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Lecciones preliminares de filosofía

Lección VI

El realismo de las ideas en Platón

 El eleatismo no es idealismo sino realismo

Hemos visto las líneas generales de la filosofía de Parménides, en ellas hemos


podido entresacar las dos bases fundamentales han sido: primeramente, la
identificación del ser con el pensar; segundo, la aplicación rigurosa de las
condiciones del pensar a la determinación del ser.

Se ha dicho, Parménides identifica el pensamiento y el ser, puesto que estatuye que


el pensamiento y las condiciones del pensamiento son la directiva única que puede
guiarnos a través de nuestra busca en pos del ser, esa identificación constituye el
núcleo mismo de la filosofía que los modernos llaman idealismo, Parménides no es
un idealista.

Parménides es un filósofo griego que establece las bases del realismo filosófico.
Porque, claro está que existe en el pensamiento de Parménides esa identidad entre
el ser y el pensar; en la realidad, en la mente de Parménides no se difuma ni un solo
instante el punto de partida efectivo de su pensamiento; y el punto de partida
efectivo es el análisis de la cosa. Parménides parte en su metafísica de la realidad
de las cosas; de que las cosas son reales.

Una de las condiciones fundaméntale de todo pensamiento es que el pensamiento


concuerde consigo mismo; que el pensamiento sea coherente, valga la redundancia
el pensamiento sea lógico. Es decir, que el pensamiento no afirme ahora una cosa y
un instante después lo contrario; porque no puede ser verdad que una cosa sea
cierta y que inmediatamente después, lo contrario de esa cosa sea cierto también,

 Formalismo de los eleáticos

En efecto, el principio racional de que Parménides hace uso es el principio de


identidad. Ese principio según el cual algo no puede ser y no ser al mismo tiempo;
ese principio de identidad es, empero, realmente un principio formal. No tiene
contenido. Si lo queremos llenar, tenemos que llenarlo con palabras como “algo”,
“esto”, “aquello”; con palabras como “una cosa no puede ser igual a otra” o “no
puede ser desigual de sí misma”. Esas palabras vagas: algo, aquello, esto, una
cosa.

Les muestran a ustedes perfectamente que el principio es una forma que carece de
un contenido objetivo propio, que es una hebra en donde otras instituciones
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procedentes de otros lados pueden enhebrarse coherentemente; pero que, si no hay


otras instituciones más que la propia intuición de ese principio, entonces este
principio constituye un simple molde, dentro del cual no se vierte realidad ninguna.

 Platón El ser y la unidad

Platón debe una enorme parte de su filosofía a Parménides. Debe también otra
parte de su filosofía a Sócrates. Pero advierte muy bien el punto en que la filosofía
de Parménides flaqueaba, “Parménides, confunde aquello que es, con la unidad de
lo que ellos es”. Dice que Parménides confunde aquello que es, o sea l existencia
de algo, con la unidad de lo que ellos es, o sea con la unidad de las propiedades
eso que existe. Confunde, pues, según platón, el existir con lo que yo llamo el
consistir. Consiste en confundir las condiciones formales del pensamiento con las
condiciones reales del ser.

 Elementos eleáticos en el platonismo

A Parménides le debe a Platón tres elementos muy importantes de su filosofía. Le


debe el primer lugar la convicción de que el instrumento para filosofar, no puede ser
otro que la intuición intelectual, la razón, el pensamiento. De la identificación que
hace Parménides entre el pensar y el ser, recoge Platón esta enseñanza.

Nuestro pensamiento es el que ha de advertir a cada momento: por ahí vas bien;
por ahí vas mal. El pensamiento, en la forma de intuición intelectual, es el que nos
ha de llevar directamente a la aprehensión del verdadero y autentico ser.

