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AMPARO EN Argumentación,

dialécti ca, retorica,

MATERIA PENAL
oratoria y falacias.

Universidad: Aztlán
Alumna: Rosa Gloria Rosas Morales
Amparo en materia penal

Índice

Introducción---------------------------------------------------------------------------------- 2

Argumentación ------------------------------------------------------------------------------ 2

Dialéctica ------------------------------------------------------------------------------------- 4

Retorica --------------------------------------------------------------------------------------- 5

Oratoria --------------------------------------------------------------------------------------- 9

Falacias --------------------------------------------------------------------------------------- 11

Conclusión ------------------------------------------------------------------------------------- 12

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Amparo en materia penal

Introducción
A lo largo de la carrera de derecho he escuchado en diversas ocasiones que los profesores han
mencionado palabras usualmente no ocupo en mi vocabulario, todas encaminadas a términos
jurídicos. En esta ocasión mi profesor de Amparo en materia penal, el Licenciado Víctor Lasso
menciono en varias ocasiones las palabras de las que va a tratar mi ensayo. Hasta hoy y
realizando el mismo me doy cuenta de que en derecho existen varios términos importantes y que
es necesario conocerlos para tener conocimiento total de lo que hablamos y posteriormente de lo
que vamos a realizar y así poder ser un abogado exitoso.
En esta ocasión estas palabras me causaron un poco de conflicto ya que son palabras cuyo
significado es muy extenso ya que por si solas cada una pudo ocupar 3 o cuatro cuartillas. Pero si
fue necesario conocerlas y analizarlas y así espero y en n futuro esta me sirva para saber ejercer y
ejercer en si el derecho como se debe.

Argumentación

El trabajo científico del jurista depende en gran medida del lenguaje utilizado en las fuentes de
consulta y en el que se expresan tanto los textos normativos como la doctrina. Hoy en día la
mayoría de las teorías interpretativas parten de que el derecho es un fenómeno lingüístico. El
objetivo del estudio que se presenta tiene como finalidad un acercamiento a la teoría de la
argumentación jurídica, enfatizando que un argumento bien fundado es aquel que resiste a la
crítica y que puede presentarse en un caso que satisfaga los criterios requeridos para obtener una
resolución o sentencia.
Argumento significa “disputa”. En este sentido, a veces decimos que dos personas tienen un
argumento en una discusión. Pero no representa lo que realmente son los argumentos. Asimismo,
dar un argumento significa ofrecer un conjunto de razones o de pruebas en apoyo a una
conclusión.
En términos generales se refiere a un “razonamiento mediante el cual se intenta probar o refutar
una tesis, convenciendo a alguien de la verdad o falsedad de la misma”. Se reconocen en
principio por su carácter lógico-formal, aun cuando no todos los argumentos tengan este carácter
en sentido estricto. La argumentación se refiere al proceso de argüir; el argumento, en cambio, a
cada uno de los razonamientos específicos, aunque es correcto utilizar los términos
indistintamente. En la argumentación se pretende refutar un argumento o convencer a otro de la
verdad de la opinión que se sostiene. El concepto de argumento se puede entender tanto como
medio de interpretación como razones de apoyo. Sirve como fundamento de la prueba o
demostración, los cuales, a diferencia del argumento que no necesariamente tiene que serlo, son
más rigurosos. Distinguir entre éstos, sin embargo, no siempre es fácil.
Argumentar significa dar razones a favor o en contra de un hecho. En los tribunales se usa la
argumentación jurídica para convencer a los juzgadores de las distintas teorías de un caso y el
mejor argumento lo gana.

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Por este motivo, la argumentación se convierte en un valor imprescindible en un abogado exitoso


y, también, en los jueces que deben justificar sus sentencias a través de una argumentación
técnica y comprendida por el espectro jurídico.
Los argumentos encuentran su sentido en su expresión, y esto se hace mediante un lenguaje. El
lenguaje, como instrumento para la comunicación, es expresión del pensamiento; esto es de
todos los actos del entendimiento, y dado que el derecho se expresa en un lenguaje natural, los
argumentos jurídicos se integran por términos y proposiciones. El término es expresión de un
concepto; la proposición es expresión de un juicio, y el argumento es expresión del raciocinio.
Para la perspectiva lógica, la fuerza de un argumento radica en su validez; un argumento es
válido cuando es formal o materialmente correcto; es sólido si además de válido es verdadero.
Un argumento deductivo sólo es formalmente válido y si es conforme a los criterios de
corrección formales suministrados. Las falacias, también llamados sofismas, son argumentos
aparentes, pues no cumplen con las reglas de inferencia; pueden ser formales o no formales (ya
sean de atinencia o de ambigüedad). En estos casos la refutación es aparente; su función es
confundir o inducir al error.
Ciertamente y de forma similar a lo que pasa en la argumentación práctica y cotidiana, en la
argumentación jurídica se genera legitimidad por el mismo proceso dialéctico de argumentar y
contra argumentar. La argumentación es una plataforma común de acuerdo para una parte de la
humanidad. Por ello, a la interrogante de para qué argumentar, se respondería de esta forma: Se
argumenta para resolver de forma legítima nuestras diferencias.
La labor científica de los juristas depende en gran medida del lenguaje utilizado en las
referencias, y del lenguaje en que se expresan los textos normativos y las doctrinas. Hoy en día,
la mayoría de las teorías interpretativas parten del hecho de que el derecho es un fenómeno
lingüístico. La finalidad de los objetivos de investigación propuestos es tomar el enfoque de la
teoría de la argumentación jurídica, enfatizando que un argumento bien fundado es aquel que
resiste la crítica y puede ser presentado o juzgado en casos que cumplan con los criterios
requeridos para obtener una solución.

