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A qué se refiere en verdad Mark Zuckerberg cuando habla del “metaverso”

Para quienes se preocupan por la justicia social y la libertad de expresión, dejarse llevar por la
vorágine publicitaria del "metaverso" sería un gran error. Ignorarlo también.

Por Matt Bailey

12 noviembre 2021

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Mark Zuckerberg y su equipo están rebautizando a Facebook como “Meta” y reorientando a la


empresa hacia el desarrollo de un “metaverso”. Por un lado, es probable que este movimiento
sea exactamente lo que parece: un intento de desviar la atención de las múltiples crisis legales,
regulatorias, y políticas que enfrenta la compañía. Al mismo tiempo, es importante recordar
que ser una empresa ágil y disruptiva está en el ADN de Facebook/Meta. Tomando en cuenta
el control personal que ejerce Zuckerberg sobre la empresa, su continua inversión creativa en
productos e ingeniería, así como el reciente ascenso del jefe de hardware/Oculus, Andrew
Bosworth, a director de tecnología, vale la pena tomarse un momento para ir más allá de la
jerga mercadológica y preguntarse: ¿Qué realmente es un metaverso? “Podemos considerar el
metaverso como un internet personificado”, explicó Zuckerberg recientemente, “donde en
lugar de únicamente ver el contenido, formas parte de él”. Solo le faltaba decir: “el metaverso
eres tú”. ¿En ese contexto, qué ocurre con un internet abierto, con la libertad de expresión y la
privacidad?

Tal y como se está comercializando, el metaverso es un concepto amplio que incorpora gran
parte de la jerga relacionada con la realidad virtual y aumentada que aparece en The Matrix y
Minority report. Es un mundo nuevo por explorar y una nueva dimensión que se sobrepone a
la anterior. Zuckerberg lo describe como “un entorno persistente y sincrónico” que “será
accesible a través de todas nuestras diferentes plataformas informáticas; realidad virtual (RV) y
Realidad Aumentada (RA), pero también de computadoras, dispositivos móviles y
videoconsolas”. Está claro que Zuckerberg, el geek, está entusiasmado. Considera el metaverso
como el próximo gran salto para el internet, comparable con la transición hacia los teléfonos
inteligentes y la red móvil. Pero, ¿qué hay de nuevo aquí? ¿No tenemos ya Gmail, Fitbit y
Second Life?

Una diferencia clave es que este internet personificado supone nuevos sensores que nos
vigilan mientras navegamos, interactuamos y nos movemos por el mundo. Muchos nuevos
sensores. Cada nueva versión de Facebook ha ido añadiendo más. El centro de las recientes
versiones del dispositivo de RV de Oculus es “Oculus Insight“, un sistema de monitoreo con
inteligencia artificial que utiliza tres tipos de sensores: los que siguen la orientación y los
movimientos de las gafas de realidad virtual, así como sus mandos, cuatro cámaras integradas
en el dispositivo que mapean la habitación donde uno se encuentra, y LEDs en los mandos
rastreados por las gafas. Todo esto alimenta a Insight con información que le permite “seguir
tu posición y tu entorno en tiempo real con una precisión submilimétrica”. Los mandos de
Oculus ahora contienen sensores capacitivos que detectan los movimientos dactilares con
precisión. Oculus también se conecta con el teléfono y otros dispositivos para el seguimiento
de la frecuencia cardíaca y el estado físico. Zuckerberg ha insinuado y mostrado el seguimiento
facial y ocular para futuros modelos de Quest/Cambria. Las recientes filtraciones de Quest Pro
sugieren que podrían implementarse sensores de huellas dactilares. En el mundo paralelo de
esta realidad avanzada, las nuevas gafas inteligentes Ray-Ban de Facebook contienen cámaras
para tomar fotos/videos y un micrófono para responder a las llamadas. La incorporación de
nuevas cámaras y sensores aumenta el número de datos personales que Facebook puede
recolectar.

Más que un laberinto criptográfico, el metaverso es un examen médico de alta tecnología. El


metaverso vincula inextricablemente el cuerpo físico del usuario con las ideas y las acciones de
esa persona. Se trata de rastrear y definir a los individuos de manera cada vez más detallada,
hasta llegar a nuestras reacciones subconscientes e involuntarias. Lo que es sorprendente de
todo esto es la facilidad con que el factor sorpresa de los audífonos y los lentes de RV nos han
distraído del principal e inevitable problema. Entre más se conecten estos dispositivos al
ecosistema de aplicaciones e identidad de Facebook, más volverán a salir a la luz los mismos
problemas de los que siempre ha adolecido Facebook: la vigilancia sistemática masiva, el
desarrollo de algoritmos sesgados y opacos, así como la indiferencia por la transparencia o la
responsabilidad. Por si hubiera alguna duda, Facebook ya ha empezado a integrar sus
principales servicios de redes sociales con el hardware de RV: hace tiempo que integró el inicio
de sesión de Facebook y, a principios de este año puso en marcha la integración de Facebook
Messenger en Oculus.

