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La función de la prensa en torno a los intelectuales

y el poder durante el porfiriato 1867 – 1910


(Una aproximación bibliográfica)
Héctor Díaz Zermeño

The role of the press: intellectuals and power during


the porfiriato 1867 - 1910
(A bibliographical approach)

Resumen
Se inicia precisando los conceptos motivo del artículo, para luego mostrar la función que la prensa representó
para el poder porfirista a través de una oligarquía de intelectuales, quienes, además de pertenecer al grupo de
científicos que disfrutaron del poder porfirista, también contribuyeron a sostener a su mecenas, al mismo tiempo
que participaron en la contienda por defender la Escuela Nacional Preparatoria, motivo de acaloradas discusio-
nes, acusaciones y sostén de la misma en contra de sus detractores personales e institucionales; destacando la
obra educativa de sus creadores a quienes se encargó el Presidente Porfirio Díaz de recompensar dándoles la
dirección de la misma.

Palabras Clave: función de la prensa, intelectuales, poder político


Abstract
This paper begins specifying the main concepts in it and continues explaining the role the Press played for Por-
firian power and which was represented by an oligarchy of intellectuals, who, besides belonging to the group of
the Scientists that enjoyed Porfirian power, they also contributed to sustain their Maecenas, while participating in
the battle to defend the National Preparatory School, a source of heated discussions and accusations, becoming
the pillars against its personal and institutional detractors, thus enhancing the educational work of its founders
and to whom President Porfirio Diaz rewarded by giving them the direction of the School.

Keywords: role of the Press, intellectuals, political power


Introducción
Por prensa entenderemos el conjunto de las publicaciones periódicas y en particular las diarias que de una u otra
forma apoyaron el gobierno de Porfirio Díaz, así como a los intelectuales que agradeciendo su padrinazgo y justi-
ficando a la élite burguesa del momento, desde la cúspide del poder de la Escuela Nacional Preparatoria, también
se vieron atacados, constituyéndose esta institución en el eje de la polémica del porfiriato.
Como intelectuales consideramos a los que se dedicaron con preferencia al cultivo de las ciencias,1 a la docen-
cia y los que con mayor pasión, pero no menos inteligencia, encauzaron sus conocimientos en la acción política
nacional, siendo algunos de ellos, además de visionarios sociales, figuras mediáticas2, que dedicaron parte de su
vida a la dirección de la Preparatoria.
A partir del seguimiento de las observaciones que sobre la correlación de estos tres elementos se han hecho
en diferentes obras hemos elaborado la ponencia que ahora presentamos, destacando de la prensa su función
como orientadora de la ciudadanía, como medio de apoyo y sostén del régimen político porfirista, igual que
justificadora de la burguesía o bien, como un instrumento de la oposición para combatir, debatir, desprestigiar

1
Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española. España, Madrid, XXI Edición, Unigraf, 1993, p. 831.
2
Carlos Monsivaís, Aires de Familia, Cultura y Sociedad en América Latina, Barcelona, Anagrama, 2000, p. 248.

multidisciplina núm. 8, 2010, pp 49-57 51


Héctor Díaz Zermeño

y provocar aversiones en contra de la postura positivista de la educación cuyo eje fueron los directores de la
Preparatoria, lo cual nos da, al mismo tiempo, la idea de una cierta libertad de prensa y de expresión de las ideas
durante el porfiriato.

