Está en la página 1de 27

Accelerat ing t he world's research.

AVES EN EL ELÍSEO ROMANO


Santiago Montero

en J. Cabrero-P. González Serrano (eds.), PVRPUREA AETAS. Estudios sobre el Mundo Antiguo
dedicados a la Profesora Pilar Fernández Uriel(Signifer Libros Monografías de Antigüedad Griega y
Romana, 56), Madrid-Salamanca, 2019, 331-354

Cite this paper Downloaded from Academia.edu 

Get the citation in MLA, APA, or Chicago styles

Related papers Download a PDF Pack of t he best relat ed papers 

El consumo de aves en la Roma de August o: luxus y nefas


Sant iago Mont ero

[2018] La visión del Más Allá en la religiosidad romana: la t ransmigración de las almas como mensaje d…
Ait or Freán Campo

[352] «La urna de Luscinia Philumena. Consideraciones sobre su at ribución romana y su carmen epigr…
Sabino Perea Yébenes
Aves en el Elíseo romano

Santiago Montero Herrero


Universidad Complutense de Madrid

1. Las aves y la muerte

Como homenaje a Pilar, ejemplo para todos nosotros de dedicación y entrega, larga y
entusiasta, a la docencia y la investigación, a la gestión y la transferencia del conocimiento,
trataré un tema poco estudiado como es el de la presencia de las aves en el Hades romano.
Los romanos establecieron pronto estrechas relaciones entre las aves y la muerte quizá
conscientes de que muchos de ellos estaban destinados a que su cuerpo fuera pasto de
ellas1. Horacio, que desea que el poeta Mevio naufrague en alta mar, promete a los dioses
una pareja de corderos «si opimo botín de los somormujos / fueres en la corva orilla»
(opima quodsi praeda curvo litore / porrecta mergos iuverit: Epod. X, 21-22). En dos
ocasiones Ovidio hace alusión al temor de Ariadna a que sus restos sean devorados por las
aves marinas: «¡Cuánto miedo sintió Ariadna, Teseo, cuando la dejaste sola en un lugar que
no conocía», escribe en Ars Amandi y en las Heroidas la muchacha anuncia que «las aves
marinas se posarán sobre mis huesos no enterrados (Ossa superstabunt volucres inhumata
marinae: X, ¡123)! Propercio lamenta la muerte de su amigo Peto, que ha naufragado en
un viaje a Egipto. Su madre no puede ofrecer tributos fúnebres a la tierra ni enterrarle entre
las tumbas familiares: «sino que ahora las aves marinas revolotean en torno a tus huesos»
(sed tua nunc volucres astant super ossa marinae: III, 7, 11)2.
Las aves carroñeras y, en especial, el buitre, estaban tan vinculadas a la muerte que el
célebre arúspice Umbricio sostenía que «con tres días de antelación [los buitres] vuelan
hacia los lugares donde va a haber cadáveres» (triduo autem ante advolare eos, ubi cadave-
ra futura sunt: Plin., NH X, 19)3. Incluso en la Urbe sus habitantes estaban familiarizados
con los buitres cuya presencia, aunque muy desagradable, era necesaria dada la arraigada
costumbre de arrojar los cadáveres, privándolos de sepultura. Ya en el 270 a.C., cuando en

1
La presente contribución es una reelaboración de mi ponencia «Gli ucelli e l’Ade di epoca augustea», leída
en el congreso Solo nel doppio regno vengono le voci eterne e dolci: La rappresentazione dell’aldilà tra mondo antico
ed età contemporanea, celebrado en el Aula Magna della Facoltà di Lettere e Filosofía della Università degli Studi di
Genova el 26 de octubre de 2010.
2
Novara, A.: «Magie, amour et humour chez Properce », en La Magie. Du monde latin au monde contemporain.
Actes du colloque international de Montpellier 25-27 mars 1999, III, Montpellier, Publications de la Recherche Université
Paul Valéry, 2000, p. 38.
3
Sobre Umbricius, cf. Briquel, D.: «Sur un fragment d’Umbricius Melior: l’interprétation par un haruspice de
la légende de fondation de Rome?», Bulletin de l’Association Guillaume Budé, 1 (1996), pp. 32-43.

Javier Cabrero Piquero y Pilar González Serrano (eds.),


PVRPVREA ÆTAS. Estudios sobre el Mundo Antiguo dedicados a la Profesora Pilar Fernández Uriel,
Signifer Libros, Madrid/Salamanca, 2019, pp. 327-352
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

el Foro fueron ejecutados cientos de soldados etruscos, los cadáveres fueron arrojados en
el Esquilino «a los pájaros y a los perros» (D. H. XX, 6). Las temibles epidemias que con
frecuencia asolaban la ciudad se consideraban causadas por un aire contaminado por la
putrefacción de los cadáveres, lo que explica la necesaria presencia de los buitres.
Los puticuli, el antiguo cementerio situado más allá del muro serviano, daba al barrio
del Esquilino una siniestra reputación. Dice Horacio (Sat. I, 8, 16) que quienes pasaban
tristes por el lugar contemplaban un «campo informe de huesos (informem...ossibus
agrum)» y que había que espantar a las fieras que infestaban el lugar. En el año 31 a.C.,
Mecenas, que poseía en el Esquilino un conocido y extenso Jardín (pese a su mención
como pauca iugera certa por el autor de la Elegía a Mecenas) decidió ampliarlo añadiendo
el cementerio, transformando así el lúgubre paisaje en una zona agradable y rica en arbola-
do4. La transformación del Esquilino y la desaparición de la necrópolis supuso también la
desaparición de los buitres que acentuaban hasta entonces el carácter fúnebre del barrio y a
los que Horacio se refiere como Esquilinae alites. Quizá Mecenas pensaba también en los
buitres del Esquilino cuando en una de sus composiciones literarias, comprometido con
el ideario epicúreo, escribió: nec tumulum curo: sepelit natura relictos (apud Sen., ep. 92,
34-35).
En cualquier caso, en su lugar, debió de surgir una fauna ornitológica menos siniestra.
Desde entonces, la preocupación principal no era alejar del lugar a las aves carroñeras sino
escuchar el canto de los pájaros, aunque en ocasiones dañaran la vegetación de los horti
Maecenatis. El autor anónimo de la Elegía a Mecenas nos presenta al viejo ministro y
amigo de Augusto escuchando en el locus amoenus, al que decidió retirarse renunciando
a los triunfos y los honores, el murmullo del agua y el canto melodioso de los pájaros
silvestres:

Pieridas Phoebumque colens in mollibus hortis


sederat argutas garrulus inter aves (Elegiae in Maecenatem I, 35-36).

Venerando a las Piérides y a Febo en voluptuosos jardines


permanecía [Mecenas] con sus gorjeos entre canoras aves.

Cinco años antes de aquella reforma emprendida por Mecenas, Octavio, en colaboración
con Agripa, llevó a cabo la construcción del Portus Iulius en el lago Averno, la puerta del
Infierno, ordenando talar un cercano bosque sagrado5. Recordemos que los antiguos llama-
ban «avernos» a los lugares que, considerados como entrada al mundo infernal, a causa

4
MoNtero, S.: Augusto y las aves. Las aves en la Roma del Principado: prodigio, exhibición y consumo (Col.
lecció Instrumenta 22), Barcelona, Publicacions i Edicions Universitat de Barcelona, 2006; Id.: «Mecenas y las aves»,
en J.C. BerMejo Barrera, M. García SáNchez (eds.), Desmoi Philias. Bonds of Friendship, Studies in Ancient History
in Honour of Francisco Javier Fernández Nieto (Col.lecció Instrumenta, 58), Barcelona, Edicions de la Universitat de
Barcelona, 2017, pp. 233-241.
5
MoNtero, S.: Augusto y las aves. Las aves en la Roma del Principado: prodigio, exhibición y consumo (Col.
lecció Instrumenta 22), Barcelona, Publicacions i Edicions Universitat de Barcelona, 2006, p. 34.

328
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

de emanaciones mefíticas que provocaban la muerte de las aves que los sobrevolaban6.
Virgilio se detiene en esta característica cuando escribe:

His actis propere exsequitur praecepta Sibyllae.


spelunca alta fuit vastoque immanis hiatu,
scrupea, tuta lacu nigro nemorumque tenebris,
quam super haud ullae poterant impune volantes
tendere iter pennis: talis sese halitus atris
faucibus effundens supera ad convexa ferebat.
[unde locum Grai dixerunt nomine Aornum] (Aen. VI 237-242)

Hecho esto, se apresura a acabar de cumplir la orden de la Sibila.


Había una honda cueva pavorosa, con su ancha fauce abierta, áspera de guijarros
protegida de un lago de aguas negras y un tenebroso bosque.
Sobre ella no podía tender impunemente su vuelo ningún ave.
Tan hediondo era el halito, que sus oscuras fauces despedían
y alzaban a la bóveda del cielo. Por eso designaron los griegos el lugar
con el nombre de Aornos, el ausente de pájaros.

El verso 242 se considera hoy como una interpolación, pero hace alusión a una
etimología popular que hacía derivar, en efecto, el término Avernus del griego a-órnis
(«sin aves»). Así Nonius (14, 4) retoma esta etimología: Auernus… quia odor auibus
infestissimus y Plinio, en su Historia Natural (IV 1, 2), evoca un locus Aornos [ἄορνος]
et pestifera auibus exhalatio. Todavía en Claudiano se mantiene esta etimología pues
señala que solo cuando Plutón regresa al Hades en compañía de Prosérpina «entonces
también, aves, sobrevolasteis ilesas las apaciguadas aguas del pestífero Averno» (Rapto
Proserp. II, 348-349: Tunc et pestiferi pacatum flumen Averni innocuae transistis aves
flatumque repressit Amsanctus). Dicha pretensión etimológica resulta irónica en opinión
de D. Ogden ya que etimológicamente el topónimo (de avis más un sufijo -ernus) significa
precisamente «place of birds»7. Es posible que Octavio hiciese circular la idea, como
apuntan algunos testimonios tardíos, de que mediante el saneamiento del lago el lugar
volvería a ser habitable y los pájaros podrían volar libremente sin caer muertos, como se
creía, a sus aguas.
Algo parecido sucede con la fuente llamada Estigia ―el mismo nombre que la Éstige
infernal, que tanto inquietaba a los vivos― situada por Varrón junto al monte Nonacris,
en la Arcadia8. Aparentemente era una fuente atractiva pero pronto se repara en que yacen
muertas junto a ella las aves que han probado sus aguas, quizá a causa de su excesiva

6
Nadaud, A.: Aux portes des Enfers: enquête géographique, littéraire, historique et légendaire sur les endroits
qui, dans l ‘Antiquité, donnaient acces aux Enfers, Arles, Actes Sud, 2004.
7
oGdeN, D.: Greek and Roman Necromancy, Princeton, Princeton University Press, 2001, pp. 26-27. No es la
idea de GarNier, R.: «Sur l’étymologie du nom de l’Averne (facilis descensus Auerno)», Revue de Philologie, de Littérature
et d’Histoire Anciennes, 82 (2008), pp. 99-111.
8
luque MoreNo, J.: «Agua de Éstige, agua del horror», Florentia Iliberritana, 18 (2007), pp. 251-309.