Argumentación jurídica.
En el punto anterior se establecieron los conceptos y se hizo énfasis de la importancia de la
argumentación para los especialistas del Derecho, en este apartado toca el turno a la
interpretación jurídica.
Para el común de las personas la función judicial no representa mayor problema, pues se reduce
a la aplicación de la norma al caso concreto. Pero como ya se ha precisado, las resoluciones
dictadas por los jueces muchas veces se encuentran alejadas de la resolución del problema.
La palabra “interpretación” proviene del latín: interpretativo y este a su vez del verbo interpretar
que significa servir de intermediario, venir en ayuda de, y esta última excepción, por extensión:
explicar de esta manera. Interpretar consiste en “declarar el sentido de una cosa”. De manera
general se puede decir que interpretación es el resultado de la acción de “interpretar”.
El vocablo interpretación, puede denotar bien una actividad; que es el resultado o producto de la

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actividad interpretativa, y no es más que el significado del objeto interpretado. Puede observarse
que el verbo interpretar es comúnmente empleado en el lenguaje de las ciencias sociales,
acompañado de los más variados complementos, en diversos contextos y con distintos matices de
significado.
Los argumentos son las razones aducidas en la justificación de la interpretación de un texto
jurídico (doctrinal o normativo), también conocido como argumentación jurídica. En un Estado
de derecho estas razones son en primera instancia las fuentes del derecho, las cuales pueden
incluir para efectos del trabajo de investigación, además del derecho positivo, a la doctrina. En
términos generales, la interpretación jurídica se basa en el derecho como fuente, las directivas del
razonamiento jurídico y los valores y valoraciones del sistema jurídico y del intérprete. Cabe
mencionar que la interpretación de la doctrina es distinta a la de los textos normativos, y que la
argumentación dogmática se caracteriza por la vinculatoriedad del derecho vigente.
La argumentación se preocupa principalmente de llegar a conclusiones a través del razonamiento
lógico, es decir, afirmaciones basadas en premisas. Aunque en la teoría de la argumentación se
incluye el debate y la negociación, las cuales están dirigidas a alcanzar unas conclusiones de
mutuo acuerdo aceptables, su principal motivación se circunscribe a la rama del debate social en
el que la victoria sobre un oponente es el principal objetivo.

Dialéctica
La primera reflexión que se presenta sobre esta particular disciplina, apenas se comienza su
abordaje, se origina en la esencia misma de la dialéctica. Esta puede ser entendida, inicialmente,
como “el arte de dialogar, discutir, argumentar”; como un método, un proceso, una práctica y,
por qué no decirlo, como una doctrina destinada a ordenar las tareas propias del pensamiento y
del razonamiento, orientado a la inteligencia en la búsqueda de la verdad y del bien. Pero en un
sentido más estricto, se puede decir que la dialéctica presupone la existencia de un pensamiento
en movimiento, sometido a un constante y necesario devenir, que se deriva de la propia índole de
la inteligencia como capacidad propia del hombre para conocer el ser de los entes y su esencia.
Se debe agregar a lo ya expresado que la dialéctica es un método para razonar sobre toda clase de
problemas, a partir de cosas plausibles. Plausible, aquí, se distingue de lo verdadero o primordial.
Son cosas verdaderas y primordiales aquellas que tienen credibilidad no por otras, sino por sí
mismas; son plausibles, en cambio, las que parecen bien a todos, o a la mayoría, o a los sabios, y
entre éstos últimos, a todos, o a la mayoría, o a los más conocidos y reputados”. Así se refiere
Aristóteles al razonamiento dialéctico en Tópicos, señalando que este es construido a partir de
cosas plausibles.
En un discurso, la dialéctica consiste en presentar una idea principal o concepto, denominado
tesis, al cual se le contraponen diferentes argumentos e ideas, conocidas como antítesis. Ahora
bien, para solventar esta oposición de ideas surge la síntesis, que se presenta como una nueva
manera de comprender el tema.
La dialéctica también es conocida como una manera de filosofar. Su concepto fue debatido por
años por diversos filósofos como Sócrates, Platón, Aristóteles, Hegel, Marx y otros. Sin
embargo, fue Platón el pionero de la dialéctica al emplearla en sus diálogos como método para

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llegar a la verdad.
No obstante, también la dialéctica puede ser vista en sentido peyorativo, por el uso exagerado de
las sutilezas.
Por otra parte, el término dialéctico es usado como adjetivo para identificar al individuo que
profesa la dialéctica.

