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TEMA I
INTRODUCCIÓN
Asociado a la Historia Medieval hispana aparecen términos como Reconquista. Se asocian mayormente a
Castilla y llega a parecer que la Historia Medieval hispana es la de ese reino.
Otro término que da un tono característico a esta Historia es el Cristianocentrismo, que podría ser sustituido
por castellanocentrismo. Esto se debe en gran medida a que es el último reino en finalizar su propósito de
conquista. Aragón, Navarra y Portugal finalizarán antes su tarea. Con todo esto se puede afirmar que priman
las ideas religiosas, en el comienzo del periodo y la unidad del reino, dirigida por Castilla. De aquí la
histórica exaltación de los valores religiosos y castellanos como valores de la unidad española.
TEMA II
LA CONQUISTA ISLÁMICA DE LA PENÍNSULA IBERICA Y LA CREACIÓN DE AL-
ANDALUS (711-756)
Para el estudio de la conquista islámica tenemos dos Crónicas musulmanas escritas dos siglos después de la
conquista:
Al-Razi “Descripción de España”.
Al-Qutija “Historia de la Conquista de Al-Ándalus”.
En ambas se produjo un fenómeno conocido como la rememoración o remodelación (ir cambiando el
sentido de los hechos), sirviendo de apoyo a las realidades del momento en que se escriben.
El instrumento utilizado es el de los mitos o relatos que constan de dos partes: una que responde a la
verdad histórica y otra llamada mitologema o configuración.
En el caso de la conquista de España, las mitificaciones pudieron afectar tanto a los hechos como a
sus protagonistas o a los escenarios.
Esta posibilidad de existencia de mitos ha generado dudas razonables sobre la veracidad de las
fuentes antes citadas.
Otra observación previa es la imagen que los invadidos podían tener de los invasores. Tradicionalmente se
les vería como enemigos acérrimos. Nada más lejos de la verdad, lo cierto es que los visigodos tenían de los
invasores una imagen bastante menos negativa, tanto en lo político como en lo religioso.
En lo político los invasores llegan como amigos del sector witiciano, al que vienen a ayudar (como
ya había pasado en épocas anteriores con bizantinos y francos). Además, los musulmanes pasaban
por ser muy buenos negociadores y cumplidores de sus pactos.
En lo religioso, se contemplaban más por lo que unía que por lo que separaba. Ambos creen en Dios,
en la Biblia, en Abraham y en el arcángel San Gabriel. Se veía al Islam como una herejía del
cristianismo, no como otra religión (tesis mantenida por Juan Damasceno, teólogo de Damasco).
En conclusión hubo confrontación entre rodriguistas y witicianos.
LA SITUACIÓN PENINSULAR AL PRODUCIRSE LA INVASIÓN: EL TRIUNFO NOBILIARIO
Y LA ATOMIZACIÓN DEL REINO VISIGODO (680-711)
La descomposición interna del reino visigodo propicia, en gran parte, el éxito de las expediciones
musulmanas en la Península. Los musulmanes aprovechan la rivalidad entre los partidarios de Rodrigo y los
seguidores de Vitiza para intervenir. Estos dos reyes se habían enfrentado por un motivo de sucesión: Egica
y Vitiza, padre e hijo, habían reinado desde el año 687. Vitiza quería que uno de sus hijos, Agila, le
sucediera. Le nombra dux de la provincia del NO (Tarraconense) como paso previo. Pero al morir Vitiza en
el año 710, un poderoso grupo de nobles nombra rey a Rodrigo. Agila mantuvo al control de su provincia
como si fuese un soberano independiente.
LOS FACTORES DE LA CONQUISTA ISLÁMICA
Los musulmanes llegan a la Península en busca de botines y Rodrigo no tiene un reino unificado para
hacerles frente.
Numerosas crónicas nos hablan del papel realizado por un individuo al que identifican como Don Julián.
Unos lo sitúan como jefe de una tribu bereber que se dedica al comercio y tiene contacto con los visigodos;
para otros se trata de un noble de origen godo, gobernador de Ceuta, que ayuda a los musulmanes a para
vengar un asunto personal (la seducción de su hija a manos de un rey, probablemente Rodrigo)
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Lo cierto es que el tal D. Julián bien pudo ser un noble que se amparó en la amnistía que practicaban los
musulmanes con la nobleza cuando invadían un territorio si ésta se presta a colaborar con ellos. Lo cierto es
que a disposición musulmana colocó barcos y experiencia naval de la población de la costa.
Gracias a esta colaboración, en el 710 los musulmanes desembarcan en la Península Ibérica, concretamente
al Oeste de Gibraltar, Tarifa, dirigida por el bereber Tariq ibn-Malluk.
La facilidad con la que los musulmanes se hacen con el control del territorio son varias:
La descomposición del mundo visigodo por la división entre sus clases elevadas por la sucesión del
reino y el descontento de las demás clases sociales ante los privilegios de las clases superiores,
Un ejército poco fiel.
El malestar judío, los cuales son perseguidos sin descanso.
La política practicada por musulmanes de pactos y acuerdos con aquellos pueblos que les pueden
ofrecer un poco de resistencia.
LA PENETRACIÓN Y EL CONTROL MILITAR DE LA PENÍNSULA: CAMPAÑAS DE TARIQ,
MUSA, ABD AL-AZIZ BEN MUSA Y SUS SUCESORES INMEDIATOS
Este primer desembarco consistió en una operación de reconocimiento de las tierras en las que se decía que
existían grandes riquezas. El éxito alcanzado por esta campaña animó a Musa-Ibn-Usayr por lo que envía
una nueva expedición al mando de su liberto Tariq ibn Ziyad.
Los musulmanes no encontraron prácticamente resistencia a su llegada a la Península en esta segunda
expedición, ya que el rey Rodrigo se hallaba combatiendo a los vascones.
Rodrigo se dirigió al sur. Mientras los musulmanes negociado con los partidarios de Vitiza. Rodrigo confío a
los hermanos de este, Oppa y Sisnando, el ejército y estos le abandonan una vez iniciado el combate lo que
permite a los musulmanes ganar la batalla de Guadalete (Barbate o Guadarranque pues no existe acuerdo
acerca de dónde ocurrió exactamente) en la que Rodrigo al murió o desapareció.
El éxito musulmán se vio completado gracias a la indiferencia que mostraba la población y al apoyo judío,
muchos ven a los musulmanes como una especie de libertadores. Los musulmanes se hacen con el control de
Toledo, capital visigoda, la cual encuentran desprotegida pues sus adversarios habían huido.
Tras la victoria de Écija, Tariq decide emprender una marcha rápida sobre Toledo, y va directamente a por
ella, olvidándose del resto de ciudades importantes. Posiblemente en éste momento Tariq cambia de idea
respecto a los objetivos de su expedición y decide la ocupación de España y su incorporación al Califato.
Hace un nuevo pacto con los witicianos entregándoles las 3.000 alquerías que componían el patrimonio en
tierras del Estado visigodo. Cuando Tariq está en el Norte se encuentra con que Musa ha decidido venir a
España con un ejército de 18.000 hombres.
Las causas de la entrada de Musa no están claras, pueden ser celos por los éxitos de Tariq, o que esté habría
abarcado más espacio del que podían controlar sus 7.000 hombres y penetra en España para apoyarle.
Musa divide el ejército en dos partes, una comandada por él y otra por su hijo Abd-al-Aziz, éste va ocupando
las ciudades de la parte oriental, Málaga, Granada, Orihuela, mientras que Musa va por la occidental
ocupando Medina Sidonia, Sevilla y Mérida (que le costó seis meses de asedio). Una vez conseguido el
dominio del Sur, ambos ejércitos confluyen sobre Toledo.
Musa y Tariq tuvieron allí una fuerte polémica acusando aquel a éste de haber actuado por su cuenta. Al fin,
deciden reafirmar la ocupación del territorio organizándose dos ejércitos para someter a las grandes ciudades
del Norte. Tariq se dirige al valle del Ebro ocupando Zaragoza. Musa llega hasta Lugo donde recibe la
sumisión de los condes gallegos.
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Los árabes realizan esta guerra con el único objetivo de obtener algún botín y cuando ven la facilidad de la
conquista y que apenas hay peligro en las campañas, continúan en el empeño. En apenas tres años (710–713)
la práctica totalidad de la Península está en manos musulmanas.
Tanto Tariq como Musa son requeridos por Damasco para dar cuenta de sus actos al Califa, donde se acusa
a Musa de intentar desligarse del Califato (no es seguro que tal intento existiera). Además se le acusa de
irregularidades y atropellos. Musa y Tariq ya no volverán a España (Musa es asesinado en Damasco).
En España había quedado como gobernador Abd-al-Aziz (hijo de Musa) que administrativamente dependía
del “Wali” del norte de África.
Los gobernadores hispanos dependientes de los walíes de África, continuaron la política de sus antecesores.
El primero es Abd-al-Aziz (714-716) que contrae matrimonio con Hegilona (viuda de D. Rodrigo), con la
idea de proclamarse rey de España. El Califa de Damasco zanjó el asunto ordenando asesinar a Abd-al-Aziz.
Los musulmanes intentarán continuar hacia el Norte pero en Poitiers (732) Carlos Martel los derrotará. Con
esto los francos les frenan el paso a las Galias y con ello al resto de Europa, por lo que se quedarán en la
Península, comenzando entonces a pensar en la posibilidad de quedarse instalados en al-Ándalus. Tan sólo
en el Norte peninsular, zona con un gran sentimiento independentista, los musulmanes encontraran
dificultades.
Los musulmanes realizan una ocupación relativa del territorio basándose en un sistema de guarniciones en
los puntos neurálgicos del país. Este sistema de guarniciones se hace con una doble finalidad:
1. Cubrir la retirada en el caso de que fuera necesario.
2. Cuando la conquista se consolida, se mantienen las guarniciones con el objetivo de guardar el territorio, y
hacer que se cumplan las obligaciones de los conquistadores, fundamentalmente, el pago de impuestos.
LA CRISIS DE MEDIADOS DEL SIGLO VIII
La historia política de la Península durante los primeros cincuenta años de dominación musulmana, se centra
en dos temas: la búsqueda del afianzamiento del dominio y la guerra entre árabes del Norte (qaysíes) y del
Sur (yemeníes) La rivalidad entre estos dos grupos es anterior a Mahoma pues los qaysíes son nómadas–
pastores y los yemeníes sedentarios agricultores y comerciantes. En esta rivalidad también influyeron
aspectos políticos, la organización de los territorios conquistados, la distribución del poder y de las tierras.
Así como el enfrentamiento entre árabes con bereberes. Por la distinción entre árabes y no árabes pues
existían entre ellos una desigualdad acentuada aún más desde la llegada al poder de los omeyas, los cuales
practican una política nacionalista. Los beréberes se sintiesen marginados ante el aumento fiscal, la negativa
a ocupar puestos de mando y la carencia de derechos, especialmente cuando se trata de repartir tierras.
En esta situación desde el año 716 al 756 Al-Ándalus tuvo veinte emires de los que sólo dos estuvieron más
de cinco años en el cargo.
En el Norte de África llega la predicación de los jarichíes para quienes todos los creyentes son iguales ante
Alá y por ello tienen los mismos derechos. Convirtiéndose en el nexo de unión entre las tribus beréberes, las
cuales se sublevan en el 739. Dieron muerte a los árabes asentados en el Norte de África y derrotaron al
qaysí Uqba quien había acudido como refuerzo desde la Península.
En la Península los beréberes también se sublevan. El yemení Abd al-Malik asume el control de la Península
tras la derrota del qaysí Uqba. Bajo su mandato será cuando se produzca la sublevación de los beréberes del
centro y norte del territorio peninsular (las fértiles tierras del Sur estaban ocupadas por los árabes)
En el Norte de África sobrevive un contingente de unos diez mil hombres pero queda bloqueado en Ceuta,
por lo que solicitan la ayuda de Abd al–Malik. Éste se la ofrece con la condición de que les ayuden a
combatir a los bereberes. Entonces yemeníes y qaysíes se unen para luchar contra los beréberes.
Pero las viejas rivalidades afloran y la desconfianza lleva a exponer condiciones: Abd al-Malik obtiene
rehenes y pide el abandono de las tierras peninsulares por parte de los sirios (Balch y sus hombres, llamados
así por su origen) una vez hayan acabado con los bereberes. Los rebeldes fueron vencidos por Balch en el
año 741, Abd al -Malik no cumplió su promesa por lo que fue destituido por los sirios. Éstos, en venganza,
vendieron como esclavos a los prisioneros yemeníes.
Conscientes de que una unión de todos los sirios era un peligro para el control de al-Andalus, se les dispersa
según su origen. Así los de Damasco quedan en Elvira (Granada), los del Jordán en Archidona y Málaga, los
de Palestina en Medina-Sidonia, los de Emesa en Sevilla y Niebla y los de Egipto entre el Algarve y Murcia.
Una vez alejados los sirios siguen las disputas entre yemeníes y qaysíes. Estas durarán hasta la llegada a al-
Ándalus del omeya Abd al–Rahmán cuya familia fue depuesta en el año 750 por el abasí Abu-l-Abbas. Abd
al–Rahmán pudo escapar de la persecución abasí encontrando apoyo en la tribu bereber de los Nafza (a la
que pertenecía su madre). Un liberto de Abd al–Rahmán, Badu, entró en contacto con los clientes omeyas de
la Península y éstos intentan que su jefe el qaysí Al-Sumayl, gobernador de Zaragoza, acepte como emir a
Abd al–Rahmán. Pero Al-Sumayl se niega, por lo que los omeyas rompen la alianza tribal y se unen a los
yemeníes. Juntos proclaman emir a Abd al –Rahmán en el año 756 (tras vencer a en la batalla de Musara)
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El nuevo emir Abd al–Rahmán rompe toda vinculación política con el Islam oriental, naciendo un nuevo
episodio en la historia de la ocupación musulmana en la Península: el emirato omeya.
LA NUEVA ESTRUCTURA SOCIAL DE AL-ANDALUS
Aunque las crónicas cristianas describen la conquista con terror, en realidad los musulmanes respetaron a los
cristianos ya que los consideraban “gentes del libro” (monoteístas). Los musulmanes se dirigen sobre las
ciudades pues saben que si ellas caen, lo hace también el mundo rural. Muchas ciudades no ofrecen mucha
resistencia porque sus defensores piensan que una vez obtenido el botín, los musulmanes desaparecerán.
Con las ciudades sometidas los musulmanes firman pactos. A estos pactos se acogerán gran número de
nobles hispanovisigodos; algunos optan por convertirse al Islam. En todo caso se buscan pactos y
convivencia pacífica. Uno de estos pactos es el firmado por el gobernador de Murcia, Teodomiro (entre los
musulmanes Tudmir). En el Tratado los árabes exigían la conversión de su fe o el pago de un tributo
especial.
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TEMA 3
EL EMIRATO INDEPENDIENTE ANDALUSI
Hisham I, aceptó esta versión codificada de la doctrina malequí impulsado por varios motivos:
La sencillez de ésta, el deseo de acentuar las diferencias con los abbasíes,
La necesidad de poner fin a las disputas entre árabes
La influencia ejercida por un grupo de alfaquíes que se aprovechan de las dificultades del emir con
sus súbditos para hacerse hueco en el poder.
El al-Ándalus de este período no se caracteriza por su cultura, ya que en este campo, se encuentran bastante
atrasados con respecto al Islam oriental. De nuevo son los alfaquíes quienes, amparándose en los textos,
prohíben la entrada de nuevas corrientes culturales o religiosas.
EL ESTALLIDO DE LAS CONTRADICCIONES: MOVIMIENTOS EN LAS MARCAS,
“JORNADA DEL FOSO”, “JORNADA DEL ARRABAL” Y LA PACIFICACIÓN EN EL
EMIRATO DE ABD AL-RAHMAN II (822-852)
Abd al-Rahmán I consiguió aplacar los conflictos entre árabes y las sublevaciones beréberes. Pero sus
sucesores tendrán que hacer frente a graves problemas internos. Entre ellos algunas sublevaciones que a
pesar de estallar por un motivo propio, poseen un fondo común:
Ambas son iniciadas por los notables locales
Son llevadas a cabo a sus últimas consecuencias por los hispanos convertidos al Islam, los cuales
sufren una posición inferior al resto de los árabes.
Jornada del foso
Durante el reinado de Al-Hakam I, en el 797 y cansado de que Toledo se declarase en rebeldía, trabó un plan
con Armús ibn Yusuf, muladí oscense, para dar un escarmiento a los habitantes de esa plaza.
Hizo gobernador de la ciudad a Armús, y cuando se ganó la confianza de los muladíes de la ciudad, los
invitó a un banquete en el palacio del gobernador. A las puertas de la residencia apostó a unos verdugos que,
a medida que iban llegando los invitados, los ejecutaban y arrojaban después sus cuerpos en una fosa.
Distintas fuentes hablan de entre 400 víctimas las más optimistas y más de 800 las más pesimistas.
Después de esta jornada, los toledanos no se volvieron a alzar hasta después de la muerte de Al-Hakam I.
Sublevación de Córdoba “jornada del arrabal”
Revuelta de carácter social protagonizada por la población del arrabal de Córdoba. Con motivo de las
sublevaciones fronterizas y de las guerras contra los condados y reinos del Norte, al-Hakam I se ve obligado
a incrementar los impuestos para hacer frente al gasto a los notables de Córdoba y los alfaquíes.
Este hecho acentúa el malestar general, los alfaquíes (que tampoco ven con buenos ojos la vida que lleva el
emir) alientan una agitación entre la población del arrabal de Secunda (Córdoba). Así, comerciantes y
artesanos de este arrabal se amotinan, 818, llegando incluso a cercar al emir.
Éste los vence, ajusticiando a los cabecillas de la revuelta; y obliga a exiliarse a los habitantes del arrabal;
algunos optan por Toledo, otros Fez o Alejandría. Mientras, el arrabal es convertido en tierras de labranza.
A los alfaquíes, inductores de la revuelta, les es concedido el indulto; con el propósito de que no alienten
ninguna otra sublevación. Además, los alfaquíes recibirían del emir grandes beneficios económicos.
LA CRISIS QUE SE INICIA A MEDIADOS DEL SIGLO IX: MOVIMIENTOS MOZÁRABES Y
SUBLEVACIONES EN TOLEDO, MÉRIDA, ZARAGOZA, BOBASTRO Y OTRAS CIUDADES
Los mozárabes: de la colaboración al martirio
En contra de lo que se cree, los musulmanes practicaron una política de tolerancia entre sus súbditos de otras
creencias. Respetan el culto de otras religiones; pero no hay que olvidar que los musulmanes eran
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conscientes de su inferioridad numérica y que necesitan la colaboración de las ciudades sometidas para el
buen funcionamiento del gobierno.
Con el paso del tiempo, la nobleza rural y parte del campesinado abraza el Islam. Pero los habitantes de las
ciudades son reacios a ello, quizás porque permanecen en mayor contacto con el mundo cristiano o porque al
carecer de bienes territoriales no tienen que cargar con ningún impuesto.
Al igual que los visigodos en época arriana, los emires actúan como jefes políticos de la Iglesia católica
(institución a la que respetan), convocan concilios y se reservan el derecho de aceptar o rechazar a obispos.
En el ámbito personal son frecuentes los servicios de los cristianos como miembros de la guardia personal
del emir, como administradores, funcionarios del reino o como recaudadores de impuestos.
Crisis del adopcionismo
La institución eclesiástica y los cristianos vivieron graves crisis que llevarían a la desintegración de la
Iglesia. Toledo era el lugar desde donde se controlaba la cristiandad hispánica. El emir utiliza al
metropolitano de Toledo para ejercer influencia en aquellas zonas donde su autoridad no es respetada.
Tanto los reyes asturianos como Carlomagno son conscientes de que su autoridad queda limitada mientras
no posean el control eclesiástico. Para lograrlo, intentarán romper la unidad de la Iglesia peninsular, eso sí
cada uno con un fin distinto.
Los astures desean crear su propia Iglesia,
Los francos quieren incluir el área dentro de la Iglesia franca.
Para llevar a cabo el proyecto necesitan un motivo y éste llega cuando la Iglesia toledana acepta la teoría
adopcionista según la cual Jesucristo era hijo adoptivo de Dios en cuanto a naturaleza humana. En contra, la
ortodoxia afirmaba que Cristo era hijo único y propio de Dios Padre en cuanto a naturaleza humana y divina.
El padre de esta teoría fue el monje Félix que llegó a ser obispo de Urgell, (782). Teoría que será aceptada
por los obispos mozárabes reunidos en el Concilio de Sevilla (784) pero el Beato de Liébana y el obispo
Eterio de Osuna no comparten esta teoría. La opinión de ambos será utilizada con fines políticos.
