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en J. Cabrero-P. González Serrano (eds.), PVRPUREA AETAS. Estudios sobre el Mundo Antiguo
dedicados a la Profesora Pilar Fernández Uriel(Signifer Libros Monografías de Antigüedad Griega y
Romana, 56), Madrid-Salamanca, 2019, 331-354
[2018] La visión del Más Allá en la religiosidad romana: la t ransmigración de las almas como mensaje d…
Ait or Freán Campo
[352] «La urna de Luscinia Philumena. Consideraciones sobre su at ribución romana y su carmen epigr…
Sabino Perea Yébenes
Aves en el Elíseo romano
Como homenaje a Pilar, ejemplo para todos nosotros de dedicación y entrega, larga y
entusiasta, a la docencia y la investigación, a la gestión y la transferencia del conocimiento,
trataré un tema poco estudiado como es el de la presencia de las aves en el Hades romano.
Los romanos establecieron pronto estrechas relaciones entre las aves y la muerte quizá
conscientes de que muchos de ellos estaban destinados a que su cuerpo fuera pasto de
ellas1. Horacio, que desea que el poeta Mevio naufrague en alta mar, promete a los dioses
una pareja de corderos «si opimo botín de los somormujos / fueres en la corva orilla»
(opima quodsi praeda curvo litore / porrecta mergos iuverit: Epod. X, 21-22). En dos
ocasiones Ovidio hace alusión al temor de Ariadna a que sus restos sean devorados por las
aves marinas: «¡Cuánto miedo sintió Ariadna, Teseo, cuando la dejaste sola en un lugar que
no conocía», escribe en Ars Amandi y en las Heroidas la muchacha anuncia que «las aves
marinas se posarán sobre mis huesos no enterrados (Ossa superstabunt volucres inhumata
marinae: X, ¡123)! Propercio lamenta la muerte de su amigo Peto, que ha naufragado en
un viaje a Egipto. Su madre no puede ofrecer tributos fúnebres a la tierra ni enterrarle entre
las tumbas familiares: «sino que ahora las aves marinas revolotean en torno a tus huesos»
(sed tua nunc volucres astant super ossa marinae: III, 7, 11)2.
Las aves carroñeras y, en especial, el buitre, estaban tan vinculadas a la muerte que el
célebre arúspice Umbricio sostenía que «con tres días de antelación [los buitres] vuelan
hacia los lugares donde va a haber cadáveres» (triduo autem ante advolare eos, ubi cadave-
ra futura sunt: Plin., NH X, 19)3. Incluso en la Urbe sus habitantes estaban familiarizados
con los buitres cuya presencia, aunque muy desagradable, era necesaria dada la arraigada
costumbre de arrojar los cadáveres, privándolos de sepultura. Ya en el 270 a.C., cuando en
1
La presente contribución es una reelaboración de mi ponencia «Gli ucelli e l’Ade di epoca augustea», leída
en el congreso Solo nel doppio regno vengono le voci eterne e dolci: La rappresentazione dell’aldilà tra mondo antico
ed età contemporanea, celebrado en el Aula Magna della Facoltà di Lettere e Filosofía della Università degli Studi di
Genova el 26 de octubre de 2010.
2
Novara, A.: «Magie, amour et humour chez Properce », en La Magie. Du monde latin au monde contemporain.
Actes du colloque international de Montpellier 25-27 mars 1999, III, Montpellier, Publications de la Recherche Université
Paul Valéry, 2000, p. 38.
3
Sobre Umbricius, cf. Briquel, D.: «Sur un fragment d’Umbricius Melior: l’interprétation par un haruspice de
la légende de fondation de Rome?», Bulletin de l’Association Guillaume Budé, 1 (1996), pp. 32-43.
el Foro fueron ejecutados cientos de soldados etruscos, los cadáveres fueron arrojados en
el Esquilino «a los pájaros y a los perros» (D. H. XX, 6). Las temibles epidemias que con
frecuencia asolaban la ciudad se consideraban causadas por un aire contaminado por la
putrefacción de los cadáveres, lo que explica la necesaria presencia de los buitres.
Los puticuli, el antiguo cementerio situado más allá del muro serviano, daba al barrio
del Esquilino una siniestra reputación. Dice Horacio (Sat. I, 8, 16) que quienes pasaban
tristes por el lugar contemplaban un «campo informe de huesos (informem...ossibus
agrum)» y que había que espantar a las fieras que infestaban el lugar. En el año 31 a.C.,
Mecenas, que poseía en el Esquilino un conocido y extenso Jardín (pese a su mención
como pauca iugera certa por el autor de la Elegía a Mecenas) decidió ampliarlo añadiendo
el cementerio, transformando así el lúgubre paisaje en una zona agradable y rica en arbola-
do4. La transformación del Esquilino y la desaparición de la necrópolis supuso también la
desaparición de los buitres que acentuaban hasta entonces el carácter fúnebre del barrio y a
los que Horacio se refiere como Esquilinae alites. Quizá Mecenas pensaba también en los
buitres del Esquilino cuando en una de sus composiciones literarias, comprometido con
el ideario epicúreo, escribió: nec tumulum curo: sepelit natura relictos (apud Sen., ep. 92,
34-35).
En cualquier caso, en su lugar, debió de surgir una fauna ornitológica menos siniestra.
Desde entonces, la preocupación principal no era alejar del lugar a las aves carroñeras sino
escuchar el canto de los pájaros, aunque en ocasiones dañaran la vegetación de los horti
Maecenatis. El autor anónimo de la Elegía a Mecenas nos presenta al viejo ministro y
amigo de Augusto escuchando en el locus amoenus, al que decidió retirarse renunciando
a los triunfos y los honores, el murmullo del agua y el canto melodioso de los pájaros
silvestres:
Cinco años antes de aquella reforma emprendida por Mecenas, Octavio, en colaboración
con Agripa, llevó a cabo la construcción del Portus Iulius en el lago Averno, la puerta del
Infierno, ordenando talar un cercano bosque sagrado5. Recordemos que los antiguos llama-
ban «avernos» a los lugares que, considerados como entrada al mundo infernal, a causa
4
MoNtero, S.: Augusto y las aves. Las aves en la Roma del Principado: prodigio, exhibición y consumo (Col.
lecció Instrumenta 22), Barcelona, Publicacions i Edicions Universitat de Barcelona, 2006; Id.: «Mecenas y las aves»,
en J.C. BerMejo Barrera, M. García SáNchez (eds.), Desmoi Philias. Bonds of Friendship, Studies in Ancient History
in Honour of Francisco Javier Fernández Nieto (Col.lecció Instrumenta, 58), Barcelona, Edicions de la Universitat de
Barcelona, 2017, pp. 233-241.
5
MoNtero, S.: Augusto y las aves. Las aves en la Roma del Principado: prodigio, exhibición y consumo (Col.
lecció Instrumenta 22), Barcelona, Publicacions i Edicions Universitat de Barcelona, 2006, p. 34.
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Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano
de emanaciones mefíticas que provocaban la muerte de las aves que los sobrevolaban6.
