abogado? No recuerdo que las escapadas explosivas sean parte de la formación
jurídica.‖

―Bueno, estoy seguro de que no era parte de la formación jurídica.‖ La


sonrisa de Abe nunca vacilo. ―Ya te lo dije Rose. Nunca te enfrentaras a una

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ejecución o un juicio si puedo evitarlo.‖ Hizo una pausa. ―Lo cual, por
supuesto, puedo.‖

Dude, mirando hacia el coche. Dimitri tenía en su poder un juego de


llaves, y se veía impaciente. Las palabras de Adrian aparecieron en mi
memoria. ―Si me voy, eso solo va a hacer que parezca más culpable.‖

―Ellos ya piensan que eres culpable,‖ dijo Abe. ―Tu dentro de esa celda
no va a cambiar nada. Esto es solo una forma de asegurarnos de que tenemos
más tiempo para hacer lo que tenemos que hacer sin que tu ejecución se cierna
sobre nosotros.‖

―¿Y que vas a hacer exactamente?‖

―Demostrar que eres inocente,‖ dijo Adrian. ―O bueno, que no mataste a


mi tía. He sabido durante mucho tiempo que tú no eres tan inocente.‖

―¿Qué vais a hacer, destruir evidencias?‖ pregunte, haciendo caso omiso


de todo.

―No,‖ dijo Eddie. ―Tenemos que encontrar a quien la mato realmente.‖

―Vosotros no deberíais involucraros en esto ahora que soy libre. Es mi


problema. ¿No es por eso por lo que me sacáis?‖

―Es un problema el que no podamos resolverlo mientras estás en la


corte,‖ dijo Abe. ―Necesitamos que te hayas ido y estés segura.‖

―Si, pero—―

―Estamos perdiendo el tiempo discutiendo,‖ dijo Dimitri. Su mirada se


posó en los otros garajes. La multitud aún era caótica, demasiado ocupada en
sus propios miedos de forma que aún no nos veían. Eso no afecto a la
preocupación de Dimitri. Me entrego una estaca de plata y no cuestione las
razones. Era un arma, algo que no podía rechazar. ―Sé que todo se ve
desorganizado, pero te sorprenderá lo rápido que los guardianes restablecen el
orden. Y cuando lo hagan, van a bloquear este lugar.‖

―No hace falta,‖ dije lentamente, mientras mi mente giraba. ―Ya vamos a
tener problemas para salir de la corte. Estaremos parados, incluso si podemos
llegar a la puerta. ¡Van a estar los coches alineados por varios kilómetros!‖

―Ah bueno,‖ dijo Abe, con los brazos cruzados. ―Tengo una fuente que
me ha indicado de que va a haber una ‗nueva‘ puerta pronto por el lado sur de
la pared.‖

La verdad me golpeo. ―¡Oh señor! Tu eres el que has estado repartiendo


C4.‖

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―Haces que parezca tan fácil,‖ dijo con el ceño fruncido. ―Esas cosas son
difíciles de conseguir.‖

La paciencia de Dimitri había terminado. ―Vosotros: Rose tiene que irse


ahora. Está en peligro. Voy a arrastrarla si tengo que hacerlo…‖

―Tú no tienes que venir conmigo,‖ le respondí, un poco ofendida por la


presunción. Los recuerdos de nuestros argumentos recientes, surgieron. Dimitri
diciéndome que no me amaba ya y ni siquiera quería que fuéramos amigos.
―Cuidare de mi misma. Nadie más tiene que meterse en problemas. Dame las
llaves.‖

En cambio, Dimitri me dio una de esas miradas tristes que indicaban que
estaba siendo ridícula. Podríamos haber estado de vuelta en la academia de St.
Vladimir.

―Rose, no puedo estar en más problemas ya. Alguien tiene que hacerse
responsable de ti y soy tu mejor elección.‖ No estaba tan segura de eso. Si
Tatiana realmente había hecho progresos en convencer a la gente de que Dimitri
no era una amenaza, esta escapada lo arruinaría todo.

―Ve,‖ dijo Eddie, sorprendiéndome con un rápido abrazo. ―Estaremos en


contacto a través de Lissa.‖ Entonces me di cuenta de que estaba luchando una
batalla perdida en este grupo. Realmente era hora de irse.

Abrace a Mikhail, murmurándole al oído, ―Gracias. Muchas gracias por


tu ayuda. Te lo juro que la encontrare. Encontraremos a Sonya.‖ Me devolvió
una sonrisa triste y no respondió.

Adrian fue el más difícil de dejar atrás. Me di cuenta de que era difícil
para el también, no importaba cuan relajada fuera su sonrisa. No podía ser feliz
mientras yo me iba con Dimitri.

Nuestro abrazo duro un poco más que los otros y me dio un suave y
breve beso en los labios. Casi me dieron ganas de llorar después de lo valiente
que había sido esta noche. Yo deseaba que pudiera venir conmigo, pero sabía
que estaría más seguro aquí.

―Adrian, gracias por—―

El levanto la mano. ―No es un adiós pequeña dhampir. ¿Nos vemos en


tus sueños?‖

―Si estas lo suficientemente sobrio.‖

Le guiño un ojo. ―¿Acaso crees que no podría?‖

Un ruido fuerte nos interrumpió y vimos un destello de luz a mi derecha.


Personas de los otros garajes gritaban.

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―¿Lo ves?‖ pregunto Abe, muy satisfecho de sí mismo. ―Una nueva


puerta. ¿Justo a tiempo?‖

Le di un abrazo muy reacio y me sorprendí al no retirarse de inmediato.


Me sonrió…con cariño. ―Ah, mi hija,‖ dijo. ―Dieciocho y ya ha sido acusada de
asesinato, ayudando a delincuentes y adquirido un recuento de mortalidad
más alto que la mayoría de guardianes obtienen jamás.‖ Hizo una pausa. ―No
podría estar más orgulloso.‖

Rodé los ojos. ―Adiós, viejo. Y Gracias.‖ No me moleste en preguntarle


por los criminales. Abe no era estúpido. Después de que preguntar varias cosas
deduje que podría averiguar quién estaba detrás de la fuga de Víctor Dashkov.

Y así, Dimitri y yo subimos al coche, acelerando hacia la nueva puerta de


Abe. Lamente no poder decirle adiós a Lissa. Nunca nos habíamos separado
realmente, con la certeza de no saber si nos veríamos más cara a cara. Aun así,
valió la pena saber que ella estaría a salvo y libre de cualquier conexión con mi
fuga. Esperaba.

Como siempre, Dimitri conducía, algo que aun pensaba que era
totalmente injusto. Una cosa era cuando era su alumna, pero ¿ahora? ¿Le
pasaría algo si renunciaba a esa rueda? Este no parecía el momento de hablar de
ello, sin embargo – sobre todo porque yo no pensaba que estuviéramos juntos
mucho tiempo.

Algunas personas habían venido a ver dónde había volado la pared, pero
ningún guardia había aparecido todavía. Dimitri se agolpo en la brecha tan
imperiosamente como cuando Eddie los conducía a través de la puerta de la
prisión, solo que el Civic iba mejor a través de baches que la camioneta en
Alaska. El problema de hacer una salida propia era que no había camino real.
Incluso más allá de lo que Abe pudiera hacer.

―¿Por qué nuestro coche de huida es un Civic?‖ le pregunte. ―No es


realmente un gran todo terreno.‖

Dimitri no me miro, seguía navegando por el suelo bruto hacia una zona
más transitable. ―Debido a que el Civic es uno de los coches más comunes por
aquí y no llamara la atención. Y este va a ser el único momento que necesitemos
un todoterreno. Una vez que lleguemos a una autopista, pondremos mayor
distancia entre nosotros y la corte mientras podamos – antes de abandonar el
coche, por supuesto.‖

―Abandonar—―sacudí la cabeza, dejándolo ir. Llegamos a un camino de


tierra que parecía la superficie más lisa después de que empiezan las
sacudidas. ―Mira, ahora estamos fuera de eso, quiero que sepas que lo digo
enserio: no tienes que venir conmigo. Te agradezco tu ayuda en la fuga. De
verdad. Pero salir conmigo no te hace ningún favor. Estarán cazándome a mi
más que a ti. Si te apartas, puedes vivir en un lugar cerca de los humanos y no

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RICHELLLE MEAD

ser tratado como un animal de laboratorio. Podrías incluso escabullirte de


vuelta a la corte. Tasha podría luchar por ti.‖

Dimitri no respondió durante mucho tiempo. Me volvía loca. Yo no era el


tipo de persona que manejaba bien el silencio. Me dieron ganas de charlar y
llenar el vacío. Además, cuanto más tiempo me sentaba allí, más me daba
cuenta de que estaba sola con Dimitri. Al igual que, real y verdaderamente
solos por primera vez desde que se había convertido en una dhampir. Me sentía
como una tonta, pero a pesar de los peligros de los que corría el riesgo aun…
bueno, estaba abrumada aun por él. Había algo tan poderoso en su presencia.
Incluso cuando él me hacía enfadar, todavía le encontraba atractivo. Tal vez la
adrenalina golpeaba a través de mi cerebro.

Fuera lo que fuese, estaba consumida por algo más que su aspecto físico,
aunque dudaba de mi distracción. El pelo, la cara, su cercanía a mí, su olor… lo
sentí todo y eso hizo que mi sangre quemara. Pero en el interior de Dimitri – el
Dimitri que había llevado con un pequeño ejército a la toma de una prisión -
me cautivaba en la misma medida. Me llevo un momento darme cuenta de
porque era tan poderoso: estaba viendo al antiguo Dimitri una vez más, el que
me había preocupado que se fuera para siempre. Él no lo era. Estaba de vuelta.

Por fin, Dimitri respondió. ―No te voy a dejar. Ninguno de tus


argumentos lógicos de Rose van a servir. Y si tratas de escapar de mí, voy a
encontrarte.‖

No me cabía duda de que pudiera, lo que acaba de hacer la situación más


confusa aun. ―¿Pero porque? No te quiero conmigo.‖ Todavía sentía una
atracción persistente hacia él, sí, pero eso no cambiaba el hecho de que él me
había herido rompiendo todo lo que había entre nosotros. Él me había
rechazado, y yo necesitaba endurecer mi corazón, sobre todo si quería seguir
adelante con Adrian. Limpiar mi nombre y llevar una vida normal, parecía muy
lejos ahora, pero si sucedía, quería ser capaz de volver con Adrian con los
brazos abiertos.

―No importa lo que quieras,‖ dijo. ―O lo que yo quiera.‖ Ouch. ―Lissa me


pidió que te protegiera.‖

―Hey, no necesito que nadie—―

―Y,‖ continuo el, ―me refería a lo que le dije. Jure que le serviría y
ayudaría el resto de mi vida, todo lo que pidiera. Si ella quiere que sea tu
guardaespaldas, entonces es lo que quiero ser.‖ Me lanzo una mirada peligrosa.
―No hay forma de que te deshagas de mí en un futuro próximo.‖

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RICHELLLE MEAD

CINCO

El alejarme de Dimitri no era debido únicamente a nuestro abrupto


romance pasado. Lo que quise decir cuando le expresé que no quería que se
metiera en problemas por mí. Si los guardianes me encontraban, mi destino no
sería demasiado diferente a lo que yo ya había estado enfrentándome. ¿Pero
Dimitri? Él había estado dando pequeños pasos hacia la aceptación. De acuerdo,
eso se había destruido ahora, pero su oportunidad para una vida no se había
acabado. Si él no quisiese vivir en el Tribunal o con los humanos, podría volver
a Siberia y regresar a su familia. Allí afuera en medio de la nada, sería difícil de
encontrar. Y por cuan unida la comunidad era, harían hasta lo imposible por
esconderle si alguien alguna vez hiciese intento de seguirle la pista. Permanecer
conmigo era definitivamente la opción equivocada. Sólo necesitaba convencerlo
de ello.

―Sé lo que piensas‖, me dijo Dimitri, después de que hubiéramos estado


en camino por aproximadamente una hora.

No habíamos hablado mucho, ambos perdidos en nuestros


pensamientos. Tras algunos caminos vecinales más, finalmente habíamos
logrado llegar a una interestatal y hacíamos un buen tiempo hacia. . . bien, no
tenia idea. Me había quedado con la mirada fija lejos de la ventana,
considerando cuidadosamente todos los desastres a mí alrededor y cómo sólo
yo podía arreglarlos.

―¿Huh?‖ Le recorrí con la mirada.

Pensé que allí había el indicio de una pequeñísima sonrisa en sus labios,
lo cual me pareció absurdo considerando que ésta era probablemente la peor
situación en la que había estado después de haberse recuperado de su estado
Strigoi.

―Y eso no va a funcionar‖, añadió. ―Estas pensando en como librarte de


mí, probablemente cuando tarde o temprano nos detengamos por gas. Piensas
que tal vez tendrás la oportunidad de escapar entonces‖.

Lo disparatado era, que había estado pensando muchísimo tiempo en esas


líneas. El viejo Dimitri era un buen compañero para el camino, pero yo no
estaba tan segura de que me gustase que tuviera su vieja habilidad para
adivinar mis pensamientos también.

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―Esto es una pérdida de tiempo‖, añadí, señalando el coche.

―¿Oh? ¿Tienes mejores cosas que hacer que huir de las personas que
quieren apresarte y ejecutarte?, por favor no me digas otra vez que esto es
demasiado peligroso para mí‖.

Lo miré encolerizadamente. ―Esto es más que solamente tú. La huida no


debería ser mi única preocupación. Debería de estar ayudando a limpiar mi
nombre, no escondiéndome en no importa qué lugar remoto adonde me lleves.
Las respuestas están en el Tribunal‖.

―Y tú cuentas con muchísimos amigos en el Tribunal que estarán


trabajando en eso. Eso será más fácil si ellos si saben que estás a salvo‖.

―Lo que quiero saber es por qué nadie me contó sobre esto – o, entiendo,
por qué Lissa no lo hizo. ¿Por qué me ocultó esto? ¿No piensas que habría sido
más provechoso si hubiera estado lista?‖

―Hicimos la lucha, no tú‖, Dimitri me contestó. ―Temimos que si lo


supieras, podrías revelar que algo se planeaba‖.

―¡Nunca lo hubiera hablado!‖

―No intencionalmente, no Pero si estuvieses tensa o ansiosa. . . Bien, tus


guardas pueden notar ese tipo de cosas‖.

―Pues bien, ahora que nosotros estamos fuera, ¿me puedes decir hacia
donde vamos? ¿Estaba yo en lo correcto? ¿Es hacia algún lugar loco, remoto?‖

Ninguna respuesta.

Entrecerré mis ojos en él. ―Odio no estar en el círculo‖.

Esa sonrisa diminuta en sus labios creció un poco más grande. ―Bien,
tengo mi teoría personal que mientras más no sepas, más sea tu curiosidad
tendré la posibilidad de asegurarme de que te quedes conmigo‖.

―Eso es ridículo‖, contesté, sin embargo en realidad, no era tan


irrazonable como una teoría. Suspiré. ―¿Cuándo diantres se pusieron las cosas
tan fuera de control? ¿Cuándo ustedes se convirtieron en los planificadores?
Soy yo la que llega con los planes descabellados, imposibles. Se supone que soy
la generala aquí. Ahora soy apenas un teniente.‖

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Él comenzó a decir algo más pero entonces se congeló por breves


segundos, su cara instantáneamente volvió a esa mirada cautelosa, la mirada
letal de guardia. Maldijo en ruso.

―¿Qué está mal?‖, le pregunté. Su actitud fue contagiosa, e


inmediatamente olvidé todos los pensamientos de planes locos.

En el destello errático de los faros delanteros del tráfico que se


aproximaba pude ver que su mirada regresaba al espejo retrovisor. ―Tenemos
compañía. No pensé que ocurriría esto tan pronto‖.

―¿Estás seguro?‖. Había obscurecido, y el número de autos en la


carretera principal había aumentado. No supe cómo alguien podría divisar un
coche sospechoso entre tantos, pero bueno. . . Era Dimitri.

Él maldijo nuevamente y repentinamente, en una maniobra que me hizo


sujetarme del tablero, tomó agudamente un atajo entre dos vías, apenas
esquivando a una minivan que iba por el carril, que expresó su molestia con
una buena cantidad de bocinazos. Hubo una salida a la derecha, y él a duras
penas la tomó sin recortar el riel de la vía de salida. Escuché algunos bocinazos
más, y cuando volví la mirada atrás, vi los faros de un coche que había hecho el
mismo descabellado movimiento para seguirnos en la salida.

―El Tribunal ha debido dar la voz bastante rápido‖, dijo. ―Tienen a


alguien observando las carreteras interestatales‖.

―Tal vez deberíamos haber tomado las vías secundarias‖.

Él negó con la cabeza. ―Demasiado lento. Nada de esto habría sido un


problema una vez que hubiéramos cambiado de coche, pero nos encontraron
antes de tiempo. Tendremos que conseguir uno nuevo aquí. Ésta es la ciudad
más grande a la que llegaremos antes de la frontera de Maryland‖.

Una señal nos indicó que estábamos en Harrisburg, Pensilvania, y


mientras Dimitri diestramente nos llevó a una vía ocupada, llena de comercio,
podía ver los espejos reflejando todo lo que hacíamos. ―¿Cuál es exactamente tu
plan para conseguir un coche nuevo? ―.Le pregunté cautelosamente.

―Presta atención‖, me contestó, ignorando mi pregunta. ―Es muy, muy


importante que hagas tal cual te lo diga. No improvises. No discutas. Hay
guardianes en ese coche, y a esta hora, han alertado a cada guardián alrededor
de aquí, posiblemente también a la policía humana‖.

―¿Qué nos atrapen la policía no crearía algunos problemas?‖

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Los Alquimistas lo resolverían y se asegurarían de que terminásemos de


vuelta con los Moroi.

Los Alquimistas. Debería haber sabido que se involucrarían. Era una


sociedad secreta de humanos que ayudaban a proteger los intereses Moroi y
dhampir, manteniéndonos apartado del público humano tradicional. Por
supuesto, los Alquimistas no lo hacían por bondad. Piensan que somos malos y
antinaturales y en su mayor parte quieren asegurarse de que nos quedemos al
margen de su sociedad. Un criminal evadido como yo ciertamente sería un
problema, ellos querrían ayudar a los Moroi con esto.

La voz de Dimitri fue dura e imperativa cuando me habló nuevamente,


aunque sus ojos no estuvieron en mí. Estaban ocupados escudriñando los lados
del camino. ―No importa lo que uno piensa de las elecciones que todos han
hecho por ti, no importa cuán infeliz estés con esta situación, sabes que—sé que
lo haces—nunca te he fallado cuando nuestras vidas estaban en peligro. Tú
confiaste en mí en el pasado. Confía en mí ahora‖.

Quise decirle que lo que él dijo no era completamente verdadero. Él me


había fallado. Cuando había sido convertido en un Strigoi, cuando había
demostrado que no era perfecto, me había fallado destruyendo esa imagen
imposible, divina que tuve de él. ¿Pero mi vida? No, él siempre la había
mantenido segura. Aun como un Strigoi, nunca quedé completamente
convencida de que me pudiera matar. La noche que la Academia había sido
atacada, cuando él fue convertido, me había dicho que le obedeciera sin lugar a
dudas también. Eso había significado que tuviera que dejarlo para que tuviera
que combatir a los Strigoi, y yo lo había hecho.

―De acuerdo‖, le respondí quedamente. ―Haré cualquier cosa que digas.


Simplemente recuerda no hablarme en tono condescendiente. No soy más tu
estudiante. Soy tu igual ahora‖.

Él apartó la vista del lado del camino simplemente el tiempo suficiente


como para darme una mirada sorprendida. ―Tú siempre has sido mi igual,
Roza‖. El empleo del apodo cariñoso ruso me hizo demasiado estúpida como
para responderle, pero no tuvo importancia. Momentos más tarde, él fue todo
negocio otra vez. ―Allí. ¿Ves ese letrero de cine?‖

Contemplé fijamente el camino. Había tantos restaurantes y tiendas que


sus señales hicieron una neblina brillante por la noche. Al fin, vi lo que él quiso
decir. CINE WESTLAND.

―Sí‖.

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―Ahí es donde nos encontraremos‖.

―¿Nos separábamos? Había querido distanciarme pero no me gustaba


esto. Ante el peligro, separarnos repentinamente tuvo la apariencia de una idea
atroz. Yo le había prometido no discutir, así que me mantuve escuchando‖.

―Si no estoy allí en media hora, llama a este número y vete sin mí‖.
Dimitri me dio una pequeña hoja de papel del bolsillo de su guardapolvo. Esto
tenía un número de teléfono garrapateado en él, el cual no pude reconocer.

Si no estoy allí en media hora. Las palabras fueron tan espantosas que no
pude evitar protestar esta vez. ―¡Cómo que si tú no estas – ah!‖

Dimitri hizo otro giro abrupto, uno que causó que él se pasase una luz
roja y perdiera estrechamente un número de autos. Más bocinazos se tocaron,
pero la maniobra había sido demasiado repentina para que nuestra cola
continuase. Vi a nuestros perseguidores pasar por la calle principal, las luces de
freno brillaron intermitentemente mientras buscaban algún punto en donde dar
el giro de vuelta.

Dimitri nos llevó al lote del estacionamiento del centro comercial. Estaba
repleto de autos, y eché un vistazo al reloj para saber el tiempo humano. Casi
las ocho de la noche. La primera hora del día Moroi, la hora de la diversión en
los humanos. Él condujo pasando de largo algunas entradas del centro
comercial y finalmente seleccionó una, aparcándose con mucha eficiencia.
Estuvo fuera del coche en un movimiento fluido, yo lo seguí tan rápido como
pude.

―Aquí es donde nos separamos‖, me explicó trotando hacia un juego de


puertas. ―Muévete rápido, pero no corras cuando estemos dentro. No atraigas
las miradas. Ajústate armoniosamente al ambiente. Mézclate un poco; y luego
sal por cualquier salida menos ésta. Sal andando cerca a un grupo de humanos
y dirígete al teatro‖. Dimos un paso en la alameda. ―¡Ve!‖

Como si el estar asustada evitase que me moviera, él me dio un pequeño


empujón hacia una escalera eléctrica mientras se dirigió hacia el primer piso.
Hubo una parte de mí que quiso únicamente congelarse y quedarse allí, me
sentí atónita por el impacto repentino de la gente, la luz, y la actividad. Pronto
aparté a un lado esa parte sorprendida y comencé a dirigirme hacia la escalera
mecánica. Los reflejos acelerados y las reacciones instintivas eran parte de mi
entrenamiento. Los había afilado en la escuela, en mis viajes, y con él.

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Todo lo que me habían enseñado sobre eludir a alguien regresó


rápidamente a mi cabeza. Lo que quise hacer más que nada fue mirar alrededor
y comprobar si alguien me seguía, pero eso definitivamente habría atraído las
miradas. Tuve que imaginarme que, a lo sumo, contábamos con un par de
minutos para adelantarnos a nuestros perseguidores. Ellos habrían tenido que
girar para regresar al centro comercial y luego girar para divisar nuestro coche,
suponiendo que comprendieron que habíamos entrado en el centro comercial.
No pensé que Harrisburg tuviera demasiada presencia Moroi para convocar a
muchísimos guardianes con tan poco tiempo de aviso. Los que tuvieron
probablemente se dividirían, algunos buscando en el centro comercial y otros
vigilando las entradas. Este lugar tenía demasiadas puertas para que los
guardianes las observasen todas; mi elección de escapar era suerte pura.

Caminé tan pronto como razonablemente podía, a través de parejas, de


familias con cochecitos de niños, y adolescentes riéndose nerviosamente.
Envidié a ese último grupo. Sus vidas parecían tan fáciles en comparación de la
mía. También pasé las usuales tiendas de los centros comerciales, sus marcas
registradas pero no mucho más: Ana Taylor, Abercrombie, Forever 21. . . Por
delante de mí, pude divisar la zona principal del centro comercial donde varios
pasillos se bifurcaban. Tenía que tomar una decisión pronto.

Al pasar una tienda de accesorios, me metí dentro y fingí mirar cintas


para el cabello. Mientras lo hacía, furtivamente miré hacia la zona principal del
centro comercial. No vi nada obvio. Nadie se había detenido; Nadie me había
seguido a la tienda. Al lado de las cintas había un espacio libre con una caja
llena de artículos que obviamente merecieron estar en el espacio libre. Un
artículo era una gorra béisbol, rosa encendida con una estrella hecha de
diamantes falsos con un arco iris en la frente. Era espantosa.

La compré, agradecida de que los guardianes no me hubiera quitado el


escaso dinero en efectivo que tuve conmigo cuando me arrestaron.
Probablemente creyeron no era suficiente como para sobornar a alguien.
También compré una cinta para sujetarme el cabello, todo mientras todavía
vigilaba la entrada de la tienda. Antes de salir, até mi pelo tanto como pude con
la cinta y me coloque la gorra. Había algo tonto en ser reducida a disfraces, pero
mi cabello era fácilmente identificable. Era de un color castaño oscuro, casi
negro, y con la falta de cualquier reciente corte lo llevaba colgado a media
espalda. De hecho, entre eso y la altura de Dimitri, habríamos hecho un par
muy visible andando por aquí.

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Me uní nuevamente a los compradores y pronto alcancé la zona media


del centro comercial. No queriendo mostrar cualquier vacilación, doblé a la
izquierda hacia Macy. Mientras caminaba, me avergonzó ligeramente la gorra y
deseé que yo al menos hubiese tenido tiempo para encontrar una más de mi
estilo. Minutos más tarde, cuando divisé un guardián, me alegré de haber hecho
opción de moda tan rápida.

Él se encontraba cerca de una de esas carretas que una siempre ve en la


zona media de los centros comerciales, disimulando estar interesado en las
diversas cubiertas de móviles. Lo reconocí primero por su posición y por la
forma en que actuaba, interesado en la cubierta de móviles con diseños de
cebras mientras simultáneamente buscaba a su alrededor. Ventajosamente, los
dhampirs siempre pueden distinguirse entre sí de los humanos si están lo
suficientemente cerca como para examinarse. En la mayoría de los casos,
nuestras dos razas daban la apariencia de ser bastante idénticas, pero yo podía
distinguir a la mía.

Me aseguré para no mirarle directamente y sentí sus ojos pasar por


encima de mí. No lo conocía, lo cual significaba que él tampoco a mí. Él estaba
probablemente comparándome con una foto que habría visto alguna vez y
había esperado que mi pelo me delatase fácilmente. Manteniendo un aire tan
casual como pude, me moví delante de él en un paso tranquilo, oblicuó a los
ventanales que le mantuvieron a mi espalda pero no observé ningún mensaje
obvio de que yo estuviera huyendo. Todo el tiempo, mi corazón golpeaba en mi
pecho. Los guardianes podrían matarme en cuanto me vieran. ¿Se aplicaba eso
en medio de un centro comercial? No quise saberlo.

Cuando tuve el camino libre, apuré el paso un poco. Macy tenía una
salida al exterior, y ahora era un buen momento para saber si yo había hecho
una apuesta correcta e ir en esa dirección. Entré en la tienda, bajé por su
escalera eléctrica, y me encaminé hacia la salida del primer piso—pasando una
selección muy agradable de lindas boinas y sombreros de fieltro. Hice una
pausa cerca de ellos, no porque hiciese planes de mejorar mi gorra, sino porque
me dejó alinear mi paso detrás de un grupo de chicas que también salían.

Dejamos la tienda juntas, y mis ojos rápidamente se ajustaron al cambio


de luz. Había mucha gente alrededor, pero nuevamente no vi nada amenazante.
Mis chicas dejaron de charlar, dándome la oportunidad de orientarme sin dar la
apariencia de estar completamente perdida. Hacia mi derecha, divisé el camino
repleto por donde Dimitri y yo había entrado anteriormente, y desde allí, supe

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cómo llegar al cine. Exhalé con alivio y tomé un atajo por el estacionamiento,
aún observando mi entorno.

Mientras más lejos caminé del centro comercial, menos atestado se hizo
el estacionamiento. Los postes de alumbrado evitaron que estuviera
completamente a oscuras, pero hubo todavía una percepción extraña cuando las
cosas se volvieron más tranquilas y más tranquilas. Mi impulso inicial era
dirigirme directamente al camino, cruzar e ir directamente al teatro. Estaba bien
alumbrado y con peatones. Pero un momento después, decidí que era
demasiado visible. Estaba muy segura de que podría tomar un atajo por los
estacionamientos más rápidamente para llegar al teatro.

Resultó ser cierto—en parte. Tenía el teatro a la vista cuando me percaté


de que me había seguido después de todo. No lejos delante de mí, la sombra del
poste de la lámpara del estacionamiento no funcionó correctamente. La sombra
era demasiado ancha. Alguien estaba detrás del poste. Dudé que un guardián
fortuitamente hubiese escogido este lugar con la esperanza de que Dimitri o yo
pasáramos por allí. Era más probable que fuese un explorador que me había
visto y me había sobrepasado para una emboscada.

Seguí caminando, intentando obviamente no bajar la velocidad, aunque


cada músculo en mi cuerpo humano se tensaba para el ataque. Tenia que ser
quien atacara primero. Tenia que tener el control.

Mi momento vino, segundos antes de que lo sospechase, mi emboscador


había hecho su maniobra. Brinqué lejos, arrojándolo—resultó ser un dhampir
que no logre reconocer—contra un coche cercano. Yup. Yo lo había
sorprendido. Por supuesto, la sorpresa fue mutua cuando la alarma del coche se
encendió, sonando con gran estruendo en la noche. Respingué, intentando
ignorar el ruido mientras le daba puñetazos a mi cautivo en el lado izquierdo
de su mandíbula. Tuve que aprovechar que lo tenía bien sujeto.

La fuerza de mi puño golpeó su cabeza contra el coche, pero él lo tomó


admirablemente, empujándome inmediatamente en un esfuerzo por liberarse.
Él era más fuerte, y yo tropecé un poco, pero no lo suficiente como para perder
el equilibrio. Lo que me faltaba en fuerza, lo tenía en velocidad. Esquivé cada
tentativa hacia mí, lo cual me trajo una pequeña satisfacción. Esa alarma
estúpida del coche sonaba todavía fuertemente, que estaba segura que iba
eventualmente a atraer la atención de otros guardianes u otras autoridades
humanas.

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Me lancé hacia un lado del coche, y él me persiguió, deteniéndose


cuando estuvimos en lados contrarios. Éramos como dos niños jugando a
atraparse. Nos reflejábamos el uno al otro intentando anticiparnos en cual
dirección el otro iría. En la débil iluminación vi algo que fue toda una sorpresa
metida en su cinturón: Un arma. Mi sangre se congeló. A los guardianes se les
adiestró a usar armas pero raras veces las llevaron. Las estacas eran nuestra
arma elegida. Estábamos en el negocio de matar a Strigoi, después de todo, y las
armas eran ineficaces. ¿Pero en contra mía? Sí. Un arma simplificaba su trabajo,
pero tuve la sensación de que él dudaría en usarla. La alarma del coche podría
ser atribuida a alguien que accidentalmente se apoyó demasiado cerca, ¿pero
un disparo? Eso provocaría una llamada a la policía. Este tipo no dispararía si
podía evitarlo—pero él lo haría si llegaría el momento en el que se quedara sin
opciones. Esto necesitaba acabar. PRONTO.

Por fin di un paso hacia el frente del coche. El intentó interceptarme, pero
entonces lo sorprendí brincando por encima de la capota del coche (porque
honestamente, en este punto, no era como que la alarma iba a sonar aún más
fuerte). Con mi fracción de segundo de ventaja, me lancé del coche por encima
de él, tirándole al piso. Aterricé en parte superior de su estómago y lo mantuve
sujeto con todo mi peso mientras mis manos rodeaban su cuello. Él luchó,
intentando tirarme, y casi tuvo éxito. Al final, por la falta de oxigeno salí
victoriosa. Dejó de moverse y se desmayó. Lo solté.

Por un momento breve, tuve una retrospectiva de nuestro escape del


Tribunal, cuándo había usado la misma técnica con Meredith. La vi en el suelo
de nuevo y sentí esa misma punzada de culpabilidad. Entonces, se esfumó.
Meredith estaba bien. Meredith no estaba aquí. Nadie que importara. Todo lo que
importaba era que este tipo estaba fuera de servicio, y yo tenía que salir de aquí.
Ahora.

Sin mirar a ver si otros venían, corrí atravesando el estacionamiento


hacia el teatro. Me detuve una vez que puse algo de distancia entre yo y el
coche gemebundo, usando otro coche como cubierta. No vi a ningún tipo
acercarse aún, pero al frente del estacionamiento, cerca del centro comercial,
parecía haber algo de actividad. No me quede para tener una mirada más
cercana. Lo que fuera, no podía ser bueno para mí.

Alcancé el teatro un par de minutos más tarde, jadeante más de miedo


que del cansancio excesivo. La carrera de resistencia era algo que yo había
aumentado, gracias a Dimitri. ¿Pero donde estaba Dimitri? Los aficionados al
teatro se mezclaban alrededor, algunos al ver mi estado desarreglado me

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echaban una mirada extraña, mientras ellos o esperaban boletos o discutían qué
película acababan de ver. No vi señal de Dimitri dondequiera.

No contaba con un reloj. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que nos
habíamos separado? Seguramente no media hora. Paseé alrededor del teatro,
permaneciendo oculta entre el gentío, yendo en busca de cualquier indicación
de Dimitri o más perseguidores. Nada. Los minutos hicieron tictac.
Ansiosamente, metí la mano en mi bolsillo y toqué la hoja de papel con el
número telefónico. Vete, me había dicho. Vete y llama a ese número. Por
supuesto, yo no tenia móvil, pero ese era el mínimo de mis problemas ahora.

―¡Rose!‖.

Un coche se detuvo en la acera donde otros dejaban a personas. Dimitri


se asomaba por la ventanilla del conductor, y me desmayé de alivio. Bueno,
bueno no tanto. En realidad, no desperdicié ni un momento para acercarme y
brincar en el asiento del pasajero. Sin chistar, arrancó y nos alejó del teatro y
regreso a la calle principal.

No dijimos nada al principio. Él parecía tan nervioso y tenso, que parecía


que la provocación más leve lo quebraría por la mitad. Condujo tan rápido
como podía sin atraer la atención policíaca, todo el tiempo observando por el
espejo retrovisor.

―¿Hay alguien detrás de nosotros?‖. Le pregunté al fin, mientras


encaminaba el coche nuevamente hacia la carretera principal.

―No lo parece. Les tomará un tiempo descubrir en que coche estamos‖.

Yo no había prestado mucha atención cuando había entrado, pero


estábamos en una Honda Accord—otro coche que lucia ordinario. También
noté que no había una llave en la ignición.

―¿Cruzaste los cables a este coche?‖. Entonces reformulé mi pregunta.


―¿Robaste este coche?‖

―Tienes un conjunto interesante de principios‖, él observó. ―Salir de la


cárcel esta bien. Pero robo un coche, y suenas completamente indignada‖.

―Estoy más sorprendida que indignada‖, le respondí, recostándome


contra el asiento. Suspiré. ―Tuve miedo. . . bueno, por un momento, temí que no
aparecieses. Que te hubieran capturado o algo por el estilo‖.

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―No. La mayor parte de mi tiempo lo ocupé moviéndose


subrepticiamente y buscando el coche adecuado‖.

Unos minutos de silencio cayeron. ―No me preguntaste lo que ocurrió‖,


le indiqué, un poco ofendida.

―No lo necesito. Estás aquí. Ese es lo que cuenta‖.

―Tuve una pelea‖.

―Puedo notarlo. Tu manga está rasgada‖.

Eché un vistazo abajo. Yup, desgarrada. También había perdido la gorra


en mi loca carrera. No era una gran pérdida. ―¿No quieres saber algo sobre la
pelea?‖

Sus ojos se quedaron en el camino delante de nosotros. ―Ya lo sé.


Derrotaste a tu enemigo. Lo hiciste rápido, y lo hiciste bien. Porque tú eres así
de buena‖.

Consideré cuidadosamente sus palabras por un momento. Fueron


prácticas, todo negocio. . . y sin embargo, su declaración trajo una sonrisa
diminuta a mis labios. ―Bueno. Y que ahora, ¿General? ¿No piensas que
escudriñarán los informes de autos robados y conseguirán nuestro número de
placa?‖

―Probablemente. Pero para entonces, tendremos un coche nuevo, uno del


que no tendrán ninguna pista‖.

Fruncí el ceño. ―¿Cómo harás esto?‖

―Nos encontraremos con alguien en pocas horas‖.

―Maldita sea. Yo en realidad odio ser la última en enterarme de todo‖.

Algunas horas después llegamos a Roanoke, Virginia. La mayor parte de


nuestro viaje habrá transcurrido tranquilamente hasta ese punto. Pero a medida
que la ciudad surgió a la vista, noté que Dimitri observaba los letreros de salida
hasta que encontró la que buscaba. Saliendo de la interestatal, continuó
examinando si nos seguían y no encontró a ninguno. Alcanzamos otro camino
repleto de comercios, y condujo hacia un McDonald‘s que sobresalía claramente
de los demás negocios.

―No me sorprende‖, le dije, ―¿que ésta sea una parada por comida?‖

―Esto‖, me respondió, ―es donde cogemos nuestro próximo viaje‖.


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Condujo alrededor del estacionamiento del restaurante, sus ojos


escudriñando por algo, aunque inicialmente no supe qué. Lo divisé una fracción
de segundo antes de que él lo hiciese. En la esquina lejana del lote, vi a una
mujer apoyándose contra un SUV color café claro, de espaldas a nosotros. No
podría distinguirla completamente excepto que ella llevaba puesta una camisa
oscura y el cabello desgreñado rubio que casi le llegaba a los hombros.

Dimitri se colocó junto a su vehículo, y yo estuve fuera del nuestro al


segundo que él presionó los frenos. La reconocí antes de que ella aun diese la
vuelta.

―¿Sydney?‖. El nombre salió como una pregunta, aunque yo supiera con


seguridad que era ella.

Su cabeza giró, y vi una cara familiar—una cara humana—con ojos café


que podrían volverse ámbar en el sol y un débil tatuaje dorado en su mejilla.

―Hey, Rose‖, me respondió ella, con una sonrisa pesarosa que jugaba en
sus labios. Ella sostuvo en alto una bolsa McDonald‘s. ―Creí que tendrías
hambre‖.

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RICHELLLE MEAD

SEIS

Realmente, cuando lo piensas, Sydney no parecía más extraña que la


mitad de las otras cosas que parecían suceder de forma regular. Sydney era una
alquimista que conocí en Rusia cuando intentaba encontrar y matar a Dimitri.
Tenía mi edad y odiaba haber sido asignada allí, aunque realmente yo
apreciaba su ayuda. Como Dimitri había señalado anteriormente, los
alquimistas querían ayudar a los Moroi a encontrarme y capturarme. Sin
embargo, a juzgar por la tensión que irradiaba de ella y de Dimitri y el coche, se
hizo evidente que ella estaba ayudándonos en esta fuga.

Con un gran esfuerzo, aparte mis preguntas hacia un lado, de momento.


Todavía éramos unos prófugos, y sin lugar a dudas todavía nos perseguían.

El coche de Sydney era un Honda CR-V nuevo, con matrícula de


Luisiana y una pegatina de alquiler.

―¿Qué demonios?‖ pregunte. ―¿Esta audaz fuga esta patrocinada por


Honda?‖. Cuando no obtuve respuesta, fui a la siguiente más obvia. ―¿Vamos a
Nueva Orleans?‖ Era la nueva destinación de Sydney. Esa ciudad era lo último
que tenía en mente, pero si tenía que huir, podía ser algo bueno.

―No,‖ Dijo ella, dando marcha atrás. ―Vamos al oeste de Virginia.‖

Mire fijamente a Dimitri, sentado en el asiento de atrás, con la esperanza


de que lo negara. No lo hizo.

―Supongo que por el oeste de Virginia, quieres decir ‗Hawái‘‖ Dije. ―O


algún lugar igual de excitante.‖

―Sinceramente, creo que es mejor que por ahora evites las emociones
extremas en este momento‖ Señalo Sydney.

El GPS del coche seguía su camino y se dirigía hacia la I-81. Frunciendo


el ceño dijo, ―El oeste de Virginia está muy bien.‖

Me acorde de que era de Utah y probablemente no conocía nada mejor.


Después de haber renunciado a cualquier tipo de control sobre esta fuga, pase a
la siguiente fase de preguntas obvias.

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―¿Por qué estas ayudándonos?‖

Tuve la sensación de que hacia una mueca en la oscuridad. ―¿Tu qué


crees?‖

―Abe.‖

Ella suspiro. ―Estoy empezando a preguntarme si Nueva Orleans ha


valido la pena.‖

Recientemente había aprendido que Abe—con su inexplicable y muy


larga red de influencias—había sido el responsable de que la sacaran de Rusia.
Como lo había hecho, no lo sé. Lo que si sabía era que había dejado a Sydney
con una deuda abierta para con él, que la mantiene alerta de pedirle favores. A
veces, me preguntaba si había algo más que el traslado de trabajo, y le había
dado algo más que nadie me había contado. De todos modos, empecé a
castigarla mentalmente, debería haber sabido esto cuando hacia un trato con el
diablo, pero lo reconsidere pronto. Con un grupo de Guardianes buscándonos,
no era una buena idea cabrear a alguien que estaba ayudándome a escapar.
Pregunte otra cosa.

―Okay. Entonces ¿porque vamos al oeste de Virginia?‖

Sydney abrió la boca para responder, pero Dimitri la interrumpió.


―Todavía no.‖

Me di la vuelta de nuevo y le fulmine con la mirada. ―¡Estoy harta de


esto! Hemos estado conduciendo durante seis horas, y yo aún no se todos los
detalles. Entiendo que estamos huyendo de los guardianes, pero ¿de verdad
estamos yendo al oeste de Virginia? ¿Vamos directo a alguna base de
operaciones? Como algo en la ladera de la montaña, ¿algo así no?‖

Sydney me dio una de sus marcas, el suspiro exagerado. ―¿Realmente


sabes algo acerca del Oeste de Virginia?‖

No me gustaba la forma en que ella y Dimitri se habían unido para


mantenerme a oscuras. Por supuesto, con Sydney, su reticencia podía venir por
cualquier cosa. Todavía podía ser un pedido de Abe. O simplemente no quería
hablar conmigo. Como la mayoría de los alquimistas, consideraban a los
dhampirs, vampiros venidos del fondo del infierno, por lo que generalmente no
son muy amistosos con nosotros. Pasar tiempo conmigo en Siberia había
cambiado un poco su punto de vista. Esperaba. A veces tenía la sensación de
que no era exactamente una persona muy social.

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―Tú sabes lo que ha pasado, ¿verdad?‖ le pregunte a ella. ―No estamos


haciendo nada realmente. Ellos dicen que mate a la reina, pero—―

―Lo sé,‖ me interrumpió Sydney. ―Lo he oído todo. Todos los alquimistas
sabemos de ello. Vosotros dos estáis en el top de la lista de los más buscados.‖

Intento ponerse en tono inexpresivo, pero no pudo ocultar su malestar.


Tenía la sensación de que Dimitri la ponía más nerviosa que yo, algo que era
comprensible, ya que él ponía incluso a los de nuestro propio pueblo nerviosos.

―No lo hice,‖ insistí. De alguna manera, era importante que ellos lo


supieran. Sydney no hizo caso, pero dijo. ―Debes comer. Tu comida se está
enfriando. Aún nos quedan más de tres horas para llegar y solo nos
detendremos por gasolina.‖

Reconocí la firmeza en su voz, así como la lógica. No quería hablar más.

Dentro de la bolsa, me encontré con dos pedidos gigantes de patatas


fritas y tres hamburguesas con queso. Al parecer todavía me conocía bastante
bien. Me apalanque bien en el sillón para evitar que se me cayeran las patatas
por ahí. Además, le ofrecí una hamburguesa a Dimitri.

―¿Quieres una? Tienes que mantener tu fuerza.‖

Dudo unos segundos antes de cogerla. Parecía que lo miraba como una
especie de maravilla y me di cuenta de que para el comer alimentos era aún una
cosa nueva en estos últimos meses. Los strigois subsistían a base de sangre. Le
di un par de patatas fritas también y luego me volví a devorar el resto. No me
moleste en ofrecerle nada a Sydney. Era famosa por su falta de apetito y
además, me di cuenta, de que habría comido mientras esperaba si quisiera.

―Creo que esto es para ti.‖ Dijo Dimitri entregándome una mochila. La
abrí y encontré unos cuantos cambios de ropa, así como algunos artículos de
tocador básicos. Comprobé la ropa. ―Pantalones cortos, camisetas y un vestido.
No puedo luchar con esto. Necesito unos vaqueros.‖ El vestido era bonito lo
admito. Un vestido largo de gasa en color negro, blanco y gris. Pero muy poco
práctico.

―Eso si es gratitud por tu parte,‖ dijo Sydney. ―Esto sucedió rápido. No


hubo mucho para coger y poner junto.‖

Echando un vistazo detrás de mí, vi a Dimitri desempacar su propia


mochila. Había ropa básica como la mía y también –

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―¿Una abrigo?‖ Exclame, viendo como sacaba el largo abrigo de piel.


Como podía caber eso allí, era un desafío de la física. ―¿Tu pudiste conseguir
un abrigo para él, pero no pudiste encontrarme un par de Jeans?‖

Sydney parecía despreocupada por mi indignación. ―Abe dijo que era


esencial. Además, si todo va como imagino, no necesitaras luchar.‖ No me
gusto como sonó eso. Seguro y remoto.

En vista de que tenía los compañeros de coche más tranquilos del


mundo, sabía que no podía esperar una conversación real en las próximas tres
horas. Supuse que estaba bien, esto me dejaba ver un rato a Lissa. Estaba aún
demasiado en el borde de mi propia fuga para pasar mucho tiempo en su
mente, por lo que solo era una evaluación rápida.

Al igual que Dimitri había predicho, los guardianes habían restablecido


el orden muy pronto. El tribunal estaba reunido y todo el mundo con alguna
conexión conmigo estaba siendo interrogado extensamente. La cuestión era que
todos tenían coartada. Todo el mundo había visto a mis aliados en el funeral—o
en el caso de Abe, pensaron haberlo visto. Un par de chicas juraron haber
estado con Adrian, lo que solo podía ser el resultado de más compulsión. Podía
sentir la satisfacción de Lissa a través del lazo, a medida que la frustración de
los guardianes crecía y crecía.

Aunque no tenía ni idea de cuando dejarían de estar encima de ella,


envió un mensaje a través del lazo: No te preocupes, Rose. Tengo todo controlado.
Vamos a intentar lavar tu nombre.

Me deje caer de nuevo en la silla del auto, segura de cómo estaba la


situación. Toda mi vida, cuidando de ella. La protegí del peligro y la mantuve
lejos de cualquier amenaza. Ahora, los papeles se habían invertido. Había
enviado a Dimitri a salvarme, y ahora estaba en sus manos—y aparentemente
todos los demás—en todo lo que a esta fuga se trataba. Iba en contra de
cualquier tipo de instinto que tuviera y eso me inquietaba. Yo no estaba
acostumbrada a ser protegida por otros, la deje sola.

Los interrogatorios estaban todavía en curso, y Lissa no sabía que


querían de ella aun, pero algo me decía que mis amigos iban a salir de esta. No
iban a ser castigados por mi fuga, y de momento, yo era la única realmente en
peligro—que era lo que yo prefería.

El oeste de Virginia podría haber sido tan hermoso como Sydney


afirmara, pero no podía realmente decirlo al haber llegado de noche. Sobre

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todo había tenido la sensación de conducir a través de montañas, la sensación


de los altibajos a medida que avanzábamos en Zigzag y por túneles.

Después de casi tres horas, entramos en un pequeño pueblo que tenía un


semáforo y un restaurante simplemente marcado con ‗COMEDOR‘.

No habíamos encontrado tráfico por la carretera durante más de una


hora, sin embargo, en realidad eso era lo más importante. Todavía no teníamos
perseguidores.

Sydney nos llevó a un edificio con un cartel que decía Motel. Al parecer,
a esta ciudad le gustaba ceñirse a lo básico cuando se trataba de nombres. No
me sorprendería si simplemente se llamara CIUDAD.

A medida que caminaba por el estacionamiento del motel, me sorprendí


del dolor en las piernas. Cada parte de mi me dolía y dormir sonaba fantástico.
Hacia más de medio día que había empezado esta aventura.

Sydney nos registró bajo nombres falsos y el recepcionista que parecía


dormido no hizo preguntas. Caminamos por un pasillo que no estaba
exactamente sucio, pero no era nada de lujo. Un carro de la limpieza se apoyaba
en la pared, como si alguien se hubiera dado por vencida y lo hubiera
abandonado. De repente Sydney se detuvo frente a una habitación y nos
entregó una llave. Me di cuenta de que ella se dirigía a otra habitación.

―¿No vamos a permanecer juntos?‖ pregunte.

―Hey chicos, si os pillan, no quiero estar en ningún lugar cerca de


vosotros,‖ dijo con una sonrisa. Tenía la sensación de que no quería dormir en
la misma habitación que las ‗demoniacas criaturas de la noche‘. ―Me mantendré
cerca sin embargo. Hablaremos mañana.‖

Esto me hizo recordar algo. Mire a Dimitri. ―¿Compartimos habitación?‖

Sydney se encogió de hombros. ―Mejor para defenderos.‖

Ella nos dejó de esa forma abrupta y Dimitri y yo nos miramos


brevemente antes de dirigirnos a la habitación. Al igual que el resto del motel,
no era de lujo, pero estaba bien. La alfombra estaba gastada pero intacta, y
agradecí el débil intento de decoración con una pintura pésima con unas peras.
Una pequeña ventana se veía triste. Había una cama.

Dimitri corrió el cerrojo y la cadena de la puerta y se sentó de nuevo en el


sillón del comedor. Era de madera con la espalda recta, pero parecía ser para él

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la cosa más cómoda del mundo. Todavía llevaba esa mirada vigilante
permanente, pero pude ver el agotamiento alrededor de sus ojos. Esta había
sido una noche larga para el también. Me senté en el borde de la cama. ―¿Y
ahora qué?‖

―Ahora esperamos,‖ dijo él.

―¿A qué?‖

―A que Lissa y el resto limpien tu nombre y averigüen quien mato a la


reina.‖

Esperaba más explicación, pero todo lo que obtuve fue silencio. La


incredulidad empezó a crecer en mí. Me mantuve tan paciente como pude esta
noche, suponiendo que Dimitri me llevaba hacia alguna misteriosa misión para
ayudar a resolver el asesinato. Cuando dijo que íbamos a esperar, seguramente
no significaba que solo íbamos a… bien, ¿esperar?

―¿Qué vamos a hacer?‖ pregunte. ―¿Cómo vamos a ayudarlos?‖

―Te lo dijimos antes. Difícilmente puedes ir a la corte en busca de pistas.


Necesitas mantenerte alejada. Necesitas estar a salvo.‖

Mi boca cayó con un gesto de incredulidad. ―¿Qué es esto? ¿Aquí es


donde realmente vas a tenerme? Pensé… pensé que había algo aquí. Algo que
ayudara.‖

―Se trata de ayudar,‖ dijo el, en su manera terriblemente calmada.


―Sydney y Abe investigaron el lugar y decidieron que era suficiente para evitar
la detención.‖

Me tire e la cama. ―Muy bien compañero. Hay un gran problema aquí


con la lógica. Seguís actuando como si yo me mantuviera al margen de esta
ayuda.‖

―Lo que es un verdadero problema, es repetir esta conversación una y


otra vez. Las respuestas de quien mato a Tatiana están en la corte y ahí es donde
están tus amigos. Ellos lo resolverán.‖

―¡Yo no he tenido una fuga de alta velocidad y he cruzado la mitad del


estado para esconderme en un motel de mierda! ¿Cuánto tiempo piensas estar
fuera del camino?‖

Dimitri cruzo los brazos. ―Tanto como sea necesario. Tenemos fondos
para quedarnos aquí definitivamente.‖

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―¡Probablemente tenga en mi cartera suficiente para estar aquí


definitivamente! Pero no puede estar sucediendo. Tengo que hacer algo. No soy
de coger el camino fácil y sentarme sin más.‖

―Sobrevivir no es tan fácil como tú crees.‖

―Oh, señor,‖ gemí. ―¿Has estado saliendo con Abe, no? Ya sabes, cuando
eras Strigoi, me dijiste que me mantuviera alejado de él. Tal vez debes coger tu
propio consejo.‖

Me arrepentí de las palabras, tan pronto como salieron de mis labios y vi


en sus ojos el daño grave que le cause. Podría haber estado actuando como el
viejo Dimitri en esta fuga, pero su tiempo como Strigoi todavía le atormentaba.

―Lo siento,‖ dije. ―No quería decir—―

―No vamos a discutir esto,‖ dijo con dureza. ―Lissa dice que te quedes
aquí, así que te quedaras aquí.‖

La ira aparto mi culpa. ―¿Es por eso que estás haciendo esto? ¿Por qué
Lissa te lo pidió?‖

―Por supuesto. Jure servirle y ayudarla.‖

Fue entonces cuando crujió todo. Había sido bastante malo cuando Lissa
convirtió de nuevo en dhampir a Dimitri, Dimitri había elegido quedarse con
Lissa mientras me despreciaba. A pesar de haber sido la única en ir a Siberia y
de haber sido la que había descubierto como el hermano de Viktor sabia
restaurar un Strigoi…bien, aparentemente estas cosas no importaban. Solo Lissa
blandiendo la estaca parecía importar, y Dimitri la tenía ahora como una
especie de diosa angelical, y se había convertido en algo arcaico, un caballero
con la promesa de servirle.

―Olvídalo.‖ Le dije. ―No me quedare aquí.‖

Llegue a la puerta en tres pasos y logre deshacer la cadena, pero en


cuestión de segundos, Dimitri estaba de pié y me había arrojado contra la
pared. Definitivamente, era un tiempo de reacción muy lento. Hubiera esperado
que me detuviera antes de dar dos pasos.

―Te vas a quedar aquí,‖ dijo el de forma uniforme, con las manos
aferrándome las muñecas. ―Te guste o no.‖

Ahora, tenía pocas opciones. Podía quedarme aquí por supuesto. Podría
pasar los días—incluso los meses—en este motel hasta que Lissa limpiara mi

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nombre. Presumiendo que Lissa pudiera limpiar mi nombre y no me haya


intoxicado por la comida del COMEDOR. Esta era la opción segura. También la
más aburrida para mí.

Otra opción era luchar a mi manera a pesar de Dimitri. Algo


seguramente que no era fácil. También seria particularmente difícil porque
tenía que intentar luchar de forma que me permitiera escapar, pero no podía
matarlo ni lesionarle de forma grave.

O simplemente podría dejar de tener cuidado y no refrenarme.


Demonios, el hombre había luchado con Strigoi y la mitad de los guardianes de
la corte. Podían manejarme y tenerme alejada. Ciertamente habíamos tenido
algunos encuentros difíciles en St. Vladmir. ¿Sería suficiente para dejarme
escapar? Momento de averiguarlo.

Le di un rodillazo en el estómago, algo que claramente no esperaba. Sus


ojos se abrieron en estado de shock—y algo de dolor—dándome algo de
libertad sobre su control. Esto era suficiente para darme tiempo a abrir la
puerta. Antes de que pudiera alcanzar el mango, Dimitri me había golpeado de
nuevo. Me agarro fuerte y me tiro sobre la cama de cara, fijándome con su peso
y previniendo que ninguna de mis extremidades pudiera sorprenderle más.
Este era siempre el mayor problema de las luchas: los opositores, por lo general
hombres con más fuerza y peso. Mi velocidad era mi mayor activo en estas
situaciones, pero no me servía ahora una evasión. Sin embargo, cada parte de
mi lucho, lo que no era difícil para el que estaba encima.

―Para esto,‖ me dijo al oído, sus labios casi tocándome. ―Se razonable por
una vez. No puedes alejarte de mí.‖

Su cuerpo estaba caliente y fuerte contra el mío, y prometí a mi propio


cuerpo regañarlo después. Quítatelo de encima, pensé. Concéntrate en salir de aquí,
no en lo que sientes.

―No soy la única que no razona,‖ gruñí, intentando girar la cara hacia él.
―Tú eres el que estas atrapado en una promesa noble sin sentido. Y sé que no te
gusta mantenerte fuera de la acción más que a mí. Ayúdame. Ayúdame a
encontrar al asesino y haz algo útil.‖ Deje de luchar y fingí que nuestro
argumento me había distraído.

―¡No me gusta estar lejos, pero tampoco me gusta meterme en una


situación imposible!‖

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―Las situaciones imposibles son nuestra especialidad,‖ puntualice.


Mientras tanto, trate de evaluar su dominio sobre mí. No había relajado su
agarre, pero esperaba que tal vez algo de conversación lo distrajera.
Normalmente, Dimitri era demasiado bueno para perder la concentración. Pero
sabía que estaba cansado. Y quizás, solo quizás, podría ser un poco descuidado,
ya que era yo y no un Strigoi. No.

Le ataque bruscamente intentando romper el agarre y revolverme debajo


de él. Lo mejor que logue fue rodar sobre mi misma antes de que agarrara otra
vez, ahora dejándome de espalda sobre la cama. Al estar tan cerca de el… su
cara, sus labios… el calor su piel contra la mía. Bueno. Al parecer todo lo que
estaba haciendo no hacia más que ponerme en desventaja. Ciertamente el no
parecía afectado a la cercanía de nuestros cuerpos. Llevaba la imagen resuelta
típica en él, y a pesar que era estúpido por mi parte, y de saber que no debería
preocuparme más por el hecho de tenerlo sobre mí… bien, me importaba.

―Un día,‖ dijo él. ―¿No puedes esperar ni un día?‖

―Quizás en un hotel mejor. Con Televisión por cable.‖

―No es momento para bromas, Rose.‖

―Entonces déjame hacer algo. Cualquier cosa.‖

―Yo. No puedo.‖

Decir estas palabras obviamente le dolía, y comprendí algo. Estaba tan


enfadada con él y tan furiosa de que el intentara mantenerme a salvo y jugar
sobre seguro. Pero a él tampoco le gustaba nada de esto. ¿Cómo podía haber
olvidado cuan a disgusto estábamos? Los dos anhelábamos la acción. Los dos
queríamos ser útiles, para ayudar a aquellos que nos importaban. Era solo su
autodeterminación de ayudar a Lissa lo que le mantenía aquí haciendo de
niñera. Afirmaba que mis prisas por volver a la corte eran imprudentes, pero
tenía la sensación de que el no solo se encargaba de mí.—O bueno, pensaba que
lo estaba—pero el también habría corrido de regreso allí.

Lo estudie, sus ojos oscuros y la expresión determinada con el pelo


castaño que se había escapado de su cola de caballo. Colgaba alrededor de su
rostro, apenas tocando el mío. Podría haber intentado liberarme de nuevo, pero
fui perdiendo la esperanza de que funcionara. Era demasiado fuerte y estaba
decidido a mantenerme a salvo. Sospeche que él quería volver a la corte pero
que esto no haría nada bueno.

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Cierto o no, estaría esperando argumentar con la Rose lógica. Él era


Dimitri, después de todo. Él se esperaba todo. Bueno casi.

Una idea me golpeo tan rápido que no hice una pausa para analizarla.
Simplemente actué. Mi cuerpo podía estar limitado, pero mi cabeza y mi cuello
tenían la libertad suficiente para subir—y besarlo.

Mis labios se encontraron con los suyos y aprendí algunas cosas. Una de
ellas fue que era posible atraparlo por sorpresa. Su cuerpo se congelo y se
levantó, sorprendido por el repentino giro de los acontecimientos. También me
di cuenta de que era tan buen besador como recordaba. La última vez que le
había besado, fue cuando era Strigoi. Había tenido una sensualidad inquietante
en ello, pero nada en comparación con el calor y la energía de estar vivo. Sus
labios eran iguales a como los recordaba de nuestra época en St. Vladimirs,
suaves y hambrientos al mismo tiempo. Electricidad recorrió mi cuerpo cuando
me devolvió el beso. Fue a la vez reconfortante y estimulante.

Y esa fuera la tercera cosa que descubrí. El me devolvía el beso. Tal vez,
solo tal vez, Dimitri no estaba tan convencido como había afirmado. Tal vez
entre toda la culpa y la certeza de que no podía amar de nuevo, él todavía me
quería. Me hubiera gustado encontrar esa parte. Pero no tenía tiempo.

En cambio, le di un puñetazo.

Sí, es cierto: he dado puñetazos a los chicos que me han besado antes,
pero nunca realmente al que quería seguir besando. Dimitri todavía me tenía
cogida fuertemente, pero el shock del beso le había hecho bajar la guardia. Mi
puñetazo salió y conecto con un lado de su cara. Sin perderle de vista, le empuje
fuera tan fuerte como pude y salte fuera de la cama dirigiéndome hacia la
puerta. Le oí luchar para ponerse en pie mientras la abría.

Salí disparada de la habitación y cerré la puerta antes de que pudiera ver


lo que hizo a continuación. No es que lo necesitara. El venía detrás de mí.

Sin un momento de duda, empuje el carro abandonado de la limpieza y


esprinte en dirección a la entrada. Un par de segundos más tarde, se abrió la
puerta y oí un grito de disgusto y algo así como una palabra muy muy mala en
ruso cuando se encontró con el carro. Solo le tomo un momento apartarlo, pero
eso fue todo lo que necesite. Baje las escaleras en un instante y entre en el
vestíbulo donde el recepcionista estaba aburrido leyendo un libro. Casi salto de
su silla cuando salte enfrente.

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―¡Hay un tipo que me persigue!‖ Grite mientras me dirigía hacia la


puerta.

El recepcionista no parecía ser el tipo de persona que intentaría parar a


Dimitri, y tenía la sensación de que Dimitri no iba a detenerse si el chico le
preguntaba. En el caso más extremo, el hombre podría llamar a la policía. En
este pueblo, la POLICIA posiblemente consistía en un hombre y un perro.

De todos modos, ya no era preocupación mía. Me había escapado del


motel y me encontraba en medio de un pueblo de montaña dormido, con sus
calles fundidas bajo las sombras. Dimitri podría haber estado justo detrás de mí,
pero mientras me sumergía en un bosque cercano, sabía que iba a ser fácil para
mí perderlo en la oscuridad.

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SIETE

El problema era, por supuesto, que pronto me perdí en la oscuridad.

Después de vivir en las tierras salvajes de Montana, en la que estaba


acostumbrada a cómo la noche te podía tragar completamente una vez que te
apartabas de hasta el más mínimo indicio de civilización. Incluso estaba
acostumbrada a vagar por los giros y vueltas de los bosques oscuros. El terreno
de St. Vladimir me había sido tan familiar. Los bosques de Virginia del Oeste
eran nuevos y ajenos, y perdí por completo mi orientación.

Una vez que estuve bastante segura de que había puesto suficiente
distancia entre mí y el motel, hice una pausa y miré alrededor. Los insectos
nocturnos tarareaban y cantaban, y la opresiva humedad del verano colgada a
mi alrededor. Mirando a través de las copas frondosas de los árboles, podía ver
un cielo brillante de estrellas, totalmente al margen de las luces de la ciudad.
Sintiéndome como una verdadera sobreviviente del desierto, estudié las
estrellas hasta que vi la Osa Mayor y descubrí cual dirección era el norte.

Las montañas por las que Sydney nos había conducido habían estado en
el este, por lo que ciertamente no quería ir en esa dirección. Parecía razonable
que si caminaba hacia el norte, yo tendría finalmente que rodar de una
interestatal a otra haciendo autostop o caminar mi camino de regreso a la
civilización. Este no era un plan hermético, pero no era lo peor que había tenido
que hacer, no por un largo tiempo.

No estaba realmente vestida para ir de excursión, pero como mis ojos se


acostumbraron a la oscuridad, lograría evitar la mayoría de los árboles y otros
obstáculos. Y así seguir el camino para salir de la pequeña ciudad. Habría sido
lo más fácil—pero también sabia que Dimitri esperaría que hiciera eso.

Caí en un constante ritmo subconsciente, mientras recorría mi camino


hacia el Norte. Decidí que era un buen momento para chequear a Lissa, ahora
que tenía tiempo en mis manos y ningún guardián tratando de detenerme. Me
metí en su mente y la encontré en las profundidades de la sede de los
guardianes, sentada en un pasillo forrado con sillas. Otros Moroi sentados
cerca, incluyendo a Christian y Tasha.

―Los interrogarán duramente‖, Tasha murmuró. ―Sobre todo a ti‖. Eso


era para Christian. ―Tu serías mi primera opción si algo ilícito explotara‖. Esa

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parecía ser la opinión de todos. Desde la mirada de preocupación en su rostro,


pude ver que Tasha había estado tan sorprendida por mi escape como yo.
Incluso si mis amigos no la habían puesto al día con toda la historia aún,
ella habría reconstruido probablemente más cosas juntas—como mínimo quién
estaba detrás de esto.

Cristian le dio una sonrisa tan encantadora como pudo, como un niño
tratando de evitar ser regañado. ―Ellos sabrán para ahora que esto no fue
causado por magia‖, él dijo.

―Los guardianes habrán recorrido cada centímetro de esas estatuas‖ Él


no se explicó, no en público, pero no importaba, la mente de Lissa estaba
trabajando en las mismas líneas que las de él. Los guardianes sabrían ahora que
la explosión no había sido elemental. Y aunque mis amigos fueran los
principales sospechosos, las autoridades tendrían que preguntarse—tal como lo
hice yo—cómo unos adolescentes conseguirían un cargamento de C4.

Lissa asintió de acuerdo y apoyó la mano sobre la de Cristian. ―Nosotros


estaremos bien‖.

Sus pensamientos se dirigían tanto a Dimitri y como a mí,


preguntándose si lo habíamos hecho de acuerdo con el plan. Ella no podía
centrarse en encontrar el asesino de Tatiana hasta que supiera que nosotros
estábamos a salvo. Como para mí, la ruptura había sido una elección difícil:
liberarme me había puesto en más peligro que mantenerme bajo llave. Sus
emociones estaban cuesta arriba, espinosas y un poco más salvajes
de lo que me hubieran gustado. Así que mucho Espíritu, me di cuenta. Ella esta
usando demasiado. De vuelta a la escuela, ella había controlado esto con
medicamentos prescritos y más tarde a través del auto-control. Sin embargo,
en alguna parte, como nuestra situación creció complicándose cada vez más, se
permitió ejercerlo más y más.

Recientemente, ella había utilizado cantidades asombrosas, y nosotras


habíamos tenido que dejarlo ser. Tarde o temprano, la dependencia de Lissa al
espíritu cobraría un alto precio. Con ambas.

―¿Princesa?‖ Una puerta al otro lado de Lissa se abrió, y un guardián se


asomó. ‖Estamos listos para usted‖

El guardián se hizo a un lado, y entro en la habitación, Lissa escuchó una


voz familiar decir, ―Siempre es un placer hablar contigo, Hans. Deberíamos
hacerlo de nuevo alguna vez.‖ Abe, entonces, apareció, pavoneándose con su
arrogancia habitual. Dio un paso más allá del guardián en la puerta y le dio a

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Lissa y a los Ozeras un ganadora sonrisa, de todo-está-bien-en -el-mundo. Sin


una palabra, pasó junto a ellos hacia la salida de las salas.

Lissa casi sonrió pero sin darle rienda, poniendo una mirada sobria
mientras ella y sus compañeros entraban. La puerta se cerró detrás de ellos, y se
encontró frente a tres guardianes sentados en una mesa. Uno de ellos lo había
visto por ahí, pero nunca lo había conocido. Creo que su apellido era Steele. Los
otros dos yo los conocía bien. Uno de ellos era Hans Croft, quien dirigía las
operaciones de los guardianes en la Corte. Junto a él, para mi asombro-estaba
Alberta, quien estaba a cargo de los guardianes y novatos de St. Vladimir.

―Encantador‖, gruñó Hans. ―Toda una comitiva‖ Christian había


insistido en estar presente cuando Lissa fuese interrogada, y Tasha había
insistido en estar presente con Cristian. Si Abe hubiese conocido la hora del
interrogatorio, probablemente se habría unido al grupo también, sin duda,
seguido de mi madre. . . lo Hans no se habría enterado que estaba en una fiesta
familiar.

Lissa, Christian, y Tasha se sentaron frente a los guardianes. ―Guardiana


Petrov,‖ dijo Lissa, haciendo caso omiso de la desaprobación de Hanss. ―¿Qué
está haciendo aquí?‖

Alberta le dio a Lissa una pequeña sonrisa pero por lo demás permaneció
en modo de guardián profesional. ―Yo estaba aquí para el funeral, y el
Guardián Croft decidió que a él le gustaría tener una opinión externa para la
investigación‖

―Así como una persona familiarizada con Hathaway y sus, eh,


asociados‖ agregó Hans. Hans era el tipo de persona que iba directo al punto.
Por lo general, su actitud me molestaba—que era mi reacción normal a las
figuras de mayor autoridad—pero sí respetaba la forma en que dirigía las
operaciones aquí. ―La reunión estaba destinada sólo para usted, princesa.‖

―Nosotros no diremos una palabra‖ dijo Christian.

Lissa asintió con la cabeza y mantuvo su rostro suave y cortés, aunque


había un temblor en su voz. ―Quiero ayudar. . . lo he estado haciendo, no sé.
Estoy tan aturdida sobre todo lo que pasó‖

―Estoy seguro‖ dijo Hans, su voz seca ―¿Donde estabas cuando las
estatuas explotaron?‖

―Con la procesión funeral‖ ella dijo ―Yo era parte de la escolta‖

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Steele tenía una pila de papel frente a él. ―Eso es verdad. Habían
suficientes testigos‖

―Muy conveniente. ¿Que hay sobre después?‖ preguntó Hans ―¿A donde
fuiste cuando la multitud entro en pánico?‖

―Regrese al edificio del Consejo. Allí donde todos los demás estaba
reuniéndose y yo pensé que este sería seguro‖ No podía ver su cara pero podía
sentirla tratando de lucir convincente. ―Yo estaba asustada cuando las cosas
comenzaron a volverse locas‖

―Nosotros además tenemos testigos que sustentan eso‖ Steele dijo.

Hans tamborileó sus dedos sobre el escritorio. ―¿Tenias algún


conocimiento previo sobre algo de esto? ¿Las explosiones? ¿El escape de
Hathway?‖

Lissa negó con la cabeza. ―¡No! No tenía ninguna pista. Yo ni siquiera


sabia que era posible salir fuera de las celdas. Pensaba que había mucha mas
seguridad‖

Hans ignoró la indirecta sobre sus operaciones. ―¿Ustedes tienes esa cosa
del vinculo, verdad? ¿Tu no captas nada a través de eso?‖

―Yo no puedo leerla‖ explicó Lissa ―Ella ve mis pensamiento pero no otra
cosa alrededor‖

―Eso‖ dijo Alberta, hablando mas fuerte ―Es verdad‖

Hans no la contradijo pero todavía no estaba tragándose la inocencia de


mis amigos. ―Dese por enterada, de que si es atrapada ocultando información—
o ayudándola—enfrentará consecuencias tan serias como las de ella. Todos
ustedes. La realeza no esta exenta de traición‖

Lissa bajo su mirada, haciendo parecer que la amenaza que él había


lanzado la había asustado. ―Yo realmente no puedo creer… yo solo no puedo
creer que ella haya hecho esto. Ella era mi amiga. Pensé que la conocía. No
pensé que ella pudiera hacer ninguna de estas cosas… nunca pensé que ella
asesinaría a alguien‖ si no fuera por lo sentimientos en el vinculo, yo podría
sentirme ofendida, pero yo sabia la verdad, o al menos eso creo. Ella estaba
actuando, tratando de distanciarse a si misma de mi. Eso era inteligente.

―¿En serio? Porque no hace mucho tu estabas jurando y gritando que ella
era inocente‖ apuntó Hans.

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Lissa miro de regreso y amplio sus ojos ―¡Pensaba que lo era! Pero
entonces… entonces escuché lo que ella le hizo a esos guardianes en el
escape…―, su aflicción no era completamente fingida esta vez. Ella todavía
necesitaba actuar como si pensara que yo era culpable, pero las noticias acerca
de las condiciones de Meredith la habían alcanzado—y sinceramente la habían
impactado. Eso hacia dos de nosotras, pero al menos yo sabia que Meredith
estaba bien.

Hans todavía lucia escéptico ante el cambio del corazón de Lissa pero lo
dejó ir. ―¿Qué hay acerca de Belikov? Tu juraste que el no era mas un Strigoi.
Pero obviamente algo fue mal allí también‖

Christian se agito al lado de Lissa. Como un defensor de Dimitri,


Christian estaba irritado al igual que nosotras ante las sospechas y acusaciones.
Lissa hablo antes de que Christian pudiera decir nada.

―¡El no es un Strigoi!‖ el remordimiento de Lissa sobre mi


desvaneciéndose, su vieja defensa fiera de Dimitri en marcha. Ella no había
esperado este tipo de preguntas sobre él. Ella había estado preparándose para
defenderme a mi y su coartada. Hans parecía complacido ante la reacción y la
observo de cerca.

―¿Entonces como explicas su participación?‖

―Esto no fue porque el era un Strigoi‖, dijo Lissa, obligándose a volver a


controlarse. Su corazón latía rápidamente. ―El cambio de nuevo. No queda
nada de Strigoi‖

―Sin embargo, él atacó a un numero de guardianes—en más de una


ocasión‖

Parecía que Tasha quería interrumpir ahora y defender Dimitri también,


pero ella visiblemente se mordió el labio. Fue notable. A los Ozeras les gustaba
decir lo que pensaban, no siempre con mucho tacto.

―Esto no fue porque él era un Strigoi‖ Lissa repitió. ―Y él no mató a


ninguno de esos guardianes. Ni uno solo. Rose hizo lo que hizo. . . bien, no sé
por qué. Odiaba a Tatiana, Supongo. Todo el mundo lo sabía. Pero Dimitri. . .
Se los estoy diciendo, ser un Strigoi no tiene nada que ver con esto. Él la ayudó,
ya que solía ser su maestro. Él pensó que ella estaba en problemas‖

―Eso fue muy extremo para un profesor, en particular para uno que,
antes de convertirse en Strigoi—era conocido por ser sensato y racional.‖

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―Sí, pero él no estaba pensando racional, porque…‖

Lissa se cortó de repente atrapada en una mala situación.

Hans parecía haberse dado cuenta rápidamente en esta conversación que


si Lissa estaba involucrada con los acontecimientos recientes—y yo no creo que
él estuviese seguro aún—tendría una coartada hermética.

Hablando con ella, sin embargo, le había dado la oportunidad de buscar


otro rompecabezas en mi fuga: la participación de Dimitri. Dimitri se había
sacrificado tomando toda la responsabilidad, incluso si eso significa que otros
no confiaran en él otra vez. Lissa creyó que ella haría a las personas pensar que
sus acciones eran los antiguos instintos protectores de un profesor, pero al
parecer, no todo el mundo iba a comprar eso.

―Él no estaba pensando racionalmente, ¿porque?‖ pregunto Hans, con


sus ojos penetrantes. Antes del asesinato, Hans había creído realmente que
Dimitri se había convertido en un Dhampir de nuevo. Algo me dijo que
él todavía creía eso, pero sentía que había algo grande colgando delante de él.

Lissa se quedó en silencio. Ella no quería a la gente pensando que Dimitri


era un Strigoi. Ella quería que la gente creyera en sus poderes para restaurar ha
los no-muertos. Pero Dimitri ayudando a una estudiante no parecía lo
suficientemente convincente para los demás, todo esa desconfianza podría salir
a la superficie de nuevo.

Echando un vistazo a sus interrogadores, Lissa repente se encontró con


los ojos de Alberta. La vieja guardián no dijo nada. Llevaba esa neutral y
examinadora expresión en la que los guardianes se destacaban. Ella también
tenía un aire de sabiduría sobre ella, y Lissa se permitió brevemente el espíritu
para que le mostrase el aura de Alberta. Tenía buenos colores, constantes y
enérgicos, y en los ojos Alberta, Lissa juró que podía ver un mensaje, un
destello de saber.

Díselos, el mensaje parecía decir. Esto creará problemas, pero no serán tan
malos como tus actuales problemas. Lissa sostuvo esa mirada, preguntándose si no
era más que ella proyectando sus propios pensamientos en Alberta. No
importaba quien había venido con la idea. Lissa sabía que estaba en lo cierto.

―Dimitri ayudó a Rose porque. . . porque estaban involucrados‖

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Como lo había supuesto, Alberta no estaba sorprendida, y parecía


aliviada de tener la verdad fuera. Hans y Steele, sin embargo, quedaron muy
sorprendidos. Yo sólo había visto a Hans sorprendió un par de veces.

―Cuando dices ‗involucrados‘, te refieres. . .―. Hizo una pausa para


estructurar sus palabras. ―¿Quieres decir en una relación sentimental?‖

Lissa asintió, sintiéndose horrible. Ella había revelado un gran secreto


aquí, uno que ella había jurado mantener en secreto para mí, pero no la culpo.
No en esta situación. Amor—o al menos eso esperaba—defendería las acciones
Dimitri.

―Él la amaba‖ dijo Lissa. ―Ella lo amaba. Si él la ayudó a escapar…‖

―Él la ayudo a escapar‖ interrumpió Hans. ―¡El atacó a los guardianes y


destruyó invaluables estatuas de cientos de años traídas desde Europa!‖

Lissa se encogió de hombros ―Bueno como dije. El no estaba actuando


racionalmente. El quería ayudarla y probablemente pensó que ella era inocente.
El podría hacer cualquier cosa por ella—y esto no tiene nada que ver con ser
Strigoi‖

―El amor simplemente justifica mucho‖ Hans claramente no era un


romántico.

―¡Ella es menor de edad!‖ exclamo Steele. Esa parte no se le había


escapado a él.

―Ella tiene dieciocho‖ corrigió Lissa

Hans la corto con una mirada. ―Yo puedo hacer la matemática, Princesa.
Al menos que ellos hayan tenido algún tipo de hermoso y conmovedor romance
en las ultimas semanas—mientras el estaba mayormente en aislamiento—
entonces habían cosas llevándose a cabo en tu escuela que alguien debía haber
reportado‖

Lissa no dijo nada pero desde la esquina de su ojo, ella podía ver a
Christian y Tasha. Ellos estaban tratando de mantener sus expresiones
neutrales, pero estás noticias obviamente no eran una sorpresa para ellos, sin
duda confirmarían las sospechas de Hans de que cosas ilícitas habían estado
llevándose a cabo. Yo realmente no me había enterado de que Tasha sabía
acerca de Dimitri y de mí y me sentí un poco mal.

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¿Había sabido que parte del rechazo de él hacia ella había sido en parte
por mí? Y si ella sabia, ¿cuantos otros también?. Christian probablemente la
había informado pero algo me decía que otras personas estaban probablemente
comenzando a enterarse también. Después del ataque a la escuela, mi reacción
había sido una gran pista sobre mis sentimientos por Dimitri quizás decirle a
Hans ahora no era un gran problema después de todo. El secreto no seria un
secreto por mucho más tiempo.

Alberta se aclaro la garganta, hablando mas fuerte ―Creo que nosotros


tenemos cosas más importantes de las que preocuparnos ahora que de algún
romance que podría o no haber sucedido‖

Steele le dio una incrédula mirada y golpeo una mano contra el


escritorio. ―Esto es realmente serio, ¿tu sabias acerca de esto?‖

―Todo lo que sé es que estamos siendo distraídos del asunto aquí‖


replico ella, limpiamente, zanjando la pregunta. Alberta era alrededor de veinte
años mayor que Steele y la dura mirada que ella le dio a el decía que era un
niño desperdiciando su tiempo. ―Considero que nosotros estamos aquí para
averiguar si la Señorita Hathway tenia algún cómplice, no estamos sacando
cosas del pasado. Y lo que sabemos con seguridad es que, la única persona que
le ayudó es Belikov y lo hizo por un afecto irracional. Eso lo hace un fugitivo y
un tonto, no un Strigoi‖

Yo nunca había pensado en mi relación con Dimitri como ‗afecto


irracional‘, pero el punto de Alberta fue tomado. Algo en las caras de Hans y
Steel me hacia pensar que pronto toda la verdad acerca de nosotros se sabría,
pero eso no era nada comparado con el asesinato. Y si se aclaraba lo de Dimitri
siendo un Strigoi, entonces esto significaba que seria encarcelado en vez de ser
estacado si alguna vez lo atrapaban. Pequeñas ventajas.

El interrogatorio de Lissa continúo un poco más hasta que los guardianes


decidieran que ella estaba libre y limpia de alguna parte en mi escape (que ellos
no pudieron probar). Ella hizo un genial trabajo luciendo sorprendida y confusa
todo el tiempo, incluso reuniendo algunas pocas lágrimas sobre como ella me
juzgó mal. Ella reforzó su acto con un toque de compulsión también—no lo
suficiente como para lavar el cerebro de nadie, pero si lo suficiente como para
que la temprana ira de Steele se transformara en simpatía. Hans era duro de
leer, pero cuando mi grupo se fue, el le recordó a Tasha y Christian que el
estaría hablando con cada uno de ellos después, preferiblemente sin un séquito.

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Por ahora, la siguiente persona en el asiento caliente estaba esperando en


el vestíbulo: Eddie. Lissa le dio la misma sonrisa que ella le daba a cualquier
amigo. No había ninguna indicación de que ellos eran parte de una
conspiración. Eddie asintió con la cabeza en respuesta mientras era llamado a la
sala para su interrogatorio. Lissa estaba ansiosa por él, pero sabía que su
auto—control de guardián aseguraría que se apegara a la historia.
Probablemente el no sacaría las lágrimas que Lissa si, pero él actuaria tan
sorprendido por mi ‗traición‘ como ella.

Tasha dejó a Christian y Lissa, una vez que estuvieron fuera, en primer
lugar advirtiéndoles que fuesen cuidadosos. ―Han salido de esta por poco, pero
no creo que los guardianes estén completamente convencidos contigo.
Especialmente Hans‖

―Hey, puedo cuidar de mí mismo‖ dijo Christian.

Tasha puso los ojos en blanco. ―Sí. Veo lo que sucede cuando eres dejado
a tu propio cargo‖.

―Hey, no te pongas toda molesta porque no te dijimos‖ él exclamó.


‖Nosotros no teníamos tiempo, y sólo había algunas personas que podríamos
involucrar. Además, tu has compartido tus locos planes antes‖

―Es cierto‖ admitió Tasha. Ella apenas era un modelo para jugar según
las reglas. ―Es sólo que todo se esta volviendo mucho más complicado. Rose
está en la carrera. Y ahora Dimitri. . .‖ Suspiró, y yo no la necesitaba para
terminar de adivinar sus pensamientos. Había una profunda mirada de tristeza
en sus ojos, que me hizo sentir culpable. Al igual que el resto de nosotros,
Tasha había querido la reputación de Dimitris restaurada. Al liberar a la
acusada de asesinar a la reina, el había dañado seriamente cualquier
oportunidad de aceptación. Yo realmente deseaba que él no se hubiera visto
involucrado y confiaba en que mi actual plan de escape valiera la pena.

―Todo esto funcionara‖ dijo Christian. ―Ya lo Verás‖. Él no parecía tan


seguro mientras hablaba, y Tasha le dio una pequeña sonrisa, divertida.

―Sólo ten cuidado. Por favor. No quiero verte en una celda, también. No
tengo tiempo para visitas a la cárcel con todo lo demás que está pasando‖.

Su diversión se desvaneció, y su franco modo activista retorno. ―Nuestra


familia esta en ridículo, lo sabes. ¿Puedes creer que ellos realmente van a hablar
para proponer a Esmond? Buen Dios. Nosotros ya teníamos una tragedia tras

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otra por aquí. Por lo menos, debemos tratar de salvar algo


y salir de este lío.‖

―No conozco a Esmond‖ dijo Christian.

―Idiota‖, ella dijo de manera casual. ―Me refiero a él. No a ti. Alguien
tiene que hacer entrar en sentido a nuestra familia antes de que ellos se
avergüencen a si mismos‖.

Cristiano sonrió. ―Y déjame adivinar: ¿tu eres la única para hacerlo? ―

―Por supuesto‖, dijo, con un brillo travieso en los ojos. Ya he elaborado


una lista de candidatos ideales. Nuestra familia sólo necesita un poco de
persuasión para ver cuan ideales son ellos‖.

―Me sentiría mal si ellos siguen comportándose como unos imbéciles con
nosotros‖ Christian comentó, mirando a su tía caminar lejos. El estigma de sus
padres volviéndose Strigoi todavía persistía después de todos estos años. Tasha
aceptó esto con más gracia, a pesar de su queja-si sólo fuera capaz de participar
en las grandes decisiones de la Familia Ozera.

Christian no hizo tales intentos de civilidad. Fue lo suficiente terrible


como para ser tratado cuando menos como cualquier otro Moroi, se le negaron
guardianes y otras cosas a las que los miembros de la realeza tenían derecho.
Sin embargo, ¿de su propia familia? Era especialmente duro. Él se negó a fingir
que esto era aceptable.

―Ellos vendrán eventualmente‖, dijo Lissa, sonando más optimista de lo


que se sentía.

Cualquier respuesta de Christian fue reprimida cuando un nuevo


compañero cayó al paso con ellos: mi padre. Su repentina aparición sorprendió
a mis dos amigos, pero yo no estaba sorprendida. Él probablemente sabía sobre
el interrogatorio de Lissa y había estado merodeando fuera del edificio,
esperando para hablar con ella.

―Es agradable afuera‖ dijo Abe amablemente, mirando a los árboles y


flores, mientras los tres daban un paseo por la naturaleza a través del Tribunal.
―Pero va a ser abrasador, cuando salga el sol‖

La oscuridad que me estaba dando tantos problemas en los bosques de


Virginia del Oeste hacia placentero las condiciones del ―mediodía‖, para
aquellos con un horario vampírico. Lissa le dio ha Abe una mirada de soslayo.
Con los ojos bien atentos en la baja luz, no tuvo dificultades para notar la

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camisa brillante de vestir verde azulado debajo de su chaqueta deportiva de


color beige. Una persona ciega podía probablemente verlo en ese color.

Lissa se burlaba de las falsas casualidades de Abe. Este era un hábito


suyo, abrirse con una pequeña charla antes de pasar a temas más siniestros.
‖No estás aquí para hablar del tiempo. ―

―Tratando de ser civilizado, eso es todo.‖ El se calló mientras un par de


chicas Moroi los pasaron. Una vez que estuvieron bien lejos de se oidos, él le
preguntó en voz baja, ―¿Supongo que todo ha ido bien en tu pequeña
reunión?―.

―Bien‖ dijo ella, sin molestarse en contarle sobre el ‗afecto irracional‘. Ella
sabía que el había tenido cuidado sobre que ninguno de sus asociados fuera
implicado.

―Los guardianes tienen a Eddie ahora‖ dijo Christian.‖ Y me quieren más


tarde, pero creo que esto será así para todos nosotros‖

Lissa suspiró. ―Sinceramente, tengo la sensación de que los


interrogatorios serán la parte fácil, en comparación con lo que viene.‖ Se refería
a averiguar quién había matado realmente a Tatiana.

―Un paso a la vez‖ murmuró Abe. ―No tiene sentido dejar que la imagen
más grande nos abrume. Nosotros empezaremos por el principio‖

―Ese es el problema‖ dijo Lissa, pateando irritada una rama inclinada a


través del empedrado camino delante de ella. ―No tengo idea de por dónde
empezar. El que mató a Tatiana hizo un buen trabajo cubriendo sus pistas y
pasándole todo a Rose.‖

―Un paso a la vez‖ repitió Abe.

Él habló en ese tono solapado suyo que me molesta a veces, pero para
Lissa hoy, era reconfortante. Hasta ahora, toda su energía se había centrado en
sacarme de la cárcel y llevarme a un lugar seguro. Esa era la meta que la había
conducido a ella y la mantuvo en las consecuencias de mi escape. Ahora,
después de que algo de la intensidad se había desvanecido, la presión de todo
esto estaba empezando a caer sobre ella. Christian pasó un brazo alrededor de
sus hombros, sintiendo su consternación. Él se volvió a Abe, inusualmente
grave.

―¿Tienes alguna idea?‖ Cristian preguntó a Abe.‖ Nosotros ciertamente


no tenemos ninguna evidencia real‖.

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―Nosotros tenemos suposiciones razonables‖ Abe respondió. ―Como


que el que mató a Tatiana habría tenido acceso a sus habitaciones privadas. Esa
no es una lista larga. ―

―No es corta tampoco‖ Lissa enumeró las personas en sus dedos.‖ Los
guardias reales, sus amigos y familiares. . . y eso suponiendo que no hay una
alteración en los registros de los guardianes sobre los visitantes. Y por lo que
sabemos, algunas visitas nunca fueron registradas en absoluto. Probablemente
había reuniones secretas de negocios todo el tiempo. ―

―Es poco probable que ella tuviera reuniones de negocios en su


habitación, en camisón‖ reflexionó Abe. ―Por supuesto, depende del tipo de
negocio, supongo.‖

Lissa tropezó, la realización impresionándola. ―Ambrose‖.

―¿Quién? ―

―Es un Dhampir. . . de muy buen aspecto. . . Él y Tatiana se, eh. . .‖

―¿Involucraron?‖, Dijo Christian con una sonrisa, haciendo eco del


interrogatorio.

Ahora, Abe se detuvo. Lissa hizo lo mismo, y sus ojos negros se


encontraron con los suyos.

―Yo lo he visto. Más o menos una especie de chico de la alberca‖.

―El tenia acceso a su dormitorio‖, dijo Lissa. ―Pero yo no puedo-No lo sé.


No…no puedo verlo haciendo esto‖

―Las apariencias engañan‖ dijo Abe. ―El estaba muy interesado en Rose
de vuelta en la sala del tribunal‖.

Más sorpresa de Lissa. ―¿De qué estás hablando? ―

Abe se frotó la barbilla en una especie de modo villano malvado. ―Él


habló con ella. . . o le dio alguna señal. En realidad no estoy seguro, pero hubo
algún tipo de interacción entre ellos. ―

Inteligente, el vigilante Abe. Él había notado que Ambrose me estaba


dando la nota, pero no se había dado plenamente cuenta de lo que había
sucedido.

―Debemos hablar con él entonces‖ dijo Christian.

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Lissa asintió con la cabeza. Sentimientos contradictorios batiéndose


dentro de ella. Ella estaba emocionada por una pista, pero molesta de lo que
esto podía significar, que el gentil Ambrose podría ser un sospechoso.

―Yo me ocupare de ello‖, dijo Abe despreocupadamente.

Sentí su mirada caer pesadamente sobre él. No pude ver su expresión,


pero vi a Abe dar un paso involuntario hacia atrás, el más leve atisbo de
sorpresa en sus ojos. Incluso Christian se estremeció.

―Estaré ahí cuando tu lo hagas‖ ella dijo, el acero en su voz. ―No


intentes alguna especie de loco interrogatorio de tortura sin mi‖.

―¿Quieres estar para la tortura?‖ Preguntó Abe, recuperándose.

´‖No habrá ninguna. Nosotros hablaremos con Ambrose como gente


civilizada, ¿entiendes?― Ella lo miró fijamente a él de nuevo, y Abe finalmente
se encogió de hombros en señal de conformidad, como si ser dominado por una
mujer con la mitad de su edad no fuera gran cosa.

―Bien. Lo haremos juntos.―

Lissa estaba un poco sospechosa acerca de su disposición, y él debió de


haber notado eso.

―Nosotros lo haremos‖, el dijo, otra vez caminado. ―Este es un buen


tiempo—bueno, tan bueno como cualquier momento—para una investigación.
La corte va a seguir caótica mientras las elecciones monarcas estén en marcha.
Aquí todo el mundo va a estar ocupado, y nuevas personas comienzan a servir‖

Una brisa, cargada de humedad, agitó el cabello de Lissa. La promesa de


calor estaba en él, y ella sabía que Abe tendría razón sobre la salida del sol.
Valdría la pena ir a la cama temprano.

―¿Cuándo ocurrirán las elecciones?‖ Preguntó.

―Tan pronto como pongan a la querida Tatiana a descansar. Estas cosas


se mueven rápido. Necesitamos a nuestro Gobierno restaurado. Ella será
enterrada mañana en la iglesia con una ceremonia y servicio, pero ellos no
serán repetidos en la procesión. Ellos están todavía demasiado incómodos. ―

Me sentí un poco mal de que ella no recibiría un completo funeral de


reina al final, pero entonces, si eso significa que su verdadero asesino fue
encontrado, tal vez ella lo habría preferido de esa manera.

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―Una vez que el entierro pase, las elecciones comienzan‖, Abe siguió,
―Cualquier familia que quiera poner un candidato a la corona lo hará—y por
supuesto ellos lo querrán. Nunca has visto una elección monárquica, ¿verdad?
Es todo un espectáculo. Por supuesto, antes de que la votación se produzca,
todos los candidatos tendrán que ser probados.‖

Había algo siniestro en la forma en que él dijo ―probados‖, pero los


pensamientos de Lissa estaban en otra parte. Tatiana había sido la única reina
que ella había conocido nunca, y el impacto de un cambio de régimen era
estremecedor.
―Un nuevo rey o reina puede afectar—todo para bien o para mal. Espero
que sea alguien bueno. Uno de los Ozeras, tal vez. Una de las personas de
Tasha‖. Ella miro esperanzadoramente a Christian, quien sólo pudo encogerse
de hombros. ―O Ariana Szelsky. Me gusta ella. No es que importe lo que yo
quiero,‖ añadió con amargura. ―Ya que yo no puedo votar‖ Los votos del
Consejo determinarán al ganador de las elecciones, de nuevo, ella estaba
excluida del proceso legal Moroi.

―Una gran cantidad de trabajo ira en las candidaturas‖ Abe explicó,


evitando su último comentario.‖ Cada familia va a querer a alguien para
promover sus intereses, pero tendrá que ser alguien que tenga una buena
posibilidad de obtener votos de…‖

―Oomph! ―

Me sumergí con dureza fuera del mundo de cálculo de la política Moroi


y de nuevo en los desiertos del oeste de Virginia, muy dolorosamente. Algo
sólido y fuerte me golpeó contra la dura tierra apisonada, hojas y ramas
cortando mi cara y manos. Fuertes manos sujetándome, y la voz de Dimitri
habló en mi oído.

―Tu deberías estar escondida en la ciudad‖ dijo, un poco divertido. Su


peso y posición no me permitían espacio para moverme. ―Este habría sido el
último lugar al que miraría. En cambio, yo sabía exactamente a dónde irías.‖

―Lo que sea. No actúes tan listo‖, dije con los dientes apretados, tratando
de salir de su control. Maldita sea. Él era inteligente. Y una vez más, la cercanía
de él era desorientadora. Antes, le había parecido afectado a él también, pero al
parecer él había aprendido la lección. ―Tu hiciste una conjetura afortunada, eso
es todo‖

―Yo no necesito suerte, Roza. Siempre te encontrare. Así que, realmente


depende de cuan difícil quieres que esta situación sea‖ Había un tono casi
conversacional en su voz, haciéndola mucho mas ridículo por la situación en la
que estábamos.‖ Podemos hacer esto otra vez, o puedes ser razonable y sólo
quedarte con Sydney y conmigo‖.
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―¡No es razonable! Esto es un desperdicio‖.

El estaba sudando, del calor y, sin duda, porque él tuvo que correr
bastante para ponerse al día conmigo. Adrián llevaba una colonia que siempre
me ponía pesada, pero el aroma natural de la piel de Dimitri caliente era
demasiado intoxicante. Era increíble para mí que pudiera notar todas estas
pequeñas cosas—y sentirme atraída por ellas—incluso cuando estaba
legítimamente enojada con él por haberme mantenido en cautiverio. Tal vez la
ira es un excitante para mí.
―¿Cuántas veces tengo que explicar la lógica detrás de lo que nosotros
estamos haciendo?‖ preguntó con exasperación.

―Hasta que te des por vencido‖ Empujé contra él, tratando de volver a
soltarme, pero todo lo que hicimos fue ponernos más cerca. Tenía la sensación
de que el truco de besar no funcionaría en este momento.

Él me haló sobre mis pies, manteniendo mis brazos y manos a mi


espalda. Yo tenía un poco más de espacio para maniobrar de lo que tenía en el
suelo, pero no del todo suficiente para liberarme. Poco a poco, empezó a tratar
de hacerme caminar de regreso hacia la dirección de la que yo había venido.

―Yo no voy a permitir que tu y Sydney se arriesguen metiéndose en


problemas por mi. Yo me cuido a mi misma, ¡así que déjame ir!‖ dije,
literalmente arrastrando los pies. Al ver un árbol alto y delgado, estire una
pierna y me enganché en el tronco, llevándonos a dar un alto.

Dimitri gimió y cambió su control para que me alejara del árbol. Esto casi
me dio la oportunidad de escapar, pero aún no había dado dos pasos antes de
que el me sostuviera otra vez.

―Rose‖ dijo con cansancio. ―Tu no puedes ganar‖

―¿Cómo se siente tu cara?‖ Le pregunté. No podía ver ninguna de las


marcas en la mala iluminación pero sabía que el golpe le di le dejaría una marca
mañana. Eran una lástima dañar una cara así, pero el sanaría, y tal vez esto le
enseñaría una lección acerca de jugar con Rose Hathaway. O no.

Él comenzó a arrastrarme otra vez. ―estoy a pocos segundos de lanzarte


por encima del hombro‖ advirtió.

―Me gustaría ver que lo intentes.‖

―¿Cómo crees que Lissa se sentiría si te mataran?‖ Su agarre se


endureció, y sabia que si le daba alguna oportunidad, el iba a hacer realidad su
amenaza poniéndome sobre el hombro—y también tenia la sospecha de que
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quería sacudirme. Estaba molesto. ―¿Puedes imaginar lo que haría ella si te


pierde? ―

Por un momento, me quede sin respuestas rápidas. No quería morir,


pero arriesgar mi vida era exactamente eso: arriesgar mi vida. No la de nadie
más. Sin embargo, yo sabía que él tenía razón. Lissa estaría devastada si algo
me pasara a mí. Y, sin embargo. . . era un riesgo que tenía que tomar.

―Ten un poco de fe, camarada. No voy a morir,‖ dije tercamente.


―Seguiré con vida‖
No es la respuesta que el habría querido. Él cambió su agarre. ―Hay otras
maneras de ayudarla que cualquiera que sea la locura que estas pensando.‖

De pronto me relajé. Dimitri tropezó, cogido por sorpresa ante mi


repentina falta de resistencia. ―¿Qué esta mal?‖ el Pregunto, un tanto
desconcertado y receloso.

Me quedé en la noche, sin mis ojos centrados realmente en nada. En


cambio, estaba viendo a Lissa y Abe de nuevo en la corte, recordando los
sentimientos de Lissa de impotencia y anhelo por tener la capacidad de dar su
voto. La nota de Tatiana volvió a mí, y por un momento, pude oír su
voz en mi cabeza.

Ella no es la última Dragomir. Otra vive.

―Tienes razón,‖ dije al fin.

―¿Razón sobre...?‖ Dimitri estaba perdido totalmente. Era una reacción


común de la gente cuando estaba de acuerdo en algo razonable.

―Corriendo de regreso a la corte no ayudará a Lissa‖.

Silencio. No podía distinguir su expresión, pero estaba llena


probablemente con impresión.

―Volveré al motel contigo, y no me iré corriendo a la corte‖ Otro


Dragomir. Otro Dragomir necesitando ser encontrado. Tomé una respiración
profunda. ―Pero no voy a sentarme y no hacer nada. Voy a hacer algo por
Lissa—y tu y Sydney me van a ayudar.‖

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OCHO

Resulto que yo estaba equivocada acerca del departamento de policía


local compuesto por un tipo y un perro. Cuando Dimitri y yo caminamos de
regreso al motel, vimos flashes de luces rojas y azules en el parqueadero y unos
pocos espectadores tratando de ver qué estaba pasando.

"Toda la ciudad esta despierta" dije.

Dimitri suspiró. "Tu simplemente tenías que decirle algo al recepcionista,


¿no?"

Nos detuvimos a cierta distancia, escondidos en la sombra de un


destartalado edificio. "Pensé que te demoraría."

"Nos va a demorar ahora." sus ojos hicieron una barrida de la escena,


asimilando todos los detalles en la luz parpadeante. "El carro de Sydney ya no
está. Eso es algo por lo menos."

Mi arrogancia anterior se desvaneció. "¿Lo es? ¡Acabamos de perder


nuestro transporte!"

"Ella no nos dejaría, pero es lo suficientemente lista como para irse antes
de que la policía llegara golpeando a su puerta." se giró y contempló la única
carretera principal de la ciudad. "Vamos. Ella tiene que estar cerca, y hay una
buena posibilidad de que la policía realmente pueda empezar a buscar en los
alrededores si pensaran que una chica indefensa está siendo perseguida." El
tono que utilizó para 'indefensa' decía demasiado.

Dimitri tomo una decisión ejecutiva de caminar de regreso al camino que


nos había llevado al pueblo, asumiendo que Sydney querría salir de allí ahora
que yo había arruinado nuestra cubierta. Involucrar a la policía había creado
complicaciones, pero yo sentía poco remordimiento por lo que había hecho.
Estaba emocionada por el plan que se me había ocurrido en el bosque y quería,
como es normal, ponerlo en práctica de inmediato. Si ayudaba a sacarnos de
este hoyo de pueblo, mucho mejor.

Los instintos de Dimitri sobre Sydney estaban en lo correcto. Cerca de


media milla fuera del pueblo, ubicamos un CR-V parqueado fuera del camino.

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El motor estaba apagado, las luces oscuras, pero yo podía ver lo


suficientemente bien como para identificar las placas de Louisiana. Caminé
hacia la ventana del lado del conductor y golpeé en el vidrio. Dentro, Sydney se
estremeció. Bajó la ventana, con la cara incrédula.

―¿Qué hicieron? No importa. No se molesten. Solo entren.‖

Dimitri y yo obedecimos. Me sentí como una niña desobediente bajo su


mirada desaprobadora. Ella encendió el carro sin decir palabra y comenzó a
manejar en la dirección de la que veníamos originalmente, que se unía
eventualmente con la pequeña carretera estatal que llevaba otra vez a la
carretera interestatal. Eso era prometedor. Solo que, una vez que hubimos
recorrido unas millas, ella se parqueó otra vez, esta vez en una salida oscura
que no parecía tener nada en ella.

Apagó el carro y se giró para mirarme en el asiento trasero. ―Corriste,


¿no?‖

―Si, pero tuve esto…‖

Sydney levantó una mano para silenciarme. ―No, no lo hagas. Todavía


no. Desearía que hubieras llevado a cabo tu audaz escape sin haber atraído a las
autoridades.‖

―Yo también.‖ Dijo Dimitri.

Fruncí el ceño a los dos. ―Oigan, regresé, ¿o no?‖

Dimitri enarcó una ceja frente a eso, aparentemente cuestionando que tan
voluntario había sido eso. ―Y ahora se que tenemos que hacer para ayudar a
Lissa.‖

―Lo que tenemos que hacer,‖ dijo Sydney, ―es encontrar un lugar seguro
para quedarnos.‖

―Solo volvamos a la civilización y escojamos un hotel. Uno con servicio a


la habitación. Podemos hacer de el nuestra base de operaciones mientras
trabajamos en el siguiente plan.‖

―¡Investigamos específicamente ese pueblo!‖ dijo ella. ―No podemos ir a


un lugar cualquiera, por lo menos no por aquí cerca. Dudo que hayan tomado
mis placas, pero podrían dar un llamado para buscar este tipo de carro. Si
tienen eso y nuestras descripciones, y llega a la policía estatal, llegará a los
Alquimistas y después será…‖

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―Cálmate,‖ dijo Dimitri, tocándole el brazo. No había nada de íntimo en


eso, pero de todas formas sentí una chispa de envidia, particularmente después
de duro amor con el que acababa de ser arrastrada por el bosque. ―No sabemos
si nada de eso va a pasar. ¿Por qué no simplemente llamas a Abe?‖

―Si,‖ ella dijo tristemente. ―Eso es exactamente lo que quiero. Decirle que
arruiné el plan en menos de veinticuatro horas.‖

―Bueno,‖ dije, ―si te hace sentir mejor, el plan está apunto de cambiar de
todas formas.‖

―Hagan silencio,‖ espetó. ―Los dos. Necesito pensar.‖

Dimitri y yo intercambiamos miradas pero nos quedamos en silencio.


Cuando le dije que sabía una forma de ayudar a Lissa de verdad, él había
estado intrigado. Sabía que él quería detalles ahora, pero ambos teníamos que
esperar a Sydney.

Ella encendió la luz del techo y sacó un mapa del Estado. Después de
estudiarlo por un minuto, lo volvió a doblar y simplemente se quedó mirando
hacia delante. No podía ver su cara pero sospechaba que estaba frunciendo el
ceño. Finalmente, ella suspiró en esa forma tan lamentable de ella, apagó la luz,
y encendió el carro. Observé mientras ella oprimía en Altswood, Virginia del
Oeste en su GPS.

―¿Qué hay en Altswood?‖ pregunté, decepcionada de que ella no


hubiera oprimido sobre algo como Atlantic City.

―Nada,‖ dijo, regresando a la carretera. ―Pero es el sitio más cercano al


lugar a donde vamos que el GPS puede encontrar.‖

Las luces de un carro que pasaba iluminaron brevemente el perfil de


Dimitri, y vi curiosidad en su cara también. Entonces. Yo ya no era la única que
estaba perdida. El GPS prometía casi una hora y media para llegar a nuestro
destino. Aunque, él no cuestionó su elección y se giró hacia mi.

―Entonces, ¿qué pasa con Lissa? ¿Cuál es ese gran plan tuyo?‖ miró de
reojo a Sydney. ―Rose dice que hay algo importante que tenemos que hacer.‖

―Eso oí.‖ Dijo Sydney secamente. Dimitri me volvió a mirar expectante.

Tome aliento profundamente. Era tiempo de revelar el secreto que había


estado callando desde mi audiencia. ―Bueno, resulta, eemm, resulta que Lissa
tiene un hermano o hermana. Y creo que deberíamos encontrarle.‖

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Me las arreglé para sonar casual y relajada mientras hablaba. En mi


interior mi corazón se tambaleó. Aunque había tenido mucho tiempo para
procesar la nota de Tatiana, decir las palabras en voz alta las hicieron reales en
una forma en la que no habían sido antes. Me sorprendió, golpeándome con el
impacto entero de lo que esta información significaba realmente y cómo
cambiaba todo lo que habíamos llegado a creer.

Por supuesto, mi sorpresa no fue nada comparada con la de ellos. Un


punto para Rose y el elemento sorpresa. Sydney no hizo ningún intento de
ocultar su asombro y jadeó. Hasta Dimitri pareció un poco sorprendido.

Una vez se hubieron recuperado, pude verlos preparando sus protestas.


Demandarían evidencia o simplemente descartarían la idea por ridícula.
Inmediatamente entre en acción antes de que pudieran empezar sus
argumentos. Saqué la nota de Tatiana, leyéndola en voz alta y después dejando
a Dimitri verla. Les conté sobre mi encuentro fantasmal, donde el espíritu
perturbado de la reina me hizo creer en la veracidad de esto. Sin embargo, mis
compañeros estaban escépticos.

―No tienes prueba de que Tatiana haya escrito esa nota.‖ Dijo Dimitri.

―Los Alquimistas no tienen ningún registro sobre la existencia de otro


Dragomir,‖ dijo Sydney.

Ambos dijeron exactamente lo que pensé que dirían. Dimitri es la clase


de persona que siempre esta preparado para un truco o una trampa. Él
sospechaba de cualquier cosa sin pruebas sólidas. Sydney vivía en un mundo
de hechos y datos, y tenía total fe en los Alquimistas y su información. Si los
Alquimistas no lo creían, tampoco ella. La evidencia fantasmal no los convencía
a ninguno de ellos.

―Realmente no veo por qué el espíritu de Tatiana trataría de engañarme,‖


argumenté. ―Y los Alquimistas no lo saben todo. La nota dice que es un secreto
fuertemente guardado de los Moroi, tiene sentido que también sea un secreto
para los Alquimistas.‖

Sydney se burló, sin gustarle mi comentario de que no lo saben todo,


pero a parte de eso se quedó en silencio.

Fue Dimitri el que siguió insistiendo, rehusándose a tomar nada por fe


sin más evidencias.

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―Tu has dicho antes que no siempre es claro lo que los fantasmas tratan
de decir,‖ señaló. ―Tal vez la malentendiste.‖

―No lo se…‖ pensé sobre su solemne y translúcida cara otra vez. ―Yo
creo que ella sí escribió esta nota. Mi instinto me dice que ella lo hizo.‖
Entrecerré mis ojos. ―Tu sabes que ha estado en lo correcto antes. ¿Puedes
confiar en mí en esto?‖

Me miró fijamente por bastante tiempo, y yo le mantuve la mirada


firmemente. En esa forma tan misteriosa nuestra, pude adivinar que estaba
pasando.

Toda esta situación era exagerada, pero él sabía que yo tenía razón acerca
de mi instinto. Ha probado ser verdadero en el pasado. Sin importar por lo que
había pasado, sin importar el antagonismo actual entre nosotros, el todavía me
conocía lo suficiente para confiar en esto.

Lentamente, casi renuente, él asintió. ―Pero si decidiéramos buscar a este


supuesto hermano, estaríamos yendo en contra de las instrucciones de Lissa de
estar a salvo‖

―¡¿Le crees a esa nota?!‖ exclamó Sydney. ―¿Estás considerando


escucharla?‖

Una chispa de ira se encendió en mi interior, una que me esforcé en


ocultar. Por supuesto. Obviamente este sería el siguiente obstáculo: la
inhabilidad de Dimitri para desobedecer a Lissa. Sydney le temía a Abe, algo
que yo casi podía comprender, pero la preocupación de Dimitri era el elevado
voto de caballerosidad que le había hecho a Lissa. Respiré profundamente.
Decirle lo ridículamente que pensaba que se estaba comportando no ayudaría
en lograr lo que necesitaba.

―Técnicamente, si. Pero si pudiéramos probar que ella no es la última en


su familia, la ayudaría mucho. No podemos ignorar la oportunidad, y si se las
arreglan para mantenerme fuera de problemas mientras lo hacemos,‖ trate de
no hacer ningún gesto ante esto, ―entonces no debería haber ningún problema.‖

Dimitri consideró esto. Él me conocía. También sabía que si fuera


necesario, utilizaría mi lógica redundante para salirme con la mía.

―Esta bien,‖ dijo por fin. Vi el cambio en sus facciones. La decisión estaba
hecha, y él se atendría a ella ahora. ―Pero, ¿por donde empezamos? No tienes
ninguna otra pista además de esa nota misteriosa.‖

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Fue un dejà vu que me recordó la conversación de Lissa y Christian con


Abe mas temprano, cuando estaban tratando de descubrir por donde empezar
su investigación. Parecía que ella y yo vivíamos vidas paralelas, ambas
persiguiendo un rompecabezas imposible con una pista vaga. Intenté el mismo
razonamiento que Abe había utilizado: a falta de pistas, empezar a trabajar con
las conclusiones obvias.

―Obviamente, esto es un secreto,‖ dije. ―Uno grande. Uno que


aparentemente las personas querían cubrir, lo suficiente para que trataran de
robar todos los registros sobre eso y mantener a los Dragomirs fuera del poder.‖
Alguien había irrumpido en un edificio de los Alquimistas y tomado todos los
papeles que indicaran que Eric Dragomir realmente había estado financiando a
una mujer misteriosa. Señalé a mis compañeros que me parecía bastante posible
que esta mujer fuera la madre de su amor infantil. ―Podrían mirar ese caso un
poco más.‖ Esas últimas palabras fueron dirigidas hacia Sydney. Tal vez a ella
no le interesara el otro Dragomir, pero los Alquimistas todavía quería saber
quién les había robado.

―Whoa, hey. ¿Cómo es que yo ni siquiera fui parte del proceso de


decisión?‖ ella todavía no se había recuperado de que nuestra conversación
súbitamente hubiera seguido adelante sin ella. Después de cómo nuestra noche
había estado yendo hasta ahora, ella no parecía muy complacida de verse
absorbida por otro de mis esquemas rebeldes. ―Tal vez romper las órdenes de
Lissa no es la gran cosa para ustedes, pero yo estaría yendo en contra de Abe. Él
podría no ser tan indulgente.‖

Era un punto justo. ―Sera como un favor a su hija,‖ le aseguré. ―Además,


el viejo ama los secretos. Él estará a favor de esto, créeme. Y tú ya has
encontrado la pista más grande de todas. Digo, si Eric le estaba dando dinero a
una mujer anónima, entonces ¿por qué no sería para él su amante secreta y su
hijo?‖

―Anónima es la palabra clave,‖ dijo Sydney, todavía claramente escéptica


de la clemencia de Zmey. ―Si tu teoría es correcta, y es una especie de salto,
todavía no sabemos quien es esta amante. Los documentos robados no lo
decían.‖

―¿Hay otros registros que se vinculen con los robados? O ¿podrías


investigar el banco al que él le estaba enviando el dinero?‖ La preocupación
inicial de los Alquimistas había sido que alguien había robado copias
importantes de sus registros. Sus colegas habían descubierto que las cosas que
se habían llevado no tenían un contenido importante. Estaba dispuesta a

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apostar que no habían buscado ningún otro documento relacionado con el


mismo tema. Ella misma lo afirmó.

―No tienes ni idea de como funciona la búsqueda de registros, ¿cierto?


No es tan fácil,‖ dijo. ―Puede tomar un tiempo.‖

―Bueno… creo que por eso es bueno que estemos yendo a un lugar
seguro, ¿cierto?‖ pregunté. Golpeada con el conocimiento de que tal vez
necesitemos un tiempo para poder organizar nuestro siguiente paso, podía ver
la desventaja de haber perdido nuestro escondite fuera del camino.

―Seguro…‖ ella sacudió su cabeza. ―Bueno, eso veremos. Espero que no


estemos haciendo algo estúpido.‖

Con esas siniestras palabras recayó el silencio. Quería saber mas acerca
de adonde nos estábamos dirigiendo, pero sentí que no debía forzar la pequeña
victoria que había logrado. La victoria que pensé que había logrado, por lo
menos. No estaba completamente segura de que Sydney estuviera cien por
ciento a bordo pero me sentía segura de que Dimitri si estaba convencido.
Mejor no agitarla ahora. Miré al GPS. Casi una hora. Suficiente tiempo para
volver a revisar a Lissa.

Me tomó un minuto reconocer donde estaba Lissa, probablemente


porque esperaba que ella regresara a su habitación. Pero no, ella estaba en una
locación en la que yo solo había estado una vez: la casa de los padres de Adrian.
Sorprendente. En unos momentos, sin embargo, leí los razonamientos de su
mente. Su suite actual estaba en la casa de huéspedes, y en el pánico que siguió
a mi huida, su edificio era un hervidero de visitantes tratando de salir. La casa
de campo de los Ivanshkov, situada en un área residencial permanente, era un
poco más silenciosa, no que no hubieran un par de huidizos vecinos ahí
también.

Adrian se sentó en un sillón, con los pies descansando descuidadamente


en una cara mesita de café que probablemente algún diseñador de interiores
había ayudado a su madre a escoger. Lissa y Christian acababan de llegar, y ella
captó una bocanada de humo en el aire que le hizo pensar que Adrian había
estado portándose mal a escondidas de antemano.

―Si tenemos suerte,‖ le estaba diciendo a Lissa y a Christian, ―las


unidades parentales estarán amarradas por un rato y nos dará un poco de paz y
tranquilidad. ¿Qué tan duro estuvo su interrogatorio?‖

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Lissa y Christian se sentaron en un sofá que era más lindo que cómodo.
Ella se apoyó contra él y suspiró. ―No tan mal. No se si ellos están
completamente convencidos de que nosotros no tuvimos nada que ver con el
escape de Rose…pero definitivamente no tienen ninguna prueba.‖

―Creo que nos metimos en más problemas con la Tía Tasha,‖ dijo
Christian. ―Ella estaba bastante enojada cuando no le dijimos qué estaba
pasando. Creo que probablemente quería volar esas estatuas ella misma.‖

―Creo que esta más enojada porque involucramos a Dimitri,‖ señaló


Lissa. ―Ella cree que arruinamos sus posibilidades de que alguna vez lo
aceptaran de nuevo.‖

―Ella tiene razón,‖ dijo Adrian. Levantó un control remoto y encendió


una gran televisión de pantalla plasma. Quitó el sonido y empezó a cambiar los
canales al azar. ―Pero nadie lo obligó.‖

Lissa asintió pero se preguntaba en secreto si ella no había forzado a


Dimitri inadvertidamente. Su dedicado juramento para protegerla no era
secreto.

Christian parecía retomar su preocupación. ―Hey, por lo que sabemos, él


nunca habría…‖

Un golpe en la puerta lo interrumpió.