En el reino astur, Mauregato se muestra partidario de colaborar con el emir. En contra se hallan la viuda del
rey Silo y su sobrino Alfonso (el futuro Alfonso II, el Casto), quienes se inclinan por romper cualquier
vinculación con el emirato. Cuentan con el apoyo del Beato y de Eterio.
El triunfo de Alfonso será también el del antiadopcionismo y la Iglesia astur y leonesa se separan de la
Iglesia de Toledo. Félix fue condenado y obligado a retractarse en el concilio de Ratisbona, promovido por
Carlomagno, y terminó buscando refugio entre los musulmanes. Obtiene el apoyo de los obispos mozárabes,
pero de nuevo es condenado en el concilio de Frankfurt (794. Detenido y obligado a acudir al concilio de
Aquisgrán (799) será condenado a permanecer en Lyon hasta su muerte. La zona de Urgell cayó bajo la
órbita carolingia, ya que obispos y monjes francos se dedican a evangelizar la zona.
Empeoramiento de la situación de los mozárabes
La tolerancia musulmana hacia los cristianos comienza a desaparecer a comienzos del S. IX debido a:
Al odio que provocó la actuación del conde Rabí. Para evitar nuevos enfrentamientos, el emir lo
manda ejecutar.
A la participación de los mozárabes en las revueltas fronterizas contra el emir.
A la intransigencia de los alfaquíes.
Muchos mozárabes intentan evitar la discriminación aceptando las costumbres y cultura musulmana; lo que
también les aportaban un nivel de vida superior. Ante el empeoramiento de la situación adoptan dos
posturas: imitar la cultura musulmana en un intento de igualarse con ellos o reafirmar su personalidad
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acentuando rasgos diferenciales. Esta última será causa de choques violentos con los musulmanes, llevando
a muchos mozárabes al martirio.
La chispa estalla en el año 850 con la condena a muerte de un clérigo llamado Perfecto por insultar a
Mahoma. La ejecución se transformó en un espectáculo público con el fin de entretener al pueblo cordobés.
Esto exalta a los cristianos, los cuales adoptan una actitud de desafío hacia las autoridades: comienzan a
blasfemar públicamente contra el Islam y se amparan en el martirio como forma de expresar su
reivindicación. Son tantas las víctimas que es desconocido el números de fallecidos. Los propios
eclesiásticos animan a ello. Ante esta situación, Abd al-Rahmán II intenta buscar una solución y en el
concilio de Toledo se prohíbe a los cristianos utilizar el martirio. Se detiene a los jefes del movimiento pero
las provocaciones no cesan hasta la muerte de Abd al-Rahmán II. Hecho que los cristianos atribuyen a un
castigo divino. Se pone fin, momentáneamente, a la exaltación cristiana.
Muhammad I intenta una política conciliadora y libera de los cabecillas del movimiento místico. Pero a
pesar de esto los mozárabes (dirigidos por Eulogio) continúan desafiando su autoridad.
La respuesta del emir fue la condenar a los blasfemos, destruir el monasterio de Tábanos (refugio de los
provocadores) y ejecutar a Eulogio (859). Así termina la exaltación mística, la cual había dejado muy
dañada la convivencia entre cristianos y musulmanes. La actitud de los alfaquíes se endureció y los
funcionarios cristianos de la corte fueron obligados a convertirse al Islam so pena de perder sus cargos.
Muchos mozárabes se refugian en los reinos y condados del Norte. Llevando la cultura visigoda y un
sentimiento antiislámico. Prueba de ello son las crónicas escritas en tiempos de Alfonso III, en ellas la
batalla de Covadonga es narrada como lo habría hecho un mozárabe. En estas crónicas se alienta a los
cristianos a expulsar a los musulmanes de Hispania. Del rey astur, emparentado con los visigodos a través de
Pelayo, se pronosticó que “reinará en tiempo próximo en toda Hispania”
La ocupación del control fronterizo recae sobre las ciudades de Toledo, Mérida y Zaragoza. La defensa de
las fronteras era tarea de la población muladí, la cual predominaba en estas tierras. Pero los muladíes no
estaban contentos con la política del emir, la cual acentuaba las diferencias entre los musulmanes. Producto
de este descontento son los movimientos independentistas alentados por las autoridades locales.
Toledo:
La revuelta comienza en el 797. Al-Hakam ajusticia a los cabecillas de la misma, pero no por ello cesa.
Desde el 811, Toledo prácticamente se independiza, aunque nominalmente sigue reconociendo al emir.
En 829 estalla de nuevo la sublevación, esta vez de manos de un herrero llamado Hashim al que los vecinos
de Toledo y de la sierra, incluidos los mozárabes, prestan su apoyo. Tras su muerte en el 831, los
movimientos siguen durante seis años más.
A mediados de siglo, los mozárabes desafían al emir. El descontento queda expuesto en la elección como
obispo del dirigente de los mozárabes cordobeses, Eulogio (los toledanos habían apoyado a los mozárabes
cordobeses cuando éstos se rebelan ante la autoridad musulmana)
Durante el reinado de Muhammad I, los toledanos capturan al gobernador enviado por Córdoba iniciando
con ello una nueva revuelta contra el emir. Esta vez se aventuran en expediciones por Andalucía y piden
ayuda al monarca astur Ordoño I. Éste les envía un ejército, dirigido por el conde Gatón del Bierzo, y juntos
se enfrentan a los musulmanes. Pero vencen estos en la batalla de Guadalcelete (854), aunque el emir no
pudo ocupar Toledo hasta dos años más tarde.
En los años 875, 886 y 888 se registran nuevas sublevaciones. En la última, los toledanos se alían con
grupos beréberes, con muladíes aragoneses y con el rey astur Alfonso III.
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Desde el 888 hasta la llegada de Abd-al Rahmán III (912), Toledo gozó de plena independencia gracias a los
problemas que se vivían en Córdoba (rebelión de Umar ibn Hasfin)
Mérida:
La primera revuelta dura del 805 al 813. Se unen beréberes de Lisboa y cristianos de Mérida. Durante el
reinado de Abd-al Rahmán II, berebéres, cristianos y muladíes se sublevan entre los años 828-834. Fracasan
pero los cabecillas (el bereber Mahumd y el muladí Sulaymán ibn Martín) continúan con la lucha. Mahmud
ofrece sus servicios al rey asturiano Alfonso II, encontrando apoyo para continuar la lucha hasta el año 840.
Mahumd comete el error de pasarse de nuevo al lado del emir pero el rey cristiano le derrota.
Ibn Marwan al–Chilliquí inicia otra revuelta en Badajoz pero es apresado y trasladado a Córdoba donde será
integrado en el ejército del emir. Consiguió huir y hacerse fuerte en Alhanque. Con la ayuda de Alfonso II
derrotó a las tropas del emir, 876, haciendo prisionero a su jefe, Jashim. Tras un período exiliado en Asturias
volvió a Badajoz donde vivirá de forma independiente, él y sus hijos, hasta el 929.
Zaragoza:
Antes de la llegada del primer omeya, los gobernadores de Zaragoza habían disfrutado de cierta
independencia política. Tras la muerte de Hisham I, los Banu Qasi, que habitaban las zonas montañosas de
Navarra, y los vascos de Pamplona intentan independizarse del emirato. Este primer intento de
independencia será abortado por el valí de Huesca.
En el año 812 el valí muere por lo que los Banu Qasi y los vascos de Pamplona deciden aliarse para lograr
su objetivo. Juntos hacen frente a los carolingios por el Norte y a los cordobeses por el Sur.
Musa ibn Musa, jefe de los Banu Qasi, ofrece cierta sumisión a Córdoba, pero su origen muladí le incita a
rebelarse. Se hace fuerte en Tudela iniciando una sublevación con la que se mantendrá independiente de
Córdoba entre los años 842-859. En determinadas ocasiones presta su colaboración al emir contra los
normandos desembarcados en Sevilla, a los asturianos o a los condes catalanes.
Pero un hecho vendría a alterar su pacífica coexistencia. Musa tenía una alianza con el rey de Pamplona,
García Íñiguez, y cuando éste cae prisionero en el 858, Musa no acude a rescatarlo. García Íñiguez tuvo que
pagar rescate por su liberación y rompe el pacto con Musa aliándose con los astures en su contra. Musa es
derrotado en la batalla de Albela (la leyenda dicen que con esta batalla se logró la supresión del tributo de
cien doncellas que esta ciudad debían a entregar anualmente a los musulmanes por su independencia)
Musa murió años más tarde y sus dominios quedan disgregados aunque, las sublevaciones contra Córdoba
continúan. De este modo los tuchibíes (de origen árabe) se declaran independientes en el 890,
manteniéndose en Zaragoza hasta la época de Abd al-Rahmán III.
Crisis finales S. IX
Córdoba nunca pudo controlar todo su territorio. En un comienzo los problemas fueron las disputas entre
árabes, seguidas de la guerra contra los beréberes. A finales del S. VIII comienzan las revueltas de los
muladíes en la frontera junto con la sublevación de los conversos en el interior.
Las revueltas fronterizas cobran mayor importancia, debido al de astures y vascos; quienes aprovechan la
revuelta para consolidar sus dominios.
Pero al emir estas revueltas no le inquietan pues los reinos cristianos no tienen fuerza suficiente para atacar
Córdoba, además de que los muladíes no están organizados, con lo que las revueltas fronterizas son
rápidamente sofocadas.
Pero en la segunda mitad del S. IX la situación. La protesta muladí, se organiza en torno a la persona de
Umar ibn Hafsún, el cual coordina los movimientos desde la serranía de Ronda. En el año 883 es detenido y,
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tal y como era costumbre es integrado en el ejército del emir. Pero Umar deserta, harto de los desprecios de
sus jefes árabes, con lo que su odio se acrecienta. Su lucha estará dirigida contra los dirigentes árabes.
Ante tan tenaz contrincante, el emirato intenta atraerlo pero éste lo rechaza. El conflicto que Umar mantenía
con era económico-social, provocado por el exceso de impuestos que tenían que pagar los musulmanes no
árabes y por la situación de inferioridad de los muladíes.
Umar se convierte al cristianismo a finales del S. IX, acción que provoca las primeras traiciones a la causa
en un intento de conseguir apoyo cristiano para la causa.
Ningún emir pudo acabar con Umar ibn Hafsún. Murió en el año 917 y sus hijos continuaron su lucha hasta
el año 928. Las revueltas más importantes se producen en Sevilla y Granada. Los muladíes y cristianos de
estas dos ciudades se mantuvieron fieles al emir, pero la debilidad del emirato deja el poder en manos
árabes. Éstos practican una política abusiva y contra ésta se rebelan los no árabes, enfrentándose con la
aristocracia. La revuelta es aplacada por los árabes quienes gobiernan la zona con independencia de Córdoba
hasta comienzos del S. X. Los árabes de Elvira (Granada) se limitan a repartir entre ellos el territorio y a
gobernar cada uno de forma independiente. En cambio los árabes de Sevilla se enzarzan en una pelea entre
árabes y no árabes que terminará con la independencia de la ciudad. En la ciudad se creará una corte a
imitación de la cordobesa, preludio del reino de taifas.
Los emires y el mundo cristiano
Desde el año 715 prácticamente toda la Península se halla bajo dominio musulmán excepto los Pirineos
occidentales y las montañas de Cantabria y Asturias. Los musulmanes demuestran escaso interés por estas
zonas por lo que solo establecen guarniciones beréberes en los llanos para prevenir posibles ataques.
Las tribus de montaña avanzaran hacia el Sur originando los reinos de Asturias y Pamplona.
El foco principal de resistencia se halla en las montañas cantábricas y asturianas, lugar donde
tradicionalmente se ha dicho que se refugió el ejército visigodo. Éstos organizan a los montañeses y hacia el
año 718 ó 722 obtienen la primera victoria sobre los musulmanes en Covadonga. Pero el papel de la nobleza
visigoda es más bien reducido; en Covadonga se libró el enfrentamiento entre un grupo de montañeses
astures con un pequeño grupo visigodo, entre los que se encontraría Pelayo, y un grupo musulmán que acude
a la zona para cobrar impuestos o exigir el reconocimiento de la autoridad musulmana. Covadonga es
ensalzada en las crónicas cristianas, cuando lo conseguido no fue tan importante. Los beréberes estaban más
interesados en las fértiles tierras del Sur en manos de los árabes. Para los cronistas musulmanes, Pelayo era
un “asno salvaje” en un terreno áspero que poco les importaba a los musulmanes.
Según las crónicas de Alfonso III de León, la sublevación de Pelayo correspondía a un sentimiento
patriótico-religioso destinado a restaurar la Hispania de los visigodos y la fe cristiana. Visión que
corresponde a la mentalidad de los mozárabes huidos de al-Ándalus a mediados del S. IX. Para ello tendrían
que recuperar los dominios visigodos del dominio musulmán e instaurar la fe católica. De Pelayo sólo
conocemos las noticias de Covadonga y de su sucesor Fávila (737-739) que fue muerto por un oso.
El nacimiento del reino astur se sitúa bajo el reinado de Alfonso I (739-757). Donde se unen los montañeses
cántabros y astures, por ser hijo del duque Pedro de Cantabria y por estar casado con una hija de Pelayo.
Alfonso I aprovecha la revuelta beréber y una grave sequía (que obliga a abandonar las pocas fortalezas que
han quedado tras la guerra árabe-beréber) para llegar hasta Galicia y el valle alto del Ebro.
Entre musulmanes y astures se creará una zona conocida como “el desierto estratégico del Duero”. Esta
zona no contaba con una población numerosa por lo que los musulmanes, para atacar a los astures, evitan la
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zona. Por ello los musulmanes deciden penetrar en el valle del Ebro y de ahí que las primeras zonas
dominadas por ellos sean estas tierras.
Alfonso I, al ampliar sus territorios, entra en contacto con los mozárabes y su conflicto con los emires. En el
reino astur se irá creando la conciencia de una “reconquista” del desparecido reino visigodo, de los que los
reyes astures dicen ser sus herederos. De dar forma a estas ideas ya se encargan las crónicas de Alfonso III.
El primer omeya Abd al-Rahmán, a pesar de sus problemas internos, decide atacar al rey astur Fruela I. Los
sucesores de éste mantienen una política de amistad y sumisión hacia los musulmanes. Hisham I atacará de
nuevo y llegará a Astorga y Oviedo, capital del reino astur (795). En los reinados posteriores Alfonso III
aprovecha la revuelta de los muladíes para reorganizar las tierras conquistadas por sus antecesores.
En los Pirineos, los carolingios logran establecerse en Aragón, Pallars, Urgell y Barcelona, lugares en los
que se mantendrán a pesar de las campañas musulmanas. Tras un período de paz (838-841), provocado por
una nueva sublevación muladí en el emirato, llega de nuevo el enfrentamiento entre musulmanes y los reinos
cristianos. La provocación llega cuando Alfonso II otorga asilo al rebelde Mahumd, los musulmanes
saquean y destruyen la ciudad de León e intervienen de nuevo en los condados catalanes aprovechando las
disputas surgidas tras la muerte de Luis el Piadoso.
La sublevación toledana contra Muhammad I encuentra apoyo en Ordoño I; siendo los astures vencidos en la
batalla de Guadacelete, cerca de Toledo (854). A esta batalla siguieron otras campañas dirigidas por el Banu
Qasi Musa ibn Musa que busca extender sus dominios hasta Álava y Barcelona.
Ibn Marwan de Mérida se subleva contra el emir omeya, encontrando apoyo en Alfonso III. Este rey
consigue la extensión del reino de Asturias hasta Oporto y Coimbra y avances sobre Castilla, logrando
detener a los musulmanes en la batalla de Polvoraria (878) La sublevación de Umar ibn Hafsum mantuvo
ocupados a los omeyas, por lo que Alfonso III no tiene prácticamente ningún obstáculo para mantenerse
tranquilo en sus dominios.
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TEMA IV
EL CALIFATO CORDOBES (929-1031)
La toma de Bobastro fue precedida por la sumisión de todos los rebeldes de al-Ándalus, incluyendo a los
marinos de Pechina, sometidos en el año 922.
Entre el 929 y 932, Abd al-Rahmán III puso fin a las sublevaciones de Badajoz y Toledo, y acepta la
sumisión de los tuchibíes de Zaragoza, permitiéndoles gobernar su territorio, aunque sometidos a Córdoba.
La sumisión de los cristianos
El medio siglo de anarquía musulmana ha permitido a los reinos cristianos avanzar sus fronteras, bien en una
política conjunta o por separado. Los avances por el norte portugués de Alfonso III son aprovechados por
Ordoño II quien toma los castillos de Évora y Alangue. Al mismo tiempo, Sancho Garcés saquea las
comarcas de Nájera, Tudela y Valtierra. Contra ambos luchará el emir desde el año 918 hasta conseguir la
victoria de Valdejunquera (920)
Los avances cristianos se detienen por falta de acuerdos entre sus reyes o los problemas internos de cada
reino (Ej. las luchas por el poder tras la muerte de Ordoño II en León (924) que aíslan al monarca navarro,
siendo Pamplona saqueada por el emir).
Hasta el año 932 las fronteras musulmanas no fueron molestadas. Así Abd al-Rahmán III pudo dedicarse por
completo a su política en el norte africano.
Ramiro II (932-950) logra controlar los problemas internos de León y unirse a la reina Toda de Navarra y al
conde castellano Fernán González (932-970) venciendo a los musulmanes en la batalla de Simancas (939)
Los problemas de Córdoba en el Norte de África y las de León frente a los castellanos obligan a los
contendientes a disminuir su actividad militar produciéndose solo algunas expediciones en busca de botines.
Tras la muerte de Ramiro II, Abd al-Rahmán III aprovecha su papel de árbitro en las disputas entre
cristianos beneficiándose de ello y consigue que sus fronteras no sean molestadas.
(Córdoba sostienen la candidatura de Sancho frente a Ordoño III (950-955) y en el reinado del primero
“955- 958 y 960-965” el califa apoya al nuevo candidato para, de nuevo, dar su apoyo a Sancho el Gordo o
el Graso cuando es expulsado del reino y acude a Córdoba en busca de ayuda)
Los cordobeses, unidas a los navarros le repondrán en el trono; después de exigirle diez fortalezas en la
frontera del Duero. León, Castilla, Navarra y los condados catalanes intentarán unir sus fuerzas para
deshacerse del enemigo musulmán. Pero al-Hakam II (961-976), aprovechará que a su corte acudan a pedir
ayuda y consejo los rebeldes cristianos.
Aunque fuentes musulmanas exageran la sumisión cristiana, a la que incluso convierten en humillación, si es
cierto que existe la entregas de regalos al califa. Abd al-Rahmán III y al-Hakam II lograron la sumisión
cristiana a través de una hábil política intervencionista. En el reinado de Hisham II (976-1013), Almanzor
alternó la diplomacia con las campañas de castigo las cuales tenían objetivos religiosos y económicos.
Las acciones exteriores no fueron, generalmente de conquista, sino de castigo, y cumplían dos objetivos:
A nivel interno, como propaganda del régimen, planificadas a la manera de guerra santa contra los
cristianos y como fuente de obtención de recursos (botín fruto del saqueo).
A nivel exterior, de presión mediante el terror sobre los reinos cristianos (que de hecho se replegaron
y abandonaron tierras anteriormente repobladas) y contra el Norte de África (reduciendo a
Marruecos a satélite del Califato)
Las campañas más importantes en la Península fueron las de Salamanca, Rueda (contra una coalición
cristiana); la de 985 contra Barcelona, que saquea pese a las parias pagadas por ésta; varias contra León y
Castilla; y las más célebres, la de 997 contra Santiago, con el fin de humillar y castigar a los cristianos y la
de 1026 contra el Monasterio de San Millán de la Cogolla, al regreso de la cuál murió en Medinaceli.
Los cristianos sufrirán nuevas derrotas a manos de Abd al-Malik (1002-1008), hijo y sucesor del caudillo. A
partir del año 1008, cuando se rompe la colaboración entre árabes andalusíes y beréberes, castellanos y
catalanes comenzarán a inquietar las fronteras musulmanas, llegando con éxito hasta Córdoba como
auxiliares de uno u otro de los grupos musulmanes enfrentados.
La dinastía amirí y el fin del califato
Almanzor (Muhammad Ibn Abi Amir) (940-1002), gobernará de manera justa durante 20 años. Reformó la
administración y reestructuró el ejército, obligando a los árabes a integrarse en las compañías de
mercenarios, cuyo número creció sin parar.
La situación entró en un círculo vicioso: para gobernar, Almanzor tenía que pagar e incrementar los
efectivos mercenarios, para lo que tenía que subir los impuestos (con el consiguiente malestar y oposición
del pueblo) o desviar la atención hacia el exterior para, por medio del botín, pagar a los mercenarios.
