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BÁJATE DEL ÁRBOL


Para encontrarte con Jesús

Una predicación evangelística a partir


de la historia de Jesús y Zaqueo

por Alejandro David Riff

© 2020 AlejandroRiff.com.ar

Tomado de una predicación dominical.

Catalóguese: Evangelización

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ÍNDICE

¿Conoces a Cristo?…………………………………………………4
Publicano, un oficio de tiranos……………………………………..5
El comienzo de la búsqueda……………………………………….9
La curiosidad………………………………………………………..13
El amor a la riquezas………………………………………………..16
Qué es el Evangelio…………………………………………………18
Arrepentimiento y fe…………………………………………………20
Los frutos del arrepentimiento………………………………………23
El resurgir de la luz de la Palabra….………………………………..24
¿Cómo puedo ser salvo?……………………………………………26
La obra salvadora de Dios………………………………………..…28

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¿CONOCES A CRISTO?

¿Cómo conocer a Jesucristo como el Salvador de nuestras vidas? A veces,


las iglesias evangélicas de hoy no dan una respuesta clara a esto. La palabra
Evangelio presupone que cuando se sube un pastor a un púlpito, o a una
plataforma, es para predicar este Evangelio que está en la Biblia. Pero
trágicamente a veces no sucede así; a veces las personas se suben allí para
hablar de sí mismos, se suben allí para decirles ciertas cosas a la gente; cosas
que no están fundamentadas en el Evangelio y, ¿sabes cuál es la
consecuencia? ¡La consecuencia es que las almas se van al infierno sentadas
en una silla de iglesia!

Cuando la Biblia se cierra, cuando el Evangelio se da a medias, cuando se


citan versículos sólo para rellenar un mensaje, la gente no se salva; porque
Dios ideó que el mensaje de salvación sea predicado por medio de su
Palabra; y encargó este mensaje a hombres, por supuesto falibles y
pecadores, pero que fueron regenerados por su Espíritu, lavados con la
sangre de Cristo.

En el próximo capítulo veremos una historia en la Biblia que es una de mis


preferidas en cuanto a la ilustración de “cómo Cristo busca a una persona
para salvarla”. Sí, porque a veces, uno piensa que es la persona la que se
acerca por sus propios medios a Dios, pero vamos a darnos cuenta que Dios
al que quiere salvar, lo salva; ¡y además lo conoce por nombre! Vayamos a la
historia de Jesús y Zaqueo, el publicano.
     

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PUBLICANO, UN OFICIO DE TIRANOS

Veamos en la Biblia esta muy conocida historia, y vamos a examinar cada


versículo de la misma lo más claramente posible. Para aquel que nunca leyó
este pasaje y no conoce su contexto, voy a explicar quién es el personaje que
interviene en esta historia y cómo fue su encuentro con el Señor Jesucristo;
voy a hacerlo lo más sencillo posible. El pasaje bíblico se encuentra en el
evangelio de Lucas, capítulo 19 y te invito a que leas estos 10 versículos que
nos relatan la historia acerca de un hombre llamado Zaqueo, que buscaba a
Jesús.

Lucas capítulo 19 
1 Y habiendo entrado Jesús, pasaba por Jericó.
2 Y he aquí un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y era rico,
3 procuraba ver quién era Jesús; mas no podía a causa de la multitud, porque era pequeño de
estatura.
4 Y corriendo delante, se subió a un sicómoro para verlo, porque había de pasar por allí.
5 Y cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando, lo vio y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende,
porque hoy es necesario que pose en tu casa.
6 Entonces él descendió de prisa y lo recibió gozoso.
7 Y viendo esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.
8 Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los
pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.
9 Y Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa, por cuanto él también es hijo de Abraham.
10 Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
(Santa Biblia Reina Valera SBT)

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    Aquí la Palabra de Dios nos muestra la historia real de un hombre que
buscaba a Jesús, pero al leerlo así, simplemente, quizás no nos percatamos
qué clase de hombre era o de qué contexto social provenía. El versículo 2 nos
habla de un varón llamado Zaqueo, el cual era un principal, un jefe de los
publicanos. Tenemos que explicar dos cosas en cuanto a esto para entender
un poco qué clase de persona era la que estaba buscando Jesús.

Consideremos qué era ser un publicano; y qué particularidad tenía ser un jefe
de los publicanos, (qué no es lo mismo que ser un simple publicano). Nosotros
sabemos por todo el contexto de la Biblia que el lugar donde estaba Jesús, en
Israel, en ese mismo tiempo donde Él caminaba por sus calles, ese Israel, (que
era el pueblo de Dios escogido en el Antiguo Testamento), estaba siendo
dominado por una nación pagana y tirana: Roma. De modo que los romanos
habían ocupado todo su territorio y los obligaban a pagar tributo.

Si usted vivía en aquel tiempo en Israel, en algún momento del día o de la


semana alguien iba a golpear su puerta, ¿quién sería ese que golpearía su
puerta?, sería un publicano. ¿Y quién era un publicano? Era alguien de tu
mismo pueblo, era alguien de tu misma ciudad, de tu misma nacionalidad.
Un publicano era un judío que había hecho un arreglo con los romanos para
cobrarte impuestos. O sea, tú siendo ciudadano de tu país, por nacimiento,
tenías que pagar impuestos a un país extranjero debido a la conquista
romana. El publicano que venía a cobrarte era digamos… “tu mismo vecino”.

Había algunos publicanos que eran muy rudos en sí mismos, eran de carácter
muy áspero, eran personas que eran insistentes y te iban a sacar lo que no
tenías. A veces cuando el publicano no tenía resultados, traía dos o tres
soldados y te decía: -Tú tienes una propiedad de tantas dimensiones, tienes

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todas estas comodidades, tienes que pagar tanto dinero. Muchas veces esto
iba en la ocurrencia del publicano, y si no tenías posesiones, sino solamente
era tu pequeña casa y además alquilada, tenías que pagar un impuesto por tu
persona. ¿Qué pasaba si tú no le pagabas? Esta persona le decía a los
soldados romanos: -Entren, saquen todo lo que haya en la casa, y si no hay
nada para sacar, llévenlo preso y véndanlo como un esclavo.