Positivistas, educación y política concatenados


En torno al control de la sociedad ideologizada

Para Leopoldo Zea, del primer grupo de la Sociedad Metodófila Gabino Barreda, destacarían los estudiantes Por-
firio Parra, Miguel S. Macedo, Luis E. Ruiz y Manuel Flores que serían los maestros de la segunda generación
de positivistas, en los que se encontraría el ingeniero Agustín Aragón, quien se hizo positivista a raíz de la lectura
de dos de los trabajos publicados por la asociación.3
Miguel S. Macedo contribuiría como uno de los directores del partido político de los científicos porfiristas con
una obra en la que al mismo tiempo se mostraría como uno de quienes cierran los eslabones del poder intelec-
tual y del político: el Ensayo sobre los deberes recíprocos de los superiores y de los inferiores, con una teoría en
la que se establecen las obligaciones de unos y otros. Ésta constituiría la justificación del lugar que ocupan en la
sociedad o que quieren superar,4 asociada a la del darwinismo porfirista, destacada por otro teórico del positi-
vismo Manuel Ramos, quien sostenía que no debían sobrevivir sino los más fuertes física o intelectualmente. Al
gobierno no debería preocuparle el que perecieran o no los débiles, ya que ello redundaría en bien de la sociedad.
Así no aumentaría el número de los menos aptos5 y se enmascaraba la ideología de la burguesía mexicana.6 Los
positivistas querían acabar con la anarquía y crear un nuevo orden: el de la burguesía mexicana y el progreso a
través de la educación.
Quienes se opondrían a esta concatenación de eslabones en torno al control de la sociedad por los positi-
vistas, según Horacio Barreda, hijo de Gabino, eran dos grandes grupos que se oponían a la reforma educativa
de su padre: por un lado los clericales y la doble clase conexa de los abogados y literatos quienes se lanzaban al
ataque en nombre de la moral, de la enseñanza clásica y de las entidades destronadas,7 situación que se dio al fin
del porfiriato y que mostraremos a través de la lucha por el control de la educación superior que tuvo su principal
tiro al blanco en la Escuela Preparatoria –desde ahora EP-. El campo de batalla se reflejó en la prensa de la época,
tratada en forma cronológica-narrativa inmejorable por la Dra. Clementina Díaz y de Ovando.

La batuta positivista en manos de justo sierra y la prensa periódica

En noviembre de 1876 Justo Sierra formó parte del partido derrotado para la presidencia de José María Iglesias,
de modo que desde entonces y hasta principios de 1878 se vio sumido en el silencio y la inactividad, después de
haber participado en la vida pública, política e intelectual del país durante casi diez años.
En tal situación, decidió apoyar con sus consejos a Porfirio Díaz, para que en los dos años que faltaban, saliera
de las elecciones presidenciales de 1880 un gobierno cuya constitucionalidad fuera intachable. En forma para-
dójica y todavía con el slogan de la libertad, el orden y el progreso, Porfirio Díaz y Sierra celebraron un pacto de
caballeros: el primero daría el dinero para sostener un periódico y el segundo aceptaría escribir en la prensa según
su propio albedrío, seguro como estaba de que los gobiernos fuertes eran los que no temían la verdad y los amigos
de esos gobiernos eran los que sabían decirla.8

3
Leopoldo Zea, El positivismo en México. Nacimiento, apogeo y decadencia. México, Fondo de Cultura Económica, 1968, p. 151.
4
Ibidem, p. 166.
5
Ibidem, p.175.
6
Ibidem, p.177.
7
Ibidem, p. 202.
8
Daniel Cosío Villegas, La Constitución de 1857 y sus críticos. Prólogo de Andrés Lira. México, El Colegio de México, 1973, pp. 22-23.

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Humanidades
La función de la prensa en torno a los intelectuales y el poder durante el porfiriato 1867 – 1910
(Una aproximación bibliográfica)

El medio sería el periódico La Libertad, tomado por don Justo para escribir como hombre público, analista
político y como abogado promotor de las reformas que el país necesitaba, imán de hombres que pudieran trans-
formarse en gobernantes9. Para Daniel Cosío Villegas no fue la libertad de México la que dio el nombre al diario,
sino la de Justo Sierra para aconsejar, entre otras cosas, la restricción de la libertad política de los mexicanos. Fue
un nombre que la historia justificó de sobra, ya que Díaz nunca trató de orientarlo, escuchando y respetando las
duras críticas que le hicieron. Sierra por su lado jamás se sintió embarazado para escribir con independencia,
como no fuera por su sentido de responsabilidad y con el afán de hacer el bien público.10 Con La Libertad, Sierra
creció a la altura de los más encumbrados, reafirmando un trato de interpares con los políticos e intelectuales
de la época. El periódico principió en 1878 con Sierra y Telésforo García, a los cuales se vinieron añadir otros dos
subsidiados por el mismo régimen, El Universal y El Imparcial.11
De hecho, la relación de Telésforo con Sierra databa desde 1872, a tal grado que el segundo publicó en El
Federalista un soneto de tono jocoso sobre la calva de García, quien respondió con otro, igualmente gracioso,
en el que hizo referencia a la corpulencia de Sierra. Su afinidad intelectual los llevó a colaborar en publicaciones
como El Precursor y La Época, y tomar partido por José María Iglesias en la disputa de éste con Sebastián Lerdo
de Tejada por la presidencia de la República de 1876.12
La Libertad consideraba que en México había sido tan nefasto el federalismo excesivo como el absoluto cen-
tralismo y propuso como única solución la conciliación de ambas corrientes. Era necesario establecer una perfecta
unidad a pesar de la diversidad.13
En el polo opuesto El Tiempo señaló el apoyo que el gobierno prestaba a La Libertad, en junio de 1884, ya
próximo a desaparecer, indicando que con facilidad se podía ver a contraluz que estaba impreso en el mismo
papel del Diario Oficial.14 También El Tiempo, advirtió a los católicos lo ilícito que era la lectura de periódicos im-
píos como El Siglo XIX, El Partido liberal, El Universal, La Patria Mexicana y El Monitor Republicano entre los más
importantes, todos subvencionados por el gobierno con excepción del último.15