Con la creciente importancia del mercenariado eslavo y bereber, éstos no tardaron en exigir protagonismo
político ni en desplazar a la aristocracia árabe de los principales puestos de la administración.
Este precario edificio estatal se pudo mantener gracias a la boyante situación económica de al-Ándalus y la
fuerte personalidad de Almanzor y de su hijo Abd al-Malik (1002-1008), quien continuó la obra de su padre
con el apoyo del ejército, aunque murió prematuramente.
Bastará la falta de tacto de Abd al-Rahman Sanchuelo al hacerse proclamar heredero del Califa por Hisham
II para que la aristocracia árabe se vuelva a sublevar y a nombrar Califa al omeya Muhammad II (1009)
restableciendo la legitimidad dinástica tras la ejecución de Sanchuelo.
Al triunfo de la aristocracia árabe siguió la persecución de los mercenarios bereberes, quienes, con el apoyo
de Castilla, no tardaron en sublevarse y elegir Califa a otro Omeya, Sulaymán, contra el que combatirán
árabes y eslavos con la ayuda de los condes de Urgel y Barcelona.
De este modo, en menos de dos años los musulmanes pasan de ser árbitros en las querellas entre los reinos
cristianos a depender de su ayuda en sus luchas intestinas por el control del poder por cada uno de los grupos
militares, que nombran y deponen califas entre los miembros de la familia Omeya hasta que los bereberes
aceptan en 1016 a uno de los suyos.
Pese a que hasta 1031 habrá un Califa en Córdoba, desde mucho antes al-Ándalus estará dividido en reinos
independientes dirigidos por los jefes bereberes, eslavos o árabes enfrentados entre sí, con lo que
favorecerán el afianzamiento de los reinos cristianos.
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TEMA V
INSTITUCIONES POLÍTICAS Y ADMINISTRATIVAS EN AL-ANDALUS
LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA
Está centralizada en manos de los omeyas, que nombran a los jueces (Cadíes). Estos son juristas expertos
dentro de la corriente malequí y se eligen por sus cualidades morales.
Sus funciones: entienden en las causas civiles reguladas por el Corán y sus asesores son especialistas en
derecho.
Además de sus atribuciones judiciales, el Cadí de Córdoba dirige en nombre del soberano la oración del
viernes. También administra el patrimonio de la comunidad religiosa, cuyos fondos provienen de donaciones
y legados, y se destinan al mantenimiento de la mezquita y sus servidores.
Además de socorrer a los pobres y, en ocasiones, financiar campañas militares contra los infieles.
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EL EJÉRCITO DE AL-ANDALUS
Al-Andalus estuvo firmemente militarizado tanto en la época de los emires como durante el califato por el
temor a los invasores y frente a los beréberes. Y a partir de la instauración omeya, por el temor a
sublevaciones internas y la presión de los carolingios y de los reinos y condados cristianos del norte.
Se establecen marcas o zonas fronterizas bajo un jefe militar (Caid). Durante el emirato, las coras o
provincias fronterizas son tres: la inferior, la media y la superior, con capitales en Toledo, Mérida y
Zaragoza, respectivamente. Al adquirir importancia Castilla, la marca media traslada su centro a Medinaceli
y desaparece la de Mérida.
*** Composición.
Está integrado por árabes y sus descendientes que están obligados al servicio militar a cambio de la
concesión de tierras. El servicio militar lo realizan durante seis meses al año. Al aminorarse las diferencias
entre árabes e hispanos islamizados se añaden al ejército permanente todos los musulmanes en edad militar,
los cuales pueden ser movilizados para la realización de aceifas o campañas de verano, cuyo objetivo era la
obtención de botín en los reinos cristianos con el fin de frenar la actividad ofensiva. Las campañas se
realizaran en verano porque hacían mayor daño a la agricultura.
Al ser un ejército no profesional el espíritu de combate era escaso y se permitió a algunos de sus
componentes liberarse del servicio militar mediante una contribución económica.
Los mercenarios beréberes adquieren importancia a medida que aumentan los intereses de al-Ándalus en el
Norte de África. Al-Hakán I incorpora al ejército de los primeros contingentes de mercenarios.
Poco sabemos de la marina omeya, pero tuvo que tener su importancia, ya que el litoral a defender era muy
extenso. El principal promotor de la marina de al-Ándalus fue Abd al-Rahmán II, que tras haber sufrido los
desembarcos de las flotillas vikingas se dio cuenta de la falta de una poderosa escuadra a su servicio que
protegiera al-Andalus de todos estos peligros.
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TEMA VI
ECONOMÍA, SOCIEDAD Y CULTURA EN AL-ANDALUS
ECONOMÍA AGRARIA
El desarrollo urbano e industrial fue posible gracias a una agricultura próspera, en cuyo desarrollo los
musulmanes apenas innovaron, aunque sí perfeccionaron las técnicas conocidas, sobre todo las referentes al
almacenamiento y conducción de agua. Tanto la presa (azud), como la noria y el pozo horizontal (qanad),
tuvieron su origen en Persia y fueron difundidos por todo el Mediterráneo bajo el dominio de Roma; los
musulmanes perfeccionaron la técnica e intensificaron su uso.
El tipo de cultivo, en secano o en regadío, condiciona el régimen de propiedad:
En zonas de secano, población concentrada y grandes latifundios
En zonas de regadío, población dispersa y mediana o pequeña propiedad
En ambos caso, el trabajo es realizado por campesinos beréberes o hispanogodos convertidos al Islam.
También las formas de contrato difieren según la naturaleza de la producción:
En las zonas de secano se generalizan la aparcería, en los que el dueño de la tierra y el colono ponen,
cada uno la mitad de la simiente y reciben la mitad de la cosecha, corriendo por cuenta del colono el
trabajo de la tierra y el pago de los gastos que se produzcan. Este tipo de contratos se extenderá más
tarde a los dominios cristianos.
En las comarcas de regadío, con una producción mayor y más valiosa, el colono sólo recibe la tercera
parte de la cosecha.
Se cultivan cereales, trigo y cebada en sistema de barbecho, y sólo en zonas especiales se siembran cereales
de primavera (mijo y sorgo). El trigo es la base de la alimentación, obteniéndose numerosas variedades en
las regiones de Tudela, Toledo, Baeza, Úbeda, Écija y Jerez. No obstante, al-Ándalus fue siempre deficitario
en cereales teniendo que recurrir a las importaciones del Norte de África. Otro cereal importante es el arroz,
importado de Asia y ampliamente cultivado en las llanuras del Guadalquivir y en las huertas valencianas.
A estos hay que añadir las legumbres, olivo, viñedo y los productos frutales, conocidos desde la Antigüedad,
así como la palmera, caña de azúcar y agrios, introducidos por los musulmanes a fines del siglo X.
El cultivo del olivo se extiende por toda Andalucía, desde donde se exporta el aceite al Norte de África y, en
ocasiones, a Oriente. La producción se ha calculado en tres millones de quintales al año.
El viñedo mantuvo su importancia, a pesar de la prohibición coránica. En determinados momentos, cuando
el emir o califa necesita congraciarse con los rigoristas, se ponen trabas al cultivo o a la venta de vino.
Además se cultivan gran número de plantas textiles como:
El algodón, originario de la India, penetra en el Mediterráneo hacia el siglo VII, y se cultiva en las
regiones de Sevilla y Guadix
El lino se produce en la zona de Granada, y junto con el algodón, alimenta un importante comercio
de exportación hacia Oriente, Norte de África y norte de la Península
El esparto, producido en Murcia, es la materia prima para la fabricación de calzado
El cáñamo y el lino se utilizan en la fabricación de papel, que adquiere importancia en al-Ándalus
entre los siglos IX y X
El azafrán se utiliza como condimento y como colorante en la industria textil
La morera se extiende por las tierras de Baza, Jaén y las Alpujarras.
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La ganadería es poco conocida. Sólo se sabe que los animales más apreciados eran el caballo de guerra, la
mula y el asno de carga, y la oveja por su carne y lana. La presencia de los beréberes, ganaderos, sirvió para
mejorar las razas equina y ovina, la última de las cuales llegó a practicar en época califal una cierta
trashumancia que le permitió aprovechar mejor los pastos. Relativamente importante es la cría de pollos y
pichones, así como la apicultura. Por otra parte, también se sigue consumiendo carne de cerdo.
LA PROPIEDAD Y EL TRABAJO
La economía islámica es esencialmente urbana y tiene como centro el desarrollo de las ciudades y de las
profesiones que el crecimiento urbano lleva consigo, es decir, la industria y el comercio, basados en una
moneda fuerte y estable, así como una agricultura especializada e intensiva.
Dentro de la producción hay que distinguir la destinada al consumo interno –productos alimenticios y
textiles- y la producción de lujo, destinada en parte a la exportación.
La industria textil y sus anejas –cardado, hilado, apresto y tinte- fueron las más importantes de la España
islámica, contando con grandes instalaciones. Se trabajaba lino, algodón, lana, cuero, pieles y esparto.
Las restantes industrias se agrupan en multitud de pequeños talleres artesanos, destacando alfarería, trabajo
del vidrio, fabricación de armas e industrias de la construcción.
En la costa son importantes la pesca y el trabajo de la madera, esta última bien para la construcción naval, o
para la fabricación de objetos de lujo como los mimbares de las mezquitas o las obras de marquetería.
La industria de lujo surge en al-Ándalus a imitación de los artículos llegados de Oriente. Abd al-Rahmán II
no sólo se preocupó de atraer a artesanos sino también de crear talleres en Andalucía. Destacan la
fabricación de tejidos de seda en Córdoba, Almería y Baeza; la preparación de pieles en Zaragoza; los
objetos de cerámica y vidrio en Córdoba, Calatayud y Málaga; y el trabajo del oro, plata, piedras preciosas,
marfil, cobre y bronce.
Los objetos de vidrio comenzaron a fabricarse en al-Ándalus por obra de Abbas ibn Firnas y su uso fue
difundido por el músico Ziryab, llegado a Occidente hacia el año 821 y al que se debe la utilización en la
mesa de copas de cristal. La imposición de la forma oriental de comportarse en la mesa exige platos
individuales, gran número de fuentes, vasos y jarras, en un primer momento de origen iraquí, pero se
fabricarán en al-Ándalus según modelos orientales.
Por último, la introducción de desodorantes y fragancias para hombres y mujeres da lugar a un comercio y
artesanía especializados en la importación y preparación de ámbar, almizcle y alcanfor.
Por lo que se refiere a la minería, el mercurio procedía de las minas de Almadén; la plata de las minas de
Murcia, Alhama y Hornachuelos; hierro de Constantina y Cerro del Hierro; la sal gema abundaba en la
región de Zaragoza; salinas en Ibiza, Cádiz, Almería y Alicante; y se extraía oro, aunque en pequeñas
cantidades, de las arenas del Segre y del Darro y en la desembocadura del Tajo.
Las vías fluviales carecen de importancia excepto los cauces inferiores del Ebro y del Guadalquivir,
mientras que la navegación marítima afecta al comercio internacional.
De Europa se obtienen pieles, madera para la construcción naval, metales, armas y esclavos a cambio de
productos de lujo; la diferencia se paga en oro y plata. El comercio más importante es el de esclavos, para el
trabajo en las minas o el servicio doméstico del emir o califa y grandes dignatarios. Su número fue tan
considerable que, al desaparecer el califato, los jefes de esclavos disponían de fuerza suficiente para
declararse independientes y crear reinos de taifas. Este tráfico lo realizaban mercaderes judíos establecidos
en el alto Danubio y Rin, en los valles del Mosa y Ródano. Esclavas femeninas son obtenidas en los reinos
cristianos y en Oriente, llegando a alcanzar fuertes cotizaciones si tenían formación y cualidades musicales.
El desarrollo de la industria naval encuentra grandes dificultades por la escasez de bosques en la zona
controlada por el Islam. Por ello se adquiere la madera en Europa.
Otros productos importados son los objetos de adorno, joyas orientales y libros, que pronto se copian y
escriben en al-Ándalus: la biblioteca del califa al-Hakam llegó a tener cuatrocientos mil volúmenes de
lógica, astrología, medicina, matemáticas, gramática, poesía, historia, religión y derecho.
Los productos de exportación, se dirigían principalmente hacia los reinos cristianos de la Península y el
Oriente musulmán. Destacaban los pañuelos de seda de Guadix, las telas de lino de Pechina y Zaragoza, y
las pieles de esta última ciudad, sobre todo de castor y de marta.
La moneda y los impuestos
El comercio fue posible gracias a una moneda universalmente aceptada: el dinar de oro y el dirhem de plata,
acuñados por el omeya Abd al-Malik en los años finalesdel siglo VII. En al-Ándalus se utilizó tanto la
moneda visigoda como los dinares y dirhams omeyas y abasíes llegados a la Península.
La acuñación propiamente hispánica no se generaliza hasta los años de Abd al-Rahmán II, al que se debe la
emisión sistemática de monedas de plata. Abd al-Rahmán III, al intervenir en el Norte de África, entra en
contacto con las rutas caravaneras del oro sudanés y acuña las primeras monedas de oro.
La ceca principal se instala en Córdoba y se traslada a Medina Azahra en el 948, cuando Abd al-Rahmán
elige este palacio como residencia y centraliza en ella los servicios estatales.
En cuanto al valor de las monedas, mientras que el dirham parece haber tenido una cierta uniformidad de
peso, las piezas de oro varían desde los 3,43 gramos a los 4,80.
En cuanto a los impuestos los admitidos son:
La limosna legal o azaque, pagado por los creyentes, que equivale al diezmo de la producción.
La capitación que pagan los no musulmanes, además de los estipulados en las capitulaciones o
acuerdos, como el de Teodomiro.
El cobro se hace en productos; los cristianos pagan en metálico y exige un censo personal y un catastro de
propiedades. Una parte de lo recaudado se destina a las necesidades locales y el sobrante se envía a Córdoba.
De todos estos ingresos, el Estado se reserva la tercera parte para atender a gastos extraordinarios.
LA CIUDAD HISPANOMUSULMANA
Los musulmanes se limitaron a desarrollar los centros antiguos, reducidos al papel de sedes episcopales y de
residencia de funcionarios. Ciudades creadas en la Península fueron Almería y Alcocer do Sal, orientadas
hacia el comercio mediterráneo y atlántico, otras ciudades surgidas en los siglos IX-X sólo tuvieron
finalidad militar.
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Entre los grupos privilegiados –jassa- se distingue la aristocracia árabe de terratenientes, que fija su
residencia en la ciudad, y los altos funcionarios civiles y militares. Ejemplo Almanzor y sus descendientes.
Hay, por otra parte, una nobleza de sangre integrada por miembros de la familia omeya, que recibe
cuantiosas pensiones del príncipe, propiedades agrarias y rentas inmobiliarias con exención fiscal.
También pertenecen a la jassa las personas que por formación intelectual –jueces y teólogos, sobre todo-
ejercen una importante influencia en la sociedad; su pertenencia a la jassa no es hereditaria, si bien es
normal que ocupen estos puestos durante varias generaciones.
La amma es el pueblo llano, formado por artesanos y jornaleros beréberes, muladíes y libertos, los cuales
forman, junto con los mozárabes y judíos no acomodados, la masa de población urbana. Sobre ellos recae la
presión fiscal y la desconfianza del poder, que alterna la represión con las medidas demagógicas.
Dentro de estos ofrece mayor peligrosidad el urbano que el rural, debido tal vez a la desconexión y a la falta
de organización de este último, a pesar de que su situación haya sido peor que la de la amma urbana.
Entre ambos grupos, la jassa y la amma, aparece otro intermedio, el de los notables, a’yan, integrados por
quienes, sin pertenecer a la jassa, no pueden ser integrados en la amma a causa de su cualificación
intelectual o profesional, o por el nivel económico alcanzado. Integran este grupo:
Los hombres de religión y leyes, que pueden alcanzar posiciones políticas y sociales influyentes
Los intelectuales que dependen de personajes de la aristocracia
Mercaderes acomodados y artesanos de las industrias especializadas
Pequeños funcionariosy magistrados subalternos
Los judíos y cristianos que ejercen funciones financieras y comerciales.
La masa de siervos, colonos y pequeños propietarios que se adhieren al Islam con la esperanza de
mejorar económica y socialmente. Mientras que las conversiones entre los trabajadores del campo
fueron numerosas, en las ciudades, la mayor preparación cultural, el hecho de que no les afectara el
impuesto territorial y la influencia de los clérigos, limitaron el número de conversiones, al menos
hasta la segunda mitad del siglo IX.
Otra razón importante de diferenciación, dentro de los mismos musulmanes, es la étnica, incluso entre los
mismos conquistadores. La organización clánica o tribal llevaría a continuos enfrentamientos entre
musulmanes, pues árabes y beréberes eran miembros de grupos tribales organizados.
Los beréberes fueron el contingente de inmigrantes más numeroso, sin embargo, fueron utilizados por los
árabes como auxiliares y, tras la conquista, quedaron relegados a las zonas poco urbanizadas y a las
comarcas montañosas escasamente pobladas, con lo que se ven apartados de los altos cargos urbanos y de
las fuentes de riqueza. Su modo de vida es idéntico al de sus tierras de origen, y la conversión al Islam no los
libra del pago del impuesto territorial que, en principio sólo han de pagar los no creyentes.
El número de beréberes aumentó con la llegada de contingentes contratados como mercenarios por los
califas y por Almanzor, o llegados como voluntarios para la guerra santa. Al desaparecer el califato, los jefes
beréberes actuaron por su cuenta y crearon sus propios reinos de taifas.
Otro contingente de población importante son los esclavos. Comprados en un principio para atender las
necesidades del trabajo agrícola, a medida que la sociedad islámica se hace más compleja, el comercio de
esclavos se convierte en una especialidad y la importación se hace más selectiva para surtir los harenes de
mujeres, eunucos y servicio doméstico, y para proporcionar soldados al ejército califal.
Mientras que los dedicados al trabajo agrícola o industrial se equiparan a los trabajadores del campo, el
segundo grupo disfruta de una posición social superior, en algunos casos, a la de los propios musulmanes
libres. Las esclavas eran muy apreciadas si poseían preparación artística o científica, y siempre que diesen
hijos a su dueño. En el caso de emires y califas, algunas concubinas llegaron a intervenir en política, como la
favorita Tarub, que urdió una conspiración para hacer proclamar a su hijo Abd Allah, o la vascona Subh,
concubina de al-Hakam II y madre de Hisham, cuyo papel es conocido en el ascenso de Almanzor.
Entre los esclavos, los eunucos gozaban de una situación especial: los emires y califas, no sólo dejaban en
sus manos la custodia del harén, sino que los pusieron al frente de los organismos militares y civiles,
destacando los dos jefes de la casa civil y militar del califa.
Otros cargos palatinos desempeñados por esclavos son jefe de cocina, de construcciones, de caballerizas,
director de los correos, de talleres de orfebrería de palacio, de manufacturas de la seda, etc.
Los no musulmanes podían vivir bajo las autoridades musulmanas acogiéndose a su protección mediante un
acuerdo, variable según las circunstancias de su rendición: son los cristianos y judíos, tolerados por el Islam
porque cuentan con una parte de la verdad revelada.
Esta población sometida –dimmíes- puede conservar su religión y costumbres, siempre que renuncien a
ciertos derechos: deben respetar la religión musulmana, no pueden hacer proselitismo entre los musulmanes,
no pueden construir iglesias ni conventos ni realizar manifestaciones públicas de culto. Sobre estos dimmies
recae un impuesto territorial por cada unidad de superficie y un impuesto personal que pagan los varones
entre veinte y cincuenta años.
Los más numerosos eran los cristianos, conocidos también con el nombre de romanos, bárbaros o
politeístas, pero habitualmente conocidos como mozárabes que, si bien nunca fue utilizado en al-Ándalus,
era más habitual en los territorios cristianos.
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La comunidad cristiana gozó de autonomía y los miembros más influyentes fueron utilizados por los emires
y califas, que la dirección de la guardia palatina, la administración de sus bienes o las embajadas.
Su consideración social estuvo favorecida por el alto nivel cultural de algunos de sus miembros; pero a
medida que la cultura islámico-oriental arraiga en al-Ándalus, se inicia un proceso de arabización de los
cristianos, tanto en el vestido y la cultura, como incluso en la religión.
Contra esta islamización creciente, que llevaría a la extinción de la comunidad mozárabe, reaccionaron
diversos sectores cristianos, siendo la más extrema la protagonizada por los partidarios del martirio
voluntario dirigidos por Eulogio y Álvaro. La situación se fue endureciendo para los mozárabes, provocando
la emigración de muchos de ellos hacia los reinos cristianos del Norte.