Virgilio se detiene en esta característica cuando escribe:
El verso 242 se considera hoy como una interpolación, pero hace alusión a una
etimología popular que hacía derivar, en efecto, el término Avernus del griego a-órnis
(«sin aves»). Así Nonius (14, 4) retoma esta etimología: Auernus… quia odor auibus
infestissimus y Plinio, en su Historia Natural (IV 1, 2), evoca un locus Aornos [ἄορνος]
et pestifera auibus exhalatio. Todavía en Claudiano se mantiene esta etimología pues
señala que solo cuando Plutón regresa al Hades en compañía de Prosérpina «entonces
también, aves, sobrevolasteis ilesas las apaciguadas aguas del pestífero Averno» (Rapto
Proserp. II, 348-349: Tunc et pestiferi pacatum flumen Averni innocuae transistis aves
flatumque repressit Amsanctus). Dicha pretensión etimológica resulta irónica en opinión
de D. Ogden ya que etimológicamente el topónimo (de avis más un sufijo -ernus) significa
precisamente «place of birds»7. Es posible que Octavio hiciese circular la idea, como
apuntan algunos testimonios tardíos, de que mediante el saneamiento del lago el lugar
volvería a ser habitable y los pájaros podrían volar libremente sin caer muertos, como se
creía, a sus aguas.
Algo parecido sucede con la fuente llamada Estigia ―el mismo nombre que la Éstige
infernal, que tanto inquietaba a los vivos― situada por Varrón junto al monte Nonacris,
en la Arcadia8. Aparentemente era una fuente atractiva pero pronto se repara en que yacen
muertas junto a ella las aves que han probado sus aguas, quizá a causa de su excesiva
6
Nadaud, A.: Aux portes des Enfers: enquête géographique, littéraire, historique et légendaire sur les endroits
qui, dans l ‘Antiquité, donnaient acces aux Enfers, Arles, Actes Sud, 2004.
7
oGdeN, D.: Greek and Roman Necromancy, Princeton, Princeton University Press, 2001, pp. 26-27. No es la
idea de GarNier, R.: «Sur l’étymologie du nom de l’Averne (facilis descensus Auerno)», Revue de Philologie, de Littérature
et d’Histoire Anciennes, 82 (2008), pp. 99-111.
8
luque MoreNo, J.: «Agua de Éstige, agua del horror», Florentia Iliberritana, 18 (2007), pp. 251-309.
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Aves en el Elíseo romano
frialdad: «Varrón, junto al Soracte, en una fuente cuya anchura es de cuatro pies; que
al salir el sol dicha fuente se desborda como si hirviera; que las aves que la hubieren
probado yacen al lado muertas. En efecto, además se da esta insidiosa condición, que
algunas incluso son atractivas por su aspecto, como junto a Nonacris de Arcadia: en modo
alguno echan atrás por ninguna de sus cualidades; ésta piensa que es nociva por su excesiva
frialdad, como que a medida que fluye por sí sola se petrifica»9.
2. Aves en el Elíseo
Quizá esta larga y estrecha vinculación de los pájaros con la muerte explique que a mi
juicio en época augústea se forje la idea de un Infierno habitado también por aves de
diferentes especies, según tratemos del Tártaro o del Eliseo. Se trata de una novedad puesto
que hasta entonces ni en el mundo griego ni en el romano se concebían las profundidades
de la ultratumba habitadas por pájaros.
Dichas aves ―las de gran belleza y extraordinario canto, pero también las carroñeras
y de horrible aspecto, según la zona que habiten― nada tienen que ver con aquellas en las
que, para algunos, se transformaba el alma tras la muerte (el «alma-pájaro»). El alma bajo
la forma de un pájaro es una concepción muy antigua ―los llamados Seelentiere― que
recibió el impulso de doctrinas como la metempsicosis según la cual el alma podía trans-
migrar en el cuerpo de un animal10. Esta idea, tan común en el arte y la literatura griega y
oriental, no parece haber arraigado especialmente en Roma, aunque acabará implantán-
dose con fuerza en el cambio de era. La asociación del vuelo con el concepto de anima
aparece ya en Lucrecio: Neque enim, sine corpore cum sunt, / sollicitae uolitant morbis
alguque fameque (3, 731-732). Virgilio nos dice que la multitud espera cien años «revo-
loteando» (volitantque) en torno a la orilla de la laguna Estigia para ser transportada por
Caronte (Aen. VI, 293) y Tibulo deseará a la hechicera que «en su torno vuelen sin parar las
ánimas, lamentando sus desgracias» (Hanc volitent animae circum sua fata querentes: I, 5,
50-51) anunciando en IV 1, 204-210 que una vez que el túmulo haya cubierto sus huesos
su figura será metamorfoseada: «...ya pájaro a través del puro cielo me desplazara con mis
alas» (sive ergo per liquidem volucris vaehar aera pennis).
Es muy posible que sean estas aves las que represente le decoración pictórica de la villa
de Livia en Prima Porta. Recientemente G. Caneva ha propuesto una nueva interpretación
de estas pinturas11. No se trata, en su opinión, de un jardín al uso ni de un ambiente natural,
9
Plin. NH XXXI, 19: [...] Varro ad Soracten in fonte, cuius sit latitudo quattuor pedum; sole oriente eum
exundare ferventi similem; aves, quae degustaverint, iuxta mortuas iacere. Namque et haec insidiosa condicio est, quod
quaedam etiam blandiuntur aspectu, ut ad Nonacrim Arcadiae, omnino nulla deterrent qualitate. Hanc putant nimio
frigore esse noxiam, utpote cum profluens ipsa lapidescat.
10
«Souls animals»: BrowN, Th.: The Fate of the Dead, Cambridge, Cambridge University Press, 1979, pp.
74-77; BreMMer, J. N.: The Early Greek Concept of the Soul, Princeton, Princeton University Press, 1983, pp. 63-69;
80-82. Sobre «Seelenvogel» en particular: BETTINI, M.: Antropologia e cultura romana. Parentela, tempo, immagini
dell’anima, Roma, La Nuova Italia Scientifica, 1986, pp. 232-234; curletto, S.: «Il contesto mitico-religioso antenato /
anima / uccello /strega nel mondo greco-latino», Maia 39 (1987), pp. 143-156.
11
caNeva, G.: «Ipotesi sur significato simbolico del giardino dipinto della Villa di Livia (Prima Porta, Italia)»,
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Aves en el Elíseo romano
dada la extraordinaria variedad de árboles y aves en un solo espacio: las aves tienen aquí un
valor simbólico y, en concreto funerario, evocando el paisaje entre el mundo de los vivos
y el cielo. Se apoya la autora en el hecho de que la representación parece estar enmarcada
dentro de una gruta o hipogeo que no descansa sobre la tierra, así como en el predominio
de árboles y plantas de claro sentido funerario, como abetos, crisantemos, amapolas,
cipreses, violetas, etc. Los pájaros serían representaciones de las almas y tendrían por tanto
un significado escatológico: así, la presencia del único pájaro que permanece enjaulado
viene interpretada por Caneva como la representación del «anima intrappolata» incapaz
de remontar el vuelo hacia el cielo.