 Influencia de Sócrates: el concepto

Pero la influencia de Sócrates en Platón es no menos importante que la influencia


de Parménides. Sócrates enseña a Platón unas cuantas cosas de capital
importante. Sócrates es un hombre que no escribió nunca una línea, y resulta que
después de veinticinco siglos hablamos todavía de él, con el mismo interés con la
misma pasión a veces, que si estuviese viviendo hoy.

A Sócrates se le ocurre, el propósito de hacer el mundo moral lo mismo que los


geómetras hacen con el mundo de las figuras físicas. En el mundo moral hay una
cantidad de acciones, propósitos, resoluciones, modos de conducta, que el hombre
tiene.

Pues lo primero que se le ocurre a Sócrates es reducir esas acciones y métodos de


conducta a un cierto número de formas particulares, concretas, a un cierto número
de virtudes; verbi gratia: justicia, la moderación, la templanza, la valentía.

Y a esa razón que lo explica, a esta fórmula racional, la llama con la palabra griega
“logos”, una de las palabras más refulgentes del idioma humano; ilustre porque de
ella viene la lógica y todo lo que con la lógica se relaciona; ilustre también porque el
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sentimiento religioso se ha apoderado también de ella y la ha de introducido en el


latín con el nombre “verbum”, que a ustedes seguramente en las oraciones
elementales de nuestra religión habrán encontrado: el verbo divino.

 La teoría platónica de las ideas

Esta conversación moral profunda y esta idea del concepto las recoge Platón de
Sócrates. Pero inmediatamente extiende, amplifica en uso del concepto, ya no solo
para la geometría, no solo para las virtudes, como Sócrates, sino en general, para
cualquier cosa. Convierte, pues Platón el concepto en el instrumento para la
determinación de toda cosa en general, inmediatamente pone en relación esta
aportación socrática con las enseñanzas recibidas de Parménides; une la idea de
concepto, de “logos”, con la idea de “ser” y con los atributos del ser parmenídico, y
de aquí resulta exactamente la solución peculiar de Platón al problema metafísico.

La oncología de Platón está muy clara. Recuerden ustedes el “logos” de Sócrates, la


definición del concepto que cubre una porción de la realidad, lo mismo que la figura
“triangulo” cubre una porción de formas que se dan en la realidad visible y tangible.
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Fin de Lección VI

Lección VII

El realismo aristotélico

 Substancia, esencia, accidente

El propósito de Aristóteles es primeramente el traer las ideas trascendentes de


Platón y fundirlas con las cosas reales de nuestra experiencia sensible. Para ello
comienza partiendo de la cosa tal como la vemos y sentimos. Y en la cosa real, tal
como la vemos y sentimos, distingue Aristóteles tres elementos: un primer elemento
que llama substancia; un segundo elemento que llama esencia y un tercer elemento
que llama accidente.

¿Qué es la substancia? El sentido estricto es el de la unidad, que soporta todos los


demás caracteres de la cosa. Pero, ¿Qué decimos de la substancia? Pues todo lo
que decimos de la substancia es lo que llama Aristóteles esencia. La esencia es la
suma de los predicados que podemos predicar de la substancia.

Ahora, estos predicadores se dividen en dos grupos: predicados que convienen a la


substancia de tal suerte que si le faltara uno de ellos no sería lo que es, y luego,
predicados que convienen a la substancia, pero que son de tal suerte que, aunque
alguno de ellos faltara, seguiría siendo la substancia lo que es.

Aquellos primeros son la esencia propiamente dicha, porque si alguno de ellos le


faltara a la substancia, la substancia ya no sería lo que es, y estos segundos son el
accidente, porque el hecho de que los tenga o no los tenga no entorpece para nada
que sea lo que es.