En base a lo mencionado: ¿Cómo definirías a un publicano? ¿Sería una


persona recomendable? ¿Sería una persona amable? Nosotros nos daríamos
cuenta que un publicano sería catalogado como lo más bajo de la sociedad,
no por su condición económica, sino por su carácter, porque era un traidor a
su patria, Israel.

Te extorsionaría a ti, si fueras israelita, para que pagues tributo a otro país.
Conocería tu idioma, conocería tus costumbres, conocería tus padres,
conocería tus abuelos, conocería el campo que habrías comprado, conocería
donde vives y cómo has adquirido cada bien etc. Luego de esta investigación
iban y te sacaban el dinero que ellos consideraban y se lo daban al Imperio
romano, quedándose ellos con una jugosa tajada. Los publicanos, eran los
malos de la película, podríamos decir, en esta historia de recaudación para
Roma.

Ahora había alguien peor que ellos, ¿cómo, peor que ellos? ¿Peor que el
publicano que golpeaba tu puerta y que podía meter presa a tu familia por
extorsión? Sí, había alguien que era el jefe de ellos, alguien que dominaba a
todos; pero no precisamente esta persona era un matón, porque esta persona
quizás, en esta ciudad mencionada en la Biblia, Jericó, tenía una gran
mansión.

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Se nos dice que Zaqueo era un principal de los publicanos, y además era rico.
Quizás tenía una casa de dos pisos y desde su terraza miraba cómo sus
secuaces iban cobrando tributos al pueblo

El sistema recaudador era más o menos así: Los romanos no venían a


cobrarte directamente, sino que proponían a algunos israelitas y les decían:
¿Quién quiere del pueblo de Israel cobrar impuestos a su patria?, No faltaba
alguien rico que decía: Yo voy a pagar a la nación romana tanto dinero, pero
déjenme a mí que yo me encargo de cobrar.

Zaqueo era rico y reportaba grandes sumas al Imperio romano, pero él


recuperaba con creces su dinero empleando a otros publicanos; o sea, a lo
peor de lo peor de la sociedad. Los instruía sobre cuánto tenían que sacar en
cada casa y los dividía por territorios; los instruía en el “arte de la extorsión”.

Los israelitas ya odiaban a los publicanos, y cuando pasaban por la casa de


Zaqueo y veían esa gran mansión suspiraban, y decían: ¡Este es el principal
ladrón de nuestra ciudad! Imaginemos por un momento que Zaqueo quisiera
caminar y comprar por las calles de Jericó, digamos que no le darían la mejor
mercadería; si tenían que darle comida, le darían lo peor por el desprecio que
le tenían. Pero como todo hombre rico quizá él no iba a hacer las compras,
no tomaba su bolsa de mandados e iba al mercado; no, él enviaría gente bajo
su mando diciéndole: -Compren lo que necesito.

Ahora, ¿cómo se sentiría una persona que, teniendo todo lo material, (una
gran casa, siervos etc.), era odiado por todos? Era detestado por su ciudad y
quizás sus mismos recaudadores habrán tenido problemas con él también.
Seguramente era un hombre que no tenía paz, con una conciencia que no lo

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dejaría dormir tranquilo por la noches. El nombre Zaqueo significa: “puro,
inocente”. Pero en este caso el “pequeño Zaqueo”, era todo lo contrario.

EL COMIENZO DE LA BÚSQUEDA

Nos preguntamos, ¿cómo es que este hombre en esa situación empieza a


buscar a Dios? La Biblia no lo dice. Pero lo que nos dice la Biblia es que este
hombre tenía un deseo intenso de saber quién era Jesús. Y aquí nos tenemos
que detener y preguntar: ¿Cuándo una persona tiene un deseo intenso por
saber quién es Dios? ¿De dónde nace ese deseo?

En el pasaje bíblico que hemos visto, el capítulo 19, hay un capítulo anterior en
la Biblia que es el 18. Originalmente la Biblia no estaba dividida en capítulos en
la antigüedad, pero se ha hecho así para hacerlo más práctico, puedes leerlo
si quieres, pero yo te voy a decir qué hay allí. Hay dos historias; hay una
historia de una persona rica también, igual o más que Zaqueo.

Esta persona se acercó a Jesús, quizás no con tanto, deseo como Zaqueo;
este era un joven que era rico. El Señor Jesús, que todo lo sabe, conocía
desde luego a ese joven rico, el cual (parafraseando) le dijo: -Mira yo cumplo la
ley, soy una persona buena, casi seguro merezco el cielo ¿debo hacer algo
más?. Jesús le dijo: -Si en verdad es así, vende todo lo que tienes, dalo a los
pobres y sígueme.

¿Saben lo que hizo este joven rico? ¡Rechazó al Señor! Pensó en las
posesiones que tenía, las cuales amaba más que a Dios. Su religiosidad era
solo una pantomima; se había hincado de rodilla diciendo: -Señor, Maestro
bueno, etc.; pero el Señor le hizo ver: -¿Así que yo soy tu Maestro, así que soy

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tu Señor? Vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme tomando tu
cruz. Pero la Biblia nos dice que este joven se dio media vuelta y se fue triste.
No había un deseo en este rico de buscar a Jesús. Había mas bien un deseo
de justificarse delante de la gente y decir: -¡Soy un hombre rico y religioso y no
soy como Zaqueo, un traidor odiado por el pueblo! Esto que digo es una
especulación, ya que la Biblia no dice si se conocían entre sí. ¡Aunque por lo
general los ricos se conocen entre sí!