El grupo antipositivista

Así surgió el antipositivista integrado por los liberales José María Vigil, director de La Prensa y La República diri-
gido por Ignacio M. Altamirano, quien salió de La Libertad, rompiendo con Sierra. También Manuel Payno, quien
como Secretario de Hacienda trató de limitar el presupuesto para la EP.
Vigil, a través de las columnas del Monitor defendió las ideas del liberalismo y se opuso a las del positivismo
mexicano combatiendo su teoría educativa y su plan político, acusando a los redactores de La Libertad de ir contra
la libertad que había sostenido la revolución de los hombres de la reforma, acusación en cierto modo justificable.16
Por el lado de los católicos, destacaron en sus críticas Francisco Pascual García, Trinidad Sánchez Santos, José
María de Jesús Portugal, quienes igual que Vigil mostraron el carácter dogmático del positivismo y su inconstitu-
cionalidad. Trinidad hizo numerosas críticas desde el periódico El País, del cual fue director.17

9
Ibidem, p. 23.
10
Ibidem, p. 24.
11
Daniel Cosío Villegas, Historia Moderna de México. El Porfiriato. La vida social. México-Buenos Aires, Editorial Hermes, 1970, p.676.
12
Gabriel Rosenzweig, Prólogo, selección y notas. Un liberal español en el México porfiriano. Cartas de Telésforo García a Emilio Castelar, 1888,
1889. México, CONACULTA, 2003, pp. 16-17.
13
Carmen Sáez Püeyo, Justo Sierra. Antecedentes del Partido único en México. México UNAM; Fac. de Ciencias políticas y Sociales – Miguel
Ángel Porrúa, Librero-Editor, 2001, p. 33.
14
Cosío, Historia Moderna de México, El Porfiriato, La vida social, op. Cit., p. 676.
15
Ibidem, p. 677.
16
Leopoldo Zea, op. Cit., pp. 256-257.
17
Ibidem, p. 441.

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Héctor Díaz Zermeño

Los positivistas en la prensa

Quienes más influyeron en la orientación ideológica de La Libertad fueron, obviamente, Justo Sierra y Telésforo
García, dueño y editor del diario; Porfirio Parra, Francisco Gómez, Ignacio M. Altamirano hasta su ruptura con Sierra;
Manuel Gutiérrez Nájera, Eduardo Garay, Genaro Silva; los corresponsales, León Guzmán; el hermano de don Justo,
Santiago Sierra y otros que estuvieron ligados directa o indirectamente con la EP y por ende con la educación supe-
rior, como Luis E. Ruiz, Manuel Flores y Eduardo Garay.18 William Raat hace la acotación de que si La Libertad trató de
divulgar en cierta forma la filosofía de Comte y de Spencer, más bien su posición fue la del ciencismo.19
Flores, discípulo directo de Barreda, escribió también en El Mundo Ilustrado, donde su interés se centró en
desarrollar una filosofía conciliadora que estimuló la preocupación de Díaz por la paz y el progreso industrial,20 eje
también de su Tratado, así como su idea de la vigencia del orden legal para lograr el bien social.21
Antes de seguir adelante debemos subrayar que si el primer director, Gabino Barreda había estado al frente
de la dirección de la Preparatoria desde 1867 hasta 1878, siendo sucedido por Alfonso Herrera que estuvo de
1878 hasta agosto de 1885 ambos dejarían el poder por cuestiones políticas. El tercer director, de forma interina
fue don Justo Sierra.
Según Clementina Díaz y de Ovando, Alfonso Herrera igual que su antecesor Barreda, tuvo que renunciar y el
23 de enero La Época participaba en su salida a los Estados Unidos, al mismo tiempo que El Tiempo censuraba el
nombramiento de Castañeda y Nájera como el nuevo director22. Sin embargo, Justo Sierra, fungió como interino
de agosto de 1884 hasta principios de enero de 1885.
De hecho, en el Boletín de El Monitor Republicano del jueves 21 de agosto de 1884, se informó que unos días
antes había tomado posesión de la dirección de la EP, don Justo Sierra, por designación presidencial, lo cual vino
a exacerbar los ánimos de los estudiantes, ya que ésta pasaba por encima de la asamblea de profesores, quie-
nes habían nombrado un comité de tres profesores, entre los cuales, según el reglamento, se debía escoger un
subdirector que reemplazara al director en caso de ausencia de éste y, en el que por supuesto no estuvo Sierra.23
El amarre de los eslabones entre poder político, institucional e intelectual quedó patente cuando se agudizó
la situación crítica. Más se evidenció el 23 de enero de 1885, al subir a la dirección Vidal y Castañeda, dando mo-
tivo a la publicación de un artículo intitulado Quien Siembra vientos, exagerando sus protestas, contra los abusos
cometidos con la juventud estudiosa, donde se apuntalaba lo siguiente:

El gobierno del Sr. Díaz no sólo persigue( a la juventud), sino que trata de exterminarla por
completo, recurriendo a todos los medios que proporciona el poder y la fuerza. Los alumnos de las
escuelas nacionales han sido privados de sus becas, se les ha lanzado a la calle condenándolos a
la mendicidad, se les impone un profesor que repugna su patriotismo, y por último, un coronel de
caballería, el C. Vidal Castañeda y Nájera va a intervenir como director en la primera escuela que
tiene la República. El reglamento de la Escuela Nacional Preparatoria será indudablemente susti-
tuido por la tiránica ordenanza militar y el templo de la ciencia degenerará en cuartel.24

De esta forma, pues, llegamos a Vidal de Castañeda y Nájera como cuarto director y que duraría de 1885
hasta 1901. Siete años antes, el furibundo Lerdista, no acababa de tomar posesión, cuando los estudiantes de
18
William Raat, El positivismo durante el Porfiriato (1876-1910). Versión castellana de Andrés lira. México, SEP/SETENTAS, No. 228, 1975,
pp. 42-43.
19
Ibidem., p. 45.
20
Ibidem, p. 52.
21
Cf., Héctor Díaz Zermeño, Las raíces ideológicas de la educación en México, durante el porfiriato. México, Universidad Nacional Autónoma de
México, E.N.E.P. ACATLÁN, 1994.
22
Clementina Díaz y de Ovando, La Escuela Nacional Preparatoria. Los afanes y los días, 1867-1910. México, U.N.A.M. Vol. 1, 1972, p. 140.
23
Claude Dumas, Justo Sierra y el México de su tiempo. 1848-1912. Tomo I, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1986,
pp. 224-236.
24
Ibidem, p. 235.

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La función de la prensa en torno a los intelectuales y el poder durante el porfiriato 1867 – 1910
(Una aproximación bibliográfica)

inmediato manifestaron su inconformidad a su nombramiento porque lo consideraban un hombre enérgico y