En ese sentido llama Aristóteles la substancia, lo individual. Para Aristóteles, por


consiguiente, lo que existe metafísicamente, realmente, son las substancias
individuales; no el concepto genérico, por eso para Aristóteles la respuesta a la
pregunta de que han arrancado estas conferencias, es muy simple y está
completamente de acuerdo con la propensión natural del hombre. La respuesta a la
pregunta: ¿Quién existe?, es para Aristóteles esta: existen las cosas individuales; lo
demás no existe, son substancias “secundas”

Ha logrado Aristóteles magníficamente lo que se proponía: traer las ideas del cielo a
la tierra; destruir la dualidad del mundo sensible y el inteligible; fundir estos dos
mundos en el concepto lato de la substancia, de cosa real, que está ahí.
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 La materia y la forma

¿a qué llama Aristóteles materia? A un concepto que no tiene nada que ver con lo
que física llamamos nosotros hoy materia. Materia, para él, es simplemente aquello
con que está hecho algo. ¿y forma? La palabra “forma” la toma Aristóteles de la
geometría; consideraba que el estudio de la geometría era la propedéutica
fundamental y necesaria del estudio de la filosofía.

Aristóteles entendió por forma, primero y la figura de los cuerpos, la forma que un
cuerpo tiene, la forma como terminación límite de la realidad corpórea vista desde
todos los puntos de vista; pero sobre esa acepción, aquello que hace que la cosa
sea lo que es, aquello que reúne los elementos materiales. Aquello que hace entrar
a los elementos materiales en un conjunto, les confiere unidad y sentido, eso es lo
que lama Aristóteles forma. Para Aristóteles cada cosa tiene la forma que debe
tener, es decir, la forma que define la cosa.

Por consiguiente, para Aristóteles la forma de algo es lo que a ese algo le da un


sentido; y ese sentido es la finalidad, es el “telos”, palabra griega que significa fin: de
ahí viene esta palabra que se usa mucho en filosofía y que es teología: teoría de los
fines. Consiste en que, a la materia informe, sin forma, se añade, se agrega, se
sintetiza con ella la forma. Y la forma, ¿Qué es? La forma es la serie de las notas
esenciales que hacen de la cosa lo que es y le dan sentido y “telos”, finalidad.

 Teología de Aristóteles

La metafísica de Aristóteles desemboca inevitablemente en una teología, ¿Qué


significa contingente? Significa que lo mismo podría existir qué no existir; esta
existencia no contingente sino necesaria que tiene en sí misma la razón de su
existir, la causa de su existir, el fundamento de su existir, es Dios. Para Aristóteles el
símbolo propio de la contingencia, de lo no necesario, de lo que requiere
explicación. Por tanto, si Dios estuviese en movimiento, Dios requeriría explicación.
Para Aristóteles el símbolo propio de la explicación, de lo no necesario, de lo que
requeriría explicación.

Mas como Dios es precisamente la existencia necesaria absoluta, que no requiere


explicación, tiene que ser inmóvil. Aristóteles deduce inmediatamente de su
inmovilidad su inmaterialidad. Si es inmóvil es inmaterial, porque fuera materia,
entonces, seria móvil. Mas, ¿Cuál es la actividad de Dios? La actividad de Dios no
puede consistir en otra cosa que, en pensar, y no puede consistir más que en
pensar, porque imaginad que Dios hiciera algo que no fuese pensar: pues este algo
no podría ser más que moverse, y él es inmóvil. Lo tiene todo y lo es todo. La
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teología de Aristóteles termina con esas resonancias de puro intelectualismo, en


que Dios es llamado “pensamiento del pensamiento”, “noesis oneceos”.

Fin de la lección VII

Lección VIII

La metafísica realista

El realismo afirma la existencia del mundo, de las cosas que constituyen el mundo, y
de nosotros dentro de ese mundo, como una de tantas cosas. Pero las dificultades
de toda suerte que se amontonan ante esta tesis realista obligan a los filósofos que
la defienden a multiplicar las advertencias, a poner condiciones, a fijar estructuras
varias de ese ser del mundo y de las cosas.