―Maldición,‖ dijo Adrian levantándose. ―Que paz y tranquilidad.‖

―Tus padres no tocarían,‖ dijo Christian.

―Cierto, pero probablemente es uno de sus amigos queriendo


chismorrear acerca de la terrible situación de la juventud asesina de estos días,‖
respondió Adrian.

Lissa oyó la puerta abrirse y una conversación apagada. Unos momentos


después, Adrian regresó con un joven Moroi que Lissa no reconoció.

―Mira,‖ el chico estaba diciendo, mirando alrededor incómodo. ―No


puedo regresar.‖ Vió a Lissa y a Christian y se congeló.

―No, no,‖ dijo Adrian. Su transformación de gruñon a cordial paso tan


rápido como el switch de la luz siendo accionado. ―Estoy seguro de que ella
regresará en cualquier momento. ―¿Ustedes se conocen?‖

El chico asintió, los ojos pasando de cara a cara. ―Por supuesto.‖

Lissa frunció el ceño. ―Yo no te conozco.‖

La sonrisa nunca dejó el rostro de Adrian, pero Lissa entendió rápido


que algo importante estaba pasando. ―Él es Joe. Joe es el conserje que me ayudó

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cuando testificó que yo no estaba con Rose cuando Tía Tatiana fue asesinada. El
que estaba trabajando en el edificio de Rose.‖

Ambos, Lissa y Christian se enderezaron. ―Fue una suerte que


aparecieras antes de la audiencia,‖ dijo Christian cuidadosamente.

Por un tiempo hubo pánico por la ida de que Adrian pudiera estar
implicado conmigo, pero Joe se había presentado justo a tiempo para testificar
sobre cuando nos había visto a los dos, a Adrian y a mí, en mi edificio.

Joe caminó unos pasos adelante y atrás por el vestíbulo. ―Realmente


debería irme. Solo díganle a Lady Ivashkov que pasé por aquí, y que dejaré la
corte. Pero que todo está listo.‖

―¿Qué está listo?‖ preguntó Lissa, levantándose lentamente.

―Ella…ella sabrá.‖ Yo sabía que Lissa no se veía intimidante. Ella era


tierna, delgada y bonita, pero por el temor en la cara de Joe… bueno.

Ella debía estar dándole una mirada atemorizante. Me recordó a mi


encuentro con Abe antes. ―De verdad.‖ él añadió. ―Tengo que irme.‖

Él empezó a moverse otra vez, pero súbitamente, sentí un aumento de


espíritu quemar a través de Lissa. Joe se detuvo, y ella se dirigió hacia él.

―¿Sobre qué necesitabas hablar con Lady Ivashkov?‖ demandó Lissa.

―Tranquila, prima,‖ murmuró Adrian. ―No necesitas tanto espíritu para


conseguir respuestas.‖

Lissa estaba usando la compulsión en Joe, tanto que él bien podría haber
sido una marioneta con cuerdas.

―El dinero,‖ jadeó Joe, con los ojos muy abiertos. ―El dinero está listo.‖

―¿Qué dinero?‖ ella preguntó.

Joe dudó, tanto como pudiera resistir, pero se rindió pronto. Él no podía
luchar contra esa cantidad de compulsión de un usuario de espíritu. ―El
dinero… el dinero para testificar….sobre donde estaba él.‖ Joe señaló con la
cabeza hacia donde estaba Adrian.

La expresión tranquila de Adrian vaciló un poco. ―¿A qué te refieres con


donde yo estaba? ¿La noche en la que murió mi tía? Estas diciendo….‖

Christian retomó donde Adrian no pudo seguir. ―¿Lady Ivashkov te está


pagando para que digas que viste a Adrian?‖

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―Yo si lo vi,‖ lloriqueo Joe. Estaba sudando visiblemente. Adrian estaba


en lo correcto: Lissa estaba usando demasiado espíritu. Estaba hiriendo
físicamente a Joe.

―Yo solo…yo solo… no recuerdo la hora…no recuerdo ninguna de las


horas. Eso fue lo que le dije al otro tipo también. Ella me pagó para poner una
hora en la que tu estuviste ahí.‖

A Adrian no le gustó eso, para nada. Pero hay que reconocérselo, se


mantuvo en calma. ―¿A qué te refieres con que le dijiste ‗al otro tipo‘?‖

―¿Quién más?‖ repitió Lissa. ―¿Quién más estaba con ella?‖

―¡Nadie! Lady Ivashkov solo quería asegurarse de que su hijo estaba


limpio. Yo acomodé los detalles para ella. Fue el tipo… el otro tipo que llegó
después…el que quería saber cuándo Hathaway estuvo por ahí.‖

Hubo un click desde el vestíbulo, el sonido de la puerta principal


abriéndose. Lissa se inclinó hacia adelante, acercándose y forzando la
compulsión. ―¿Quién?‖ ¿Quién era él? ¿Qué quería?‖

Joe se veía como si estuviera sufriendo seriamente ahora. El pasó saliva.


―¡No sé quién era él! Nadie que yo hubiera visto. Algún Moroi. Solo quería que
testificara sobre cuando había visto a Hathaway. Me pagó más que Lady
Ivanshkov. No hacía daño…‖ miró a lisa desesperadamente. ―No era malo
ayudarlos a los dos…. especialmente desde que Hathaway lo hizo….‖

―¿Adrian?‖ la voz de Daniella sonó por el pasillo. ―¿Estás ahí?‖

―Apártate.‖ Advirtió Adrian a Lissa en voz baja. No había ninguna


broma en eso.

Su voz fue igual de baja, con su atención todavía en Joe. ―¿Cómo se veía?
¿El Moroi? Descríbelo.‖

El sonido de tacones altos resonó por el piso de madera del pasillo.

―¡Como nadie!‖ dijo Joe. ―¡Lo juro! Común y corriente. Ordinario.


Excepto la mano… por favor déjame ir…‖

―Adrian arrastró a Lissa del lado de Joe, rompiendo el contacto entre ella
y Joe. Joe casi hundió al piso pero entonces se quedó rígido y sostuvo la mirada
con Adrian. Más compulsión, pero mucho menos de la que Lissa había usado.

―Olvida esto,‖ silbó Adrian. ―Nunca tuvimos esta conversación.‖

―Adrian, que estas…‖

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Daniella paró en la sala de la entrada, viendo las miradas extrañas.


Christian estaba sentado en el sofá, pero Adrian y Lissa estaban a centímetros
de Joe, cuya camiseta estaba empapada en sudor.

―¿Qué está pasando?‖ exclamó Daniella.

Adrian retrocedió y le dio a su madre una de esas encantadoras sonrisas


que cautivaban a tantas mujeres. ―Este hombre vino a verte mamá. Le dijimos
que esperaríamos hasta que regresaras. Estamos de salida ahora.‖

Daniella observó entre su hijo y Joe. Estaba claramente intranquila acerca


de ese escenario y también estaba confundida. Lissa estaba sorprendida ante el
comentario sobre ‗estamos de salida‘ pero siguió a Adrian. Christian también lo
hizo.

―Fue bueno verte,‖ dijo Lissa, tratando una sonrisa para igualar a la de
Adrian. Joe se veía completamente aturdido. Después de la última orden de
Adrian, el pobre conserje probablemente también habría olvidado cómo
terminó en la casa Ivashkov.

Lissa y Christian siguieron precipitadamente a Adrian antes de que


Daniella pudiera decir mucho más.

―¿Qué diablos fue eso?‖ preguntó Christian, una vez que estuvieron
afuera. Yo no estaba segura si se refería a la atemorizante compulsión de Lissa o
a lo que Joe había revelado.

―No estoy seguro,‖ dijo Adrian con una expresión oscura. No más su
alegre sonrisa. ―Pero deberíamos hablar con Mikhail.‖

―Rose.‖

La voz de Dimitri fue dulce, trayéndome de regreso a él, Sydney, y el


carro. Indudablemente él había reconocido la expresión de mi cara y sabía
dónde había estado.

―¿Todo está bien por allá?‖ preguntó.

Yo sabía que ‗por allá‘ significaba la Corte y no el asiento trasero. Asentí,


aunque ‗bien‘ no era realmente la palabra correcta para lo que yo acababa de
presenciar. ¿Qué acababa de presenciar? Una admisión de un testimonio falso.
Una admisión que contradecía cierta evidencia en mi contra. No me importaba
mucho que Joe hubiera mentido para mantener a Adrian a salvo. Adrian no
había estado involucrado en el asesinato de Tatiana. Lo quería libre y limpio.
Pero, ¿Qué hay de la otra parte? ¿Un Moroi ‗ordinario‘ que había pagado a Joe
para mentir sobre cuando había estado por ahí, dejándome sin una coartada
durante el periodo del asesinato?

Antes de que pudiera procesar todas las implicaciones, noté que el carro
se había detenido. Forzando la información de Joe a un segundo plano en mi
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mente, traté de hacer un balance de nuestra nueva situación. La laptop de


Sydney brillaba en el asiento delantero mientras ella pasaba a través de algo.

―¿Dónde estamos?‖ miré por la ventana. A la luz de los anuncios vi una


triste, estación de gas cerrada.

―Altswood,‖ dijo Dimitri.

Por mi estimación, no había nada más que la estación de gas. ―Hace que
el último pueblo se vea como New York.‖

Sydney cerró su laptop de repente. Ella me la paso atrás y yo la puse en


la silla a mi lado, al lado de las maletas que milagrosamente ella había cogido
cuando dejamos el motel. Puso el carro en primera y salió del parqueadero. No
muy lejos, pude ver la autopista y esperé que girara hacia ella. En vez de eso,
ella manejó más allá de la estación de gas, adentrándose en la oscuridad. Como
el último lugar, estábamos rodeados por montañas y bosque. Nos deslizamos a
lo largo del camino a paso de tortuga hasta que Sydney descubrió una pequeña
carretera de grava que desaparecía en el bosque. Solamente era lo
suficientemente grande para que pasara un carro, pero de alguna forma, no
esperaba que nos encontráramos con mucho tráfico por aquí. Un camino similar
nos llevó más profundamente, y aunque no podía ver su cara, la ansiedad de
Sydney era palpable en el carro.

Los minutos se sintieron como horas hasta que nuestro reducido camino
se abrió en una larga bifurcación. Otros vehículos, que se veían bastante viejos,
estaban parqueados ahí. Era un lugar muy extraño para un parqueadero,
considerando que todo lo que podía ver a nuestro alrededor era bosque oscuro.
Sydney apagó el carro.

―¿Estamos en un campamento?‖, pregunté.

Ella no respondió. En vez de eso, miró a Dimitri. ―¿Eres tan bueno como
ellos dicen que eres?‖

―¿Qué?‖ él preguntó, sorprendido.

―Peleando. Todos se la pasan hablando sobre lo peligroso que eres. ¿Es


eso cierto? ¿Eres tan bueno?‖

Dimitri lo consideró un momento. ‖Bastante bueno.‖

Me burlé. ―Muy bueno.‖

―Espero que sea suficiente,‖ dijo Sydney, alcanzando la manilla de la


puerta.

Yo también abrí mi puerta. ―¿No vas a preguntar sobre mí?‖

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―Ya sé que tú eres peligrosa,‖ ella dijo. ―Lo he visto.‖

Su cumplido me confortó un poco mientras caminábamos por el


parqueadero rural.

―¿Por qué nos detuvimos?‖

―Porque ahora tenemos que ir a pie,‖ ella encendió una linterna y la


dirigió a lo largo del perímetro del parqueadero. Por fin, se cruzó con un
sendero a través de un camino serpenteante. El camino era pequeño y fácil de
confundir porque hierbas y otras plantas lo invadían.

―Ahí.‖ Ella empezó a moverse hacia el.

―Espera,‖ dijo Dimitri. Se movió frente a ella, guiando el camino, y yo


inmediatamente tomé la posición trasera del grupo. Era una formación estándar
de guardián. Estábamos franqueando su paso de la misma forma que lo
haríamos a un Moroi. Todos los pensamientos de Lissa de antes se filtraron de
mi mente. Mi atención estaba completamente en la situación actual, y todos mis
sentidos alerta a cualquier peligro potencial. Podía ver que Dimitri estaba igual,
los dos sosteniendo nuestras estacas.

―¿A dónde vamos?‖ pregunte evadiendo cuidadosamente las raíces y


huecos en el camino. Las ramas me arañaban los brazos.

―Hacia unas personas que les garantizo no los entregaran,‖ ella dijo con
voz sombría.

Más preguntas estaban en mis labios cuando una luz brillante me cegó
de repente. Mis ojos se habían acostumbrado a la oscuridad, y la inesperada
brillantez era un cambio demasiado abrupto. Había un murmullo entre los
árboles, una sensación de muchos cuerpos a nuestro alrededor, y mientras mi
visión regresaba, vi caras de vampiros por todas partes.

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NUEVE

Afortunadamente, eran caras Moroi.

Eso no me detuvo de levantar mi estaca y moverme más cerca de


Sydney. Nadie nos estaba atacando, así que mantuve mi posición—
probablemente no importaba. Mientras me centraba más y más en la escena, vi
que estábamos rodeados por completo por una decena de personas. Le dijimos
a Sydney que éramos buenos, y era verdad: Dimitri y yo probablemente
podríamos acabar con un grupo como éste, aunque estar peleando en este
barrio pobre lo haría más difícil. También me di cuenta de que el grupo no era
del todo Moroi. Los más cercanos a nosotros lo eran, pero a su alrededor había
dhampirs. Y la luz que había pensado provenía de antorchas o linternas en
realidad venía de una bola de fuego que se sostenía en la mano de uno de los
Morois.

Un hombre Moroi dio un paso adelante, cerca de la edad de Abe, con


una espesa barba marrón y una estaca de plata en la mano. Una parte de mí
notó que la estaca estaba hecha toscamente en comparación con la mía, pero el
punto mantenía la misma amenaza. La mirada del hombre pasó sobre mí y
Dimitri, y la estaca bajó. Sydney se convirtió en el objeto del escrutinio del tipo,
y de pronto se acercó a ella. Dimitri y yo nos movimos para detenerlo, pero
otras manos nos alcanzaron para detenernos. Podría haber luchado contra ellas,
pero me congelé cuando Sydney dejó escapar un ahogado, ―Espera.‖

El barbudo Moroi la agarró por la barbilla y le movió la cabeza para que


la luz cayera sobre su mejilla, iluminando el tatuaje dorado. La liberó de su
agarre y dio un paso atrás.

―Chica-lirio,‖ gruñó.

Los otros se relajaron un poco, aunque mantuvieron sus estacas a punto


y todavía se veían listos para atacar si se les provoca. El líder Moroi dirigió su
atención desde Sydney a Dimitri y a mí.

―¿Están aquí para unírsenos?‖ Preguntó con cautela.

―Necesitamos refugio,‖ dijo Sydney, tocándose ligeramente la garganta.


―Ellos están siendo perseguido por—por Los Corruptos‖.

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La mujer sosteniendo la llama se vio escéptica. ―Creo que son más como
espías para los Corruptos.‖
―La Reina de los Corruptos está muerta,‖ dijo Sydney. Ella asintió con la
cabeza hacia mí. ―Ellos piensan que ella lo hizo.‖

La parte curiosa de mí comenzó a hablar, pero rápidamente se calló, fue


lo suficientemente sabia para saber que mejor dejar en manos de Sydney este
extraño giro de los acontecimientos. No entendí lo que estaba diciendo. Cuando
dijo que los Corruptos nos estaban persiguiendo, pensé que estaba tratando de
hacer que este grupo creyera que teníamos Strigoi detrás de nosotros. Ahora,
después de que mencionara a la reina, no estaba tan segura. Asimismo, no
estaba tan segura de que identificarme como un asesino potencial fuera tan
inteligente. Por todo lo que sabía, Barba Marrón me entregaría y trataría de
conseguir una recompensa. Por el aspecto de sus ropas, podría servirle una.

Para mi sorpresa, esto trajo una sonrisa a su rostro. ―Y así, pasa otro
usurpador. ¿Hay uno nuevo ya?‖

―No,‖ dijo Sydney. ―Tendrán elecciones pronto y elegirán.‖

Las sonrisas del grupo fueron reemplazados por miradas de desdén y


murmullos de desaprobación acerca de las elecciones. No pude evitarlo.
―¿Cómo si no iban a elegir un nuevo rey o reina?‖

―De la forma verdadera,‖ dijo un dhampir cercano. ―De la forma en que


solía ser, hace mucho tiempo. En una batalla a muerte.‖

Esperé por el chiste, pero el tipo estaba claramente serio. Quería


preguntarle Sydney en que nos había metido, pero en este punto,
aparentemente pasamos la inspección. Su líder se volvió y comenzó a caminar
por el sendero. El grupo siguió, moviéndonos con ellos. Al escuchar la
conversación, no pude evitar a un pequeño ceño fruncido—y no sólo porque
nuestras vidas podrían estar en riesgo. Estaba intrigada por su acento. El
recepcionista del motel tenía un marcado acento sureño, exactamente lo que
esperarías en esta parte del país. Estos chicos, mientras que sonaban similares,
tenían un par de pronunciaciones mezcladas. Casi me recordaba un poco el
acento de Dimitri.

Estaba tan tensa y ansiosa que casi no pude centrarme en cuánto tiempo
caminamos. Finalmente, el camino nos llevó a lo que parecía ser un
campamento bien escondido. Una gran hoguera ardía en un claro con gente
sentada a su alrededor. Sin embargo, había estructuras dispersas a un lado, que
se extendían en el bosque a lo largo de la ruta ahora ampliada. No era un
verdadero camino todavía, pero daba la ilusión de una ciudad, o por lo menos
un pueblo. Los edificios eran pequeños y estaban en mal estado, pero parecían
permanentes. Al otro lado del fuego, la tierra se elevaba bruscamente hacia los

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Apalaches, bloqueando las estrellas. En la vacilante luz, pude ver la cara de las
montañas con la textura de piedra en bruto y árboles dispersos, salpicada aquí y
allá con agujeros negros.

Mi atención se trasladó de nuevo a los vivos. La multitud reunida en


torno al fuego—un par de docenas más o menos—se quedaron en silencio
mientras nuestra escolta nos guiaba. Al principio, lo único que vi fueron
números. Ese era el guerrero en mí, contando los oponentes y planificando un
ataque. Entonces, al igual que hice antes, me fijé realmente en los rostros. Más
Morois mezclados con dhampirs. Y—me sorprendí de descubrir—humanos.

Estos no eran alimentadores tampoco. Bueno, no en el sentido en el que


yo conocía de alimentadores. Incluso en la oscuridad, pude ver atisbos de
marcas de mordidas a lo largo de algunos de los cuellos de los humanos, pero a
juzgar por sus expresiones curiosas, me di cuenta de que estas personas no
donaban sangre con regularidad. Nos estaban drogados. Estaban mezclados
entre los Morois y dhampirs, sentados, de pie, hablando, participando – todo el
grupo claramente unificado en una especie de comunidad. Me pregunté si estos
humanos eran como los Alquimistas. Tal vez tenían algún tipo de relación
comercial con mi especie.

La estrecha formación a nuestro alrededor comenzó a separarse, y me


acerqué a Sydney. ―¿Qué en nombre de Dios es todo esto?‖

―Los Conservadores,‖ dijo en voz baja.

―¿Conservadores? ¿Qué significa eso?‖

―Eso significa,‖ dijo el barbudo Moroi, ―que a diferencia de tu gente, aún


conservamos las viejas costumbres, de la forma en que realmente deberíamos
hacerlo.‖

Miré a estos ―Conservadores‖ con su ropa desgastada y niños sucios y


descalzos. Reflexionando sobre lo lejos que estábamos de la civilización – y
basándome en lo oscuro que estaba lejos del fuego – estaba dispuesta a apostar
que no tenían electricidad. Estaba a punto de decir que no creía que esta fuera la
forma en que alguien debería vivir realmente. Luego, recordando la forma
casual en que estas personas habían hablado de peleas a muerte, decidí
mantener mi punto de vista para mí misma.

―¿Por qué están aquí, Raymond?‖ Preguntó a una mujer sentada junto al
fuego. Ella era humana, pero habló con el barbudo Moroi de una manera
perfectamente normal y familiar. No era la manera de ensueño que un
alimentador por lo general utiliza con un Moroi. No era siquiera como las
forzadas conversaciones que mi especie tenía con los Alquimistas. ―¿Van a
unirse a nosotros?‖
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Raymond negó con la cabeza. ―No. Los Corruptos están detrás de ellos
por matar a su reina.‖

Sydney me dio un codazo antes de que pudiera negar la demanda.


Apreté los dientes, esperando a ser asaltada por la multitud. En su lugar, me
sorprendí al encontrar que la multitud me miraba con una mezcla de asombro y
admiración, al igual que nuestra fiesta de bienvenida lo había hecho.

―Les daremos refugio,‖ explicó Raymond. Él nos sonrió, aunque no sabía


si su aprobación se produjo por ser nosotros asesinos o si simplemente le gustó
la atención que estaba recibiendo. ―Aunque, son bienvenidos a unirse a
nosotros y vivir aquí. Tenemos espacio en las cuevas.‖

¿Cuevas? Volví la cabeza hacia los acantilados más allá el fuego,


dándome cuenta ahora de lo que los agujeros negros eran. Incluso mientras
miraba, algunas personas retirándose por la noche se arrastraban y
desaparecían en las oscuras profundidades de la montaña.

Sydney respondió, mientras trabajaba en mantener la mirada de horror


fuera de mi cara. ―Sólo necesitamos quedarnos aquí…‖ vaciló, no era
sorprendente teniendo en cuenta la forma esquemática en se habían vuelto
nuestros planes. ―Un par de días, probablemente.‖

―Pueden quedarse con mi familia‖, dijo Raymond. ―Incluso tú.‖ Eso iba
dirigido hacia Sydney, y lo hizo sonar como un gran favor.

―Gracias,‖ dijo. ―Estaremos agradecidos de pasar la noche en tu casa.‖ El


énfasis en la última palabra fue para mí, me di cuenta. Las estructuras de
madera a lo largo del camino polvoriento no eran de aspecto lujoso en cualquier
tramo de la imaginación, pero prefería una en vez que una cueva en cualquier
momento.

La villa o comuna o lo que fuera se estaba volviendo cada vez más


excitada mientras nuestra novedad se asentaba. Nos bombardearon con una
serie de preguntas, empezando por las cosas ordinarias como nuestros
nombres, pero cambiando rápidamente a los detalles específicos acerca de cómo
exactamente había matado a Tatiana.

Fui salvada de tener que responder cuando la mujer humana que había
hablado con Raymond anteriormente se levantó y alejo a mi trío. ―Basta,‖ dijo,
reprendiendo a los demás. ―Se está haciendo tarde, y estoy segura que nuestros
huéspedes tienen hambre.‖

Me estaba muriendo de hambre, en realidad, pero no sabía si estaba en


serios aprietos como para comer guiso de zarigüeya o lo que fuera aprobado
como alimento por aquí. La proclamación de la mujer fue tomada con cierta
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decepción, pero aseguró a los otros que podrían hablar con nosotros mañana.
Mirando alrededor, vi un color púrpura tenue, lo que debía ser el cielo del este.
La salida del sol. Un grupo de Morois apegado a las costumbres ―tradicionales‖
con toda seguridad funcionaban en un horario nocturno, lo que significa que a
estas personas probablemente sólo les quedaban un par de horas más antes de
acostarse.

La mujer dijo que su nombre era Sarah y nos condujo por el camino
polvoriento. Raymond dijo que nos vería pronto. Mientras caminábamos, vimos
a otras personas vagando cerca de las casas dispersas, destartaladas, en su
camino a la cama o posiblemente despertado con toda la conmoción. Sara miró
a Sydney.

―¿Nos has traído algo?‖

―No,‖ dijo Sydney. ―Estoy aquí sólo para escoltarlos.‖

Sarah se vio decepcionado, pero asintió con la cabeza. ―Una tarea


importante.‖

Sydney frunció el ceño y parecía aún más incómoda. ―¿Cuánto tiempo ha


pasado desde que mi gente les trajo algo?‖

―Unos pocos meses,‖ dijo Sarah luego de pensar un momento.

La expresión Sydney se oscureció, pero no dijo nada más.

Sarah finalmente nos llevó dentro de una de las más grandes y más
agradables casas, aunque todavía era simple y hecha de tablas de madera sin
pintar. El interior era de un tono negro, y esperamos mientras Sarah encendía
unos faroles antiguos. Había estado en lo cierto. No había electricidad. Esto de
repente me hizo pensar sobre alcantarillado.

Los pisos eran de madera dura como las paredes y cubierta de grandes y
brillantes alfombras estampadas. Parecía que estábamos en algún espacio
híbrido cocina-sala-comedor. Había una gran chimenea en el centro, una mesa y
sillas de madera en un lado, y grandes cojines en el otro lado, que presumí
servían como sofás. Bastidores de secado de hierbas colgaban cerca de la
chimenea, llenando la habitación con un olor especiado que se mezclaba con el
olor a madera quemada. Había tres puertas en la pared del fondo, y Sara asintió
con la cabeza a una.

―Pueden dormir en la habitación de las niñas,‖ dijo.

―Gracias,‖ le dije, insegura de si realmente quería ver como eran nuestras


opciones de alojamiento como invitados. Ya estaba extrañando el MOTEL.
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Estudié a Sarah con curiosidad. Ella parecía tener la misma edad de


Raymond y llevaba un sencillo, y hasta la rodilla vestido azul. Su cabello rubio
estaba recogido y atado a la altura su cuello, y me parecía baja al igual que lo
hacían todos los humanos. ―¿Eres la ama de llaves de Raymond?‖ Fue el único
papel que pude deducir para ella. Tenía unas pocas marcas de mordeduras,
pero obviamente no era un alimentador. Por lo menos no uno a tiempo
completo. Tal vez por aquí, los alimentadores hacían las veces de ayuda
doméstica.

Ella sonrió. ―Soy su esposa.‖

En una marca de mi auto-control no conseguí ningún tipo de respuesta.


―Oh.‖

Los afilados ojos de Sydney, cayeron sobre mí, una advertencia en ellos:
Déjalo ir. Apreté de nuevo mi mandíbula cerrada y le di un breve guiño para
hacerle saber que entendía.

Excepto, que no entendía. Dhampirs y Moroi salían todo el tiempo. Los


dhampirs tenían que hacerlo. Enlaces más permanentes eran escandalosos –
pero no del todo fuera del reino de la posibilidad.

¿Pero Morois y humanos? Eso estaba más allá de la comprensión. Esas


razas no habían estado juntas en siglos. Habían producido a los dhampirs hacía
mucho tiempo, pero a medida que el mundo moderno, avanzaba, los Morois se
habían retirado completamente de la entremezcla (de una manera íntima) con
los seres humanos. Vivimos entre ellos, claro. Morois y dhampirs trabajaban
junto a los humanos en el mundo, compraban casas en sus barrios, y al parecer
tenían arreglos extraños con las sociedades secretas como los Alquimistas. Y,
por supuesto, los Morois se alimentaban de humanos – y eso era todo. Si
mantenías un humano cerca de ti, eran porque era un alimentador. Esa era tu
nivel de intimidad. Los alimentadores eran comida, puro y simple. Comida bien
tratada, sí, pero no comida con la que te hacías amigo. ¿Un Moroi teniendo sexo
con un dhampir? Picante. ¿Un Moroi teniendo sexo con un dhampir y bebiendo
sangre? Sucio y humillante. ¿Un Moroi teniendo sexo con un humano – con o
sin beber sangre? Incomprensible.

Había pocas cosas que me sorprendían o me ofendían. Era bastante


liberal en mi punto de vista cuando se trata de romance, pero la idea de
matrimonio humano y Moroi me dejó impresionada. No importaba si el
humano era un tipo de alimentador – como Sara parecía ser – o alguien por
encima de eso al igual que Sydney. Los humanos y Morois no se relacionaban.
Era primitivo e incorrecto, y por eso era que ya no se hacía. Bueno, al menos no
de dónde vengo.

A diferencia de tu pueblo, aún conservamos las viejas costumbres.

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Lo curioso es que no importa lo mal que pensaba de todo esto, Sydney


tenía que sentirlo con más fuerza por su obsesión con los vampiros. Supuse que
estaba preparada, de alguna manera, podía manejar esa expresión fresca de ella.
No había estado sorprendida como Dimitri y yo, porque sentía con cierta
seguridad que él compartía mis sentimientos. Él solo era mejor para esconder
su sorpresa.

Una conmoción en la puerta me sacó de mi sorpresa. Raymond había


llegado y no estaba solo. Un niño dhampir de unos ocho más o menos se
sentaba en sus hombros, y una chica Moroi de la misma edad corría a su lado.
Una bonita Moroi que parecía estar en sus veinte años les siguió, y detrás de
ella venía un lindo dhampir que no podía ser más un par de años mayor que
yo, si no tenía exactamente mi edad.

Las presentaciones siguieron. Los niños eran Phil y Molly, y la mujer


Moroi se llamaba Paulette. Todos parecían vivir allí, pero no pude averiguar
exactamente la relación, a excepción del tipo de mi edad. Era el hijo de
Raymond y Sarah, Joshua. Tenía una sonrisa lista para todos nosotros—
especialmente para mí y Sydney—y unos ojos que me recordaba al penetrante,
azul cristalino de los Ozeras. Sólo que, mientras que la familia de Christian
tendía a tener el pelo oscuro, el de Joshua era un rubio arena con ligeros reflejos
dorados. Tuve que admitir, que era una atractiva combinación, pero esa parte
aturdida de mi cerebro me recordó una vez más que él había nacido de una
relación humano-Moroi, no dhampir y Moroi como yo. El producto final era el
mismo, pero los medios eran extraños.

―Los estoy ubicando en tu habitación,‖ Sarah dijo a Paulette. ―El resto de


ustedes pueden compartir el desván.‖

Me tomó un momento darme cuenta que el resto de ustedes significaba


Paulette, Joshua, Molly, y Phil. Mirando hacia arriba, vi que de hecho había lo
que parecía un desván que cubría la mitad de la anchura de la casa. Que no se
veía lo suficientemente grande para cuatro personas.

―No queremos ser un inconveniente,‖ dijo Dimitri, compartiendo mis


pensamientos. Había estado en silencio durante casi toda esta aventura de
madera y tierra, ahorrando su energía para las acciones, no palabras.
―Estaremos bien aquí.‖

―No te preocupes por eso,‖ dijo Joshua, de nuevo dándome esa sonrisa
bonita. ―No nos molesta. A Angeline tampoco.‖

―¿Quién?‖ Le pregunté.

―Mi hermana.‖

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Reprimí una mueca. Cinco de ellos hacinados allí para que nosotros
pudiéramos tener una habitación. ―Gracias,‖ dijo Sydney. ―Se los agradecemos.
Y realmente no nos quedaremos tanto tiempo.‖ Con su disgusto por el mundo
de los vampiros a un lado, los Alquimistas podía ser corteses y un encanto
cuando querían.

―Es una lástima,‖ dijo Joshua.

―Deja de coquetear, Josh,‖ dijo Sarah. ―¿Quieren algo de comer antes de


acostarse? Podría calentar un poco de guiso. Lo comimos antes con algo de pan
que preparó Paulette.‖

A la palabra guiso, todos mis miedos a la zarigüeya regresaron


corriendo. ―No es necesario,‖ le dije apresuradamente. ―Estaré bien sólo con el
pan.‖

―Yo también,‖ dijo Dimitri. Me pregunté si estaba tratando de reducir el


trabajo para ellos o si compartía mis miedos alimentos. Probablemente no la
segunda. Dimitri parecía el tipo de hombre que podrías lanzar en el desierto y
podría sobrevivir a todo.

Paulette había aparentemente horneado una gran cantidad de pan, y nos


dejaron hacer un picnic en nuestra pequeña habitación con un poco de pan y un
plato lleno de mantequilla que probablemente había preparado Sarah. La
habitación era del tamaño de mi dormitorio en St. Vladimir, con dos colchones
rellenos abajo en el suelo. Edredones los cubrían cuidadosamente, edredones
que probablemente todavía no habían sido utilizados en meses con estas
temperaturas. Comiendo un pedazo de pan que estaba sorprendentemente
bueno, pasé la mano sobre uno de los edredones.

―Esto me recuerda a algunos de los diseños que vi en Rusia,‖ dije.

Dimitri estudió el patrón también. ―Similares. Pero no del todo lo


mismo.‖

―Es la evolución de la cultura,‖ dijo Sydney. Estaba cansada, pero no lo


suficiente como para abandonar el modo de libro de texto. ―Los patrones
tradicionales de Rusia fueron traídos aquí y, finalmente, fusionados con retazos
Americanos típicos en forma de una colcha.‖

Whoa. ―Um, bueno saberlo.‖ La familia nos había dejado solos mientras
se preparaban para la cama, y miré con recelo la puerta rota. Con el ruido y la
actividad ahí fuera, parecía poco probable que nos escucharan por casualidad,
pero bajé la voz de todos modos. ―¿Estás lista para explicar quién diablos son
estas personas?‖

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Ella se encogió de hombros. ―Los Conservadores.‖

―Sí, entendí eso. Y nosotros somos los Corruptos. Suena como un nombre
mejor para Strigoi.‖

―No‖ dijo Sydney recostándose contra la pared de madera. ―Strigoi son


los Perdidos. Ustedes son los Corruptos porque se unieron al mundo moderno
y dejaron atrás sus maneras por sus propias ridículas costumbres.‖

―Hey,‖ repliqué. ―No somos los que tienen un mono de trabajo y banjos.‖

―Rose,‖ me reprendió Dimitri, con una mirada apuntando a la puerta.


―Ten cuidado. Y, además, vimos sólo a una persona con un mono.‖

―Si te hace sentir mejor,‖ dijo Sydney, ―creo que sus costumbres son
mejores. Viendo a humanos mezclándose con todo esto…‖ La cara agradable y
profesional que había mostrado a los Conservadores se había ido. Su naturaleza
contundente estaba de regreso. ―Es repugnante. Sin ánimo de ofender.‖

―No me ofendo,‖ dije con un estremecimiento. ―Confía en mí, me siento


de la misma manera. No puedo creer... No puedo creer que vivan así.‖

Ella asintió con la cabeza, parecía agradecida de que compartiera su


punto de vista. ―Me gustan los chicos que se quedan con su propia especie.
Salvo...‖

―¿Salvo qué?‖ dije.

Parecía avergonzada. ―Incluso si de donde vienen las personas no se


casan con humanos, todavía interactúan con ellos y viven en sus ciudades.
Estos chicos no.‖

―Lo que prefieren los Alquimistas,‖ Dimitri adivinó. ―Ustedes no


aprueban las costumbres de este grupo, pero les gusta tenerlos
convenientemente escondidos de la sociedad en general.‖

Sidney asintió con la cabeza. ―Mientras más vampiros se queden por su


cuenta en el bosque, mejor – incluso si su estilo de vida es una locura. Estos
chicos lo guardan para sí mismos – y mantienen a otros fuera.‖

―¿A través de medios hostiles?‖ Le pregunté. Habíamos sido recibidos


por un grupo de guerra, y eso era lo que ella esperaba. Todos ellos habían
estado preparados para luchar: Moroi, dhampir, y humanos.

―Esperemos que no demasiado hostiles,‖ dijo evasivamente.

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―Te dejaron pasar,‖ dijo Dimitri. ―Saben de los Alquimistas. ¿Por qué
Sarah te preguntó si les habías traído cosas?‖

―Porque eso es lo que hacemos,‖ dijo. ―De vez en cuando por grupos
como estos, traemos suministros - comida para todo el mundo, medicina para
los humanos.‖ Una vez más, escuché la burla en su voz, pero luego se volvió
incómoda. ―La cosa es, que si Sarah estaba en lo correcto, podrían estar
esperando una visita de Alquimistas. Sería una suerte de estar aquí cuando eso
ocurra.‖

Iba a tranquilizarla con que sólo necesitábamos mantener bajo perfil por
un par de días cuando una frase anterior tiró de mí. ―Espera. Dijiste ‗grupos
como este.‘ ¿Cuántas de estas comunas hay ahí fuera?‖ Me volví a Dimitri.
―Esto no es como con los Alquimistas, ¿verdad? ¿Algo que sólo algunos de
ustedes saben y nos mantienen fuera al del resto de nosotros?

Él negó con la cabeza. ―Estoy como asombrado por todo esto como tú.‖

―Algunos de sus líderes probablemente saben acerca de los


Conservadores de un modo vago,‖ dijo Sydney. ―Pero no detalles. Sin
ubicaciones. Estos chicos se esconden muy bien y puede moverse en un
momento sin previo aviso. Se quedan lejos de su gente. A ellos no les gusta su
gente.‖

Suspiré. ―Es por eso que ellos no nos van a entregar y por qué están tan
emocionados de que podría haber matado a Tatiana. Gracias por eso, por
cierto.‖

Sydney no se disculpó en absoluto. ―Nos conseguiría protección. Tal


como es.‖ Ella ahogó un bostezo. ―¿Pero por ahora? Estoy agotada. No voy a ser
capaz de seguir los locos planes de nadie – los tuyos o de Abe – si no consigo
dormir un poco.‖

Sabía que estaba cansada, pero sólo ahora la extensión de ello me golpeó.
Sydney no era como nosotros. Teníamos que dormir, pero teníamos la
resistencia para no hacerlo de ser necesario. Había estado despierta toda la
noche y había sido forzada a algunas situaciones que estaban definitivamente
fuera de su zona de confort. Parecía que podía dormirse apoyada en la pared en
ese momento y allí. Me volví a Dimitri. Ya me estaba mirando.

―¿Turnos?‖ Le pregunté. Sabía que ninguno de nosotros permitiría que


nuestro grupo permaneciera sin vigilancia en este lugar, incluso si
presuntamente éramos los héroes asesinos de la reina.

Él asintió con la cabeza. ―Tú vas primero, y yo –‖

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La puerta se abrió de golpe, y ambos, Dimitri y yo casi saltamos para


atacar. Una chica dhampir se quedó allí, mirándonos. Era un par de años más
joven que yo, cerca de la edad de mi amiga Jill Mastrano, una estudiante de St
Vladimir que quería ser una luchadora Moroi. Esta chica parecía que también lo
quería, sólo por su posición. Ella poseía la fuerte y esbelta constitución de la
mayoría de los dhampirs, todo su cuerpo reforzado, como si pudiera hacer
frente a cualquiera de nosotros. Su pelo era liso, recto hasta la cintura, un
castaño oscuro que había recogido reflejos dorados y cobres del sol. Tenía ojos
azules como los de Joshua.

―Entonces,‖ dijo. ―Ustedes son los gran héroes tomando mi habitación.‖

―¿Angeline?‖ Supuse, recordando a Joshua mencionar a su hermana.

Ella entrecerró los ojos, no le gustó que supiera quién era. ―Sí.‖ Me
estudió sin pestañear y no parecía aprobar lo que encontró. Su fuerte mirada se
desvió a Dimitri. Esperaba que se suavizara, esperaba que fuera víctima de su
buena apariencia de la forma que la mayoría de las mujeres lo hacía. Pero, no.
Recibió sospecha también. Su atención se volvió hacia mí.

―No lo creo,‖ declaró. ―Son demasiado blandos. Demasiado remilgados.‖

¿Remilgados? ¿En serio? No me sentía de esa manera, no en mi batalla de


rasgados vaqueros y camiseta. Viendo su atuendo, tal vez podía entender la
actitud, sin embargo. Su ropa estaba limpia, pero sus pantalones vaqueros había
estado por aquí un tiempo, ambas rodillas gastadas pendiendo de un hilo. La
camiseta era simple, sin mangas blanca que daba la sensación de hecha a mano.
No sabía si había sido blanca originalmente. Tal vez era remilgada en
comparación. Por supuesto, si alguien merecía el título, esa sería Sydney. Su
ropa sería aprobada en una reunión de negocios, y ella no había estado en
ninguna pelea o escape de la cárcel hace poco.

Angeline ni siquiera le había dado una segunda mirada, sin embargo.


Sentía que los Alquimistas estaban en una categoría extraña por aquí, un tipo
diferente de humanos de los que se mezclaban con los Conservadores. Los
Alquimistas traían suministros y se iban. Eran casi un tipo de alimentadores
para estas personas, realmente, lo que aturdía mi mente. Los Conservadores
guardaban más respeto por los tipos de humanos que mi cultura despreciaba.

De todos modos, no sabía qué decirle a Angeline. No me gustaba ser


llamada suave o que mi destreza en batalla fuera puesta en tela de juicio. Una
chispa de mi temperamento se encendió, pero me negué a causar problemas al
pelearme con la hija de nuestro anfitrión, ni iba a empezar hablar de los detalles
sobre el asesinato de Tatiana. Simplemente me encogí de hombros.

―Las apariencias son engañosas,‖ le dije.


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―Sí,‖ Angelina dijo fríamente. ―Lo son.‖

Se acercó a un pequeño cofre en la esquina y sacó lo que parecía un


camisón. ―Será mejor que no estropees mi cama,‖ me advirtió. Miró a Sydney,
sentada en el otro colchón. ―No me importa lo que le hagas a la de Paulette.‖

―¿Paulette es tu hermana?‖ Le pregunté, todavía estaba tratando ordenar


en mi cabeza esta familia.

Parecía que cualquier cosa que pudiera decir ofendería a esta chica. ―Por
supuesto que no,‖ Angeline dijo enojada, dando un portazo al salir. Me quedé
mirando con asombro.

Sydney, bostezó y se estiró en la cama. ―Paulette es, probablemente, la...


eh, no sé. Amante. Concubina de Raymond‖.

―¿Qué?‖ Exclamé. Un Moroi casado con una humana y teniendo una


aventura con una Moroi. No estaba segura de cuánto más pudiera soportar.
―¿Viviendo con su familia?‖

―No me pidas que lo explique. No quiero saber nada más acerca de tus
retorcidas costumbres de lo que tengo que hacerlo.‖

―No son mis costumbres,‖ repliqué.

Sarah llegó poco después para pedir disculpas por Angeline y ver si
necesitábamos algo más. Le aseguramos que estábamos bien y le dimos las
gracias efusivamente por su hospitalidad. Una vez que se hubo ido, Dimitri y
yo dormimos por turnos. Hubiera preferido que los dos nos quedáramos en
estado de alerta, sobre todo porque me sentía bastante segura de que Angeline
le cortaría la garganta alguien mientras este dormía. Sin embargo,
necesitábamos descansar y sabía que ambos
reaccionaríamos con rapidez si alguien reventaba nuestra puerta.

Así que, deje a Dimitri tomar la primera guardia mientras me acurrucaba


en la cama de Angeline y trataba de no estropearla. Era sorprendentemente
cómoda. O, tal vez estaba demasiado cansada. Fui capaz de dejar de lado mis
preocupaciones acerca de la ejecución, hermanos perdidos, y vampiros
montañeses. Un sueño profundo se envolvió a mí alrededor, y empecé a soñar...
pero no era cualquier sueño. Era un cambio en mi mundo interior, la sensación
de estar dentro y fuera de la realidad. Estaba siendo arrastrada a un sueño
inducido por el espíritu.

¡Adrian!

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La idea me entusiasmó. Lo echaba de menos y estaba ansiosa por hablar


con alguien directamente después de todo lo que había sucedido en la Corte.
No había habido mucho tiempo para hablar durante mi huida, y después
de este extraño mundo en medio de la nada en el que había tropezado,
realmente necesitaba algún pedazo de normalidad y civilización a mi alrededor.

El mundo de los sueños comenzó a tomar forma a mí alrededor, cada vez


más y más claro. Era un lugar que nunca había visto, una sala formal con sillas
y sofás cubiertos de cojines de cachemira de color lavanda. Pinturas al óleo se
alineaban en las paredes, y había un arpa grande en la esquina. Había
aprendido hace mucho tiempo que no podía predecir dónde Adrian me
enviaría – o lo que me haría usar. Afortunadamente, estaba en pantalones
vaqueros y una camiseta, mi nazar azul colgando alrededor de mi cuello.

Me di la vuelta con ansiedad, buscándolo para poder darle un abrazo


gigante. Sin embargo, mientras mis ojos buscaban en la habitación, no era la
cara de Adrian la que de repente me encontré mirando.

Era la de Robert Doru.

Y Víctor Dashkov estaba con él.

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DIEZ

Cuando tu novio es un caminante en sueños, adquieres algunas


lecciones. Una de los más importantes es que hacer cosas físicas en los sueños se
siente exactamente igual que hacerlas en el mundo real. Oye, como besar a
alguien. Adrián y yo habíamos compartido una serie de besos en sueños lo
suficientemente intensos como para encender mi cuerpo queriendo probar
mucho más. Aunque nunca había realmente atacado a alguien en un sueño, yo
estaba dispuesto a apostar que un golpe aquí se sentiría tan doloroso como uno
de verdad.

Sin dudarlo, me lancé hacia Victor, indecisa de si yo debería darle un


puñetazo o estrangularlo. Ambas parecían buenas ideas.

Resultó que no hice ninguna de las dos. Antes de que pudiera llegar a él,
me estrellé contra una pared invisible— dura. Ésta tanto me cerró el paso a él y
me hizo rebotar de vuelta con el impacto. Tropecé, traté de recobrar mi
equilibrio, pero en lugar de eso aterricé dolorosamente en el suelo. Sí—los
sueños se sentían justo como la vida real.

Miré a Robert, sintiendo una mezcla de enojo y malestar. Traté de ocultar


esa última emoción. ―¿Eres un usuario del espíritu con telequinesis?‖
Habíamos sabido que era posible, pero era una habilidad que ni Lissa ni Adrian
habían dominado todavía. Realmente no me gustaba la idea de que Robert
pudiera tener el poder de arrojar objetos a su alrededor y crear barreras
invisibles. Era una desventaja que no necesitábamos.

Robert permaneció enigmático. ―Yo controlo el sueño‖.

Victor me miraba con esa expresión petulante y calculadora por la que se


destacaba. Al darme cuenta de la posición indigna en la que me encontraba,
salté a mis pies. Mantuve una postura rígida, mi cuerpo tenso y listo mientras
me preguntaba si Robert mantendría la pared levantada continuamente.
―¿Has terminado con tu berrinche?‖ Preguntó Victor. ―Comportarte como una
persona civilizada hará nuestra conversación mucho más agradable‖.

―No tengo ningún interés en hablar contigo‖, contesté bruscamente. ―Lo


único que voy hacer es cazarte en el mundo real y arrastrarte de vuelta a las
autoridades‖.

―Encantador‖, dijo Victor. ―Podemos compartir una celda‖. Hice una


mueca.

―Sí‖, él continuó. ―Sé todo lo que pasó. Pobre Tatiana. Semejante


tragedia. Semejante pérdida‖.

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Su tono burlón y melodramático encendió una idea alarmante. ―Tú. . . no


tuviste nada que ver con ello, ¿verdad?‖ El escape de Victor de prisión había
provocado mucho miedo y paranoia entre los Moroi. Ellos habían estado
convencidos de que iba a venir por todos ellos. Conociendo la verdad sobre el
escape, Yo había descartado esa conversación y pensé que él estaría
simplemente en una posición baja. Ahora, recordando cómo él una vez había
querido iniciar una revolución entre los Moroi, me preguntaba si el asesino de
la reina en realidad era el villano más malvado que conocíamos.

Victor soltó un bufido. ―Poco probable‖. Él puso sus manos detrás de su


espalda mientras paseaba por la habitación y pretendía estudiar el arte. Yo de
nuevo me preguntaba hasta qué punto el escudo de Robert se extendía. ―Tengo
métodos mucho más sofisticados para lograr mis metas. Yo no me rebajaría a
algo así—y tampoco tú‖.

Estaba a punto de señalar que travesear con la mente de Lissa fue


difícilmente sofisticado, pero sus últimas palabras me llamaron la atención.
―¿No crees que lo hice?‖

Él miró hacia atrás, desde donde él había estado estudiando a un hombre


con un sombrero de copa y bastón. ―Por supuesto que no. Tú nunca harías nada
que requiriese tanta previsión. Y, si lo que he oído hablar de la escena del
crimen es cierto, tu nunca dejarías tanta evidencia detrás‖.

Había a la vez un insulto y un cumplido allí. ―Bueno, gracias por el voto


de confianza. Yo he estado preocupada por lo que pensarías‖. Esto me valió una
sonrisa, y yo me crucé de brazos sobre mi pecho. ―¿Cómo ustedes chicos
siquiera saben lo que está sucediendo en la Corte? ¿Tienen espías?‖

―Este tipo de cosas se extienden por todo el mundo Moroi rápidamente‖,


dijo Victor. ―No estoy así de fuera de contacto. Yo supe sobre su asesinato casi
tan pronto como ocurrió. Y acerca de tu más impresionante escape‖.

Mi atención permanecía sobre todo en Victor, pero eché una rápida


mirada a Robert. Él permanecía en silencio, y de la expresión en blanco y
distraída en sus ojos, me preguntaba si él estaba al tanto de lo que se decía a su
alrededor. Verlo siempre enviaba un escalofrío por mi espalda. Él era un
ejemplo destacado del espíritu en su peor momento.

―¿Por qué te importa?‖ Pregunté. ―¿Y por qué diablos me estás


molestando en mis sueños?‖

Víctor continuó su andar, haciendo una pausa para pasar sus dedos a lo
largo de la superficie lisa, de madera del arpa. ―Porque tengo un gran interés en
la política Moroi. Y me gustaría saber quién es el responsable del asesinato y
cuál es su juego‖.
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Sonreí. ―Suena como que estas solo celoso de que alguien más este
tirando de las cuerdas además de ti por un cambio. Sin intención de un juego de
palabras‖.

Su mano cayó del arpa, de vuelta a su lado, y él fijó su mirada aguda


sobre mí, los ojos del mismo verde pálido como los de Lissa. ―Tu ingenioso
comentario no te va a llegar a ninguna parte. Puedes dejar que te ayudemos o
no‖.

―Tú eres la última persona que de la que deseo ayuda. Yo no la necesito‖.

―Sí. Las cosas parecen ir muy bien para ti, ahora que eres una fugitiva
perseguida y a la carrera con un hombre que muchos todavía creen que es
Strigoi. Victor hizo una pausa calculada. ―Por supuesto, estoy seguro de que a ti
no te importa esa última parte tanto. Sabes, si los encontrase a los dos, yo podría
probablemente dispararles y ser bienvenido de regreso como un héroe‖.

―No apuestes por ello‖. La ira quemaba a través de mí, tanto ante su
insinuación y porque él nos había causado tantos problemas a Dimitri y a mí en
el pasado. Con gran fuerza de voluntad, contesté en voz baja y mortal: ―Voy
a encontrarte. Y probablemente no vivirás para ver a las autoridades‖.

―Ya hemos establecido que el asesinato no está en tu conjunto de


habilidades‖. Victor se sentó en una de las sillas acolchadas, poniéndose
cómodo.

Robert seguía de pie, esa expresión ida todavía en su rostro. ―Ahora, lo


primero que tenemos que hacer es determinar por qué alguien querría matar a
nuestra difunta reina. Su personalidad abrasiva es difícilmente motivación,
aunque estoy seguro de que esta no haría daño. La gente hace cosas como esta
por poder y ventaja, para llevar a cabo sus agendas. Por lo que escuché, la
acción más controvertida de Tatiana recientemente fue a esa ley de la edad, sí—
esa es. La que te hizo mirarme con ceño fruncido de esa manera. Es lógico que
su asesino se oponía a esa‖.

Yo no quería satisfacer a Victor en absoluto. Yo no quería un debate


razonable con él. Lo que quería era alguna indicación de dónde se encontraba
en la vida real y luego, quería correr el riesgo de chocar contra ese muro
invisible de nuevo. Valdría la pena el riesgo si podía hacer algún daño. Por lo
tanto, yo estuve un poco sorprendido cuando me encontré diciendo, ―O, quien
lo hizo quería llevar a cabo algo peor— algo más estricto sobre los dhampirs.
Ellos pensaban que su decreto fue demasiado suave‖.

Lo admito, capturar a Victor Dashkov con la guardia baja fue una de las
mayores alegrías de mi vida. Tuve esa satisfacción ahora, viendo sus cejas
alzándose en asombro. No era fácil proponer algo a un maestro maquinador
como él que no hubiese considerado ya. ―Interesante‖, dijo al fin. ―Puede que te
haya subestimado, Rose. Eso es una deducción brillante de tu parte‖.

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―Bueno, eh. . . no fue exactamente mi deducción‖. Victor esperó


expectante. Incluso Robert salió de su aturdimiento y se centró en mí. Eso fue
espeluznante.

―Fue de Tatiana. Quiero decir, no su deducción. Ella lo dijo


directamente—bueno, es decir, la nota que dejó para mí lo hizo‖. ¿Por qué yo
estaba divagando en frente de estos tipos? Por lo menos sorprendí a Victor de
nuevo.

―¿Tatiana Ivashkov te dejó a ti una nota con información clandestina?


¿Para qué?‖

Me mordí el labio y dirigí mi atención a una de las pinturas. Esta


mostraba una elegante mujer Moroi con esos mismos ojos verde jade que la
mayoría de los Dashkovs y Dragomir compartían. De pronto me pregunté si tal
vez Robert había formado este sueño en alguna mansión Dashkov de su
infancia. Movimiento en mi periferia me hizo girarme de inmediato hacia los
hermanos.

Victor se levantó y dio unos pasos hacia mí, curiosidad y astucia por
todo él. ―Hay más. ¿Qué más te dijo? Ella sabía que estaba en peligro. Ella sabía
que esta ley era parte de ello. . . pero no era la única cosa, ¿verdad?‖

Me quedé en silencio, pero una idea loca comenzó a formarse en mi


mente. En realidad estaba considerando ver si Victor me podría ayudar. Por
supuesto, en retrospectiva, esa no era una idea loca, teniendo en cuenta que yo
ya lo había sacado de la cárcel para obtener su ayuda.

―Tatiana dijo. . .‖ ¿Deberia decirlo? ¿Debería dar el secreto incluso si


Lissa no sabía? Si Victor sabía que había otro Dragomir, podría usar ese
conocimiento para uno de sus regímenes. ¿Cómo? Yo no estaba segura, pero
había aprendido hace mucho tiempo a esperar lo inesperado de él. Sin
embargo…

Victor sabía un montón de secretos Moroi. Me habría gustado verlo a él y


a Abe igualar ingenios. Y yo no dudaba de que mucho del conocimiento
confidencial de Victor involucrara a los Dragomir y Dashkovs. Yo tragué.

―Tatiana dijo que había otro Dragomir. Que el padre de Lissa tuvo un
amorío y que si pudiera encontrar a quien sea que este es, eso le regresaría a
Lissa su poder en el Consejo‖.

Cuando Victor y Robert se miraron sorprendidos, sabía que mi plan


había fracasado. Victor no iba darme una nueva percepción. En cambio, yo
había sido la única que sólo reportó información valiosa. Maldita sea, maldita sea,
maldita sea.

Él volvió su atención hacia mí, con expresión especulativa. ―Así que. Eric
Dragomir no era el santo que tantas veces interpretaba‖.

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Apreté los puños. ―No critiques a su padre‖.

―No soñaría con ello. Me agradaba muchísimo Eric. Pero sí. . . si esto es
cierto, entonces, Tatiana tiene razón. Vasilisa técnicamente cuenta con el
respaldo de la familia, y sus puntos de vista liberales sin duda causarían
fricción en un Consejo que nunca parece cambiar sus costumbres‖. Él se rió
entre dientes. ―Sí, definitivamente puedo ver que molestará a mucha gente—
incluyendo a un asesino que quiere oprimir a los dhampirs. Me imagino que él
o ella no querrían que este conocimiento salga‖.

―Alguien ya ha intentado deshacerse de los registros que unen al padre


Lissa a una amante‖. Volví a hablar sin pensar y me odié por ello. Yo no quería
dar ninguna información a los hermanos ya más. Yo no quería actuar como si
estuviéramos trabajando todos juntos aquí.

―Y déjame adivinar‖, dijo Victor. ―Eso es lo que están tratando de hacer,


¿no es cierto? Buscar a este bastardo Dragomir‖.

―Hey, no—―

―Es sólo una expresión‖, él interrumpió. ―Si las conozco a ustedes dos—y
confío en que lo hago—Vasilisa está tratando desesperadamente de limpiar tu
nombre de nuevo en la Corte mientras tú y Belikov están lejos en una aventura
sexualmente cargada para encontrar a su hermano o hermana‖.

―No sabes nada de nosotras‖, gruñí. Sexualmente cargada ciertamente.


Él se encogió de hombros. ―Tu cara lo dice todo. Y realmente, no es una mala
idea. No es una genial, pero no está mal. Da a la familia Dragomir un quórum, y
tú tendrás una voz que hable en tu nombre en el Consejo. ¿Supongo que no
tienes algunas pistas?‖

―Estamos trabajando en ello‖, respondí con evasivas.

Víctor miró a Robert. Yo sabía que ellos dos no tenían ninguna


comunicación psíquica, pero mientras intercambiaban miradas, tuve la
sensación de que estaban pensando lo mismo y confirmándolo el uno con el
otro. Por último, Víctor asintió con la cabeza y se volvió hacia mí.

―Muy bien, entonces. Te ayudaremos‖. Lo hizo sonar como si estuviera


aceptando a regañadientes hacerme un gran favor.

―¡No necesitamos tu ayuda!‖

―Por supuesto que sí. Estas fuera de tu liga, Rose. Estas vagando en un
nido de fea y compleja política— algo con lo que no tienes experiencia. No hay
vergüenza en reconocer eso, tal como yo no estoy avergonzado en admitir que
en una pelea a puñetazos irracional y mal planificada, tu seguramente serías
superior‖.

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Otro cumplido de doble intención. ―Estamos haciéndolo muy bien.


Tenemos una Alquimista ayudándonos‖. Ahí. Eso le mostraría quien estaba
fuera de cuya liga. Y, a mi crédito, él parecía ligeramente impresionado.
Ligeramente.

―Mejor de lo que esperaba. ¿Ha conseguido tu Alquimista un lugar o


cualquier pista no obstante?‖

―Ella está trabajando en ello‖, repetí.

Él suspiró con frustración. ―Vamos a necesitar tiempo, entonces, ¿no?


Tanto para Vasilisa para que investigue en la Corte y para que tu empieces a
rastrear a ese niño‖.

―Eres la persona que actúa como si lo supieras todo‖, señalé. ―Pensé que
sabrías algo al respecto‖.

―Para mi pesar, no‖. Víctor realmente no sonaba tan disgustado. ―Pero


tan pronto como consigamos un hilo, te aseguro, seré esencial en desenredarlo‖.
Se acercó a su hermano y dio unas palmaditas en el brazo de Robert
confortablemente. Robert le devolvió la mirada con adoración. ―Te visitaremos
de nuevo. Déjanos saber cuándo tengas algo útil, y entonces nos encontraremos
contigo‖.

Mis ojos se abrieron. ―Tú no harás tal—‖ dudé. Yo había dejado a Víctor
escapar a Las Vegas. Ahora él estaba ofreciéndose a venir a mí. Tal vez yo
podría reparar ese error y cumplir mí amenaza anterior a él. Rápidamente, traté
de cubrir mi falta de expresión. ―¿Cómo sé que puedo confiar en ti?‖

―No puedes‖, dijo sin rodeos. ―Tú tienes que tomarlo a ojos cerrados de
que el enemigo de tu enemigo es tu amigo‖.

―Siempre he odiado ese dicho. Tu siempre serás mi enemigo‖.

Me sorprendió un poco cuando Robert de repente cobró vida. Él miró


furioso y dio un paso adelante. ―¡Mi hermano es un hombre bueno, chica de las
sombras! Si le haces daño. . . si le haces daño, lo pagarás. Y la próxima vez no
regresarás. El mundo de los muertos no te dejará una segunda vez.

Yo sabía que no debía tomar las amenazas de un hombre loco en serio,


pero sus últimas palabras enviaron un escalofrío a través de mí. ―Tu hermano
es un psicópata—―

―Basta, basta‖. Víctor volvió a darle una palmadita tranquilizadora a


Robert en el brazo. Todavía con el ceño fruncido hacia mí, el hermano menor de
Dashkov retrocedió, pero yo estaba dispuesta a apostar que la pared invisible
estaba de vuelta en su lugar. ―Esto no nos hace ningún bien. Estamos perdiendo
el tiempo—que es algo de lo que no tenemos suficiente. Necesitamos más. Las
elecciones de monarca iniciarán en cualquier momento, y el asesino de Tatiana

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podría tener una mano en estas si realmente había alguna agenda siguiendo
adelante. Tenemos que retardar las elecciones— no sólo para frustrar al asesino,
sino también para darnos a todos el tiempo para llevar a cabo nuestras tareas‖.
Yo estaba cansándome de todo esto. ―¿Sí? Y ¿cómo propones que hagamos
eso?‖

Víctor sonrió. ―Mediante la postulación de Vasilisa como candidata a


reina‖.

Ya que era Víctor Dashkov con el que estábamos tratando, realmente no


debería haber estado sorprendida por cualquier cosa que decía. Esto era un
testimonio de su nivel de locura que él continuamente me pillaba desprevenida.

―Eso‖, declaré, ―es imposible‖.

―En realidad no‖, él respondió.

Lancé mis manos hacia arriba con exasperación. ―¿No has estado
prestando atención a lo que hemos estado hablando? El punto es lograr que
Lissa complete los derechos de familia con los Moroi. ¡Ella no puede siquiera
votar! ¿Cómo podría postularse para reina?‖

―En realidad, la ley dice que ella puede. De acuerdo a la forma en que
está escrita la política de nombramiento, una persona de cada línea real puede
postularse para la posición de monarca. Eso es todo lo que dice. Una persona de
cada línea puede postularse. No hace mención de cuantas personas tienen que
estar en su familia, como la hay para que ella vote en el Consejo. Ella sólo
necesita tres nominaciones y la ley no especifica la familia de su procedencia.
Víctor habló de manera tan precisa y nítida que bien podría haber estado
recitando de un libro legal. Me preguntaba si él había memorizado todas las
leyes. Supuse que si ibas a hacer una carrera de romper las leyes, podrías
también conocerlas.

―Quien sea que escribió esa ley probablemente suponía que los
candidatos tendrían familiares. Simplemente no se molestaron en detallarlo
bien claro. Eso es lo que la gente va a decir si Lissa se postula. Ellos lucharan
contra ello‖.

―Pueden luchar contra ello todo lo que quieran. Aquellos que le niegan
un lugar del Consejo basan eso en una sola línea en los libros de la ley que
menciona otro miembro de la familia. Si ese es su argumento, que cada
detalle debe contar, entonces, ellos tendrán que hacer lo mismo para las leyes de
la elección–que, como ya he dicho, no mencionan el apoyo de la familia. Esa es
la belleza de este vacío legal. Sus oponentes no pueden tener las dos cosas. Una
sonrisa torció los labios de Victor, muy confiado. Te lo aseguro, no hay
absolutamente nada en la redacción que le impide hacerlo.

―¿Qué hay de su edad?‖ Señalé. Los príncipes y las princesas que se


postulan siempre son mayores‖. El título de príncipe o princesa iba para un
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miembro más antiguo de la familia, y tradicionalmente, esa era la persona que


se postulaba para rey o reina. La familia podría decidir nominar a otra persona
más adecuada, pero incluso entonces—que yo sepa—está siempre era alguien
más viejo y experimentado.

―La única restricción de edad es la edad adulta‖, dijo Víctor. ―Ella tiene
dieciocho. Ella califica. Las otras familias tienen piscinas mucho más grandes de
donde sacar, por lo que, naturalmente, ellos seleccionarían a alguien que
pareciese más experimentado. ¿En el caso de Dragomir? Bueno, eso no es una
opción, ahora ¿lo es? Además, los monarcas jóvenes no están sin precedencia.
Hubo una muy famosa reina—Alexandra—que no era mucho más mayor que
Vasilisa. Muy bien querida, muy extraordinaria. Su estatua está al lado de la
iglesia de la Corte‖.

Cambie de posición incómoda. ―En realidad. . . esta, eh, no está allí ya


más. Esta en cierto modo explotó. Víctor se quedó mirando. Él aparentemente
había oído hablar de mi fuga, pero no todos los detalles. ―No es importante‖,
dije apresuradamente, sintiéndome culpable por haber sido indirectamente
responsable de explotar a una reina de renombre. ―Esta idea entera sobre usar a
Lissa es ridícula‖.

―No serás la única que piensa así‖, dijo Víctor. ―Ellos discutirán. Ellos
pelearan. Al final, la ley prevalecerá. Ellos tendrán que dejarla postularse. Ella
hará las pruebas y pasará probablemente. Luego, viene la hora de votar, las
leyes que rigen los procesos de referencia a un miembro de la familia ayudan a
la votación‖.

Mi cabeza daba vueltas por ahora. Me sentía agotada mentalmente


escuchando todos estos vacíos legales y tecnicismos. ―Sal enseguida y ponlo en
un lenguaje sencillo‖, ordené.

―Cuando la votación llegue, ella no será elegible. Ella no tiene familia


para cumplir la función necesaria en la elección real. En otras palabras, la ley
dice que ella puede postularse y hacer las pruebas. Sin embargo, la gente
realmente no puede votar por ella porque ella no tiene familia.

―Eso es... idiota‖.

―De acuerdo‖. Hizo una pausa. Yo no creo que ninguno de nosotros


esperaba estar de acuerdo en algo.

―Lissa odiaría esto. Ella nunca, siquiera querría ser reina‖.

―¿No estas siguiendo esto?‖ Victor exclamó. ―Ella no será reina. Ella no
puede. Es una ley mal escrita para una situación que nadie previó.
Es un lío. Y este atrasará las elecciones tan malamente que tendremos más
tiempo para encontrar al hermano de Vasilisa y averiguar quién mató
realmente a Tatiana.

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―¡Hey! Te lo dije: no hay ‗nosotros‘ aquí. No voy a—―

Victor y Robert se miraron.

―Consigue que Vasilisa sea nominada‖, dijo Victor abruptamente.

―Estaremos en contacto en breve sobre donde reunirnos contigo para la


búsqueda del Dragomir‖.

―Eso no es—―

Me desperté.

Mi reacción inmediata fue maldecir, pero luego, recordando dónde


estaba, mantuve mis palabrotas dentro de mi propia cabeza. Pude distinguir la
silueta de Dimitri en la esquina, alerta y vigilante, y no quería que él supiera
que estaba despierta. Cerré los ojos y cambié a una posición más cómoda, con la
esperanza de que un sueño verdadero impidiera la entrada de los hermanos
Dashkov y sus ridículos planes. ¿Lissa postulada para reina? Era una locura. Y,
sin embargo. . . realmente no era mucho más loco que la mayoría de las cosas
que hice.

Dejando eso de lado, deje que mi cuerpo se relajase y sentí el tirón del
sueño verdadero comenzar a derribarme. Énfasis en comenzar. Porque de
repente, sentí otro sueño del espíritu materializándose a mi alrededor.

Al parecer, esta iba a ser una noche agitada.

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ONCE

Me preparé, esperando ver a los hermanos Dashkov aparecer de nuevo


con algunos consejos de última hora. En lugar de eso vi a- ―¡Adrián!‖

Corrí a través del jardín y lance mis brazos a su alrededor. Él me abrazó


tan fuertemente que me levantó del suelo.

‖Pequeña dhampir‖, dijo, una vez que me hubiera puesto en el suelo de


nuevo. Sus brazos quedaron alrededor de mi cintura. ―Te he echado de menos‖.

‖Yo también te extrañé‖. Y lo decía en serio. En el último par de días


extraños eventos habían trastornado por completo mi vida, y estar con él,
incluso en un sueño, era reconfortante. Me puse de puntillas y lo besé,
disfrutando de un pequeño momento de calidez y paz, cuando nuestros labios
se encontraron.

‖¿Estás bien?‖ Preguntó cuando se separó. ―Nadie me dice mucho sobre


ti. Tu viejo dice que estas segura y que la Alquimista le dejará saber si algo
saliera mal‖.

No iba a molestarme diciéndole a Adrián que probablemente eso no era


cierto, dado que Abe aún no sabia que nos habíamos ido con algunos vampiros
leñadores.

‖Estoy bien‖, le aseguré a Adrián. ―Sobre todo aburrida. Estamos


refugiándonos inmersos en la ciudad. No creo que nadie venga a buscarnos. No
creo que quieran hacerlo‖.

Una expresión de alivio apareció sobre su hermoso rostro, y me di cuenta


de lo preocupado que estaba. ―Estoy contento. Rose, no puedes imaginar como
me siento. Ellos no solo cuestionan a las personas que podrían haber estado
involucradas. Los guardias están haciendo todo tipo de planes para cazarlos.
Hay toda una charla acerca de fuerza letal‖.

‖Bueno, no me encontrarán. Estoy en un lugar muy remoto. Muy lejos‖.

‖Me gustaría haber ido contigo‖.

Él todavía se veía afectado, y yo presioné un dedo en sus labios. ―No, no


digas eso. Estas mejor donde estas, es mejor que no estés mas asociado a mí de
lo que estas. ¿Has sido puesto en duda?‖

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‖Sí, aún no han podido sacar nada útil de mí. Mi coartada es demasiado
firme. Me llevaron cuando fui a buscar a Mijail porque hablamos con—―

‖Ya lo sé. Joe‖.

La sorpresa de Adrián fue breve. ―Pequeña dhampir, has estado


espiando‖.

‖Es difícil no hacerlo‖.

‖Sabes, tanto como me gusta la idea de tener a alguien que siempre sabe
cuando estás en todo tipo de problemas, estoy contento de no tener a nadie
ligado a mí. No estoy seguro de querer a alguien mirando en mi cabeza‖.

‖Yo no creo que nadie quiera ver en tu cabeza tampoco. Con una persona
viviendo la vida de Adrián Ivashkovs es bastante difícil‖. Diversión brilló en
sus ojos, pero se desvaneció cuando volví de nuevo a los negocios. ―De todos
modos, sí. Oí el interrogatorio de Lissa de Joe. Eso fue cosa seria. ¿Qué quiso
decir Mikhail? Si Joe mintió, eso borra la mitad de la evidencia en mi contra. Y
también teóricamente eso mata la coartada de tu habitación. Bueno, no
exactamente la mitad. Hubiera sido mejor si Joe hubiera dicho que estabas en tu
habitación durante el asesinato en lugar de admitir que no recuerda nada.
También habría sido mejor si él no hubiera dicho todo esto obligado por la
compulsión de Lissa‖.

―Mikhail no puede informar eso‖.

Suspiré. Al estar con usuarios del espíritu, comencé a dar la compulsión


por sentada.

Era fácil olvidar que entre los Moroi, eso era tabú, la clase de cosa que te
pude meter en graves problemas. De hecho, Lissa no solo tendría problemas
por usar compulsión. También podría ser acusada de hacer decir a Joe lo que
ella quería. Todo lo que dijo en mi favor sería sospechoso. Nadie lo creería.

‖Además‖, agregó Adrián, mirando consternado, ―Si lo que dijo Joe sale
a la luz, el mundo se enteraría de los actos equivocados que mi madre comete
por amor‖.

‖Lo siento‖, dije, poniendo mis brazos alrededor de él. Se quejaba de sus
padres todo el tiempo pero realmente se preocupaba por su madre. Enterarse
de eso tuvo que ser duro para él, y yo sabía que la muerte de Tatiana todavía le
dolía. Parecía que últimamente estaba rodeada de una gran cantidad de
hombres angustiados. ―Aunque, realmente me alegro de que te hayas liberado
de cualquier conexión. Fue una estupidez de su parte. Si alguien se entera, ella
estará en serios problemas‖.
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‖¿Cuál es el consejo de Mikhails entonces?‖

‖Va a buscar a Joe y lo interrogará en privado. Solo eso. Por ahora, no


hay mucho más que hacer con la información que tenemos. Tiene utilidad para
nosotros. . . pero no para el sistema legal‖.

‖Sí‖, le dije, tratando de no sentirme desalentada. ―Supongo que es mejor


que nada‖.

Adrián asintió con la cabeza y luego limpió su oscuro estado de ánimo


de esa manera tan fácil suya. Manteniendo sus brazos alrededor mío, se corrió
un poco hacia atrás, sonriendo mientras me miraba.

‖Lindo vestido, por cierto‖.

El cambio de tema me tomó por sorpresa, a pesar de que no me había


puesto ningún vestido. Después de seguir su mirada, me di cuenta de que
llevaba un viejo vestido, el viejo sexy vestido negro que había usado cuando
Víctor había desatado un encanto de lujuria entre Dimitri y yo. Como Adrián no
me vistió para el sueño, mi subconsciente había dictado mi apariencia. Yo
estaba un poco asombrada de que hubiera elegido este vestido.

‖OH. . .‖ De pronto me sentí avergonzada, pero no sabía por qué. Mi


propia ropa me estaba dando una paliza. Supongo que necesitaba algo para
contrarrestar eso.

‖Bueno, se ve bien en ti‖. Los dedos de Adrián se deslizaron a lo largo de


la tira. ―Muy bueno‖.

Incluso en un sueño, el toque de su dedo hizo vibrar mi piel. ―Cuidado,


Ivashkov. No tenemos tiempo para esto‖.

‖Estamos dormidos. ¿Qué más vamos a hacer?‖

Mis protestas fueron amortiguados por un beso. Me hundí en él. Una de


sus manos se deslizó por el lado de mi muslo, cerca del borde del vestido, y me
tomó una gran cantidad de energía mental para convencerme de que el tirando
de mi vestido probablemente no iba a limpiar mi nombre. De mala gana, me
aleje.

‖Vamos a averiguar quién mató a Tatiana‖, le dije, tratando de recuperar


el aliento.

‖No hay nosotros‖, dijo, haciéndose eco de sus palabras. ―Estoy yo.
Lissa. Cristian. Y el resto de nuestros inadaptados amigos‖. Me acarició el pelo

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y luego me acercó de nuevo, rozando con un beso mi mejilla. ―No te preocupes,


pequeña dhampir. Cuida de ti misma. Quédate donde estás‖.

‖No puedo‖, dije. ―¿No lo entiendes? No puedo simplemente no hacer


nada‖. Las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera detenerlas. Una
cosa era protestar por mi inactividad con Dimitri, pero con Adrián, tenía que
hacer que él y todos los demás en la corte entendieran que estaba haciendo lo
correcto.

‖Tienes que hacerlo. Cuidaremos de ti‖.

Me di cuenta de que el no lo entendía. No entendía lo mucho que


necesitaba hacer algo para ayudar. Para su crédito, sus intenciones eran buenas.
Pensó que cuidar de mi misma era una gran cosa. Quería mantenerme a salvo.
Pero realmente no entendía lo agónica que la inacción era para mí.

―Encontraremos a esta persona y evitaremos que haga lo que sea. . . que


quiera hacer. Puede ser que tome mucho tiempo, pero bien vale la espera‖.

‖Tiempo. . .―. Murmuré contra su pecho, dejando ir al argumento. No


había ninguna forma de convencerlo de que necesitaba ayudar a mis amigos, y
de todos modos, ya tenía mi propia búsqueda ahora. Tanto que hacer, tan poco
tiempo. Me concentre en el paisaje que el había creado. No había notado los
árboles y las flores antes, pero recién ahora me di cuenta de que estábamos en el
patio de la Iglesia, de la forma en que había sido antes de asalto de Abe. La
estatua de la reina Alexandra estaba intacta, con su pelo largo y ojos
inmortalizados en piedra.

La investigación del asesinato realmente estaba en manos de mis amigos


por ahora, pero Adrián tenía razón: podría tomar un tiempo. Suspiré. Tiempo.
Necesitábamos más tiempo.

Adrián se apartó un poco.

―¿Hmm? ¿Que es lo que dijiste?‖

Me quedé mirándolo, mordiéndome el labio inferior mientras un millón


de pensamientos giraban a través de mi mente. Miré de nuevo a Alexandra y
tomé mi decisión, me preguntaba si estaba a punto de romper nuevos records
de locura. Me volví de nuevo a Adrián y le apreté la mano.

‖Dije que necesitamos más tiempo. Y sé cómo podemos conseguirlo...


pero. . . bueno, hay algo que tienes que hacer por mí. Y tú, eh, probablemente
no deberías mencionárselo a Lissa todavía. . .‖

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Tuve el tiempo justo para darle mis instrucciones a Adrián, quien se


sorprendió como yo esperaba antes de que Dimitri me despertara de mi turno.
Habíamos terminado nuestra pequeña conversación.

El tenía la cara dura de costumbre, pero yo podía ver las líneas de la


fatiga grabadas en su rostro. No quería molestarlo—todavía—con mi encuentro
con Víctor y Robert. Por no hablar de lo que acababa de decirle a Adrián que
haga. Habría tiempo de sobra para un resumen más adelante.

Dimitri se quedó dormido en esa forma fácil suya, y Sydney no se movió


durante todo el tiempo. Yo la envidiaba por tener una noche completa de
sueño, pero no pude evitar una sonrisa cuando la sala comenzó a brillar más y
más ligero. Ella había insistido en querer usar el horario vampírico después de
nuestras aventuras de toda la noche.

Por supuesto, Lissa estaba en el mismo horario, lo que significaba que no


podía visitarla durante mi turno. Así como así. Tenía que mantener un ojo sobre
esta espeluznante investigación. Estos guardianes no quieran que nos
entreguemos, pero eso aún no los hacia inofensivos. Tampoco había olvidado
los temores de Sydney acerca de las sorpresivas visitas de los Alquimistas.
Al final de la tarde llegó el resto del mundo, me enteré por la agitación dentro
de la casa. Toqué suavemente el hombro de Dimitri, y él se despertó al instante.
‖Fácil‖, le dije, sin poder ocultar una sonrisa. ―Sólo una llamada de atención.
Parece que nuestros amigos cuello rojo se están levantando‖.

Esta vez, nuestras voces despertaron a Sydney. Se dio vuelta hacia


nosotros, con los ojos entrecerrados por la luz que entraba por la ventana.
―¿Qué hora es?‖ Preguntó ella, estirando sus miembros.

‖No estoy segura‖. No tenía reloj. ―Probablemente sea pasado el


mediodía. ¿Las Tres? ¿Cuatro?‖

Se sentó casi tan rápido como Dimitri.

―¿De la tarde? La luz del sol le dio la respuesta. ―Maldita sea con ustedes
y su maldito horario‖.

‖¿Acabas de decir maldito? ¿No es eso contra las reglas de los


Alquimistas?‖ Bromeé.

A veces era necesario. Se frotó los ojos y miró hacia la puerta. Los débiles
ruidos que escuchábamos en el resto de la casa eran más fuertes ahora, audibles
incluso a sus oídos.

―Creo que necesitamos un plan‖.

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‖Tenemos uno‖, le dije. ―Buscar al hermano de Lissa‖.

‖Yo nunca estuve totalmente de acuerdo con eso‖, me recordó. ―Y


ustedes siguen pensando que puedo hacer todo por arte de magia, tipo hacker
de película para encontrar todas sus respuestas‖.

‖Bueno, al menos es un lugar para...― aunque se me ocurrió que una cosa


podía complicar las cosas. Diablos. ―Tu portátil, no puede funcionar aquí‖.

‖Tiene un módem vía satélite, pero la batería es algo por lo que hay que
preocuparse‖. Sydney suspiró y se levantó, alisándose la ropa arrugada con
consternación. ―Necesito un café o algo así‖.

‖Creo que vi una cafetería en una cueva por el camino‖, dije.


Lo que casi causo una sonrisa de ella.

―Debe haber un pueblo cerca donde yo pueda utilizar mi ordenador


portátil‖.

‖Sin embargo, probablemente no sea una buena idea llevar el coche a


cualquier parte de este estado‖, dijo Dimitri. ―Sólo en caso de que alguien en el
motel tenga su número de placa‖.

‖Lo sé‖, dije con gravedad. ―Estaba pensando en eso también‖.

Nuestro brillante e intrigante plan fue interrumpido por un golpe en la


puerta. Sin esperar respuesta, Sara metió la cabeza dentro y sonrió. ―OH, bueno.
Están todos despiertos. Esta el desayuno listo si quieren unirse a nosotros‖.

A través de la puerta, los olores de lo que parecía un desayuno normal,


es decir: tocino, huevos. . . El pan que había conseguido a la noche, ¿Pero estaba
lista para la comida de verdad y dispuesta a tirar los dados por cualquier cosa
que la familia Raymond tuviera que ofrecer?

En la casa de la sección principal, nos encontramos con una ráfaga de


actividad interna. Raymond parecía estar cocinando algo sobre la chimenea,
mientras que Paulette ponía la mesa. Había un plato de huevos revueltos
perfectamente normales y más rebanadas del pan de ayer. Raymond se levantó
de la chimenea, con una hoja grande de metal cubierta de suaves trozos de
tocino. Una sonrisa le partió la cara barbuda cuando nos vio. Cuanto mas
conocía de estos Conservadores, más me daba cuenta de algo. No hacían
ningún intento de ocultar sus colmillos.

Desde la infancia, a los Moroi se les enseñó a sonreír y hablar de una


manera que minimizara la exposición de los colmillos, en caso de que
estuvieran en las ciudades humanas. No había nada de eso aquí.
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‖Buenos días‖, dijo Raymond, empujando cuidadosamente el tocino en


otro plato de la mesa. ―Espero que estén todos hambrientos‖.

‖¿Crees que eso es, tocino de verdad?‖ Susurré a Sydney y Dimitri. ―¿Y
no como ardilla o algo así?‖

‖Parece real para mí‖, dijo Dimitri.

‖Diría lo mismo‖, dijo Sydney. ―Sin embargo, les garantizo que es de sus
propios cerdos y no de una tienda de abarrotes‖.

Dimitri se rió de la expresión que se formo en mi cara. ―Siempre me


gusta ver lo que te preocupa. ¿Strigoi? No. ¿Alimentos cuestionables? Sí‖.

‖¿Qué pasa con los Strigoi?‖

Josué y Ángel entraron en la casa. Traían un plato de moras, y ella estaba


empujando a los niños pequeños a lo largo de la mesa. Por sus retorcidas y
sucias caras, era evidente que querían ir al exterior. Fue Ángel quien había
hecho la pregunta.

Dimitri cubrió mi aprensión. ―Sólo hablando de algunos Strigoi


que Rose mato‖.

Josué se detuvo y me miró, con sus anchos ojos azules, con asombro.
―¿Has matado a los perdidos? Er- ¿Strigoi?‖

Admiré su intento de usar nuestro término.

―¿Cuántos?‖

Me encogí de hombros. ―Realmente no lo sé‖.

‖¿No utilizas las marcas?‖ Raymond regañó. ―No sabia que se había
abandonado esa costumbre‖.

‖Las marcas- OH. Sí. ¿Nuestros tatuajes? Si lo hacemos‖.

Me di la vuelta y levante mi pelo. Oí un forcejeo de pies y luego sentí un


dedo tocar mi piel. Me estremecí y me di vuelta, justo a tiempo para ver a
Joshua bajando la mano con timidez.

‖Lo siento‖, dijo. ―Nunca he visto ninguno de estos. Sólo las marcas
molnija. Así es como contamos cuantos Strigoi matamos. Tu tienes. . . un
montón‖.

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‖La marca en forma de S es exclusiva de ellos‖, dijo Raymond con


desaprobación. Esa mirada fue rápidamente reemplazado por admiración. ―Las
demás son Zvezda‖.

Esto me valió varios gritos de asombro de Josué y Ángel y un ¿Qué? De


mí.

‖La marca de batalla‖, dijo Dimitri. ―No muchas personas la llaman


zvezda. Significa estrella‖.

‖Huh. Tiene sentido‖, le dije. El tatuaje tenia, de hecho, una especie de


forma de estrella y se daba cuando alguien había luchado en una batalla lo
suficientemente grande como para perder la cuenta de los Strigoi que mata.
Después de todo, sólo podías tener la cantidad de marcas molnija que cupieran
en el cuello.

Josué me sonrió de una manera que hizo que mi estómago revoloteara


un poco. Tal vez era parte de un culto pseudo - Amish, pero eso aún no
cambiaba el hecho que todavía era bien parecido. ―Ahora entiendo cómo has
podido matar a la reina‖.

―Probablemente son falsas‖, dijo Ángel.

Estaba a punto de protestar por la parte de la matanza a la reina, pero su


comentario me descarriló.

―¡No lo son! Me las he ganado cuando los Strigoi atacaron nuestra


escuela. Y luego hubo muchas más que siguieron después de eso‖.
‖No creo que la marca sea tan poco común‖, dijo Dimitri. ―Su gente tiene que
tener grandes peleas con los Strigoi de vez en cuando‖.

‖No realmente‖, dijo Josué, con los ojos todavía sobre mi. ―La mayoría de
nosotros nunca han luchado o incluso visto a los Perdidos. Ellos realmente no
nos molestan‖.

Eso era sorprendente. Si alguna vez hubiera un objetivo Strigoi, un grupo


de Moroi, dhampirs, y seres humanos en medio de la nada lo sería.

―¿Por qué no?‖ Le pregunté.

Raymond me guiñó un ojo. ―Debido a que lucharíamos‖.

Meditaba sobre su enigmática declaración mientras la familia se sentó a


comer. Una vez más pensé acerca de la voluntad de toda la Comunidad en
materia de lucha cuando aparecimos por primera vez. ¿Eran realmente
suficientes para asustar a los Strigoi? No los asustarían mucho, pero tal vez
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algunas cosas fueran demasiado molestas de tratar. Me pregunté qué opinión


tendría Dimitri de eso. Su familia había llegado de una comunidad que se
separó un poco de la vida corriente Moroi, pero no era nada como esto.
Todo esto hizo giraba en mi mente mientras comía y hablaba. Los
Conservadores todavía tenían muchas preguntas acerca de nosotros y Tatiana.
El único que no participaba era Ángel. Comía tan poco como Sydney y
continuaba mirándome con el ceño fruncido.

‖Necesitamos algunos suministros‖, dijo Sydney bruscamente,


interrumpiéndome en medio de una historia horripilante. No me importo, pero
los demás parecían decepcionados. ―¿Donde queda la ciudad más cercana que
tenga una tienda de café. . . o cualquier restaurante?‖

‖Bueno‖, dijo Paulette. ―Rubysville queda a un poco más de una hora al


norte. Pero tenemos un montón de alimentos a su disposición‖.

‖No se trata de los alimentos‖, dije rápidamente. ―Su comida ha sido


perfecta‖. Miré a Sydney. ―Una hora no es tan malo, ¿verdad?‖

Ella asintió con la cabeza y luego miró vacilante a Raymond.

―¿Hay alguna manera. . . hay alguna manera de pedir prestado un coche?


Voy. . .― Las siguientes palabras claramente le causaron dolor. ‖Dejare las llaves
de mi coche hasta que volvamos‖.

Él arqueó una ceja.

‖Tu tienes un buen coche‖.

Sydney se encogió de hombros.

―Cuanto menos lo conduzca por aquí‖, mejor.

Él nos dijo que podríamos tomar su camión y que probablemente no


tendrían incluso necesidad de utilizar su CR-V. Sydney le dio una sonrisa
forzada de agradecimiento, pero yo sabía que las imágenes de vampiros
conduciendo temerariamente su coche estaban bailando a través de su cabeza.
Salimos poco después de eso, esperando estar de vuelta antes de que el sol se
pusiera. La gente estaba fuera de casa en la comuna, haciendo tareas domésticas
o cualquier otra cosa que hicieran con sus vidas. Un grupo de niños estaban
sentados alrededor de una dhampir que leía un libro para ellos, lo que hizo que
me preguntara qué tipo de educación habría aquí.

Todos los Conservadores iban dejando lo que estaban haciendo a nuestro


paso, nos daban miradas curiosas o sonrisas. Yo les devolvía las sonrisas de vez
en cuando, pero sobre todo mantuve la vista para delante. Josué nos estaba
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escoltando a la playa de estacionamiento y caminó a mi lado cuando llegamos a


la estrecha senda.

‖Espero que no tarden mucho‖, dijo. Dando a entender que quería hablar
más.

‖Claro‖, le dije. ―Eso seria divertido‖.

Él brilló y caballerosamente hizo a un lado una rama baja.

―Tal vez pueda mostrarte mi cueva‖.

‖Tu-espera. ¿Qué? ¿No vives con tu papá?‖

‖Por ahora. Pero estoy consiguiendo mi propio lugar‖. No había orgullo


en su voz. ―No es tan grande como el suyo, por supuesto, pero es un buen
comienzo. Esta casi limpio‖.

‖Eso es verdaderamente, eh, genial. Definitivamente me la mostraras


cuando estemos de regreso‖. Las palabras llegaron con facilidad a mis labios,
pero mi mente estaba pensando en el hecho de que la casa de Raymond era
aparentemente grande.

Josué se separó de nosotros cuando llegamos al camión de Raymond,


una camioneta roja grande con un asiento que apenas podía mantener a tres de
nosotros. Teniendo en cuenta que los Conservadores no salían mucho de los
bosques, el camión parecía como si hubiera recorrido un montón de kilómetros.

O tal vez sólo un montón de años de desuso.

‖No deberías hacer eso con el muchacho‖, dijo Dimitri, cuando


estuvimos en la carretera durante unos diez minutos. Sorprendentemente,
Sydney había dejado que el condujera. Supuse que pensaba que un camión
varonil merecía un hombre de conductor.

Ahora que avanzábamos, mi mente se había centrado de nuevo en la


tarea: encontrar a la otra Dragomir.

―¿Eh?‖

‖Josué. Estabas coqueteando con él‖.

‖¡Yo no estaba haciendo eso! Estábamos hablando‖.

‖¿No estas con Adrián?‖

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‖¡Sí!‖ Exclamé, mirando a Dimitri. Sus ojos estaban fijos en la carretera.


―Y es por eso que yo no estaba coqueteando. ¿Cómo puedes pensar eso? Josué
no piensa en mi de esa manera‖.

‖En realidad‖, dijo Sydney, sentada entre nosotros, ―lo hace‖.

Me volví a ella con incredulidad.

―¿Cómo lo sabes? ¿Se pasaron una nota en la clase o algo así?‖


Ella puso los ojos en blanco.

―No Pero tu y Dimitri son como dioses en el campamento‖.

‖Somos extranjeros‖, le recordé. ―Corruptos‖.

‖No, tu eres el renegado Strigoi - y tu la asesina de la reina. Puede haber


encanto y hospitalidad del sur allí, pero esas personas pueden ser salvajes.
Pueden ser capaces de derrotar a la gente. Y, considerando lo desaliñados que
la mayoría de ellos son, ustedes son algo. . . así. . . como las mejores cosas que
caminan por allí desde hace tiempo‖.

‖¿Tu no eres sexy?‖ Le pregunté.

‖No tiene importancia‖, dijo ella, nerviosa por el comentario. ―Los


Alquimistas no están incluso en su radar. Nosotros no peleamos. Ellos piensan
que somos débiles‖.

Recordé los rostros extasiados y tuve que admitir que gran parte de la
gente de allí la miraba con desagrado.

―La familia de Raymond es muy guapa‖, señale. Escuché un gruñido de


Dimitri, que sin duda entendió esto como una evidencia de mí coqueteo con
Josué.

‖Sí‖, dijo ella. ―Porque es probablemente la familia más importante de la


ciudad. Ellos comen mejor, probablemente no tienen que trabajar en el sol. Ese
tipo de cosas hacen la diferencia‖.

No se habló más de coquetear mientras continuamos en el camión.

―Hemos hecho buen tiempo en llegar a Rubysville‖, que era muy similar
a la primera ciudad donde nos habíamos quedado. Cuando nos detuvimos en
lo que parecía ser la única estación de gas de Rubysvilles, Sydney corrió
adentro para hacer unas cuantas preguntas. Volvió, informando que
efectivamente había una especie de cafetería donde podía conectar su
computadora portátil y tratar de buscar lo que necesitábamos.
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Pidió un café y nos sentamos allí con ella, muy llenos desde el desayuno
como para ordenar algo sustancial. Después de un par de miradas sucias de una
camarera que nos pareció pensaba que éramos holgazanes, Dimitri y yo
decidimos dar un paseo por la ciudad. Sydney parecía casi tan contenta como la
camarera por eso. No creo que a ella le gustara tenernos rondando.
Le había dicho a Sydney que no me gustaba Virginia Occidental, pero tuve que
admitir que el paisaje era hermoso. Muchos árboles, llenos de hojas de té,
rodeaban la ciudad como un abrazo.

Más allá de ellos, las montañas se alzaban, muy diferente de las que
había cerca de St. Vladimir. Estas estaban muy verdes, cubiertas de más árboles.
La mayor parte de las montañas que rodeaban St. Vladimir eran pedregosas e
irregulares, a menudo con picos nevados. Una extraña sensación de nostalgia se
apoderó de mí, pensando en volver a Montana. Había una buena posibilidad de
que nunca volviera de nuevo. Si me pasaría el resto de mi vida en la carrera, St.
Vladimir seria el último lugar donde podría ir. Si fuera capturada, también. . .
entonces definitivamente no llegaría a ver otra vez Montana.

‖O cualquier otro lugar‖, murmure, hablando en voz alta antes de poder


callarme.

‖¿Hmm?‖ Preguntó Dimitri.

‖Estaba pensando acerca de si los guardias nos encontraran. Nunca me


di cuenta lo mucho que quería hacer y ver. De repente, todo eso es como un
juego, ¿sabes?‖

Nos mudamos a un lado de la carretera cuando una camioneta de color


naranja llegó. Los niños de la escuela de verano gritaban y se reían en la parte
posterior de la misma.

―Bueno, supongo que mi nombre nunca será limpiado y nunca


encontraran al verdadero asesino. ¿Cuál es el escenario siguiente en el mejor de
los casos? Yo: siempre corriendo, siempre escondida. Esa seria mi vida. Por lo
que sé, tendré que ir a vivir con los Conservadores‖.

‖No creo que debas llegar a eso‖, dijo Dimitri. ―Abe y Sydney te
ayudarían a encontrar un lugar seguro‖.

‖¿Hay un lugar seguro? ¿En serio? Adrián dijo que los guardias están
aumentando sus esfuerzos para encontrarnos. Ellos llamaran a los alquimistas y
probablemente a las autoridades humanas en busca de nosotros. No importa a
dónde vayamos, correremos el riesgo de ser descubiertos. Entonces, habrá que
seguir adelante. Aunque sea así para siempre‖.

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‖Tu estas viva‖, señaló. ―Eso es lo que importa. Disfruta lo que tienes,
cada pequeño detalle de cualquier lugar. No te centres en donde no estas‖.

‖Sí‖, admití, tratando de seguir sus consejos. El cielo parecía un poco


más azul, los pájaros un poco más fuertes. ―Supongo que no debo quejarme
sobre lugares que no voy a llegar a ver. Debería agradecer antes de no poder
llegar a ver nada en absoluto. Y que no estoy viviendo en una cueva‖.

Él me miró y sonrió, algo que se leer en sus ojos.

―¿Dónde quieres ir?‖

‖¿Cuando, en este momento?‖ Miré a mí alrededor, pensando nuestras


opciones. Había una tienda de cebos y aparejos, una farmacia y una heladería.
Tuve la sensación de que este último sería un viaje necesario antes de salir de la
ciudad.

‖No, en el mundo‖.

Yo lo mire con recelo.

―Sydney va a estar enojada si nos vamos a Estambul o algo así‖. Esto me


hizo reír.

―No era lo que yo tenía en mente. Vamos‖.

Lo seguí hacia lo que parecía ser el almacén y al llegar notó un pequeño


edificio escondido detrás de él. Naturalmente, sus agudos ojos habían visto lo
que yo no podía, probablemente porque me había fijado en el helado.

BIBLIOTECA PÚBLICA DE RUBYSVILLE.

‖Whoa, hey,‖ le dije.‖ Una de las pocas ventajas de graduarse fue evitar
lugares como este‖.

‖Es probable que haya aire acondicionado‖, señaló.

Miré a mi camiseta empapada de sudor y vi un ligero matiz color rosa en


mi piel. Con mi tez bronceada, que rara vez se quemaba, pero esto era un fuerte
sol, incluso tan tarde en el día.

―Adelante‖, le dije.

La biblioteca estaba misericordiosamente fresca, aunque era incluso más


pequeña que la de St. Vladimir. Con un poco de extraño sentido (o tal vez sólo
un conocimiento del sistema decimal), Dimitri nos condujo hasta la sección de
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viajes, que constaba de unos diez libros, tres de los cuales eran sobre Virginia
Occidental. Frunció el ceño.

‖No es exactamente lo que yo esperaba‖. Echó un vistazo a la plataforma


dos veces y luego sacó uno grande, de colores brillantes titulado los 100 Mejores
Lugares para visitar en el mundo.

Nos sentamos con las piernas cruzadas en el suelo, y me entregó el libro.

―De ninguna manera, camarada‖, le dije. ―Sé que los libros son un viaje
de la imaginación, pero yo no estoy para pensar en eso hoy en día‖.

‖Sólo tienes que tomarlo‖, dijo. ―Cierra los ojos y voltear al azar a una
página‖.

Me pareció una tontería, teniendo en cuenta todo lo que pasaba en


nuestra vida, pero su rostro dijo que hablaba en serio. Le daría su capricho,
cerré los ojos y elegí una página en el centro. La Abrí.

‖¿Mitchell, Dakota del Sur?‖ Exclamé.

―Recuerda que estas en una biblioteca‖.

Bajé mi voz.

―De todos los lugares del mundo, ¿que hace que este entre las cien
mejores?‖

Estaba sonriendo de nuevo, había olvidado lo mucho que extrañaba eso.

―Léelo‖.

"Situada a noventa minutos fuera de Sioux Falls, Mitchell es el hogar del


Palacio de maíz‖. Mire con incredulidad. ―¿Palacio de maíz?‖ Se deslizó a mi
lado, acercándose a mirar las fotos.

―Me imagino que debe estar hecho con hojas de maíz‖, señaló. Las
imágenes en realidad mostraron lo que parecía un edificio de Oriente Medio, o
incluso al estilo ruso, con torres y cúpulas de cebolla.

‖Yo también‖. A regañadientes, añadí, ―iría a visitarlo. Apuesto a que


tienen camisetas‖.

‖Además‖, dijo, con una mirada maliciosa en los ojos, ―apuesto a que no
hay tutores para nosotros allí‖.

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No hice ningún intento de ocultar la risa, imaginando que vivíamos


como fugitivos en el Palacio de maíz por el resto de nuestras vidas. Mi
diversión nos trajo una reprimenda de un bibliotecario, y nos tranquilizó
mientras Dimitri tomó su turno. Sao Paulo, Brasil. Entonces me toco a mí:
Honolulu, Hawai. De ida y vuelta pasamos por el libro, y en poco tiempo, los
dos estábamos en el suelo, al lado del otro, compartiendo diversas reacciones a
medida que continuábamos nuestra gira mundial de la imaginación. Nuestros
brazos y piernas apenas se tocaban.

Si alguien me hubiera dicho cuarenta y ocho horas que estaría acostada


en una biblioteca con Dimitri, leyendo un libro de viajes, hubiera dicho que
estaba loco. Casi tan loco fue el darme cuenta de que estaba haciendo algo
perfectamente normal y casual con él. Desde el momento en que nos conocimos,
nuestras vidas habían sido sobre secretos y peligros. Y realmente, seguían
siendo los temas dominantes en nuestras vidas. Pero en ese par de horas de
calma, el tiempo parecía haberse detenido. Estábamos en paz. Éramos amigos.
Florencia, Italia, leí. Imágenes de iglesias elaboradas y llenas de galerías por
página.

―Sydney quería ir allí. Ella quería estudiar allí, en realidad. Si Abe


hubiera logrado eso, creo que ella le habría servido por toda la vida‖.

‖Ella es todavía muy obediente‖, comentó Dimitri. ―Yo no la conozco


bien, pero estoy bastante seguro de que Abe tiene algo para ella‖.

‖Él la trajo de Rusia, de vuelta a los EE.UU.‖.

Él negó con la cabeza.

―La ha traído para algo más que eso. Los Alquimistas son leales a su fin.
Ellos no son como nosotros. Ella esconde algo—esta capacitada para ello—,
pero cada minuto con los Conservadores es su agonía. Para ella por ayudarnos
y traicionar a sus superiores, algo debe haber, por alguna razón lo hace‖.

Los dos nos detuvimos un momento, preguntándonos qué tipo de trato


misterioso tenia mi padre con ella.

―Es irrelevante, sin embargo. Ella nos ayuda, que es lo que importa. . . y
probablemente deberíamos volver a ella‖.

Yo sabía que él tenía razón, pero odiaba irme. Quería quedarme aquí, en
esta ilusión de tranquilidad y seguridad, dejarme creer que realmente podía
llegar al Partenón, o incluso el Palacio de maíz algún día. Le entregué el libro de
nuevo.

―Uno más‖.
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Tomó su página al azar y abrió el libro. Su sonrisa se cayó. Saint-


Petersburgo.

Una extraña mezcla de sentimientos se enredaron en mi pecho.


Nostalgia, porque la ciudad era hermosa. Dolor, porque mi visita había sido
manchada por el identificador de la tarea terrible que había ido a hacer allí.
Dimitri se quedó mirando la página por un largo tiempo, había nostalgia en su
rostro. Se me ocurrió entonces que, a pesar de sus palabras de ánimo de antes,
tenía que estar experimentando lo que pase por Montana: nuestros lugares de la
infancia, se perdieron para nosotros ahora. Le di un codazo suave.

―Hey, disfrutar con tu imaginación, ¿recuerdas? No es que no puedas ir‖.


De mala gana, cerró el libro y arrastró sus ojos lejos de el.

―¿Cuando te volviste tan sabia?‖ Bromeó.

‖Tuve un buen maestro‖. Nos sonreímos el uno al otro.

Algo se me ocurrió. Durante todo este tiempo, me imagine que el me


ayudaba por ordenes de Lissa. Tal vez había más que eso.

―¿Es por eso que te escapaste conmigo?‖ Le pregunté. ―¿Para ver partes
del mundo?‖

Su sorpresa fue breve.

―No me necesitas para eso, Rose. Tú estarías bien por tu cuenta. Sí, eso
era parte de ello. Tal vez hubiera sido recibido de nuevo con el tiempo, pero
había riesgo de no serlo. Después. . . después de haber sido Strigoi. . .‖. Tropezó
con las palabras un poco. ―He ganado un nuevo aprecio por la vida. Me tomó
un tiempo. Todavía no estoy aquí. Hablo de centrarme en el presente, no en el
futuro, pero mi pasado me persigue. Caras. Pesadillas. Pero mientras más me
alejo de ese mundo de muerte, más quiero a abrazar la vida. El olor de los libros
y el perfume que usas. La forma en que la luz pasa por esa ventana. Incluso el
sabor del desayuno con los Conservadores‖.

‖Eres un poeta de ahora‖.

‖No, sólo estoy empezando a comprender la verdad. Yo respeto la ley y


la forma en que nuestra sociedad funciona, pero no había manera de que
pudiera arriesgarse a perder la vida en una celda después de tan sólo acabar de
encontrarla de nuevo. Quería correr demasiado. Es por eso que te he socorrido.
Eso y-―

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‖¿Qué?‖ Lo estudié, desesperadamente deseando que no fuera tan bueno


en endurecer las emociones de su cara. Lo conocía bien, yo lo entendía. Pero
aún podía ocultar cosas de mí. Se sentó, sin mirarme a los ojos.

―Eso no importa. Vamos a buscar a Sydney y ver si se enteró de algo…‖

―Si bien, tanto como no me gusta decirlo, creo que es poco probable‖.

‖Ya lo sé‖.

Me fui con él, todavía me preguntaba qué más habría dicho.


―Probablemente se dio por vencida y comenzó a jugar Buscaminas‖.
Nos dirigimos hacia la cafetería, deteniéndonos brevemente por un helado.
Comer mientras caminábamos resultó ser un verdadero desafío. El sol se
acercaba al horizonte, tiñendo todo de color naranja y rojo, pero el calor se
quedó.

Disfruta de esto, Rose, me dije. Los colores. El sabor del chocolate. Por
supuesto, siempre amé chocolate. Mi vida aún no tenía la necesidad de estar en
la línea como para no disfrutar de un postre.

Llegamos a la cafetería y encontramos a Sydney doblada en su portátil,


con un danés que apenas comió y la que probablemente era su cuarta taza de
café. Nos deslizamos a su lado.

‖¿Qué tal, eh? ¡Estás jugando Buscaminas!‖ Traté de ver los archivos más
cerca a su pantalla, pero ella se apartó de mí. ―Se supone que estabas en la
búsqueda de una conexión a la amante de Eric‖.

‖Ya lo hice‖, me dijo con sencillez.

Dimitri y yo nos miramos asombrados.

‖Pero no sé cómo puede ser útil‖.

‖Cualquier cosa puede ser útil‖, proclame. ―¿Qué encontraste?‖

‖Después de tratar de localizar a todos los registros bancarios y las


transacciones-y déjenme decirles, que no fue divertido en absoluto, por fin
encontré una pequeña pieza de información. La cuenta bancaria que tenemos
ahora es una más nueva. Fue trasladada de otro banco hace unos cinco años. La
cuenta anterior estaba a nombre de una Jane Doe, pero sí tiene una referencia en
el lado de los familiares en el caso de que algo pasara con el titular de la
cuenta‖.

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Yo casi no podía respirar. Las operaciones financieras me habían


perdido, pero estábamos a punto de conseguir algo sólido.

―¿Un verdadero nombre?‖

Sydney asintió con la cabeza.

―Karp Sonya‖.

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DOCE

Dimitri y yo nos quedamos congelados de asombro. Sydney, al ver


nuestras caras, nos dio una sonrisa seca.

―Supongo que ambos saben quién es‖

―Claro,‖ le dije. ―Era mi maestra. Pero se volvió loca y se convirtió en


Strigoi.‖

Sydney asintió. ―Ya lo sé.‖

Mis ojos se hicieron más chiquitos. ―No es ella… ¿No es ella la que tuvo
una aventura con el papá de Lissa verdad?‖ Oh Dios. Eso sería uno de los más
inesperados descubrimientos en la montaña rusa que era mi vida. No podía ni
siquiera empezar a procesar los efectos que eso traería.

―No creo,‖ ella dijo. ―La cuenta se abrió años antes de que ella fuera
agregada como beneficiaria—lo cual ocurrió justo después de que cumpliera
dieciocho años. Así que si asumimos que la cuenta fue creada
aproximadamente cuando el bebé nació, ella hubiera estado muy joven.
Probablemente Sonya solo es un familiar.‖

Mi asombro se estaba convirtiendo en emoción, y era claro que a Dimitri


le estaba ocurriendo lo mismo. ―Pero ustedes deben de tener records o
información de su familia, él dijo. ―O si no, probablemente algún Moroi sí
tenga. ¿Hay alguien cercano a Sonya? ¿Tiene alguna hermana?‖

Sydney negó con la cabeza. ―No. Aún así, esa sería una opción muy
obvia. Desafortunadamente, tiene muchísima familia. Sus padres vienen de
familias gigantescas, así que tiene muchos primos. Incluso algunas de sus tías
tienen la edad apropiada.‖

―Podemos buscar información de ellas, ¿verdad?‖ Pregunté. Gran


anticipación corría por mis venas. Honestamente no había esperado encontrar
tanta información sobre el tema. Claro, no era mucho, pero por lo menos era
algo. Si Sonya Karp tenía algo que ver con la amante de Eric por lo menos
teníamos algo que podíamos empezar a rastrear.

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―Hay muchas.‖ Sydney alzó los hombros. ―Es decir, sí, sí podríamos,
pero tomaría mucho tiempo encontrar la historia de vida de cada uno de sus
familiares, y aún así—especialmente si esto estaba bien cubierto— tendríamos
muchos problemas para encontrar a la mujer que estamos buscando. O si
alguna de ellas sabe quién es.‖

La voz de Dimitri era baja y pensativa cuando habló. ―Hay una persona
que sabe quién es Jane Doe.‖

Sydney y yo lo miramos, expectantemente.

―Sonya Karp,‖ respondió.

Alcé mis manos. ―Sí, pero no podemos hablar con ella. Es una causa
perdida. Mikhail Tanner pasó más de un año cazándola y no pudo encontrarla.
Si él no pudo, entonces nosotros tampoco podremos.‖

―Dimitri volteó su cabeza hacia la ventana. Sus ojos cafés llenos de dolor,
sus pensamientos momentáneamente muy alejados del lugar en donde
estábamos. No entendía completamente lo que estaba pasando, pero aquel
momento pacífico en la librería— cuando Dimitri había sonreído y compartido
el sueño de una vida ordinaria— había desaparecido. Y no solo el momento.
Ese Dimitri había desaparecido. Estaba de vuelta ese modo feroz y valiente, con
el que llevaba en los hombros el peso de todo el mundo. Al final, suspiró y me
miró. ―Eso es porque Mikhail no tenía a las conexiones correctas.‖

―Mikhail era su novio,‖ saqué a relucir. ―Él tenía más conexiones con ella
que cualquier otra persona.‖

Dimitri no tomo en cuenta mi comentario. En lugar de eso se quedó


pensativo. Podía ver la confusión detrás de sus ojos, una batalla interna. Al
final, tomó una decisión.

―¿Tu celular tiene recepción aquí?‖ le preguntó a Sydney.

Ella asintió, metiendo su mano a la bolsa y sacando su teléfono para


dárselo. Él lo sostuvo por un momento, parecía que le causaba una agonía total
el solo tocarlo. Al final, con otro suspiro, se levantó y salió de la cafetería.
Sydney y yo intercambiamos miradas y ambas lo seguimos. Ella se tardó un
poco más porque tenía que dejar dinero para la cuenta y guardar su
computadora. Salí justo cuando Dimitri había terminado de marcar un número
y se estaba acercando el celular a su oreja. Sydney se nos unió, y un momento
después la persona que estaba del otro lado de la línea contestó el teléfono.

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―¿Boris?‖ preguntó Dimitri.

Eso fue todo lo que entendí porque el resto de la conversación tuvo


lugar en ruso. Una extraña sensación se expandió por mi cuerpo mientras él
hablaba. Estaba muy confundida, principalmente por el lenguaje… pero era
algo más que eso. Me dieron escalofríos. Mi pulso se aceleró con miedo. Esa
voz… yo conocía esa voz. Era su voz y al mismo tiempo no lo era. Era la voz de
mis pesadillas, una voz fría y cruel.

Dimitri estaba actuando como Strigoi.

Bueno, ‗actuando‘ era una palabra muy gentil. Pretender, era una mejor
palabra para describirlo. Lo que sea que estuviera diciendo, era muy
malditamente convincente.

A mi lado, Sydney frunció el ceño, pero no creo que ella estuviera


experimentando lo mismo que yo. Ella no lo había conocido como Strigoi. Ella
no tenía esas horribles memorias. El cambio de conducta de Dimitri era obvio,
pero cuando volteé a ver a Sydney, me di cuenta que ella estaba enfocada en la
conversación. Se me había olvidado que ella también sabía ruso.

―¿Qué es lo que está diciendo?‖

Su ceño se frunció aún más no sé si por la conversación o por el hecho de


que la estaba distrayendo de la conversación. ―Él… él suena como si le
estuviera hablando a alguien con quién no ha hablado desde hace un buen
tiempo. Dimitri está acusando a esta persona por estar de holgazán mientras él
no ha estado.‖ Ella calló por un momento, mientras hacía mentalmente la
traducción. En cierto momento, la voz de Dimitri aumentó de volumen y furia,
y tanto Sydney como yo nos estremecimos. La volteé a ver cuestionablemente.
―Él está enojado que su autoridad ha estado siendo cuestionada. No estoy muy
segura… pero parece que la otra persona en el teléfono está pidiendo
disculpas.‖

Quería saber cada palabra que se decía, pero muy probablemente era
difícil traducir y hablar al mismo tiempo. La voz de Dimitri regresó a su
volumen normal—aunque todavía terriblemente amenazante— y junto con el
flujo de palabra, escuché ‗Sonya Karp‘ y ‗Montana.‘

―¿Está preguntando por la señorita Kar—Sonya?‖ murmuré. Ella no


había sido mi maestra desde hace mucho tiempo. Mejor ahora llamarla Sonya.

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―Sí,‖ dijo Sydney, sus ojos aún en Dimitri, ―Él está preguntando —ehh
diciendo— a esta persona que localice a alguien más para ver si esa persona
puede encontrar a Sonya. Ésta persona…‖ Se detuvo a escuchar por un
momento. ―Ésta persona por la que está preguntando parece que conoce a
muchas personas en el área en la que Sonya fue vista por última vez.‖

Sabía que en éste contexto la palabra ‗personas‘ se refería más bien a


‗Strigoi.‘ Dimitri había alcanzado un alto puesto entre ellos, afirmando su poder
y voluntad, Muchos de los Strigoi operaban solos, raramente trabajando en
grupos, pero aún los solitarios reconocían a lo Strigoi dominantes. Dimitri
estaba utilizando sus contactos, justo como nos había dicho antes, Si algún
Strigoi había escuchado de su transformación—y creído en ella— no hubiera
sido posible pasar las noticias tan rápido, no con tanta desorganización. Aún
así, Dimitri ya estaba utilizando sus contactos que conocían a otros contactos
que podrían saber la ubicación de Sonya.

La voz de Dimitri volvió a sonar fuerte y enojada, y aún—si era posible—


más siniestra. De repente me sentí atrapada, e incluso Sydney se veía asustada.
Ella tragó saliva.

―Él le está diciendo a ésta persona que si no le tiene información para


mañana por la noche, Dimitri lo va a encontrar, lo hará pedazos y…‖ Sydney no
se molestó siquiera en termina. Sus ojos estaban entrecerrados. ―Usa tu
imaginación. Suena terrible.‖ Decidí que estaba contenta de no haber escuchado
la conversación completa en inglés.

Cuando Dimitri terminó la llamada y le regresó el celular a Sydney, esa


masacra de malicia había desaparecido de si cara. Una vez más era mi Dimitri.
Dimitri el damphir. Abatimiento y desesperación irradiaban de él, se dejo caer
contra la pared de la cafetería, mirando fijamente al cielo. Yo sabía lo que estaba
haciendo. Estaba tratando de calmarse, poner e control las emociones que lo
inundaban en su interior. Él había hecho algo que nos podría dar las pistas que
necesitábamos… pero había sido con un costo terrible para él. Mis dedos
temblaron. Quería poner un brazo alrededor de él, o por lo menos darle una
palmada en el hombro para que supiera que no estaba solo. Pero me detuve,
sospechando que no le agradaría.

Por fin, volvió la mirada hacia nosotras, Había recuperado su control—al


menos en el exterior. ―Envié a alguien a que pregunte por ella,‖ él dijo con
cansancio. ―Quizá no funcione. Los Strigoi no son el tipo de personas que tienen
un directorio telefónico. Pero de vez en cuando se mantienen en contacto. Nos
enteraremos muy pronto si hay alguna pista.‖

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―Yo…wow. Gracias,‖ dije, trastabillándome con las palabras, Sabía que él


no necesitaba que se lo agradeciera, pero yo sentía que era necesario hacerlo.‖

Él asintió. ―Deberíamos regresar con los Conservadores… a menos que


crean que éste lugar es seguro para quedarse.‖

―Preferiría quedarme fuera del radar de la civilización,‖ dijo Sydney,


dirigiéndose hacia la camioneta. ―Además, quiero de vuelta las llaves de mi
carro.‖

El viaje de regreso se sintió diez veces más largo. El estado de ánimo de


Dimitri inundo la cabina de la camioneta, el sentimiento de desesperación era
casi sofocante. Incluso Sydney lo sentía. Ella lo dejó manejar la camioneta, y yo
no me decidía si era una buena o mala idea. ¿Podría el camino distraerlo de su
tormento? O ¿Podría su agonía y tormento distráelo del camino y llevarnos a
caer en una zanja?

Afortunadamente, llegamos a salvo y encontramos a dos Conservadores


esperándonos en el lote, una mujer Moroi y un humano, ambos se veían
salvajes. Y todavía no me podía quitar el sentimiento de rareza que sentía al ver
a las dos razas alertas para luchar. Me pregunté si estos dos también eran
pareja.

De regreso en el campamento, encontramos la fogata ardiendo y gente


sentándose alrededor de ésta, algunos estaban comiendo y otros simplemente
socializando. En el desayuno había aprendido que la fogata siempre estaba allí
para los que quisieran conversar un rato, pero la mayoría preferían quedarse en
sus casas.

Regresamos a la casa de Raymond, pero solo Sarah y Joshua estaban ahí.


Ella estaba lavando uno platos y él estaba sentado inquietamente en una silla.
En cuanto me vio entrar por la puerta, se levantó, sonriéndome radiantemente.

―¡Rose! Ya regresaste. Nos estábamos preocupando… quiero decir, no


que algo les pudiera haber pasado—no con tus habilidades—pero que quizá
nos habían abandonado.‖

―No sin nuestro coche,‖ dijo Sydney, mientras ponía las llaves de la
camioneta en la mesa. Las de la CR-V ya estaban ahí, y la cara de Sydney se
inundó de alivio al tomarlas.