dispuesto a restaurar a toda costa el orden en el plantel, además de que tenía el pecado imperdonable de ser
cuñado de Telésforo García, publicista español a quien la prensa independiente acusaba de haberse enriquecido
con la emisión del níquel y de haberse beneficiado con el negocio de la deuda inglesa, usando a su periódico La
Libertad para tal propósito el año anterior. De cualquier forma quedó como director, con el tinte de intransigente,
por lo que daría motivo a más de un alboroto durante su gestión.25
El Tiempo, fue una espinilla clavada en don Justo, a quien estaría atacando sin piedad, así como a las reformas
del plan de estudios implementadas por Vidal, quien trató de restablecer lo más que pudo las mutilaciones que
sufriera en 1881, en contra del plan original de Barreda.26 Además, valido del suicidio de uno de los alumnos, el
23 de junio de 1885, El Tiempo volvió a atacar el susodicho plan27 y luego el 6 de septiembre lanzó su ira contra la
filosofía positiva, el texto de lógica y sus seguidores: Barreda, Flores y Justo Sierra.28
Ya en 1888, el 12 de febrero, El Partido Liberal, señalaba que, aún cuando se había logrado que dentro del
plantel los estudiantes se comportaran como seres educados, algunos de ellos lo desprestigiaban al instalarse en
la calle y esquina del Colegio de la Encarnación y con un lenguaje subido de tono molestaban a las señoritas y
niñas que asistían a éste, llegando inclusive a arrojar piedras y objetos por las ventanas, con riesgo de romper la
cabeza a algún estudiante.29
De cualquier forma don Porfirio siguió su política de apoyo decidido a Sierra, al positivismo y a los maestros
dispuestos a promover la educación nacional, de tal suerte que consecuente con ello colaboró en la organización
de los dos célebres congresos de Instrucción Pública de 1890 y 1891, estando don Justo a la cabeza del segundo,
del cual saldrían actualizados y más que motivados sus participantes. Por supuesto que un año después, cuando
la Convención Nacional designó como su candidato a la presidencia al Gral. Porfirio Díaz, el programa político
presentado el 23 de abril, fue firmado por Justo Sierra y el director de la Preparatoria, Vidal Castañeda, así como
por Manuel María de Zamacona, Sóstenes Rocha, Rosendo Pineda, Carlos Rivas, José Yves Limantour, Francisco
Bulnes y Emilio Álvarez,30 amarrando así al círculo de poder de la educación superior, el del mismo poder político.
Pequeño fue este ataque a los porfiristas, comparado con el continuo que sufrió el director Vidal Castañeda
y Nájera por parte de la prensa independiente quien como señala la Dra. Clementina Díaz y de Ovando, “no le
dio nunca tregua ni reposo. Allegado y protegido del presidente Díaz fue blanco de constantes ataques”,31 así por
ejemplo en El Demócrata, cuyo director propietario era Francisco R. Blanco y el director Joaquín Clausell, de 18 de
febrero de 1893 se criticó la disciplina casi militar impuesta por el director, así como la altanería de los prefectos,
a lo cual respondieron los mismos prefectos desmintiendo tales aseveraciones en El Partido Liberal,32 periódico
subvencionado y órgano político de Manuel Romero Rubio, de 24 de febrero.
Durante buena parte del año de 1896 la lucha de los periodistas enemigos de los positivistas se hizo patente con
mayor fuerza, provocando el rumor de que renunciaría el Coronel Vidal, director de la EP, debido al régimen de
cuartel que había impuesto en el plantel y por los escándalos de los estudiantes, lo cual podría provocar otra
revolución como la de 1876. Vidal, ya molesto, denunció ante los tribunales y a nombre de los alumnos prepa-
ratorianos, por difamación y calumnia a los siguientes periódicos: El Universal, El Monitor Republicano, El tiempo
y El Noticioso. Por lo mismo, fueron encarcelados Manuel Villa y Francisco Zárate de El Monitor. También Ángel
Pola, director de El Noticioso y Vicente García Torres de El Monitor Republicano. Finalmente fueron dejados en
libertad después del pago de una multa y de ser absueltos por la autoridad correspondiente.33
25
Clementina Díaz y de Ovando, op.cit., p. 140.
26
Ibidem, p. 142.
27
Ibidem, p. 148.
28
Ibidem p. 152.
29
Ibidem, p.161.
30
Ibidem, p. 172.
31
Ibidem, p. 179.
32
Ibidem, pp. 179-180.
33
Ibidem, pp. 189-195.