Ahora, también en el capítulo 19 tenemos otra historia, que no está conectada


por casualidad, esta es la historia entre un religioso que se creía bueno, un
fariseo que oraba y decía: -Yo soy una persona buena que da ofrendas, que
sirve a Dios, que lee la Biblia, que va siempre a la sinagoga, etc. No soy como
este miserable publicano.

El publicano estaba apoyado en una columna, y golpeaba su pecho diciendo:


¡Ten misericordia de mí, Dios, que soy pecador! Sabemos que este relato era
una parábola de Jesús, pero no sabemos si fue una historia real también (y
quién era ese publicano); yo pregunto: ¿Será que habrá sido Zaqueo? La
Biblia no lo dice. Pero, por qué Zaqueo, (alguien que tenía todo) querría ver a
Jesús. O para decirlo de otra manera: ¿Por qué tenía interés para ver a Cristo?

Volvamos a la historia. Imaginemos una persona que no sale nunca a la calle


porque manda a hacer las compras a otros. Imaginemos una persona que te
mira desde arriba desde su casa con desdén, que tiene una servidumbre, que
tiene bajo su mando a los recolectores de impuestos que son los publicanos;
una persona que no se mezcla con la chusma. Un excéntrico.

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Esta persona quería ver a Jesús, pero tenía una desventaja física, era bajo de
estatura. Jesús iba caminando por Jericó, rodeado de gente, y él a los saltos
detrás para tratar de verlo. La Escritura nos dice que Zaqueo quería ver a
Jesús. ¿Pero de dónde nació ese deseo?, nos preguntamos. ¡Ese deseo
siempre nace de parte de Dios! Dios puso en el corazón de Zaqueo el deseo
de buscarlo. La Biblia no nos dice las circunstancias previas a esta historia,
pero para que una persona sienta deseo, como sentía Zaqueo, Dios estaba
haciendo algo previamente en su corazón.

Seguramente Zaqueo algo había escuchado acerca de quién era Jesús. Sabía
que era una persona importante, aunque Jesús no fuera rico. Sabría que tenía
algunos seguidores, pero que incluso ellos carecían de dinero. Aún así,
Zaqueo no creía que podría enviar a llamar a Jesús para atenderlo en su casa,

Por alguna razón Zaqueo sabía que Jesús era una persona más importante
que él, (y sin ser rico). Que era más importante que el mismo emperador
romano a quien servía. Que era más importante que el sacerdote que estaba
ministrando en el templo. Por alguna razón, Zaqueo intuía que Jesús era más
importante que todos ellos; y esto lo llevó a hacer cosas que jamás habría
hecho en su vida. Esto lo llevó a hacer cosas que un rico no haría; ¿Y qué
cosa no haría un rico? Pongamos un ejemplo.

Hoy tenemos autos de alta gama, de esos con vidrios oscuros. Algunos ricos
ni siquiera lo conducen, ellos tienen a otros que hagan ese trabajo. Un rico
interesado en Jesús a lo sumo bajaría el vidrio automático para ver quién es
Jesús desde su cómodo auto con aire acondicionado. Ahora imagínate a una
persona rica como Zaqueo corriendo como un loco por las calles de Jericó; y

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quizá por una avenida principal. Muchos dirían: -¡Miren, Zaqueo el rico está
corriendo como un niño!

La historia bíblica nos dice que Zaqueo vio que no podía ver a Jesús por la
gente que lo rodeaba, entonces corrió delante de la multitud como si fuera un
chiquillo. No sé cuántos años habría tenido Zaqueo; pero seguramente no era
un hombre joven como para ser un principal entre los publicanos; habrá sido
un hombre entrado en años, alguien con experiencia.

Quizá la gente que vio a Zaqueo corriendo pensó: ¡Está corriendo para
alejarse de Jesús porque sabe que le va a arruinar el negocio! No, él corría
más adelante de Jesús, delante de esa multitud que iba con Cristo, para
ponerse delante. Y aquí viene lo impensable: ¡Un hombre grande, un hombre
rico como si fuera un niño se subió a un árbol! Este era un gran árbol. Cuando
la Biblia habla de un árbol “sicómoro”, no quiere decir que es un
pequeño árbol frutal, sino que era un gran árbol, cuyo tronco tenía quizás dos
veces la estatura de un hombre.

A pesar de su estatura, ¿cómo habrá hecho para subirse?, no lo sé. Pero


subirse a un árbol grande, al menos a mí me costaría, (a menos que Zaqueo
haya sido un experto en trepar árboles). Pero en su desesperación de ver a
Jesús corrió anticipando a la multitud, se subió a un árbol y se quedó allí
mirando hasta que Jesús pasara por debajo de él.

Algunos dicen que la curiosidad es mala; en este caso yo creo que es buena;
hay varias curiosidades que no son movidas por Dios sino por el pecado de
cada uno. La curiosidad de Zaqueo era ver quién era Jesús; ¿es esta también
tu curiosidad, amigo lector? Ojalá que tu curiosidad sea escuchar a Jesús,

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conocerlo a través de Su Palabra, quizás hay muchos Jesús del que oíste,
pero el que te estoy mostrando, es el Jesús del Evangelio, el que puede
cambiar tu vida, el que puede transformar tu corazón; si la curiosidad te ha
movido y es de parte de Dios, yo diría que en este caso es buena, así que
continúa leyendo.

LA CURIOSIDAD

Zaqueo tuvo una buena curiosidad de parte de Dios; él quería ver a Jesús, y
eso le costó la reputación un poco; sí, hasta ahora no había vendido sus
bienes, pero ya lo vieron corriendo como un niño y subiéndose a un árbol. Si a
lo mejor habría niños en el árbol y se reían de él, no lo sabemos, pero que
todos veían raro que “el pequeño Zaqueo”, traidor del pueblo, estuviera subido
a un árbol para ver a Jesús.