Retorica
 Es el “arte de hablar o escribir de forma elegante y con corrección con el fin de deleitar,
conmover o persuadir”. Desde la Antigüedad ha sido un elemento esencial del discurso, con el
objetivo de convencer o refutar. Para Aristóteles, el arte de la retórica era como un árbol con
diferentes ramificaciones que debía ser cultivado. 
Se puede afirmar que la retórica tiene la función de ajustar las ideas a la gente y la gente a las
ideas es una función pragmática, que es esencial al sistema de la lengua, y, por consiguiente, a su
gramática y que hace uso de la lengua y de su gramática para emplearlas como instrumentos de
interacción interpersonal. Interacción, donde todo uso de la lengua conlleva un razonamiento y
una lógica de acuerdo con unas normas (gramaticales, comunicativas, culturales, entre otros) y
principios (pragmáticos, discursivos, entre otros). Y donde al utilizar la lengua, organizamos y
procesamos todas sus unidades para realizar nuestros propósitos.
los casos son difíciles o fáciles para él, dependiendo de sus propias concepciones. Definir el
derecho es, esencialmente, establecer la metodología que sostendrá las aplicaciones de esas ideas
en todos los casos puestos para resolver. La eficacia de una teoría jurídica comprensiva del
derecho, la definición del derecho mismo, radicará en que la metodología desarrollada permita
dar respuestas racionales, razonables y legales a los casos sometidos a su jurisdicción desde la
coherencia de la teoría seleccionada.
En principio, la retórica se ocupó de la lengua hablada, pero su saber trascendió al discurso
escrito e influyó poderosamente en la literatura cuando la palabra escrita ganó prestigio en el
régimen imperial en Roma, si bien el discurso escrito suele considerarse como una transcripción
limitada o imitación estrecha del discurso oral, en la actualidad, la retórica ha vivido un gran
resurgimiento y sus enseñanzas se utilizan en publicidad, la academia, la política, así como en la
defensa de puntos de vista durante los juicios civiles. Por otro lado, gracias a las nuevas
tecnologías audiovisuales podemos hablar de una retórica de la imagen, ya que mediante una
imagen o vídeo podemos hablar sobre algo utilizando figuras retóricas (metáfora, metonimia,
prosopopeya, personificación, etc.).
La retórica ocupó un lugar importante en el sistema educativo antiguo y medieval, y hasta
el romanticismo su significación fue crucial dentro de las disciplinas humanísticas.
Son tres procesos complementarios los que conformaban el aprendizaje de la retórica: el estudio
de los preceptos, la imitación de modelos y la práctica personal.

Retorica jurídica

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Ante teorías inconmensurables que proponen diversas y opuestas formas no solo de entender el
sentido jurídico del enunciado legal, sino también de narrar y comprender los hechos puestos a
juicio, hay que preguntarse por los estándares de validación de esas teorías a efecto de elegir
aquella que resuelva el caso tanto legal como legítimamente. El proceso litigioso ha reivindicado
a la prueba como el argumento decisivo en la disputa por la elección de la teoría que resolverá
jurídicamente el caso concreto. Sin embargo, la disputa no está sobre los hechos, está más bien
sobre la valoración jurídica de éstos. Si la disputa es sobre los hechos, entonces las partes pueden
establecer una secuencia y volver sobre ella con la finalidad de saber cuáles son los hechos en los
que están de acuerdo e identificar con claridad en cuáles no lo están. Tenemos entonces que el
problema jurídico gira en torno al acuerdo y al desacuerdo sobre las premisas jurídicas que
comprenden de un modo determinado las consecuencias de los actos; en este conflicto no hay
posibilidad de volver sobre la secuencia de hechos para determinar los puntos de acuerdo y de
desacuerdo, sino que las premisas son concepciones que dan lugar a la construcción del sentido,
tanto de la ley como del caso concreto.
Todo enunciado legal debe ser interpretado para poder aplicarlo; este proceso de interpretación
pasa por los intereses procesales del intérprete, por sus concepciones morales y por sus ideas
acerca del derecho y por las interpretaciones institucionales obligatorias (tales como la
jurisprudencia). No obstante, esta reflexión siempre lleva a una sola pregunta: ¿esta es la única
solución o existen otras soluciones racionales, razonables y jurídicamente correctas? Es decir,
¿hay una o varias soluciones al caso? Siempre hay una solución y siempre hay varias soluciones
al caso. ¿Qué se quiere decir con esto? El enunciado normativo es un enunciado lingüístico. Los
problemas de la interpretación normativa son los problemas de la interpretación lingüística, por
lo cual, siempre hay una solución al caso cuando el intérprete tiene claramente definido sus
valores morales, jurídicos y políticos y, además, los reconstruye desde una narración
interpretativa. Esto es, cada vocablo del enunciado tiene varios significados; elegir uno y no
elegir otro significar tomar partido por un sentido y así construir la narración interpretativa. De la
misma manera, el enunciado fáctico tiene varios significados; elegir un significado de un acto o
elegir otro significado del mismo acto es construir la narración interpretativa.
La construcción del sentido del enunciado legal se realiza desde la intencionalidad de la triada
procesal, por lo tanto, las tres argumentaciones jurídicas (las partes en litigio y el juez) realizadas
dentro del juicio construirán tres mundos posibles (problemas) y construirán tres soluciones
distintas a un mismo problema (factores que serán valorados retóricamente para elegir entre
ellos). Las partes en juicio no tienen en común la ley ni los hechos, sino que tienen en común la
materialidad del lenguaje de la ley y de los hechos. Esto es, el corpus jurídico que regula la
disputa es un conjunto de signos comunes entre ellos, pero ese conjunto de signos adquiere
sentido cuando, desde sus intencionalidades procesales, las partes construyen el sentido de esos
signos comunes. De la misma manera, los “hechos” del juicio son un conjunto de signos con
diversas funciones lingüísticas, tales como la narración, la descripción y la explicación que serán
relacionados, organizados y valorados desde las intencionalidades procesales de las partes. De
aquí se deriva la siguiente afirmación: las partes no construyen diversas interpretaciones sobre
los mismos hechos, sino que las partes construyen el sentido de los hechos y el sentido de la ley,
posteriormente argumentan su creación. No hay, pues, objetividad legal y fáctica, porque tanto la
ley como los hechos son construcciones discursivas.