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Héctor Díaz Zermeño

Durante ese mismo año el Ministro Joaquín Baranda fue atacado por la prensa antipositivista, por lo cual y
para demostrar lo infundado de los ataques, puso gran esfuerzo en la modificación de la enseñanza preparatoria-
na, asunto que dejó en manos de Ezequiel A. Chávez.34
Desde entonces aparecerían nuevos periódicos que se ocuparían y defenderían a la EP como El Mundo, El
Imparcial y El Popular que reemplazarían la obra de otros recién desaparecidos: El Partido liberal, La Revista Azul,
La Paz Pública y La Vanguardia. Todo ello nos evidencia, una vez más, la lucha entre los diferentes círculos del
poder que ambicionaban el control de la educación superior y los nuevos periódicos darían la cara por defender el
nuevo plan de estudios el año de 1897, durante el cual El Tiempo se distinguiría otra vez por sus ataques durante
los meses de enero y febrero.35 Chávez defendería sus reformas en México, Su Evolución Social que se publicaría
en Barcelona en el año de 1901. Uno de los principales ataques era el de El Nacional, quien subrayaba que el
hecho de hacer gratuita la enseñanza profesional provocaba una gran abundancia de abogados y médicos que
terminaban en la empleomanía, siendo que lo que necesitaba el país eran personas preparadas para dirigir las
industrias y explotar las riquezas naturales que estaban sobre todo en manos de extranjeros.36
Durante el año de 1901, algunos jacarandosos estudiantes participaron y organizaron fiestas para celebrar la
entrada del siglo XX, encargándose de la velada literario-musical. El Imparcial recordaría que el 21 de enero el di-
rector Vidal Castañeda y Nájera cumplía 16 años en tal función, destacando su labor material y moral. A mediados
de año, so pretexto de una comisión recibida del supremo gobierno, Vidal dejó la dirección del plantel, disimulan-
do la verdadera causa de su separación del puesto que era una grave enfermedad que le aquejaba.
Después de la gestión de Vidal, fueron varios los directores entre 1901 y 1910, siendo Manuel Flores quien la
ocupó mayor número de veces.
Éste sustituyó de modo interino a Vidal. Flores fue discípulo, admirador y biógrafo de Gabino Barreda. Tomó
posesión el 16 de junio de 1901,37 casi un mes después de que muriera Vidal.
Más que como médico, Manuel Flores destacó por sus escritos de carácter positivista, capitalista e industrial
a favor del régimen de Porfirio Díaz –como lo subraya William Raat en su obra sobre el positivismo- publicados en
El Imparcial, El Mundo Ilustrado, Excelsior, Revista de Revistas, La libertad y El Republicano.38
Como miembro fundador de la Sociedad Metodófila y dentro de la corriente liberal se pronunció en contra
de todo lo que no fuera demostrable científicamente. Cuando Manuel Flores se encargó de la sección científica
del periódico La Libertad junto con Porfirio Parra, Luis E. Ruiz y Justo Sierra, fue atacado con saña en la misma
publicación debido a sus colaboraciones en contra de la reacción mexicana.39
Durante el año de 1885 el periódico El Tiempo atacó con mayor encono al grupo de Flores en torno a la discu-
sión sobre el libro de lógica de la EP, puesto que favorecía los textos de carácter positivista, calificando a Manuel
Flores de inmoral y ateo.40
De esta forma llegamos al año de 1901. Con cierta tranquilidad política, según El Diario del Hogar del 2 de
junio, se reanudaron las conferencias de la Sociedad “Ignacio Ramírez”, en las cuales participarían Justo Sierra,
Ezequiel A. Chávez, Agustín Aragón y Manuel Flores,41 lo cual nos muestra que en este tipo de reuniones se des-
vanecieron, en cierto modo, los antiguos partidismos de positivistas y antipositivistas.
Sin embargo, no podía pasar un año sin que la prensa clerical se abstuviera de criticar a la EP, por lo que en
noviembre de 1903, El Imparcial se encargó de desmentir las acusaciones que se daban en contra de ella por
violaciones a la libertad de enseñanza, petulancia del grupo científico y los males para el porvenir de la patria que
34
Ibidem, p. 197.
35
Ibidem, pp.198-199.
36
Ibidem, p. 201.
37
Ibidem, p.224.
38
William Raat, op. Cit., p. 96. y Diccionario Porrúa, Historia, Biografía y Geografía de México, 4ª. Edición. México, Editorial Porrúa, S.A., 1976,
vol. 1, p. 780.
39
Clementina Díaz y de Ovando, op. Cit., vol. II, p. 110.
40
Ibidem, vol. I, pp. 152, 253-254 y vol. II, p. 270.
41
Clementina Díaz y de Ovando, op. Cit., vol. I, p. 227.