Pero acá viene algo inesperado, Jesús va en dirección al árbol y lo ve y le pide


a Zaqueo que se baje, pero ¿saben qué? ¡Menciona su nombre! Jesucristo lo
conocía desde antes de haber creado el mundo (porque Él es Dios), pero, las
personas decían: ¿Cómo conoce a Zaqueo? ¿No es la primera vez que viene
aquí por Jericó? Quizás había otras personas en el árbol, pero a este que está
mirando Jesús le dice: ¡Zaqueo baja, date prisa, es necesario que vaya a tu
casa!

Yo creo que esta historia nos ilustra cómo la gente a veces aborda el
Evangelio y se acerca a Dios. No todos tienen las buenas intenciones de
Zaqueo, muchos se quedan metafóricamente en el árbol, sin bajar.

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Imagínate que el suceso de esta historia hubiera sido distinto, no como el que
leemos, sino que hubiera sido una persona movida por la curiosidad propia de
ver quién era Jesús. Esta persona seguramente se subiría al árbol, Jesús
pasaría por debajo del mismo, y esta persona al verlo exclamaría: -¡Ah, no era
como pensaba, no era tan grande como parecía ser! Menea la cabeza, se baja
del árbol, y se va a su casa. Al otro día alguien le preguntarías: -¿Conociste a
Jesús? La persona te respondería: -¡Si yo lo vi pasar ayer!, llevaba un manto
rojo. ¡Y ese sería todo su conocimiento acerca de Jesús! Una persona así de
seguro no encontró la salvación en Cristo.

Hoy, hablando en general de las iglesias evangélicas, en este mundo llamado


“cristiano”, hay cualquier cantidad de personas subidas a los árboles para ver
pasar a Jesús, pero sin un deseo real de conocerlo.

Lo ven pasar, conocen su historia, en este caso si estuvieran presentes allí


oirían su voz, verían su apariencia y eso seria todo. En nuestro caso espiritual,
muchas personas conocen algo de Jesús, pero aún no encontraron la
salvación en él. Ninguno de ellos tuvieron un encuentro personal con Jesús.
Parte de la iglesia contemporánea, que ha diluido el evangelio a un montón de
historias, es como gente observando a Jesús de manera distante desde arriba
de un árbol (con más pobres expectativas que Zaqueo).

Decía un predicador famoso llamado Charles Spurgeon que para Dios es un


acto de humildad inclinarse a mirar a un pecador. Es una humillación del Dios
que está en los cielos, sentado en su Trono, que baje su vista y mire al
pecador; pero ¿qué será de aquel Dios que movido por su amor bajó del cielo
y se encarnó en un bebé? Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre,

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tuvo que levantar su mirada para llamar a aquel pecador, Zaqueo, que estaba
subido en un árbol. Esta es la humildad de Jesús.

Es natural que Dios mire al pecador hacia abajo, pero no es natural que Cristo
(verdadero Dios) mire al pecador hacia arriba; y eso nos demuestra lo que es a
veces también el orgullo del hombre, que quiere ver desde arriba a Jesús.

Pero Jesús te dice: ¡Así no me puedes ver! ¡Así no me puedes conocer! ¡Es
necesario que te bajes del árbol de tu curiosidad!

Quizás, en tu vida, has visto a Jesús de una forma aérea nada más. No lo has
conocido verdaderamente, no has experimentado Su gracia. Piensa si de
verdad Cristo está en tu corazón, si Cristo ha perdonado tus pecados, o si
tienes fe en Él.

Si sientes ese peso; es porque Dios te está hablando hoy, te está diciendo
como le dijo a Zaqueo: -¡Bájate del árbol! Porque es necesario que no me
conozcas solo de vista, o por casualidad, sino que: -¡Baja del árbol para que
sea tu Salvador!

Cuando Zaqueo escuchó el llamado de Cristo, ¿nos dice acaso la Biblia que lo
recibió con tristeza y por obligación? ¡No, lo recibió gozoso! En el caso de
Zaqueo, él estaba arriba de un árbol, pero tenía mucho temor, quería ver a
Jesús. Entonces Jesús vino y lo miró a los ojos y le dijo: -Zaqueo, baja; y el
corazón de Zaqueo se aceleró a mil latidos por minuto; ¡es lo que quería!,
quería conocer de verdad a Jesús.

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No sabemos si él era el publicano que estuvo en el templo anteriormente
diciendo: –Sé propicio a mí pecador. Pero posiblemente Zaqueo ya sabía que
él era un pecador y que Jesucristo era el Santo de Dios; ya lo sabía de algún
modo. Era obvio que ningún publicano, (menos un principal de los traidores de
la nación), querría recibir a Jesús en su casa. ¿Quieres saber por qué? Porque
en el capítulo anterior del evangelio de Lucas nos relata en el capítulo 18,
versículo 25: -Porque es más fácil que entre un camello por el ojo de una
aguja, que un rico entre en el reino de Dios.

O sea que Jesús, estaba hablando de los ricos, y cuando Jesús termina de
hablar de ellos; los discípulos se preguntaron: -¿Quién podrá ser salvo
entonces?; no porque eran ricos, sino porque como pecadores amaban las
riquezas.

EL AMOR A LAS RIQUEZAS

Ahora, el ojo de una aguja de la parábola no es quizás la aguja que nosotros


conocemos. Era una puerta pequeña del muro de la ciudad donde no podía
entrar un camello. Jericó tenía ese tipo de puertas. Cuando se cerraban las
puertas principales y tenían que entrar ciertas personas que habían quedado
en el campo (y alguno se le olvidaba un camello afuera), por más que le
pusieran aceite y lo intentaran pasar por la puerta, las jorobas tocaban contra
la puerta y no podía entrar. Alguno quizás, forzando al camello lo hacía pasar;
pero Jesús lo que ilustra en esto es: -Los que aman las riquezas van a rebotar
en la puerta; no van a entrar en el reino de Dios.

Entonces uno podría suponer: Si el Evangelio no es para los ricos, ¿entonces


es para los pobres? No, el Evangelio es para toda clase de hombres (sea cual

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sea su condición). Él quiere que toda clase de hombres sean salvos y vengan
al conocimiento de la Verdad (1 Timoteo 2:4).

