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“El objetivo principal de la ciencia

es descubrir la verdad sobre el


universo”
Posted on 10/04/2019 por Francisco Conca Pardo
ENTREVISTA | Antonio Diéguez Filósofo de la biología
Antonio Diéguez.

Antonio Diéguez es Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la


Universidad de Málaga. Su dilatada y laureada trayectoria académica comenzó
con el realismo científico, un debate clásico de la filosofía de la ciencia del que es
un exponente nacional. Cuando los puntos clave de los análisis filosóficos sobre
ciencia quedaron acotados los filósofos se especializaron en ciencias concretas. Él
escogió la biología, lo que le permitió explorar un terreno en el que se muestra muy
cómodo: las fronteras entre la naturalezade los diferentes seres vivos. Su debate
más reciente trata sobre la existencia de un límite verdadero entre lo que
entendemos como animales, humanos e hipotéticos seres transhumanos.
Comprometido con la divulgación, es autor y coordinador de numerosas
publicaciones y un conferenciante experimentado. Un hombre con múltiples
talentos que ha sabido cambiar de opinión en el momento acertado.

Usted es un referente del realismo científico y autor de un libro homónimo ¿Cómo


definiría esta corriente?
El realismo científico es una posición dentro de la filosofía de la ciencia que
defiende tres cosas: existe una realidad, las teorías científicas proporcionan
conocimiento sobre ella y la ciencia progresa hacia teorías más verdaderas.
También tiene conexiones fuertes con debates de historia de la ciencia y  con el
realismo filosófico.

¿Qué le llevó a interesarse por el realismo científico?


A raíz de mi tesis doctoral leí a J.S. Mill, Karl Popper y Thomas Kuhn. Después
empecé a explorar de manera sistemática a todos los filósofos de la ciencia
importantes. Además de los autores citados, leí obras de Whewell del siglo XIX y
me interesé por el Círculo de Viena e Imre Lakatos, hasta llegar a nuestros días.
De los recientes, me impactó fundamentalmente la lectura de un filósofo finlandés
con el que luego tuve una buena relación personal, Ilkka Niiniluoto. Fue rector de la
universidad de Helsinki durante varios años y está considerado como uno de los
grandes teóricos del realismo científico. Ilkka escribe de forma muy clara y su
visión de este asunto era muy convincente, así que empecé a escribir un libro al
respecto.

Realizó varias estancias en el departamento de Filosofía de la Ciencia de la


Universidad de Helsinki.
Sí, fui para debatir sobre los temas del realismo científico con Ilkka Niniiluoto. Es
uno de los departamentos de filosofía de la ciencia más prestigiosos del mundo.
Tuvo entre sus primeros miembros a un integrante del círculo de Viena, Eino Kaila.
El director más querido y más influyente que ha tenido es Georg Henrik von
Wright, discípulo y albacea testamentario de Wittgenstein. Yo lo conocí la primera
vez que fui, era un hombre impresionante. También ha tenido figuras tan
prestigiosas como Jaakko Hintikka o el propio Niniiluoto. La verdad es que estuve
muy a gusto en el departamento. Fue un lujo estar con expertos cuyo su trabajo ha
tenido una gran influencia en la filosofía de la ciencia del siglo XX, trabajar en
aquel ambiente y aprovechar los recursos bibliográficos que se me ofrecían.

“Necesito cambiar de tema cada 10 años”


ANTONIO DIÉGUEZ
¿Siempre ha sido simpatizante del realismo científico?
Cuando empecé a escribir el libro, al igual que la mayoría de jóvenes filósofos, era
un antirrealista. Las posiciones realistas, no sé por qué, eran y son consideradas
como más conservadoras. Lo digo porque el marxismo clásico defendía
claramente el realismo. Marx, Lenin y Engels eran realistas. El libro de Lenin
“Materialismo y empirocriticismo” es una defensa del realismo frente al
fenomenismo y al positivismo previo al siglo XX. Cuando empecé con el libro, pese
a que mis simpatías estaban con las posiciones antirrealistas, me fui dando cuenta
de que los argumentos del realismo eran muy buenos. Me fueron convenciendo
poco a poco, de manera que acabé el libro siendo realista. Desde entonces
conservo la misma convicción, quizás no tan fuerte como entonces, pero en
general sigo pensando que  es la mejor manera de interpretar la ciencia y las
teorías científicas. Lo cual no significa que eventualmente surjan teorías que
puedan ser meros instrumentos de cálculo o herramientas para producir
tecnología, pero ese no es el objetivo principal de la ciencia. El objetivo principal de
la ciencia, aunque a muchos científicos les suene trasnochado, es descubrir la
verdad sobre el universo.