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Las partes en el proceso legal ofrecen soluciones distintas para resolver el caso, pero ello no
significa que una de estas argumentaciones sea correcta (y por lo tanto legal), o que las otras sean
argumentaciones incorrectas (y por lo tanto no son legales). Lo que en verdad ocurre es que las
partes construyen los hechos y construyen el sentido de las normas de manera diferente porque,
en primer lugar, la materialidad de la ley es el lenguaje y, por ello, no hay relación directa entre
el signo lingüístico y el objeto nombrado (solo hay evocaciones). Los hechos son
interpretaciones, por consiguiente, son construcciones personales. Desde esta condición de la
materialidad de la ley y de los hechos, las partes construyen y reivindican sus intencionalidades
procesales. Uno de los instrumentos que la ley se ha dado para delimitar esta espiral, al parecer
interminable de construcción de sentidos, es la jurisprudencia que vuelve obligatorio, para los
jueces, las interpretaciones de la corte federal cuando son votadas por ocho o más ministros.
Ante teorías inconmensurables que proponen diversas y opuestas formas no solo de entender el
sentido jurídico del enunciado legal, sino también de narrar y comprender los hechos puestos a
juicio, hay que preguntarse por los estándares de validación de esas teorías a efecto de elegir
aquella que resuelva el caso tanto legal como legítimamente. El proceso litigioso ha reivindicado
a la prueba como el argumento decisivo en la disputa por la elección de la teoría que resolverá
jurídicamente el caso concreto. Sin embargo, la disputa no está sobre los hechos, está más bien
sobre la valoración jurídica de éstos. Si la disputa es sobre los hechos, entonces las partes pueden
establecer una secuencia y volver sobre ella con la finalidad de saber cuáles son los hechos en los
que están de acuerdo e identificar con claridad en cuáles no lo están. Tenemos entonces que el
problema jurídico gira en torno al acuerdo y al desacuerdo sobre las premisas jurídicas que
comprenden de un modo determinado las consecuencias de los actos; en este conflicto no hay
posibilidad de volver sobre la secuencia de hechos para determinar los puntos de acuerdo y de
desacuerdo, sino que las premisas son concepciones que dan lugar a la construcción del sentido,
tanto de la ley como del caso concreto. En este sentido, Lakatos niega la existencia de la prueba
que resolverá la disputa entre dos teorías inconmensurables y reivindica, frente a las
confirmaciones o refutaciones del ensayo y error, los programas de investigación que, en última
instancia, son los lenguajes científicos entendidos como los marcos conceptuales. En Lakatos,
lenguajes científicos, marcos conceptuales y programas de investigación son una comunidad
discursiva que nombra al mundo de un modo determinado
Todo enunciado legal debe ser interpretado para poder aplicarlo; este proceso de interpretación
pasa por los intereses procesales del intérprete, por sus concepciones morales y por sus ideas
acerca del derecho y por las interpretaciones institucionales obligatorias (tales como la
jurisprudencia). No obstante, esta reflexión siempre lleva a una sola pregunta: ¿esta es la única
solución o existen otras soluciones racionales, razonables y jurídicamente correctas? Es decir,
¿hay una o varias soluciones al caso? Siempre hay una solución y siempre hay varias soluciones
al caso. ¿Qué se quiere decir con esto? El enunciado normativo es un enunciado lingüístico. Los
problemas de la interpretación normativa son los problemas de la interpretación lingüística, por
lo cual, siempre hay una solución al caso cuando el intérprete tiene claramente definido sus
valores morales, jurídicos y políticos y, además, los reconstruye desde una narración
interpretativa. Esto es, cada vocablo del enunciado tiene varios significados; elegir uno y no
elegir otro significar tomar partido por un sentido y así construir la narración interpretativa. De la

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misma manera, el enunciado fáctico tiene varios significados; elegir un significado de un acto o
elegir otro significado del mismo acto es construir la narración interpretativa.
Asimismo, siempre hay varias soluciones al caso cuando el intérprete tiene diversas
concepciones teóricas, según los contextos de aplicación de la norma. Cuando la argumentación
jurídica es concebida como un herramental de trabajo que será utilizado por el operador jurídico
para resolver interpretaciones, los casos se darán siempre como casos difíciles o fáciles: lo que
está en juego, caso a caso, es la concepción que el sujeto tiene de sí mismo y las concepciones
que lo sostienen cotidiana y trascendentalmente. Por tal motivo, necesita de estas herramientas
para justificar decisiones interpretativas y adjetivar los casos. Esto es, los casos son difíciles o
fáciles para él, dependiendo de sus propias concepciones. Definir el derecho es, esencialmente,
establecer la metodología que sostendrá las aplicaciones de esas ideas en todos los casos puestos
para resolver. La eficacia de una teoría jurídica comprensiva del derecho, la definición del
derecho mismo, radicará en que la metodología desarrollada permita dar respuestas racionales,
razonables y legales a los casos sometidos a su jurisdicción desde la coherencia de la teoría
seleccionada.
Oratoria
La oratoria es el arte de decir, y especialmente de saber decir. Se refiere a poder expresar en el
momento justo y de la forma correcta el mensaje que queremos transmitir. Según la Real
Academia Española, específicamente, la oratoria es “el arte de hablar con elocuencia”.
El estudio de la oratoria te permite aprender a expresar las ideas, y a lograr que la audiencia te
interprete como deseás que te interprete.
Esa audiencia no siempre es un gran auditorio, como en el caso de un congreso o un seminario:
puede simplemente tratarse de un grupo de alumnos, de amigos, o incluso una persona con la que
desees mantener un diálogo.
Si bien algunas personas cuentan con dotes comunicativas naturales, la oratoria es una
herramienta que se puede trabajar y mejorar. Los abogados que deseen llevar su oratoria a un
nuevo nivel deben tener en cuenta las siguientes claves:
*Dominio del tema. El abogado debe conocer en profundidad el caso que va a tratar en todas sus
vertientes, desde la personal hasta sus implicaciones jurídicas. Es ese conocimiento el que
apuntalará su confianza y le permitirá construir un discurso estructurado y claro y con vocación
de persuadir para lograr los objetivos marcados.
*Experto jurídico. Más allá del caso concreto, un abogado debe mantenerse al tanto de los
cambios jurídicos que afecten a sus sectores para saber cómo reaccionar ante cada situación.
*Estructura e improvisación controlada. La clave de un buen orador es construir el esquema de
un discurso claro que será capaz de seguir al tiempo que improvisa las palabras concretas
evitando leer directamente un documento. Para esto es necesario tener un claro dominio del tema
que se aborda y ser un experto en la materia jurídica que le afecta.