Los judíos están sometidos a las mismas normas que los cristianos y forman comunidades independientes en
algunas ciudades, con sus propias autoridades. Entre las ciudades más importantes están Toledo, Granada,
Córdoba y Lucena. Parece segura su colaboración inicial con los invasores y su importancia económica lleva
a algunos de sus miembros a una relevante posición social y política, sobre todo como embajadores. Se
dedican, sin embargo, a tareas comerciales, artesanales y medicina. Destacan el médico Abu Yusuf,
traductor al árabe de la obra médica de Dioscórides. El maestro de estudios talmúdicos, Moisés ibn Hanok y
los poetas Dunás ben Labrat y Menahem ben Yacob.
Medina al-Zahara era la residencia del califa y Almanzor mandó construir otro palacio de gobierno, Medina
al-Zahira, que compitió en importancia y esplendor con la residencia califal. Esta nueva ciudad fue saqueada
y destruida, a comienzos del siglo XI.
La ciudad de Córdoba se convierte en la más importante del mundo occidental, contando con veintiún
barrios (arrabales), cada uno con mezquita, siete puertas y numerosos puentes sobre el Guadalquivir.
Las actividades literarias y científicas son también distintivas de la época califal, pero hay que esperar a Abd
al-Rahmán I para que se difunda la poesía clásica árabe en la Península.
Al-Gazal realiza una descripción de la vida libertina y bohemia de Al-Ándalus a mediados del XI. La
difusión de esta poesía popular liberada de la rígida estructura métrica clásica, daría lugar, en contacto con la
poesía romance, a composiciones populares hispánicas llamadas “muasaja”, formada por una serie de
estrofas, siendo la última una cancioncilla romance.
Junto a este tipo de poesía popular y quizá como reacción contra ella y como una manifestación más de la
vuelta al mundo árabe, se produce en los medios aristocráticos una vuelta a las formas clásicas. Ejemplo es
“El collar único”, recopilación de más de 10.000 versos de 200 poetas orientales.
El interés por la cultura atrae a la corte a numerosos poetas e historiadores que se ocupan del pasado de al-
Ándalus, entre los que se encuentran:
Ahmad Ibn Muhammad al-Razi, autor de una “Historia general de la Península” desde la época
legendaria hasta mediados del siglo X. Su hijo escribió los Anales de al–Ándalus que fueron
utilizados por los cronistas posteriores.
Muhammad al-Jushani: redactó “Historia de los jueces de Córdoba”, que nos permite conocer la vida
cordobesa a través de la actuación de los cadíes.
Ibn al-Qutiyya (el hijo de la goda): escribió una Historia de la conquista de Al-Ándalus desde la
invasión musulmana hasta la toma de Bobastro por Abd al-Rahmán III.
Ibn al-Faradi, erudito al servicio de Almanzor, escribe una Historia de los sabios de Al-Ándalus.
El cultivo de las ciencias se inicia tempranamente en Oriente al favorecer los califas la traducción de obras
médicas y científicas del mundo antiguo, sea este griego, indio, persa o chino y pronto estos conocimientos
llegan a Córdoba. Entre los estudios científicos más desarrollados en Al-Ándalus figuran los de medicina y
astronomía. La práctica de la medicina comienza a ser cultivada por los musulmanes emigrados de Oriente,
basándose en una traducción incompleta de la obra de Dioscórides.
La astronomía, aunque no permitida por los malequíes, tuvo un gran número de cultivadores en la época de
al-Hakán II. Entre ellos destaca Abu-l-Qasim Maslama “el Madrileño”, considerado el astrónomo más sabio
de su tiempo. Se dedica a observar los astros con ayuda de las obras de Ptolomeo y de al-Juarizmí. Es
maestro de astrónomos y autor de textos que, en su versión latina, llegan a Ripio donde son consultados a
fines del siglo X.
El interés por la ciencia y la cultura se traduce en culto al libro, que es evidente incluso en tiempos de
Almanzor. Si para congraciarse con los alfaquíes mandó quemar los libros de al- Hakán, salva los tratados
de medicina, matemáticas, poesía e historia.
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TEMA VII
LA FORMACIÓN DE LOS REINOS CRISTIANOS DEL NORTE PENINSULAR: EL PRIMITIVO
NÚCLEO CÁNTABRO-ASTUR HASTA LA MONARQUÍA CASTELLANO-LEONESA
Las rebeliones interiores, la primera impulsada por Mauregato, que haciendo valer su condición de
hijo (bastardo) de Alfonso I, expulsa del trono a Alfonso II. Llevadas a cabo por magnates palaciegos
y grupos familiares distintos del de Pelayo, buscan un equilibrio de fuerzas entre los grandes
propietarios de la zona oriental y central de Asturias para alcanzar el poder:
La rebelión de libertos, en época de Aurelio, termina por romper la relación de propiedad entre
dueño y esclavo iniciada por Alfonso I. Estas tensiones sociales constituyen el punto de arranque que
marcará la evolución posterior en el orden económico, social y político a medio y largo plazo. Así se
inicia una intensa actividad colonizadora y militar durante los reinados de Alfonso II, Ramiro I,
Ordoño I y sobretodo de Alfonso III.
En torno al año 800 se produce una activación de la colonización que provoca la reacción del emirato
cordobés, que hasta ahora no había emprendido acciones importantes. Ramiro adelantó las fronteras y ocupó
León aunque la conquista definitiva fue obra de Ordoño I (850-856) quien repobló las ciudades de Astorga,
Tuy o Amaya, con importante población de campesinos. Los cordobeses atacan sucesivamente el eje central
de León–Oviedo, el flanco gallego y, sobre todo, el castellano – alavés. Los cristianos por el contrario se
dirigirán en el año 854 contra Toledo en defensa de los mozárabes sublevados (que se salda con la derrota
del conde Gotón), en el año 859 se conquista Coria y Talamanca (aunque la victoria fuera efímera)
Esta creciente capacidad militar astur permite a Ordoño I lanzar una ofensiva contra los Banu–Qasi del valle
del Ebro. El inicio de las obras de fortificación en Albelda fue el pretexto para que Ordoño I iniciara en el
año 859 una enérgica acción que finalizaría con una nueva línea de expansión leonesa hacia el valle del Ebro
y su control permite además eliminar las expediciones de castigo (aceifas) musulmanas hacia territorio astur.
Entre los años 856 y 860 se configuran las principales defensas del espacio central astur con las
repoblaciones de León y Astorga por Ordoño I y su hermano el conde Gatón respectivamente. El conde de
Castilla, Rodrigo, hará lo propio en Amaya, la antigua capital cántabra.
conquistas realizadas. Fueron notables las fundaciones de Zamora, Toro, Simancas, Dueñas y otras plazas
que garantizaban la línea del Duero.
La fortuna abandonó al rey asturiano al final de sus días: sorprendió una conjura de su hijo primogénito,
García, y lo encarceló en Gozón junto con el conde Nuño o Munio Fernández, suegro del infante. Es posible
que a consecuencia de la dureza con que trató al rebelde sus demás hijos, Ordoño y Fruela, apoyados por su
madre Jimena, haciendo causa común, le impusieran la abdicación, que tuvo lugar a fines de 909. Depuesto,
se retiró a su villa de Boiles. Murió poco después en Zamora (910).
Durante su reinado el reino de Asturias alcanzó una extensión imprevisible a su advenimiento al trono; a su
muerte, sus fronteras se extendían hasta el Duero y el Mondego.
Estos acontecimientos eran el germen de una sociedad nueva, integrada por cristianos del norte y mozárabes
del sur, que habían emigrado con su cultura hispano goda teñida de arabismo. Alfonso III, fue designado en
sus últimos años “emperador”, título que quizá daba a entender su primacía sobre los restantes jefes políticos
de la España cristiana y en particular sobre los reyes de Pamplona.
Con Ordoño II, el reino astur-leonés constituyó una unidad política con autoridad sobre los territorios
galaicos y las regiones de nueva colonización. Su hermano Fruela gobernaba en Oviedo, pero reconocía la
supremacía de Ordoño II.
El 4 de septiembre de 917, Ordoño desafió el poder de Abd al Rahman III con la tremenda afrenta de clavar
la cabeza Ahmad ibn Abi Abda, el anciano general omeya, en las murallas de San Esteban de Gormaz al
lado de la cabeza de un jabalí. El espíritu agresivo de los cristianos parecía incontenible. Aliado al rey
navarro, llegó hasta Talavera.
En 920 el propio califa tomo personalmente el mando de la expedición de castigo contra los monarcas de
León y Navarra, las murallas donde el rey había hecho clavar la cabeza de Ahmad ibn Abi Abda fueron
arrasadas. El ejército musulmán destruyó la ciudad romana de Clunia y cuantas aldeas y monasterios halló a
su paso. El emir no encontró resistencia y la expedición tomó rumbo a Pamplona. Ordoño acudió en auxilio
del rey de Navarra y unidos ambos caudillos presentaron batalla en el valle de la Junquera.
Los cristianos sufrieron un tremendo desastre y el emir hizo muchos cautivos de calidad, entre ellos dos
obispos, Dulcidio de Salamanca y Ermogio de Tuy. Al día siguiente, el emir asaltó el castillo de Muez, y
pasó a cuchillo a quinientos hidalgos y caballeros. Después de saquear la baja Navarra el emir emprendió
regreso a su capital.
El quebranto fue grande, retrasando la repoblación de la España cristiana aunque su eficacia fue escasa ya
que en 921, el rey leonés, atacó la plaza de Atienza. En 923 tomaba Nájera, en tanto que Sancho I Garcés
atacaba a los últimos Beni Casi en su castillo de Viguera.
Ramiro se erigió jefe de los reinos cristianos frente al Islam, realizó una intensa labor repobladora y
mantuvo la alianza con Pamplona, iniciada por su padre Ordoño II. Entonces el califa preparó la llamada"
campaña de la omnipotencia", o "del poder supremo", para someter a leoneses, castellanos y navarros.
Reunió unos 100.000 hombres, lo cual le hacía presumir un paseo triunfal como la campaña de Muez o la de
Pamplona. Delante de Simancas le esperaba Ramiro II con los castellanos de Fernán González y los
navarros de la reina Tota. La pugna duró varios días y terminó por un inmenso desastre, el califa hubo de
huir, abandonando en su campamento un Corán de valor inestimable y su propia cota de mallas de oro.
Según leyenda a consecuencia de la aparición del apóstol Santiago cabalgando sobre su caballo blanco en la
batalla de Simancas, se instituyó el "voto de Santiago", en virtud del cual hasta el siglo XVIII los pueblos de
España ofrecían a la iglesia de Compostela ciertas medidas de trigo y de vino.
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Pero la guerra entre los cristianos vino a ser el mejor aliado del soberano de Córdoba. Ramiro tuvo que
enfrentarse a la rebelión de Fernán González, apoyado por el conde de Saldaña Diego Munio.
En 950, Ramiro II encabezó una expedición y derrotó al ejército cordobés en Talavera, pero su acometividad
fue detenida por la muerte en el año 951. El rey dejaba dos hijos varones: Ordoño, de su primera esposa,
Teresa, de origen florentino. Su segunda esposa fue Urraca, reina de León, hermana de García II Sánchez de
Navarra, madre de Sancho I el Craso e hija de Sancho el Grande y de la reina Tota.
De esta forma se materializa un espacio político que propiciará la expansión que tendrá lugar desde el inicio
del reinado de Alfonso III en el año 866 hasta la muerte de Ramiro II en el 951.
Navarra, García casa con Sancha, hermana de Vermudo III, de quien obtiene el título de Rey. El asesinato de
García en León llevó a los castellanos a la entrega del condado a Sancho de Navarra.
DE LA RECONSTRUCCIÓN DE LEÓN Y CASTILLA EN EL REINADO DE ALFONSO V AL FIN
DEL REINADO DE VERMUDO III (1037)
Alfonso V "El Noble" (999 - 1.028)
Accedió al trono a la edad de 5 años, estando la regencia en manos de su madre Elvira García y del Conde
gallego Menendo González. Su reinado coincidió con los últimos años de vida de Almanzor que muere en
1.002. Posteriormente hubo varios enfrentamientos contra Abd-Al-Malik, hijo de Almanzor, pero la muerte
de este en 1.008 y la toma del poder por su hermano Abderraman "Sanchuelo", unido a la temprana mayoría
de edad de Alfonso V (motivada por el asesinato del Conde Menendo González) hizo que el Reino de León
se fuera recuperando de los tremendos años anteriores.
En 1.017 reunió a los nobles y magnates en Curia Plena, de donde saldrían los Fueros de León. Hizo frente a
una nueva invasión de Normandos y a las ansias expansionistas del Conde de Castilla Sancho García,
finalizadas con su muerte. La tensión existente con Navarra por los territorios limítrofes se vio apaciguada
por su matrimonio con Urraca, hermana de Sancho Garcés III, con la que tuvo a Bermudo III, Sancha y
Jimena. Apaciguado el Reino, intentó retomar las luchas contra los árabes, pero murió en el sitio de Viseu
en Julio de 1.028 alcanzado por una flecha enemiga, ya que debido al enorme calor reinante, el monarca no
llevaba puesta ninguna coraza protectora.
Bermudo III (1.028 - 1.037)
Alcanzó el trono con 11 años, coincidiendo con la época de mayor esplendor del Reino de Navarra. En esta
época ocurrió un suceso que iba a marcar el futuro del Reino. En 1.029 el Conde de
Castilla García Sánchez acudió a León para contraer matrimonio con Sancha, hermana
del Rey. Allí fue atacado y asesinado por la familia Vela, que vengaban una antigua
afrenta realizada por el padre de García Sánchez. Al morir este sin dejar descendencia,
el Rey navarro invadió sus territorios en nombre de su mujer Munia, hermana del
asesinado castellano.
Bermudo III, alcanzada la mayoría de edad en 1.032, intentó recuperar los territorios en
poder del navarro, pero no le fue posible. Para solucionarlo se unió en matrimonio a su
hermana Sancha con el futuro Fernando I, hijo del Rey navarro. Sin embargo, Sancho
Garcés III, sin causa justificativa, atacó los territorios de Bermudo III, apoderándose de
Astorga y de León y obligando al Rey a refugiarse en Galicia. La muerte del monarca navarro le permitió
recuperar León. En 1.037 quiso también recuperar los territorios entre el Cea y el Pisuerga, en poder de
Fernando I, ya que este había elevado el Condado de Castilla a la categoría de Reino, algo que el Rey
Leonés no estaba dispuesto a permitir, ya que eso significaba de hecho la pérdida definitiva de estos
territorios. Fernando I solicitó la ayuda de su hermano, García Sánchez III de Navarra, y presentaron batalla
al Rey Leonés en el valle de Tamarón, donde murió este. Con él finalizaba la línea varonil directa que se
remontaba a los tiempos de Don Pelayo y el trono pasó a poder de su hermana Sancha.
TEMA VIII
33
Con ello se crea la estructura básica de la Marca Hispánica, integrada en el espacio político del Imperio
Carolingio. Esta frontera habría incluido Toulouse, Septimania y la actual Cataluña; fragmentada en dos,
hacia el 817, con la división del imperio realizada por Luis el Piadoso: al oeste la marca tolosana y al este la
marca Gótico-Hispánica que comprendería Urgell-Cerdeña, Gerona, Barcelona, Narbona, Rosellón y
Ampurias. En el 865 Narbona y Rosellón formarían la marca Gótica y los condados situados al sur de los
Pirineos integrarían la Marca Hispánica. Podría decirse que las tierras catalanas tuvieron unidad desde el
siglo IX.
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Pero, esta dependencia–independencia de los condados catalanes respecto al mundo carolingio no se puede
explicar sin la presencia del mundo islámico. Los ataques musulmanes se producen en momentos de crisis
interna y en la petición de ayuda de alguno de los contendientes; como el caso de los enfrentamientos entre
Bernardo de Septimania y los del depuesto conde Bera. Gracias a las aceifas Vifredo logra ocupar la
comarca de Vic y crear en ella el condado de Ausona, los monasterios de Ripoll y San Joan de las Abadesas.
A la muerte de Vifredo el Velloso (897) los condes catalanes reconocen la autoridad de la restaurada
dinastía carolingia en la persona de Carlos el Simple, aunque esta ya no fue efectiva. Vifredo Borrell fue el
último conde de Barcelona en prestar fidelidad a los reyes francos por dos motivos:
Conseguir el reconocimiento de los derechos heredados.
Buscar ayuda frente a los musulmanes que habían obligado a evacuar Barcelona.
Vifredo recupera la ciudad que pasa de la potestad real a manos de los condes de Barcelona.
TEMA IX
INSTITUCIONES, ECONOMÍA, SOCIEDAD Y CULTURA DE LOS REINOS Y CONDADOS DE
LA PENÍNSULA IBÉRICA EN LA ALTA EDAD MEDIA
Los centros culturales se localizan en la zona leonesa del Bierzo, en tierras discutidas por Castilla y Navarra
y en torno al monasterio de Ripoll. La cultura berciana gira en torno a San Genadio, fundador de
monasterios como San Pedro de Montes, San Andrés y Santiago de Peñalba, a los que dotó de bibliotecas.
Los objetos manufacturados fueron escasos debido a la falta de mano de obra, ya que todas las fuerzas de
trabajo se dedicaban a la producción agrícola o a la defensa del territorio.
Los bienes raíces, tierras cultivadas y yermas, molinos, prados e iglesias, son más baratos si comparamos sus
precios con los artículos de lujo o simplemente con los objetos manufacturados de uso corriente, lo que
explica la abundancia de la tierra y las facilidades que da el rey para ocuparlas.
Iglesias y molinos carecen de valor por su reducido tamaño y por su rústica construcción. Los precios se
mantuvieron estables con excepción del alza experimentada en el valor de los ganados y de los bienes
muebles a raíz de las campañas de Almanzor.
Estos tipos económicos dan un paisaje agrario donde encontramos que las vegas de los ríos están
densamente pobladas. Los campos son abiertos a los cereales y los prados cercados para forraje y huertos; en
el páramo, se alternan los bosques de encinas, robles y fresnos y con el monte bajo.
Hacia una economía monetaria
Existen pequeños mercados agrícolas donde se realizan compraventas, pero, al menos hasta avanzado el XI,
los pagos se hacen casi siempre en productos.
Las campañas de Almanzor llevaron consigo un enrarecimiento de la moneda y el regreso momentáneo a
una economía seminatural del pago en especie. Pero hay dos circunstancias que cambiaran esto:
El botín logrado en las campañas sirvió para reactivar y relanzar la economía.
Los condados orientales eran lugar de paso entre dos civilizaciones, el mundo islámico y el
carolingio europeo, y por sus tierras cruza un activo comercio que contribuyó a acelerar el paso de
una economía natural a la monetaria.
Los intercambios con Al-Ándalus, que disponían de abundante y fuerte moneda, hicieron que se activara la
circulación de las piezas amonedadas y la necesidad de emitir moneda propia.
Hasta la ciudad de León llegaban artículos de gran precio destinados a satisfacer las necesidades de lujo de
los grupos dirigentes, campesinos que intercambiaban sus animales, venta de caballos indispensable para la
guerra y para el prestigio social de los ciudadanos, o venta de productos alimenticios en el mercado semanal.
Sociedad
La existencia de gran número de hombres libres en los reinos hispánicos ha servido para negar la
feudalización del territorio, pero en los siglos X y XI disminuye su número pues en muchos casos aparecen
en han perdido sus propiedades, por venta o donación, y con ellas la libertad personal.
Estos hombres libres son habitantes de las montañas poco romanizados que desconocen la gran propiedad.
El paso de la libertad a la dependencia puede realizarse directamente por medio de la encomendación, que
supone, por parte del campesino, aceptar como señor a un noble o institución eclesiástica a la que entrega
sus tierras a cambio de protección, para volver a recibirlas ya no como propietario sino como cultivador.
El campesino se compromete a roturar la tierra, a construir los edificios requeridos para la explotación, a
plantar huertos y viñas. La tierra cedida por el gran propietario se divide en dos partes.
Una, la más pequeña –alrededor de una hectárea-, es cedida prácticamente en propiedad y es el lugar
donde se edifica la casa con un pequeño campo cercado en su entorno; la única obligación campesina
por este terreno es la entrega de un censo simbólico: el casalaticum o mansionaticum.
Condiciones muy distintas son las que gravan el resto de la tierra cedida: ésta es de extensión muy
superior y está sometida a cargas que pueden oscilar entre el 11% -la tasca- y la cuarta parte –el
quartum- del producto obtenido. Rentas que pueden resultar sumamente gravosas.
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A su vez en torno a los castillos de frontera, que la nobleza va erigiendo con o sin autorización condal, se
establecen pequeñas unidades territoriales –quadras- que se asignan a colonias de campesinos –quadrieros-
para que las roturen y se asienten en ellas. Sus condiciones son similares a le enconmienda.