Ha mostrado ser capaz de cambiar de opinión. ¿Tuvo claro desde el principio que
quería dedicarse a la filosofía?
Nací en Málaga, en un barrio obrero de trabajadores, y no tenía en aquel momento
ninguna idea de lo que era la filosofía ni que iba a ser mi vocación. Al principio me
interesaba la pintura, me hubiera gustado ser pintor pero no pudo ser. Hace mucho
que no pinto, más de 10 años, pero no descarto volver a pintar alguna vez. Aún me
arrepiento de ello. En realidad no tenía vocación filosófica, decidí estudiar filosofía
en la cola de matriculación. Quien me influyó en el último instante para hacer
filosofía en lugar de otra carrera de humanidades fue un buen amigo que estaba
interesado en ella. Yo, con gusto, había podido leer un par de libros de Nietzsche,
como “Así habló Zaratrustra”. Fue una decisión muy poco informada, fue un poco
al azar. Por eso digo a las personas preocupadas por su futuro que tomen una
decisión. Que la vocación muchas veces va surgiendo. Cuando empecé la carrera
me di cuenta de que era un buen camino para seguir y tener una profesión.

«Un domingo en casa», cuadro de Antonio Diéguez.


Parece que la decisión fue acertada, fue reconocido con el Premio Extraordinario de
Licenciatura. También obtuvo el Premio Extraordinario de Doctorado por su tesis
sobre John Stuart Mill.
Empecé con J.S. Mill gracias a la llegada a Málaga de mi director de tesis, el
profesor Pascual Martínez Freire, gran catedrático de lógica y filosofía de la
ciencia. Él no podía dirigir una tesis de ética como me hubiera gustado, pero
llegamos a un pequeño acuerdo: podría escoger un autor que tuviera relevancia en
ética y política pero tendría que analizarlo desde la perspectiva de la filosofía de la
ciencia. Su orientación y su ayuda fue fundamental. El indicado era Mill porque
tenía una teoría pionera sobre la metodología de las ciencias sociales que estaba
poco estudiada. La desarrollaba al final de su libro «Un sistema de lógica», que
tuvo una gran influencia a finales del XIX y principios del XX. Lo que hice en la
tesis fue trazar la historia del pensamiento metodológico en las ciencias sociales
hasta la aportación de Mill, además de su influencia posterior.

¿Qué aspectos le llamaron la atención de la obra de J.S. Mill? ¿Comparte su definición


de etología, que la sitúa como “la ciencia del carácter humano en el sentido más
amplio del término”?
Mill dominaba el lenguaje. De su obra me atrajeron dos cualidades: su estilo claro
preciso y su elegancia a la hora de exponer y defender las ideas. Fue una escuela
de escritura que creo ha influido en mi propio estilo. Su idea de la etología sin
embargo me parece que no era muy acertada. En cambio, hizo aportaciones muy
interesantes. Mill pensaba que el método de las ciencias sociales tenía que ser lo
que luego hemos llamado método hipotético-deductivo. Está considerado uno de
los padres del inductivismo, la idea de que los descubrimientos científicos se
obtienen mediante inducción, que luego rechazó Popper por completo. Sin
embargo, para las ciencias sociales deja abierta una metodología diferente en la
que tiene más importancia la invención de hipótesis y el uso de la deducción. Así
que en ese sentido, Mill se adelantó un poco a su época.

Tras explorar debates de filosofía de la ciencia como este se especializó en filosofía de


la biología.
Yo necesito cambiar de tema cada 10 años. No quería seguir leyendo sobre el
realismo porque, aunque seguía siendo un debate intenso en el que surgían
nuevas corrientes, me parecía que los grandes argumentos y las ideas centrales
estaban ya expuestas. Quizás me equivoqué, porque el debate sigue y han surgido
propuestas muy interesantes. Por otro lado, en torno al cambio del siglo XX al XXI,
ya era evidente que la filosofía general de la ciencia no era un campo que fuera a
dar resultados comparables a los que había dado previamente. Quien quisiera
escribir algo sobre la ciencia desde un punto de vista filosófico tenía que
especializarse en una ciencia y hablar con un conocimiento cercano. A finales de
los 90 casi todos los filósofos de la ciencia empezaron a trabajar en alguna ciencia
concreta, fue una cuestión generacional. La filosofía de la ciencia tradicional se
había centrado sobre todo en la física, pero en ese momento había otras
disciplinas científicas emergentes, como la biología o la economía.