329
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

frialdad: «Varrón, junto al Soracte, en una fuente cuya anchura es de cuatro pies; que
al salir el sol dicha fuente se desborda como si hirviera; que las aves que la hubieren
probado yacen al lado muertas. En efecto, además se da esta insidiosa condición, que
algunas incluso son atractivas por su aspecto, como junto a Nonacris de Arcadia: en modo
alguno echan atrás por ninguna de sus cualidades; ésta piensa que es nociva por su excesiva
frialdad, como que a medida que fluye por sí sola se petrifica»9.

2. Aves en el Elíseo

Quizá esta larga y estrecha vinculación de los pájaros con la muerte explique que a mi
juicio en época augústea se forje la idea de un Infierno habitado también por aves de
diferentes especies, según tratemos del Tártaro o del Eliseo. Se trata de una novedad puesto
que hasta entonces ni en el mundo griego ni en el romano se concebían las profundidades
de la ultratumba habitadas por pájaros.
Dichas aves ―las de gran belleza y extraordinario canto, pero también las carroñeras
y de horrible aspecto, según la zona que habiten― nada tienen que ver con aquellas en las
que, para algunos, se transformaba el alma tras la muerte (el «alma-pájaro»). El alma bajo
la forma de un pájaro es una concepción muy antigua ―los llamados Seelentiere― que
recibió el impulso de doctrinas como la metempsicosis según la cual el alma podía trans-
migrar en el cuerpo de un animal10. Esta idea, tan común en el arte y la literatura griega y
oriental, no parece haber arraigado especialmente en Roma, aunque acabará implantán-
dose con fuerza en el cambio de era. La asociación del vuelo con el concepto de anima
aparece ya en Lucrecio: Neque enim, sine corpore cum sunt, / sollicitae uolitant morbis
alguque fameque (3, 731-732). Virgilio nos dice que la multitud espera cien años «revo-
loteando» (volitantque) en torno a la orilla de la laguna Estigia para ser transportada por
Caronte (Aen. VI, 293) y Tibulo deseará a la hechicera que «en su torno vuelen sin parar las
ánimas, lamentando sus desgracias» (Hanc volitent animae circum sua fata querentes: I, 5,
50-51) anunciando en IV 1, 204-210 que una vez que el túmulo haya cubierto sus huesos
su figura será metamorfoseada: «...ya pájaro a través del puro cielo me desplazara con mis
alas» (sive ergo per liquidem volucris vaehar aera pennis).
Es muy posible que sean estas aves las que represente le decoración pictórica de la villa
de Livia en Prima Porta. Recientemente G. Caneva ha propuesto una nueva interpretación
de estas pinturas11. No se trata, en su opinión, de un jardín al uso ni de un ambiente natural,
9
Plin. NH XXXI, 19: [...] Varro ad Soracten in fonte, cuius sit latitudo quattuor pedum; sole oriente eum
exundare ferventi similem; aves, quae degustaverint, iuxta mortuas iacere. Namque et haec insidiosa condicio est, quod
quaedam etiam blandiuntur aspectu, ut ad Nonacrim Arcadiae, omnino nulla deterrent qualitate. Hanc putant nimio
frigore esse noxiam, utpote cum profluens ipsa lapidescat.
10
«Souls animals»: BrowN, Th.: The Fate of the Dead, Cambridge, Cambridge University Press, 1979, pp.
74-77; BreMMer, J. N.: The Early Greek Concept of the Soul, Princeton, Princeton University Press, 1983, pp. 63-69;
80-82. Sobre «Seelenvogel» en particular: BETTINI, M.: Antropologia e cultura romana. Parentela, tempo, immagini
dell’anima, Roma, La Nuova Italia Scientifica, 1986, pp. 232-234; curletto, S.: «Il contesto mitico-religioso antenato /
anima / uccello /strega nel mondo greco-latino», Maia 39 (1987), pp. 143-156.
11
caNeva, G.: «Ipotesi sur significato simbolico del giardino dipinto della Villa di Livia (Prima Porta, Italia)»,

330
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

dada la extraordinaria variedad de árboles y aves en un solo espacio: las aves tienen aquí un
valor simbólico y, en concreto funerario, evocando el paisaje entre el mundo de los vivos
y el cielo. Se apoya la autora en el hecho de que la representación parece estar enmarcada
dentro de una gruta o hipogeo que no descansa sobre la tierra, así como en el predominio
de árboles y plantas de claro sentido funerario, como abetos, crisantemos, amapolas,
cipreses, violetas, etc. Los pájaros serían representaciones de las almas y tendrían por tanto
un significado escatológico: así, la presencia del único pájaro que permanece enjaulado
viene interpretada por Caneva como la representación del «anima intrappolata» incapaz
de remontar el vuelo hacia el cielo.
La propuesta de Caneva, que ve en estos pájaros una representación del alma o de los
«stati spirituali dell’essere» debe ser puesta, a mi juicio, en estrecha relación con la tholos
del volarium de Varrón ―contemporáneo de estas pinturas encargadas poco después del
38 a.C.―, en cuyo interior se celebraba un banquete rodeado de pájaros cantores que
simbolizarían las almas puras del pitagorismo. Varrón, siguiendo la doctrina pitagórica,
había tratado de simbolizar en la tholos de su volarium el descanso de las almas puras entre
el trino de los pájaros. El aviarium de Varrón tiene una función de cenatio para los meses
de verano (RR III, 5, 15-17) y, al tiempo, unas connotaciones «cósmicas». La estructura,
sumamente compleja, consta de una parte «baja», acuática (con peces y patos); una parte
media, «terrestre» (la que ocupan quienes participan en el banquete) y una parte «alta»,
aérea (destinada a los pájaros cantores, sobre todo a ruiseñores y mirlos). Por último, una
parte «celeste», la cúpula, con indicación de vientos y estrellas que, con su movimiento,
indican las horas diurnas y nocturnas (Lucifer y Vesper). La relación de esta compleja
máquina con la cultura pitagórica de Varrón, su propietario, es evidente y ha sido puesta de
relieve recientemente por Deschamps en cuyo estudio sostiene que la tholos del aviarium
evocaría los Campos Elíseos12.
Sin embargo, era una fauna ornitológica bien diversa, alejada de las especulaciones
filosóficas, la que poblaba el Elysium. En la mentalidad popular, los Campos Elíseos,
brillantes y alegres, caracterizados siempre por sus verdes prados, sus bosques y su luz
diáfana son habitados ahora por aves, cantoras y de pequeño tamaño, los únicos animales
que pueblan el infierno y será, sobre todo, la poesía la encargada de recordarlo13.
Bullettino della Commisione Archeologica di Roma 100 (1999), pp. 63-80. En realidad, Andreae había propuesto ya la
interpretación de estas pinturas como Campos Elíseos: aNdreae, B.: «Il Giardino di Livia», en Forma Urbis, IV, 1,
Roma, 1999, pp. 31-39. Cf. SettiS, S.: Le pareti ingannevoli. La villa di Livia e la pittura di giardino, Milano, Mondadori
Electa, 2005, pp. 25-26. Creo que la interpretación politica o ideológica ofrecida por FÖRTSCH, R: «Ein Aurea-Aetas-
Schema», RM 96 (1989), pp. 333-345 debe ser rechazada.
12
Deschamps, L.: «La salle à manger de Varron à Casinum ou Dis-moi où tu manges, je te dirai qui tu es», BSTEC,
191-192 (1987), pp. 61-93.
13
En general, vid.: GaNSchiNietz, [R.]: s.v. Katabasis, en RE, X, 2 (1919), coll. 2416-2426; cuMoNt, F.: After
Life in Roman Paganism, New Haven, Yale University Press, 1923; Bar, F.: Les routes de l’autre monde. Paris, Presses
Universitaires de France(Mythes et religions, 17), 1946, pp. 48-54; Xella, P. (ed.): Archeologia dell’Inferno: l’aldilà nel
mondo antico vicino-orientale e classico, Verona, Essedue Edizioni, 1987; cuMoNt, F.: Lux Perpetua, Paris, Librairie
orientaliste Paul Geuthner, 1949, pp. 72-73; BreMMer, J.: The Rise and Fall of the Afterlife, The 1995 Read-Tuckwell
Lecture at the University of Bristol, London/New York, Routledge, 2002. Para el mundo griego: GeliNNe, M.: «Les Champs
Elysées et les îles des Bienheureux chez Homère, Hésiode et Pindare. Essai de mise au point», Les Études Classiques 56
(1988), pp. 225-240; BeekeS, R.S.P.: «Hades and Elysion», en craiG Melchert, H., JaSaNoff, J. (ed.): Mír curad: Studies in

331
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

Desde el momento mismo en que en Roma surge el poema de lamento por la muerte
de un ave doméstica, el decir, con Catulo, aparece ya una mención al Hades como
destino del volátil. Recordemos que el poeta consagra dos célebres poemas al pájaro de
Lesbia. En el primero celebra los juegos que el pájaro comparte con su amada y siente
envidia de ésta (Catul. 2). En el segundo lamenta la muerte del animal y la pena que
causa en su dueña, compartida también por el propio Catulo:

Lugete, o Veneres Cupidinesque,


et quantum est hominum venustiorum:
passer mortuus est meae puellae,
passer, deliciae meae puellae,
quem plus illa oculis suis amabat.
nam mellitus erat suamque norat
ipsam tam bene quam puella matrem,
nec sese a gremio illius movebat,
sed circumsiliens modo huc modo illuc
ad solam dominam usque pipiabat.
qui nunc it per iter tenebricosum
illuc, unde negant redire quemquam.
at vobis male sit, malae tenebrae
Orci, quae omnia bella devoratis:
tam bellum mihi passerem abstulistis
o factum male! o miselle passer!
tua nunc opera meae puellae
flendo turgiduli rubent ocelli (Catul. 3).

¡Llorad, Venus y Cupidos


y todo aquel capaz de sentir!
Ha muerto el pajarillo de mi niña,
el pajarillo, juguete de mi niña,
al que quería más que a sus ojos.
Y es que era dulce como la miel y conocía
a su dueña como una niña a su madre
y no se apartaba de su falda,
sino que dando saltitos por aquí y por allí
sólo a su dueña sin cesar le piaba.
Él ya va por un camino tenebroso,
allá de donde aseguran que nadie regresa.

Honor of Calvert Watkins, Innsbruck, Innsbruker Beiträger zur Sprachwissenschaft, 1998, pp. 17–28; ViScardi, G. P.: «Erro
lungo la casa dall’ampia porta di Hades. Configurazioni mitiche dello spazio oltremondano nella rappresentazione greca:
il cosmo di Hades come luogo di negoziazione dei significati», SMSR, 80 (2014), pp. 135-157. Para el infierno virgiliano:
Setaioli, A., «Inferi, loci», en Enciclopedia Virgiliana II. Roma, 1986, pp. 953-996; Novara, A.: «Les Imagines de
l’Élysée virgilien», en hiNard, F. (ed.), La mort, les morts et l’au-delà dans le monde romain (Actes du colloque de Caen
20-22 nov.1985). Caen, Centre de Publication de Université de Caen 1987, pp. 321-349; Molyviati-toptSiS, U.: «Vergil’s
Elysium and the Orphic-Pythagorean Ideas of After-Life», Mnemosyne, 47/1 (1994), pp. 33-46.

332
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

¡Malditas seáis, malas sombras


del Orco, que tragáis todo lo que es bello:
tan bello pajarito me habéis quitado!
¡qué maldad! ¡pobre pájaro!
Ahora por tu culpa los ojitos de mi niña
de tanto llorar están rojos e hinchados.