Algunos hombres libres en Castilla se elevan a cierto tipo de nobleza cuando tenían medios suficientes para
combatir a caballo (caballeros villanos).
Este ascenso social de los campesinos adquiere mayor categoría en Castrojériz, plaza fuerte continuamente
atacada, al equiparar el conde García Fernández en el año 974 a los caballeros villanos con los infanzones
(nobleza de sangre) y a los peones con los caballeros villanos de otras poblaciones. En este contexto los
castellanos (hombres de behetría, proviene del término latino benefactoria) conservan –al menos en teoría-
la libertad de romper sus relaciones con el patrono, de moverse libremente y de elegir señor.
Sólo desde fines del siglo XI, al generalizarse las instituciones feudales en Castilla y al perder el reino su
carácter fronterizo por las nuevas conquistas efectuadas por Alfonso VI y sus herederos, irá desapareciendo
el derecho a elegir libremente y los campesinos se verán reducidos a elegirlo entre los miembros de un
determinado linaje. El paso de la benefactoría individual a la behetría colectiva pudo deberse a la ampliación
biológica de las familias, tanto de las que buscaban protección como de las que la otorgaban.
El paso de un hábitat rural disperso al concentrado pudo traducirse en la búsqueda y concesión de
seguridades colectivas.
Libertos y siervos
Junto a los hombres libres y por debajo de los hombres de behetría figuran los libertos, cuyo modo de vida
es muy similar al de los campesinos encomendados (colonos). Libertos y colonos son hombres del
propietario cuyas tierras trabajan y trasmiten su condición a sus descendientes; no pueden abandonar la
tierra sin permiso del dueño, al que están obligados a prestar servicios y pagar tributos por lo que se les
conoce como tributarios y foreros.
Otros nombres que aparecen en las fuentes para designar a los miembros de este grupo son los de hombres
de mandación, iuniores, collazos, solariegos y vasallos.
Jurídicamente, distintos de libertos y colonos, son los siervos, que pueden ser vendidos como cosas. En la
práctica, su situación es parecida a la de los colonos, por cuanto el señor prefería liberar a los siervos y
entregarles unas tierras para que las cultivasen, pagando los censos y prestaciones habituales. La
manumisión de los siervos se vio facilitada por la predicación de la Iglesia y sobre todo porque no era
rentable disponer de siervos a los que el señor debía alimentar a sus expensas durante todo el año.
Liberándolos, el señor actuaba de acuerdo con su conciencia y con las enseñanzas de la Iglesia, y dándoles
tierras para que las pusieran en cultivo aumentaba sus ingresos, evitaba los gastos de manutención. Al
mejorar la suerte de estos siervos y empeorar la de libertos y colonos, ambos grupos se confunden y sólo
pervivirán los siervos domésticos que realizan diversos trabajos en la casa del señor: herreros, carpinteros...
Libres privilegiados
Dueños o señores de los campesinos son los nobles y los eclesiásticos en cuyas manos se hallan la tierra, los
censos y las prestaciones, y en ocasiones los derechos públicos.
La acumulación de la propiedad en manos de nobles y eclesiásticos está directamente relacionada con las
funciones militares y religiosas; los primeros reciben tierras en propiedad o en beneficio, feudo o
prestimonio a cambio de defender militarmente el reino, en su condición de milites o bellatores.
La Iglesia adquiere sus bienes a través de las dotaciones a iglesias y monasterios, por los fieles que son
incitados a despojarse en vida de sus bienes como medio de obtener la salvación, o de los legados hechos a
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la muerte de los creyentes (en principio voluntarios y prácticamente obligatorios a partir del siglo X) y del
cobro de los diezmos.
El interés de los reyes y condes, que ven en la difusión del cristianismo y de los centros eclesiásticos un
factor importante de expansión política y de puesta en cultivo de la tierra, les lleva a hacer continuas
donaciones. Los bienes eclesiásticos son inalienables y se hallan mejor explotados que los laicos, por lo que
la Iglesia se convierte en el mayor propietario territorial de la Edad Media peninsular.
Dentro del grupo nobiliario se pueden distinguir:
La alta nobleza (magnates, optimates, próceres, seniores y barones) que han desempeñado funciones
militares en los primeros tiempos, o han estado al frente de cargos administrativos de importancia;
tienden a constituirse en grupos cerrados que transmiten su situación privilegiada a los herederos,
poseen grandes propiedades, intervienen en las asambleas palatinas, gobiernan los distritos de los
reinos y condados y se hallan unidos al rey y al conde por vínculos especiales de vasallaje.
Nobles de segunda fila. Más numerosa y abierta, de la que pueden formar parte los descendientes de
la alta nobleza (nobles de sangre o infanzones) y todos aquellos que tienen medios suficientes para
combatir a caballo al servicio de un señor (vasallos caballeros) o guardar un castillo (castellanos).
Ambos grupos se funden en una nobleza de linaje, la de los caballeros infanzones o nobles –para
diferenciarse de los caballeros villanos de los concejos- y suelen estar ligados a los reyes o magnates de los
que reciben beneficios a cambio de ayuda militar. Todos los nobles están exentos del pago de tributos
personales y territoriales y tienen ante la ley una categoría superior a la de los simples libres; sólo pueden ser
juzgados por el rey, y su testimonio tiene en juicio más valor que el de otros.
Ni siquiera la coronación de Carlos el Calvo como emperador cambió la situación de poder, es más, según la
leyenda, el propio emperador confirmó los títulos condales a la familia de Wifredo y hasta le felicitó por
ayudarle a rechazar a los normandos (intervención que fue premiada con el escudo de armas de Cataluña)
Wifredo supo aprovecharse de la descomposición de la monarquía franca y de su correspondiente división
de poder sin necesidad de acudir a las armas; con astucia, habilidad, diplomacia y buenas maneras se erige
en el gobernador de un extenso territorio a ambos lados de los Pirineos. A partir de ese momento (año 878)
Wifredo se convierte en un héroe de leyenda auspiciado por la literatura salida de los scriptorium monacales
que eligen al conde de Barcelona como jefe militar de la Marca Hispánica. Además, el debilitamiento del
imperio carolingio vino acompañado de la descomposición del emirato omeya y la sublevación de varios
jefes árabes a partir del año 871 como fueron los Banu Casi, Ibn Meruán y Omar ben Hafsun entre otros.
El avance fronterizo vino acompañado de una intensa repoblación de los territorios ganados al enemigo
como las tierras de Ausona, Ripoll, Cardona y Montserrat, tarea colonizadora emprendida hacia el año 885
con gentes llegadas de diferentes regiones, principalmente de la montaña.
En las nuevas tierras yermas se formaron poblados, se labraron campos, se levantaron molinos y pozos, se
cultivaron hortalizas y cereales, se construyeron castillos y murallas –como el de Cardona– y se otorgaron
cartas y fueros que garantizaron el orden y la protección jurídica de las gentes y de sus bienes eximiéndoles
del pago de algunos tributos. Los nuevos ocupantes fueron perdonados de determinados delitos a cambio de
colaborar en la reparación de las iglesias y defensas de las villas. Hasta se configuró la vieja sede episcopal
de Ausona, dependiente de la metropolitana de Narbona, de gran importancia para aquellas tierras condales
habitadas por hombres libres que pronto serían feudalizados por el propio avance social de la Reconquista.
Dentro de esa labor religiosa Wifredo I se preocupó, además, de la colonización espiritual fundando los
monasterios de San Juan de las Abadesas y Santa María de Ripoll, ambos en Gerona, al tiempo que
favoreció la construcción de parroquias en todos los territorios. El arraigo a la tierra era fundamental y la
religión se convirtió en un gran instrumento de fidelización territorial.
prisioneros. Su hermano Mutarrif los libera del castillo de Valtierra en donde estaban cautivos a cambio de
entregar a Sancho I Garcés, Falces y Caparroso.
El final de los Banu Qasi ocurre en el año 923 cuando Ordoño II de León consigue sustraer Nájera a los
Banu Qasi mientras Sancho I Garcés conquistaba Viguera haciendo prisionero a Muhammad ibn Abd Allah
con otros miembros de la familia Qasi. Muhammad fue ejecutado ese mismo año por orden de Sancho I.
Después de Viguera Sancho Garcés prosiguió su campaña de conquistas que llevó por el valle del Ebro hasta
Tudela y llegando a adentrarse en el condado de Aragón, aunque no consiguió Calahorra. Esta expansión iba
a ampliar sus fronteras y reforzaría una unión con Aragón que continuaría hasta el año 1134.
El emir Abderramán III organiza entonces la conocida “campaña de Pamplona” llegando en primer lugar a
Tudela a comienzos del mes de julio del año 924. Tras el castigo que infligió a Pamplona volvió a Tudela
recuperándola y destituyó a los últimos miembros del linaje Qasi llevándolos a Córdoba. Puso entonces en el
gobierno de Tudela al que era gobernador de Zaragoza, Abu Yahya Muhammad ibn Abd al-Rahman, cuya
familia conservaría el poder en Tudela durante más de un siglo.
Cuando Sancho I Garcés muere en el año 925, Navarra había empezado a tomar importancia en el campo
cristiano de la reconquista y su alianza con el reino de León era muy estrecha y prestigiaba a Navarra.
El apogeo se producirá con Sancho III el Mayor, heredando el reino de Navarra y el condado de Aragón,
bajo la tutoría de un consejo de regencia integrado por los obispos y su madre, e incorporando a sus
dominios el condado de Castilla además del solar tradicional del reino (Pamplona y Nájera).
Bajo su mandato el reino cristiano de Nájera-Pamplona alcanza su mayor extensión territorial, abarcando
casi todo el tercio norte peninsular, desde Astorga hasta Ribagorza. A la muerte del duque Sancho
Guillermo, duque de Gascuña (1032) trató de extender su autoridad sobre la Vasconia ultrapirenaica
comprendida entre el Pirineo y el Garona, pero se quedó en el intento.
Su reinado coincidió con la crisis del mundo califal, iniciado a la muerte de Almanzor y terminado con el
principio de los Reinos de Taifas. Pretendió la unificación de los estados cristianos, bien por vínculos de
vasallaje o bajo su propio mando.
En 1016 fijó las fronteras entre Navarra y el Condado de Castilla, e inició un período de relaciones cordiales
entre ambos Estados, facilitadas por su matrimonio con Munia, también conocida como Muniadona, hija del
conde castellano Sancho García. Durante su reinado Navarra se separa de los reinos vecinos.
TEMA X
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Fernando I de León, el Magno (1016-1065), hijo de Sancho Garcés III de Pamplona, fue designado conde de
Castilla en 1029 y se convirtió en rey de León por su matrimonio con Sancha, hermana del Bermudo III.
Sus primeros dieciséis años de reinado los pasó resolviendo conflictos internos y reorganizando su reino. En
1054, las disputas fronterizas con su hermano García III de Pamplona se tornaron en guerra abierta. Las
tropas leonesas dieron muerte al monarca navarro en la batalla de Atapuerca.
Llevó a cabo una enérgica actividad de Reconquista, tomando las plazas de Lamego (1057), Viseo (1058) y
Coímbra (1064), además de someter a varios de los reinos de taifas al pago de parias al reino leonés. Al
morir dividió sus reinos entre sus hijos: al primogénito, Sancho el Condado de Castilla y las parias sobre
Zaragoza; a Alfonso, el Reino de León y los derechos sobre Toledo; García recibió el Reino de Galicia, y los
derechos sobre Sevilla y Badajoz; a Urraca y a Elvira les correspondieron las ciudades de Zamora y Toro.
Tradicionalmente se le ha considerado el primer rey de castellano pero parte de la historiografía más actual
considera que no fue jamás rey de Castilla, y que el origen de este reino se sitúa a la muerte de este monarca
Reorganización del reino
Sometidos los condes leoneses y seguras las fronteras, Fernando I se aplicó a consolidar las estructuras e
instituciones de su reino. Jugó un papel fundamental en la política peninsular y en la configuración del mapa
político del siglo XI. En política legislativa, reformó aspectos de la Curia Regia leonesa, o restableciendo el
derecho canónico visigodo mediante diferentes normas recogidas en el Concilio de Coyanza (1050)
Durante su reinado se introdujeron en la monarquía leonesa las nuevas corrientes europeístas llegadas a la
península ibérica a través de Navarra. Entre ellas su relación con Cluny y algunas de las primeras
manifestaciones artísticas del nuevo arte románico en la península: la cripta de San Antolín de la catedral de
Palencia y el pórtico real de la Colegiata de San Isidoro de León (1063), convertida después en panteón real.
Política exterior
Inicia la política expansiva leonesa, sobre todo hacia los territorios musulmanes meridionales, muy
debilitados por la división de al-Ándalus y el surgimiento de numerosos reinos de taifas.
Somete varios reinos taifas y cobra parias a las más ricas (Toledo, Sevilla, Zaragoza o Badajoz). Conquista
las plazas portuguesas de Lamego (1057), Viseo (1058) y San Esteban de Gormaz. Toma temporalmente
Toledo (1062) y Coímbra (1064), esta bajo el mando del conde mozárabe Sisnando Davídiz.
Respondiendo a pactos acordados, Fernando I envió a su hijo, el infante Sancho, en ayuda de al-Muqtadir,
rey taifa de Zaragoza, cuando la plaza de Graus se vio atacada por Ramiro I de Aragón, su hermanastro, que
fue derrotado y muerto. Tras esto la expedición continuó hacia Valencia, donde su rey Abd al-Malik ben
Abd al-Aziz al-Muzaffar Nizam al-Dawla, tras resistir el asedio, plantó lucha en la batalla de Paterna, donde
acabó derrotado. Al poco, Fernando I se sintió enfermo y ordenó la vuelta a León.
El reparto de la herencia de Fernando I nunca satisfizo a Sancho, que siempre se consideró como el único
heredero legítimo, por lo que inmediatamente se movilizó para intentar hacerse con todos los reinos.
Iniciando un periodo de siete años de guerras entre los tres hijos varones de Fernando I.
Al fallecer en 1067 la reina Sancha se iniciaron las disputas con su hermano Alfonso, al que se enfrentó el
19 de julio de 1068, en Llantada en un juicio de Dios en el que ambos hermanos pactan que el que resultase
victorioso obtendría el reino del derrotado. Aunque Sancho venció, Alfonso no cumplió con lo acordado.
Con la complicidad de su hermano Alfonso, Sancho entró en Galicia y, tras derrotar a su hermano García, lo
apresó en Santarém encarcelándolo en Burgos hasta que es exiliado a la taifa de Sevilla. Alfonso y Sancho
se titulan reyes de Galicia en 1071 y firman una tregua que se mantendrá durante tres años.
La tregua se rompe cuando Sancho marcha contra su hermano con un ejército al mando del Cid, que derrota
al ejército leonés en la batalla de Golpejera en 1072. Sancho entra en León y se proclama rey de León con lo
que vuelve a unificar el reino que su padre había dividido.
Tras encarcelar a Alfonso, la mediación de su hermana Urraca hizo que le permitiera instalarse en el
Monasterio de Sahagún, de donde este huyó temiendo por su vida, refugiándose en la corte de su vasallo el
rey al-Mamún de Toledo.
Según la Crónica najerense Sancho II fue asesinado por Vellido Dolfos mientras sitiaba la ciudad de
Zamora, donde se hallaba su hermana, la infanta Urraca de Zamora, el día 6 de octubre de 1072. El lugar del
regicidio es señalado con la Cruz del Rey Don Sancho.
La importante ciudad musulmana pasó a formar parte del Reino de Aragón y su gobierno fue confiado como
tenencia a Ermengol III. Pero la permanencia en poder cristiano fue efímera, pues un año después sería
reconquistada por la taifa de Zaragoza. En 1065 murió el conde de Urgel en tierras de al-Ándalus,
probablemente en Monzón.
TEMA XI
HEGEMONÍA PENINSULAR DE CASTILLA Y LEÓN
EL REINADO DE ALFONSO VI
Alfonso VI, rey de León y Castilla, continúa con la misma política de su padre en el campo musulmán. En
1085 se cumple el sueño de todos los monarcas leoneses: la ocupación de Toledo. Aparte del valor
simbólico suponía que una importante parte del territorio de las taifas andalusíes pasaba intacta a manos
cristianas. Para los musulmanes supuso un duro golpe y llamaron en su ayuda a los almorávides.
En la batalla de Sagrajas (1086), los almorávides obtienen una aplastante victoria sobre Alfonso VI. Lo que
trajo consigo el fin del pago de las parias y la obtención de botines por parte de los cristianos. Se pone fin a
una importante fuente de ingresos, por lo que Alfonso VI se ve obligado a solicitar a sus súbditos ayudas no
reintegrables (petitum o servicio) y préstamos a particulares, a quienes el rey otorga privilegios de
inmunidad y concesiones económicas.
Como resultado de estas concesiones, el poder real disminuirá considerablemente. Los almorávides lograron
unificar Al-Ándalus, excepto los reinos de Zaragoza y Valencia. Ambos reinos estuvieron defendidos por el
Cid Campeador. En Zaragoza se alió con Sancho Ramírez de Aragón, logrando conquistar la ciudad de
Valencia (1094).Tras la muerte del Cid (1099) Alfonso VI (quien había expulsado al Cid de Castilla)
abandona la capital valenciana tras incendiarla al verse incapaz de defenderla de los ataques almorávides.
Ante la amenaza que supuso la unificación de los territorios andalusíes a manos de los almorávides, Alfonso
VI solicita ayuda en Europa llegando numerosos contingentes militares, la mayoría de ellos de origen
franco, quienes ocuparán puestos importantes y repoblarán nuevos territorios. La presencia europea también
queda patente en los monasterios, sobre todo en los situados a lo largo del Camino de Santiago, ocupando
puestos de artesanos, mercaderes o monjes.
De entre estos europeos destacan dos personajes que tendrían un papel importantísimo en la política del
reino castellano-leonés. Raimundo de Borgoña y Enrique de Lorena se convertirán en hombres de confianza
de Alfonso VI y en sus yernos, ya que contraen matrimonio con las infantas Urraca y Teresa
respectivamente. Tras sus matrimonios reciben derechos feudales, en concreto los de los condados de
Galicia y Portugal respectivamente.
Los últimos veinte años del reinado de Alfonso VI fueron una continua sucesión de fracasos ante los
almorávides. A estos fracasos se añade la muerte del único hijo varón del monarca, y heredero al trono, en
la batalla de Uclés (1108). Con esta muerte, la sucesión al trono pasa a la infanta Urraca, viuda de Raimundo
de Borgoña y madre del infante Alfonso. Pero aunque podía gobernar, carecía del poder militar necesario
para ello. Por eso se necesitaba de un refuerzo, de alguien capacitado para hacer frente a los almorávides y
que contase con el apoyo de castellanos y leoneses. Alfonso VI no podía elegir a nadie dentro de su reino
consciente de la rivalidad entre castellanos y leoneses, por lo que buscó fuera. El elegido por el monarca fue
Alfonso el Batallador, rey de Aragón y Navarra, con quien su hija Urraca contrae matrimonio.
Tras la muerte de Alfonso VI (1109) comienza una guerra civil entre los partidarios del nieto del monarca
fallecido, Alfonso Raimúndez –futuro Alfonso VII– y los partidarios de Alfonso el Batallador. En medio se
sitúa la política cambiante de doña Urraca, hija y heredera de Alfonso VI. Esta guerra civil enfrentó a los
grandes magnates y el alto clero de origen francés con la pequeña aristocracia y burguesía.
En un primer momento, y de acuerdo con los castellanos, doña Urraca se proclama heredera. Pero la presión
almorávide aproxima a los esposos, quienes fijan unas normas de gobierno y sucesión en caso de
fallecimiento de uno de ellos. Así, en Aragón y Navarra, en caso de morir Alfonso, reinaría Urraca con el
posible hijo de ambos. Si no hubiera hijos, Urraca podría disponer libremente del reino.
En caso de morir Urraca, en Castilla y León reinaría Alfonso con el posible hijo que tuvieran en común. En
caso de que no hubiera hijos, se tendrá en cuenta los derechos de Alfonso Raimúndez a quien correspondería
la sucesión en Castilla y León; mientras que en Aragón y Navarra heredarían los familiares del monarca.
Lo cierto es que estas disposiciones no gustaron a nadie. Por ello se enfrentan los partidarios de uno u otro
monarca, los mismos reyes entre sí y a los reyes con Alfonso Raimúndez.