Cristo miró a Zaqueo que estaba en el árbol y le dijo: -Iré hoy a tu casa, es
necesario que bajes. Quizás las demás personas habrían recordado lo que
Jesús dijo anteriormente respecto a los ricos. ¿Iría Jesús a la casa de este rico
y que además era un publicano? Seguramente ya estaban las críticas
mentales hacia Jesús.

El problema era doble, Zaqueo era rico y seguía acrecentando su riqueza por
pecar cada vez más contra su pueblo; ahora Jesús le dijo: -Vayamos a tu
casa; y esta persona, ¿qué hace? ¿Se queda en el árbol? No, se baja
del árbol con alegría. Jesús agrega: -¡Rápido, a prisa! Muchas personas que
no hubieran actuado como Zaqueo, se hubieran quedado en su orgullo
diciendo: -¡Quién eres tú, hombre con túnica sencilla para decirme a mí, un
rico, lo que tengo que hacer! ¡Yo vine aquí para curiosear, no para que me
digas que me baje!, yo puedo pedir a mis sirvientes que me lleven a caballo a
mi casa. En vez de esto, esta persona llamada Zaqueo se humilló, (aunque
posiblemente ya estaba humillado desde antes), y ante la voz de Cristo bajó
de su posición.

Hay un árbol al que todos nosotros nos subimos, y es nuestro propio orgullo
humano. Lo traemos desde el nacimiento, por eso tendemos a ser
autosuficientes. Quisiéramos a un Cristo que haga miles de favores por
nosotros y que esté a nuestro servicio, pero no queremos a un Cristo que nos
baje de nuestro orgullo y que tengamos que rendirle cuentas de nuestro
pecado.

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Si hoy te preguntas: ¿Cómo puedo ser salvo? La Palabra de Dios te dice:
¡Arrepiéntete, arrepiéntete de lo que eres, eres peor que un publicano, eres
pecador de nacimiento, necesitas bajar del árbol, no puedes venir a Cristo con
exigencias, no puedes venir a Cristo con cuestionamientos, no puedes
quedarte en el árbol con una actitud curiosa! El Evangelio llega a tu vida y
Cristo te dice: ¡Bájate de tu orgullo! Arrepiéntete y cree en mí.

Zaqueo tenía algo de información de Cristo, pero no sabía todo lo que iba a
hacer Cristo. Pero sé por las Escrituras, que Jesús vino para ser el Salvador
de todos aquellos que crean en Él, ¡y si tú crees en Él puedes ser parte de los
salvados! Sabemos que Cristo para pagar el precio de nuestros pecados tuvo
que ir a una cruz; la cruz de Cristo es el mensaje central del Evangelio. El
apóstol Pablo dice: -Porque me propuse no saber cosa alguna entre vosotros,
sino a Jesucristo, y a este crucificado. (1 Corintios 2:2).

¿QUÉ ES EL EVANGELIO?

Si te preguntas, y quizás nunca lo has escuchado como tiene que ser, ¿qué es
el Evangelio? El Evangelio es esto: Es Cristo crucificado por tus pecados; Él
fue levantado sobre el madero. Cristo dijo que cuando Él fuera levantado (esto
es crucificado), atraería a todos a sí mismo.

Pero alguno dirá: -No entiendo por qué o para qué Cristo murió así en la cruz;
voy a explicarlo. Si bien en esta historia tenemos que Él dijo que la salvación
vino a esta casa (cuando Él habló con Zaqueo), Jesús estaba por llevar a cabo
más adelante lo que se llama la obra de la Redención. Cada uno de nosotros,
cada uno de los que estuvieron antes que nosotros y los que vendrán
después, cualquier persona en este mundo es y será siempre un pecador.
Somos en nuestra naturaleza corrompida peores que Zaqueo, nada más que

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muchos no hemos tenido la oportunidad de exteriorizarlo como él. Si
tuviéramos la oportunidad de extorsionar a alguien con tal de beneficiarnos, lo
haríamos. Si tuviéramos que meterle una zancadilla al otro para que se caiga y
no pueda seguir adelante, lo haríamos. Esto está en nuestra naturaleza,
tratamos siempre de buscar el beneficio nuestro y regocijarnos en el pecado.

Pero he aquí hay un Dios Santo, hay un Dios que bajó desde los cielos. Pero
antes de bajar te miraba desde allá y te decía: -Estás condenado, no tienes
escapatoria. De cada uno de nosotros Dios puede decir con justicia: -Eres un
pecador; y Él dice: -La paga del pecado es muerte (Romanos 6:23); uno
piensa: -¡Pero estoy vivo! (A pesar que peco). Sí, pero cuando mueras irás a
un lugar de castigo del cual nunca más vas a poder salir; va a ser un lugar de
tormento.

El tormento de la ira de Dios en el infierno no es un lugar inventado por


Satanás. El libro de Apocalipsis menciona además como destino final de los
pecadores “el lago de fuego”.

Apocalipsis 20:15  Y el que no fue hallado escrito en el libro de la vida, fue


lanzado en el lago de fuego.

Este lugar tampoco es un invento del Diablo. Al contrario, es un lugar donde


irá a parar también Satanás con sus demonios al fin de los tiempos (y por la
eternidad). ¡Y este será un lugar también para todos aquellos que fueron solo
curiosos del Evangelio, pero no quisieron ir a Cristo en arrepentimiento y fe!