Así que sus auriculares de RV y RA no son más que nuevas formas de vigilar a los usuarios.
¿Qué puede hacer Facebook con estos nuevos datos? Citando al propio Zuckerberg: “Senador,
publicamos anuncios“. El metaverso, como paraguas e interfaz de usuario unificada en todas
las propiedades de Facebook (y apuntando a todo el internet), sería el intermediario de
información más grande: proporcionaría a sus usuarios un flujo de información y experiencia
cuidadosamente organizada y totalmente monetizada, basada en nuestros intereses,
interacciones y lo que (literalmente) hace palpitar nuestros corazones. Implica una
intensificación del sistema de vigilancia/publicidad, que constituye el núcleo del modelo
empresarial de Facebook. Cuando Zuckerberg dice que el metaverso será “persistente,
sincrónico”, significa que “todo lo recordará y permanecerá siempre encendido”. Cuando dice
“abierto”, significa “vinculado a cada una de tus cuentas y dispositivos”.

Parece que el metaverso requiere confianza. Asimismo, implica nuevas formas de exposición a
nivel mundial para los más vulnerables. Incluso asumiendo cierta buena fe y suficiente
inversión en privacidad y seguridad por parte de Facebook, la falta de anonimato y los
acuerdos bilaterales de intercambio de datos implícitos en este modelo son profundamente
preocupantes para cualquier persona –periodistas, activistas, denunciantes– que se enfrente al
poder. Además, el modelo de identidad unificada (o fragmentada) que parece entrañar el
metaverso no solo es arriesgado, sino fundamentalmente insostenible para un gran número de
personas. Facebook abordó directamente esta preocupación durante una transmisión en vivo
en el pasado mes de octubre, donde anunció el cambio de marca a “Meta”, afirmando que se
utilizarán protocolos abiertos y que no se requerirá un inicio de sesión en Facebook para ello.
No obstante, Facebook nunca ha dudado a la hora de recopilar datos de terceros e integrar sus
servicios con otros. La interoperabilidad implica un mayor potencial de vigilancia. Las
amenazas a la libertad de expresión de un sistema de este tipo son tanto directas (la indecisión
de estar en línea cuando quieres mantener la privacidad sobre tu orientación en la vida real, el
riesgo de que la información sobre la salud afecte tu potencial de empleo) como ambientales
(el escalofriante efecto que conlleva el miedo a la exposición). En el metaverso no existe el
anonimato, no hay multitudes. Conéctate con tu ID de Facebook o con uno de nuestros socios.

Nada de esto quiere decir que la RV y la RA no tengan un potencial cultural y humanitario


válido y, en ocasiones, profundo. A medida que se hace más realista y más compatible con
diferentes tipos de hardware, la RV se vuelve muy prometedora para las personas con
necesidades físicas y cognitivas especiales, permitiendo un espectro más amplio de
participación pública que nos beneficiará a todos. Ofrece interesantes posibilidades para
nuevos tipos de expresión personal, artística y creativa para las comunidades. Sin embargo, el
metaverso es para la realidad virtual lo que AOL (America Online) fue para la World Wide Web.
No podemos permitir que lo emocionante, lo nuevo y lo potencialmente liberador de una
nueva tecnología se asocie a una sola empresa. Y no podemos dejar que Facebook utilice la
novedad de su potente hardware de RV y RA para distraernos mientras esconde su modelo de
negocios bajo la alfombra. La historia de los últimos 15 años de Facebook bajo el liderazgo de
Zuckerberg, como bien documentan Sheera Frenkel y Cecilia Kang en su libro An ugly truth, así
como en las filtraciones de los Facebook Papers, es una doble narrativa: por un lado, una crisis
perpetua enfrentada a través de grupos de presión y relaciones públicas, y por otro, un
impulso simultáneo e implacable hacia el desarrollo de productos, nuevas adquisiciones, y
crecimiento. Es fundamental asumir que Facebook seguirá adelante con el desarrollo de su
metaverso haciendo caso omiso de la presión pública y regulatoria. El cambio de marca de
Facebook no es un punto de inflexión, sino una aceleración disfrazada como punto de
inflexión.

Para quienes se preocupan por la justicia social y la libertad de expresión, dejarse llevar por la
vorágine del metaverso sería un gran error. No obstante, ignorarlo también lo sería. El
problema es que Facebook es una empresa de un billón de dólares que puede permitirse
pagarle simultáneamente a los abogados, a los grupos de presión, a los científicos de datos y a
los desarrolladores de productos. El “internet personificado” de Facebook no solo representa
un gran paso para su ambicioso plan de vigilancia total, sino también un intento de esquivar el
debate normativo. Mientras los denunciantes sigan declarando y el debate regulatorio
continua su marcha, podemos esperar que Facebook siga “dilatando, denegando, y desviando
la atención”. Pero eso es en Washington. En Silicon Valley, la D es de datos.

Este artículo es publicado gracias a una colaboración de Letras Libres con Future Tense, un
proyecto de Slate, New America, y Arizona State University.

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