La reconciliación matrimonial se quiebra cuando Urraca se entrevista con la nobleza gallega y acepta que su
hijo Alfonso sea proclamado rey de Galicia. Esto provocará las iras de Alfonso I de Aragón y nuevos
enfrentamientos entre los soberanos a lo largo del año 1112. Finalmente Alfonso decide entonces abandonar
sus aspiraciones territoriales sobre los reinos de su esposa y, basándose en los argumentos que utilizaron los
que desde un primer momento querían declarar nulo su matrimonio, repudiar a Urraca, hecho que se hizo
efectivo en un concilio que se celebró en Palencia en 1114.
La retirada de Alfonso I no supondrá la desaparición de los conflictos, ya que éstos se desplazan nuevamente
a Galicia donde, en 1115, el conde de Traba, Pedro Fróilaz, y el obispo de Santiago de Compostela, Diego
Gelmírez, intentan aumentar la autonomía del hijo la reina, Alfonso, como rey independiente de Galicia.
Los últimos años del reinado de Urraca son poco conocidos por la falta de documentos claros. Se sabe que la
guerra civil no cesó hasta su muerte (1126) ocurrida en el castillo de Saldaña. Ese mismo año, su hijo
Alfonso, llegado de Galicia, sería coronado también rey de León como Alfonso VII de León.
la campaña y Urraca se refugiase en Sahagún, donde el arzobispo Bernardo le hizo entrega de la notificación
papal que anulaba su matrimonio con Alfonso por consanguineidad, tras lo que partió hacia León.
Estallido de la revuelta
Mientras tanto, las tropas aragonesas procedentes de Galicia habían llegado a Sahagún, y los burgueses de la
villa pidieron su ayuda contra el abad don Diego, consiguiendo ponerle en fuga. Asimismo al descontento de
los burgueses se unió el de los labradores.
Una vez que la situación se hubo calmado, don Diego volvió a Sahagún y renunció a su cargo, que fue
entregado a Don Domingo, con el arzobispo Bernardo de testigo. Pero, entretanto, los burgueses habían
recurrido nuevamente a Alfonso I que se presentó en Sahagún con sus tropas, ocupó la villa y nombró abad a
su hermano Ramiro (el futuro Ramiro II el Monje), que accedió a las peticiones de los burgueses.
Sin embargo, a finales de 1111, se producen nuevos enfrentamientos en la villa, esta vez entre burgueses y
labradores. Tras los éxitos iniciales, los burgueses trataban ahora de apropiarse de los terrenos propiedad del
monasterio, a lo que se oponían los campesinos, que temían por la seguridad de sus medios de subsistencia.
Todo esto llevó a violentos enfrentamientos entre ambos grupos, mientras que los representantes impuestos
por Alfonso I de Aragón permanecían al margen de estos sucesos.
Finalmente, y después de mantener una entrevista con los rebeldes, la reina Urraca consiguió restablecer la
paz en la villa, concluyendo la primera revuelta burguesa.
No obstante, los burgueses tuvieron que esperar hasta que Alfonso VII de León promulgara los nuevos
fueros en 1152 para tener, por fin, el reconocimiento legal a las conquistas por las que habían luchado.
Santiago de Compostela
En Santiago de Compostela existía un grupo burgués diferenciado del resto de los ciudadanos, que aspiraba
con la ayuda de los canónigos a sustituir al obispo al frente de la ciudad controlar la riqueza obtenida por la
afluencia de peregrinos al sepulcro de Santiago. Por eso, más que de sublevación comunal cabría hablar de
lucha por el poder entre grupos privilegiados.
Desde su nombramiento como obispo en 1100, Gelmírez se preocupó de organizar y facilitar las
peregrinaciones a Santiago mediante la urbanización de la ciudad, el arreglo de caminos y puertos, la
construcción de naves para combatir a los piratas, reglamentación de mercados y tiendas, fijación de peajes
y precios, y la organización de la estancia y regreso de los peregrinos; para conseguir esta finalidad
económico-religiosa reorganizó el cabildo compostelano y fijó las obligaciones de los 72 canónigos.
Algunos, descontentos por la reestructuración del cabildo y por la forma de distribuir ingresos económicos,
se opusieron al obispo y especialmente a sus familiares (a su hermano Gundesindo, encargado de la
administración y finanzas de Compostela, y a su sobrino Pedro, puesto al frente de los canónigos). Pero el
descontento fue acallado por la necesidad de hacer frente al peligro común y de apoyar a Alfonso
Raimúndez contra Alfonso el Batallador y Urraca; sólo cuando el Batallador abandone la lucha se
producirán los primeros enfrentamientos en la ciudad.
Intrigante y hábil diplomático, Gelmírez osciló entre el apoyo a los partidarios de Urraca y la adhesión a
Alfonso Raimúndez. De ambos obtuvo privilegios que aumentaban su autoridad y, consiguientemente, la
dependencia de los mercaderes interesados en controlar Santiago en su exclusivo beneficio.
Ambas facciones intentaron atraer a su bando a la reina Urraca, a la que no dudaron en abandonar cuando así
les convino. En la pugna por el poder se recurrió a todos los medios sin reparar en su licitud: los rebeldes no
dudaron en amotinar al pueblo contra la reina y contra el obispo.
53
Durante más de un año los burgueses controlaron la ciudad, nombraron a los funcionarios que habrían de
dirigirla y “renovaron las leyes y costumbres”. Una vez más Gelmírez supo maniobrar hábilmente y lograr la
unión de los ejércitos de Urraca y de su hijo Alfonso VII ante los que los sublevados tuvieron que rendirse.
Con este acto de fuerza quedaba restablecida la autoridad señorial y dominada la revuelta. Pero tanto la paz
social como el acuerdo entre Urraca y su hijo Alfonso Raimúndez eran paces ficticias ya que, veinte años
más tarde, se produzca una nueva rebelión que no consigue la destitución del obispo pero si el
fortalecimiento de un sector de la burguesía compostelana que llegará a desempeñar un papel importante en
el gobierno de la ciudad.
Ramiro II gobernó como rey de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza. Estos eran antiguos condados unidos al
Reino de Aragón en tiempos de Ramiro I.
A pesar de no tener experiencia política, sofocó con éxito varias revueltas durante su reinado, que mantuvo
entre 1134 y 1157, siendo sucedido como reina en título (aunque sin potestad para ejercer el dominio, por su
condición de mujer) por Petronila de Aragón, nacida del legítimo matrimonio de Ramiro con Inés de Poitou.
aunque podía transmitir los derechos dinásticos, no podía reinar. La solución para asegurar un heredero era
el matrimonio de Petronila y el nacimiento de sus hijos varones, quienes si reinarían.
Viendo el giro que tomaba el asunto, Alfonso VII rompe su alianza con los navarros, cediendo el reino de
Zaragoza al monarca aragonés y proponiendo el matrimonio entre Petronila y su primogénito, Sancho.
Pero ni la nobleza aragonesa –que temía ser absorbida por Castilla y perder con ello su independencia–, ni
Roma –que aunque anima la unión de los reinos cristianos no acepta el despojo de las Órdenes Militares–
aceptan la propuesta por lo que el matrimonio no llega a celebrarse.
La Corona de Aragón
Alfonso el Casto, conde de Barcelona y rey de Aragón se preocupó de los asuntos peninsulares aragoneses y
de los ultrapirenaicos catalanes. Dio satisfacción a los nobles aragoneses y continuó la conquista más allá de
Teruel. Consiguió atraer bajo su influencia al señorío independiente de Albarracín a pesar de los intentos por
mantenerlo bajo su tutela de Alfonso VIII de Castilla.
Intentó resolver los problemas heredados de su padre como el vasallaje de Zaragoza y la independencia de
Navarra. El vasallaje desapareció por la ayuda prestada a los castellanos en la toma de Cuenca.
El reino de Navarra:
Aislada de cualquier posibilidad conquistar territorios musulmanes. Navarra intenta que ninguno de estos
vecinos la anexione a sus dominios, pero Alfonso VII divide Navarra –1140-, por lo que García Ramírez se
declara vasallo del emperador.
A la muerte de García, Alfonso VII renueva la alianza hecha con los aragoneses (Ramón Berenguer IV) y
vuelve a repartir Navarra en el tratado de Tudillén. Sancho VI (1150-1194) se declara nuevamente vasallo
del emperador.
56
TEMA XII
LOS CINCO REINOS: EL EQUILIBRIO PENINSULAR Y SU RUPTURA
En 1158 contribuyó a la creación de la Orden de Calatrava cuando los templarios rehusaron mantener la
defensa de la plaza fronteriza de Calatrava que les había sido concedida por Alfonso VII en 1147. Sancho III
entregó entonces la tenencia y el señorío de Calatrava al abad Raimundo de Fitero y al caballero Diego
Velázquez, que fundaron la Orden.
Siguiendo la política de su padre logró que su cuñado el rey navarro Sancho VI, y el conde de Barcelona
Ramón Berenguer IV le rindieran homenaje y se declarasen vasallos suyos. Ese mismo año invadió el reino
de su hermano Fernando II de León, pero no llegó a enfrentarse con él, ya que ambos monarcas sellaron un
acuerdo, conocido como el tratado de Sahagún de 1158.
Su muerte en agosto de 1158 invalidó el tratado de Sahagún, que el difunto rey había firmado con su
hermano. Fue sucedido en el trono por su hijo Alfonso, entonces menor de edad, lo que originó una lucha
por el poder en el reino de Castilla entre la Casa de Lara y la Casa de Castro.
Esta rivalidad derivó en guerra civil y en un período de incertidumbre que fue aprovechado por los reinos
vecinos y así, en 1159, el rey navarro Sancho VI se apoderó de Logroño y de amplias zonas de La Rioja,
mientras que el tío el rey leonés Fernando II de León, se apoderó de la ciudad de Burgos.
Al alcanzar, en 1170, la mayoría de edad, Alfonso VIII fue proclamado rey de Castilla en las Cortes que se
convocaron en Burgos, tras lo cual se concertó su matrimonio con Leonor de Plantagenet, hija de Enrique II
de Inglaterra y de Leonor de Aquitania, que aportó como dote el condado de Gascuña.
Su primer objetivo fue recuperar los territorios perdidos durante su minoría de edad. Para ello se alía con el
rey aragonés Alfonso II, logrando arrebatar a Sancho VI las comarcas que éste había ocupado poco antes.
Presionado por los almohades, cedió a la Orden de Calatrava la fortaleza de Zorita de los Canes y a la Orden
de Santiago la villa de Uclés, siendo desde entonces la casa principal de esta orden militar. Es entonces
cuando inicia una ofensiva contra los musulmanes, que culmina con la reconquista de Cuenca en 1177.
Alfonso VIII fue el fundador del primer estudio general español, el studium generale de Palencia (germen de
la universidad), que decayó tras su fallecimiento. Su Corte sería un importante centro cultural, que acogería
trovadores y sabios, por la influencia de su esposa doña Leonor (hermana de Ricardo Corazón de León).
En 1179 firma con su aliado el rey aragonés el Tratado de Cazola por el que ambos se reparten sobre el
papel, ya que no tuvo resultados reales, los territorios del reino navarro y además fijan las zonas de
conquista de los territorios musulmanes que cada monarca puede emprender variando el hasta entonces
vigente Tratado de Tudilén que habían firmado Alfonso VII de León y Ramón Berenguer IV. Por el nuevo
Tratado de Cazola, el reino de Murcia -cuya conquista correspondía a Aragón- pasaba a Castilla y a cambio
el rey aragonés Alfonso II se vio libre del vasallaje que debía a Alfonso VIII.
Relanza la Reconquista, recupera parte de La Rioja que estaba en manos navarras y la reintegra a su reino.
Establece una alianza con todos los reinos peninsulares para proseguir ordenadamente conquistando las
tierras ocupadas por los almohades. El acuerdo con el reino de León permite a Alfonso VIII romper la tregua
que mantenía con los almohades desde 1190 e inicia incursiones que llegan hasta Sevilla.
El califa almohade Abu Yaqub Yusuf al-Mansur, que se encontraba en el norte de África, cruza el Estrecho
de Gibraltar y desembarca en Tarifa al frente de un poderoso ejército con el que se dirige hacia tierras
castellanas. Alfonso VIII recibe la noticia y reúne a su ejército en Toledo y aunque consiguió el apoyo de
León, Navarra y Aragón, no espera la llegada de dichas tropas y se dirige hacia Alarcos, donde el 19 de julio
de 1195 sufre una estruendosa derrota que supuso una importante pérdida de territorio y la fijación de la
nueva frontera entre Castilla y el Imperio almohade en los Montes de Toledo. Los almohades incluso
invadieron el valle del Tajo y asediarían Toledo, Madrid y Guadalajara en el verano de 1197.
58
Alfonso VIII se encontró en una peligrosa situación que le llevó a la posibilidad de perder todo el valle del
Tajo, por lo que solicitó en 1212 al papa Inocencio III la predicación de una Cruzada a la que no sólo
respondieron sus súbditos castellanos, sino también aragoneses, navarros dirigidos por y las órdenes
militares de Calatrava, el Temple, Santiago y Malta. Con todos ellos alcanzó la victoria sobre el califa
almohade Miramamolín en la batalla de las Navas de Tolosa, (1212) en Santa Elena (Jaén).
Enrique I llego al trono con solo diez años de edad tras la muerte de sus hermanos varones y la de su padre,
Alfonso VIII, ocurrida en el año 1214. Su minoría de edad supuso la apertura de un período de regencia que
durante veinticuatro días desempeñó su madre, Leonor de Plantagenet, hasta su fallecimiento. Después se
hizo cargo su hermana mayor del rey Enrique, la infanta Berenguela, que residía en la corte castellana desde
que su matrimonio con Alfonso IX de León había sido anulado en 1204 por el papa Inocencio III.
La regencia de la infanta Berenguela fue importunada por los miembros de la Casa de Lara que se negaron a
apoyar a la infanta Berenguela y obligaron a la misma a renunciar a la regencia.
La tutela del conde de Lara produjo desavenencias entre la nobleza castellana; y este, para consolidar su
posición, concertó el matrimonio de Enrique I de Castilla con la infanta Mafalda de Portugal, hija del rey
Sancho I de Portugal. Aunque nunca fue consumado y fue anulado al año siguiente por el Papa Inocencio
III, debido al grado de parentesco que había entre ambos cónyuges.
La anulación impulsó a Álvaro Núñez de Lara a concertar un nuevo matrimonio con Sancha de León, hija
del rey Alfonso IX de León, pretendiendo con ello unir los reinos de Castilla y León. Sin embargo, antes de
celebrar los esponsales, Enrique I de Castilla falleció a los trece años de edad de modo accidental.
A raíz de esta victoria, Fernando II se alió con los almohades como medio de mantener sus posesiones frente
a Portugal. Castilla, con graves problemas internos, y en guerra contra Sancho VI de Navarra, que ocupó La
Rioja durante la minoría de Alfonso VIII, no pudo hacer nada en los primeros años contra los almohades;
sólo su alianza con el rey Lobo de Murcia, sirvió de freno, hasta 1172, a la expansión norteafricana. En
1173, castellanos y portugueses firmaron treguas con los almohades, para enfrentarse a Navarra y León,
respectivamente. La situación fue aprovechada por el sultán almohade, que rompió la paz firmada en 1169
con León y llegó con sus ejércitos hasta Ciudad Rodrigo, recuperando, además, las plazas extremeñas
ocupadas años antes por Fernando II.
Treguas y guerras se suceden, con algunos éxitos, como la toma de Cuenca, en 1177, y con fracasos, como
la derrota de Alfonso VIII de Castilla en Alarcos, en 1194, debido a la falta de colaboración de Alfonso IX
de León. El fracaso del matrimonio de este último con Berenguela de Castilla, supuso un nuevo retroceso en
la guerra contra los almohades.
Pero, la experiencia había demostrado que, unidos, los cristianos podían derrotarles. Así, a comienzos del
siglo XIII, se firmaron diversos acuerdos entre Castilla, Navarra, Aragón y Portugal, obteniendo, además, el
apoyo del Papa. La guerra contra los musulmanes tendría carácter de Cruzada, y en ella intervinieron nobles
europeos. Su resultado fue la victoria de Las Navas de Tolosa, en 1212, con la que se inició la decadencia y
desaparición del imperio almohade. Por último, la firma de treguas entre Alfonso IX de León y su hijo,
Fernando III, rey de Castilla desde 1217, permitió al leonés ocupar Cáceres (1227) y, con ella cayó la mayor
parte de Extremadura, bien en manos de León, bien en manos de Portugal. A su vez, Fernando III controlaba
La Mancha. En estos años, la frontera cristiana pasó del Duero-Tajo al Guadiana- Guadalquivir.
Intentó resolver los problemas heredados de su padre como la dependencia vasallática de Zaragoza y la
independencia de Navarra. El vasallaje desapareció gracias a la ayuda prestada a los castellanos en la toma
de Cuenca. A cambio de la supresión del vasallaje, Alfonso el Casto renunció al reino de Murcia, el cual
según el tratado de Tudillén correspondía a la Corona de Aragón.
La intervención ultrapirenaica se debió a la muerte sin herederos de Ramón Berenguer II de Provenza en
1166. En un intento de ocupar el condado, Alfonso de Aragón se enfrenta al conde de Toulouse, obteniendo
ambos el apoyo de dos potencias europeas: Felipe II apoyaba al conde de Toulouse mientras que Enrique II
de Inglaterra lo hacía en la persona de Alfonso de Aragón.
Detrás del intento de expansión del monarca aragonés se escondía la lucha de Francia e Inglaterra por el
predominio de la hegemonía europea. A finales de su reinado Alfonso controlaba la Provenza con el título
de marqués por medio de sus hermanos Ramón Berenguer y Sancho a quienes otorgó el título de condes de
Provenza. En su testamento separaba estos territorios de los peninsulares, cediéndolos a su segundo hijo,
Alfonso, quien recibirá el marquesado de Provenza. Al mayor, Pedro, los territorios peninsulares.
Pedro el Católico (1196–1213) hereda el reino de Aragón, el condado de Barcelona y los derechos sobre la
Francia pirenaica; el condado de Provenza queda para el segundo de sus hijos, Alfonso. Pedro pone fin a las
luchas de los condes de Toulouse y ante el problema albigense conjugó los intereses de sus vasallos y
aliados con sus deberes con Roma, acudiendo en 1204 a renovar su vasallaje con la ciudad pontificia.
En 1212 intervino en la cruzada castellana contra los almohades y colaboró activamente en la batalla de Las
Navas de Tolosa. Las masacres de Simón de Monfort y de su ejército bendecido por Inocencio III para
erradicar la herejía albigense le hicieron ponerse al frente de la nobleza occitana; la derrota de Muret de
1213 acabó con su vida y comprometió la política aragonesa en el sur de Francia.
El proyecto halló la oposición de nobles y eclesiásticos, apoyados en el exterior por los ejércitos de Alfonso
IX y por el pontífice Honorio III, quien, como señor de Portugal volvió a amenazar con privar al monarca
del reino. La amenaza fue llevada a la práctica durante el reinado de Sancho II, al que los eclesiásticos
opusieron la candidatura de su hermano Alfonso, conde de Boulogne, que fue abiertamente apoyada por
Roma. Inocencio IV depuso a Sancho y aceptó el nombramiento de Alfonso, después de que éste se
comprometiera a guardar los fueros, usos y costumbres del tiempo de su abuelo, y a suprimir las
modificaciones introducidas por su padre Alfonso II y por su hermano Sancho, quien, abandonado por sus
partidarios, tuvo que refugiarse en Castilla.
Teobaldo II, muy unido al Papado, consiguió de éste la unción regia y la disolución de hermandades y
juntas. Durante el reinado de Enrique I (1270-1274), Jaime I exigió el cumplimiento del testamento de
Sancho VII, creándose en el seno de la nobleza partidos favorables a la unión a Castilla, a la Corona
aragonesa o a la alianza con Francia. A la heredera, Juana, de año y medio de edad, se le ofrecen como
maridos nietos de Alfonso X o Jaime I o un hijo de Felipe III.
Durante la consiguiente guerra civil iniciada en 1274 tanto castellanos como aragoneses se comprometieron
a jurar los fueros y a preservar la independencia de Navarra, de manera que la corona navarra y la del otro
reino no serían ceñidas por la misma persona. El infante Pedro, hijo de Jaime I, fue aceptado Rey en Olite en
1274 tras confirmar todos los derechos tradicionales de los nobles y aumentar el valor de las caballerías
navarras de 400 a 500 sueldos. El nombramiento no fue efectivo al producirse una sublevación de la nobleza
catalano-aragonesa: ante la falta de apoyo militar (y la actitud de Jaime I ante los nobles rebeldes) sus
partidarios lo abandonaron, y se nombró finalmente rey a Felipe IV de Francia, casado con Juana. Pero no se
puso fin a la presión de Alfonso X, cuyos partidarios se enfrentaron al ejercito enviado por Felipe III, que se
impuso militarmente y hará caso omiso de los fueros, gobernando libremente pese a la oposición de la
hermandad de las villas y la junta de hidalgos.