Ahora, cada uno de los pecadores está expuesto a la ira de Dios. La única
forma en que podíamos escapar de esa ira, era que alguien pagara ese precio

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de condenación por nosotros. A diferencia de Zaqueo, la Ley de Dios es como
si fuera un implacable recaudador de impuestos, solo que de manera santa y
justa. Esta Ley golpea a nuestras puertas y nos dice: -Me debes, eres
pecador, quebrantaste la Ley y no tienes con qué pagar, mereces la muerte. Si
alguien se asustaba de los publicanos porque no tenía con qué pagar; creo
que los pecadores deberíamos asustarnos mucho más de un Dios Santo, al
cual no le podemos pagar nada de lo que le debemos, por haber quebrantado
Su Ley. Sin embargo en su gran misericordia, Dios mismo al enviar a Su Hijo
Jesucristo al mundo es como si dijera: -Yo voy a pagar los pecados de mi
pueblo y voy a llamar a mi pueblo en su debido momento. Así como Cristo
llamó a Zaqueo para que bajara del árbol y lo conozca; así como llamó a
Mateo, otro publicano que estaba en el banco de los impuestos; así como
llamó a Pedro, Juan y Jacobo, pescadores que estaban lavando sus redes;
puede llamarte a ti que estás leyendo este pequeño libro por medio de Su
Palabra la Biblia y Su Espíritu Santo.

Dios en sus propósitos soberanos llama a los pecadores para salvación. Ahora
cualquiera que es llamado por Dios (al igual que la historia de Zaqueo), Él
despierta automáticamente un deseo de saber quién es Jesús y de conocerlo
más y más. Un deseo de saber quién es Él, de conocer su voz, de conocer
sus Palabras, de conocer lo que dice Él.

ARREPENTIMIENTO Y FE

Cuando una persona se enfrenta a Su Creador porque lo busca de verdad,


exclama: ¡Ah, Señor, soy un miserable pecador! (Como el publicano de la
parábola de Lucas 18:13). Cuando hay arrepentimiento genuino, hay en
nuestro corazón una tristeza tal que golpeamos nuestro pecho y decimos : -Sí,

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eso lo que soy, alguien peor que Zaqueo. Cualquier persona que se sigue
considerando buena, esta es una evidencia que Dios no la está llamando, pero
cualquier persona que siente una carga, un gran peso, y ante esa aflicción se
pregunta:
-¿Por qué me siento así? ¿Por qué ahora estoy comprendiendo lo malo que
soy y antes no lo hacía? Es porque Dios está comenzando una obra de
salvación en el corazón.

Dios determinó que el castigo del pecado sea efectuado sobre su Hijo
Jesucristo levantado en un madero, colgado en la cruz. Dios pagó el precio de
un pueblo; no de todo el mundo, porque no todo el mundo sigue a Cristo.
Formó ese pueblo con varios “Zaqueos”, con varios publicanos, con varios
pecadores como yo, y espero que sea también como tú.

Cristo derramó su sangre en la cruz a favor del pecador y Dios recibió esa
sangre derramada por Cristo como un pago aceptable. Ya que estamos
hablando de pagar y cobrar, lo que fue llevado a cabo en la cruz, (y esto es el
corazón del Evangelio), fue un pago transaccional, ¿En qué consistió ese pago
y en qué consistió la deuda? La deuda la teníamos nosotros con Dios y la
misma era insoluble ya que no podíamos pagarla con nada. Pero ahora
Jesucristo dijo: -Yo pago esa deuda al precio de mi vida y al precio de mi
sangre derramada en la cruz (la cual es pura y preciosa).

Cuando Juan el Bautista dijo: -He aquí el Cordero de Dios; al decir Cordero,
todos los israelitas pensaban: va a morir… si es “el cordero de Dios” que quita
el pecado del mundo, ¡entonces va a ser inmolado! Y ese lugar no fue en el
templo, donde sacrificaban los corderos, sino en el monte Calvario. Si te
preguntas: -¿Pagó mi precio? Te digo que si tú crees de corazón y dices: -Yo

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creo que ese precio pagado en la cruz fue por mi pecado, yo sé que soy un
pecador, pero también reconozco que Jesús es Santo y a esto vino al mundo:
a pagar el precio por los pecadores; entonces eres salvo.

Pero otros dirán: -Yo soy demasiado pecador, quizá Cristo no pueda pagar mi
deuda para con Dios. Te aseguro que es imposible que eso ocurra. Cuando
Jesús iba a la casa de Zaqueo, la gente lo criticaba, diciendo: -Miren va a
entrar a la casa del principal de los pecadores, pero Jesús dijo, parafraseando,
en otra parte de la Escritura: -Yo vine para esto, no vine para buscar a la gente
que se queda en el árbol mirando como paso, vine a buscar a los pecadores:

No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento (Mateo


9:13).

A estos pecadores Jesús dice: -Ven, bájate del árbol y sígueme. A estos


pecadores viene a buscar Cristo. “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los
pecadores”, así nos dice otro texto de la Escritura (1 Timoteo 1:15). O sea que
cuanto más pecador eres, más te salva Jesús. Pero obviamente me refiero al
pecador que se arrepiente, porque reconoce que su pecado fue la causa de
su condenación. Zaqueo sabía esto, él bajó gozoso del árbol diciendo: ¡Jesús
va a entrar a mi casa! ¿Cómo habría sido la casa de Zaqueo? Quizá con lujos
por todos lados, enchapados en oro, mármol, etc., pero por dentro de esa
casa, se movía la persona más vil y menospreciada del pueblo.

Quizás tú, en tu cuerpo, hoy tengas fuerza y buena salud, pero dentro de tu
casa corporal está un Zaqueo paseándose en vestiduras de pecado. Por eso
Jesús viene por ti que eres pecador. Jesús entró a la casa de Zaqueo, no para

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admirar sus riquezas, sino para hablar con un hombre pecador, para que este
pudiera encontrar la salvación en Él.

