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EL SACRIFICIO

Cumplimos este mandato del Señor celebrando el memorial de su sacrificio.


Por tanto, debemos considerar la Eucaristía:
– como acción de gracias y alabanza al Padre,
– como memorial del sacrificio de Cristo y de su Cuerpo,
– como presencia de Cristo por el poder de su Palabra y de su Espíritu.
La Eucaristía es el memorial de la Pascua de Cristo, la actualización y la ofrenda
sacramental de su único sacrificio.
Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo y ésta
se hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz,
permanece siempre actual: «Cuantas veces se renueva en el altar el sacrificio de la cruz, en
el que “Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado”, se realiza la obra de nuestra redención».
El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único Sacrificio,
sólo difiere la manera de ofrecer.
La eucaristía es igualmente el sacrificio de la Iglesia. La iglesia, que es el Cuerpo
de JC, participa en la ofrenda de su cabeza, con él ella se ofrece totalmente.
San Agustín: Lo propio del sacrificio es que va dirigido solo a Dios. STA: todo
sacrificio es una ofrenda pero no a la inversa. Se usa el término sacrificio para decir que el
hombre vuelve sacra alguna cosa (la esencia del sacrificio es hacer sagrado, sacrum facere),
es sustraer una cosa del uso de los hombres y transferirla a lo sagrado. Por tanto es
necesario que se dé un bien ofrecido y que Dios tome la ofrenda. La víctima (o animal) está
en sustitución no jurídica sino simbólica, porque el que debe ofrecerse es el hombre mismo.
Sacrificio es el acto sumo de culto en el cual se reconoce a Dios como soberano de todo, y
así se reciben todos los bienes de manos de Dios y se lo alaba y, en un segundo momento,
renuncia a todos esos bienes en honor de Dios, principalmente se realiza esto: con su propia
vida.
El sacrificio visible es sacramento del sacrificio invisible, es signo sagrado, por
eso dice San Agustín1: es verdadero sacrificio toda obra buena que es realizada con el fin de
unirnos a Dios en santa sociedad, es decir, que tiene para nosotros como fin el único bien
que puede hacernos realmente felices. Esta ciudad, la asamblea de los santos, rescatada toda
entera y ofrecida a Dios como un sacrificio universal de parte del Gran Sacerdote, que bajo
la forma de esclavo se ofrece a nosotros en su pasión. En aquello que ella ofrece es ofrecida
ella misma.
Identidad del sacrificio eucarístico y del calvario: el sacrificio de JC realiza
eficazmente el fin de todo el culto, la unión perfecta con JC de todos los hombres, para
ofrecerlo a Dios. Los cristianos se ofrecen a Dios en la eucaristía no como una víctima

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De civitate Dei, Libro X, cap 3-10
distinta, sino como formando el cuerpo de JC, siendo una víctima con él. La eucaristía es
un sacrificio ofrecido por la Iglesia, es decir, por JC, con y por medio de la Iglesia.
¿Cómo puede ser el mismo sacrificio de JC? La eucaristía es el sacramento de la
pasión, sacramento en el sentido de memorial. Ella comprende indisolublemente la
inmolación cruenta y el sacrificio interior, es decir, el don de sí y del género humano hecho
por JC al Padre. Este don de sí, a causa del pecado, es expresado por una inmolación
cruenta y se consuma en el retorno de JC al Padre. Esto es posible porque el sacrificio de
JC comprende todos los tiempos, tiene la virtud de salvar, santificar y vivificar toda la
humanidad, pero su acción es lenta y progresiva por su desarrollo en el tiempo (su
aplicación en los hombres).
Entonces, esta acción, distinta y separada en el espacio y el tiempo, esta revestida
del valor sacrificial de la muerte de JC; él está realmente presente y operante, y es ofrecido
por sí mismo y por su Iglesia (=se ofrece él y la Iglesia lo ofrece).
Eficacia sacrificial
La eucaristía en cuanto sacrificio da gracias a aquellos por los cuales ella es
ofrecida, es decir, Dios acepta el sacrificio que se le ofrece y da su gracia a aquellos por los
que se ofrece. Sin embargo, la eucaristía tiene efecto en aquellos que están unidos a JC por
la fe y la caridad y según la devoción de cada uno. Es necesaria la fe en JC para unirnos a él
y, si bien tiene un valor infinito por parte de JC, los efectos dependen de las disposiciones
de los que celebran la eucaristía (tanto el sacerdote como la comunidad). Este sacrificio,
formado de los actos de caridad y religión, se desenvuelve en concreto en esta celebración
particular, por eso, considerada como un acto de la Iglesia, su eficacia depende del que
celebra esta eucaristía, del sacerdote y de la comunidad litúrgica. Refugiarse detrás del
valor objetivo (sacrificio de JC), para reducir al mínimo la importancia del fervor subjetivo,
es desconocer el sentido mismo de la institución eucarística, que es permitir a la Iglesia
hacer suyo el sacrificio de JC.

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