Al margen del indudable carácter erótico o sensual del poema14, que será acentuado
por otros imitadores latinos del tema de la «jaula vacía» que nos dejó el poeta, lo que
aquí nos interesa es la mención, en tono de lamento, a la vida de ultratumba del animal.
Que se encuentra en las profundidades infernales, de las que como dice el poeta nadie
regresa, no cabe duda, pero el lugar es triste y tenebroso pues Catulo nos habla de un
iter tenebricosum, y condena a las «malas sombras del Orco» que tragan todo lo bello.
Será Tibulo quien, en una composición escrita pocos meses antes de Actium siguiendo
directrices pitagóricas15, cuando probablemente sentía próxima su muerte, nos presente
por primera vez, tras ser llevado por la propia Venus (ipsa Venus) al Hades, pájaros en el
Elíseo que entonan un carmen mientras chicos y muchachas juegan. Gozan todos de la
paz ya vista en el reino de Saturno en lo que parece una especie de Edad de Oro aunque
algunos estudiosos han hablado de la «erotización» del Elysium:

Ipsa Venus campos ducet in Elysios.


Hic choreae cantusque vigent, passimque vagantes
dulce sonant tenui guttere carmen aves;
fert casiam non culta seges, totosque per agros
floret odoratis terra benigna rosis (I, 3, 58-62).

Venus en persona me llevará hasta los campos Elísios.


Aquí florecen coros y cantos y por doquier revoloteando
cantan su dulce salmodia con frágil garganta los pájaros.
Cría el cinamomo una tierra no cultivada y por todos sus prados
florece de olorosas rosas la bondadosa tierra.

Tibulo trata, como vemos, de manera menos sombría y pesimista que Catulo la vida de
su papagayo en la ultratumba: no desea que su ave acabe engullida por las aterradoras
14
Buen conocedor del tema, díaz Gito, M.A.: «Dos interpretaciones humanísticas de un tópico clásico: el
poema a la muerte de un ave (y II): La «deploratio sturni» de Giovanni Pontano», Calamus Renascens, 3 (2002), p. 77
escribe: «En este sentido, el pajarito de Catulo quizás sí sea un símbolo, no el símbolo sexual que otros han querido ver,
sino el símbolo de su amor por Lesbia en forma de regalo literario ofrecido a su amada, de la que se supone era una mujer
amante de la poesía y, especialmente, de la poesía de influencia griega». Dicho autor señala que existen precedentes del
tema en la literatura griega: Homero, Ánite de Tegea y algunos poemas recogidos en la Antología Griega. El poeta Timnes
lamenta la muerte de un pájaro cantor amado por las Gracias (AP 7,199).
15
houGhtoN, L. B. T.: «Tibullus’ Elegiac Underworld», The Classical Quarterly, 57 (2007), p. 155, escribe: «To
the conventional paraphernalia of the blessed afterlife—flowers, myrtle, birds—Tibullus has given a distinctive amatory
twist, bringing out the latent eroticism of this iconography not simply by its inclusion in his version of the underworld,
but by the specific literary register he employs to describe both these and other constituents of his Elysium. The birds, for
instance, are depicted as singing tenui gutture (v. 60), the quality of tenuitas being a literary and aesthetic concept highly
prized among practitioners of the elegiac genre».

333
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

sombras del Orco, sino que le reserva una vida amena en un paisaje de eterna primavera
y bienestar, unos Campos Elíseos dibujados sobre el modelo de la Edad de Oro.
Siguiendo siempre un criterio cronológico, advertimos que curiosamente las aves
están ausentes del Elíseo virgiliano pese a que el poeta describe sus «risueños vergeles
que amenizan el Bosque de la dicha» (locos laetos et amoena uirecta fortunatorum nemo-
rum sedesque beatas: vv. VI, 638-639), sus «praderas» (v. 652: campum), «su césped» (v.
656: herbam) o el «boscaje de fragantes lauros» (odoratum lauri nemus: v. 658) además
de innumerables lagos y cursos de agua. Pero el aire, el espacio aéreo, no es surcado por
ningún volátil quizá porque para Virgilio una de las características del mundo subterrá-
neo es precisamente el silencio que el trino de los pájaros podría romper o quizá porque
concibe para ellas una residencia en el espacio sideral16. En efecto, a excepción del vultur
de Ticio Virgilio silencia en su Eneida la presencia de los pájaros buenos o malos, píos o
impíos, en el Infierno. El poeta nos ofrece a cambio la versión latina ―bastante fiel― de la
prueba de habilidad con el arco del canto XXIII de la Iliada de Homero (Aen. V, 485-544)
que consistía en disparar la flecha contra una paloma atada con una cuerda a la cúspide
de un mástil: et volucrem traiecto in fune columbam, quo tendant ferrum, malo suspendit
ab alto (V, 488-489). Su vida, nos dice a continuación, quedó entre los astros: Decidit
exanimis vitamque reliquit in astris / Aetheriis, fixamque refert delapsa sagittam (Aen. V,
515-519). Podría inferirse de dichos versos que el alma de la paloma no es acogida en el
Infierno subterráneo, sino que tiene el éter, el espacio sideral como destino. Pero es posible
que la recepción del ave entre los astros, venga explicada, como nos recuerda Servio (ad
locum), por ser emblema de Venus, y por tanto a través de Eneas, de la propia dinastía
fundada por Augusto17. En cualquier caso debemos constatar la importancia que asumen
ciertas aves como el águila o el cisne transformadas en constelaciones como nos recuerda
Manilio en sus Astronomica.
Con Ovidio, el Elíseo reaparece como lugar reservado tanto a los pájaros piadosos
(Am., 2, 6, 51: uolucrum piarum; 6, 58: uolucres pias) como a los hombres buenos. En el
elenco de dichos pájaros afortunados figuran el cisne, el pavo real, la paloma y el fénix; a
diferencia de las de Tibulo, no cantan, pero revolotean felices. Las «aves siniestras», como
el búho, por ejemplo, tienen prohibido su paso:

Colle sub Elysio nigra nemus ilice frondet,


Udaque perpetuo gramine terra viret.
Siqua fides dubiis, volucrum locus ille piarum
Dicitur, obscenae quo prohibentur aves.
Illic innocui late pascuntur olores

16
Remito nuevamente al trabajo de Novara, A.: op.cit.
17
Serv. ad Aen. 5.517: Vitamque reliquit in astris unde sumpserat vitam, ut «hinc hominum pecudumque genus,
vitaeque volantum». Sane sciendum hunc totum locum ab Homero esse sumptum: unde inanis est vituperatio Aeneae, quod
suspenderat avem maternam. nam et res est translata simpliciter: et quamcunque suspendisset avem, in hanc incideret
vituperationem: nulla enim avis caret consecratione, quia singulae aves numinibus sunt consecratae. Quamquam Urbanus
dicat, matrem citius potuisse placari. Cf también Scholia Veronensia ad Aen. 5, 488.

334
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

Et vivax phoenix, unica semper avis;


Explicat ipsa suas ales Iunonia pinnas,
Oscula dat cupido blanda columba mari.
Psittacus has inter nemorali sede receptus
Convertit volucres in sua verba pias (Amores II 6, 49-62).

A los pies de la colina del Elísio crece un bosque de encinas de oscuro follaje y la
tierra, humedecida. verdea siempre por el césped. Si hay que dar crédito a cosas incier-
tas, aquel es el lugar de las aves piadosas ―según se dice―, adonde les está prohibido
entrar a las aves siniestras. Allí, en toda su extensión, picotean los cisnes inocentes y
el fénix imperecedero, ave siempre solitaria; despliega sus alas también allí el ave de
Juno, y la paloma cariñosa da besos al apasionado macho. Acogido el papagayo en esta
morada boscosa, atrae con su lenguaje la atención de los pájaros piadosos.
Se trata de un destino previsible puesto que, en los últimos versos de su composición
sobre el papagayo de Corina, se alude a su inhumación e incluso a su epitafio (vv. 62-64)18.
Los Campos Elíseos o «Llanuras Elíseas o «Valle Eliseo» como también los denomina
Ovidio, constituyen el habitat de estas aves piadosas que amenizan las almas de los
hombres muertos. Para Chr. Kossaifi este Hades ovidiano tiene resonancias virgilianas:
«La localisation, colle sub Elysio (v. 49), evoque “le chemin de droite qui conduit sous
les murs, sub moenia, du noble Dis» et que la Sibylle designe a Enee comme etant
leur «chemin pour aller a l’Elysee», iter Elysium (En. VI, 541-542), mais elle suggere
aussi la recompense obtenue par le perroquet; en effet, “peu nombreux” sont ceux qui,
envoyes “dans les espaces de l’Elysee, demeurent dans ses champs heureux”, selon
Virgile (En. VI, 743-744), et l’oiseau de Corinne fait partie des “bienheureux elus”»19.
Ovidio sigue, pues, el modelo virgiliano del Hades, pero incorpora en él ciertas aves
piadosas (volucrum... piarum).
Es merecido el destino de las aves que cita Ovidio en su catálogo porque además de
encarnar ciertas cualidades todas ellas son próximas a los dioses. Los cisnes inocentes
encarnan la belleza perfecta del canto y si recordamos a Platón (Fedón 84d-85b) la
simbólica protección de Apolo. El epíteto uiuax referido al Fénix confirma la tradicional
inmortalidad que, como a los dioses, se le atribuía siempre. El pavo, ave de Juno, remite
por la belleza de sus plumas a la belleza, al arte de la seducción. La paloma, a Venus y
al amor.
P. S. de Vasconcellos considera que el psittacus muerto de Corinna tiene «a kind of
Orphic power over the other birds: conuertit uolucres in sua uerba pias (v. 58); it keeps

18
Boyd, B. w.: «The death of Corinna’s Parrot Reconsidered: Poetry and Ovid´s Amores», Classical Journal,
82 (1987), pp. 199-207; KiM, M. I. «A Parrot and Piety: Alcuin’s Nightingale and Ovid’s Amores 2.6», Latomus, 51.4
(1992), pp. 881-891. SchMitzer NürNBerG, U.: «Gallus im Elysium Ein Versuch über Ovids Trauerelegie auf den toten
Papagei Corinnas (am. 2,6)», Gymnasium, 104 (1997), pp. 245-270; houGhtoN, j. B. l.: «Ovid’s Dead Parrot Sketch:
Amores, II.6», Mnemosyne, 53, 6 (2000), pp. 718-720; urBaN-Godziek, U.: «Elysium of Love Poets: the beginnings of
the Motif in the Classical Literature», Episteme, 17 (2012), pp. 15-34.
19
koSSaifi, Chr., «Thalie et le perroquet. Le sourire humoristique d’Ovide dans les Amores 2. 6», Mosaïque, 9
(2013), p. 206.

335
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

exercising the extraordinary verbal ability it had in life»20. Por su parte L. Kronenberg,
viendo como Ovidio separa los pájaros piadosos (volucrum... piarum: 2, 6, 50) de los
de mal presagio (obscenae.... aves: 2, 6, 51), ha propuesto una interesante hipótesis:
«Maybe this distinction between pious (¿auspicious?) and inauspicious birds consti-
tutes another reference to Macer’s Ornithogonia, since one of the surviving fragments
concerns the swan as an auspicious bird» (frag. 4 Bl.)21.
Por su parte Marcial, en uno de sus epigramas, evoca primero a Lesbia, «la amiga
dulce de Catulo, privada de las gracias de su pájaro» y luego la desgracia «que lamentó
Jantis cantada por mi querido Estela, cuya paloma vuela negra por el Elíseo»:

Accidit infandum nostrae scelus, Aule, puellae;


Amisit lusus deliciasque suas:
Non quales teneri ploravit amica Catulli
Lesbia, nequitiis passeris orba sui,
Vel Stellae cantata meo quas flevit Ianthis,
Cuius in Elysio nigra columba volat:
Lux mea non capitur nugis neque moribus istis (ep. VII 14, 1-7).