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Oratoria jurídica
La oratoria jurídica es el conjunto de técnicas de dicción y lenguaje corporal aplicadas a la
comunicación dentro de los procedimientos asociados a la abogacía. Su objetivo es que se
puedan expresar de manera clara, directa y natural los argumentos e información necesaria en un
proceso jurídico. La idea es que los oyentes puedan entender la interpretación de leyes de manera
rápida y eficaz sin caer en malentendidos. Además, muchos profesionales usan estas
herramientas como elementos persuasivos para sustentar sus argumentos ante un juez.
Cuando un profesional de la abogacía aprende sobre la oratoria expande su capacidad
comunicativa frente a un juez, institución o cualquier tipo de oyente. Con estas técnicas se puede
tener control del mensaje para captar la atención de la audiencia y transmitirlo para lograr un
impacto determinado. Por eso, la oratoria es importante ya que el uso apropiado del lenguaje
jurídico es clave para mantener la confianza de los clientes. Al mismo tiempo que el lenguaje
corporal y la buena dicción promueve el entendimiento e incrementa las posibilidades de éxito
con respecto a los objetivos planteados.
La Oratoria que se realiza en el medio judicial, debe ser eminentemente clara sin dejar de ser
exacta, objetiva, firme, imparcial, exhaustiva. Y son válidos todos los recursos, lingüísticos o
literarios, que emplee el profesional del Derecho para ser mejor comprendido. El informe del
fiscal sobre sus conclusiones es un momento de especial importancia en el juicio oral, a los
efectos de destacar los elementos probatorios que apoyan la acusación formulada, según lo que
se haya demostrado de sus tesis en el orden jurídico. Al exponer su informe, el Fiscal debe ser
objetivo, expresando de forma interrelacionada los hechos con las pruebas practicadas que
demuestran la participación del o de los acusados en los hechos, deberá realizar una valoración
técnico- jurídica de la figura delictiva imputada y el grado de participación de los autores,
basándose en elementos doctrinales que sirvan para argumentar su acusación, lo que constituye
el elemento fundamental de la exposición. Además debe realizar la valoración de las
características individuales del o los acusados y explicar la trascendencia social, económica o
política que tenga el hecho. El informe del Fiscal debe ser claro y detallado, exponiendo los
elementos que caracterizan la conducta del pretenso asegurado y haciendo referencia expresa a
las pruebas que se acumularon, de manera que su exposición ponga de manifiesto la real
necesidad de la medida que se solicita al tribunal que aplique, los preceptos en que se basa tal
solicitud y la necesidad de enfrentar estos tipos de conductas, teniendo en cuenta las
características propias del territorio, la incidencia del delito o de otras conductas que afecten el
orden público y explicando la conveniencia de influir por vía institucional, de manera positiva
para la reforma de los infractores. Como se infiere, en el documento mencionado del mundo del
Derecho, se norman las características de la oratoria forense, que permiten demostrar la cultura
del lenguaje oratorio en el contexto judicial: basarse en elementos doctrinales en la preparación
del discurso; la postura debe ser de pie; la correcta entonación: modulación de la voz adecuada,
exclamaciones o afirmaciones; evitar la gesticulación y la teatralidad excesiva; emplear las
expresiones extra-verbales necesarias para comunicar; evitar leer, salvo para hacer citas
textuales; objetividad, claridad, coherencia y cohesión; extensión acorde con el caso; valorar,
argumentar con razones y pruebas suficientes; en fin: la corrección en el lenguaje. El orador

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forense, para lograr el fin para lo que está en la sala de los tribunales, debe preparar su discurso
previamente y, para ello, se debe apoyar en la teoría del arte