La propuesta de Caneva, que ve en estos pájaros una representación del alma o de los
«stati spirituali dell’essere» debe ser puesta, a mi juicio, en estrecha relación con la tholos
del volarium de Varrón ―contemporáneo de estas pinturas encargadas poco después del
38 a.C.―, en cuyo interior se celebraba un banquete rodeado de pájaros cantores que
simbolizarían las almas puras del pitagorismo. Varrón, siguiendo la doctrina pitagórica,
había tratado de simbolizar en la tholos de su volarium el descanso de las almas puras entre
el trino de los pájaros. El aviarium de Varrón tiene una función de cenatio para los meses
de verano (RR III, 5, 15-17) y, al tiempo, unas connotaciones «cósmicas». La estructura,
sumamente compleja, consta de una parte «baja», acuática (con peces y patos); una parte
media, «terrestre» (la que ocupan quienes participan en el banquete) y una parte «alta»,
aérea (destinada a los pájaros cantores, sobre todo a ruiseñores y mirlos). Por último, una
parte «celeste», la cúpula, con indicación de vientos y estrellas que, con su movimiento,
indican las horas diurnas y nocturnas (Lucifer y Vesper). La relación de esta compleja
máquina con la cultura pitagórica de Varrón, su propietario, es evidente y ha sido puesta de
relieve recientemente por Deschamps en cuyo estudio sostiene que la tholos del aviarium
evocaría los Campos Elíseos12.
Sin embargo, era una fauna ornitológica bien diversa, alejada de las especulaciones
filosóficas, la que poblaba el Elysium. En la mentalidad popular, los Campos Elíseos,
brillantes y alegres, caracterizados siempre por sus verdes prados, sus bosques y su luz
diáfana son habitados ahora por aves, cantoras y de pequeño tamaño, los únicos animales
que pueblan el infierno y será, sobre todo, la poesía la encargada de recordarlo13.
Bullettino della Commisione Archeologica di Roma 100 (1999), pp. 63-80. En realidad, Andreae había propuesto ya la
interpretación de estas pinturas como Campos Elíseos: aNdreae, B.: «Il Giardino di Livia», en Forma Urbis, IV, 1,
Roma, 1999, pp. 31-39. Cf. SettiS, S.: Le pareti ingannevoli. La villa di Livia e la pittura di giardino, Milano, Mondadori
Electa, 2005, pp. 25-26. Creo que la interpretación politica o ideológica ofrecida por FÖRTSCH, R: «Ein Aurea-Aetas-
Schema», RM 96 (1989), pp. 333-345 debe ser rechazada.
12
Deschamps, L.: «La salle à manger de Varron à Casinum ou Dis-moi où tu manges, je te dirai qui tu es», BSTEC,
191-192 (1987), pp. 61-93.
13
En general, vid.: GaNSchiNietz, [R.]: s.v. Katabasis, en RE, X, 2 (1919), coll. 2416-2426; cuMoNt, F.: After
Life in Roman Paganism, New Haven, Yale University Press, 1923; Bar, F.: Les routes de l’autre monde. Paris, Presses
Universitaires de France(Mythes et religions, 17), 1946, pp. 48-54; Xella, P. (ed.): Archeologia dell’Inferno: l’aldilà nel
mondo antico vicino-orientale e classico, Verona, Essedue Edizioni, 1987; cuMoNt, F.: Lux Perpetua, Paris, Librairie
orientaliste Paul Geuthner, 1949, pp. 72-73; BreMMer, J.: The Rise and Fall of the Afterlife, The 1995 Read-Tuckwell
Lecture at the University of Bristol, London/New York, Routledge, 2002. Para el mundo griego: GeliNNe, M.: «Les Champs
Elysées et les îles des Bienheureux chez Homère, Hésiode et Pindare. Essai de mise au point», Les Études Classiques 56
(1988), pp. 225-240; BeekeS, R.S.P.: «Hades and Elysion», en craiG Melchert, H., JaSaNoff, J. (ed.): Mír curad: Studies in
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Aves en el Elíseo romano
Desde el momento mismo en que en Roma surge el poema de lamento por la muerte
de un ave doméstica, el decir, con Catulo, aparece ya una mención al Hades como
destino del volátil. Recordemos que el poeta consagra dos célebres poemas al pájaro de
Lesbia. En el primero celebra los juegos que el pájaro comparte con su amada y siente
envidia de ésta (Catul. 2). En el segundo lamenta la muerte del animal y la pena que
causa en su dueña, compartida también por el propio Catulo:
Honor of Calvert Watkins, Innsbruck, Innsbruker Beiträger zur Sprachwissenschaft, 1998, pp. 17–28; ViScardi, G. P.: «Erro
lungo la casa dall’ampia porta di Hades. Configurazioni mitiche dello spazio oltremondano nella rappresentazione greca:
il cosmo di Hades come luogo di negoziazione dei significati», SMSR, 80 (2014), pp. 135-157. Para el infierno virgiliano:
Setaioli, A., «Inferi, loci», en Enciclopedia Virgiliana II. Roma, 1986, pp. 953-996; Novara, A.: «Les Imagines de
l’Élysée virgilien», en hiNard, F. (ed.), La mort, les morts et l’au-delà dans le monde romain (Actes du colloque de Caen
20-22 nov.1985). Caen, Centre de Publication de Université de Caen 1987, pp. 321-349; Molyviati-toptSiS, U.: «Vergil’s
Elysium and the Orphic-Pythagorean Ideas of After-Life», Mnemosyne, 47/1 (1994), pp. 33-46.
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Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano
Al margen del indudable carácter erótico o sensual del poema14, que será acentuado
por otros imitadores latinos del tema de la «jaula vacía» que nos dejó el poeta, lo que
aquí nos interesa es la mención, en tono de lamento, a la vida de ultratumba del animal.
Que se encuentra en las profundidades infernales, de las que como dice el poeta nadie
regresa, no cabe duda, pero el lugar es triste y tenebroso pues Catulo nos habla de un
iter tenebricosum, y condena a las «malas sombras del Orco» que tragan todo lo bello.
Será Tibulo quien, en una composición escrita pocos meses antes de Actium siguiendo
directrices pitagóricas15, cuando probablemente sentía próxima su muerte, nos presente
por primera vez, tras ser llevado por la propia Venus (ipsa Venus) al Hades, pájaros en el
Elíseo que entonan un carmen mientras chicos y muchachas juegan. Gozan todos de la
paz ya vista en el reino de Saturno en lo que parece una especie de Edad de Oro aunque
algunos estudiosos han hablado de la «erotización» del Elysium:
Tibulo trata, como vemos, de manera menos sombría y pesimista que Catulo la vida de
su papagayo en la ultratumba: no desea que su ave acabe engullida por las aterradoras
14
Buen conocedor del tema, díaz Gito, M.A.: «Dos interpretaciones humanísticas de un tópico clásico: el
poema a la muerte de un ave (y II): La «deploratio sturni» de Giovanni Pontano», Calamus Renascens, 3 (2002), p. 77
escribe: «En este sentido, el pajarito de Catulo quizás sí sea un símbolo, no el símbolo sexual que otros han querido ver,
sino el símbolo de su amor por Lesbia en forma de regalo literario ofrecido a su amada, de la que se supone era una mujer
amante de la poesía y, especialmente, de la poesía de influencia griega». Dicho autor señala que existen precedentes del
tema en la literatura griega: Homero, Ánite de Tegea y algunos poemas recogidos en la Antología Griega. El poeta Timnes
lamenta la muerte de un pájaro cantor amado por las Gracias (AP 7,199).