Una terrible desgracia le ha sucedido, Aulo, a mi muchacha; perdió su diversión y sus


delicias: no como las que lloró Lesbia, la amiga del dulce Catulo, privada de las gracias
de su pájaro, ni como las que lamentó Jantis cantada por mi querido Estela, cuya paloma
vuela negra por el Elíseo.

Se refiere Marcial a otro poeta contemporáneo, L. Arruncio Estela, que había compuesto
un poemario al modo catuliano en el que no faltaban poemas a la paloma de Jantis,
incluido un epicedio a su muerte. Pero aún tenemos otra interesante referencia en sus
epigramas: alude el poeta a una mujer, Telesila, que expresa la lástima que siente por la
muerte de su ruiseñor erigiéndole una tumba que, como era costumbre, venía probable-
mente acompañada por una lápida dedicada:

si gelidum collo nectit Cadilla draconem,


luscinio tumulum si Telesilla dedit:
blanda Cupidinei cur non amet ora Labyrtae
qui uidet haec dominis monstra placere suis? (ep. VII, 87, 7-10).

si Glaucila se enrosca en el cuello una fría serpiente,


si Telesila dedicó una tumba a su ruiseñor:
¿por qué no va a amar el tierno semblante de Lábicas, hermoso como un Cupido,
quien ve cómo esas bestias dan placer a sus dueños?

20
vaScoNcelloS, Paulo Sérgio de: «Images of Dead Poets in Roman Elegiac and Lyric Underworld», Revista
Classica, 30/2 (2017), p. 61.
21
kroNeNBerG, L. «Aemilius Macer as Corinna’s Parrot in Ovid Amores 2. 6», Classical Philology, 111, 3
(2016), p. 266, n.15.

336
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

También en época flavia Estacio en su epicedio dedicado al papagayo de Atedio Melior


(Silv. II, 4), inspirado en los versos citados de Catulo y Ovidio, dice «Ahora, en cambio,
ayer canoro, eres huésped del eterno silencio del Leteo» y más adelante: «mas no sin honra
marcha hacia las sombras». Es decir, el poeta no menciona el Eliseo pero si los Infiernos
donde su sombra vagará eternamente.
Tradicionalmente suelen considerarse los versos de Ovidio o Marcial, una sátira del
poeta y lo son pero descansan sobre una realidad. Convendría en este punto recordar el
sepelio en los primeros años del gobierno de Tiberio de aquel cuervo que saludaba a la
familia imperial hasta que fue muerto a manos de un zapatero. A los funerales del pájaro
(funusque aliti), dice Plinio (NH X, 121-122), asistió un numeroso cortejo que contempló
cómo el lecho fúnebre (lectum) era transportado por dos etíopes precedidos de un tibicine
y coronas de todas clases (coronis omnium generum). El cuerpo fue depositado en el rogus
(ad rogum) levantado expresamente para él en el Radiculus de la Via Appia, una necrópo-
lis a dos millas de Roma. Es evidente que, si se celebraba un funus y se le daba sepultura,
es porque la multitud creía también en la pervivencia en el Eliseo de aquel cuervo que
diariamente saludaba a Germánico y Druso. Si a las aves se les atribuía un comportami-
ento religioso (purificare, lustrare, religio son términos aplicados por Plinio a las aves) era
justo admitir un lugar reservado para ellas en el Elíseo.
Uno de los escasos autores griegos que hace alusión a la presencia de aves ―ruiseñores
y «pájaros canoros»― en la «Llanura Elísea», si bien ya en el siglo II d.C., es Luciano de
Samósata:

El festín lo celebran fuera de la ciudad, en la llanura llamada Elisio, un prado bellísimo,


rodeado de un espeso bosque de variadas especies, que brinda su sombra a quienes en
él se recuestan. Sus lechos están formados de flores, y les sirven y asisten en todos los
vientos, excepto en escanciar vino: ello no es necesario, ya que hay en torno a las mesas
grandes árboles del más transparente cristal, cuyo fruto son copas de todas las formas y
dimensiones; cuando uno llega al festín, arranca una o dos copas y las pone a su lado, y
estas se llenan al punto de vino. Así beben y, en vez de coronas, los ruiseñores y demás
pájaros canoros recogen en sus picos flores de los prados vecinos, que expanden cual
una nevada sobre ellos mientras revolotea cantando. Y este es su modo de perfumarse:
espesas nubes extraen mirra de las fuentes y el río, se posan sobre el festín bajo una
suave presión de los vientos, y desprenden lluvia suave como rocío (Hist. Verd. II 14).

B. Rochette, refiriéndose a este pasaje de Luciano, escribió que “une des sources de
cet opuscule est le Pythagoricien Antonius Diogène, dont le roman intitulé les «Merveilles
d’au-delà de Thulé» préfigure, d’une certaine façon, les aventures de Cyrano de Bergerac
Peut-être est-ce cet auteur qui est imité par Lucien dans ce passage. Il n’est pas impossi-
ble que les chœurs et les chants qui se font entendre avec force (hic choreae cantusque
uigent) dans l’évocation tibullienne aient été inspirés au poète par le pythagorisme, qui

337
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

avait propagé l’idée que les élus exprimaient leur béatitude en chantant»22.
En otro de sus tratados se recoge la misma creencia: Luciano señala que el lago Aquer-
onte no puede ser atravesado si no es con la ayuda del barquero Caronte; su profundidad
impide cruzarlo a pie y su anchura es demasiada para pasar a nado y añade: «y, en fin, ni
siquiera las aves difuntas pueden llegar volando al otro lado» (De luctu, 3).
En fin, todavía en el siglo XVII, sobre una urna romana auténtica, quizás de época
de Adriano, se escribe un epitafio falso, presentado a modo de carmen epigraphicum a
imitación de los poetas latinos, en el que se exaltan las virtudes canoras de un ruiseñor al
que desea que acabe cantando en el Elíseo23.
Un Hades poblado por aves piadosas que, en vida, acompañaron a los mortales y
particularmente a los niños con su canto, explica ciertas costumbres aparentemente crueles.
En época de Trajano el hijo del poderoso Régulo jugaba durante su infancia con papagal-
los, ruiseñores y merlos (habebat luscinias, psittacos, merulas), aves que fueron quemadas
en una hoguera acompañando su cadáver:
Amissum tamen luget insane. Habebat puer mannulos multos et iunctos et solutos, habe-
bat canes maiores minoresque, habebat luscinias psittacos merulas: omnes Regulus circa
rogum trucidavit. Nec dolor erat ille, sed ostentatio doloris. Convenitur ad eum mira celeb-
ritate. Cuncti detestantur oderunt, et quasi probent quasi diligant, cursant frequentant,
utque breviter quod sentio enuntiem, in Regulo demerendo Regulum imitantur (Plin. ep.
IV, 2, 3-4).

Se trataba, ciertamente, de una ostentación del dolor, como dice Plinio (ep. IV, 2, 3: sed
ostentatio doloris), acorde con la categoría social de la familia, pero también de un rito
funerario destinado a que las almas de dichas aves acompañaran a la del muchacho en el
Más Allá para, alcanzado el Hades, amenizarle allí como ya lo hicieron en vida24.
Incluso también aquellas aves augurales que con su vuelo o su canto habían dado
signos a los hombres, convenientemente interpretados por los augures, podían gozar de
otra vida en el Hades. En la Tebaida de Estacio ―y seguimos en época flavia― el adivino
Anfiarao, que participa en la expedición de los Siete contra Tebas, es engullido vivo en los
Infiernos durante la batalla a las puertas de la ciudad25. Desaparecido, los suyos se pregun-

22
rochette, B.: «Une évocation pithagoricienne des Enfers en Tibulle (I, 3, 59-66)», Les Études Classiques, 71/2
(2003), p. 178. Almas cantando en el Ades encontramos tambien en Virg., Aen. VI, 656-658. Sostiene este autor, refiririéndose
a la presencia de aves en el Ades, que «les descriptions traditionnelles des Enfers n’attachent, en général, que peu d’importance
à cette caractéristique» (p. 178) pero en este artículo tratamos de demostrar que no es así.
23
perea yéBeNeS, S.: «La urna de Luscinia Philumena. Consideraciones sobre su atribución romana y su carmen
epigraphicum», Espacio, Tiempo y Forma 31 (2018), p.103 ofrece la siguiente traducción de los últimos versos (15-18)
del carmen: have aviṣ iocvndissima qvae mihi volans / obvia bḷando personans rostello salve / toties cẹcinisti cave avis
avia Averna / vạle et vola per Elisivm («Adiós, ave alegrísima que volando a mi alrededor lanzabas repetidos y armoniosos
gorjeos con tu delicado piquito, adiós a ti que tanto me cantabas. ¡Ten cuidado, avecilla, de los peligros del Averno, sé
afortunada y vuela por el Elíseo!»).
24
wiedeMaNN, Th.: Adults and Children in the Roman Empire, New York, Routlege, 1989, p. 109.
25
Pausan. IX, 8, 3: «Yendo desde Potnias a Tebas hay a la derecha del camino un recinto pequeño, en el cual
hay columnas, dicen que allí se abrió la tierra ante Anfiarao, y cuentan también que sobre estas columnas no se posan los
pájaros ni de la hierba de allí pece ningún animal doméstico ni salvaje».

338
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

tan entonces a quién avisarán el futuro las aves con sus augurios y lamentan su ausencia
imaginándose que, ya se encuentre en el lago averno, ya en el valle Elíseo lejos de las
penas del infierno, verán otras aves y escucharán otros cantos:

et uice concordi discis uentura docesque?


an tibi felices lucos miseratus Auerni
rector et Elysias dedit inseruare uolucres? (Theb. VIII, 192-194).

3. Las aves del Tártaro

Por el contrario, en el Tártaro, la mentalidad popular de época augústea ―y la poesía se


hace eco de ella― situaba otro tipo de aves, carroñeras y de mal augurio. Se trata, por una
parte, de aquellas (dirae, obscenae) que daban siempre malos augurios durante la ceremo-
nia de la auspicatio o que, como el búho, su sola presencia constituía un prodigio nefasto.
Pero también de aquellas otras que torturan a los hombres como castigo de los dioses26. Es
en el Tártaro donde se encontraba el gigante Ticio, hijo de Zeus y de Elara, precipitado por
su padre a los infiernos por su deseo de violar a Leto. En la Odisea de Homero dos buitres
devoran su hígado, que renace con las fases de la luna:

Y ví a Ticio después, el nacido de Gea la gloriosa; nueve pletros su cuerpo ocupaba, tendi-
do en un llano, sin poder defenderse; dos buitres de un lado y de otro le roían el hígado allí
penetrando en sus carnes por su ultraje a Latona, la augusta consorte de Zeus, cuando el
valle cruzaba de Pánopes yendo hacia Pito (XI 576-581).