Hay un paréntesis en donde la Biblia no nos dice nada de la conversación


entre Jesús y Zaqueo dentro de la casa, ¡me gustaría saberla!, pero la Biblia
guarda silencio. ¿Quizá será para que esa conversación omitida acerca de la
salvación pueda ser hoy la tuya? Podría ser. Todo libro tiene una introducción,
una trama y un desenlace. La Biblia va al desenlace, como dice en el versículo
8: “He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he
defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.” ¿Qué fue lo que hizo
Zaqueo con esta declaración? Aquel pequeño hombre donde cada noche
quizás apretaba sus bolsas de oro, queriendo encontrar consuelo y refugio (y
no lo encontraba); en ese momento dijo: -La mitad de todos mis bienes lo doy,
(o sea lo que tenía en el palacio y en el campo, la mitad de todo… lo dio a los
pobres); uno diría: -Bien, al menos se quedó con la otra mitad. Pero hay una
cuestión más, la otra mitad tenía que reservarla para algo; ¿y qué era? Él dijo:
-Si en algo he defraudado a alguno, lo vuelvo cuadruplicado. ¿De dónde sacó
esa idea? Lo saca de la Ley de Dios, de Éxodo 22:1; hay un ejemplo allí de
resarcimiento de bueyes y oveja (para poner una unidad de medida
monetaria). Si tú robabas una oveja, tenías que devolver cuatro. ¿Por qué? Por
agravio y por deshonestidad. ¿A cuánta gente estafó Zaqueo? ¿Cómo llegó a
tener esa mansión en Jericó? No lo sé, la Biblia no lo menciona, pero Zaqueo
dijo: -Voy a devolver cuadruplicado, si le he robado algo a alguno.

LOS FRUTOS DEL ARREPENTIMIENTO

Comprendiendo la naturaleza del corazón de Zaqueo, ¿qué lo lleva ahora a


este publicano, traidor de Israel, amador del dinero, a decir eso? ¿Qué lo lleva

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a desprenderse de sus bienes materiales y a tenerlos en nada? ¿Qué lo lleva a
renunciar a su vida de confort? (Porque la mitad de sus bienes los repartía a
los pobres y la otra mitad quizás iba a ser para resarcir a quienes defraudó).
¿Se iba a quedar con algo para vivir? ¿Qué lo lleva a un hombre a darlo todo?
La única respuesta es: ¡Cristo!

A veces las personas dicen: ¡Yo nunca podré renunciar a mis pecados! Si
Cristo está en tu vida eso será posible. Pero si Cristo no está en tu vida, no
podrás renunciar a nada, seguirás mirándolo de forma distante “desde
el árbol” por así decirlo. Si Cristo está en ti, Él te va a dar el poder a través del
Espíritu Santo para derrotar cualquier pecado. Hará que tu corazón cambie y
tu forma de pensar también, ¡la de Zaqueo cambió! Si bien la Biblia en Lucas
19:6 nos muestra ya un “Zaqueo arrepentido” (obviando conversación
precedente), intuimos que todo lo que hablaron en esa casa fue para la
salvación de Zaqueo.

Una de las respuestas del arrepentimiento de Zaqueo fue: -Y si en algo he


defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. ¿Saben de lo que se
acordó Zaqueo? ¡De la Biblia! Esto que dijo es una prueba que conocía la
Biblia. Sus padres quizás le enseñaron, quizás fue a una sinagoga, sabía lo de
la Ley, sabía esto de Éxodo capítulo 22. Pero posiblemente en un momento de
su vida cerró esa Biblia (me refiero al Antiguo Testamento), la tiró y dijo: -Yo
soy un cobrador de impuestos, traidor de mi nación, no soy del pueblo
escogido de Dios. Pero ahora en su arrepentimiento se acordó de la cita
bíblica. Habrá razonado: -Ahora que Cristo me ha salvado, ahora que he
encontrado la verdadera riqueza, voy a devolver lo que estafé como dice la
Ley de Dios. Su arrepentimiento lo llevó a reivindicar la Palabra de Dios en su
vida.

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EL RESURGIR DE LA LUZ DE LA PALABRA

Quizás alguna vez hayas escuchado la Palabra de Dios de niño, pero has
cerrado la Biblia, la abandonaste transformándola en algo ajeno a tu vida
espiritual. Aún así, esos versículos de la Palabra de Dios, que quizás una
madre piadosa, una abuela, un abuelo, un padre; te leyeron, sirvan para el
momento oportuno de la salvación en Cristo.

Cuando eso ocurra dirás: -Esto es lo que dice la Palabra de Dios, ahora lo
entiendo, antes era un libro insignificante y sin importancia, lleno de reglas
absurdas, pero ahora que conozco a Cristo, su Ley es mi delicia, y en tu ley
medito de día y de noche (Salmos 1:2).

Cuando las cosas de Dios no son tu delicia es porque Cristo no está presente
en tu corazón. Pero créeme que si Cristo está, lo que más vas a anhelar es
estar en comunión con Cristo, comunión con Dios. Leer su Palabra va a ser lo
que más desees; todos los mandamientos van a tomar un nuevo sentido, ¿por
qué?, porque Cristo está en ti.

En Lucas: 19:9 Jesús da una confirmación a Zaqueo que nadie puede


contradecir. Jesús le dijo: -Hoy ha venido la salvación a esta casa. ¡La
salvación es hoy! Jesús no le dijo a Zaqueo: -Cuando tengas
tiempo, bájate del árbol y sígueme. Sino que su demanda fue inmediata:
-Hoy es necesario que pose en tu casa.

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A veces Dios actúa así en la salvación, de forma inmediata, otras veces de
forma más lenta. Pero Dios cuando te hace llegar Su Palabra, cuando
escuchas el Evangelio, una de las reglas es no dejar la salvación para otro día:

Porque dice: En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he


socorrido; he aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de
salvación. (2 Corintios 6:2)

Si hoy vas a creer en Jesús, ¡va a ser hoy! Porque eso también evidencia un
llamamiento de Dios. Jesús le dijo a Zaqueo: -¡Bájate! Y se bajó. Jesús le
habló, lo convirtió, y pudo decir de él: -¡Hoy ha venido la salvación a este
hogar! No sabemos si Zaqueo tenía familia, y cuántos eran, pero quizás ellos
después también escucharon a Jesús. Solo sabemos que de Zaqueo, el
Señor podía decir: -Es salvo.