15
houGhtoN, L. B. T.: «Tibullus’ Elegiac Underworld», The Classical Quarterly, 57 (2007), p. 155, escribe: «To
the conventional paraphernalia of the blessed afterlife—flowers, myrtle, birds—Tibullus has given a distinctive amatory
twist, bringing out the latent eroticism of this iconography not simply by its inclusion in his version of the underworld,
but by the specific literary register he employs to describe both these and other constituents of his Elysium. The birds, for
instance, are depicted as singing tenui gutture (v. 60), the quality of tenuitas being a literary and aesthetic concept highly
prized among practitioners of the elegiac genre».
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Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano
sombras del Orco, sino que le reserva una vida amena en un paisaje de eterna primavera
y bienestar, unos Campos Elíseos dibujados sobre el modelo de la Edad de Oro.
Siguiendo siempre un criterio cronológico, advertimos que curiosamente las aves
están ausentes del Elíseo virgiliano pese a que el poeta describe sus «risueños vergeles
que amenizan el Bosque de la dicha» (locos laetos et amoena uirecta fortunatorum nemo-
rum sedesque beatas: vv. VI, 638-639), sus «praderas» (v. 652: campum), «su césped» (v.
656: herbam) o el «boscaje de fragantes lauros» (odoratum lauri nemus: v. 658) además
de innumerables lagos y cursos de agua. Pero el aire, el espacio aéreo, no es surcado por
ningún volátil quizá porque para Virgilio una de las características del mundo subterrá-
neo es precisamente el silencio que el trino de los pájaros podría romper o quizá porque
concibe para ellas una residencia en el espacio sideral16. En efecto, a excepción del vultur
de Ticio Virgilio silencia en su Eneida la presencia de los pájaros buenos o malos, píos o
impíos, en el Infierno. El poeta nos ofrece a cambio la versión latina ―bastante fiel― de la
prueba de habilidad con el arco del canto XXIII de la Iliada de Homero (Aen. V, 485-544)
que consistía en disparar la flecha contra una paloma atada con una cuerda a la cúspide
de un mástil: et volucrem traiecto in fune columbam, quo tendant ferrum, malo suspendit
ab alto (V, 488-489). Su vida, nos dice a continuación, quedó entre los astros: Decidit
exanimis vitamque reliquit in astris / Aetheriis, fixamque refert delapsa sagittam (Aen. V,
515-519). Podría inferirse de dichos versos que el alma de la paloma no es acogida en el
Infierno subterráneo, sino que tiene el éter, el espacio sideral como destino. Pero es posible
que la recepción del ave entre los astros, venga explicada, como nos recuerda Servio (ad
locum), por ser emblema de Venus, y por tanto a través de Eneas, de la propia dinastía
fundada por Augusto17. En cualquier caso debemos constatar la importancia que asumen
ciertas aves como el águila o el cisne transformadas en constelaciones como nos recuerda
Manilio en sus Astronomica.
Con Ovidio, el Elíseo reaparece como lugar reservado tanto a los pájaros piadosos
(Am., 2, 6, 51: uolucrum piarum; 6, 58: uolucres pias) como a los hombres buenos. En el
elenco de dichos pájaros afortunados figuran el cisne, el pavo real, la paloma y el fénix; a
diferencia de las de Tibulo, no cantan, pero revolotean felices. Las «aves siniestras», como
el búho, por ejemplo, tienen prohibido su paso:
16
Remito nuevamente al trabajo de Novara, A.: op.cit.
17
Serv. ad Aen. 5.517: Vitamque reliquit in astris unde sumpserat vitam, ut «hinc hominum pecudumque genus,
vitaeque volantum». Sane sciendum hunc totum locum ab Homero esse sumptum: unde inanis est vituperatio Aeneae, quod
suspenderat avem maternam. nam et res est translata simpliciter: et quamcunque suspendisset avem, in hanc incideret
vituperationem: nulla enim avis caret consecratione, quia singulae aves numinibus sunt consecratae. Quamquam Urbanus
dicat, matrem citius potuisse placari. Cf también Scholia Veronensia ad Aen. 5, 488.
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Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano
A los pies de la colina del Elísio crece un bosque de encinas de oscuro follaje y la
tierra, humedecida. verdea siempre por el césped. Si hay que dar crédito a cosas incier-
tas, aquel es el lugar de las aves piadosas ―según se dice―, adonde les está prohibido
entrar a las aves siniestras. Allí, en toda su extensión, picotean los cisnes inocentes y
el fénix imperecedero, ave siempre solitaria; despliega sus alas también allí el ave de
Juno, y la paloma cariñosa da besos al apasionado macho. Acogido el papagayo en esta
morada boscosa, atrae con su lenguaje la atención de los pájaros piadosos.
Se trata de un destino previsible puesto que, en los últimos versos de su composición
sobre el papagayo de Corina, se alude a su inhumación e incluso a su epitafio (vv. 62-64)18.
Los Campos Elíseos o «Llanuras Elíseas o «Valle Eliseo» como también los denomina
Ovidio, constituyen el habitat de estas aves piadosas que amenizan las almas de los
hombres muertos. Para Chr. Kossaifi este Hades ovidiano tiene resonancias virgilianas:
«La localisation, colle sub Elysio (v. 49), evoque “le chemin de droite qui conduit sous
les murs, sub moenia, du noble Dis» et que la Sibylle designe a Enee comme etant
leur «chemin pour aller a l’Elysee», iter Elysium (En. VI, 541-542), mais elle suggere
aussi la recompense obtenue par le perroquet; en effet, “peu nombreux” sont ceux qui,
envoyes “dans les espaces de l’Elysee, demeurent dans ses champs heureux”, selon
Virgile (En. VI, 743-744), et l’oiseau de Corinne fait partie des “bienheureux elus”»19.
Ovidio sigue, pues, el modelo virgiliano del Hades, pero incorpora en él ciertas aves
piadosas (volucrum... piarum).
Es merecido el destino de las aves que cita Ovidio en su catálogo porque además de
encarnar ciertas cualidades todas ellas son próximas a los dioses. Los cisnes inocentes
encarnan la belleza perfecta del canto y si recordamos a Platón (Fedón 84d-85b) la
simbólica protección de Apolo. El epíteto uiuax referido al Fénix confirma la tradicional
inmortalidad que, como a los dioses, se le atribuía siempre. El pavo, ave de Juno, remite
por la belleza de sus plumas a la belleza, al arte de la seducción. La paloma, a Venus y
al amor.
P. S. de Vasconcellos considera que el psittacus muerto de Corinna tiene «a kind of
Orphic power over the other birds: conuertit uolucres in sua uerba pias (v. 58); it keeps
18
Boyd, B. w.: «The death of Corinna’s Parrot Reconsidered: Poetry and Ovid´s Amores», Classical Journal,
82 (1987), pp. 199-207; KiM, M. I. «A Parrot and Piety: Alcuin’s Nightingale and Ovid’s Amores 2.6», Latomus, 51.4
(1992), pp. 881-891. SchMitzer NürNBerG, U.: «Gallus im Elysium Ein Versuch über Ovids Trauerelegie auf den toten
Papagei Corinnas (am. 2,6)», Gymnasium, 104 (1997), pp. 245-270; houGhtoN, j. B. l.: «Ovid’s Dead Parrot Sketch:
Amores, II.6», Mnemosyne, 53, 6 (2000), pp. 718-720; urBaN-Godziek, U.: «Elysium of Love Poets: the beginnings of
the Motif in the Classical Literature», Episteme, 17 (2012), pp. 15-34.