Es interesante el pasaje porque en la Nekya homérica el buitre es la única ave que puebla
el Tártaro y no hay ninguna otra alusión a aves en el Hades. El poeta dice que en torno a
Heracles «chillaban los muertos a modo de aves que dispersa el terror» (v. 605) pero su
ausencia es total, lo que parece corresponderse con el arte figurativo griego y, en concreto,
con la pintura. En el siglo V a.C. Polignoto realizó un cuadro completo de los infiernos
inspirándose en el relato de la Odisea de Homero. Pausanias tuvo ocasión de verlo y nos
dejó una descripción muy completa. Señala que había un río, el Aqueronte, en el que
crecen cañaverales donde «hay peces tan en bosquejo que más bien parecen sombras de
peces». No se representan, sin embargo, aves. Las únicas que menciona Pausanias son las
que adornan la clámide de Memnón, sentado junto a Sarpedón en una roca en el Hades:
«Hay figurados pájaros que los griegos llaman memnónides, porque los del Helesponto
dicen que todos los años ciertos días acuden estos pájaros a la tumba de Memnón y limpian
de la sepultura lo que no está cubierto por árboles o hierba y lo rocían con las alas mojadas
en agua del Esepo» (Paus. X 31, 6).

26
Para el tema es indispensable: PetteNò, E.: Cruciamenta Acherunti. I dannati nell´Ade romano: una proposta
interpretativa, Roma, L’«Erma» di Bretschneider, 2004; PaiNeSi, A.: «Objects of Torture in Hades. A Literary and
Iconographic Study», Gaia, 17 (2014), pp. 157-180.

339
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

Entre la escatología homérica y la de Virgilio, debemos situar la Nekya o visión de


los muertos que introduce Platón en varias de sus obras, pero sobre todo en su República
a través del mito de Er. Un lugar maravilloso al que el filósofo ateniense llama en alguna
ocasión «pradera» (R. 614 e), que debemos figurar tendido horizontalmente entre las líneas
verticales que unen las aberturas celeste y terrestre de cada lado, es el escenario por el que
las almas bajan y suben para una nueva encarnación. El propio Er explica diversas reen-
carnaciones elegidas por ciertos personajes y el posterior proceso que las conducirá hacia
su renacimiento en una nueva vida:

Y dijo [Er] que había visto allí cómo el alma que en un tiempo había sido de Orfeo
elegía vida de cisne, en odio del linaje femenil, ya que no quería nacer engendrada en
mujer a causa de la muerte que sufrió a manos de éstas; había visto también al alma de
Támiras, que escogía vida de ruiseñor, y a un cisne que, en la elección, cambiaba su vida
por la humana, cosa que hacían también otros animales cantores (Pl.R. 620 a).

La siguiente [vida] era la de Agamenón, la cual, odiando también, a causa de padec-


imientos, al linaje humano, había tomado en el cambio una vida de águila (id. 620b).

F. Casadesús advierte que la mezcla de tales personajes «corrobora que Platón fundió la
inconografía del Hades de procedencia órfica con la homérica»27. Durante su estancia en el
Hades Er vio, pues, cómo aves pasaban a hombres ―el cisne, por ejemplo― y hombres a
aves ―águila, ruiseñor―.
En el Tártaro romano también será un buitre, aunque no siempre se le mencione como
tal, quien devore las entrañas de Ticio, como leemos en Virgilio (rostroque immanis vultur
obunco immortale iecur tondens fecundaque poenis viscera: Aen. VI, 597-599); Tibulo
(Porrectusque novem Tityos per iugera terrae/ adsiduas atro viscere pascit aves: I, III,
75-76), Horacio (Incontinentis nec Tityi iecur reliquit ales: Od. III 4, 77-78) u Ovidio
(Iugeribusque novem summus qui distat ab imo / visceraque assiduae debita praebet avi:
Ibis 181-182) .
Ovidio anuncia a su encarnizado enemigo Ibis que, a semejanza de Ticio, «con las
garras y el pico un buitre lentamente te sacará las entrañas» (unguibus et rostro tardus
trahet illa vultur: Ibis, 169) y de nuevo más adelante, que «cual Prometeo, poco dócil mas
no sin castigo, clavado, alimentes con tu sangre a las voladoras aves» (Utque parum mitis,
sed non impune. Prometheus aerias volucres sanguine fixus alas: Idem, 291-292).
Séneca se sumará a este Tártato literario pero inspirado quizá en el imaginario colectivo
al señalar que «ofrece Titio al ave un eterno banquete» (v. 756: praebet volucri Tityos
aeternas dapes) y aún en Thyeste, I. 9: Aut poena Tityi semper accrescens iecur / visceri-
bus atras pascit affossis aves, si bien nada dice de aves que habiten los «alegres parajes
del feliz bosque Elisio» (v. 745: vel laeta felix nemoris Elysii loca). Tal y como aparece
ya en la mitología griega, la música mágica de Orfeo en el Más Allá. será la única capaz
27
caSadeSúS Bordoy, F.: «Los mitos escatológicos en Platón: entre Homero y Orfeo», en calderóN dorda, E.
y MoraleS ortiz, A. (eds.), Eusébeia. Estudios de religión griega, Madrid, Signifer Libros, 2011, p. 109.

340
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

de detener temporalmente el suplicio de Ticio: «le creció a Titio el hígado, / mientras que
con su canto él retenía a las aves» (Sen. Hercules Oateus, 1070-1071: increuit Tityi iecur, /
dum cantu uolucres tenet). Solo Lucrecio, como buen epicúreo, niega la leyenda del buitre
devorando las entrañas del gigante28:

Nec Tityon volucres ineunt Acherunte iacentem


nec quod sub magno scrutentur pectore quicquam
perpetuam aetatem possunt reperire profecto.
quam libet immani proiectu corporis exstet,
qui non sola novem dispessis iugera membris
optineat, sed qui terrai totius orbem,
non tamen aeternum poterit perferre dolorem
nec praebere cibum proprio de corpore semper
Nec Tityon volucres ineunt Acherunte iacentem
nec quod sub magno scrutentur pectore quicquam
perpetuam aetatem possunt reperire profecto.
Quamlibet immani proiectu corporis exstet,
qui non sola novem dispessis iugera membris
optineat, sed qui terrai totius orbem,
non tamen aeternum poterit perferre dolorem
nec praebere cibum proprio de corpore semper (Rer. nat. III 984-991).

Los buitres no atacan tampoco a Titio, tendido en el Aqueronte; ni podrían seguramente


encontrar en su vasto pecho nada que escudriñar, durante toda la eternidad. Por enorme
que fuera la extensión de su cuerpo yacente, aunque sus miembros extendidos cubri-
eran, no ya nueve yugadas, sino el orbe entero de la tierra, no podría con todo tolerar un
eterno dolor ni ofrecer su propio cuerpo en pasto inextinguible.... Los buitres no atacan
tampoco a Ticio, tendido en el Aqueronte; ni podrían seguramente encontrar en su vasto
pecho nada que escudriñar, durante toda la eternidad. Por enorme que fuera la extensión
de su cuerpo yacente, aunque sus miembros extendidos cubrieran, no ya nueve yugadas,
sino el orbe entero de la tierra, no podría con todo tolerar un eterno dolor ni ofrecer su
propio cuerpo en pasto inextinguible.

Acaba advirtiendo el poeta que «Ticio está aquí ―es decir, sobre la tierra― dentro de
nosotros (sed Tityos nobis hic est): es el que está postrado de amor, al que despedazan los
buitres y devora una ansiosa congoja, o desgarra el cuidado de cualquier pasión» (Idem,
992-994).
En época augústea, Higino cuenta en una de sus Fábulas la historia de dos gigantes,
los hermanos Oto y Efialtes, hijos de Aloeo y de Ifimede, acusados de intentar conquistar
el cielo y violar a Hera y Ártemis. En la traducción española J. del Hoyo traduce styx, que

28
dioNiGi, I.: «L’inferno è qui. Un esempio di lettura lucreziana (rer. nat. 3, 978-1023)», Latina Didaxis, 12
(1998), pp. 19-34. Un eco de los versos de Lucrecio encontraremos en Propercio II, 20, 31 cuando como amante de Cintia
se ve devorado en los infiernos por los buitres: atque inter Tityi uolucris mea poena uagetur. Cf. KeNNey, E.J.: «Tityos
and the Lover», Proceedings of the Cambridge Philological Society, n.s., 16, 196 (1970), pp. 44-47.

341
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

a su juicio simboliza el Odio, por «autillo»29:

Se dice que sufren en los Infiernos el siguiente castigo: están amarrados con serpientes a
una columna, dándose la espalda el uno al otro. Entre ellos hay un autillo posado sobre
la columna a la que están atados (Fab. 28, 4).

Con el regreso de Plutón en compañía de Prosérpina a los Infiernos, Claudiano nos


muestra cómo Ticio yergue sus enormes miembros «dejando al descubierto nueve yugadas
de superficie» mientras «el buitre que surca lentamente su oscuro costado es arrastrado
del extenuado pecho a la fuerza y se queja de que ya no crecen para alimento suyo las
entrañas consumidas» (De raptu I 337ss.). Insiste también en otro de sus poemas cuando
se pregunta: «¿Para qué voy a mencionar a Titio, cuyas entrañas, bajo las garras del cruel
buitre, renacen luchando con agobiantes tormentos?» (in Gigantom. vv. 25-26: Quid dicam
Tityum, cuius sub vulnere saevo / viscera nascuntur gravibus certantia poenis). El poeta no
olvida, sin embargo, aquellas otras aves que también atormentan al desdichado Prometeo
que «encadenado en un valle de Escitia, alimenta al ave con sus entrañas palpitantes» (v.
21-22).
En fin, la representación de Ticio cuyo hígado es devorado por buitres aparece en
la parte central de la pintura del famoso ciclo de escenas del Esquilino, inspiradas en la
Odisea y datada en los años 50-40 a.C.30.
Pero además de los buitres de Ticio, el Tártaro aparece habitado por aves funestas
reales ―buitres, búhos― o imaginarias ―la estrige, las harpías―. Así en el Hercules
Oetaus la Medea que azota a los condenados «bate unas alas negras en sus escuálidas
sienes» (v. 1005) y en su Hercules Furens de Séneca, en las inmediaciones del Cocito,
uno de los ríos legendarios del Infierno, de corriente lenta y fría cuyas «repugnantes aguas
estancadas» yacen inertes «gime el buitre, allá el lúgubre búho y resuena el funesto
presagio de la infausta lechuza»:

[...] palus inertis foeda Cocyti iacet;


hic vultur, illic luctifer bubo gemit
omenque triste resonat infaustae strigis (686-688).

Silio Itálico desarrollará en su Nekya aún con más fuerza la presencia de estas aves en el
Tártaro31:

29
del hoyo, J.: Higino. Fábulas (Biblioteca Clásica Gredos, 380), Madrid, Gredos, 2009, p. 115, n. 213.
30
BuitroN, D. et alii (ed.), The Odyssey and Ancient Art. An Epic in Word and Image, New York, The Edith C.
Blum Art Institute, 1992, p. 80; Biering, R.: Die Odysseefresken vom Esquilin, München, Biering/Brinkmann, 1995, pp.
31-94.
31
reitz, C.: Die Nekyia in den Punica des Silius Italicus (Studien zur klassischen Philologie, Bd. 5), Frankfurt,
Lang, 1982; BillerBeck, M.: «Die Unterweltsbeschreibung in den “Punica” des Silius Italicus», Hermes, 111 (1983), pp.
326-338.