Antonio Diéguez en una ponencia sobre el transhumanismo.


Usted, además, cursó parte de la licenciatura de biología.
Hay que conocer la disciplina de primera mano, por ello me matriculé, cursé y
aprobé hasta final del tercer curso. En ese momento era vicedecano y tenía que
pasar muchas horas en el despacho. Yo no iba a ejercer de biólogo y las prácticas
de los últimos cursos ocupaban tardes enteras, así que decidí dejarlo porque ya
conocía la teoría y los rudimentos de la práctica. La biología es una ciencia
fascinante porque muestra que se puede hacer una ciencia de máximo rigor con
unas aplicaciones prácticas increíbles utilizando una metodología muy diferente a
la de otras ciencias. Cuando se habla del Método Científico con mayúsculas y en
singular, pienso que es más una abstracción de cara a la galería, que otra cosa.
En la realidad lo que vemos son ciencias diversas con metodologías diversas. La
que sigue un físico de partículas tiene muy poco que ver con la que sigue un
bioquímico, un paleontólogo, un ingeniero químico o un etólogo. Sin embargo,
todos son métodos científicos. Si se interpreta correctamente la afirmación de
Feyerabend de que “en la ciencia todo vale” (cosa que no siempre se hace),
entenderemos que tenía bastante razón. Lo que Feyerabend quería decir es que si
nos empeñamos en buscar un precepto metodológico universal para todas las
ciencias, éste tendría que ser algo así como “todo vale”, lo que es tanto como decir
que, en realidad, no hay ningún precepto universal sino una enorme diversidad de
métodos. Lo que no está diciendo Feyerabend es que literalmente pueda hacerse
pasar cualquier cosa por científica. La pluralidad de métodos hace que se
rechacen también muchas propuestas en la ciencia por no ser aceptables desde
algún criterio metodológico aceptado.  Las ciencias son muy diversas, no hay una
metodología única. Eso es lo que la biología ha mostrado sin lugar a dudas. Todas
las disciplinas de la biología, con mayor o menor rigor y matematización, han
mostrado que se puede hacer una ciencia sin nada que envidiarle a la física.
Ambas son ciencia, pero distintas metodológicamente. En biología, en lugar de
leyes, existen modelos matemáticos. No son lo mismo pero ambos sirven para
explicar y predecir fenómenos. Esto es un cambio de perspectiva fundamental en
la filosofía de la ciencia porque muestra una de las limitaciones de lo que habían
dicho miembros del Círculo de Viena sobre cómo funciona la ciencia. La biología
es un buen ejemplo de cómo la ciencia es plural, de cómo los métodos se aplican
de formas muy diferentes según el campo. Esto era muy interesante desde el
punto de vista filosófico y fue una de las razones por las que decidí estudiar
biología. Pero también, indudablemente, porque ya empezaba a estar claro el
impacto que iba a tener la ingeniería genética y la biotecnología.

La filosofía de la biología enfrenta grandes debates actualmente. Usted ha participado