19
koSSaifi, Chr., «Thalie et le perroquet. Le sourire humoristique d’Ovide dans les Amores 2. 6», Mosaïque, 9
(2013), p. 206.
335
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano
exercising the extraordinary verbal ability it had in life»20. Por su parte L. Kronenberg,
viendo como Ovidio separa los pájaros piadosos (volucrum... piarum: 2, 6, 50) de los
de mal presagio (obscenae.... aves: 2, 6, 51), ha propuesto una interesante hipótesis:
«Maybe this distinction between pious (¿auspicious?) and inauspicious birds consti-
tutes another reference to Macer’s Ornithogonia, since one of the surviving fragments
concerns the swan as an auspicious bird» (frag. 4 Bl.)21.
Por su parte Marcial, en uno de sus epigramas, evoca primero a Lesbia, «la amiga
dulce de Catulo, privada de las gracias de su pájaro» y luego la desgracia «que lamentó
Jantis cantada por mi querido Estela, cuya paloma vuela negra por el Elíseo»:
Se refiere Marcial a otro poeta contemporáneo, L. Arruncio Estela, que había compuesto
un poemario al modo catuliano en el que no faltaban poemas a la paloma de Jantis,
incluido un epicedio a su muerte. Pero aún tenemos otra interesante referencia en sus
epigramas: alude el poeta a una mujer, Telesila, que expresa la lástima que siente por la
muerte de su ruiseñor erigiéndole una tumba que, como era costumbre, venía probable-
mente acompañada por una lápida dedicada:
20
vaScoNcelloS, Paulo Sérgio de: «Images of Dead Poets in Roman Elegiac and Lyric Underworld», Revista
Classica, 30/2 (2017), p. 61.
21
kroNeNBerG, L. «Aemilius Macer as Corinna’s Parrot in Ovid Amores 2. 6», Classical Philology, 111, 3
(2016), p. 266, n.15.
336
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano
B. Rochette, refiriéndose a este pasaje de Luciano, escribió que “une des sources de
cet opuscule est le Pythagoricien Antonius Diogène, dont le roman intitulé les «Merveilles
d’au-delà de Thulé» préfigure, d’une certaine façon, les aventures de Cyrano de Bergerac
Peut-être est-ce cet auteur qui est imité par Lucien dans ce passage. Il n’est pas impossi-
ble que les chœurs et les chants qui se font entendre avec force (hic choreae cantusque
uigent) dans l’évocation tibullienne aient été inspirés au poète par le pythagorisme, qui
337
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano
avait propagé l’idée que les élus exprimaient leur béatitude en chantant»22.
En otro de sus tratados se recoge la misma creencia: Luciano señala que el lago Aquer-
onte no puede ser atravesado si no es con la ayuda del barquero Caronte; su profundidad
impide cruzarlo a pie y su anchura es demasiada para pasar a nado y añade: «y, en fin, ni
siquiera las aves difuntas pueden llegar volando al otro lado» (De luctu, 3).
En fin, todavía en el siglo XVII, sobre una urna romana auténtica, quizás de época
de Adriano, se escribe un epitafio falso, presentado a modo de carmen epigraphicum a
imitación de los poetas latinos, en el que se exaltan las virtudes canoras de un ruiseñor al
que desea que acabe cantando en el Elíseo23.
Un Hades poblado por aves piadosas que, en vida, acompañaron a los mortales y
particularmente a los niños con su canto, explica ciertas costumbres aparentemente crueles.
En época de Trajano el hijo del poderoso Régulo jugaba durante su infancia con papagal-
los, ruiseñores y merlos (habebat luscinias, psittacos, merulas), aves que fueron quemadas
en una hoguera acompañando su cadáver:
Amissum tamen luget insane. Habebat puer mannulos multos et iunctos et solutos, habe-
bat canes maiores minoresque, habebat luscinias psittacos merulas: omnes Regulus circa
rogum trucidavit. Nec dolor erat ille, sed ostentatio doloris. Convenitur ad eum mira celeb-
ritate. Cuncti detestantur oderunt, et quasi probent quasi diligant, cursant frequentant,
utque breviter quod sentio enuntiem, in Regulo demerendo Regulum imitantur (Plin. ep.
IV, 2, 3-4).
Se trataba, ciertamente, de una ostentación del dolor, como dice Plinio (ep. IV, 2, 3: sed
ostentatio doloris), acorde con la categoría social de la familia, pero también de un rito
funerario destinado a que las almas de dichas aves acompañaran a la del muchacho en el
Más Allá para, alcanzado el Hades, amenizarle allí como ya lo hicieron en vida24.
Incluso también aquellas aves augurales que con su vuelo o su canto habían dado
signos a los hombres, convenientemente interpretados por los augures, podían gozar de
otra vida en el Hades. En la Tebaida de Estacio ―y seguimos en época flavia― el adivino
Anfiarao, que participa en la expedición de los Siete contra Tebas, es engullido vivo en los
Infiernos durante la batalla a las puertas de la ciudad25. Desaparecido, los suyos se pregun-
22
rochette, B.: «Une évocation pithagoricienne des Enfers en Tibulle (I, 3, 59-66)», Les Études Classiques, 71/2
(2003), p. 178. Almas cantando en el Ades encontramos tambien en Virg., Aen. VI, 656-658. Sostiene este autor, refiririéndose
a la presencia de aves en el Ades, que «les descriptions traditionnelles des Enfers n’attachent, en général, que peu d’importance
à cette caractéristique» (p. 178) pero en este artículo tratamos de demostrar que no es así.
23
perea yéBeNeS, S.: «La urna de Luscinia Philumena. Consideraciones sobre su atribución romana y su carmen
epigraphicum», Espacio, Tiempo y Forma 31 (2018), p.103 ofrece la siguiente traducción de los últimos versos (15-18)
del carmen: have aviṣ iocvndissima qvae mihi volans / obvia bḷando personans rostello salve / toties cẹcinisti cave avis
avia Averna / vạle et vola per Elisivm («Adiós, ave alegrísima que volando a mi alrededor lanzabas repetidos y armoniosos
gorjeos con tu delicado piquito, adiós a ti que tanto me cantabas. ¡Ten cuidado, avecilla, de los peligros del Averno, sé
afortunada y vuela por el Elíseo!»).
24
wiedeMaNN, Th.: Adults and Children in the Roman Empire, New York, Routlege, 1989, p. 109.
25
Pausan. IX, 8, 3: «Yendo desde Potnias a Tebas hay a la derecha del camino un recinto pequeño, en el cual
hay columnas, dicen que allí se abrió la tierra ante Anfiarao, y cuentan también que sobre estas columnas no se posan los
pájaros ni de la hierba de allí pece ningún animal doméstico ni salvaje».
