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La ciencia y el sentido de la vida

FRONTERAS

Otro de los habituales reproches que suelen escuchar los ‘cientifistas’ es que a diferencia de la
religión la ciencia no proporciona respuestas a las Grandes Preguntas de la Humanidad,
aquellas relacionadas con el sentido de la existencia y con el papel que en ella jugamos cada
uno de los mortales. Una vez más como si esto fuese de alguna manera un fallo del proyecto
científico, un defecto que de alguna manera invalida o menoscaba el valor que tiene la ciencia.
Cuando, una vez más, encontrar el sentido de la vida no ha sido jamás, ni puede serlo, un
propósito de la ciencia.

Mirándolo con distancia resulta fascinante y extraña la imperiosa necesidad que sienten los
humanos por las narrativas, por disponer de explicaciones hiladas en historias que estructuren
y den forma al Universo. Todas las religiones incluyen cosmogonías que explican cuál es el
origen del mundo y cómo y por qué se produce su desarrollo, dejando huecos para que todos
sus feligreses puedan insertar sus propias vidas y experiencias en una narración con principio,
nudo y desenlace, siempre con connotaciones morales que no sólo explican los cómos, sino
también los porqués. Cuando se pregunta a las persona religiosas el por qué de su fe una de las
respuestas más típicas es que su creencia les ayuda a entender su papel en el Universo, ya que
sin ella se sentirían perdidos en un Cosmos carente de sentido o razón. Las cosmogonías
religiosas son así una parte fundamental del atractivo de la religión como concepto al
proporcionar un sentido a la existencia, un esquema narrativo sobre el que fijar la experiencia
humana y darle una estructura sin la cual nos sentimos inseguros. ‘Porque dios quiere’ o
‘porque los planes de la divinidad on complejos e insondables’ se convierten en explicaciones
que para los creyentes dotan de sentido incluso a los sucedidos más absurdos o
incomprensibles.

La ciencia no hace eso, dicen quienes lo consideran un defecto, y por tanto es insuficiente, está
tarada, carece de una pieza esencial. Y tienen toda la razón, solo que no se trata de un defecto
sino de una característica esencial: la búsqueda del sentido de la existencia nunca ha formado
parte de los objetivos de la ciencia, que no pretende explicar nuestro papel en el Universo sino
simplemente describir cómo funciona.

Puede que la confusión provenga del hecho de que la ciencia ha desguazado con datos y
conocimiento las cosmogonías de todas las religiones al describir el verdadero origen y
desarrollo posterior del cosmos. Quizá sea porque en sus sucesivos saltos de conocimiento la
ciencia ha ido desplazando a la Humanidad del centro del Universo, lugar que por definición
ocupa en las narrativas de todas las religiones. El caso es que de alguna manera ciertos
creyentes han pasado a considerar a la ciencia como una narrativa de tipo religioso más, pero
sin que responda a las clásicas dudas existenciales tan típicas de adolescentes y de intoxicados:
¿quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Cuál es nuestro papel en la Gran Narrativa Universal?
La ciencia no busca ni pretende responder a esas preguntas en el sentido filosófico-moral-
religioso en el que suelen hacerse. Para la ciencia en el Universo no hay necesariamente rima,
ni razón, ni una narrativa confortable que nos permita comprender con facilidad nuestro papel
en el Cosmos. Lo que es es lo que es, sin que quepan deducciones morales ni se pretenda
obtenerlas, sin que el papel de la Humanidad sea especial por encima del que cualquier otra
especie biológica. De lo que se trata es de entender lo que existe, no de buscar, descubrir y
encajar la experiencia humana en un plan o historia universal que no existe. Por eso la ciencia
tiene la característica, que no el defecto, de no buscar ni estar interesada por el sentido de la
vida. Porque bastante complicado es ya simplemente entender el Cosmos como para buscarle
las vueltas.

Sobre el autor: José Cervera (@Retiario) es periodista especializado en ciencia y tecnología y


da clases de periodismo digital.

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Por César

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