¿CÓMO PUEDO SER SALVO?

Mira, ser salvo no es decir: -Yo soy salvo porque una vez fui a una iglesia y
levanté mi mano para aceptar a Cristo. Últimamente el evangelismo deficiente
de nuestro días certifica erróneamente decisiones de fe sin esperar a ver los
frutos de arrepentimiento. Lo importante es que Jesús te diga: -Eres salvo.
¿Cómo sé si soy salvo entonces? En la Biblia tenemos casos donde Jesús le
dice a una persona: -¡Tu fe te ha salvado! (Lucas 17:9) Aunque no sabemos
nada si esa persona permaneció en la fe o no, creemos que Jesús lo confirmó;
por lo tanto asumimos que la persona permaneció en la fe.

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Pero en este caso de Zaqueo, la situación fue diferente (y seguro fue para
dejarnos una enseñanza). Antes de declarar salvación Jesús esperó una
confesión de la boca de Zaqueo, esperó un testimonio. Y no fue una confesión
que no le costara nada, ¿qué le costó?, casi toda su fortuna. Recién después
de esa confesión, Jesús le dijo: -Hoy ha venido la salvación a esta casa.

Te pregunto: ¿Eres cristiano/a? Quizás digas que sí. Mira, yo no quiero poner
en duda tu experiencia de salvación; si tú eres salvo, mis palabras causarán
gozo, y darás más gloria a Dios. Pero si Jesús no puede decir de ti: -Este es
un hijo o una hija mía; no eres salvo. ¿Cómo puedo estar seguro? Piensa en
primer lugar que la salvación no es por obras; es decir; yo no le puedo pagar
la salvación a Dios, no puedo comprarla con buenas acciones. Es decir, las
buenas obras no son la causa de la salvación sino más bien su consecuencia.
Zaqueo no fue salvado por repartir su dinero. Sino que repartió su dinero y
resarció a quien había estafado porque ya era salvo en ese preciso instante. La
mención de Jesús simplemente fue testimonial para certificar lo que había
sucedido en el corazón de Zaqueo.

Para saber si eres salvo/a, Jesús lo pone en términos muy sencillos en su


conocido “Sermón del Monte”:

Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos
de los abrojos? (Mateo 7:16)

Si yo tuviera una planta de espinos no puedo sacar uvas, ¿verdad? Es


imposible. Yo puedo únicamente sacar higos de una higuera y uvas de una
vid, pero los espinos y las zarzas no dan esa clase de fruto. En ese momento
de Zaqueo nació un fruto visible; y solo lo que pasó en su corazón lo pudo ver

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Cristo, el Hijo de Dios, que puede ver todo en el plano espiritual. Pero las
demás personas que estaban escuchando, (no sé cuántos curiosos por la
ventana habrían observando) también pudieron comprobar que Zaqueo había
cambiado.

Quizás hayas escuchado el Evangelio, hayas reformado tu vida y te hayas


mimetizado con el pueblo de Dios por un tiempo, ¡pero sabes en tu corazón
que no has cambiado! Sabes que te involucras en pecado tras pecado, pero
desconoces la gracia de Cristo, desconoces la alegría que significa ser
perdonado, liberado del pecado, liberado de la esclavitud, liberado del infierno.
Quizás desconoces esto porque solamente has aprendido de Jesús como
quien lo ve de forma distante trepado en un árbol ¿Cuántas veces has tenido
la oportunidad de seguir a Cristo y no lo has hecho? Quizá hace mucho
tiempo que sigues en el árbol, pero capaz que hoy Jesús te diga: -¡Bájate!
Si tu vida no tiene frutos cristianos, no es porque todavía no es el tiempo, sino
que es muy probable que su fruto natural sean cardos o espinos; estás
esperando que nazcan uvas e higos, y no nacerán, quizá pueda ser que no
tengas esa naturaleza. ¡Necesitas la vida de Cristo en ti!

El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.
1 Juan 5:12

LA OBRA SALVADORA DE DIOS

Unos 1400 años antes de Zaqueo, en esa misma ciudad de Jericó, el Antiguo
Testamento nos menciona en Josué 6 que los judíos dieron 7 vueltas a la
ciudad y, por el poder de Dios, los muros de Jericó se derrumbaron. En aquel
tiempo, Dios también salvó a una persona menospreciada por la sociedad.

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Esa persona era una prostituta; la llamaban “Rahab la ramera”. Una persona
denigrada al igual que Zaqueo.

Ahora bien, Dios en su soberanía quiso salvar de toda una ciudad fuerte y
amurallada, a esta insignificante persona (junto a su familia). Cuando se
cayeron las murallas de Jericó, Dios salvó a lo más bajo de la sociedad, y
1400 años después, Dios salvó a lo más alto de la sociedad.
Que al igual que Zaqueo, Cristo pueda decir de ti: -Hoy ha venido la salvación
a tu vida. Que el Espíritu de Dios doblegue tu propio orgullo, te quebrante y te
conduzca a la cruz de Cristo y puedas conocerlo, no ya desde
“arriba de un árbol” sino cara a cara.

¡Bájate del árbol y ve al encuentro de tu Salvador!

Todo lo que el Padre me da vendrá a mí; y al que a mí viene, no lo echo fuera.


(Juan 6:37)  
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El Árbol Sicómoro de Zaqueo es una de las principales atracciones turísticas de Jericó debido al papel que
jugó en la conocida historia del Nuevo Testamento. Los visitantes viajan a Jericó, a unos 10 km al norte del
Mar Muerto, en las tierras de la Autoridad Palestina de Cisjordania, para ver este antiguo árbol.

Otros libros del autor:

El Evangelio en Orden (disponible también para Kindle)

El Legado Teológico de Charles Spurgeon

Descárgalos gratuitamente en:

www.AlejandroRiff.com.ar

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