Sarah nos ofreció sobras de la comida, pero no las aceptamos, nos


habíamos llenado de comida chatarra en la gasolinera. ―Bueno,‖ ella dijo, ―si no

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van a comer, deberían acompañar a los demás a la fogata. Quizá Jess McHale
cante, si la pueden hacer tomar lo suficiente, sobria o ebria, esa mujer tiene la
voz más fina que he oído‖.

Rápidamente me encontré con los ojos de Dimitri y de Sydney. Debo


admitir que tenía curiosidad de ver como se divertía éste grupo, aunque
canciones familiares a la luz de la luna no sería mi primera opción de
entretenimiento. Dimitri todavía tenía esa mirada tenebrosa por la llamada
telefónica.

Tenía una sospecha de que él hubiera preferido quedarse solo en nuestra


habitación, pero cuando Sydney dijo que ella iba ir a la fogata, su respuesta fue
automática: ―Yo también iré.‖ Instantáneamente supe lo que estaba haciendo.
Sus días como Strigoi lo atormentaban. Hablar con un Strigoi lo atormentaba. Y
probablemente—no, definitivamente—él quería esconder todo y tratar de
bloquearlo, pero él era Dimitri. Dimitri protegía a todos los que lo necesitaban,
y aunque quizá sentarse a escuchar canciones al lado de una fogata no era una
amenaza de vida, sí era una situación semi peligrosa para una civil como
Sydney. Él no podía permitir eso. Además, sabía que Sydney se sentiría más
segura con ambos cerca.

Comencé a decirles que yo también los acompañaría, pero Joshua habló


antes de que yo pudiera, ―¿Quieres ver mi cueva? Todavía hay un poco de luz
afuera. Veríamos mejor ahorita que con una antorcha.‖

Me había olvidado de mi última conversación con Joshua y estaba a


punto de rechazar su oferte. Pero de repente, vi que una expresión cruzó por el
rostro de Dimitri, desaprobación. Así que, él no quería que fuera con un
muchacho joven y guapo. ¿Era legítimamente porque estaba preocupado de los
Conservadores? O ¿Estaba celoso? No, definitivamente no podía ser por la
segunda razón. Ya habíamos establecido—muchas, muchas veces—que Dimitri
no quería ningún tipo de conexión romántica conmigo. Él incluso había
defendido a Adrian en la mañana. ¿Era esto algo que hacían los ex novios?
Cuando estuvimos en Rubysville, creí que Dimitri y yo podíamos llegar a ser
amigos, pero eso no sucedería si él pensaba que podía controlar mi vida
amorosa y a mí. Había conocido a chicas con ex novios así. Yo no sería una de
ellas. Yo podía juntarme con quien yo quisiera.

―Claro,‖ dije. La expresión de Dimitri se obscureció. ―Me encantaría.‖

Joshua y yo nos salimos, dejando a los demás atrás. Sabía que parte de
mi decisión era para probar mi independencia. Dimitri había dicho que éramos

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iguales, pero aún así, había tomado muchas decisiones en el plan de escape sin
consultarme. Se sentía bien estar en control de la situación, además, Joshua me
agradaba, y tenía curiosidad de ver cómo vivían aquí estas personas. No creo
que Sydney quisiera que yo me fuera, pero Dimitri la cuidaría.

Mientras caminábamos Joshua y yo nos encontramos a muchos


Conservadores. Y al igual que en la mañana, recibí una gran cantidad de
miradas. En lugar de dirigirse al camino en donde su padre vivía, Joshua me
llevo alrededor de la pequeña montaña. Era una montaña de buen tamaño, pero
después de vivir en las Rocosas, todo en los Apalaches me parecía ―chiquito‖.
Supongo que ya era una esnob de montañas.

De todos modos, la montaña de extendía hacia diferentes lados, y nos


fuimos alejando más y más del punto base de las Conservadores. El bosque se
hizo más abundante, y la luz del sol empezó a desaparecer tras el horizonte.

―Estoy casi en las afueras de la población,‖ Joshua me dijo en un modo


de disculpa. ―Seguimos creciendo y creciendo, y ya no hay mucho lugar en el
centro del pueblo.‖ Pensé que el término ‗pueblo‘ era algo demasiado optimista,
pero no dije nada. Si definitivamente me había vuelto una esnob. ―Pero hay
muchas cuevas por aquí, así que todavía hay lugar.‖

―¿Son naturales?‖ le pregunté.

―Algunas sí lo son. Otras son minas abandonadas.‖

―Está muy bonito por aquí,‖ dije. Me gustaban los árboles caducos.
Quizá extrañaba Montana, pero las hojas delgadas eran un claro contraste de las
agujas de pino. ―Hey por lo menos tienes bastante privacidad ¿verdad?‖

―Cierto.‖ Me sonrió. ―Supongo que pensé que lo considerarías… no sé.


Muy rústico. O salvaje. Probablemente piensas que todos somos así.‖

Su comentario me sorprendió, la mayoría de los Conservadores, habían


defendido con tanta fiereza su manera de vivir, que nunca pensé que alguno de
ellos llegara a pensar que un forastero cuestionara su manera de vivir—o
siquiera que a algún Conservador le importara lo que pensáramos.

―Es solo diferente,‖ dije diplomáticamente. ―Es muy diferente a lo que


estoy acostumbrada.‖ Sentí un destello de nostalgia por todos los lugares y las
personas con las que no tenía contacto ahorita. Lissa. Adrian. Todos nuestros
amigos. La Corte. St. Vladimir. Despaché el sentimiento rápidamente, no tenía
tiempo para deprimirme y además, podía checar a Lissa más tarde.

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―He ido a los pueblos de los humanos,‖ continuó Joshua. ―Y a otros


lugares donde los Corruptos viven. Veo porque te agradan.‖ De repente le dio
vergüenza. ―No me importaría tener electricidad.‖

―¿Por qué no la usan?‖

―Lo haríamos si pudiéramos. Pero estamos muy alejados, y la realidad es


que nadie sabe que estamos aquí. La Gente Inocente—los alquimistas— dicen
que es mejor que permanezcamos escondidos.

No se me había ocurrido que ellos soportaban éstas condiciones por el


simple hecho de que habían sido forzados a mantenerse aislados. Me pregunté
cuántas de éstas decisiones se habían tomado por mantenerse aferrados a las
viejas costumbres… y cuanto realmente era influenciado por los alquimistas.

―Ya llegamos,‖ dijo Joshua, distrayéndome de mis pensamientos.

Hizo un gesto hacia un agujero obscuro a nivel del piso. La abertura era
lo suficientemente grande para que un adulto pudiera entrar.

―Lindo,‖ dije. Había notado en el tiempo que habíamos estado aquí que
algunas cuevas estaban situadas en lo alto de la montaña, y los residentes
tenían que escalar las rocas o utilizar escaleras hechas en casa. Un acceso a nivel
del piso se veía lujoso.

Joshua se veía sorprendido por mi halago. ―¿De verdad?‖

―De verdad.‖

Terminamos por perder mucha luz del día, así que tuvo que encender
una antorcha y después lo seguí hacia el interior de la cueva. Al principio
tuvimos que agacharnos un poco, pero entre más nos adentrábamos en la cueva
e techo se empezó a expandir y se convirtió en un amplio y redondo espacio. El
piso era de tierra compacta, las paredes de piedra ásperas. Ésta era una cueva
natural, pero pude encontrar rastros del intento de hacerla un poco más
civilizada. El piso se había limpiado y emparejado, vi algunas rocas
amontonadas en una esquina que parecía que habían sido quitadas para añadir
un poco de más espacio. Algunos muebles ya estaban aquí: Una pequeña silla
de madera y un colchón que se veía que solo cabría una persona en él.

―Probablemente piensas que el lugar es muy pequeño,‖ dijo Joshua.

Tenía razón, pero en realidad era más grande que mi dormitorio en St.
Vladimir. ―Pues…sí, pero, ¿Cuántos años tienes?‖

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―Dieciocho.‖

―Los mismos que yo,‖ le dije. Esto pareció hacerlo feliz. ―Tener tu propia,
uhm, cueva a los dieciocho es genial.‖ Claro, hubiera estado mucho mejor si
tuviera electricidad, internet, y plomería, pero no había necesidad de mencionar
eso.

Sus ojos azules prácticamente brillaban. No pude evitar notar el bonito


contraste que hacían con su piel morena. Me deshice inmediatamente de ese
pensamiento. No estaba aquí para buscar un novio, Pero aparentemente, yo era
la única que lo creía así. Joshua de repente dio un paso hacia mí.

―Si tu quieres, te podrías quedar,‖ él dijo. ―Los otros Corruptos jamás te


encontrarían aquí. Podríamos casarnos, y después tendríamos hijos, podríamos
construir un desván como mis padres y—‖

La palabra casarnos me hizo moverme hacia la entrada de la cueva con el


mismo shock y pánico que tendría si estuviera siendo atacada por Strigois.
Excepto que con esos ataques siempre tenía una advertencia por adelantado.

―Whoa, whoa, tranquilo.‖ No. No me había imaginado que una


proposición de matrimonio se acercaba. ―¡Nos acabamos de conocer!‖

Gracias al cielo, él no se acerco más. ―Ya lo sé, pero a veces así son las
cosas.‖

―¿Qué? ¿Matrimonios entre personas que difícilmente se conocen la una


a la otra?‖

―Claro. Pasa todo el tiempo. Y la verdad es que en solo este corto periodo
de tiempo, ya sé que me gustas. Eres increíble. Eres hermosa y obviamente una
buena guerrera. Y la manera en cómo te comportas…‖ Sacudió su cabeza,
admiración llenaba su cara. ―Nunca había visto algo así.‖

Hubiera deseado que no fuera tan lindo. Tener a chicos espeluznantes


profesándote su adoración era mucho más fácil de manejar, que uno que
realmente era lindo. Recordé a Sydney diciéndome como yo era mercancía
caliente por aquí. Supongo que ‗abrasador‘ sería la palabra correcta.

―Joshua, de verdad me agradas, pero,‖ añadí rápidamente al ver que un


rayo de esperanza iluminaba sus facciones, ―soy demasiado joven para
casarme.‖

Él frunció el ceño. ―¿No dijiste que tenías dieciocho años?‖

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Okay. Al parecer, por aquí, mi edad no era un buen argumento. Cuando


estuve en la ciudad natal de Dimitri vi que jóvenes eran las mamás de muchos
de los niños. En un lugar como este, probablemente tenían matrimonios de
niños. Intenté abordar el asunto por otro ángulo.

―Ni siquiera sé si me quiero casar.‖

Eso ni siquiera lo perturbó. Asintió con la cabeza. ―Eso es inteligente.


Podríamos vivir por un tiempo juntos y ver qué tal nos llevamos.‖ Su expresión
tan seria que tenía se convirtió en una sonrisa. ―Pero, la verdad soy muy
tolerante. Te dejaría ganar en todos los argumentos que tuviéramos.‖

No pude evitarlo. Me reí. ―Bueno, pues, entonces voy a tener que ganar
este y decirte que simplemente no estoy lista para… nada de eso. Además ya
tengo una relación con alguien.‖

―¿Dimitri?‖

―No. Otro chico. Está en la corte de los Corruptos.‖ No podía creer que le
estaba diciendo esto.

Joshua frunció el ceño. ―¿Y por qué no está aquí protegiéndote?‖

―Porque… él no es así. Y yo puedo cuidarme por mí misma.‖ Nunca me


había gustado la suposición de que necesitaba que alguien me rescatara. ―Y
mira, aún si él no estuviera en el cuadro, me voy a ir muy pronto. Nunca
funcionarían las cosas entre tú y yo.‖

―Entiendo.‖ Joshua se veía decepcionado pero parecía estar tomando el


rechazo de la mejo manera, ―Quizá cuando tengas todo arreglado podrías
regresar.‖

Estaba a punto de decirle por qué no debería esperarme y que


simplemente se casara con alguien más (a pesar de lo ridículo que sería a su
edad), pero me di cuenta que iba a ser un comentario inútil. Dentro de las
fantasías de Joshua, el probablemente se podía casar con alguien más y después
me podría añadir a su grupo de mujeres, como Sarah y Paulette. Así que
simplemente dije, ―Quizá.‖ Anhelando un cambio de tema, busqué cualquier
cosa que nos pudiera distraer. Mis ojos se enfocaron en la silla de madera y un
patrón de hojas tallado en ésta. ―Eso se ve muy detallado.‖

―Gracias,‖ dijo, caminando, Para mi alivio, no a bordo de nuevo el tema


anterior. Paso su mano por el adorno tallado en la madera, El diseño parecía
como hojas de árboles tranzadas. ―Yo lo hice.‖

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―¿De verdad?‖ Pregunté con verdadera sorpresa. ―Eso… eso es


increíble.‖

―Si te gusta…‖ Su mano se movió, y temí que me fuera a dar un beso o


abrazo. En lugar de eso, metió su mano al bolsillo de su camisa y sacó un fino
brazalete de madera tallada. Era un simple y ondeado diseño, lo increíble era
que delgado y delicado era todo para ser una sola pieza. La madera había sido
pulida para que brillara. ―Toma.‖ Me dio el brazalete.

―¿Esto es para mí?‖ Pasé mi dedo por la suave orilla.

―Si lo quieres. Lo hice hoy cuando no estaban. Para que me recuerdes


cuando te vayas.‖

Titubeé un poco, preguntándome a mí misma si aceptándolo sería una


manera de animarlo más a él. No, decidí. Había dejado ya muy clara mi opinión
sobre el matrimonio entre adolescentes, y de todos modos, se veía muy
nervioso, no podía aguantar el simple pensamiento de lastimar sus
sentimientos. Me abroché el brazalete a mi muñeca.

―Claro que te recordaré. Muchas gracias.‖

Por su cara de felicidad, se podía decir que aceptando el brazalete había


sido la manera de arreglar mi negativa anterior. Me enseñó otros detalles
pequeños de la cueva, y después aceptó mi sugerencia de unirnos con los
demás en la fogata. Podíamos escuchar la música haciendo eco a través de los
árboles mucho antes de que llegáramos de regreso, y aunque difícilmente era
mi estilo, había algo amigable y acogedor en la manera de vivir de ésta
comunidad, Nunca había ido a un campamento de verano, pero me imaginaba
que se parecería a esto.

Dimitri y Sydney se sentaban en la orilla del grupo. Estaban callados y


atentos, pero todos los demás cantaban, aplaudían y platicaban. De nuevo, me
sorprendí por la facilidad con la que damphirs, humanos y moroi podían
envolverse entre ellos. Había parejas de razas mezcladas por todos lados, y una
de ellas—una humana y un Moroi—estaban liándose abiertamente. A veces,
cuando él la besada en el cello, también la mordía y tomaba un poco de sangre.
Tuve que apartar la mirada.

Me volví hacia mis amigos. Sydney me vio y pareció relajarse un poco


más. La expresión de Dimitri era inescrutable, Como siempre los ojos de los
demás siguieron mi movimiento, y para mi sorpresa, vi abiertamente celos en la
cara de algunos chicos. Espero que no pensaran que Joshua y yo nos habíamos

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ido a desnudar a la cueva. Esa era difícilmente la reputación que quería dejar
con este grupo.

―Necesito hablar con Sydney,‖ le dije por encima del ruido. Había
decidido que lo mejor era mantener mi distancia antes de que los rumores
comenzaran, y la verdad, Sydney parecía como que quería estar a mi lado.
Joshua asintió y yo me volteé. Había dado dos paso cuando un puño vivo
directamente a mi cara.

Yo no tenía mis defensas en alerta, y apenas tuve la oportunidad de


voltear mi cabeza y tomar el golpe en el cachete, en lugar de terminar con una
nariz rota. Después de la sorpresa inicial todo mi entrenamiento se activo.
Rápidamente me moví de la línea de ataque y puse mi cuerpo en posición de
pelea. La música y el canto se detuvieron, y volteé a ver a mi atacante.

Angeline.

Ella se puso en una posición similar a la mía, con los puños cerrados y
con los ojos completamente fijos en mí. ―Okay,‖ dijo. ―Es hora de descubrir que
tan fuerte realmente eres.‖

De lo que era hora, era de que alguien—digamos algún papá— viniera y


se la llevara arrastrando y que la castigara por golpear a los invitados.
Increíblemente nadie se movió o trató de detenerla. No—eso no es
completamente cierto. Una persona sí se paró. Dimitri entró en acción en el
instante en que me vio en peligro. Yo esperaba que viniera y se llevara a
Angeline, pero rápidamente un grupo de Conservadores se movió a su lado y le
dijeron algo que no logré escuchar. No trataron físicamente de detenerlo, pero
lo que le dijeron, hizo que se quedara allí parado. Yo podría haber demandado
saber lo que le habían dicho, pero Angeline venía otra vez contra mí. Parecía
que me había quedado sola.

Angeline era chaparrita, incluso para una damphir, pero su cuerpo


estaba lleno de fuerza. Probablemente también era muy rápida, aunque no lo
suficiente como para alcanzar a darme un segundo golpe. Diestramente lo
esquivé y mantuve mi distancia, no queriendo tomar la ofensiva con esta chica.
Probablemente podía hacer bastante daño en una pelea, pero había algo
descuidado—no, más bien áspero— en su manera de pelear. Ella era peleonera,
alguien que había tenido muchas peleas pero sin un entrenamiento formal.

―¿Estás loca?‖ exclamé, esquivando otro asalto. ―Detén esto. No quiero


lastimarte.‖

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―Claro,‖ dijo ella. ―Eso es lo que quieres que todos crean, ¿no es así? Si no
tienes porque luchar entonces todos seguirán creyendo que las marcas son
reales.‖

―¡Son reales!‖ La insinuación de que mis tatuajes eran falsos despertó mi


temperamento, pero yo me negué a meterme en ésta ridícula pelea.

―Demuéstralo,‖ ella dijo atacándome de nuevo. ―Demuestra que eres


quien dices ser.‖

Era como un baile, mantenerme alejada de ella. Lo pude haber hecho


toda la noche, pero algunos gritos de la audiencia nos exigían ‗meternos en la
pelea.‘

―No tengo que probar nada,‖ le dije.

―Entonces, es una mentira.‖ Su respiración se estaba haciendo pesada


Ella se estaba esforzando mucho más que yo. Todo lo que ustedes los Corruptos
hacen es una mentira.‖

―No es cierto,‖ dije. ¿Por qué Dimitri estaba permitiendo que esto
continuara? Con el rabillo de mi ojo alcancé a echar un vistazo, y que alguien
me ayude, estaba sonriendo.

Mientras tanto, Angeline seguía con su diatriba mientras intentaba


pegarme. ―Todos ustedes mienten. Todos son débiles. Especialmente su
‗realeza.‘ Ellos son los peores de todos.‖

―Tú no los conoces. No sabes nada de ellos.‖

Quizá ella podía mantener la conversación, pero yo podía verla que


estaba empezando a frustrarse. Si no fuera por el hecho de que estaba
completamente segura de que me podía golpear en la espalda, hubiera tomado
el enfoque noble y simplemente me hubiera ido. ―Sé lo suficiente,‖ dijo ella. ―Sé
que son egoístas y consentidos, y que no hacen nada por ellos mismos. No les
interesa nadie más. Todos son igual.‖

En realidad estaba de acuerdo con Angeline con respecto a algunos


miembros de la realeza, pero no me gustaba generalizar. ―No hables de cosas
que no entiendes,‖ le dije bruscamente. ―No todos son así.‖

―Lo son,‖ ella dijo, complacida de verme enojada. ―Desearía que todos
estuvieran muertos.‖

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Eso era difícilmente algo que me hubiera hecho ponerme a la ofensiva


pero el comentario nubló mis pensamientos lo suficiente como para permitir
que mi guardia bajara solo por un momento. Nunca habría dejado que pasara
esto con un Strigoi, pero había subestimado a esta chica salvaje. Su pierna se
estiró lo suficiente como para pegarle a mi rodilla, y eso fue como echar una
chispa a la gasolina. Todo explotó.

Con ese golpe, me tambaleé un poco y ella aprovecho su ventaja. Mis


instintos de batalla se apoderaron de mí, y no tuve otra opción que devolver el
golpe antes de que me pudiera pegar de nuevo. La gente empezó a aplaudir y
animar ya que la batalla ‗estaba realmente ocurriendo.‘ Yo estaba en la ofensiva,
tratando de someterla, lo cual significaba que el contacto físico había
aumentado de manera exponencial. Yo era mucho mejor que ella, sin duda,
pero para tratar de llegar a ella, me puse en su rango. Ella logró darme unos
cuantos golpes, nada serios, antes de que yo pudiera tirarla al piso. Yo esperaba
que con eso todo se acabara, pero ella me empujo antes de que pudiera
refrenarla. Nos rodamos y ella trato de tomar la posición dominante. Yo no
podía permitir eso, y logré darle un puñetazo en un lado de su cara, que fue
mucho más fuerte que el que le había dado anteriormente.

Pensé que eso sería el fin de la pelea. Mi golpe la había derribado, y yo


comencé a pararme, pero esa pequeña perra me agarró del cabello y me tiró
hacia abajo. Me retorcí para zafarme—aunque estoy segura de que se llevó un
poco de mi cabello consigo—y esta vez logre sujetarla completamente,
poniendo toda mi fuerza y pedo en la acción. Sabía que era doloroso, pero
realmente no me importó mucho. Ella había comenzado. Además ésta pelea
había ido más allá de simple defensa. Jalarle el cabello a alguien era jugar sucio.

Angeline hizo unos cuantos intentos de zafarse, pero cuando estuvo


claro que no lo lograría, todos a nuestro alrededor empezaron a chiflar y
aplaudir. Momentos después, esa mirada obscura y furiosa desapareció de la
cara de Angeline, sustituida por resignación. La miré con cautela no iba a bajar
mi guardia.

―De acuerdo,‖ ella dijo. ―Supongo que está bien. Adelante.‖

―¿Uhh? ¿Qué está bien?‖ le exigí.

―Está bien si te casas con mi hermano.‖

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TRECE

―¡Eso no tiene gracia!‖

―Tienes razón‖ estuvo de acuerdo Sydney. ―No es gracioso. Es


divertidísimo.‖

Estábamos de vuelta en la casa de Raymond. En la privacidad de nuestra


habitación. Nos había sido dada indefinidamente para mantenernos lejos de las
festividades hogareñas, particularmente luego de haber aprendido un
terriblemente hecho acerca de una costumbre de los Conservadores. Bien, yo
pensaba que era terrible, al menos. Resulto que si alguien quería casarse con
alguien más por aquí, los futuros novia y novio debían batallar con el pariente
más cercano del mismo sexo de cada uno. Angeline había notado el interés de
Joshua desde el momento en que llegue, y cuando vio el brazalete, asumió que
se había hecho algún tipo de arreglo ya. Por lo tanto la responsabilidad cayó
sobre ella, como su hermana, asegurarse que yo era digna. Yo aún no le
agradaba, y ella tampoco confiaba completamente en mí, pero habiéndome
puesto a prueba como una buena luchadora me hizo subir un poco en su
estima, permitiéndole dar su consentimiento para nuestro ‗compromiso‘.

Había tomado entonces una larga y rápida charla lograr convencer a


todos—incluyendo a Joshua—que no había compromiso. Había estado allí,
había aprendido, Dimitri habría tenido que levantarse como mi ‗pariente‘ y
enfrentarse a Joshua.

―Ya detente‖, le regañe. Dimitri se recostaba contra uno se los muros de


la habitación, con los brazos cruzados, observando cómo me frotaba donde
Angeline me había golpeado en el pómulo, difícilmente era la peor lesión que
había sufrido, pero definitivamente tendría un moretón mañana. Había una
sonrisita en su cara.

―Te dije que no lo animaras‖ fue la respuesta calmada de Dimitri.

―Como sea. No lo viste venir. Tu solo no querías que yo…‖, mordí mis
palabras. No diría lo que tenía en mente: que Dimitri estaba celoso. O posesivo.
O lo que sea. Sencillamente sabía que estaba irritado por verme amistosa con
Joshua… y muy divertido por mi rabia acerca del ataque de Angeline.
Abruptamente voltee hacia Sydney, quien estaba tan entretenida como Dimitri.

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De hecho, estoy casi segura de nunca haberla visto sonreír tanto. ―¿Sabias
acerca de esta costumbre?‖

―No,‖ admitió ella, ―Pero no me sorprende. Te dije que eran unos


salvajes. Muchos problemas ordinarios son arreglados con peleas como esta.‖

―Eso es estúpido,‖ dije, no importándome lloriquear. Toque la parte de


arriba de mi cabeza, deseando tener un espejo para ver si Angeline había
tomado un notable montón de cabello. ―Aunque… ella no es mala. Bruta, pero
no mala. ¿Son todos ellos tan fuertes? ¿Los humanos y los Moroi también?‖

―Tengo entendido que así es.‖

Consideré cuidadosamente eso. Yo estaba molesta y avergonzada por lo


que había pasado, pero tenía que admitir que los Conservadores se volvieron
repentinamente más interesantes. Que irónico que un grupo tan atrasado
tuviera la visión de enseñarles a todos sus miembros a pelear, sin importar a
que se dedicaran. Mientras que mi ‗brillante‘ cultura aún se negaba a enseñar
defensa.

―Y esto era por lo que los Strigoi no les molestaban,‖ murmuré, mientras
devolvía el desayuno. Ni siquiera me había dado cuenta de lo que había dicho
hasta que la sonrisa de Dimitri se fue. Él vio hacia la ventana, con su rostro
sombrío.

―Debería contactar con Boris de nuevo y comprobar que ha encontrado.‖


Se volteó dándole la espalda a Sydney. ―Esto no debería de tomar mucho
tiempo. No necesitamos ir todos. ¿Podría tomar tu auto ya que solo necesito ir
por unas pocas calles?‖

Ella se encogió de hombros y alcanzo sus llaves. Habíamos aprendido


un rato antes que el teléfono de Sydney podía coger señal en un punto situado a
unos diez minutos del pueblo. Él estaba en lo correcto. No había razón en
realidad para que fuéramos todos para hacer una rápida llamada telefónica.
Luego de mi pelea, Sydney y yo estábamos relativamente seguras. Nadie se
podía meter conmigo ahora. Pero aún…no me gustaba pensar en Dimitri
reviviendo sus días como Strigoi solo.

―Aún así deberías ir,‖ le dije a ella, pensando rápido. ―Necesito ponerme
en contacto con Lissa.‖ Con lo cual no estaba mintiendo completamente. Lo
que mis amigos habían escuchado de Joe aun me inquietaba. ―Puedo
regularmente mantenerme informada de que está sucediendo a mi alrededor al
mismo tiempo, pero podría ser mejor si se han ido—especialmente en caso de
que los alquimistas aparezcan‖.

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Mi lógica tenía sus fallas, aunque sus colegas eran una preocupación
todavía, ―Dudo que vengan mientras esta obscuro,‖ dijo ella, ―pero realmente
no quiero esperar mientras te quedas con la mirada fija en el espacio.‖ Ella no
lo admitió, y yo no necesitaba decir nada, pero sospeche que ella no quería que
alguien más condujera su auto de todas formas.

Dimitri pensaba que el hecho de que ella fuera no era necesario y lo dijo
tanto como pudo, pero aparentemente, el no podía darle órdenes como lo hacía
conmigo. Así que, ambos se fueron, dejándome sola en la habitación. Los vi
tristemente. A pesar de cuan molestas habían sido sus burlas, estaba
preocupada por él. Había visto el efecto de la última llamada y hubiera
deseado estar ahí para consolarle. Pero tenía el presentimiento de que él no lo
hubiera permitido, así que acepte que Sydney lo acompañara como una
pequeña victoria.

Con ellos habiéndose marchado, decidí que realmente debería de


conectarme con Lissa. Lo había dicho antes más como una excusa, pero ahora
verdaderamente, me gustaba la alternativa—en vez de salir y socializar. No
quería que más personas me felicitaran, y aparentemente, Joshua había
interpretado mi ‗quizás‘ y la aceptación del brazalete como un compromiso real.
Yo todavía pensaba que era devastadoramente lindo, pero no podría manejar
ver su adoración.

Sentada con las piernas cruzadas en la cama de Angeline, me abrí a mi


misma hacia el vínculo y hacia lo que Lissa estaba experimentando. Ella
caminaba a través del recibidor de un edificio que no reconocí al inicio. Un
momento después, me oriente. Era un edificio en la Corte que contenía un área
de relajación y un salón—así como el escondite de Rhonda la gitana. Se veía
raro que Lissa hubiera ido para que le dijeran la fortuna, pero luego de que tuve
un vislumbre de sus colegas, supe que ella venia a algo más.

Los sospechosos de siempre estaban con ella: Adrian y Christian. Mi


corazón brinco al ver a Adrian de nuevo—especialmente luego del incidente de
Joshua. Mi último sueño espiritual había sido demasiado breve.

Christian sostenía la mano de Lissa mientras caminaban, su agarre era


cálido y reconfortante. Él se veía confiado y decidido—aunque con esa cínica
media sonrisa típica de él. Lissa era la que se sentía nerviosa y estaba
claramente reforzándose a sí misma acerca de algo. Pude sentir como temía la
siguiente tarea, incluso aunque pensaba que era necesaria.

―¿Es esta?‖ pregunto ella, deteniéndose frente a una puerta.

―Eso creo,‖ dijo Christian. ―Aquella recepcionista dijo que era la puerta
roja.‖

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Lissa dudo por un momento y luego golpeo llamando. Nada. O la


habitación se encontraba vacía o la estaban ignorando. Ella levanto su mano de
nuevo, y la puerta se abrió. Ambrose se encontró ahí, dejándome estupefacta
como siempre, incluso en sus vaqueros y playera casual azul. El vestía
apretado hacia su cuerpo de una forma que mostraba cada músculo. Él podría
haber posado para la portada de CQ.

―Hey,‖ dijo él, claramente sorprendido.

―Hey,‖ respondió Lissa. ―¿Nos preguntábamos si podríamos hablar


contigo?‖

Ambrose entonces inclino ligeramente su cabeza hacia dentro del


dormitorio. ―Estoy un poco ocupado justo ahora.‖

Detrás de él, Lissa pudo ver una tabla de masajes con una chica Moroi
con su cara descansando hacia abajo. La parte baja de su cuerpo tenía una
toalla cubriéndola, pero su espalda estaba desnuda, brillando en las tenues
luces por el aceite. Candelas aromáticas se quemaban en la habitación, y había
cierta música relajante sonando al estilo New Age.

―Wow,‖ dijo Adrian. ―Tú sí que no pierdes el tiempo, ¿verdad? Ella


apenas ha estado en su tumba por unas horas, y tu ya tienes a alguien nueva.‖
Tatiana había sido enterrada para descansar temprano en la mañana de ese día,
justo antes del amanecer. El entierro había tenido muchos menos asistentes que
en el intento original.

Ambrose dio a Adrian una mirada furiosa. ―Ella es mi cliente. Este es mi


trabajo. Se te olvida que algunos de nosotros tenemos que trabajar para vivir.‖

―¿Por favor?‖ Preguntó Lissa, precipitadamente parándose frente a


Adrian. ―No tomará mucho tiempo.‖

Ambrose se quedo viendo a mis amigos por un momento y luego


suspiró. Él vio hacia atrás. ―¿Lorraine? Tengo que salir. Regresare, ¿está
bien?‖

―Ok,‖ respondió la mujer. Ella se levanto, mirándole. Era mayor de lo


que yo esperaba, a mediados de los cuarenta o algo por ahí. Creo que si estas
pagando por un masaje, no hay razón para no tener un masajista de la mitad de
tu edad. ―Apresúrate a regresar.‖

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Él le dio una deslumbrante sonrisa mientras cerraba la puerta, una


sonrisa que se borro una vez estuvo solo con mis amigos. ―Ok, ¿que es lo que
pasa? No me gusta la mirada que hay en sus rostros.‖

Ambrose podría haberse desviado radicalmente de la vida normal de los


dhampir, pero él había tenido el mismo entrenamiento de un guardián. Era
observador. Él estaba siempre en la búsqueda de posibles tretas.

―Nosotros, uh, queremos hablarte acerca…‖ Lissa dudaba. Hablar de


investigaciones e interrogatorios era una cosa. Llevarlas a cabo era otra.
―Acerca del asesinato de Tatiana.‖

Las cejas de Ambrose se levantaron. ―Ah. Ya veo. No estoy seguro de


que decir, excepto que yo pienso que Rose no lo hizo. Yo no pienso que ustedes
lo crean tampoco, a pesar de lo que está ocurriendo. Todos hablan acerca de lo
impactados y trastornados que están ustedes. Están ganando mucha simpatía
sobre haber sido engañados por una ‗amiga‘ tan peligrosa y siniestra como
ella‖.

Lissa sintió como sus mejillas se encendían. Habiéndome condenado


públicamente y renunciado a nuestra amistad, Lissa se había mantenido alejada
de los problemas. Eso había sido el consejo de Abe y Tasha, y Lissa sabía cómo
sonaba eso. Aún, aunque fuera una actuación, ella se sentía culpable. Christian
se adelanto en su defensa.

―Déjala tranquila. Esto no es acerca de eso.‖

―¿Acerca de que es entonces?‖ pregunto Ambrose.

Lissa se metió, preocupada de que Christian y Adrian pudieran


trastornar a Ambrose y eso dificultara conseguir respuestas. ―Abe Mazur nos
dijo que en la sala de la corte, le dijiste o, uh, hiciste algo con Rose.‖

Ambrose se veía impactado, y tengo que darle crédito por parecer tan
convincente. ―¿Hice algo? ¿Qué significa eso? Mazur piensa que yo, algo como,
¿la golpee enfrente de todas esas personas?‖

―No lo sé,‖ admitió Lissa. ―él solo vio algo, esos es todo.‖

―Le desee buena suerte,‖ dijo Ambrose, incluso pareciendo ofendido.


―¿Esta eso bien?‖

―Claro, Claro.‖ Lissa se había anotado un punto al hablarle a Ambrose


antes que Abe pudiera hacerlo, temiendo que los métodos de Abe involucraran

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trucos y una gran cantidad de fuerza física. Ahora, ella estaba dudando de
estar haciendo un gran trabajo. ―Mira, solo estamos tratando de encontrar
quien asesino realmente a la reina. Tú eras muy cercano a ella. Si hay algo—
cualquier cosa—que tuvieras que pudiera ayudarnos, lo apreciaremos. Lo
necesitamos.‖

―No te conocemos realmente‖, Dijo Adrian rotundamente. ―Sólo


sabemos que tú tenías mucho acceso con mi tía.‖ Él señaló la puerta. ―Y
obviamente, no te tomó mucho tiempo superarlo.‖

―¿Acaso no escuchaste la parte donde dije que ese es mi trabajo? Le estoy


dando un masaje, eso es todo. No todo es sórdido y sucio.‖ Ambrose negó con
su cabeza en frustración y corrió su mano por una silla café. ―Mi relación con
Tatiana no era sucia tampoco. Yo le tenía mucho afecto. Yo nunca haría algo
para lastimarla.‖

―¿Las estadísticas no dicen que la mayoría de asesinatos ocurren entre


personas cercanas?‖ Christian preguntó.

Lissa miró hacia él y Adrian. ―Basta. Ustedes dos.‖ Ella miró de vuelta
hacia Ambrose. ―Nadie te está acusando de nada. Pero tú estabas siempre cerca
de ella. Y Rose me dijo que estabas molesto por el decreto de la edad.‖

―La primera vez que escuché sobre ella, sí,‖ Ambrose dijo. ―E incluso,
cuando le dije a Rose que había alguna clase de error—que tenía que haber algo
que no sabíamos. Tatiana nunca habría ordenado eso para los dhampirs sin
tener una buena razón.‖

―¿Como quedar bien frente a todos esos asustados miembros de la


familia real?‖ preguntó Christian.

―Cuidado,‖ advirtió Adrian. Lissa no podía decidir qué era más irritante:
sus dos chicos uniéndose para conspirar contra Ambrose o que estuvieran
tirándose entre ellos insultos.

―¡No!‖ La voz de Ambrose resonó por todo el angosto pasillo. ―Ella no


quería hacer eso. Pero si no lo hacía, peores cosas pasarían. Hay personas que
querían—aún quieren—juntar a todos los dhampirs que no pelean y forzarlos a
hacerlo. Tatiana aprobó el decreto de la edad como una medida para detener
eso.‖

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El silenció cayó. Yo ya sabía eso por la nota de Tatiana, pero eran noticias
escandalosas para mis amigos. Ambrose continuó, viendo que estaba ganando
terreno.

―De hecho, ella estaba abierta a muchas otras opciones. Ella quería
explorar el espíritu. Ella estaba por aprobar el que los Moroi aprendieran
pelear.‖

Eso sacó una reacción de Adrian. Aún tenía esa expresión sardónica,
pero también podía ver ligeras líneas de dolor y angustia en su rostro. El
entierro de hace un rato debió haber sido duro para él, y escuchar a otros
revelar información que no sabías sobre algún ser querido debía doler.

―Bueno, obviamente yo no estaba durmiendo con ella como tú lo hacías,‖


dijo Adrian, ―pero también la conocía muy bien. Ella nunca dijo una palabra
sobre eso.‖

―No públicamente,‖ estuvo de acuerdo Ambrose. ―Ni siquiera en


privado. Sólo unas pocas personas lo sabían. Ella tenía un pequeño grupo de
Moroi siendo entrenados en secreto—hombres y mujeres, de diferentes edades.
Ella quería ver qué tan bien los Moroi podían aprender. Si era posible para
ellos defenderse por ellos mismos. Pero ella sabía que las personas estarían
molestas por ello, así que hizo que el grupo y el entrenador lo mantuvieran en
secreto.‖

Adrian no dio respuesta a esto, y podía ver que sus pensamientos se


habían volcado. La revelación de Ambrose no eran malas noticias, exactamente,
pero Adrian aún estaba herido por el pensamiento de que su tía le había
ocultado muchas cosas. Lissa, mientras tanto, estaba tragando las noticias,
cortando y analizando cada pieza de la información.

―¿Quiénes eran? ¿Los Moroi siendo entrenados?‖

―No lo sé,‖ dijo Ambrose. ―Tatiana fue muy discreta con eso. Nunca
descubrí sus nombres, sólo su instructor.‖

―¿Quién era…‖ se apresuró Christian.

―Grant.‖

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Christian y Lissa intercambiaron miradas asombradas. ―¿Mi Grant?‖ ella


preguntó. ―¿El que Tatiana me asignó?‖

Ambrosse asintió. ―Es por eso que te lo asignó. Ella confiaba en él.‖
Lissa no dijo nada, pero escuché sus pensamientos fuerte y claro. Ella se
había sentido halagada y sorprendida cuando Grant y Serena—los guardianes
que nos habían reemplazado a Dimitri y a mí—se habían ofrecido para
enseñarle a Lissa y a Christian los movimientos básicos de defensa. Lissa había
pensado que ella simplemente se había encontrado con un progresivo
pensamiento de los guardianes, no dándose cuenta que ella tenía uno de los
pioneros en la enseñanza del combate a los Moroi.

Una pieza de esto era importante, ella y yo estábamos seguras, aunque


ninguna de nosotras podía hacer la conexión. Lissa lo pensó una y otra vez, sin
protestar cuando Adrian y Christian lanzaron unas preguntas por sí mismos.
Ambrose aún estaba claramente ofendido por el interrogatorio, pero respondió
a todo con una forzada paciencia. Él tenía coartadas, y su afecto y consideración
por Tatiana nunca cambió. Lissa le creía, aunque Christian y Adrian aún
parecían escépticos.

―Todo el mundo ha estado sobre mí preguntándome por su muerte,‖ dijo


Ambrose, ―pero nadie a cuestionado a Blake.‖

―¿Blake?‖ preguntó Lissa.

―Blake Lazar. Alguien más con quien ella estaba…‖

―¿Involucrada?‖ Sugirio Christian, rodando sus ojos.

―¿ÉL?‖ exclamó Adrian en disgusto. ―Ni de broma. Ella no hubiera caído


tan bajo.‖

Lissa buscó en su cabeza por la familia Lazar pero no pudo asimilar el


nombre. Habían demasiados en esa familia. ―¿Quién es él?‖

―Un idiota,‖ Adrian dijo. ―Me hace ver como un miembro destacado de
la sociedad.‖

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Eso realmente trajo una sonrisa al rostro de Ambrose. ―Estoy de acuerdo.


Pero es un verdadero idiota, y a Tatiana le gustaba eso.‖ Escuché afecto en su
voz mientras dijo su nombre.

―¿También estaba durmiendo con él?‖ Lissa preguntó. Adrian hizo un


gesto de dolor ante la mención de la vida sexual de su tía, pero todo un nuevo
mundo de posibilidades se había abierto. Más amantes significaba más
sospechosos. ―¿Cómo te sientes al respecto?‖

La risa de Ambrose se desvaneció. Le dio una mirada dura. ―No lo


suficientemente celoso como para matarla, si es a lo que quieres llegar.
Teníamos un acuerdo. Ella y yo éramos cercanos—sí, ‗involucrados‘—pero
ambos mirábamos a otras personas.‖

―Espera,‖ dijo Christian. Tenía el presentimiento de que realmente estaba


disfrutando esto. El asesinato de Tatiana era un chiste, pero una sopa de
chismes se estaba destapando ante ellos. ―¿Tú estabas durmiendo con otras
personas también? Esto se está poniendo difícil de entender.‖

No para Lissa. De hecho, se estaba tornando más y más claro que el


asesinato de Tatiana podía haber sido un crimen pasional, y no uno político.
Como Abe había dicho, alguien con acceso a su dormitorio era un mejor
sospechosos. ¿Y algunas mujeres celosas por compartir un amante con Tatiana?
Esa era el motivo más convincente hasta ahora—si tan sólo conociéramos a las
mujeres.

―¿Quién?‖ preguntó Lissa. ―¿A quién más estabas viendo?‖

―A nadie que la mataría,‖ dijo Ambrose severamente. ―No daré nombres.


Tengo derecho a mi privacidad—al igual que ellas.‖

―No si alguna de ellas estuviera celosa y matara a mi tía,‖ refunfuñó


Adrian. Joshua había menospreciado a Adrian por no ‗protegerme‘, pero en ese
momento, defendiendo el honor de su tía, se miraba tan feroz como cualquier
otro guardián o un guerrero Conservador. Era un poco sexy.

―Ninguna de ellas la mató, estoy seguro,‖ dijo Ambrose. ―Y por mucho


que lo desprecie, tampoco creo que haya sido Blake.‖ No es lo suficientemente
listo para armar y culpar a Rose.‖ Ambrose hizo un gesto hacia la puerta. Sus
dientes estaban apretados, y líneas de frustración se dibujaron en su hermoso

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rostro. ―Miren, no sé qué más puedo decir para convencerlos. Necesito regresar.
Perdón por si parezco difícil, pero esto ha sido algo duro para mí, ¿de acuerdo?
Créanme, me encantaría si pudieran encontrar a quien le hizo eso.‖ Dolor se
asomó en sus ojos. Tragó y miró hacia abajo por un momento, como si quisiera
que supieran cuánto había querido a Tatiana. Cuando miró de nuevo hacia
arriba, su expresión era feroz y determinada, otra vez. ―Quiero que lo hagan y
les ayudaré si puedo. Pero mejor les aclaro, busquen a alguien por motivos
políticos. No por románticos‖.

Lissa aún tenía un millón de preguntas. Ambrose podría estar


convencido de que el asesinato estaba libre de celos y sexo, pero no era así. A
ella realmente le hubiera gustado saber los nombres de las otras mujeres pero
no quería presionar demasiado. Por un momento, ella pensó en usar la
compulsión como lo había hecho con Joe. Pero no. Ella no podía cruzar esa línea
de nuevo, especialmente con alguien que ella consideraba su amigo. Al menos
no aún. ―Muy bien,‖ ella dijo reluctantemente. ―Gracias. Gracias por
ayudarnos.‖

Ambrose parecía asombrado por su amabilidad, y su rostro se suavizó.


―Veré si puedo encontrar algo para ayudarlos. Tienen sus cuartos y posesiones
bajo llave, pero puede que aún sea capaz de entrar ahí. Les avisaré.‖

Lissa sonrió, genuinamente agradecida. ―Grcias. Eso sería grandioso.‖

Un toque en mi brazo me regresó al pequeño cuarto gris en West


Virgnia. Sydney y Dimitri me estaban viendo. ―¿Rose?‖ preguntó Dimitri. Tenía
el presentimiento que esta no era la primera vez que había tratado de obtener
mi atención.

―Hey,‖ dije. Parpadeé un par de veces, regresando de nuevo a esta


realidad. ―Están de vuelta. ¿Llamaste al Strigoi?‖

No reaccionó visiblemente con la palabra, pero sabía que él odiaba


escucharla. ―Sí. Tengo un contacto de Boris.‖

Sydney envolvió sus brazos alrededor de ella. ―Una conversación muy


loca. Parte de ella fue en Inglés. Fue más espeluznante que antes.‖

Me estremecí involuntariamente, feliz que me la había perdido. ―¿Pero


encontraron algo?‖

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―Boris me dio el nombre de un Strigoi que conoce a Sonya y


probablemente sepa dónde está,‖ Dimitri dijo. ―De hecho, es alguien que
conocí. Pero las llamadas telefónicas no van con los Strigoi. No hay manera de
contactarlo—excepto ir en persona. Boris tenía su dirección.‖

―¿Dónde es?‖ pregunté.

―Lexington, Kentucky.‖

―Oh Santo Dios,‖ me quejé. ―¿Por qué no las Bahamas? ¿O el Palacio del
Maiz?‖

Dimitri trató de esconder su sonrisa. Podía estar a mis expensas, pero si


subía su ánimo, estaba agradecida por ello. ―Si nos vamos ahora, podemos
llegar antes de que amanezca.‖

Di un vistazo alrededor. ―Una decisión difícil. ¿Dejar todo esto por


electricidad y una plomería?‖

Ahora Sydney sonrió. ―Y no más propuestas de matrimonio.‖

―Y probablemente tendremos que pelear con Strigoi,‖ agregó Dimitri.

Salté y me puse de pie. ―¿Qué tan pronto nos podemos ir?‖

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CATORCE

Los Conservadores tuvieron reacciones mezcladas por nuestra partida.


Ellos usualmente eran felices viendo a los extranjeros partir, especialmente
teniendo a Sydney con nosotros. Pero después de la pelea, me tenían como una
especie de superhéroe y estaban encantados por la idea de mí casándome con
alguien de su ‗familia.‘ Verme en acción significaba que algunas de las mujeres
también habían comenzado a mirar a Dimitri. Yo no estaba de humor para
observarlas coquetear con él—especialmente desde, que según sus reglas de
cortejo, aparentemente yo tendría que ser la que debería de batallar contra
cualquier potencial prometida.

Naturalmente, nosotros no les dijimos a los Conservadores nuestros


planes exactos, pero mencionamos que probablemente íbamos a encontrarnos
con algún Strigoi—lo que causó una buena reacción. La mayor parte de esa
reacción fueron excitación y emoción, la cual continuó fomentando nuestras
reputaciones como feroces guerreros. La respuesta de Angeline, sin embargo,
fue completamente inesperada.

―Llévenme con ustedes.‖Dijo ella, sujetando mi brazo, justo cuando


comencé a bajar por la ruta del bosque hacia el coche.

―Lo siento‖ Dije, todavía un poco extrañada después de su anterior


hostilidad. ―Tenemos que hacer esto solos.‖

―¡Puedo ayudar! Tú me ganaste… Pero tú viste lo que puedo hacer. Yo


soy buena. Podría estacar a un Strigoi.‖

Pero a pesar de toda su ferocidad, sabía que Angeline no tenía idea de lo


que estaría enfrentando si alguna vez se encontraba con un Strigoi real. Los
pocos Conservadores que cargaban marcas molnija hablaron poco de los
encuentros que tuvieron, posiblemente con la muerte. Ellos lo entendían.
Angeline no. Ella tampoco se daba cuenta de que cualquier novato en St.
Vladimir probablemente podría con ella. Ella tenía fuerza bruta, mucha, pero
necesitaba mucho trabajo.

―Tú tal vez podrías‖ Dije, no queriendo herir sus sentimientos. ―Pero es
simplemente imposibles que vengas con nosotros.‖ Yo habría mentido y estaba
dándole una posibilidad remota. "Tal vez en otra ocasión.‖ Pero ya que tenia a
Joshua pensando que estábamos semi-comprometidos, me decidí que mejor no.

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Esperé más alardes acerca de su destreza de batalla. Nosotros nos


habíamos enterado de que ella era considerada como una de las mejores jóvenes
combatientes en el complejo, y con su bonita apariencia, ella tenía muchos
admiradores también. Mucho de eso se había ido a su cabeza, y a ella le gustaba
alardear de cómo podría vencer a quien y sea o a cualquiera. Otra vez, recordé a
Jill. Jill también tenia muchísimo que aprender acerca del verdadero significado
de las batalla pero estaba todavía deseosa de saltar adentro. Ella era más quieta
y más cuidadosa que Angeline, sin embargo, el siguiente camino que Angeline
tomó me agarro fuera de guardia.

―Por favor. ¡No es solo por los Strigoi! Quiero ver el mundo. ¡Necesito ver
algo diferente fuera de este lugar!‖ Su voz era en un tono bajo, fuera del alcance
de los demás. ―Yo solo he estado en Rubysville dos veces, y dicen que no es
nada comparado con las otras ciudades.‖

―No lo es.‖Estuve de acuerdo. Yo ni siquiera la consideraba una ciudad.

―Por favor‖ Ella imploró otra vez, esta vez su voz tembló. ―Llévenme con
ustedes.‖

Repentinamente, me sentí triste por ella. Su hermano también había


mostrado un pequeño anhelo para el mundo exterior, pero nada como esto. Él
bromeó con que la electricidad sería agradable, pero sabia que él era lo
suficientemente feliz sin las ventajas del mundo moderno. Pero para Angeline,
la situación era mucho más desesperada. Yo sabía como era sentirse atrapada
en la vida y estaba legítimamente arrepentida por lo que dije a continuación.

―No puedo Angeline. Tenemos que seguir solos. Lo lamento. En realidad


lo siento.‖

Sus ojos azules brillaron tenuemente, y ella salió corriendo al bosque


antes de que le pudiera ver llorar. Me sentí horrible después de eso y no pude
dejar de pensar acerca de ella mientras nos despedíamos. Estaba tan distraída,
que dejé que Joshua me abrazara como despedida.

Regresar al camino fue un alivio. Estaba feliz por estar lejos de los
Conservadores y estaba lista para correr a la acción y comenzar a ayudar a
Lissa. Lexington era nuestro primer paso. Teníamos seis horas para manejar
delante de nosotros, y Sydney, como siempre, parecía testaruda con la idea de
que alguien más condujera su coche. Dimitri y yo hicimos protestas fútiles,
finalmente dándonos por vencidos cuando nos percatamos de que si íbamos a
enfrentar Strigois muy pronto, era probablemente mejor descansar y conservar
nuestra fuerza.

La dirección de Donovan—el Strigoi que supuestamente conocía a


Sonya—era un lugar donde solo podía ser encontrado por la noche. Eso quería
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decir que teníamos que llegar a Lexington antes de la salida del sol, así que
nosotros no podíamos perderlo cuando él se fuera a su guarida del día.
También quería decir que íbamos a encontrar Strigois en la oscuridad.
Ciertamente eso no pasaría en el camino—especialmente una vez que
estuvimos fuera de West Virginia—Dimitri y yo estuvimos de acuerdo en que
podríamos dormitar un poco, viendo que ninguno de nosotros habíamos tenido
una noche completa de sueño.

Incluso cuando el sonido arrullador del coche era sosegado, fui a la


deriva dentro y fuera de un inquieto sueño. Luego de algunas horas de esto,
simplemente quedé en el estado de trance que me llevó a Lissa. Fue una cosa
buena también: Yo me encontré de pronto en uno de los acontecimientos más
grandes que enfrentaban los Moroi. El proceso de nominación para elegir al
nuevo rey o reina estaba por comenzar. Era el primero de muchos pasos, y todo
el mundo estaba entusiasmado, dado que raras eran las elecciones monárquicas
verdaderamente. Éste era un acontecimiento que ninguno de mis amigos habían
esperado ver en algún momento cercano en nuestras vidas, y considerando los
acontecimientos recientes. . . bien, todos nosotros teníamos un interés especial.
El futuro de los Moroi estaba en juego aquí.

Lissa estaba sentada sobre el borde de una silla en uno de los salones de
baile real, un enorme espacio con cielos rasos abovedados y detalles en oro por
todas partes. Yo había estado en este cuarto deslumbrante antes, con sus
murales y su moldura elaborada. Las arañas de luces brillaban intensamente
arriba. Aquí había tenido el almuerzo de postgrado, donde los nuevos
guardianes ponían sus mejores caras y esperaban por atraer buenas
asignaciones. Ahora, el cuarto estaba arreglado como la cámara de consejo, con
una larga mesa de un lado del cuarto que estaba colocada con doce sillas. Al
frente de esa mesa habían filas y filas de otras sillas—donde la audiencia se
sentaba cuando el Consejo estaba en sesión. Excepto, que ahora había
aproximadamente cuatro veces más sillas como siempre, lo cual probablemente
explicaba la necesidad de este cuarto. Cada una de las sillas estaba ocupada. De
hecho, las personas incluso estaban de pie, apretujadas de la mejor manera que
podían. Los guardianes agitados se movían entre el grupo, manteniéndoles
apartado de las puertas y asegurándose que los espectadores estuvieran
arreglados en una manera que se permitiera la seguridad óptima.

Christian se sentó un lado de Lissa, y Adrian se sentó junto a Christian.


Para mi agradable sorpresa, Eddie y Mia se sentaron cerca también. Mia era una
amiga Moroi nuestra que había ido a St. Vladimir y era casi tan dura como
Tasha acerca de que los Moroi necesitaban defenderse por si mismos. Mi amado
padre no estaba en ninguna parte. Ninguno de ellos habló. La conversación
habría sido difícil entre el zumbido y murmullo de tantas personas, y además,
mis amigos estaban demasiado mudos por el asombro de lo que estaba a punto
de suceder. Había tanto para ver y experimentar, y ninguno de ellos se había
dado cuenta simplemente de que tan grande sería la multitud. Abe había dicho
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que las cosas se moverían rápido una vez que Tatiana estuviera sepultada, y
ciertamente lo habían hecho.

―¿Saben ustedes quién soy?‖

Una fuerte voz capturó la atención de Lissa, apenas siendo perceptible


por encima del ruido. Lissa recorrió con la mirada las filas, unos pocos asientos
lejos de Adrian. Dos Moroi, un hombre y una mujer, sentados uno al lado del
otro y miraban hacia arriba a una mujer muy enfadada. Sus manos estaban en
sus caderas, y el vestido rosado de terciopelo que ella llevaba puesto pareció
extraño junto a los pantalones vaqueros y camisetas de la pareja. No se vería tan
bien, si se alejara lejos de la zona de acondicionamiento.

Un resplandor retorció su cara. ―Soy Marcella Badica.‖ Cuando eso no


tuvo una reacción de la pareja, ella sumó. ―El Príncipe Badica es mi hermano, y
nuestra difunta reina fue mi tercera prima dos veces removida. No hay asientos
libres, y alguien como yo no puede estar parada contra la pared con el resto de
esa multitud.‖

La pareja intercambió miradas. ―Creo que usted debió de haber venido


más temprano, Lady Badica‖ Dijo el hombre.

Marcella se quedó boquiabierta. ―¿No acabaron de escuchar quien soy?


¿No saben quiénes son sus superiores? Insisto que ustedes cedan sus asientos.‖

La pareja todavía pareció impertérrita. ―Esta sesión está abierta para todo
el mundo, y no habían asientos asignados la última vez que revisé.‖Dijo la
mujer. ―Nosotros estamos en derecho a los nuestros tanto como usted.‖

Marcella se giró hacia el guardián al lado de ella ofendida. Él se encogió


de hombros. Su trabajo era protegerla de amenazas. Él no iba a expulsar a otros
de sus sillas, en particular cuando ellos no estaban quebrantando ninguna regla.
Marcella dio a uno arrogante ‗¡humph!‖antes de dar vuelta agudamente y
marcharse, sin duda para acosar a alguna otra pobre alma.

―Esto,‖ Dijo Adrian. ―Va a ser encantador.‖

Lissa sonrió y miró de regreso para estudiar el resto del cuarto. Mientras
ella lo hizo, caí en la cuenta de algo sorprendente. No podía decir exactamente
quien era quién, pero la multitud no estaba compuesta enteramente de
miembros de la familia real—como la mayoría de sesiones del Consejo lo eran.
Había montones de ‗plebeyos,‘ justo como la pareja sentada cerca de mis
amigos. La mayoría de los Moroi no se molestaban con la Corte. Estaban fuera
en el mundo, viviendo sus vidas e intentando sobrevivir mientras los miembros
de la familia real se pavoneaban alrededor de la Corte y hacían las leyes. Pero
no hoy. Un nuevo líder iba a ser escogido, y eso era de interés para todo Moroi.
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El bullir y el caos continuó por un rato hasta que uno de los guardianes
finalmente declaró que el cuarto estaba al tope de su capacidad. Aquellos que
estaban afuera se indignaron, pero sus gritos fueron rápidamente silenciados
cuando los guardianes cerraron las puertas, sellando el salón de baile. En poco
después, los integrantes del Consejo tomaron sus asientos, y—para mi
sorpresa—el padre de Adrian, Nathan Ivashkov, tomó la doceava silla. La
cabeza de la Corte gritó y le llamó la atención a todo el mundo. Él era alguien
que habían sido escogido por su voz notable, aunque siempre me pregunté por
qué ellos simplemente no usaban un micrófono en estas situaciones. Más
tradiciones del viejo mundo, supuse. Eso, y la acústica excelente.

Nathan habló una vez que el cuarto se tranquilizó. ―A falta de nuestra


amada reina. . .‖ Él hizo una pausa mirando hacia abajo tristemente para ofrecer
un momento de respeto antes de continuar.

En cualquier otro, yo habría sospechado que sus sentimientos eran


fingidos, en particular después de verle a él comportarse servilmente en frente
de Tatiana. Pero, no. Nathan había amado a su espinosa tía tanto como Adrian.

―Y en el despertar de esta terrible tragedia, moderaré las próximas


pruebas y las elecciones.‖

―¿Qué te había dicho?‖ Adrian murmuró. Él no tenia afecto borroso para


su padre. ―Encantador.‖

Nathan canturreó un poco acerca de la importancia de que vendría y


algunos otros puntos acerca de la tradición Moroi. Fue obvio, sin embargo, que
como yo, todo el mundo en el cuarto realmente quería llegar al acontecimiento
principal: las nominaciones. Él pareció darse cuenta de eso también y apresuró
la marcha de las formalidades. Finalmente, él llegó a la parte buena.

―Cada familia, si escogen, puede tener a un nominado para la corona que


tomará las pruebas que todos los monarcas han resistido desde el comienzo del
tiempo.‖ Pensé esa parte ‗comienzo del tiempo‘ fue una exageración atrevida y
probablemente sin verificar, pero como sea. ―La única excepción son los
Ivashkovs, ya que monarcas consecutivos de la misma familiar no están
permitido. Para la candidatura, tres nominaciones son requeridas de Moroi de
sangre real y la edad correcta.‖ Él entonces adicionó algunas cosas acerca de lo
que sucedería en caso de que más de una persona de una misma familia fuera
nominada, pero incluso yo sabia que las oportunidades de que eso sucediera
eran inexistentes. Cada casa real quería tener la mejor ventaja aquí, y eso
involucraría una posición unificada detrás de un candidato.

Satisfecho con que todo el mundo hubiera entendido, Nathan asintió y


gesticuló a lo grande para la audiencia. ―Que las nominaciones comiencen.‖
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RICHELLLE MEAD

Por un momento, no pasó nada. Más o menos me recordó a cuándo yo


regresé al colegio, cuándo un maestro diría algo como, ‗¿A Quién le gustaría
presentar sus papeles primero?‘ Todo el mundo más o menos esperó por
alguien más que iniciara las cosas, y al fin, ocurrió.

Un hombre que yo no reconocí se puso de pie. ―Yo nomino a la Princesa


Ariana Szelsky.‖

Ariana, como princesa, estaba sentada en el Consejo y era una elegida


esperada. Ella le dio una gentil inclinación de cabeza al hombre. Un segundo
hombre, probablemente de su familia, también se paró y dio la segunda
nominación. La tercera y final nominación llegó de otro Szelsky—uno muy
inesperado. Él era el hermano de Ariana, un viajero mundial que casi nunca
estaba en la Corte, y también era el hombre al que mi madre protegia. Janine
Hathaway estaba probablemente en este cuarto, me percaté. Esperé que Lissa
mirara alrededor y la encontrara, pero Lissa estaba demasiado enfocada en los
procedimientos. Después de todo lo que yo atravesado, repentinamente tuve un
anhelo desesperado de ver a mi madre.

Con tres nominaciones, Nathan declaró. ―Princesa Ariana Szelsky es una


candidata.‖ Él garabateó algo en una hoja de papel enfrente suyo, sus mociones
colmadas de floreo. ―Continúen.‖

Después de eso, las nominaciones vinieron en sucesión rápida. Muchos


fueron príncipes y princesas, pero otros eran respetados—y de alto rango—
miembros de las familias. El candidato Ozera, Ronald, no era miembro de la
familia del Consejo, ni era él alguien que yo conociera ―Él no es uno de los
candidatos ideales de Tía Tasha‖ Christian murmuró para Lissa. ―Pero ella
admite que él no es un imbécil.‖

Yo no sabia demasiado de la mayoría de los otros candidatos tampoco.


De un par de ellos, como Ariana Szelsky, tenia una buena impresión. Pero
también habían un par que siempre encontraba abrumadores. El décimo
candidato era Rufus Tarus, primo de Daniella. Ella se casó con los Ivashkovs
pero pertenecía a la familia Tarus y parecía contenta en ver que su primo era
declarado un nominado.

―No me gusta él.‖ Dijo Adrian, frunciendo la cara. ―Él siempre está
diciéndome que haga algo útil con mi vida.‖

Nathan escribió el nombre de Rufus y luego enrolló el escrito como un


pergamino. A pesar de la apariencia de costumbres antiguas, sospeché que una
secretaria en la audiencia estaba mecanografiando todo lo que se decía aquí en
una computadora portátil.

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RICHELLLE MEAD

―Bien‖ Declaró Nathan. ―Esto concluye…‖

―Nomino a la Princesas Vasilisa Dragomir.‖

La cabeza de Lissa brincó a la izquierda, y a través de sus ojos, reconocí a


una figura familiar. Tasha Ozera. Ella se paró y habló las palabras fuertes y
seguras, mirando alrededor con esos ojos azules como el hielo mientras
desafiaba a alguien a disentir.

El cuarto se congeló. No hubo ningún susurro, ninguna alternación en las


sillas. Simplemente un absoluto y completo silencio. A juzgar por las caras, el
nominado de la familiar Ozera era la segunda persona más asombrada en el
cuarto al oír a Tasha hablar. El primero, por supuesto, era la misma Lissa.

Tomó un momento para Nathan poner a su boca a trabajar. ―Eso no es–‖

Al lado de Lissa, Christian repentinamente se puso de pie. ―Secundo la


nominación.‖

Y antes de que Christian se hubiese sentado, Adrian estaba de pie.


―Confirmo la nominación.‖

Todo los ojos en el cuarto estaban en Lissa y su amigos, y entonces, como


uno, la multitud se giro hacia Nathan Ivashkov. Otra vez, él pareció tener
problema al encontrar su voz.

―Eso,‖ Él logró decir al fin, ―no hace de esta una nominación legal.
Debido a su estado actual en el Consejo, la línea Dragomir lamentablemente no
es elegible para presentar a un candidato.‖

Tasha, quien nunca tenía miedo de hablar ante una multitud o tomar
probabilidades imposibles, brincó de nuevo. Podía decir que ella estaba ansiosa
por hacerlo. Ella era buena en dar discursos y desafiar el sistema. ―Los monarca
nominados no necesidad de una posición en el Consejo o quórum para ir en
busca del trono.‖

―Eso no tiene sentido.‖ Dijo Nathan. Hubo susurros de consentimiento.

―Revisa los libros de leyes, Nate – Digo, Lord Ivashkov.‖

Si, allí estaba él al fin. Mi discreto padre se había unido a la conversación.


Abe estaba apoyado contra una pared cerca de la puerta, vestido
espléndidamente en un traje negro con una camisa y la corbata que era
exactamente del mismo matiz de verde esmeralda. Mi madre se paró a un lado
de él, el indicio leve de una sonrisa en su cara. Por un momento, estaba
cautivada mientras los estudiaba uno al lado del otro. Mi madre: el cuadro
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RICHELLLE MEAD

perfecto de decoro y excelencia guardiana. Mi padre: siempre capaz de lograr


sus propósitos, sin importar de que manera retorcida lograba hacerlo.
Intranquilamente, comencé a entender cómo yo había heredado mi extraña
personalidad.

―Los nominados no tienen requisitos concernientes a cuántas personas


están en su familia‖ Continuó jovialmente Abe. ―Sólo necesitan de tres
designaciones reales para estar confirmados.‖

Nathan señaló coléricamente hacia donde su caprichoso hijo y Christian


se sentaban. ―¡Ellos no son de su familia!‖

―Ellos no necesitan serlo.‖ Contradijo Abe. ―Ellos solo necesitan ser de


una familia real. Lo son. Su candidatura está dentro de la ley—siempre que la
princesa acepte.‖

Todas las cabezas dieron vueltas hacia Lissa ahora, como si


repentinamente la notaran. Lissa no se había crispado desde que los
sorprendentes acontecimientos comenzaron. Ella estaba demasiado impactada.
Sus pensamientos parecieron moverse tanto rápido y lento. Parte de ella no
podía comenzar a procesar lo que estaba ocurriendo a su alrededor. El resto de
su mente daba vueltas con preguntas.

¿Qué estaba sucediendo? ¿Esto es un chiste? ¿O tal vez una alucinación


inducida por mi espíritu? ¿Ella finalmente se había vuelto loca? ¿Estaba ella
soñando? ¿Era un truco? Si, así era. ¿Por qué sus amigos hacían esto? ¿Por qué
estaban haciéndole esto a ella? Y por el amor de Dios, ¿podrían todos dejar de
clavar los ojos en ella?

Ella podía manejar la atención. Había nacido y había sido criada para
eso, y como Tasha, Lissa también podía dirigirse a una multitud y podía hacer
declaraciones atrevidas—cuando ella las sostenía y estaba preparada. Ninguna
de esas cosas se aplicaban en esta situación. Era la última cosa en el mundo que
ella estuviera esperado o buscado. Y bueno, ella aun no sabia como reaccionar y
menos dar una respuesta. Ella se quedó dónde estaba, silenciosa y cerrada
herméticamente.

Entonces, algo la despertó de su trance. La mano de Christian. Él había


tomado la de Lissa, envolviendo sus dedos con los de ella. Él le dio a ella un
apretón gentil, y el calor y la energía que él le envió la trajo de regreso a la vida.
Lentamente, ella miró alrededor del cuarto, encontrándose con los ojos de esos
que la miraban. Ella vio la mirada determinada de Tasha, la mirada de astucia
de mi padre, e incluso la expectación de mi madre. Eso último probó lo más
asombroso de todo. ¿Cómo Janine Hathaway—quién siempre hacia lo que era
correcto y apenas podía descifrar un chiste—estaba de acuerdo con esto?

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¿Cómo cualquiera de los amigos de Lissa podían estar de acuerdo con esto?
¿No la amaban y les importaba?

Rose, ella pensó. Desearía que tú estuvieras aquí para decirme que hacer.

Yo también. Maldita unión de una sola vía.

Ella confiaba más en mi que en cualquier otro en el mundo, pero ella se


dio cuenta entonces de que ella confiaba en todos sus otros amigos también—
bueno, excepto tal vez Abe, pero eso era entendible. Y si ellos estaban haciendo
esto, entonces seguramente—seguramente—había una razón, ¿verdad?

¿Verdad?

No tenia sentido para ella, sin embargo Lissa sintió sus piernas moverse
mientras ella se ponía de pie. Y a pesar del miedo y la confusión que todavía la
atravesaban, ella encontró su voz inexplicablemente clara y segura mientras
sonaba a través del cuarto.

―Acepto la nominación.‖

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QUINCE

No me gustaba ver que Victor Dashkov tuviera la razón. Pero, oh,


siempre la tenía.

Con la nominación de Lissa, el salón que había estado manteniendo la


respiración, repentinamente explotó. Me preguntaba si alguna vez ha habido
una sesión del Consejo pacífica en la historia Moroi o si yo por coincidencia solo
sintonizaba con las conflictivas. Lo que siguió me recordó mucho el día en que
el decreto de la edad de Dhampir fue aprobado. Gritos, argumentos, gente
fuera de sus asientos… Guardias que normalmente bordean los muros y que
observaban desde afuera entre la gente lucían rostros preocupados mientras se
preparaban para cualquier controversia que pudiese surgir más allá de las
palabras.

Tan rápido cómo Lissa se convirtió en el centro de todo, el salón pareció


olvidarla. Se sentó, y Christian encontró su mano de nuevo. La apretó
fuertemente, tanto que me preguntaba si le estaba cortando la circulación. Ella
miró hacia adelante, pero aún temblaba. Su mente no estaba atenta al caos, pero
todo lo que percibían sus ojos y oídos venían hacia mí. En verdad, la única
atención que mis amigos recibieron fue cuando Daniella vino y regañó a Adrian
por nominar a alguien ajeno a su familia. Él se encogió de hombros cómo
siempre, y ella resopló, cayendo en cuenta—como la mayoría de nosotros—que
era inútil intentar razonar con Adrian.

Podrías pensar que en un salón donde todos se peleaban para dar ventaja
a sus propias familias, por lo tanto, cada persona estaría por consiguiente
discutiendo que la nominación de Lissa era inválida. Ese no era el caso, cómo
sea—especialmente porque no todos en el salón eran de la realeza. Tal cómo
había notado antes, Morois de todas partes venían a presenciar el evento que
podía determinar sus futuros. Y un número de ellos estaba mirando a esta chica
Dragomir con interés, esta princesa de un linaje muerto que supuestamente
podía hacer milagros. No estaban coreando vorazmente su nombre, pero
muchos estaban envueltos en los argumentos, diciendo que ella tenía todo el
derecho de subir por su familia. Parte de mí también sospechaba que sus
seguidores ‗ordinarios‘ solo les gustaba la idea de frustrar la agenda real. La
joven pareja que había sido acosada por Lady Badica no eran los únicos que
habían sido atropellados por los ‗mejores‘.

Aún más sorprendentemente, había algunos de la realeza apoyando a


Lissa también. Deberían ser leales a sus propias familias, pero no todos eran
unos crueles y egoístas conspiradores. Muchos tenían la noción de lo correcto y

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RICHELLLE MEAD

lo equivocado—y si Lissa tenía la ley de su lado, debía estar en lo correcto.


Además, muchos de la realeza simplemente les gustaba y respetaban a Lissa.
Ariana era una de las que había defendido la nominación de Lissa, a pesar de la
competición que había creado. Ariana conocía bien la ley e indudablemente
sabía que la brecha que le permitía a Lissa ejecutar fallaría cuando vinieran las
elecciones. Pero aún así, se mantenía firme, y eso me hizo apreciarla más.
Cuando la verdadera votación viniera esperaba que Ariana fuera quien ganara
la corona. Era inteligente y justa—exactamente lo que los Moroi necesitaban.

Obviamente, Ariana no era la única que conocía la ley. Otros tomaron esa
brecha y discutieron que la nominación de una candidata por la que ninguno
podía votar carecía de sentido. Normalmente, habría estado de acuerdo. Una y
otra vez el debate se embravecía mientras mis amigos estaban en el ojo del
huracán. Por fin, el asunto se resolvió cómo la mayoría de las decisiones
deberían ser: votando. Con el puesto de Lissa en el Consejo aun negado, los
once restantes determinarían su futuro. Seis de ellos aprobaron su candidatura
haciéndola oficial. Ella podría ejercer. Sospeché que algunos de los que votaron
por ella realmente no la querían para ejercer, pero el respeto por la ley
prevalecía.

Muchos Moroi no se preocuparon por lo que el Consejo dijo. Dejaron


claro que veían este asunto lejos de terminar, probando lo que Victor había
dicho: esto causaría problemas por un tiempo, y empeoraría si ella lograba
pasar la prueba y entrar a la etapa de los votos. Por ahora, la multitud se
dispersó, luciendo aliviados—no solo porque querían escapar de los gritos, sino
también porque querían esparcir estas sensacionales noticias.

Lissa continuó hablando poco mientras ella y nuestros amigos nos


íbamos. Pasando entre los mirones ella me recordó un modelo de realeza y
calma, como si ya la hubieran declarado reina. Pero cuando finalmente escapó
de todo y volvió a su cuarto con el resto, todos esos encerrados y congelados
sentimientos explotaron.

―¿Qué demonios estaban pensando chicos?‖ Gritó. ―¿Qué me hicieron?‖

Junto con Adrian, Christian y Eddie, el resto de los conspiradores se


mostraron: Tasha, Abe y mi mamá. Todos estaban tan aturdidos por esta
reacción de la dulce Lissa que ninguno pudo responder. Lissa tomó ventaja del
silencio. ―¡Ustedes me nominaron! ¡Me colocaron en medio de una pesadilla
política! ¿Creen que quiero esto? ¿De verdad creen que quiero ser reina?‖

Abe se recobró primero, naturalmente. ―No serás reina,‖ dijo, su voz


inusitadamente calmante. ―La gente discutiendo acerca de la otra parte de la ley
está en lo correcto: Ninguno puede votar por ti. Necesitas una familia para eso.‖

―¿Entonces, cuál es el punto?‖Exclamó. Estaba furiosa. Tenía todo el


derecho de estarlo. Pero esa indignación, esa rabia… venía cargada con algo

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aún peor que esta situación. El espíritu venía a cobrar su precio y estaba
poniéndola incluso más enojada de lo que ya estaba.

―El punto,‖ dijo Tasha, ―es el escándalo que acabas de ver en la sala del
Consejo. Con cada argumento, con cada vez que alguien saque el libro de leyes
de nuevo, tenemos más tiempo para salvar a Rose y descubrir quien mató a
Tatiana.‖

―Quienquiera que lo haya hecho debe estar interesado en el trono,‖


explicó Christian. Él apoyó una mano en el hombro de Lissa y ella lo alejo. ―Ya
sea para ellos o para alguien que conocen. Mientras más retrasemos sus planes,
más tiempo tenemos para averiguar quien es.‖

Lissa pasó sus manos por su cabello frustrada. Traté de poner ese rollo
de furia lejos de ella, tomándolo para mí misma. Tuve un poco de éxito, lo
suficiente para que ella dejara caer las manos a los lados. Pero aún seguía
enojada.

―¿Cómo se supone que voy a buscar al asesino si estoy atada con todas
esas estúpidas pruebas?‖ Demandó.

―Tú no estarás buscando,‖ dijo Abe. ―Nosotros lo haremos.‖

Sus ojos se ampliaron. ―¡Eso nunca fue parte del plan! No voy a pasar por
exámenes de realeza mientras Rose me necesita. ¡Quiero ayudarla!‖

Era casi cómico. Casi. Ni Lissa ni yo podíamos ‗sentarnos por ahí‘


mientras la otra necesitaba nuestra ayuda. Queríamos estar afuera, haciendo
activamente lo que pudiéramos para arreglar la situación.

―La estás ayudando,‖ dijo Christian. Su mano se movió nerviosamente


pero no intentó tocarla de nuevo. ―Es de una manera distinta a la que
esperabas, pero al final, la estás ayudando igual.‖

El mismo argumento que habían usado todos conmigo. La puso tan


enojada cómo lo hizo conmigo, y desesperadamente tiré de la ola de
inestabilidad que el espíritu estaba enviando a través de ella.

Lissa miró alrededor del cuarto, observando acusatoriamente a cada uno.


―¿Quién en el mundo pensó en esta idea?‖

Un silencio más incomodo siguió.

―Rose lo hizo,‖ dijo Adrian al final.

Lisa se giró y lo miro fijamente. ―¡Ella no lo hizo! ¡No me haría esto!‖

―Lo hizo,‖ dijo. ―Hablé con ella en un sueño. Era su idea y… era una
buena.‖ No me gustó eso parecía ser una sorpresa para él. ―Además, en cierto

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modo la pusiste en una mala situación también. Ella sigue avanzando acerca de
cuanto la ciudad cree que ella apesta.‖

―Okay,‖ chasqueó Lissa, ignorando la parte acerca de mi


situación.‖Suponiendo que es cierto, que Rose te pasó esta brillante idea, ¿por
qué ninguno se molestó en decirme? ¿No pensaron que una pequeña advertencia
podría ayudar?‖ De nuevo, era cómo yo quejándome acerca de cómo mi fuga
había sido guardada en secreto de mí.

―No realmente,‖ dijo Adrian. ―Nos imaginamos que reaccionarías


exactamente de esta forma y podrías tener tiempo para planear una negativa.
Especulamos que si estabas atrapada en el lugar, aceptarías.‖

―Eso fue algo riesgoso,‖ dijo ella.

―Pero funcionó,‖ vino la respuesta contundente de Tasha. ―Sabíamos que


vendrías por nosotros.‖ Ella hizo un guiño. ―Y por tu valor, creo que serías una
gran reina.‖

Lissa le dio una mirada afilada, y yo hice otro intento de alejar de ella
algo de esa oscuridad. Me concentré en esas emociones revueltas,
imaginándolas en mí en vez de en ella. No las tomé todas, pero manejé las
suficientes para alejar la pelea de ella. La rabia repentinamente se encendió en
mí, cegándome momentáneamente, pero fui capaz de moverla a una esquina de
mi mente. Ella se sintió repentinamente exhausta. En cierto modo yo también.

―La primera prueba es mañana,‖ dijo tranquilamente. ―Si fallo, estoy


fuera. El plan se desmorona.‖

Christian hizo otro intento de poner su brazo alrededor de ella. Esta vez
ella lo dejó. ―No lo harás.‖

Lissa no dijo nada más y yo pude ver el alivio en los rostros de todos.
Ninguno creía que a ella le gustara esto, pero parecían pensar que ella no se
retiraría de la nominación, que era todo cuanto podían esperar.

Mi madre y Eddie no habían dicho nada en todo el tiempo. Cómo era


común para los guardianes, se mantuvieron en el fondo, siendo sombras,
mientras los Moroi llevaban a cabo los negocios. Con la primera tormenta
acabada, mi madre dio un paso adelante. Ella asintió hacia Eddie. ―Uno de
nosotros intentará estar todo el tiempo cerca de ti.‖

―¿Por qué?‖ preguntó Lissa, sorprendida.

―Porque sabemos que hay alguien ahí afuera que no teme matar para
conseguir lo que quiere,‖ dijo Tasha. Hizo un gesto con la cabeza hacia Eddie y
mi mamá. ―Estos dos y Mikhail son realmente los únicos guardianes en los que
podemos confiar.‖

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―¿Estás segura?‖ Abe le dio a Tasha una mirada maliciosa. ―Estoy


sorprendido de que no pusieras a tu especial ‗amigo‘ guardián a bordo.‖

―¿Qué amigo especial?‖ Exigió Christian, captando inmediatamente la


insinuación.

Tasha, para mi asombro, se ruborizó. ―Solo un chico que conozco.‖

―Que te sigue con ojos de cachorrito,‖ siguió Abe. ―¿Cuál era su nombre?
¿Evan?‖

―Ethan,‖ corrigió ella.

Mi madre, lucía exasperada por tal ridícula conversación, le puso


prontamente un fin – lo que era bueno porque Christian parecía tener un par de
cosas que decir. ―Déjala sola,‖ le advirtió a Abe. ―No tenemos tiempo para esto.
Ethan es un buen tipo, pero mientras menos gente sepa eso, mejor. Desde que
Mikhail tiene un puesto permanente, Eddie y yo haremos la guardia.‖

Estaba de acuerdo con todo lo que acababa de decir, pero me golpeaba


que para que mi madre estuviera a bordo, alguien – probablemente Abe – la
hubiese puesto en todas las actividades ilícitas que han ocurrido recientemente.
O él era muy convincente o ella me amaba mucho. A regañadientes, sospeché
que ambas eran verdad. Cuando los Moroi estaban en la Corte, sus Guardianes
no necesitan seguirlos a todas partes, lo que significaba que mi madre estaba
casi libre de su asignación mientras Lord Szelsky estuviera aquí. Eddie no tenía
una asignación aún, lo que le daba también flexibilidad.

Lissa comenzó a decir algo cuando una fuerte sacudida en mi propia


realidad me disparó lejos de ella.

―Lo siento,‖ dijo Sidney. Su golpe en los frenos fue lo que me trajo de
vuelta. ―Esa sacudida me interrumpió.‖

No era culpa de Sydney, pero me sentí irritada y tuve ganas de gritarle.


Con una respiración profunda, me recordé a mí misma que solo estaba
sintiendo los efectos del espíritu y no podía permitirle hacerme actuar
irracionalmente. Se desvanecería, como siempre, sin embargo una parte de mí
sabía que no podía seguir tomando esa oscuridad de Lissa por siempre. No
siempre sería capaz de controlarla.

Ahora que estaba de regreso en mí, mire hacia fuera de la ventana,


acogiendo estos nuevos rededores. Ya no estábamos en las montañas.
Alcanzamos una zona urbana y mientras el trafico era pesado (parecía como si
aun estuviéramos en la noche humana), había definitivamente más autos en la
carretera de los que habíamos visto en un rato.

―¿Dónde estamos?‖ Pregunté.

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―En las afueras de Lexington,‖ dijo Sydney. Se detuvo en una gasolinera,


tanto para llenar como para buscar la dirección de Donovan en su GPS. Su
posición estaba cerca de 5 millas.

―No es una gran parte de la ciudad, por lo que oí,‖ dijo Dimitri.
―Donovan maneja un local de tatuajes que solo abre por la noche. Un par de
otros Strigoi trabajan con él. Llevan fiesteros, chicos ebrios, el tipo de personas
que pueden desaparecer fácilmente. Del tipo que aman los Strigoi.‖

―Pareciera que la policía eventualmente notara que cada vez que alguien
va por un tatuaje desaparece,‖ señalé.

Dimitri se rio ásperamente. ―Bueno, lo ‗gracioso‘ es que no matan a todos


los que van. Ellos realmente les hacen tatuajes a algunos y los dejan ir. Ellos
contrabandean drogas en el lugar también.‖

Lo miré curiosamente, mientras Sydney se deslizaba de vuelta al auto.


―De seguro sabes mucho.‖

―Era mi negocio, necesitaba saber mucho, y los Strigoi tienen que


mantener un techo sobre sus cabezas también. En realidad yo conocí a
Donovan, y obtuve la mayoría de esto desde la fuente. Yo simplemente no sabía
exactamente donde trabajaban, hasta ahora.‖

―Okay, así que tenemos la información de él. ¿Qué haremos con esta?‖

―Persuadirlo. Enviarle un ‗cliente‘ con un mensaje mío necesitando


encontrarlo. No soy el tipo de personas que él puede ignorar—bueno, del que
no podía—no importa. Una vez que este fuera, lo enviamos a un lugar que
nosotros elijamos.‖

Asentí. ―Yo puedo hacer eso.‖

―No,‖ dijo Dimitri. ―No puedes.‖

―¿Porqué no?‖ Interrogué, preguntándome si él pensaba que era


demasiado peligroso para mí.

―Porque sabrán que eres una dhampir en el instante que te vean.


Probablemente lo huelan antes. Ningún Strigoi tendría dhampirs trabajando
para él—solo humanos.

Hubo un silencio incómodo en el auto.

―¡No!‖ Dijo Sydney. ―¡No haré eso!‖

Dimitri sacudió la cabeza. ―No me gusta tampoco, pero no tenemos


muchas opciones. Si cree que trabajas para mí, no te hará daño.‖

―¿Sí? ¿Y qué pasa si no me cree?‖ Exigió.

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―No creo que tome la oportunidad. El probablemente irá contigo a


chequear las cosas, con la idea de que si estás mintiendo, simplemente te
matarán.‖

Eso no parecía hacerla sentir mejor. Gimió.

―No la puedes enviar,‖ dije. ―Ellos saben que es una Alquimista. Uno de
ellos tampoco trabajaría para un Strigoi.‖

Sorpresivamente, Dimitri no había considerado eso. El silencio creció de


nuevo, y fue Sydney quien inesperadamente dio una solución.

―Cuando estaba en la gasolinera,‖ dijo lentamente, ―tenían, como, un


estante de maquillaje. Podríamos cubrir la mayor parte de mi tatuaje con
polvo.‖

Y lo hicimos. El único compacto que la gasolinera vendía no era una gran


combinación para su tono de piel, pero endurecimos lo suficiente de él para
oscurecer el lirio dorado en su mejilla. Cepillar su cabello ayudó un poco.
Satisfechos con lo que pudimos hacer, nos desviamos a donde Donovan.

En efecto estaba en una parte deteriorada de la ciudad. Unas pocas


cuadras más allá del local de tatuajes reconocimos qué lucía como un club
nocturno, pero por otra parte, el barrio parecía abandonado. Sin embargo, no
me engañó. Este no era un lugar en el que te gustaría caminar solo en la noche.
Gritaba ‗asalto‘. O peor.

Checamos el área hasta que Dimitri encontró un lugar del cual se sentía
bien al respecto. Era un callejón dos edificios más allá del local. Una valla con
alambre retorcido en un lado y una construcción baja de ladrillos flanqueaba el
otro. Dimitri instruyó a Sydney acerca de cómo conducir al Strigoi a nosotros.
Ella aceptó todo, asintiendo con la cabeza, pero yo podía ver el miedo en sus
ojos.

―¿Quieres dejar de lucir aterrorizada?,‖ le dijo él. ―Los humanos que


trabajan para Strigoi, los adoran—están ansiosos por servirles. Desde que
empiezan a trabajar con los Strigoi, ya no se asombran ni se aterran. Puedes
estar un poco asustada, por supuesto, pero no tanto como luces ahora.‖

Ella tragó. ―No puedo evitarlo realmente.‖

Me sentí mal por ella. Ella creía fuertemente que todos los vampiros eran
malvados, y nosotros la estábamos enviando a un nido del peor tipo,
poniéndola en un gran riesgo. Sabía también que ella había visto solo a un
Strigoi vivo, y a pesar del entrenamiento de Dimitri, ver más podría ponerla
neurótica. Si se congelaba en frente de Donovan, todo se desmoronaría. En un
impulso, la abracé. Para mi sorpresa, no se resistió.

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―Tu puedes hacer esto,‖ dije. ―Tu eres fuerte—y ellos están demasiado
asustados de Dimitri. ¿Ok?‖

Luego de unas profundas respiraciones, Sydney asintió. Le dimos otras


pocas palabras alentadoras, luego giró en la esquina del edificio, dirigiéndose a
la calle, y desapareciendo de nuestra vista. Miré a Dimitri.

―Probablemente la acabamos de mandar a su muerte.‖

Su rostro era siniestro. ―Lo sé—pero no podemos hacer nada ahora.


Mejor te pones en tu posición.‖

Con su ayuda, me las arreglé para llegar a la azotea de la construcción


baja. No había nada íntimo en la manera en que mi izó, pero no podía evitar
tener esa sensación eléctrica que todo contacto con él causaba, o notar lo fácil
que trabajábamos juntos. Una vez que estaba seguramente posicionada, Dimitri
se dirigió al lado opuesto del edificio desde el que Sydney se había ido. El
acechó justo alrededor de la esquina, y luego no quedaba nada sino esperar.

Era agonizante – y no solo porque estábamos al borde de una pelea.


Continuaba pensando en Sydney, en lo que le hicimos hacer. Mi trabajo era
proteger a los inocentes del mal – no empujarlos al medio de éste. ¿Qué pasaba
si nuestro plan fallaba? Largos minutos pasaron, y finalmente oí pasos y
murmullos al mismo tiempo que la familiar ola de nauseas me inundaba.
Habíamos logrado sacar a los Strigoi.

Tres de ellos caminaban cerca de la esquina del edificio, Sydney los


conducía. Se detuvieron, y reconocí a Donovan. Era el más alto – un Moroi
formado – con pelo oscuro y una barba que me recordaba la de Abe. Dimitri me
dio su descripción por lo que no debería (afortunadamente) matarlo. Los
secuaces de Donovan revoloteaban detrás de él. Me tensé, mi estaca agarrada
fuertemente en mi mano derecha.

―¿Bellikov?‖ Demandó Donovan, la voz cruel. ―¿Dónde estas?‖

―Estoy aquí,‖—vino la respuesta de Dimitri – en esa fría y terrible voz de


Strigoi. Apareció cerca de la esquina contraria del edificio, entre las sombras.

Donovan se relajó ligeramente, reconociendo a Dimitri – pero incluso en


la oscuridad, la verdadera apariencia de Dimitri se materializó. Donovan se
puso rígido – viendo repentinamente una amenaza, incluso si era una que lo
confundía y desafiaba lo que sabía. Exactamente al mismo momento, uno de
sus tipos sacudió su cabeza. ―¡Dhampirs!‖ Exclamó. No fueron los rasgos de
Dimitri los que le advirtieron. Fue nuestro olor, y respiré una plegaria silenciosa
dando gracias por que les tomó tanto tiempo notarlo.

Luego, salté del tejado. No era una distancia fácil de saltar – pero
ninguna me mataría. Además, mi caída fue interrumpida por un Strigoi.

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Aterricé en uno de los tipos de Donovan, golpeándolo contra el suelo.


Apunté mi estaca a su corazón, pero sus reflejos eran rápidos. Con mi peso
ligero, era fácil largarse. Lo esperaba y logré mantener el equilibrio. Fuera de la
esquina de mi vista vi a Sydney cayendo y corriendo fuera de aquí, como le
habíamos dicho. La queríamos lejos de la pelea y le dijimos que fuera al auto,
que se prepara para largarse si las cosas se ponían feas.

Por supuesto, con los Strigoi, las cosas siempre se ponían feas. Donovan
y su otro hombre fueron tras Dimitri, viéndolo como la mayor amenaza. Mi
oponente, juzgando por su sonrisa con colmillos, no parecía considerarme una
amenaza. Se lanzó hacia mí y yo lo esquivé, pero no sin antes deslizar una
patada que lo hizo arrodillarse. Mi golpe no pareció herirlo, pero arruinó su
equilibrio. Hice otro golpe con la estaca y fui expulsada de nuevo, chocando
duramente contra el piso. Mis piernas desnudas se rasparon contra el áspero
cemento, rasgando la piel. Porque mis jeans se habían ensuciado y rasgado
mucho, me había visto obligada a usar un short de la mochila que me había
traído Sydney. Ignoré el dolor, disparando de vuelta con una velocidad que el
Strigoi no esperaba. Mi estaca encontró su corazón. El golpe no fue tan duro
cómo me habría gustado, pero fue suficiente para deshacerme de él, y
permitirme conducir la estaca más profundamente y acabarlo. Sin siquiera
esperar a verlo caer, tiré de mi estaca y me dirigí a los otros.

No había duda en mí, durante la batalla yo solo peleaba, pero ahora, me


detuve mientras lo veía. El rostro de Dimitri. Era… aterrador. Feroz. Se parecía
a cuando me defendió del arresto – esa agresiva expresión de dios guardián que
dice que podría tener el mismo infierno. La manera en que lucía ahora… bueno,
llevo a la ferocidad a todo un nuevo nivel. Esto era personal, me di cuenta.
Pelear con ese Strigoi no era solo para encontrar a Sonya y ayudar a Lissa. Era
acerca de redimirse, un intento de destruir su pasado destruyendo la maldad en
su camino.

Me uní a él justo cuando estacaba al segundo secuaz. Había poder en esa


estaca, más poder del que Dimitri necesitaba mientras empujaba al Strigoi
contra la pared y perforaba su corazón. Era imposible, pero podía imaginar esa
estaca atravesando el cuerpo y el muro. Dimitri puso más atención y esfuerzo
en ese asesinato del que debía. Debió haber actuado como yo lo hice y dirigirse
inmediatamente a la siguiente amenaza una vez que el Strigoi estuviera muerto.
En lugar de eso, Dimitri estaba tan obsesionado con su víctima que no notó a
Donovan tomando ventaja de la situación. Afortunadamente para Dimitri, yo
estaba a sus espaldas.

Golpeé mi cuerpo contra el de Donovan, alejándolo de Dimitri. Mientras


lo hacía, Dimitri sacó la estaca y el cuerpo golpeó el suelo nuevamente.
Mientras tanto, obtuve exitosamente la atención de Donovan y ahora estaba
teniendo dificultades para eludirlo sin matarlo.

―¡Dimitri!‖ Grité. ―¡Ven a ayudarme! ¡Te necesito!‖

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RICHELLLE MEAD

No pude ver que estaba haciendo Dimitri, pero unos segundos más tarde
estaba a mi lado. Con algo que sonó casi como un rugido, saltó hacia Donovan,
replanteando y golpeando al Strigoi contra el suelo. Respiré aliviada y me
acerqué para ayudarlo a contenerlo. Luego, vi a Dimitri alinear su estaca con el
corazón de Donovan.

―¡No!‖ Me tiré al piso tratando de sujetar a Donovan y alejar el brazo de


Dimitri. ―¡Lo necesitamos! ¡No lo mates!‖

Por la apariencia del rostro de Dimitri, no estaba claro si me había


escuchado. Había muerte en sus ojos. Quería matar a Donovan. El deseo había
tomado repentinamente prioridad.

Aún tratando de contener a Donovan, golpeé a Dimitri en la cara con mi


otra mano – lado que no había golpeado la otra noche. No creo que haya
sentido el dolor en su adrenalínica rabia, pero el golpe obtuvo su atención. ―¡No
lo mates!‖ Repetí.

La orden llegó a Dimitri. Nuestra lucha, desafortunadamente, le permitió


a Donovan hacer una maniobra. Comenzó a librarse de nosotros, pero luego,
como uno solo, Dimitri y yo nos lanzamos para sujetar a Donovan. Me recordó
el tiempo en que interrogaba Strigoi en Rusia. Le tomaría a un gran grupo de
dhampirs controlar a un Strigoi, pero Dimitri parecía tener una fuerza
antinatural.

―Cuando interrogamos, usualmente—―

Mis palabras fueron interrumpidas cuando Dimitri decidió usar su


propio método de interrogación. Sujeto a Donovan por los hombros y lo
sacudió fuertemente, haciendo que el Strigoi se siguiera golpeando contra el
cemento.

―¿Dónde está Sonya Karp?‖ Rugió Dimitri.

―No lo—―, comenzó Donovan, pero Dimitri no tenía tiempo para las
evasivas del Strigoi.

―¿Dónde está? ¡Sé que la conoces!‖

―Yo—―

―¿Dónde está?‖

Vi algo en el rostro de Donovan que no había en un Strigoi antes: miedo.


Pensaba que era una emoción que ellos simplemente no poseían. O si la tenían,
era solo en batallas en las que luchaban contra otro. Ellos no perderían su
tiempo teniéndoles miedo a los lentos dhampirs.

Pero oh, Donovan estaba asustado de Dimitri. Y para ser honesta, yo


también.

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RICHELLLE MEAD

Esos anillados ojos rojos estaban amplios – amplios, desesperados y


aterrorizados. Cuando Donovan dejó escapar las siguientes palabras, algo me
dijo que eran verdaderas. Su miedo no le estaba permitiendo mentir. Estaba
demasiado consternado y poco preparado para todo esto.

―¡Paris!‖ Jadeó. ―¡Ella está en Paris!‖

―Cristo,‖ exclamé. ―No podemos viajar por carretera hasta Paris.‖

Donovan sacudió su cabeza, (tanto cómo podía con Dimitri sacudiéndolo


de vuelta). ―Es un pueblo pequeño – a una hora de distancia. Hay un pequeño
lago. No hay casi nadie. Una casa azul.‖

Direcciones vagas. Necesitábamos más. ―¿Tienes una direc—―

Dimitri aparentemente no compartía mi necesidad de más información.


Antes de que pudiera terminar de hablar su estaca estaba fuera – y en el
corazón de Donovan. El Strigoi hizo un grito que me heló la sangre, y este
término cuando murió. Hice una mueca de dolor. ¿Cuánto pasaría antes de que
alguien oyera esto y llame a la policía?

Dimitri sacó su estaca, y luego lo apuñaló otra vez. Y otra. Lo miré con
incredulidad y horror, congelada por unos momentos. Luego sujeté el brazo de
Dimitri y comencé a sacudirlo, a pesar de que sentía que tendría más efecto
sacudir la construcción detrás de mí.

―¡Está muerto, Dimitri! ¡Está muerto! Detente. Por favor.‖

El rostro de Dimitri seguía luciendo esa terrible, terrible expresión—


rabia, ahora marcada con un poco de desesperación. Desesperación que le decía
que si solo podía eliminar a Donovan, podría eliminar todo lo malo en su vida.

No sabía qué hacer. Teníamos que irnos de aquí. Teníamos que llegar a
Sydney para que desintegrara los cuerpos. El tiempo seguía avanzando y yo me
repetía a mí misma.

―¡Está muerto! Déjalo ir. Por favor. Está muerto.‖

Luego, en alguna parte, de algún modo, me abrí paso hacia Dimitri. Sus
movimientos ralentizaron y finalmente se detuvo. La mano que sostenía la
estaca cayó débilmente a su lado mientras veía lo que quedaba de Donovan—lo
cual no era bonito. La rabia en el rostro de Dimitri dio paso a la desesperación…
y luego a la desesperanza.

Tiré gentilmente de su brazo. ―Se acabó. Hiciste suficiente.‖

―Nunca será suficiente, Roza,‖ susurró. El dolor en su voz me mató.


―Nunca será suficiente.‖

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―Lo es por ahora,‖ dije. Lo tiré hacia mí. Sin resistirse soltó su estaca y
hundió su cara en mi hombro. Solté mi estaca también y lo abracé, acercándolo.
Él envolvió sus brazos a mi alrededor, buscando el contacto de otro ser viviente,
el contacto que sabía que necesitaba.

―Eres la única,‖ se aferró más fuertemente a mí. ―La única que entiende.
La única que vio como era. Nunca podría explicarle a nadie… eres la única. La
única a la que puedo decirle esto.‖

Cerré mis ojos por un momento, vencida por lo que estaba diciendo. El le
había jurado lealtad a Lissa, pero eso no significaba que le revelaría su corazón.
Por tanto tiempo, él y yo habíamos estado en perfecta sincronización, siempre
entendiendo al otro. Seguía siendo el caso, no importaba si estábamos juntos, no
importaba si estaba con Adrian. Dimitri siempre mantenía su corazón y sus
sentimientos guardados hasta que me encontraba. Creí que los encerraría, pero
aparentemente, seguía confiando en mí lo suficiente como para mostrarme lo
que lo está matando.

Abrí los ojos y encontré su oscura y seria mirada. ―Está bien.‖ Dije. ―Está
bien ahora. Estoy aquí. Siempre estaré aquí para ti.‖

―Soñé acerca de ellos, ya sabes. Todos los inocentes a los que maté.‖ Sus
ojos fluyeron de vuelta al cuerpo de Donovan. ―Sigo pensando… tal vez si
destruyo suficientes Strigoi, las pesadillas se vayan. Eso aseguraría que no soy
uno de ellos.‖

Tomé su barbilla, girando su rostro de vuelta a mí y lejos de Donovan.


―No. Tú tienes que destruir Strigoi porque son malvados. Porque eso es lo que
hacemos. Si quieres que las pesadillas se vayan, tienes que vivir. Esa es la única
forma. Pudimos haber muerto justo ahora. No lo hicimos. Tal vez moramos
mañana. No lo sé. Lo importante es que estamos vivos ahora.‖

Estaba divagando en este punto. Nunca había visto a Dimitri tan bajo, no
desde su restauración. Reclamaba que haber sido Strigoi había matado muchas
de sus emociones. No lo había hecho. Estaba ahí, me di cuenta. Todo lo que
había sido seguía estando dentro, solo viniendo en momentos de estallidos –
como este de rabia y desesperación. O cuando me defendió del arresto de los
guardias. El viejo Dimitri no se había ido. Solo estaba encerrado, y no sabía
cómo sacarlo. Esto no es lo que hice. Él era siempre el de palabras sabias y
perspicaces. No yo. Sin embargo, él estaba escuchando ahora. Tenía su atención.
¿Qué podría decir? ¿Qué podría atravesarlo?

―¿Recuerdas lo que dijiste antes?‖ dije. ―¿De vuelta en Rubysville? Vivir


está en los detalles. Tienes que apreciar los detalles. Esa es la única manera de
vencer lo que ser Strigoi te hizo. La única manera de traer de vuelta quien eres
en verdad. Lo dijiste tú mismo: escapaste conmigo para sentir el mundo de
nuevo. Es bello.‖

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Dimitri comenzó a girarse hacia Donovan de nuevo pero no lo dejé. ―No


hay nada bello aquí. Solo muerte. Eso es cierto solo si los dejas hacerlo verdad,‖
dije desesperadamente, aún sintiendo la presión del tiempo. ―Encuentra una
cosa. Una cosa que sea hermosa. Lo que sea. Eso probará que no eres uno de
ellos.‖

Sus ojos volvieron a mí, estudiando mi rostro silenciosamente. El pánico


corrió a través de mí. No estaba funcionando. No podía hacer esto. Tendríamos
que irnos de aquí, sin importar el estado en que él estuviera. Sabía que él lo
dejaría, también. Si había aprendido algo, es que los instintos de guerrero de
Dimitri seguían funcionando. Si decía que el peligro se acercaba, el respondería
inmediatamente, sin importar la tormenta interna que sintiera. No quería eso,
sin embargo. No quería que se fuera desesperado. Quería que se fuera un paso
más cerca de ser el hombre que sabía que podía ser. Lo quería teniendo una
pesadilla menos.

Estaba fuera de mis habilidades, sin embargo. No era una terapeuta.


Estaba a punto de decirle que debíamos irnos, a punto de sacudir sus reflejos de
soldado, cuando repentinamente habló. Su voz era apenas un susurro. ―Tu
cabello.‖

―¿Qué?‖ Por un segundo, me pregunté si estaba ardiendo o algo por el


estilo. Toqué un mechón. No, nada mal excepto que era un caos. Lo sujeté para
la batalla con los Strigoi con una liga, como Angelina. La mayor parte de él se
había desarmado mientras luchaba, sin embargo.

―Tu cabello,‖ repitió Dimitri. Sus ojos estaban ampliados, casi


atemorizados. ―Tu cabello es hermoso.‖

No lo había pensado, no en su estado actual. Obvio, considerando que


estábamos en un callejón oscuro lleno de cuerpos, las opciones para elegir eran
limitadas. ―¿Ves? No eres uno de ellos. Strigoi no ven la belleza. Tú encontraste
algo hermoso. Una cosa hermosa.‖

Dubitativa y nerviosamente el recorrió sus dedos por el mechón que


había tocado antes. ―¿Pero es suficiente?‖

―Por ahora sí.‖ Besé su frente y lo ayudé a ponerse de pie. ―Por ahora sí.‖

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DIECISEIS

Teniendo en cuenta que Sydney destruía cadáveres de forma regular, era


sorprendente que ella se hubiera sorprendido por nuestro aspecto después del
combate. Tal vez los Strigois muertos eran parte de su trabajo. Dimitri y yo
éramos verdaderas personas vivas, y estábamos hechos un desastre.

―Espero que no manchen el carro‖, dijo, una vez que los cuerpos fueron
eliminados y estábamos en nuestro camino. Creo que ese era su mejor intento
de una broma, era un esfuerzo por ocultar su incomodidad por la ropa rota y
ensangrentada.

―¿Vamos a París?‖ Pregunte, girando para mirar hacia atrás a Dimitri.

―¿París?‖ Preguntó Sydney, sorprendida.

―Todavía no‖, dijo Dimitri, apoyando su cabeza contra el asiento. Él


volvía a lucir como un controlado guardián. Todos los signos de su desajuste
anterior se habían ido, y no tenía ninguna intención de revelar lo que había
sucedido antes de que hubiéramos buscado a Sydney. Tan insignificante... sin
embargo tan monumental. Y muy privado. Por ahora, él en su mayoría parecía
cansado. ―Debemos esperar hasta el día. Tenemos que ir donde Donovan ahora,
pero si Sonya tiene casa, probablemente estará allí todo el tiempo. Es más
seguro para nosotros la luz del día‖.

―¿Cómo sabes que él no estaba mintiendo?‖ Preguntó Sydney. Ella


estaba conduciendo sin un verdadero destino, simplemente sacándonos del
sector tan rápido como fuera posible y antes de que la gente reportara los gritos
y sonidos del combate.

Recordé el terror en el rostro de Donovan y me estremecí. ―No creo que


él estuviera mintiendo‖.

Sydney no hizo alguna pregunta más, excepto sobre la dirección en que


debía conducir. Dimitri sugirió que encontráramos otro hotel para que nos
pudiéramos asear y descansar un poco antes de las tareas de
mañana. Afortunadamente, Lexington tenía una selección más amplia de
hoteles que nuestra última ciudad. No íbamos por lujo, pero el lugar grande y
de aspecto moderno que escogimos era parte de una cadena, limpia y
elegante. Sydney nos registro y luego nos condujo al interior por una puerta
lateral, para no asustar a los huéspedes que podrían estar en medio de la noche.

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Conseguimos una habitación con dos camas dobles. Nadie comento al


respecto, pero creo que todos compartíamos la necesidad de estar juntos
después de nuestro anterior encuentro Strigoi. Dimitri estaba hecho un desastre
mucho más que yo, gracias a su mutilación de Donovan, por lo que le envié
primero a la ducha.

―Lo hiciste estupendo‖, le dije a Sydney mientras esperábamos. Me senté


en el piso (que estaba mucho más limpio que la habitación anterior) para que
no arruinar las camas. ―Eso fue realmente valiente de tu parte‖.

Ella curvo una sonrisa. ―Típico. Recibes una paliza y por poco mueres,
pero ¿Soy la única a la que estas alabando?‖

―Hey, hago esto todo el tiempo. Entrando allí sola como lo


hiciste... bueno, fue muy duro. Y no estoy tan aporreada‖.

Estaba frotando mis heridas, igual que Dimitri. Sydney, solo me miraba,
pero lo sabía. Mis piernas estaban raspadas más de lo que me había dado
cuenta, la piel desgarrada, sangraba desde que había caído en el cemento. Uno
de mis tobillos estaba adolorido desde que había trepado al techo, y tenía un
número de cortes y magulladuras dispersas en el resto de mí. No tenía ni idea
de donde más procedían.

Sydney sacudió su cabeza. ―Cómo es que ustedes no son capaces de


atrapar gangrena, esta más allá de mi entendimiento‖. Los dos sabíamos por
qué, sin embargo. Era parte de la resistencia natural por haber nacido como un
dhampir, tomando los mejores rasgos de ambas razas. Los Moroi en realidad
eran bastante saludables también, aunque a veces atrapaban enfermedades
únicas para su raza. Víctor era un ejemplo. Él tenía una enfermedad crónica y
había forzado una vez a Lissa para curarlo. Su magia le había restaurado al
completo su salud en aquel entonces, pero la enfermedad estaba lentamente
arrastrándose de nuevo.

Me duche después de que Dimitri acabara, y luego Sydney forzó su


botiquín de primeros auxilios en los dos. Cuando estábamos vendados y
desinfectados a su satisfacción, ella sacó su laptop y levantó un mapa de París,
Kentucky. Los tres nos amontonamos alrededor de la pantalla.

―Muchos arroyos y ríos‖, reflexiono, desplazándose alrededor. ―No hay


muchos lagos‖.

Señalé. ―¿Crees que es este?‖ Era un pequeño cuerpo de agua, marcado


ESTANQUE APPLEWOOD.

―Tal vez. Ah, aquí hay otro estanque. También podría ser ese el
sospechoso o- ¡Oh! ¿Aquí mismo?‖ Ella toco en la pantalla otro cuerpo de agua,
un poco más grande que el de los estanques: LAGO MARTIN.

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Dimitri se sentó y pasó una mano sobre sus ojos mientras bostezaba. ―Esa
parece la opción más probable. Si no, no creo tome mucho conducir alrededor
de los otros‖.

―¿Ese es tu plan?‖ Preguntó Sydney. ―¿Sólo conducir alrededor y buscar


una casa azul?‖

Intercambie miradas con Dimitri y me encogí de hombros. Sydney


podría estar mostrando su valentía en este viaje, pero yo sabía que su idea de
‗un plan‘ era un poco diferente de la nuestra. La suya era estructurada, bien
pensada, y tenía un propósito claro. Además, detalles.

―Es más sólido que la mayoría de nuestros planes‖, dije al fin.

El sol iba a estar arriba en una hora o más. Estaba inquieta por ir detrás
de Sonya, pero Dimitri insistió en dormir hasta mediodía. Él tomó una cama, y
Sydney y yo compartimos la otra. No creía que realmente necesitara el descanso
que él demandaba, pero mi cuerpo no estaba de acuerdo. Me quedé dormida
casi al instante.

Y como siempre últimamente, eventualmente fui tirada en un sueño


espiritual. Esperaba que fuera Adrian, viniendo a terminar nuestra última
conversación. En cambio, el conservatorio se materializó a mí alrededor,
completo con arpa y muebles acolchados. Suspiré y me enfrente a los hermanos
Dashkov.

―Genial‖, dije. Otra conferencia telefónica. ―Realmente estoy deseando


aprender a bloquear tu número‖.

Víctor me dio una pequeña reverencia. ―Siempre es un placer, Rose‖.


Robert simplemente miró al espacio de nuevo. Era bueno saber que hay cosas
que nunca cambian.

―¿Qué quieres?‖ Pregunté.

―Sabes lo que queremos. Estamos aquí para ayudarte a ayudar a


Vasilisa‖. No creí eso ni por un instante. Víctor tenía algún plan en mente, pero
mi esperanza era capturarlo antes de que pudiera hacer más daño. Me estudió
con expectación. ―¿No has encontrado el otro Dragomir todavía?‖

Mire con incredulidad. ―¡Solo ha sido un día!‖ Casi tuve que volver a
hacer mis cuentas sobre eso. Parecía más como diez años. Nop. Sólo un día
desde que había hablado por última vez con Víctor.

―¿Y?‖ Víctor preguntó.

―Y, ¿Cuán bien crees que estamos?‖

Él reflexiono. ―Bastante bien‖.

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―Bueno, gracias por el voto de confianza, pero no es tan fácil como


parece. Y en realidad... teniendo en cuenta que todo esto ha sido un
encubrimiento, en realidad no parece nada fácil‖.

―¿Pero has encontrado algo?‖ Víctor presiono.

No respondí.

Un ansioso resplandor ilumino sus ojos, y dio un paso adelante. Yo


rápidamente tome uno atrás. ―Has encontrado algo‖.

―Tal vez‖. Una vez más, tuve la misma indecisión que antes. La hacía
Víctor, con todas sus intrigas y manipulaciones, ¿Sabía algo que podría
ayudarnos? La última vez, él me había dado nada, pero ahora teníamos más
información. ¿Qué había dicho? ¿Si encontramos un hilo, él podría
desentrañarlo?

―Rose‖. Víctor estaba hablándome como si fuera una niña, como hacía a
menudo con Robert. Eso me hizo fruncir el ceño. ―Te lo dije antes: No importa
si confías en mí o en mis intenciones. Por ahora, estamos interesados en el
mismo objetivo a corto plazo. No dejes que las futuras preocupaciones arruinen
tu oportunidad aquí‖.

Era divertido, pero eso era similar al principio por el que había operado
la mayor parte de mi vida. Vivir en el ahora. Saltar completamente y
preocuparme por las consecuencias más tarde. Ahora, dudé y traté de pensar
las cosas antes de tomar una decisión. Por fin, decidí tomar el riesgo, otra vez
esperando que Víctor pudiera ser capaz de ayudar.

―Creemos que la madre... la madre del hermano o hermana de


Lissa... está relacionada con Sonya Karp‖. Las cejas de Víctor se levantaron.
―¿Sabes quién es?‖

―Por supuesto. Ella se volvió Strigoi, supuestamente porque se volvió


loca. Pero ambos sabemos que fue un poco más complicado que eso‖.

Asentí con la cabeza de mala gana. ―Ella era un usuario del


espíritu. Nadie lo sabía‖.

Robert dio vuelta a su cabeza tan rápido que casi salto. ―¿Quién es un
usuario del espíritu?‖

―Ex-usuario del espíritu‖, dijo Víctor, instantáneamente cambiando a


modo tranquilizador. ―Ella se convirtió en un Strigoi para alejarse de eso‖.

El fuerte enfoque que Robert había dirigido hacia nosotros dos se fundió
en una ensoñación suave una vez más. ―Sí... siempre un señuelo para eso...
matar para vivir, vivir para matar. La inmortalidad y la libertad de estas
cadenas, pero oh, qué pérdida...‖

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Eran divagaciones locas, pero tenían una similitud misteriosa con


algunas de las cosas que Adrian decía a veces. No me gustaba eso en absoluto.
Tratando de fingir que Robert no estaba en la habitación, gire de nuevo hacia
Víctor. ―¿Sabes algo de ella? ¿Con quién está emparentada?‖

Negó con su cabeza. ―Ella tiene una gran familia‖.

Levante mis manos con exasperación. ―¿Podrías ser algo más


inútil? Sigues actuando como si supieras mucho, ¡Pero solo estás diciéndonos lo
que ya hemos descubierto! ¡No estás ayudando!‖

―La ayuda viene en muchas formas, Rose. ¿Has encontrado a Sonya?‖

―Sí‖. Reconsidere. ―Bueno, no del todo. Sabemos dónde está. Vamos a


verla mañana y preguntarle‖.

La mirada en el rostro de Víctor habló legiones acerca de lo ridículo que


él pensaba que era. ―Y estoy seguro de que ella estará ansiosa por ayudar‖.

Me encogí de hombros. ―Dimitri es muy persuasivo‖.

―Por lo que he oído‖, dijo Víctor. ―Sonia Karp no es una adolescente


impresionable‖. Estuve a punto de darle un golpe pero me preocupaba el hecho
de que Robert pudiera tener su campo de fuerza levantado de nuevo. Víctor
parecía inconsciente de mi ira. ―Dime dónde estás. Llegaremos a ti‖.

Una vez más, un dilema. No creía que aquí hubiera mucho que los
hermanos pudieran hacer. Pero esto podría presentar una oportunidad para
recuperarlo. Además, si lo teníamos en persona, tal vez podrían detenerse de
interrumpir mis sueños.

―Estamos en Kentucky‖, dije al fin. ―París, Kentucky‖. Le di la otra


información que teníamos sobre la casa azul.

―Estaremos allí mañana‖, dijo Víctor.

―Entonces, ¿dónde estás ahora--?‖

E igual que la última vez, Robert terminó abruptamente el sueño, y me


dejó colgada. ¿En qué me había metido con ellos? Antes de que pudiera
considerarlo, fui inmediatamente llevada a otro sueño espiritual. Dios
mío. Realmente esto era un déjà vu. Todo el mundo quería hablar conmigo en
mis sueños. Afortunadamente, como la última vez, mi segunda visita fue de
Adrian.

Éste era en el salón de baile donde el Consejo se había reunido. No había


sillas o personas, y mis pasos hacían eco sobre la dura madera del piso. La
habitación que parecía tan grande y poderosa cuando estaba en uso ahora tenía
una sensación de soledad, amenazadora.

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Adrián estaba cerca a una de las altas y arqueadas ventanas, dándome


una de sus pícaras sonrisas cuando le abrace. Comparado a cuan sucio y
sangriento todo era en el mundo real, él parecía inmaculado y perfecto.

―Lo hiciste‖. Le dio un rápido beso en los labios. ―Tienes que conseguir
que nominen a Lissa‖. Después de nuestra última visita en sueños, cuando me
había dado cuenta de que podría tener algún mérito la sugerencia de Víctor,
había tenido que trabajar duro para convencer a Adrian de que la idea
propuesta era buena—particularmente desde que no había estado segura de mí
misma.

―Síp, conseguir a ese grupo a bordo fue fácil‖. Parecía que le gustaba mi
admiración, pero su rostro se puso más sombrío mientras meditaba mis
palabras. ―Ella no está feliz sobre eso, sin embargo. Tío, ella nos dejara tenerlo
después‖.

―Lo vi. Tienes razón, a ella no le gusta- pero es más que eso. Fue el
espíritu- la oscuridad. Tome un poco de eso, pero síp... es malo‖. Recordé cómo
tomar su enojo había causado cólera brevemente en mí. El espíritu no me
golpeaba tan duro como lo hacía con ella- pero eso sólo era
temporal. Eventualmente, si extraía lo suficiente como en los últimos años, eso
tomaría el control. Cogí la mano de Adrian y le di la mirada más suplicante que
pude. ―Tienes que cuidar de ella. Haré lo que pueda, pero sabes tan bien como
yo cómo el estrés y la preocupación pueden agitar el espíritu. Estoy preocupada
de que vuelva a ser como antes. Me gustaría poder estar allí para cuidar de
ella. Por favor—ayúdala‖.