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Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano
tan entonces a quién avisarán el futuro las aves con sus augurios y lamentan su ausencia
imaginándose que, ya se encuentre en el lago averno, ya en el valle Elíseo lejos de las
penas del infierno, verán otras aves y escucharán otros cantos:
Y ví a Ticio después, el nacido de Gea la gloriosa; nueve pletros su cuerpo ocupaba, tendi-
do en un llano, sin poder defenderse; dos buitres de un lado y de otro le roían el hígado allí
penetrando en sus carnes por su ultraje a Latona, la augusta consorte de Zeus, cuando el
valle cruzaba de Pánopes yendo hacia Pito (XI 576-581).
Es interesante el pasaje porque en la Nekya homérica el buitre es la única ave que puebla
el Tártaro y no hay ninguna otra alusión a aves en el Hades. El poeta dice que en torno a
Heracles «chillaban los muertos a modo de aves que dispersa el terror» (v. 605) pero su
ausencia es total, lo que parece corresponderse con el arte figurativo griego y, en concreto,
con la pintura. En el siglo V a.C. Polignoto realizó un cuadro completo de los infiernos
inspirándose en el relato de la Odisea de Homero. Pausanias tuvo ocasión de verlo y nos
dejó una descripción muy completa. Señala que había un río, el Aqueronte, en el que
crecen cañaverales donde «hay peces tan en bosquejo que más bien parecen sombras de
peces». No se representan, sin embargo, aves. Las únicas que menciona Pausanias son las
que adornan la clámide de Memnón, sentado junto a Sarpedón en una roca en el Hades:
«Hay figurados pájaros que los griegos llaman memnónides, porque los del Helesponto
dicen que todos los años ciertos días acuden estos pájaros a la tumba de Memnón y limpian
de la sepultura lo que no está cubierto por árboles o hierba y lo rocían con las alas mojadas
en agua del Esepo» (Paus. X 31, 6).
26
Para el tema es indispensable: PetteNò, E.: Cruciamenta Acherunti. I dannati nell´Ade romano: una proposta
interpretativa, Roma, L’«Erma» di Bretschneider, 2004; PaiNeSi, A.: «Objects of Torture in Hades. A Literary and
Iconographic Study», Gaia, 17 (2014), pp. 157-180.
339
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano
Y dijo [Er] que había visto allí cómo el alma que en un tiempo había sido de Orfeo
elegía vida de cisne, en odio del linaje femenil, ya que no quería nacer engendrada en
mujer a causa de la muerte que sufrió a manos de éstas; había visto también al alma de
Támiras, que escogía vida de ruiseñor, y a un cisne que, en la elección, cambiaba su vida
por la humana, cosa que hacían también otros animales cantores (Pl.R. 620 a).
F. Casadesús advierte que la mezcla de tales personajes «corrobora que Platón fundió la
inconografía del Hades de procedencia órfica con la homérica»27. Durante su estancia en el
Hades Er vio, pues, cómo aves pasaban a hombres ―el cisne, por ejemplo― y hombres a
aves ―águila, ruiseñor―.
En el Tártaro romano también será un buitre, aunque no siempre se le mencione como
tal, quien devore las entrañas de Ticio, como leemos en Virgilio (rostroque immanis vultur
obunco immortale iecur tondens fecundaque poenis viscera: Aen. VI, 597-599); Tibulo
(Porrectusque novem Tityos per iugera terrae/ adsiduas atro viscere pascit aves: I, III,
75-76), Horacio (Incontinentis nec Tityi iecur reliquit ales: Od. III 4, 77-78) u Ovidio
(Iugeribusque novem summus qui distat ab imo / visceraque assiduae debita praebet avi:
Ibis 181-182) .
Ovidio anuncia a su encarnizado enemigo Ibis que, a semejanza de Ticio, «con las
garras y el pico un buitre lentamente te sacará las entrañas» (unguibus et rostro tardus
trahet illa vultur: Ibis, 169) y de nuevo más adelante, que «cual Prometeo, poco dócil mas
no sin castigo, clavado, alimentes con tu sangre a las voladoras aves» (Utque parum mitis,
sed non impune. Prometheus aerias volucres sanguine fixus alas: Idem, 291-292).
Séneca se sumará a este Tártato literario pero inspirado quizá en el imaginario colectivo
al señalar que «ofrece Titio al ave un eterno banquete» (v. 756: praebet volucri Tityos
aeternas dapes) y aún en Thyeste, I. 9: Aut poena Tityi semper accrescens iecur / visceri-
bus atras pascit affossis aves, si bien nada dice de aves que habiten los «alegres parajes
del feliz bosque Elisio» (v. 745: vel laeta felix nemoris Elysii loca). Tal y como aparece
ya en la mitología griega, la música mágica de Orfeo en el Más Allá. será la única capaz
27
caSadeSúS Bordoy, F.: «Los mitos escatológicos en Platón: entre Homero y Orfeo», en calderóN dorda, E.
y MoraleS ortiz, A. (eds.), Eusébeia. Estudios de religión griega, Madrid, Signifer Libros, 2011, p. 109.
340
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano
de detener temporalmente el suplicio de Ticio: «le creció a Titio el hígado, / mientras que
con su canto él retenía a las aves» (Sen. Hercules Oateus, 1070-1071: increuit Tityi iecur, /
dum cantu uolucres tenet). Solo Lucrecio, como buen epicúreo, niega la leyenda del buitre
devorando las entrañas del gigante28:
Acaba advirtiendo el poeta que «Ticio está aquí ―es decir, sobre la tierra― dentro de
nosotros (sed Tityos nobis hic est): es el que está postrado de amor, al que despedazan los
buitres y devora una ansiosa congoja, o desgarra el cuidado de cualquier pasión» (Idem,
992-994).
En época augústea, Higino cuenta en una de sus Fábulas la historia de dos gigantes,
los hermanos Oto y Efialtes, hijos de Aloeo y de Ifimede, acusados de intentar conquistar
el cielo y violar a Hera y Ártemis. En la traducción española J. del Hoyo traduce styx, que
28
dioNiGi, I.: «L’inferno è qui. Un esempio di lettura lucreziana (rer. nat. 3, 978-1023)», Latina Didaxis, 12
(1998), pp. 19-34. Un eco de los versos de Lucrecio encontraremos en Propercio II, 20, 31 cuando como amante de Cintia
se ve devorado en los infiernos por los buitres: atque inter Tityi uolucris mea poena uagetur. Cf. KeNNey, E.J.: «Tityos
and the Lover», Proceedings of the Cambridge Philological Society, n.s., 16, 196 (1970), pp. 44-47.
341
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano
Se dice que sufren en los Infiernos el siguiente castigo: están amarrados con serpientes a
una columna, dándose la espalda el uno al otro. Entre ellos hay un autillo posado sobre
la columna a la que están atados (Fab. 28, 4).
Silio Itálico desarrollará en su Nekya aún con más fuerza la presencia de estas aves en el
Tártaro31:
29
del hoyo, J.: Higino. Fábulas (Biblioteca Clásica Gredos, 380), Madrid, Gredos, 2009, p. 115, n. 213.
30
BuitroN, D. et alii (ed.), The Odyssey and Ancient Art. An Epic in Word and Image, New York, The Edith C.
Blum Art Institute, 1992, p. 80; Biering, R.: Die Odysseefresken vom Esquilin, München, Biering/Brinkmann, 1995, pp.
31-94.