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La función de la prensa en torno a los intelectuales y el poder durante el porfiriato 1867 – 1910
(Una aproximación bibliográfica)

se derivaban de su plan de estudios. Según El Imparcial, la prensa conservadora, además de ardida hablaba sólo
de oídas, pues no había tomado la molestia de comprobar en la EP, con datos, los informes que le habían propor-
cionado los alumnos quejosos y sus familias.42
A pesar de todos estos ataques, Flores siguió en la dirección de la EP hasta fines de julio de 1904.
Schultz, quien lo sucedió, nació en 1851. Falleció en 1922 en la ciudad de México. Estudió en la Academia de
San Carlos y en la EP. Dio clases de primaria e impartió cátedra de geografía, historia y cosmografía en la Normal
para profesores y en la EP.43 Después del último ataque y defensa de la Preparatoria, todavía en manos de Manuel
Flores, no encontramos alguna polémica importante hasta el momento en que entregara la dirección interina a
Miguel E. Schultz el 1º. de agosto de 1904, quien la ejercería sólo unos cuantos meses, pues la regresaría nueva-
mente a Flores el 1º de enero de 1905.
Según El Nacional, Schultz produjo varios artículos sobre la ley de la Preparatoria plasmada por Chávez en
1896. En uno de ellos demostró que aunque la escuela era buena, una de sus objeciones era que continuaba con
el orden comtiano.44
Si la dirección de Schultz fue breve, más lo fue el regreso de Flores, quien retomándola el 1º. de enero de
1905 la dejaría el 19 de febrero del mismo año, posiblemente por cuestiones de salud, pues como lo señaló El
Imparcial, a pesar de la licencia de que había disfrutado, seguía impedido, por lo que en la fecha indicada entregó
la responsabilidad al Dr. José Terrés ante la presencia de profesores y empleados.45
José Terrés siguió la tradición de los médicos que ocuparon la dirección de la EP, siendo médico, igual que
Gabino Barreda, Herrera, Porfirio Parra y Manuel Flores. Nació en la ciudad de México el año de 1864. Se recibió
como médico en la Escuela Nacional de Medicina, ganando en 1888 la cátedra de clínica interna por concurso de
oposición.
Después de casi dos años de dirección, El Imparcial del 21 de diciembre de 1906, anunció el cambio de Terrés
por Porfirio Parra, luego de que durante unos pocos días y de forma interina Manuel Flores lo hubiera sustituido.
Terrés pasaría a ser inspector de sanidad en los establecimientos de enseñanza pública.46
Porfirio Parra fue el décimo director, de 1906 y hasta 1910. Nació en la ciudad de Chihuahua el 26 de febrero
de 1854. Según su paisano Victoriano Salado Álvarez, Porfirio Parra fue de cuna humilde. Su padre de nombre
Tomás, era conocido en Chihuahua como ñor Tomás el canchero, porque era quien marcaba los tantos realizados
en el juego de pelota. Su madre Arcadia, conocida como la Diabla, siempre pensó que su hijo tendría un gran
porvenir.47
Según narración de Parra, quien tuvo una gran influencia durante su infancia fue el Sr. Cura Corral. Esta in-
fluencia clerical reconocida por Parra nos ayuda a explicarnos el por qué el periódico El Tiempo publicara una nota
periodística en la que algunos católicos manifestaran grandes esperanzas en el sentido de que el recién nombrado
director de la Preparatoria, respetaría las creencias religiosas.48
Parra había sido discípulo de Gabino Barreda asimilando su doctrina en forma destacada, por lo que fue
elegido para sustituirlo en la cátedra de lógica en 1878, siendo igualmente miembro de la Asociación Metodófila.
Fundó los periódicos El Método y El Positivismo. Colaboró en La Libertad, la Revista de la Instrucción Pública Mexi-
cana, la Revista de Chihuahua y la Revista Positiva. Entre sus obras, destaca su Nuevo sistema de Lógica inductiva
y deductiva que sería libro de texto en la EP. También escribió la novela Pacotillas en la que critica los excesos de
la sociedad de su época.49

42
Ibidem, p. 239.
43
José Rogelio Álvarez, (Director), Enciclopedia de México, México, Impresora y Editora Mexicana, S.A. de C.V., 1978, vol. 11, p. 359.
44
Ibidem, p. 208.
45
Ibidem, p. 249.
46
Clementina Díaz y de Ovando, op.cit., p. 265.
47
Victoriano Salado Álvarez, Memorias. Tiempo viejo – Tiempo Nuevo. México, Editorial Porrúa, S.A., 1985, pp. 223.
48
El Tiempo, 28 de diciembre de 1906. En: Moisés González Navarro, Sociología e Historia en México. México, El Colegio de México, 1970, p. 36.
49
Diccionario Porrúa, op. Cit., vol. O-Z, pp. 1579-1580.