en la publicación de Naturaleza animal y humana con el capítulo “Pensamiento
conceptual en animales”.
Uno de los problemas que tienen algunos filósofos de educación tradicionalista es
seguir anclados en la idea de que el pensamiento es tan complejo que requiere de
un lenguaje también complejo. Creen que cuando hablamos de “conceptos”
estamos captando la esencia de algo que no se puede captar sin una inteligencia
abstracta, muy sofisticada.  Si uno lee los trabajos de los primatólogos sobre la
cognición en primates en los últimos veinte años, no puede seguir manteniendo
una concepción tan tradicionalista de lo que es la mente. Conviene mencionar a
Frans de Waal y Josep Call, discípulo catalán de Michael Tomasello. Yo les digo a
mis alumnos que no sigan definiendo al ser humano como el animal racional,
porque no es una buena definición. Los grandes simios y otros primates son
capaces de hacer inferencias transitivas, disyuntivas, etc. Por tanto, son
racionales, aunque no posean un lenguaje. Acepto que es una noción muy básica
de racionalidad, pero me parece válida. Por tanto, definamos mejor al ser humano,
si uno quiere, con la otra traducción posible de la frase de Aristóteles. Aristóteles
dijo que el ser humano era Zoon logon echon, el animal que
tiene logos. Logos también se puede traducir como palabra. El hombre es, por
tanto, el animal con lenguaje. Existen animales que pueden aprender un lenguaje,
como el bonobo Kanzi, la gorila Koko o el loro Alex, pero no es un lenguaje propio,
y, en todo caso, se discute si pueden manejar bien la sintaxis.. Las diferencias
entre los seres humanos y otros animales, particularmente otros primates, son de
grado. No se trata de un abismo ontológico.
“Hay que estar abierto a la aplicación de la biotecnología en
el ser humano”
ANTONIO DIÉGUEZ
Otra cuestión alrededor de la naturaleza del ser humano es el transhumanismo, sobre
el que escribió un libro.
En 2015 hice una estancia de investigación en Oxford en la que trabajé sobre el
transhumanismo. Estuve en el centro Uehiro para la Ética Práctica, uno de los
lugares principales del pensamiento transhumanista en este momento. Es un
movimiento filosófico, cultural, con ribetes incluso religiosos, que pretende mejorar
al ser humano por medio de la tecnología. En concreto con las tecnologías más
avanzadas, que en este momento son la inteligencia artificial y la biotecnología.
Los transhumanistas creen que el ser humano no es un ser acabado, que no existe
una naturaleza humana estable, sacrosanta, que sea absolutamente inmoral tocar
o modificar. Piensan, en cambio, que el ser humano es un ser cambiante que tiene
mucho todavía que hacer para mejorar. Como esta mejora a través de la cultura es
muy lenta, por no decir ineficaz, apoyan la idea de mejorar la especie mediante la
tecnología o la unión con la máquina.  Creo que el discurso transhumanista es
digno de atención, está soportado por muy buenos argumentos y autores. Hay que
atender a expertos como Julian Savulescu o Nick Bostrom y estar abierto a la
aplicación crítica y prudente de las nuevas tecnologías, como la biotecnología, al
ser humano.

También realizó una estancia en Harvard.


Harvard es una universidad impresionante, siempre está entre las cinco mejores
del mundo. Es la investigación en estado puro. El conglomerado de las ciudades
de Cambridge y Boston, donde se encuentra además el MIT y otras universidades
de enorme prestigio, es la zona del mundo con más premios Nobel por kilómetro
cuadrado. Eso crea un clima intelectual asombroso. Tenía por costumbre asistir
todas las semanas a alguna conferencia, ya que siempre las impartían figuras
mundiales. Fue un lujo poder asistir al seminario que impartía Peter Godfrey-Smith,
filósofo de la mente, junto con el biólogo David Haig. Asistió como oyente nada
menos que el afamado filósofo Daniel Dennett y mantuvieron conversaciones muy
interesantes. Percibí también una mentalidad diferente a la nuestra en los
alumnos. Allí el alumno es incitado a no temer equivocarse, siempre que sepa
defender bien su posición. Dan más importancia a la capacidad de argumentar las
ideas propias que al hecho de que sean acertadas o equivocadas.

¿Cuál es el valor más destacado de las estancias en otras universidades?


Creo que son la mejor parte de la carrera profesional. A los profesores en España
desgraciadamente nos tienen atados con demasiadas horas de clase -estamos
mal financiados para eso también- y no nos dejan ir al extranjero tanto como nos
gustaría. Sin embargo, es algo que luego nos piden en el CV

Muchos  profesores e investigadores son también divulgadores. ¿Cuál cree que es el


papel de la comunicación de la ciencia en la sociedad actual?  
La comunicación de las ciencias debería tener un papel central, la ciencia necesita
estar en contacto con el público. No comunicar los resultados despierta recelos.
Las actitudes anticientíficas coinciden en un rechazo a la ortodoxia y en pensar
que hay intereses oscuros o que la investigación está sesgada. Que tanta gente
piense de ese modo es una desgracia y es peligroso. La ciencia ha de
preocuparse por su imagen pública. No puede ser que a un científico le cueste
perder prestigio el hecho de dedicar parte de su tiempo a la divulgación. Es central
para la supervivencia de la propia ciencia y es absurdo que las publicaciones de
este tipo no tengan prácticamente ningún valor curricular. Existe una idea
cientifista de que el auténtico científico se dedica a otras tareas más serias, que
esa es una tarea menor. No lo es; al igual que no lo es el tema de la financiación,
que todos los equipos de científicos entienden. La ciudadanía tiene que percibir
que incluso la investigación básica es útil. Creo que se está empezando a
entender, pero ha costado.

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