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NOMBRES:

RAFAELINA P.DE LA CRUZ

MATRICULA:
2018-1108

MATERIA:
T. HUMANISTA Y
EXISTENCIAL

MAESTRA:
RAFAEL LOPEZ
Terapia de Duelo

Tras la pérdida, el objetivo de la terapia emocional es devolver el equilibrio


emocional en el paciente. Para conseguirlo, el psicólogo ofrece un
asesoramiento donde se trabajan las emociones y pensamientos que
acechan a la persona.

Este tipo de terapia intenta recuperar la positividad para ir disminuyendo


los pensamientos negativos y de tristeza que interfieren.

Esto no significa que el duelo no se pueda o se deba evitar. Se trata de un


proceso que hay que pasar. Eso sí, el psicólogo es quien genera el apoyo
necesario para hacer frente al suceso e ir superándolo poco a poco. Es el
profesional que nos brinda las estrategias idóneas para aceptar el hecho y
adaptarnos lo mejor posible a la rutina diaria.

El duelo y sus manifestaciones


En España, aproximadamente un millón y medio de personas afrontan la
muerte de un ser querido. De ellos, entre un 10 y un 20% padecen un duelo
complicado o patológico. Esto significa que, pasados seis meses, la
persona sigue sin superar el dolor.

Los sentimientos propios del duelo son la tristeza, la ira, la culpa, la


soledad, la ansiedad o la profunda depresión. Lo cual puede provocar
cansancio, falta de atención, insomnio, falta de apetito, pesadillas o
recuerdos constantes entorno al difunto.

El dolor por la ausencia de alguien a quien queremos no siempre es el


mismo. Podemos encontrarnos con diferentes tipos de duelo. Algunos
ejemplos son:

• Duelo ausente: se produce cuando se niegan los hechos


acontecidos.
• Dolor crónico: es el dolor que no cesa con el paso del tiempo
y que, incluso, se extiende durante años.
• Duelo retrasado: los sentimientos de tristeza se manifiestan
con el paso del tiempo.
• Dolor exagerado: la persona se siente desbordada y no
consigue adaptarse tras la pérdida.
Las fases de la terapia de duelo
A continuación, repasamos cuáles son los pasos para afrontar una
pérdida basados en la terapia emocional, según el psicólogo J. William
Worden.

• Aceptar la realidad de la pérdida a nivel intelectual y


emocional. Aunque parezca contradictorio, se recomienda al
paciente hablar de la pérdida y de las circunstancias
relacionadas con la misma.
• Hay que aprender a gestionar las emociones. No se debe
suprimir el dolor, ya que esto prolongará aun más el estado de
duelo.
• En la terapia de duelo se recomienda al paciente que se
adapte a un medio en el que el fallecido esté ausente: asumir
nuevos roles y desarrollar habilidades puede ayudar a la
persona.
• Es importante que tengamos un vínculo emocional con el
difunto, pero sin que esto interfiera en nuestro día a día.
Eso sí, hay que tener en cuenta que la terapia emocional puede variar según
la desarrolle uno u otro especialista, o en función de las necesidades de
cada persona.

Terapia del perdón

La Terapia del Perdón lo que busca es que recuperemos nuestra forma de


vivir mediante un nuevo cambio, esta vez positivo. La Terapia del
Perdón nos enseña cómo hemos de perdonar para lograr nuestra
recuperación. Desde esta perspectiva, perdonar es cambiar.
Las 6 reglas de la terapia del perdón

Perdonar no equivale a olvidar. Perdonar no significa olvidar lo ocurrido.


Una persona que ha sido víctima del maltrato, que ha sido abandonada o a
quien le han causado grandes daños, no olvidará lo ocurrido y tampoco
necesita hacerlo porque puede utilizar esas experiencias como “combustible”
para construir la resiliencia.

Perdonar no es minimizar la experiencia. Perdonar no significa decir “Lo


que ha ocurrido está bien, no fue tan malo después de todo”. De hecho, para
perdonar es necesario asumir que lo que ha ocurrido ha sido terrible y nos ha
dejado cicatrices. Pero también significa dejar que esas cicatrices se curen
en vez de echar sal continuamente sobre la herida.