31
reitz, C.: Die Nekyia in den Punica des Silius Italicus (Studien zur klassischen Philologie, Bd. 5), Frankfurt,
Lang, 1982; BillerBeck, M.: «Die Unterweltsbeschreibung in den “Punica” des Silius Italicus», Hermes, 111 (1983), pp.
326-338.
342
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano
[...] Aquí las aves de mal agüero, el buitre que se nutre de los cadáveres, las bandadas de
búhos, la estrige con las alas salpicadas de sangre y las harpías, todas hacen sus nidos
y, apiñadas, ocupan toda la espesura. Con sus terribles chillidos, el árbol retumba. En
medio de estas criaturas, el esposo de Juno del Averno [Plutón], sentado en su elevado
sitial, juzga los crímenes de los tiranos.
El buho32; la strix33, las harpías son todas aves nocturanas, de mal agüero. No entran en el
listado de dirae que manejaban los augures (Dirae: Milvus, Spinturnix, Subis, Incendiaria
avis, Clivia avis), según sabemos por Festo (s.v. oscines), Paulo (s.v. alites) y Servio (ad
Aen. I 394) pero rara es la vez que no merecen dicho calificativo por parte de los poetas y
las clases populares.
C. Ginzburg cree que las striges encarnarían la hostilidad de los muertos hacia los
vivos, la sed de los muertos34. Se trata del ave siniestra, que anuncia duelos y muertes. A
veces son confundidas con el bubo; así, Ovidio (Met.15.791): tristia mille locis Stygius
dedit omina bubo. En ella fue convertido Ascálafo35 (Ov., Met.5.538; 549-550) al que
una leyenda hacía hijo de Éstige: in hanc autem auem conuersus est Ascalaphus Acher-
ontis, uel ut quidam uolunt Stygis filius (Serv. auct, Aen.4.462).
Otro poetas latinos que insiste en la presencia del aves en el Tártaro es sin duda,
Valerio Flaco primero en su verso cum facibus spirisque et Tartareo ululatu (Arg. 4.391-
3933), después anunciando que la cólera de Júpiter arrojó a las aves del Tártaro de
terrible graznido al tiempo que hablaba: cum mihi Tartareas saevo clangore volucres /
protulit ira Iovis, vox haec simul excidit auris (Idem, 589-580).
32
Virg., Aen.4.462 solaque culminibus ferali carmine bubo / saepe queri et longas in fletum ducere uoces; Ov.
Met.10.452 ter omen / funereus bubo letali carmine fecit; Iuv.2.150. Recuérdese, además, que en Apuleyo, Met. III, 21
la hechicera Pánfila se convierte en búho: fit bubo Pamphile. Cf. Tupet, A.M.: La magie dans la poesie latine. I. Des
origines à la fin du regne d´Auguste, Paris, Les Belles Lettres, 1976, p. 68. Recientemente: BaldiNi MoScadi, L.: Magica
Musa. La magia dei poeti latini. Figure e Funzioni. Bologna, Patron Editore, 2005, con algunas referencias a las aves,
aunque no existe ningún trabajo de conjunto sobre ellas en la magia.
33
oliphaNt, S. G.: «The Story of the Strix: Ancient», TAPA 44 (1913), pp. 133-149; oliphaNt, S.G.: «The
Story of the Strix: Isidore and the Glossographer», TAPA 45, (1914), pp. 49-63; McdoNouGh, M Chr. M.: «Carna, Proca
and the Strix on the Kalends of June», TAPA, 127 (1997), pp. 315-344; perea yéBeNeS, S.: «Las striges: mujeres-pájaro,
lujuriosas, devoradoras», en perea yéBeNeS S., El sello de Dios (2): Ceremonias de la Muerte. Nuevos estudios sobre magia
y creencias populares greco-romanas. Madrid, Signifer Libros, 2002, pp. 233-276. El último estudio que conozco es el de
cheruBiNi, L.: Strix. La strega nella cultura romana. Siena, UTET, 2010. En general sobre este tipo de aves: alvar, A.:
«Nocturnae aves: su simbolismo religioso y función mágica en el mundo romano», ARYS, 8 (2009-2010), pp. 187-202.
34
GiNzBurG, C.: Storia notturna. Una decifrazione del sabba, Torino, Einaudi, 1989, p. 281.
35
Sobre Ascáfalo: Arist. HA 509a21; Apolod. 2, 5, 12. Virgilio dice que Alecto agita sus «alas estígeas»: Verg.
Aen.7.476: Allecto in Teucros Stygiis se concitat alis.
343
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano
4. Cepotaphia
36
raMBaldi, S.: «Le rappresentazioni dell’Oltratomba nella pittura romana antica», Griseldaonline 1 (2001), pp.
1-18. Con anterioridad: GalliNa, A: Le Pitture com Paesaggi dell’ Odissea dall’ Esquilino (Studi Miscellanei 6), Roma,
L’«Erma» di Bretschneider, 1964.
37
La influencia órfico pitagórica sobre los poetas latinos, particularmente de época augústea, es muy notable. Cf.
turcaN, R.: «La catabase orphique du papyrus de Bologne», RHR, 149-150 (1956), pp. 136-140; BoyaNcé, P.: La religion
de Virgile (Mythes et religions, 48), Paris, 1963, pp. 142-174; FreyBurGer, G., «Le pythagorisme sous le Haut-Empire»,
en terNeS, CH. M. (ed.), Le pythagorisme en milieu romain, Luxembourg, Centre Alexandre-Wiltheim, 1998, pp. 19-34:
huMM, M.: «Les origines du pythagorisme romain: problèmes historiques et philosophiques», Études Classiques, 64
(1996), pp. 339-353 y 65 (1997), pp. 25-42.
38
Cf. las páginas dedicadas a los «funerary gardens» de toyNBee, J. M.: Death and Burial in the Roman World.
London, Thames and Hudson, 1971, pp. 94-100 quien al contrario de lo que propongo considera que los cepotafia reflejarían
«the notion that Elysium, with its idyllic lanscape, natural amenities, and heavenly banquets, could have its symbolic
countepart on earth (p. 95). Más recientemente, Bodel, J.: «Roman Tombs Gardens», en jaSheMSki, W. F.; GleaSoN, K.
L. y HartSwick, K. J. (eds.): Gardens of the Roman Empire, Cambridge, Cambridge University Press, 2018, pp: 77ss.
39
Sobre la tumba: taM tiNh, T.: Catalogue des peintures romaines (Latium et Campanie) du Musée du Louvre.
Paris, Éditions des Musées Nationaux, 1974, n 51, pp. 72-77; BlaNc, N. y MartíNez, J.-L.: «La tombe de Patron à Rome»,
en BlaNc, N. (ed.): Au royaume des ombres. La peinture funéraire antique IVe siècle avant J.-C.-IVe siècle après J.-C
(Actes du VII Colloque de l’Association internationale pour la peinture murale antique (AIPMA), 6-10 octobre 1998,
Saint-Romain-en-Gal, Vienne). Paris, 1998, pp. 82-95. La inscripicíón fue estudiada por W. Peek en ZPE 35, 1979, 255-
263.
344
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano
Conclusiones
40
SettiS, S.: op.cit., pp. 25-26.
41
raMBaldi, S.: «Le rappresentazioni dell’Oltratomba nella pittura romana antica», Griseldaonline, 1 (2001),
p. 14.
