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L18. La Constitución de 1978 y La Cultura
L18. La Constitución de 1978 y La Cultura
Ahora bien, el mandato al Estado contenido en el art. 149.2 CE se realizará «de acuerdo» con
las Comunidades Autónomas, «lo que implica antes una invocación genérica y de principio a la
colaboración entre Administraciones que son titulares de competencias concurrentes en un
ámbito material compartido». En definitiva, el Estado por la vía del art. 149.2 CE puede esta-
blecer acciones de fomento en materias culturales, bien de manera especialmente intensa en
relación con aquellas cuestiones que requieran de tratamientos generales (como fue la apro-
bación de la LPHE según STC 17/1991) o que exijan de una acción pública supraordenada a la
de una o varias Comunidades Autónomas; bien, como suele ser más habitual, en ejercicio de
un título genérico de intervención, anclado en el deber que la Constitución le impone en el
servicio de la cultura, y que puede justificar la acción de fomento del Estado en materia de
cultura (STC 179/2013).
Resulta evidente pues, que cuando se alude al reparto competencial en materia de patrimonio
histórico y cultural entre el Estado español y las Comunidades Autónomas, es imprescindible
traer a colación la jurisprudencia del Tribunal Constitucional español. Fue la Sentencia del Tri-
bunal Constitucional 17/1991, de 31 de enero la que inicialmente delimitó qué competencias
tiene el Estado y cuáles la Comunidades Autónomas. Cuando esta cuestión parecía estar sol-
ventada el Tribunal Constitucional español tuvo que volver a pronunciarse en 2014 ya que de
nuevo volvió a suscitarse un conflicto competencial, en este caso relativo a las competencias
sobre patrimonio cultural en cuanto a los diversos preceptos legales relativos a los bienes inte-
grantes del patrimonio histórico de la Comunidad de Madrid y al régimen de los bienes de
interés cultural; interpretación conforme del precepto relativo a los planes especiales de pro-
tección.
Realizando un análisis más profundo observamos cómo todo este conglomerado normativo de
reparto de competencias en materia de patrimonio histórico tuvo el respaldo del Tribunal
Constitucional en la anteriormente mencionada Sentencia del Tribunal Constitucional STC
17/1991, de 31 de enero.
Por último, la atribución de competencias exclusiva del Estado para la “defensa del patrimonio
cultural, artístico y monumental español contra la exportación y la explicación y respecto de
museos, archivos y bibliotecas de titularidad estatal, sin perjuicio de su gestión por las
Comunidades Autónomas” (art. 149.1.28 CE), comporta la necesidad de regular el ámbito
concreto de esa actividad de protección.
La Sentencia prosigue afirmando que en materia que nos ocupa hay un título de atribución al
Estado definido en el artículo 149.1.28 de la Constitución, al que se contrapone el que atribuya
competencias a las Comunidades fundado en los Estatutos de Autonomía, de ahí que en la
distribución de competencias Estado-Comunidades Autónomas, en cuanto al patrimonio
cultura, artístico y monumental, haya que partir de aquel título estatal, pero articulándolo con
los preceptos estatutarios que definen competencias asumidas por las Comunidades
Autónomas en la material. El Estado ostenta, pues, la competencia exclusiva en la defensa de
dicho patrimonio contra la exportación y la expoliación, y las Comunidades Autónomas
recurrentes en lo restante, según sus respectivos Estatutos; sin que ello implique que la
eventual afectación de intereses generales o la concurrencia de otros títulos competenciales
del Estado en materia determinada no deban también tenerse presentes como límites que
habrá que ponderar en cada caso concreto.
Afirma la Sentencia, textualmente, que el legislador estatal no puede incidir, con carácter
general, en el sistema de delimitación de competencias sin una previsión constitucional o
estatutaria, en este caso inexistente. De ahí que la cuestión se centra en determinar si el
concepto de expoliación definido en el articulo cuarto de la Ley 16/1985, de 25 de junio,
supone, per se, la invasión estatal en las competencias autonómicas cuando define que “ a los
efectos de la presente Ley se entiende por expoliación toda acción y omisión que oponga en
peligro de perdida o destrucción de todos o algunos de los valores de los bienes que integran
el patrimonio histórico español o perturbe el cumplimiento de su función social.”.