342
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

[...] Hic dirae uolucres pastusque cadauere uultur


et multus bubo ac sparsis strix sanguine pennis
Harpyiaeque fouent nidos atque omnibus haerent
condensae foliis: saeuit stridoribus arbor.
has inter formas coniunx Iunonis Auernae
suggestu residens cognoscit crimina regum (Pun. XIII, 597-602)

[...] Aquí las aves de mal agüero, el buitre que se nutre de los cadáveres, las bandadas de
búhos, la estrige con las alas salpicadas de sangre y las harpías, todas hacen sus nidos
y, apiñadas, ocupan toda la espesura. Con sus terribles chillidos, el árbol retumba. En
medio de estas criaturas, el esposo de Juno del Averno [Plutón], sentado en su elevado
sitial, juzga los crímenes de los tiranos.

El buho32; la strix33, las harpías son todas aves nocturanas, de mal agüero. No entran en el
listado de dirae que manejaban los augures (Dirae: Milvus, Spinturnix, Subis, Incendiaria
avis, Clivia avis), según sabemos por Festo (s.v. oscines), Paulo (s.v. alites) y Servio (ad
Aen. I 394) pero rara es la vez que no merecen dicho calificativo por parte de los poetas y
las clases populares.
C. Ginzburg cree que las striges encarnarían la hostilidad de los muertos hacia los
vivos, la sed de los muertos34. Se trata del ave siniestra, que anuncia duelos y muertes. A
veces son confundidas con el bubo; así, Ovidio (Met.15.791): tristia mille locis Stygius
dedit omina bubo. En ella fue convertido Ascálafo35 (Ov., Met.5.538; 549-550) al que
una leyenda hacía hijo de Éstige: in hanc autem auem conuersus est Ascalaphus Acher-
ontis, uel ut quidam uolunt Stygis filius (Serv. auct, Aen.4.462).
Otro poetas latinos que insiste en la presencia del aves en el Tártaro es sin duda,
Valerio Flaco primero en su verso cum facibus spirisque et Tartareo ululatu (Arg. 4.391-
3933), después anunciando que la cólera de Júpiter arrojó a las aves del Tártaro de
terrible graznido al tiempo que hablaba: cum mihi Tartareas saevo clangore volucres /
protulit ira Iovis, vox haec simul excidit auris (Idem, 589-580).

32
Virg., Aen.4.462 solaque culminibus ferali carmine bubo / saepe queri et longas in fletum ducere uoces; Ov.
Met.10.452 ter omen / funereus bubo letali carmine fecit; Iuv.2.150. Recuérdese, además, que en Apuleyo, Met. III, 21
la hechicera Pánfila se convierte en búho: fit bubo Pamphile. Cf. Tupet, A.M.: La magie dans la poesie latine. I. Des
origines à la fin du regne d´Auguste, Paris, Les Belles Lettres, 1976, p. 68. Recientemente: BaldiNi MoScadi, L.: Magica
Musa. La magia dei poeti latini. Figure e Funzioni. Bologna, Patron Editore, 2005, con algunas referencias a las aves,
aunque no existe ningún trabajo de conjunto sobre ellas en la magia.
33
oliphaNt, S. G.: «The Story of the Strix: Ancient», TAPA 44 (1913), pp. 133-149; oliphaNt, S.G.: «The
Story of the Strix: Isidore and the Glossographer», TAPA 45, (1914), pp. 49-63; McdoNouGh, M Chr. M.: «Carna, Proca
and the Strix on the Kalends of June», TAPA, 127 (1997), pp. 315-344; perea yéBeNeS, S.: «Las striges: mujeres-pájaro,
lujuriosas, devoradoras», en perea yéBeNeS S., El sello de Dios (2): Ceremonias de la Muerte. Nuevos estudios sobre magia
y creencias populares greco-romanas. Madrid, Signifer Libros, 2002, pp. 233-276. El último estudio que conozco es el de
cheruBiNi, L.: Strix. La strega nella cultura romana. Siena, UTET, 2010. En general sobre este tipo de aves: alvar, A.:
«Nocturnae aves: su simbolismo religioso y función mágica en el mundo romano», ARYS, 8 (2009-2010), pp. 187-202.
34
GiNzBurG, C.: Storia notturna. Una decifrazione del sabba, Torino, Einaudi, 1989, p. 281.
35
Sobre Ascáfalo: Arist. HA 509a21; Apolod. 2, 5, 12. Virgilio dice que Alecto agita sus «alas estígeas»: Verg.
Aen.7.476: Allecto in Teucros Stygiis se concitat alis.

343
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

4. Cepotaphia

La pintura romana seguramente también representaba unas y otras aves en la ultratumba36.


Pero ¿como podríamos explicar la irrupción a partir de época augústea de las aves en el
Hades y particularmente en los Campos Eliseos? Al margen de la innegable influencia
de las creencias órfico-pitagóricas37 quizá obedezca a la irrupción de los jardines funer-
arios (cepotaphium o cepotafium aunque también hortus) que se cultivan precisamente
en la segunda mitad del s. I a.C. en torno a los sepulcros. Se trata de jardines, general-
mente delimitados por un muro (CIL VI, 10675: hoc cepotaphium muro cinctum), en los
que se planta una gran variedad de árboles y flores, en ocasiones también viñas, que sin
duda atraía a todo tipo de aves. Recuérdese que, en su testamento, Trimalción expresa su
deseo de que «alrededor de mis cenizas haya frutas de toda clase, con profusión de viñas»
(Petron. Satir. 71, 7). Solían equiparse con estanques y pozos (piscinae, cisternae, canales,
lacus) para mantener la vegetación y refrescar a los visitantes, así como con pequeñas
construcciones, como comedores (cenacula), para la celebración de banquetes en los que
participaban los familiares con motivo de los aniversarios y las fiestas en honor de los
muertos como las Parentalia. Dichos jardines funerarios, procedentes del oriente griego,
acabarían por proyectar en Roma la imagen del espacio subterráneo que ningún hombre
vivo conocía: el Elysium38.
En este sentido es de enorme interés la cámara sepulcral de Patron, en la Via Latina,
no lejos de la Porta Capena y de la tumba de los Escipiones, pues las paredes de la tumba
estaban decoradas con escenas pictóricas divididas en dos registros: mientras en la parte
superior se representa el cortejo fúnebre de Patron, en la inferior, mucho más desarrollada,
aparece una hilera de pinos que acogen a numerosos pájaros39 posados sobre lo alto de los
árboles de los que se reconocen cinco. Del registro central se conservan únicamente dos

36
raMBaldi, S.: «Le rappresentazioni dell’Oltratomba nella pittura romana antica», Griseldaonline 1 (2001), pp.
1-18. Con anterioridad: GalliNa, A: Le Pitture com Paesaggi dell’ Odissea dall’ Esquilino (Studi Miscellanei 6), Roma,
L’«Erma» di Bretschneider, 1964.
37
La influencia órfico pitagórica sobre los poetas latinos, particularmente de época augústea, es muy notable. Cf.
turcaN, R.: «La catabase orphique du papyrus de Bologne», RHR, 149-150 (1956), pp. 136-140; BoyaNcé, P.: La religion
de Virgile (Mythes et religions, 48), Paris, 1963, pp. 142-174; FreyBurGer, G., «Le pythagorisme sous le Haut-Empire»,
en terNeS, CH. M. (ed.), Le pythagorisme en milieu romain, Luxembourg, Centre Alexandre-Wiltheim, 1998, pp. 19-34:
huMM, M.: «Les origines du pythagorisme romain: problèmes historiques et philosophiques», Études Classiques, 64
(1996), pp. 339-353 y 65 (1997), pp. 25-42.
38
Cf. las páginas dedicadas a los «funerary gardens» de toyNBee, J. M.: Death and Burial in the Roman World.
London, Thames and Hudson, 1971, pp. 94-100 quien al contrario de lo que propongo considera que los cepotafia reflejarían
«the notion that Elysium, with its idyllic lanscape, natural amenities, and heavenly banquets, could have its symbolic
countepart on earth (p. 95). Más recientemente, Bodel, J.: «Roman Tombs Gardens», en jaSheMSki, W. F.; GleaSoN, K.
L. y HartSwick, K. J. (eds.): Gardens of the Roman Empire, Cambridge, Cambridge University Press, 2018, pp: 77ss.

39
Sobre la tumba: taM tiNh, T.: Catalogue des peintures romaines (Latium et Campanie) du Musée du Louvre.
Paris, Éditions des Musées Nationaux, 1974, n 51, pp. 72-77; BlaNc, N. y MartíNez, J.-L.: «La tombe de Patron à Rome»,
en BlaNc, N. (ed.): Au royaume des ombres. La peinture funéraire antique IVe siècle avant J.-C.-IVe siècle après J.-C
(Actes du VII Colloque de l’Association internationale pour la peinture murale antique (AIPMA), 6-10 octobre 1998,
Saint-Romain-en-Gal, Vienne). Paris, 1998, pp. 82-95. La inscripicíón fue estudiada por W. Peek en ZPE 35, 1979, 255-
263.

344
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

pequeños fragmentos precisamente también con pájaros.


La tumba, además de la pintura, fechada entre los años 30 y 10 a.C., es decir, poco
después de la pintura de jardín de la villa de Livia, recoge un epigrama en griego (IG XIV,
n. 2027) en el que el médico Patron, el difunto, expresa su deseo de que no sean tréboles
espinosos los que rodeen su tumba sino árboles graciosos cargados de frutos, de que no
ulule en torno a ella el murciélago sino el «suave ruiseñor de quejumbrosos canto» y la
«sabia golondrina gorjeante»40.
Es comprensible que los estudiosos duden si se trata de un cortejo funerario que se
dirige a la tumba de Patron o la pintura evoca, por el contrario, la estancia de las almas en
los Campos Eliseos. Así, S. Rambaldi, escribe: «La funzione di questo tema in un contesto
funerario si presta a due interpretazioni differenti: può trattarsi o dell’allusione a un giardi-
no reale, che circondava il sepolcro e costituiva la sede privilegiata per i riti compiuti dai
famigliari del defunto in occasione delle loro visite alla tomba, o di un’evocazione dei
Campi Elisi promessi al medico Patron il quale, come rivela un’epigramma rinvenuto nel
sepolcro, riteneva di avere ben meritato la felicità eterna per i servigi da lui resi al pros-
simo durante la sua vita»41. Y más adelante vuelve a escribir: «Questo luogo, dove il rito
si svolge, rimane però difficile da precisare: potrebbe trattarsi del giardino circostante il
sepolcro, il quale, si è detto, poteva già essere simboleggiato dalle piante riprodotte nel
registro centrale della parete, oppure dell’Oltretomba»42.
Dichas dudas obedecen a una calculada ambigüedad pues la pintura ilustra la esper-
anza de Patron de encontrar a su muerte un lugar agradable en el Hades y prueba de ello es
que el poema transcrito en los muros exteriores de la tumba en el que se recuerdan árboles
frondosos cargados de frutos que creían en torno al monumento funerario así como los
pájaros que revoloteaban entre sus ramas mientras emitían sus cantos.

Conclusiones

Los numerosos estudios publicados en torno al tema de la «jaula vacía», desde


Catulo a Marcial están generalmente centrados en la identificación de las aves (el loro,
el ruiseñor, la paloma...) bien como géneros literarios o como oculta alusión a determi-
nados poetas. También se viene insistiendo en el trasfondo erótico de estos poemas. De
todo ello hay constancia en la bibliografía final de este trabajo. Lo que nos ha interesado
aquí es un aspecto distinto: la catábasis de estas aves, su presencia en el Mas Allá, que
parece responder a una idea popular, a un imaginario que concedía a ciertos volátiles la
posibilidad de un destino paradisíaco, al igual que el de los hombres buenos. No lejos de
este Elysium otras aves, no todas reales, pueblan el Tártaro algunas de ellas para castigar
a los hombres caracterizados por su infame comportamiento en vida.