Falacias
Un argumento falaz comúnmente se define como “un argumento que parece válido pero no lo
es”. Su estudio tiene su origen desde la retórica de Platón como contrapunto de los sofistas y se
concreta en Aristóteles.
A pesar de los intentos de unificar o clasificar las falacias, en virtud de que las diversas teorías
las analizan desde diversas perspectivas, como la lógica, la retórica o la pragmática, no existe un
criterio uniforme. De hecho, refiere Lilian Bermejo-Luque, que incluso existen teorías que no
aceptan que las falacias sean un criterio válido de calificación de un argumento, aunque si
pueden ser identificadas y refutadas con las técnicas argumentativas adecuadas. Ahora bien, “las
falacias pueden ser no solo defectos inferenciales, sino también defectos procedimentales,
violaciones de las reglas que determinan qué movimientos discursivos son legítimos y cuáles no
a la hora de llevar a cabo un diálogo argumentativo” . Hay falacias tan comunes que han sido
bautizadas con nombres propios y otras que no pareciéndolo de entrada, por el uso que se hace
de un argumento en particular, son considerados falaces, en virtud de que “sirve[n] para colar
conclusiones de manera ilegítima (esto es, conclusiones que no se siguen de las premisas, se
valore esto como se valore), es algo a lo que debe atender todo aquel que quiera convencer a su
interlocutor o auditorio” . Incluso puede darse el caso que, habiendo identificado una falacia en
particular, aún se tendría que evaluar si el argumento es correcto y si responde a los
compromisos retóricos y pragmáticos en los que incurre, es decir, si se trata de un movimiento
verdaderamente falaz, en sentido normativo, o es un movimiento legítimo” . Ahora bien,
independiente de la falta de unanimidad en las teorías de las falacias, es evidente su la utilidad
para detectar una argumentación incorrecta. Esto, en virtud de que una vez que sabemos que un
argumento no es bueno, podemos explicar por qué. Por ejemplo, porque las premisas no eran
pertinentes o no tenían el alcance suficiente como para inferir la conclusión; o porque se hizo uso
de argumentos que son por sí mismos una falacia, aunque sean efectivos para convencer, como el
miedo, los valores populares, por la similitud un patrón de introducción de premisas que
condicionan las conclusiones, entre otras. Una primera aproximación a la teoría de las falacias,
las clasifica en formales y materiales, las primeras se “originan por la infracción a las reglas del
silogismo”, y las segundas, se “producen por las construcción de argumentos que no descansan
en buenas razones- ser parte de premisas falsas, inválidas o, insuficientemente acreditadas o
irrelevantes-, que no permiten elaborar una conclusión mínimamente plausible”.
Un repaso de la definición de ‘falacias’, y una crítica a la metodología con que se las ha
abordado, llevan a sostener que se ha omitido la consideración de que es parte de su naturaleza el
ser relativas, contextuales, dependientes de otros aspectos que no son la validez del discurso. Al
llevar esto al campo de lo jurídico, tales falencias se advierten más agudamente: los discursos
falaces existen, y deben ser denunciados; pero, al mismo tiempo, también existen discursos
jurídicos que son-o que encierran-falacias y, sin embargo, son admitidos, hasta el punto de que
alguno puede ser considerado un principio virtuoso.  

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Conclusión
El propósito del análisis que se muestra tiene como finalidad un acercamiento a la teoría de la
argumentación jurídica, destacando que un argumento bien fundado es ese que resiste a la crítica
y que puede manifestarse en un caso que satisfaga los criterios requeridos para obtener una
resolución o sentencia. Argumento significa “disputa”. Asimismo, ofrecer un argumento
significa dar un grupo de causas o de pruebas en apoyo a una conclusión. La argumentación hace
referencia al proceso de argüir; el argumento, sin embargo, a todos los razonamientos
específicos, aunque es adecuado usar los términos indistintamente. En la argumentación se
pretende objetar un argumento o convencer a otro de la realidad de la crítica que se sostiene. El
término de argumento se puede comprender tanto como medio de interpretación como causas de
apoyo. En los tribunales se utiliza la argumentación jurídica para convencer a los juzgadores de
las diversas teorías de un caso y el mejor argumento lo gana.

La argumentación, la expedición de normas e incluso más la aplicación de la normativa jurídica


dependen de la correcta asimilación lógica y analítica del operario, por lo que es impensable
separar al Derecho y la coherencia-lógica.
Es importante considerar que la argumentación jurídica es el proceso escrito y oral que los
juristas utilizan para persuadir a sus interlocutores respecto a sus interpretaciones de la norma
jurídica, aún así, su estructura debe ser susceptible a verificación. En el quehacer cotidiano del
jurista, la argumentación juega un papel determinante, en atención a que nos permite la detección
de errores fácticos y lógicos; toda vez que en el universo jurídico existen una gran cantidad de
disposiciones normativas contenidas en los textos legales que pueden ser ambiguos,
contradictorios o vagos, las cuales pueden producir diferencias legítimas y como consecuencia
disputas.
La función de la argumentación en el discurso jurídico es relevante tanto en la investigación
como en la toma de decisiones, por su carácter de fundamentación del significado atribuido a los
enunciados normativos y las consecuencias jurídicas que de ello pueden derivarse. La doctrina se
ha dedicado primordialmente al estudio de las decisiones de carácter jurisdiccional, sobre todo a
la decisión del juez.