Él empujo un mechón suelto de cabello detrás de mi oreja, preocupación


en sus ojos de color verde oscuro. Al principio, pensé que su preocupación era
sólo por Lissa. ―Lo haré‖ dijo. ―Haré lo que pueda. Pero Rose... ¿Me va a pasar a
mí? ¿Es eso en lo que me convertiré? ¿Como ella y los demás?‖

Adrian nunca había mostrado los extremos efectos secundarios que Lissa
tenía, en gran medida debido a que aún no había utilizado tanto el espíritu y
porque se auto-medicaba mucho con alcohol. No sabía cuánto tiempo iba a
durar, sin embargo. A partir de lo qué había visto, sólo había un par de cosas
para retrasar la locura: autodisciplina, antidepresivos, y la vinculación con
algún Shadow Kiss. Adrian no parecía interesado en cualquiera de esas
opciones.

Era extraño, pero en este momento de vulnerabilidad, me recordé de lo


que había sucedido con Dimitri. Ambos de estos hombres, tan fuertes y
confiados en su forma, sin embargo cada uno necesitándome de apoyo. Eres la
fuerte, Rose, una voz susurró en mi cabeza.

Adrián miró afuera. ―A veces... a veces me puedo creer que la locura es


todo imaginado, ¿sabes? Nunca la he sentido como los demás... como Lissa o el
viejo Vlad. Pero de vez en cuando...‖ Hizo una pausa. ―No lo sé. Me siento tan

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cerca, Rose. Tan cerca del borde. Como si me permitiera a mí mismo un


pequeño paso en falso, sumergirme y no volver nunca más. Es como si me
perdiera a mí mismo‖.

Lo había oído decir cosas como estas antes, cuando él había salido en
algún raro tangente que sólo la mitad tenía sentido. Era lo más cerca que nunca
venia a demostrar que el espíritu podía estar jugando con su mente
también. Nunca me había dado cuenta que él estaba consiente de aquellos
momentos o lo que ellos podían significar.

Él miró de nuevo hacia mí. ―Cuando bebo... no me preocupo por eso. No


me preocupo por volverme loco. Pero luego pienso... tal vez ya lo soy. Tal vez
lo soy, si no que nadie puede notar la diferencia cuando estoy bebido‖.

―No estás loco‖, dije con fiereza, tirando de él hacia mí. Amaba su calor y
la forma en que se sentía contra mi piel. ―Estarás bien. Eres fuerte‖.

Él presiono su mejilla en mi frente. ―No sé‖, dijo. ―Creo que eres mi


fuerza‖.

Fue una declaración dulce y romántica, pero algo sobre eso me


molestaba. ―Eso no es del todo cierto‖, dije, preguntándome cómo podía poner
mis sentimientos en palabras. Sabía que podías ayudar a alguien más en una
relación. Podrías fortalecerlos y apoyarlos. Pero no podías realmente hacer todo
por ellos. No podías resolver todos sus problemas. ―Tienes que buscarla dentro
de ti--‖

La alarma del reloj de la habitación del hotel sonó e interrumpió el sueño,


dejándome frustrada a la vez porque perdí a Adrián y porque no había sido
capaz de decirle todo lo que quería. Bueno, no había nada que pudiera hacer
por él ahora. Sólo podía esperar que él lo manejara por su cuenta.

Sydney y yo estábamos ambas flojas y con los ojos entrecerrados. Tenía


sentido que ella estuviera agotada, ya que todo su horario para dormir -cuando
en realidad dormía- había sido desecho. ¿Yo? Mi fatiga era mental. Así que
muchas personas, pensé. Así que muchas personas me necesitan... pero era tan duro
ayudarlos a todos.

Naturalmente, Dimitri estaba levantado y listo para ir. Él se había


despertado antes que nosotras. El desajuste de la última noche podría bien
haber nunca sucedido. Resultó que había estado muriendo por café y había
esperado pacientemente por nosotras, no queriendo dejarnos durmiendo y sin
defensa. Le eche fuera, y veinte minutos más tarde, regresó con café y una caja
de donas. También había comprado una cadena de fuerza-industrial en una
ferretería al otro lado de la calle ‗para cuando encontremos a Sonya‘, lo que me
hizo sentir incómoda. Para entonces, Sydney y yo estábamos listas para ir, y yo
decidí mantener a raya a mis preguntas. No estaba loca por usar pantalones
cortos de nuevo, no con mis piernas en esa condición, pero estaba demasiado

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ansiosa por llegar donde Sonya así que insistí en que nos detuviéramos en un
centro comercial.

Yo, sin embargo, decidi que era hora de que mis compañeros subieran la
velocidad.

―Así que‖, empecé casualmente, ―Víctor Dashkov podría unirse a


nosotros pronto‖.

Sydney no dio crédito a lo que escuchaba, que estuvo a punto de salirse


de la carretera. ―¿Qué? ¿Ese hombre que escapó?‖

Pude ver en los ojos de Dimitri que él estaba igual de sorprendido, pero
se mantuvo fresco y bajo control, como siempre. ―¿Por qué‖, comenzó
pausadamente, ―esta Víctor Dashkov uniéndose a nosotros?

―Bueno, es una especie de historia divertida...‖

Y con esa introducción, les di el más breve pero completo resumen que
pude, comenzando con los antecedentes sobre Robert Doru y finalizando con la
reciente visita en sueños de los hermanos. Pase por alto el ‗misterioso‘ escape de
Víctor hace unas semanas, pero algo me dijo que Dimitri, en esa misteriosa
manera que tenía de adivinar cada pensamiento de los demás, estaba
probablemente poniendo las piezas juntas. Ambas Lissa y yo le habíamos dicho
a Dimitri que habíamos pasado por mucho para aprender cómo restaurarlo,
pero nunca habíamos explicado la historia completa—especialmente la parte
sobre el escape de Víctor para que él pudiera ayudarnos a encontrar a su
hermano.

―Mira, si puede ayudar o no, esta es nuestra oportunidad de atraparlo‖,


añadí de prisa. ―Eso es una cosa buena, ¿verdad?‖

―Ese es un tema con el que trataremos... más tarde‖. Reconocí el tono en


la voz de Dimitri. Él lo había utilizado mucho en St. Vladimir. Usualmente
significaba que habría una charla privada en mi futuro, donde seria interrogada
intensamente para obtener más detalles.

Kentucky resultó ser muy hermoso mientras conducíamos fuera de


París. La tierra era ondulada y verde mientras salimos de la ciudad, y era fácil
imaginarse deseando vivir en una casita aquí. Me pregunté ociosamente si esa
hubiera sido la motivación de Sonya y entonces lo capte yo misma. Le había
acabado de decir a Dimitri que los Strigoi no veían la belleza. ¿Estaba
equivocada? ¿Le importaría el magnífico paisaje a ella?

Encontré mi respuesta cuando nuestro GPS nos llevó al Lago


Martin. Sólo había unas cuantas casas dispersas a su alrededor, y entre ellas,
sólo una era azul. Deteniéndonos a una distancia considerable de la casa,
Sydney aparco el coche a un lado de la carretera lo más que pudo. Era estrecha,

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los andenes cubiertos de árboles e hierba alta. Todos bajamos del coche y
caminamos por un pequeño camino, todavía manteniendo nuestra distancia.

―Bueno. Esta es una casa azul‖, declaró Sydney pragmáticamente. ―Pero,


¿esta es la suya? No veo un buzón de correo, ni nada‖.

Miré más de cerca el patio. Rosales, lleno de flores color rosa y rojo,
crecían frente al porche. Espesas cestas con flores blancas de las que no sabía los
nombres colgaban del techo, y glorias azules mañaneras subían a un
enrejado. Alrededor de la casa, apenas podía distinguir una cerca de
madera. Una vid naranja, flores en forma de trompeta que se arrastraban sobre
esta.

Entonces, una imagen parpadeó en mi mente, se fue tan rápido como


había llegado. Los botes de riego de flores de la Sra. Karp en su salón de clases,
flores que parecían crecer increíblemente rápido y altas. Como una adolescente
más interesado en eludir la tarea, no había pensado mucho acerca de ellas. Fue
sólo más tarde, después de ver a Lissa hacer que las plantas crecieran y
florecieran durante los experimentos con el espíritu, que entendía lo que había
sido sucediendo en el aula de la Sra. Karp. Y ahora, incluso privada del espíritu
y poseída por el mal, Sonya Karp todavía cuidaba sus flores.

―Síp‖, dije. ―Esta es su casa‖. Dimitri se acercó al porche delantero,


estudiando cada detalle. Empecé a seguirlo, pero me contuve. ―¿Qué estás
haciendo?‖ mantuve mi voz baja. ―Ella puede verte‖.

Él volvió a mi lado. ―Esas son cortinas en negro. No dejan entrar


cualquier luz, así que ella no va a ver nada. También significa que
probablemente pasa su tiempo en la planta baja de la casa, en lugar de un
sótano‖.

Podía fácilmente seguir su línea de pensamiento. ―Eso es una buena


noticia para nosotros‖. Cuando había sido capturada por Strigois el año pasado,
mis amigos y yo habíamos sido mantenidos en un sótano. No sólo era
conveniente para los Strigoi querer evitar el sol, sino que también significa
menos opciones de entrada y de escape. Era fácil para los Strigoi atrapar su
presa en un sótano. Más puertas y ventanas que hubiera, mejor.

―Explorare el otro lado‖, dijo, comenzando por el patio trasero.

Corrí hacia él y lo agarre por el brazo. ―Permíteme. Sentiré cualquier


Strigoi -no es que ella vaya a salir al exterior, pero, bueno, por si acaso‖.

Él vaciló, y creció mi furia, pensando que él no me creía capaz. Entonces,


dijo, ―Está bien. Ten cuidado‖. Me di cuenta de que él solo estaba preocupado
por mí.

Me moví tan suave y silenciosamente como pude alrededor de la casa,


antes de descubrir que la valla de madera iba a crear dificultades para ver el

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patio trasero. Temía saltar por encima porque podría alertar a Sonya de mi
presencia y me preguntaba qué hacer. Mi solución llegó en forma de una gran
roca situada cerca del borde de la cerca. Arrastre la piedra y me detuve en la
cima. No era suficiente para dejarme ver completamente por encima, pero fui
capaz de poner fácilmente mis manos en la parte superior de la valla y
levantarme a mí misma de una mirada con el mínimo ruido.

Era como mirar en el Jardín del Edén. Las flores en la parte delantera
habían sido simplemente el acto de calentamiento. Más rosas, magnolias y
manzanos, lirios y un billón de otras de flores que no reconocía. El patio trasero
de Sonya era un paraíso de colores exuberantes. Mire más de cerca y me
apresure a regresar con Dimitri. Sydney todavía estaba en el carro.

―Una puerta del patio y dos ventanas‖, informe. ―Todo con


cortinas. También hay una silla cubierta de madera, una pala y una carretilla‖.

―¿Algún rastrillo?‖

―Por desgracia, no, pero hay una gran tonta roca situada fuera de la
cerca. Sin embargo sería difícil entrarla al patio. Es mejor usarla para ayudarnos
a pasar por encima. No hay puerta en la valla. Ella hizo una fortaleza‖.

Él asintió con la cabeza comprendiendo, y sin ninguna conversación,


sabía qué hacer. Sacamos la cadena del coche y se la encargamos a Sydney. Le
dijimos que nos esperara fuera -con estrictas instrucciones de irse si no
estábamos de vuelta en treinta minutos. Odiaba decir ese tipo de cosas—y la
cara de Sydney indicó que no le gustaba escucharlas—pero esto era
inevitable. Si no habíamos sometido a Sonya en esa cantidad de tiempo, no la
íbamos a someter en absoluto—o salir con vida. Si lográbamos sorprenderla, le
daríamos alguna señal a Sydney para que viniera con la cadena.

Los ojos ámbar—marrón de Sydney estaban llenos con ansiedad


mientras nos miraba dirigirnos de nuevo alrededor de la casa. Casi me burle de
su preocupación por criaturas malignas de la noche pero me detuve justo a
tiempo. Ella podría detestar a todos los otros dhampirs y Morois en el mundo,
pero en algún lugar del camino, ella había llegado a querer a Dimitri y a mí. Eso
no era algo para burlarse.

Dimitri estaba en la roca y contempló el patio. Me murmuró algunas


instrucciones de último minuto antes de tomar mis manos e impulsarme sobre
la valla. La altura fue un largo camino, y eso no facilito la maniobra—ni
tampoco la hizo silenciosa—como la habríamos querido. Me siguió poco
después, cayendo a mi lado con un pequeño ruido sordo.

Después de eso, saltamos hacia adelante sin demora. Si Sonya nos había
escuchado, entonces no tenía sentido perder el tiempo. Necesitábamos todas los
ventajas que pudiéramos obtener. Dimitri agarró la pala y la balanceo con
fuerza contra el cristal -una vez, dos veces. El primer golpe fue sobre la altura

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de mi cabeza, el segundo más bajo. El cristal se fracturó más con cada impacto.
Justo después del segundo golpe, me impulse y empuje la carretilla en la
puerta. Levantarla y lanzarla contra el cristal habría sido mucho más atractivo,
pero era demasiado pesada para levantarla muy alto. Cuando la carretilla
golpeó el cristal ya debilitado, las áreas agrietadas se rompieron y se
desmoronaron por completo, creando un agujero suficientemente grande para
nosotros dos pasar. Los dos teníamos que agacharnos—especialmente Dimitri.

Un ataque simultáneo a través de ambos lados de la casa hubiera sido


ideal, pero no era como si Sonya pudiera correr por la puerta delantera. Las
náuseas habían comenzado a arrastrarse sobre mí tan pronto como me
encontraba cerca del patio, y la sensación golpeo con toda su fuerza mientras
entramos en la sala de estar. Ignore mi estómago en el camino, lo había
perfeccionado y me preparé para lo que vendría. Habíamos interrumpido
bastante rápido pero no lo suficientemente rápido para sorprender a los reflejos
Strigoi.

Sonya Karp estaba allí, lista para nosotros, haciendo todo lo posible para
evitar que la luz del sol se derramara en la sala de estar. Cuando había visto por
primera vez a Dimitri como un Strigoi, había estado tan sorprendida que me
había congelado. Eso le había permitido capturarme, así que mentalmente me
había preparado para este momento, sabiendo que había sentido el mismo
shock cuando vi a mi antiguo profesor como un Strigoi. Y fue aterrador. Igual
que con él, muchas de las características de Sonya eran las mismas que antes: el
pelo castaño y pómulos altos... pero su belleza era torcida por todas las demás
terribles condiciones: piel calcárea, ojos rojos, y la expresión de crueldad que
todos los Strigoi parecían llevar.

Si nos reconoció, no dio señales y se lanzó hacia Dimitri con un


gruñido. Era una táctica común Strigoi eliminar primero la mayor amenaza, y
me molestaba que siempre creyeran que era Dimitri. Él había metido su estaca
en su cinturón para llevar la pala dentro con él. La pala no mataría a un Strigoi,
pero con suficiente fuerza e impulso, definitivamente impediría a Sonya estar
en condiciones de plena competencia. Él la golpeó con esta en el hombro
después de su primer intento, y si bien no cayo, ella definitivamente espero
antes de intentar otro ataque. Se rodeaban el uno al otro, como lobos
preparándose para una batalla, mientras ella evaluaba sus probabilidades. Un
ataque, y su mayor fuerza lo empujo hacia abajo, pala o no.

Todo esto se llevó a cabo en cuestión de segundos, y los cálculos de


Sonya me habían dejado fuera de la ecuación. Hice mi propio ataque,
golpeando a su otro lado, pero ella me vio llegar con el rabillo del ojo y
respondió al instante, tirándome abajo aunque no aparto los ojos de
Dimitri. Desee poder tener la pala y así golpearla en la espalda desde una
distancia segura. Pero todo lo que llevaba era mi estaca, y tenía que tener
cuidado con esta, ya que podría matarla. Hice un análisis rápido de su sala de
estar extrañamente normal y no pude ver ninguna otra arma posible.

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Ella envió un golpe, y Dimitri fue a por esto. Apenas se corrigió cuando
saltó hacia adelante para tomar ventaja de la situación. Le empujo contra la
pared, fijándolo allí y golpeando la pala de su mano. Luchó contra ella, tratando
de liberarse mientras sus manos se encontraban en su garganta. Si intentaba
quitarla, mi fuerza junto con la de Dimitri probablemente lo pondría en
libertad. Quería esto terminado tan pronto como fuera posible, sin embargo, y
decidí hacer un juego de poder.

Corrí hacia ella, estaca en mano, y la lance a través de su hombro


derecho, esperando estuviera en ninguna parte cerca de su corazón. La plata
estaba encantada, así que la agonizante piel Strigoi, la hizo gritar. Frenética, ella
me apartó con fuerza que fue sorprendente incluso para un Strigoi. Caí hacia
atrás, tropezando, y golpee mi cabeza contra una mesa de café. Mi visión se
atenuó un poco, pero el instinto y la adrenalina me llevaron de nuevo a mis
pies.

Mi ataque dio a Dimitri la fracción de segundo que necesitaba. Golpeo a


Sonya al suelo y agarró mi estaca, empujándola contra su garganta. Ella gritó y
se sacudió, y me moví hacia adelante para ayudarlo, sabiendo lo difícil que era
fijar un Strigoi.

―Trae a Sydney...‖ Gruñó. ―La cadena...‖

Me moví tan rápido como pude, estrellas y sombras bailando frente a


mí. Abrí la puerta delantera y la patee abierta como una señal, luego corrí de
vuelta donde Dimitri. Sonya estaba haciendo un buen progreso luchando contra
él. Caí de rodillas, trabajando con Dimitri para mantenerla restringida. Él tenía
esa lujuria de batalla en sus ojos otra vez, una mirada que decía que quería
destruirla aquí y ahora. Pero había otra cosa, también. Algo que me hizo pensar
que tenía más control, que mis palabras en el callejón habían tenido realmente
un impacto. Sin embargo, le lance una advertencia.

―La necesitamos... recuerda la necesitamos‖.

Él me dio una leve inclinación de cabeza, justo mientras Sydney aparecía


cargando la cadena. Ella se quedó mirando la escena con los ojos abiertos,
deteniéndose sólo un momento antes de apresurarse hacia nosotros. Sin embargo
haremos un guerrero de ella, pensé.

Dimitri y yo nos movimos a nuestra próxima tarea. Ya habíamos visto el


mejor lugar para atar a Sonya: un sillón pesado, recostado en la esquina.
Levantándola -lo que era peligroso ya que todavía estaba golpeando
salvajemente- la empujamos en la silla. Luego, manteniendo la estaca en su
cuello, Dimitri trató de sujetarla mientras yo me apoderaba de la cadena.

No había tiempo para pensar en un método preciso. Solo empecé a


envolverla, primero alrededor de sus piernas y luego lo mejor que podía
alrededor de su torso, tratando de bloquear sus brazos contra ella. Dimitri había

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comprado un montón de cadena, por suerte, y yo rápidamente la envolví


alrededor de la silla en una manera loca, haciendo todo lo posible para
mantenerla abajo.

Cuando finalmente me quede sin cadena, Sonya estaba muy bien


colocada en su lugar. ¿Era algo de lo que ella podía salir? Por supuesto. Pero,
¿con una estaca de plata contra ella? No tan fácil. Con ambas en su
lugar... bueno, la habíamos atrapado por el momento. Era lo mejor que
podíamos hacer.

Dimitri y yo intercambiamos breves y cansadas miradas. Me sentí


mareada, pero luche a través de eso, sabiendo que nuestra tarea estaba lejos de
terminar.

―Tiempo para ser interrogada‖, dije sobriamente.

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DIECISIETE

La interrogación no fue tan buena.

Oh, seguro, hicimos muchas amenazas y usamos las estacas como


instrumentos de tortura, pero no sacamos mucho de ello. Dimitri estaba todavía
asustado cuando trato con Sonya, pero después de su depresión nerviosa con
Donovan, tuvo cuidado de no caer en aquella rabia loca otra vez. Esto sería más
sano para él a la larga pero no tan bueno para sacarle las respuestas a Sonya.
Esto no ayudó con los asuntos que no teníamos exactamente una pregunta
concreta para preguntarle a ella. Sobre todo teníamos una serie de cosas que
aclararle a ella. ¿Sabía ella de otro Dragomir? ¿Estaba relacionada ella con la
madre? ¿Dónde estaba la madre y el niño? Las cosas también fueron mal
cuando Sonya se dio cuenta que la necesitábamos demasiado para matarla, sin
importa cuántas estacas de plata tuviéramos para torturarla.

Habíamos estado en esto durante más de una hora y estábamos


agotados. Al menos, yo lo estaba. Me apoyé contra una pared cerca de Sonya, y
aunque tenía mi estaca hacia fuera y lista, confiaba en la pared un poco más de
lo que me gustaría admitir para mantenerme en posición vertical. Ninguno de
nosotros había hablado en un rato. Incluso Sonya había renunciado a sus
gruñidos amenazantes. Simplemente esperó y permaneció vigilante,
indudablemente planificando su escape, probablemente pensando que nos
cansaríamos antes que ella. Aquel silencio era más aterrador que todas las
amenazas en el mundo. Estaba acostumbrada a que los Strigoi utilizaran
palabras para intimidarme. Nunca había esperado simplemente el poder que
estar tranquilo y mirando fijamente de una manera amenazante podría tener.

"¿Qué le pasó a tu cabeza, Rose?" Dimitri pregunto, de repente dejando


de mirarla.

Me ajuste un poco y me di cuenta de que él se dirigía a mí. "¿Huh?"


Aparte el pelo que había estado ocultando parte de mi frente. Mis dedos
llegaron a un empaste con sangre, provocando un vago recuerdo de chocar
contra la mesa. Me encogí de hombros, haciendo caso omiso del mareo que
había estado sintiendo. "Estoy bien."

Dimitri le dio a Sydney la más rápida de las miradas. "Ve abajo y


límpiala. No dejes que se duerma hasta que podamos determinar si es una
conmoción cerebral."

"No, no puedo," discutí. "No puedo abandonarte solo con su..."

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"Estoy bien," dijo él. "Descansa de modo que puedas ayudarme más
tarde. Eres inútil para mí si te desmayas."

Todavía protestaba, pero cuando Sydney tomó suavemente mi brazo,


tropezando me alejo. Ella me condujo a un dormitorio de la casa, muy a mi
pesar. Había algo espeluznante sobre el saber que yo estaba en la cama de un
Strigoi - incluso si estaba cubierto de un edredón azul-y-blanco de flores.

"Hombre," dije, recostada contra la almohada una vez que Sydney había
limpiado mi frente. A pesar de mi negativa anterior, se sentía muy bien
descansar. "No puedo acostumbrarme a la rareza de un Strigoi viviendo en un
lugar tan... normal. ¿Cómo lo manejas?"

"Mejor que ustedes chicos," dijo Sydney. Envolviendo sus brazos


alrededor de ella y mirando la habitación incómodamente. "Estar cerca de los
Strigoi comienza a hacerme creer que ustedes no son tan malos."

"Bueno, al menos algo bueno salió de esto," comenté. A pesar de su


broma, yo sabía que ella debía de estar aterrorizada. Comencé a cerrar mis ojos
y fui sacudida para despertar, cuando Sydney empujó mi brazo.

"Nada de dormir," ella castigó. "Despierta y habla conmigo."

"Esto no es una conmoción cerebral," refunfuñé. "Pero supongo que


podemos hacer planes para conseguir que Sonya hable."

Sydney se sentó a los pies de la cama e hizo una mueca. "¿Sin ánimos de
ofender? Pero no creo que ella se vaya a hablar."

"Va a hablar una vez que este unos días sin sangre."

Sydney palideció. "¿Unos días?"

"Bien, independientemente de lo que esto tome—" un pinchazo de


emoción revoloteó por la conexión, y me congelé. Sydney se levanto de un saltó,
sus ojos se lanzaron alrededor como si un grupo de Strigoi hubiera irrumpido
en la habitación.

"¿Qué anda mal?" ella exclamó.

"Tengo que ir con Lissa."

"Se supone que no puedes dormir –"

"Esto no es para dormir," dije sin rodeos. Y con esto, salté lejos del
dormitorio de Sonya y en la perspectiva de Lissa.

Ella viajaba en una camioneta con otras cinco personas a quienes


reconocí inmediatamente como otros candidatos reales. Esta era una camioneta
de ocho personas y también incluía a un conductor, y un guardián en el asiento
de pasajeros que miraba hacia atrás, hacia Lissa y sus compañeros.
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"Cada uno de ustedes será dejado en una posición separada por las
afueras de un bosque y se les dará un mapa y una brújula. El objetivo final será
que puedan llegar a su destino que indica el mapa y esperar a la luz del día
hasta que nosotros vayamos por ustedes."

Lissa y los otros candidatos se miraron y luego, casi como uno solo,
miraron detenidamente hacia fuera de las ventanas de la camioneta. Era casi el
mediodía, y la luz del sol caía a cantaros. "Esperen a la luz del día" no iba a ser
agradable, pero no sonaba imposible. Ociosamente, ella rasguñó una pequeña
venda en su brazo y rápidamente se detuvo. Leí sus pensamientos los cuales
eran: un pequeño, y apenas perceptible punto tatuado en su piel. En realidad
era similar al de Sydney: sangre y tierra, mezclada con la compulsión. La
compulsión podía ser un tabú entre los Moroi, pero se trataba de una situación
especial. El hechizo en el tatuaje impidió a los candidatos revelar las pruebas de
monarcas a otros, para que así no compliquen las pruebas. Esta era la primera
prueba.

"¿A qué tipo de terreno nos están enviando?" exigió Marcus Lazar. "No
todos estamos en la misma forma física. No es justo que algunos de nosotros
tengan una ventaja." Sus ojos estaban sobre Lissa cuando él habló.

"Hay muchos caminos," dijo el guardián, con la cara seria. "Pero es algo
que cualquier candidato—de cualquier edad—podría ser capaz de manejar. Y,
francamente, parte de los requisitos para ser un rey o reina es una cierta
cantidad de resistencia. La edad trae sabiduría, pero un monarca tiene que estar
sano. No un atleta por cualquier medio," añadió el guardián rápidamente,
viendo a Marcus comenzar a abrir su boca. "Pero no es bueno para los Moroi
tener un monarca elegido que sea enfermizo, alguien quien morirá dentro de un
año. Es duro, pero es cierto. Y tienen que ser capaces de aguantar situaciones
incómodas. Si no pueden manejar un día bajo el sol, no podrán manejar una
reunión del Consejo." Creo que él intento hacer una broma, pero era difícil de
decir ya que no había sonreído. "No es una carrera, sin embargo. Tómense su
tiempo para llegar hasta el final si lo necesitan. Marcado a lo largo del mapa
hay lugares donde ciertos artículos están ocultos – artículos que harán esto más
llevadero, si pueden descifrar las pistas."

"¿Podemos utilizar nuestra magia?" Ariana Szelsky pregunto. Ella no era


joven también, pero lucia fuerte y lista para aceptar un desafío de resistencia.

"Sí, tu puedes," dijo el guardián solemnemente.

"¿Estamos en peligro ahí?" preguntó otro candidato, Ronald Ozera. "¿A


parte del sol?"

"Eso," dijo el guardián misteriosamente, "Es algo que ustedes tendrán


que aprender por ustedes mismos. Pero, si en cualquier momento quieren estar
fuera..." saco una bolsa de teléfonos celulares y los distribuyó. Los mapas y
brújulas siguieron. "Llamen al número programado, y vendremos por ti."

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Nadie tenía que preguntar sobre el mensaje ocultado detrás de eso.


Llamando al número conseguirías estar fuera de la larga jornada de resistencia.
Esto también significaba que habías fallado la prueba y estabas fuera de la
carrera para el trono. Lissa miro a su teléfono, medio sorprendida de que
incluso había señal. Ellos habían dejado la corte hace aproximadamente una
hora y estaban muy en el campo. Una línea de árboles le hizo pensar a Lissa que
ellos se acercaban a su destino.

Así que. Una prueba de resistencia física. No era exactamente lo que


había esperado. Las pruebas que un monarca atravesaba habían sido ocultadas
misteriosamente, ganando una reputación casi mística. Éste era bastante
práctico, y Lissa podía entender la razón, incluso si Marcus no lo hacía.
Realmente no era una competencia atlética, y el guardián tenía razón al decir
que el futuro monarca debería de tener un cierto nivel de condición física.
Echando un vistazo detrás de su mapa, se enumeraban las pistas, Lissa
comprendió que esto también probaría sus habilidades de razonamiento. Todas
eran cosas muy básicas – pero esenciales para gobernar una nación.

La camioneta los dejó uno por uno en puntos de partida diferente. Con
cada candidato que se marchaba, la ansiedad de Lissa creció. No hay nada de qué
preocuparse, ella pensó. Solo tengo que conseguir quedarme durante un día asoleado.
Ella fue la última persona en ser dejada, siendo Ariana su antecesora. Ariana le
dio unas palmaditas en el brazo de Lissa cuando la puerta de la camioneta se
abrió.

"Buena suerte, querida."

Lissa le dio una rápida sonrisa. Estas pruebas podían ser solo una
estrategia por parte de Lissa, pero para Ariana eran verdaderamente
importantes, y Lissa rezó para que la mujer fuera capaz de pasar por todo esto
satisfactoriamente.

Una vez sola la camioneta se alejo, un malestar se extendió a través de


Lissa. La simple prueba de resistencia de repente pareció mucho más
intimidante y difícil. Ella estaba sola, algo que no pasaba muy a menudo. Yo
había estado allí durante la mayor parte de su vida, e incluso cuando me había
marchado, ella había tenido amigos a su alrededor. ¿Pero ahora? Estaba solo
ella, el mapa, y el teléfono celular. Y el teléfono celular era su enemigo.

Se acerco al borde del bosque y estudió su mapa. Un dibujo de un gran


roble marcaba el inicio, con instrucciones de ir al noroeste. Explorando los
árboles, Lissa vio tres arces, un abeto, y - un roble. Dirigiéndose hacia ellos, ella
no podía socorrer a una sonrisa. Si alguien más tuviera señales botánicas y no
conociera sus plantas y árboles, ellos podrían perder el derecho de ser
candidatos ahí mismo.

La brújula era clásica. No había algún GPS digital que seria muy
conveniente. Lissa nunca había usado una brújula como esta, y la parte

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protectora de mí deseaba poder ir y ayudarla. Ya que, yo sabría como manejar


aquello. Pero Lissa era inteligente y fácilmente iba a descubrir como afrontar
todo. Hacia el noroeste, dio un paso hacia el bosque. Si bien no había un camino
claro, el suelo del bosque no estaba demasiado cubierto de vegetación u
obstáculos.

La parte agradable sobre estar en el bosque era que los árboles


bloqueaban un poco del sol. Todavía no era una condición ideal para un Moroi,
pero esto era mejor que estar en un desierto. Los pájaros cantaban, y el paisaje
era verde y exuberante. Dejando pasar una mirada en la siguiente pista, Lissa
trató de relajarse y fingir que estaba simplemente en una excursión agradable.

Sin embargo... era difícil de hacerlo con tantas cosas en su mente. Abe y
nuestros otros amigos ahora eran responsable del trabajo y de hacer preguntas
sobre el asesinato. Todos ellos estaban durmiendo en este momento – era media
noche para los Moroi - pero Lissa no sabía cuándo volvería y no podía ayudar
el resentirse a esta prueba para tomar su tiempo. No, perdiendo el tiempo. Ella
finalmente había aceptado la lógica detrás del nombramiento de sus amigos -
pero todavía no le gustaba esto. Quería ayudarles activamente.

Sus abatidos pensamientos casi la condujeron más a su derecha por


delante de su siguiente señal: un árbol que se había caído hace años. Estaba
cubierto de musgo, y la mayor parte de la madera estaba podrida. Una estrella
sobre el mapa lo marcaba como un lugar con una pista. Alargo el mapa y leyó:

Crezco y me encojo. Corro y me arrastro.


Sigue mi voz, aunque no tenga ninguna en absoluto.
Nunca me marcho de aquí, pero viajo alrededor…
Floto por el cielo y me arrastro por el suelo.
Guardo mantenerme oculto en una bóveda aunque no tengo riquezas,
Busca en mi decadencia para salvaguardar tu salud.

Um.

Mi mente se quedo en blanco en ese momento, pero la de Lissa giro. Ella


lo leyó muchas veces, examinando cada palabra y como cada línea interpretaba
a la otra. Nunca me marcho de aquí. Era el punto de partida, decidió. Algo
permanente. Ella miró alrededor, consideró los árboles, luego los rechazo. Ellos
podrían ser cortados y quitados. Cuidando de no alejarse demasiado del árbol
caído, rodeó el área buscando algo más. Todo era teóricamente transitorio. ¿Qué
quedaba?

Sigue mi voz. Se detuvo y cerró sus ojos, absorbiendo los sonidos


alrededor de ella. Principalmente pájaros. El crujido ocasional de las hojas. Y…

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Abrió sus ojos y camino rápidamente a su derecha. El sonido que había


oído se hizo más fuerte, burbujeando y goteando. Allí. Un pequeño riachuelo
corría por el bosque, apenas perceptible. De hecho, parecía demasiado pequeño
para el cauce forjado alrededor de él.

"Pero apuesto a que creces cuando llueve," murmuró, sin importarle que
le hablaba a un arroyo. Miró hacia la pista, y sentí que su maravillosa mente
rápidamente había puesto todas las piezas juntas. La corriente era permanente -
pero viajaba. Cambiaba de tamaño. Tenía una voz. Corría en partes profundas,
avanzaba lentamente cuando había obstáculos. Y cuando se evaporaba, flotaba
en el aire. Frunció el ceño, todavía diciendo el enigma en voz alta. "Pero no
decaes."

Lissa estudió el área una vez más, pensando con inquietud que el
decaimiento podría aplicarse a cualquier planta. Su mirada se movió a un gran
árbol de arce y luego se echo hacia atrás. En su base crecía un grupo de hongos
marrones y blancos, varios marchitándose y volviéndose negros. Se apresuró y
se arrodilló, y fue cuando lo vio: un pequeño agujero cavado en la tierra
cercana. Inclinándose más cerca, vio un destello de color: una bolsa de cordón
púrpura.

Triunfalmente, Lissa lo arrancó y se levantó. La bolsa estaba hecha de


tela y tenía cuerdas que le permitirían colgarlo sobre su hombro cuando
caminara. Abrió la bolsa y miro detenidamente dentro. Allí, escondido dentro
del forro suave y difuso, estaba la mejor cosa de todas: una botella de agua.
Hasta ahora, Lissa no se había dado cuenta que el calor y la deshidratación
habían crecido - o cuan cansado el sol era. Les habían dicho a los candidatos
que llevaran zapatos robustos y ropa práctica, pero no había permitido ninguna
otra provisión. Encontrar esta botella no tenia precio.

Sentada sobre el tronco, tomó un descanso, con cuidado de conservar su


agua. Mientras el mapa indicó unas pistas más y ‗recompensas‘, sabía que no
necesariamente podría contar con más bolsas más provechosas. Así que,
después de un descanso de varios minutos, guardó el agua y lanzó el pequeño
bolso sobre su hombro. El mapa la dirigió convenientemente hacia el oeste, de
modo que fue la dirección en la que se fue.

El calor la golpeo mientras seguía su camino, forzándola a tomar más


(conservadoramente) agua. Siguió recordándose que esto no era una carrera y
que debería tomarlo con calma. Después de algunas pistas más, descubrió que
el mapa no era muy a escala, por lo que no era siempre evidente cuan largo era
la caminata de cada tramo. Sin embargo, estaba encantada de resolver
satisfactoriamente cada pista, aunque las recompensas se hicieran cada vez más
desconcertantes.

Uno de ellos era un manojo de palos colocados sobre una roca, algo que
habría jurado era un error, pero alguien civilizado claramente había atado el
paquete junto. Lo añadió en su bolso, con una lona verde de plástico
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cuidadosamente doblada. Por ahora, el sudor escurría de ella, y se enrollaba las


mangas de su blusa de algodón con botones que le sirvieron de ayuda. Tomó
descansos más frecuentes. Las quemaduras de sol se hicieron un problema
grave, por lo que fue un gran alivio cuando su siguiente pista la condujo a una
botella de bloqueador solar.

Después de un par de horas de combatir el calor intenso del verano,


Lissa llego a estar tan caliente y cansada que ya no tenía la energía mental para
molestarse de perderse lo que estaba pasando en la corte. Todo lo qué le
importaba era llegar al final de esta prueba. El mapa mostraba dos pistas más,
que tomó como un signo prometedor. Ella llegaría al final pronto y luego
simplemente podría esperar a que alguien la buscara. Un destello de éxito la
golpeo. La lona. La lona era un bloqueador solar, decidió. Podría usarlo al final.

Esto la animó, como lo hizo el siguiente premio: más agua y un


sombrero, amplio que le ayudó a guardar su cara de la luz del sol.
Desafortunadamente, después de eso, lo que parecía ser una corta distancia del
viaje resulto ser el doble de lo que esperaba. En el momento en que finalmente
llego a la siguiente pista, estaba más interesada en tomar un trago más de agua
que descubrir cualquier otra cosa que los guardias le habían dejado.

Mi corazón fue hacia ella. Desee tanto, tan fuerte poder ayudarle. Era mi
trabajo, protegerla. Ella no debería estar sola. ¿O debía? ¿Era esto también parte
de la prueba? En un mundo donde la Familia Real estaba casi siempre rodeada
de guardianes, esta soledad tenía que ser un shock total. Los Moroi eran
resistentes y tenía excelentes sentidos, pero ellos no habían sido construidos
para el calor extremo y el terreno desafiante. Yo probablemente podría haber
hecho el trayecto fácilmente. Honestamente, yo no estaba segura de haber
tenido las habilidades deductivas de Lissa en el descubrimiento de las pistas.

La última recompensa de Lissa era el sílex y el acero, sin embargo ella no


tenia idea de cual era cual. Los reconocí al instante como los instrumentos de un
kit para hacer fuego pero no había entendimiento en el mundo de por qué ella
tendría que construir un fuego durante un día como este. Encogiendo los
hombros, añadió los artículos a su bolso y siguió su camino.

Y fue allí cuando las cosas comenzaron a hacerse frías. Realmente frías.

Ella no lo entendió al principio, principalmente porque el sol todavía


brillaba tan intensamente. Su cerebro dijo que lo que sentía era imposible, pero
su piel de gallina y el castañeo de sus dientes decían lo contrario. Rodó sus
mangas hacia atrás y acelero su ritmo, deseando que el frío repentino al menos
hubiera venido con una cubierta de nube. Camino más rápido y se esforzó más
para ayudar a calentar su cuerpo.

Hasta que empezó a llover.

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Comenzó como una niebla, luego cambiando a llovizna, y finalmente se


convirtió en una cortina de agua constante. Su pelo y ropa se empaparon,
haciendo que la temperatura fría fuera mucho peor. Sin embargo... el sol
todavía brillaba, su luz era una molestia para su piel sensible pero no ofrecía
calidez por recompensa.

Magia, se dio cuenta. Este clima es mágico. Era parte de la prueba. De


alguna manera, el aire y agua Moroi de usuarios mágicos se unieron para
desafiar el caliente, y soleado clima. Era por eso qué tenía una lona – para
bloquear el sol y la lluvia. Considero sacarlo ahora y llevarlo como una capa
pero rápidamente decidió esperar hasta que alcanzara el punto final. No tenía
idea de lo lejos que realmente estaba, aunque. ¿Veinte pies? ¿Veinte millas? El
frio de la lluvia se apodero de ella, rezumándose bajo su piel. Se sentía muy
mal.

El teléfono celular en su bolso era su boleto de salida. Era apenas la tarde.


Tenía mucho tiempo que esperar antes de que esta prueba terminara. Todo lo
que tenía que hacer era una llamada... una llamada, y estaría fuera de este lío y
volvería a trabajar en lo que debería en la corte. No. Un núcleo de
determinación estallo dentro de ella. Esta prueba ya no era por el trono Moroi o
el asesinato de Tatiana. Era una prueba que tomaría por ella misma. Ella había
tenido una vida cómoda y segura, dejando a otros protegerla. Soportaría esto
por su cuenta – y lo pasaría.

Esta determinación la llevó hasta el final del mapa, un claro rodeado de


árboles. Dos de los árboles eran pequeños y lo suficientemente cercanos que
Lissa pensó que podría ser capaz de cubrir con la lona una especie de refugio
razonable. Con frío, y buscando con los dedos, se las arreglo para sacarla de la
bolsa y desenrollarla a su tamaño completo – que era por suerte mucho más
grande de lo que ella había sospechado. Su estado de ánimo comenzó a
levantarse cuando trabajó con la lona y descubrió como crear un pequeño
pabellón. Se deslizo lentamente dentro una vez que estaba completo, contenta
de estar fuera de la creciente lluvia.

Pero esto no cambió el hecho de que estaba mojada. O que la tierra estaba
también mojada – y fangosa. La lona también no la protegía contra el frío. Sintió
un instante de amargura, recordando a los guardianes diciendo que la magia
estaba permitida en esta prueba. No había pensado que la magia sería útil
entonces, pero ahora, seguramente podría ver los beneficios de ser un usuario
de agua para controlar la lluvia y mantenerla fuera de ella. O, mejor aún: siendo
un usuario de fuego. Deseaba que Christian estuviera con ella. Habría acogido
felizmente el calor tanto de su magia como de su abrazo. Para esta clase de
situación, el espíritu realmente apestaba – a no ser que, quizás, consiguiera
tener hipotermia y tuviera que tratar de curarse (que nunca funciona tan bien
como lo hace en otras personas). No, ella decidió. No puede haber ninguna
duda: los usuarios del agua y fuego tenían ventaja en esta prueba.

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Eso fue cuando la golpeó.

¡Fuego!

Lissa se incorporo desde donde había estado acurrucada. No había


reconocido para lo que eran el hierro y el sílex, pero ahora, vagos recuerdos de
cómo hacer fuego volvieron a ella. Nunca le habían enseñado aquellas
habilidades directamente, pero estaba bastante segura de golpear las piedras
juntas para hacer una chispa – si sólo tuviera madera seca. Todo allí estaba
empapado....

Excepto el bulto de palos en su bolso. Riendo a carcajadas, desató los


palos y los puso en un lugar protegido de la lluvia. Después del arreglarlos en
lo que parecía un modelo amistoso de hoguera de campamento, trató de
entender qué hacer con el acero y el sílex. En las películas, pensó que había visto
a la gente solo golpearlos para hacer que salten chispas. Por lo tanto, es lo que
hizo.

Nada paso.

Intentó tres veces más, y su entusiasmo anterior dio paso a la frustración


oscurecida por el espíritu. Saque unos cuantos de ella, lo necesario para que se
quedara enfocada. En el cuarto intento, una chispa voló y se desvaneció – pero
era lo que necesitaba para entender el principio. Poco después fácilmente
podría hacer chispas, pero no hacían nada cuando aterrizaban sobre la madera.
Arriba y abajo: su estado de ánimo era una montaña rusa de esperanza y
decepción. No te rindas, quise decir cuando retiré más reacciones negativas. No
te rindas. También quería darle una lección sobre encender leña, pero esto se
salía de mis límites.

Al verla, empecé a darme lo mucho que subestimaba la inteligencia de


Lissa. Sabía que ella era brillante, pero siempre me la imaginaba desvalida en
estas situaciones. Ella no lo era. Podía solucionar las cosas. Aquella chispa
diminuta no podía penetrar la madera de los palos. Necesitaba una llama más
grande. Necesitaba algo que las chispas pudieran encender. ¿Pero qué?
Seguramente no hay nada en este bosque empapado.

Sus ojos se posaron sobre el mapa que sobresalía de su bolso. Vaciló sólo
un momento antes de rasgarlo y triturar el papel en una pila sobre la cima de
las ramitas. Supuestamente, había alcanzado el final de la caminata y no
necesitaba el mapa. Supuestamente. Pero ya era demasiado tarde, y Lissa siguió
adelante con su plan. En primer lugar, sacó un poco del forro mullido del bolso,
añadiendo los trozos de pelusa en el papel. Entonces tomo la piedra y la acerco
de nuevo.

Una chispa saltó e inmediatamente cogió un pedazo de papel. Esto


llameó de color naranja antes de desaparecer, dejando un hilo de humo. Lo
intentó otra vez, inclinándose hacia adelante para soplar suavemente sobre el

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papel cuando la chispa aterrizara. Una llama diminuta apareció, cogiendo un


fragmento vecino, y luego desapareció. Armándose de valor, Lissa lo intento
por última vez.

"Vamos, vamos," murmuro, como si pudiera obligar al fuego a


encenderse.

Esta vez, capturo a la chispa y la mantuvo, convirtiéndose en una


pequeña llama, luego en una llama más grande que pronto consumió su leña.
Recé porque esto tomara la madera, o algo más de suerte. Más brillante y más
grande la llama creció, comiendo el último papel y la pelusa... y luego
extendiéndose a lo largo de los palos. Lissa sopló suavemente para mantenerlo
en marcha, y poco después, la fogata estaba en plena luz. El fuego no podía
cambiar el frío penetrante, pero en lo que estaba preocupada, tenía el calor del
sol en sus manos. Sonrió, y un sentido de orgullo la rodeo, un orgullo que no
había sentido en un largo tiempo dentro de ella. Finalmente siendo capaz de
relajarse, echó un vistazo hacia fuera al bosque lluvioso y atrapo destellos
débiles de color en la distancia. Canalizando al espíritu, usó su magia para
intensificar su capacidad de ver las auras. Efectivamente – ocultándose lejos,
muy lejos entre los árboles, podía ver dos auras llenas de fuertes, constantes
colores. Sus propietarios no se movieron, quedándose tranquilos y cubiertos. La
sonrisa de Lissa creció. Guardianes. O tal vez los usuarios de aire y agua
controlando el tiempo. Ninguno de los candidatos estaban solos aquí fuera.
Ronald Ozera no había tenido ninguna necesidad de preocuparse – pero
entonces, él no sabría eso. Sólo ella lo hacía. Tal vez el espíritu no era tan inútil
aquí después de todo.

La lluvia comenzó a aligerar, y el calor del fuego siguió calmándola. Ella


no podía leer la hora en el cielo, pero de algún modo, sabía que no tendría
ningún problema en esperar el día y –

"¿Rose?" Una voz me convocó de la supervivencia en la naturaleza de


Lissa. "Rosa, despierta o... lo que sea."

Parpadeé, enfocándome en la cara de Sydney, que estaba a pocos


centímetros de la mía. "¿Qué?" Exigí. "¿Por qué me molestas?"

Ella se estremeció y se aparto, momentáneamente sin hablar. Alejando la


oscuridad de Lissa mientras estaba unida con ella no me había afectado
entonces, pero ahora, estando consciente en mi propio cuerpo, sentí ira y la
irritación me inundó. No eres tú, no es Sydney, me dije. Es el espíritu. Cálmate.
Respire profundamente, negándome a dejar que el espíritu me dominara. Yo
era más fuerte de lo que él era. Ten esperanza.

Cuando luché para empujar aquellos sentimientos hacia abajo, miré


alrededor y recordé que estaba en el dormitorio de Sonya Karp. Todos mis
problemas vinieron apresuradamente. Había un Strigoi atado en la otra

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habitación, uno que apenas manteníamos obligado y quien no parecía que nos
daría respuestas pronto en cualquier momento.

Miré hacia Sydney, que aún parecía tener miedo de mí. "Lo siento... No
quise morderte. Solo me sorprendiste." Ella vaciló unos momentos y luego
asintió, aceptando mis disculpas. A medida que el miedo se desvanecía de su
rostro, pude ver que algo más la molestaba. "¿Qué anda mal?" Pregunté.
Mientras estábamos vivos y Sonya todavía estaba atrapada, las cosas no podían
ser tan malas, ¿Verdad?

Sydney dio un paso atrás y se cruzó de brazos. "Victor Dashkov y su


hermano están aquí."

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DIECIOCHO

Salté de la cama, aliviada de no haber caído. El dolor de cabeza


permanecía, pero ya no me sentía mareada, lo cual esperaba que significara que
me había librado de una contusión. Mientras me alejaba de la habitación de
Sonya, miré hacia el reloj, y vi que había estado en la cabeza de Lissa por unas
pocas horas. Su prueba había sido mucho más extensa de lo que yo había
pensado.

En la sala de estar, me encontré con una visión casi cómica. Víctor y


Robert estaban de pie ahí, en persona, mirando sus alrededores. Incluso Robert
parecía estar cuerdo y con nosotros. Pero, mientras Víctor estudiaba todo en
forma calculadora, la atención de Robert estaba en Sonya. Sus ojos estaban
desorbitados de asombro. Dimitri, por el momento, no había cambiado su
posición cerca de Sonya ni le había quitado la estaca de la garganta. Estaba claro
que a pesar de su postura y mirada vigilante, sin embargo, él consideraba a los
hermanos como una nueva amenaza y estaba tratando—imposiblemente—de
estar en guardia contra todo. Parecía aliviado de verme y tener algo de apoyo.

Sonya se había quedado completamente quieta en sus cadenas, lo cual no


me gustaba para nada. Me hacía pensar que ella estaba planeando algo. Sus ojos
rojos se entrecerraron.

La situación entera era tensa y peligrosa, sin embargo una pequeña parte
de mi sentía una presumida satisfacción mientras estudiaba a Víctor más cerca.
Nuestros encuentros en los sueños habían sido engañosos. Justo como yo podía
cambiar mi apariencia en sueños, Víctor se había hecho a sí mismo lucir más
fuerte y sano en esas visitas de lo que estaba en la vida real. La edad, la
enfermedad, y la vida corriendo estaban pasándole peaje. Sombras oscuras
delineaban sus ojos, y su cabello gris parecía más delgado de que lo estaba hace
un mes. Él parecía demacrado y cansado, pero sabía que el aun era peligroso.

―Entonces…‖ dije, poniendo mis manos en mis caderas. ―Te las


arreglaste para encontrarnos‖.

―Hay un lago en esta ciudad‖, dijo Víctor. ―Una casa azul. Quizás tu
tuviste problemas teniendo esas indicaciones, pero para el resto de nosotros, no
fue tan difícil‖.

―Ok, si eres tan inteligente, entonces ¿Cuál es tu plan?‖ —le pregunté.


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Trataba de buscar evasivas mientras pensaba frenéticamente sobre mi


siguiente plan. Quería capturar a Víctor y Robert pero no sabía cómo hacerlo.
Desee tener cadenas disponibles. Además de someter físicamente a los
hermanos, también teníamos que maniatar sus manos—específicamente— para
reducir su habilidad de usar la magia.

―Ya que eres tan lista‖, contrarrestó Víctor. ―Asumo que ya has obtenido
la información necesaria‖.

Gesticulé hacia Sonya.

―Ella exactamente no esta cooperando‖.

Los ojos de Victor cayeron en ella.

―Sonya Karp. Has cambiado desde la última vez que te vi‖.

―Voy a matarlos a todos‖, Sonya gruñó. ―Y me los comeré uno a uno.


Normalmente hubiera comenzado con el humano y luego trabajaría en el
Moroi, pero…‖, ella miró hacia Dimitri y hacia mí, su rostro estaba lleno de
rabia. ―Creo que los reservaré a ustedes dos hasta el final y alargare su
sufrimiento‖ ella pauso y casi cómicamente añadió. ―Tú me has molestado más
que todos‖.

―¿Acaso todos los Strigoi pasan por el mismo campamento de milicia y


aprenden las mismas amenazas? Es una maravilla que no te carcajees también‖,
me giré hacia Victor. ―¿Ves? No es tan fácil. Hemos intentado todo. Golpearla,
torturarla. Sydney le nombro a todos sus parientes. Ninguna reacción‖.

Victor estudio a Sydney en detalle por primera vez.

―Entonces. Ella es tu mascota alquimista‖.

Sydney no se movió. Sabía que debía estar asustada de enfrentarse a


alguien que era ambos un vampiro y un criminal peligroso. Debía darle puntos
extra por ser capaz de enfrentar su mirada fija sin pestañear.

―Joven‖, Victor reflexionó. ―Pero por supuesto tenia que serlo. Es la única
manera que tenias de manipularla para que se uniera a este campamento‖.

―Estoy aquí por elección‖, respondió Sydney. Su expresión permaneció


en calma y confiada. ―Nadie me manipuló‖, el chantaje de Abe no era de
verdad relevante en este momento.

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―Mira, si quieres continuar torturándome con tus no—divertidos


comentarios, podrías solo haber continuado invadiendo mis sueños‖, espeté.
―Si no tienes nada útil para ofrecer, entonces sal de aquí y déjanos esperar hasta
que el hambre debilite a Sonya‖; y por sal de aquí, en realidad quise decir:
piensa—ingenuamente—que vas a irte, así puedo ser capaz de golpear vuestras
cabezas entre ellas y arrastrarles de vuelta con los guardianes.

―Podemos ayudar‖, dijo Victor. Él tocó a su hermano ligeramente en el


brazo. Robert se encogió, alejando sus ojos de Sonya y Victor. ―Tus métodos
están destinados a fallar. Si quieres respuestas, solo hay una forma de—―

Entonces Sonya hizo su movimiento. Dimitri aun estaba justo a su lado,


pero él también había estado mirándonos, al resto de nosotros. Y por ende, yo
había estado muy concentrada en la actuación de Victor. Así que, fui la mejor
opción para ella.

Con la alocada fuerza de los Strigoi, ella puso resistencia levantándose de


la silla. La cadena que estaba enrollada alrededor de ella la contuvo, pero su
rápido movimiento y fuerza fueron suficientes para romper la cadena en dos
sitios. El resto aun la rodeaba, pero yo sabía perfectamente bien que incluso una
abertura era suficiente para que eventualmente pudiera liberarse. Distraído o
no, Dimitri estaba sobre ella en un segundo, y un segundo más tarde, estaba
yo. Ella se agitaba en la silla, usando cada pizca de su fuerza y velocidad para
quitarse las cadenas. Si ella se soltaba, sabía que montaría otra fiera lucha.
Dimitri y yo nos miramos brevemente, y sabia que estábamos pensando la
misma cosa. Primero, ¿Cómo íbamos a controlarla de nuevo? La cadena podía
ser unida de nuevo, pero teníamos que soltarla y comenzar de nuevo, lo cual
estaría cerca de lo imposible.

Ambos sabíamos también que él y yo ya no podríamos ser capaces de


controlarla por una segunda vez, y ahora teníamos inocentes alrededor. Ellos
no podían pelear, pero Sonya podía ser capaz de usarlos en su ventaja de
alguna forma.

Todo lo que podíamos hacer era intentar mantenerla abajo. Sosteniéndola


contra una superficie plana como el piso, pero hubiera sido mucho más fácil
que el reclinable difícil de manejar. Ella, nos sacudió mientras luchaba contra
nosotros, y nosotros luchamos por tener una buena posición en la silla. Dimitri
tenía su estaca —yo había dejado la mía a un lado antes— y él la restregó contra
la piel de ella, dándonos algo de ventaja en el forcejeo. Ella gritó de rabia, y yo
me aferré a la esperanza de que íbamos a cansarla. Probablemente no. Nos
cansaríamos primero. Mi adolorida cabeza era prueba suficiente que no estaba
en mis mejores condiciones.

Vi un destello de movimiento en la periferia, elevando nuevas alarmas.

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Robert Doru se estaba dirigiendo a nosotros—y él tenía una estaca de


plata en su mano.

La visión era tan bizarra e inesperada que fui lenta en alertar a Dimitri.
Cuando mi perezosa mente volvió a la vida, era demasiado tarde. ―¡No!‖chillé,
viendo como Robert elevaba la estaca. ―¡No la mates!‖

Dimitri se giró y vio a Robert entonces, pero no había nada que él


pudiera hacer. Dimitri y yo habíamos creado la oportunidad perfecta. Nosotros
estábamos sosteniendo a Sonya quieta, y con su pecho vulnerable, Robert tenía
un tiro limpio.

Frenéticamente, me pregunté que hacer. Si lo detenía, liberaría a Sonya.


Si no lo detenía, él mataría a nuestra única oportunidad de descubrir quién—.

Demasiado tarde. La estaca se hundió con una fuerza que me sorprendió.


Lissa había tenido un tiempo muy difícil estacando a Dimitri, y yo había
asumido que lo mismo seria para alguien como Robert, quien era más viejo y
parecía tan frágil. Pero, no. Aunque tuvo que usar sus dos manos, la estaca
entró firmemente en el pecho de Sonya, perforando su corazón.

Sonya dejó salir un fuerte grito. Una brillante, y cegadoramente blanca


luz repentinamente llenó la habitación, justo cuando una fuerza invisible me
atacaba.

Golpee la muralla, mi cerebro escasamente registro el dolor. La pequeña


casa tembló, y con una mano, traté de agarrar algo y sostenerme. Apreté con
fuerza mis ojos pero aun podía ver destellos. El tiempo se detuvo. Mis latidos se
ralentizaron.

Luego—todo se detuvo. Todo. La luz. Los temblores. Respiré


normalmente. Todo estaba callado y tranquilo, casi como si hubiera imaginado
lo que había pasado hace unos momentos.

Pestañeé, tratando de volver mis ojos al foco y evaluar la situación. Hice


mi mejor esfuerzo para levantarme torpemente y vi a Dimitri haciendo lo
mismo. Él lucía como si algo también lo hubiera golpeado pero se había
agarrado de la muralla como soporte, más que haberse estampado contra ella.
Robert estaba acostado en el suelo, y Victor corrió a ayudarlo. Sydney solo
estaba de pie congelada.

¿Y Sonya?

―Increíble‖, susurré.

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Sonya aun estaba en la silla, y por la forma en que estaba sentada, era
obvio que ella había sido golpeada por la misma fuerza que nos había
golpeado al resto de nosotros. Las cadenas aun estaban alrededor de ella, pero
ella ya no estaba luchando. En su regazo estaba la estaca de plata que Robert
había sostenido hace solo unos momentos. Sonya se las arregló para agitar una
mano fuera de las cadenas, solo lo suficiente para que sus dedos rozaran contra
la superficie de la estaca. Sus ojos se abrieron especulativos —ojos que eran de
un rico azul celeste.

Robert había traído a Sonya Karp de vuelta a la vida. Ella ya no era más
un Strigoi.

Cuando Lissa había salvado a Dimitri, yo fui capaz de sentir la magia y el


poder a través del lazo, dándome la completa y abrumadora experiencia de
todo. Presenciarlo ahora, sin el conocimiento de primera mano provista por
Lissa, era aun así de increíble. Victor estaba preocupado por Robert, pero el
resto de nosotros no podíamos parar de mirar fijamente a Sonya sorprendidos.
Yo seguía buscando algo —algo— que pudiera darme la más ligera pista de su
experiencia previa.

No había nada. Su piel lucia la palidez típica de los Moroi, pero aun
estaba llena de la tibieza de la vida, con el más ligero toque de color —no como
los Strigoi, la cual estaba completamente desprovista de pigmento. Los ojos de
ella estaban inyectados en sangre, pero eso era por las lágrimas que se
formaban rápidamente. No había ningún anillo rojo alrededor de sus irises. Y la
mirada en esos ojos…no había crueldad o malicia alguna. No eran los ojos de
alguien que hace solo un momento nos había amenazado con asesinarnos. Sus
ojos eran solo conmoción y miedo y confusión. Yo no podía quitar mi mirada de
ella.

Un milagro.

Otro milagro. Incluso después de haber visto a Lissa restaurar a Dimitri,


alguna parte secreta de mi creyó que nunca más presenciaría nada como eso.
Así era como los milagros funcionaban. Uno en la vida. Había habido muchas
discusiones sobre el uso del espíritu, y que este ayudará a salvar Strigoi en
todos lados, discusiones que se habían desvanecido cuando otros dramas —
como el asesinato de la reina— tomaron importancia en la corte. La carencia de
usuarios de espíritu incluso había hecho que la idea se vaya desechando, y
además, todos sabían las dificultades involucradas con que un Moroi vaya a
estaquear a un Strigoi. Si guardianes entrenados solían morir luchando contra
los Strigoi, ¿Cómo un Moroi podía estacar a uno?

Bueno, aquí estaba la respuesta: un Strigoi controlado. Un Moroi podía


arreglárselas para estacar a uno con sus dos manos, con el especial apoyo de un

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guardián. Las posibilidades hicieron que me tambaleará; la magia de Robert era


fuerte, pero él era viejo y frágil.

Entonces, si aun así él pudo haberlo hecho, ¿Podían hacerlo los otros
usuarios del espíritu? Él—casi—hizo que todo pareciera muy fácil. ¿Podía
Adrian hacerlo? ¿Podría Lissa hacerlo de nuevo?

Un milagro.

Sonya Karp era un milagro vivo y respiraba.

Entonces, repentinamente, ella comenzó a gritar.

Comenzó como una clase de gemido bajo y rápidamente aumento. El


sonido me devolvió a la realidad, pero no sabía exactamente como responder.
Dimitri lo hizo. Su estaca cayó de sus manos, y se apresuró a estar al lado de
Sonya, donde comenzó a tratar de liberarla de las cadenas. Ella se debatió a su
toque, pero sus esfuerzos ya no tenían la fuerza sobrenatural de la de un
monstruo no-muerto buscando venganza. Estos eran los movimientos de
alguien desesperado y terriblemente asustado.

Yo había amarrado esas cadenas para que fueran muy seguras, pero
Dimitri las había sacado en solo unos segundos. Una vez que Sonya estuvo
libre, él se sentó en la silla y la atrajo hacia él, dejando que ella escondiera su
rostro contra su pecho y comenzara a sollozar.

Tragué. Dimitri también había sollozado cuando fue traído de vuelta.


Una imagen extraña pasó por mi mente. ¿Llorar era la reacción natural de
cualquier nacido—o en este caso, renacido— a este mundo?

Un movimiento repentino captó mi atención. Los ojos de Sydney estaban


ampliados, y ella en realidad se estaba moviendo hacia Dimitri—para
detenerlo.

―¿Qué estás haciendo?‖, ella gritó. ―¡No la liberes!‖

Dimitri ignoró a Sydney, y yo la agarré, haciéndola retroceder.

―Está bien, está bien‖ dije. Sydney era el factor más estable en toda esta
operación. No podía tenerla volviéndose loca. ―Ella ya no es un Strigoi. Mira.
Mírala. Ella es una Moroi‖.

Sydney lentamente negó con la cabeza.

―No puede ser. Yo la vi‖.

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―Es lo que pasó con Dimitri. Exactamente lo mismo. Tu no crees que es


un Strigoi, ¿cierto? Tu confías en él‖, libere mi agarre de ella, pero ella se quedo
allí, su rostro era cauteloso.

Mirando hacia los hermanos, me di cuenta que la de ellos podría ser una
situación más seria que lo que había pensado. Robert, aunque no era un Strigoi,
se veía lo suficientemente pálido para ser uno. Sus ojos eran vacios, la saliva se
escapaba parcialmente de su boca abierta. Reevalué mi primera observación
sobre Robert haciendo lucir la restauración de los Strigoi fácil. Él la estacó como
un profesional, pero obviamente, había unos pocos efectos secundarios.

Víctor estaba tratando de ayudar a su hermano y murmuraba palabras


tranquilizadoras y de apoyo. Y en el rostro de Víctor…bueno, había una
expresión de compasión y miedo que nunca antes había visto. Mi cerebro no
sabía completamente como reconciliarla con la bien definida imagen de villano
que tenia de él. Él parecía una persona real.

Víctor me miró, sus labios torciéndose en una amarga sonrisa.

―¿Qué?, ¿ningún chiste inteligente ahora? Deberías estar feliz. Te hemos


dado lo que querías. ¿Tú necesitabas respuestas de Sonya Karp?‖, él asintió
hacia ella. ―Ve a conseguirlas‖. Ciertamente había tenido a un alto precio.

―¡No!‖, exclamó Dimitri. Él aun sostenía a Sonya contra él, pero su


amable expresión se endureció ante las palabras de Víctor. ―¿Estás loco? ¿Acaso
no viste lo que acaba de suceder?‖

Víctor arqueó una ceja. ―Si, lo note‖.

―¡Ella no está en condiciones de responder nada! Esta conmocionada.


Déjenla sola‖.

―No actúes como si ella fuera la que está sufriendo aquí‖, espetó Víctor.
Girándose hacia Robert, Víctor lo ayudo a ponerse de pie y caminar hacia el
sillón. Robert casi no podía hacerlo, sus piernas temblaban y luego se dejo caer
en el sillón. Víctor puso un brazo alrededor de Robert. ―Estarás bien. Todo va a
estar bien‖.

―¿Lo estará?‖, pregunté insegura. Robert no se veía como si estuviera en


tan buena forma. Mis pensamientos anteriores sobre los usuarios de espíritu
salvando Strigoi continuaban volviéndose irreales. ―Él…él lo hizo antes y se
recuperó, ¿cierto? Y Lissa está bien‖.

―Robert era mucho más joven…como lo es ahora Vasilisa‖, respondió


Víctor, golpeando el hombro de Robert. ―Y este es con costos un hechizo simple.
Hacerla aunque sea una vez es monumental. ¿Dos veces? Bueno, tú y yo
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sabemos cómo funciona el espíritu, y esta hazaña cobra represalias en ambos,


cuerpo y alma. Robert ha hecho un gran sacrificio por ti‖.

Él lo hizo, supuse.

―Gracias, Robert‖; dije. Las palabras salieron dubitativas de mis labios.


Robert no pareció escuchar.

Dimitri se puso de pie, levantando a Sonya fácilmente en sus brazos. Ella


aun estaba llorando, pero sus sollozos eran más silenciosos ahora.

―Ella necesita descansar‖, él dijo bruscamente. ―Créeme, no tienes idea


de lo que está pasando dentro de ella ahora‖.

―Oh, te creo‖; dije.

―Idiotas‖, espetó Victor. ―Ambos‖.

Fue un milagro que la mirada enojada de Dimitri no clavara a Víctor al


suelo. ―No interrogatorios aun‖.

Asentí demostrando estar de acuerdo, no sabiendo que mas hacer.


Cuando Lissa había cambiado a Dimitri, ella había adoptado una fiera y similar
actitud protectora. Él podría no haber sido el que cambio a Sonya, pero él era el
único que tenía alguna idea por lo que ella estaba pasando. Yo sabía que él
había tenido un ajustamiento difícil y que los efectos iníciales de la restauración
habían sido desorientadores. Eso que ni siquiera estábamos tomando en cuenta
la subsecuente depresión.

Él pasó por el lado de todos nosotros, llevando a Sonya a su habitación.


Sydney los vio irse y luego miró hacia el sofá, donde Víctor aun tenía sus brazos
alrededor de su hermano. La alquimista encontró mis ojos asombrada.

―Lo oí…pero no lo creí‖.

―A veces…‖ le dije, ―…yo tampoco lo hago. Va contra cada regla del


universo‖.

Para mi sorpresa, ella tocó la pequeña cruz de oro alrededor de su cuello.


―Algunas reglas son más grandes que el universo‖.

Víctor se levantó del sillón, aparentemente satisfecho con que Robert


estuviera resistiendo. Me tensé. Dejando los milagros de lado, él era un
criminal, uno que yo intentaba capturar. Él dio un paso hacia mí, bajando su
voz.

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―Lamento interrumpir Metafísica 101, pero necesitas escucharme‖, él


dijo. ‖Ten cuidado, Rose. Mucho cuidado. Mucho descansa en ti. No dejes que
tu mascota lobo te aleje de descubrir lo que Sonya sabe‖.

―Pero él tiene razón‖, exclamé. ―¡Han pasado cinco minutos! Por lo que
ella pasó…por lo que ambos pasaron…bueno, es algo importante. Literalmente
cambia la vida. Él también tuvo que recuperarse y ajustarse a ser salvado. Una
vez que lo haga, ella nos ayudará‖.

―¿Estás segura?‖, él preguntó, estrechando sus ojos. ―¿Pensará ella que


ha sido salvada? Lo olvidas: Belikov fue convertido contra su voluntad. Ella
no‖.

―¿Q..qué estás diciendo? ¿Qué ella va a intentar convertirse en una


Strigoi de nuevo?‖

Él se encogió de hombros. ―Estoy diciendo que obtengas tus respuestas


pronto. Y no la dejes sola‖. Con eso, Víctor se giró y se dirigió a la cocina.
Despues, volvió con un vaso de agua.

Robert la bebió ávidamente y luego cayó en un pesado sueño. Suspiré y


me incliné contra la pared cerca de Sydney, totalmente agotada. Aun estaba
adolorida por la lucha anterior.

―¿Qué haremos ahora?‖, preguntó Sydney.

Negué con la cabeza. ―No lo sé. Esperar, supongo‖.

Dimitri volvió un poco más tarde y escatimó una pequeña mirada hacia
Robert. ―Ella está durmiendo también‖, él me dijo. ―La transformación…es
difícil‖, podía ver una mirada embrujada en sus ojos y me pregunté que
recuerdo lo estaba atormentando ahora. ¿El recuerdo de ser cambiado? ¿El
recuerdo de ser Strigoi?

―No creo que debamos dejar a Sonya sola‖, dije. Por el rabillo de mi ojo,
vi la sonrisa afectada de Víctor. ―Alguien debería quedarse con ella en caso de
que despierte. Ella no sabrá que está pasando‖.

Dimitri no respondió por unos pocos segundos mientras me escrudiñaba.


Él me conocía lo bastante bien como para sentir que podría haber algo mas en
mi mente.

Afortunadamente, él no podía encontrar un defecto en mi lógica.

―Tienes razón. ¿Te molestaría sentarte con ella?‖, él le preguntó a


Sydney.
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A tientas busqué por algo para decir. No, no. No Sydney. Si Sonya en
realidad se volvía contra nosotros, necesitábamos a alguien más de guardia—
alguien que pudiera luchar. Sydney, probablemente adivinando mi problema,
me salvó de mentirle a Dimitri—, o de decirle la verdad sobre mis
preocupaciones.

―Ella no me conoce. Podría poner las cosas peor cuando despierte.


Además…‖; Sydney puso esa desagradable expresión en la cual los Alquimistas
destacaban. ―Realmente no me siento cómoda con alguien que era un monstruo
hace cinco minutos atrás.‖

―Ella no es Strigoi‖, él exclamó. ―¡Ella es absoluta y completamente


Moroi de nuevo!‖

Incluso yo me sentí un poco acobardada por la rudeza de la voz de él,


pero no estaba completamente sorprendida por si vehemente reacción. Él había
tenido un tiempo complicado intentando convencer a los otros de que había
cambiado. Su rostro se suavizó un poco.

―Sé que es difícil de creer, pero ella de verdad ha cambiado‖.

―Yo me quedaré con ella entonces‖, dije.

―No, no‖; Dimitri negó con la cabeza. ―Sydney tiene razón en una cosa:
Sonya podría estar confundida. Es mejor si alguien que entiende lo que ha
pasado esta ahí‖.

Comencé a discutir que yo era la única que Sonya de verdad conocía


pero luego decidí que prefería estar con los hermanos. Ellos parecían
inofensivos ahora, pero yo no confiaba en ellos. Dimitri aparentemente
tampoco. Él dio unos pocos pasos hacia adelante y se inclinó, hablando solo a
una pulgada de mi oído.

―Mantén un ojo en ellos‖, él murmuró. ―Robert está bastante mal ahora


pero podría recuperarse antes de lo que pensamos‖.

―Lo sé‖.

Él comenzó a girarse, luego me miró de vuelta. Su rostro de comandante


se había suavizado en algo pensativo y asombrado. ―¿Rose?‖

―¿Si?‖

―Así… ¿Así fue cuando Lissa me cambió?‖

―Más o menos‖.
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―No me había dado cuenta…fue…‖; él luchó por encontrar palabras.


―Fue inusual. La forma en que es luz llenó la habitación, la forma en que ella
cambió. Ver esa vida emerger de la muerte…fue…‖

―¿Hermoso?‖

Él asintió. ―Vida como esa…no puedes—no, no puedes desperdiciarla‖.

―No‖; estuve de acuerdo. ―No puedes‖.

Vi algo cambiar en él entonces. Fue pequeño, justo como en el callejón,


pero supe que otro pedazo del trauma Strigoi se había desprendido.

Él no dijo nada más, pero mantuve mi mirada en él mientras él caminaba


de vuelta por el pasillo. Con nada más que hacer, Sydney se sentó con las
piernas cruzadas en el suelo, sosteniendo un libro en su regazo. Estaba cerrado,
los pensamientos de ella claramente estaban en otro lado.

Mientras tanto, Víctor se sentó en la silla, reclinándola. No se veía tan


mal como Robert, pero líneas de fatiga se mostraban en ambos hermanos. Bien.
Mientras más tiempo estuvieran fuera de servicio, mejor. Traje una silla de la
cocina de modo que pudiera sentarme y vigilar la habitación. Todo estaba en
calma.

Me sentía como una niñera, lo cual supongo que casi era. Había sido un
largo día, y la noche pronto tornó las ventanas negras. Esto me preocupó. Por
todo lo que sabía, Sonya tenía algunos amigos Strigoi que podrían pasarse a
visitarla. El hecho de que Donovan la conociera ciertamente indicaba que ella
no era una total marginada. Eso me puso extra-vigilante, pero al mismo tiempo,
estaba exhausta.

Los hermanos ya estaban dormidos. Sydney, quizás en un intento de


mantener su programación humana, eventualmente encontró una manta y una
almohada disponible y se enrolló en una improvisada cama en el piso.

¿Y yo? Yo estaba en medio de las programaciones de vampiros y


humanos. Tenía la sensación de que Dimitri estaba igual. Realmente, estábamos
en una programación de haz-lo-que-sea-necesario, en el cual el sueño por un
periodo prolongado no era una opción.

Un canturreo de emoción y sorpresa repentinamente cantó a través del


lazo. No sentí ni peligro ni amenaza, pero curiosamente me hizo decidir checar
a Lissa de todos modos. Incluso si estaba en su mente, sabía que mi cuerpo
estaría vigilante, y quería saber como el resto de la prueba de Lissa había ido.

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Maravillosamente, por supuesto. Ella viajaba de vuelta a la corte,


exhausta pero orgullosa de sí misma. Ella no era la única. El resto de sus
compañeros lucían la misma expresión…todos excepto Ava Drozlov. Ella había
sido la única en romperse y usar el celular para llamar por ayuda. Lissa estaba
sorprendida de que Ava se hubiera roto. Después de las tempranas quejas,
Marcus Lazar había parecido el más cercano a rendirse. Pero no, el viejo
hombre se las había arreglado de alguna forma, lo cual quería decir que
continuaba en las pruebas monárquicas.

Ava se rehusaba a hacer contacto visual con nadie, en vez de eso miraba
desoladamente por la ventana mientras viajaban de vuelta a la corte. Ella aun
tendría un puesto en el Consejo, pero su esperanza de ser reina se había ido.

Lissa se sentía mal por ella pero no podía malgastar demasiada


preocupación. Era la forma de las pruebas, la forma en la que determinaban a
los mejores candidatos.

Además, Lissa tenía sus propias preocupaciones. Estar fuera durante el


día había corrido en contra de la programación vampírica normal. Ahora, ella
simplemente quería volver a la Corte, encontrar su habitación, y dormir por
unas pocas horas.

Ella quería algo de paz.

En vez de eso, ella encontró a una turba esperando por ella.

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DIECINUEVE

Las furgonetas estacionaron en un parte relativamente remota de la


Corte, así que ver la zona llena de Moroi ansiosos fue realmente una sorpresa
para Lissa. Los guardianes se movieron a través de la gente como fantasmas, de
la misa manera en que lo habían hecho para la sesión de nominación,
guardando el orden tanto como les fuera posible. La multitud seguía
cruzándose en su camino mientras las furgonetas intentaban alcanzar el garaje,
y los rostros se fijaban en las ventanas, intentando obtener un vistazo de los
candidatos al puesto de monarca.

Lissa miraba a las masas con absoluto desconcierto, casi temiendo salir
del interior de la furgoneta. Ariana le dio una sonrisa reconfortante. ―Esto es
normal. Todos ellos quieren saber quiénes lo hicieron y quiénes no.
Especialmente ellos‖. Inclinó su cabeza hacia la parte delantera de la furgoneta.
Mirando a través del parabrisas, Lissa pudo distinguir a los otros seis
candidatos. Debido a que la extensión del bosque sólo podía contener a un
número determinado de personas, el grupo había sido divido en dos. El resto
de los candidatos tomaría la misma prueba mañana y estaban—sin duda—
curiosos de saber quiénes entre los competidores la habían pasado el día de
hoy.

Lissa estaba acostumbrada al orden y al decoro entre la realeza, así que


estaba asombrada de ver tanto ahínco y frenesí entre ellos ahora. Y por
supuesto, también estaban los Moroi comunes quienes habían llegado a la
Corte, y se encontraban mezclados entre la multitud.

Todos se empujaban, asomándose por encima de las cabezas del resto


para descubrir lo que había ocurrido. La gente gritaba algunos de los nombres
de los candidatos, y yo estaba medio sorprendida de que no hubieran
comenzado ya con las canciones y pancartas.

Lissa y sus compañeros salieron de la furgoneta y se encontraron con una


ola de aplausos que recorrió la multitud. Rápidamente se volvió bastante obvio
quienes habían pasado y quiénes no. Esto provocó que el bullido de la multitud
aumentara aún más. Lissa se quedó clavada en el suelo, mirando alrededor y
sintiéndose perdida.

Una cosa era discutir racionalmente las ventajas de su candidatura a


Reina con sus amigos. Pero era un asunto completamente diferente el ser

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repentinamente consciente de lo que realmente significaban las elecciones. El


enfoque había estado limitado sólo a un par de cosas: mi seguridad, encontrar
al asesino, y sobrevivir a las pruebas. Ahora, mientras se encontraba entre la
multitud, se dio cuenta de que la elección se trataba de algo mucho más grande
que ella, más grande que cualquier cosa que pudiera haber imaginado. Para
estas personas, esto no era una broma. No era un fraude para evadir la ley y así
ganar más tiempo. Sus vidas estaban figuradamente en la línea.

Moroi y Dhampirs vivían en el interior de varios países y obedecían a


esas leyes, pero también obedecían a este gobierno, el que operaba al interior de
la Corte. Éste influía en todo el mundo y afectaba a cada Dhampir y Moroi que
elegía permanecer en nuestra sociedad.

Teníamos algunas votaciones, sí, pero era el Rey o la Reina quien daba
forma a nuestros futuros.

Los guardianes a cargo de la multitud finalmente dieron el visto bueno


para que los miembros de las familias pasaran a través de las masas y
recogieran a sus candidatos. Lissa no tenía ninguno.

Janine y Eddie—ambos—a pesar de los reclamos anteriores—les fueron


otorgados ocasionalmente algunas tareas temporales para prevenir que se
mantuvieran con Lissa 24/7, y ciertamente no tenía ningún familiar que
pudiera ir por ella. A la deriva, se sentía mareada en todo ese caos, aún
aturdida por su momento de claridad.

Emociones conflictivas luchaban en su interior. Estar engañando a todo


el mundo la hacía sentir indigna, como si debiera renunciar a su candidatura
justo ahora. Al mismo tiempo, repentinamente quería ser digna de las
elecciones. Quería mantener la cabeza alta y caminar hacia las pruebas con
orgullo, incluso si ella las estaba tomando por motivos egoístas.

Al fin, una mano fuerte capturó firmemente su brazo. Christian. ―Vamos.


Salgamos de aquí‖. El la apartó, avanzando a través de la multitud. ―Hey‖,
llamó a un par de guardianes que se encontraban a la periferia del público.
―¿Un poco de ayuda para la Princesa aquí?‖

Era la primera que lo había visto actuar como un miembro de la realeza,


lanzando alrededor la autoridad de su línea de sangre. Para mí, él era el
sarcástico y cínico Christian. En la sociedad Moroi, ahora, a los dieciocho, podía
ser técnicamente denominado Lord Ozera. Yo había olvidado eso. Los dos
guardianes no. Se apresuraron a llegar al lado de Lissa, ayudando a Cristian a
apartar la multitud. Los rostros alrededor se convirtieron en un borrón, y el
ruido en un rugido sordo. Aun así, cada cierto tiempo, lograba captar algunas
cosas.

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El coro de su nombre.

Declaraciones sobre el regreso del dragón, que era el símbolo de la


familia Dragomir. Esto es real, seguía pensando ella. Esto es real.

Los guardianes la sacaron eficientemente fuera de todo eso y la llevaron


de regreso a través de los terrenos de la Corte hasta su edificio. La dejaron ir
una vez que consideraron que se encontraba a salvo, y ella amablemente les
agradeció por su ayuda. Cuando ella y Cristian estuvieron en la habitación, se
dejó caer sobre la cama, aturdida. ―Oh Dios mío‖, dijo. ―Eso es una locura‖.

Christian sonrió. ―¿Qué parte? ¿Tu fiesta de bienvenida? ¿O la prueba en


sí misma? Te ves como si recientemente hubieras… bueno, no estoy realmente
seguro de qué hiciste recientemente‖.

Lissa hizo una rápida revisión de sí misma. Ellos les habían dado toallas
secas en el viaje de regreso a casa, pero sus ropas aún estaban húmedas y se
habían arrugado mientras se secaban. Sus zapatos y sus vaqueros estaban
completamente cubiertos de barro, y ni siquiera quería imaginar cómo debía
lucir su cabello.

―Sí, nosotros…‖

Las palabras se atascaron en su lengua—y no porque ella decidiera no


contárselo en el último minuto.

―No puedo decirlo‖, murmuró. ―Realmente funcionó. El hechizo no me


lo permite‖.

―¿Qué hechizo?‖, preguntó él.

Lissa enrolló su manga y levantó el vendaje para mostrarle el pequeño


punto tatuado sobre su brazo. ―Es un hechizo de compulsión para que no
pueda hablar sobre la prueba. Como el que tienen los alquimistas‖.

―¡Wow!‖, dijo él, realmente impresionado. ―Nunca pensé que esas cosas
funcionaran en realidad‖.

―Eso supongo. Es realmente extraño. Quiero hablar sobre ello, pero


sólo… no puedo‖.

―Está bien‖, dijo él, alejando algunos de sus cabellos húmedos a un lado.
―Pasaste. Eso es lo que importa. Sólo enfócate en eso‖.

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―La única cosa en la que me quiero enfocar justo ahora es en una ducha,
lo que es algo irónico, considerando lo empapada que estoy‖. A pesar de eso,
ella no se movió, y en su lugar fijó su mirada en una pared lejana.
―Hey‖, dijo Christian gentilmente. ―¿Qué es lo que va mal? ¿Te asustó la
multitud?‖

Ella se volvió hacia él. ―No, ese es el problema. Quiero decir, ellos eran
intimidantes, sí. Pero me acabo de dar cuenta…de que, no lo sé. Acabo de notar
que soy parte de un proceso mayor, uno que ha existido desde…‖

―¿El principio de los tiempos?‖, bromeó Christian, citando la declaración


sin sentido de Nathan.

―Casi‖, respondió ella, con una pequeña sonrisa que desapareció


rápidamente. ―Esto va más allá de la tradición Christian. Las elecciones son una
parte fundamental de nuestra sociedad. Están arraigadas. Nosotros podemos
hablar sobre el cambio, las leyes sobre la edad, o la lucha, o lo que sea, pero esto
es algo muy antiguo. Y de largo alcance. ¿Esas persona allí afuera? No todos
ellos son estadounidenses. Ellos han venido desde todos los países. A veces
olvido que a pesar de que la Corte esté aquí, gobierna a todos los Moroi en
todos los lugares. Lo que ocurra aquí afectará a todo el mundo‖.

―¿A dónde quieres llegar con esto?‖, preguntó él. Ella estaba perdida en
sus propios pensamientos y no podía ver a Christian tan objetivamente como yo
lo hacía. Él conocía a Lissa. La entendía y la amaba. Los dos tenían una
sincronización similar a la que Dimitri y yo compartíamos. Sin embargo,
algunas veces, los pensamientos de Lissa tomaban direcciones que él no podía
imaginar. Él nunca lo había admitido, pero yo sabía que una de las razones por
la que la amaba era que—a diferencia de mí, que como todos sabían era
impetuosa—Lissa siempre había parecido la imagen de la calma y la
racionalidad. Entonces, a veces hacía algo totalmente inesperado. Esos
momentos lo deleitaban, pero algunas veces lo asustaban porque nunca sabía,
cuanto es que el espíritu jugaba en sus acciones. Ésta era una de esas veces.
Sabía que las elecciones la estaban estresando, y como yo, sabía que eso podría
sacar a relucir la peor parte.

―Voy a tomarme estas pruebas seriamente‖, dijo ella. ―Es… es


vergonzoso no hacerlo. Un insulto a nuestra sociedad. Mi meta final es
descubrir quién inculpó a Rose, pero, ¿mientras tanto? Voy a pasar a través de
las pruebas como alguien que tiene intención de convertirse en Reina‖.

Christian dudó antes de hablar, algo raro en él. ―¿Quieres convertirte en


Reina?‖

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Eso sacó a Lissa de su soñadora filosofía sobre la tradición y el honor.


―¡No! Por supuesto que no. Tengo dieciocho años. Ni siquiera tengo edad
suficiente para beber aún‖.

―Eso nunca te detuvo para hacerlo‖, apuntó él, volviendo a ser el mismo
de siempre.

―¡Estoy hablando en serio! Quiero ir la Universidad. Quiero a Rose de


regreso. No quiero gobernar a la nación Moroi‖.

Una mirada astuta iluminó los ojos azules de Christian. ―Sabes, mi tía
Tasha bromea sobre cómo en realidad serías una mejor Reina que los otros,
excepto que algunas veces… no creo que esté bromeando‖. Lissa gimió y se
estiró sobre la cama. ―La amo, pero tenemos que mantenerla bajo control. Si
cualquiera pudiera realmente conseguir que esa ley cambiara, esos serían ella y
sus amigos activistas‖.

―Bueno, no te preocupes. La cosa sobre sus ―amigos activistas es que


tienen tanto por lo que protestar, que usualmente no pueden estar detrás de
más de una cosa al mismo tiempo‖. Christian se tendió a su lado en la cama y la
atrajo hacia él. ―Pero para que conste, pienso que serías una gran Reina
también, Princesa Dragomir‖.

―Vas a quedar completamente sucio‖, advirtió ella.

―Ya lo estoy. ¿Oh, te refieres a tus ropas?‖. Él envolvió sus brazos


alrededor de ella, haciendo caso omiso de su estado húmedo y fangoso. ―Pasé la
mayor parte de mi infancia escondiéndome en un desván polvoriento y con sólo
una camisa para utilizar. ¿Realmente piensas que me preocupa ésta camiseta?‖

Ella rió y luego lo besó, liberando a su mente de sus preocupaciones por


un momento y sólo saboreando la sensación de sus labios. Considerando que
estaban sobre una cama, me pregunté si ya era hora de alejarme de ahí. Luego
de varios segundos, ella se echó hacia atrás y suspiró con satisfacción.

―¿Sabes?, algunas veces pienso que te amo‖.

―¿Algunas veces?‖ preguntó él con indignación fingida.

Ella le alborotó el cabello. ―Todo el tiempo. Pero tengo que mantenerte


sobre tus pies‖.

―Considéralo hecho‖.

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Él acercó sus labios hacia los de ella otra vez pero se detuvo cuando sonó
un golpe en la puerta. Lissa se apartó de su casi-beso, pero ninguno de ellos
rompió el abrazo.

―No respondas‖, dijo Christian.

Lissa frunció el ceño, mirando hacia la sala de estar. Se escapó de sus


brazos, se puso de pie, y caminó hacia la puerta. Cuando estaba a varios metros
de distancia de él, asintió con la cabeza a sabiendas. ―Es Adrian‖.

―Mayor razón para no responder‖, dijo Christian.

Lissa lo ignoró y abrió la puerta, y por supuesto, mi malvado-y-


posiblemente-decuidado novio estaba ahí de pie. Desde detrás de Lissa, escuché
a Christian decir ―La peor. Sincronización. Jamás existida‖. Adrian estudió a
Lissa y luego miró a Christian expandido sobre la cama al otro lado de la suite.

―Huh‖, dijo Adrian, entrando a la habitación. ―Así que así es como


ustedes van a solucionar el problema familiar. Pequeños Dragomir. Buena
idea‖.

Christian se incorporó y caminó hacia ellos. ―Sí, es exactamente así. Estás


interrumpiendo asuntos oficiales del Consejo‖.

Para ser Adrian estaba vestido casualmente, vaqueros y una camiseta


negra, a pesar de que él hacía que se vieran como si fueran ropas de diseñador.
En realidad, probablemente lo eran. Dios, lo extrañaba. Los extrañaba a todos.

―¿Qué es lo que pasa?‖, preguntó Lissa. Mientras que Christian parecía


considerar la llegada de Adrian como una ofensa personal, Lissa sabía que
Adrian no estaría ahí sin una buena razón, especialmente a una hora tan
temprana dentro del día Moroi. A pesar de que tenía sobre su rostro su usual
sonrisa floja, había un brillo de emoción y ansiedad en su aura.

Tenía noticias.

―Lo tengo‖, dijo Adrian. ―Lo tengo atrapado‖.

―¿A quién? ―, preguntó Lissa, sorprendida.

―A ese idiota de Blake Lazar‖.

―¿A qué te refieres con atrapado?‖, Preguntó Christian, tan perplejo


como Lissa. ―¿Instalaste una trampa de osos en la cancha de tenis o algo así?‖.

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―Eso quisiera. Él está en La Flecha Ardiente. Acabo de traerle otra ronda,


así que aún debería estar ahí si nos damos prisa. Piensa que salí sólo por un
cigarrillo‖.

Juzgando por la esencia que emanaba desde Adrian, Lissa pensaba que
realmente había ido por un cigarrillo. Y probablemente había compartido la
ronda. ―¿Has estado en el bar tan temprano?‖
Adrian se encogió de hombros. ―No es temprano para los humanos‖.

―Pero tú no eres…‖

―Oh Vamos, prima‖. El aura de Adrian no tenía los colores apagados de


alguien que estuviera completamente borracho, pero sí, definitivamente había
tomado un par de tragos. ―Si el chico lindo de Ambrosse tenía razón sobre la
Tía Tatiana, entonces este tipo puede decirnos los nombres de otras mujeres
celosas‖.

―¿Por qué no le preguntaste tú mismo?‖, preguntó Christian.

―Porque si yo estuviera preguntando sobre la vida sexual de mi tía sería


asqueroso y estaría mal‖, dijo Adrian. ―Además Blake estará más que feliz de
hablar con nuestra encantadora princesa aquí presente‖.

Lissa realmente quería irse a su cama, pero la idea de encontrar cualquier


cosa que me ayudara propagó una nueva corriente de energía a través de ella.
―Bien, al menos déjame cambiarme de ropa y cepillar mi cabello‖.

Mientras se estaba cambiando en el baño, escuchó a Adrian decirle a


Christian. ―Sabes, tu camiseta tiene un aspecto algo sucio. Parece que deberías
poner en ello un poco más de esfuerzo ya que estás saliendo con una princesa‖.

Quince minutos más tarde, el trío estaba en camino a través de la Corte


hacia un bar escondido dentro de un edificio administrativo. Había estado ahí
antes y en un principio había pensado que era un lugar extraño para instalar un
bar. Pero, después de un periodo reciente de ser archivadora, había decidido
que si iba a estar haciendo trabajo de oficina por el resto de mi vida,
probablemente también querría tener alcohol a mano.

El lugar estaba tenuemente iluminado, para la comodidad y mejor ánimo


de los Moroi, dejando de lado la broma de Adrian, realmente era temprano
para los Moroi, y sólo un par de usuarios más estaban ahí. Adrian le hizo un
pequeño gesto a la encargada de la barra, que asumí de inmediato que era una
especie de orden porque la mujer se volvió e inmediatamente comenzó a
preparar un trago.

―¡Hey, Ivashkov! ¿A dónde te habías ido?‖


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Una voz se dirigió a Lissa y los otros, y luego de algunos momentos,


logró ver a un solitario hombre en una mesa del rincón. Mientras Adrian los
conducía más cerca, Lissa vio que el hombre era joven, cercano a la edad de
Adrian, con el cabello negro rizado y brillantes ojos azul verdosos, como el
color de la corbata más reciente de Abe. Era como si alguien hubiera tomado el
impresionante color de los ojos de ambos, Adrian y Christian, y los hubiera
mezclado juntos. Tenía un elegante cuerpo musculoso—tanto como un Moroi
podría serlo—y, aun teniendo novio, Lissa pudo apreciar lo caliente que estaba
este chico.

―Fui a buscar compañía de mejor aspecto‖, replicó Adrian, sacando una


silla.

El Moroi notó a la compañía de Adrian y se puso de pie de un salto.


Cogió la mano de Lissa, se inclinó sobre ella, y la besó. ―Princesa Dragomir. Es
un honor el poder conocerla finalmente. Al verla desde la distancia supe que
era hermosa. ¿Pero de cerca?. Divina‖.

―Este…‖, dijo grandiosamente Adrian, ―es Blake Lazar‖.

―Gusto en conocerte‖, dijo ella.

Blake sonrió radiantemente. ―¿Puedo llamarte Vasilisa?‖

―Puedes llamarme Lissa‖.

―También puedes…‖, agregó Christian, ―dejar ir su mano ahora‖. Blake


miró a Christian, tomándose unos momentos más para liberar la mano de Lissa
pareciendo muy orgullosos de esos segundos extra.

―También le he visto a usted. Ozera. Crispin, ¿verdad?‖

―Christian‖, corrigió Lissa.

―Correcto‖. Blake sacó una silla, todavía jugando al por-encima


caballero. ―Por favor. Acompáñanos‖. No hizo tal oferta a Christian, que fue a
su manera a sentarse cerca de Lissa. ―¿Qué le gustaría tomar? Va por mi
cuenta‖.

―Nada,‖ dijo Lissa.

El camarero apareció en ese momento, trayendo la bebida de Adrian y


otra para Blake. ―Nunca es demasiado temprano. Le pregunto Ivashkov. Usted
bebe tan pronto como rueda fuera de la cama, ¿verdad?‖

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―Hay una botella de whisky justo en mi mesita de noche‖, dijo Adrian,


todavía manteniendo su tono ligero. Lissa abrió los ojos a su aura. Llevaba el
oro brillante que todos los usuarios espíritu tenían, todavía un poco confusa por
el alcohol. También tenía la más mínima pizca de rojo—no verdadera rabia,
pero definitivamente molestia.

Lissa recordó que ni Adrian ni Ambrose habían tenido una buena


opinión de este tipo Blake. ―Entonces, ¿qué te trae a ti y a Christopher aquí?‖
Preguntó Blake. Terminó un vaso de algo de color ámbar y lo puso al lado de la
nueva bebida.

―Christian‖, dijo Christian.

―Estábamos hablando de mi tía antes‖, dijo Adrian. Una vez más, se las
arregló para sonar muy casual, pero no importa lo mucho que tal vez deseara
limpiar mi nombre, profundizar en los detalles del asesinato de Tatiana
obviamente le molestaba.

La sonrisa de Blake disminuyó un poco. ―Qué deprimente. Para los dos‖.


Eso fue dirigido a Adrian y Lissa. Christian bien pudo no haber existido. ―Lo
siento por Hathaway también‖, añadió solo para Lissa. ―He escuchado lo
molesta que ha estado. ¿Quién habría visto eso venir?‖

Lissa se dio cuenta que se refería a la forma en que había estado


fingiendo estar enojada y herida por mí. ―Bueno‖ dijo ella con amargura.
―Supongo que uno simplemente no conoce a las personas. Había un millón de
pistas de antemano. Solo que no presté atención‖.

―Usted debe estar muy molesto también‖, dijo Christian. ―Escuchamos


que usted y la reina eran muy cercanos‖.

La sonrisa de Blake regresó. ―Sí. . . nos conocíamos bastante bien. Voy a


extrañarla. Podría parecer fría para algunas personas, pero créanme, sabía cómo
pasar un buen rato‖. Blake miró a Adrian. ―Tú debiste haber sabido eso‖.

―No en la forma en que usted lo hizo‖. Adrián hizo una pausa para
tomar un sorbo de su propia bebida. Creo que lo necesitaba para frenar
cualquier comentario insolente, y honestamente, yo no se lo reprochaba. De
hecho, admiraba su autocontrol. Si yo hubiera estado en su lugar, hacía mucho
que hubiera golpeado a Blake. ―O Ambrose‖.

La bonita sonrisa de Blake se transformó en una mueca completa. ―¿Él?


¿Esa puta de sangre? Él no se merece estar en su presencia. Aún no puedo creer
que le permitan permanecer en la corte‖.

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―Él en realidad piensa que mataste a la reina‖. Entonces Lissa añadió a


toda prisa, ―lo que es ridículo cuando toda la evidencia demuestra que Rose lo
hizo‖.

Esas no habían sido las palabras exactas de Ambrose, pero ella quería ver
si podía obtener una reacción. Lo hizo.
―¿Él piensa qué?‖. Sí. Definitivamente ninguna sonrisa ahora. Sin ella,
Blake de repente no parecía tan guapo como antes. ―¡Ese mentiroso hijo de
puta! Tengo una coartada, y lo sabe. Solo está cabreado porque yo le gustaba
más a ella‖.

―Entonces, ¿por qué lo mantenía a su alrededor?‖ Preguntó Christian, su


rostro casi angelical. ―¿No eras tú suficiente?‖

Blake se fijó en él con una mirada, mientras se acababa la nueva bebida


casi de un trago. Casi por arte de magia, el camarero apareció con otra. Blake
asintió en agradecimiento antes de continuar. ―Oh, yo era más que suficiente.
Más que suficiente para una docena de mujeres, pero yo no perdía el tiempo en
las formas en que él lo hacía‖.

La expresión de Adrian estaba creciendo cada vez más dolorosa en cada


mención de la vida sexual de Tatiana. Sin embargo, jugó su papel. ―¿Supongo
que estás hablando de las otras novias de Ambrose?‖

―Así es. Pero, vamos el era un poco extremo. Todas eran mayores, y
honestamente, creo que le pagaban. No es que tu mamá necesitara pagar a
nadie‖, agregó. Blake. ―Quiero decir, ella es realmente muy caliente. Pero
sabes, no podía estar realmente con él en ninguna forma real‖.

Pareció tomar a todos un momento seguir lo que Blake estaba hablando


Adrian lo cogió en primer lugar. ―¿Qué acabas de decir?‖

―Oh‖. Blake lucia legítimamente sorprendido, pero era difícil decir si era
un acto. ―Creí que lo sabías. Tú mamá y Ambrose. . . bueno, ¿quién podría
culparla? ¿Con tu papá? Aunque sólo entre tú y yo, creo que podría haberlo
hecho mejor‖. El tono de Blake implicaba exactamente con quién creía que
Daniella podría haberlo hecho mejor.

En la visión de Lissa, el aura de Adrian ardía roja. ―¡Hijo de puta!‖


Adrian no era del tipo peleón, pero había una primera vez para todo—y Blake
acababa de cruzar una línea seria. ―Mi mamá no estaba engañando a mi papá. E
incluso si lo estaba... seguro como el infierno que no tiene que pagar por ello‖.

Blake no parecía sorprendido, pero tal vez las cosas habrían sido
diferentes si Adrian en realidad lo hubiera golpeado. Lissa apoyó la mano en el
brazo de Adrian y la apretó suavemente.
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―Cálmate‖, murmuró. Sentí el más mínimo cosquilleo del movimiento de


su compulsión de calma hacia él. Adrián lo reconoció de inmediato y retiró su
brazo de regreso, dándole una mirada que decía que no apreciaba su ―ayuda.

―Pensé que no te agradaba tu papá‖, dijo Blake, totalmente inconsciente


de que sus noticias podían ser molestas. ―Y además, no te pongas todo enojado
conmigo. Yo no estaba durmiendo con ella. Solo te digo lo que he oído. Como
he dicho, si quieres empezar a acusar a personas al azar, ve tras alguien como
Ambrose‖.

Lissa saltó para evitar que Adrian dijera nada. ―¿Cuántas mujeres?
¿Sabes con quién más estaba involucrado?‖

―Otras tres‖. Blake enumeró los nombres en su mano. ―Marta Drozdov y


Mirabel Conta. Espera. Esas son dos. Estaba pensando con Daniella, eso hace
tres. Pero entonces, eso es cuatro con la reina. Sí, cuatro‖.

Lissa no se preocupó con las defectuosas habilidades matemáticas de


Blake, aunque apoyó las anteriores referencias sobre él, era un idiota.

Marta Drozdov era una moroi semi-real conocida, que a su vejez,


comenzó a viajar por el mundo. Por consideración de Lissa, Marta apenas
permanecía en EE.UU. la mayor parte del año, y mucho menos en la corte. Ella
no parecía involucrada lo suficiente como para asesinar a Tatiana. En cuanto a
Mirabel Conta... era reconocida por una forma diferente. Era conocida por
dormir con la mitad de los hombres en la Corte, casados o no. Lissa no la
conocía bien, pero Mirabel nunca le había parecido demasiado interesada en un
solo tipo.

―Dormir con otras mujeres no le da realmente un motivo para matar a la


reina‖, señaló Lissa.

―No‖, acordó Blake. ―Como he dicho, es obvio que la chica Hathaway lo


hizo‖. Hizo una pausa. ―Una maldita pena también. Ella era muy caliente. Dios,
ese cuerpo. De todos modos, si Ambrose la hubiera matado, lo habría hecho
porque estaba celoso de mí, porque le gustaba más a Tatiana. No por todas esas
otras mujeres que estaba viendo‖.

―Entonces ¿Por qué Ambrose simplemente no lo mató a usted?‖


Preguntó Christian.

Tenía más sentido.

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RICHELLLE MEAD

Blake no tuvo oportunidad de responder, porque Adrian estaba de


nuevo en el tema anterior, sus ojos brillantes de cólera. ―Mi madre no estaba
durmiendo con nadie. Ella ni siquiera duerme con mi padre‖.

Blake continuó en su forma ajena. ―Hey, yo los vi. Estaban todos uno
sobre otro. ¿He mencionado lo caliente que tu—―

―Basta‖, advirtió Lissa. ―No estás ayudando‖.

Adrian apretó el vaso. ―¡Nada de esto está ayudando!‖ Es evidente que


las cosas no iban como esperaba cuando había llamado a Lissa y a Christian de
su habitación. ―Y no voy a sentarme y escuchar esta mierda‖. Adrian se bajó la
bebida y se disparó de su silla, volviéndose bruscamente hacia la salida. Tiró un
poco de dinero en el bar antes de salir por la puerta.

―Pobre tipo‖, dijo Blake. Él volvió a su calma, arrogante. ―Ha pasado por
muchas cosas entre su tía, mamá, y novia asesina. Es por eso que en realidad, al
final del día, simplemente no puedes confiar en las mujeres‖. Hizo un guiño
hacia Lissa. ―Compañía actual excluida, por supuesto‖.

Lissa se sintió tan disgustada como Adrian, y un rápido vistazo a la cara


atormentada de Christian demostró que sentía lo mismo. Ya era hora de irse
antes de que alguien realmente le pegara a Blake. ―Bueno, ha sido un placer
hablar contigo, pero nos tenemos que ir‖.

Blake le puso sus ojos de cachorro. ―¡Pero si acabas de llegar! Tenía la


esperanza de que pudiéramos llegar a conocernos‖. Fue sin decir lo que quería
decir con eso. ―Oh. Y a Kreskin también‖.

Christian ni siquiera se molestó con una corrección en esta ocasión.


Simplemente tomó la mano de Lissa. ―Nos tenemos que ir‖.

―Sí‖, Lissa estuvo de acuerdo.

Blake se encogió de hombros y movió la mano para otra bebida. ―Bueno,


cada vez que quieras realmente experimentar el mundo, ven a verme‖.

Christian y Lissa se dirigieron a la puerta, con Christian murmurando,


―realmente espero que la última parte fuera para ti, no para mi‖.

―Ese no es un mundo que quiera experimentar‖, dijo Lissa con una


mueca. Salieron, y ella miró a su alrededor, en el caso de que Adrián se hubiera
demorado. Nop. Él se había ido, y ella no lo culpaba. ―Puedo ver ahora por qué
a Ambrose y a Adrian no les gusta. Él es tan...‖

―¿Imbécil?‖Facilitó Christian. Voltearon hacia el edificio de ella.


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―Supongo que sí‖.

―¿Lo suficiente como para cometer un asesinato?‖

―¿Honestamente? No.‖ Lissa suspiró. ―Estoy medio de acuerdo con


Ambrose... No creo que Blake sea lo suficientemente inteligente para asesinar. O
que el motivo esté realmente allí. No puedo saber si una persona está mintiendo
o no por sus auras, pero la suya no reveló nada demasiado deshonesto. Tú
bromeas, pero si alguien fuera a cometer un asesinato por celos, ¿por qué no
son los chicos los que quieren matarse uno al otro? Es mucho más fácil‖.

―Ambos tienen fácil acceso a Tatiana‖, le recordó Christian.

―Ya lo sé. Pero si hay amor y sexo en juego aquí... parece que sería una
persona celosa de la reina. Una mujer‖.

Una pausa larga y significativa colgaba entre ellos, ninguno de ellos


queriendo decir lo que estaban pensando tanto. Por último, Christian rompió el
silencio. ―Digamos, como, ¿Daniella Ivashkov?‖

Lissa negó con la cabeza. ―No puedo creer eso. Ella no parece el tipo‖.

―Los asesinos no parecen del tipo. Es por eso que se salen con la suya‖.

―¿Has estado estudiando criminología o algo así?‖

―No.‖ Alcanzaron la puerta de entrada al edificio de ella, y él la abrió


para Lissa. ―Sólo presentando algunos hechos. Sabemos que a la mamá de
Adrian nunca le gustó Tatiana por razones personales. Ahora nos enteramos de
que estaban compartiendo el mismo hombre‖.

―Tiene una coartada‖, dijo Lissa fríamente.

―Todo el mundo tiene una coartada‖, le recordó. ―Y como hemos


aprendido, por esas se puede pagar. De hecho, Daniella ya ha pagado por una‖.

―Todavía no puedo creerlo. No sin más pruebas. Ambrose juró que esto
era más político que personal‖.

―Ambrose no está fuera de la lista tampoco.‖

Llegaron a la habitación de Lissa. ―Esto es más difícil de lo que pensé que


sería‖. Entraron, y Christian envolvió sus brazos alrededor de ella.

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―Ya lo sé. Pero vamos a hacerlo juntos. Vamos a averiguarlo. Pero... tal
vez debamos mantener algo de esto para nosotros mismos. Tal vez estoy
exagerando aquí, pero creo que sería mejor si nosotros nunca, nunca le decimos
a Adrian que su mamá tiene un excelente motivo para haber matado a su tía‖.

―¿Oh, te parece?‖ Ella apoyó la cabeza contra su pecho y bostezó.

―Hora de la siesta‖, dijo Christian, llevándola hacia la cama.


―Todavía necesito una ducha‖.

―El sueño primero. Ducha después‖. Retiró las sábanas. ―Voy a dormir
contigo‖.

―¿Dormir o acostarte?‖, Preguntó secamente, deslizándose con gratitud


en la cama.

―Sueño real. Lo necesitas‖. Se arrastró a su lado, haciendo cuchara en


contra de ella y apoyando su rostro en el hombro de ella. ―Por supuesto,
después, si quieres llevar a cabo cualquier asunto oficial del Consejo…‖

―Te lo juro, si dices ‗Pequeños Dragomirs‘ puedes dormir en el pasillo‖.

Estaba segura de que había una réplica patentada de Christian en


camino, pero otro golpe le cortó. Miró hacia arriba con exasperación. ―No
respondas. Esta vez de verdad‖.

Pero Lissa no pudo evitarlo. Rompió su abrazo y salió de la cama. ―No es


Adrian...‖

―Entonces probablemente no sea importante‖, dijo Christian.

―No sabemos eso‖. Ella se levantó y abrió la puerta, revelando a mi


madre.

Janine Hathaway se deslizó en la habitación con tanta naturalidad como


Adrian había hecho, sus ojos afilados mientras estudiaba cada detalle a su
alrededor por una amenaza. ―Siento haber estado lejos‖, le dijo a Lissa. ―Eddie
y yo queríamos establecer un sistema de alternancia, pero ambos nos retiramos
por servicio más temprano‖. Miró a la cama deshecha, con Christian en ella,
pero siendo quien era, llegó a una conclusión pragmática, no una a romántica.
―Justo a tiempo. Pensé que te gustaría a dormir después de la prueba. No te
preocupes—yo vigilaré y me aseguraré de que nada suceda.‖

Christian y Lissa intercambiaron miradas tristes.

―Gracias‖, dijo Lissa.


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VEINTE

"Deberías dormir.‖

La suave voz de Sydney casi me hizo saltar fuera de mi piel, probando


que incluso mientras estoy en la mente de Lissa, todavía podía permanecer
alerta. Regresando a la oscura sala de Sonya. Además de Sydney, todo estaba
tranquilo y en paz.

"Te pareces a los muertos vivientes," ella continuó. "y no lo digo


superficialmente.‖

"Tengo que estar vigilando," dije.

"Yo vigilaré. Tu duerme.‖

"No estás entrenada como yo," apunté. "Podrías perderte algo.‖

"Ni siquiera perdería a un Strigoi bajo la puerta," ella replicó. "Mira, sé


que ustedes son duros. No tienes que convencerme. Pero tengo la impresión de
que las cosas se van a poner más duras, y no te quiero desmayada en algún
momento crucial. Si duermes ahora, puedes relevar a Dimitri más tarde.‖

Sólo la mención de Dimitri me hizo rendir. Necesitaríamos relevarnos el


uno al otro eventualmente. Así que, a regañadientes, me metí en la cama de
Sydney sobre el piso, dándole todo tipo de instrucciones haciendo que ella
girara los ojos. Me quedé dormida casi instantáneamente y después me
desperté tan rápidamente cuando oí el sonido de una puerta cerrándose.

Inmediatamente me senté derecha, esperando ver a algún Strigoi


derribando la puerta. En vez de eso, encontré la luz del sol arrastrándose a
través de las ventanas y a Sydney mirándome con diversión. En la sala, Robert
estaba sentado en el sofá, restregando sus ojos. Victor se había ido. Me volví
hacia Sydney alarmada.

"Está en el cuarto de baño," ella dijo, anticipando mi pregunta.

Ese era el sonido que había escuchado. Exhalé aliviada y me puse de pie,
sorprendida incluso de cómo unas pocas horas de sueño me habían energizado.

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Si sólo tuviera comida, estaría lista para cualquier cosa. Sonya no tenía nada,
por supuesto, pero podía conformarme con un vaso de agua en la cocina.
Mientras estaba de pie allí bebiendo, noté que los hermanos Dashkov se
habían sentido como en casa: Los abrigos colgando en ganchos, las llaves del
coche sobre el mostrador. En silencio me apoderé de las llaves y llamé a
Sydney.

Ella entró, y le deslicé las llaves, tratando de no dejar que hicieran ruido.

―¿Todavía sabes de autos?" murmuré. En una mirada exquisita, ella me


dijo que era una pregunta ridícula y ofensiva."De acuerdo. ¿Puedes ir a hacer
una carrera a la abarrotería3? Vamos a necesitar comida. ¿Y tal vez a la salida, tú
puedas, eh, asegurarte de que su coche tenga problemas de motor o algo por el
estilo? Cualquier cosa que lo mantenga aquí. Pero no algo obvio, como llantas
pinchadas.‖

Ella puso las llaves en su bolsillo. "Tranquila. ¿Alguna comida en


especial?"

Pensé en ello. "Algo con azúcar. Y café para Dimitri.‖

"El café es un hecho," ella dijo.

Victor entró en la cocina, su expresión típicamente despreocupada me


hacía pensar que no me había escuchado dándole instrucciones a Sydney para
sabotear su coche. "Sydney va a conseguir víveres," le dije, esperando distraerlo
antes de que pudiera notar las llaves faltantes. "¿Necesitas alguna cosa?‖

"Un alimentador estaría bien, pero salvo eso, Robert tiene una afición
especial por Cheerios. El de sabor canela manzana.‖ Él le sonrió a Sydney.
"Nunca pensé que vería el día en que una Alquimista sería una chica de
mandados. Es encantador.‖

Sydney abrió su boca, sin duda para hacer algún comentario mordaz, y
rápidamente sacudí mi cabeza. "Simplemente ve," le dije.

Ella se fue, y Victor pronto regresó al lado de Robert. Convencida de que


los hermanos no se irían a ninguna parte en plena luz del día sin un coche,
decidí que era tiempo para averiguar sobre Dimitri. Para mi sorpresa, Sonya
estaba despierta. Ella estaba sentada con las piernas cruzadas en la cama con él,
y los dos hablaban en voz baja. Su pelo estaba desarreglado de tanto sueño y
lucha, pero por lo demás, no mostraba cortes o magulladuras de la batalla.
Dimitri había sido el mismo después de su transformación, escapando de
quemaduras terribles. El poder de una restauración Strigoi sanaba todas las

3
Tienda donde venden comestibles.

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lesiones. Entre mis piernas lastimadas y pseudo-contusión, desearía que de


alguna manera alguien me hubiera transformado en una Strigoi.
Sonya se apartó de Dimitri mientras yo entraba. Una secuencia de
emociones cruzó su cara. Miedo. Asombro. Reconocimiento.

"¿Rose?" Había vacilación en la palabra, como si se preguntara si yo era


una alucinación.

Forcé una sonrisa. "Es bueno verte otra vez.‖ Elegí no agregar, ‗ahora que
no estás tratando succionarme la vida.‘

Ella desvió sus ojos hasta sus manos, estudiando sus dedos como si
fueron mágicos y maravillosos. Por supuesto, después de ser un monstruo, tal
vez tener sus ‗viejas manos‘ de vuelta era realmente maravilloso. El día después
de su cambio, Dimitri no había parecido realmente tan frágil, pero sin duda
había estado en shock. Eso era también cuando se había puesto deprimido. ¿Lo
estaba ella? ¿O se quería convertir otra vez, como Victor había sugerido?

No sabía qué decir. Era todo tan extraño y complicado. "Sydney fue por
víveres," le dije a Dimitri débilmente. "Ella también se mantuvo despierta para
que yo pudiera dormir anoche."

"Lo sé," él dijo con una pequeña sonrisa. "Me levanté una vez para
comprobarte."

Sentí como me sonrojaba, de alguna manera avergonzada por haber sido


atrapada en la debilidad. "Tú puedes descansar también," le dije. "Tomaré algo
de desayunar, y luego mantendré un ojo en todo. Tengo por una buena fuente
que Victor va a tener problemas con el coche. También de que a Robert
realmente le gustan los Cheerios, así que si quieres algo, se te acabó la suerte. Él
no parece un tipo participativo."

La sonrisa de Dimitri se amplió. Sonya repentinamente levantó su


cabeza.

―Hay otro usuario de espíritu aquí," ella dijo, con voz frenética. "Puedo
sentirlo. Lo recuerdo." Ella miró entre Dimitri y yo. "No es seguro. No estamos a
salvo. No nos deberían tener cerca."

"Todo está bien," dijo Dimitri, con voz tan, tan suave. Ese tono era raro en
él, pero lo había oído antes. Él lo había usado en mí en algunos de mis
momentos más desesperados. "No te preocupes."

Sonya sacudió su cabeza. "No. No entiendes. Nosotros… Nosotros somos


capaces de cosas terribles. Para nosotros mismos, para los demás. Es por eso

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qué cambié, para detener la locura. Y lo hizo, excepto... que fue peor. A su
manera. Las cosas que hice…"
Allí estaba, el mismo remordimiento que Dimitri había sentido. Medio-
asustada de que él empezara a decirle que no hubo redención para ella
tampoco, dije, "No eras tú. Eras controlada por algo más.‖

Ella enterró su cara en sus manos. "Pero yo lo escogí. Yo. Yo hice que
pasara."

"Ese era el espíritu," dije. "Es difícil de combatir. Como dijiste, te puede
obligar a hacer cosas terribles. No estabas pensando claramente. Lissa combate
con lo mismo todo el tiempo."

"¿Vasilisa?" Sonya levantó sus ojos y miró hacia el espacio. Creo que ella
estaba hurgando entre recuerdos. De hecho, a pesar de sus incoherencia ahora,
no creía que ella estuviera realmente tan inestable como lo había estado poco
antes de convertirse en Strigoi. Habíamos oído que las curaciones podían
reducir la locura del espíritu, y creo que la transformación de Robert había
aligerado algo de la oscuridad dentro de ella por ahora. "Sí, por supuesto.
Vasilisa lo tiene también." Ella se volvió hacia mí con pánico. ―¿La ayudaste?
¿La sacaste de allí?"

