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LÁZARO
Lucas 16:19-31
LAS ENSEÑANZAS DE CRISTO SOBRE
LA CONDICIÓN DE LAS ALMAS
DESPUÉS DE LA MUERTE
INTRODUCCIÓN
“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de
lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez.
Había también un mendigo llamado Lázaro, que
estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y
ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa
del rico; y aun los perros venían y le lamían las
llagas” (v. 19-21).
Es llamativo cómo tantos han pretendido falsificar las
clarísimas enseñanzas de Cristo acerca de la condición
de los muertos, alegando que este relato no es real ni
verídico, sino que está hablando de forma fantasiosa, o
que por ser meramente una «parábola» —alegan— nada
tiene que ver con la realidad. Los «Testigos de Jehová»,
los «Adventistas del Séptimo Día», por ejemplo, así
como todos los aniquilacionistas (los que creen que el
[1]
(Las notas expositivas fueron tomadas de William Kelly a
partir de su «Exposition of the Gospel of Luke», y se
adaptaron algunos extractos de «El hades y el castigo
eterno», de A. Pollock).
Para un tratamiento detallado de la condición del alma
después de la muerte, se recomienda la excelente obra
en inglés, de reciente publicación:«Man’s constitution
and Eternal, Conscious Punishemnet» por R. A. Huebner
(157 páginas http://presenttruthpublishers.com/pdf/ptp-
cat-current.pdf).
Para quienes sepan inglés, también pueden descargar la
extensa obra de William Kelly en relación con este
tema: «THE PREACHING TO THE SPIRITS IN
PRISON.»
NOTAS
[1] N. del Editor—
EL ANIQUILACIONISMO ES UNA FALSA DOCTRINA
FUNDAMENTAL
La enseñanza del aniquilacionismo de los malos, constituye
un ataque contra el carácter de los padecimientos de Cristo
en la cruz. Cristo sufrió la pena por nuestros pecados, lo
cual no es «aniquilación», sino que fue algo consciente y
real. Y ahora fijémonos lo grave de esto: Si Cristo sufrió el
castigo en nuestro lugar en forma consciente (es decir, no
fue «aniquilada su alma en la cruz de modo de no sufrir»,
sino que supo lo que fue el tormento por el pecado, algo
indecible e insondable para nuestras pobres y finitas
mentes, pero castigo al fin), ¿no es una blasfemia sostener
que el castigo consciente de los malvados es irreal?
Equivale a negar no sólo las enseñanzas clarísimas de
Cristo sobre este tema en los Evangelios, sino el carácter
mismo de la obra expiatoria de Cristo en la cruz por el
pecado. Y esta negación constituye falsa
doctrina fundamental, y quienes la sostienen o toleran (por
más que no sostengan ellos mismos el mal, pero toleran) a
quienes la confiesan y propagan, se hacen una sola masa
con esta levadura. Y no sólo las conocidas sectas
mencionadas son las que propagan esta levadura del
aniquilacionismo, sino que muchos dentro del campo
«evangélico» también adhieren a ella, como puede verse,
por ejemplo, en un artículo reciente aparecido
en Bibliotheca Sacra (julio-setiembre 1999, página 359)
donde leemos: «Un viejo proponente del aniquilacionismo
es Arnobio, y varios prominentes evangélicos son sus
defensores modernos: F. F. Bruce, Philip Edgecumbre
Hughes, John R. W. Stott (anglicano). El concepto de éstos
difiere del modelo bíblico del castigo eterno en dos
aspectos. Primero, que el severo castigo eterno no es para
siempre ni es un sufrimiento consciente, sino que, en vez
de ello, es una expulsión de la presencia de Dios por medio
de una aniquilación, es decir, por medio de la destrucción
de la existencia de la persona. En segundo lugar, la justicia
de Dios no es vista como inescrutable, sino que, en vez de
ello, ella puede ser armonizada con los propios conceptos
de la humanidad de penas proporcionadas.»
Debemos cuidarnos de no entrar, pues, en ningún tipo de
asociación con males doctrinales fundamentales, ni con
nadie que los sostenga abiertamente ni que los tolere (o
sea, que, aunque no los acepte, tampoco los condene y
siga relacionada con los falsos maestros, en expresa
oposición a 2.ª Juan 2:9-11). En los últimos 10 años, la
doctrina de la aniquilación de los malos se ha ido
propagando cada vez más entre los «evangélicos». J. N.