La dialéctica proporciona las herramientas necesarias para construir el silogismo dialéctico en


que se traducen tales enunciados. Luego, estos principios propios del Derecho serán aplicados en
el discurso retórico como principios de argumentación, tanto para justificar, como para demostrar
una argumentación y para persuadir al auditorio por la verdad.
La primera meditación que se muestra sobre esta especial disciplina, apenas se empieza su
abordaje, se origina en la esencia misma de la dialéctica. Empero en un sentido más riguroso,

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puede decirse que la dialéctica presupone la vida de un pensamiento en desplazamiento,


sometido a un constante y primordial devenir, que se deriva de nuestra índole de la sabiduría
como capacidad propia del ser humano para conocer el ser de los entes y su esencia.
Se debería añadir a lo ya expresado que la dialéctica es un procedimiento para pensar sobre todo
tipo de inconvenientes, desde cosas plausibles. En un discurso, la dialéctica se basa en exponer
una iniciativa primordial o criterio, nombrado tesis, al cual se le contraponen diferentes
argumentos e ideas, conocidas como antítesis.
La dialéctica además es famosa como una forma de filosofar. No obstante, ha sido Platón el
pionero de la dialéctica al emplearla en sus diálogos como procedimiento para llegar a la
realidad. Sin embargo, además la dialéctica podría ser vista en sentido peyorativo, por la
utilización exagerado de las sutilezas.
La retórica jurídica es una técnica de argumentación y un modo de construir la verdad. La
retórica jurídica que se propone en el artículo concibe al lenguaje como un proceso de
construcción en el que la competencia lingüística, entendida como la capacidad de actuar
lingüísticamente del sujeto, constituye el eje fundamental de las prácticas discursivas jurídicas.
Proponemos que el discurso del lenguaje legal es una construcción en permanente desarrollo,
oponiéndonos a la idea del lenguaje como algo dado.
Para Aristóteles, el arte de la retórica era como un árbol con diferentes ramificaciones que debía
ser cultivado.

Se puede asegurar que la retórica tiene la capacidad de ajustar las ideas a la población y la
población a las ideas es una funcionalidad pragmática, que es sustancial al sistema de la lengua,
y, por lo tanto, a su gramática y que hace uso de la lengua y de su gramática para emplearlas
como aparatos de relación interpersonal. Relación, donde todo uso de la lengua conlleva un
argumento y una lógica según unas reglas (gramaticales, comunicativas, culturales, entre otros) y
principios (pragmáticos, discursivos, entre otros).

En inicio, la retórica se ocupó de la lengua hablada, empero su saber trascendió al discurso


escrito e influyó fuertemente en la literatura una vez que el término redactada triunfó prestigio en
el sistema imperial en Roma, si bien el discurso escrito suele considerarse como una
transcripción reducida o imitación estrecha del discurso oral, actualmente, la retórica ha vivido
un enorme resurgimiento y sus enseñanzas se usan en publicidad, la academia, la política, así
como en la protección de aspectos a lo largo de los juicios civiles. Sin embargo, debido a las
novedosas tecnologías audiovisuales tenemos la posibilidad de dialogar de una retórica de la
imagen, debido a que por medio de una imagen o vídeo tenemos la posibilidad de dialogar sobre
algo usando figuras retóricas (metáfora, metonimia, prosopopeya, personificación, etcétera.).
La retórica ocupó un espacio fundamental en el sistema educativo antiguo y medieval, y hasta el
romanticismo su importancia ha sido determinante en las especialidades humanísticas.

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Amparo en materia penal

Son 3 procesos complementarios los que conformaban el aprendizaje de la retórica: el análisis de


los preceptos, la imitación de modelos y la práctica personal.
Frente a teorías invaluables que proponen distintas y opuestas maneras no solo de comprender el
sentido jurídico del enunciado legal, sino además de narrar y entender los hechos puestos a
juicio, se debe preguntarse por los estándares de validación de aquellas teorías a impacto de
escoger aquella que resuelva la situación tanto legal como legítimamente. Poseemos entonces
que el problema jurídico gira alrededor del consenso y al desacuerdo sobre las hipótesis jurídicas
que entienden de un modo definido las secuelas de los actos; en este problema no hay
probabilidad de volver sobre la sucesión de hechos para establecer los aspectos de consenso y de
desacuerdo, sino que las conjeturas son concepciones que ofrecen sitio a la obra del sentido,
tanto de la ley como del caso concreto. Si la controversia es sobre los hechos, entonces las piezas
tienen la posibilidad de entablar una sucesión y volver sobre ella con el objetivo de saber cuáles
son los hechos en los cuales permanecen de consenso e detectar con claridad en cuáles no lo
permanecen.

Todo enunciado legal debería ser interpretado para lograr aplicarlo; este proceso de
interpretación pasa por los intereses procesales del intérprete, por sus concepciones morales y
por sus ideas acerca del derecho y por las interpretaciones institucionales obligatorias (tales
como la jurisprudencia). Sin embargo, esta meditación constantemente lleva a una sola pregunta:
¿esta es la exclusiva solución o hay otras resoluciones racionales, razonables y jurídicamente
correctas? Constantemente existe una solución y continuamente hay algunas resoluciones al
caso. Los inconvenientes de la interpretación normativa son los inconvenientes de la
interpretación lingüística, por lo que, continuamente existe una solución al caso una vez que el
intérprete tiene evidentemente determinado sus valores morales, jurídicos y políticos y, además,
los reconstruye a partir de una narración interpretativa. En otras palabras, cada palabra del
enunciado tiene diversos significados; escoger uno y no escoger otro significar tomar partido por
un sentido y de esta forma edificar la narración interpretativa. De la misma forma, el enunciado
fáctico tiene diversos significados; escoger un sentido de un acto o escoger otro sentido del
mismo acto es edificar la narración interpretativa.