Muerto éste, la corona pasó a Berenguela, titular, con Alfonso IX de León, de uno de los matrimonios
mencionados. Al ceder sus derechos al hijo de ambos, Fernando III, los contrayentes o sus hijos heredaban
los territorios en disputa, pero estalló la guerra civil entre sus partidarios y los de Álvar Núñez, apoyado por
los concejos de Extremadura y la Transierra y el rey leonés.
Alejado Alfonso IX (indemnizado con oro y algunas plazas fuertes), los aliados de Núñez fueron vencidos y
Fernando III legitimado, lo que permitió centrar los infructuosamente la conquista de Cáceres, pero no sería
ocupada hasta 1227, en la guerra civil resultas de la muerte del sultán Yusuf II, en la que Fernando III
ofreció sus servicios a los jefes militares de Murcia, Córdoba, Granada y Sevilla contra el sultán marroquí, al
que opusieron la figura de Ibn Hud de Murcia. Las parias recaudadas posibilitaron a Fernando III unir León
a Castilla en 1230, a la muerte de Alfonso IX.
La unificación castellano-leonesa permitió una acción conjunta con los portugueses y los aragoneses, que
atacaron simultáneamente a Ibn Hud, quien además debió hacer frente a sublevaciones internas en Granada,
Sevilla y Valencia. Pese al pago de parias a Fernando III, éste ocuparía Córdoba en 1236 y apoyaría a los
nazaríes en Granada, quienes a la muerte de Ibn Hud (1238) extenderían su reino por Málaga y Almería,
mientras Sevilla solicitó el apoyo de los almohades y Murcia aceptó el establecimiento de guarniciones
castellanas con escasa resistencia. Estabilizada la frontera oriental, Fernando III ocupó Jaén en 1246 (sitiada
por hambre) y obtuvo el vasallaje de Muhammad de Granada, lo que se tradujo en el cerco de Sevilla (con el
apoyo de una flota del Cantábrico para neutralizar una posible ayuda ultramarina), que se rindió en 1248.
Con la caída de Sevilla, Castilla se convirtió en el mayor y más importante reino peninsular, y Granada,
gracias al vasallaje hacia Fernando III, consolidó su dinastía, reforzada además con la inmigración de los
jefes musulmanes vencidos. Con la muerte de Fernando III en 1252 concluyó el periodo expansivo.
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TEMA XIII
LAS PRIMERAS TAIFAS Y LAS FORMACIONES MUSULMANAS DE LA PLENA EDAD
MEDIA
Los aliados derrotaron a Alfonso VI en la batalla de Zalaca o Sagrajas (1086), pero no alcanzaron del todo
su objetivo por falta de acuerdo entre ellos; por lo que no se puso fin a la amenaza cristiana.
Unos años después, a llamada de los alfaquíes y los creyentes musulmanes que acusaban a los reyes de
incumplir los preceptos coránicos, los almorávides ocuparán al-Andalus:
En 1090 Abd Allah de Granada era depuesto
En 1091 Yusuf ocupaba Sevilla
En 1094 se apoderaba de Badajoz.
Valencia resistió hasta el 1102, tras la muerte de su defensor, el Cid Campeador
Ese mismo año atacaron Zaragoza, ocupada en 1110.
EL SISTEMA DE PARIAS
Las parias (latín vulgar: pariāre, pagar ) era un impuesto que pagaban los reinos de taifas (1031–1492) a los
reyes cristianos para que no les atacasen y para que fuesen protegidos de los propios enfrentamientos que se
producían entre los reinos taifas o de los ataques de otros reinos cristianos.
Las conquistas cristianas se habían detenido en el siglo XI debido a la escasez de población para asegurar el
control de las zonas conquistadas; prefieren, pues, los reyes cristianos el dinero de las parias a la ocupación.
Este dinero fue invertido por los cristianos en su rearme, mientras que los musulmanes fueron sufriendo
poco a poco una grave desmonetarización.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que aunque al estar divididos en reinos de taifas y su poder militar era
menor que el de los reinos cristianos en aquella época los prósperos eran los musulmanes, haciendo posible
atender a las duras exigencias cristianas de riquezas.
El dinero de las parias fue muy importante en la activación del Camino de Santiago y en la proliferación del
arte románico en el norte de los reinos cristianos. Gran parte de ese monto sirvió también para sufragar las
obras de la abadía de Cluny.
Frente a los reinos cristianos consigue éxitos como la toma de Talavera (1109) que hacía peligrar Toledo.
Pero la falta de continuidad por el poco apoyo andalusí fue un escollo insalvable. Necesitaba mantener
numerosos soldados en el Magreb. Ello permitió la sublevación de los jefes de las desguarnecidas ciudades
de al-Andalus que, desde1140, actuaran con total independencia, dándose lo que se ha denominado segundas
taifas. Estos reinos no se parecían en nada a las anteriores taifas. Tuvieron una vida de diez años, tras los
cuales la mayoría había reconocido la soberanía almohade o la de los reyes cristianos.
LA UNIFICACIÓN ALMOHADE
El poder real estaba en manos de los reyezuelos de estas segundas taifas y en conjunto tendieron más a
reconocer la soberanía almohade que la de los reyes cristianos.
El fundador del imperio almohade, Abd al-Mumin, tras anexionarse Túnez y Tripolitania, dirigió su mirada
hacia la Península Ibérica. Comenzó a urdir un plan que no pudo ejecutar porque le sobrevino la muerte. El
nuevo califa no puso en práctica esos proyectos, pero desavenencias con el reino de Sevilla hicieron ocupar
éste por los almohades. Tras esto el califa intentó llegar a Toledo, pero la empresa era difícil.
La obra de unificar al-Ándalus corrió a cargo de Abu Yaqub (1163-1184). Ocupó Jaen, Murcia y Valencia.
Pero no impidió los éxitos cristianos, tan pronto unidos (toma de Cuenca), como enfrentados entre sí por el
control de Extremadura.
Muchas veces la defensa del territorio cristiano se confía a las milicias de los concejos de frontera.
Destacaron entre esta las abulenses, que llegaron a Tarifa y Algeciras. Según los textos almohades, donde
fueron derrotados, quizá porque la defensa del botín que acumulaban dificultaba sus movimientos. Las
cabezas de sus dirigentes fueron cortadas y llevadas a Sevilla, donde tuvo lugar una gran fiesta.
En la época del tercer califa, Abu Yusf Yaqub (1184-1199), se derrotó en Alarcos (1195) a Alfonso VIII de
Castilla, pero no se cambió el signo de la lucha, pues carecían los musulmanes de recursos suficientes. Pero
sí permite la ocupación de las Baleares, sin duda ayudados por la fragmentación cristiana. Baleares había
resistido, bajo los Banu Ganiva (almorávides), apoyada por la Corona de Aragón. Un tratado comercial de
los almohades con los pisanos, enemigos comerciales de los mallorquines, precedió a la toma.
Los acontecimientos y la llamada del pontífice Inocencio III hicieron unirse a los reinos cristianos, para
derrotar, en Las Navas de Tolosa, al Imperio Almohade. Lo que terminó con el dominio almohade.
En 1228 los dominios musulmanes aparecen divididos entre:
Ibn Hud, en Murcia
Zayyan b. Mardanis, en Valencia
Mamad b. Al-Ahmar, en Granada
Todos aceptan al califa de Bagdad, en oposición a los almohades. Solo Granada sobrevivirá a los ataques
cristianos y llegará al S. XV. Murcia y Andalucía Occidental serán ocupadas por Castilla, Valencia por la
Corona de Aragón y Portugal llegará al Algarve.
Al tenerse noticia de la preparación de una nueva ofensiva almohade, Alfonso VIII, después de haber
fraguado alianzas con la mayoría de los reinos cristianos peninsulares con la mediación del Papa, y decide
preparar un gran encuentro con las tropas almohades que venían dirigidas por el propio califa Muhammad
An-Nasir, el llamado Miramamolín por los cristianos (versión fonética de «Comendador de los Creyentes»,
en árabe). El rey buscaba desde hacía tiempo este encuentro para desquitarse de la grave derrota de Alarcos.
Fuerzas cristianas
El ejército cristiano estaba formado por:
Las tropas castellanas al mando del rey Alfonso VIII de Castilla. Constituían el grueso de las tropas
cristianas y rondaban los 50.000 hombres. Su abanderado era don Diego López II de Haro, quinto
señor de Vizcaya. A este caballero encomendó Alfonso VIII el reparto del botín tras la batalla, del
que dicen las crónicas castellanas que no se quedó nada para su propio provecho.
Las tropas de los reyes Sancho VII de Navarra, Pedro II de Aragón y Alfonso II de Portugal.
Sumaban unos 20.000 hombres, en su mayoría aragoneses Almogavares.
Las tropas de las Órdenes Militares de Santiago, Calatrava, San Lázaro, Temple y San Juan (Malta).
Un gran número de cruzados provenientes de otros estados europeos, la mayoría franceses. Se cree
que pudieron llegar a los 30.000 hombres. Entre ellos los Obispos de Narbona, Burdeos y Nantes.
Tropas y caballeros leoneses, gallegos y asturianos.
Fuerzas musulmanas
Las tropas convocadas por el Califa almohade se tiende a cifrar su número en algo más de 120.000. Su
composición no era menos internacional que la de su oponente:
En primera línea se situaba la infantería ligera marroquí reclutada en el Alto Atlas.
Tras ésta se disponían los infantes voluntarios de Al-Ándalus, mejor armados que los marroquíes y
encargados de detener las filas enemigas. Sin embargo, reinaban los recelos entre la guarnición
andalusí debido a la ejecución de Ibn Cadis, el jefe de la guarnición musulmana de la fortaleza de
Salvatierra, al que los cristianos dejaron marchar a cambio de rendir la plaza, y que, a fue degollado
por orden del sultán. Esto tendría consecuencias en la moral de las tropas andalusíes.
El propio ejército almohade con la potente caballería africana. La mayoría veteranos y bien armados.
No faltaban guerreros de todos los rincones del Islam atraídos por la llamada a la Guerra Santa.
Arqueros a caballo turcos conocidos como Agzaz. Unidad de mercenarios de élite.
En torno a la tienda del sultán, se encontraba la Guardia Negra (imesebelen), soldados-esclavos
fanáticos procedentes del Senegal. Grandes cadenas y estacas los mantenían anclados entre sí y al
suelo, de tal manera que no les quedaba otra alternativa que luchar o morir.
El ejército cristiano se reunió en Toledo al inicio del verano y avanzó hacia el sur al encuentro de los
almohades. Tras la toma de Malagón, se produjo la deserción de casi todos los ultramontanos por el calor y
las incomodidades, y porque Alfonso VIII, había ordenado no hacer pillaje ni asesinatos como sucedió tras
la toma de Malagón. Sólo quedaron 150 caballeros del Languedoc, con el obispo de Narbona a la cabeza.
Como consecuencia de esta batalla, el poder musulmán en la península Ibérica comenzó su declive y la
Reconquista tomó un impulso que produjo en los siguientes cuarenta años el avance de los reinos cristianos,
que conquistaron casi todos los territorios del sur bajo poder musulmán. Consecuencia inmediata fue la toma
de Baeza, que posteriormente retornó a manos almohades. La victoria habría sido mucho más efectiva si no
se hubiera desencadenado en aquellos mismos años una hambruna que hizo que se demorara el proceso de
reconquista. La hambruna duró hasta el año 1225.
68
TEMA XIV
REPOBLACIÓN Y RENACER URBANO EN LA PLENA EDAD MEDIA
El reinado de Alfonso VI es crucial en la expansión del reino castellano-leonés hacia el sur. En el 1085
conquista Toledo. Es la primera vez que se conquista una gran ciudad musulmana.
El valle del Tajo y la submeseta sur, se conquistan en el siglo XII, y ofrecen condiciones totalmente distintas
al valle del Duero. Los habitantes son musulmanes, y la vida urbana es mucho más activa que en los reinos
cristianos. Se crean grandes señoríos territoriales. En estas zonas más expuestas, La Mancha y Extremadura,
la repoblación corre a cargo de los nobles y las grandes órdenes religiosas militares.
La Repoblación del Valle del Ebro
La repoblación del valle del Ebro por parte de Cataluña y Aragón tienen rasgos distintos con la castellana,
ya que este era un territorio muy poblado y los naturales eran musulmanes. Todas las ciudades conquistadas
tuvieron actas de capitulación en las que se establecía que la población musulmana debía abandonar su
recinto amurallado en un plazo de tiempo, aunque conservaban propiedades, costumbres y legislación. La
zona conquistada tras la formación de la Corona de Aragón se conocerá como Cataluña la nueva, en donde
no se impondrán los malos usos como en Cataluña la vieja, debido a los fueros favorables que se concedían.
Los cristianos que se establecían en esta zona lo hacían por concesión real.
La repoblación castellana en el siglo XIII
Al igual que en valle del Tajo, los musulmanes no convertidos huyeron hacia el sur, por lo que el vacío
demográfico fue organizada por la corona a través de las concesiones territoriales a la nobleza guerrera y a
las Órdenes Militares, constituyéndose los grandes latifundios
Para repoblar las ciudades se impulsó la formación de Concejos Reales mediante fueros y privilegios.
La repoblación de Valencia y Mallorca en el Siglo XIII
A diferencia que en Castilla los habitantes musulmanes se mantuvieron en el territorio, conservando sus
costumbres, religión y leyes, por lo que solo se organizó la propiedad de la tierra en manos de los grandes
señores y de las O.M. pero sin necesidad de estimular la repoblación masiva.
En Mallorca y en el litoral costero se instalaron catalanes, mientras que en el interior del Reino de Valencia,
fue repoblado por aragoneses.
Conclusión
Los instrumentos empleados en la colonización fueron:
Privilegios y fueros: Utilizados para atraer colonos para la repoblación de tierras de frontera. Había
distintos tipos de privilegios con el mismo objetivo:
- Cartas pueblas que eran contratos colectivos que fijaban las condiciones para el cultivo de las
tierras.
- Los fueros que determinaban los derechos de una ciudad o villa.
- Las cartas de franquicia que concedían ciertos privilegios, libertades o exenciones de impuestos y
cargas a los colonos.
Las órdenes militares dieron protección armada en estas zonas (sobre todo en las tierras al sur del
Duero) y obtuvieron propiedades, castillos y derechos sobre localidades enteras.
Capitulaciones: acuerdos o pactos locales con las poblaciones sometidas (musulmanes, judíos y
mozárabes) por los que se respetaban sus leyes, religión, costumbres y parte de sus propiedades. Se
fomentaba también la partida de musulmanes, que habían de vender sus tierras antes de marchar a
territorio musulmán o al norte de África; los más modestos, que no podían marchar por falta de
medios, vivían en barrios separados, las morerías.
71
Repartimientos: distribución de bienes y tierras en lotes que efectuaba el rey entre los
conquistadores. Se aplicaron sobre todo en el siglo XIII, a costa de los mudéjares que en muchos
casos se sublevaron y acabaron expulsados o convertidos en siervos.
con sus privilegios y modificando el paisaje, que se ve salpicado de innumerables núcleos urbanos de
modestas dimensiones. Estos nuevos centros si tienen una planificación urbana determinada. Son fruto de
una voluntad real que pretende reorganizar el espacio con la misma población existente en el mundo rural y
para ello ofrece beneficios a los futuros pobladores.
En 1095 se concede el Fuero a Logroño, pequeña población que desde mediados del siglo XI se había
convertido en una etapa importante en la ruta a Compostela, porque en ella se cruzaba el Ebro y se había
establecido un nutrido grupo de comerciantes y artesanos. Todavía a fines del siglo XI la ciudad solo
contaba con dos calles siendo el núcleo urbano de escasas dimensiones.
Nájera fue residencia de los reyes de Navarra desde el siglo X, en 1076 Alfonso VI otorgó un Fuero a la
ciudad, que ya contaba con un núcleo religioso y militar importante además de un burgo comercial.
Santo Domingo de la Calzada recibió el fuero que le permitió a su población organizarse como un centro
urbano a principios del siglo XIII.
Burgos adquiere verdadera importancia en el siglo XI, experimenta una expansión espectacular, se generan
arrabales se hace necesario ensanchar la muralla. Debido a que se convierte en una etapa importante de la
ruta de peregrinación, se construyen en su interior buen número de hospitales y hosterías.
Carrión alcanza gran desarrollo a lo largo del siglo XII. Buena parte de su población la constituían grupos de
extranjeros, incluso tenía una importante población judía.
Sahagún es una de las primeras en fundarse en torno a un monasterio. Sus pobladores eran de procedencia
castellana aunque también vivían gran variedad de extranjeros gascones, lombardos, bretones, ingleses, etc.
León tiene un aumento de su población así como de su actividad económica. Se construyen hospitales y
edificios religiosos que modifican el aspecto de la ciudad, aunque no alteran sustancialmente su planta.
La ciudad episcopal de Astorga que estaba encerrada en una muralla construida sobre la antigua fortaleza
romana, sufrió grandes transformaciones debido al tránsito continuado de peregrinos.
Así ocurrió, ante todo, en Jaca y Estella, «burgos» o enclaves inéditos hasta entonces en la recién unida
monarquía de Pamplona y Aragón, y reconocidos mediante fueros homólogos, dispensados por entre los
años 1076 y 1077.
Configuraban estos fueros una nueva clase de hombres «francos», es decir, «libres», capacitados para poseer
y enajenar bienes raíces en plena propiedad —como los infanzones—, beneficiarios de plenas garantías
procesales para sus personas y domicilio y responsables solamente ante el alcalde o juez privativo de la
respectiva colectividad. El vecindario formaba un concejo facultado para elegir su propio equipo de
gobierno o colegio de «jurados» con sus agentes subalternos, y capacitados además para dictar normas u
ordenanzas («cotos») relativas a la economía y policía locales.
En una primera fase el sistema urbano navarro, marcadamente lineal, viario o radicalmente «jacobeo» por
así decirlo, se nutrió sobre todo de oleadas humanas foráneas. La obtención de primeras materias precisas
para sus productos manufacturados generó en cada «burgo» la pronta institución del mercado, foco de
convocatoria, tráfico y desarrollo económico sus respectivas periferias rurales.
Al igual que Zaragoza, tanto Jaca como Huesca, Barbastro y Tarazona recibieron también el título de ciudad
desde la conquista cristiana. La población que ostentaba la concesión más antigua del reino fue Jaca, la
primera residencia regia a la vez que sede del obispado de Aragón desde 1042. El rey Sancho Ramírez le
otorgó fuero en 1077, convirtiéndola en ciudad. Después recibió privilegios para la celebración de feria
(1187) y mercado (1197)
Huesca fue una medina islámica conquistada por Pedro I en 1096. Cuatro años después el rey le otorgó
privilegios y franquicias y se trasladó allí la sede episcopal de Jaca, pasando a tener consideración de ciudad.
Las otras poblaciones aragonesas que recibieron el rango de ciudad no lo tuvieron desde la conquista sino a
partir del año 1300 en adelante; Albarracín, Calatayud, Daroca, Teruel y Borja.
EL PODER REGIO
Las monarquías feudales apenas tienen más poder que el que les confiere el mantenimiento de la fidelidad
de sus vasallos, sobre todo en la manifestación más importante que es el cumplimiento de la obligación del
auxilium: el acudir con su hueste cuando son requeridos para un servicio militar. La capacidad de hacer
cumplir esa obligación queda en la práctica en manos del vasallo, si este prefiere su fidelidad a otro señor o
ejercer el poder por sí mismo. La sanción de la felonía (incumplimiento de la obligación del vasallaje, bien
del señor, bien del vasallo) dependía de la capacidad militar efectiva del que la invocara.
Otra cosa era la sanción religiosa de la excomunión, que ponía en manos de la autoridad religiosa un
poderoso mecanismo, no menos eficaz por ser de origen espiritual.
La pobreza de recursos impositivos a disposición de los reyes era consecuencia de la ruralización en la
sociedad feudal y el escaso dinamismo económico de los excedentes de su producción. La base del poder de
los reyes consistía justamente en el reparto del patrimonio en tierras entre sus vasallos, en forma de feudo, lo
76
LA CURIA
Los monarcas de los territorios cristianos del norte de la Península consultaban con una minoría las
decisiones políticas del gobierno. En este contexto, el reino de León aparece como un lugar privilegiado,
dado que su prosperidad económica y burguesa, junto a su pleno desarrollo institucional, dando muestras de
ser una de las entidades políticas más desarrolladas de la historia europea.