42
raMBaldi, S.: op. cit., p. 15.
345
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Pero vayamos por partes. La costumbre no solo de enterrar a los animales sino de
levantar un monumentum en su honor y escribir epitafios para ellos ―como sabemos
desde la publicación de la obra de Herrlinger en 1930― no era infrecuente43. Pero la
suerte en el Más Allá de los animales domésticos muertos era incierta. Los epitafios
conservados, los Tierepikedien que se escriben ya en época helenística, sean literarios
o reales, de perros, caballos... no mencionan su destino en él sino que aluden ocasional-
mente a su permanencia en la tumba. Recuérdese la célebre inscripción de Auch, en
Aquitania, dedicada a un perro llamado Myia (CIL XIII 488 = CLE 1512;) en la que
su domina, lamentándose de su ausencia, escribe: O factum male, Myia, ¡quod peristi!
/ altum iam tenet insciam sepulcrum / nec sevire potes («¡Qué desgracia que te hayas
muerto, Mía! Ya te abraza, inconsciente, la honda tumba»)44. La inscripción de Patrice,
de Pogerola (Amalfi), nos habla de la catella que fue amaestrada (homine simulare
paratam) y de su muerte: «Tú eras un buen perro, y con enorme pena he puesto para ti esta
tumba de mármol, y te uniré para siempre a mí mismo cuando muera»: Tristis marmorea
posui te sede merentem / et iunxi semper Manibus ipse meis (CIL X 659 = CLE 1176).
Siguiendo los epitafios de animales recogidos en su estudio por C. Stevanato compro-
bamos que el destino del animal no es otro que la tumba, sin que quepa la esperanza
de un Más Allá: Ann. Épigr. 1994, 348: Aeolidis tumulum festivae cerne catellae; Ann.
Épigr. 1994, 699: Hac in sede iacet; CIL VI, 29896: nunc sub parvo marmore terra tegit;
CIL XIII, 488: altum iam tenet insciam sepulchrum; CIL X, 659: tristis marmorea posui
te sede merentem; CIL III, 9449: et Plutonis adire domos; CIL IX, 5785: nunc, silet et
cineres vindicat umbra suos; CIL XII, 1122: hoc situs est in agro; CIL V, 429: hoc stabulas
tumulo; CIL VI, 10082: Lethen incolis.
Lo más cerca que nos hallaríamos del acceso de cuadrúpedos y animales domésticos a
un Elíseo o una Isla de los Bienaventurados son algunas inscripciones con connotaciones
subterráneas. Así el epitafio métrico dedicado al la yegua Speudusa, encabezada con la
fórmula Dis Manibus y de la que por cierto se dice que era veloz como el viento: cursando
flabris compara45. De igual forma, la inscripción hallada en Spalato que celebra a un
dulcis canis acogido en la morada de Plutón, ¿entre los dioses Manes y los Dii Superi
43
Monumentum: la perra Patrice, por ejemplo, merece un sepulcro marmóreo: marmorea posui te sede merentem
(CIL X, 659). La legislación romana no parece haber prohibido tal práctica. Epitafios: de una perdiz (AP VII, 191, 203-
206), golondrina (VII, 210), ruiseñor (VII 212). El estudio de Herrlinger recoge también varios epitafios auténticos de
animales hallados en estelas (n° 39-53), tanto en griego como en latin. Augusto elevó un túmulo a su caballo al que dedicó
un Carmen, Germánico (Plin. NH VIII 135). El emperador Adriano, según la Historia Augusta (20, 12), ordenó levantar
tumbas a sus perros y caballos, componiendo incluso un epitafio para su caballo favorito, Borístenes (Casio Dion 69, 10)
y que termina lamentando que murió el día prescrito por su destino y que «descansa en esta tierra» (die sua peremptus,
\ hoc situs est in agro) (CIL XII 1122). Cf. Galletier, E.: «Les épitaphes d’animaux», en Étude sur la Poésie funéraire
romaine d’après les inscriptions. Paris, Hachette, 1922, pp. 329-333; GraNiNo cecere, M. G.: «Il sepolcro della catella
Aeolis», ZPE, 100 (1994), pp. 413-421.
44
Se fecha en los siglos II-III. Por ella ya se interesó Mommsen: MoMMSeN, T.: «Grabinschrift von Auch»,
Hermes 1 (1866), p. 68.
45
CIL VI 10082: D(is) M(anibus). Gaetula harena prosata, / gaetulo equino consita, / cursando flabris compara,
/ aetate abacta virgini, / Speudusa Lethen incolis. Los Dioses Manes están presentes también en EDR 29631; EDR 101349;
CIL X, 659; CIL III, 9449; CIL VI, 10082.
346
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano
------? / [Ad] Ṃan[es] et supe[ros ---] / [e]ṭ Plutonis adị [re domos ---] / [du]lce cani [---].
[...]46. Se trata, pues de alusiones a un vago destino ultra mundano.
Referencias en los epitafios a túmulos, tumbas, cenizas de los animales domésti-
cos no faltan pero ninguna alusión a una pervivencia en el Más Allá que parece estar
reservado a las aves en exclusividad. Conocemos lo que podría ser una excepción, pero
solo aparente. Ausonio escribió, por encargo del emperador Valentiniano, un epigrama
en honor de Phosphorus, un caballo célebre por sus victorias en el circo, que termina así:
[...] Acepta esta inscripción, consuelo de tu vano sepulcro, y marcha raudo junto a los
alados habitantes del Elíseo. Que corra Pegaso allí a tu derecha, a tu izquierda Arión,
que Cástor te dé el cuarto caballo de tal antorcha.
La excepción es, como decíamos, solo aparente. Si Fósforo forma parte de una cuadriga
que marcha «junto a los alados habitantes del Elíseo» es porque su velocidad en las carre-
ras era tal que casi volaba. De hecho, le acompañan Pegaso, el caballo alado convertido
en constelación; Arión, el caballo de Adrasto de velocidad legendaria (fruto según algunas
versiones de la unión de Poseidón y Deméter transformados en caballo y yegua respectiva-
mente) y Cástor que con su hermano Polux aparecieron en Roma a caballo para anunciar el
resultado de la batalla del lago Regilo instantes después de que concluyera. Nos quedamos
en cualquier caso con esa expresión latina: et gradere Elysios praepes ad alipedes.
Las aves o al menos buena parte de ellas parecen haber tenido garantizada su perma-
nencia en el Hades, como hemos visto que documentan las fuentes. No deja sin embargo
de ser paradójico que sean precisamente ellas, cuya alma se supone que, como había hecho
el cuerpo en vida, remontará los cielos para ocupar el éter, las que inicien un descensus ad
inferos accediendo para ello a través del Averno, cuya etimología popular recordaba que
morían aquellas que lo sobrevolaran.
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come nell’iscrizione in oggetto non sia presente la consueta e frequentissima adprecatio agli Dei Mani (Dis Manibus)
seguita il più delle volte dal genitivo del nome del defunto, o l’altrettanto comune espressione «Dis Manibus Sacrum»
che dichiara la sacralità del sepulcrum, bensì sia esplicitato l’augurio di raggiungere tale consesso di divinità e le dimore
di Plutone».
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