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Héctor Díaz Zermeño

A su muerte, sería Antonio Caso su sustituto,50 con lo cual la cadena de educadores filósofos se continuaría
como un círculo de poder, iniciado por Barreda, seguido por Parra y continuado por Caso quien encauzaría la
fundación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de México en 1924.
Desafortunadamente Parra murió poco antes de cumplir sesenta años, con la cabeza negra todavía y poco
despoblada de pelo.
A pesar de las glorias de este círculo de poder y que desde 1878 y 1885 no se hubieran desatado fuertes
campañas clericales contra la EP, durante 1907 se emprendió una en contra de Barreda y su obra, criticando en
particular los planes de estudio y la enseñanza de la lógica, así como su enseñanza irreligiosa. Ésta se hizo eviden-
te con el folleto de Francisco Vázquez Gómez, La enseñanza secundaria o preparatoria en el Distrito Federal que,
en realidad, era un ataque al régimen de Díaz, bajo la apariencia de críticas a la Preparatoria.
De nuevo El Tiempo reapareció con sus ataques, reiteraciones de la prensa conservadora. Sin embargo no
lograron desaparecer a la EP.51 Entre otros periódicos que la atacaron, también sobresalió El País, quien atacó la
postura laica porque según él era de origen o filiación masónica,52 en contra de los gobiernistas como El Imparcial
y El Popular. En El Imparcial se destacó la defensa del director Porfirio Parra, así como aquella que hicieran de la
Preparatoria el 19 de febrero, la Junta Organizadora de Liberales y Estudiantes de la República Mexicana, entre
los que participaron dos que, al cambiar de bando, atacarían al positivismo ya como miembros de El Ateneo de la
Juventud: Jesús T. Acevedo y Antonio Caso, al lado de José María Lozano.
En medio de tal atmósfera, la EP siguió sus cursos y actividades normales durante todo el año de 1909,
siguiendo también la polémica en torno a Barreda y su obra. El Imparcial destacó el gran número de mujeres
inscrito ya para entonces en la EP.
Un último espaldarazo por parte de don Porfirio lo recibiría Parra cuando el 9 de septiembre de 1910, el Presi-
dente lo designara flamante primer director de la Escuela de Altos Estudios, dejando la dirección de la EP, otra vez,
en manos de Manuel Flores. El Imparcial se encargaría de referirse a la última conferencia del Ateneo, por parte
de José Vasconcelos, que versó sobre Gabino Barreda y las ideas que había propagado en México, en relación a
otras que entonces se discutían en Europa. Al decir de Vasconcelos, su propósito había sido rendir un tributo a
Barreda señalando cuáles de sus enseñanzas habían tenido un valor procreativo.53

A modo de colofón

En este artículo iniciado con la precisión de conceptos utilizados, se trata de mostrar la utilidad que la prensa
representó para el poder porfirista a través de una oligarquía de intelectuales quienes, además de pertenecer al
grupo de científicos que disfrutaron del poder porfirista, también contribuyeron a sostener a su mecenas en la
cima de la política nacional, al mismo tiempo que participaban en la contienda por defender la Escuela Nacional
Preparatoria, motivo de acaloradas discusiones, acusaciones y sostén de la misma en contra de sus detractores
personales e institucionales, destacando la obra educativa de sus creadores, a quienes se encargó el Presidente
Porfirio Díaz de recompensar dándoles la dirección de la misma.

50
Leopoldo Zea, op. Cit., p. 20.
51
Clementina Díaz y de Ovando, op. Cit., pp. 279-280.
52
Ibidem, p. 293.
53
Ibid pp.341-342.

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Humanidades
La función de la prensa en torno a los intelectuales y el poder durante el porfiriato 1867 – 1910
(Una aproximación bibliográfica)

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Héctor Díaz Zermeño es Licenciado en educación primaria y maestro en historia univer-


sal por la Normal Superior. Cuenta con Licenciatura, maestría en historia de México y
Doctorado en Historia por la UNAM. Profesor Titular “C”, tiempo completo, Pride D.
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores desde 1994, hasta la fecha. Diploma y
medalla Gabino Barreda en el Doctorado. Ha publicado 8 Antologías sobre la historia
de México en el Siglo XIX y 10 ensayos sobre esta área de conocimiento del que es el titu-
lar por Concurso de Oposición abierto. Ha participado en congresos nacionales como
internacionales relacionados con sus líneas de investigación. (hdzermeno@yahoo.com)

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