Perdonar no es signo de debilidad. Perdonar no es señal de debilidad,


ingenuidad o necedad, es un gran signo de inteligencia y madurez
psicológica porque significa que, a pesar de todo, has decidido seguir
adelante, no dejando que el pasado condicione tu futuro.

Para perdonar no es necesario que el agresor se disculpe. Los agresores


no siempre reconocen el daño que han causado, pero eso no es motivo para
quedarnos atascados en el odio. Para perdonar no es necesario recibir una
petición de disculpas ni un resarcimiento. El perdón es un acto interno que
nos beneficia a nosotros mismos, no necesitamos que quien nos hizo daño se
arrepienta.

Perdonar es un proceso. El perdón no es todo o nada, blanco o negro. Es


un proceso y, como todo proceso, puede tener retrocesos y altibajos. Es
posible que de vez en cuando resurja la ira y quizá algunos daños no
lograremos perdonarlos por completo pero en una escala del 1 al 10,
podemos acercarnos a un 7 o un 8, lo cual es suficiente para ciertos actos
atroces.

Perdonar es por tu salud y bienestar. Aferrarse a la ira y el resentimiento


es tóxico para ti. Conduce a la depresión, el enfado crónico y la amargura.
Perdonar no es un acto que haces por quien te hizo daño sino por tu propio
bien. No perdonas al otro para hacerle un favor, sino para hacerte un favor a
ti mismo.

Los 4 pasos de la terapia del perdón

Cuando no somos capaces de perdonar un hecho negativo que nos ha


ocurrido, comenzamos a alimentar sentimientos de venganza, rabia y dolor
emocional. A menudo se desencadena un proceso de victimización unido a
pensamientos rumiativos respecto del suceso. La terapia del perdón intenta
detener ese proceso nocivo.

1. Expresar las emociones. Sea cual sea el daño que te han infringido, debes
saber que es perfectamente comprensible y normal que te sientas mal. Puedes
experimentar diferentes sentimientos, desde ira hasta tristeza o dolor. No es
conveniente que intentes reprimir y esconder esos sentimientos, sino que los
expreses. Lo que se reprime continúa afectándote desde el inconsciente,
generando más sufrimiento e ira.

La técnica de la silla vacía es una excelente herramienta para sacar fuera


todas esas emociones. Consiste en sentarte delante de una silla vacía e
imaginar que la persona que te ha hecho daño está ahí. Dile todo lo que
deseas, desde el daño que te ha causado y por qué hasta cómo te sientes por
ello. Suele ser una técnica muy catártica y, si guardas mucho resentimiento,
puedes aplicarla varias veces.

2. Comprender el por qué. El cerebro es un maniático del control, por


lo que cuando nos hacen daño, siempre intentamos darle una explicación. El
problema es que, en muchos casos, siguiendo nuestro razonamiento no lo
entenderemos. A veces esa búsqueda de explicación puede convertirse en un
proceso malsano que se vuelva en nuestra contra.

En muchos casos, simplemente debemos aceptar que no hay una explicación


más allá del azar. Hay eventos terribles que ocurren porque estábamos en el
momento incorrecto en el peor lugar posible. Aceptar esa explicación es el
primer paso para lograr cerrar ese capítulo oscuro de nuestra vida.

3. Reconstruir la seguridad. Para perdonar es imprescindible tener una


cantidad razonable de seguridad, lo cual significa saber que ese acto no
volverá a ocurrir. Por supuesto, nunca podremos estar seguros al 100% pero
si albergamos demasiado miedo, nos resultará imposible perdonar. En
ocasiones reconstruir la seguridad no es un proceso que dependa de las
condiciones externas sino de nosotros mismos, y depende de la
reconstrucción de nuestra autoconfianza.

4. Dejar ir. Este suele ser el paso más difícil. Se trata de una decisión
que se debe tomar conscientemente y que, de cierta forma, implica
prometerse a sí mismos que no guardaremos rencor por lo ocurrido.
Ese dejar ir significa también abandonar el papel de víctima y
recuperar la fuerza. Para ello, es fundamental dejar ir la ira que
siempre guardamos, impedir que ese enojo siga ejerciendo una
influencia nociva en nuestra vida.

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