Darby escribió al respecto : [3]
«No tengo ninguna duda de que un aniquilacionista debe ser
“quitado o puesto fuera” (1.ª Corintios 5:13): éstos siempre niegan
la expiación, la responsabilidad del hombre, la inmortalidad del
alma y toda conciencia justa de pecado» (Letters of J. N.
Darby 3:91).
«…Yo lo ayudaría con todo gusto en este tema en lo mayor de mis
capacidades, porque esta doctrina (aniquilacionista), constituye una
mortal y desmoralizadora herejía, o, mejor dicho, es pura
infidelidad. Yo siempre la he refutado, pero nunca la he visto tan
diseminada como en estos últimos tiempos, en Nueva York y en
Boston. Tiene como consecuencia provocar la negación de toda
responsabilidad y conciencia, debilitar de la manera más fatal el
sentido de pecado, el valor consecuentemente de la expiación y, en
casos extremos, hasta la divinidad de Cristo. Todos no llegan a este
extremo, y ni siquiera están enterados de ello, pero la falsa doctrina
ha arrastrado a miles en esos lugares de Estados Unidos» (Letters
of J. N. Darby1:403).
Pero ningún aniquilacionista puede demostrar con la
Escritura misma, algún pasaje que enseñe que el alma va a
ser extinguida o que cesará de existir para siempre; ¿acaso
la muerte de Cristo, como dijimos, trajo la extinción de su
alma cuando sufrió la pena por nuestros pecados? Si un
supuesto evento de semejante importancia como el de una
supuesta aniquilación o extinción del alma fuese cierta, ¿no
estaría claramente enseñada en los Evangelios por el
Señor mismo o en alguna otra parte del Nuevo
Testamento? Pero toda la argumentación de los
aniquilacionistas es muy superficial, pobre y falta de una
exégesis seria de los pasajes donde se enseña esta
doctrina claramente, y en su literatura no podemos
encontrar ninguna refutación de estas verdades por medio
de la Palabra misma, ni siquiera trazas de ello. Aquí hemos
tratado solamente el relato del Rico y Lázaro, pero para
quienes quieran realizar un tratamiento detallado de todos
los argumentos aniquilacionistas y su correspondiente
refutación, véase el escrito «El hades y el castigo
eterno», por A. J. Pollock. Quienes sepan inglés pueden
consultar la extensa y excelente obra de F. W Grant: Facts
and Theories as to a Future State
[2] N. del E.— Los aniquilacionistas suelen dar a la palabra
«destruir» el significado de «extinguir» o «dejar de existir».
Así, cuando citan, por ejemplo, Mateo 10:28: “Temed más
bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el
infierno”, ellos definen el término «destruir» por «dejar de
existir o desaparecer». Pero basta citar el DRAE para
darse cuenta de que el vocablo español no tiene esa
acepción, sino más bien «ruina, asolamiento, pérdida
grande y casi irreparable». Acerca del verbo griego vertido
«destruir» (apollumi), Vine dice: «La idea que comunica no
es la de extinción, sino de ruina; no del ser, sino del
bienestar. Esto queda claro en base del uso que se le da,
como p. ej., de la rotura de los cueros de vino Lucas 5:37;
de la oveja perdida, esto es, pérdida para el pastor, lo que
es metáfora de la destitución espiritual, Lucas 15:4, 6, etc.;
el hijo perdido; 15:24; de la comida que perece, Juan 6:47;
del oro, 1 Pedro 1:7. así también de las personas, Mateo
2:13, “matar”; 8:25, “perecemos”; 22:7; 27:20; de la pérdida
de bienestar en el caso de los perdidos en el más allá,
Mateo 10:28; Lucas 13:3, 5; Juan 3:16 (v. 15 en algunos
manuscritos); 10:28; 17:12; Romanos 2:12, 1 Corintios
15:18; 2 Corintios 2:15, “los que se pierden”; 4:3; 2
Tesalonicenses 2:10; Santiago 4:12; 2 Pedro 3:9» (W. E.
Vine, Diccionario expositivo de palabras del Nuevo
Testamento, vol. I, pág. 428).