Tal como hace el Abogado del Estado, hay que afirmar que la aceptación constitucional del
concepto expoliación no debe quedar limitada al estricto significado gramatical del término,
como ocurre en general con los conceptos indeterminados, que rebasan su aceptación literal
para alcanzar el sentido que la experiencia les ha ido atribuyendo. Lo contrario supondría aquí
restringir la competencia del Estado a las meras funciones d vigilancia, protección y represión
contra los ataques físicos que dañen o destruyan el patrimonio o priven ilegalmente del
mismo, competencia que, en general, ya le viene atribuida por el artículo 149.1.6 de la
Constitución como destrucción violenta que tenga trascendencia de infracción penal (art. 46) o
simplemente la de privación ilícita. Pero algún mayor alcance habrá que atribuir al término que
delimita, en el artículo 149.1.28, la competencia para la defensa contra la expoliación, cuya
mención en toro caso seria innecesaria. La utilización del concepto de defensa contra la
expoliación ha de entenderse como definitoria de un plus de protección respecto de unos
bienes dotados de características especiales. Por ello mismo abarca un conjunto de medidas
de defensa que, además de referirse a su deterioro o destrucción, tratan de extenderse a la
privación arbitraria o irracional del cumplimiento normal de aquello que constituye el propio
fin del bien según su naturaleza, en cuanto portador de valores de interés general necesitados,
esto valores también, de ser preservados. Así pues, la Ley llama perturbación del cumplimiento
de su función social a la privación del destino y utilidad general que es propio de cada uno de
los bienes, aunque materialmente el bien mismo permanezca.
El precepto no resulta, pues, contrario a la Constitución según el sentido que se indica, y, por
tanto, menos cuanto que, en la parte no impugnada, respeta la acción protectora de las
Comunidades Autónomas, a las que en primer lugar estimula, para autorizar la actuación de la
Administración del Estado sólo en defecto de la de aquellas.
En otro orden de cosas el artículo 2.2 también fue impugnado ante el Tribunal Constitucional
por considerar que la Administración del Estado no puede fijar unilateralmente medidas de
colaboración interadministrativa, sino que deberá recabar el acuerdo expreso de las
Comunidades Autónomas al efecto.
La Sentencia 17/1991 dejó claro que la formulación, en tales términos, de una previsión
genérica de colaboraciones en materia de patrimonio histórico español entre el Estado y las
demás Administraciones públicas y las de éstas entre sí, no puede ser tachada de
inconstitucional. En primer lugar, porque no cabe realizar pronunciamientos preventivos
referidos a posibles y futuras aplicaciones de los preceptos legales impugnados, sino que
aquellas, en su caso, hallarán remedio por los cauces que el ordenamiento ofrece. Por otra
parte, como ha señalado la abundante jurisprudencia de este Tribunal (SSTC 80/1985, 18/1982
y 96/1986, entre otras), existe un deber general de colaboración entre el Estado y las
Comunidades Autónomas que no es preciso justificar mediante preceptos concretos (y que se
ve reforzado por el mandato del art. 149.2), porque es esencia del modelo de organización
territorial implantado por la Constitución; de modo que la previsión genérica de medidas que
faciliten “su” colaboración y el mutuo intercambio de información en materia de patrimonio
histórico, no sólo no puede considerarse contraria a la Constitución, sino que es una exigencia
del artículo 149.2 de la Constitución, porque además el precepto habla de “facilitar” (no
imponer) esta colaboración (la de la Administración del Estado), con los restantes poderes
públicos y la de éstos entre sí.
Llegado a este punto cabe entonces preguntarse cómo se puede llevar a cabo de manera
eficaz la concurrencia de competencias en materia de cultura y de museos. La respuesta está
en el diálogo efectivo entre el Estado y las Comunidades Autónomas (al que aludíamos con
anterioridad) para lo que se hace imprescindible un órgano de cooperación que sirva de punto
de encuentro y de intercambio de información entre uno y otros. Con este fin se constituyó la
Conferencia Sectorial de Cultura: para el desarrollo de una actuación coordinada en materia de
cultura con atención a los principios de lealtad institucional, cooperación y respeto recíproco
en el ejercicio de las competencias que dichas administraciones tienen atribuidas. A esto se
debe añadir la necesidad de actualizar el marco jurídico de la protección de la cultura.
Para concluir este epígrafe, mencionar que entre los objetivos generales que la Secretaría de
Estado de Cultura pretende llevar a cabo en el período comprendido entre 2017-2020, y que se
encuentran definidos y desarrollados en el Plan Cultura 2020, aprobado por el Ministerio de
Educación, Cultura y Deporte en marzo de 2017, se encuentra el de promover una alianza
social de la cultura, en el que se realice un especial énfasis en reforzar la colaboración
interadministrativa. En este sentido, se pone de manifiesto que existirán iniciativas del Plan
que requerirán para su ejecución de la cooperación entre la Administración General del Estado
y las Comunidades Autónomas, para lo que constituirá un marco fundamental para el
cumplimiento del mismo la Conferencia Sectorial de Cultura, a la que se le da un renovado
protagonismo. Asimismo, se especifica que en numerosas ocasiones también será necesaria la
cooperación con otros Ministerios e Instituciones. Ese doble cauce de cooperación
interadministrativa responde al deseo de convertir las políticas culturales en un asunto
esencial que implique a todos los poderes públicos, en un compromiso conjunto también con
la sociedad civil.