"Lo hice," dije, tratando de imitar la gentileza de Dimitri. Lissa y yo


huimos de St. Vladimir por un tiempo, en parte por las advertencias de Sonya.
"Salimos y luego regresamos y, eh, pudimos detener lo que la estaba
persiguiendo.‖ No pensé que fuese una buena idea que Sonya supiera que la
cosa—mejor dicho, la persona—que estaba persiguiendo a Lissa estaba ahora
sentado en la sala. Di un paso adelante. "Y tú puedes ayudar a Lissa también.
Necesitamos saber si–"

"No," dijo Dimitri. Ahora sin gentileza en la mirada de advertencia que


me dio. "Todavía no.‖

"Pero– ―

"Todavía no.‖

Le lancé una mirada furiosa de regreso pero no dije más. Estaba


totalmente a favor de darle a Sonya su tiempo de recuperación, pero no lo
teníamos para siempre. El reloj hacía tictac, y teníamos que averiguar lo que
Sonya sabía. Sentí como Dimitri había sido capaz de darnos esta información
inmediatamente después de que él había sido cambiado de nuevo. Por
supuesto, él no había sido inestable antes, así que él tenía alguna clase de
ventaja. Silencio. No podíamos jugar casa en Kentucky por siempre.

"¿Puedo ver mis flores?" Sonya preguntó. "¿Puedo salir y ver mis flores?‖
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Dimitri y yo intercambiamos miradas. "Por supuesto," él dijo.


Todos nos movimos hacia la puerta, y ahí fue cuando tuve que
preguntar. "¿Por qué cultivaste flores cuando eras… como eras?"

Ella hizo una pausa. "Siempre he cultivado flores.‖

"Lo sé. Lo recuerdo. Eran bellísimas. Las de aquí son bellísimas también.
Es por eso que… quiero decir, ¿simplemente querías un bonito jardín, incluso
como una Strigoi?‖

La pregunta fue inesperada y parecía sacudirla. Estaba a punto de


renunciar a una respuesta cuando finalmente dijo, "No. Nunca pensé mucho.
Eran. . . no lo sé. Algo que hacer. Siempre había cultivado flores. Tenía que ver
si todavía podía. Era como…Una prueba de mis habilidades, supongo."

Encontré los ojos de Dimitri otra vez. Entonces. La belleza no había sido
parte de su mundo. Fue como yo le había dicho. Los Strigoi eran notablemente
arrogantes, y parecía que las flores simplemente habían sido una demostración
de destreza. Cultivarlas también había sido un hábito familiar para ella, y
recordé cómo Dimitri había leído novelas del Oeste mientras era Strigoi. Ser
Strigoi le podía costar a alguien su sentido de bondad y moralidad, pero los
viejos comportamientos y aficiones permanecían.

La sacamos a la sala, interrumpiendo una conversación entre Victor y


Robert. Sonya y Robert se congelaron, tanteándose el uno al otro. Victor nos dio
una de sus sonrisas conocedoras.

"De vuelta a la vida. ¿Aún no hemos encontrado lo que necesitábamos?‖

Dimitri le lanzó una mirada parecida a la que yo había recibido cuándo


hacía la pregunta. "Todavía no.‖

Sonya arrastró su mirada de la de Robert y se movió rápidamente hacia


la puerta del patio, deteniéndose cuando vio nuestro trabajo de parches de
pacotilla. "Rompieron mi puerta," ella dijo.

"Daño colateral," dije. En mi periferia, creo que Dimitri rodó sus ojos.

Sin necesitar nuestro consejo, Sonya abrió la puerta y dio un paso fuera.
Con un jadeo, ella se detuvo y miró hacia arriba. El cielo era de un azul
perfecto, despejado, y el sol había cruzado el horizonte ahora, iluminando todo
en oro. Fui afuera también, sintiendo el calor de esa luz en mi piel. Algo del frío
de la noche permanecía, pero estábamos en espera de un día caluroso.

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Todos los demás salieron también, pero Sonya estaba abstraída. Ella
elevó sus manos hacia arriba, como si tal vez pudiera agarrar el sol y envolverlo
en sus brazos. "Es tan hermoso.‖ Ella finalmente apartó la mirada y encontró
mis ojos. "¿No lo crees? ¿Alguna vez has visto algo tan hermoso?"

"Hermoso," reiteré. Por alguna razón, me sentí feliz y triste.

Ella caminó alrededor de su patio, examinando cada planta y cada flor.


Tocaba los pétalos e inspiraba su fragancia. "Es tan diferente…" Ella continuó
diciendo para sí misma. "Son tan diferentes bajo el sol…‖ Especialmente varios
captaron su atención. "¡Estas no se abren en la noche! ¿Las ves? ¿Ves los
colores? ¿Puedes oler eso?"

Las preguntas no parecían ser para alguien en especial. Observamos, de


alguna manera todos estábamos hipnotizados. Finalmente, ella se acomodó en
la silla del patio, felizmente mirando alrededor, perdida en la sobrecargada
sensación – en esa belleza que le había sido negada como una Strigoi. Cuando
se hizo evidente ella no estaba saliendo por un rato, me volví hacia Dimitri y le
repetí el consejo de Sydney sobre tomar un turno de dormir mientras
esperábamos a Sonya para recuperarnos. Para mi sorpresa, él realmente estuvo
de acuerdo.

"Eso es ingenioso. Una vez que Sonya pueda hablar, necesitaremos


movernos." Él sonrió. "Sydney se está convirtiendo en una mente maestra de la
batalla.‖

―Hey, ella no está a cargo aquí," bromeé. "Ella es simplemente un


soldado.‖

"Cierto." Él ligeramente rozó sus dedos contra mi mejilla. "Lo siento,


Capitán."

"General," corregí, recobrando el aliento de ese breve toque.

Él le dio a Sonya un amable adiós antes de desaparecer en la casa. Ella


asintió, pero no sé si realmente lo escuchó. Victor y Robert sacaron dos sillas de
cocina de madera y se colocaron en la sombra. Escogí un lugar sobre la tierra.
Nadie hablaba. No era la cosa más extraña que jamás había experimentado,
pero ciertamente era rara.

Sydney regresó después con los víveres, y abandoné brevemente al


grupo para llegar con ella. Las llaves de Victor yacían de regreso en el
mostrador, lo que tomé como una buena señal. Sydney descargó un surtido de
comida y me dio una caja de una docena de donas.

"Espere que eso sea suficiente para ti," ella remarcó.


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Hice una mueca ante su presunción pero tomé las donas de todos modos.
"Ven afuera cuando hayas terminado," le dije. "Es como la barbacoa de los
condenados. Excepto que… no hay parrilla.‖

Ella parecía desconcertada, pero cuando se unió a nosotros más tarde,


pareció captar lo que le había estado diciendo. Robert sacó un tazón de
Cheerios, pero ni Sydney ni Victor comieron. Le di a Sonya una dona, la
primera cosa que tomó su atención de su patio. Ella la sostuvo en sus manos,
volteándola una y otra vez.

"No sé si pueda. No sé si la pueda comer."

"Por supuesto que puedes." Recordé cómo Dimitri había estimado la


comida inciertamente también. "Es de chocolate glaseada. Buenas cosas."

Ella dio un tentativo mordisco de conejo. Lo masticó un billón de veces y


finalmente lo tragó. Cerró sus ojos brevemente y suspiró. "Tal dulzura.‖
Lentamente, ella continuó tomando más mordisquitos. Le llevó una eternidad el
llegar a la mitad de la dona, y en ese momento, ella finalmente se detuvo. Me
había zampado tres donas para entonces, y mi impaciencia por lograr algo
estaba creciendo. Parte de eso era todavía la irritabilidad del espíritu, y parte de
eso era simplemente mi continua inquietud de ayudar a Lissa.

"Sonya," dije agradablemente, completamente consciente de lo molesto


que Dimitri iba a estar conmigo al desafiar sus instrucciones. "Queríamos
hablarte sobre algo."

"Mm-hmm," ella dijo, contemplando las abejas revoloteando alrededor


de algunas madreselva.

"¿Hay algún pariente tuyo… Alguien que, uh, tuviese un bebé hace
poco?"

"Seguro," ella dijo. Una de las abejas voló desde la madreselva a una rosa,
y ella nunca apartó la mirada. "Muchos.‖

"Elocuente, Rosemarie," remarcó Victor. "Muy elocuente."

Mordí mi labio, sabiendo que un arrebato alteraría a Sonya. Y


probablemente a Robert también.

"Éste sería un bebé secreto," le dije. "Y tú eras la beneficiaria de una


cuenta corriente que se encargaba del bebé… Una cuenta pagada por Eric
Dragomir.‖

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La cabeza de Sonya se lanzó hacia mí, y no había distracción de ensueño


en sus ojos azules ahora. Unos pocos segundos pasaron antes de que ella
hablase. Su voz era fría y dura—no una voz de Strigoi, pero definitivamente
una voz apremiante. "No. No sé nada sobre eso."

"Ella está mintiendo," dijo Robert.

"No necesito de ningún poder para darme cuenta de eso," se burló


Sidney.

Ignoré a los dos. ―Sonya, nosotros sabemos que tú sabes, y es realmente


importante que encontremos este bebé… Eh, niño. Persona." Habíamos hecho
suposiciones sobre la edad pero no estábamos cien por ciento seguros. "Dijiste
que estabas preocupada por Lissa antes. Esto la ayudará. Ella necesita saber.
Ella necesita saber que tiene otro miembro de la familia.‖

Sonya devolvió su atención a las abejas, pero sabía que ella ya no estaba
mirándolas. "No sé nada." Había un estremecimiento en su voz, y algo me decía
que tal vez no debería presionar esto después de todo. No podía decir si ella
estaba asustada o al borde de la furia.

"¿Entonces por qué estabas en la cuenta?" Esto provino de Victor.

"No sé nada," ella repitió. Su voz podía haber formado de carámbanos en


los ornamentales árboles. "Nada.‖

"Deja de mentir," espetó Victor. "Tú sabes algo, y vas a decirnos.‖

"¡Oye!" Exclamé. "Guarda silencio. No tienes derechos de interrogación


aquí.‖

"No parecía que estuvieras haciendo un trabajo muy bueno.‖

"Simplemente cállate, ¿bien?‖ Miré de vuelta a Sonya, reemplazando mi


mirada furiosa con una sonrisa. "Por favor," rogué. "Lissa está en problemas.
Esto la ayudará. ¿Pensé que dijiste que querías ayudarla?"

"Lo prometí…" Dijo Sonya. Su voz era tan baja, que apenas la podía oír.

"¿Prometiste qué?‖ Pregunté. Paciencia, Paciencia. Tenía que permanecer


calmada. No podía arriesgarme a un colapso nervioso.

Ella apretó sus ojos cerrándolos y pasó sus manos a través de su cabello
violentamente, casi como un niño a punto de tener una rabieta. "Prometí no
decirlo. Prometí no decirle a nadie…‖

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Tuve la urgencia de correr y sacudirla. Paciencia, Paciencia, me repetía a


mí misma. No la alteres. "No te pediríamos que rompieras tu promesa si no
fuese importante. Tal vez… Tal vez puedas comunicarte con esta persona…" ¿A
quién le había prometido ella? ¿A la amante de Eric? "¿Y ver si está bien
decirnos?‖

―Oh por el amor de Dios," dijo irritablemente Victor. "Esto es ridículo y


no nos lleva a ninguna parte." Él miró a su hermano. "¿Robert?"

Robert no había hecho mucho hasta el día de hoy, pero ante la orden de
Victor, Robert se inclinó hacia adelante. "¿Sonya?"

Aún obviamente perturbada, ella se volvió para verlo… Y su cara se


quedó inmóvil.

"Dinos lo que necesitamos saber," dijo Robert. Su voz no era de una


manera tan suave y arrulladora, con un toque débilmente siniestro. "Dínos
quién es y dónde está ese niño. Dinos quién es la madre."

Esta vez, me puse rápidamente de pie. Robert estaba usando la


compulsión sobre ella para obtener las respuestas. Los ojos de Sonya se
quedaron trabados con los de él, pero su cuerpo comenzó a estremecerse. Sus
labios se dividieron, aunque no salió ningún sonido. Una maraña de
pensamientos se arremolinó en mi mente. La compulsión obtendría lo que
nosotros necesitábamos saber, pero algo me decía que no era correcto–

Sonya me detuvo de cualquier cavilación. Ella salió disparada casi tan


rápidamente como yo. Ella todavía estaba mirando a Robert, pero ya no en esa
atravesada forma hipnotizada. Ella había roto la compulsión, y ahora… Ahora
estaba molesta. Los rasgos que habían estado asustados y frágiles anteriormente
estaban llenos con furia. Yo no tenía sentidos mágicos, pero después de estar
con Lissa, conocía al espíritu furioso cuando lo veía. Sonya era una bomba, a
punto de estallar.

"Cómo te atreves…" Ella siseó. "¿Cómo te atreves a tratar de


compelerme?‖

Las plantas y enredaderas cerca de Robert repentinamente brotaron a la


vida, creciendo a alturas imposibles. Lo alcanzaron, se enredaron a sí mismas
alrededor de las piernas de su silla, y tiraron. La silla perdió el equilibrio,
Robert junto con ella. Victor se movió para ayudar a su hermano, pero Robert
ya estaba tomando el asunto en sus propias manos. Recuperándose
notablemente rápido, él entrecerró sus ojos en Sonya, y ella salió volando hacia
atrás, golpeándose contra la cerca de madera. Los usuarios de aire podían hacer
ese truco algunas veces, pero éste no era aire soplando su espalda. Éstos eran

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las habilidades telequinesias del espíritu. Él aparentemente los poseía fuera de


los sueños también.

Encantador.

Había visto a los usuarios de espíritu luchar antes, cuando Avery Lazar y
Lissa habían luchado uno a uno. Eso no había sido bastante, particularmente ya
que más que estos exteriores psíquicos, los fenómenos habían ocurrido. Avery
realmente se había ahondado en la mente de Lissa – y la mía. No conocía el
conjunto de habilidades que Robert o Sonya poseían, pero esto no podía acabar
bien.

"¡Dimitri!" Grité, brincando hacia Sonya. Exactamente no sabía lo que iba


a hacer, pero hacerle frente parecía un buen plan. De lo que había observado,
un montón de espíritu implicaba contacto visual con el blanco.

Y por supuesto, cuando me las arregle para mantenerla en el suelo, ella


luchó con poco entusiasmo pero mayormente lucho para mantener su mirada
sobre Robert. Él gritó repentinamente alarmado, mirando hacia su cuerpo
despavoridamente. Sonya estaba plantando visiones en su cabeza. Su expresión
endurecida. Él tenía que saber que era una ilusión, y unos pocos momentos
después, él miró hacia arriba, habiendo roto su hechizo como ella había roto su
anterior compulsión.

Dimitri llegó destrozando la puerta en ese momento, justo mientras


Robert usaba su mente para arrojar una de las sillas hacia Sonya. Por supuesto,
estaba encima de ella, así que la silla me golpeó en la espalda. Dimitri captó
muy rápidamente lo que estaba pasando y corrió hacia Robert, intentando la
misma táctica que la mía. Victor, posiblemente pensando que su hermano
estaba en peligro físico, trató de apartar a Dimitri, lo cual era inútil. Más
enredaderas comenzaron a llegar hasta Robert, y me percate de que estrangular
a Sonya no era tan útil.

―¡Mételo!‖ Le grité a Dimitri. ―¡Apártalo de ella!"

Dimitri ya había adivinado eso y empezó a arrastrar a Robert hacia la


puerta. Incluso con Victor interfiriendo, la fuerza de Dimitri era suficiente para
sacar a Robert de allí y volver a la casa. Tan pronto como su blanco se fue, toda
la energía pareció desvanecerse de Sonya. Ella no hizo más esfuerzos para
oponerse a mí y colapsó en el suelo. Estaba aliviada, habiendo temido que ella
se volvería contra mí una vez que Robert se hubiese ido. Tentativamente,
todavía en guardia, ayudé a Sonya a sentarse. Ella se apoyó contra mí, débil
como una muñeca de trapo, y lloró en mi hombro. Otra colapso nervioso.

Después de eso, era cuestión de control de daño. Con el fin de mantener


a los usuarios de espíritu aparte, Dimitri había llevado a Robert al dormitorio y
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había dejado a Victor con él. Robert pareció tan agotado como Sonya, y Dimitri
consideró que los hermanos estaban lo suficiente seguros como para dejarlos
solos. Sonya colapsó en el sofá, y después de que Dimitri y yo habíamos tratado
de calmarla, nos apartamos mientras Sydney sujetaba la mano de la mujer
Moroi.

Recapitulé brevemente lo que había pasado. La cara de Dimitri se volvía


más y más incrédula mientras lo hacía.

"¡Te dije que no era tiempo!" él exclamó. "¿Qué estabas pensando? ¡Ella
está demasiado débil!"

"¿A eso llamas débil? ¡Y oye, lo estaba haciendo bien! No fue hasta que
Victor y Robert se involucraron que las cosas se fueron al demonio."

Dimitri dio un paso hacia mí, la ira irradiaba de él. "Nunca deberías
haberte involucrado. Esta eres tú, actuando irracional otra vez, saltando
tontamente sin pensar en las repercusiones."

El insulto me atravesó rápidamente de vuelta. "Hey, estaba tratando de


hacer un progreso aquí. Si ser racional es estar sentado alrededor y hacer
terapia, entonces estoy feliz de saltar sobre el filo. No me da miedo entrar al
juego.‖

"No tienes ni idea de lo que estás diciendo," él gruñó. Estábamos de pie


más cerca ahora, apenas algún espacio quedaba entre nosotros mientras
emprendíamos nuestra batalla de voluntades. "Esto nos pudo haber retrasado.‖

"Esto nos ha adelantado. Nos enteramos de que ella sabe sobre Eric
Dragomir. El problema es que ella prometió no decirle a nadie sobre este bebé."

"Sí, lo prometí," barbulló Sonya. Dimitri y yo giramos como uno,


percatándonos que nuestra discusión era completamente visible y audible para
Sonya y Sydney. "Lo prometí." Su voz era muy baja y débil, suplicándonos.

Sydney apretó su mano. "Lo sabemos. Está bien. Está bien que
mantengas tu promesa. Lo entiendo."

Sonya la miró agradecidamente. "Gracias. Gracias"

"Pero," dijo Sydney cuidadosamente, "oí que te preocupas por Lissa


Dragomir."

"No puedo," Sonya interrumpida, volviéndose temerosa otra vez.

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RICHELLLE MEAD

"Lo sé, lo sé. Pero, ¿qué si hay una manera de ayudarla sin romper tu
promesa?"

Sonya miro a Sydney. Dimitri me miró inquisitivamente. Me encogí de


hombros y luego miré a Sydney también. Si alguien había preguntado quién
podría escenificar la mejor intervención con una mujer loca que antiguamente
había sido un monstruo no muerto, Sydney Sage habría sido mi última
suposición.

Sonya frunció el ceño, con toda la atención sobre Sydney. "¿Q-qué


quieres decir?‖

"Bueno… ¿Qué prometiste exactamente? ¿No decirle a nadie que Eric


Dragomir tenía una amante y un bebé?"

Sonya asintió.

"¿Y no decir quiénes eran?"

Sonya asintió de nuevo.

Sydney le dio a Sonya la sonrisa más cálida, más acogedora que jamás
había visto en la Alquimista. "¿Prometiste no decirle a nadie donde están?"
Sonya asintió, y la sonrisa de Sydney vaciló una poco. Entonces, sus ojos se
iluminaron. "¿Prometiste no conducir a nadie hacia donde están?"

Sonya vaciló, sin duda revolviendo cada palabra sobre su mente.


Lentamente, ella negó con la cabeza. "No."

"Entonces… Podrías conducirnos hacia ellos. Pero no decirnos donde


están realmente. No romperías tu promesa de ese modo."

Era la más complicada y ridícula pieza de lógica que había oído en un


rato. Era algo que tendría que ocurrir.

"Tal vez..." Dijo Sonya, aún indecisa.

"No romperías tu promesa," Sydney repitió. "Y realmente, realmente


ayudarías a Lissa.‖

Di un paso adelante. "Ayudarías a Mikhail también.‖

La boca de Sonya cayó abierta ante la mención de su antiguo amante.


"¿Mikhail? ¿Lo conoces?"

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"Él es mi amigo. Él es amigo de Lissa también." Casi dije que si


encontrábamos al Dragomir perdido, entonces podríamos llevar a Sonya hacia
Mikhail. Recordando los sentimientos de indignidad de Dimitri, decidí evitar
esa táctica ahora mismo. No sabía cómo reaccionaría Sonya a una reunión con
su amado. ―Y él quiere ayudar a Lissa. Pero no puede. Ninguno de nosotros
puede. No tenemos la suficiente información."

"Mikhail..." Sonya miró hacia sus manos otra vez, lágrimas pequeñas
corrían por sus mejillas.

"No romperás tu promesa.‖ Sydney era tan compelente que pudo haber
sido una usuaria del espíritu. "Simplemente condúcenos. Es lo que Mikhail y
Lissa querrían. Es lo correcto."

No sé qué argumento convenció Sonya principalmente. Pudo haber sido


la parte acerca de Mikhail. O pudo haber sido la idea de hacer ‗lo correcto‘. Tal
vez, como Dimitri, Sonya quería la redención a sus crímenes Strigoi y vio esto
como una oportunidad. Levantando la mirada, ella tragó y encontró mis ojos.

"Te conduciré hacia allí," ella susurró.

"Vamos a otro viaje de carretera," Sydney declaró. ―Prepárate.‖

Dimitri y yo aún estábamos de pie justo al lado del otro, la rabia entre
nosotros comenzó a diseminarse. Sydney se veía orgullosa y continuó
tratándola lo mejor posible para apaciguar a Sonya.

Dimitri me miró con una pequeña sonrisa que cambió ligeramente


cuando pareció ser consciente de lo cerca que nos encontrábamos. No lo podía
decir con seguridad, sin embargo. Su cara se alejó un poco. Por mi parte, era
muy consciente de nuestra proximidad y me sentí embriagada por su cuerpo y
su aroma. Maldición. ¿Por qué pelear con él siempre incrementaba mi atracción
hacia él? Su sonrisa regresó mientras ladeaba su cabeza hacia Sydney. "Estabas
equivocada. Ella es realmente la nueva general en la ciudad."

Sonreí de regreso, esperando que no se diera cuenta de la reacción de mi


cuerpo al estar de pie tan cerca a él. "Tal vez. Pero, está bien. Todavía puedes
ser coronel."

Él arqueó una ceja. "¿Oh? ¿Te estás degradando? Coronel está justo
debajo de general. ¿Qué vas a ser?‖

Metí la mano en mi bolsillo y triunfalmente mostré las llaves del CR-V


que había robado cuando habíamos vuelto adentro. "El conductor," dije.

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VEINTIUNO

No conduje.

‗La generala‘ Sydney tampoco, eso era demasiado para su terquedad,


aunque Dimitri hizo una rápida acción de moverse para explicarle el porqué.

Todo esto se inició cuando Victor descubrió que su coche sufría una
avería de motor. Él no estaba muy contento con eso. No hizo acusaciones, pero
todos los demás—incluso Sonya y Robert—adivinaron que el mal-
funcionamiento no era un accidente. Esto significaba que todos teníamos que
apilarnos en el CR-V, el cual no había sido diseñado para acoger a tantas
personas—por lo que Dimitri había sacado de entre manos un plan creativo de
distribución de los asientos. Por supuesto, uno de esos ‗asientos‘ resultó ser el
espacio de carga en la parte trasera. Era de buen tamaño, pero cuando Sydney
entendió que sería su asiento, ella acusó a Dimitri de añadirle el insulto a la
herida por coger sus llaves.

Yo no iba a decírselo, pero el colocarla a nuestras espaldas, era una


decisión acertada. La forma en la que Dimitri distribuyó los asientos estaba
diseñada para minimizar amenazas dentro del coche. Dimitri conducía, con
Robert a su lado, cargando la escopeta, yo estaba entre Victor y Sonya en el
asiento trasero. Esto colocaba a un guardián en cada fila, manteniendo
separados a los hermanos, y también mantenía apartados a los usuarios de
espíritu. Cuando discutí el hecho de que él y yo podíamos intercambiar lugares
y aún así mantener la misma seguridad, Dimitri señaló que darme el volante no
era seguro si tuviese que repentinamente regresar a la mente de Lissa. Era un
buen punto. En cuanto a Sydney. Bueno, ella no era ni una amenaza ni una
fuerza de combate, así que fue dejada en la parte trasera. Y hablando de peso
muerto...―Tenemos que deshacernos de Victor y Robert ahora‖, le murmuré a
Dimitri, mientras cargábamos el CR-V con alimentos y nuestro escaso equipaje
(reduciendo una más el espacio de Sydney, muy a su indignación). ―Han hecho
lo que necesitábamos. Mantenerlos con nosotros es peligroso. Es hora de
entregarlos a los guardianes‖. Los hermanos querían seguir con nosotros y así
encontrar al hermano de Lissa, juntos. Íbamos a dejarlos—pero no por
generosidad. Simplemente no podíamos dejar que se alejen, aún.

―De acuerdo‖, Dimitri expresó, frunciendo el ceño ligeramente. ―Pero no


hay una buena forma para hacerlo. Aún no. No podemos dejarlos atados a un

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lado del camino; podrían escapar y pedir aventón. De igual manera no


podemos entregarles nosotros mismos, por obvias razones‖.

Coloqué una bolsa dentro del coche y me apoyé contra el parachoques.


―Sydney podría llevarlos‖.

Dimitri asintió con la cabeza. ―Esa es probablemente nuestra mejor


apuesta—pero no quiero separarme de ella hasta que lleguemos... Bueno, a
dondequiera que vamos. Podríamos necesitar su ayuda‖.

Suspiré. ―Y por eso, los arrastraremos con nosotros‖.

―Temo que si‖, respondió. Me dio una mirada cautelosa. ―sabes, que
cuando estén detenidos, hay una probabilidad muy buena de que les contaran
una muy buena historia acerca de nosotros a las autoridades‖.

―Sí‖. Había estado pensando acerca de eso también. ―Supongo que ese es
un problema para más adelante. Vamos a ocuparnos de los problemas
inmediatos primero‖.

Para mi sorpresa, Dimitri me sonrió. Habría esperado alguna


observación prudente, o sabía. ―Bueno, al parecer, esa siempre ha sido nuestra
estrategia, ¿verdad?‖, me preguntó.

Sonreí a cambio, pero fue de breve duración, una vez que nos pusimos
en camino. Compasivamente, Victor no fue el usual conversador antipático—
que sospeché que era ya que estaba debilitándose a causa de la falta de sangre.
Sonya y Robert estaban sintiendo lo mismo. Esto iba a ser un problema si no
conseguíamos a un alimentador pronto, pero no sabia como íbamos a resolver
eso. Tenía la impresión de que Sydney no se había percatado de esto aún, lo
cual era bueno. Tener a una humana entre un grupo de vampiros hambrientos
ciertamente me ponía nerviosa. Ella estaba en realidad más segura alejada de
todos en la parte trasera.

Las direcciones que Sonya daba, eran muy vagas y muy necesarias de
conocer. Ella sólo nos dio información a corto plazo y a menudo no daba aviso
sobre dar un giro incluso cuando ya estábamos pasándonos. No teníamos idea
de donde a nos dirigíamos ni de cuanto tiempo esto nos tomaría. Ella solo
escudriñaba un mapa y luego le informaba a Dimitri que se dirigiera hacia el
norte por la 1-75. Cuando preguntamos cuánto tiempo tomaría nuestro viaje, su
respuesta había sido: ―No tomará mucho tiempo. Algunas horas. Tal vez más‖.

Y con esa explicación misteriosa, ella se recostaba en su asiento y no


decía ni una palabra más. Había una expresión obsesionada y pensativa en su
cara, e intenté imaginar cómo se sentía. Hace sólo un día ella había sido Strigoi.
¿Estaba aún procesando lo que le sucedió? ¿Veía ella las caras de sus víctimas
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como Dimitri lo hizo? ¿Estaba atormentándose por la culpa? ¿Quiso convertirse


en Strigoi otra vez?

Sopesé dejarla a solas. No era el momento para terapia. Me recosté,


preparándome para ser paciente. Un escozor en mi conciencia chisporroteó
repentinamente en la unión, desviando mi atención hacia mi interior.

Lissa estaba despierta.

Parpadeé y miré el reloj de la consola. Era el atardecer para los humanos.


La Moroi en la corte debería de estar dormida desde hace mucho tiempo a esta
hora. Pero no, algo la había despertado.

Dos guardianes estaban en su puerta, sus caras impasibles. ―Usted tiene


que venir con nosotros,‖ dijo uno de ellos. ―Es el momento de su siguiente
prueba‖.

El asombro llenó a Lissa. Ella sabía que la siguiente prueba ‗vendría


pronto‘ pero no había oído ningún otro detalle desde que regreso de la prueba
de resistencia. Ese viaje había ocurrido durante la noche Moroi también, pero
ella al menos había tenido una advertencia oportuna. Eddie estaba de pie cerca
en su habitación, había sustituido a mi madre como protección de Lissa hace
algunas horas. Christian estaba sentado encima de la cama de Lissa,
bostezando. Ellos no se habían comportado ardientes y pesados, pero a Lissa le
gustaba tenerle alrededor. Acurrucándose contra su novio mientras Eddie
estaba en el cuarto no parecía tan extraño para ella como cuando mi mamá
estaba allí. No la culpé.

―¿Me puedo cambiar?‖, Lissa preguntó.

―Dese prisa‖, le respondió el guardián.

Ella agarró el primer traje que pudo e ingresó al cuarto de baño,


sintiéndose confundida y nerviosa. Cuando ella salió, Christian se había
colocado sus jeans ya y trataba de alcanzar su camiseta. Eddie entretanto
jugaba a los guardianes, y pude adivinar sus pensamientos porque yo había
compartido los mismos. Esta llamada para levantarse parecía oficial, pero él no
reconoció a estos guardianes y no confiaba completamente en ellos.

―¿La puedo escoltar?‖. Les preguntó.

―Sólo hasta el área de pruebas‖, respondió el segundo guardián.

―¿En cuanto a mí?‖. Christian les preguntó.

―Sólo hasta el área de pruebas‖.


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Las respuestas de los guardianes me asombraron, pero en ese instante,


me percaté que probablemente era muy común para los candidatos a monarcas
ir a las pruebas con sus sequitos—aun para las inesperadas pruebas en la mitad
de la noche.

O tal vez no tan inesperado. Las razones del Tribunal estaban


virtualmente abandonadas, pero cuando su grupo alcanzó su destino—un
pequeño camino hacia un viejo edificio del ladrillo—ella tuvo que pasar por
varios grupos de Moroi que abarrotaban los vestíbulos. Aparentemente, la voz
se había corrido.

Los allí reunidos se movieron hacia un lado respetuosamente. Algunos –


probablemente partidarios de otras familias – le mostraron adustos semblantes.
Pero muchos otros le sonrieron y gritaron algo acerca de ‗el regreso del dragón‘.
Unos cuantos rozaron sus manos contra sus brazos, como queriendo quitarle
suerte o poder. El gentío era mucho más pequeño que el que la había saludado
después de la primera prueba. Esto alivió su ansiedad pero no flaqueó su
anterior determinación a tomar en serio las pruebas. Las caras de los
espectadores brillaban con ansiedad y expectación, preguntándose si ella podría
ser la siguiente en regirlos.

Un portal al final del vestíbulo señaló el final de su viaje. Ni a Christian


ni a Eddie fue necesario indicarles que esto era lo más lejos que ellos podían ir.
Lissa echó un vistazo a los dos sobre su hombro antes de seguir a uno de los
guardianes adentro, tomando consuelo de los rostros solidarios de sus seres
queridos.
Después de la aventura épica de la primera prueba, Lissa esperó algo
igualmente intimidador. Lo que encontró en lugar de eso fue a una vieja mujer
Moroi sentada cómodamente en una silla, en una habitación casi
completamente vacía. Sus manos estaban dobladas en su regazo, sujetando algo
envuelto en tela. La mujer tarareaba, pacería muy contenta. Y cuando digo
vieja, quiero decir que ella realmente era vieja. Los Moroi podía vivir fácilmente
más allá de los 100, y esta mujer claramente había cruzado esa marca. Su piel
pálida era un laberinto de arrugas, y sus canas eran etéreas y delgadas. Ella
sonrió cuando vio a Lissa y asintió con la cabeza hacia una silla vacía. Una
pequeña mesa estaba a su lado con una jarra llena de agua. Los guardianes
dejaron a las mujeres solas.

Lissa echó un vistazo a su alrededor. No había enseres, sin embargo


había una simple puerta al frente del mismo por la cual ella había llegado. Se
sentó y luego giró hacia la mujer vieja. ―Hola‖, le dijo Lissa, intentando
conservar su voz fuertemente. ―Soy Vasilisa Dragomir".

La diminuta sonrisa de la mujer creció, mostrando sus dientes amarillos.


Uno de sus colmillos faltaba. ―tan educada como tu familia‖, ella graznó. ―La

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mayoría viene aquí y demanda que comencemos a trabajar en serio. Pero


recuerdo a tu abuelo. Él fue educado durante su prueba también‖.

―¿Usted conoció a mi abuelo?‖, exclamó Lissa. Él había muerto cuando


ella era muy, muy joven. Entonces, ella recogió otro significado en las palabras
de la mujer. ―¿Él audicionó para ser rey?‖

La mujer asintió con la cabeza. ―Aprobó todas sus pruebas. Creo que él
habría ganado las elecciones, si él no se hubiese retirado a última hora. Después
de eso, fue lanzar una moneda entre Tatiana Ivashkov y Jacob Tarus. Muy
cerca, quedó uno. Los Tarus todavía guardan rencor‖.

Lissa nunca había oído cualquier de esto. ―¿Por qué mi abuelo se retiró?‖

―Porque su hermano acababa de nacer. Frederick decidió que él


necesitaba usar su energía en su familia, en ciernes, en lugar de la nación‖.

Lissa pudo comprender esto. ¿Cuántos Dragomirs hubo en ese


momento? Su abuelo, su padre, Andre–y su madre, pero sólo por matrimonio.
Eric Dragomir no había tenido a ningún hermano o hermana. Lissa conocía
poco de su abuelo, pero en su lugar, decidió que ella también habría pasado su
tiempo con su hijo y su nieto, en lugar de escuchar los interminables discursos
con los que Tatiana había tenido que tratar.

La mente de Lissa había vagado, y la anciana la observaba


cuidadosamente.

―Es... ¿esta la prueba?‖ Lissa preguntó, una vez que el silencio continuó
por demasiado tiempo. ―¿es así, como, una entrevista?‖

La anciana negó con la cabeza. ―No. Es esto‖. Ella desenvolvió el objeto


en su regazo. Era una taza – un cáliz o una copa. No estoy segura cuál. Pero era
bella, hecha de plata parecía resplandecer con su propia luz. Los rubís rojos
como la sangre estaban dispersos a los lados, brillantes con cada giro de la taza.
La mujer lo contempló cariñosamente. ―Tiene más de mil años, y aún brilla‖.-
Ella cogió la jarra y llenó el cáliz de agua mientras Lissa y yo procesamos las
palabras. ¿Mil años? No era una experta en metales, pero sabía que la plata
debía de haberse opacado en aquel tiempo. La mujer tendió la taza para Lissa.
―Bebe de esto. Y cuando quieras detenerte, dígame ‗alto.‘‖

Lissa trató de alcanzar la taza, aún más confusa por las extrañas
instrucciones. ¿Qué se suponía que ella debía detener? ¿Beber? Tan pronto
como sus dedos tocaron el metal, ella lo comprendió. Bueno, un poco. Un
escalofrío la recorrió de lado a lado, uno que ella conocía al dedillo.

―Esto está encantado‖, dijo.


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La anciana asintió con la cabeza. ―Infundido con los cuatro elementos y


un hechizo desde hace mucho olvidado‖.

Hechizado con el espíritu también, pensó Lissa. Eso también había pasado al
olvido, y la puso en el borde. Los encantos elementales tenían efectos diferentes.
Los encantos terráqueos–como el tatuaje que ella había recibido–estaban a
menudo ligados a hechizos menores de compulsión. La combinación de los
cuatro en juego proporcionaba una ráfaga unificada de vida que juntas
proveían una explosión unificada de vida, que bloqueaba la no-muerta. Pero el
espíritu. .Bien, ella rápidamente aprendía que los encantos del espíritu cubrían
una gran variedad de efectos imprevisibles. El agua sin duda activaba el
hechizo, pero Lissa tenia la sensación de que el espíritu iba a ser el jugador
crucial. Si bien ese poder se quemaba en su sangre, todavía la asustaba. El
hechizo urdido en esta taza era complicado, mucho más allá de sus habilidades,
y temía lo que le haría. La anciana la miro fijamente sin pestañear.

Lissa vaciló sólo un momento más. Luego bebió.

El mundo se desvaneció, entonces se re-materializó en algo


completamente diferente. Ella y yo ambas; reconocimos lo que esto era: Un
sueño del espíritu.

Ella ya no se encontraba en la habitación sencilla. Estaba al aire libre, el


viento batía su cabello sobre su rostro. Lo puso a un lado lo mejor que pudo.
Otras personas estaban a su alrededor, todos en negro, y pronto pudo reconocer
la iglesia del Tribunal y el cementerio. Lissa misma vestía de negro, con un
largo abrigo de lana protegiendose del frío. Estaban reunidos alrededor de una
tumba, y un sacerdote se ubicaba cerca de ella, sus ropas de trabajo ofrecían el
único color en ese día gris.

Lissa tomó unos cuantos pasos, intentando ver quién es aquel cuyo
nombre se encontraba en la lápida sepulcral. Lo que ella descubrió me
conmocionó más que ella: ROSEMARIE HATHAWAY.

Mi nombre estaba esculpido en el granito de la fuente real con caracteres


de imprenta. Debajo de mi nombre estaba la estrella de batalla, significaba que
había matado a más Strigoi de los que podrían ser contados. Bien por mí.
Debajo de eso había tres líneas de texto en ruso, rumano, e inglés. No necesité
leer la traducción inglesa para saber lo que cada línea decía porque era lo
estándar para la tumba de un guardián: ‗Servicio Eterno‘.

El sacerdote dijo las palabras usuales en un entierro, dándome las


bendiciones de una religión que yo no estaba segura de creer. Esa fue la cosa
menos extraña, no obstante el verme observar mi propio entierro fue muy
extraño. Cuando él terminó, Alberta tomó su lugar. Ensalzar los logros del
difunto era también lo normal en el entierro de un guardián—y Alberta tenía
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muchas cosas que decir sobre mí. Si hubiera esta allí, seguramente hubiera
terminado en lágrimas. Ella concluyo narrando mi última batalla, cómo había
muerto defendiendo a Lissa.

Eso en verdad no se me hizo tan extraño. Digo, no me entiendan mal.


Todo lo que sucedía aquí era completamente desquiciante. Pero,
razonablemente hablando, si en verdad estaba observando mi entierro, tenia
sentido que hubiese muerto protegiéndola.

Lissa no compartía mis sentimientos. Las noticias eran como una


bofetada en su rostro. Repentinamente cayó en cuenta del horrible sentimiento
hueco en su pecho, como si una parte suya se hubiese ido. La unión sólo
funcionaba en una dirección, pero Robert había jurado que perder la unión con
su consorte le había dejado en agonía. Lissa lo comprendió ahora, el dolor tan
terrible, solitario. Le faltaba algo que ella nunca aun había sabido que había
tenido. Las lágrimas cayeron de sus ojos.

Éste es un sueño, se dijo a sí misma. Eso es todo. Pero nunca un espíritu la


había hecho soñar como esto. Sus experiencias siempre habían sido con Adrian,
y los sueños se habían parecido a llamadas telefónicas.

Cuando los dolientes se dispersaron del cementerio, Lissa sintió el toque


de una mano en su hombro. Christian. Ella se lanzó con gratitud a sus brazos,
esforzándose en refrenar sollozos. Él se sintió real y sólido. Seguro. ―¿Cómo
ocurrió esto?‖. Le preguntó. "¿cómo pudo ocurrir?‖

Christian la soltó, sus cristalinos ojos azules eran más serios y tristes de
lo que alguna vez había visto. ―Tú sabes cómo. Esos Strigoi estaban tratando de
matarte. Ella se sacrificó para salvarte‖.

Lissa no recordaba eso, pero no importaba. ―No puedo... no puedo creer


que esto esté ocurriendo‖. Ese vacio atormentador aumentó dentro de ella.

―Te tengo más malas noticias‖, le dijo Christian.

Ella se quedó mirándolo fijamente con asombro. ―¿cómo podría


empeorar esto?‖

―Me voy‖.

―Te vas... ¿Qué? ¿Del Tribunal?‖

―Sí. Lo dejo todo‖. La tristeza en su cara aumentó. ―Te dejo‖.

Su mandíbula casi se cayó. ―¿Qué... ¿que sucedió? ¿Qué hice?‖

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―Nada‖. Él apretó su mano y la dejó a ir. ―Te amo. Siempre te amaré.


Pero tú eres quien eres. Eres la última Dragomir. Siempre habrá algo que te
aleje... que se interponga en tu camino. Necesitas reconstruir tu familia. No soy
él que necesitas‖.

―¡Por supuesto que lo eres! ¡Eres el único! El único con quien quiero
hacer mi futuro‖.

―Tú dices eso ahora, pero hay que esperar. Hay mejores opciones. Oíste
la broma de Adrian. ‗¿Pequeños Dragomirs?‘ Cuando estés lista para los niños
en pocos años, vas a necesitar un montón. Los Dragomirs necesitaran ser fuertes
otra vez. ¿Y yo? No soy lo suficientemente responsable para manejar eso‖.

―Serías un gran padre‖, ella discutió.

―Sí‖, él se mofó, ―y sería un activo grande para ti—la princesa casada con
su amigo de la familia Strigoi‖.

―¡No me importa nada de eso, y tú lo sabes‖-. Ella intentó sujetarse de su


camisa, obligándolo a mirarla. ―Te amo. Quiero que seas parte de mi vida. Nada
de esto tiene sentido. ¿Estas asustado? ¿Eso es? ¿Te asusta el peso del apellido
de mi familia?‖

Él apartó su mirada. ―Déjame decirte que no es un nombre fácil llevar‖.

Ella lo remeció. ―¡No te creo! ¡Tú no tienes miedo de nada! Nunca das
marcha atrás‖.

―Doy marcha atrás ahora‖. Él se apartó suavemente de ella. ―Yo


realmente te amo. Es el porqué estoy haciendo esto. Es lo mejor‖.

―Pero no puedes...‖. Lissa gesticuló hacia mi tumba, pero él ya se


marchaba dando media vuelta. ―¡No puedes! Ella se ha ido. Si tú te vas, no
quedará nadie...‖

Pero Christian ya estaba ausente, desvaneciéndose entre la niebla que no


había estado allí hace unos minutos antes. Lissa quedó sólo con mi lápida
sepulcral como compañía. Y por primera vez en su vida, ella estaba de verdad
sola. Ella se había sentido sola cuando su familia murió, yo había sido su ancla,
siempre resguardándola, protegiéndola. Cuando Christian llegó, había
mantenido a distancia la soledad, llenando su corazón de amor.

Pero ahora... ahora ambos estábamos ausentes. Su familia se había ido.


Aquel agujero dentro amenazaba con consumirla, y el dolor que sentía era más
que simplemente la pérdida de la unión. Quedarse sola era una cosa terrible,
terrible. No hay nadie a donde correr, nadie en quien confiar, nadie a quién le
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importe lo qué te ocurre. Ella había estado sola en el bosque, pero eso no era
nada como esto. Nada en absoluto.

Quedándose con la mirada fija alrededor, deseó poder ir a hundirse en


mi tumba y cesar su tormento. No... Espera. Ella realmente podía terminar con
esto. Diga "alto" la anciana le había dicho. Eso era todo lo que necesitaba para
acabar con el dolor. Éste era un sueño del espíritu, ¿verdad? Lo era, era más
realista y consumidor que cualquiera sueño que alguna vez hubiese afrontado,
excepto que al final, todos los soñadores despertaban. Una palabra, y esto se
convertía en una pesadilla mortecina.

Mirando fijamente en el Tribunal vacio, ella casi dio la orden. Pero...


¿quería ella terminar las cosas? Había prometido luchar en estas pruebas. ¿Se
daría por vencida por un sueño? ¿Un sueño sobre el quedarse sola? Parecía un
asunto menor, pero la fría verdad estaba aquí nuevamente: Nunca he estado sola.
No sabia si podía continuar por sí misma, pero luego, se dio cuenta de que si
esto no fuese un sueño—y que Dios no lo quiera—no había una manera de
detener todo, entonces todo sería autentico. Y si no podía enfrentarse a la
soledad en un sueño, nunca podría despertarse. Y tanto como esto la asustaba,
decidió que no iba a echarse atrás en esto. Algo la urgió hacia la niebla, y ella
camino hacia allí—a solas.

La niebla debería de haberla conducido hacia los jardines de la iglesia. En


lugar de eso, el mundo se re-materializó y ella se encontró en una sesión del
Tribunal. Era una sesión abierta, con un público Moroi oyente. A diferencia de
lo usual Lissa, no se sentó con la audiencia. Ella estaba en la mesa del Concilio,
con sus trece sillas. Ella se sentó en lugar donde los Dragomirs comían. La silla
del centro, la silla del monarca, estaba ocupada por Ariana Szelsky.
Definitivamente un sueño, alguna parte irónica de su pensamiento logró decir.
Ella contaba con un lugar en el Concilio y Ariana era la reina. Demasiado bueno
para ser cierto.

Como siempre, el Concilio estaba en un debate acalorado, y el tema me


era familiar: El decreto de edad. Algunos miembros del Concilio argumentaron
que era inmoral. Los otros sostuvieron que la amenaza Strigoi era demasiado
grande. Tiempos desesperados pedían acciones desesperadas, aquella gente
dijo.

Ariana miró atentamente hacia abajo en la mesa de Lissa. ―¿Qué piensa


la familia Dragomir?‖, Ariana no era ni tan amable como lo había sido en la
furgoneta, ni hostil como Tatiana. Ariana era neutral, una reina administrando
a un Concilio y recogiendo la información que necesitaba. Cada par de ojos en
la sala giraron hacia Lissa.

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Por alguna razón, cada idea coherente había huido de su cabeza. Su


lengua se sentía gruesa en su boca. ¿Qué pensaba? ¿Cuál era su opinión sobre el
decreto de edad? Ella desesperadamente intentó rebuscar una respuesta.

―Yo... creo que está errado‖.

Lee Szelsky, quien había tomado la representación de su familia cuando


Ariana se convirtió en reina, bufó con repugnancia. ―¿Puede explicarse,
princesa?‖

Lissa tragó. ―Disminuir la edad custodia no es la forma de protegernos.


Necesitamos... necesitamos aprender a protegernos nosotros mismos también‖.

Sus palabras fueron escuchadas con mayor desprecio y estupor. ―Y


dígame…‖, continuó Howard Zeklos, ―¿Cómo piensa usted hacer eso? ¿Cuál es
su propuesta? ¿Entrenamiento obligatorio para todas las edades? ¿Iniciar un
programa en las escuelas?‖

Otra vez Lissa buscó a tientas las palabras. ¿Cuál era el plan? Ella y
Tasha lo habían discutido muchas veces, planificando una estrategia para este
mismo asunto de cómo implementar la capacitación. Tasha prácticamente había
martillado esos detalles en su cabeza con la esperanza de que Lissa pudiera
hacer oír su voz. Aquí estaba ella ahora, representando a su familia en el
Concilio, con la oportunidad de cambiar las cosas y mejorar la vida de los
Moroi. Todo lo que ella tenía que hacer era explicarlo. Tantos contaban con ella,
tantos esperaban oír las palabras acerca de lo que ella sentía tan
apasionadamente. ¿Pero qué eran? ¿Por qué Lissa no los recordaba? Debió
haber tardado demasiado tiempo en contestar porque Howard levantó sus
manos con repugnancia.

―Lo sabia. Fuimos tontos al permitir que una niña este en el Concilio. Ella
no tiene nada útil que ofrecer. Los Dragomirs se han ido. Han muerto con ella, y
necesitamos aceptar eso‖.

Han muerto con ella. La presión de ser la última de su línea había pesado
en Lissa desde el momento en que un doctor le había dicho que sus padres y su
hermano habían muerto. La última de una línea que había investido a los Moroi
y había producido algunos de los más grandes reyes y reinas. Ella se había
prometido solemnemente a sí misma, repetidas veces, que no decepcionaría ese
linaje, que vería el orgullo de su familia recuperado. Y ahora todo eso se caía a
pedazos.

Incluso Ariana, a quién Lissa había considerado una defensora, lucia


decepcionada. La audiencia comenzó a burlarse, haciendo eco de la llamada de
retirar a esa niña tímida para hablar con el Concilio. Gritaron que ella se retirara.
Luego, empeoró aún más: ―¡El dragón está muerto! ¡El dragón está muerto!‖
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RICHELLLE MEAD

Lissa casi reintentó dar su discurso, pero entonces algo le hizo mirar
detrás de ella. Allí, los doce símbolos familiares colgados en la pared. Un
hombre había aparecido de pronto y desmontaba el sello de los Dragomir, con
su dragón e inscripción en rumano. El corazón de Lissa se hundió mientras los
gritos en la sala aumentaban cada vez más y su humillación crecía. Ella se
levantó, queriendo salir corriendo de allí y esconderse de la deshonra. En lugar
de eso, sus pies la condujeron a la pared con sus sellos. Con más fuerza de la
que ella se creyó capaz de poseer, tironeó con fuerza el sello del dragón lejos del
hombre.

―¡No!‖ gritó. Se volvió hacia la audiencia y sostuvo en alto el sello,


desafiándoles a que se acercaran y se lo quitaran o negaran su posición social
constitucional en el Concilio. "Esto. Es. Mío. ¿Me oyen? ¿Esto es mío?'

Ella nunca sabría si ellos la escucharon porque desaparecieron, algo


similar como en el cementerio. El silencio cayó. Y ahora ella estaba sentada en
una de las habitaciones de las revisiones médicas en St. Vladimir. Los detalles
familiares eran raramente reconfortantes: El fregadero con su jabón anaranjado
de mano, las alacenas pulcramente etiquetadas, las gavetas, y aun los carteles
informativos de salud en las paredes.

ESTUDIANTES: ¡PRACTIQUEN SEXO SEGURO!

Igualmente la bienvenida era del medico interno de la escuela: el Dr.


Olendzki. El doctor no estaba solo. Estaba de pie junto a Lissa—quien estaba
sentada sobre la mesa—estaba la terapeuta que se llamaba Deirdre y... yo.
Verme a mi misma fue muy loco, pero después del entierro, comencé a
acostumbrarme a todo esto.

Una mezcla sorprendente de sentimientos fluía a través de Lissa,


sentimientos fuera de control. Felicidad por vernos. Desesperación en vida.
Confusión. Sospecha. Ella parecía no poder mantener una emoción o
pensamiento. Era un sentimiento muy diferente a la del Concilio, cuándo no
había sido capaz de expresarse. Su mente ahora estaba ordenada—ella acababa
de perder la pista de su punto. Aquí, no había nada a lo que seguirle la pista.
Era un desorden mental.

―¿Me entiendes?‖, el Dr. Olendzki le preguntó. Lissa sospechó que el


doctor ya había realizado esta pregunta. ―Esto trasciende lo que podemos
controlar. La medicación ya no surte efecto‖.

―Créeme, no queremos lastimarte. Pero ahora que otros están en


peligro... Bueno, ya debes de saber por qué tenemos que actuar‖. Esa era
Deirdre. Siempre pensé que ella era una presumida, en particular desde que su
método terapéutico involucraba responder preguntas con preguntas. No había
ningún humor astuto. Deirdre era mortalmente seria.
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Ninguna de sus palabras tenían sentido para Lissa, pero lo de lastimarte a


ti misma provocó algo adentro ella. Se miró sus brazos. Estaban desnudos... y
estropeados con cortes. Cortes que ella solía hacerse cuando la presión de
espíritu crecía demasiado intensa. Ellos habían sido su única salida, un horrible
tipo de liberación. Estudiándoles ahora, Lissa vio que los cortes eran mayores y
más profundos que antes. El tipo de cortes que lindaban con el suicidio. Miró
hacia arriba.

―Quién... ¿A quién lastimé?‖

―¿No recuerdas?‖el Dr. Olendzki le preguntó.

Lissa negó con la cabeza, buscando desesperadamente una respuesta en


aquellos rostros. Su fija mirada cayó sobre mí, y mi cara era tan oscura y
sombría como la de Deirdre. ―Está bien, Liss‖, le dije. ―Todo va a estar bien‖.

No me sorprendió eso. Naturalmente, era lo que yo diría. Siempre


reconfortaba a Lissa. Siempre me encargaba de ella.

―No es importante‖. Deirdre añadió con voz suave y calmada. ―Lo que
importa es que nadie nunca más será lastimado. No quieres lastimar a nadie,
¿verdad?‖

Por supuesto que Lissa no lo quería, pero su mente trastornada se desvió


a otra parte. ―¡No me trates como a un niño!‖ La sonoridad de su voz llenó el
cuarto.

―No fue mi intención‖, exclamó Deirdre, un dechado de paciencia. ―Sólo


queremos ayudarte. Queremos que estés a salvo‖.

La paranoia se elevó a alturas insospechadas por las emociones de Lissa.


En ningún lugar estaba a salvo. Ella estaba segura sobre eso... pero nada más.
Excepto tal vez algo acerca de un sueño. Un sueño, esto es un sueño...

―Podrán encargarse de ti en Tarasov‖, le explicó el Dr. Olendzki. ―Se


asegurarán de que te encuentres cómoda‖.

―¿Tarasov?‖ Lissa y yo hablamos al unísono. Esta otra Rose apretó sus


puños y los miró encolerizadamente. Otra vez, una reacción atípica para mí.

―Ella no irá a ese lugar‖, expresó con un gruñido Rose.

―¿Piensas que queremos hacer esto?‖ le preguntó Deirdre. Era la primera


vez realmente que vi su fría fachada desmoronarse. ―No lo hacemos. Pero el
espíritu... lo que hace... no tenemos ninguna elección...‖

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Las imágenes de nuestro viaje hacia Tarasov pasaron como un


relámpago por la mente de Lissa. Los fríos, fríos corredores. Los gemidos. Las
celdas diminutas. Ella recordó ver la sala psiquiátrica, la sección donde los
usuarios del espíritu estaban encerrados. Encerrados indefinidamente.

―¡No!‖, gritó, levantándose de un salto de la mesa. ―¡No me envíen a


Tarasov!‖ Ella miró alrededor buscando una manera de escapar. Las mujeres
estaban entre ella y la puerta. Lissa no podía correr. ¿Qué magia podría usar?
Seguramente había algo. Su mente tocó el espíritu, mientras lanzaba un
hechizo.

La otra Rose la sujetó de una mano, probable porque ella había sentido
los movimiento del espíritu y buscaba detener a Lissa. ―Existe otra manera‖, mi
alter ego le dijo a Deirdre y al Dr. Olendzki. ―Puedo extraerlo de ella. Puedo
arrancar todo de ella, como Anna lo hizo con St. Vladimir. Puedo llevarme la
oscuridad e inestabilidad. Lissa estará cuerda otra vez‖.

Todo el mundo clavó los ojos en mí. Bueno, mi yo.

―Pero pasará a ti, ¿verdad?‖ el Dr. Olendzki le preguntó. ―No


desaparecerá‖.

―No me importa‖, les dije tercamente. ―Iré a Tarasov. No la envíen a ella.


Yo puedo hacerlo siempre y cuando ella me necesite‖.

Lissa me observó, apenas creyendo lo que ella oía. Sus caóticos


pensamientos se volvieron alegres. ¡Sí! Escape. Ella no se volvería loca. No iría a
Tarasov. Entonces, en algún lugar de la maraña de sus recuerdos...

―Anna se suicidó‖, murmuró Lissa. Su comprensión de la realidad era


todavía tenue, pero la gravedad del pensamiento fue suficiente como para
calmar momentáneamente su acelerada mente. ―Ella enloqueció por ayudar a
St. Vladimir‖.

Mi otro ego se rehusó a mirar a Lissa. ―Es simplemente una historia.


Tomaré la oscuridad. Envíamela‖.

Lissa no sabía qué hacer o pensar. No quería ir a Tarasov. Esa prisión le


daba pesadillas. Y ahí estaba yo, ofreciéndole una salida, ofreciéndome a
salvarla como siempre lo había hecho. Lissa quería eso. Quería salvarse. No
quería volverse loca como todos los otros usuarios del espíritu. Si ella aceptaba
mi oferta, ella sería libre.

Sin embargo... en el borde o no, a ella yo le importaba demasiado. Había


hecho demasiados sacrificios por ella. ¿Cómo podía dejarme hacer esto? ¿Qué

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clase de amiga sería, condenándome a esa vida? Tarasov asustaba a Lissa. Una
vida enjaulada asustaba a Lissa. Pero yo afrontándolo la asustó aún más.

No había un buen resultado aquí. Ella deseó que todo esto desapareciese.
Puede que si sólo cerrase sus ojos… ¡Espera!. Recordó de nuevo. El sueño. Ella
estaba en un sueño de espíritu. Todo lo que tenía que hacer era despertarse.

Diga "alto".

Costó menos esfuerzo esta vez. Decir la palabra era la salida fácil, la
solución perfecta. No habría Tarasov para cualquiera de nosotras, ¿cierto?
Entonces, sintió una presión de su mente, una calma de esos sentimientos
caóticos. Sus ojos se ampliaron cuando ella se percató de que yo ya había
comenzado a absorber la oscuridad. ‗Alto‘ pasó al olvido.

―¡No!‖, El espíritu quemó por ella, y ella levantó un muro sobre la unión,
bloqueándome.

―¿Qué haces?‖, Mi otro yo preguntó.

―Te estoy salvando‖, respondió Lissa. ―Me salvo a mi misma‖. Giró hacia
el Dr. Olendzki y Deirdre. ―Comprendo lo que ustedes tienen que hacer. Está
bien. Llévenme a Tarasov. Colóquenme donde no podré lastimar a nadie‖.

Tarasov. Un lugar donde las verdaderas pesadillas caminaban por los


vestíbulos. Se preparó sicológicamente mientras la oficina se desvanecía,
alistándose para la siguiente parte del sueño: Una fría celda de piedra, con
cadenas en las paredes y gente gimiendo detrás de los pasillos...

Pero cuando el mundo se volvió a armar a sí mismo, no había Tarasov.


Solo había un cuarto vacío con una anciana y un cáliz de plata. Lissa miró a su
alrededor. Su corazón latía velozmente, y su sentido del tiempo estaba
desfasado. Las cosas que había visto habían durado una eternidad. Sin
embargo, simultáneamente, tuvo la impresión de que sólo había pasado un par
de segundos desde que ella y la anciana habían empezado a conversar.

―Qué... ¿Qué fue eso?‖ preguntó Lissa. Su boca estaba seca, y el agua
parecía bien ahora... pero el cáliz estaba vacío.

―Su miedo,‖ le respondió la anciana, sus ojos brillando


intermitentemente. ―Todos sus miedos, presentados con esmero en fila‖.

Lissa colocó el cáliz en la mesa y se apretujó las manos. ―Fue terrible. Era
el espíritu, pero… esto no es nada comparado con lo que he visto antes. Invadió
mi mente, revolviéndola completamente. Era tan real. Hubo un momento en el
que creí que era real‖.

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―Pero usted no lo detuvo‖.

Lissa fruncido el ceño, pensando qué tan cerca había estado. ―No‖.

La anciana sonrió y no dijo nada.

―¿Terminó…?‖, Lissa preguntó, confundida. ―¿Puedo irme?‖

La anciana asintió. Lissa se puso de pie y echó un vistazo entre las dos
puertas, por la que Lissa había entrado y la sencilla en la parte trasera. Aún en
estado de choque, Lissa automáticamente caminó hacia la puerta por la que ella
había venido. Realmente no quería ver a esas personas puestas en fila en el
vestíbulo otra vez sin embargo, puso una buena cara de princesa. Además, sólo
había una fracción aquí comparado con el grupo que la había saludado después
de la última prueba. Sus pasos se detuvieron cuando la anciana habló otra vez y
apuntó hacia la parte trasera de la habitación.

―No. Esa es para los que fallan. Usted tiene que salir por esta puerta‖.

Lissa se giró y se acercó a la puerta llana. Parecía que conducía al aire


libre, que probablemente estaba bien. Paz y tranquilidad. Tenía la impresión de
que debía de decirle algo a su compañera pero no sabía qué. Luego, ella
simplemente giró la manija y caminó hacia el exterior...

Entre una multitud que coreaba al dragón.

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VEINTIDOS

―Esta increíblemente feliz.‖

Parpadee y encontré a Sonya mirándome. El CR-V y la I-75 zumbaban a


mí alrededor, la parte de fuera revelaba poco a excepción de las llanuras del
medio oeste y los árboles. Sonya no parecía tan espeluznantemente loca como
cuando volvió al colegio o a su casa. Sobre todo, aun parecía dispersa o confusa,
algo que se esperaba. Dude antes de contestar, pero finalmente decidí que no
había razón para detenerme.

―Lissa ha pasado la prueba del segundo monarca.‖

―Por supuesto que lo ha hecho,‖ Dijo Víctor. Estaba mirando por la


ventana hacia fuera. El tono de su voz sugería que solo estaba perdiendo el
tiempo diciendo algo que era obvio.

―¿Ella está bien?‖ pregunto Dimitri. ―¿Lesionada?‖

En su momento, esto me habría provocado celos. Ahora, solo era un


signo de nuestra preocupación compartida por Lissa.

―Ella está bien.‖ Dije, preguntándome si era totalmente cierto. No estaba


físicamente herida, pero después de lo que había visto… bien, ella debía tener
cicatrices de otro tipo. La puerta trasera también había supuesto una sorpresa.
Cuando ella había visto un grupo detrás de la primera puerta, pensó que
significaba que solo unos pocos iban tan lejos como para ser candidatos. No.
Resulto que todo el mundo estaba esperando para ver salir a los vencedores.
Fiel a su promesa, Lissa no les dejo verla. Salió con la cabeza en alto, sonriendo
a sus espectadores y aficionados, como si poseyera la corona.

Yo tenía sueño, pero el triunfo de Lissa me dejo sonriendo por un largo


tiempo. Había algo agotador en esta carretera sin fin. Víctor había cerrado los
ojos y estaba apoyado contra el vidrio. No pude ver a Sydney cuando me di la
vuelta para echarle un ojo, lo que significaba que ella también había decidido
echarse una siesta o estaba acostada. Bostece, preguntándome si me atrevería a
arriesgarme a dormir. Dimitri me había instado a hacerlo cuando dejamos la
casa de Sonya, sabiendo que podría usar más de un par de horas hasta que
Sydney me cogiera.

Incline la cabeza contra el asiento y cerré los ojos, cayendo dormida al


instante. Después de vivir a través de Lissa la prueba, los sueños del espíritu me

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habían dejado una sensación siniestra. Al mismo tiempo, esto podía ser una
oportunidad para ver a Adrián. Y… así fue.

Solo que aparecimos en un lugar totalmente inesperado: el jardín de


Sonya. Había un cielo asombrosamente azul y claro, las flores brillantes, casi
como si miraran a Adrian en el proceso.

Llevaba un jersey de cachemira color verde que le hacía bastante


atractivo para mí, era más magnifico que cualquiera de los jardines o de otras
maravillas.

―¡Adrian!‖

Corrí hacia él, y me levanto fácilmente, dando vueltas alrededor. Cuando


me coloco de nuevo sobre mis pies, estudio el jardín y asintió con aprobación.
―Debería dejarte escoger el lugar más a menudo. Tienes buen gusto. Por
supuesto, desde que sales conmigo, ya lo sabíamos.‖

―¿Qué quieres decir con ‗elegir el lugar‘?‖ pregunte, atando mis manos
alrededor de su cuello.

Se encogió de hombros. ―Cuando extendí la mano y sentí que estabas


durmiendo, llame al sueño, pero no estaba pensando en ningún lugar. Así que
deje que tu subconsciente lo eligiera.‖ Irritado, tiro de su jersey de cachemira.
―Sin embargo no voy vestido para la ocasión.‖ El jersey brillante, pronto fue
sustituido por una ligera camiseta gris con un diseño abstracto delante.

―¿Mejor?‖

―Mucho.‖

El sonrió y me beso en la frente. ―Te eche de menos, pequeña dhampir.


Tu puedes espiar a Lissa y a nosotros todo el tiempo, pero lo mejor que obtengo
son estos sueños, y honestamente, no puedo imaginarme cuando vas a
programarlos.‖

Me di cuenta de que con mi ‗espionaje‘ sabia más de lo que acababa de


ocurrir en la corte que él. ―Lissa ha pasado su segunda prueba.‖ Le dije.

Así fue. Su expresión me lo indico. Él no sabía nada acerca de la prueba,


probablemente porque había estado durmiendo. ―¿Cuándo?‖

―Justo ahora. Era una pregunta difícil, pero la paso.‖

―Para su deleite, sin duda. Aun así… esto nos da más tiempo a nosotros
para limpiar tu nombre y traerte de vuelta a casa. No estoy seguro de querer
que vuelvas a casa.‖ Miro alrededor. ―El oeste de Virginia es mucho mejor de lo
que pensaba.‖

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Me reí. ―No es el oeste de Virginia—que no es tan malo, de todos modos.


Es la casa de Sonya Karps…―

Me quede inmóvil, incapaz de creer lo que había estado a punto de decir.


Estaba tan feliz de verle, tan a gusto… que casi me deje llevar y meter la pata. El
rostro de Adrian se puso tenso y grave.

―¿Has dicho Sonya Karp?‖

Varias opciones aparecieron en mi cabeza. Mentir era la más fácil. Podía


decirle que era un lugar de hace mucho tiempo al que habíamos ido tal vez en
una excursión a su casa. Aunque esto era bastante débil. Además, podía
imaginarme que la expresión de mi cara denotaba culpabilidad. Me había
pillado. Una mentira no confundiría a Adrian.

―Si,‖ dije finalmente.

―Rose. Sonya Karp es un Strigoi.‖

―Ya no.‖

Adrian suspiro. ―Sabía que tu fuera de problemas era demasiado bonito


para ser verdad. ¿Qué ha ocurrido?‖

―Um, Robert Doru la ha restaurado.‖

―Robert.‖ El labio de Adrian se vio con desdén. Los dos usuarios de


espíritu no se llevaban nada bien. ―Y solo porque me siento en pleno derecho—
lo que significa, viniendo de mi—voy a tomarme la libertad de la conjetura de
que Víctor Dashkov también está contigo.‖

Asentí, deseando desesperadamente que alguien me despertara y


escapar del interrogatorio de Adrian. Maldita sea. ¿Cómo podía haber caído
así?

Adrian me soltó y camino en pequeños círculos. ―Muy bien. Tú, Belikov,


la alquimista, Sonya Karp, Víctor Dashkov y Robert Doru estáis moviéndoos
por el oeste de Virginia juntos.‖

―No,‖ dije.

―¿No?‖

―Nosotros no estamos, uh, en el oeste de Virginia.‖

―¡Rose!‖ Adrian se detuvo y se dirigió de nuevo hacia mí. ―¿Dónde


demonios estas entonces? Tu padre, Lissa—todo el mundo cree que estas sana y
a salvo.‖

―Lo estoy,‖ dije con altivez. ―Solo que no en el oeste de Virginia.‖

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―¿Entonces dónde?‖

―No puedo… no puedo decírtelo.‖ Odiaba estar diciéndole esas palabras


y ver el aspecto de su cara. ―Una parte por seguridad. Otra porque… bien, um,
en realidad no lo sé.‖

Me agarro las manos. ―No puedes hacer esto. No puedes huir en una
especie de capricho loco. ¿No lo entiendes? Te mataran si te encuentran.‖

―¡No es un capricho loco! Estamos haciendo algo importante. Algo que


va ayudarnos a todos.‖

―Algo que no puedes decirme.‖ Aventuro.

―Es mejor si no estás involucrado,‖ dije, apretando sus manos con fuerza.
―Mejor si tú no sabes los detalles.‖

―Y mientras tanto, puedo permanecer tranquilo porque llevas un equipo


de elite detrás de ti.‖

―¡Adrian por favor! Por favor solo confía en mí. Créeme cuando digo que
tengo una buena razón,‖ le rogué.

Dejo ir mis manos. ―Creo que tú piensas que tienes una buena razón.
Solo que no puedo imaginar cual es para que arriesgues tu vida en ello.‖

―Es lo que hago,‖ dije, sorprendida de cuan seria estaba. ―Algunas cosas
valen la pena.‖

Unas piezas raras cruzaron mi visión, como cuando una tele va mal. El
mundo empezó a desvanecerse. ―¿Qué pasa?‖

El frunció el ceño. ―Alguien o alguna cosa me está despertando.


Probablemente mi madre me revisa por enésima vez.‖

Llegue a él, pero se estaba desvaneciendo. ―¡Adrian! Por favor, no se lo


digas a nadie. ¡A nadie!‖

No sé si llego a escuchar mis suplicas o no, porque el sueño desapareció


por completo. Me desperté en el coche. Mi inmediata reacción fue maldecir,
pero no quería alertar a nadie sobre la cosa más idiota que acababa de hacer.
Mirando detrás, estuve a punto de saltar de mi asiento cuando vi a Sonya
mirándome fijamente.

―Estabas teniendo un sueño con el espíritu,‖ dijo ella.

―¿Cómo lo sabes?‖

―Tu aura.‖

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Hice una mueca. ―Las auras sirven para ser guay, pero ahora empiezan a
ser molestas.‖

Ella rio en voz baja, dándome cuenta de que era la primera vez que la oía
hacerlo desde que había sido restaurada. ―Son muy informativas si tú sabes
cómo leerlas. ¿Estabas con Vasilisa?‖

―No. Mi novio. También es un usuario del espíritu.‖

Sus ojos se abrieron con sorpresa. ―¿Es con quien estabas?‖

―Sí. ¿Por qué? ¿Algo va mal?‖

Ella frunció el ceño viéndose perpleja. Unos momentos después, miro


hacia el asiento delantero donde Dimitri y Robert estaban sentados y entonces
me estudio con tal escrutinio que me dio escalofríos en la columna.

―Nada. Nada está mal.‖

Tuve que burlarme de ella. ―Vamos, parecía como si…―

―¡Ahí!‖ Sonya se volvió bruscamente y se inclinó hacia delante


señalando. ―Coge esa salida.‖

Estábamos cerca de pasarnos ‗esa salida‘ y Dimitri tuvo que hacer


algunas maniobras de lujo—algo así como nuestra huida en Pennsylvania—
para conseguirlo. El coche se sacudió y oí detrás de mí a Sydney gritar.

―Avisa la próxima vez sería muy útil,‖ señalo Dimitri.

Sonya no estaba escuchando. Su mirada se fijó en el camino por el que


íbamos. Llegamos a un semáforo en rojo, en el que había un cartel alegre:
BIENVENIDOS A ARBOR, MICHIGAN. La chispa de vida que había visto unos
momentos antes, se había ido. Sonya había vuelto a su tensión, casi como un
robot. A pesar de la dura negociación de Sydney, Sonya aun parecía incomoda
con este viaje. Todavía se sentía culpable y traidora.

―¿Estamos aquí?‖ pregunte con ansiedad. ―¿Cuánto tiempo hemos


estado en la carretera?‖ No me había dado cuenta de la mayoría de trayecto.
Estuve despierta la primera parte, pero el resto había estado con todo lo de
Lissa y Adrian.

―Seis horas.‖ Dijo Dimitri.

―Girad a la izquierda en este segundo semáforo,‖ dijo Sonya. ―Ahora a


la derecha en la esquina.‖

La tensión se acumulaba en el coche. Todo el mundo estaba despierto, y


mi corazón se aceleró a medida que entrabamos más en los suburbios. ¿Qué
casa? ¿Estábamos cerca? ¿Era una de estas? Había sido un viaje rápido, pero

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parecía extenderse hasta el infinito. Todos dejamos escapar un suspiro colectivo


cuando Sonya de repente señalo.

―Allí.‖

Dimitri avanzo por el camino de entrada de una casa de ladrillo con un


césped bonito, perfectamente recortado. ―¿Sabes si tus parientes aún viven
aquí?‖ Le pregunte a Sonya.

Ella no dijo nada, y me di cuenta de que estaba de vuelta en la tierra


prometida. Baje el botón de seguridad. Había vuelto a la vida. ―Creo que solo
hay un modo de averiguarlo,‖ dije, deshaciendo mi cinturón de seguridad. ―¿El
mismo plan?‖

Anteriormente Dimitri y yo habíamos hablado de quien iría y quien se


quedaría si Sonya nos llevaba al lugar adecuado. Dejar a los hermanos atrás era
una obviedad. La pregunta era quien se quedaba con ella y decidimos que
Dimitri se quedaría mientras Sydney y yo entrabamos con Sonya para cumplir
con sus familiares—los cuales sin duda tendrían una visita sorpréndete.

―Mismo plan,‖ acordó Dimitri. ―Ve a la casa. Te ves menos amenazante.‖

―¡Hey!‖

El sonrió. ―He dicho ‗te ves‘‖

Pero su razonamiento tenía sentido. Incluso si no me gustaba, había algo


poderoso e intimidante en Dimitri. Tres mujeres subiendo hacia la puerta
asustarían bastante—especialmente si era Sonya regresando a la normalidad.
Demonios, por todo lo que sabía, podría habernos llevado a propósito a la casa
equivocada.

―Ten cuidado,‖ dijo Dimitri, mientras salíamos del coche.

―Tú también,‖ respondí. Eso me saco otra sonrisa, un poco más cálida y
más profunda.

Los sentimientos que despertó en mí se fueron volando mientras Sonya,


Sydney y yo caminábamos por la acera. Mi pecho se paró. Esto era. ¿O que era?
¿Estábamos a punto de llegar a la conclusión de nuestro viaje? ¿Habíamos
encontrado realmente el último Dragomir, a viento y marea? ¿O había estado
jugando desde el principio?

No era la única que estaba nerviosa. Podía sentir a Sydney y a Sonya


crepitar por la tensión. Llegamos al escalón principal. Cogí aire hondo y toque
el timbre.

Unos segundos después, un hombre respondió—y era un Moroi. Un


signo prometedor.

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Miro cada uno de nuestros rostros, sin duda preguntándose qué hacían
un Moroi, un dhampir y humano en su puerta. Sonaba como el inicio de una
broma de mal gusto.

―¿Puedo ayudaros?‖ pregunto.

De repente estaba perdida. Nuestro plan había cubierto las cosas


grandes: encontrar a la mujer de Eric y el amado chico. Que decir una vez que
lo encontráramos, no estaba tan claro. Espere que una de mis compañeras
hablara, pero no fue necesario. La cabeza del Moroi se sacudió.

―¿Sonya?‖ jadeo. ―¿Eres tú?‖

Entonces, oí una voz de mujer joven detrás de él llamándole, ―Hey,


¿quién está ahí?‖

Alguien apareció a su lado, alguien alta y delgada—alguien que conocía.


Mi respiración se cortó, mientras miraba las ondas de pelo marrón y los ojos
verdes—ojos que deberían haberme avisado desde hacía mucho tiempo.

―Rose,‖ exclamo Jill Mastrano. ―¿Que estás haciendo aquí?‖

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VEINTITRES

Los pocos segundos de silencio que siguieron parecían extenderse hasta


la eternidad. Todo el mundo estaba confundido, cada uno por razones
totalmente diferentes. La sorpresa inicial de Jill había estado mezclada con
emoción, pero mientras miraba alrededor de un rostro a otro, su sonrisa
desapareció y se desvaneció hasta que miró perpleja hacia el resto de nosotros.

―¿Qué esta pasando?‖ Preguntó una nueva voz. Momentos más tarde,
Emily Mastrano apareció al lado de su hija. Emily me miró a mi y después a
Sydney con curiosidad y luego se quedó sin aliento cuando vio que al tercer
miembro de nuestro grupo.

―Sonya!‖Emily jalo a Jill hacia atrás, su cara llena de pánico. Emily no


era un guardián rápido, pero admiraba su capacidad de respuesta.

―Emily. . .?‖ la voz de Sonya era muy pequeña, a punto de quebrarse.


―Soy. . . soy yo. . . realmente yo. . .‖

Emily trató de arrastrar al hombre al interior también, pero se detuvo


cuando ella le dio un buen vistazo a Sonya. Al igual que cualquier otra persona,
Emily tenia que reconocer lo obvio. Sonia no tenía características Strigoi.
Además, ella estaba a plena luz del día. Emily vaciló y abrió la boca para
hablar, pero sus labios no podían manejarlo bien. Ella finalmente se volvió hacia
mí.

―Rose. . . ¿Qué pasa?‖

Me sorprendió que ella me considerara una autoridad, tanto porque


nosotras sólo nos habíamos conocido una vez y porque honestamente no estaba
muy segura de lo que estaba pasando. Me tomó unos cuantos intentos
encontrar mi voz. ―Creo. . . Creo que nosotros deberíamos de entrar. . . ―

La mirada de Emily cayó sobre Sonya. Jill trató de empujar para ver de
qué se trataba todo el drama, pero Emily siguió bloqueando la puerta, aun no
estaba totalmente convencida de que era seguro. Yo no podía culparla. Por fin,
ella hizo un gesto lento y se apartó para darnos acceso.

Los ojos de Sydney oscilaron hacia el coche, donde Víctor, Robert, y


Dimitri estaban esperando. ―¿Qué hay acerca de ellos?‖ Me preguntó.

Dudé. Quería que Dimitri estuviese conmigo cuando cayera la bomba,


pero Emily sólo poría ser capaz de manejar una cosa a la vez aquí. Los Moroi no
tenían que rondar los círculos de la realeza para saber quién era Víctor Dashkov

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o como lucia él. Nuestro viaje a Las Vegas había sido una prueba de ello.
Negué con la cabeza a Sydney. ―Ellos pueden esperar‖

Nos instalamos en la sala de estar familiar y comprendí que el hombre


que había respondido a la puerta era el esposo de Emily, John Mastrano. Emily
anduvo alrededor ofreciéndonos bebidas, como si se tratara de una visita
completamente normal, pero la mirada en su rostro confirmaba que ella
todavía estaba en estado de shock. Nos entregó vasos de agua como un robot,
su rostro tan pálido que ella bien podría haber sido una Strigoi.

John apoyó su mano sobre Emily, una vez que ella se sentó. El se
mantenía dándonos miradas cautelosas, pero para ella, él era todo cariño y
preocupación. ―¿Qué pasa?‖

Los ojos de Emily estaban aturdidos todavía. ―Yo. . . No lo sé. Mi prima


está aquí. . . pero no logro entender cómo. . .‖ Miró hacia atrás y adelante hacia
mí, Sydney, y Sonya. ―¿Cómo es esto posible? ―Su voz temblaba.

―¿Fue Lissa, no es así?‖? Exclamó Jill, que sin duda sabía la relativa
historia sórdida. Ella estaba comprensiblemente sorprendida—y un poco
nerviosa—pero la emoción estaba empezando a agitarse. ―He oído lo que
ocurrió con Dimitri. Es verdad, ¿cierto? Lissa puede sanar Strigoi. Ella lo salvó.
Ella salvó. . . ―. Jill se volvió hacia Sonya, el entusiasmo vacilando un poco. Me
preguntaba qué tipo de historias ella había oído sobre Sonia. ―Ella te salvo a ti‖.

―Lissa no lo hizo‖, dije. ―Otro, eh, usuario del espíritu lo hizo.‖

La cara de Jill se iluminó. ―¿Adrian?‖. Me había olvidado de su


enamoramiento de él.

―No. . . Alguien más. No es importante‖ añadí a toda prisa. ―Sonya esta...


Bien, ella es Moroi de nuevo. Confundida, sin embargo. Intranquila consigo
misma‖

Sonia había estado bebiendo a la vista de su prima, pero ahora se volvió


hacia mí con una irónica, y sabionda sonrisa. ‖Yo puedo hablar por mí, Rose‖

―Lo siento‖ dije.

Emily se volvió a Sydney y frunció el ceño. Ellas habían sido


presentadas, pero nada más. ―¿Por qué estás tu aquí?‖ Emily no tenia que decir
a lo que realmente se refería. Quería saber por qué un humano estaba aquí.
―¿Eres un alimentador?‖

―¡No!‖Exclamó Sydney, saltando de su lugar a mi lado en el sofá. Yo


nunca la había visto tan llena de indignación y repugnancia. ―¡Di eso otra vez, y
me largare de aquí! Soy una alquimista ―

Ella se encontró con miradas en blanco, y yo empuje a Sydney abajo.


‖Tranquila, chica. Yo no creo que ellos sepan lo que son los Alquimistas‖
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Secretamente, me alegré. Cuando por primera vez había descubierto a los


alquimistas, me había sentido como si fuera la última persona en el mundo en
enterarse. Era bueno saber que los demás estaban fuera de onda también.
Manteniendo las cosas simples por ahora, le expliqué a Emily, ―Sydney nos ha
estado ayudado‖

Las lágrimas llenaban los ojos azules de Emily cuando ella se volvió a su
prima. Emily Mastrano era una de las mujeres más impresionantes que jamás
había conocido. Incluso las lágrimas eran hermosas en ella. ―Eres realmente tu,
¿no es cierto? Ellos te trajeron de nuevo a mí. Oh Dios.‖ Emily se levantó y se
acercó para sostener a su prima en un profundo abrazo. ―Te he echado mucho
de menos. No puedo creer esto‖

Casi me dieron ganas de llorar, también, pero con severidad me recordé


que habíamos ido con una misión. Yo sabía que todo esto era sorprendente.
Nosotras acabábamos de poner el mundo de la familia Mastrano al revés. . . y
yo estaba a punto de complicar las cosas aún más. Odiaba hacerlo. Deseaba que
ellos pudieran tener el tiempo necesario para adaptarse, para celebrar el
milagro de tener a Sonya de vuelta. Pero el reloj en la Corte-y en mi vida-
seguía corriendo.

―Nosotros la trajimos. . .‖ Dije al fin. ―Pero hay otra razón por la que
estamos aquí.‖

No sé qué tono mi voz transmitió, pero Emily se puso rígida y dio un


paso atrás de Sonya, sentándose al lado de su marido. De alguna manera, en ese
momento, ella sabía por qué estábamos aquí. Pude ver en sus ojos que tenía
miedo—como si ella hubiese estado temiendo este tipo de visita durante años, o
como si se la hubiera imaginado cientos de veces.

Yo seguí adelante. ―Nosotros sabemos. . . nosotros sabemos acerca de


Eric Dragomir‖

―No‖ dijo Emily, su voz en una extraña mezcla de dureza y


desesperación. Su comportamiento obstinado era muy similar a la negativa
inicial de Sonya de ayudarnos. ―No. Nosotros no estamos haciendo esto‖

En el instante que había visto a Jill, en ese mismo instante había


reconocido esos ojos, sabia que estábamos en el lugar correcto. Las palabras de
Emily—más importante, su falta de negación—lo confirmaban.

―Tenemos que‖ dije. ―Esto es grave‖

Emily se volvió hacia Sonia. ―¡Tú lo prometiste! ¡Tu prometiste que no lo


dirías!‖

―No lo hice‖ dijo Sonia, pero su rostro tenía sus dudas.

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―Ella no lo hizo‖, dije con firmeza, con la esperanza de tranquilizar a


ambas. ―Es difícil de explicar. . . pero ella mantuvo su promesa‖

―No‖ repitió Emily. ―Esto no esta sucediendo. Nosotros no podemos


hablar de esto‖

―¿Qué. . . ¿Qué pasa?‖ exigió Jhon. La ira encendida en sus ojos. Él no


parecía cómodo con la idea de que personas extrañas molestaran a su esposa.

Dirigí mis palabras hacia Emily. ―Tenemos que hablar de esto. Por favor.
Necesitamos tu ayuda. Necesitamos su ayuda.‖ Hice un gesto hacia Jill.

―¿A que te refieres?‖ Preguntó Jill. Esa temprana chispa de ansiedad se


había ido, enfriada por la reacción de su madre.

―Esto es acerca de tu…‖Me detuve. Yo había venido para esto, estaba


lista para encontrar el hermano de Lissa—su hermana, ya lo sabíamos ahora—
sin pensar en las consecuencias. Debería haber sabido que esto sería un secreto
para todos—incluida la niña en cuestión. Yo no había considerado que esto
sería un choque para ella. Y esta no era solo una extraña al azar. Esta era Jill. Mi
amiga. La chica que era como una hermana menor para todos nosotros, la única
a la que nosotros cuidábamos. ¿Qué se supone que iba a hacer con ella?
Mirando a Jhon, me di cuenta de que las cosas eran aún peor. ¿Creía Jill que él
era su padre? Esta familia iba a ser sacudida en su corazón—y yo era la
responsable.

―¡No!‖ Lloró Emily, saltando de nuevo. ―¡Fuera! Todos ustedes. ¡No los
quiero aquí!‖

―Señora Mastrano…‖ Comencé. ―No puede pretender que esto no es real.


Tiene que enfrentarlo‖

―¡No!‖ ella señalo a la puerta. ―¡Fuera! ¡Fuera! O yo… ¡yo llamaré a la


policía! O a los guardianes. Tu…‖ la determinación destellaba sobre ella ahora
que el impacto inicial de ver a Sonya se había desvanecido. Víctor no era el
único criminal Moroi que debía estar en la cárcel. ―¡Tu eres una fugitiva! ¡Una
asesina!‖

―¡Ella no lo es!‖ Dijo Jill, Inclinándose cerca. ―Te lo dije, mama. Te lo dije
antes que era un error…‖

―Fuera‖ repitió Emily.

―Enviarnos lejos no cambiará la verdad‖ dije, forzándome a permanecer


calmada.

―¿Podría alguien por favor decirme que infiernos esta pasando?‖ La cara
de John estaba enrojecida, molesta y defensiva. ―Si yo no tengo una respuesta
en treinta segundos. Llamaré a los guardianes y a la policía‖

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Miré hacia Jill y no pude hablar. No sabía como decir lo que necesitaba
decir, al menos no delicadamente. Sidney, sin embargo, no tenía ese problema.

―Él no es tu padre‖ dijo bruscamente, apuntando a Jhon.

Hubo una insignificante pausa en el cuarto. Jill sin embargo lucía


decepcionada, como si ella hubiese estado esperando noticias más excitantes.

―Yo se eso. El es mi padrastro. O, bueno, mi padre al menos como yo lo


concibo‖

Emily se hundió de nuevo en el mueble, enterrando su cara en las manos.


Ella parecía estar llorando, pero yo estaba bastante segura de que ella podía
saltar en cualquier momento y llamar a las autoridades. Nosotros teníamos que
terminar esto rápido, sin importar cuan doloroso fuera.

―Cierto. El no es tu padre biológico‖ dije, mirando firmemente a Jill. Los


ojos, ¿como nunca me fije en los ojos?. ―Eric Dragomir lo es‖

Emily hizo un bajo sonido agudo.‖ No‖ ella suplicó. ―Por favor no hagas
esto‖

La ira de Jhon se transformó de nuevo a confusión que parecía estar tan


de moda en esta habitación. ―¿Que?‖

―Eso… no‖ Jill lentamente movió su cabeza. ―Eso es imposible. Mi padre


era solo…solo un tipo que huyó de nosotras‖

En algunos aspectos, eso no estaba lejos de la verdad, supuse. ―Era Eric


Dragomir‖ dije ―Tu eres parte de su familia. La hermana de Lissa. Tu eres…‖ yo
me sobresalte, notando que tenia que mirar a Jill en un modo completamente
distinto ―Tu eres de la realeza‖

Jill estaba siempre llena de energía y optimismo, funcionando en el


mundo con una ingenua esperanza y encanto. Pero ahora su cara estaba
lúgubre y sombría, haciéndola lucir más vieja que sus quince años. ‖No, esto es
una broma. Mi padre era un delincuente. Yo no soy… Rose, detente‖

―Emily‖ me sobresalte ante el sonido de la voz de Sonya, sorprendida de


oírla hablar. Yo estaba más sorprendida de su expresión. Autoritaria. Seria.
Determinada. Sonya era mas joven que Emily por… ¿que? Diez años, tenía que
suponer. Pero Sonya fijo en su prima una mirada que hizo que Emily luciera
como una niña desobediente ―Emily es tiempo de resignarte con esto. Tienes
que decirle a ella. Por el amor de Dios, tienes que decirle a Jhon. No puedes
mantener esto enterrado nunca mas‖

Emily miro hacia arriba y se encontró con los ojos de Sonya. ―No puedo
decirlo. Tu sabes que pasará… no puedo hacerle eso a ella‖

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―¡Ninguno de nosotros sabe que pasará!‖ Sonya dijo ―Pero las cosas se
volverán peor si no tomas el control ahora‖

Después de un largo tiempo, Emily finalmente miro lejos, fijándose en el


piso. La triste, triste apariencia de su rostro, rompió mi corazón. Y no sólo el
mío.

―¿Mamá?‖ pregunto Jill, su voz temblando ―¿Qué esta pasando? Esto es


un gran malentendido, ¿cierto?‖

Emily suspiró y miro hacia su hija ―No. Tú eres la hija de Eric Dragomir.
Rose tiene razón‖ Jhon hizo, un pequeño, y extraño sonido pero no
interrumpió a su esposa. Ella apretó la mano de él de nuevo. ―Lo que les dije a
ambos hace años… era verdad. En su mayoría. Nosotros tuvimos una breve…
relación. No una barata, exactamente. Pero breve‖ Ella se detuvo y miro esta
vez a Jhon, su expresión suavizándose. ―Yo te dije…‖

Él asintió. ―Y yo te dije que tu pasado no me importaba para mi. Nunca


afecto lo que yo siento por ti, por Jill. Pero yo nunca imaginé…‖

―Yo tampoco‖ ella estuvo de acuerdo ―Yo ni siquiera sabia quien era él
cuando nos conocimos por primera vez. Eso pasó cuando yo vivía en Las Vegas
y tuve mi primer trabajo, bailando en un espectáculo en la Hora Embrujada‖

Sentí mis ojos ampliarse. Nadie pareció notarlo. La hora embrujada. Mis
amigos y yo habíamos estado en ese casino mientras cazábamos a Robert. Y un
hombre allí había hecho una broma sobre el padre de Lissa estando interesado
por las chicas de los shows. Yo sabía que Emily trabajaba en una compañía de
Detroit ahora, esto era el por qué ellos vivían en Michigan. Nunca habría
supuesto que ella había comenzado como una bailarina de plumas—y vestido
de lentejuelas en un espectáculo en Las Vegas. Pero ¿por que no? Ella tendría
que haber comenzado en algún lugar y su altura, y estructura corporal grácil se
prestarían muy bien para cualquier tipo de baile.

―Él era muy dulce… y muy triste‖ Emily continuó ―Su padre acababa de
morir, y el había venido para ahogar sus penas. Yo entendía como una muerte
podía devastarlo, pero ahora… bueno, realmente comprendo. Era otra perdida
para su familia. Los números estaban bajando‖. Ella frunció el ceño
pensativamente y se encogió de hombros ―El era un buen hombre, y pienso que
el amaba de verdad a su esposa. Pero el estaba en un oscuro, y desfavorable
lugar. No creo que el estuviese usándome. Él se preocupaba por mí, pensó que
yo dudaba sobre lo que pasaría entre nosotros si tuviésemos otras
circunstancias. De todas formas, yo estaba bien con el modo en que terminaron
las cosas y estaba contenta de continuar con mi vida…hasta que Jill vino.
Contacté a Eric porque pensé que el debía de saberlo—creí que le había dejado
claro que no esperaba nada de él. En ese punto, sabiendo quién era el, no quería
nada. Y si yo lo dejaba, pensé que el te reconocería, tendría un rol en tu vida‖
Los ojos de Emily estaban en Jill ahora ―Pero yo ya había visto como es ese

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mundo. La vida en la Corte, las políticas y mentiras y puñaladas por la espalda.


Al final lo único que acepté de él fue dinero. Yo todavía no quería eso. No
quería sentirme como si le estuviera chantajeándole—pero quería asegurarme
de que tu futuro fuera seguro‖

Yo hablé sin pensar ―Tu realmente no vives como si estuvieses usando


ese dinero‖ Me arrepentí de las palabras tan pronto como estas salieron. Su casa
era perfectamente agradable, difícilmente parecía estar en el hueco de la
pobreza. Pero esta además no correspondía con los fondos transferidos que yo
había visto en esas cuentas bancarias.

―No lo hago‖ dijo Emily ―Están a la mano para emergencias, por


supuesto, pero mayormente las puse a un lado para el beneficio de Jill, para su
futuro. Para hacer lo que ella desee‖

―¿A qué te refieres?‖ Pregunto Jill, horrorizada ―¿De que tipo de dinero
estás hablando?‖

―Tu eres una heredera‖ dije ―Y de la realeza‖

―Yo no soy ninguna de esas cosas‖ ella dijo. Estaba desesperada ahora,
mirando alrededor a todos nosotros. Ella me recodó a un ciervo, listo para
escabullirse. ―Hay un error. Tu has cometido algún error‖

Emily se levanto y camino hacia la silla de Jill, arrodillándose en el suelo


ante esta. Emily agarró la mano de su hija. ―Todo es verdad. Y lamento que
hayas tenido que averiguarlo así. Pero esto no cambia nada. Nuestras vidas no
van a cambiar. Vamos a seguir como lo habíamos hecho antes‖

Una gama de emociones recorrieron las facciones de Jill—especialmente


miedo y confusión—pero ella se inclinó hacia abajo y enterró la cara contra el
hombro de su madre de acuerdo. ―Okay‖

Este era un momento conmovedor, y de nuevo, casi sentí ganas de llorar.


Yo tenía mi propia dosis de drama familiar y discusiones parentales. Como
antes desee que los Mastranos tuviesen este momento para ellos—pero no
podían.

―No pueden‖ les dije ―No pueden ir por la vida como antes. Jill…Jill
tiene que ir a la corte‖

Emily se movió lejos de Jill y me miro fijamente. Solo hace un segundo,


Emily había estado llena de pena y aflicción. Ahora lucia intensa y feroz. Sus
ojos azules eran tormentosos, fijándome con una afilada mirada ―No. Ella no va
a ir allí. Ella nunca irá allí‖

Jill ya ha visitado la corte antes, pero tanto Emily como yo sabíamos que
yo no estaba refiriéndome a una visita casual de excursión. Jill tenía que ir con
su verdadera identidad. Bueno—quizás verdadera no era la palabra correcta. La

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realeza ilícita no era parte de su naturaleza, no aun. Ella era quien siempre
había sido, pero su nombre había cambiado. Ese cambio debía ser reconocido, y
la Corte Moroi sería sacudida.

―Ella tiene que―. Urgí. ―La Corte se esta volviendo corrupta, y la familia
Dragomir tiene que desempeñar su papel para arreglar las cosas. Lissa no tiene
poder sola, no sin un quórum familiar. Todas las otras realezas… están
pisoteándola. Ellos presionaran leyes que no nos ayudaran a ninguno de
nosotros‖

Emily todavía estaba arrodillada frente a la silla, mientras pensaba


escudar a Jill de mis palabras ―Y eso es exactamente por lo qué Jill no puede ir.
Esto es por lo que no dejé que Eric la reconociera. No quiero a Jill involucrada.
Ese lugar es veneno. El asesinato de Tatiana es prueba de ello‖ Emily se detuvo
y me dio una afilada mirada, recordándome que yo era la principal sospechosa.
Aparentemente nosotros no habíamos superado eso aun. ―Todos los de la
realeza… son maliciosos. No quiero que Jill se convierta en una de ellos. No la
dejare volverse una de ellos‖

―No toda la realeza es así‖ argumenté ―Lissa no lo es. Ella esta tratando
de cambiar el sistema‖

Emily me dio una dura mirada ―¿Y como crees que se sienten los otros
acerca de su reforma? Estoy muy segura que hay muchos de la realeza quienes
están felices de verla silenciada—realeza a quien no le gustaría ver a su familia
resurgir. Te lo dije: Eric era un buen hombre. A veces pienso que no fue una
coincidencia que su familia muriera‖

Me quedé atónita ―Eso es ridículo‖ pero después no estaba muy segura.

―¿Lo es?‖ los ojos de Emily estaban sobre mi, mientras pensaba
suponiendo mis dudas. ―¿Qué piensas que ellos harían si saben que hay otro
Dragomir cerca? ¿La gente que se opone a Vasilisa? ¿Que crees que ellos harían
si solo una persona se interpone entre ellos y el poder de su familia?‖

Sus implicaciones eran impactantes…aun, yo sabia que no eran


imposibles. Mirando hacia Jill, sentí una empatía, la sensación descendiendo en
mí estomago. ¿Que estaba yo sugiriéndole a ella? A la dulce e inocente Jill. Jill
quería aventuras de vida pero ni siquiera podía hablarles a los chicos sin
ruborizarse. Su deseo de aprender a pelear era en parte—un impulso de su
juventud y en parte—un instinto para defender a su gente. Entrar al mundo de
la realeza podía técnicamente ayudar a su gente también—aunque no en el
modo que ella había esperado. Y esto significaba involucrarse con la oscura y
siniestra naturaleza que a veces llenaba la Corte.

Emily parecía interpretar mi silencio como un acuerdo. Una mezcla de


alivio y triunfo cruzó su cara, todo ello se desvaneció cuando Jill de repente
habló.

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―Lo haré‖

Todos nos volvimos a mirarla. Hasta ahora, yo la había estado


considerando con lastima, pensando en ella como una victima. Ahora yo estaba
viendo cuan brava y resuelta ella lucia. Su expresión era indecisa con un poco
de temor e impresión, pero había una fuerza en ella que nunca le había visto
antes.

―¿Qué?‖ exclamó Emily

―Lo haré‖ dijo Jill, con voz firme ―Ayudaré a Lissa y… a los Dragomir.
Regresaré con Rose a la Corte.‖

Decidí que no era importante mencionar las innumerables dificultades


de mí estando cerca de la Corte justo ahora. Honestamente, estaba en un punto
donde me lo estaba jugando todo por el todo, aunque era un alivio ver cambiar
la furia de Emily lejos de mí.

―¡Tu no lo harás! No te dejare estar cerca de allí‖

―Tu no puedes hacer esta elección por mi‖, grito Jill ―No soy una niña‖

―¡Y tu ciertamente no eres un adulto!‖ Replicó Emily.

Las dos comenzaron a argumentar de atrás a adelante, y pronto Jhon


saltó para apoyar a su esposa. En medio de esta disputa familiar. Sidney se
inclino cerca de mi y murmuró ―Apuesto a que nunca imaginaste que la parte
difícil de encontrar a tu ´salvadora´ seria conseguir que su mamá la dejara
quedarse fuera después del toque de queda‖

La parte desafortunada de su broma era que en parte era verdad.


Nosotros necesitábamos a Jill, y ciertamente yo no había imaginado esta
complicación. ¿Que si Emily se rehusaba? Claramente mantener la herencia de
Jill en secreto era algo con lo que ella había sido muy inflexible por un tiempo-
digamos, como, quince años. Tenía la sensación de que Jill no iría más lejos de
la Corte si esto no se solucionaba. Y no podía ayudarla.

Una vez mas Sonya salto dentro de la conversación inesperadamente


―Emily, ¿no me escuchaste? Todo esto va a pasar eventualmente, con o sin tu
consentimiento. Si tú no dejas a Jill irse ahora, ella se irá la semana que viene. O
el año que viene. O en cinco años. El punto es que esto sucederá‖

Emily se hundió otra vez contra la silla, arrugando la cara ―No, yo no


quiero esto‖

La bonita cara de Sonya se volvió dura. ―A la vida, desafortunadamente,


no le parece importar lo que queremos. Actúa ahora mientras puedes realmente
evitar que esto sea un desastre‖

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―Por favor. Mamá‖ rogó Jill. Sus ojos jade Dragomir apreciando a su
madre con aflicción. Yo sabía que ella verdaderamente podía desobedecerle y
fugarse—pero ella no quería hacerlo, no si ella no tenía que hacerlo.

Emily miro a la distancia, luciendo unos ojos vacios y derrotados. Y sin


embargo ella estaba manteniéndose en el camino de mis planes. Yo sabia que lo
había hecho tratos por amor y preocupación legítima—tratos que
probablemente Eric había acordado con ella.

―Esta bien‖ dijo Emily al final. Ella suspiró ―Jill puede ir—pero yo voy
también. Tu no enfrentarás ese lugar sin mi‖

―O sin mi‖ dijo Jhon. El todavía parecía aturdido pero estaba dispuesto a
apoyar a su esposa e hijastra. Jill los retribuyo a ambos con gratitud,
recordándome otra vez que yo había convertido una familia funcional en
disfuncional. Emily y Jhon viniendo con nosotros no era parte de mis planes,
pero yo no podía culparlos y no ver que daño les había causado. Nosotros
necesitábamos a Emily de todas formas para decirle a todo el mundo sobre Eric.

―Gracias‖ dije ―Muchísimas Gracias‖

Jhon me miro ―Pero todavía no hemos lidiado con el hecho de que hay
una fugitiva en nuestra casa‖

―¡Rose no lo hizo!‖ Esa ferocidad todavía estaba en Jill ―Eso fue


organizado‖

―Lo fue‖ Me emocioné al decir las siguientes palabras ―Probablemente


por la gente opositora a Lissa‖

Emily palideció, pero sentí la necesidad de ser honesta, incluso si ello


reafirmaba sus temores. Ella tomo un firme respiro. ―Creo en ti. Creo en que no
lo hiciste. No se porque… pero lo hago―. Ella casi sonrió ―No, yo se porque. Es
por lo que dije antes sobre esas víboras en la Corte. Ellos son los únicos que
hacen este tipo de cosas. No tu‖

―¿Estas segura?‖· preguntó Jhon inquieto ―Este desastre con Jill es lo


suficientemente malo sin nosotros hospedando a una criminal‖

―Estoy segura‖ Emily dijo ―Sonya y Jill confían en Rose, yo también. Eres
bienvenida de quedarte aquí esta noche hasta que nosotros podamos
difícilmente encaminarnos a la Corte ahora mismo‖

Yo abrí mi boca nosotros ciertamente podríamos irnos ahora, pero


Sidney me dio un codazo duramente ―Gracias Sra. Mastrano‖ convocando esa
diplomacia Alquimista ―Eso seria genial‖

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Me calle, frunciendo el ceño. El tiempo estaba todavía presionándome,


pero sabía que los Mastrano tenían derecho a hacer algunas preparaciones.
Además era probablemente mejor viajar de día, también. Un tosco repaso de
mi mapa mental me hizo pensar que nosotros deberíamos de hacer todo el viaje
de regreso a la Corte en un solo día. Asentí de acuerdo con Sidney,
resignándome a tener una pijamada en la casa de los Mastrano.

―Gracias. Lo apreciamos‖

De repente, algo se me ocurrió, convocando las palabras de Jhon.

Este desastre con Jill es lo suficientemente malo sin nosotros hospedando a una
criminal.

Le di a Emily una convincente y confiada sonrisa mientras prefería


quedarme callada, pero no lo hice. ―Nosotras, uh, tenemos a algunos amigos
con nosotras esperando afuera en el carro…‖

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VEINTICUATRO

Considerando su antagonismo anterior, estaba un poco sorprendida de


ver a Sonya y a Robert combinar sus poderes para crear una ilusión para los
hermanos Dashkov. Ocultando sus apariencias, y con la adición de unos
nombres falsos, la familia Mastrano simplemente asumió que los chicos eran
parte de nuestro creciente extraño entorno. Considerando la angustia y la
agitación que había en la casa Mastrano, un par de personas más parecía la
menor de las preocupaciones de los Mastrano.

Jugar a ser unos buenos anfitriones Moroi, no era suficiente con solo
cocinar la cena. Emily también se las arregló para conseguir un alimentador
para que viniera, algo así como un servicio de sangre a domicilio.
Normalmente, los Moroi que vivían fuera de áreas de refugio y mezclados entre
humanos tenían acceso a secretos alimentadores que vivían cerca. Usualmente,
estos alimentadores tenían un tipo de guardia, un Moroi que ganaba dinero por
el servicio. Era común para el Moroi simplemente aparecerse en la casa del
dueño del alimentador, pero en este caso, Emily había hecho arreglos para que
el alimentador fuera traído a su casa.

Ella lo estaba haciendo como cortesía, del tipo que le harías a cualquier
invitado Moroi, hasta para los que le traían noticias que ella había temido
recibir la mayor parte de su vida. Poco sabía ella que tan desesperadamente
bienvenida era la sangre para los Moroi que habíamos traído con nosotros. No
me importaba que los hermanos sufrieran un poco, y se debilitaran, pero Sonya
definitivamente necesitaba sangre si iba a continuar con su recuperación.

En efecto, cuando el alimentador y su guarda aparecieron, Sonya fue la


primera en beber. Dimitri y yo tuvimos que mantenernos fuera de vista en el
piso de arriba. Sonya y Robert solo podían manejar cierta cantidad de ilusión-
espíritu, y esconder las identidades de Robert y Victor de los alimentadores
Moroi era imperativo. Ocultarnos a mi y a Dimitri habría sido demasiado, y
considerando nuestro estatus de los más buscados, era esencial que no
tomáramos ningún riesgo.

Dejar a los hermanos sin supervisión nos ponía a Dimitri y a mi,


nerviosos, pero esos dos parecían demasiado desesperados por sangre como
para intentar algo. De todas formas Dimitri y yo queríamos limpiarnos, ya que
no habíamos tenido tiempo de ducharnos esta mañana. Lanzamos una moneda
y me toco ir primero. Solo cuando ya había terminado y estaba hurgando entre
mi ropa, descubrí que se me había acabado mi ropa casual limpia y todo se

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reducía al vestido que Sydney había incluido en la maleta. Hice una mueca pero
imaginé que no haría daño ponerme el vestido por una noche.

No estaríamos haciendo mucho más que esperar para la partida de


mañana, y tal vez Emily me dejaría lavar mi ropa antes de que nos fuéramos.

Después de peinarme el pelo decentemente con un secador, me sentí


civilizada de nuevo.

A Sydney y a mi nos habían dado un cuarto de huéspedes para


compartir, y los hermanos ocupaban otro.

Sonya se iba a quedar en la habitación de Jill, y a Dimitri le habían


ofrecido el sofá. No dudaba por un segundo de que el estaría acechando por los
pasillos mientras la casa dormía, y que yo estaría turnándome con él. Por ahora,
él todavía se estaba bañando, y yo salí al pasillo y miré hacia abajo sobre una
barandilla para revisar el primer piso.

Los Mastranos, Sonya, y los hermanos estaban todos unidos con el


alimentador y su guardia. Nada parecía fuera de lugar. Aliviada, regresé a mi
cuarto y utilice el resto del tiempo para revisar a Lissa.

Después de la emoción inicial de haber pasado su prueba, la sentí


calmada y asumí que estaba tomando su tan necesitado sueño. Pero no. Ella no
se había ido a la cama. Había llevado a Eddie y a Christian a donde Adrian, y
me di cuenta de que ella había sido la que lo había despertado del sueño que yo
había compartido con él en el carro. Un roce de sus recuerdos recientes me dio
una repetición de lo que había pasado desde el momento en el que él me dejó y
se tambaleó hacia su puerta.

―¿Qué esta pasando?‖ él preguntó, mirando de cara en cara. ―Estaba


teniendo un buen sueño.‖

―Te necesito,‖ dijo Lissa.

―He oído eso muchas veces de las mujeres,‖ dijo Adrian. Christian hizo
un sonido de asco, pero el más leve atisbo de una sonrisa cruzó por los labios de
Eddie, a pesar de su estado de guardia-serio.

―Estoy hablando en serio,‖ ella le dijo. ―Acabo de recibir un mensaje de


Ambrose. Tiene algo importante que decirnos, y…. no se. Todavía no estoy
segura acerca de su papel en todo esto. Quiero otro par de ojos en él. Quiero tu
opinión.‖

―Eso,‖ dijo Adrian, ―no es algo que oiga a menudo.‖

―Solamente apúrate y vístete, ¿ok?‖ ordenó Christian.

Honestamente, era una sorpresa que alguien pudiera seguir durmiendo,


considerando lo seguido que todos éramos sacados de nuestros sueños. Adrian

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sin embargo si se vistió rápido, y a pesar sus comentarios poco serios, yo sabía
que él estaba interesado en cualquier cosa que ayudara a limpiar mi nombre. De
lo que no estaba segura era de si él le diría a todos del desastre en el que me
había metido, ahora que yo había abierto la boca y revelado algunas de mis
verdaderas actividades.

Mis amigos se apresuraron al edificio que habían visitado antes, en el


que Ambrose vivía y trabajaba. La Corte se había despertado y la gente estaba
saliendo, sin duda muchos queriendo averiguar acerca de la segunda prueba
del monarca. De hecho, muchas personas que veían a Lissa, le gritaban
felicitaciones.

―Tuve otro juicio anoche,‖ le dijo Lissa a Adrian. Alguien acababa de


felicitarla. ―Uno inesperado.‖

Adrian dudó, y esperé a que él le dijera que ya había oído eso de mí.
También esperé a que les dijera las sorprendentes noticias acerca de mi
compañía actual y mi paradero. ―¿Cómo te fue?‖ preguntó en lugar de eso.

―Pasé,‖ ella respondió. ―Eso es todo lo que importa.‖

Ella no podía llegar a decirle sobre las personas que la animaban, esos
que no simplemente la apoyaban por la ley sino porque ellos realmente creían
en ella. Tasha, Mia, y otros amigos sorpresa de la escuela que habían estado
entre los espectadores, sonriéndole. Hasta Daniella, que estaba esperando a
Rufus, la había felicitado a regañadientes, pareciendo sorprendida de que ella
hubiera pasado.

Toda la experiencia había sido su-real, y Lissa simplemente había


querido salir de ahí.

Eddie había sido llamado para ayudar a otros guardianes, a pesar de sus
protestas de que él estaba escoltando a Lissa. Entonces, Chirstian y Tasha
habían terminado llevando a Lissa a casa sola. Bueno, casi sola. Un guardián
llamado Ethan Moore los acompañó, con el que Abe había molestado a Tasha.
Abe exageraba ciertas cosas, pero había tenido razón esta vez. Ethan se veía tan
rudo como cualquier otro guardián, pero su actitud matona ocasionalmente
vacilaba en el momento en que miraba a Tasha. Él la adoraba. A ella claramente
le gustaba también y flirtearon a lo largo del camino, para la incomodidad de
Christian. Aunque fue tierno. Algunos chicos probablemente no se le acercarían
a Tasha por sus cicatrices. Fue bueno ver que alguien la apreciaba por su
carácter, sin importar lo disgustado que Christian estuviera porque cualquiera
estuviera saliendo con su tía. Y la verdad, me gustaba ver a Christian tan
obviamente atormentado. Era bueno para él.

Ethan y Tasha se fueron una vez que Lissa estuvo segura de regreso en
su habitación. En cuestión de minutos, Eddie apareció de regreso, quejándose
de cómo lo habían retrasado con unas ‗tareas estúpidas‘ cuando sabían que él

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tenía mejores cosas que hacer. Aparentemente él había hecho tal alboroto, que
ellos finalmente lo liberaron para que pudiera apurarse a regresar al lado de
Lissa. Llegó solamente diez minutos antes de que la nota de Ambrose llegara, lo
cual fue una suerte. Eddie habría enloquecido si hubiera regresado a su
habitación y encontrado que ella se había ido. Habría pensado que un Strigoi
había secuestrado su carga en su ausencia.

Esa fue la serie de eventos que llevaron a lo que estaba pasando ahora:
Lissa y tres chicos yendo a la reunión secreta de Ambrose.

―Llegan temprano,‖ dijo dejándolos entrar antes de que Lissa pudiera


golpear por segunda vez.

Estaban parados dentro de la propia habitación de Ambrose ahora, no un


salón de lujo para clientes. Se asemejaba a un dormitorio, uno muy bonito.
Mucho mejor de lo que yo había soportado. La atención de Lissa estaba toda en
Ambrose, entonces no notó, por el rabillo del ojo, a Eddie rápidamente
escaneando la habitación. Me alegraba que él estuviera en el juego y me
imaginaba que él no confiaba en Ambrose, o en cualquiera que no estuviera en
nuestro círculo inmediato.

―¿Qué esta pasando?‖ preguntó Lissa tan pronto como Ambrose cerró la
puerta. ―¿Por qué la visita urgente?‖

―Porque tengo que mostrarles algo,‖ dijo. En su cama había una pila de
papeles, y él tomo el que estaba por encima. ―¿Se acuerdan cuando les dije que
estaban sacando todas las pertenencias de Tatiana? Bueno, ahora las están
inventariando y removiéndolas.‖ Adrian se movió incómodo, otra vez, algo que
solo yo noté. ―Ella tenía una caja fuerte donde guardaba documentos
importantes, secretos obviamente. Y….‖

―¿Y?‖ apuró Lissa.

―Y, yo no quería que cualquiera los encontrara,‖ continuó Ambrose. ―No


sabía de que eran la mayoría, pero si ella quería mantenerlos en secreto… sentí
que deberían quedarse de esa forma. Sabía la combinación, entonces…. los
robé.‖

La culpa se veía en su rostro, pero no era una culpa de asesino. Era culpa
por el robo.

Lissa miró la pila con entusiasmo. ―¿Y?‖

―Ninguno de ellos tiene nada que ver con lo que estás


buscando…excepto tal vez este.‖ Él le entregó un pedazo de papel.

Adrian y Christian se arremolinaron a su alrededor.

Querida Tatiana,

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RICHELLLE MEAD

Estoy un poco sorprendido de ver cómo estos últimos


acontecimientos se han desarrollado. Creí que estábamos de
acuerdo en que la seguridad de nuestro pueblo requería más que
solo reclutar un grupo de jóvenes guardianes. Hemos dejado que
muchos de ellos se desperdicien, particularmente las mujeres. Si
tomaras acciones para forzarlos de regreso—tu sabes de lo que
estoy hablando—las filas de guardianes rebosarían. Esta ley
actual es completamente inadecuada, particularmente después de
ver cómo tu experimento de ‗entrenamiento‘ falló.

Estoy igualmente sorprendido de oír que estas


considerando liberar a Dimitri Belikov de sus guardias. No
entiendo exactamente qué pasó, pero no puedes confiar en meras
apariencias. Podrías estar desatando a un monstruo – o por lo
menos, a un espía – entre nosotros, y él necesita estar bajo una
vigilancia mucho más estricta de la que esta ahora. De hecho, tu
continuo apoyo al estudio del espíritu es por completo
preocupante, y ha llevado a esta situación antinatural. Creo que
hay una razón por la cual este elemento estuvo perdido para
nosotros durante tanto tiempo: nuestros ancestros se dieron
cuenta de lo peligroso que es y lo erradicaron. Avery Lazar es una
prueba de eso, y tu prodigio, Vasilisa Dragomir seguramente será
la siguiente. Alentando a Vasilisa, fomentas la degradación de la
línea Dragomir, una línea a la que debería permitírsele
desvanecerse en la historia con honor y no con la desgracia de la
locura. Tu apoyo a ella también podría poner en riesgo a tu propio
gran-sobrino, algo que ninguno de los dos querría ver que pasara.

Lamento cargarte con tanta condena. Te tengo en la más


alta consideración, y no tengo más que respeto por la forma en
como hábilmente has gobernado nuestro pueblo todos estos largos
años. Estoy seguro de que pronto llegaras a las decisiones
apropiadas – aunque me preocupa que otros puedan no compartir
mi confianza en ti. Dichas personas podrían intentar tomar el
asunto en sus propias manos, y temo lo que pueda pasar.

La carta estaba escrita en máquina, y no tenía firma. Por un momento,


Lissa no pudo procesar todo al mismo tiempo. Estaba completamente
consumida por la parte que decía sobre la línea Dragomir desvaneciéndose en
la desgracia. Se acercaba demasiado a la visión que había visto en la prueba.

Fue Christian la que la trajo de regreso. ―Bueno. Al parecer, Tatiana tenía


enemigos. Pero creo que eso es bastante obvio llegados a este punto.‖

―¿De quién es?‖ demandó Adrian. Su cara estaba oscura, furioso por esa
fina amenaza velada a su tía.

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RICHELLLE MEAD

―No lo se,‖ dijo Ambrose. ―Así es exactamente como la encontré. Tal vez
ella ni siquiera sabía quien era el remitente.‖

Lissa asintió de acuerdo. ―Ciertamente hay un sentimiento anónimo en


ella….y sin embargo, al mismo tiempo, siento como si fuera alguien que Tatiana
debía conocer bien.‖

Adrian le dio a Ambrose una mirada recelosa. ―¿Cómo sabemos que tu


no simplemente escribiste esto tu mismo para despistarnos?‖

―Adrian,‖ lo reprendió Lissa. Ella no lo dijo pero tenía la esperanza de


instar a Adrian para que sintiera el aura de Ambrose buscando cualquier cosa
que ella podría no ser capaz de detectar.