La obra del sentido del enunciado legal se hace a partir de la intencionalidad de la triada
procesal, por consiguiente, las 3 argumentaciones jurídicas (las piezas en litigio y el juez)
llevadas a cabo dentro del juicio construirán 3 universos probables (problemas) y construirán 3
resoluciones diversas a un mismo problema (factores que van a ser valorados retóricamente para
escoger entre ellos). En otras palabras, el corpus jurídico que regula la discusión es un grupo de
signos habituales entre ellos, sin embargo aquel grupo de signos consigue sentido una vez que, a
partir de sus intencionalidades procesales, las piezas construyen el sentido de aquellos signos
usuales. De aquí se deriva la siguiente aseveración: las piezas no construyen distintas
interpretaciones sobre los mismos hechos, sino que las piezas construyen el sentido de los hechos

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Amparo en materia penal

y el sentido de la ley, más adelante explican su construcción. No hay, puesto que, objetividad
legal y fáctica, ya que tanto la ley como los hechos son estructuras discursivas.

Las piezas en el proceso legal ofrecen resoluciones diversas para solucionar la situación, empero
ello no supone que una de estas argumentaciones sea idónea (y por consiguiente legal), o que las
demás sean argumentaciones incorrectas (y por consiguiente no son legales). Lo cual en realidad
pasa es que las piezas construyen los hechos y construyen el sentido de las reglas de forma
distinto ya que, antes que nada, la materialidad de la ley es el lenguaje y, por esto, no hay
interacción directa entre el símbolo lingüístico y el objeto destinado (solo hay evocaciones). A
partir de esta condición de la materialidad de la ley y de los hechos, las piezas construyen y
reivindican sus intencionalidades procesales.

Asimismo, constantemente hay algunas resoluciones al caso una vez que el intérprete tiene
distintas concepciones teóricas, según los entornos de aplicación de la regla.

La oratoria es el arte de mencionar, y en especial de saber mencionar. Conforme con la RAE,


especialmente, la oratoria es “el arte de dialogar con elocuencia”.
El análisis de la oratoria te posibilita aprender a manifestar las ideas, y a conseguir que la
audiencia te interprete como deseás que te interprete.
Si bien varias personas cuentan con dotes comunicativas naturales, la oratoria es un instrumento
que se puede laborar y mejorar. Los abogados que deseen llevar su oratoria a un nuevo grado
tienen que considerar las próximas claves:
La oratoria jurídica es el grupo de técnicas de dicción e dioma del cuerpo aplicadas a la
comunicación en los métodos asociados a la abogacía. Por esa razón, la oratoria es fundamental
debido a que la utilización apropiado del lenguaje jurídico es clave para conservar la confianza
de los consumidores.
En conclusión, es importante hacer mención que para arribar a esta condición, se debe tener una
constante disciplina y  hacer de la lectura  un hábito, estos esfuerzos sin duda lo llevaran a tener
un aumento visible de sus capacidades y destrezas en el arte de la oratoria para poder expresar de
mejor manera sus argumentos en un juicio oral, y contar con un vocabulario extenso a la hora de
redactar escritos jurídicos, lo que sin duda le permitirá alcanzar sus objetivos y conseguir
mayores logros profesionales.
A partir de la rehabilitación del estudio de las falacias en las últimas décadas por parte de
filósofos interesados en el estudio de la lógica y la argumentación, los estudios dedicados al
razonamiento jurídico también han incorporado en sus fundamentos teóricos el estudio de las
falacias, en virtud de que los argumentos jurídicos suelen incorporar falacias o discursos falaces
al momento de analizar la estructura de las normas jurídicas, sus criterios de interpretación y

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Amparo en materia penal

aplicación, sus valoraciones morales e incluso hasta cuestiones probatorias. Sin embargo, existen
pocos estudios o artículos en el campo de la argumentación jurídica que expliquen el uso
frecuente de las falacias en el campo jurídico-penal.
Un argumento falaz usualmente se define como “un argumento que parece válido sin embargo no
lo es”.

Pese a los intentos de unir o clasificar las falacias, en ventaja de que las múltiples teorías las
analizan a partir de distintas perspectivas, como la lógica, la retórica o la pragmática, no existe
un criterio uniforme. Por cierto, refiere Lilian Bermejo-Luque, que inclusive hay teorías que no
permiten que las falacias sean un criterio válido de calificación de un argumento, aunque si
tienen la posibilidad de ser identificadas y refutadas con las técnicas argumentativas correctas.
Ahora bien, “las falacias tienen la posibilidad de ser no solo deficiencias inferenciales, sino
además deficiencias procedimentales, violaciones de las normas que determinan qué
movimientos discursivos son legítimos y cuáles no en el momento de realizar un diálogo
argumentativo” . Hay falacias tan habituales que fueron bautizadas con nombres propios y otras
que no pareciéndolo de ingreso, por la utilización que se hace de un argumento en especial, son
considerados falaces, en ventaja de que “sirve[n] para colar conclusiones de forma ilegítima (esto
es, conclusiones que no se siguen de las conjeturas, se valore esto como se valore), es algo a eso
que debería atender todo ese que desee convencer a su interlocutor o auditorio” . Inclusive puede
darse la situación que, habiendo reconocido una falacia en especial, todavía se tendría que
evaluar si el argumento es conveniente y si responde a los compromisos retóricos y pragmáticos
en los cuales incurre, o sea, si hablamos de un desplazamiento realmente falaz, en sentido
normativo, o es un desplazamiento legítimo” . Ahora bien, libre de la carencia de unanimidad en
las teorías de las falacias, es notable su la utilidad para identificar una argumentación errónea.

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