 Estructura del ser: categorías

Los conceptos que nos conviene a todos precisar en Aristóteles se refieren a la


estructura del ser. La estructura del ser en general es un problema que ha
obsesionado a Aristóteles; Aristóteles quiere penetrar en la estructura misma del
ser, y lo hace en diferentes lugares y con diferentes intentos en sentidos distintos.
Llega a precisar con bastante exactitud lo que el entiende por estructura del ser. Él
quiere encontrar aquellos puntos de vista desde los cuales podemos considerar
cualquier ser. Vamos nosotros a empezar tomando las categorías en su aspecto
lógico. Si nos encontramos ante una realidad, ante un ser, y nos preguntamos
cuales son los distintos puntos de vista desde los cuales podemos situarnos para
decir de ese ser lo que es, entonces hallaremos un cierto número de modos,
maneras de predicar el ser, maneras de atribuir al sujeto un predicado. La primera
manera de atribuir al sujeto un predicado la llama Aristóteles “substancia”, viene un
segundo punto de vista.

Podemos decir de un hombre que es grande o pequeño; podemos decir de un


caballo que es grande o pequeño; de una colección de cosas, que son muchas o
pocas. De suerte que aquí tenemos otro punto de vista desde el cual enfocamos el
ser y que Aristóteles llama la “cantidad”. Pero cualquier ser puede ser también
enfocado desde un tercer punto de vista. Cuando hemos dicho lo que es y cuanto
es, podemos también decir que es rojo, verde, noble, innoble, feo, bonito. Este es el
punto de vista que llama Aristóteles la “cualidad”. Luego consideramos los seres en
relación unos con otros. De un ser podemos predicar igualmente que es mayor que
el otro; menor que el otro; igual que el otro. A este tipo de predicación lo llama
Aristóteles “relación”. Podemos además ante un ser intentar determinar dónde está.
A este punto de vista sobre cualquier ser lo llama Aristóteles “lugar”. Del mismo
modo tenemos el punto de vista del “tiempo”. De un ser podemos predicar cuando
es, cuando deja de ser, cuando fue.

Otro punto de vista es el determinar en un ser lo que ese ser hace. A este punto de
vista lo llama Aristóteles “acción”. Y por último, de cualquier ser podemos también
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predicar, no lo que él es, sino lo que el padece, lo que el sufre. A este punto de vista
lo llama Aristóteles “pasión”. Tendremos, por consiguiente, esta lista de ocho
categorías que acabo de enumerar, y que son: substancia, cantidad, cualidad,
relación, lugar, tiempo, acción y pasión.

Fin de la lección VIII

Leccion IX

Origen del idealismo

 El conocimiento y la verdad en el realismo

Habíamos encontrado en el campo de la filosofía por la senda de la metafísica. Esa


respuesta está contenida en la metafísica realista, en el realismo. ¿Qué quien
existe? Pues existen las cosas, el mundo de las coas y yo en ellas. Habíamos visto
que esa contestación dada por el realismo implica que el mundo es lo que existe. La
relación en que nosotros nos gallamos con ese mundo de cosas impregnadas de
intangibilidad es una relación de conocimiento. Nosotros conocemos esas cosas.
Para conocerlas, empezamos por formar conceptos de ellas; cuando tenemos
formado un concepto de una cosa, ya estamos armados para ir por el mundo, y
entonces formular juicios de conocimiento, en donde se diga: esto es eso.

Nada, pues, le sorprende al sabio cuya mente está llena de conceptos. El


conocimiento, pues, refleja en la mente la mismísima realidad. El conocimiento, para
el realista, es eso: reflejo; y de esta manera entre el pensamiento del que conoce y
la realidad no existe discrepancia alguna. El pensamiento es verdadero; y esto
quiere decir que, entre él y la cosa, existe una perfecta adecuación. La verdad se
define, en el realismo, por la educación entre el pensamiento y la cosa.

 Crisis histórica al principio de la edad moderna.