―Esto es una locura,‖ dijo Christian, cogiendo la hoja. ―Esa parte de


reunir a los dhampirs y forzarlos a ser guardianes. ¿Qué crees que significan
esas ‗acciones‘ de las que Tatiana sabe?‖ Yo sabía porque había sido alertada
sobre esto mucho antes. Compulsión, había dicho la nota de Tatiana.

―No estoy segura,‖ dijo Lissa. Ella volvió a leer la carta para sí misma.
―¿Y sobre la parte de los ‗experimentos‘? ¿Creen que esas son las sesiones de
entrenamiento que Grant hizo con los Moroi?‖

―Eso fue lo que pensé,‖ dijo Ambrose. ―Pero no estoy seguro.‖

―¿Podemos ver el resto?‖ preguntó Adrian, gesticulando hacia la pila de


papeles. No podía decir si su sospecha era una desconfianza legítima sobre
Ambrose o simplemente era el resultado de lo mucho que lo había enojado el
asesinato de su tía.

Ambrose le entregó las hojas, pero después de revisarlas, Lissa estuvo de


acuerdo: no había nada útil en ellas. La mayoría de los documentos consistían
en jerga legal y correspondencia personal. A Lissa se le ocurrió –como a mí- que
Ambrose podría no estar mostrando todo lo que había encontrado. No había
ninguna forma de probar eso por ahora.

Ahogando un bostezo, ella le dio las gracias y se fue con los otros.

Esperaba poder dormir, pero su mente no podía evitar analizar las


posibilidades de la carta. Si era legítima.

―Esa carta evidencia que había alguien que tenía muchas más razones
para estar enojada con Tatiana que las que tenía Rose,‖ observó Christian
mientras se abrían camino subiendo hacia la salida del edifico. ―Tía Tasha dijo
una vez que la furia basada en razonamientos calculados era mucho más
peligrosa que la furia basada en odio ciego.‖

―Tu tía es una filósofa regular,‖ dijo Adrian cansinamente. ―Pero todo lo
que tenemos todavía es circunstancial.‖

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Ambrose había dejado que Lissa se quedara con la carta, y ella la había
doblado y metido en un bolsillo de los jeans. ―Siento curiosidad por lo que
Tasha tendría que decir sobre esto. Y Abe también.‖ Ella suspiró. ―Desearía que
Grant aún viviera. Él era un buen hombre – el podría tener una idea sobre esto.‖

Alcanzaron una salida lateral en el piso principal, y Eddie abrió la puerta


para ellos.

Christian miró a Lissa mientras salían. ―¿Qué tan cercanos eran Grant y
Serena…‖

Eddie se movió una fracción de segundo antes que Lissa viera el


problema, pero obviamente, Eddie ya habría estado observando algún
problema. Un hombre, un Moroi de hecho, había estado esperando entre los
árboles en el patio que separaba el edificio de Ambrose de los vecinos. No era
exactamente un lugar apartado, pero estaba lo suficientemente lejos de los
caminos principales que a menudo se mantenían desiertos.

El hombre camino hacia delante y se vio sorprendido cuando vio a Eddie


corriendo hacia él. Me fue posible analizar la pelea en una forma que Lissa no
podía. Juzgando por el movimiento y el ángulo del hombre, el se estaba
dirigiendo hacia Lissa, con un cuchillo en la mano. Lissa se congeló de miedo,
una reacción esperable de alguien que no había sido entrenado para reaccionar
en esta situación. Pero cuando Christian la jaló hacia atrás, ella volvió en si y se
retiró rápidamente con él y Adrian.

El atacante y Eddie se estancaron por un momento, cada uno tratando de


derrotar al otro. Oí a Lissa gritar pidiendo ayuda, pero toda mi atención estaba
en los peleadores. El hombre era fuerte para un Moroi y sus maniobras sugerían
que él había sido entrenado para pelear. Dudaba sin embargo, de que él hubiera
sido entrenado desde la primaria, y que tuviera los músculos que un dhampir si
tenía.

Efectivamente, Eddie se abrió paso y forzó al hombre hasta el piso. Eddie


se estiró hasta alcanzar la mano derecha del hombre y dejó el cuchillo fuera de
la ecuación. Moroi o no, el hombre era de hecho, bastante hábil con la hoja,
particularmente cuando noté (y probablemente Eddie también) cicatrices y lo
que parecía un dedo doblado en la mano izquierda. El tipo probablemente
había ido demasiado lejos para perfeccionar los reflejos en sus manos con el
cuchilllo. Todavía restringido, era capaz de maniobrar con el cuchillo
apuntando sin vacilar al cuello de Eddie. Eddie era demasiado rápido como
para dejar que eso pasara y bloqueó el golpe con el brazo, el que recibió la
cortada de la hoja. El bloqueo de Eddie le dio al Moroi un poco más de espacio
para moverse y se resistió arrojando a Eddie lejos. Sin perder ni un segundo –
realmente, este tipo era impresionante- el Moroi se lanzó sobre Eddie otra vez.

No podía haber duda sobre las intenciones de ese hombre. No se estaba


conteniendo. Estaba ahí para matar. La hoja buscaba sangre. Los guardianes

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RICHELLLE MEAD

sabíamos como someter y tomar prisioneros, pero también habíamos sido


entrenados para cuando las cosas se estaban moviendo demasiado rápido,
cuando era cuestión de nosotros o ellos – bueno, nos asegurábamos de que
fueran ellos. Eddie era más rápido que su oponente y estaba siendo dirigido por
instintos gravados en nosotros por años: detén lo que está tratando de matarte.
Eddie no tenía una pistola o cuchillo, no en la Corte. Cuando el hombre se
dirigió hacia él por segunda vez, con el cuchillo apuntando a su cuello otra vez,
Eddie usó la única arma que le quedaba que el estaba seguro de que salvaría su
vida.

Eddie estacó el Moroi.

Dimitri una vez comentó en broma que no tenías que ser Strigoi para ser
herido por una estaca atravesando tu corazón. Y, enfrentémoslo, una estaca en
tu corazón no dolía realmente. Mataba. Tatiana era una prueba. El cuchillo del
hombre realmente hizo contacto con el cuello de Eddie, y después cayó antes de
perforar la piel. Los ojos del hombre se abrieron por completo en shock y dolor,
y después ya no vieron absolutamente nada. Estaba muerto. Eddie se sentó
sobre sus talones, mirando fijamente a su víctima cargado con la adrenalina de
la batalla que seguía a cualquier situación. Gritos llamaron de pronto su
atención, y él se puso en pie listo para la siguiente amenaza. Lo que encontró
fue un grupo de guardianes, los que habían respondido a los gritos de ayuda de
Lissa. Le dieron un vistazo a la escena e inmediatamente actuaron bajo las
conclusiones a las que su entrenamiento los llevaban. Había un Moroi muerto y
alguien sosteniendo un arma ensangrentada. Los guardianes fueron por Eddie,
tirándolo contra la pared y quitándole su estaca. Lissa les gritó que lo habían
entendido todo mal, que Eddie había salvado su vida y….

―¡Rose!‖

La frenética voz de Dimitri me trajo de regreso a la casa Mastrano. Estaba


sentada en la cama, y él estaba arrodillado frente a mí, con el rostro lleno de
temor mientras me cogía por los hombros. ―Rose, ¿qué va mal? ¿Estás bien?‖

―¡No!‖

Lo empujé a un lado y me moví hacia la puerta. ―Tengo que … tengo que


regresar a la Corte. Ahora. Lissa está en peligro. Me necesita.‖

―Rose. Roza. Cálmate.‖ Me cogió por el brazo y no había forma de


escapar de ese agarre. Me giró para que lo mirara a la cara. Su pelo todavía
estaba húmedo por la ducha, y el limpio olor a jabón y piel mojada nos rodeaba.
―Dime que pasó.‖

Rápidamente repetí lo que había visto. ―¡Alguien trató de matarla,


Dimitri! ¡Y yo no estaba ahí!‖

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―Pero Eddie si estaba,‖ dijo Dimitri suavemente. ―Ella está bien. Esta
viva.‖ Él me soltó, y me apoyé agotada contra la pared. Mi corazón latía muy
rápido, y aunque mis amigos estaban a salvo, no me podía sacudir el pánico.

―Y ahora él está en problemas. Esos guardianes estaban enojados…‖

―Solo porque no saben toda la historia. Ellos vieron un cuerpo sin vida y
un arma, eso fue todo. Una vez que tengan los hechos y testimonios todo estará
bien. Eddie salvó un Moroi. Es su trabajo.‖

―Pero mató a otro Moroi para hacerlo,‖ señalé. ―No se supone que
hagamos eso.‖ Sonó como una afirmación obvia y hasta estúpida, pero sabía
que Dimitri había entendido a que me refería. El propósito de los guardianes
era proteger a los Moroi. Ellos iban primero. Matar a uno era inimaginable. Pero
también lo era que ellos se trataran de matar unos a otros.

―Esta no era una situación normal,‖ afirmó Dimitri.

Incliné la cabeza hacia atrás. ―Lo sé, lo sé. Es solo que no puedo soportar
dejarla sin defensa. Quiero demasiado regresar y mantenerla a salvo. Justo
ahora.‖ Mañana parecía años. ―¿Y si pasa otra vez?‖

―Hay otras personas que están ahí para protegerla.‖ Dimitri caminó
hacia mí, y yo estaba sorprendida de ver una sonrisa en sus labios, a luz de los
siniestros eventos. ―Créeme, yo también quiero protegerla, pero arriesgaríamos
nuestras vidas por nada si partiéramos justo ahora. Espera un poco más y por lo
menos arriesga tu vida por algo importante.‖

Un poco del pánico desapareció ―Y Jill es importante, ¿cierto?‖

―Mucho.‖

Me enderecé. Parte de mi cerebro trató de calmarme sobre el ataque de


Lissa mientras que el otro el otro procesaba todo lo que habíamos logrado aquí.
―Lo logramos,‖ dije, sintiendo una sonrisa lentamente esparciéndose en mis
propios labios. ―Contra toda razón… de alguna forma, encontramos la hermana
perdida de Lissa. ¿Te das cuenta de lo que eso significa? Lissa podrá tener todo
lo que le pertenece ahora. No pueden negarle nada. Diablos, ella podría ser
reina si quisiera. Y Jill…‖ dude. ―Bueno, ella es parte de una antigua familia
real. Eso tiene que ser algo bueno, ¿cierto?‖

―Creo que eso depende de Jill,‖ dijo Dimitri. ―Y todas las que sean las
secuelas de todo esto.‖ La culpa sobre haber arruinado potencialmente la vida
de Jill regresó, y mire fijamente a mis pies. ―Oye, está bien,‖ dijo levantando mi
mentón de nuevo. Sus ojos cafés eran cálidos y afectuosos. ―Hiciste lo correcto.
Nadie más habría tratado algo así de imposible. Solo Rose Hathaway. Apostaste

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RICHELLLE MEAD

a encontrar a Jill. Arriesgaste tu vida al romper las reglas de Abe, y dio sus
frutos. Valió la pena.‖

―Espero que Adrian piense lo mismo,‖ reflexioné. ―El piensa que el que
yo hubiera dejado nuestra ‗casa segura‘ fue la cosa más estúpida del mundo.‖

La mano de Drimiti se cayó. ―¿Le dijiste sobre todo esto?‖

―No sobre Jill. Pero accidentalmente le dije que ya no estábamos en


Virginia del Oeste. Aunque lo ha mantenido en secreto,‖ añadí
apresuradamente. ―Nadie más sabe.‖

―Puedo creer eso,‖ dijo Dimitri, aunque había perdido algo de su calidez
anterior. Fue una cosa tan fugaz. ―Él… parece muy leal a ti.‖

―Lo es. Confío en él por completo.‖

―¿Y te hace feliz?‖ el tono de Dimitri no era duro, pero tenía una
intensidad que podría hacerse pasar a la par con un interrogatorio policial.

Pensé sobre mi tiempo con Adrian: las burlas, las fiestas, los juegos, y por
supuesto, los besos. ―Sí. Lo hace. Me divierto con él. Digo, a veces es
exasperante, bueno, la mayor parte del tiempo, pero no te dejes engañar por los
vicios. Él no es una mala persona‖.

―Sé que no lo es,‖ dijo Dimitri. ―Es un buen hombre. No es fácil que todo
el mundo lo vea, pero yo sí puedo. Todavía se está encontrando a sí mismo,
pero va por buen camino. Lo vi en el escape. Y después…‖ las palabras se
trabaron en su lengua. ―Después de Siberia, ¿estuvo ahí para ti? ¿Te ayudó?‖

Asentí, confundida por todas esas preguntas. Resultó que esas solo eran
el calentamiento para la grande.

―¿Lo amas?‖

Solo había pocas personas en el mundo que podían preguntarme tales


locas y personales preguntas sin recibir un puñetazo. Dimitri era una de esas.
Entre nosotros no había paredes, pero nuestra complicada relación hacía este
tema algo su-real. ¿Cómo podrías describir amar a alguien más a un hombre
que había amado una vez? Un hombre que todavía amas, susurró una voz en mi
cabeza. Tal vez. Probablemente. Otra vez me recordé a mí misma que era
natural tener sentimientos por Dimitri. Estos se desvanecerían. Tenían que
desvanecerse, justo como lo habían hecho los de él. Él estaba en el pasado.
Adrian era mi futuro.

―Si,‖ dije, tomándome más tiempo del que probablemente debería.


―Yo…. Yo sí lo amo.‖

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RICHELLLE MEAD

―Bien. Me alegra.‖ El asunto era, que la cara de Dimitri no parecía tan


alegre mientras miraba a la nada por la ventana. Mi confusión creció. ¿Por qué
estaba molesto? Sus palabras y sus acciones no parecían coordinar últimamente.

Me acerqué a él.

―¿Qué va mal?‖

―Nada. Solo quería asegurarme de que estabas bien. De que eres feliz.‖ Él
me dio la espalda, forzando una sonrisa. Había dicho la verdad, pero no toda la
verdad. ―Las cosas han estado cambiando, eso es todo. Me ha hecho
reconsiderar muchas cosas. Desde que Donovan…y después Sonya…es
extraño. Pensé que todo había cambiado la noche que Lissa me salvó. Pero no lo
hizo. Ha habido mucho más, más sobre la curación de lo que me había dado
cuenta.‖ Empezó a caer en un modo pensativo pero se contuvo. ―Cada día
descubro algo nuevo. Una nueva emoción que había olvidado cómo sentir.
Alguna revelación que había perdido por completo. Una belleza que no vi.‖

―Oye, mi pelo en el callejón no va en esa lista, ¿ok?‖ bromeé. ―Estabas en


shock.‖

La sonrisa forzada se volvió natural. ―No, Roza. Era hermoso. Es


hermoso ahora.‖

―Eso es solo por que el vestido te esta sacando de la realidad,‖ dije a


modo de broma. En realidad, me sentía mareada bajo su mirada.

Esos oscuros, oscuros ojos me miraban, realmente me miraban, creo, por


primera vez desde que había entrado en la habitación. Una expresión mezclada
que no tenía sentido para mí, se apoderó de él. Podía distinguir algunas
emociones que la contenían, pero no que las causaban. Admiración. Asombro.
Tristeza. Arrepentimiento.

―¿Qué?‖ le pregunté inquieta. ¿Por qué me estas mirando así?‖

El sacudió la cabeza, la sonrisa triste ahora. ―Porque a veces, una persona


puede quedarse tan atrapada en los detalles que pierde el conjunto. No es solo
el vestido o el pelo. Eres tú. Eres hermosa. Tan hermosa, que me duele.‖

Sentí una extraña sensación aleteando en mi pecho. Mariposas, un paro


cardiaco…era difícil decirlo con exactitud. Sin embargo, en ese momento, yo ya
no estaba parada en la habitación de visitantes de la casa Mastrano. Él había
dicho esas palabras antes, o algo muy parecido. Tan hermosa que me duele.

Fue en la cabaña de St. Vladimir, la primera y única vez que habíamos


tenido sexo. Me había mirado en una forma muy similar también, solo que
había habido menos tristeza. Sin embargo, mientras oía esas palabras otra vez,
una puerta que había mantenido cerrada en mi interior, se abrió de par en par

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RICHELLLE MEAD

de repente, y con eso llegaron todos los sentimientos y experiencias y


sentimiento de unidad que siempre habíamos compartido.

Mirándolo, por el momento de un latido de corazón, tuve una sensación


surreal pasando a través de mí, como si lo hubiera conocido desde siempre.
Como si tuviéramos un vínculo…pero no en la forma en la que Lissa y yo
compartíamos uno, como un vínculo forzado en nosotras.

―Oigan, chicos, han… oh.‖ Sydney se detuvo ante la puerta entreabierta


y rápidamente retrocedió dos pasos. ―Perdón. Yo… eso es..‖

Dimitri y yo nos alejamos inmediatamente. Me sentía cálida y temblorosa


y solo entonces me di cuenta de lo cerca que habíamos estado. Ni siquiera
recordaba haberme movido, pero solo un respiro nos había estado separando.
¿Qué había pasado? Fue como un trance. Un sueño.

Pase saliva y traté de refrenar mi pulso. ―No hay problema. ¿Qué pasa?‖

Sydney miró entre nosotros, todavía viéndose incómoda. Su vida


amorosa podía ser inexistente, pero hasta ella sabía qué era lo que había
interrumpido. ―Yo…eso es…. Yo solo quería venir a ver. No puedo manejar lo
que está pasando allá abajo.‖

Intenté una sonrisa, todavía completamente confundida por mis


sentimientos. ¿Por qué Dimitri me miraba de esa forma? ¿Por qué dijo eso? No
puede quererme todavía. Él dijo que no lo hacía. Me había dicho que lo dejara
en paz.

―Seguro. Nosotros solo estábamos….hablando.‖ dije. Obviamente ella no


me creyó. Me esforcé más por tratar de convencerla,…. y a mí. ―Estábamos
hablando sobre Jill. ¿Tienes alguna idea de cómo llevarla a la Corte, ya que
todos somos fugitivos?‖

Sydney podría no ser una experta en relaciones personales, pero los


acertijos eran territorio familiar. Ella se relajó, su atención enfocada hacia sí
misma mientras trataba de resolver nuestro problema.

―Bueno, siempre podrían hacer que su madre…‖

Un fuerte golpe de abajo la interrumpió. Como uno, Dimitri y yo


saltamos hacia la puerta, listos para combatir cualquier desastre que Víctor y
Robert hubieran causado. Los dos llegamos volando a la parte superior de las
escaleras cuando escuchamos muchos gritos diciéndole a todo el mundo que se
agachara.

―Guardianes,‖ dijo Dimitri. ―Hay guardianes asaltando la casa.‖

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VEINTICINCO

Ya podíamos escuchar los pasos tronando a través de la casa y sabíamos


que estábamos a segundos del ejército en la planta baja dirigiéndose hasta el
segundo piso. Los tres retrocedimos, y para mi sorpresa, fue Sydney quien
reaccionó primero.

―Salgan. Yo los distraeré.‖

Su distracción probablemente significaba sólo bloquear su camino


momentáneamente hasta que la empujaran a un lado, pero esos segundos extra
podrían hacer una gran diferencia. Sin embargo, no podía soportar la idea de
abandonarla. Dimitri no tenía tales reservas, sobre todo cuando escuchamos
pasos en la escalera.

―¡Vamos!‖ Gritó, agarrando mi brazo.

Corrimos por el pasillo hasta el último cuarto, el de Víctor y Robert. Justo


antes de entrar, le grité de nuevo a Sydney, ―¡Lleva a Jill a la Corte!‖ No sé si me
oyó, porque por los sonidos, los guardianes le habían alcanzado. Dimitri abrió
de inmediato una gran ventana de la habitación y me miró con complicidad.
Como siempre, no necesitábamos la comunicación vocal.

Él saltó, en primer lugar, sin duda quería tener todo el peso de cualquier
peligro que esperara a continuación. Lo seguí de inmediato. Caí sobre el techo
de la primera planta, me deslicé por ella, y luego hice la caída más larga hacia el
suelo. Dimitri me cogió del brazo, estabilizando mi llegada – pero no antes de
que uno de mis tobillos se torciera un poco sobre sí mismo. Era el mismo que
había llevado la peor parte de la caída fuera de la casa de Donovan, e hice una
mueca mientras el dolor me atravesó, dolor que rápidamente ignoré.

Oscuras figuras se acercaron hacia nosotros, emergiendo de las sombras


de la noche y rincones ocultos del patio trasero. Por supuesto. Los guardianes
no venían sólo volando una puerta. También mantenían vigilado el lugar. Con
nuestro ritmo natural, Dimitri y yo nos defendimos espalda con espalda contra
nuestros atacantes. Como de costumbre, era difícil incapacitar a nuestros
enemigos sin matarlos. Difícil, pero necesario si podíamos manejarlo. No quería
matar a mi propia gente, personas que estaban sólo haciendo su trabajo al
detener fugitivos. El vestido largo, no me hizo ningún favor tampoco. Mis
piernas se seguían quedando atrapadas en la tela.

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―Los otros estarán aquí en cualquier momento,‖ Dimitri gruñó, tirando a


un guardián al suelo. ―Tenemos que llegar—ahí. Esa puerta.‖

No pude responder, pero seguí su ejemplo mientras nos dirigíamos a


una puerta en la cerca defendiéndonos al mismo tiempo. Acabábamos de salir
del patio trasero cuando más guardianes se derramaron desde la casa. Nos
deslizamos por la puerta, saliendo a una tranquila calle lateral, que flanqueaba
la casa Mastrano, y corrimos. Pronto quedó claro, sin embargo, que no podía
seguir el ritmo de Dimitri. Mi mente podía ignorar el dolor, pero mi cuerpo no
podía hacer trabajar correctamente a mi tobillo lesionado.

Sin perder el ritmo, Dimitri deslizó su brazo a mí alrededor,


ayudándome a correr y tomando el peso fuera del tobillo. Nos salimos del
camino, cortando a través de patios que les haría más difícil—pero no
imposible—rastrearnos.

―No podemos correr más rápido que ellos,‖ dije. ―Vamos más lento por
mi culpa. Necesitas—‖

―No digas dejarme,‖ me interrumpió. ―Estamos haciendo esto juntos.‖

Snick, snick. Una maceta cerca de nosotros de repente estalló en un


montón de tierra y arcilla.

―Nos están disparando,‖ me dijo con incredulidad. ―¡Realmente nos


están disparando!‖ Con tanto entrenamiento mano a mano, siempre sentí que
las armas eran hacer trampa. ¿Pero cuando se trataba de cazar a la asesina de la
reina y su cómplice? El honor no era la cuestión. Los resultados lo eran.

Otra bala pasó cerca, peligrosamente cerca. ―Con un silenciador,‖ dijo


Dimitri. ―Aun así, están siendo cautelosos. No quieren que el barrio piense que
están bajo ataque. Necesitamos cubrirnos. Rápido.‖ Podríamos literalmente
haber estado esquivando las balas, pero mi tobillo no duraría mucho más.

Hizo otra curva cerrada, sumergiéndonos por completo en los patios de


casas suburbanas. No pude mirar detrás de nosotros, pero oí voces que
gritaban, aun no éramos libres todavía.

―Allí,‖ dijo Dimitri.

Delante de nosotros había una casa oscura con un gran patio de cristal
que me recordaba al de Sonya. La puerta de cristal estaba abierta, a través de
una pantalla que bloqueaba la entrada. Dimitri tiró de su cierre. Cerrado. Pero
una pantalla no era un impedimento para nosotros. Pobre, y confiada familia.
Sacó su estaca y cortó una larga línea vertical que rápidamente atravesamos.

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Inmediatamente, me tiró a un lado, fuera de la vista. Se llevó un dedo a los


labios, sosteniéndome cerca de su cuerpo, destrozándome en su calor.
Segundos más tarde, vimos a los guardianes pasar buscando en los
patios. Algunos siguieron en caso de que hubiésemos corrido más lejos. Otros
se quedaron, investigando los lugares que serían buenos puntos para
esconderse mientras la noche se hacía más oscura y más oscura. Eché un vistazo
a la pantalla. El corte había sido limpio, no un agujero obvio, pero todavía era
algo que nuestros perseguidores podría notar.

Sintiendo esto también, Dimitri con cuidado se alejó a la sala de estar,


haciendo todo lo posible para evitar las ventanas y mantenerse fuera de vista.
Cortamos por la cocina y encontró una puerta que daba al garaje. En el garaje
había un Ford Mustang rojo.

―Familia con dos coches,‖ murmuró. ―Esperaba que así fuera.‖

―O salieron a dar un paseo y estarán a punto de volver a casa cuando se


den cuenta de que hay un equipo SWAT en su barrio,‖ le susurré.

―Los guardianes no suelen dejarse ver.‖ Empezamos a buscar por obvios


lugares para las llaves. Por fin, encontré un juego colgado en el lateral de un
armario y las cogí.

―Las tengo,‖ dije. Desde que tenía las llaves, pensé que Dimitri realmente
me dejaría ir en el asiento del conductor. Gracias a mi tobillo derecho, sin
embargo, tenía que tirarle las llaves. El universo tenía un enfermizo sentido del
humor.

―¿Nos notarán en esto?‖ Le pregunté, mientras Dimitri abría la puerta


del garaje y se retiraba. ―Es, eh, un poco llamativo para nuestro perfil habitual
de coche robado.‖ Era también impresionante. Sydney, con lo friky de coches
que era, le habría encantado. Me mordí el labio, sintiéndome culpable de que la
dejáramos atrás. Traté de empujar el pensamiento fuera mi cabeza por ahora.

―Lo es,‖ estuvo de acuerdo Dimitri. ―Pero otros coches son conducidos
por la calle. Algunos guardianes seguirán buscando en los patios, y algunos
estarán custodiando la casa de los Mastrano. Ellos no tienen números infinitos.
No pueden verlo todo a la vez, aunque sin duda van a intentarlo.‖

Contuve la respiración de todos modos mientras salíamos de la


subdivisión. Dos veces, pensé que vi figuras sigilosas por el lado de la calle,
pero Dimitri estaba en lo cierto: no podían revisar cada coche en un barrio
residencial ocupado. La oscuridad también ocultaba nuestros rostros.

Dimitri recordaba como conducir porque en unas cuantas vueltas más


tarde, estábamos en la combinación con la autopista. Sabía que no tenía ningún

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destino en mente, a excepción de muy lejos. Sin signos evidentes de que nos
estaban siguiendo, cambié mi cuerpo y estiré la pierna dolorida. Mi pecho tenía
esa ligera y nebulosa sensación cuando estabas bombeando mucha adrenalina,
―Ellos nos entregaron, ¿no es así?‖ Le pregunté. ―Víctor y Robert nos
delataron y luego se largaron. Debí mantenerme alerta.‖

―No lo sé,‖ dijo Dimitri. ―Es posible. Los vi justo antes de que hablara
contigo, y todo parecía estar bien. Querían ir con nosotros para encontrar a Jill,
pero sabían que era sólo cuestión de tiempo antes de que los entregáramos a las
autoridades. No estoy sorprendido de que tuvieran un plan de escape. Podrían
haber utilizado la alimentación como una distracción para llamar a los
guardianes y deshacerse de nosotros.‖

―Mierda.‖ Suspiré y eché mi pelo hacia atrás, con ganas de tener un


goma para el pelo. ―Debimos librarnos de ellos cuando tuvimos la oportunidad.
¿Qué pasará ahora?‖

Dimitri se quedó en silencio durante unos segundos. ―Los Mastrano


serán interrogados... ampliamente. Bueno, todos ellos, en realidad. Encerrarán a
Sonya para la investigación, como a mí, y Sydney será enviada de nuevo a los
Alquimistas.

―¿Y qué van a hacer con ella?‖

―No lo sé. Pero estoy adivinando que ayudar a vampiros fugitivos no irá
bien con sus superiores.‖

―Mierda,‖ repetí. Todo se había venido abajo. ―¿Y qué vamos a hacer?‖

―Poner un poco de distancia entre nosotros y los guardianes.


Escondernos en alguna parte. Vendar con algo tu tobillo.‖

Le dirigí una mirada de soslayo. ―Wow. Lo tienes todo lo planeado.‖

―No realmente,‖ dijo, una pequeña mueca en su rostro. ―Esa es la parte


fácil. Qué sucederá después de eso va a ser la parte difícil.‖

Mi corazón se hundió. Tenía razón. Siempre que los Mastrano no fueran


acusados por las autoridades Moroi por ayudar criminales, Emily ahora no
tenía a nadie que la obligara a reconocer la herencia de Jill. Si Sydney estaba
siendo transportada de vuelta con su propia gente – bien. Ella no podía ayudar
tampoco. Me di cuenta de que iba a tener que decirle a otra persona. La
próxima vez que hiciera contacto con Adrian, tendría que divulgar la verdad
para que mis amigos pudieran hacer algo al respecto con Jill. No podíamos
sentarnos con este secreto por más tiempo.

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RICHELLLE MEAD

Dimitri tomó la siguiente salida, y regresé al mundo. ―¿Hotel?‖ Le


pregunté.

―No del todo,‖ dijo. Estábamos en una zona concurrida, comercial, cerca
de Ann Arbor, pensé. Uno de los suburbios de Detroit. Restaurantes y tiendas
se alineaban en la carretera, y dobló hacia un supermercado de veinticuatro
horas, que prometía tener ‗todo‘. Aparcó y abrió su puerta. ―Quédate aquí.‖

―Pero –‖

Dimitri me miró significativamente, y luego miró hacia abajo. Había


quedado más maltratada por nuestra lucha de lo que me di cuenta, y el vestido
se había desgarrado. Mi apariencia andrajosa llamaría la atención, al igual que
mi cojera. Asentí con la cabeza, y se fue.

Me pasé el tiempo dando vueltas a nuestros problemas, maldiciéndome a


mi misma por no haber encontrado una manera de entregar a los hermanos una
vez que Robert había restaurado a Sonya. Me había estado preparando para la
traición en la forma de algún ataque mágico. No había pensado en algo tan
simple como una llamada a los guardianes.

Dimitri, siempre el comprador eficiente, pronto regresó con dos bolsas


grandes y algo colgando de su hombro. Lo lanzó todo en el asiento trasero, y
miré hacia atrás con curiosidad. ―¿Qué es eso?‖ Era largo y cilíndrico, cubierto
de lona.

―Una tienda de campaña.‖

―¿Por qué vamos –‖ gemí. ―Ningún hotel, ¿eh?‖

―Seremos más difíciles de encontrar en un camping. El coche será


particularmente más difícil de encontrar. No podemos deshacernos de el
todavía, no con tu pie.‖

―Esa pobre gente,‖ le dije. ―Espero que su seguro cubra el robo del
coche.‖

De vuelta en la autopista, pronto dejamos la mancha urbana, y no paso


mucho antes de que viéramos anuncios de campings y parques de RV. Dimitri
se detuvo en un lugar llamado Peaceful Pines. Negoció con el hombre que
trabaja en la oficina y produjo una serie de números de crujientes billetes. Esa
era otra razón por la que no podíamos conseguir un hotel, me di cuenta. La
mayoría pedía tarjetas de crédito, y Sydney las tenía todas (con nombres falsos,
por supuesto). Estábamos viviendo del efectivo ahora.

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RICHELLLE MEAD

El empleado nos dio indicaciones de que siguiéramos el camino de grava


que conducía a un punto en el extremo opuesto del campamento. El lugar
estaba ocupado con las familias de vacaciones, pero nadie nos prestó mucha
atención. Dimitri se aseguró de aparcar lo más cerca a un grupo de árboles
como le fuera posible, con el fin de ocultar el coche y sus placas. A pesar de mis
protestas, no me dejó ayudar con la tienda. Afirmó que él podría hacerlo más
rápido sin mí y que me quedara fuera de mis pies. Empecé a discutir, hasta que
comenzó el montaje de la carpa. Mi mandíbula se abrió un poco cuando vi lo
rápido que la armaba. Incluso no necesitaba las instrucciones. Tenía que ser
algún tipo de record.

La carpa era pequeña y robusta, dándonos espacio para sentarnos y


estirarnos, a pesar de que él tenía que agacharse un poco cuando estábamos
sentados. Una vez dentro, me puse a ver el resto de sus compras. Muchas de
ellas eran de primeros auxilios. También había una linterna que nos sirvió,
como una especie de lámpara improvisada.

―Déjame ver el tobillo,‖ ordenó.

Estiré mi pierna, y él empujó la falda de mi vestido hasta la rodilla, sus


dedos suaves contra mi piel. Me estremecí con una sensación de déjà vu que me
barrió. Parecía que eso me pasaba mucho últimamente. Recordé todas las veces
que me había ayudado con otras lesiones. Podríamos haber estado de vuelta en
el gimnasio de San Vladimir. Con cuidado probó la movilidad del tobillo e hizo
unos estiramientos. Sus dedos no dejaban de sorprenderme. Podían romper el
cuello de un hombre, vendar una herida, y deslizarse sensualmente a través de
la piel desnuda.

―No creo que esté roto,‖ dijo por fin. Levantó las manos, y me di cuenta
cómo de cálida me había sentido mientras él me tocaba. ―Sólo es un esguince.‖

―Ese tipo de cosas sucede cuando sigues saltando de los techos,‖ le dije.
Las bromas era mi viejo recurso para ocultar la incomodidad. ―Ya sabes, nunca
hemos practicado eso en nuestro entrenamiento.‖

Sonrió y sacó material de vendaje, envolviendo mi tobillo hasta que tuvo


soporte y estuvo estabilizado. Después de eso, él sacó…

―¿Una bolsa de guisantes congelados?‖

Dimitri se encogió de hombros y apoyó la bolsa en mi tobillo. La frescura


al instante me hizo sentir mejor. ―Más fácil que comprar una bolsa llena de
hielo.‖

―Eres muy ingenioso, Belikov. ¿Qué más tienes guardado?‖

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El resto del contenido de las bolsas resultaron ser mantas y algo de


comida. Le di una gran sonrisa cuando vi que me había traído patatas de crema
agria y una barra de chocolate. Me encantaba que recordara detalles tan
pequeños sobre mí. Mi sonrisa se desvaneció cuando otro problema
rápidamente apareció.

―No compraste nada de ropa, ¿verdad?‖

―¿Ropa?‖ Preguntó, como si fuera una palabra extranjera.

Hice un gesto hacia mi vestido roto. ―No puedo usar esto por mucho
tiempo. ¿Qué voy a hacer? ¿Hacer una toga de una manta? Eres un chico, nunca
pensando en estas cosas.‖

―Estaba pensando en la lesión y la supervivencia. Frescas y lujosas ropas,


no son una necesidad.‖

―¿Ni siquiera tu guardapolvo?‖ Pregunté con picardía.

Dimitri se congeló por un momento y luego maldijo. No había tenido la


necesidad de llevar su abrigo en el interior de la casa de los Mastrano –
honestamente, él no lo necesitaba afuera tampoco – y lo había dejado allí en la
lucha que siguió.

―No te preocupes, camarada,‖ bromeé. ―Hay muchos más de donde vino


ese.‖ Extendió las mantas sobre el piso de la tienda y se tendió sobre ellas.
Había una mirada de dolor en su cara que era casi cómica. Redadas, balas,
criminales...no era problema. ¿Un guardapolvo perdido? Crisis. ―Te
conseguiremos otro,‖ le dije. ―Ya sabes, una vez que encontramos a Jill,
limpiemos mi nombre, y salvemos al mundo.‖

―Sólo esas cosas, ¿eh?‖ Preguntó, haciendo que los dos nos riéramos.
Pero cuando me tendí a su lado, nuestros rostros se volvieron serios.

―¿Qué vamos a hacer?‖ Le pregunté. La pregunta más popular de la


noche.

―Dormir,‖ dijo, apagando la linterna. ―Y mañana ponernos en contacto


con Abe o Tasha o... alguien. Bueno, vamos a dejarles manejarlo y llevar a Jill
donde necesita estar.‖

Me sorprendió lo pequeña que mi voz sonó cuando hablé. ―Me siento


como si hubiéramos fallado. Estaba tan feliz allí. Pensé que habíamos hecho lo
imposible, pero fue en vano. Todo este trabajo por nada.‖

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―¿Nada?‖ Preguntó con asombro. ―Lo que hicimos...esto es enorme.


Encontraste a la hermana de Lissa. Otro Dragomir. No creo que entiendas
todavía realmente el peso de esto. Teníamos casi nada para seguir adelante, sin
embargo empujaste hacia adelante y lo hiciste posible.‖

―Y perdí a Víctor Dashkov. Una vez más.‖

―Bueno, el asunto sobre él es que no puede permanecer oculto por


mucho tiempo. Es una de esas personas que siempre necesita estar en control.
Él tendrá que hacer un movimiento con el tiempo y cuando lo haga—lo
atraparemos.‖

La sonrisa volvió a mis labios, aunque sabía que no podía verlo. ―Y pensé
que yo era la optimista aquí.‖

―Es contagioso,‖ respondió. Entonces, para mi sorpresa, su mano


encontró la mía en la oscuridad. Entrelazó nuestros dedos. ―Lo hiciste bien,
Roza. Muy bien. Ahora duerme.‖

No nos tocamos en ninguna otra forma, pero su mano tenía todo el calor
en el mundo. Este no era un momento perfecto, como en la biblioteca, pero
nuestra conexión familiar y el entendimiento entre nosotros quemaba más
brillante que nunca, y se sentía bien. Correcto. Natural. No quería dormir. Sólo
quería estar allí y disfrutar de estar con él. No era hacer trampa, decidí,
pensando en Adrian. Era simplemente disfrutar de esta cercanía.

Sin embargo, dormir era esencial. Habíamos elaborado un programa


donde cada uno tomaba turnos. Él se quedaría despierto mientras yo
descansaba, y tenía la sensación de que si yo no dormía, él tampoco lo haría
cuando llegara el cambio de turnos. Cerré los ojos, y no fue mi corazón lo que
tuve que desacelerar esta vez. Fue mi mente, la rueda de hámster que no
llegaba a ninguna parte tratando de averiguar qué hacer a continuación. Sólo
lleva a Jill a la Corte. Sólo lleva a Jill a la Corte. Eso era lo único que importaba.
Contactaríamos con alguien que pudiera llegar a Jill. Dimitri y yo
permaneceríamos escondidos, todo no tardaría en arreglarse...

―Gracias a Dios.‖

Me di la vuelta, ni siquiera me di cuenta de que había caído en un sueño


de espíritu. Estaba de vuelta en el jardín de Sonya con toda su luz del sol y
color, y ella estaba sentada en una silla, viéndose expectante.

―Me temía que estuvieras despierta toda la noche, cuidándote la


espalda,‖ continuó.

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―Lo haría si pudiera elegir,‖ respondí, dando un paso hacia ella. Ella no
era a quien esperaba ver en mis sueños, pero al menos hice contacto con el
mundo exterior. Usaba el vestido negro y blanco aquí, pero a diferencia de la
realidad, estaba limpio e intacto. ―Dimitri piensa que estamos en un lugar
seguro—aunque está despierto, por supuesto.‖

―Por supuesto.‖ Hubo un destello de diversión en sus ojos, pero fue


breve.

―¿Dónde estás?‖ Le pregunté. ―¿Los guardianes te encerraron?‖

―Ellos no me atraparon,‖ me dijo con aire de suficiencia. ―Tú eras su


prioridad, y un poco de compulsión se aseguró de que no me vieran. Me
marché... aunque odié dejar Emily.‖

Sentí empatía, pero estaba demasiado excitada de que Sonya hubiese


escapado. Buenas noticias, finalmente. ―Pero no puedes llevar a Jill a la corte.
Eres libre.‖

Sonya me miró como si acabara de hablar en francés. ―No puedo llegar a


Jill.‖

Fruncí el ceño. ―¿Esta ella bajo tanta seguridad?‖

―Rose,‖ dijo Sonya. ―Jill no está con los guardianes en absoluto. Víctor y
Robert se la llevaron.‖

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VEINTISEIS

―¿Ella está qué?‖ exclamé. Los pájaros del sueño que cantaban en el
jardín se quedaron en silencio. ―¿Con ellos? ¿Es por eso que ellos llamaron a los
guardianes?‖

La calma de Sonya continuó, pero ella frunció el ceño ligeramente.


―Victor y Robert no llamaron a los guardianes. ¿Por qué lo harían?‖

―Porque. . . porque ellos querían deshacerse de Dimitri y de mi. . .‖

―Tal vez‖, dijo Sonia. ―Pero no mientras ellos permanecían en la casa.


Victor es tan buscado como tú. Fue sólo la magia de Robert la que los sacó‖.

―¿Entonces quién. . .?‖ La respuesta me golpeó. Gemí. ―John y Emily‖. Yo


debería haber sabido que no sería tan fácil. Fueron demasiado rápidos para
aceptar a fugitivos en su casa.

―De hecho, creo que fue solo John. Emily realmente parecía creer que
eran inocentes. . . aun cuando no le gustaba el por qué estaban allí. También
sospecho que se había preocupado de que llamar a los guardianes simplemente
atraería más atención hacia la identidad de Jill. No me sorprendería si John
incluso no le advirtió sobre haberlos llamado. Probablemente pensó que le
estaba haciendo un favor a todos‖.

―Y en cambio, perdió a su hijastra‖, dije. ―Pero ¿por qué Victor y Robert


se la llevarían? ¿Y cómo diablos hicieron dos viejos para someter a una
adolescente de todos modos?‖

Sonya se encogió de hombros. ―Ellos son probablemente más fuertes de


lo que parecen. También es probable que la compulsión jugase un papel
importante. ¿Y en cuanto a por qué? Es difícil de decir. Pero Victor quiere poder
y control. Mantener a la Dragomir ausente con él es una buena manera de
poseer eso‖.

Me dejé caer contra un árbol. ―Bueno, no la llevaremos a la Corte‖.

―Sólo tenemos que encontrarla‖, dijo Sonya. ―Lo que yo debería ser
capaz de hacer una vez que ella esté dormida‖.

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―Más de caminar en sueños‖, le dije. Mi esperanza comenzó a revivir.


―Deberías ir a ella ahora. Encontrar—―

―Lo he intentado. Ella no está dormida. Y estoy dispuesta a apostar que


ellos están manteniéndola despierta por esa misma razón para que puedan
poner algo de distancia entre nosotros. Seguiré intentando, sin embargo‖.

No era lo ideal, pero era lo mejor que podíamos esperar en este


momento. ―¿Y Sydney, y los Mastranos?‖

―Enfrentando un montón de preguntas‖. La cara de Sonya cayó. Yo sabía


que ella todavía se sentía mal por abandonar a su prima, al igual que yo me
sentía mal por Sydney.

Toqué suavemente el brazo de Sonya. ―Está bien. Ellos estarán bien. Lo


que hiciste ayudará a Jill‖.

Ella asintió con la cabeza. ―¿Cómo vamos a estar en contacto? No puedo


esperar siempre a que estés dormida‖.

Silencio.

Excelente punto.

―Tal vez nosotros podríamos conseguir un teléfono celular hoy. . . Dios


sabe que hemos necesitado uno. Y bueno. . . ¿por qué no solo vienes con
nosotros? ¿Dónde estás de todos modos?‖

Me preguntaba si yo estaba cometiendo un error invitándola a unirse a


nosotros. Dimitri y yo nos habíamos empeñado en mantener nuestro lugar
secreto, y esa pelea con los guardianes ya había estado un poco más cerca de lo
que yo hubiera querido. Aparte de los problemas obvios—encarcelamiento,
ejecuciones, etcétera—ser capturados nos sacaría de escena para ayudar a Lissa.
Sin embargo, yo estaba bastante segura de que Sonya era uno de nuestros
aliados, y en este punto, podría ser nuestro único vínculo con Jill.
Yo había hecho una apuesta similar al revelarle a Victor donde estabamos. Y
mientras que él técnicamente nos había ayudado, esa ayuda había fracasado,
evidentemente.

No obstante, le dije a Sonia el nombre de nuestro campamento y las


mejores direcciones que pude. Ella dijo que vendría—yo no sabía cómo iba
lograrlo, pero sospechaba que era ingeniosa—y que seguiría tratando de llegar
a Jill.

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―Sonya. . .‖ Dude al hablar, sabiendo que debería dejarla terminar el


sueño. Teníamos problemas importantes, más graves que lo que estaba a punto
de preguntar. Además, este era un territorio personal. ―¿Qué trataste de decir
en el coche. . . cuando te dije que había compartido un sueño con mi novio?
Parecías sorprendida‖.

Sonya me estudió durante un buen rato, esos ojos azules mirando más
profundamente en mí de lo que me habría gustado. A veces ella parecía más
segura en el modo loco. ―Las auras dicen mucho, Rose, y soy muy buena
leyéndolas. Mucho mejor de lo que tus amigos probablemente son. Un sueño
del espíritu envuelve tu propia aura en oro, que es como yo supe que estabas en
un sueño compartido. Tu aura personal es única para ti, a pesar de que fluctúa
con tus sentimientos y alma. Cuando la gente está enamorada, esta lo muestra.
Sus auras brillan. Cuando estabas soñando, la tuya era brillante. Los colores
eran brillantes. . . pero no lo que yo esperaba de un novio. Por supuesto, no
toda relación es igual. Las personas se encuentran en etapas diferentes. Yo
habría hecho caso omiso de eso, excepto…‖

―Excepto ¿qué?‖

―Excepto que, cuando estás con Dimitri, tu aura es como el sol. Y la suya
también‖. Ella sonrió cuando yo simplemente la miré en silencio y aturdida.
―¿Estas sorprendida por esto?‖

―Yo…es decir, nosotros terminamos. Solíamos estar juntos, pero después


de su cambio, él no me quiso más. Yo seguí adelante‖. Donde seguir adelante al
parecer, significaba agarrarse de la mano y tener cercanos momentos calientes.
―Es por eso que estoy con Adrian. Estoy contenta con Adrián‖. Esa última frase
sonó casi defensiva. ¿A quién estaba tratando de convencer? ¿A ella o a mí
misma?

―Los comportamientos y los sentimientos rara vez están alineados‖, dijo,


sonando muy a lo Dimitri Zen. ―No tomes esto a mal, pero tú tienes algunos
asuntos que resolver‖.

Genial. Terapia de una mujer loca. ―Bueno, vamos a suponer que hay
algo de esto. Yo en realidad ya me he dado por vencida con respecto a Dimitri
hace un par de semanas. A lo mejor es posible que probablemente aun estoy
aferrándome a algunos sentimientos‖. ¿Posible? Pensé en cuan consciente era a
su presencia física siempre que él estaba en el coche, la despreocupada armonía
que habíamos compartido en la biblioteca, y lo bien que se sentía trabajar con él
en esa forma nuestra, tanto así de determinada y casi nunca una segunda
especulación al otro. Y hace tan sólo unas horas, en la habitación...

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Sonia tuvo la audacia de reír. ―¿Posible? ¿Después de sólo dos semanas?


Rose, eres sabia en muchos aspectos…y tan joven en otros‖.

Odiaba ser juzgada por mi edad, pero no tenía tiempo para berrinches.
―Bueno, lo que sea. Yo todavía he tenido sentimientos. Pero él no. No lo viste
después de que fue cambiado. Fue horrible. Estaba deprimido. Dijo que quería
evitarme a toda costa, que él no podía amar de nuevo a nadie. No fue hasta el
escape de locura que incluso comenzó a actuar como su viejo yo‖.

―Él y yo hablamos de eso‖, dijo, la cara seria de nuevo. ―Acerca de la


depresión. Yo lo entiendo. Después de ser Strigoi. . . habiendo hecho lo que
hicimos…no te sientes digno de la vida. Hay solo culpa y oscuridad y los
aplastantes recuerdos de esa maldad‖. Ella se estremeció.

―Tú. . . tú has actuado diferente a él. Quiero decir, te ves tan triste a
veces, pero en otras. . . es como si nada te hubiera sucedido. Estas de vuelta a tu
viejo yo. En su mayoría. ¿Cuál es la diferencia entre ustedes dos?‖

―Oh, todavía tengo culpa, créeme. Después de que Robert me cambió. . .‖


Había veneno cuando pronunciaba su nombre. ―Bueno, yo no quería salir de mi
casa, mi cama. Me odiaba por lo que había hecho. Deseaba haber sido estacada
hasta la muerte. Entonces Dimitri me habló…me dijo que la culpa era
inevitable. El hecho de que pueda sentirla solo demostraba que ya no era un
Strigoi. Pero me dijo que no podía dejar que eso me detuviera de abrazar la vida
nuevamente. Se nos ha dado una segunda oportunidad, a él y a mí. No
podíamos tirarlas a la basura. También me dijo que a él le tomó un tiempo darse
cuenta de ello y que no quería que yo cometiera los mismos errores. Me dijo
que abrazara la vida y su belleza y a la gente que quiero antes de que fuera
demasiado tarde—incluso, aunque esto me sea muy difícil. Sacudirme del
pasado Strigoi…es como un peso, que siempre me oprime. Él juró que no iba a
dejar que eso lo controle ya más—lo cual créeme, suena noble, pero es muy
difícil de hacer—y también dijo que no iba a dejar que su vida careciera de
sentido. Ya había perdido algunas cosas para siempre, pero se negaba a dejar de
lado el resto‖.

―¿Él dijo todo eso? Yo…yo ni siquiera estoy segura de lo que la mitad de
eso significa‖. Me dijo que abrazara la vida y su belleza y a la gente que quiero antes
de que fuera demasiado tarde.

―A veces yo tampoco. Como dije, es mucho más fácil decirlo que hacerlo.
Sin embargo, creo que él me ha ayudado a recuperarme más rápidamente de lo
que lo habría hecho por mí misma. Estoy agradecida. Y en cuanto a ti y a tu
aura…‖ Esa sonrisa regresó. ―Bueno, tú tienes que averiguarlo. No creo en las
almas gemelas, no exactamente. Creo que es ridículo pensar que hay solamente
una persona por ahí para nosotros. ¿Qué ocurre si tu ‗alma gemela‘ vive en

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Zimbabwe? ¿Y si muere joven? También creo que ‗dos almas volviéndose una‘
es ridículo. Necesitas aferrarte a ti misma. Pero sí creo en las almas que están en
sincronía, almas que se reflejan mutuamente. Veo esa sincronía en vuestras
auras. Puedo ver amor también. Y veo todo esto en su aura y en la tuya. Sólo tú
puedes elegir qué hacer con esa información—si incluso la crees‖.

―No hay presión‖ murmuré.

Parecía como si estuviera a punto de terminar el sueño, pero luego se


detuvo y me dio una mirada penetrante. ―Una cosa a tener cuidado, Rose. Sus
auras se corresponden, pero ellas no son idénticas. La de Dimitri esta espoleada
con pedacitos de oscuridad, los restos de su trauma. Esa oscuridad se desvanece
un poco cada día. Llevas oscuridad también—pero esta no está
desvaneciéndose‖.

Me estremecí. ―Lissa. Es la oscuridad que estoy tomando de ella, ¿no es


cierto?‖

―Sí. No sé mucho acerca de vínculos, pero lo que estás haciendo—


incluso si está ayudándola—es muy peligroso. Él espíritu nos destroza, no hay
duda, pero de alguna manera…creo que los usuarios de espíritu estamos
hechos para eso, mejor que otros. No es que siempre sea evidente‖, ella añadió
con ironía. ―¿Pero tú? No. Y si tomas demasiado, no sé lo que sucederá. Tengo
miedo de que esto esté fortaleciéndose y fortaleciéndose. Me temo que sólo esta
esperando una chispa—un catalizador—para hacer que explote dentro de ti‖.

―¿Qué sucederá entonces?‖ Susurré.

Ella sacudió la cabeza lentamente. ―No lo sé‖.

Con eso, el sueño se desvaneció.

Caí de nuevo en un sueño sin sueños, sin embargo mi cuerpo—como si


sabiendo que era el momento de tomar mi turno—se despertó por sí mismo
unas horas más tarde.

La oscuridad de la noche me rodeaba, una vez más, y muy cerca, pude


oír a Dimitri, respirando constantemente y sentí su calor.

Todo lo que acababa de discutir con Sonya vino vertiéndose de nuevo en


mí. Demasiado, demasiado. Yo no sabía por dónde empezar a procesarlo.
Y no, yo no sabía si podía creerle, no con lo que había visto en la vida real. Los
comportamientos y los sentimientos rara vez están alineados. Con una respiración
profunda, me obligué a ser una guardiana, no una niña emocionalmente
perturbada.

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―Tu hora de dormir, camarada‖.

Su voz vino a mí como la luz en la oscuridad, suave y baja. ―Puedes


descansar más si lo necesitas‖.

―No, estoy bien‖, le dije. ―Y recuerda, tú no eres—―

―Lo sé, lo sé‖, él se rió entre dientes. ―No soy el general‖. Oh Señor.
Terminábamos los chistes del otro.

Creo en almas que están en sintonía.

Con severidad recordándome a mí misma que la visita de Sonya no


había sido realmente sobre mi vida amorosa, le relaté el resto del sueño a
Dimitri, describiendo la traición de John y el secuestro de Jill. ―Hice. . . ¿hice lo
correcto en decirle a Sonya dónde estamos?‖

Pasaron varios instantes antes de que él respondiese. ―Sí. Tienes razón


necesitamos su ayuda—y ella puede encontrar a Jill. El problema es que Victor
y Robert tienen que saber eso también‖. Suspiró. ―Y tienes razón creo que lo
mejor es que tome un descanso para lo que está por venir‖.

Así, de esa manera eficiente suya, no dijo nada más. Pronto, su


respiración cambió al caer de nuevo en el sueño. Era increíble cómo podía hacer
eso con tan poco esfuerzo. Por supuesto, eso era algo que se nos había enseñado
como guardianes: duerme cuando puedas porque no sabes cuándo serás capaz
de hacerlo de nuevo. Era un truco que yo nunca había adquirido. Mirando en la
oscuridad, mantuve mis sentidos afilados, escuchando por cualquier sonido
que pudiera indicar peligro.

Yo no podría tener un talento para quedarme dormida al instante, pero


podía mantener mi cuerpo despierto alerta sin dejar de consultar con Lissa. Jill y
nuestro escape me habían ocupado hoy, pero los acontecimientos en la Corte
aún pesaban mucho en mí. Alguien había intentado matar a Lissa, y un grupo
de guardianes se habían llevado a la fuerza a Eddie.

Cuando miré a través de sus ojos, no fue una sorpresa encontrarme con
la mayoría de mis amigos juntos. Estaban en una austera e intimidante
habitación, similar a la que ella había sido cuestionada acerca de mi escape—
excepto que esta era más grande. Y con buena razón. Estaba llena de todo tipo
de personas. Adrian y Christian ante Lissa, y yo no necesitaba la lectura del
aura para saber que los dos chicos estaban tan inquietos como ella.

Hans estaba detrás de una mesa, sus manos apretadas en esta cuando él
se inclinó hacia delante y los miró a todos. Frente a Lissa, contra la pared del

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fondo, Eddie estaba sentado con cara de piedra en una silla con un guardián a
cada lado de él. Los dos guardias estaban tensos, preparados para entrar en
acción. Ellos pensaban que Eddie era una amenaza, me di cuenta, lo cual era
ridículo. Sin embargo, Hans parecía compartir su opinión.

Él señaló con el dedo a una fotografía sobre la mesa. Tomando un paso


adelante, Lissa vio que la imagen era del tipo que la había atacado—una foto
tomada después de su muerte. Tenía los ojos cerrados, su piel se volvió
pálida—pero proporcionaba una visión detallada de sus rasgos faciales,
blandos como estaban.

―¡Mataste a un Moroi!‖ Exclamó Hans. Yo al parecer había sintonizado


en mitad de la conversación. ―¿Cómo que no es un problema? ¡Estas entrenado
para protegerlos!‖

―Lo hice‖, dijo Eddie. Estaba tan tranquilo, tan serio que la parte de mí
que todavía podía reunir sentido del humor, pensaba que él era como Dimitri
Junior. ―Yo la protegí. ¿Qué diferencia hace si la amenaza es Moroi o Strigoi?‖

―No tenemos ninguna prueba de cualquiera de los detalles de este


ataque‖, gruñó Hans.

―¡Tienes tres testigos!‖ Contestó bruscamente Christian. ―¿Estás diciendo


que nuestros reportes son inútiles?‖

―Estoy diciendo que ustedes son sus amigos, lo que hace que sus
informes sean cuestionables. Me habría gustado haber tenido un guardián
alrededor para comprobar esto‖.

Ahora el temperamento de Lissa destelló. ―¡Lo hiciste! Eddie estaba allí‖.

―¿Y no había manera de que pudieras haberla protegido sin matarlo?‖


Preguntó Hans.

Eddie no contestó, y yo sabía que estaba considerando seriamente la


cuestión, preguntándose si realmente podría haber cometido un error. Por fin,
él sacudió su cabeza. ―Si no lo hubiese matado, él me habría matado‖.

Hans suspiró, sus ojos cansados. Era fácil para mí estar enfadada con él
ahora mismo, y tuve que recordarme a mí misma que él sólo estaba haciendo su
trabajo.

Él levantó la imagen. ―¿Y ninguno de ustedes—ninguno de ustedes— ha


visto alguna vez a este hombre?‖

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Lissa estudió la cara una vez más, reprimiendo un escalofrío. No, ella no
lo había reconocido durante el ataque y no lo reconocía ahora. Realmente no
había nada destacable en él—ninguna característica notable que pudieras
señalar. Nuestros otros amigos sacudieron la cabeza, pero Lissa se sintió
frunciendo el ceño.

―¿Sí?‖ Preguntó Hans, saltando de inmediato ante ese sutil cambio.

―No lo conozco. . .‖ Dijo lentamente. La conversación con Joe el conserje


apareció en su mente.

¿Cómo era el tipo? Ella le había preguntado Joe.

―Común y corriente. Ordinario. Excepto la mano‖.

Lissa se quedó mirando la foto un momento más, la cual apenas


mostraba una mano con cicatrices con un par de dedos doblados. Yo también lo
había notado en la lucha. Ella levantó sus ojos hacia Hans. ―No lo conozco‖,
repitió. ―Pero creo que conozco a alguien que lo hace. Hay un conserje…bueno,
un ex conserje. El que testificó acerca de Rose. Creo que él ha visto antes a este
tipo. Ellos tienen una interesante relación de negocios. Mikhail iba a asegurarse
de que él no dejará la Corte‖.

Adrian no se veía nada contento con Joe siendo mencionado, ya que esto
iba a implicar a su madre por soborno. ―Ellos tendrán dificultades para hacerlo
hablar‖.

Hans entrecerró los ojos. ―Oh, si él sabe algo, lo haremos hablar‖. Hizo
un gesto repentino hacia la puerta, y uno de los guardianes de Eddie se acercó a
esta. ―Encuentra a este tipo. Y envía a nuestros ´invitados´‖. El guardián asintió
y salió de la habitación.

―¿Qué invitados?‖ Preguntó Lissa.

―Bueno‖, dijo Hans, ―Es gracioso que menciones a Hathaway. Debido a


que acabamos de tener un avistamiento de ella‖.

Lissa se puso rígida, el pánico encendiéndose a través de ella.

Encontraron a Rose. Pero, ¿cómo?

Abe le había asegurado que yo estaba a salvo en esa ciudad en Virginia


Occidental.

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―Ella y Belikov fueron vistos fuera de Detroit, donde ellos secuestraron a


una niña‖.

―Ellos nunca—‖Lissa se detuvo. ―¿Has dicho Detroit?‖ Fue con gran


mesura que ella no disparó miradas cuestionadoras a Christian y Adrián.

Hans asintió con la cabeza, y aunque daba la impresión de tan sólo


transmitir información, yo sabía que él estaba alerta por algún tipo de reacción
comunicativa de mis amigos. ―Habían algunas otras personas con ellos.
Algunos de ellos se escaparon, pero cogimos a uno‖.

―¿A quién secuestran?‖ Preguntó Christian. Su asombro no era fingido


tampoco. También él había pensado que estábamos escondidos a salvo.

―Mastrano‖, dijo Hans. ―Algo Mastrano‖.

―¿Jill Mastrano?‖ Exclamó Lissa.

―¿Jailbait?‖ Preguntó Adrián.

Hans claramente no terminaba de datar ese apodo, pero no tuvo


oportunidad de cuestionar eso, porque en ese momento, se abrió la puerta. Tres
guardianes entraron, y con ellos estaba—Sydney.

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VEINTISIETE

Me habría quedado boquiabierta de haber estado allí, tanto por la


conmoción de ver a Sydney como por el hecho de ver a un ser humano en la
Corte. Seres humanos, en realidad, porque había otros dos con ella, un hombre
y una mujer. El hombre era joven, sólo un poco mayor que Sydney, con el pelo
y los ojos de color marrón oscuro. La mujer era más vieja y tenía ojos duros, una
mirada experimentada que asocié con Alberta. Esta mujer era de piel oscura,
pero todavía se podía ver el tatuaje de oro que ella y los otros humanos tenían.

Todos eran alquimistas.

Y era obvio que estos alquimistas no estaban contentos. La mujer mayor


estaba dando un buen espectáculo, sus ojos como dardos dejaban en claro que
quería estar en otra parte -en cualquier lugar-menos allí. Sydney y el hombre no
escondían su miedo. Sydney se podría haber acostumbrado a Dimitri y a mí,
pero ella y sus socios acababan de entrar a la guarida del mal, probablemente,
en la medida que a ellos les concernía.

Los alquimistas no estaban solos en su malestar. Tan pronto como


entraron, los guardianes ya no consideraban a Eddie como la única amenaza de
la habitación. Todos sus ojos estaban en los humanos, examinándolos como si
se tratara de Strigois.

Mis amigos parecían más curiosos que asustados. Lissa y yo habíamos


vivido entre los humanos, pero Cristian y Adrián habían tenido muy poco
contacto con ellos, exceptuando a los alimentadores. Ver a los alquimistas en
nuestro territorio había añadido un elemento adicional de intriga.
Me sorprendió sin dudas ver a Sydney allí tan rápidamente. ¿O no fue
rápidamente?

Horas habían pasado desde que escapó de la casa de Jill. No tenía


suficiente tiempo para conducir a la Corte, pero sin duda el suficiente como
para volar hasta allí. Sydney no se había cambiado de ropa desde que la había
visto por última vez, y había sombras bajo sus ojos. Tenía la sensación de había
sido interrogada sin fin desde su captura. El misterio era, ¿por qué traer a los
alquimistas aquí a la reunión acerca de el asesinato del Moroi desconocido que
cometió Eddie? Había dos cuestiones completamente diferentes en juego.
Lissa estaba pensando lo mismo.

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―¿Quiénes son estos tipos?‖ Preguntó, aunque tenía una idea bastante
buena que quien era Sydney. Ella había escuchado suficientes descripciones de
ella de mí.

Sydney le dio a Lissa una rápida mirada, y yo sospechaba que había


adivinado la identidad de Lissa.

‖Alquimistas‖, dijo Hans bruscamente. ―¿Saben lo que eso significa?‖

Lissa y mis amigos asintieron con la cabeza.

―¿Qué tienen que ver con Eddie y el tipo que me atacó?‖ preguntó.

‖Tal vez algo. Tal vez nada‖. Hans se encogió de hombros. ―Pero sé que
algo extraño pasa, hay algo en lo que todos están involucrados, y tengo que
averiguar qué. Ella...‖ Hans señaló a Sydney ―estaba con Hathaway en Detroit,
y todavía tengo dificultades para creer que ustedes no sabían nada al respecto‖.

Adrián se cruzó de brazos y se apoyó contra la pared, la imagen perfecta


de la indiferencia. ―Siga creyendo eso, pero yo no conozco a ninguna de estas
personas. ¿Los Alquimistas no nos odian? ¿Por qué están aquí?‖ Adrián
preguntó, irónicamente, era el único de mis amigos que sabía que yo no había
estado en West Virginia, pero nunca lo averiguarían por su actitud.

‖Porque tenemos una asesina que trato de escapar y necesitaba a una


persona como cómplice‖, fue la crujiente respuesta de Hans.

Una negación sobre mi culpa estaba en boca de Lissa, pero la alquimista


mayor habló en primer lugar.

‖Usted no tiene ninguna prueba de que la señorita Sage sea la cómplice


de su criminal. Y sigo pensando que es ridículo que no nos permitan que
hagamos nuestro propio interrogatorio‖.

‖En cualquier otra situación, nosotros lo haríamos, señorita Stanton‖,


respondió Hans. Hielo se estaba formando entre los dos. ―Pero ésta situación,
como se puede imaginar, es un poco más grave que la mayoría. Nuestra reina
fue asesinada‖.

La tensión se intensificó aún más entre los guardianes y los alquimistas.


Su relación de trabajo no era feliz, me di cuenta. También se me ocurrió que,
aunque los superiores de Sydney pensaran que había cometido algún crimen,
nunca lo admitirían a mi pueblo, lo que significaba que la paranoia de Hans no
carecía del todo de fundamento. Cuando ninguno de los alquimistas respondió
Hans pareció entender esto como la aprobación para comenzar a interrogar a
Sydney.
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‖¿Conoce usted a estos tres?‖ Hizo un gesto hacia mis amigos, y Sydney
negó con la cabeza. ―¿Alguna vez se comunicó con ellos?‖

‖No‖.

Hizo una pausa, como si tuviera la esperanza de hacerla cambiar su


respuesta. No lo hizo.

―Entonces, ¿cómo se involucró con Hathaway?‖

Ella lo observó con atención, con miedo en sus ojos marrones. Yo no


estaba segura de si era a causa de él exactamente. En realidad, había un montón
de cosas por las que podría estar nerviosa en este momento, como estar aquí
con todos y la eventual sanción que le darían los alquimistas. Luego, por
supuesto, estaba Abe. Técnicamente, el era la razón por la que ella había llegado
a estar atrapada en este lío. Todo lo que tenía que hacer era contarles sobre él,
por ejemplo sobre su chantaje. Eso la sacaría del problema, pero lo haría enojar.

Sydney tragó y forzó una mirada desafiante.

‖Conocí a Rose en Siberia‖.

‖Sí, sí‖, dijo Hans. ―Pero, ¿cómo terminaste ayudándola a escapar de


aquí?‖

‖¡Yo no tengo nada que ver con su escape de este lugar!‖ Dijo Sydney.
Era una verdad a medias, supuse.

―Ella me contactó hace unos días y me pidió ayuda para llegar a una casa
cerca de Detroit. Dijo que era inocente y que eso ayudaría a demostrarlo‖.

‖Los alquimistas sabían por entonces que era una fugitiva‖, señaló Hans.
―Todo el mundo tenía la orden de buscarla. Usted podría haberla traído‖.

‖Cuando conocí a Rose, no me pareció el tipo de persona que cometería


asesinato, quiero decir, aparte de matar Strigois. Que no es asesinato de todos
modos, ¿verdad?‖. Dijo Sydney con el desdén típicamente Alquimista. Fue un
buen toque. ―Así que, cuando dijo que era inocente y podía probarlo, me decidí
a ayudarla. Le di un aventón‖.

‖Ya le pregunté acerca de esto‖, dijo irritada, Stanton. ―Y ya te dije que lo


hicimos. Lo que hizo fue tonto, ingenuo y sin pensar. Es algo que nosotros
vamos a tratar, no tú. Tu preocúpate por tu endemoniada asesina‖. Sus palabras
fueron suaves, como si se tratara de llevar a Sydney a casa y castigarla como a
una niña traviesa. Dudé que fuera así de simple.

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‖¿Quiénes eran las personas que estaban con ella?‖ Preguntó Hans,
haciendo caso omiso de Stanton.

El desprecio Sydney creció.

―Uno de ellos era ese tipo…Dimitri Belikov. El que parece que fue curado.
No sé quiénes eran los otros. Dos chicos y una mujer. Nunca nos presentaron‖.

Era una mentira bien hecha, su falsa indignación sobre Dimitri


enmascaraba su conocimiento del resto de nuestros compañeros.
Lissa se inclinó hacia adelante con entusiasmo, hablando poco antes de Hans
pudiera hacerlo.

―¿Qué había en Detroit? ¿Cómo iba Rose a limpiar su nombre allí?


¿Especialmente con Jill?‖

Aunque Hans no se veía feliz acerca de la interrupción, yo sabía que


tenía que sentir curiosidad por Jill y Detroit también. No dijo nada, tal vez
esperando que alguien pudiera resbalar y revelar una pieza clave. Sydney, sin
embargo, siguió jugando a la distante y fría.

‖No tengo idea. No se bien que podía hacer esa chica Jill. Rose dijo que
teníamos que llegar a ella, así que le ayudé‖.

‖¿Ciegamente?‖ Preguntó Hans. ―¿De verdad voy a creerle que hizo todo
sólo por confianza? ¿Como es eso?‖

‖Ella es mi…― Sydney se mordió el labio antes de decir lo que sospeche


amiga. Había algo creíble acerca de ella, y pensé que seria una gran pérdida de
recursos si los alquimistas habían estado ayudando a cazar el asesino
equivocado. ‖Si hubiera comprobado que era culpable, entonces iba a traerla. Y
pensé... Pensé que si yo era quien resolvía esto, iba a obtener el crédito y un
ascenso‖.

Esa era una mentira bien, bien. ¿Una niña ambiciosa tratando de mejorar
su carrera a escondidas? Muy bien. Bueno, no para todo el mundo.
Hans negó con la cabeza.

―No le creo a ninguno de ustedes‖.

El chico Alquimista dio un paso hacia adelante que hizo que cada
guardián se tensara.

―Si ella dice que fue de esa forma, así fue como sucedió, entonces eso es
lo que paso‖. Él tenía la misma ferocidad y desconfianza que tenia Stanton, pero

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parecía haber más. Una especie de protección hacia Sydney que era tan
personal como profesional. Lissa lo sintió también.

‖Fácil, Ian‖, dijo Stanton, manteniendo sus ojos en Hans. Su compostura


me recordaba más y más a Alberta. Ella no podía estar a gusto en un cuarto
lleno de guardianes, pero no iba a demostrarlo. ―No importa si te cree o no. La
cuestión sigue siendo: la señorita Sage respondió a sus preguntas. Se terminó‖.

‖¿Los padres de Jill no sabían nada?‖ Preguntó Lissa. Todavía estaba en


estado de shock por todos estos acontecimientos—por no mencionar
preocupada por mí estando fuera de mi segura ciudad de montañas-, pero ese
toque misterioso sobre limpiar mi nombre era poderoso. Ella no podía dejarlo
ir.

Sydney se volvió a Lissa, y yo casi podía leer sus pensamientos


alquimistas. Ella sabía lo cercanas que Lissa y yo éramos y que me hubiera
gustado darle a Lissa algún tipo de confort. No había manera, sin embargo, de
que Sydney pudiera hacer eso con toda esta gente en la sala. Ella también tenia
que ser consciente del hecho de que yo misma no le había dicho nada a Lissa
sobre Jill.

‖No‖, dijo Sydney. ―Solo fuimos allí, y Rose, dijo que Jill tenía que venir
con ella. Los Mastranos no sabían por qué. Y entonces Rose se la llevo. O Jill se
fue con ella. No estoy segura de lo que sucedido. Todo se volvió un caos‖.

Ni los alquimistas ni los guardianes disputaron que yo me había llevado


a Jill, lo que me hizo pensar que era una historia que habían creído y
aceptado—de ambos lados, tanto los padres de Jill como Sydney. Se trataba de
una verdad lo suficiente creíble como para explicar la desaparición de Jill. Aún
no se había mencionado el secreto Dragomir, sin embargo, creo que Emily
estaba probablemente más que feliz de guardar silencio por ahora.

‖Allí‖, dijo Stanton. ―Esto es exactamente lo que te dije antes. Tenemos


que irnos ahora‖. Se volvió hacia la puerta, pero los guardianes bloquearon el
camino.

‖Imposible‖, dijo Hans. ―Este es un asunto serio, y la señorita Sage es el


único vínculo que tenemos a un asesinato, un asesinato real. Y un secuestro‖.

Stanton se burló, y me acordé de Sydney, una vez diciendo que los


alquimistas pensaban que el sistema de reglas Moroi era una tontería. ―Ella no
parece ser de mucha utilidad para usted. Pero no se preocupe, nosotros nos
encargaremos de ella. Póngase en contacto con nosotros si tiene más
preguntas‖.

‖Inaceptable‖, dijo Hans. ―Ella se queda aquí‖.


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Ian, el otro Alquimista, se unió a la discusión, en un movimiento


protector frente a Sydney.

―¡No dejaremos a uno de los nuestros aquí!‖ Una vez más, tuve esa
sensación divertida sobre él. Un enamoramiento, lo era. Se había enamorado de
ella y estaba tratando esto como algo más que negocios. Stanton le dio una
mirada que decía que ella se ocuparía de este asunto. Se quedó en silencio.

‖Ustedes pueden quedarse aquí, pues‖, dijo Hans. ―No hace ninguna
diferencia en mí. Así que conseguiré habitaciones‖.

‖Eso es inaceptable‖. A partir de ahí, ella y Hans se metieron en una


furiosa discusión. Yo no pensé que llegaría a las manos, pero los otros
guardianes se habían cerrado en un poco como medida de precaución.

Los ojos de Ian observaban a Stanton y Sydney, pero no entró en la


discusión. En un momento, su mirada pasó por encima de la mesa en la que
Hans estaba inclinado, e Ian de repente dio un respingo en la fotografía. Fue
sólo una breve pausa, con una ligera ampliación de los ojos…Lissa, se dio
cuenta.

Ella dio un paso hacia Ian y Sydney. Uno de los guardianes vio el
movimiento, considerado a Lissa segura, se volvió a ver Stanton.

―Lo conoces‖, murmuró Lissa, manteniendo su voz por debajo de los


gritos. De hecho, era un poco demasiado baja porque Sydney e Ian se veían en
blanco. Sus oídos no podían escuchar lo que un Moroi o dhampir decían tan
bajo.

Lissa miró a su alrededor con inquietud, porque no quería llamar la


atención. Alzó el volumen un poco.

―Conoces. Al tipo de la foto‖.

Ian miró a Lissa, con un poco de asombro y desconfianza en su rostro. Él,


sin duda, tenía esa actitud distante hacia los vampiros, pero sus palabras lo
habían cogido con la guardia baja.

Y, aunque ella era una criatura malvada de la noche, era muy bonita.

‖Ian‖, dijo Sidney en voz baja. ―¿Qué pasa?‖ Había una nota de urgencia
en su voz, sin querer juzgar a su enamorado, me pareció. Abrió la boca para
hablar, pero luego, la conversación entre los otros los envolvió de nuevo.
Sydney volvió a ser el centro de atención, e Ian se apartó de Lissa.
El compromiso de Stanton y Hans había llegado a ser exactamente eso, un
compromiso.
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Tampoco fueron felices con él. Había un pequeño pueblo a menos de


cuarenta y cinco minutos de la corte, y los alquimistas se quedarían allí, con
varios guardianes cerca. Sonaba como un arresto domiciliario para mí, y por la
expresión de Stanton parecía estar de acuerdo. Creo que sólo consintió porque
era una ciudad humana. Antes de que todo el mundo se hubiera ido, Hans
interrogo a mis amigos por última vez, con sus ojos estudiando cada rostro con
cuidado.

‖¿Ninguno de ustedes conoce a esta chica-alquimista o han estado en


contacto con ella? ¿O han sabido acerca de su participación con Hathaway?‖

Una vez más, Lissa y los demás lo negaron, y otra vez, Hans no tuvo más
remedio que aceptar a regañadientes las respuestas. Todo el mundo se dirigió
hacia la puerta, pero Hans no iba a dejar a Eddie salir.

―No tu, Castle. Permanecerás aquí hasta que los otros asuntos se
resuelvan‖.

Lissa se quedó sin aliento.

―¿Qué? Pero él-―

‖No te preocupes por eso‖, dijo Eddie con una pequeña sonrisa. ―Todo
va a estar bien. Sólo cuídate‖.

Lissa dudó, a pesar de que Cristian le tiraba del brazo para irse. A pesar
de todas las veces que Eddie había defendido la vida de Lissa, había asesinado
a un Moroi. Lo cual no podía ser tomado a la ligera. Los guardianes tenían que
estar 100 por ciento convencidos de que el no había tenido otra opción antes de
ponerlo en libertad. Al ver su mirada fuerte, su calma en el rostro, Lissa sabía
que él estaba preparado para manejar lo que viniera.

‖Gracias‖, dijo, caminando junto a él. ―Gracias por salvarme‖.

Su respuesta fue una leve inclinación de cabeza, y Lissa entró en el


pasillo para encontrarse de nuevo con más caos.

‖¿Dónde estaban?‖

Mis amigos y los alquimistas se dirigían hacia la salida mientras que un


grupo de guardianes los escoltaba. Mientras tanto, alguien había entrado en la
sala y se detuvo ahora siendo interrogado por los guardianes. Era Abe.
Entendió cada pieza de la extraña situación en menos de lo que late un corazón,
sus ojos pasaron por encima de Sydney y los alquimistas como si nunca los
hubiera visto antes. A través de los ojos de Lissa, vi palidecer a Sydney, pero
nadie más se dio cuenta. Abe le sonrió a Lissa y se acercó para salir con ella.
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‖Ahí estas. Te quieren para la última prueba monarca‖.

‖ ¿Y lo enviaron a usted?‖ Preguntó Christian con escepticismo.

‖Bueno, me ofrecí‖, respondió Abe. ―Escuche que había un emocionante


interrogatorio sobre asesinato con humanos fanáticos religiosos. Todas las cosas
que en las que estoy interesado, ya sabes‖.

Lissa puso los ojos en blanco pero no dijo nada hasta que todo el grupo
salió del edificio. Los alquimistas y su escolta no deseada se fueron por un
camino, mientras que Lissa y nuestros amigos se fueron por otro. Lissa deseaba
echar un vistazo a Sydney e Ian—Yo también lo quería—, pero sabía que era
mejor seguir adelante y seguir el ejemplo de Abe, sobre todo porque algunos de
esos guardianes estaban viendo a más que los alquimistas.

Tan pronto como el grupo de Lissa estuvo lo suficientemente lejos de las


autoridades, la amable sonrisa de Abe se desvaneció, y se volvió a mis amigos.

―¿Qué demonios ha pasado? He oído todo tipo de historias locas.


Alguien dijo que estabas muerta‖.

‖Casi‖, dijo Lissa. Ella le contó sobre el ataque, expresando su temor por
Eddie.

‖El estará bien‖, dijo Abe con desdén. ―No tienen nada en su contra. El
peor problema será tener una marca en su registro‖.

Lissa se sintió aliviada por la garantía de Abe, pero yo todavía me sentía


culpable. Gracias a mí, el registro de Eddie se vería empañado. Su excelente
reputación estaba en declive sobre una base diaria.

‖Esa era Sydney Sage‖, dijo Lissa. ―Pensé que todos estaban en Virginia
Occidental. ¿Por qué ella no esta con Rose?‖

‖Esa‖, dijo Abe oscuramente, ―es una excelente pregunta‖.

‖Debido a que al parecer ellos estaban secuestrando a Jill Mastrano en


Detroit‖, dijo Christian. ―Lo cual es raro. Pero no es la cosa más alocada que se
me ocurre, que pueda hacer Rose‖. Agradecí el apoyo.

Abe obtuvo un resumen de este nuevo desarrollo también, al menos


tanto como mis amigos sabían de él, que era sólo una parte de toda la historia.
Abe entendió inmediatamente que había sido engañado, y era obvio por su
expresión enojada que no le gustaba ser mantenido en las sombras. Bienvenido al
club, viejo, pensé con pequeña satisfacción. Yo no había olvidado que nadie me

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había avisado sobre el plan de escape. Mi complacencia no duró mucho porque


me preocupaba lo que le pasaría a Sydney, ahora que Abe estaba con ella.

‖Esa chica estuvo mintiéndome‖, gruñó. ―Todos los días, todos estos
informes acerca de cuan tranquilos y aburridos estaban en West Virginia. Me
pregunto si es que llegaron a esa ciudad. Tengo que ir a hablar con ella‖.

‖Buena suerte‖, dijo Adrián, tirando de un cigarrillo para encenderlo. Al


parecer, en mi ausencia, el contrato que había hecho en tono de broma
diciéndome que iba a dejar sus vicios para que saliera con el, no funcionaba
mas. ―No creo que sus amigos o los guardianes lo dejen estar cerca de ella‖.

‖¡OH!, por supuesto que llegare a ella‖, dijo Abe. ―Ella tiene un montón
de respuestas. Si las escondió de los otros idiotas, entonces bien por ella. Pero a
mi me las va a decir‖.

Un pensamiento repentino se provoco en la mente de Lissa.

―Tienes que hablar con Ian. Ese tipo con los alquimistas. Él sabe sobre el
hombre de la foto—Errr…quiero decir, el hombre que Eddie mató‖.

‖¿Estas segura?‖ preguntó Abe.

‖Sí‖, dijo Adrián, sorprendiendo a todos. ―Ian definitivamente había


tenido una reacción. Y también se siente atraído por esa muchacha Sydney‖.

‖Vi eso también‖, dijo Lissa.

‖Parecía un poco tensa‖. Adrián frunció el ceño. ―Pero tal vez sea su
tipo‖.

‖Ese enamoramiento podría ser útil‖, reflexionó Abe. ―No todas las
mujeres saben el poder que ejercen. ¿Has visto a ese guardián con quien tu tía
sale? ¿Ethan Moore?‖

‖Sí‖, se quejó Christian. ―No me lo recuerdes‖.

‖Tasha es bastante bonita, sin embargo‖, señaló Adrián.

‖Eso no es bueno‖, dijo Christian.

‖No seas tan malhumorado‖, dijo Abe. ―Ethan es un guardián del


palacio. Él estaba allí la noche del asesinato, lo que podría ser muy útil para
nosotros si puedo mantener su interés‖.

Christian negó con la cabeza.


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―Los guardias ya declararon. No tiene importancia. Ethan ya contó lo


que sabe‖.

‖No estoy tan seguro‖, dijo Abe. ―Siempre hay cosas que ocurren fuera
del registro oficial, y estoy positivamente seguro de que los guardines eran
interrogados con órdenes estrictas sobre lo que debían revelar y no revelar. Tu
tía puede ser lo suficiente encantadora como para encontrar algo para
nosotros‖. Abe suspiró, todavía luciendo muy infeliz por la alteración repentina
de sus organizados planes. ―Si sólo Sydney fuera tan encantadora, lo suficiente
como para hallar una manera de salir de ese interrogatorio para que yo pudiera
ir a interrogarla a ella. Ahora tendré que abrirme paso entre los alquimistas y
los guardianes para llegar a ella y averiguar donde esta Rose. Ah, y tu
realmente tienes que ir a la prueba, princesa‖.

‖Creí que era sólo una excusa que utilizaste para encontrarme‖, dijo
Lissa.

‖No‖, ellos quieren que usted vaya‖. Le dio la dirección de la prueba. Era
en el edificio donde había tenido la segunda prueba.

―Todos ustedes vayan juntos y luego un guardián los guiará de vuelta.


No salgan de su habitación hasta que Janine o Tad los busquen‖. Tad era uno
de los secuaces de Abe. ―No quiero mas sorpresas‖.

Lissa quería discutir que sin duda no iba a ponerse bajo arresto
domiciliario, pero decidió que era mejor dejar ir a Abe por ahora. Corrió,
todavía irradiando agitación, y ella y los chicos se dirigieron hacia el sitio de
prueba.

‖Hombre, vaya que está enojado‖, dijo Adrian.

‖¿Lo culpas?‖ Preguntó Cristian. ―Él acaba de perder participación en el


malvado club de mentes. Su brillante plan se vino abajo, y ahora su hija esta
desaparecida mientras el pensaba que estaba en un lugar seguro‖.

Adrián se quedó deliberadamente en silencio.

‖Espero que ella esté bien‖, suspiró Lissa, con un nudo en el estómago.
―¿Y que diablos tiene que ver Jill con todo esto?‖

Nadie tenía una respuesta para eso. Cuando llegaron al lugar de la


prueba, Lissa encontró una situación casi idéntica a la anterior. Muchos
espectadores a lo largo del pasillo. Guardianes bloqueando la puerta. Más
personas que nunca estarían animadas por su nombre mientras se acercaba,
algunos eran Moroi comunes y otros miembros de la realeza, cuyos candidatos
quedaron fuera de la carrera. Un número de candidatos no había superado la
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prueba de miedo, por lo que las familias habían cambiado sus lealtades.
Una vez más, Lissa se introdujo en la habitación sola. Su corazón empezó a latir
con fuerza cuando vio a la mujer de siempre. ¿Estaban las imágenes más
terribles por venir? Lissa no podía ver el cáliz, pero eso no era garantía de
seguridad. No había ninguna silla extra, por lo que Lissa simplemente se paró
frente a la vieja.

‖Hola‖, dijo Lissa respetuosamente. ―Es agradable volver a verla‖.

La mujer sonrió, mostrando los dientes perdidos. ―Dudo eso, pero lo


dices de manera muy convincente. Tienes la política en la sangre‖.

‖Gracias. . . ― Dijo Lissa, sin saber si eso había sido un cumplido o no.
―¿Qué quieres que haga para esta prueba?‖

‖Sólo escuchar. Eso es todo. Es fácil‖. Un guiño en el ojo de la mujer hizo


pensar a Lissa que esto no sería fácil. ‖Todo lo que tienes que hacer es
responder una pregunta para mí. Si respondes correctamente, y pasas a través
de la votación. Eso será muy entretenido de ver‖. La anciana parecía decir estas
últimas palabras más para sí que para Lissa.

‖Está bien‖, dijo Lissa inquieta. ―Estoy lista‖.

La mujer era del tamaño Lissa y parecía gustarle lo que veía. ―Así es
entonces: ¿Qué debe tener una reina para gobernar verdaderamente su
pueblo?‖

La mente de Lissa se quedó en blanco por un momento, y luego un


revoltijo de palabras le vino a la cabeza. ¿Integridad? ¿Sabiduría? ¿Cordura?

‖No, no, no contestes aun. No‖, dijo la anciana, mirando cuidadosamente


a Lissa. ―Todavía no. Tienes hasta el día de mañana, a esta misma hora, para
pensar en ello. Vuelves con la respuesta correcta, y habrás pasado las pruebas.
Y. . .‖ Ella le guiñó un ojo. ―No hace falta decir que no debes de hablar con
nadie sobre esto‖.

Lissa asintió con la cabeza, frotando el pequeño punto tatuado en su


brazo. No debería obtener ninguna ayuda de los demás con la respuesta. Lissa
salió de la habitación, pensando en la cuestión una y otra vez en su mente. No
había demasiadas respuestas a una pregunta así, pensó. Cualquiera de ellas
podría ser.

Un Movimiento en mi realidad me sacó al instante de su cabeza. Yo casi


esperaba que Sonya estallara en nuestra tienda de campaña, pero no, eso no era
lo que me llamó la atención.

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Fue un movimiento mucho más pequeño…y algo infinitamente más


poderoso.

Dimitri estaba en mis brazos.

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VEINTIOCHO

Dejé de respirar. Ambos, habíamos agarrado nuestras propias mantas,


pero incluso en mitad del verano, la temperatura había descendido durante la
noche. Dimitri, en su sueño, había rodado contra de mí, juntando nuestras
mantas en un montón y descansando su cabeza en mi pecho. Su cuerpo se echó
contra el mío, caliente y familiar, e incluso se acurrucó un poco más cerca.

Él estaba más exhausto de lo que yo me había percatado si estaba


haciendo esto en su sueño. Después de todo, éste era el chico que dormía con
un ojo abierto. Pero su guardia estaba baja ahora, su cuerpo inconscientemente
estaba buscando... ¿Qué? ¿Simple calor? ¿A mí? Maldita sea. ¿Por qué le hice a
Sonya mi pregunta? ¿Por qué no podía seguir adelante con mi fácil papel como
la novia de Adrian y la amiga de Dimitri? Porque honestamente, no estaba
haciendo un muy buen trabajo en ambas ahora mismo.

Tentativamente, temerosamente, cambié de posición ligeramente para


que yo pudiera poner un brazo alrededor de Dimitri y atraerlo más cerca. Sabía
que era un riesgo, uno que podía despertarlo y quebrar este hechizo. Pero no lo
hizo. En todo caso, él pareció relajarse más.

Sintiéndolo de esa manera...Sujetándolo...un enjambre de emociones se


agitó dentro de mí. El dolor que había sentido desde su pérdida ardía dentro de
mí. Al mismo tiempo, sujetarlo así, también parecía aliviar ese dolor, como si un
pedazo de mí que había estado perdido fuera ahora estaba restaurado. Ni
siquiera me había percatado de que ese pedazo faltase. Había bloqueado todo
hasta que las palabras de Sonya habían sacudido mi frágil nueva aceptación de
la vida.

No sé cuánto tiempo me quedé así con Dimitri. Fue lo suficientemente


largo para que el sol naciente comenzara a iluminar la tela translúcida de la
carpa. Esa era toda la luz que mis ojos necesitaban para ahora ver a Dimitri, ver
las líneas finamente talladas de su cara y la suavidad de su cabello mientras
yacía contra mí. Quise tocar desesperadamente ese cabello, ver si se sentía como
antes. Ese era un sentimiento absurdo, por supuesto. Su cabello no había
cambiado. Pero aún así...el deseo estaba allí, y finalmente me rendí, gentilmente
pase mis dedos sobre algunos mechones desubicados. Eran suaves y sedosos, y
ese escaso toque envió escalofríos a través de mí. Y también lo despertó.

Sus ojos se abrieron, inmediatamente alertas. Esperé que él saltara lejos


de mí, pero en vez de eso, él sólo evaluó la situación—y no se movió. Dejé mi

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mano donde estaba, al lado de su cara, todavía acariciando su pelo. Nuestras


miradas se retuvieron, tanto pasaba entre nosotros. En esos momentos, no
estaba en una carpa con él, huyendo de esos que nos consideraban villanos. No
había asesino que atrapar, ni ningún trauma Strigoi que vencer. Allí estábamos
simplemente él y yo y los sentimientos que habían ardido entre nosotros por
tanto tiempo.

Cuando se movió, no fue para irse. En vez de eso, levantó su cabeza de


manera que solo me miraba a mí. Sólo unos cuantos centímetros nos separaban,
y sus ojos lo traicionaban. Él quería besarme—y yo lo quería. Él se inclinó hacia
mí, con una mano colocada contra mi mejilla. Me preparé para sus labios—los
necesitaba—y entonces se congeló. Retrocedió y se incorporó, exhalando en
frustración mientras apartaba la mirada de mí. Me incorporé también, con mi
rápida y superficial respiración.

"¿Qu-qué está mal?" Pregunté.

Él volvió a mirarme. "Elegir. Hay muchas opciones.‖

Pase un dedo por mis labios. Tan cerca. Tan, tan cerca. "Sé... Sé que las
cosas han cambiado. Sé que estabas equivocado. Sé que puedes sentir amor otra
vez."

Su máscara estaba de regreso mientras formulaba su respuesta. "Esto no


se trata de amor.‖

El último minuto volvió a reproducirse en mi cabeza, esa conexión


perfecta, la manera en la que él me había visto y hacía sentir mi corazón.
Demonios, Sonya incluso afirmaba que teníamos alguna conexión mística. "Si
no se trata de amor, entonces, ¿de qué se trata?‖ Exclamé.

―Es sobre hacer lo correcto," él dijo quedamente.

¿Lo correcto? Lo correcto y lo incorrecto habían sido temas perennes en


San Vladimir. No tenía dieciocho años. Él era mi maestro. Estábamos
destinados a ser los guardianes de Lissa y teníamos que darle nuestra completa
atención. Todos esos eran argumentos del por qué debíamos de permanecer
alejados y habían sido necesarios en aquel entonces. Pero eso había sido hace
mucho, y se había quedado en el camino.

Lo habría cuestionado más—si alguien no hubiese arañado nuestra


puerta.

Ambos nos levantamos de un salto y nos apartamos, alcanzando las


estacas cerca de donde habíamos dormido. Agarrar mi estaca era solo por

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instinto porque sabía que no había Strigois allí afuera. Pero últimamente, los
Strigoi habían sido el mínimo de nuestras preocupaciones.
"¿Rose? ¿Dimitri?"

La voz era apenas audible – pero familiar. Ligeramente relajada, abrí la


entrada de la carpa y encontré a Sonya arrodillada frente a esta. Como nosotros,
ella llevaba las mismas ropas de antes, y su pelo castaño estaba desordenado.
Por lo demás, parecía haber escapado de sus perseguidores ilesa. Me aparté a
un lado para que pudiera entrar.

"Acogedor," ella dijo, mirando alrededor. "Haz conseguido el lugar más


alejado del camping. Me tomó una eternidad encontrar el coche que describías.‖

"¿Cómo llegaste aquí?‖ Pregunté.

Ella parpadeó. "Ustedes no son los únicos que pueden robar coches. O,
en mi caso, conseguí que las personas ‗voluntariamente‘ me los prestaran.‖

"¿Te estaban siguiendo?‖ preguntó Dimitri. Él era todo seriedad de


nuevo, sin ninguna señal de lo que había pasado hace unos momentos.

"No que yo pueda decir," ella dijo, cambiándose a una posición con las
piernas cruzadas. "Un par de guardianes me siguieron de nuevo por los
alrededores, pero los perdí hace rato. La mayoría de ellos parecían más
interesaron en ustedes dos.‖

"Lo imagino," mascullé. "Lástima que Victor se fuese de largo–él podría


haber tenido prioridad.‖

"Él no mató a una reina," dijo con arrepentimiento. Sabia que


eventualmente debimos de haberle dicho el por qué Victor era buscado y que él
había sido quien asechaba a Lissa en St. Vladimir. "Pero las la buena noticia es
que sé dónde están ellos ahora‖.

―¿Dónde?‖ preguntamos Dimitri y yo al unísono.

Una pequeña sonrisa conocedora llegó a sus labios ante eso. "West
Michigan," ella dijo. "Salieron corriendo en dirección contraria de la Corte."

"Maldición," mascullé. Dimitri y yo habíamos ido hacia el sureste de Ann


Arbor, cortando por los suburbios Detroit y cruzando justo por Ohio. Habíamos
escogido la dirección equivocada. "¿Pero viste a Jill? ¿Ella está bien?‖

Sonya asintió. "Bien. Asustada, pero bien. Ella describió bastantes puntos
de referencia que creo que podemos localizar su motel. La encontré en un sueño

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hace un par de horas; tenían que descansar. Victor no se sentía bien. Todavía
podrían estar allí.‖
"Entonces necesitamos salir ahora," dijo Dimitri, instantáneamente en
acción. "Una vez que se muevan, Jill estará despierta y fuera de contacto.‖

Empacamos nuestro campamento con una velocidad asombrosa. Mi


tobillo se sentía mejor pero aún estaba lastimado. Notando mi cojera, Sonya
hizo una parada justo antes de que entrásemos a su coche.

―Espera.‖

Ella se arrodilló ante mí, examinando el tobillo inflamado que estaba


fácilmente expuesto por mi vestido roto. Tomando una profunda respiración,
apoyó sus manos sobre mí, y una oleada de electricidad se disparó a través de
mi pierna, seguida por olas de calor y frío. Cuando se terminó y ella se puso de
pie, el dolor y la hinchazón se habían ido, al igual que los raspones en mis
piernas. Probablemente los cortes en mi cabeza también. Los usuarios de
espíritu me habían curado tantas veces que pensarías que estaría acostumbrada,
pero todavía estaba un poco asombrada.

"Gracias," dije. ―Pero no deberías haber hecho eso... No deberías haber


usado la magia..."

"Necesitas estar en mejor condición," ella dijo. Su mirada fue a la deriva


desde mí, quedándose con la mirada fija en los árboles. "Y la magia... bueno, es
difícil de evitar.‖

Ciertamente lo era, y me sentía culpable de que ella la estuviese usando


en mí – lo cual la hacia acercarse más a la locura. La restauración de Robert
había sanado su mente un poco, y ella necesitaba aprovecharse de eso. Este no
era el momento para una perorata, sin embargo, y la expresión de Dimitri me
dijo que él también pensaba que era mejor ponernos en forma.

Salimos corriendo hacia donde Sonya nos dijo que Jill estaba, y esta vez,
sus instrucciones eran tan específicas como ella las podía hacer. No más
ambigüedad o promesas atadas. Nos detuvimos una vez para "adquirir" un
nuevo coche y obtener un mapa. La información que Sonya había recabado de
Jill nos llevaba a un pueblo llamado Sturgis. A pesar de que estaba en la mitad
occidental de Michigan, estaba también al sur – es decir la distancia no era tan
larga como habíamos esperado. No obstante, Dimitri condujo al menos a quince
millas por hora sobre el límite de velocidad todo el tiempo.

"Allí," dijo Sonya, mientras rodábamos al centro de Sturgis – que no era


mucho el centro de la ciudad. Estábamos cerca de un motel que parecía
modesto en una calle lateral. "Eso es lo que ella describió. El Motel Sunshine.‖

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Dimitri entró en la parte trasera del edificio, y todos nos sentamos allí,
mirando el motel, que no parecía tan alegre como su nombre. Al igual que yo,
supuse que mis compañeros trataban de imaginarse cómo acercarse a esto. La
información del sueño de Jill nos había traído, pero Sonya no tenía nada más
para ayudarnos a encontrar su cuarto – si ellos aún estaban aquí. Ciertamente
no se habrían registrado bajo sus nombres reales. Iba a sugerir que simplemente
camináramos por las puertas y esperar a que Sonya sintiera a Robert cuando
ella repentinamente señaló.

"Ese es su coche," ella dijo. "Están aquí.‖

De seguro. Allí estaba el CR-V que habíamos llevado a la casa de Jill.


Hablando del karma. Había robado las llaves de Victor, y él había devuelto el
favor tomando las nuestras. Ninguno de nosotros había pensado mucho sobre
su vehículo de escape en el caos consiguiente.

"Descuidado," Dimitri murmuró, con ojos estrechados atentamente.


"Ellos debieron haber cambiado de coches.‖

"Ese es el de Sydney," señalé. "No es técnicamente robado, así que no


están en ninguna lista policial. Además, algo me dice que Victor y Robert no
son profesionales de puente como algunas personas lo son.‖ Habíamos dejado
una serie de vehículos robados a través del Medio Oeste. Dimitri asintió, como
si en realidad lo hubiese felicitado. "Cual sea la razón, nos ayuda.‖

―¿Cómo los encontramos?‖ preguntó Sonya.

Estaba a punto de sugerir el plan del aura pero lo descarte. Robert


sentiría a Sonya en el mismo instante, dándole una breve advertencia. Además,
cuando encontráramos a los hermanos, probablemente habría una pelea. Al
hacer eso en el motel llamaríamos la atención. Este estacionamiento estaba en la
parte trasera, lejos de la carretera principal.

"Esperamos," dije. "Es suficientemente asombroso que incluso se


detuvieran tanto. Si tienen algo de sentido, saldrán pronto.‖

"De acuerdo," dijo Dimitri, atrapando mis ojos. Almas en sincronía. El


recuerdo de ese casi-beso regresó, y aparté la mirada, temiendo que mi cara me
traicionara. "El terreno es fácil de defender también. No hay mucho espacio
para escapar.‖ Eso era cierto. El motel flanqueado por un lado, una pared de
concreto por el otro. No había muchos otros edificios cerca tampoco.

Él movió nuestro coche al lugar más lejano que podía del terreno,
proveyéndonos con una vista completa de este y la salida del motel – pero
manteniéndonos semi-ocultos. Consideramos sentarnos en el coche, pero

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Dimitri y yo decidimos que deberíamos de esperar afuera, dándonos más


movilidad. Dejamos a Sonya adentro. Ésta no era su pelea.
Parada detrás del coche con Dimitri, a la sombra de un frondoso arce, me
volví extremadamente consciente de su proximidad y de su feroz postura
guerrera. Le podría faltar su guardapolvo, pero tenía que admitir que me
gustaba la vista de él sin su chaqueta.

"¿No creo," dije suavemente, "que estemos por hablar sobre lo de esta
mañana?"

Los ojos de Dimitri estaban fijos con tanta fuerza en el CR-V que podría
haber estado tratando de hacer que Jill y los hermanos se materializaran dentro
de él. No fui engañada. Él simplemente estaba evitando mirarme. ―No hay nada
que hablar.‖

"Sabía que dirías eso. En realidad, era una cara o cruz entre eso y ‗no sé
de lo que estás hablando.‘‖

Dimitri suspiró.

"Pero," continué, "hay algo de que hablar. Como cuando casi me besas.
¿Y qué querías decir sobre 'lo correcto'?"

Silencio.

"¡Querías besarme!‖ Era difícil mantener mi voz baja. "Lo vi.‖

"Simplemente porque queremos algo no quiere decir que sea correcto.‖

―Lo que dije... Es verdad, ¿no? Puedes amar, ¿cierto? Me doy cuenta
ahora que justo después de la transformación, realmente no pensabas que
podías. Y probablemente no podías. Pero las cosas han cambiado. Te estás
recuperando.‖

Dimitri me dio una mirada de reojo. "Sí. Las cosas han cambiado... Y
algunas no.‖

"Bien, Sr. Enigma. Eso no ayuda a explicar el comentario de ‗lo


correcto‘.‖

La frustración llenó sus facciones. "Rose, he hecho un montón de cosas


malas, más de las que nunca podré arreglar o encontrar redención. Mi única
opción ahora, si quiero rescatar mi vida, es seguir adelante, deteniendo el mal y
haciendo lo que es correcto. Y lo que no es correcto es tomar la mujer de otro
hombre, un hombre que me agrada y al cual respeto. Robaré autos. Irrumpiré
en casas. Pero hay líneas que no cruzaré, no importa que yo…"
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La abertura de las puertas traseras del motel sacudió nuestra atención.


No era de extrañar que mi vida amorosa estuviera tan enredada cuándo los
momentos más profundos e íntimos eran siempre interrumpidos por
situaciones horrendas. Estaba tan bien porque nunca, jamás habría visto llegar
esa línea: lo que no es correcto es tomar la mujer de otro hombre, un hombre que me
agrada y al cual respeto.

El nuevo drama tomó precedencia. Victor dio un paso afuera, con Robert
y Jill caminando de lado a lado con él. Había medio esperado verla atada y
estaba sorprendida de que ella los acompañase tan serenamente. Demasiado
serenamente, pronto me percaté. No era natural. Había una percepción casi
robótica en sus movimientos: Ella estaba siendo compelida en la docilidad.

"Compulsión," dijo Dimitri quedamente, reconociéndolo también. "Ve


por Victor. Iré por Robert.‖

Asentí. "Jill correrá tan pronto como la compulsión esté rota. Espero.‖
Habia una leve posibilidad de que ella se uniera a nuestra pelea, lo cual podría
causar más daño que bien. Lo cual podría hacer que nos pillen más pronto.

Compasivamente, nadie más estaba por ahí. Era todavía medianamente


temprano por la mañana. Dimitri y yo salimos de un salto de nuestros lugares
escondidos, cruzando la distancia del estacionamiento en cuestión de
momentos. Dos dhampirs sanos podrían ganarle a dos viejos Moroi cualquier
día. Y tan astutos como podrían ser, los hermanos no nos habían esperado.

En mi periferia, a duras penas vi a Dimitri entrando en modo dios


guerrero, feroz e imparable. Luego, me enfoqué completamente en Victor,
echando todo mi peso en él y arrojándolo al piso. Él se golpeó fuertemente
contra el asfalto, y lo arrinconé, estrellando mi puño en su cara y haciendo que
su nariz sangrara.

"Bien hecho," él jadeo.

"He estado queriendo hacer esto por mucho tiempo," gruñí.

Victor sonrió a través del dolor y la sangre. "Por supuesto que lo estabas.
Solía pensar que Belikov era el salvaje, pero en realidad eres tú, ¿no? Eres el
animal sin control, sin mayor razonamiento excepto para la pelea y la
matanza.‖

Agarré su camisa y me recliné sobre él. "¿Yo? Yo no soy la que torturó a


Lissa para mi propio beneficio. No soy la que convirtió a mi hija en Strigoi. ¡Y
estoy segura como infierno que no soy quien usa la compulsión para secuestrar
a una chica de quince años!"

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Para mi disgusto, él conservaba esa sonrisa enloquecedora en su cara.


"Ella es valiosa, Rose. Tan, tan valiosa. No tienes idea de cuánto.‖

"¡Ella no es un objeto que puedas manipular!" Chillé. "Ella es una – ¡ahh!‖

El suelo repentinamente se remangó bajo mí, un mini terremoto se centró


en nosotros. El asfalto se levantó, dando a Victor el apalancamiento para
empujarme. No fue un empujón fuerte, y fácilmente pude haber recuperado mi
balance de no ser por el suelo ondeante que me rodeaba, ondulando como las
olas del océano para tumbarme. Victor estaba usando su magia de la tierra para
controlar el área donde yo estaba parada. Los gritos débiles de sorpresa me
dijeron que los otros estaban sintiendo un poco de eso, pero la magia estaba
claramente enfocada en mí.

No sin un costo, sin embargo. Victor era un viejo – un viejo al que


acababa de empujar al asfalto y de darle puñetazos. El dolor y la fatiga estaban
sobre él, y su esforzada respiración me dijo que utilizar esta magia tan poderosa
– algo que nunca había visto a un usuario de tierra hacer – empujaba cada onza
de fuerza que había dejado.

Un buen puñetazo. Eso era todo lo que necesitaba. Un buen puñetazo lo


derribaría y lo sacaría de esta pelea. Sólo, que yo era la que había sido
derribada. Literalmente. Por mucho que lo intentara, mi terremoto personal
sacaba lo mejor de mí, golpeando mis rodillas. Todavía estaba en ese estúpido
vestido también, lo que significaba que mis recién curadas piernas se estaban
raspando otra vez. Y una vez que estaba abajo, el asfalto se levantó sobre mí.
Me percaté de que Victor iba a atraparme creando una prisión de piedra. No
podía dejar que eso pasara.

"Toda esa fuerza muscular por nada," Victor jadeó, con el sudor
vertiendo por su cara. "No te hace ningún bien al final. El poder real está en la
mente. En la astucia. Al controlar a Jillian, controlo a Vasilisa. Con Vasilisa,
controlo a los Dragomirs, y de allí –a los Moroi. Eso es poder. Eso es fuerza"

La mayor parte de su presumida perorata estaba sobre mí. Pero parte de


ello me pegó: Al controlar a Jillian, controlo a Vasilisa. Lissa. No podía dejar que la
lastimara. No podía dejar que la usara. De hecho, no podía dejar que usara a Jill
tampoco. Lissa me había dado un chotki, que era una clase de cruce entre un
brazalete y un rosario. Era una reliquia Dragomir, otorgada a aquellos que
protegían a la familia. Ese era mi deber: Proteger a todos los Dragomirs. El viejo
mantra de guardián sonó en mi mente: Ellos son primero.

Con la habilidad que no sabía que poseía, evalué el estremecedor suelo y


traté de levantarme otra vez. Lo hice, prácticamente bailando en ese
estacionamiento. Y mientras miraba a Victor, sentí lo que Sonya me había
advertido: el catalizador. La chispa que encendería la oscuridad que había
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recogido y recogido de Lissa. Al mirarlo, vi todos los males de mi vida en un


hombre. ¿Era del todo cierto? No, no exactamente. Pero él había lastimado a mi
mejor amiga—estuvo a punto de matarla. Él había jugado con Dimitri y
conmigo, complicando lo que ya era un desorden de relación. Él ahora estaba
tratando de controlar a otros. ¿Cuándo acabaría? ¿Cuándo se detendría su
maldad? El rojo y el negro tiñeron mi visión. Oí una voz decir mi nombre – la
de Sonya, creo. Pero en ese momento, no había nada más en el mundo excepto
Victor y mi odio para él.

Me abalancé sobre él, impulsada por la rabia y la adrenalina, saltando del


epicentro del estremecedor suelo que amenazaba con atraparme. Una vez más,
me arrojé hacia él, pero no golpeamos la tierra. Habíamos cambiado
ligeramente de posición, y en lugar de eso, golpeamos la pared de concreto –
con tanta fuerza como podría haber derribado a un Strigoi. Su cabeza se dobló
hacia atrás ante el impacto. Oí el extraño sonido de un agrietamiento, y Victor
se desplomó en el suelo. Inmediatamente después de caer, agarre sus brazos y
lo sacudí.

―¡Levántate!‖ Grité. ―¡Levántate y pelea!" Pero no importaba cuando lo


sacudí o grité, Victor no se levantaba. Él no se movía por su cuenta.

Unas manos me agarraron, tratando inútilmente de separarme. "¡Rose–


Rose! Detente. Detén esto.‖

Ignoré la voz, ignoré las manos. Yo era toda ira y poder, queriendo –no,
necesitando– que Victor me enfrentara de una vez por todas. Repentinamente,
una sensación extraña se arrastró sobre mí, como yemas a través de mi piel.
Déjalo ir. No quería, pero por medio segundo, parecía una idea razonable. Aflojé
mi agarre ligeramente, solo lo suficiente para que esas manos me apartaran.
Así, salí de la neblina y me percaté de lo que había pasado. La persona que me
había jalado era Sonya, y ella había usado un poquito de compulsión para
apartarme y soltar a Victor. Ella era lo suficientemente fuerte en su poder que ni
siquiera necesitaba contacto visual. Ella se aferró a mí, aunque tenía que saber
que estaba desperdiciando su esfuerzo.

"Tengo que detenerlo," dije, retorciéndome de su agarre. "Él tiene que


pagar.‖ Traté de alcanzarlo de nuevo.

Sonya renunció a la restricción física, apelando a las palabras en lugar de


eso. "Rose, ¡lo has hecho! Él está muerto. ¿No puedes verlo? Muerto. ¡Victor está
muerto!‖

No, no vi eso – no al principio. Todo lo que veía era mi ciega obsesión,


mi necesidad de llegar a Victor. Pero luego, sus palabras se abrieron paso ante
mí. Mientras agarraba a Victor, sentí la flacidez en su cuerpo. Vi los ojos que
miraban inexpresivamente hacia... la nada. Esa loca emoción violenta en mí se
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desvaneció, transformándose en shock. Mi agarre disminuyó mientras lo miraba


y verdaderamente entendí lo que ella había dicho.

Entendido lo que había hecho.

Entonces, oí un sonido terrible. Un bajo llanto rompió a través del horror


detenido en mi mente. Miré de vuelta alarmada y vi a Dimitri estando de pie
con Robert. Las brazos de Robert estaban ajustados detrás de su espalda
mientras Dimitri lo sujetaba fácilmente, pero el Moroi estaba haciendo todo en
su poder –y fallando– para liberarse. Jill estaba cerca, mirando ansiosamente a
todos nosotros, confundida y asustada.

"¡Victor! ¡Victor!‖

Las súplicas de Robert fueron amortiguadas por sollozos y tan inútiles


como mis propios esfuerzos para levantar a Victor. Arrastré mi mirada de
regreso al cuerpo frente a mí, apenas creyendo lo que acababa de hacer. Había
pensado que los guardianes habían estado locos por su reacción hacia Eddie al
matar un Moroi, pero ahora, estaba comenzando a entender. Un monstruo
como un Strigoi era una cosa. Pero la vida de una persona, incluso una persona
que–

―¡Sácalo de aquí!"

Sonya estaba tan cerca de mí que la inesperada exclamación me hizo


estremecer. Ella había estado arrodillada también pero ahora estaba sobre sus
pies, girando hacia Dimitri.

"¡Sácalo de aquí! ¡Tan lejos como puedas!"

Dimitri parecía sorprendido, pero la poderosa orden en la voz de ella lo


impulsó a la acción instantánea. Empezó a arrastrar a Robert lejos. Después de
unos cuantos momentos, Dimitri simplemente optó por lanzar al hombre sobre
su hombro y cargarlo. Habría esperado gritos de protesta, pero Robert se había
quedado en silencio. Sus ojos estaban en el cuerpo de Victor – con su mirada tan
afilada, tan enfocada que parecía que podría quemar un agujero a través de
alguien. Sonya, no teniendo mi impresión fantasiosa, se entrometió entre los
hermanos y cayó al suelo otra vez, cubriendo el cuerpo de Victor con el suyo.

"¡Sácalo de aquí!" ella dijo de nuevo. "¡Está tratando de traer de vuelta a


Victor! ¡Quiere hacerlo un Shadow-Kiss!"

Todavía estaba confundida y alterada, aún consternada por lo que había


hecho, pero el peligro de lo que ella dijo me golpeó con fuerza. Robert no podía
tener permiso de traer a Victor de vuelta. Los hermanos eran lo suficientemente

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peligrosos sin estar enlazados. Victor no podía tener permiso de exigirle a los
fantasmas de la forma en que yo podía. Victor tenía que quedarse muerto.

―¿No tiene que tocar el cuerpo?" Pregunté.

"Para finalizar la unión, sí. Pero estaba ejerciendo toneladas de espíritu


justo ahora, llamando de regreso el alma de Victor y tratando de mantenerlo
alrededor," ella explicó.

Cuando Dimitri y Robert se fueron, Sonya me dijo que le ayudara a


mover el cuerpo. Habíamos hecho demasiado ruido, y era un milagro que nadie
hubiese salido aún. Jill se unió a nosotros, y me moví sin realmente darme
cuenta de lo que estaba haciendo. Sonya encontró las llaves del CR-V de Victor
y bajó los asientos traseros para aumentar el espacio trasero de carga. Lo
arrastramos al interior, las tres nos tuvimos que agachar para mantenernos
fuera de vista. Pronto oímos voces, personas viniendo a ver lo que estaba
pasando. No sé cuánto tiempo estuvieron en el estacionamiento, sólo que
afortunadamente no registraron los coches. ¿Honestamente? Tenía pocos
pensamientos coherentes en absoluto. Esa furia se había ido, pero mi mente era
un desorden. No parecía poder agarrarme de algo en concreto. Estaba mareada
y solo seguía las órdenes de Sonya, permaneciendo abajo mientras trataba de no
mirar el cuerpo de Victor.

Incluso después de que las voces se fueron, ella nos mantuvo en el coche.
Finalmente, ella exhaló una profunda respiración y se enfocó en mí. "¿Rose?"
No contesté de inmediato. "¿Rose?"

"¿Sí?" Pregunté, con voz quebrada.

Su voz era tranquilizadora y engatusadora. Sentí esa reptación sobre mi


piel otra vez y una necesidad de complacerla. "Necesito que mires a los
muertos. Abre tus ojos hacia ellos."

¿Los muertos? No. Mi mente se sentía fuera de control, y estaba lo


suficientemente cuerda para saber que traer los fantasmas aquí sería una mala
idea. "No puedo.‖

"Tú puedes," ella dijo. "Te ayudaré. Por favor.‖

No podía negar su compulsión. Expandiendo mis sentidos, dejé caer las


paredes que mantenía alrededor de mí. Eran las paredes que me bloqueaban del
mundo de los muertos y los fantasmas que me seguían a todas partes. En unos
momentos, caras translúcidas aparecieron ante mí, algunas como personas
normales y otras terribles y espantosas. Sus bocas abiertas, queriendo hablar
pero incapaces de hacerlo.

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"¿Qué ves?‖ Sonya preguntó.

"Fantasmas," susurré.

"¿Ves a Victor?"

Miré con atención en el enjambre de caras, buscando alguna familiar.


"No.‖

―Empújalos de regreso," ella dijo. ―Recoloca tus paredes.‖

Traté de hacerlo mientras ella lo decía, pero era difícil. No tenía la


voluntad. Me sentí sin aliento y me percaté de que Sonya todavía me compelía.
Ella no podía hacer desaparecer a los fantasmas, pero los sentimientos de
soporte y determinación me fortalecieron. Cerré a los alborotados muertos.

"Él se irá después," Sonya dijo. "Él no está completamente consumido por
el mundo de los muertos o está vagando como un espíritu inquieto. En todo
caso, cualquier hilo de permanencia en la vida se ha ido. Él no puede resucitar.‖
Ella se volvió hacia Jill. ―Ve por Dimitri.‖

"No sé dónde está," dijo Jill, sobresaltada.

