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Para explicar esto, Moffitt señala que existen delincuentes “persistentes” e individuos con una
delincuencia “Transitoria”. Ambos tipos de delincuencia responden a causas diferentes, por lo
que la autora alemana desarrolla 2 teorías complementarias
Delincuentes persistentes o como Moffit los llamaba “Life course persistent antisocial
behavior”:
Sus orígenes se sitúan en etapas tempranas de la vida, donde podemos apreciar una
combinación de características personales o psicobiológicas (déficits neuropsicológicos como
irritabilidad, hiperactividad, impulsividad…) problemas perinatales, (como la malnutrición en el
embarazo, la exposición a agentes tóxicos, complicaciones en el parto…) y factores genéticos y
del contexto educativo-pedagógico, que actuarían como un motor de la conducta antisocial. En
resumen: la causa es neuropsicológica + factores ambientales que no protegen al individuo de
no cometer delitos. Esto afecta al temperamento y el desarrollo del comportamiento de la
persona.
Esto hace que los niños sean difíciles de educar, incluso en los ambientes más favorables. Si el
ambiente es adverso o negativo para la buena educación del menor vulnerable, las
características de padres e hijos aparecerán correlacionadas, iniciándose un proceso de
interacción recíproca, de manera que los mayores tendrán el reflejo de sus conductas, valores
y rasgos de personalidad en el menor. Así el aprendizaje de las normas se vería dificultado y el
individuo desarrollaría conductas socialmente inadaptadas, produciéndose además un efecto
“acumulativo” de bola de nieve. Moffitt dice que el síndrome de conducta antisocial
persistente puede ser considerado como una forma de anormalidad psicopatológica
Por todo esto, Moffitt crea una clasificación diferente para atajar la problemática de la
violencia en la adolescencia, pues para ella existe una clara diferencia entre la conducta
antisocial transitoria y la persistente. En la transitoria, la actividad criminal está acotada en los
años juveniles, los determinantes de este comportamiento son específicos para esta etapa
vital. En cambio, en los delincuentes adolescentes con conductas antisociales persistentes,
podemos ver que estas, se dan desde la primera etapa de la vida (la niñez) hasta el último de
los días del individuo, por ello Terrie, afirma que “la conducta antisocial del adulto requiere
una conducta antisocial desde la niñez” y que “la mayoría de los adolescentes que inician un
comportamiento delictivo en la juventud, no llegan nunca a ser adultos antisociales”
Por último, Moffitt se centra en la mayor peligrosidad que representan “los delincuentes
persistentes” para la sociedad, pues según su estudio en 1993 entre el 5-6% de los criminales
adultos son los responsables de más de la mitad de los delitos graves, aunque solo el 6 % de
los adolescentes arrestados por la policía, continúan con su carrera delincuencial
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