Así que, el mismo idioma, tanto griego como español, no
da sustento alguno a las fantasías de los aniquilacionistas.
[3] N. del E.— Es un hecho conocido que C. H. Spurgeon,
ante el avance de la corriente de la apostasía de los
últimos tiempos, se vio envuelto en la llamada «Downgrade
Controversy», en la que no sólo alzó su voz en contra de la
decadencia de la ortodoxia sobre el tema del castigo eterno
junto con otras doctrinas fundamentales de la fe que se
veían atacadas, a través de su serie de escritos publicados
en «The Sword and Trowel» en los que denuncia estas
falsas doctrinas fundamentales, sino que, al haber éstas
penetrado a tal punto en la Unión Bautista de Londres,
pese a la contención aparente de la «declaración de fe»
sobre doctrinas fundamentales que se debían sostener
para ser miembro de la Unión a la que él pertenecía, que
se vio finalmente forzado a salir de la «Unión» el 28 de
octubre de 1887, dando como razón de su separación el
hecho de que la Unión prefería la paz denominacional al
deber de confrontar el error y, de esa manera, por el hecho
de tolerar el mal en su seno, la Unión hizo que los
cristianos fieles a la verdad y que no querían ningún tipo de
asociación con el mal, ya directa, ya indirecta, se viesen
forzados a separarse de ella de forma indefectible.
Spurgeon era sano en sus principios bíblicos de separación
absoluta del mal y del error, es decir, ningún tipo de
asociación y tolerancia del mal. Unas citas de algunos
párrafos de Spurgeon sobre qué creía él acerca de la
separación del mal, pueden ser de interés para el lector.
C. H. Spurgeon sobre la separación del error
Citas de Spurgeon en: Ian Murray, «The forgotten
Spurgeon» 2.ª edición, 1973, London/Carlisle
Página 143
«En el tiempo presente, se vuelve un tema serio en qué
medida aquellos que permanecen “por la fe una vez
entregada a los santos” deben confraternizar con aquellos
que se han desviado hacia otro evangelio. El amor cristiano
tiene sus exigencias, y las divisiones han de ser evitadas
como graves males; pero ¿cuánto estamos justificados
de estar asociados (inglés: ‘being in confederacy’) con
aquellos que se apartan de la verdad?»
Página 144
«Sí, tenemos ante nosotros el desgraciado espectáculo de
cristianos que públicamente profesan ser ortodoxos, y que
permiten su unión con aquellos que niegan la fe, y que
difícilmente disimulan su menosprecio por aquellos que no
pueden ser culpables de tan grosera deslealtad a Cristo.
Para ser muy claros, no podemos llamar a estas cosas
«Uniones Cristianas»; ellas comienzan a parecerse a
«Confederaciones del mal»... Es nuestra solemne
convicción que donde no haya una verdadera
comunión espiritual, no debe haber ningún intento de
comunión. La comunión con el error vital y conocido es
participación en el mal.»
Página 154f
«La Unión (Bautista) tal como está constituida al presente,
no tiene ningún poder disciplinario, porque no tiene una
base doctrinal sólida declarada («declaración de fe»), y no
vemos ninguna razón de por qué toda forma de creencia y
de falsa doctrina no deba ser incluida en ella, y no
solamente hacer referencia al bautismo por inmersión como
el único bautismo válido. No hay ningún provecho en
censurar a la Unión por tolerar errores del tipo más
extremo, pues, hasta donde vemos, ella es impotente de
ayudarse a sí misma, si es que alguna vez ha querido
hacerlo. Aquellos que originalmente la fundaron, la
hicieron “sin forma y vacía”, y así habrá de permanecer.»
Página 159
«En cuanto a la rotura de la unidad, nada jamás ha
promovido más ampliamente la unión de lo verdadero,
que la rotura con lo falso. La separación de todos
aquellos que toleran errores fundamentales, no es cisma,
sino simplemente lo que la verdad y la conciencia, y lo
que Dios, requiere de todos aquellos que “son hallados
fieles”.»
Página 162
«Ellos permanecen vinculados donde sus conciencias les
dice que no debieran estar, porque, ellos alegan que son
más útiles así que si saliesen “fuera del campamento”
(religioso). Pero esto es “hacer males para que vengan
bienes”, y nunca debería ser tolerado por una conciencia
iluminada»
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