Sonya sonrió, pero no alcanzó sus ojos. "Cerca, estoy segura. Y vigilando.
Ve a pasear alrededor del motel, la cuadra, lo que sea. Él te encontrará.‖

Jill salió, sin necesitar compulsión. Cuando ella se había ido, enterré mi
cara en mis manos. "Oh Dios. Oh Dios. Todo este tiempo, lo negué, pero es
cierto: soy una asesina.‖

―No pienses sobre eso aún," dijo Sonya. Su actitud de estar a cargo era
casi reconfortante. Casi. Era más fácil recibir órdenes que valerse por ti misma.
"Ocúpate de tu culpabilidad después. Por ahora, tenemos que deshacernos del
cuerpo.‖

Destapé mis ojos y me obligué a mirar a Victor. La náusea fluyó dentro


de mí, y esos sentimientos alocados incluso giraron más fuera de control. Di
una risa chillona. "Sí. El cuerpo. Desearía que Sydney estuviese aquí. Pero no
tenemos ninguna poción mágica. El sol no lo destruirá. Extraño, ¿no? Los
Strigoi son más difíciles de matar... Más difíciles de matar, pero más fácil de
limpiar.‖ Me reí otra vez porque había algo familiar sobre mi divagación... Era
como Adrian en uno de sus momentos extraños. O Lissa cuando el espíritu la
empujaba al borde. "Esto es, ¿no?" le pregunté a Sonya. "El desbordamiento... El
desbordamiento sobre el que me advertiste. Lissa escapó del espíritu, pero
finalmente me derrotó... Igual que Anna… Igual que el sueño... Oh Dios. Esto es
el sueño, ¿no? Pero no me despertaré..."
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Sonya me estaba mirando, con sus ojos azules abiertos de... ¿miedo?
¿burla? ¿alarma? Ella extendió la mano y tomó la mía. "Permanece conmigo,
Rose. Empujaremos eso de regreso.‖

Un golpe en la ventana nos sobresaltó a ambas, y Sonya dejó entrar a Jill


y Dimitri.

"¿Dónde está Robert?" Sonya preguntó.

Dimitri miró hacia Victor y entonces rápidamente apartó la mirada.


"Inconsciente, escondido en algunos arbustos a la vuelta.‖

"Encantador," dijo Sonya. "¿Piensas que eso es listo? ¿Dejarlo?"

Él se encogió de hombros. "Creí que no deberían verme llevando a un


tipo inconsciente en mis brazos. De hecho... Sí, creo que simplemente lo
deberíamos dejar allí. Él despertará. No es un fugitivo. Y sin Victor, él es...
bueno, no inofensivo. Pero menos dañino. No podemos continuar arrastrándolo
con nosotros de cualquier manera.‖

Me reí otra vez, la risa parecía desequilibrada e histérica incluso para mí.
"Él está inconsciente. Por supuesto. Por supuesto. Puedes hacer eso. Puede
hacer lo correcto. Yo no.‖ Miré hacia en Victor. ―‗Un animal, él dijo. Tenía
razón. Sin mayor razonamiento..." Envolví mis brazos alrededor de mí misma,
mis uñas se clavaron en mi piel tan fuerte que sacaron sangre. El dolor físico hace
que el dolor mental se vaya. ¿No era lo que Lissa siempre había dicho?

Dimitri me miró y luego se volvió hacia Sonya. "¿Qué está mal?" Él


demandó. Lo había visto arriesgar su vida una y otra vez, pero nunca, hasta
ahora, él verdaderamente parecía asustado.

"El espíritu," dijo Sonya. "Ella jaló y jaló por tanto tiempo... Y logró
retenerlo. Ha estado esperando, sin embargo. Siempre esperando...‖ Ella frunció
el ceño ligeramente, tal vez percatándose de que comenzaba a sonar como yo.
Se volvió hacia Jill. "¿Eso es plata?‖

Jill miró hacia el guardapelo en forma de corazón alrededor de su cuello.


"Creo que sí.‖

"¿Lo puedo tener?‖

Jill desamarró el broche y se lo sacó. Sonya lo sujetó entre sus palmas y


cerró sus ojos un momento, frunciendo sus labios. Unos pocos segundos
después, sus ojos se abrieron, y ella me dio el guardapelo. "Póntelo.‖

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Simplemente al tocarlo me dio un hormigueo extraño en mi piel. "El


corazón..." Miré hacia Dimitri mientras sujetaba el broche. "¿Recuerdas eso?
'¿Dónde está el corazón?' Preguntaste. Y aquí está. Aquí es…"

Me detuve. El mundo repentinamente se volvió más claro. Mis


desordenados pensamientos lentamente comenzaron a juntarse, formando
alguna semblanza de racionalidad. Miré a mis compañeros –los vivos–
realmente viéndolos ahora. Toqué el guardapelo.

"Éste es un encanto curativo.‖

Sonya asintió. "No sabía si funcionaría en la mente. No creo que sea un


arreglo permanente... Pero entre eso y tu propia voluntad, estarás bien por un
tiempo.‖

Traté de no enfocarme en esas últimas palabras. Por un tiempo. En lugar


de eso, traté de darle sentido al mundo alrededor de mí. Al cuerpo delante de
mí.

"¿Qué he hecho?‖ Susurré.

Jill me rodeó con el brazo, pero fue Dimitri quien habló.

"Lo que tenías que hacer.‖

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VEINTINUEVE

Los eventos que siguieron fueron casi borrosos. Sonya podría haber
mantenido acorralado su toque del espíritu, pero eso no importo. Yo todavía
estaba afectada, imposibilitada para poder pensar. Ellos me colocaron en el
asiento delantero, tan lejos de Victor como me era posible. Dimitri condujo y
nos llevo a algún lugar—no puse mucha atención a donde—él y Sonya se
deshicieron del cuerpo. No me dijeron lo que hicieron, solo que fueron
‗cuidadosos‘. No pregunte los detalles.

Luego de eso, estábamos de regreso y dirigiéndonos hacia la Corte.


Sonya y Dimitri analizaron las opciones de lo que haríamos cuando
estuviéramos ahí. Viendo que nadie había limpiado aún mi nombre, el plan
actual era que Sonya iba ha escoltar a Jill dentro de la Corte. Jill preguntó si
podía llamar a sus padres para dejarles saber que se encontraba bien, pero
Dimitri sintió que era un riesgo para nuestra seguridad. Sonya dijo que ella ya
había tratado de alcanzar a Emily en un sueño, lo cual hizo que Jill se sintiera
un poco mejor.

Hice frente a la conducción conectándome con Lissa. Concentrándome


en ella me llevo lejos de la horrible culpa y sensación de vacío que sentía, el
horror de lo que le había hecho a Victor. Cuando estaba con Lissa, no era yo
misma, y por eso entonces, ese era mi mayor deseo. No quería ser yo.

Pero las cosas no eran perfectas para ella tampoco. Como siempre, un
número de problemas estaban agobiándola. Ella se sentía cerca—tan, tan
cerca—de revelar quien había asesinado a Tatiana. La respuesta parecía estar a
su alcance, si solo ella pudiera llegar un poco más lejos. Los guardianes habían
arrastrado a Joe el portero, y luego de una buena cantidad de coerción—ellos
tenían métodos que no requerían compulsión mágica—el admitió que había
visto al Moroi de extrañas manos en mi edificio la noche del asesinato.
Ninguna cantidad de presión podría obtener que Joe admitiera que le había
pagado—fuera por el hombre o Daniella. Lo mas que él admitió era que el
podría haber estado ‗un poquito fuera de si‘ en su tiempo durante esa noche.
Esa no era de ninguna manera, evidencia suficiente para salvarme.

Lissa tenía la carta de Ambrose también, en la cual habían amenazado


sutilmente a Tatiana. El escritor se había opuesto a la ley de edad para ser
suave, rechazaba la aceptación del espíritu de Tatiana, y estaba resentida por las
sesiones secretas de entrenamiento. La carta podría ser perfectamente cortés,
pero sea quien sea quien la había escrito tenia un serio rencor en contra de la
reina. Eso sustentaba las teorías de motivos políticos.

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Claro que, había aun muchos motivos personales para el asesinato


también. El asqueroso lio con Ambrose, Blake y la mujer involucrada los
vinculaba como el asesino. Daniella Ivashkov estaba en esa lista y era un
constante punto de tensión para Lissa, y ella no se atrevía a decirle una palabra
a Adrian. La divina salvación ahí era que el soborno de Daniella había sido
para salvar a Adrian de problemas—no para reforzar mi culpabilidad. El Moroi
desconocido había financiado ese soborno. Seguramente, si ella había sido
culpable por el asesinato de Tatiana, Daniella debió de haber pagado por ambas
mentiras de Joe.

Y por supuesto, ahí estaba la última prueba presionando contra la mente


de Lissa. El acertijo. El acertijo que parecía tener tantas respuestas—y aun así,
ninguna de todas. ¿Que debía de poseer una reina para verdaderamente gobernar a su
pueblo? De alguna forma, esto era más difícil que las otras pruebas. Esos que
había tenido en las manos, por así decirlo. ¿Esto? Esto era su propio intelecto.
Sin fuego a encender. Sin miedo que enfrentar.

También odiaba haber tomado el acertijo tan en serio. Ella no necesitaba


esta tensión, no con todo lo demás sucediendo. La vida debió ser más sencilla si
ella solo hubiera asumido los juicios como un engaño para conseguirnos
tiempo. La Corte estaba continuamente hinchándose con toda esa gente que
venia a ver la elección, más y más de ellos—contra su incredulidad—la
apoyaban a ella. Ella difícilmente podría caminar por algún lugar sin toparse
con gente hablando en voz alta acerca de ‗Los Dragomir‘ o ‗Alexandra
renacida‘.

Pero, por supuesto, Lissa aun tenía mucha oposición. El caso más
importante en contra de ella era la misma edad legal: que ella no seria elegible
para votar cuando el tiempo llegara. Otra marca en su contra debido a su edad.
Ella era demasiado joven, decían sus oponentes. ¿Quien querría una niña en el
trono?

Pero los admiradores de Lissa no escuchaban nada de eso. Ellos se


mantenían citando la regla de la joven Alexandra y los milagros que Lissa había
forjado con su curación. La edad era irrelevante. Los Moroi necesitaban sangre
joven, chillaban ellos. Además exigían que las leyes de votación fueran
cambiadas.

Como era de esperarse, sus oponentes se mantenían sacando a relucir el


hecho de que ella estaba vinculada al asesino que mato a la reina. Yo habría
pensado que ese era el mayor problema de su candidatura, pero ella había sido
tan convincente acerca de cuanto la había afectado y traicionado que muchos
sentían que siendo reina ella podría corregir la equivocación que yo había
cometido. Ella usaba pequeñas cantidades de compulsión cuando el tema salía,
lo cual también la hizo recorrer un largo camino para hacer pensar a los demás
que ella ahora estaba completamente separada de mí.

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―Estoy muy cansada de esto,‖ le dijo Lissa a Christian, de regreso en la


habitación de ella. Había buscado escapar y estaba descansando sobre su cama
en los brazos de él. Mi madre estaba ahí, de guardia. ―esta cosa de ser reina es
una idea horrible.‖

Christian acaricio el cabello de ella. ―No lo es. Abe dijo que la elección
será retrasada debido al escándalo. Y no importa cuanto te quejes, se que estas
orgullosa de haber llegado tan lejos.‖

Eso era cierto. La prueba de cáliz cortó el número de nominados a la


mitad. Solo cinco permanecieron. Ariana Szelsky era una de ellos, así como el
primo de Daniella, Rufus Tarus. Lissa era la tercera, y Marcus Lazar y Marie
Conta completaban el grupo. Ronald Ozera no había logrado pasar.

Mi madre tomó la palabra. ―Nunca había visto algo como esto—es


increíble cuanto apoyo estas obteniendo. El Consejo y otros miembros de la
realeza no están bajo la obligación de cambiar la ley. Pero la voz de la
multitud… y el haberte ganado el amor de los ‗plebeyos‘ podría beneficiarte, así
como también a ciertos miembros de la realeza. Manteniendo tú reclamo para
ejecutar sin duda reflejan bien en un grupo de familias que están en desgracia.
Lo que les mantiene atrás es el pensamiento de que podrías ganar. Así que
simplemente se mantienen argumentando y argumentando.‖

Lissa se puso tensa. ―Ganar… eso realmente no es posible, ¿no es así?


Ariana lo tiene garantizado…¿verdad?‖ Ganar nunca había sido parte de este
loco plan, y ahora, con tan pocos candidatos, la presión era incluso mayor por
poner a Ariana en el trono. Hasta donde Lissa se preocupaba, los otros
candidatos no mostraban promesas para mejorar la vida Moroi. Ariana tenía
que ganar.

―Eso diría yo,‖ dijo Janine. Y había orgullo en su voz, viendo cuan cerca
estaba de la familia Szelsky. ―Ariana es brillante y capaz, y la mayoría de la
gente lo sabe. Ella trata a los dhampir con justicia—más que algunos de los
otros candidatos. Ella ya esta hablando acerca de dar marcha atrás a la ley de la
edad.‖

El pensamiento de peores leyes oprimiendo a los dhampirs hizo que el


estomago de Lissa se apretara. ―Dios, espero que ella gane. No podemos tener
nada mas saliendo mal.‖

Un golpe en la puerta tiró a mi madre hacia el modo guardián hasta que


Lissa dijo, ―Es Adrian.‖

―Bien,‖ murmuró Christian, ―al menos su puntualidad es mejor de lo


acostumbrado.‖

Efectivamente, mi novio entró, envuelto en el aroma a cigarrillo y licor


que le caracterizaba ahora. En verdad, sus vicios era el último de mis
problemas, pero eso mantenía molestándome ya que el me necesitaba ahí, en
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persona para reforzar su buen comportamiento. Eso me recordó a cuando él me


dijo que yo era lo que le daba fuerzas.

―Levántense, chicos,‖ dijo él. Se veía muy a gusto consigo mismo.


―Tenemos una visita por hacer.‖

Lissa se sentó, desconcertada. ―¿De qué estás hablando?‖

―No me voy a contener con Blake Lazar de nuevo,‖ advirtió Christian.

―Ustedes y yo, ambos‖ dijo Adrian. ―Obtuve algo mejor. Y más


atractivo. ¿Recuerdan como se preguntaban cuán cercana seria Serena de
Grant? Bien, parece que pueden preguntárselos ustedes mismos. La encontré, y
sí, son bienvenidos.‖

El ceño se frunció en el rostro de mi madre. ―Lo último que escuche, fue


que Serena había sido enviada lejos a enseñar en una escuela. Una en la costa
este, creo.‖ Luego de que los strigoi atacaran y mataran a Grant y a otros
muchos. Los guardianes decidieron retirar del deber de guardaespaldas a
Serena por algún tiempo. Ella había sido el único guardián que sobrevivió.

―Y así fue, pero desde el verano, ellos la trajeron de vuelta para ayudar
con el control del gentío durante la elección. Ella esta trabajando en las puertas
frontales.‖

Lissa y Christian intercambiaron miradas. ―Tenemos que hablar con ella‖


dijo Lissa emocionada. ―Ella podría saber a quien estaba dando enseñando
secretamente Grant.‖

―Eso no significa que uno de ellos asesinó a Tatiana,‖ advirtió mi madre.

Lissa asintió. ―No, pero ahí hay una conexión, si la carta de Ambrose es
correcta. ¿Ella esta aquí ahora? ¿En las puertas?‖

―Yup,‖ dijo Adrian. ―E incluso ni siquiera tenemos que comprarle un


trago.‖

―Entonces vamos.‖ Lissa se levanto y buscó sus zapatos.

―¿Estas segura?‖ preguntó Christian. ―Sabes lo que te esta esperando ahí


fuera.‖

Lissa dudó. Era tarde en la ‗noche‘ de los Moroi, pero eso no significaba
que los demás estuvieran en cama—especialmente en las puertas, las cuales
siempre estaban amontonadas de gente últimamente. Limpiar mi nombre era
demasiado importante, decidió Lissa. ―Claro, vamos a hacerlo.‖

Con mi madre dirigiendo el camino, mis amigos recorrieron el camino


hasta la entrada a la Corte. (La ‗puerta‘ que Abe había hecho estaba parchada.)
La Corte estaba rodeada hasta lo alto, por muros de piedras multicolores las

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cuales ayudaban a crear a los humanos la imagen de que éste era en la


actualidad una escuela élite. Las puertas de hierro forjado de la entrada
permanecían abiertas, pero un grupo de guardianes bloqueaban el camino que
guiaba a los campos de la Corte. Normalmente, solo dos guardianes manejaban
la cabina en la puerta. Los ahora adicionales eran para encargarse de la
interrogación de los autos y para manejar el gentío. Algunos espectadores se
alineaban a los lados del camino, observando los carros que arribaban como si
pensaran que ellos estaban en una alfombra roja de una premiere.

Janine conocía un camino alterno que evitaba a alguna de la gente –pero


no a toda.

―No te encojas temerosa,‖ le dijo Christian a Lissa cuando pasaron por


un particular grupo que platicaba, los cuales se habían dado cuenta de ella. ―Tú
eres una de las nominadas a reina. Actúa como tal. Te lo mereces. Eres la última
Dragomir. Una hija de la realeza.‖

Lissa le echo un rápido y asombrado vistazo, sorprendida de escuchar la


fiereza en su voz –y que él claramente creía en sus palabras.

Enderezándose, ella volteó hacia sus admiradores, sonriendo y


saludando con la mano en respuesta, lo cual los emocionó mucho más. Toma
esto en serio, se recordó ella a si misma. No pongas en desgracia nuestra historia.

Al final, habiendo pasado el gentío en la puerta comprobaron que eso era


más fácil que tener un tiempo solos con Selena. Los guardianes estaban
empantanados e insistían en mantener a Serena para monitorearla, pero mi
madre tuvo una rápida conversación con los guardianes a cargo. Les recordó la
importancia de Lissa y ofrecieron encargarse por Serena por unos pocos
minutos.

Serena había pasado durante mucho tiempo sanando del ataque strigoi.
Era de mi edad, de cabello rubio y bella. Estaba claramente sorprendida de ver
a su cargo anterior. ―Princesa,‖ dijo ella, manteniendo las formalidades.
―¿Como puede ayudarle?‖

Lissa jaló a Serena lejos del grupo de guardianes que hablaban con los
conductores Moroi alineados en la puerta. ―Puedes llamarme Lissa. Ya lo sabes.
Despues de todo tú me enseñaste a apuñalar almohadas‖.

Serena le dio una pequeña sonrisa. ―Las cosas han cambiado. Usted
podría ser la próxima reina.‖

Lissa hizo una mueca. ―Es poco probable.‖ Especialmente ya que no tengo
una pista de cómo resolver este acertijo, pensó ella. ―Pero necesito tu ayuda. Grant
y tú compartieron mucho tiempo juntos… ¿él alguna vez comento que
entrenaba Morois para Tatiana?, ¿algo así como en clases secretas de combate?‖

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Serena respondió viendo hacia otro lado, y evito verle a los ojos. ―Se
supone que no debo hablar de eso. Se suponía que él no debía de decírmelo.‖

Lissa apretó el brazo de la joven guardiana por la emoción, haciendo que


Serena se sobresaltara. ―Tienes que decirme lo que sepas. Cualquier cosa. A
quien estaba entrenando…como se sentían acerca de eso…si tuvo éxito.
Cualquier cosa.‖

Serena se puso pálida. ―No puedo,‖ le susurró. ―Eso fue hecho en


secreto. Era una orden de la reina‖.

―Mi tía está muerta,‖ dijo Adrian a secas. ―Y tu misma acabas de decir
que podrías estar hablando con la futura reina.‖ Eso provocó un vistazo de
parte de Lissa.

Serena dudo, luego tomo un profundo respiro. ―Puedo juntar una lista
de nombres. Podría no recordarlos todos, pienso. Y no tengo idea de que tan
bien lo estuvieran haciendo –solo que muchos se lo tomaron a mal. Grant sintió
como si Tatiana hubiera elegido a propósito a esos mas indispuestos.‖

Lissa le apretó la mano. ―Gracias. Muchas Gracias.‖

Serena aún parecía estar apenada de haber proporcionado esa


información que era secreta. A veces el ser servil no funcionaba, cuando las
lealtades estaban divididas ―Te lo conseguiré para más tarde, pienso. Ellos me
necesitan aquí.‖

Serena regreso a su posición, enviando de vuelta a mi madre hacia Lissa.


Como yo, que regresé a mi propia realidad en el auto, el cual se había detenido.
Parpadee para aclarar mis ojos y acostumbrarlos a lo que rodeaba. Otro hotel.
Deberíamos tener estatus de miembros oro para este momento.

―¿Que sucede?‖

―Nos detenemos,‖ dijo Dimitri. ―Necesitas descansar.‖

―No, no lo necesito. Necesitamos seguir hacia la Corte. Necesitamos


llevar a Jill a tiempo para las elecciones.‖ Nuestra meta inicial de buscar a Jill
había sido darle a Lissa el poder de votar. Se nos había ocurrido que si la
carrera de Lissa se había limpiado para las elecciones, la sorpresa de la
aparición de su hermana podría ser una sensación así como para crear
incredulidad. Un examen genético aclararía las dudas y le daría a Lissa el poder
de votar, pero la confusión inicial nos podría proporcionar más del tiempo que
necesitábamos tanto para encontrar al asesino. A pesar de la evidencia al azar a
la que mis amigos daban vueltas, ellos aun no tenían teorías substanciales de un
culpable.

Dimitri me dio una mirada de no me mientas. ―Justo estabas con Lissa.


¿Están dándose ya las elecciones?‖

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―No,‖ admití yo.

―Entonces vas a descansar un poco.‖

―Estoy bien,‖ le respondí.

Pero esos tontos no iban a escucharme. Registrarnos era complicado ya


que ninguno de nosotros tenía una tarjeta de crédito, y este no era de los hoteles
con la política de aceptar depósitos en efectivo. Sonya obligó a la recepcionista
a pensar que esa era su política, y antes de que pasara mucho, teníamos
reservadas dos habitaciones contiguas.

―Déjame hablar con ella a solas,‖ le murmuró Dimitri a Sonya. ―Puedo


manejarlo.‖

―Se cuidadoso,‖ Sonya le advirtió. ―Esta débil.‖

―¡Hey chicos, estoy aquí!‖ exclame.

Sonya tomo el brazo de Jill y la guió dentro de una de las habitaciones.


―Vamos, vamos a ordenar el servicio a habitaciones.‖

Dimitri abrió la otra puerta y me vio a la expectativa. Con un suspiro, lo


seguí y me senté en la cama, con mis brazos cruzados. La habitación era cien
veces más bella que la del oeste de Virginia. ―¿Podemos pedir el servicio a
habitaciones?‖

El jaló una silla y se sentó frente a mí, solo unos pies de distancia.
―Necesitamos hablar acerca de lo que le paso a Victor.‖

―No hay nada que decir acerca de eso,‖ dije desoladamente. Los
sentimientos obscuros que había mantenido empujados atrás durante el camino
repentinamente vinieron a mí. Me asfixiaron. Me sentí más claustrofóbica que
cuando había estado en la celda. La culpa era una prisión propia. ―Realmente
soy la asesina que todos dicen que soy. No importa que se tratara de Victor. Lo
maté a sangre fría.‖

―Eso difícilmente fue a sangre fría.‖

―¡Al infierno si no lo fue!‖ chillé, sintiendo lagrimas asomarse a mis ojos.


―El plan era someterlo y Robert podría haber liberado a Jill. Someter. Victor no
era una amenaza para mí. Él era un anciano, por el amor de Dios.‖

―El se veía como una amenaza,‖ dijo Dimitri. Su calma estaba contra-
restando mi histeria, como siempre. ―él estaba usando magia.‖

Sacudí mi cabeza, enterrando mi cara en mis manos. ―Eso no iba a


matarme. Él incluso no habría podido mantenerlo por mucho tiempo. Yo habría
podido aguantarlo o escapar. Diablos, ¡escapé! ¡Pero en lugar de capturarlo, lo
estrelle contra el muro de concreto! Él no era un oponente para mí. Un anciano.

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Asesiné a un anciano. Claro, quizás el era un anciano intrigante y corrupto,


pero no le deseaba la muerte. Yo lo quería encerrado de nuevo. Yo quería que
pasara el resto de su vida en prisión, viviendo con sus crímenes. Viviendo,
Dimitri.‖

Se veía extraño que me sintiera de esa forma, considerando lo mucho que


odiaba a Victor. Pero era cierto: Ni siquiera había sido una pelea justa. Actué
sin pensar. Mi entrenamiento siempre había sido acerca de defenderme y
atacar monstruos. El honor nunca había tomado parte, pero repentinamente,
significaba mucho para mí. ―No había honor en lo que le he hecho a él.‖

―Sonya dijo que no era tu culpa.‖ La voz de Dimitri aun era amable, lo
cual de alguna forma me hizo sentir peor. Deseaba que me castigara,
confirmando la culpa que sentía. Quería que fuera mi crítico instructor. ―Ella
dice que eso fue un efecto del espíritu.‖

―Eso fue…‖ me detuve, rememorando la neblina de sucesos durante la


pelea lo mejor que podía. ―Yo nunca entendí realmente lo que Lissa
experimento en sus peores momentos hasta ahora. Solo había visto a Victor… y
vi todo el mal del mundo–un mal que tenía que detener. Él era malo, pero no se
merecía eso. Él nunca tuvo una oportunidad.‖ Honor, seguía pensando. ¿Que
honor había en eso?

―No estas escuchando, Rose. Eso no fue tu culpa. El Espíritu es una


magia poderosa que nosotros vagamente entendemos. Y su lado obscuro…
bien, ambos sabemos que es capaz de cosas terribles. Cosas que no pueden ser
controladas.‖

Alce mis ojos hacia los suyos. ―Debí ser mas fuerte que eso.‖ Ahí estaba.
El pensamiento detrás de mi culpa, todas esas horribles emociones. ―Debí ser
mas fuerte que eso. Yo fui débil.‖

Las palabras tranquilizadoras de Dimitri no se dieron tan rápidamente.


―No eres invencible,‖ dijo al final. ―Nadie espera que lo seas.‖

―Yo si. Lo que hice…‖ tragué. ―Lo que hice es imperdonable.‖

Sus ojos se abrieron sorprendidos. ―Eso…es una locura, Rose. No puedes


castigarte por algo de lo cual no tenías el poder para sobreponerte.‖

―¿En serio? Entonces porque permaneces tú—‖

Me detuve porque estaba a punto de acusar a Dimitri de continuar


castigándose a sí mismo. Excepto… que él ya no lo hacía. ¿Se sentía culpable
por lo que había hecho como Strigoi? Estaba segura de eso. Sonya lo había
admitido, si mucho. Pero en algún lugar en su camino, el había tomado el
control de su vida de nuevo, poco a poco. Ella me dijo eso, pero hasta ahora
realmente lo entendía.

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―¿Cuando?‖ pregunté. ―¿Cuando cambiaste? ¿Cuando te diste cuenta de


que podrías seguir viviendo –incluso después de toda esa culpa?‖

―No estoy seguro.‖ Si la pregunta le sorprendió, él no lo mostró. Sus ojos


estaban enganchados a los míos, pero no estaban enfocados en mí. El acertijo lo
absorbía. ―un poco, en realidad. Cuando Lissa y Abe vinieron la primera vez
para liberarte, yo estaba listo para hacerlo porque ella me lo pidió. Entonces,
mientras más pensaba acerca de ello, mas me daba cuenta de que era un asunto
personal también. No podía soportar la idea de que estuvieras encerrada en
una celda, siendo apartada del mundo. No era correcto. Nadie debería vivir
así, y se me ocurrió que estaba haciendo lo mismo–por mi propia elección.
Estaba apartándome del mundo con culpa y castigo a mi mismo. Tenía una
segunda oportunidad de vivir, y la estaba echando por la borda.‖

Todavía estaba confusa, aún furiosa y llena de dolor, pero su historia me


mantuvo tranquila y paralizada. Escucharlo abrir su corazón era una rara
oportunidad.

―Tu me escuchaste hablar acerca de esto antes,‖ continuó él. ―Acerca de


mi meta de apreciar los pequeños detalles de la vida. Y mientras mas
continuábamos en nuestro camino, mas recordaba quien era yo. No solo un
luchador. Pelear es fácil. Es él porque peleamos lo que importa, y en el callejón
esa noche con Donovan…‖ se estremeció. ―Ese fue el momento en el que me
detuve en la delgada línea de pelar y matar por tal–y regresé, Rose. Ese fue el
punto de regreso. Tú me salvaste… como Lissa me salvo con la estaca. Lo supe
entonces, y decidí que era momento de dejar mi parte strigoi, tenia que pelear
para llegar hasta lo que ellos no son. Tenia que agarrarme de lo que ellos
rechazaron: belleza, amor, honor.‖

Justo entonces, yo era dos personas. Una era alegre. Escucharle hablar
así, me di cuenta de que el estaba peleando contra sus demonios y que estaba
muy cerca de la victoria… y bueno, eso estuvo a punto de hacerme llorar. Eso
era lo que yo había querido para el por tanto tiempo. Al mismo tiempo, sus
palabras inspiradoras solo me recordaban cuan bajo había caído. Mi tristeza y
autocompasión regresaron de nuevo.

―Entonces deberías entender,‖ dije amargamente. ―Lo acabas de decir:


Honor. Eso importa. Ambos lo sabemos. Perdí el mío. Lo perdí en el
estacionamiento cuando maté a un inocente.‖

―Y yo he matado cientos,‖ dijo él enérgicamente. ―Personas que eran


mucho más inocentes que Victor Dashkov.‖

―¡No es lo mismo! ¡Tú no podías hacer nada!‖ mis sentimientos


explotaron y salieron a flote de nuevo. ―¿Porque estamos repitiendo las mismas
cosas una y otra vez?‖

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―¡Porque esas cosas no quedan enterradas! No podías evitarlo.‖ Su


paciencia se había terminado. ―Siéntete culpable. Llóralo. Pero continua
adelante. No dejes que te destruya. Perdónate a ti misma.‖

Salte sobre mis pies, tomándolo por sorpresa. Lo incline abajo, dejando
nuestras caras frente a frente. ―¿Perdonarme a mi misma? ¿Eso es lo que
quieres? ¿Tú y todos los demás?‖

Las palabras parecían habérseme escapado. Creo que se debió a mi


proximidad. Él hizo una inclinación.

―Entonces dime esto. Me dijiste que saliste de la culpa en el pasado, y


que decidiste disfrutar de la vida y de todo eso. Lo entiendo. ¿Pero te has, en
tu corazón, realmente perdonado? Te dije hace mucho tiempo que te había
perdonado por todo lo que sucedió en Siberia, ¿pero que hay de ti? ¿Lo hiciste
tú?‖

―Yo solo dije –―

―No. No es lo mismo. Me dices que me perdone a mi misma y que


continué hacia adelante. Pero tú mismo no lo haces. Eres un hipócrita,
camarada. O somos ambos culpables o somos ambos inocentes. Escoge.‖

Él se levantó, viendo hacia abajo, hacia mi desde una elevada altura.


―No es tan simple.‖

Crucé mis brazos sobre mi pecho, rehusándome a ser intimidada. ―Es así
de simple. ¡Somos iguales! Incluso Sonya dice que lo somos. Siempre hemos
sido iguales, y ambos estamos actuando igual de estúpidos justo ahora. Nos
mantenemos por arriba de los más altos estándares de todos los demás.‖

Dimitri frunció el ceño. ―Yo –¿Sonya? ¿Que tiene que ver ella con todo
esto?‖

―Ella dice que nuestras auras coinciden. Ella dice que se iluminan
alrededor del otro. Ella dice que eso significa que tú aún me amas y que
estamos conectados, y…‖ suspiré y me voltee hacia otro lado, vagando
alrededor de la habitación. ―No lo sé. No debería haberlo mencionado. No
deberíamos creernos estas cosas del aura cuando vienen de usuarios de magia
que están medio locos.‖

Llegué hasta la ventana y recosté mi frente contra el vidrio frio, tratando


de decidir qué hacer. Perdonarme a mí misma. ¿Podría? Una pequeña ciudad se
extendía frente a mí, pensé en que había perdido el rastro de donde estábamos.
Autos y personas se movían abajo, almas afuera viviendo sus vidas. Tome un
profundo respiro. La imagen de Víctor en el asfalto iba a quedarse conmigo por
mucho, mucho tiempo. Había hecho algo horrible, incluso si mis intenciones
fueran buenas, pero todos estaban en lo correcto: no había sido yo misma.
¿Hizo ese cambio que pasara eso? ¿Podría traer de regreso a Víctor? No. Y

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honestamente, no sabía cómo iba a dejar atrás lo que había hecho, como iba a
sacudir las imágenes sangrientas en mi cabeza. Solo sabía que tenía que ir con
eso.

―Si dejo que esto me detenga,‖ murmuré, ―Si no hago nada… eso será un
mal mayor. Tengo que sobrevivir. Y eso solo será si continuó peleando y
protegiendo a otros.‖

―¿Que estás diciendo?‖ preguntó Dimitri.

―Digo que… me perdono a mí misma. Eso no lo hace todo perfecto, pero


es un inicio.‖ La punta de mi dedo trazó la línea de una delgada grieta en la
superficie del vidrio. ―¿Quién sabe? Quizás ese lío en el estacionamiento liberó
algo de la obscuridad que Sonya dice que hay en mi aura. Escéptica como soy,
debo de darle algunos puntos a ella. Ella estaba en lo correcto acerca de que
estaba en un punto de ruptura, que todo lo que necesitaba era algo que me
hiciera estallar.‖

―Ella estaba en lo correcto acerca de algo más también,‖ dijo Dimitri


luego de una larga pausa. Estaba de espaldas a él, pero había una extraña
cualidad en su vos que me hizo voltear.

―¿Qué es?‖ pregunté.

―Que aun te amo.‖

Con solo esas palabras, todo el universo cambió.

El tiempo se desacelero durante un latido. El mundo se volvió sus ojos,


su voz. Esto no estaba sucediendo. Esto no era real. Nada de esto podía ser real.
Se sentía como un sueño. Resistí la necesidad de cerrar mis ojos y ver si me
despertaba momentos después. No. No importaba cuan increíble esto se viera,
no era un sueño. Era real. Era la vida. Era en carne y hueso.

―Desde…¿desde cuándo?‖ finalmente logré gesticular para preguntar.

―Desde…siempre.‖ Su tono implicaba que la respuesta era obvia. ―Lo


negué cuando fui restaurado. No tenía espacio para nada en mi corazón excepto
la culpa. Especialmente me sentía culpable por ti—lo que había hecho—y te
empuje hacia afuera. Puse un muro para mantenerte a salvo. Funcionó por un
tiempo—hasta que mi corazón finalmente empezó a aceptar otras emociones. Y
todo regreso. Todo lo que sentía por ti. Nunca se había ido; solo se había
escondido de mí hasta que estuve listo. Y de nuevo… ese callejón fue el punto
de regreso. Te vi… vi tu bondad, tu esperanza, y tu fe. Todo eso que te hace tan
hermosa. Tan, tan hermosa.‖

―Así que no es mi cabello,‖ dije, sin estar segura como era capaz de hacer
una broma en un momento como este.

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―No,‖ dijo él suavemente. ―Tu cabello es hermoso también. Todo en ti.


Eras asombrosa cuando nos encontramos la primera vez, de alguna forma,
inexplicablemente, fuiste aún más lejos. Siempre has sido energía pura, y ahora
la controlas. Eres la mujer más asombrosa que he conocido, y estoy encantado
de tener este amor por ti en mi vida. Me rehúso a perderlo.‖ Quedo pensativo.
―Daría todo—todo—en el mundo para regresar en el tiempo y cambiar la
historia. Para correr a tus brazos luego de que Lissa me trajo de regreso. Para
tener una vida contigo. Es muy tarde, por supuesto, pero lo he aceptado.‖

―¿Porque… porque es muy tarde?‖

Los ojos de Dimitri se entristecieron. ―Debido a Adrian. Porque te


moviste hacia ahí. No, escucha,‖ dijo él, cortando mis protestas. ―Hiciste lo
correcto después de cómo te trate. Y más que nada, quiero que seas feliz una
vez que limpiemos tu nombre y llevemos a Jill y sea reconocida. Tu misma
dijiste que Adrian te hace feliz. Dijiste que lo amas.‖

―Pero… acabas de decir que me amas. Que quieres estar conmigo.‖ Mis
palabras sonaban torpes e indignas ante la elocuencia de él.

―Y te lo dije: no voy a estar persiguiendo a la novia de otro hombre.


¿Quieres hablar de honor? Allí está en su forma más pura.‖

Camine hacia él, cada paso aumentando gradualmente la tensión


alrededor de nosotros. Dimitri seguía diciendo que el callejón había sido su
punto de regreso. ¿Para mí? Era ahora. Estaba parada en el precipicio de algo
que podría cambiar mi vida. Durante la última semana, había hecho un muy
buen trabajo manteniéndome alejada de cualquier cosa romántica con Dimitri.
Y sin embargo…¿tenía yo lo que era amor, realmente? ¿Amores, chocolate,
poesía? ¿O era esto algo más? ¿Iba a ser esto lo que terminara con las bromas
de algunos? ¿Era esto tener la absoluta certeza de que alguien estaba ahí detrás
de ti? ¿Era esto conocer a alguien tan bien que instantáneamente entendiera
porque hacías las cosas que hacías –y compartir estas mismas creencias?

Toda la semana, afirmé que mi amor por Dimitri se estaba


desvaneciendo. En realidad, había estado creciendo más y más. Y yo no me
había dado cuenta de que estaba pasando. Había estado re-estableciendo
nuestra vieja y buena relación, reforzando nuestra conexión. Reafirmando a
toda esa gente en el mundo—incluso Lissa—que Dimitri era el único que
realmente me había capturado.

Yo había querido decir: amo a Adrian. Y que era difícil imaginar la vida sin
él, pero mis otras palabras en el Mastranos me habían traicionado: Me divertía
con él. Bueno, deberías de divertirte con la persona que amas, pero eso no debió
de haber sido lo primero que me vino en mente. Debí de haber dicho, nos
reforzamos mutuamente. O, él me hace querer ser una mejor persona. Tal vez algo
más importante: él me entiende perfectamente.

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Pero nada de eso era cierto, así que no había dicho nada de eso. Había
buscado a Adrian por comodidad. Su confianza y humor eran una importante
parte de mi mundo. ¿Y si él estuviera en peligro? Habría arrojado mi vida antes
que la suya, sus motivaciones eran más por impresionar a los demás—y por
impresionarme. No era por ser el mismo. Eso no le hacía malo o débil, pero eso
me hacía ayudarle en todo. Iba a conseguir más de eso, estaba segura. El podría
eventualmente meterse en sí mismo y ser un hombre asombroso, pero él no
estaba aún en ese punto de auto-descubrirse. Yo si lo estaba.

Estaba parada frente a Dimitri ahora, viendo dentro de esos obscuros


ojos de nuevo, los ojos que tanto amaba. Puse mis manos en su pecho, sintiendo
su corazón latir fuerte y constantemente—e incluso quizás un poco más rápido
de lo normal. La calidez se propago a las puntas de mis dedos. Él levanto y
capturó mis muñecas pero no me empujo para alejarme. Las líneas de ese
maravilloso rostro se veían tensas mientras luchaba con algún conflicto interno,
pero ahora que lo sabía—ahora que estabas segura de eso—podía ver su amor
por mí. Amor mezclado con deseo. Era tan, tan obvio.

―Debiste habérmelo dicho―, Dije. ―Debiste habérmelo dicho hace mucho


tiempo. Te amo. Nunca deje de amarte. Tienes que saberlo.‖

Su respiración se detuvo cuando le dije que lo amaba, pude ver su lucha


interna por controlar aquello que en su interior se convertía en una guerra.
―Eso no habría hecho la diferencia. No con Adrian involucrado,‖ dijo él. Los
dedos alrededor de mi mano se apretaron ligeramente cuando el realmente
empezó a alejarme en este momento. No lo hizo. ―lo digo en serio. No seré de
ese tipo, Rose. No seré ese hombre que tome la mujer de alguien más. Ahora,
por favor. Vete. No hagas esto más difícil.‖

Yo ignore su petición. Si él quería separarse de mí, podría hacerlo.


Extendí mis dedos, tocando aun más de su pecho, tomando el sentimiento de
contacto que había extrañado por tanto tiempo.

―No le pertenezco a él,‖ dije en voz baja, empujándome cerca de Dimitri


e inclinando mi cabeza hacia atrás de forma que pudiera ver su rostro
claramente. Con tanta emoción, con tanto conflicto en su corazón tratando de
decidir lo correcto de lo incorrecto. Estando presionada contra él se sentía
como… complementándonos. Sonya había dicho que ninguna pareja podía
compartir un aura o un alma, pero las nuestras no estaban destinadas a estar
separadas. Se ajustaban como un rompecabezas, dos personas haciendo algo
mucho mayor juntas que por separado. ―No le pertenezco a nadie. Yo hago mis
propias elecciones.‖

―Y tu estas con Adrian,‖ dijo Dimitri.

―Pero yo estaba destinada para ti.‖

346
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RICHELLLE MEAD

Y eso lo logro. Cualquier intento de control o razonamiento que


cualquiera de nosotros poseía se derritió. Las paredes se derrumbaron, y
cualquier cosa que estuviéramos manteniendo atado salió corriendo. Me eleve,
juntándonos en un beso—un beso que no dejo escapar esta vez. Un beso que yo
detuve dándole un puñetazo. Sus brazos me cercaron levantándome hacia la
cama, una mano pronto se deslizo de mi cadera bajando a mi pierna,
actualmente medio desnuda, gracias al pobre y andrajoso vestido.

Cada nervio de mi cuerpo se iluminó, y sentí el deseo en respuesta por


parte de él—y algo más. Después de un mundo de muerte, el lucia como si
apreciara el amor aún más. No solo eso, lo necesitaba. Necesitaba la vida. Me
necesitaba a mi—no solo físicamente, pero si en la misma forma en que mi
corazón y alma siempre gritaron por él. Lo que hicimos entonces, cuando
nuestras ropas cayeron y nuestros cuerpos quedaron juntos se convirtió en algo
más que solo lujuria—aunque pienso que había mucho de eso también.

Estando con él después de tanto tiempo, después de todo lo que


habíamos soportado… era como regresar a casa. Como si finalmente pudiera
estar donde—y con quien—yo pertenecía. Mi mundo, mi corazón… ambos se
destrozaron cuando lo perdí. Pero ahora, el como me miraba, y el como sus
labios decían mi nombre y recorrían mi piel…sabia que esas piezas habían
vuelto a estar juntas. Y yo sabía, con absoluta certeza, que haber esperado por
esto—por mi segunda oportunidad de tener sexo—había sido lo correcto por
hacer. Cualquier otro, en otro tiempo…habría estado mal.

Cuanto terminamos, era como si aun no pudiéramos estar lo


suficientemente cerca. Nos sujetábamos él uno al otro fuertemente, nuestras
piernas entrelazadas, como si acortar la distancia ahora podría compensar la
distancia que había existido entre nosotros por tanto tiempo.

Cerré mis ojos, mis sentidos estaban inundados de él, y suspiré


soñadoramente. ―Estoy tan contenta de que te dieras. Estoy tan contenta de
que tu autocontrol no sea tan fuerte como el mío.‖

Eso le hizo reír, y sentí como retumbaba su pecho. ―Roza, mi autocontrol


es diez veces mayor que el tuyo.‖

Abrí mis ojos, levantándolos para ver en los suyos. Acaricie su cabello
hacia atrás y sonreí, ciertamente mi corazón podría expandirse y expandirse
hasta que no quedara nada de mí. ―¿Ah sí? Esa no es la impresión que acabo de
obtener.‖

―Espera a la próxima vez,‖ me advirtió. ―Voy a hacerte cosas que te


harán perder el control en segundos.‖

Ese comentario estaba pidiendo un ingenioso chiste de Rose Hathaway.


Incluso hizo que mi sangre ardiera, lo cual fue él porque ambos quedamos
sorprendidos cuando repentinamente dije, ―Podría no haber próxima vez.‖

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RICHELLLE MEAD

La mano de Dimitri, recorriendo la forma de mi hombro, se congeló.


―¿Qué? ¿Porqué?‖

―Tenemos un par de cosas por hacer antes de que eso suceda.‖

―Adrian,‖ sugirió.

Yo asentí. ―Y ese es mi problema, así que pon tus honorables


pensamientos a un lado. Tengo que encararle y responder por esto. Y lo haré.
Y tú…‖ no podía creer lo que estaba a punto de decir. ―Tú aun tienes que
perdonarte a ti mismo si vamos a estar juntos.‖

Su indescriptible expresión se convirtió en dolorosa. ―Rose –―

―Lo digo en serio.‖ Encontré sus ojos sin pestañear. ―Tienes que
perdonarte a ti mismo. En verdad. Todos lo han hecho. Si tú no puedes,
entonces no puedes seguir adelante tampoco, nosotros no podemos.‖

Ese era uno de las mejores jugadas que hacía en mi vida. Antes, habría
corrido hacia el sin ninguna pregunta, ignorando nuestros problemas, alegre
solo por estar con él. Ahora… luego de todo lo que habíamos pasado, yo había
cambiado. Lo amaba. Lo amaba mucho, y lo quería. Pero era debido a la
fortaleza de ese amor que tenía que hacer esto. Si íbamos a estar juntos,
teníamos que hacerlo de la forma correcta. El sexo había sido asombroso, pero
no era una cura mágica para todo. Demonios. En algún lugar del camino, yo
había cogido sentido común. Aun tenía la intención de enfrentar a Adrian. Y si
Dimitri no hacia lo que le pedía, realmente me apartaría. Perdería a ambos
hombres, pero eso era mejor, estar sola con mi dignidad que en una relación
equivocada.

―No lo sé,‖ dijo Dimitri al final. ―No sé si podré… si estoy listo.‖

―Decídelo pronto entonces,‖ le dije. ―No tienes que corregirlo en este


segundo, pero eventualmente…‖

Yo no presione en el tema después de eso. Por ahora, lo deje seguir,


aunque sabía que lo tomaría y le daría su importancia. Sabía que estaba en lo
correcto en mantenerme en eso. El no podría ser feliz conmigo si no era feliz
consigo mismo. Eso me ocurría a mi también, al mantenerme de pie por mi
misma y lo que necesitaba, nuestros roles de alumno-profesor se habían ido
para siempre. Ahora éramos iguales.

Descanse mi cabeza en su pecho y le sentí relajarse. Disfrutamos de ese


momento, si solo fuera un poco más.

Sonya había dicho que necesitábamos ‗descansar‘, haciéndome pensar


que teníamos aun algo de tiempo antes de que el reloj que avanzaba lentamente
nos llevara de regreso a la Corte.

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Conforme Dimitri y yo continuamos manteniéndonos cerca uno del otro,


me encontré a mi misma queriendo dormir. Estaba exhausta de la pelea—la
cual, me di cuenta, había tomado un rumbo inesperado. Mi culpa y
desesperación sobre Víctor y la explosión de espíritu que había tomado sus
víctimas también, no importaba el medallón de curación aun alrededor de mi
cuello. Y si, pensé con una pequeña sonrisa, que estaba simplemente exhausta
por lo que Dimitri y yo acabábamos de hacer. Era de alguna forma bueno usar
mi cuerpo para algo que no resultara en serios daños por una vez.

Caí dormida en su abrazo, con la obscuridad envolviéndome tan


cálidamente como sus brazos. Debió haber sido tan sencillo. Debió haber sido
un apacible y feliz descanso. Pero como era lo acostumbrado, no corrí con tanta
suerte.

Un sueño de espíritu me jalo a las profundidades de mi sueño, y por


medio segundo, pensé que Robert Doru podría haber venido por mí para tomar
venganza de la muerte de su hermano.

Pero, no. No era un vengativo Dashkov. En lugar de eso, me encontré a


mi misma viendo hacia un par de ojos verde esmeralda.

Adrian.

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TREINTA

No corrí hasta sus brazos como solía hacerlo. ¿Cómo podía? ¿Luego de lo
que había hecho? No. No podía seguir actuando. No estaba completamente
segura de lo que el futuro deparaba para Dimitri y para mí, no hasta que él
respondiera mi pregunta más importante. Yo sí, sin embargo, tenía que cortar
con Adrian. Mis sentimientos por él aún eran fuertes, y me preguntaba si era
remotamente posible que fuéramos amigos. Además, no podía seguir con él
luego de haber dormido con Dimitri. No había sido suicidio, no, pero
ciertamente había sido deshonroso.

Y sin embargo… no podía decirle eso a Adrian ahora, me di cuenta. No


podía romper con él en un sueño. Que era tan malo como la siguiente
separación. Demás, tenía el presentimiento que… bueno, probablemente
necesitaba ayuda. Demasiado para su honor. Pronto, juré. Pronto le diré.

No pareció darse cuenta de mi falta de abrazos. Pero si notó algo más.

―Wow‖

Estábamos en la biblioteca de St. Vladimir de todos los lugares, y le di


una mirada perdida a través de las mesas de nosotros que estaban frente a
nosotros. ―¿Wow qué?‖

―Tu… tu aura. Es… asombrosa. Está brillando. Digo, siempre brilla, pero
hoy… bueno, nunca la había visto así. No esperaba eso luego de todo lo que ha
pasado.‖

Salté incómodamente. Si me animaba alrededor de Dimitri, ¿qué


demonios le pasaba a mi aura luego de tener relaciones? ―¿Luego de lo que ha
pasado?‖ Le pregunté, ignorando el comentario.

Se rió y se acercó. Su mano tomó inconscientemente los cigarrillos, se


detuvo, y luego quitó su mano de ahí. ―Oh, vamos. Todos están hablando de
eso. De cómo tú y Belikov secuestraron a Jailbait--¿Qué hay con eso de todos
modos?—y usaron la compulsión con ese Alquimista. Es el mejor chisme por
aquí. Bueno, además de las elecciones. La última prueba está por venir.‖

―Es cierto…‖ murmuré. Habían pasado casi veinticuatro horas desde que
Lissa había recibido el acertijo. Sólo quedaba un poco de tiempo, y lo último
que había sabido, era que ella no tenía la respuesta.

350
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―¿Por qué estás durmiendo a mitad del día?‖ él preguntó. ―Realmente no


esperaba encontrarte. Creí que estabas en el horario humano.‖

―Fue… fue una noche un poco difícil, escapar de toda una legión de
guardianes y todo.‖

Adrian tomó mi mano, frunció el cejo levemente cuando no le regresé el


apretón. El entrecejo se aligeró rápidamente con su media sonrisa. ―Bueno, yo
estoy más preocupado por tu papá que ellos. Él está enojado porque no te
quedaste. Y porque no puede ver a los Alquimistas. Créeme, él ha estado
tratando‖

Eso casi me hizo reír, excepto que no era lo que yo quería tampoco. ―Así
que no es tan poderoso después de todo.‖ Suspiré. ―Es lo que él necesita.
Sydney. O, bueno, ese tipo que está con ella. El que sabe algo.‖ Tuve un
flahazo4, de nuevo viendo un recuerdo del rostro de Ian. Él conoce quien atacó a
Lissa y sobornó a Joe ―Lo necesitamos.‖

―Por lo que pude saber,‖ dijo Adrian, ―los guardianes están cuidando el
hotel, más que nada preocupados porque los Alquimistas se vayan. Pero están
controlando quién entra. No dejarán que ninguno de nosotros—u otro
Alquimista—pase. Hay muchos otros invitados humanos, y creo que Abe trató
de disfrazarse—y falló.‖

Pobre Zmey. ―Debió haber tenido más fe en los guardianes. No dejarán


que nadie, mas que ellos entren y salgan.‖ Mis propias palabras me detuvieron.
―Eso es..‖

Adrian me miro sospechosamente. ―Oh no. Conozco esa mirada. Algo


loco va a pasar.‖

Tomé sus manos, ahora con entusiasmo, más que con amor. ―Ve por
Mikhail. Que se encuentre con nosotros…‖ Me detuve. Había visto el pueblo en
donde los Alquimistas se estaban quedando. Siendo el lugar más cerca de la
Corte, siempre pasábamos por ahí. Revolví mi cerebro, tratando de obtener
algún detalle. ―En ese restaurante con el letrero rojo. Está en el lado más lejano.
Siempre vendiendo buffets.‖

―Es más fácil decir que hacer, pequeña dhampir. Están usando a cada
guardián en la Corte para mantener las elecciones bajo control. Si Lissa no
hubiera sido atacada, no dejarían a tu madre quedarse con ella. No creo que
Mikhail pueda salir.‖

4
Flash Back, así le decimos nosotros cuando recordamos algo.

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―Encontrará una manera,‖ dije confianzudamente. ―Dile que esto es—


clave para un asesinato. La respuesta. Él es la fuente.‖
Adrian lucia dudoso, pero era difícil para él negarme algo. ―¿Cuándo?‖

Cierto, ¿cuándo? Era casi mediodía y no había visto en dónde habíamos


parado. ¿Cuánto nos llevaría llegar hasta la Corte? Por lo que sabía de las
elecciones, aquellos que pasaran la última prueba darían discursos cuando el
día Moroi comenzara. En teoría, luego irían directamente a votar—excepto, si
nuestro plan funcionaba, la involucración de Lissa atrasaría eso por unos días.
Suponiendo que ella pasara.

―A medianoche,‖ dije. Si estaba suponiendo correctamente, la Corte


estaría completamente llena en la elección del drama, haciendo más fácil que
Mikhail saliera. Esperaba. ―¿Le dirás?‖

―Cualquier cosa por ti,‖ Adrian hizo una reverencia galante. ―Aunque,
aún pienso que es peligros para ti el estar directamente involucrada en esto.‖

―Tengo que hacerlo yo misma,‖ dije. ―No me puedo esconder.‖

Asintió, como si entendiera. No estaba segura que lo hiciera.

―Gracias,‖ le dije. ―Muchas gracias por todo. Ahora ve.‖

Adrian me dio una sonrisa maliciosa. ―Cielo, no desperdicias ningún


minuto en sacarlo a uno de la cama, ¿verdad?‖

Salté, el chiste me pegó un poco cerca de la base. ―Quiero que Mikhail


esté preparado. Y también necesito que vigile a Lissa en la última prueba.‖

Esto tranquilizó a Adrian. ―¿Tiene oportunidad? ¿Pasará?‖

―No lo sé,‖ admití. ―Esta está difícil.‖

―Bueno. Veré lo que podemos hacer.‖ Me dio un pequeño beso. Mis


labios respondieron automáticamente, pero mi corazón no. ―Y, ¿Rose? Lo digo
en serio. Ten cuidado. Estarás horriblemente cerca de la Corte. Sin mencionar el
montón de guardianes quienes te tienen en su lista de los más buscados que
tratarán de matarte.‖

―Lo sé,‖ dije, escogiendo no mencionar que no había duda alguna sobre
eso.

Con eso, se desvaneció, y desperté. Extrañamente, lo que encontré en mi


mundo parecía casi más un sueño que lo que había esperado con Adrian.
Dimitri y yo aún estábamos en la cama, abrazados bajo las sábanas, nuestros
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cuerpos y extremidades aún envueltos el uno con el otro. Él dormía con esa rara
mirada de paz que tenía y casi parecía sonreír. Por un segundo, consideré
despertarlo y decirle que teníamos que seguir. Una mirada al reloj rápidamente
aplastó ese pensamiento. Aún teníamos tiempo, además se estaba acercando la
prueba. Tenía que ir con Lissa y confiaba que Sonya vendría si dormíamos
demasiado.

Al parecer, había alcanzado las pruebas a tiempo. Lissa estaba


atravesando los jardines de la Corte, marchando como alguien yendo a un
funeral. El sol, las flores, y pájaros estaban perdidos en ella. Incluso sus
acompañantes hicieron muy poco para animarla: Christian, mi mamá y Tasha.

―No puedo hacer esto,‖ ella dijo, mirando hacia el edificio que tenía su
destino. ―No puedo hacer esta prueba.‖ El tatuaje la retenía para dar más
información.

―Eres inteligente. Brillante.‖ El brazo de Christian estaba alrededor de su


cintura, y en ese momento, amaba su fe en ella. ―Puedes hacerlo.‖

―No entiendes,‖ ella dijo, con un suspiro. Ella no tenía respuestas para el
acertijo, lo cual significaba que su plan estaba en un hilo—y su deseo de
probarse a ella misma.

―Por una vez, él tiene razón,‖ dijo Tasha, un leve tono molestón en su
voz. ―Puedes hacerlo. Tienes que hacerlo. Tenemos tantas cosas que dependen
de ello.‖

Su fe en ella, debería de haber hecho sentir mejor a Lissa. Al contrario,


había puesto más presión. Ella fallaría, igual que en el sueño del Concejo que el
Cáliz le había mostrado. Ella no tenía respuesta a ello tampoco.

―¡Lissa!‖

Una voz hizo que se detuvieran, Lissa volteó para ver a Serena corriendo
hacia ellos, sus largas piernas atléticas rápidamente cubriendo la distancia entre
ellos. ―hola Serena,‖ dijo Lissa. ―No podemos detenernos. La prueba—―

―Lo sé, lo sé,‖ Serena se ruborizó, no con pena, si no con ansiedad. Ella le
dio un pedazo de papel. ―Te hice una lista. De todo lo que podía recordar.‖

―¿Qué lista?‖ preguntó Tasha.

―Morois la reina tenía entrenando, para ver cuán bien podían aprender a
pelear.‖

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Las cejas de Tasha se levantaron en sorpresa. Ella no había estado


cuando lo habíamos discutido la última vez. ―¿Tatiana entrenando a guerreros?
Nunca escuché algo como eso.‖ Tenía el presentimiento que a ella le hubiera
gustado ser una de las que querían entrenar.

―La mayoría no lo sabía,‖ dijo Lissa, estirando el trozo de papel. ―Era un


gran secreto.‖

El grupo se juntó alrededor para leer los nombres, enlistado con la letra
de Serena. Christian soltó un silbido. ―Tatiana pudo haber abierto la idea de
defensa pero sólo para ciertas personas.‖

―Sí,‖ estuvo de acuerdo Tasha. ―Esto definitivamente es una lista.‖

Todos los nombres eran miembros de la realeza. Tatiana no había


pensado en ‗comunes‘ para experimentar. Este era la élite de la élite, pero
también como Ambrose había dicho, Tatiana se había lucido en escoger en
géneros y edades.

―¿Camille Conta?‖ preguntó Lissa en sorpresa. ―Nunca vi venir eso. Ella


siempre era realmente una P.E.‖

―Y están otros de nuestros primos,‖ agregó Christian, apuntando a Lia


Ozera. Miró a Tasha, quien estaba aún incrédula. ―¿Sabías eso?‖

―No. Yo tampoco hubiera adivinado eso.‖

―La mitad de los nominados también,‖ se rió Lissa. Ragus Tarus, Ava
Drozdov, y Elis Badica. ―Qué mal que—Oh por Dios. ¿La madre de Adrian?‖ Si,
era ella: Daniella Ivashkov.

―Whoa,‖ dijo Christian. Eso resumía mi reacción también. ―Estoy seguro


que Adrian no sabía esto.‖

―¿Ella está de acuerdo con que los Moroi peleen?‖ preguntó mi mamá,
sorprendida también.

Lissa negó con su cabeza. ―No. Por lo que yo sé sobre ella, ella está a
favor de dejar la defensa a los dhampirs.‖ Ninguno de nosotros podía imaginar
a la bella y propia Daniellla Ivashkov peleando.

―Ella odiaba a Tatiana,‖ dijo Tash. ―Estoy segura que esto hizo hermosas
cosas en su relación. Esas dos peleaban siempre cuando cerraban las puertas.‖

Un incómodo silencio calló.

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Lissa miró a Serena. ―¿Estas personas miraban seguido a la Reina?


¿Tenían acceso a ella?‖
―Sí,‖ dijo Serena sin darse cuenta. ―De acuerdo a Grant, Tatiana
supervisaba cada sesión de entrenamiento. Luego de que él murió… ella
comenzó a verse con los estudiantes individualmente, para ver qué tan bien
había aprendido.‖ Ella pausó. ―Creo… creo que ella tal vez se haya visto con
alguno la noche que murió.‖

―¿Habían aprendido tanto para usar una estaca?‖ preguntó Lissa.

Serena se puso tensa. ―Sí. Algunos mejor que otros.‖

Lissa miró de nuevo a la lista, sintiéndose enferma. Tanta oportunidad.


Tanta motivación. ¿La respuesta estaba en este pedazo de papel? ¿El asesino
estaba justo frente a ella? Serena dijo anteriormente que Tatiana supuestamente
había escogido a personas resistentes para el entrenamiento, probablemente
para ver si los obstinados podían aprender. ¿Se había excedido con alguno? Un
nombre en particular se repetía en la cabeza de Lissa.

―Odio interrumpir,‖ dijo mi mamá. Su tono y postura indicaban que el


tiempo de descanso había terminado; estaba de vuelta al trabajo. ―Tenemos que
irnos, o llegarás tarde.‖

Lissa se dio cuenta que mi mamá tenía razón y metió el pedazo de papel
en su bolsillo. Llegar tarde a la prueba significaba la derrota. Lissa le agradeció
a Serena, asegurándole que había sido lo correcto por hacer. Luego, mis amigos
se fueron rápidamente, sintiendo la presión del tiempo mientras se apresuraban
hacia el edificio de las pruebas.

―Maldición,‖ murmuró Lissa, en un raro tono al decir malas palabras.


―No creo que esa vieja toleré cualquier tardanza.‖

―¿Vieja?‖ Mi madre rió, sorprendiéndonos a todos. Ella podía moverse


más rápido que cualquiera y obviamente estaba ajustando su paso con ellos.
―¿La que está a cargo de la mayor parte de las pruebas? ¿No sabes quién es
ella?‖

―¿Cómo podría?‖ preguntó Lissa. ―Pensé que ella era sólo alguien más a
quien ellos reclutaron.‖

―No sólo es alguien. Ella es Ekaterina Zeklos.‖

―¿Qué?‖Lissa casi se paró pero aún tenía en su mente la presión del


tiempo. ―Ella fue… ella fue la reina antes que Tatiana, ¿verdad?‖

―Creí que se había ido a una isla,‖ dijo Christian, igual de sorprendido.
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―No estoy segura que haya sido una isla,‖ dijo Tasha, ‖pero sí cedió
cuando pensó que era demasiado vieja y se fue para vivir con lujos—lejos de la
política—una vez que Tatiana estaba en el trono.‖

¿Demasiado vieja? Eso había sido hace veinte años. Con razón se miraba
pura momia. ―si ella estaba feliz de salirse de la política, entonces ¿por qué
regresó?‖ preguntó Lissa.

Mi madre abrió la puerta para todos cuando llegaron al edificio, luego de


asomar la cabeza por alguna amenaza. Era tan instintivo para ella que ella
continuó con la conversación sin perderse un poco. ―Porque es una costumbre
que el último monarca ponga a prueba al nuevo—si es posible. En este caso, era
obvio que no se podía, así que Ekaternia vino de su retiro para hacer su deber.‖

Lissa casi no podía creer que ella había hablado casualmente con la
última reina Moroi, una poderosa y querida reina. Tan pronto como ingresaron
al vestíbulo, Lissa fue escoltada por guardianes y se apresuraron hacia el salón
de las pruebas. Sus rostros mostraban que ellos pensaban que ella no iba a
llegar. Varios espectadores, también aparentemente preocupados, gritaron
cuando apareció dando gritos sobre Alexandra y los dragones. Lissa no tuvo
ninguna oportunidad de responder o siquiera decir adiós a sus amigos antes de
que prácticamente fuera empujada al salón. Los guardianes se miraban
aliviados.

La puerta se cerró y Lissa se encontró mirando una vez más a Ekaterina


Zeklos. Ver a la vieja había sido intimidante antes, pero ahora… la ansiedad de
Lissa se duplicó. Ekaterina le dio una sonrisa torcida.

―Temía que no llegaras,‖ ella dijo. ―Debí saberlo. No eres el tipo de las
que se renuncian.‖

Lissa aún era una estrella y casi sintió la necesidad de sacar una excusa,
explicarle sobre la lista de Serena. Pero, no. A Ektaerina no le importaba eso
ahora, y uno no daba excusas a alguien como ella de todos modos, Lissa pensó.
Si la regabas5 , te disculpabas.

―Lo siento,‖ ella dijo.

―No hay necesidad,‖ dijo Ekaterina. ―Llegaste. ¿Sabes la respuesta? ¿Qué


debe tener una reina para verdaderamente gobernar a su pueblo?‖

La lengua de Lissa se sentía gruesa en su boca. Ella no sabía la respuesta.


Era realmente como el sueño del Concejo. Investigar el asesinato de Tatiana
había tomado demasiado tiempo. Por un extraño momento, el corazón de Lissa

5
Si lo arruinaba. Mala expresión en mi país.

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quemó con simpatía por esa reina irritante. Ella había hecho lo mejor por los
Moroi y había muerto por ello. Lissa se sentía incluso peor ahora, mirando a
Ekaterina. Su reina formadora probablemente jamás había esperado que la
sacaran de su--¿isla?—retiro y forzarla a regresar a la vida de la Corte. Aún así,
ella había venido cuando se le necesitaba.

Y fue así, cuando Lissa supo la respuesta.

―Nada,‖ ella dijo quedamente. ―Una reina no debe poseer nada para
gobernar porque ella tiene que dar todo a su pueblo. Incluso su vida.‖

La enorme sonrisa con dientes de Ekaterina le dijo a Lissa que ella había
respondido correctamente. ―Felicitaciones, querida. Llegaste a la votación de
mañana. Espero que tengas un discurso para ganarte al Concejo. Tendrás que
darlo en la mañana.‖

Lissa se tambaleó un poco, no segura de qué decir ahora, salir con un


discurso formal. Ekaterina parecía sentir qué tan en shock Lissa estaba, y la
sonrisa que siempre parecía tan despectiva se tornó gentil.

―Estarás bien. Llegaste hasta aquí. El discurso es la parte fácil. Tú padre


estaría muy orgulloso. Todos los Dragormirs lo estarían.‖

Eso casi trajo lágrimas a los ojos de Lissa, y negó con su cabeza. ―No sé
sobre eso. Todos sabemos que no soy una candidata ‗real‘. Esto es sólo… bueno,
un tipo de acto.‖ De alguna manera, ella no se sintió mal en admitir eso frente a
Ektaerina. ―Ariana es quien merece la corona.‖

Los ojos de Ekaterina se juntaron con los de Lissa, y la sonrisa


desapareció. ―No has escuchado entonces. No, por supuesto que no con todo
esto sucediendo tan rápido.‖

―¿Escuchar qué?‖

Simpatía pasó por el rostro de Ekaterina, y luego, me pregunto si eso fue


compasión por el mensaje que ella entregó o por la reacción de Lissa.

―Ariana Szelsky no pasó la prueba… ella no pudo resolver el acertijo…‖

―Rose, Rose.‖

Dimitri estaba moviéndome, y me tomó unos segundos salir de una


asombrada Lissa a una Rose perpleja.

―Tenemos que—― él comenzó.

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―Oh, por Dios,‖ interrumpí. ―No creerás lo que acabo de ver.‖


Se puso rígido. ―¿Lissa está bien?‖

―Sí, está bien, pero—―

―Entonces nos preocuparemos luego. Ahora, tenemos que irnos.‖

Me di cuenta que él ya estaba vestido mientras yo estaba aún desnuda.


―¿Qué ocurre?‖

―Sonya vino—no te preocupes.‖ El shock que mi rostro debió haber


mostrado lo hizo sonreír. ―Me vestí y no la dejé entrar. Pero dijo que la mesa
directiva llamó. Se están comenzando a dar cuenta que tuvimos una inusual
parada. Tenemos que salir de aquí.‖

Medianoche

Teníamos que encontrar a Mikhail a medianoche y obtener el último


pedazo del misterio. ―No hay problema,‖ dije, tirando las sábanas. Mientras lo
hice, vi los ojos de Dimitri en mí, y estaba un poco sorprendida por la
admiración y el hambre que vi ahí. De alguna forma, incluso luego del sexo,
como que esperaba que él estuviera indiferente y tuviera su rostro de
guardián—particularmente considerando nuestra repentina urgencia de irnos.

―¿Ves algo que te guste?‖ pregunté, recordando algo que le había dicho
hace un tiempo, cuando él me había atrapado en una comprometedora posición
en la escuela.

―Muchas,‖ él dijo.

La emoción quemando en esos ojos era demasiado para mí. Aparté mi


mirada, mi corazón latía en mi pecho mientras me ponía mis ropas. ―No
olvides,‖ le dije quedamente. ―No olvides…‖ no pude terminar, pero no había
necesidad.

―Lo sé, Roza. No lo he olvidado.‖

Me puse mis zapatos, deseando que fuera más débil y le hubiera dado mi
última pregunta. No podía. No importaba qué había pasado entre nosotros
verbal y físicamente, no importaba qué tan cerca estaba tan cerca nuestro
cuento de hadas de terminar… no había futuro hasta que él se perdonara a sí
mismo.

Sonya y Jill estaban listas y esperando cuando salimos de nuestro cuarto,


y algo me dijo que Sonya sabía lo que había pasado entre Dimitri y yo. Malditas

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auras. O tal vez no había necesidad de poderes mágicos para ver esa clase de
cosas. Tal vez el brillo era algo natural mostrado en el rostro de cada uno.
―Necesito que hagas un encantamiento,‖ le dije a Sonya, una vez que
estemos en la carretera. ―Y tenemos que parar en Greenston.‖

―¿Greenston?‖ preguntó Dimitri. ―¿Para qué?‖

―Ahí es donde están los Alquimistas.‖ Ya había comenzado a poner las


piezas juntas. ¿Quien odiaba a Tatiana—por su personalidad y por tener a
Ambrose? ¿Quien la odiaba por querer que los Moroi pelearan con los Strigo?
¿Quien odiaba que ella apoyara al espíritu y a sus peligrosos efectos en las
personas, digamos, como Adrian? ¿Quién quería ver a una familia diferente en
el trono para apoyar sus creencias? ¿Y quien estaría feliz de encerrarme y
sacarme del mapa? Tomé un respiro profundo, casi no creyendo lo que estaba a
punto de decir.

―Y ahí es donde vamos a encontrar la prueba de que Daniella


Ivashkov asesinó a Tatiana.‖

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TREINTA Y UNO

Yo no era la única que había llegado a esa sorprendente conclusión.


Cuando el Consejo Moroi se despertó varias horas en nuestro viaje, Lissa
también juntaba todas las piezas en su cuarto mientras se preparaba a dar su
discurso de pre-elección. Ella pensó en todos los argumentos al igual que yo, y
unos cuantos más—como lo empeñada que estuvo Daniella en librar a Adrian
de estar implicado conmigo, lo cual indudablemente desenredaría un plan
cuidadosamente colocado. También estaba la oferta de Daniella de poner a su
primo abogado, Damon Tarus, para defenderme. ¿Me hubiera ayudaría eso en
verdad? ¿O Damon sutilmente iba a trabajar y debilitar mis defensas? El
involucramiento grosero de Abe podría haber sido una bendición.

El corazón de Lissa golpeaba rápidamente mientras ella retorcía su pelo


en un moño. Ella lo prefería bajo pero pensando en los acontecimientos
siguientes, sabia que debía de optar por una apariencia más digna. Su vestido
era seda mate de marfil, mangas largas y encaje, a la altura de la rodilla.
Algunos podrían haber pensado que usar ese color la haría ver nupcial, pero
cuando la vi en el espejo, sabía que nadie iba a cometer ese error. Ella lucia
luminosa. Radiante. Como una reina.

―No puede ser verdad,‖ Dijo ella, completando el atuendo con


pendientes de perla que le habían pertenecido a su madre. Ella había
compartido su teoría con Christian y Janine, quienes estaban con ella ahora, y
tenia la leve esperanza de que le digieran que ella estaba loca. Pero ellos no lo
hicieron.

―Tiene sentido‖ Dijo Christian, con casi nada de su usual sarcasmo.

―Solo que aun no tenemos una prueba, aún.‖Mi madre dijo, siendo
práctica. ―Solo un montón de cosas circunstanciales.‖

―La tía Tasha está verificando con Ethan para ver si Daniella estaba allí la
noche del asesinato‖ Dijo Christian. Él hizo una leve cara de molestia, todavía
no estaba feliz con el tema de su tía teniendo un novio. ―Daniella no estaba en la
lista oficial, pero la tía Tasha está preocupada de que algunas cosas podrían
haber sido alteradas.‖

―Eso no me sorprendería. Aun así, poner a Daniella allí en el momento


oportuno construye el caso pero aun no es una prueba solida.‖ Mi madre

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debería haber sido una abogada. Ella y Abe bien pudieron haber abierto a una
firma de abogados, juntos.

―¡Eso es suficiente prueba como la que ellos recibieron de Rose!‖


Exclamó Lissa.

―A parte de la estaca,‖ Janine le recordó a ella. ―Y las personas están más


que dispuestas a creer en prueba imprecisas de Rose que creerlas de Lady
Daniella Ivashkov.‖

Lissa suspiró, sabiendo que era todo verdad. ―Si sólo Abe pudiera hablar
con los Alquimistas. Necesitamos lo que ellos saben.‖

―Él lo hará.‖Dijo mi madre segura. ―Solo tomará tiempo.‖

―¡No tenemos tiempo!‖El dramático giro de acontecimientos le daba al


espíritu una buena oportunidad para elevar su fea cabeza, y como siempre,
intenté apartar la oscuridad de Lissa. Ustedes pensaran que yo ya habría
aprendido mi lección después de lo Victor, pero bueno. . . los viejos hábitos
difícilmente mueren. Vienen primero .―¡Marie Conta y Rufus Tarus son los
únicos candidatos que quedan! Si él gana, Daniella va a tener mucha influencia.
Nosotros nunca probaremos que Rose es inocente entonces.‖

Ya que Ariana había fallado la última prueba, eso había sido como un
enorme golpe para todo el mundo, aplastando un futuro que Lissa había
pensado estaba grabado en piedra. Sin Ariana, el futuro no se veía bien. Marie
Conta no era la persona favorita de Lissa, pero Lissa sentía que ella podría ser
una gobernante mucho mejor que Rufus. Desafortunadamente, la familia Conta
había guardado silencio en la política en estos últimos años, dándoles pocos
aliados y amigos. Los números se inclinaban peligrosamente hacia Rufus. Era
frustrante. Si podíamos llevar allí a Jill, Lissa podría votar, y en un Consejo de
doce, incluso un voto sería poderoso.

―Tenemos tiempo.‖Mi mamá dijo serenamente. ―No habrá voto hoy, no


con la controversia que usted causará. Y por cada día que la elección sea
demorada, tenemos otra oportunidad para construir nuestro caso. Estamos
cerca. Lo podemos hacer.‖

―No podemos decirle a Adrian sobre esto.‖Advirtió Lissa, moviéndose


hacia la puerta. Era hora de ir.

El sarcasmo característico de Christian regresó. ―Eso,‖ Dijo él, ―es algo en


lo que todos podemos estar de acuerdo.‖

El elaborado salón de baile—una vez más hecho para el Consejo por


razones de tamaño—se parecía a un concierto de rock. Las personas luchaban
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por tener un lugar adentro. Unos pocos, se daban cuenta de que eso era fútil,
habían acampado fuera del edificio, estilo picnic. Alguien agradecidamente
había tenido la idea brillante de conectar un sistema de sonido con parlantes
externos así los que no habían logrado entrar todavía podría oír el proceso. Los
guardianes se movieron a través de la multitud, tratando de contener el caos–en
particular mientras los candidatos llegaban.

Marie Conta había aparecido poco antes de Lissa, y aun siendo ella la
candidata menos probable, todavía podías oír los rugidos y las oleadas de
excitación en la multitud. Los guardianes precipitadamente—y empujando, si
era necesario—contuvieron a la multitud mientras ella pasaba. La atención de la
gente, estaba segura que daba mucho miedo, pero Marie no lo demostró. Ella
caminó orgullosamente, y sonriendo a partidarios y no partidarios del mismo
modo. Lissa y yo recordamos las palabras de Christian: Tú eres una nominada a la
reina .Actúa como una. Tú lo mereces. Tú eres la última Dragomir. Una hija de la
realeza.

Y así fue exactamente cómo ella se comportó. Era más por el impulso de
Christian, también. Ahora que ella había pasado las tres pruebas, la gravedad
del método antiguo en el que ella entraba continuó aumentando. Lissa entró, su
cabeza se mantuvo arriba. No pude ver su cuerpo entero, pero reconocí la
sensación de su paseo: elegante, y majestuoso. La multitud la amó, y se me
ocurrió que este grupo era en particular solo de clase media porque la mayoría
de los miembros no eran de la realeza. Afuera estaban reunidos los Moroi
ordinarios, los que verdaderamente la amaban. ‗¡La heredera de Alexandra!‘,
‗¡Traiga de vuelta al dragón!‘ Para algunos, era simplemente suficiente gritar su
nombre, añadiendo los títulos de una vieja heroína rusa que compartió el
mismo nombre: ‗¡Vasilisa la valiente! ¡Vasilisa la hermosa!‘

Nadie sabía el miedo que la inundaba por dentro. Ella era así de buena.
Christian y mi madre, quienes inicialmente la habían flanqueado, habían
retrocedido como uno, dejando a Lissa caminar unos pasos por delante de ellos.
No hubo duda de la posición de Lissa y de su autoridad. Ella tomó cada paso
con confianza, recordando que su abuelo también había caminado por este
camino. Ella intentó dar a la multitud una sonrisa que era a la vez digna pero
genuina. Y estaba segura que había surtido efecto porque la multitud
enloqueció mucho más. Y cuando ella se detuvo a hacer comentarios sobre un
estandarte de dragón que un hombre había pintado por el mismo, el artista casi
se desmayó porque alguien como ella lo notara y le elogiara.

―Esto es sin precedentes.‖ Remarcó mi mamá, una vez que ellos estaban
dentro, y a salvo. ―Nunca antes hubo esta cantidad de concurrencia.
Ciertamente no lo hubo durante la última elección.‖

―¿Por qué esta es tan grande ahora?‖ Lissa preguntó, tratando de poner
su respiración bajo control.

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―Porque hay tanta sensación, entre el asesinato y tú torciendo la ley. Eso


y. . . bueno, la forma que estás ganando los corazones de cada miembro no-real
ahí afuera. Los dhampirs también. Hay una señal de dragón en uno de nuestros
cuartos de café, ya sabes. Incluso pienso que algunos de los de la realeza te
aman, sin embargo tal vez solo sea para fastidiar a la familia con la que estén
peleando. ¿Pero seriamente? Si esto dependiera de toda la gente y no
simplemente del Consejo—pues bueno, si fuera por voto popular que tú fueras
elegible—Pienso que habrías ganado.‖

Lissa hizo una mueca, y a regañadientes añadió. ―¿Honestamente?


Pienso que deberíamos de tener votos populares para elegir a nuestros líderes.
Cada Moroi debería depositar un voto, no simplemente un puñado de familias
de elite.‖

―Cuidado allí, princesa.‖ Dijo en broma Christian, poniendo su brazo


alrededor de ella. ―Esas son las clases de palabras que iniciarían otra revolución.
Una a la vez, ¿de acuerdo?‖

La multitud dentro de salón de baile no era tan loca como la que estaba
afuera—pero estaba muy cerca. Los guardianes estaban listos para los números
esta vez y se habían asegurado de mantener control estricto desde el comienzo.
Mantuvieron una cuenta estricta de cuántos estaba permitido en el cuarto y
detuvieron las peleas de los miembro de la realeza y de los no reales. Era
todavía intimidante, y Lissa se recordó a si misma, una y otra vez que jugar este
papel era ayudarme. Por mí, ella iba a resistir cualquier cosa, aun la fanfarria.
Esta vez, afortunadamente, Lissa fue llevada bastante rápido a la parte
delantera del cuarto, hacia donde tres sillas enfrentaban a la multitud y habían
sido establecidas para los candidatos. Rufus y Marie ya estaban sentados,
hablando en voz bajas para algunos selectos integrantes de su familia. Los
guardianes estaban parados alrededor de ellos. Lissa se sentó sola, por
supuesto, pero asintió con la cabeza hacia los guardias cercanos cuando Tasha
se acercó.

Tasha se agachó al lado de Lissa, hablando bajo y manteniendo un ojo


cauteloso en Rufus mientras él hablaba con alguien. ―Malas noticias. Bueno,
depende de como tú lo veas. Ethan dice que Daniella estuvo allí esa noche. Ella
y Tatiana se encontraron a solas. Él no se dio cuenta de que no se le había
puesto en los registros. Alguien más los escribió en nombre de todos los
guardias en servicio, pero él jura que vio a Daniella por si mismo.‖ Lissa
respingó. En secreto, ella había estado deseando—rezando, incluso—que
hubiera cometido un error, que seguramente la madre de Adrian no lo hubiese
hecho esto. Ella dio una veloz inclinación de cabeza para mostrar que ella había
entendido.

―Lo siento.‖ Dijo Tasha. ―Sé que a ti te agradaba ella.‖


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―Creo que estoy más preocupada por Adrian. No se como tomará esto.‖

―Difícil.‖Dijo Tasha a secas. Después de lo que ella había afrontado con


los padres de Christian, ella sabia mejor que cualquier otro como era tener
familia que te traicionara. ―Pero él saldrá adelante. Y tan pronto como podamos
poner toda esta prueba delante, tendremos de regreso a Dimitri y Rose.‖

Esas palabras llenaron a Lissa con esperanza, fortaleciéndola. ―La


extraño tanto.‖ Dijo ella. ―Deseo que ella estuviera aquí, ya.‖

Tasha le dio a ella una sonrisa simpática y palmeó su hombro. ―Pronto.


Ellos regresaran pronto. Simplemente pasa esto por ahora. Tú puedes hacerlo.
Tú puedes cambiar todo.‖

Lissa no estaba tan segura acerca de eso, pero Tasha se fue de prisa para
unirse a sus ‗amigos activistas‘ y fue reemplazada por–Daniella.

Ella había venido a hablar con Rufus, ofreciéndole apoyo y amor


familiar. Lissa no pudo soportar mirar a la mujer mayor y se sintió aún peor
cuando Daniella le habló a ella.

―No estoy segura de como quedó usted involucrada en esto, querida,


pero buena suerte.‖ La sonrisa de Daniella parecía sincera, pero no había duda
de a que candidato ella apoyaba. Su expresión amigable se transformo en
preocupación. ―¿Has visto a Adrian? Pensé con seguridad que él estaría aquí. Sé
que los guardianes le dejarían entrar.‖

Excelente pregunta. Lissa no lo había visto en el último día o más o


menos. ―No lo he visto. Tal vez él solo está atrasado. Arreglándose el cabello o
algo por el estilo.‖Con suerte no desmayado en alguna parte.

Daniella suspiró. ―Espero que si.‖

Ella se fue, tomando asiento en la audiencia. Otra vez, al padre de


Adrian dirigía la sesión, y después de varios inicios en falso, el cuarto se
silenció.

―En la última semana,‖ Nathan comenzó, hablando en un micrófono,


―muchos dignos candidatos han tomado las pruebas requeridas para regir a
nuestra gente. Delante de nosotros se sientan lo tres finales: Rufus Tarus, Marie
Conta, y Vasilisa Dragomir.‖ El tono deNathan sonó desagradable en el último,
pero hasta ahora, la ley iba a dejarla dar su discurso. Después de eso, la
inconsistencia de la ley entraría, y todo el infierno se desataría. ―Estos tres han
mostrado que tienen la capacidad de gobernar, y como su último acto, antes de
que votemos, cada uno hablará de sus planes para nuestra gente.‖
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Rufus estaba levantado primero, dando exactamente la clase de discurso


que yo esperaba. Él sacó ventaja del miedo Moroi, prometiendo formas
extremas de protección – la mayor parte involucraba a dhampirs pero no entró
en muchos detalles.

―Nuestra seguridad debe ser nuestra prioridad principal.‖ Él proclamó.


―Cueste lo que cueste. ¿Será difícil? Si. ¿Habrá sacrificios? Si. ¿Pero no valen la
pena nuestros hijos? ¿No nos importan ellos?‖ Traer a los niños en esto era
simplemente bajo, decidí. Al menos él dejó a los perritos fuera.

Él también usó trucos sucios de política, calumniando a sus rivales.


Marie fue mayormente golpeada por la falta de actividad de su familia. Lissa,
sin embargo, fue un gran blanco. Él empujó su edad, el peligro del espíritu, y el
hecho de que ella estaba ahí, era la primera violación a la ley.

El discurso de Marie fue mucho más considerado y detallado. Ella


extendió planes muy explícitos en toda clase de asuntos, la mayoría de los
cuales eran razonables. No estuve de acuerdo con todo lo que ella dijo, pero
claramente era competente y no se rebajó a si misma a burlarse de su
competencia. Desafortunadamente, ella no era tan carismática como Rufus, y
fue una amarga verdad que eso podría hacer una gran diferencia. Su monótono
final resumió no sólo su discurso sino también su personalidad. ―Esas son las
razones por las cuales debería ser reina. Espero que ustedes hayan disfrutado
de esta plática y voten por mí llegado el momento. Gracias.‖ Ella abruptamente
se sentó.

El turno de Lissa llegó al fin. Parándose delante de su micrófono, ella


repentinamente vio el sueño de cáliz, donde ella vacilaba delante del Consejo.
Pero no, esto era la realidad. Ella no fallaría. Ella seguiría adelante.

―Nosotros somos un pueblo en guerra.‖ Ella comenzó, voz bien clara.


―Somos constantemente atacados – pero no sólo por los Strigoi. Por alguien
más. Estamos divididos. Peleamos contra alguien más. Familia en contra de
familia. Realeza en contra de la no-realeza. Moroi en contra de dhampirs. Por
supuesto que los Strigoi nos están matando. Ellos al menos están unidos detrás
de una meta: Matarnos.‖

Si hubiese estado sentada ahí en esa audiencia, me habría inclinando


hacia adelante, con la boca abierta. Como lo habían hecho muchas personas ahí.
Sus palabras eran volátiles. Chocantes. Y completamente cautivadoras.

―Somos un solo pueblo.‖ Ella continuó. ―Moroi y dhampir por igual.‖ Sí,
aquello también consiguió algunas boqueadas. ―Y mientras que nos es
imposible para todos conseguir lo que queremos, nadie logrará nada si no nos

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unimos y encuéntranos una forma para reunirnos en el medio—incluso si


significa hacer difícil elecciones.‖

Entonces, extraordinariamente, ella explicó cómo podría hacerse. Cierto,


ella no tenia el tiempo para dar detalles finos en cada asunto de nuestro mundo,
pero ella le dio a muchos de los grandes. Y ella logró hacerlo de una manera
que no ofendió a alguien demasiado. Después de todo, ella tenía la razón de decir
que no todo el mundo podría lograr lo que quería. Y también, ella habló acerca
de cómo los dhampirs eran nuestros mejores guerreros – y serían mejores con
una voz más fuerte. Habló acerca de cómo los que no eran de la realeza
necesitaban una mayor voz también—pero no al precio de perder las líneas de
realeza exaltadas que definían a nuestra gente. Finalmente, se ocupo del asunto
de enseñarle a los Moroi a defenderse por si mismos, ella enfatizó su
importancia—pero no como algo obligatorio y no como el único método
necesario para ser explorado.

Si, ella le dio algo a todo el mundo lo que quería escuchar y lo hizo
bellamente y carismáticamente. Fue la clase de discurso que podría hacer que
las personas la siguieran a cualquier parte. Ella llegó a su conclusión con,
―Nosotros siempre hemos mezclado lo viejo con lo nuevo. Hemos mantenido la
magia a la par de la tecnología. Nosotros hemos conducido estas sesiones con
pergaminos y—con estos.‖ Ella sonrió y golpeó ligeramente su micrófono. ―Así
es como hemos sobrevivido. Nos aferramos a nuestro pasado y aceptamos
nuestro presente. Tomamos lo mejor de todo ello y crecemos más fuertes. Así es
como hemos sobrevivido. Así es como sobreviviremos.‖

El silencio se encantó con su conclusión—y entonces las ovaciones


comenzaron. Yo en realidad pude oí el rugido afuera en el césped antes de que
empezara adentro. Las personas que habría jurado que apoyaban a los otros
estaban prácticamente llorando, y yo no me había olvidado que la mayor parte
de la gente que había visualizado dentro del cuarto que eran parte de la realeza.
Lissa misma quería echarse a llorar sin embargo se lo tomó con valentía.
Cuando ella finamente se sentó, y la multitud se aquietó, Nathan reanudó su
papel.

―Bien.‖ Dijo él. ―Ese fue un discurso muy bonito, uno que todos nosotros
disfrutamos. Pero ahora, ha llegado el momento para que el Consejo vote por
nuestro siguiente líder, y—por la ley—sólo dos candidatos están listos para esa
posición: Rufus Tarus y Marie Conta.‖ Dos Moroi, uno de cada familia, Tarus y
Conta, se acercaron para unirse a sus respectivos candidatos. La mirada de
Nathan cayó sobre Lissa que se había levantado como los demás pero estaba de
pie sola. ―Según las leyes de elección—leyes escritas desde el comienzo del
tiempo—cada candidato debe acercarse al Consejo, escoltado por alguien de su
línea de sangre en orden de mostrar fuerza familiar y unidad. ¿Tiene usted a tal
persona?‖

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Lissa encontró sus ojos sin temor. ―No, Lord Ivashkov.‖

―Entonces lamento decir que tu parte en este juego a terminado,


Princesas Dragomir.‖ Él sonrió. ―Usted puede sentarse ahora.‖

Sip. Ahí fue cuando el infierno se desató.

Antes, siempre había escuchado la expresión, ‗¡Y la multitud enloqueció!‘


Ahora, lo vi en carne y hueso. La mitad de las veces, yo no podía seguir la pista
de quién estaba gritando o apoyando a quien. Las personas discutieron en
grupos y uno a uno. Un par de Moroi en vaqueros desafió a cada persona bien
vestida que podrían encontrar, operando en la irracional suposición que alguien
en ropas bonitas debía ser de realeza y que toda realeza odiaba a Lissa. Su
devoción por ella era admirable. Espeluznante, pero admirable. Un grupo de la
familia Tarus se pararon cara a cara contra un grupo Conta, viéndose
preparados para—ya sea una pelea de pandilla o un baile. Eso fue una de los
más extrañas pareos de todo desde que esas dos familias eran las únicas que
deberían estar en completo de acuerdo en cualquier cosa.

Siguió y siguió. Las personas pelearon acerca de si Lissa debería ser


elegible para la votación. Lucharon por tener una sesión para cambiar los libros
de leyes en ese momento. Algunos lucharon por cosas yo nunca había
escuchado antes. Un movimiento rápido de guardianes hacia la puerta me hizo
pensar que la multitud del exterior estaba tratando de irrumpir. Mi madre
estaba entre esa defensa, y allí es cuando supe que ella estaba en lo correcto: allí
no habría voto hoy, no con esa anarquía. Ellos tendrían que cerrar la sesión e
intentarlo otra vez mañana.

Lissa clavó los ojos en la multitud, sintiéndose entumecida e incapaz de


continuar con todas la actividad. Su estómago se retorció como si algo
emergiera de ella. Todo este tiempo, ella habría jurado que había respetado la
dignidad de la tradición de elección. Sin embargo, era por ella que las cosas
estaban ahora así, y todo eso era cualquier cosa menos digna. Todo era su
culpa. Entonces, sus ojos cayeron sobre alguien sentado en una esquina de
atrás, lejos del pandemónium. Ekaterina Zeklos. La anterior vieja reina atrapó
los ojos deLissa – y guiñó el ojo.

Me desvanecí de ese cuarto, no necesitando ver nada más de la


discusión. Regresé al coche, un nuevo pensamiento en mi cabeza. Las palabras
de Lissa quemaban mi alma. Habían revuelto mi corazón. E incluso si ella había
dado su discurso como un señuelo, había habido pasión en ello—ardiente
creencia. Si ella hubiera sido elegible para ser reina, ella habría estado detrás de
esas palabras.

Y ahí fue cuando lo supe. Ella sería reina.

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Decidí ahí que lograría que eso ocurriera. Nosotros no llevaríamos a Jill
simplemente para darle a Lissa su voto del Consejo. Jill le daría a Lissa el
estatus que dejaría a los Moroi votar por ella. Y Lissa ganaría.

Naturalmente, mantuve en privado esos pensamientos.

―Esa es una mirada peligrosa.‖ Dijo Dimitri, dándome una breve mirada
antes de devolver sus ojos al camino.

―¿Qué mirada?‖ Pregunté inocentemente

―La que dice que tú acabas de tener una idea.‖

―Yo no tuve solo una idea. Tuve una gran idea.‖

Los chistes como esos hacían que Jill se riera, pero girándome a mirarla
en el asiento trasero me mostró que ella no lo encontraba muy chistoso del todo.

―Oye, ¿estás bien?‖ Pregunté.

Esos ojos de jade se enfocaron en mí. ―No estoy segura. Mucho está
ocurriendo. Y no entiendo en realidad que es lo que ocurrirá a continuación. Me
siento como. . . como una especie de objeto que será usado en el plan maestro
de alguien. Como un peón.‖

Un poquito de culpa se arrastró hacia mí. Victor siempre había utilizado


a las personas como parte de un juego. ¿Era yo diferente? No. Me importaba Jill.
―Tú no eres un objeto o un peón.‖ Le dije a ella. ―Excepto tú eres muy, muy
importante, y por ti, muchas cosas buenas van a ocurrir.‖

―Sin embargo no será tan simple, ¿verdad?‖ Ella sonó sabia más allá de
sus años. ―Las cosas van a empeorar antes de que se mejoren, ¿verdad?‖

Yo no podía mentirle. ―Si. Pero luego tú podrás contactar a tu mamá. . . y


pues bien, como dije, buenas cosas ocurrirán. Los guardianes siempre dicen
‗ellos son primero‘ cuando nosotros hablamos de los Moroi. No es exactamente
igual para ti, pero yo estoy haciendo esto. . . bueno. . .‖

Ella me dio a una sonrisa que no parecía muy feliz. ―Si, entiendo. Es por
el bien mayor, ¿correcto?‖

Sonya había pasado una gran parte del viaje dedicándose a un amuleto
para mí, usando una pulsera de plata que habíamos comprado en una tienda de
regalos a un lado de la ruta. Era poco vistoso pero hecho de plata real, lo cual
era lo que importaba. Cuando estábamos alrededor de una media hora de

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Greenston, ella dijo que lo había terminado y me lo entregó. Me lo puse


rápidamente y miré a los demás.

―¿Bien?‖

―Yo no veo nada.‖ Dijo Sonya. ―Pero entonces, yo no lo haría.‖

Jill entrecerró los ojos. ―Te ves un poco borrosa. . . como si necesitara
parpadear unas veces.‖

―Lo mismo aquí.‖ Dijo Dimitri.

Sonya estaba encantada. ―Así es como debería verse para las personas
que saben que ella tiene un amuleto. Si Dios quiere, para los otros guardianes,
ella tendrá un rostro diferente.‖ Era una variación de lo que Lissa había hecho
cuándo nosotras sacamos a Victor de la prisión. Solo que, esto requería menos
magia porque Sonya solo tenía que ligeramente alterar mis características y no
necesitaba obscurecer mi raza. Ella también tenía más experiencia que Lissa.

El restaurante que yo había escogido en Greenston desde hace mucho


tiempo estaba cerrado cuando rodamos a las once treinta. El estacionamiento
estaba casi negro, pero pude divisar un coche en la esquina de atrás. Con suerte,
era Mikhail habiendo llegado temprano—y no una brigada de guardianes.

Pero cuando estacionamos cerca, vi que era ciertamente Mikhail el que


salió del coche—junto con Adrian.

Él sonrió abiertamente cuando me vio, agradecido por la sorpresa.


Realmente, debería de haber visto esto llegar cuando le dije que le pasara el
mensaje a Mikhail. Adrian habría encontrado la manera de venir también. Mi
estómago rodó. No, no. No esto. No tenía tiempo para ocuparme de mi vida
amorosa. No ahora. Yo ni siquiera sabia que decirle a Adrian.
Afortunadamente, no tuve la oportunidad de hablar.

Mikhail había venido caminando a grandes pasos en dirección nuestra


con eficiencia guardiana, listo para averiguar que tarea tenia en mente. Él se
detuvo chirriando cuando vio a Sonya salir de nuestro coche. Así hizo ella.
Ambos se detuvieron congelados, ojos más anchos de lo que parecía físicamente
posible. Entonces, es cuando que el resto de nosotros habíamos dejado de existir
para ellos, como toda nuestra intriga, nuestras misiones, y. . . bien, el mundo.
En ese momento, solo ellos dos existían.

Sonya dio un grito sofocado y entonces corrió hacia adelante. Esto lo


despertó a él de una sacudida, a tiempo de envolverla en sus brazos cuando ella
se arrojó a si misma contra él. Ella comenzó a llorar, y podía ver lágrimas en su
cara también. Él cepilló su cabello hacia atrás y tocó sus mejillas, quedándose
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con la mirada fija abajo hacia ella y repitiendo una y otra vez. ―Eres tú… Eres
tú… Eres tú…‖

Sonya intentó limpiarse las lágrimas de sus ojos, pero no hizo mucho
bien. ―Mikhail –lo siento– Lo siento tanto–‖

―No importa.‖ Él la besó y se echó hacia atrás sólo lo suficiente como


para mirar directamente a sus ojos. ―No importa. Nada tiene importancia
excepto que nosotros estamos juntos otra vez.‖

Esto le hizo a ella llorar más fuerte. Enterró su cara en contra del pecho
de él, y sus brazos se apretaron más ferozmente alrededor de ella. El resto de
nosotros estábamos tan congelados mientras los amantes se encontraban. Se
sintió mal presenciar todo eso. Era demasiado privado; no deberíamos de haber
estado allí. Sin embargo. . . al mismo tiempo, seguía pensando que esto era
como yo me había imaginado que seria mi reunión con Dimitri cuando Lissa lo
restauro. Amor. Perdón. Aceptación.

Dimitri y yo brevemente cerramos nuestros ojos, y un sentido extraño me


dijo que él recordaba mis palabras: Tú tiene que perdonarte a ti mismo. Si tú no
puedes, entonces tú no puedes seguir tampoco. No podemos. Aparté la vista de él,
mirando de regreso a la feliz pareja así él no podía verme despedazarme. Dios,
quería lo que tenían Mikhail y Sonya. Un final feliz. El perdón del pasado. Un
futuro brillante por delante.

Jill se sorbió la nariz a mi lado, y yo puse un brazo alrededor de ella. Ese


pequeño sonido pareció atraer a Mikhail de regreso a nuestro mundo. Todavía
sosteniendo a Sonya, él miró hacia mi.

―Gracias. Gracias por esto. Cualquier cosa que tú necesites. Cualquier


cosa –‖

―Detente, detente.‖ Dije, asustada de que podría ahogarme. Yo apenas


logré parpadear lejos las lágrimas traicioneras. ―Yo estoy feliz. . . feliz por
haberlo hecho, y bueno. . . no fui realmente yo del todo.‖

―Aun así…‖ Mikhail miró hacia abajo a Sonya que le sonreía a través de
sus lágrimas. ―Tú me has regresado mi mundo.‖

―Estoy tan feliz por ti. . . y quiero que tú tengas esto, para sólo disfrutar
de esto ahora. Pero tengo un favor. Un favor más.‖

Sonya y Mikhail intercambiaron miradas en una forma de


entendimiento. Uno nunca habría adivinado que ellos habían estado separados
por tres años. Ella asintió, y él regresó su mirada hacia mí. ―Imaginé que por eso
él me trajo aquí.‖ Él inclinó su cabeza hacia Adrian.
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―Necesito que me metas en el hotel donde los Alquimistas se hospedan.‖

La pequeña sonrisa en el rostro de Mikhail cayó. ―Rose. . . No puedo


meterte en cualquier lugar. Tú estando tan cerca de Consejo es lo
suficientemente peligroso.‖

Saqué la pulsera de mi bolsillo. ―Yo tendré un disfraz. Ellos no sabrán


que soy yo. ¿Hay alguna razón que tú tienes para ver a los Alquimistas?‖

Sonya permaneció en sus brazos, pero sus ojos estaban obscuros con
pensamiento. ―Ellos tendrán guardianes cerca de sus cuartos. Nosotros
probablemente podríamos hacernos pasar por relevo.‖

Dimitri asintió de acuerdo. ―Si es muy diferente de su programado


cambio de turno, levantará cejas. . . pero con suerte ustedes tendrán el tiempo
suficientemente para entrar y averiguar lo que necesitan. Los guardianes
probablemente están más preocupados acerca de que los Alquimistas salgan
que otros guardianes entren.‖

―Absolutamente.‖ Dijo Mikhail. ―¿Entonces somos tu y yo, Rose?‖

―Sip.‖ Dije. ―Menos, es mejor. Justo lo suficiente para interrogar a Sydney


e Ian. Supongo que todos los demás esperaran aquí.‖

Sonya besó su mejilla. ―Yo no iré a ningún lado.‖

Adrian había caminado alrededor y le dio a Jill un ligero golpe fraternal


en el brazo. ―Y yo me quedaré aquí y escucharé cómo diablos tú te has
involucrado con esto, Jailbait.‖

Jill reunió una sonrisa para él. Ella tenía un fuerte enamoramiento hacia
él, y era una señal de su estrés que ella no se sonrojara, ni que se le aflojaran las
rodillas. Ellos comenzaron una conversación, y Dimitri me hizo un gesto para
que lo siguiera alrededor del coche, fuera de la vista.

―Esto es peligroso.‖ Él dijo quedamente. ―Si ese amuleto falla, tú


probablemente no podrás salir de ese hotel.‖ Hubo uno viva sin mencionar al
final de sus palabras.

―No fallará. Sonya es buena. Además, si somos atrapados, tal vez me


llevarían de regreso al Consejo en lugar de matarme. Imagínate cuanto eso
desacelerará las elecciones.‖

―Rose, lo digo en serio.‖

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Agarré su mano. ―Lo se, lo se. Esto será fácil. Deberíamos entrar y salir
en menos de una hora, pero si nosotros no lo hacemos. . .‖ Hombre, odiaba las
contingencias sombrías. ―Si nosotros no lo hacemos, entonces envía a Adrian al
Consejo con Jill, y tú y Sonya escóndase en alguna parte hasta. . . no lo se.‖

―No te preocupes por nosotros.‖ Él dijo. ―Tú solo se precavida.‖ Él se


inclinó y presionó un beso en mi frente.

―Pequeña dhampir, eres tú…‖

Adrian vino paseándose alrededor del coche, a tiempo de ver ese


pequeño beso. Dejé caer mi mano de Dimitri. Ninguno de nosotros dijo algo,
pero en ese momento, los ojos de Adrian. . . bien, vi a su mundo entero
derrumbarse. Me sentí más enferma que si una flota de Strigoi estuviera
alrededor. Me sentí peor que un Strigoi. Honor, pensé. De veras: los guardianes
lo deberían haber enseñado. Porque yo no lo había aprendido.

―Apurémonos.‖ Dijo Mikhail, acercándose, inconsciente del drama que


acababa de explotar al lado de él. ―Sonya dice que ustedes tienen el tiempo
contado al Consejo también.‖

Tragué, arrastrando mis ojos de Adrian. Mi corazón se retorció dentro de


mi pecho. ―Si...‖

―Vayan.‖ Dijo Dimitri.

―Recuerda.‖Le murmuré a él. ―Hablar con él es mi responsabilidad. No


lo tuya.‖

Seguí a Mikhail a su coche, poniéndome rápidamente la pulsera


hechizada. Antes de entrar, eché una ojeada rápida atrás. Jill y Sonya hablaban
juntas, Dimitri estaba de pie solo, y Adrian sacaba un cigarrillo, su espalda
hacia todos ellos.

―Apesto.‖ Dije de manera deprimente, mientras Mikhail arrancaba el


coche. Fue sin elocuencia pero resumía bastante mis sentimientos.

Él no respondió, probablemente porque eso no era relevante para nuestra


tarea. Ya sea eso, o él estaba todavía demasiado absorto en la renovación de su
vida amorosa. Bastardo afortunado.

No tomó mucho tiempo llegar al hotel. Había guardianes alrededor,


secretamente colocados para no atraer la atención humana. Ninguno de ellos
nos detuvo mientras entrabamos. Uno incluso le dio a Mikhail una inclinación
de cabeza en reconocimiento. Todos ellos me miraron como. . . bien, como si
ellos no me reconocían. Lo que era bueno. Con tantos guardianes ayudando en
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RICHELLLE MEAD

la Corte, nuevas caras eran esperadas, y la mía no lucia como la de Rose


Hathaway. Nadie estaba preocupado.

―¿En cuáles cuartos están?‖ Mikhail le preguntó a un guardián que


estaba de pie en el vestíbulo. ―Se supone que debemos relevar ese turno.‖ La
manera de Mikhail estaba perfectamente segura de si mismo, suficiente para
que el guardián – con un poco de sorpresa – pareciera pensar que esto debía
estar bien.

―¿Solo dos de ustedes? Hay cuatro allá arriba.‖

Nos salvé de eso. ―Quieren más de regreso en la Corte. Las cosas se salen
de control, así que simplemente dos son asignados aquí ahora.‖

―Probablemente todos somos necesitados allá arriba.‖ Estuvo de acuerdo


el guardián. ―El tercer piso.‖

―Pensaste rápido.‖ Dijo Mikhail en el elevador.

―Eso no fue nada. Yo me he escapado hablando de muchas peor.‖

Los cuartos fueron fáciles de divisar porque un guardián estaba parado


fuera de ellos. El resto está dentro, me percaté, preguntándome si eso sería un
problema. Pero, con esa misma actitud autoritaria, Mikhail le dijo que él y los
demás habían sido llamados de regreso a la Corte. El guardián llamó a sus
colegas—uno de cada cuarto de Alquimista, aunque nosotros no podíamos
decir de quién era cual—y ellos nos dieron un breve informe de situación antes
de salir, incluso quien estaba dentro y cuál cuarto.

Cuando se fueron, Mikhail miró hacia mí. ―Sydney.‖ Dije.

Nosotros habíamos recibido las llaves de tarjeta y caminamos


directamente al cuarto de Sydney. Ella se sentaba de piernas cruzadas en su
cama, leyendo un libro y viéndose miserable. Ella suspiró cuando nos vio.

―Bien, ¿ahora que es?‖

Me quité la pulsera, dejando a mi ilusión desapareciera.

No hubo mandíbula cayéndose o cejas alzándose de parte de Sydney.


Simplemente una mirada de comprensión. ―Debería de haber adivinado. ¿Estás
aquí para liberarme?‖ Hubo una nota esperanzadora en su voz.

―Um, no exactamente.‖ Odié que Sydney fuera a ser castigada, pero


sacarla de contrabando no era parte del plan ahora. ―Necesitamos hablar con

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RICHELLLE MEAD

Ian, y es probablemente mucho mejor si tu estas allí. Él sabe algo importante.


Algo que necesitamos.‖

Tan conseguido levantar la ceja. Ella señaló la puerta. ―Ellos no nos dejan
hablar entre nosotros.‖

―Ellos no están ahí afuera.‖ Dije con suficiencia.

Sydney negó con la cabeza tristemente. ―Rose, tú en realidad a veces me


asustas. Simplemente no por las razones que originalmente pensé que lo harías.
Vamos. Él está al lado, pero tú tendrás mucho trabajo obligándolo a hablar.‖

―Ahí es en donde tú ayudaras.‖ Dije, mientras entramos en el vestíbulo.


Deslicé la pulsera de regreso. ―Él está completamente interesado en ti. Él
ayudará si tú se lo pides.‖

Como yo adiviné, Sydney era completamente inconsciente del


enamoramiento de Ian. ―¡Qué! Él no está –‖

Ella se calló la boca mientras entramos en cuarto de Ian. Él veía televisión


pero brincó cuando nos vio. ―¡Sydney! ¿Está bien?‖

Le disparé a ella una mirada significativa.

Ella me devolvió una dolorida a cambio y entonces regresó su atención a


Ian. ―Necesitan tu ayuda con algo. Una información.‖

Él giró su mirada hacia nosotros, e inmediatamente se puso fría.


―Contestamos sus preguntas cien veces.‖

―No a todas ellas.‖ Dije. ―Cuando tú estabas en la Corte, viste una


fotografía sobre la mesa. De un hombre muerto. ¿Quién era?‖

Los labios de Ian entraron en una línea recta. ―No lo se.‖

―Vi—er, es decir, sabemos que tú lo reconociste.‖ Discutí. ―Tú


reaccionaste.‖

―Yo en realidad vi eso también.‖ Admitió Sydney.

Su tono se tornó suplicante. ―Vamos, no necesitamos ayudarlos más.


Todo este hotel-prisión es lo suficientemente malo. Estoy harto de sus juegos.‖

Yo no lo culpaba, realmente, pero lo necesitaba demasiado. Miré a


Sydney suplicantemente, diciéndole que solo ella nos podría hacer pasar a
través de esto.
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RICHELLLE MEAD

Ella se giró hacia Ian. ―¿Cuál es el asunto con el sujeto en la fotografía?


¿Es . . . es realmente horrible? ¿Algo secreto?‖

Él se encogió de hombros. ―No. Solo no quiero ayudarlos más. Es


irrelevante.‖

―¿Lo harías por mi?‖ Ella preguntó dulcemente. ―¿Por favor? Me podría
ayudar a salir de problemas.‖ Sydney no era maestra en el coqueteo, pero
pienso que simplemente el hecho de que ella se aproximara le asombró. Él
vaciló por varios momentos, nos recorrió con la mirada y luego de regreso a
ella. Ella le sonrió.

Ian cedió. ―Dije la verdad. No se quien es él. Él estaba con una mujer
Moroi en la instalación St. Luis un día.‖

―Espera.‖ Dije, descarrilada. ―¿Los Moroi van a vuestros lugares?‖

―A veces.‖ Dijo Sydney. ―Así como nosotros vamos a los suyos. Algunas
reuniones ocurren en persona. Nosotros usualmente no mantenemos a tu gente
prisionera, sin embargo.‖

―Pienso que este sujeto era como su guardaespaldas o algo por el estilo.‖
Dijo Ian. ―Ella era la que estaba ahí por negocios. Él simplemente la seguía y
permanecía quieto.‖

―¿Un guardaespaldas Moroi?‖

―No es poco común para aquellos que no consiguen guardianes.‖ Dijo


Mikhail. ―Abe Mazur es prueba de eso. Él tiene su propio ejército.‖

―Pienso en ellos más como una mafia.‖ A mi chiste a parte, me estaba


confundiendo. A pesar del desdén ampliamente generalizado acerca de
aprender a pelear, a veces los Moroi tenían que contratar los servicios de
seguridad Moroi porque simplemente no podían obtener un guardián. Alguien
como Daniella Ivashkov no tendría ese problema. De hecho, yo estaba muy
segura de que ella era merecedora de dos guardianes si ella saliera de los límites
de protección – y ella había dejado claro que ella no creía que los Moroi
deberían pelear. ¿Por qué viajaría ella con protección Moroi cuando podría
tener mejores guardianes adiestrados? No tenia sentido. Sin embargo. . . si uno
matara a una reina, uno probablemente haría toda clase de cosas poco
ortodoxas. Esas cosas no tenían que tener sentido. ―¿Quién era ella?‖ Pregunté.
―¿La mujer?‖

―Yo no la conocía a ella tampoco.‖ Dijo Ian. ―Simplemente los pasé


mientras estaban en camino hacia algo. Una reunión, tal vez.‖
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―¿Recuerdas como era ella?‖ Algo. Necesitamos algo. Esto estaba al borde
de caerse a pedazos, pero si Ian pudiera identificar a Daniella, nosotros
podríamos estar listos.

―Seguro.‖Dijo él. ―Ella es fácil de recordar.‖

El silencio resultante me irritó. ―¿Entonces?‖ Pregunté. ―¿Cómo lucia


ella?‖

Él me dijo.

La descripción no fue lo que había esperado.

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TREINTA Y DOS

Sydney y sus amigos no estaban contentos de que no fuéramos a


llevarlos con nosotros.

―Lo haría,‖ le dije a ella, sin embargo tenia que dar aviso de lo que había
aprendido de Ian. ―¡Pero lograr entrar y salir ha sido lo suficiente difícil! Si
saliéramos contigo, lo estropearíamos todos. Pronto eso importara. Una vez
que le hayamos dicho a todos en la Corte lo que sabemos y habiendo limpiado
mi nombre, los guardianes no te necesitaran mas.‖

―No es de los guardianes de quienes me preocupo,‖ replicó ella. Usaba


ese tono indiferente, pero pude ver un destello de miedo legítimo en sus ojos –y
supuse a quien se estaba refiriendo. ¿Los alquimistas? ¿O alguien más?

―Sydney,‖ dije vacilante, a pesar de conocer a Mikhail y que necesitaba


salir de ahí. ―¿Que fue realmente lo que Abe hizo por ti? Debió haber sido algo
más que una sola transferencia.‖

Sydney me dio una pequeña y triste sonrisa. ―Eso no importa, Rose.


Hice el trato con lo que viniera. Solo váyanse, ¿Ok? Vayan y ayuden a sus
amigos.‖

Yo quería decir más… averiguar algo más. Pero la expresión de Mikhail


me indico que estaba de acuerdo con ella, así que, luego de una pequeña
despedida, él y yo nos marchamos. Cuando regresamos con los otros que nos
esperaban en el estacionamiento, vi que la situación no había cambiado mucho.
Dimitri estaba paseándose, sin duda estaba inquieto por estar fuera de acción.
Jill aun estaba parada cerca de Sonya, como si pensara buscar protección de esa
mujer mayor, y Adrian se encontraba lejos de todos ellos, vagamente levanto su
mirada cuando el auto de Mikhail se detuvo en el camino.

Cuando le dijimos al grupo lo que habíamos averiguado, como fuera,


provocó una reacción de Adrian.

―Imposible. No puedo creerlo.‖ Apagó su cigarrillo. ―tus amigos


alquimistas están equivocados.‖

Yo difícilmente podía creerlo tampoco, aunque no tenía razón para


pensar que Ian pudiera mentir. Y honestamente, si Adrian lo estaba pasando
muy mal con esto, no se podía decir que pasaría si le dijéramos quien era
nuestro sospechoso.

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RICHELLLE MEAD

Me había quedado viendo hacia la obscuridad, llegando a conciliar con la


idea de quien había asesinado a Tatiana y me había implicado a mí. Era difícil
de creer incluso para mí. La traición era algo duro.

―Los motivos está ahí…‖ dije a regañadientes. Una vez que Ian había
descrito a quien había visto, docena de razones para asesinar aparecieron. ―Y
son de carácter político. Ambrose estaba en lo correcto.‖

―La identificación de Ian difícilmente es una evidencia,‖ dijo Dimitri, tan


conmocionado como el resto de nosotros. ―Pero hay una gran cantidad de
vacios, piezas que no coinciden en eso.‖

―Claro.‖ Una en particular había sido molestarme. ―Como porque fui


escogida yo para la falta.‖

Nadie tenía una respuesta para eso. ―Necesitamos regresar a la Corte,‖


dijo Mikhail al final. ―Se darán cuenta de que hago falta ahí.‖

Le di a Jill lo que esperaba fuera una sonrisa para darle valor. ―Y tu


tendrás que hacer tu presentación.‖

―No sé qué es lo más loco,‖ dijo Adrian. ―la identidad del asesino o el
que Jill sea una Dragomir.‖ Sus palabras hacia mi fueron frías, aunque a ella le
dio una mirada amable. Locas como fueran las noticias, Adrian no había tenido
suficiente tiempo para creer lo del parentesco de Jill. Se había desgastado
suficiente llegando a creer acerca de la infidelidad de Eric, y esos ojos
delatadores cerraron el asunto. Pienso que escuchar lo que Ian nos había dicho
había lastimado a Adrian más de lo que el mostraba. Enterarse de la persona
responsable del asesinato de su tía era algo que él sabía que intensificaría el
dolor. Enterarse acerca de Dimitri y yo no había ayudado de ninguna manera.

Por la preocupación de Mikhail, Sonya ofreció quedarse detrás mientras


el resto de nosotros íbamos hacia la Corte. No podíamos llevar ambos autos, y
el suyo solo tenía espacio para cinco. Ella se consideró a sí misma la menos útil
en este esfuerzo. Con muchos abrazos, besos y lágrimas, ella le prometió a
Mikhail que volverían a verse de nuevo, una vez este lío se resolviera. Esperaba
que tuviera razón.

Mi talismán podría obscurecer mi rostro lo suficiente para dejarme pasar


por las puertas. Pero Jill presentaba un problema más complicado. Su secuestro
era noticia del momento de los Moroi, y si ella era reconocida por alguno de los
guardianes en la puerta, seríamos detenidos ahí. Nos estábamos jugando
porque los guardias estuvieran muy ocupados para notarla tal como a Dimitri y
a mí. Eso significaba que Dimitri tenía prioridad para ser disfrazado—
requiriendo la ayuda de Adrian. Adrian no era tan experto como con las
ilusiones como Sonya, pero entendía lo suficiente para hacer que la apariencia
de Dimitri se alterara a los ojos de los demás. Era similar a como él había usado
el espíritu durante mi fuga de la cárcel. La pregunta era si Adrian lo haría o no

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RICHELLLE MEAD

ahora por nosotros. El no había dicho una palabra a nadie acerca de lo que
había visto entre Dimitri y yo, pero los demás ya debían de haber sentido el
súbito incremento de tensión.

―Tenemos que ayudar a Lissa,‖ le dije, cuando no respondió a lo que le


pedimos. ―El tiempo se acaba. Por favor. Por favor ayúdanos.‖ No me sentía
por encima de tener que arrastrarme, si eso era lo que él necesitaba.