En el año 1017, Alfonso V, celebra una curia regia de la que emanaron unos decretos generales, en vigor
desde 1020, que venían a complementar a la antigua normativa concedida por Ordoño II a los habitantes del
reino, conocido como Fuero de León. Pero esta asamblea no tuvo representación de todos los estamentos.
Tanto en el reino de León como en el condado de Castilla, a lo largo del siglo XI, coincidían con el principio
de cada reinado, para marcar un poco la pauta política del mismo. Sin embargo estos hábitos de consulta
calaron entre mercaderes enriquecidos de los burgos del reino, que aspiraban a un puesto en la política.
La Cortes de 1188 se convocaron por el problema de la sucesión al trono. A la muerte de Fernando II en
enero de 1188, la viuda del rey, su segunda mujer, Urraca López de Haro, intentó que reinase su propio hijo,
el infante Sancho Fernández, y no su hijastro Alfonso IX, que era hijo del primer matrimonio del finado
monarca leonés. El nuevo monarca pensaba acrecentar su legitimidad convocando una curia regia con
presencia de representantes de todos los estados sociales. Acababan de nacer las primeras Cortes generales
de un reino, de acuerdo al concepto medieval de la institución, pero también de acuerdo a los principios de
parlamentarismo que todavía hoy día se siguen en la mayoría de democracias del mundo occidental.
LAS CORTES
Eran asambleas políticas, en las que se reunían los tres estamentos representativos de la sociedad de la baja
edad media (estado nobiliario, estado eclesiástico y estado ciudadano ó burgueses), presididos y
convocados, por el rey. El estado, es considerado en éste momento, como un cuerpo político, del cual, la
cabeza es el rey, y los miembros, son los estamentos representativos de la población. En principio, eran
reuniones extraordinarias de la Curia Regia (Rey, Nobles y Eclesiásticos).Con la evolución social y
económica que sufren los reinos españoles, sobretodo, en las ciudades ó burgos, se consolida la intervención
del estado ciudadano ó burgueses, en las mismas, obteniendo así, la denominación de "Cortes".
Las del reino de León en 1188 son el parlamento más antiguo de Europa. Se discute si ya en 1160 hubo
Cortes en Castilla. En todos los reinos de España se llaman Cortes, incluido Portugal. Los reinos de Castilla
y León tienen desde su unión las mismas Cortes, que perviven en la Edad Moderna. Lo mismo que las
Cortes de Aragón, las de Valencia, las de Cataluña, las de Navarra y las de Portugal.
Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, aunque no son reinos, sino que están dentro del reino de Castilla, tienen cada
una sus Juntas (similares a las Cortes).
No eran permanentes. Cuando finalizan sus tareas se disuelven.
77
Sus competencias son la aprobación de las leyes, la concesión de los impuestos y la reclamación contra las
transgresiones.
Son la expresión todavía sin perfeccionar de la democracia tradicional, la democracia como participación en
el poder por parte del pueblo.
Composición
Las Cortes son estamentales como lo es la sociedad. Cada uno de los tres estamentos está representado por
una asamblea, aunque en el reino de Aragón el estamento nobiliario dispone de dos asambleas, una para la
alta nobleza y otra para la nobleza media de los caballeros. Los que representan al estado llano son los
procuradores de las ciudades con asiento en Cortes, enviados con mandato imperativo.
Convocatoria
Corresponde al rey. Las Cortes no son permanentes. Cuando finalizan sus tareas se disuelven. Por eso cada
reino crea su Diputación del General o Generalidad, que es una comisión permanente de las Cortes para
funcionar cuando no están reunidas, con la finalidad de velar por el cumplimiento de lo acordado.
Como precedente tenemos la creación en Cataluña en 1359 como organismo permanente, tras un
funcionamiento intermitente anterior, de la Diputació del General de Catalunya o Generalitat como comisión
permanente de las Cortes con la finalidad fiscal de recaudar e ingresar los impuestos concedidos.
Lo mismo se haría en los demás reinos de España. En Navarra, como existe la Cámara de Comptos, que se
encarga de la finalidad fiscal, no se crea hasta 1576 la Diputación del Reino de Navarra y se encarga de
mantener los fueros.
Competencias de las Cortes
Petición de leyes (aprobación de las leyes para ser firmadas y promulgadas por el rey).
Concesión del donativo o servicio (aprobación de los impuestos, que era para lo que las convocaba el rey).
Reparo de agravios (reclamación contra las transgresiones de las leyes: contrafueros).
Se debía publicar el "Cuaderno de leyes y agravios" como condición previa a la concesión del donativo.
Mandato imperativo
Los procuradores debían votar obedeciendo las instrucciones del municipio al que representaban. Al final,
en la Edad Moderna ya se conceden poderes generales a los procuradores para que no tuvieran que regresar
una y otra vez a obtener nuevos poderes.
Los señoríos de las órdenes militares fueron los últimos en instaurarse ya que las primeras órdenes aparecen
en el siglo XII aunque, como los anteriores fueron muy favorecidos por los grandes nobles y por la realeza
ya que no suponían, a priori, ningún riesgo para la continuidad de la Corona y eran una fuerza de choque
constante.
La autoridad de estos señoríos estaba bajo la tutela del maestre de ahí surge el concepto maestrazgo para
definir estos territorios.
Entre los laicos nos encontramos con los realengos que son los territorios bajo dominio de la Corona. Son
administrados por funcionarios del Rey. La calidad de vida de los súbditos de estos territorios es mejor que
la de los demás ya que sufren menos cargas y tienden a librarse de ellas antes.
Lose infantazgos que eran la concesión del Rey de un señorío a un Infante (propiedad que deja de ser
realengo aunque suele revertir a la Corona).
El señorío solariego sería el más similar al feudo; es en el cual el señor lo es gracias a la donación de la
tierra por el rey u otro noble o la propiedad de la misma por herencia.
El súbdito, aunque de condición libre, se convierte en casi siervo (salvo señoríos sobre población infanzona
como pasaba en el norte peninsular) y sufre todo tipo de cargas y gravámenes.
El señorío de behetría es, sin duda, el más peculiar de todos.
El término behetría parece haber derivado del concepto latino benefactoría pasando antes por el vocablo
benefetria/bienfetria.
Una behetría es la población cuyos habitantes eligen al señor y pactan las condiciones de dicho
sometimiento.
Existen dos clases de behetría:
Behetría de mar a mar: El pueblo puede elegir un señor de cualquier procedencia, “desde Vizcaya a
Sevilla”.
Behetría de linaje: El pueblo elige entre los nobles naturales de la zona (diviseros).
Este tipo de señorío es exclusivo del norte de la Península y aunque aparece en los reinos de Galicia y León
es más común del reino de Castilla y más concretamente de las tierras al norte del Duero.
Las tierras de behetría se reunían en merindades. La merindad era un ente administrativo que englobaba
varias poblaciones. Dicha comarca era dirigida por un merino.
Las behetrías van perdiendo su independencia ya que muchas de ellas se convierten en hereditarias,
perdiendo el poblador la capacidad de negociar y elegir señor.
El concejo era la reunión general de los vecinos que, en asamblea, decidían sobre el aprovechamiento
comunal de prados, bosques y montes vecinales con fines ganaderos y agrícolas, de los regadíos y de la
explotación del molino, el horno o el pozo de sal. También para actos administrativos, como para dar
autenticidad, fuerza y eficacia en derecho a los documentos que se redactaban en su presencia.
El concejo solía reunirse los domingos, después de misa. La llamada a concejo se realizaba mediante repique
de las campanas de la iglesia o mediante otro instrumento. Su asistencia era obligatoria, multándose al
vecino que no acudía.
Se solía nombrar un juez para presidir el concejo y aplicar el fuero y uno o dos alcaldes para administrar
justicia.
Se denominaba concejo abierto si a la reunión acudían todos los habitantes de la localidad que tuvieran la
condición de vecinos. Si sólo se reunían algunos vecinos destacados (boni homines), se denominaba concejo
cerrado.
79
El concejo abierto predominaba en León y en Castilla, mientras que en Cataluña predominaba el cerrado.
Orígenes y evolución
Aparece en el siglo X en el Reino de Asturias y León, en Navarra y en Cataluña, aunque más generalizado y
definido en su actuación en el primero.
La institución procede de la Conventus publicus vicinorum (Asamblea pública de vecinos) visigoda, y es
considerado como uno de los antecedentes del municipio, llegando a convertirse ambos términos en
sinónimos.
La concesión de algunas libertades a los pobladores de algunos lugares, a través de sus fueros, tuvo
influencia en la aparición del concejo. Con la concesión del fuero, los pobladores de la localidad accedían,
además de a otros derechos, como la libertad de residencia, a la posesión y aprovechamiento de bienes que
antes eran monopolio del rey o del señor.
Los vecinos, reunidos en concejo, van adquiriendo más capacidad de autogobierno, a costa de los
representantes del poder del señor. Así primero exigen que el dominus villae sea elegido entre los propios
vecinos, para llegar a su elección por el concejo, junto a otros cargos.
personales y territoriales y tienen ante la ley una categoría superior a la de los simples libres; sólo pueden ser
juzgados por el rey y su comitiva, y su testimonio tiene en juicio más valor que el de un simple libre.
Este ascenso social de los campesinos adquiere mayor categoría en el caso de Castrojériz, plaza fuerte
continuamente atacada, al equiparar el conde García Fernández en el año 974 a los caballeros villanos con
los infanzones (nobleza de sangre) y a los peones con los caballeros villanos de otras poblaciones.
La vida urbana era muy distinta de la vida del campo y, por lo tanto, las ciudades tuvieron que darse sus
propias leyes y su propia organización.
El gobierno de la ciudad era ejercido por un Concejo Municipal, cuyos miembros eran elegidos por las
corporaciones. Solían pertenecer a las familias patricias, esto es, las familias más antiguas y ricas. El
Concejo estaba presidido por un alcalde. El gobierno municipal cuidaba de la defensa de la ciudad y de la
seguridad pública, percibía los impuestos, administraba el dinero municipal, nombraba a los jueces y
jurados, administraba las escuelas y los hospitales y fijaba la política económica.
En un comienzo las ciudades dependieron del señor en cuyo territorio habían sido fundadas. A partir del
siglo XI, a veces mediante negociaciones otras con violentas luchas, obtuvieron gradualmente su
independencia, quedando sujetas directamente al rey. Los impuestos que las ciudades pagaban al rey
aumentaban su riqueza y, por lo tanto, también su poder sobre los nobles. Estas se convirtieron en aliados de
los reyes en su lucha por consolidar el poder central y quebrar la resistencia de la nobleza feudal.
Con el fin de reglamentar las actividades comerciales, los mercaderes se organizaban en asociaciones o
guildas. Sólo los miembros de una guilda estaban autorizados para vender sus mercaderías en determinados
distritos, de modo que gozaban de un monopolio en esa región. El tribunal de la guilda juzgaba los
conflictos entre miembros y castigaban a comerciantes deshonestos. La guilda ayudaba a sus socios en la
vejez y mantenía casas para los pobres.
Los artesanos tenían sus propias asociaciones, los gremios. Para cada actividad artesanal había un gremio
correspondiente: joyeros, zapateros, peleteros, armeros, etc.
Para poder ejercer oficio, era indispensable pertenecer a un gremio. Este fijaba los precios y reglamentaba la
cantidad y calidad de la producción. Se realiza el trabajo por el honor del oficio y no por afán de lucro.
La formación de un buen artesano tomaba largo tiempo. Un aprendiz entraba de niño al taller de un maestro
donde permanecía entre cinco y doce años. Vivía en la casa del maestro donde recibía comida y vestuario,
pero ninguna remuneración. Al terminar el aprendizaje se convertía en oficial y empezaba a recibir un
salario. Para completar su formación, los oficiales debían salir de viaje y trabajar en distintos talleres.
Vueltos a la ciudad natal, presentaban su obra maestra y rendían un examen para ascender a maestros. Las
ciudades y los gremios muchas veces establecieron tratados y alianzas con otras ciudades y otros gremios
para concederse mutuos privilegios y unir sus fuerzas en la lucha contra los piratas, los salteadores de
caminos y las ciudades rivales.
Con el desarrollo de la ciudad y de la población urbana apareció un elemento nuevo en la sociedad europea.
El habitante de la ciudad o burgo, el burgués, a diferencia del noble, estaba interesado en el comercio y el
trabajo y no en la guerra. En la ciudad no existía la servidumbre: "El aire de la ciudad hace libre". Los
vecinos eran hombres libres que se sentían orgullosos de sus derechos, de su riqueza y de su poder.
Canónico. Esto enfrentó a la autoridad eclesiástica con el Emperador por el poder, hasta la firma del
Concordato de Worms, en el siglo XII, donde se definieron las atribuciones de ambos poderes.
Nacieron en este período dos órdenes religiosas con gran influencia en Europa: la de Cluny y la de Císter.
La de Cluny fue organizada bajo el estricto cumplimiento de la regla de San Benito, que se basaba en la
confesión pública de los pecados, el silencio, la oración, combinada con el trabajo manual y la repetición de
los salmos. Nació en el año 910, cuando el duque de Aquitania, conocido como Guillermo el Piadoso, fundó
un monasterio en la localidad de Cluny, bajo la protección directa del Papa, con el fin de evitar que cayera
bajo la autoridad del obispo local.
La protección dispensada a Cluny por la monarquía hispana es bien conocida, tanto en lo referente al
generoso censo de Fernando I y Alfonso VI o la liturgia cluniacense por los reyes leoneses, como a la
donación de dos terceras partes de los prioratos cluniacenses en estos reinos – Nájera, Dueñas, Villafranca,
Pombeiro, Rates. En Nájera fue enterrada la reina Blanca, en Carrión fueron armados caballeros Alfonso
VIII y Alfonso IX; un hijo de Fernando II fue prior de Ciudad Rodrigo…
Los prioratos intentaron crear lazos espirituales que reforzasen su contacto con servidores, vasallos y
vecinos. Se conoce la participación de los habitantes de la comarca en las fiestas principales de los prioratos
y la constitución de una cofradía, que reunía a clérigos y laicos de la comarca, en torno a San Martín de
Jubia (1190). Los cofrades trabajarían en la reedificación de la iglesia; a cambio obtendrían indulgencias,
serían partícipes en las buenas obras que se hiciesen en ese monasterio y en todos los cluniacenses ; los
monjes rezarían por los difuntos y celebrarían anualmente un treintenario en el que alimentarían un pobre
diariamente. Con ello los cofrades conseguían de forma colectiva beneficios similares a los ofrecidos a los
reyes y nobles leoneses un siglo antes
La de Císter, surgió en el siglo XI, merced a la labor del abad Roberto, instalado en Cister, bosque de
Francia, donde estableció un monasterio, donde inspirados también en la regla de San Benito, luego tomaron
el nombre de bernardos, en honor a San Bernardo, uno de sus mayores exponentes.
La expansión del Cister en España fue paralela a la de las Ordenes Militares. Existieron 47 monasterios,
entre ellos, Poblet, Santas Creus y Alcobaça.
En líneas generales, y siguiendo las prescripciones de la regla, las abadías se establecen lejos de las grandes
vías de comunicación. El propio Cocheril ha fijado, de acuerdo con su emplazamiento, tres modelos: abadías
de montaña, de meseta y de depresiones y litoral. A este último grupo pertenecerían algunas de las más
importantes. No se puede, sin embargo, fijar una evolución uniforme para todas ellas, ni en lo espiritual ni
en lo económico. En este segundo aspecto, el desarrollo queda condicionado por una serie de factores:
capacidad de atracción de mano de obra servil, influencias a ejercer sobre los contornos, extensión que
pueda adquirir el dominio, etc.
Posteriormente surgieron nuevas órdenes, llamadas mendicantes, como los franciscanos y los dominicos,
que a diferencia de otros religiosos no debían establecer su residencia en un lugar fijo, actuando como
predicadores, misioneros, inquisidores, canonistas, teólogos o intelectuales.
Ambas datan de comienzos del siglo XIII. La primera se debe a San Francisco de Asís, basada en las
virtudes de la fe y la caridad. La segunda, a Santo Domingo de Guzmán, quienes renunciaron a los bienes
terrenales, combaten la herejía y usan el conocimiento como medio de lograr sus aspiraciones religiosas.
Estas órdenes religiosas imponen la regla de la pobreza no sólo de los individuos, sino también de los
conventos, y obtienen lo necesario para su mantenimiento de la limosna de los fieles.
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Las primeras fueron las de los carmelitas, franciscanos, dominicos y agustinos. Posteriormente se le
añadieron los mercedarios, los trinitarios, los servitas, los jerónimos y los hermanos de San Juan de Dios. El
concilio de Trento permitió a las órdenes mendicantes la posesión de rentas, pero les prohibió la posesión de
beneficios eclesiásticos.
Los mendicantes se establecían en el corazón de las ciudades para atender espiritualmente a una población
urbana en constante crecimiento.
Les caracteriza la adopción de la pobreza absoluta, tanto individual como colectiva, respondiendo a la
aspiración del momento de volver a una Iglesia pobre, cómo la de los primeros tiempos. Al negarse a poseer
bienes, recurrían a la mendicidad para obtener lo imprescindible para poder vivir. De ahí viene el nombre.
Aunque con el tiempo, y por la necesidad de asegurar la permanencia espiritual se mitigo esta pobreza
aceptando lo pobreza colectiva y el uso de rentas.
Por último, respondían a la urgente necesidad de predicar como medio de contrarrestar la influencia de los
herejes. Y para que la predicación estuviese siempre dentro de la ortodoxia y poder contestar eficazmente a
estos se consideró que los mendicantes debían de tener una buena formación religiosa e intelectual. Este será
uno de sus grandes rasgos definidores: la preocupación por la cultura y la enseñanza.
ocasiones decisiva. Llegaron a poseer grandes señoríos, conocidos como Maestrazgos, participaron de los
grandes beneficios de la Mesta, y alcanzaron una gran riqueza que atraería a numerosos nobles.
La Orden de Calatrava
La Orden de Calatrava fue fundada en 1158 a instancia de Sancho III, y aprobada por el Papa Alejandro III
en 1164, para defender esta plaza por su importancia estratégica como baluarte avanzado de Toledo. La
Orden alcanzó su afianzamiento definitivo tras la batalla de las Navas de Tolosa (1212), cuando fijó su sede
en la nueva fortaleza de Calatrava la Nueva (1218). En poco tiempo, sus grandes recursos humanos y
económicos dieron a la Orden un enorme poder político y militar, que duró hasta el final de la reconquista.
Disponía de tierras y castillos a lo largo de toda la frontera de Castilla, ejerciendo un señorío feudal sobre
miles de vasallos. Además, disfrutaba de gran autonomía. En 1477 Fernando el Católico logró ser elegido
Maestre de la Orden, con lo que sus bienes se incorporaron a la Corona de Castilla.
Orden de Santiago
La Congregación de los Fratres de Cáceres fue creada en 1170, y reconocida por el Papa como Orden de
Santiago en 1175. Colaboró activamente en la reconquista y la repoblación de las comarcas de Teruel y
Castellón. Alfonso VIII le cedió Uclés (1174) Moya y Mora (1211), a los que luego se sumaron Osa y
Montiel. Combatieron en las Navas de Tolosa (1212) y obtuvieron de los sucesivos monarcas castellanos
privilegios que les permitieron repoblar extensas regiones en Andalucía y Murcia.
Ya en el siglo XV, trasladó su radio de acción a Sierra Morena, pasando a convertirse Llerena (Badajoz) en
residencia habitual de sus maestres. Por otro lado, se vio con frecuencia implicada en las luchas internas del
reino de Castilla, al mismo tiempo que sus inmensos bienes la obligaron a sostener las pretensiones de la
monarquía. Finalmente los Reyes Católicos la unieron a la Corona en 1493.
Orden de Alcántara
La Orden de Alcántara surgió en León a mediados del siglo XII (1177) con el nombre de San Julián de
Pereiro, para oponerse al peligro almohade. En 1218 recibió los bienes que poseía en el reino de León la
Orden de Calatrava, entre ellos la población de Alcantara. A raíz del establecimiento de su sede central en
esta villa, el primitivo nombre de Orden de San Julián fue desapareciendo hasta que en 1253 sus maestres se
titulaban "maestres de la orden de Alcántara".
La Órden de Alcántara ejerció su actividad principalmente en la zona extremeña, donde se concentraban la
mayor parte de sus posesiones: Navasfrías, Valencia de Alcántara, comarca de la Serena, Trujillo, Zalamea,
etc. Participó en las campañas andaluzas de Fernando III, aunque apenas recibió donaciones en esta región.
Participó también en la lucha entre Pedro I el Cruel y Enrique de Trastámara, aunque la potencia militar de
la Orden fue menor que la de sus hermanas de Santiago y Calatrava debido a sus menores posesiones
territoriales y, en consecuencia, su menor poder económico.