40
SettiS, S.: op.cit., pp. 25-26.
41
raMBaldi, S.: «Le rappresentazioni dell’Oltratomba nella pittura romana antica», Griseldaonline, 1 (2001),
p. 14.
42
raMBaldi, S.: op. cit., p. 15.

345
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

Pero vayamos por partes. La costumbre no solo de enterrar a los animales sino de
levantar un monumentum en su honor y escribir epitafios para ellos ―como sabemos
desde la publicación de la obra de Herrlinger en 1930― no era infrecuente43. Pero la
suerte en el Más Allá de los animales domésticos muertos era incierta. Los epitafios
conservados, los Tierepikedien que se escriben ya en época helenística, sean literarios
o reales, de perros, caballos... no mencionan su destino en él sino que aluden ocasional-
mente a su permanencia en la tumba. Recuérdese la célebre inscripción de Auch, en
Aquitania, dedicada a un perro llamado Myia (CIL XIII 488 = CLE 1512;) en la que
su domina, lamentándose de su ausencia, escribe: O factum male, Myia, ¡quod peristi!
/ altum iam tenet insciam sepulcrum / nec sevire potes («¡Qué desgracia que te hayas
muerto, Mía! Ya te abraza, inconsciente, la honda tumba»)44. La inscripción de Patrice,
de Pogerola (Amalfi), nos habla de la catella que fue amaestrada (homine simulare
paratam) y de su muerte: «Tú eras un buen perro, y con enorme pena he puesto para ti esta
tumba de mármol, y te uniré para siempre a mí mismo cuando muera»: Tristis marmorea
posui te sede merentem / et iunxi semper Manibus ipse meis (CIL X 659 = CLE 1176).
Siguiendo los epitafios de animales recogidos en su estudio por C. Stevanato compro-
bamos que el destino del animal no es otro que la tumba, sin que quepa la esperanza
de un Más Allá: Ann. Épigr. 1994, 348: Aeolidis tumulum festivae cerne catellae; Ann.
Épigr. 1994, 699: Hac in sede iacet; CIL VI, 29896: nunc sub parvo marmore terra tegit;
CIL XIII, 488: altum iam tenet insciam sepulchrum; CIL X, 659: tristis marmorea posui
te sede merentem; CIL III, 9449: et Plutonis adire domos; CIL IX, 5785: nunc, silet et
cineres vindicat umbra suos; CIL XII, 1122: hoc situs est in agro; CIL V, 429: hoc stabulas
tumulo; CIL VI, 10082: Lethen incolis.
Lo más cerca que nos hallaríamos del acceso de cuadrúpedos y animales domésticos a
un Elíseo o una Isla de los Bienaventurados son algunas inscripciones con connotaciones
subterráneas. Así el epitafio métrico dedicado al la yegua Speudusa, encabezada con la
fórmula Dis Manibus y de la que por cierto se dice que era veloz como el viento: cursando
flabris compara45. De igual forma, la inscripción hallada en Spalato que celebra a un
dulcis canis acogido en la morada de Plutón, ¿entre los dioses Manes y los Dii Superi

43
Monumentum: la perra Patrice, por ejemplo, merece un sepulcro marmóreo: marmorea posui te sede merentem
(CIL X, 659). La legislación romana no parece haber prohibido tal práctica. Epitafios: de una perdiz (AP VII, 191, 203-
206), golondrina (VII, 210), ruiseñor (VII 212). El estudio de Herrlinger recoge también varios epitafios auténticos de
animales hallados en estelas (n° 39-53), tanto en griego como en latin. Augusto elevó un túmulo a su caballo al que dedicó
un Carmen, Germánico (Plin. NH VIII 135). El emperador Adriano, según la Historia Augusta (20, 12), ordenó levantar
tumbas a sus perros y caballos, componiendo incluso un epitafio para su caballo favorito, Borístenes (Casio Dion 69, 10)
y que termina lamentando que murió el día prescrito por su destino y que «descansa en esta tierra» (die sua peremptus,
\ hoc situs est in agro) (CIL XII 1122). Cf. Galletier, E.: «Les épitaphes d’animaux», en Étude sur la Poésie funéraire
romaine d’après les inscriptions. Paris, Hachette, 1922, pp. 329-333; GraNiNo cecere, M. G.: «Il sepolcro della catella
Aeolis», ZPE, 100 (1994), pp. 413-421.
44
Se fecha en los siglos II-III. Por ella ya se interesó Mommsen: MoMMSeN, T.: «Grabinschrift von Auch»,
Hermes 1 (1866), p. 68.
45
CIL VI 10082: D(is) M(anibus). Gaetula harena prosata, / gaetulo equino consita, / cursando flabris compara,
/ aetate abacta virgini, / Speudusa Lethen incolis. Los Dioses Manes están presentes también en EDR 29631; EDR 101349;
CIL X, 659; CIL III, 9449; CIL VI, 10082.

346
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

------? / [Ad] Ṃan[es] et supe[ros ---] / [e]ṭ Plutonis adị [re domos ---] / [du]lce cani [---].
[...]46. Se trata, pues de alusiones a un vago destino ultra mundano.
Referencias en los epitafios a túmulos, tumbas, cenizas de los animales domésti-
cos no faltan pero ninguna alusión a una pervivencia en el Más Allá que parece estar
reservado a las aves en exclusividad. Conocemos lo que podría ser una excepción, pero
solo aparente. Ausonio escribió, por encargo del emperador Valentiniano, un epigrama
en honor de Phosphorus, un caballo célebre por sus victorias en el circo, que termina así:

[...] hunc titulum vani solacia sume sepulcri


et gradere Elysios praepes ad alipedes.
Pegasus hinc dexter currat tibi, laevus Arion
funis eat, quartum det tibi Castor equum (epitaph., 33, 7-10).

[...] Acepta esta inscripción, consuelo de tu vano sepulcro, y marcha raudo junto a los
alados habitantes del Elíseo. Que corra Pegaso allí a tu derecha, a tu izquierda Arión,
que Cástor te dé el cuarto caballo de tal antorcha.

La excepción es, como decíamos, solo aparente. Si Fósforo forma parte de una cuadriga
que marcha «junto a los alados habitantes del Elíseo» es porque su velocidad en las carre-
ras era tal que casi volaba. De hecho, le acompañan Pegaso, el caballo alado convertido
en constelación; Arión, el caballo de Adrasto de velocidad legendaria (fruto según algunas
versiones de la unión de Poseidón y Deméter transformados en caballo y yegua respectiva-
mente) y Cástor que con su hermano Polux aparecieron en Roma a caballo para anunciar el
resultado de la batalla del lago Regilo instantes después de que concluyera. Nos quedamos
en cualquier caso con esa expresión latina: et gradere Elysios praepes ad alipedes.
Las aves o al menos buena parte de ellas parecen haber tenido garantizada su perma-
nencia en el Hades, como hemos visto que documentan las fuentes. No deja sin embargo
de ser paradójico que sean precisamente ellas, cuya alma se supone que, como había hecho
el cuerpo en vida, remontará los cielos para ocupar el éter, las que inicien un descensus ad
inferos accediendo para ello a través del Averno, cuya etimología popular recordaba que
morían aquellas que lo sobrevolaran.

Bibliografía

Alvar, A.: «Nocturnae aves: su simbolismo religioso y función mágica en el mundo roma-
no», ARYS, 8 (2009-2010), pp. 187-202.
Andreae, B.: «Il Giardino di Livia», en Forma Urbis, IV, 1. Roma, 1999, pp. 31-39.
46
StevaNato, C.: «La morte dell’animale d’affezione nel Mondo Romano tra convenzione, ritualità e sentimento:
un indagine zooepigrafica», I Quaderni del Romo d’oro on-line n. 8 (2016), p. 45 escribe al respecto: «È significativo notare
come nell’iscrizione in oggetto non sia presente la consueta e frequentissima adprecatio agli Dei Mani (Dis Manibus)
seguita il più delle volte dal genitivo del nome del defunto, o l’altrettanto comune espressione «Dis Manibus Sacrum»
che dichiara la sacralità del sepulcrum, bensì sia esplicitato l’augurio di raggiungere tale consesso di divinità e le dimore
di Plutone».

347
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

Baldini Moscadi, L.: Magica Musa. La magia dei poeti latini. Figure e Funzioni. Bolo-
gna, Patron Editore, 2005.
Bar, F.: Les routes de l’autre monde. Paris, Presses Universitaires de France (Mythes
et Religions, 17), 1946.
Beekes, R. S. P.: «Hades and Elysion», en Craig Melchert, H., Jasanoff, J. (ed.): Mír
curad: Studies in Honor of Calvert Watkins. Innsbruck, Innsbruker Beiträger zur
Sprachwissenschaft, 1998, pp. 17-28.
Bettini, M.: Antropologia e cultura romana. Parentela, tempo, immagini dell’anima.
Roma, La Nuova Italia Scientifica, 1986, pp. 232-234;
Biering, R.: Die Odysseefresken vom Esquilin. München, Biering/Brinkmann, 1995, pp.
31-94.
Billerbeck, M.: «Die Unterweltsbeschreibung in den ‘Punica’ des Silius Italicus»,
Hermes, 111 (1983), pp. 326-338.
Blanc, N. y Martínez, J. L.: «La tombe de Patron à Rome», en Blanc, N. (ed.), Au
royaume des ombres. La peinture funéraire antique IVe siècle avant J.-C. - IVe siècle
après J.-C (Actes du VII Colloque de l´Association internationale pour la peinture
murale antique (AIPMA), 6-10 octobre 1998, Saint-Romain-en-Gal, Vienne). Paris,
1998, pp. 82-95.
Bodel, J.: «Roman Tombs Gardens», en Jashemski, W. F.; Gleason, K. L. y Hartswick,
K. J. (eds.): Gardens of the Roman Empire. Cambridge, Cambridge University Press,
2018.
Boyancé, P.: La religion de Virgile (Mythes et religions, 48). Paris, 1963.
Boyd, B. W.: «The Death of Corinna’s Parrot Reconsidered: Poetry and Ovid’s Amores»,
Classical Journal, 82 (1987), pp. 199-207.
Bremmer, J.: The Early Greek Concept of the Soul. Princeton, Princeton University Press,
1983.
―: The Rise and Fall of the Afterlife, The 1995 Read-Tuckwell Lecture at the University
of Bristol. London/New York, Routledge, 2002.
Briquel, D.: «Sur un fragment d’Umbricius Melior: ¿l’interprétation par un haruspice de
la légende de fondation de Rome?», BAGB, 1 (1996), pp. 32-43.
Brown, Th.: The Fate of the Dead. Cambridge, Cambridge University Press, 1979.
Buitron, D. et al. (ed.): The Odyssey and Ancient Art. An Epic in Word and Image. New
York, The Edith C. Blum Art Institute, 1992.
Cahoon, L. (1984): «The Parrot and the Poet: the Function of Ovid’s Funeral Elegies»,
Classical Journal, 80, pp. 27-35.
Caneva, G.: «Ipotesi sur significato simbolico del giardino dipinto della Villa di Livia
(Prima Porta, Italia)», Bullettino della Commisione Archeologica di Roma, 100
(1999), pp. 63-80.
Casadesús Bordoy, F.: «Los mitos escatológicos en Platón: entre Homero y Orfeo», en
Calderón Dorda, E. y Morales Ortiz, A. (eds.): Eusébeia. Estudios de religión
griega. Madrid, Signifer Libros, 2011, pp. 97-119.