Afortunadamente, no fue así. Adrian dio un profundo respiro y cerró sus


ojos por un corto momento. Estoy segura de que estaba deseando tener algo
que fuera más fuerte que los cigarrillos. Al final asintió, ―Vamos.‖

Dejamos a Sonya con las llaves del segundo auto, y ella se quedo parada
ahí con sus ojos brillando, observando cómo nos marchándonos. Dimitri,
Mikhail y yo utilizamos la mayoría del camino para analizar nuestra colección
de datos. La mujer que Ian había descrito no podía haber hecho todo lo que se
había depositado en el asesino.

Estaba sentada en el asiento trasero con Adrian y Jill, inclinada hacia


adelante viendo cosas en mis dedos. ―¿Motivo? Si. ¿Habilidad? Si. ¿El pago de
Joe? Si. Acceso a los aposentos de Tatiana…‖ fruncí el seño, repentinamente
pensando en lo que había oído mientras estaba con Lissa. ―Si.‖

Eso me valió una mirada de sorpresa de ¿De verdad? Esa es una pieza
que no me hubiera imaginado.‖

―Estoy bien segura de cómo lo hizo,‖ le dije. ―Pero la carta anónima para
Tatiana no tiene sentido. Por no mencionar ensuciar la familia de Lissa –o tratar
de matarla.‖ O tratar de inculparme.

―Hemos de estar tratando con más de una persona,‖ dijo Dimitri.

―¿Como una conspiración?‖ pregunté, sorprendida.

Él sacudió su cabeza. ―No, quiero decir, alguien más tenia rencor contra
la reina. Pero no alguien que fuera a llegar tan lejos como para matarla. Dos
personas, dos planes. Probablemente uno sin cuidado del otro. Estamos
mezclando las evidencias.‖

Caí en silencio dando vueltas a sus palabras. Eso tenía sentido, y me


sonaba a alguien, él quería decir Daniella. Habíamos estado en lo correcto
acerca de las razones por las que le disgustaba Tatiana—los entrenamientos, la
ley de edad no había sido lo suficiente fuerte, fomentando el espíritu… pero
eso no había sido suficiente para asesinar. Una carta de amenaza, ¿sobornaría
para conseguir la seguridad de su hijo? Esa eran las acciones del tipo que Lady
Daniella Ivashkov haría. Y no estacar a alguien.

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RICHELLLE MEAD

En el silencio siguiente, escuche palabras con tono bajo entre Jill y


Adrian, quienes habían estado teniendo una conversación mientras el resto de
nosotros trazábamos una estrategia.

―¿Que hago?‖ le preguntaba Jill en con una suave voz.

Su respuesta fue rápida y segura. ―Actúa como si merecieras estar ahí.


No les dejes intimidarte.‖

―¿Y que hay de Lissa? ¿Que va a pensar acerca de mi?‖

Adrian dudó por solo un momento. ―Eso no importa. Solo actúa de la


forma que te dije.‖

Mi estomago se apretó, escuchando darle ese tipo de advertencia tan


seria. Alborotados, arrogantes y frívolos… él era todas esas cosas. Pero su
corazón era bueno. El corazón que yo acababa de romper. El sabía que yo
estaba en lo correcto acerca de su potencial. Adrian era grandioso. El podría
hacer cosas grandiosas. Solo esperaba no haberlo hecho retroceder. Al menos
no había tenido que decirle que su madre era una asesina… aun.

Todos nos quedamos en silencio cuando llegamos a la puerta. La línea


de autos aun seguía ahí, y nos fuimos poniendo más y más nerviosos conforme
avanzábamos. Un vistazo a la mente de Lissa me dijo que no nos estábamos
perdiendo de nada en el Consejo. La situación caótica era la misma de antes,
pensé que la mirada exasperada en el rostro de Nathan me hacía creer que el
pediría cerrar los procedimientos pronto y continuar mañana. No estaba segura
si eso era bueno o malo.

Los guardianes reconocieron a Mikhail, por supuesto, y mientras


permanecían vigilantes, sus instintos básicos no desconfiaron de que él tuviera
malas intenciones. El ligeramente indicó que había sido enviado para recoger a
algunas personas. El guardián observando dentro del auto analizó a Dimitri,
luego a mí, y –gracias a Dios- a Jill. Adrian como una figura bien conocida, nos
dio un mayor respeto. Después del chequeo obligatorio de la garita, fuimos
enviados a traspasar la entrada.

―Oh Dios mío. Funcionó,‖ suspiré, mientras Mikhail conducía pasando


el área de parqueo de los guardianes.

―¿Ahora qué?‖ preguntó Jill.

―Ahora restableceremos la línea de los Dragomir y anunciaremos a un


asesino,‖ le dije.

―Oh, ¿eso es todo?‖ el sarcasmo de Adrian se notaba.

―Ya sabes,‖ remarcó Mikhail, ―En el momento que caigan las ilusiones
creadas en ustedes, los guardianes van a saltar sobre ustedes dos y los
arrastraran de regreso a la cárcel. O peor.‖
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RICHELLLE MEAD

Dimitri y yo intercambiamos miradas. ―Lo sabemos,‖ le dije, tratando de


ignorar los recuerdos de esa horrible y claustrofóbica experiencia. ―Pero si todo
funciona… no tendremos que quedarnos por mucho tiempo. Ellos usaran lo
que averiguamos y eventualmente nos dejaran libres.‖ Sonaba más optimista
de lo que realmente me sentía.

Una vez estacionados, nuestra fiesta se dirigió hacia el edificio del salón
de baile, el cual parecía estar a millas lejos con todas las personas que lo
rodeaban. Qué extraño. No hace mucho, hice este mismo camino, con casi las
mismas personas, alejándome de la Corte. Usamos disfraces del espíritu
entonces, también, y buscábamos escapar. Ahora estábamos yendo hacia lo que
sabíamos era peligroso. Yo estaba convencida que si pudiera hacer llegar mis
noticias sin ser detectada, todo podría funcionar. El encanto de Sonya había
funcionado perfectamente cuando vi a los alquimistas. No tenía razón para
dudarlo, pero el miedo aun así acechaba en lo profundo de mi mente: ¿que
pasaría si dejaba de funcionar? ¿Qué pasaría si el encanto fallaba y yo era
capturada antes de alcanzar entrar en el edificio? ¿Podrían arrestarme? ¿O
simplemente me dispararían primero?

Las puertas estaban abarrotadas de espectadores, pero los guardianes


estaban permitiendo el acceso, así que una vez mas Mikhail hablo hacia
nosotros—usando a un áspero Adrian como la razón. El sobrino de la anterior
reina difícilmente sería rechazado, y con el caos en el interior, mas guardianes—
como Dimitri y yo pareceríamos estar—siendo bienvenidos. Adrian mantuvo
un brazo alrededor de Jill mientras entraban, y los guardianes les permitieron
entrar.

Nos deslizamos dentro del salón, completamente sin ser detectados.


Había visto la discusión a través de los ojos de Lissa, pero eso era totalmente
distinto verlo en persona. Más fuerte. Más áspero. Mis amigos y yo
intercambiamos miradas. Me fortalecí a mi misma para una gran confrontación
con la audiencia—diablos, eso no sería la primera vez—pero esta era una
prueba incluso para mis habilidades.

―Necesitamos a alguien para obtener la atención de la habitación,‖ le dije.


―Alguien que no tema hacer un espectáculo—quiero decir, además de mi, por
supuesto.‖

―¿Mikhail? ¿Donde has estado?‖

Nos volteamos y vimos a Abe parado ante nosotros.

―Bien, hablando del diablo,‖ dije yo. ―Exactamente lo que necesitamos.‖

Abe se quedo mirándome y frunció el ceño. Los encantos podían dejar


ver a través de ellos cuando alguien sabía quién los estaba usando. Los
encantos podían ser menos efectivos también si los otros conocían bien a quien
los estaba usando. Así había sido como Victor me había reconocido en Tarasov.

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Sonya era muy fuerte para que Abe pudiera completamente romper el hechico
y atravesarlo, pero él podía darse cuenta de que algo no andaba bien.

―¿Que está pasando?‖ exigió él.

―Lo de siempre, viejo,‖ le respondí alegremente. ―Peligro, planes


alocados… tu sabes, el tipo de cosas que pasan en nuestra familia.‖

El miró de reojo de nuevo, aun incapaz de ver completamente a través


del encanto. Probablemente me veía borrosa. ―¿Rose? ¿Eres tú? ¿Donde has
estado?‖

―Necesitamos la atención del salón,‖ le dije. Supuse que así era como se
sentía cuando los padres cachaban a sus niños rompiendo el toque de queda. El
pareció no aprobarlo. ―Conseguimos una forma de arreglar todo esta
discusión.‖

―Bien,‖ observo a Adrian secamente. ―O al menos conseguimos una


forma de iniciar una completamente nueva.‖

―Confié en ti cuando fue mi interrogatorio,‖ le dije a Abe. ―¿No puedes


confiar en mi ahora?‖

La expresión de Abe se torció. ―Aparentemente no confiaste en mí lo


suficiente como para permanecer al oeste de Virginia.‖

―Tecnicismos,‖ le dije. ―Por favor, necesitamos esto.‖

―Y estamos cortos de tiempo,‖ agregó Dimitri.

Abe lo estudió a él también. ―Déjame adivinar. ¿Belikov?‖ Había cierta


incertidumbre en la voz de mi padre—Adrian estaba haciendo un buen trabajo
manteniendo la ilusión sobre Dimitri—pero Abe era lo suficientemente listo
para deducir quien podría estar conmigo.

―Papá, necesitamos apresurarnos. Tenemos al asesino—y tenemos algo


que es de Lissa…‖ ¿como podía explicarlo? ―Una oportunidad para cambiar la
vida de Lissa.‖

Eso no alarmó mucho a Abe, pero pienso que mi uso de ―Papá‖ si lo


hizo. Observando la habitación, sus ojos se posaron sobre alguien, y dio un
pequeño tirón de su cabeza. Algunos segundos después, mi madre se estrujo en
su camino hacia nosotros. Grandioso. El llamó; ella vino. Ellos eran
horriblemente íntimos últimamente. Solo esperaba que Lissa no fuera la única
sorprendida por nuevos hermanos.

―¿Quienes son estas personas?‖ preguntó mi madre.

―Adivina,‖ respondió Abe secamente. ―¿Quien sería lo suficientemente


tonto para irrumpir en la Corte luego de haber escapado de ella?‖

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Los ojos de mi madre se abrieron. ―¿Como –¿―

―No hay tiempo,‖ dijo Abe. La mirada afilada que recibió en respuesta
decía que a ella no le gustaba ser interrumpida. Quizás nada de hermanos
después de todo. ―Tengo el presentimiento de que la mitad de los guardianes
están por caer sobre nosotros pronto. ¿Están listos para eso?‖

Mi pobre y obediente de la ley—madre pareció herida, al notar lo que


estaba pidiendo de ella. ―Si‖

―Yo también,‖ agregó Mikhail.

Abe nos analizó. ―Supongo que hay cosas peores.‖

Se dirigió hacia donde Nathan Ivashkov estaba recostado contra el


podio. Se veía cansado y derrotado—y completamente perdido en qué hacer
con lo que se le anticipaba. Con nuestra aproximación, los candidatos a
monarcas alzaron sus miradas con curiosidad, y sentí un repentino saldo de
sorpresa a través del vínculo. Lissa podía ver correctamente a través de los
encantos de espíritu. Sentí como cogía una respiración al vernos. Miedo,
conmoción, y alivio corrían a través de ella. Y confusión, por supuesto. Estaba
feliz de vernos así que olvido todo acerca de las elecciones y empezó a caminar
aproximándose a nosotros. Ella estaba preocupada y confusa –pero confiaba en
mí.

Natham se avivó cuando nos vio, particularmente cuando Abe


simplemente lo empujo a un lado y tomo el micrófono. ―Hey, que estas –―

Yo esperaba que Abe gritara a todos que se callaran o algo por el estilo.
Por supuesto, Nathan había estado intentándolo por un tiempo sin resultados.
Así que, estaba un poco afectada –como todos los demás –cuando Abe puso sus
dedos en sus labios y dejo salir el chiflido mas perforador de oídos que había
escuchado alguna vez. ¿Un chiflido como ese en el micrófono? Claro. Lastimó
mis oídos. Debió ser peor para los Moroi, y la respuesta en las bocinas tampoco
ayudo.

La habitación se tranquilizo lo suficiente para escucharle. ―Ahora que


tienen el sentido suficiente para cerrar sus bocas,‖ dijo Abe, ―tenemos…
algunas cosas que decirles.‖ Estaba usando su confiada voz de yo-controlo-al-
mundo, pero yo sabía que estaba poniendo mucha fe en esto. ―Actúa rápido,‖
murmuró él, extendiendo el micrófono hacia nosotros.

Lo tomé y aclare mi garganta. ―Estamos aquí para, uh, arreglar este


debate de una vez por todas.‖ Eso trajo murmuraciones, y me apresuré
ruidosamente antes de que el cuarto explotara otra vez. ―Las leyes pueden
quedarse como están. Vasilisa Dragomir está habilitada para su voto en el
Consejo –y elegible para ser completamente una candidata al trono. Hay otro
miembro de su familia. Ella no es la única Dragomir que queda.‖

383
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RICHELLLE MEAD

Murmuraciones y silbidos estallaron, creando un ruido que no era nada


comparado con el de antes—debido a que los Moroi amaban la intriga, y tenían
que saber cómo se jugaría esto hasta el final. En mi visión periférica pude ver
como los guardianes formaban un perímetro muy cercano a nosotros. Su
preocupación era por la seguridad no por el escándalo.

Llame por señas a Jill hacia adelante. Por un momento, se paralizó;


luego supongo que recordó las palabras de Adrian en el auto. Ella caminó hacia
mi lado, tan pálida que me preocupo que se desmayara. Yo también sentía
como que pudiera hacerlo también. La tensión y la presión eran abrumadoras.
No. Habíamos llegado demasiado lejos.

―Esta es Jillian Mastrano Dragomir. Ella es una hija ilegitima de Eric


Dragomir—pero ella es su hija y por lo tanto parte de su linaje.‖ Odié usar la
palabra ilegitima, pero en este caso, era un hecho necesario.

En lo que dura un latido de corazón el silencio siguió, Jill


precipitadamente se inclinó hacia mí y hacia el micrófono. ―Soy una Dragomir,‖
dijo ella claramente, a pesar de sus temblorosas manos. ―Nuestra familia tiene
el quórum, y mi hermana tiene sus derechos.‖

Pude ver otra explosión crecer, y Abe saltó entre Jill y yo, tomando el
micrófono. ―Para esos quienes no lo crean, una prueba de ADN disipara sus
dudas acerca del linaje.‖ Tenía que admirar la astucia de Abe. El apenas tenía
sesenta segundos de conocer esa información y estaba abogando por su certeza,
como si él mismo ya hubiera hecho las pruebas necesarias en el laboratorio
genético de su casa. Más fe—y una ventaja que él no podría dejar pasar. Mi
viejo amaba los secretos.

Las noticias dispararon la reacción que había esperado. Una vez que la
audiencia hubo procesado la información, una oleada de comentarios gritados
iniciaron.

―¡Eric Dragomir no tuvo ningún otro hijo, ilegitimo o no!‖

―¡Esto es una estafa!‖

―¡Muéstranos las pruebas! ¿Donde están tus pruebas?‖

―Bien… el estaba como presumiendo…‖

―Él tuvo otra hija.‖

Esto último calló a la multitud, tanto porque fue dicho con autoridad
como porque venía de Daniella Ivashkov. Ella se había levantado, e incluso sin
un micrófono, ella tenía una voz que podía llenar la habitación. Ella era también
una persona lo suficientemente importante en nuestra sociedad para llamar la
atención. Muchos entre la realeza estaban prácticamente obligados a escucharla.
En la ahora callada habitación, Daniella continuó hablando.

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―Eric Dragomir tuvo una hija ilegitima, con una mujer llamada Emily
Mastrano—una bailarina, si lo recuerdo correctamente. El quiso mantenerlo en
secreto y necesitaba que ciertas cosas fueran hechas—cosas que no podía hacer
el mismo—para ayudar a que permaneciera así. Yo fui una de las personas que
le ayudó―. Una desacostumbrada sonrisa se asomó en sus labios. ―Y
honestamente, yo no hubiera pensado que permanecería en secreto de todas
formas.‖

Piezas sonaron en mi cabeza. Sabía ahora quien había irrumpido en los


registros de los alquimistas. Y porque. En el silencio de la habitación, yo no
necesitaba tampoco un micrófono para responder.

―Suficiente que hayas hecho desaparecer algunos papeles.‖

Daniella fijo esa sonrisa dirigiéndola hacia mí.

―Debido a que si los Dragomir se extinguían, el espíritu también. Y


Adrian estaría a salvo. El espíritu estaba obteniendo demasiada atención con
rapidez, y tu necesitabas deshacerte de cualquier evidencia acerca de Jill y
acabar con la credibilidad de Vasilisa.‖ La expresión de Daniella lo confirmaba
por completo. Debí dejarlo así, pero mi curiosidad no lo permitiría. ―¿Entonces
porque admitirlo ahora?‖

Daniella se encogió de hombros. ―Porque estas en lo correcto. Una


prueba de ADN confirmara la verdad.‖ Hubo jadeos de temor de esos que
tomaban su palabra como una ley suprema y suponían lo que esto significaba.
Otras personas se rehusaban a creer y daban miradas de desdén. Daniella,
indudablemente descarto que la verdad hubiera sido alterada, sin embargo se
veía resignada y dispuesta a aceptarla. Pero su sonrisa se borró conforme me
estudio más de cerca. ―Lo que nos gustaría saber es: ¿quien eres tú?‖

Un buen grupo de la audiencia parecía querer saberlo también. Yo dudé.


El encanto de disfraz de Sonya me había traído muy lejos hasta este punto.
Teníamos una frágil aceptación de Jill en el linaje de los Dragomir. Si
dejábamos que el sistema siguiera su curso, y si Lissa ganaba como yo quería
ahora. Tendría a una reina como mi defensora en el caso para limpiar mi
nombre.

Pero viendo hacia la multitud—llena de personas que conocía y


respetaba y que me habían condenado sin hacer una pregunta—me sentí
quemar de furia dentro de mí. Inducida por el espíritu o no, eso no importaba.
Aun estaba indignada de cuán fácil había sido acusada y arrojada. No quería
esperar a que esto se resolviese en alguna oficina tranquila de guardianes.
Quería enfrentarlos. Quería hacerlos entender que yo era inocente—de matar a
la reina al menos.

Así que, sobrepasando lo que sería mi record para el peligro, con un


comportamiento imprudente, arranque el brazalete de Sonya.

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―Yo soy Rose Hathaway.‖

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TREINTA Y TRES

Llantos y gritos me dijeron que mi disfraz se había ido.

Muchos ojos también se fijaron en Dimitri. Adrian había abandonado la


ilusión también, una vez que me deshice de la mía. Y, cómo estábamos
esperando, los guardianes que habían estado tomando posiciones gradualmente
alrededor de nosotros se abalanzaron, armados con pistolas. Seguía pensando
que eso era trampa. Afortunadamente, mi madre y Mikhail se movieron
rápidamente al lugar para detener a nuestros atacantes y cualquier arma de
fuego.

―No,‖ le chasqueé a Dimitri, quien sabía que estaba probablemente a


punto de unirse a nuestros dos defensores. Era crucial que él y yo
permaneciéramos en perfecta calma, así no seríamos tomados como una
amenaza. Incluso llegué a levantar mis brazos, y –a regañadientes, sospecho –
Dimitri también. ―Esperen. Por favor escúchennos primero.‖

El círculo de guardianes era apretado y sin jadeos. Estaba segura de que


mi madre y Mikhail eran la única cosa que los mantenía de dispararnos allí. Los
Guardianes siempre evitaban luchar con otros guardianes si era posible. Dos
bloqueadores eran fáciles de derribar, sin embargo, y estos guardianes no
esperarían para siempre. Jill y Abe se adelantaron repentinamente, tomando
posiciones junto a nosotros. Más escudos. Vi a uno de los guardianes cercanos
hacer una mueca. Civiles complicaba las cosas. Adrian no se había movido,
pero el hecho de que estuviera encerrado en el círculo lo seguía haciendo un
obstáculo.

―Arrástrennos después si quieren,‖ dije. ―No nos resistiremos. Pero


deben dejarnos hablar primero. Sabemos quién mató a la reina.‖

―Nosotros también,‖ dijo uno de los guardianes. ―Ahora, el resto de


ustedes… retrocedan antes de salir heridos. Estos son fugitivos peligrosos.‖

―Necesitan hablar,‖ dijo Abe. ―Tienen evidencia.‖

Otra vez, él avanzaba con su caso, actuando confiadamente acerca de


cosa de las que no tenía pista alguna. Estaba apostándolo todo en mí. Estaba
empezando a gustarme. Era algo desafortunado que nuestra evidencia no fuese
100 porciento sólida cómo esperaba, pero como dije antes, trivialidades.

―Déjenlos hablar.‖

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Era una voz nueva, pero una que conocía de memoria. Lissa se abrió
paso entre dos guardianes. Mantuvieron sus posiciones apretadas,
preocupándose de inmediato de que no escapáramos. Esto le permitió
deslizarse a través—pero uno la pudo sujetar de su brazo y detenerla de
alcanzarnos.

―Llegaron tan lejos. Estaban en lo correcto con respecto a… Jil.‖ Chico,


eso no era fácil de decir para ella con una cara seria, viendo que no había
llegado a un completo acuerdo con el problema. Mi muerte inminente era lo
único que la distraía de la remecedora experiencia de tener una posible
hermana. Ella también estaba teniendo mucha fe en esto, confiando en que yo
decía la verdad. ―Los tienen. No pueden escapar. Solo déjenles hablar. Tengo
evidencia para apoyar el caso también.‖

―Rechazo compartir eso, Lissa,‖ dije en voz baja. Lissa seguía pensando
que Daniella era la asesina y no le gustaría oír la verdad. Lissa me dio una
mirada de confusión pero no protestó.

―Escuchémoslos,‖ dijo uno de los guardianes—y no cualquiera: Hans.


―Después de un escape como el que hicieron, realmente quiero saber qué los
trajo de vuelta.‖

¿Hans nos estaba ayudando?

―Pero,‖ continuó, ―ustedes dos deben entender que debemos controlarlos


antes de que hagan la gran revelación.‖

Miré a Dimitri quien se había volteado hacia mí. Ambos sabíamos en lo


que nos estábamos metiendo y, honestamente, era un escenario mejor del que
habíamos previsto.

―Okay,‖ dijo Dimitri. Miró a nuestros nobles protectores. ―Está bien.


Déjenlos pasar.‖

Mi madre y los otros no se movieron. ―Háganlo,‖ dije. ―No terminen


como nuestros compañeros de celda.‖

Estaba segura que esos adorables tontos no me escucharían. Pero Mikhail


retrocedió primero, y luego los otros lo hicieron también, prácticamente en
sincronía. En un destello, los guardianes los cogieron a todos llevándolos fuera.
Dimitri y yo nos quedamos en el lugar, y cuatro guardianes se acercaron, dos
para Dimitri y dos para mí. Adrian se había retirado con el resto, pero Lissa
seguía de pie a unos metros, toda su confianza en mí.

―Manos a la obra,‖ dijo Hans. Sujetó mi brazo derecho fuertemente.

Encontré los ojos de Lissa, odiando lo que iba a decir. Pero, no. Ella no
era a la que más me preocupaba herir. Buscando en la audiencia, encontré a
Christian, que estaba mirando comprensivamente el drama con ávida atención.

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Me giré y miré a la multitud como un todo, evitando reconocer rostros. Solo


una mancha.

―Yo no maté a Tatiana Ivashkov,‖ dije. Mucha gente se quejo


dudosamente. ―No me gustaba. Pero no la maté.‖ Miré a Hans. ―Preguntaron al
conserje que testifico acerca de donde estaba yo durante el asesinato, ¿cierto? ¿Y
él identificó al hombre que atacó a Lissa como el hombre que le había pagado
para mentir acerca de donde estaba yo?‖ Averigüé gracias a Mikhail que Joe
había admitido tomar dinero de ese misterioso Moroi una vez que los
guardianes lo habían acorralado con la imagen.

Hans frunció el ceño, dudó y luego me asintió con la cabeza para que
prosiguiera.

―No hay registro de su existencia – al menos no con los guardianes. Pero


los Alquimistas saben quién es él. Lo vieron en sus instalaciones – actuando
cómo el guardaespaldas de alguien.‖ Mis ojos se detuvieron en Ethan Moore,
que estaba de pie junto con los guardianes cerca de la puerta. ―Guardaespaldas
de alguien que tenía permitido ver a la reina la noche que murió: Tasha Ozera.‖

No fue necesario un escándalo en la audiencia esta vez porque Tasha lo


había más que compensado ella sola. Estaba sentada al lado de Christian y se
levantó de su silla.

―¿Qué rayos estás diciendo, Rose?‖ Exclamó. ―¿Estás demente?‖

Cuando me puse de pie desafiante, lista para enfrentar a la multitud y


exigir justicia, me sentí llena de triunfo y poder. Ahora… ahora solo estaba
triste mientras miraba a una persona en la que siempre había confiado y que
ahora me miraba de vuelta muy sorprendida y herida.

―Desearía estarlo…pero es cierto. Ambas lo sabemos. Tú mataste a


Tatiana.‖

La incredulidad de Tasha aumentó, teñida ahora con un poco de rabia,


sin embargo parecía seguir dándome el beneficio de la duda. ―Yo nunca, nunca
creí que tu la habías matado—y peleé por ti en eso. ¿Por qué estás haciendo
esto? ¿Estás basándote en la mancha Strigoi de nuestra familia? Pensé que
estabas por sobre ese tipo de prejuicios‖.

Tragué. Había pensado que conseguir la evidencia sería la parte difícil.


Era nada comparado con revelarla. ―Lo que estoy diciendo no tiene nada que
ver con los Strigoi. Casi desearía que fuera así. Tú odiabas a Tatiana por su ley
acerca de la edad y por negarle a los Moroi luchar.‖ Otro recuerdo vino a mí,
cuando Tasha se había enterado de las sesiones de entrenamiento secretas.
Tasha se había horrorizado con lo que ahora sospecho habría sido culpable al
juzgar mal a la reina.

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La multitud estaba concentrada y aturdida, pero una persona estaba


animada: un Ozera que no conocía pero que aparentemente tenía la solidaridad
familiar en su mente. Se puso de pie, cruzando sus brazos en forma desafiante.
―La mitad de la Corte odiaba a Tatiana por esa ley. Tú estabas entre ellos.‖

―Yo no hice a mi guardaespaldas sobornar a un testigo o atacar a Lis – la


Princesa Dragomir. Y no pretendas no conocer al chico.‖ Le advertí. ―Él era tu
guardaespaldas. Fueron vistos juntos.‖ La descripción de Ian de cuando visito
St Louis había sido perfectamente clara: pelo negro largo, ojos azul claros y
cicatrices en un lado de su cara.

―Rose, no puedo creer que esto este pasando, pero si James – ese era su
nombre – hizo cualquiera de las cosas que estás diciendo, entonces las hizo solo.
Él siempre tuvo ideas radicales. Lo supe cuando lo contraté fuera de la
protección, pero nunca creí que fuera capaz de asesinar.‖ Miró alrededor
mirando a alguien a cargo, y al final se decidió por el consejo. ―Siempre he
creído que Rose es inocente. Si James es el culpable, entonces estoy más que
feliz de decir todo lo que sé para limpiar el nombre de Rose.‖

Tan, tan fácil. El misterioso Moroi – James – estuvo en casi todas las
partes donde estuvo Tasha. También había sido visto en situaciones
sospechosas donde ella no estaba – como el soborno de Joe y el ataque a Lissa.
Podría haber salvado a Tasha y haberle echado toda la culpa a él. Él ya estaba
muerto. Tasha y yo podíamos seguir siendo amigas. Ella había actuado en
principio, ¿cierto? ¿Qué hay de malo con eso?

Christian se puso de pie detrás de ella y me miró como si fuera una


extraña. ―Rose, ¿cómo puedes decir algo como esto? Tú la conoces. Tú sabes que
no lo haría. Deja de hacer una escena y déjanos averiguar como ese chico James
mató a la reina.‖

Tan, tan fácil. Culpar al chico muerto.

―James no pudo haber estacado a Tatiana,‖ dije. ―Tenía una mano herida.
Un Moroi debe usar las dos manos para estacar a alguien. Lo he visto pasar dos
veces ahora. Y apuesto a que si puedes obtener una respuesta honrada de Ethan
Moore…‖ Miré al guardián que se había puesto pálido. Él probablemente
podría saltar a una pelea y matar si dudar. ¿Pero ésta clase de escrutinio? ¿Un
interrogatorio eventual sobre sus pares? No creo que pueda soportarlo. Esa
debe ser la razón por la que Tasha es capaz de manipularlo. ―James no estaba
allí la noche en que Tatiana murió, ¿no es cierto? Y no creo que Daniella
Ivashkov estuviera tampoco, a pesar de lo que la Princesa Dragomir dijo antes.
Pero Tasha estaba. Estaba en el despacho de la reina – y no lo informaste.‖

Ethan lucía como si quisiera irse, pero sus probabilidades de escapar


eran casi tan buenas como las de Dimitri y mías. Él sacudió lentamente su
cabeza. ―Tasha no mataría a nadie.‖ No exactamente la confirmación de su

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ubicación que esperaba – pero cerca. Los guardianes conseguirían más de él


después.

―¡Rose!‖ Christian estaba enojado ahora. Verlo mirarme con esa


indignación dolía más que la expresión de Tasha. ―¡Detente!‖

Lissa dio unos dubitativos pasos adelante. Podía ver en su mente que ella
no quería creer lo que yo estaba diciendo… pero ella seguía confiando en mí.
Ella pensó en una solución polémica. ―Sé que está mal… pero si usáramos
compulsión en los sospechosos…‖

―¡Ni siquiera sugieras eso!‖ Exclamó Tasha, girando sus ojos afilados
hacia Lissa. ―Mantente fuera de esto. Tu futuro está en riesgo. Un futuro que te
puede hacer grande y conseguir las cosas que las personas necesitan.‖

―Un futuro que puedes manipular,‖ me di cuenta. ―Lissa cree en muchas


de las reformas en las que tu crees… y crees que puedes convencerla en las que
no lo hace. Especialmente si está con tu sobrino. Por eso luchaste tanto para que
cambiaran la ley del quórum. La quieres para que sea reina.‖

Christian comenzó a avanzar, pero Tasha apoyó una mano en su hombro


reteniéndolo. Pero no lo detuvo de hablar. ―Eso es idiota. Si quiere que Lissa sea
reina, ¿por qué hizo que James la atacara?‖

Ese era un misterio para mí también, uno de los vacíos que aún no podía
resolver. Pero Dimitri lo hizo. Consiente de sus dos guardianes se acercó a mí.

―Porque ninguno debía morir.‖ La voz baja y resonante de Dimitri


sonaba hermosa con la acústica del salón. No necesitó micrófono mientras se
dirigía a Tasha. ―Tú no esperabas que hubiera un guardián con ella.‖ Él estaba
en lo correcto, me di cuenta. Eddie había sido obligado esa noche bajo extrañas
circunstancias y justo a tiempo a ver Ambrose con Lissa. ―James probablemente
iba a fingir un ataque y escapar… lo suficiente para crear más simpatía y apoyo
a Vasilisa. Lo que sin duda pasó – solo un poco más severamente.‖

La indignación en el rostro de Tasha se convirtió en algo que no pude


comprender completamente. Ella parecía ofendida con mis acusaciones, pero de
Dimitri – era más. Ella lucía realmente herida. Machacada. Conocía esa mirada.
La vi en el rostro de Adrian hace unas horas.

―Dimka, no tú también,‖ dijo.

A través de los ojos de Lissa vi los colores del aura de Tasha cambiar,
ardieron un poco más brillantes cuando miró a Dimitri. Podía ver exactamente
lo que Sonya me había explicado, cómo los colores del aura muestran afecto.

―Y por eso acepto la culpa,‖ murmuré suavemente. Nadie excepto


Dimitri y nuestros guardianes me oyeron.

―¿Hmm?‖ Preguntó Dimitri.


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Solo sacudí mi cabeza. Todo este tiempo, Tasha seguía amando a Dimitri.
Sabía que la había hecho el año pasado, cuando le hizo una oferta de enganchar
y tener hijos – no era algo que muchos hombres dhampir tengan la oportunidad
de hacer. Él la rechazo y pensé que ella había aceptado ser solo su amiga. No lo
hizo. Seguía amándolo. Cuando Lissa había revelado mi relación con Dimitri a
Hans, Tasha ya lo sabía. ¿Pero desde hace cuanto? No estaba segura. Ella
obviamente sabía de la relación antes de matar a Tatiana poniéndome el
asesinato a mí y dejando a Tasha libre y limpia y abriendo sus oportunidades
con Dimitri.

No había razón en traer sus motivos personales para culparme. El


asesinato de Tatiana era el verdadero problema en juego. Solo miré a Hans.
―Puedes ponerme en custodia, lo entiendo. ¿Pero no crees que tienes suficiente
como para ponerla a ella – y a Ethan – también?‖

El rostro de Hans era ilegible. Sus sentimientos con respecto a mí


siempre habían ido de aquí para allá, desde el día en que nos conocimos. A
veces era una alborotadora sin futuro. Otras veces tenía el potencial de ser una
líder. Él había creído que era una asesina, pero seguía permitiéndome dirigirme
a la multitud. A él no le gustaban mis amigos tampoco. ¿Qué se supone que
haría ahora?

Levantó sus ojos de mi cara y miró a los muchos guardianes que estaban
en la audiencia, listos para la acción. Hizo un gesto cortante. ―Tomen a Lady
Ozera. Y a Moore. Los interrogaremos.‖

Viendo que Tasha estaba en medio de otras personas, hubo un poco de


temor y pánico cuando cuatro guardianes fueron tras ella. Ellos evitaban a
cualquier otro miembro de la audiencia tanto como fuera posible, pero aún
había muchos golpes y empujones. Lo que fue una sorpresa fue la fiereza con la
que Tasha peleó. Ella estaba entrenada, recordé. No de la misma manera en la
que lo estaban los guardianes, pero suficiente para hacer difícil sujetarla. Ella
podía patear y golpear – y matar reinas – e incluso arreglárselas para noquear a
un guardián.

Ella intentaría pelear para escapar, me di cuenta – aunque no lo lograría


ni por un segundo. Estaba demasiado lleno y caótico. Guardianes se dirigían a
la pelea. Moroi aterrorizados tratando de escapar de la pelea. Todos parecían
estar en el camino de otro. Repentinamente un estruendoso estallido se hizo eco
en toda la sala. Un disparo. Muchos Moroi se tiraron al piso, sin embargo los
guardianes seguían viniendo. Sosteniendo un arma que seguramente era del
guardián que había noqueado, Tasha agarró al primero Moroi que pudo con su
mano libre. Así que ayúdenme, era Mia Rinaldi. Ella había estado sentada cerca
de Christian. Dudo que Tasha haya notado que rehén eligió.

―¡No se muevan!‖ Gritó Tasha a los guardianes que la invadían. El arma


estaba en la cabeza de Mia, y sentí mi corazón detenerse. ¿Cómo las cosas

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llegaron a este punto? Nunca preví esto. Mi trabajo se supone que sería limpio
y ordenado. Delatar a Tasha. Ponerla fuera. Listo.

Los guardianes se congelaron, no tanto por su orden sino que más


porque estaban dimensionando como tratar con toda la amenaza.

Mientras tanto Tasha comenzó a moverse lentamente – muy lentamente


– haciendo su vía hacia la salida – arrastrando a Mia con ella. Su progreso era
lento y pesado debido a todas las sillas y personas que había en el camino. El
retraso le dio a los guardianes tiempo para resolver este peligroso dilema. Ellos
vienen primero. La vida de Mia – la vida de un Moroi – estaba en el medio. Los
guardianes no querían que Mia muriera, pero un guerrero Moroi que porta
armas de fuego no podía ser dejado en libertad.

La cosa era que Tasha no era la única guerrera Moroi en el salón. Ella
probablemente tomó al peor rehén, y yo podía decir por el brillo en los ojos de
Mia que ella no se quedaría quieta. Lissa se dio cuenta de esto también. Una o
ambas iba a morir, y Lissa no podía permitirlo. Si podía lograr que Tasha la
mirara podría ponerla bajo compulsión.

No, no, no. No podía permitir que otro amigo se involucrara.

Lissa y yo vimos a Mia tensarse para librarse del agarre de Tasha. Lissa
supo que tenía que actuar ahora. Podía sentirlo a través del enlace. Podía sentir
sus pensamientos, la decisión, incluso el modo en que sus músculos y nervios se
movían para captar la atención de Tasha. Lo sentí tan claramente, como si
compartiéramos el mismo cuerpo. Sabía a donde se movería Lissa antes de que
lo hiciera.

―Tasha, por favor no –―

Lissa saltó hacia adelante, su lastimero llanto fue interrumpido mientras


Mia golpeó a Tasha y se separó, deslizándose fuera del alcance del arma. Tasha,
sorprendida desde dos frentes, aún apuntaba con su arma. Con Mia fuera de su
alcance y todo pasando tan rápido, Tasha disparó frenéticamente un par de
tiros a la primera amenaza moviéndose hacia ella – que no eran los guardianes
que se acercaban rápidamente. Era una delgada figura de blanco que le gritó a
Tasha.

O, bueno, lo habría hecho. Como dije, sabía exactamente donde Lissa


pisaría y qué haría. Y en esos preciados segundos antes de que actuara, me libré
de mis apresadores y me lancé antes que Lissa. Alguien saltó después de mí,
pero era demasiado tarde. En ese momento el arma de Tasha estalló. Sentí una
picazón y ardor en el pecho, luego de eso solo dolor – un dolor tan completo e
intenso que iba más allá de mi comprensión.

Me sentí caer, sentí a Lissa atraparme y gritar algo – tal vez a mí, tal vez a
alguien más. Había tanta conmoción en el cuarto que no supe que pasó con
Tasha. Estaban solo yo y el dolor que mi mente trataba de bloquear. El mundo
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parecía volverse más y más silencioso. Lissa miro abajo hacia mí y gritó algo
que no pude entender. Ella era hermosa. Brillante. Coronada de luz… pero
había oscuridad cerca de ella. Y en esa oscuridad, vi los rostros… los fantasmas
y espíritus que siempre me seguían. Se hacía más gruesos, acercándose.
Haciendo señas.

Una pistola. Había sido derribada por una pistola. Era prácticamente
cómico. Tramposos, pensé. Me pasé mi vida concentrándome en combates mano
a mano, aprendiendo a esquivar colmillos y manos poderosas que podrían
romper mi cuello. ¿Una pistola? Era tan… bueno, fácil. ¿Debería ser insultada?
No lo sé. ¿Importaba? No lo sabía tampoco. Lo único que sabía en ese momento
era que iba a morir, a pesar de todo.

Mi visión cada vez se ensombrecía más, la oscuridad y los fantasmas se


acercaban, y lo juro, era como si pudiera oír la voz de Robert susurrando en mi
oído: El mundo de los muertos no te dará una segunda oportunidad.

Justo antes de que la luz desapareciera por completo, vi el rostro de


Dimitri uniéndose al de Lissa. Quería sonreír. Decidí entonces que si las dos
personas que más amaba estaban a salvo, podría dejar este mundo. La muerte
podría tenerme finalmente. Y yo ya había cumplido mi propósito, ¿no?
¿Proteger? Lo hice. Salvé a Lissa, tal como juré que siempre lo haría. Morí en la
batalla. No había calendarios para mí.

El rostro de Lissa brillaba con lágrimas, y esperaba que el mío


transmitiera cuanto la quería. Con la última chispa de vida que me quedaba,
traté de hablar, de hacerle saber a Dimitri que lo amaba también y que ahora
debía protegerla. No creo que él haya entendido, pero las palabras del mantra
guardián fueron mi último pensamiento consiente.

Ellos van primero.

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TREINTA Y CUATRO

No desperté en el mundo de los muertos.

Ni siquiera desperté en un hospital o algún otro tipo de centro médico—


lo que, créeme, he hecho un montón de veces. No, desperté en el lujo, en una
habitación enorme con muebles dorados. ¿El cielo? Probablemente no con mi
comportamiento. Mi cama con dosel tenía un edredón rojo y dorado de
terciopelo, lo suficientemente grueso para ser en sí mismo un colchón. Las velas
parpadeaban en una mesita contra la pared y llenaban la habitación con el
aroma del jazmín. No tenía ni idea de dónde estaba o como había llegado hasta
aquí, pero mientras mis últimos recuerdos de dolor y oscuridad se reproducían
en mi mente, decidí que el hecho de que en realidad estuviera respirando era
suficientemente bueno.

―Despierta bella durmiente‖.

Esa voz... esa voz maravillosa y como miel con su acento suave. Me
envolvió, y con esta vino la imposible verdad y su pleno impacto: estaba
viva. Estaba viva. Y Dimitri estaba aquí.

No podía verlo, pero sentía una sonrisa llegar a mis labios. ―¿Eres mi
enfermera?‖

Le oí levantarse de una silla y caminar de nuevo. Al verlo de pie sobre mí


de esa manera me recordó qué tan alto realmente era. Me miró con una sonrisa
de las suyas -una de esas plenas y raras sonrisas. Se había aseado desde que lo
había visto por última vez, su pelo café recogido cuidadosamente detrás de su
cuello, aunque no se había afeitado en un par de días. Intente incorporarme,
pero él hizo un sonido de desaprobación para que retrocediera.

―No, no, necesitas acostarse‖. El dolor en mi pecho me dijo que tenía


razón. Mi mente podía estar despierta, pero el resto de mi estaba exhausta. No
tenía ni idea de cuánto tiempo había pasado, pero algo me dijo que mi cuerpo
había estado luchando una batalla -no con un Strigoi o nada por el estilo, pero si
con el mismo. Una batalla para mantenerse con vida.

―Entonces acércate‖, le dije. ―Quiero verte‖.

Él lo considero un momento y luego se quitó sus zapatos. Poniéndose a


mi lado -lo que me hizo estremecer- me las arreglé para moverme un poco para
hacer espacio cerca de la orilla de la cama. Se acurrucó a mi lado. Nuestros

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rostros se posaban en la misma almohada, sólo separados por un par de


pulgadas mientras nos mirábamos el uno al otro.

―¿Esta mejor?‖ preguntó.

―Mucho‖.

Con sus largos y elegantes dedos, extendió su mano y sacudió el pelo de


mi cara antes de trazar el borde de mi mejilla. ―¿Cómo estás?‖

―Hambrienta‖.

Él se rió suavemente y con cuidado deslizó su mano para descansar en la


parte baja de mi espalda, en una especie de medio-abrazo. ―Claro que lo
estas. Creo que sólo han logrado introducirte caldo hasta el momento. Bueno,
eso y líquidos por vía intravenosa desde el principio. Probablemente estas en
abstinencia de azúcar‖.

Me encogí. No me gustaban las agujas o tubos y estaba contenta de que


no hubiera estado despierta para verlas. (Las agujas para tatuajes eran una
cuestión diferente.) ―¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?‖

―Unos pocos días‖.

―Unos pocos días...‖ Me estremecí, y él tiró de las mantas para cubrirme,


pensando que estaba resfriada. ―No debería estar viva‖, susurré. Balazos como
esos... fueron demasiado rápidos, demasiado cerca a mi corazón. ¿O en mi
corazón? Puse mi mano en mi pecho. No sabía precisamente dónde había sido
golpeada. Todo me dolía. ―Oh Dios. Lissa me sanó, ¿cierto?‖ Eso habría tomado
mucho espíritu. Ella no debería haber hecho eso. Ella no podía darse el
lujo. Excepto... ¿por qué todavía sentía dolor? Si ella me había sanado, habría
sido completamente.

―No, ella no te sano‖.

―¿No?‖ fruncí el ceño, incapaz de procesar eso. ¿Cómo más había


sobrevivido? Una sorprendente respuesta me vino a la
mente. ―Entonces...¿Adrián? Él nunca tenía...después de cómo le trate...no. No
podría haber. . .‖

―Qué, ¿Piensas que él te habría dejado morir?‖

No respondí. Las balas podían ser cosa del pasado, pero pensar en
Adrian todavía hacia que mi corazón—figuradamente—doliera.

―No importa cómo se sienta...‖ Dimitri vaciló. Este era un tema delicado,
después de todo. ―Bueno, él no te habría dejado morir. Quería sanarte. Pero él
tampoco lo hizo‖.

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Me sentí mal por pensar tan poco de Adrian. Dimitri estaba en lo


cierto. Adrian nunca me habría abandonado por despecho, pero rápidamente
me estaba quedando sin opciones. ―Entonces, ¿Quién? ¿Sonya?‖

―Nadie‖, dijo simplemente. ―Bueno, tu, supongo‖.

―Yo... ¿qué?‖

―La gente puede curarse sin magia de vez en cuando, Rose‖. Había
diversión en su voz, aunque su rostro permaneció sobrio. ―Y tus heridas... eran
graves. Nadie pensó que habías sobrevivido. Entraste en cirugía, y entonces
todos nosotros solo esperamos‖.

―Pero por qué...‖ Me sentí muy arrogante, haciendo la siguiente


pregunta. ―¿Por qué ni Adrian ni Lissa me sanaron?‖

―Oh, lo querían, créeme. Pero después, en el caos... la Corte los


encerró. Ambos fueron llevados y puesto bajo fuerte protección antes de que
pudieran actuar. Nadie les dejo acercarse a ti, no cuando todavía pensaban que
podías ser una asesina. Tenían que estar seguros sobre Tasha primero, a pesar
de que sus propias acciones fueron bastante concluyentes‖.

Me tomó un momento superar la idea de que la medicina moderna y la


propia resistencia de mi cuerpo me habían sanado. Había crecido demasiado
acostumbrada al espíritu. Esto no parecía posible. Mientras trataba de
comprender el concepto, el resto de lo que Dimitri quería decir me
golpeó. ―¿Tasha... todavía está viva?‖

Su cara cayó aún más. ―Sí. La atraparon justo después de que te disparo -
antes de que alguien más resultara herido. Esta detenida, y más evidencia ha
estado llegando‖.

―Entregarla fue una de las cosas más difíciles que alguna vez he hecho‖,
dije. ―Luchar contra Strigois es más fácil que eso‖.

―Lo sé. Fue difícil para mí verlo, difícil para mí creerlo‖. Había una
lejana mirada en sus ojos, recordándome que Dimitri la había conocido más de
lo que me había conocido. ―Pero ella hizo su elección, y todos los cargos en tu
contra han caído. Eres una mujer libre ahora. Más que eso. Una heroína. Abe
esta alardeando que hizo todo esto‖.

Eso trajo mi sonrisa de vuelta. ―Claro que esta. Probablemente recibiré


una factura de él pronto‖. Me sentí mareada con tanto gozo y asombro. Una
mujer libre. Había estado cargada de acusaciones y una sentencia de muerte por
lo que parecía años, y ahora... ahora habían desaparecido.

Dimitri se echó a reír, y quería quedarme así para siempre, sólo nosotros
dos, dulce e incauto. Bueno—tal vez no exactamente así. Podría haberlo hecho
sin dolor y las gruesas vendas que sentía en mi pecho. Él y yo habíamos tenido

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tan pocas veces solos, momentos en los que podíamos realmente relajarnos y
abiertamente admitir estar enamorados. Las cosas solo se habían comenzado a
arreglar entre nosotros al final... y casi había sido demasiado tarde. Todavía lo
podía ser.

―¿Así que ahora qué?‖ pregunté.

―No estoy seguro‖. Él apoyó su mejilla contra mi frente. ―Solo estoy tan
contento... tan contento de que estés con vida. He estado tan cerca de perderte
tantas veces. Cuando te vi en el suelo, y había tanta conmoción y
confusión... Me sentía tan impotente. Me di cuenta de que tenías
razón. Desperdiciamos nuestras vidas con culpa y auto-odio. Cuando me
miraste allí al fin... lo vi. Me amas‖.

―¿Lo dudabas?‖ Quería decir las palabras en tono de broma, pero


salieron como si estuviera ofendida. Tal vez lo estaba, un poco. Le había dicho
que lo amaba un montón de veces.

―No. Quiero decir, sabía en ese entonces que no solo me amabas. Me di


cuenta que realmente me habías perdonado‖.

"No había nada que perdonar, no realmente‖ también le había dicho eso
antes.

―Siempre había creído que lo había‖. Él se echo para atrás y me miro de


nuevo. ―Y eso es lo que me estaba frenando. No importaba lo que decías, solo
no podía creerlo... no podía creer que me perdonaras todas las cosas que te hice
en Siberia y después de que Lissa me sanara. Pensé que te engañabas a ti
misma‖.

―Bueno. No sería la primera vez que he hecho eso. Pero no, esta vez no
lo era‖.

―Lo sé, y con esa revelación... en esa fracción de segundo que sabía que
me perdonabas y que realmente tenía tu amor, por fin también fui capaz de
perdonarme a mí mismo. Todo ese peso, esos lazos al pasado...
desaparecieron. Era como...‖

―¿Ser libre? ¿Volar?‖

―Sí. Excepto... que llegó demasiado tarde. Suena loco, pero mientras
estaba mirándote, teniendo todos estos pensamientos uniéndose en mi cabeza,
era como… como si pudiera ver la mano de la muerte alcanzándote. Y no había
nada que pudiera hacer. Estaba impotente. No podía ayudar‖.

―Lo hiciste‖, dije. ―La última cosa que vi antes de desmayarme fue a ti y
a Lissa‖. Bueno, además de los esqueléticos rostros, pero mencionar eso habría
matado este momento romántico. ―No sé cómo sobreviví a recibir un disparo,
cómo vencí los obstáculos... pero estoy bastante segura de que tu amor –el de

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ambos—me dio la fuerza para luchar a través de eso. Tenia que regresar a
ustedes chicos. Sólo Dios sabe en qué problema te habrías metido sin mí‖.

Dimitri no tenía palabras para eso y en lugar de responder trajo su boca a


la mía. Nos besamos, ligeramente al principio, y la dulzura del momento
domino cualquier dolor que sentía. Apenas había adquirido intensidad cuando
se apartó.

―Hey, ¿qué pasa?‖ pregunté.

―Todavía te estás recuperando‖, me regañó. ―Puedes pensar que estas de


vuelta a la normalidad, pero no lo estas‖.

―Esto es normal para mí. Y lo sabes, pensé con toda esta libertad y auto-
descubrimiento y la expresión de nuestro amor podríamos finalmente terminar
con toda la sabiduría del maestro Zen y toda la basura de consejos prácticos‖.

Esto me consiguió una sonrisa completa. ―Roza, eso no va a pasar. Lo


tomas o lo dejas‖.

Presione un beso en sus labios. ―Si esto significa tenerte, lo tomare‖.


Quería besarlo de nuevo y probar quien realmente tenía un mayor autocontrol,
pero esa maldita cosa llamada realidad empezó. ―Dimitri... de verdad, ¿Que nos
sucederá?‖

―Vida‖, dijo con facilidad. ―Continúa. Nosotros continúanos. Somos


guardianes. Protegemos y tal vez cambiemos nuestro mundo‖.

―Sin presión‖, comente. ―¿Pero que es la parte de ‗nosotros‘ y


‗guardianes‘? Estaba bastante segura de que estábamos fuera de esa carrera‖.

―Mmm‖. Tomó mi cara, y pensé que podría intentar otro beso. Esperaba
que lo hiciera. ―Al lado de nuestro perdón, recibimos nuestro estatus de
guardias de nuevo‖.

―¿Incluso tu? ¿Ellos creen que no eres un Strigoi?‖ Exclamé.

Él asintió con la cabeza.

―Huh. Aunque tenga mi nombre limpio, mi futuro ideal era que


consiguiéramos trabajos cerca el uno al otro‖.

Dimitri se acercó a mí, sus ojos brillando con un secreto. ―Se pone mejor:
eres la guardiana de Lissa‖.

―¿Qué?‖ Casi caigo. ―Eso es imposible. Ellos nunca habrían...‖

―Lo hicieron. Ella tendrá otros, así que probablemente se imaginan que
estará bien dejarte merodear por si alguien más puede mantenerte en línea‖,
bromeó.

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―No eres...‖ Un nudo en mi estómago, un recordatorio de un problema


que nos había afectado tanto tiempo atrás. ―No eres uno de sus guardines
también, ¿verdad?‖ Constantemente había sido una preocupación, un conflicto
de intereses. Yo lo quería a mi lado. Siempre. Pero, ¿cómo podríamos vigilar
Lissa y poner su seguridad primero, si nos preocupábamos el uno por el
otro? El pasado estaba volviendo a atormentarnos.

―No, tengo una misión distinta‖.

―Oh‖. Por alguna razón, eso también me hizo sentir un poco triste,
aunque sabía que era la elección más inteligente.

―Soy el guardián de Christian‖.

Esta vez me incorpore, órdenes médicas o no. Las puntadas halaron en


mi pecho, pero no hice caso al agudo malestar. ―¡Pero eso es... eso es
prácticamente la misma cosa!‖

Dimitri se incorporo también y parecía estar disfrutando de mi sorpresa,


lo que fue realmente algo cruel, ya que había estado a punto de morir y
todo. ―Un poco. Pero ellos no van a estar juntos cada momento, especialmente
con ella yendo a Lehigh. Él no ira... pero seguirán viéndose entre sí. Y cuando lo
hagan, entonces lo haremos nosotros. Es una buena mezcla. Además...‖ Él se
puso serio de nuevo. ―Creo que has demostrado a todos que estas dispuesta a
poner su vida en primer lugar‖.

Negué con mi cabeza. ―Síp, pero nadie estaba disparándote… Sólo a


ella‖. Lo dije a la ligera, pero eso me hizo preguntar: ¿Qué haría si ambos
estuvieran en problemas? Confiar en él, una voz en mi cabeza dijo. Confiar en que
él cuide de sí mismo. El hará lo mismo por ti. Miré a Dimitri, recordando una
sombra en mi periferia de vuelta en el salón de baile. ―Seguiste cuando salte
frente a Lissa, ¿verdad? ¿Por quién estabas yendo? ¿Ella o yo?‖

Me estudió durante varios segundos. Podría haber mentido. Podría


haber dado la respuesta fácil diciendo que había pretendido empujar a ambas
fuera del camino -si eso fuera incluso posible, lo que no recuerdo. Pero Dimitri
no mintió. ―No sé, Roza. No sé‖.

Suspiré. ―Esto no será fácil‖.

―Nunca lo es‖ dijo él, tirando de mi entre sus brazos. Me apoyé contra su
pecho y cerré mis ojos. No, no sería fácil, pero valdría la pena. Mientras
estuviéramos juntos, valdría la pena.

Nos sentamos así por un largo tiempo, hasta que un discreto golpe en la
puerta entreabierta nos interrumpió. Lissa estaba de pie en la puerta.

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―Lo siento‖ dijo, su cara resplandeciente de alegría cuando me vio.


―Deberían haber puesto un calcetín en la puerta. No me imagine que las cosas
se pusieran tan calientes y pesadas‖.

―Es inevitable‖ dije a la ligera, estrechando la mano de Dimitri. ―Las


cosas siempre se ponen calientes con él alrededor‖ Dimitri parecía
escandalizado. Él nunca se había contenido cuando estábamos juntos en la
cama, pero su carácter privado no dejaría ni siquiera darle una indirecta sobre
tales asuntos a los demás. Eso era cruel, pero me reí y le bese la mejilla. ―Oh,
esto va a ser divertido‖ dije. ―Ahora que todo es abierto‖.

―Sí‖ él dijo. ―Obtuve una mirada muy ‗graciosa‘ de tu padre el otro día‖
le dio a Lissa una rápida mirada conocedora y luego se levantó. Inclinándose,
besó la parte superior de mi cabeza. ―Debería irme y dejarlas a ustedes dos
hablar‖.

―¿Volverás?‖ pregunté mientras él se movía hacía la puerta.

Hizo una pausa y me sonrió y esos ojos oscuros respondieron mis


preguntas y mucho más. ―Por supuesto‖.

Lissa tomó su lugar, sentándose en el borde da la cama. Ella me abrazó


cuidadosamente, sin duda preocupada por mis lesiones. Luego me regañó por
haberme sentado, pero no me importó. La felicidad surgía a través de mí.
Estaba muy contenta de que ella estuviera bien, tan aliviada, y…

…Y no tenía idea de cómo se estaba sintiéndose ella.

El vínculo se había ido. Y no era como cuando me escape de prisión,


cuando ella había puesto una pared. Simplemente no había nada entre nosotras.
Estaba conmigo misma, completa y absolutamente sola, justo como había
estado hace unos años atrás. Mis ojos se abrieron y ella se rió.

―Me preguntaba cuando te darías cuenta‖ dijo ella.

―¿Cómo...cómo es posible?‖ estaba congelada y entumecida. El vinculo.


El vínculo se había ido. Sentí como si mi brazo hubiera sido amputado. ―Y
¿Cómo lo sabes?‖

Ella frunció el ceño.

―En parte es el instinto... pero Adrián lo vio. Nuestras auras ya no están


conectadas‖.

―¿Pero cómo? ¿Cómo podría ocurrir eso?‖ parecía loca y desesperada, el


vínculo no se podía haber ido. No podía.

―No estoy totalmente segura‖ ella admitió, su ceño fruncido se


profundizaba. ―He hablado mucho de eso con Sonya y, uh, Adrián. Creemos
que cuando te traje de vuelta la primera vez, fue el espíritu lo que te sacó de la

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tierra de los muertos y eso te mantuvo atada a mí. Esta vez...tú casi mueres de
nuevo. O tal vez lo hiciste por un momento. Sólo que tú y tú cuerpo lucharon
para regresar. Fuiste tú la que consiguió salir, sin ayuda del espíritu. Y una vez
eso ocurrió...‖ Ella se encogió de hombros. ―Como dije, son sólo conjeturas.
Pero Sonya piensa que con tu fuerza, no necesitabas que nada te ayudara a ser
retirada de la muerte. Lo hiciste por ti misma. Y cuando te liberaste del espíritu,
te liberaste de mí. No necesitabas un vínculo para mantenerte con los vivos.

Era una locura, imposible. ―Pero si...si tú estás diciendo que escape de la
tierra de los muertos, no soy como inmortal o algo parecido, ¿cierto?‖

Lissa se rió de nuevo. ―No. Estamos seguros de eso. Sonya lo explicó,


diciendo que cualquier cosa viva puede morir y mientras tengas un aura, estás
viva. Los Strigoi son inmortales pero ellos no están vivos, no tienen auras y...‖

El mundo dio vueltas. ―Si tú lo dices. Creo que tal vez necesito
acostarme‖.

―Esa es probablemente una buena idea‖.

Lentamente me relaje sobre mi espalda. Necesitando desesperadamente


una distracción de lo que había acabado de aprender—porque seguía siendo
surrealista, imposible de procesar—mire a mí alrededor. La exuberante
habitación era más grande de lo que creía. Tenía otras ramificaciones. Era una
suite. Tal vez un apartamento. Sólo podía divisar una sala de estar con muebles
de cuero y un televisor de pantalla plana. ―¿Dónde estamos?‖

―En la vivienda del palacio‖ respondió.

―¿La vivienda del palacio? ¿Cómo terminamos aquí?‖

―¿Cómo crees?‖ preguntó con sequedad.

―Yo...‖ no podía hablar por el momento. Necesitaba el vínculo para


darme cuenta de lo que había sucedido. Otra imposibilidad se había producido
mientras había estado inconsciente. ―Mierda. Hicieron la elección, ¿verdad? Te
eligieron reina, Jill estuvo allí para asociarse con tu familia‖.

Ella sacudió la cabeza y casi se echó a reír. ―Mi reacción fue un poco más
fuerte que un ‗mierda‘ Rose. ¿Tienes idea de lo que has hecho?‖

Ella parecía ansiosa, estresada y totalmente abrumada. Quería ser seria y


reconfortante para su beneficio... pero podía sentir una torpe sonrisa que se
extendía sobre mi rostro. Ella gimió.

―Estás feliz‖.

―Lissa, ¡Estabas destinada para eso! Eres mejor que cualquiera de los
otros candidatos‖.

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―¡Rose!‖ exclamó ella. ―Presentar la candidatura para reina iba a ser una
distracción. Sólo tengo dieciocho‖.

―Igual que Alexandra‖.

Lissa sacudió su cabeza con exasperación. ―¡Estoy cansada de escuchar


sobre ella! Vivió hace siglos, sabes. Creo que la gente en ese tiempo moría
cuando tenían treinta. Así que ella era prácticamente de mediana edad‖.

Agarre su mano. ―Vas a ser genial. No importan que edad tengas. Y no es


como si tuvieras que llamar reuniones y analizar libros de leyes por tu cuenta,
ya sabes. Quiero decir, estoy segura de que no vas a hacer nada de eso. Allí hay
otras personas inteligentes. Ariana Szelsky no hizo la última prueba, pero sabes
que ella ayudará si tú se lo pides. Ella todavía está en el Consejo y allí hay otros
en los que puedes confiar. Sólo tenemos que encontrarlos. Creo en ti‖.

Lissa suspiró y bajo la mirada, su cabello colgaba hacia adelante en una


cortina. ―Lo sé. Y parte de mi está emocionada, de igual forma esto restaurara el
honor de mi familia. Creo que eso es lo que me salva de un colapso nervioso
total. No quería ser reina, pero si tengo que serlo... entonces lo haré bien. Me
siento como... como si tuviera el mundo en mis manos, como si pudiera hacer
muchas cosas buenas. Pero estoy tan asustada de echar todo a perder, también‖
ella levantó la mirada bruscamente. ―Y no perderé las esperanzas por el resto de
mi vida. Supongo que seré la primera reina en la universidad‖.

―Genial‖ dije. ―Puedes tener mensajería instantánea en el Consejo desde


el campus. Tal vez puedes comandar las personas para que hagan tu tarea‖.

Ella aparentemente no pensaba que la broma era tan divertida como yo


lo hacía. ―Regresar a mi familia. Rose... ¿hace cuánto sabes lo de Jill?‖

Maldición. Sabía que esta parte de la conversación saldría


eventualmente. Aparté mis ojos. ―Realmente, no tanto tiempo. No queríamos
estresarte hasta que supiéramos que era real‖ añadí precipitadamente.

―No puedo creerlo...‖ ella sacudió su cabeza. ―Simplemente no puedo


creerlo‖.

Tuve que seguirla por su tono, no por el vínculo. Era demasiado extraño,
como perder uno de mis sentidos fundamentales. La vista, el oído. ―¿Estás
molesta?‖

―¡Por supuesto! ¿Cómo puedes estar sorprendida?‖

―Me imaginé que estarías feliz...‖

―¿Feliz de saber que mi padre engaño a mi mamá? ¿Feliz de tener una


hermana que apenas conozco? He tratado de hablar con ella pero...‖ Lissa
suspiró de nuevo. ―Es tan extraño. Casi más extraño que de repente ser reina.

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No sé qué hacer. No sé qué pensar de mi padre. Y estoy segura como el infierno


que no sé qué hacer con ella‖.

―Amarlos a los dos‖, dije en voz baja. ―Son tu familia. Jill es genial.
Familiarízate con ella. Será emocionante‖.

―No sé si puedo. Creo que tú eres más una hermana para mí que lo que
ella podrá ser‖ Lissa miró fijamente a la nada. ―De todas las personas... estaba
convencida por mucho tiempo de que había algo entre ella y Christian‖.

―Bueno, afuera todas las preocupaciones de tu mundo, eso es de lo único


por lo que puedes estar tranquila, ya que no es cierto‖ pero entre su comentario
había algo oscuro y triste. ―¿Cómo está Christian?‖

Ella se volvió hacia mí, sus ojos llenos de dolor. ―Está teniendo
dificultades. Yo también. Él la está visitando. Tasha. Él odia lo que ella hizo,
pero... bueno, ella todavía es su familia. Eso le duele, pero trata de ocultarlo. Ya
sabes cómo es él‖.

―Síp‖ Christian había pasado una buena parte de su vida enmascarando


oscuros sentimientos con reparos y sarcasmos. Él era un profesional en el arte
de engañar a los otros acerca de cómo en realidad se estaba sintiendo.

―Sé que él va a estar mejor con el tiempo... sólo espero poder estar allí
para él lo suficiente. Muchas cosas están pasando. La universidad, ser reina... y
siempre, siempre, el espíritu está allí, presionándome, sofocándome‖.

La alarma se disparó a través de mí. Y el pánico. El pánico sobre algo


mucho peor por no saber lo que Lissa estaba sintiendo o en donde estaba. El
espíritu. Tenía miedo del espíritu -y el hecho de que no pudiera luchar contra él
en su lugar. ―La oscuridad... ya no puedo absorberla. ¿Qué vamos a hacer?‖

Una sonrisa cruzó sus labios retorcidos. ―Querrás decir, Qué voy a. hacer.
Ese es mi problema ahora, Rose. Como siempre debería haber sido‖.

―Pero, no... no puedes. St. Vladimir...‖

―No soy yo. Y tú puedes protegerme de algunas cosas pero no de todas‖.

Sacudí mi cabeza. ―No, no. No puedo dejarte enfrentar al espíritu sola‖.

―No estoy exactamente sola. Hable con Sonya. Ella es realmente buena
con los amuletos de curación y con cosas que son una manera de mantenerme
en equilibrio.‖

―Oksana dijo lo mismo‖ recordé, sintiendo escasamente consuelo.

―Y... siempre hay antidepresivos. No me gustan, pero ahora soy la reina.


Tengo responsabilidades. Haré lo que tenga que hacer. Una reina renuncia a
todo, ¿cierto?‖

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―Supongo‖ no podía ayudarla sintiéndome atemorizada, inútil. ―Sólo


estoy preocupada por ti y ya no sé cómo ayudarte‖.

―Te lo dije: no tienes por qué hacerlo. Cuidaré mi mente. Tu trabajo es


proteger mi cuerpo, ¿de acuerdo? Y Dimitri estará alrededor, también. Todo
estará bien‖.

La conversación con Dimitri volvió a mí. ¿Por quién ibas? ¿Por ella o mí?

Le di la mejor sonrisa que pude. ―Sí. Todo estará bien‖.

Su mano apretó la mía. ―Estoy tan contenta de que estés de regreso, Rose.
Siempre serás parte de mí, no importa qué. Y honestamente... estoy un poco
contenta de que ya no puedas ver mi vida sexual‖.

―Eso nos hace feliz a ambas‖ reí. Ningún vínculo. Ningún apego mágico.
Iba a ser extraño, pero realmente... ¿Lo necesitaba? En la vida real, las personas
formaban vínculos de otra naturaleza. Vínculos de amor y lealtad. Nosotras
podríamos hacerlo. ―Siempre estaré contigo, lo sabes. Para cualquier cosa que
necesites‖.

―Lo sé‖ dijo ella. ―Y en realidad... te necesito para algo ahora...‖

―Nómbralo‖ dije.

Ella lo hizo.

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TREINTA Y CINCO

Yo deseaba que Lissa me hubiese ‗necesitado‘ para ir a sacar a un ejército


de Strigois. Me habría sentido más a gusto con eso que con lo que ella tenía que
hacer ahora: encontrarse con Jill para discutir la coronación. Lissa me quería allí
por apoyo, como una especie de intermediaria. Yo no era capaz de caminar tan
bien todavía, así que esperamos un día más. Lissa parecía contenta por la
demora.

Jill nos estaba esperando en una pequeña habitación de madera que yo


no había esperado volver a ver: la sala donde Tatiana me había reprendido por
abalanzarme sobre Adrian. Había sido una experiencia bastante extraña en el
momento, ya que Adrian y yo realmente no habíamos estado involucrado en
ese entonces. Ahora, después de todo lo que había ocurrido entre él y yo, sólo se
sentía. . . extraño. Confuso. Yo todavía no sabía lo que le había ocurrido a él
desde el arresto de Tasha.

Entrando allí, también me sentí terriblemente…sola. No, no sola.


Desinformada. Vulnerable. Jill estaba sentada en una silla, sus manos cruzadas
sobre su regazo. Ella miraba al frente con un rostro indescifrable. A mi lado, las
propias características de Lissa estaban igualmente en blanco. Ella se sentía…
bueno, esa era la cosa. Yo no sabía. Yo no sabía. Quiero decir, me di cuenta de
que estaba incómoda, pero no había pensamientos en mi cabeza para darme
información. Yo no tenía detalles. Una vez más, me recordé que el resto del
mundo trabajaba así.

Tú funcionabas sola. Hiciste tu mejor esfuerzo para manejar situaciones


extrañas sin la mágica apreciación de otra persona. Nunca me había dado
cuenta de cuanto había dado el pensamiento de incluso una sola persona por
supuesto.

Lo único de lo que estaba segura era de que tanto Lissa y Jill estaban
asustadas la una por la otra—pero no por mí. Por eso yo estaba aquí.

―Hey, Jill‖, le dije, sonriendo. ―¿Cómo estás?‖

Ella salió de cualquier pensamiento que había estado ocupándola y se


levantó de la silla. Pensé que era extraño, pero luego tuvo sentido. Lissa. Tú te
levantas cuando una reina entraba en la habitación.

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―Está bien‖, dijo Lissa, tropezando con sus palabras un poco. ―Siéntate‖.
Ella tomó asiento frente a Jill. Era la silla más grande en la habitación—En la
que Tatiana siempre se había sentado.
Jill vaciló un instante y luego cambió su mirada hacia mí. Debi de haberla
provisto algo de ánimo, porque ella volvió a su silla. Me senté a un lado de
Lissa, respingando cuando un pequeño dolor se apretó en mi pecho. La
preocupación por mí distrajo un momento a Jill de Lissa.

―¿Cómo te sientes? ¿Estás bien? ¿Deberías incluso estar fuera de la


cama?‖ La naturaleza linda y divagante. Me alegré de verla de nuevo.

―Muy bien‖, mentí. ―Como nueva‖.

―Yo estaba preocupada. Cuando vi lo que pasó…Quiero decir, había


tanta sangre y tanta locura y nadie sabía si te recuperarías. . .‖ Jill frunció el
ceño. ―No lo sé. Todo era tan espeluznante. Estoy tan contenta de que estés
bien‖.

Seguí sonriendo, con la esperanza de tranquilizarla. Se hizo el silencio


entonces. La habitación se puso tensa. En situaciones políticas, Lissa era la
experta, siempre capaz de encontrar un arreglo para todo con las palabras
adecuadas. Yo era la que hablaba en escenarios incómodos, diciendo las cosas
que conmocionaban a los demás. Las cosas que nadie quería escuchar. Esta
situación parecía que requería su diplomacia, pero yo sabía que estaba en mí
hacerme cargo.

―Jill‖, le dije, ―queríamos saber si estarías dispuesta, bueno, a participar


en la ceremonia de coronación‖.

Los ojos de Jill se sacudieron brevemente hacia Lissa, todavía con cara de
piedra, y luego de nuevo a mí. ―¿Qué significa ‗participar‘, exactamente? ¿Qué
tendría que hacer?‖

―Nada difícil‖, le aseguré. ―Son algunas formalidades que son


generalmente hechas por los miembros de la familia. Cosas ceremoniales. Al
igual que lo hiciste con el voto‖. Yo no había sido testigo de eso, pero Jill al
parecer sólo había tenido que permanecer fiel al lado de Lissa para mostrar la
fuerza de la familia. Semejante cosa tan pequeña para que dependa de una ley.
―En su mayor parte, es sobre estar a la vista y poner buena cara‖.

―Bueno‖, reflexionó Jill, ―he estado haciendo eso durante la mayor parte
de esta semana‖.

―He estado haciendo eso durante la mayor parte de mi vida‖, dijo Lissa.
Jill pareció sorprendida. Una vez más, me sentía muy confundida sin el vínculo.
El tono de Lissa no había hecho su significado claro. ¿Fue un desafío a Jill—que
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la chica no había enfrentado casi lo que Lissa había? ¿O esto suponía que estaba
simpatizando por la falta de experiencia de Jill?

―Tú…tú te acostumbrarás a ello‖, le dije. ―Con el tiempo‖.

Jill negó con la cabeza, una pequeña y amarga sonrisa en su rostro. ―Yo
no sé nada de eso‖.

Yo no lo hacía tampoco. Yo no estaba segura de cómo uno manejaba el


tipo de situación en la que ella había caído. Mi mente corría rápidamente a
través de una lista de más cosas sin sentido que pudiera decir, pero finalmente
Lissa se hizo cargo.

―Sé que esto es extraño‖, dijo. Ella se encontró determinadamente con los
ojos verdes de Jill—el único rasgo que las hermanas compartían, decidí. Jill
tenía todas las características de una futura Emily. Lissa llevaba una
combinación de los rasgos de sus padres. ―Esto es extraño para mí también. No
sé qué hacer‖.

―¿Qué quieres?‖ Jill preguntó en voz baja.

Escuché la verdadera cuestión. Jill quería saber si Lissa la quería. Lissa


había estado devastada por la muerte de su hermano…pero una inesperada
hermana ilegítima no podía sustituir a Andre. Traté de imaginar lo que sería
estar en el lugar de cualquier de las chicas. Lo intenté y fracasé.

―No lo sé‖, admitió Lissa. ―No sé lo que quiero‖.

Jill asintió con la cabeza, bajando la mirada, pero no antes de que viese la
emoción reproduciéndose en su rostro. Decepción—sin embargo, la respuesta
de Lissa no había sido totalmente inesperada.

Jill preguntó la siguiente mejor cosa. ―¿Tú quieres. . . quieres que esté en
las ceremonias?‖

La pregunta flotaba en el aire. Era una buena idea. Era la razón por la
que habíamos venido aquí, ¿pero Lissa realmente quería esto? Estudiándola, yo
todavía no estaba segura. Yo no sabía si ella estaba solo siguiendo el protocolo,
tratando de conseguir que Jill desempeñase un papel esperado entre la realeza.
En este caso, no había ninguna ley que dijera que Jill tenía que hacer cualquier
cosa. Ella simplemente tenía que existir.

―Sí‖, dijo Lissa al fin. Escuché la verdad en sus palabras, y algo dentro de
mí se aligeró. Lissa no sólo quería a Jill en aras de la imagen. Una parte de Lissa
quería a Jill en su vida—pero lograr eso sería difícil. Aun así, era un comienzo, y
Jill pareció reconocer eso.
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―Bueno‖, dijo ella. ―Sólo dime lo que tengo que hacer‖. Se me ocurrió que
la juventud y el nerviosismo de Jill eran engañosos. Había chispas de valentía y
audacia en su interior, chispas que yo estaba segura crecerían. Ella realmente
era una Dragomir.

Lissa parecía aliviada, pero creo que fue porque había dado un pequeño
paso de avance con su hermana. No tenía nada que ver con la coronación.
―Alguien más te lo explicará todo. No estoy segura de lo que tú haces, para ser
honesta. Pero Rose tiene razón. No será difícil‖.

Jill se limitó a asentir.

―Gracias‖, dijo Lissa. Se puso de pie, y ambas Jill y yo nos levantamos


con ella. ―Yo…realmente lo aprecio‖.

Esa torpeza regresó cuando las tres de nosotras nos quedamos allí.
Habría sido un buen momento para que las hermanas se abrazaran, pero a
pesar de que ambas parecían satisfechas de su progreso, no estaban preparadas
para eso. Cuando Lissa miraba a Jill, ella seguía viendo a su padre con otra
mujer. Cuando Jill miraba a Lissa, veía su vida completamente al revés—, una
vida, una vez tímida y privada ahora por ahí para que el mundo mirara
estúpidamente. Yo no podía cambiar su destino, pero podía abrazarla.
Haciendo caso omiso de mis puntos de sutura, puse mis brazos alrededor de la
joven.

―Gracias‖, dije, haciendo eco de Lissa. ―Todo esto va a estar bien. Ya lo


verás‖.

Jill asintió con la cabeza una vez más, y con nada más que discutir, Lissa
y yo nos trasladamos hacia la puerta. La voz de Jill nos detuvo.
―Hey. . . ¿qué pasa después de la coronación? ¿Para mí? ¿Para nosotras?‖

Eché un vistazo a Lissa. Otra buena pregunta. Lissa se volvió hacia Jill,
pero aún no estaba haciendo contacto visual directo. ―Nosotras. . . nosotras nos
llegaremos a conocer la una a la otra. Las cosas mejorarán‖.

La sonrisa que apareció en el rostro de Jill era auténtica—pequeña, pero


real. ―Bueno‖, dijo ella. Había esperanza en esa sonrisa también. Esperanza y
alivio. ―Eso me gustaría‖.

En cuanto a mí, tuve que esconder mi ceño fruncido. Al parecer podía


funcionar sin el vínculo, porque me di cuenta, con absoluta confianza, de que
Lissa no estaba exactamente dando toda la verdad. ¿Que no estaba ella
diciéndole a Jill? Lissa quería que las cosas mejoraran, yo estaba segura, aunque
ella no estaba segura de cómo. Pero había algo…algo pequeño que Lissa no
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estaba revelando a ninguna de nosotras, algo que me hizo pensar que Lissa
realmente no creía que las cosas mejorarían.

De la nada, un extraño eco de Víctor Dashkov resonó en mi mente sobre


Jill. Si ella tiene algo de sentido, Vasilisa la enviará lejos.

Yo no sabía por qué recordaba eso, pero esto envió un escalofrío a través
de mí. Las hermanas estaban ambas reuniendo sonrisas, y yo de prisa lo hice
también, sin querer que ninguna supiera mis preocupaciones. Lissa y yo nos
fuimos después de eso, dirigiéndonos de regreso hacia mi habitación. Mi
pequeña salida había sido más agotadora de lo que esperaba, y tanto como yo
odiaba tener que admitirlo, no podía esperar para acostarme de nuevo.
Cuando llegamos a mi habitación, todavía no había decidido si debería
preguntarle a Lissa sobre Jill o esperar a tener la opinión de Dimitri. La decisión
fue tomada de mí cuando descubrimos un inesperado visitante esperando:
Adrian.

Se sentaba en mi cama, la cabeza inclinada hacia atrás como si se


consumiese por completo por el estudio del techo. Yo sabía mejor. Él había
sabido el instante en que nos acercábamos—o al menos cuando se acercaba
Lissa.

Nos detuvimos en la puerta, y él finalmente se volvió hacia nosotras.


Parecía que no había dormido en un rato. Sombras oscuras colgaban bajo sus
ojos, y su linda cara estaba endurecida con las líneas de la fatiga. Si era fatiga
mental o física, no podría decirlo. Sin embargo, su sonrisa perezosa fue la
misma de siempre.

―Su majestad‖, dijo grandiosamente.

―Para‖, se burló Lissa. ―Deberías saber desempeñarte mejor‖.

―Nunca he sabido desempeñarme mejor‖, respondió. ―Tu deberías saber


eso‖.

Vi a Lissa empezar a sonreír, luego me miró y se puso seria, dándose


cuenta de que este era difícilmente un momento de divirtámonos-con-Adrian.

―Bueno‖, ella dijo con inquietud, sin parecer muy como una reina en
absoluto. ―He consiguió algunas cosas que hacer‖. Iba a escaparse, me di
cuenta. Yo había ido con ella a su charla de familia, pero ella me iba a
abandonar ahora. Así como así, sin embargo. Esta conversación con Adrian
había sido inevitable, y yo me la había buscado. Yo tenía que terminar esto por
mí misma, justo como le había dicho a Dimitri.

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―Estoy segura de que lo haces‖, dije. Su rostro se volvió vacilante, como


si de repente estuviera reconsiderándolo. Ella se sentía culpable. Ella estaba
preocupada por mí y quería estar a mi lado. Yo toqué ligeramente su brazo.
―Liss, está bien. Estaré bien. Vete‖.
Ella me apretó la mano en respuesta, sus ojos deseándome buena suerte.
Le dijo adiós a Adrian y se marchó, cerrando la puerta detrás de ella.

Estábamos sólo él y yo ahora.

Se quedó en mi cama, observándome atentamente. Todavía mostraba la


sonrisa que le había dado a Lissa, como si esto no fuera gran cosa. Yo sabía que
no era así y no hice ningún intento de ocultar mis sentimientos. Quedarme
quieta me cansaba, así que me senté en una silla cercana, nerviosa sin saber qué
decir.

―Adrian—‖

―Vamos a empezar con esto pequeña dhampir,‖ dijo cordialmente.


―¿Qué estaba pasando antes de que dejaras la Corte?‖

Me tomó un momento seguir ese formato abrupto de conversación de


Adrian. Me estaba preguntando si Dimitri y yo estábamos de nuevo juntos
antes de mi arresto. Negué con la cabeza lentamente.

―No. Yo estaba contigo. Sólo contigo.‖ Era cierto, estaba hecha un


desastre con mis emociones, pero mi intención había sido firme.

―Bueno. Eso es algo,‖ dijo. Algo de su simpatía estaba empezando a


decaer. Lo olí entonces, aunque débil: alcohol y cigarrillos. ―Mejor reavivar algo
de la chispa en el fragor de la batalla o en la búsqueda o lo que haya sido era
mejor que engañarme justo frente de mí.‖

Negué con la cabeza más urgentemente. ―No, te lo juro. No lo hice—


nada pasó entonces... no hasta que–― Dudé sobre cómo usar las palabras en la
frase siguiente.

―¿Más tarde?‖ Adivinó. ―¿Lo que lo hace estar bien?‖

―¡No! Por supuesto que no. Yo...‖

Maldita sea. La había jodido. Sólo porque no había engañado a Adrian en


la Corte no quería decir que no lo había engañado más tarde. Podrías decirlo
como quisieras, pero enfrentémoslo: dormir con otro hombre en una habitación
de hotel era más o menos estar engañando si tenías un novio. No importaba si
ese hombre era el amor de tu vida o no.

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RICHELLLE MEAD

―Lo siento,‖ le dije. Fue la cosa más simple y más adecuada que pude
decir. ―Lo siento. Lo que hice estuvo mal. No quise que pasara. Pensé...
realmente pensaba que las cosas entre él y yo habían terminado. Estaba contigo.
Quería estar contigo. Y entonces, me di cuenta de que—―

―No, no—detente.‖ Adrian levantó una mano, su voz tensa ahora


mientras su fachada fría seguía desmoronándose. ―Realmente no quiero oír
hablar de la gran revelación que tuviste acerca de cómo ustedes estaban
destinados a estar juntos sin importar lo que pasara.‖

Me quedé en silencio porque, bueno, porque mi revelación había sido


algo así.

Adrian se pasó una mano por el pelo. ―En realidad, esto es mi culpa.
Estaba allí. Cien veces allí. ¿Con qué frecuencia lo veía? Lo sabía. Seguía
sucediendo. Una y otra vez, decías que habías acabado con él... y una y otra vez,
yo lo creía... no importaba lo que mis ojos me mostraran. No importa lo que mi
corazón me digiera. Mi. Culpa.‖

Era incoherente y un poco desquiciado—no era esa clase de nerviosismo


de Jill, pero era el tipo de inestabilidad que me preocupaba lo cerca que estaba
al borde de la locura. Un borde al que podría muy bien estarlo empujando.
Quería ir hacia él, pero tuve el sentido común para quedarme sentada.

―Adrian, yo –‖

―¡Yo te amaba!‖ Gritó. Se levantó de su silla tan rápidamente que nunca


le vi venir. ―Te amaba, y me destruiste. Te llevaste mi corazón y lo desgarraste.
¡Muy bien podrías haberme estacado!‖ El cambio en sus rasgos también me
tomó por sorpresa. Su voz llenó la habitación. Tanto dolor, tanta ira. Tan
diferente al Adrian que conocía. Se dirigió hacia mí, estrechó una mano sobre su
pecho. ―Yo. Te. Amaba. Y me usaste todo el tiempo.‖

―No, no. Eso no es cierto.‖ Tenía miedo de Adrián, pero de cara a esa
emoción, me encontré muerta de vergüenza. ―Yo no te estaba utilizando. Te
amaba. Todavía lo hago, pero –‖

Parecía disgustado. ―Rose, vamos.‖

―¡Lo digo en serio! Si te amo.‖ Me puse de pie, con dolor o no, tratando
de mirarlo a los ojos. ―Siempre lo haré, pero nosotros no...No creo que
funcionemos como pareja.‖

―Esa es una línea de ruptura de mierda, y lo sabes.‖

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Él estaba en lo correcto, pero pensé en mis momentos con Dimitri... lo


bien que trabajábamos en sincronía, la forma en que siempre parecía saber
exactamente como me sentía. Lo decía en serio: si amaba a Adrian. Era
maravilloso, a pesar de todos sus defectos. Porque, realmente, ¿Quién no tenía
defectos? Él y yo nos divertimos juntos. Había afecto, pero no era nada
comparado con la forma en Dimitri y yo nos complementábamos.

―No soy... No soy la indicada para ti,‖ dije con voz débil.

―¿Porque estás con otro hombre?‖

―No, Adrian. Porque... Yo no. No lo sé. Yo no...‖ Estaba buscando a


tientas, y lo hacía mal. No sabía cómo explicarle lo que sentía, cómo de
importante era mi amor, pero entre los dos, pero que no podíamos funcionar
pareja. ―No te doy el equilibrio que necesitas.‖

―¿Qué diablos significa eso?‖ Exclamó.

Mi corazón dolía por él, y estaba muy arrepentida por lo que había
hecho... pero esa era la verdad en todo esto. ―El hecho de que tengas que
preguntar lo dice todo. Cuando encuentres esa persona...lo sabrás.‖ Y no
agregué que con su historia, probablemente tendría una serie de intentos
fallidos antes de encontrar a esa persona. ―Y sé que esto suena como otra línea
de ruptura de mierda, pero me gustaría ser tu amiga.‖

Me miró fijamente durante varios segundos y luego rió—aunque no


había mucho humor esa risa. ―¿Sabes lo que es genial? Estás hablando en serio.
Mira tu cara.‖ Hizo un gesto, como si en realidad pudiera examinarme a mi
misma. ―Realmente crees que es tan fácil, que puedo sentarme aquí y ver tu
final feliz. Que puedo ver que consigues todo lo que quieres mientras te diriges
a tu encantadora vida.‖

¡Encantadora! La culpa y la simpatía en guerra dentro de mí recibieron


una patadita de ira. ―Difícilmente. ¿Sabes por lo qué he pasado durante el
último año?‖ Vi morir a Mason, luché en el ataque a San Vladimir, fui
capturada por Strigois en Rusia, y luego viví huyendo como una asesina
buscada. Eso no sonaba como encantador para nada‖.

―Y, sin embargo, aquí estás, triunfante después de todo. Has sobrevivido
a la muerte y te has liberado del lazo. Lissa es reina. Tienes a tu chico y serán
felices para siempre.‖

Me volví de espaldas a él y me alejé. ―Adrian, ¿qué quieres que diga?


Puedo pedirte disculpas por siempre, pero no hay nada más que pueda hacer.
Nunca quise hacerte daño, no puedo decirlo lo suficiente. ¿Pero el resto? ¿De

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RICHELLLE MEAD

verdad esperas que este triste porque todo lo demás que se ha resuelto?
¿Debería desear estar aún acusada de asesinato?‖

―No,‖ dijo. ―No quiero que sufras. No mucho. Pero la próxima vez que
estés en la cama con Belikov, para un momento y recuerda que no todos han
terminado tan bien como tú lo has hecho.‖

Me volví hacia él. ―Adrián, nunca –‖

―No sólo a mi, pequeña dhampir,‖ añadió en voz baja. ―Ha habido una
gran cantidad de daño colateral a lo largo del camino, mientras luchabas contra
el mundo. Yo fui una víctima, obviamente. Pero ¿Qué pasa con Jill? ¿Qué pasa
con ella ahora que la has abandonado a los lobos reales? ¿Y Eddie? ¿Has
pensado en él? ¿Y dónde esta tu Alquimista?‖

Cada palabra que me lanzó me atravesó como una flecha, perforando mi


corazón más de lo que las balas habían hecho. El hecho de que refiriera a Jill por
su nombre en lugar de ―Jailbait‖ llevaba daño adicional. Ya estaba cargando un
montón de culpa por ella, pero los demás... bueno, era un misterio. Había
escuchado rumores sobre Eddie, pero no lo había visto desde mi regreso. Estaba
claramente en la muerte de James, pero matar a un Moroi—cuando los demás
todavía pensaban que podría haber sido llevado vivo—llevaba un fuerte
estigma. La anterior insubordinación de Eddie—gracias a mí—también lo había
condenado, aunque todo hubiera sido por ―el bien mayor.‖

―Como reina, Lissa no puede hacer mucho. Los guardianes sirven a los
Moroi, pero es costumbre que los Moroi den un paso atrás y dejen a los
guardianes manejar a su propio pueblo. Eddie no será despedido o
encarcelado... pero, ¿Qué asignación le darán? Difícil de decir.‖

Sydney... ella era un misterio aún mayor. ¿Dónde está tu Alquimista? Los
tejemanejes de ese grupo estaban más allá de mí, más allá de mi mundo.
Recordé su rostro la última vez que la había visto, de vuelta en el hotel – fuerte,
pero triste. Sabía que ella y los demás Alquimistas habían sido liberados desde
entonces, pero su expresión decía que no estaba fuera de problemas todavía.

¿Y Víctor Dashkov? ¿Dónde encajaba? No estaba segura. Malvado o no,


él seguía siendo alguien que había sufrido como resultado de mis acciones, y los
acontecimientos que rodearon su muerte, se quedarían conmigo para siempre.

Daño colateral. Había derribado a una gran cantidad de personas


conmigo, intencionadamente o no. Pero, mientras las palabras de Adrian
seguían hundiéndose en mí, una de ellas de repente me dio una pausa.

―Víctima,‖ dije lentamente. ―Esa es la diferencia entre tú y yo.‖

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―¿Huh?‖ Me había estado observando de cerca mientras yo pensaba en el


destino de mis amigos y fue sorprendido con la guardia baja ahora. ―¿De qué
estás hablando?‖

―Dijiste que fuiste una víctima. Es por eso... es por eso que en última
instancia, tú y yo no estamos hechos el uno para el otro. A pesar de todo lo que
ha pasado, nunca he pensado en mí de esa manera. Ser víctima significa que
estás impotente. Que no tomarás medidas para cambiar tu situación. Siempre...
siempre he hecho algo para luchar por mí misma... por los demás. Sin importar
lo que pase.‖

Nunca había visto tal indignación en la cara de Adrian. ―¿Eso es lo que


piensas de mí? ¿Qué soy perezoso? ¿Impotente?‖

No exactamente. Pero tenía la sensación de que después de esta


conversación, él correría a la comodidad de sus cigarrillos y alcohol y tal vez a
la compañía femenina que pudiera encontrar.

―No,‖ le dije. ―Creo que eres increíble. Creo que eres fuerte. Pero no creo
que te hayas dado cuenta – o aprendido a usar nada de eso.‖ Y quería agregar,
que yo no era la persona que podría inspirar eso en él.

―Esto,‖ dijo, avanzando hacia la puerta, ―era la última cosa que esperaba
escuchar. Destruiste mi vida y luego me alimentas con filosofía inspiradora.‖

Me sentía muy mal, y era uno de esos momentos en los que deseaba que
mi boca no digiera lo primero que se me venía a la mente. Había aprendido a
controlarme – pero no lo suficiente.

―Sólo estoy diciendo la verdad. Eres mejor que esto... mejor de lo que sea
que vas a hacer ahora.‖

Adrian apoyó la mano en el pomo de la puerta y me dio una mirada


triste. ―Rose, soy un adicto sin ética de trabajo que probablemente se va a volver
loco. No soy como tú. No soy un superhéroe.‖

―Todavía no,‖ le dije.

Se burló, sacudió la cabeza, y abrió la puerta. Justo antes de salir, me dio


una mirada más. ―Los contratos son inválidos y nulos, por cierto.‖

Me sentí como si me hubieran abofeteado en la cara. Y en uno de esos


raros momentos, Rose Hathaway estaba sin habla. No tenía ocurrencias
ingeniosas, explicaciones elaboradas, ni tampoco una opinión profunda.

Adrian se fue, y me pregunté si alguna volvería a verlo.


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TREINTA Y SEIS

A menudo sueño con despertarme junto Dimitri, despertarme de


manera. . . normal. Dulce. No porque tengamos prisa intentando dormir antes
de una pelea con nuestro siguiente enemigo. No porque nos estemos
recuperando de tener sexo a escondidas, sexo cargado de equipaje y miles de
complicaciones. Sólo quiero que nos despertemos juntos, estando en sus brazos
y tener una buena mañana.

Hoy era ese día.

“¿Hace cuanto que estás despierto?” le pregunté somnolientamente. Mi


cabeza estaba en su pecho y envuelta en él lo mejor que podía. Mis heridas se
estaban curando rápidamente pero aun tenían que cuidarme como a un bebé.
Encontramos muchas maneras creativas de solucionar ese problema
anteanoche. La luz del sol ahora se derramaba a través de la ventana, llenando
mi habitación de oro. Él me observaba en silencio, solemnemente, con esos
oscuros ojos en los que era tan fácil perderse.

“Un rato,” admitió, alzando la mirada hacia la ventana llena de luz de sol.
"Creo que aun estoy acostumbrado al horario humano. O quizás simplemente
es mi cuerpo que quiere levantarse cuando sale el sol. Verlo aun me resulta
asombroso."

Ahogue un bostezo. ―Deberías haberte levantado.‖

―No quería molestarte.‖

Pasé los dedos sobre su pecho, con un suspiro de satisfacción. ―Esto es la


perfección‖, dije. ―¿Cada día va a ser así?‖

Dimitri apoyó su mano en mi mejilla y luego se trasladó hacia abajo,


alzando mi barbilla. ―No todos los días, pero casi todos los días.‖

Nuestros labios se encontraron, y el calor y la luz en la sala palidecieron


en comparación con lo que ardía dentro de mí. ―Me equivoqué‖, me murmuró
cuando finalmente rompió el largo y lánguido beso. ―Esta es la perfección.‖

Él sonrió, algo que estaba haciendo una gran cantidad de veces en los
últimos tiempos. Me encantaba. Eran cosas que probablemente iban a cambiar
una vez que estuviésemos de vuelta en el mundo. Incluso aunque estuviésemos
juntos ahora, el lado guardián de Dimitri siempre estaría allí, listo y vigilante.
Pero no ahora. No en este momento.

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―¿Qué sucede?‖ Me preguntó.

De pronto me di cuenta de que había empezado a fruncir el ceño. Traté


de relajar mi cara. Inesperadamente, las palabras de Adrián habían vuelto a mí,
que la próxima vez que estuviese en la cama con Dimitri, debería pensar en
otras personas que no tenían tanta suerte.

―¿Crees que he arruinado vidas?‖ Le pregunté.

―¿Qué? Por supuesto que no.‖ La sonrisa cambió a una expresión de


impacto. ―¿De dónde has sacado esa idea?‖

Me encogí de hombros. ―Es sólo que hay un montón de personas cuyas


vidas siguen siendo una especie de desastre. Me refiero a mis amigos.‖

―Es cierto,‖ dijo. ―Y déjame adivinar. Quieres solucionar todos sus


problemas.‖

No respondí.

Dimitri me besó de nuevo. ―Roza,‖ dijo, ―Es normal querer ayudar a la


gente que amas. Pero no puedes solucionarlo todo.‖

―Es lo que hago,‖ respondí, sintiéndome un poco petulante. ―Protejo a las


personas.‖

―Lo sé, y eso es una de las razones por las cuales te amo. Pero por ahora,
tienes que preocuparte sólo por la protección de una persona: Lissa.‖

Me recosté contra de él, dándome cuenta de que mis heridas estaban de


verdad mejorando con el tiempo. Mi cuerpo sería pronto capaz de hacer todo
tipo de cosas. ―¿Supongo que eso significa que no puedo quedarme en la cama
todo el día?‖ Le pregunté esperanzada.

―Me temo que no‖, dijo, corriendo ligeramente sus dedos a lo largo de la
curva de mi cadera. Nunca parecía cansarse de estudiar mi cuerpo. ―Ellos son lo
primero.‖

Lleve mi boca otra vez hacia la suya. ―Pero no por un rato.‖

―No,‖ él estuvo de acuerdo. Su mano se deslizó hasta la parte de atrás de


mi cuello, enredándose en mi pelo mientras me acercaba a él. ―No por un rato.‖

Nunca había asistido antes a una coronación real y honestamente,


esperaba no volver a hacerlo jamás. Sólo quería que esta reina fuese la que
dirigiese mi vida.

Extrañamente, la coronación fue una especie de inversa de los funerales


Tatiana. ¿Cuál era el viejo refrán? La reina ha muerto. ¡Larga vida a la reina!

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La programación dictaba que el monarca pasase la primera parte del día


en la iglesia, supuestamente para rezar y obtener orientación, fuerza y todas
esas cosas espirituales. Yo no estaba segura de cual era el protocolo en el caso
de los monarcas ateos. Probablemente lo falseaban. Con Lissa, que era muy
devota, sabía que no iba a ser un problema y que era probable que estuviese
legítimamente orando para hacer un buen trabajo como reina

Después de la vigilia, Lissa y una multitudinaria procesión caminó al


otro lado de la Corte donde estaba construido el palacio, donde tendría lugar la
coronación. Representantes de todas las familias reales se unieron a ella, junto
con los músicos que tocaban melodías mucho más alegres que las de la
procesión de Tatiana. Los guardianes de Lissa—tenía una flota ahora—
caminaban junto a ella. Yo estaba entre ellos, vestida elegantemente de blanco y
negro, incluido el collar rojo que me señalaba como una guardiana real.

Aquí, al menos, había una diferencia notable respecto al funeral. Tatiana


estaba muerta, sus guardianes estaban allí para mostrar el resultado. Lissa
estaba muy viva, e incluso aunque hubiese ganado el voto del Consejo, todavía
tenía enemigos.

Mis colegas y yo estábamos en alerta máxima. No pienses que


necesitásemos estarlo, no con la forma en que los espectadores aplaudieron.
Todos los que habían acampado durante las pruebas y los electores se habían
quedado para esta fanfarria y más gente se había presentado aún. Yo no estaba
segura de si alguna vez había habido tantos Moroi reunidos en un solo lugar.

Después de la larga y sinuosa caminata, Lissa fue hasta el edificio del


palacio y allí esperó en una pequeña antecámara adyacente a lo que servía
como la sala del trono Moroi. El salón del trono casi nunca se utilizaba para
asuntos modernos pero de vez en cuando—como cuando una reina iba a hacer
su juramento—a los Moroi les gustaba sacar las antiguas tradiciones. La
habitación era pequeña y no podía contener a todos los testigos del exterior. No
podía siquiera hacer que entrase toda la procesión. Sin embargo, el Consejo y
los miembros reales de más alto rango estaban allí, junto con algunos selectos
invitados de Lissa.

Me quedé a un lado, mirando el despliegue de glamour. Lissa aun no


había echo su gran entrada, por lo que había varias conversaciones por lo bajo
entre la multitud. La habitación estaba decorada completamente de verde y oro,
después de haber echo una remodelación completa y rápida en los últimos días,
ya que la costumbre dictaba que los colores de la familia estuviesen presentes
en el salón del trono. El propio trono estaba sitiado a lo alto contra la pared del
fondo, con una escalera para acceder a él. No podía identificar el tallado de la
madera, sabía que el trono había sido llevado por el mundo por los monarcas
Moroi durante siglos.

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La gente estaba alineada en posiciones cuidadosamente asignadas,


preparados para cuando Lissa entrase. Yo estaba estudiando una de las nuevas
lámparas de araña, admirando el realismo de la velas. Sabía que eran eléctricas,
pero los artesanos habían hecho un trabajo increíble. Tecnología enmascarada
en la gloria del viejo mundo, justo como les gustaba a los Moroi. Un pequeño
empujón llamó mi atención.

―Bien, bien, bien,‖ le dije. ―Si no eres el responsables de traer Rose


Hathaway al mundo, tienes mucho que responder.‖

Mis padres se pusieron delante de mí con sus trajes típicos y


contrastando fuertemente conmigo. Mi madre llevaba el mismo traje de
guardiana que yo, una camisa blanca con pantalón negro y chaqueta. Abe
llevaba... bueno, Abe. Llevaba un conjunto a rayas negro con una camisa de
vestir negra por debajo. Salpicando la oscuridad llevaba una corbata brillante
de cachemira de color amarillo limón. Un pañuelo a juego se asomaba a uno de
los bolsillos de la chaqueta. Llevaba sus aretes de oro y sus cadenas y también
un sombrero de fieltro negro, que era una nueva adición a su extravagante
vestimenta. Supongo que siempre iría así a todos los eventos como este y por lo
menos no llevaba un sombrero de pirata.

―No nos eches la culpa,‖ dijo mi madre. ―Que aún no hemos volado a la
mitad de la Corte, robado una docena de coches, llamado a un asesino en mitad
de una multitud o conseguido que nuestra amiga adolescente sea coronada
reina.‖

―En realidad,‖ dijo Abe, ―Yo si volé a media Corte.‖

Mi mamá no le hizo caso, su expresión se ablandaba mientras me


estudiaba con sus ojos de guardiana.

―En serio. . . ¿cómo te sientes?‖ Solo los había visto en pocas ocasiones
durante los días transcurridos desde mi despertar, lo suficiente para saber que
estaban bien. ―Has estado mucho tiempo de pie hoy. Y ya le he dicho a Hans
que no te ponga en servicio activo durante un tiempo.‖

Fue una de las cosas más maternales que jamás le había oído decir.
―Yo…estoy bien. Mucho mejor. Podría seguir en servicio activo ahora mismo.‖

―No harás tal cosa,‖ dijo exactamente en el mismo tono en que daba las
órdenes a una tropa de guardianes.

―Deja de mimarla, Janine.‖

―¡No la estoy mimando! Estoy mirando por su bien. La estas


deteriorando.‖
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Miré hacia atrás y luego hacia ellos asombrada. No sabía si estaba


asistiendo a una lucha o a un juego preliminar. Estaba emocionada con
cualquiera de las dos opciones.

―Bueno, bueno, parad chicos. Sobreviví, ¿no? Eso es lo que cuenta.‖

―Así es,‖ dijo Abe. De repente parecía muy paternal lo que era aún más
extraño que el comportamiento de mi mamá. ―Y a pesar de los daños a la
propiedad y la cadena de las leyes rotas, estoy orgulloso de ti.‖ En secreto
sospeche, que estaba orgulloso de mí debido a esas cosas. Mi comentario cínico
interior se paralizó cuando mi mamá estuvo de acuerdo.

―Estoy orgullosa también. Tus métodos fueron. . . no fueron lo ideal, pero


hiciste una gran cosa. Grandes cosas, de verdad. Encontrar tanto al asesino
como a Jill.‖ Me di cuenta de su cuidadosa pronunciación de la palabra
‗asesino‘. Creo que sigue siendo difícil para todos nosotros aceptar la verdad
sobre Tasha. ―Muchas cosas van a cambiar por Jill.‖

Todos miramos hacia los pies del trono. Ekaterina estaba a un lado, lista
con el libro de votos reales. El otro lado era donde los miembros de la familia
del monarca deberían de estar pero sólo había una persona allí. Jill. Alguien
había hecho un gran trabajo de limpieza. Su pelo rizado había sido peinado con
estilo y fijado, y llevaba un vestido hasta la rodilla con un estilo de retrato de
ancho cuello, apenas mostrando los hombros. El corte del vestido eliminaba la
mayor parte de su figura desgarbada, y el raso de color verde oscuro parecía
maravilloso con sus características. Estaba de pie recta, la barbilla alta, pero
había ansiedad en ella, lo que se hacia más evidente por estar sola.

Miré de nuevo a Abe, cuyos ojos se reunieron con los míos expectantes.
Tenía un montón de preguntas que hacerle y él era uno de los pocos que podían
decirme la verdad. La decisión era: ¿qué pregunta hacer? Era como tener un
genio. Sólo que tengo tantos deseos.

―¿Qué pasará con Jill?‖ Le pregunté por fin. ―¿Ella simplemente


regresará a la escuela? ¿Van a tratarla como si fuese una princesa?‖ Lissa no
podía ser princesa y reina al mismo tiempo, por lo que su título anterior le sería
asignado al siguiente miembro más antiguo de su familia. Abe no respondió
durante unos instantes.

―Hasta que Lissa pueda cambiar la legislación—y es de esperar que lo


haga—Jill está en su derecho de mantener su trono. Si algo le pasará a Jill, Lissa
ya no sería reina. Así que. ¿Qué harías tu?‖

―La mantendría a salvo.‖

―Entonces tu misma te has respondido.‖


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―Es un termino muy amplio,‖ dije. ―'A salvo' significa muchas cosas.‖

―Ibrahim,‖ le advirtió mi madre. ―Suficiente. Este no es el momento ni el


lugar.‖

Abe sostuvo mi mirada un poco más y luego rompió en una sonrisa fácil.
―Por supuesto, por supuesto. Esta es una reunión familiar. Una celebración. Y
mira: aquí esta nuestro miembro más reciente.‖

Dimitri se había unido a nosotros e iba vestido de negro y blanco como


mi madre y yo. Se puso de pie a mi lado, sin tocarme visiblemente.

―Sr. Mazur,‖ dijo formalmente, asintiendo con la cabeza en un saludo a


los dos. ―Guardiana Hathaway.‖ Dimitri era siete años mayor que yo, pero en
este momento, frente a mis padres, parecía que tenía dieciséis años y que estaba
a punto de recogerme para una cita.

―Ah, Belikov,‖ dijo Abe, estrechando la mano de Dimitri. ―He estado


esperando cruzarme contigo. Me gustaría mucho llegar a conocerte mejor. Tal
vez podamos encontrar algo de tiempo para hablar, aprender más sobre la vida,
el amor, etc. ¿Te gusta cazar? Pareces un hombre de caza. Eso es lo que
deberíamos hacer en algún momento. Conozco un gran lugar en el bosque.
Lejos, muy lejos. Podríamos pasar un día de él. Sin duda tengo muchas
preguntas que hacerte. Un montón de cosas que también quiero decirte...‖

Le lancé una mirada de pánico a mi madre, en silencio pidiéndole que


parase esto. Abe había pasado una buena cantidad de tiempo hablando con
Adrian cuando salíamos, explicándole con vívidos y horribles detalles cómo
esperaba exactamente Abe que su hija fuese tratada. No quería que Abe
hablase con Dimitri a solas en el bosque, sobre todo si las armas de fuego
estaban involucradas.

―En realidad,‖ dijo mi madre con indiferencia. ―Me gustaría


acompañaros. También tengo una serie de preguntas, especialmente sobre
cuándo vosotros dos regresasteis a San Vladimir.‖

―¿No tenéis un lugar en donde estar?‖ Les pregunté a toda prisa.


―Estamos a punto de empezar.‖

Eso, al menos, era cierto. Casi todo el mundo estaba en formación y la


multitud estaba en silencio.

―Por supuesto,‖ dijo Abe. Para mi asombro, posó un beso sobre mi frente
antes de alejarse. ―Me alegro de que estés de vuelta.‖ Entonces, con un guiño, le
dijo a Dimitri: ―Espero que charlemos.‖

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―Huye,‖ dije cuando se fueron. ―Si te escabulles ahora, tal vez no lo


noten. Vuelve a Siberia.‖

―En realidad,‖ dijo Dimitri, ―estoy bastante seguro de que Abe se daría
cuenta. No te preocupes, Roza. No estoy asustado. Soportaré lo que sea con tal
de estar contigo. Tu lo vales.‖

―Realmente eres el hombre más valiente que conozco,‖ le dije.

Él sonrió, sus ojos se dirigieron a una pequeña conmoción en la entrada


de la habitación. ―Parece que ya está lista,‖ murmuró.

―Espero estarlo yo,‖ le susurré en respuesta.

De una manera verdaderamente grandiosa, un heraldo atrajo la atención


de la sala. El silencio perfecto llegó. No podías siquiera oír la respiración. El
heraldo dio un paso atrás en la puerta. ―Princesa Vasilisa Sabina Rea
Dragomir.‖

Lissa entró y aunque la había visto hacía menos de media hora, contuve
la respiración. Llevaba un vestido formal, pero una vez más sin mangas. Sin
duda, el diseñador del vestido había tenido un ataque. El vestido era largo
hasta el suelo, con una falda de seda y gasa a capas que se movían y agitaban en
torno a Lissa mientras ella se adelantaba. La tela era el jade mismo de sus ojos,
como la parte superior del vestido, con un cuello cubierto de esmeraldas que
recreaba la ilusión de un collar. También de esmeraldas estaba cubierto el
cinturón del vestido y con pulseras se completaba el conjunto. Su cabello era
largo, cepillado y brillante, la perfección de platino, un aura en sí misma.

Christian caminaba a su lado, un fuerte contraste con su pelo negro y su


traje oscuro. Las tradiciones se estaban modificando significativamente hoy ya
que un miembro de la familia normalmente debería haber acompañado a Lissa,
pero. . . así, ella era una especie de rebelde. Incluso tuve que admitir que parecía
increíble, y su orgullo y amor por ella brillaba en su rostro—no importaba qué
sentimientos problemáticos se agitaran en su interior por Tasha. Lord Ozera. Me
acordé. Tenía la sensación de que el título se convertiría en más y más
importante ahora. Él llevó a Lissa a la base del trono y a continuación se unió a
la delegación Ozera entre la multitud.

Ekaterina hizo un pequeño gesto con una gran almohada de satén en el


suelo delante de las escalerillas. Se arrodilló. Hubo una breve vacilación por
parte de Lissa, creo que sólo yo me di cuenta. Incluso sin la unión, yo estaba tan
en sintonía con su estado de ánimo y sus más pequeñas acciones que pude
detectarlo. Sus ojos habían ido a parar a Jill. La expresión de Lissa no cambió y
era tan extraño no poder saber sus sentimientos. Podría hacer algunas
conjeturas. Incertidumbre. Confusión. Una vez más, la pausa sólo duro un rato.
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Lissa se arrodilló, ingeniosamente extendiendo sus faldas a su alrededor.


Ekaterina siempre había parecido tan frágil y arrugada en ese cuarto de
pruebas, pero como ella se quedó con el libro antiguo de coronación Moroi,
podía sentir un poder aún dentro de la ex reina.

El libro estaba en rumano, pero Ekaterina podía traducirlo sin esfuerzo


mientras leía en voz alta, empezó con un discurso sobre lo que se esperaba de
un monarca y entonces fue a los votos que Lissa tenía que jurar.

―¿Va a servir?‖

―¿Va a proteger a su pueblo?‖

―¿Va a ser justa?‖

Había doce en total, y Lissa tuvo que contestar ―lo haré‖ tres veces a cada
uno: en inglés, en ruso y en rumano. No tenía el vínculo para confirmar sus
sentimientos lo que era todavía tan extraño, pero podía ver en su cara que ella
de verdad quería decir cada palabra que decía. Cuando esto terminó, Ekaterina
fue adelante hacia Jill. Desde la última vez que había visto a la niña, alguien le
había dado la corona a la espera. Había sido hecha para Lissa, una obra maestra
de oro blanco y amarillo entrelazado con esmeraldas y diamantes.
Complementaba el atuendo maravillosamente, me di cuenta desde el principio,
Jill también.

Otra tradición era que el monarca debía ser coronado por un miembro de
su familia y esto era por lo que Jill se había salvado. Podía ver sus manos
temblando mientras establecía la maravilla de joyas en la cabeza de su hermana
y sus miradas se encontraron brevemente. Un destello de emociones
problemáticas se arremolinaban en los ojos de Lissa una vez más. Fue rápido,
Jill dio un paso atrás y el peso de la ceremonia tomo precedencia.

Ekaterina le tendió la mano a Lissa. ―Levántate‖, dijo.‖ Usted nunca se


arrodillará ante nadie más.‖ Manteniendo la mano de Lissa, Ekaterina se dio la
vuelta para mostrase ante el resto de los presentes en la sala. Con una voz
sorprendente para su pequeño cuerpo, Ekaterina declaró, ―Reina Vasilisa
Sabina Rea Dragomir, en primer lugar de su nombre.‖

Todos en la sala—excepto Ekaterina—cayeron de rodillas, con la cabeza


gacha. Sólo unos segundos pasaron antes de Lissa, dijese, ―Levantaos.‖

Me habían dicho esto era a discreción del monarcas. Algunos nuevos


reyes y reinas disfrutaban haciendo que los demás se arrodillasen durante
mucho tiempo. Los trámites vinieron a continuación y todos observaron
diligentemente. Básicamente, Lissa firmaba diciendo que la habían hecho la
reina, mientras que Ekaterina y un par de testigos que firmaban diciendo que
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habían visto a Lissa convertirse en reina. Tres ejemplares en el papel adornado


que los Moroi tanto querían. Uno de ellos era un membrete en blanco normal
que es el que iría a los alquimistas.

Cuando la firma se llevó a cabo, Lissa se tomó su lugar en el trono y el


verla subir las escaleras fue impresionante, una imagen que se quedaría
conmigo por el resto de mi vida. La sala estalló en vítores y aplausos cuando se
instaló en la silla ornamentada. Incluso los guardianes, que normalmente
estaban muy serios, se unieron en el aplauso y la celebración. Lissa sonrió a
todos, ocultando cualquiera que fuese la ansiedad que sentía.

Recorrió la sala con la mirada y amplió su sonrisa cuando vio a Christian.


Luego me buscó a mí. Su sonrisa para él había sido cariñosa, para mi tenia un
poco de humor. Yo le devolví la sonrisa, preguntándome qué me diría si
pudiese.

―¿Cuál es el chiste?‖ preguntó Dimitri, mirándome con expresión


divertida.

―Estoy pensando en lo que Lissa diría si todavía tuviésemos el lazo.‖

En una violación muy grave del protocolo de los guardianes, él cogió mi


mano y me llevó hacia él.

―¿Y?‖ Preguntó, envolviéndome en un abrazo.

―Creo que me preguntaría, ¿en qué nos hemos metido?‖

―¿Cuál es la respuesta?‖ Su calor estaba a mí alrededor, como su amor y


otra vez, sentí esa integridad. Tenía esa pieza que faltaba en mi mundo otra
vez. El alma que complementaba la mía. Mi pareja. Mi igual. No sólo eso, tenia
de vuelta mi vida, mi propia vida. Protegería a Lissa, le serviría, pero
finalmente seria yo misma.

―No sé,‖ le dije, apoyándome en su pecho. ―Pero creo que va estar bien.‖

FIN

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L A S T S A C R I F I C E
RICHELLLE MEAD

AGRADECIMIENTOS
RICHELLE MEAD

En primer lugar, gracias a todos los


lectores leales y entusiastas en todo
el mundo que han seguido a Rose y
a la saga en general. No pude haber
hecho este viaje sin ustedes y espero
que sigan disfrutando de las muchas
aventuras morois y dhampirs que
están por venir.

Gracias también a todos los amigos


y familiares que me han apoyado,
especialmente a mi marido, que
continuamente me asombra con su

paciencia, amor, y capacidad de vivir con los altibajos de mi ‗tipo de


creatividad‘.

Una nota especial, va para Jesse McGatha por crear el enigma de bosque, algo
que nunca podría habérseme ocurrido, y mucho menos resuelto.

Y como siempre, agradezco a los publicistas que trabajan entre bastidores para
hacer que estos libros sucedan: Jim McCarthy, mi agente, terapeuta ocasional, y
defensor sin descanso; Lauren Abramo, quien sigue encontrando países de los
cuales nunca he escuchado hablar para enviar a Rose. A Jessica Rothenberg y
Ben Schrank, extraordinarios editores que estoy muy segura que muchas veces
han renunciado a su comida y a su sueño, por perfeccionar estos libros; a la
publicista Casey McIntyre, quien organiza mis viajes y entrevistas, con mucho
cuidado, alrededor de mis citas con el peluquero.

Un agradecimiento final a todos los demás que trabajan en esta saga de Penguin
Books, Dystel y Goderich Literaty Management, y mis editores internacionales.
Hay demasiados de ustedes en la lista, pero todos son esenciales en la historia
de Rose. Gracias.

425
L A S T S A C R I F I C E
RICHELLLE MEAD

AGRADECIMIENTOS
KAPR

A todas las personas que desinteresadamente participaron en esta


traducción, la cual hemos tratado de hacer solo por el amor a la lectura y a la
saga. El grupo que hemos conformado para la traducción de este libro es el
mismo que se conformo para el anterior libro, el cual sacamos sin créditos, al
igual que este.

No pertenecemos a ninguna página, ni grupo en la red social, sólo somos


un puñado de personas de diferentes países que os han brindado su esfuerzo
para el deleite de vosotros, y de la saga. Aunque digan por allí que: ‗les hemos
copiado‘, como la anterior vez, recordad que no importa quien lo hizo, lo que
importa aquí, es como vosotros deseáis leer la saga. Sin trabas y con un correcto
uso del lenguaje.

Esperamos que este haya colmado sus expectativas, tanto como la de


nosotros.

KAPR, no busca reconocimiento, solo busca ofreceros la mejor


lectura posible.

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