Pero llega un momento de la historia del pensamiento humano en que la creencia


en el realismo aristotélico empieza a sufrir menoscabo. La creencia aristotélica sufre
menoscabo a partir del siglo XV, los cimientos del aristotelismo van siendo cada vez
más zapados por las minas que los hechos históricos y los descubrimientos
particulares le imprimen al movimiento del pensamiento humano.

En primer lugar, la destrucción de la unidad religiosa, las guerras de religión, el


advenimiento al mundo del protestantismo. Las luchas entre los hombres por
distintos credos religiosos hacen tambalear la fe en una verdad única que uniese a
todos los participantes en la cristiandad. Pero además de las guerras de religión,
que destruyen la creencia en la unidad o en la unicidad de la verdad, otros hechos
históricos contribuyen notablemente a menoscabar la creencia en la metafísica
aristotélica.
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Estos hechos son: en primer término, el descubrimiento de la tierra y en segundo


término el descubrimiento del cielo. Cambia esto por completo la imagen que se
tenía de la realidad terrestre. Pero además de haber descubierto la tierra, el hombre
del sigo XVI descubre el cielo. El nuevo sistema planetario, cambia por completo
también la idea que los hombres tenían de los astros y de su relación con la tierra.
La tierra cesa ya de ser el centro del universo.

El sistema Solar es uno de tantos sistemas de que se compone la inmensidad del


cielo; y la tierra en ese sistema solar ocupa un lugar secundario. Estos hechos
históricos, el descubrimiento de la rotundidad del planeta, el descubrimiento de la
posición de la tierra a la ciencia de Aristóteles.

 Necesidad de plantear de nuevo los problemas

Cuando en el siglo XVI, a principios del siglo XVII, el desconcierto científico y


filósofo llega a términos tales que hace absolutamente preciso replantear de nuevo
los principales problemas de la filosofía, el pensamiento que los replantea no está
ya en las mismas condiciones en que estaba Parménides. Han transcurrido veinte
siglos desde entonces, comienza en este momento la segunda navegación de la
filosofía. La primera la inicia Parménides; esta segunda la inicia Descartes. Pero
aquellos navegantes Parménides, Platón Aristóteles eran navegantes inocentes. No
había sufrido la filosofía desengaño ninguno todavía. En cambio, el navegante
nuevo, el navegante Descartes, ha perdido la virginidad, ha perdido la inocencia. Ya
no está en las mismas condiciones. Tiene detrás de sí un pasado filosófico
aleccionador, una experiencia previa, que ha fracasado. Y entonces él tiene que
comenzar a filosofar, sino con la cautela y la prudencia del que ha presenciado un
gran fracaso de siglos. ¡Cuidado!, piensa Descartes. ¡No vayáis a equivocarnos!
¡Mucho cuidado! Esta actitud de prudencia y de cautela que el lugar y el momento
histórico imponen inevitablemente a Descartes es lo que imprime un sello indeleble
en el pensamiento moderno. El pensamiento moderno es todo lo que se quiera,
menos inocente; es todo lo que se quiera, menos espontaneo.

¿en qué consiste esa cautela? Pues consiste en que espectáculo histórico del
derrumbamiento del aristotelismo pone en el primer plano del pensamiento moderno
una cuestión previa, antes de toda otra.

 El problema del conocimiento se antepone al metafísico

De manera que la característica del pensamiento moderno es que antes de


plantearse metafísico se plantea otro problema del método que hay que descubrir
para aplicarlo de suerte que no se cometan errores; el problema de la capacidad
que tenga el pensamiento humano para descubrir la verdad; el problema de su ek
pensamiento humano puede o no puede descubrir la verdad; el problema de los
caracteres que haya de tener un pensamiento para ser verdadero. En suma, toda
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una serie de problemas que los filósofos hoy comprendemos bajo la denominación
de “teoría del conocimiento”. La característica del pensamiento moderno es que en
vez de debutar por la propia ontología, debuta por una epistemología, por una teoría
del conocimiento.

Fin de la lección IX

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