348
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

Cherubini, L.: Strix. La strega nella cultura romana. Siena, UTET, 2010.
Colton R. E.: «Parrot Poems in Ovid and Statius», Classical Bulletin, 43 (1967), pp.
71-78.
Cumont, F.: After Life in Roman Paganism. New Haven, Yale University Press, 1923.
―: Lux Perpetua. Paris, Librairie orientaliste Paul Geuthner, 1949.
Curletto, S.: «Il contesto mitico-religioso antenato / anima / uccello / strega nel mondo
greco-latino», Maia, 39 (1987), pp. 143-156.
Deschamps, L.: «La salle à manger de Varron à Casinum ou Dis-moi où tu manges, je te
dirai qui tu es», BSTEC, 191-192 (1987), pp. 61-93.
Díaz Gito, Manuel Antonio: «Interpretaciones humanísticas de un tópico clásico: el
poema a la muerte de un ave (I): El Epitaphium Parrochini sturni de Maffeo Vegio»,
Calamus Renascens, 2 (2001), pp. 187-204.
―: «Dos interpretaciones humanísticas de un tópico clásico: el poema a la muerte de
un ave (y II): La «deploratio sturni» de Giovanni Pontano», Calamus Renascens, 3
(2002), pp. 55-80.
―: «La jaula vacía. El lamento por la muerte de un ave doméstica desde la Antigüedad
hasta el Renacimiento y la Ilustración», en Díaz Gito, M.A. y Rubiales Bonilla,
L. (eds.), Homo sympatheticus. El sentido de la naturaleza en la cultura del hombre,
Frankfurt a. M., Perter Lang, 2011, pp. 191-220.
Deschamps, L.: «La salle à manger de Varron à Casinum ou Dis-moi où tu manges, je te
dirai qui tu es», BSTEC, 191-192 (1987), pp. 61-93.
Dionigi, I.: «L´inferno è qui. Un esempio di lettura lucreziana (rer. nat. 3, 978-1023)»,
Latina Didaxis, 12 (1998), pp. 19-34.
Ella, P. (ed.): Archeologia dell’Inferno: l’aldilà nel mondo antico vicino-orientale e
classico. Verona, Essedue Edizioni, 1987.
Förtsch, R: «Ein Aurea-Aetas-Schema», RM 96 (1989), pp. 333-345.
Foulon, A.: «Variations sur le perroquet dans la litterature latine», Schedae, 4/1 (2009),
pp. 47-54.
Frechet, C.: «Le perroquet d’Ovide», en Liber amicorum: Melanges sur la litterature
antique et moderne a la memoire de Jean-Pierre Neraudau. Paris, Frank Lestringant
2005, pp. 117-131.
Freyburger, G., «Le pythagorisme sous le Haut-Empire», en Ternes, CH. M. (ed.), Le
pythagorisme en milieu romain. Luxembourg, Centre Alexandre-Wiltheim, 1998, pp.
19-34.
Galletier, E., «Les épitaphes d’animaux», en Étude sur la Poésie funéraire romaine
d’après les inscriptions, Paris, Hachette, 1922, pp. 329-333.
Gallina, A. Le Pitture con paesaggi dell’Odissea dall’Esquilino. Roma, L’«Erma» di
Bretschneider (Col. Studi Miscellanei 6), 1964.
Ganschinietz, [R.]: s.v. Katabasis, en RE, X, 2 (1919), coll. 2416-2426.
Garnier, R.: «Sur l’étymologie du nom de l’Averne (facilis descensus Auerno)», Revue de
Philologie, de Littérature et d’Histoire Anciennes, 82 (2008), pp. 99-111.

349
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

Gelinne, M.: «Les champs Elysées et les îles des Bienheureux chez Homère, Hésiode
et Pindare. Essai de mise au point», Les études classiques, 56 (1988), pp. 225-240.
Ginzburg, C.: Storia notturna. Una decifrazione del sabba, Torino, Einaudi, 1989.
Granino Cecere, M. G., «Il sepolcro della catella Aeolis», ZPE, 100 (1994), pp. 413-421.
Herrlinger, G.: Totenklage um Tiere in der antiken Dichtung. Mit einem Anhang
byzantinischer, mittel-lateinischer und neuhochdeutscher Tierepikedien (Tübinger
Beiträge zur Altertumswissenschaft, 8. Heft). Stuttgart, Kohlhammer, 1930.
Houghton, L. B. T.: «Tibullus’ Elegiac Underworld», The Classical Quarterly, 57 (2007),
pp. 153-165.
―: «Ovid’s Dead Parrot Sketch: “Amores” II.6», Mnemosyne, 53/6 (2000), pp. 718-720.
Humm, M.: «Les origines du pythagorisme romain: problèmes historiques et philoso-
phiques», Études Classiques, 64 (1996), pp. 339-353 y 65 (1997), pp. 25-42.
Kenney, E.J.: «Tityos and the Lover», Proceedings of the Cambridge Philological
Society, n.s. 16 (196) (1970), pp. 44-47.
Kossaifi, Chr.: «Thalie et le perroquet. Le sourire humoristique d’Ovide dans les Amores
2. 6», Mosaïque, 9 (2013), 201-221.
Kronenberg, L. «Aemilius Macer as Corinna’s Parrot in Ovid Amores 2. 6», Classical
Philology, 111/3 (2016), pp. 264-275.
McDonough, M. Chr. M.: «Carna, Proca and the Strix on the Kalends of June», TAPA,
127 (1997), pp. 315-344.
Luque Moreno, J.: «Agua de Éstige, agua del horror», Florentia Illiberritana, 18 (2007),
pp. 251-309.
Molyviati-Toptsis, U.: «Vergil’s Elysium and the Orphic-Pythagorean Ideas of After-
Life», Mnemosyne , 47/1 (1994), pp. 33-46.
Mommsen, T., «Grabinschrift von Auch», Hermes, 1 (1866), p. 68.
Montero, S.: Augusto y las aves. Las aves en la Roma del Principado: prodigio, exhi-
bición y consumo. Barcelona, Publicacions i Edicions Universitat de Barcelona (Col.
lecció Instrumenta 22), 2006.
―: «Mecenas y las aves», en Bermejo Barrera, J. C. y García Sánchez, M. (eds.):
Desmoi Philias. Bonds of Friendship, Studies in Ancient History in Honour of Francis-
co Javier Fernández Nieto. Barcelona, Edicions de la Universitat de Barcelona (Col.
lecció Instrumenta, 58),2017, pp. 233-241.
Nadaud, A.: Aux portes des Enfers: enquête géographique, littéraire, historique et légen-
daire sur les endroits qui, dans l’Antiquité, donnaient acces aux Enfers. Arles, Actes
Sud, 2004.
Novara, A.: «Les Imagines de l’Élysée virgilien», en F. HINARD (ed.), La mort,
les morts et l’au-delà dans le monde romain (Actes du colloque de Caen 20-22
nov.1985). Caen, Centre de Publication de Université de Caen 1987, pp. 321-349.
―: «Magie, amour et humour chez Properce», en La Magie. Du monde latin au monde
contemporain. Actes du colloque international de Montpellier 25-27 mars 1999, III.
Montpellier, Publications de la Recherche Université Paul Valéry, 2000, pp. 15-44.

350
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

Ogden, D.: Greek and Roman Necromancy. Princeton, Princeton University Press, 2001.
Oliphant, S.G.: «The Story of the Strix: Ancient», TAPA, 44 (1913), pp. 133-149.
―: «The Story of the Strix: Isidore and the Glossographer», TAPA, 45, (1914), pp. 49-63.
Painesi, A.: «Objects of Torture in Hades. A Literary and Iconographic Study», Gaia,
17 (2014), pp. 157-180.
Perea Yébenes, S.: «Las striges: mujeres-pájaro, lujuriosas, devoradoras», en Perea
Yébenes, Sabino, El sello de Dios (2): Ceremonias de la Muerte. Nuevos estudios
sobre magia y creencias populares greco-romanas. Madrid, Signifer Libros, 2002, pp.
233-276.
―: «La urna de Luscinia Philumena. Consideraciones sobre su atribución romana y su
carmen epigraphicum», Espacio, Tiempo y Forma, II. Historia Antigua, 31 (2018), pp.
85-112.
Pettenò, E.: Cruciamenta Acherunti. I dannati nell’Ade romano: una proposta interpre-
tativa. Roma, L’«Erma» di Bretschneider, 2004.
Rambaldi, S.: «Le rappresentazioni dell´Oltratomba nella pittura romana antica», Grisel-
daonline, 1 (2001), pp. 1-18 [http:// www.griseldaonline.it/temi/inferni/ rappresenta-
zioni-oltretomba-pittura-romana-antica-rambaldi.html].
Reitz, C.: Die Nekyia in den Punica des Silius Italicus (Studien zur klassischen Philologie,
Bd. 5), Frankfurt, Lang, 1982.
Rochette, B.: «Une évocation pithagoricienne des Enfers en Tibulle (I, 3, 59-66)», Les
Études Classiques, 71/2 (2003), pp. 175-180.
Schmidt, V.: «Corinnas psittacus im Elysium (Ovid Amores 2,6)». Lampas, 18, 3 (1985),
pp. 214- 251.
―: «Psittacus occidit. Une lecture d’Ovide, Amores II, 6, sous l’eclairage de la cacozé-
lia latens», Euphrosyné, 35 (2007), pp. 125-140.
Schmitzer Nürnberg, U.: «Gallus im Elysium Ein Versuch über Ovids Trauerelegie auf
den toten Papagei Corinnas (am. 2,6)», Gymnasium, 104 (1997), pp. 245-270.
Setaioli, A., «Inferi, loci», en Enciclopedia Virgiliana II, Roma, 1986, pp. 953-996.
Settis, S.: Le pareti ingannevoli. La villa di Livia e la pittura di giardino, Milano,
Mondadori Electa, 2005.
Stevanato, C.: «La morte dell’animale d’affezione nel Mondo Romano tra conven-
zione, ritualità e sentimento: un’indagine “zooepigrafica”», I Quaderni del Ramo
d’Oro, 8 (2016), pp. 34-65.
Tam Tinh, T. Catalogue des peintures romaines (Latium et Campanie) du Musée du
Louvre. Paris, Éditions des Musées Nationaux, 1974.
Toynbee, J. M.: Death and Burial in the Roman World. London, Thames and Hudson,
1971.
Tupet, A. M.: La magie dans la poesie latine. I. Des origines à la fin du regne d´Auguste,
Paris, Les Belles Lettres, 1976.
Turcan, R.: «La catabase orphique du papyrus de Bologne», RHR, 149-150 (1956), pp.
136-140.

351
Santiago Montero Herrero
Aves en el Elíseo romano

Urban-Godziek, U.: «Elysium of Love Poets: the Beginnings of the Motif in the Classical
Literature», Episteme, 17 (2012), pp. 15-34.
Vasconcellos, Paulo Sérgio de: «Images of Dead Poets in Roman Elegiac and Lyric
Underworld», Revista Classica, 30, 2 (2017), pp. 47-74.
Viscardi, G. P.: «Erro lungo la casa dall’ampia porta di Hades. Configurazioni mitiche
dello spazio oltremondano nella rappresentazione greca: il cosmo di Hades come
luogo di negoziazione dei significati», SMSR, 80 (2014), pp. 135-157.
Wiedemann, Th.: Adults and Children in the Roman Empire. New York, Routlege, 1989.

352

También podría gustarte