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En todas las tradiciones espirituales que conocemos hoy día sobre la tierra, la esencia es la
misma. Ifá –la tradición espiritual de África Occidental—no podría ser la excepción. A la hora
de entender el simbolismo de los tres colores (Negro, Blanco y Rojo), la enseñanza de Ifá
equivale a la de la Alquimia Cristiana, Hebrea o Sufí, por sólo mencionar tres tradiciones
espirituales bastantes conocidas. En todas es común el símbolo de la Piedra (Oyigiyigi Otá mi
o) que cantamos para invocar la Piedra Primordial que somos todos.
Se cree que Òrúnmìlà vivió por 400 años y visitó muchos lugares, dejando el
legado del sistema de adivinación de Ifá para la humanidad. Normalmente
Òrúnmìlà e Ifá se usan intercambiablemente. Esto sin establecer que Òrúnmìlà
fue la personalidad que trajo el Ifá al mundo, mientras que Ifá es el arte que él
trajo de Olódùmarè para guardar y guiar a los seres humanos en la tierra. Ifá es
simplemente las palabras directas de Olódùmarè traídas por Òrúnmìlà
para el beneficio de la humanidad.
Según Ifá, lo que podemos ver, escuchar, entender y experimentar son las
diversas manifestaciones de la deidad que descienden desde más allá
de Osùmàrè (Espíritu del Arco Iris) dentro del reino de Ikòlè Ayé (Mundo).
Òrúnmìlà es la divinidad a la que Olódùmarè le entrego los 16 Odù, los 240 Omó
Odù y le enseño el lenguaje esotérico de cada uno de los 256 ancestros.
El único modo en que el poder de la iniciación es sostenido es que el iniciado reafirme los
principios de los Òrìsà tal como son experimentados durante el ritual de pasaje que da
nacimiento a los sacerdotes y sacerdotisas de los Òrìsà. Este es y siempre será un proceso de
trascender limitaciones. Cada nueva revelación, cada nueva comprensión, cada nueva
experiencia lleva consigo potencial para la iluminación. Cada vez que expandimos nuestra
conciencia, el viejo ser debe morir y volver a nacer en una nueva profundidad de sabiduría.
Dejar ir al viejo ser, dejar ir las viejas ideas, dejar ir las viejas maneras de ver, puede ser una
tarea difícil y dolorosa. La experiencia de dejar ir, en el contexto de la iniciación, da al iniciado
una experiencia simbólica de los cambios internos y externos que ocurren cada vez que
expandimos nuestra conciencia.
Los que están buscando un fin a las dificultades, al conflicto y a los desafíos están buscando el
final de la vida, no las bendiciones de la vida. En la cosmología de Ifá, todas las formas de la
abundancia llegan como consecuencia de la transformación.
Siglos atrás, cuando el ser humano se veía obligado a sobrevivir en medio de una naturaleza
hostil y generosa a la vez, nunca renunció a la unión, al colectivo, al mantenimiento de las
sociedades y al respeto a sus categorías y reglas establecidas, las cuales constituían el eje
estratégico de su supervivencia.
La evolución y desarrollo del hombre hasta nuestros días, y particularmente desde el comienzo
de las diferencias marcadas por el emolumento, han derivado en el fomento de aspectos
negativos, como son la avaricia, el egocentrismo y la envidia.
Aunque la moneda y el comercio no hayan surgido con ese objetivo, podemos ver que en la
actualidad es obvio que se han roto, y cuanto menos transgredido, aquellas reglas establecidas
por nuestros antepasados.
Bien advertidos hemos estado, cuando Òrúnmìlà nos alertó a través del odù Òdí Òyèkú que
con el surgimiento del comercio también surgen las diferencias entre los seres humanos, y
además en el odù Òsé Ìwòrì, donde Òrúnmìlà amonesta por la insensata actitud de sus
adeptos al vender los secretos de Ifá, desvelando de esta forma el episodio sórdido de la
iniciación inducida inescrupulosamente, con el objetivo de obtener beneficios económicos y
violando el proceso natural propiciado por los Òrìsà y ancestros para la llegada del futuro
iniciado a la misma, en muchos casos incluso sumidos por el desconocimiento, tanto por parte
del que inicia como por parte del que va a ser iniciado. Así una vez más se abre un camino hacia
un final caótico donde el único resultado visible ha de ser desamparo, decepción, frustración y
desorientación para unos, mientras el oprobio y el desdoro para otros.
Todo esto ha dado como resultado el derrumbe de valores, sólo para dar paso a una acción
exclusivamente lucrativa la cual no convence a nadie de que mantenga el equilibrio
entre “acción y efecto”presentes en el día a día del ejercicio religioso, y sí por el
contrario“terreno de cultivo” para la dispersión y la duda, que a su vez genera interrogantes
precedidas de parciales e insuficientes respuestas.
¿El pago excepcional y sin el beneplácito de nuestros Òrìsà y ancestros otorga derecho alguno a
aquellos que, muchas veces sin fe o cuando menos sin información, pretenden ser iniciados; o
mérito alguno además a alcabaleros ocultos bajo el hábito religioso?
Meditemos al respecto y saquemos objetivas conclusiones que nos lleven a un mejor desempeño
a nivel colectivo, y a la toma de conciencia con respecto a lo que se está tratando de convertir
nuestra cultura, costumbre y religión: un medio de Mercantilismo y Comercio vulgar. Luchemos
todos juntos y aportemos tanto de manera individual como fraternal, nuestros esfuerzos en aras
de levantar el sucio, profano y vulgar velo con el que muchos falsos, orgullosos y vanidosos
adeptos, pretenden cubrir u enmascarar nuestra creencia en Ifá y Òrìsà.
Òyèkú Òwónrín.
Dentro del culto yorùbá no existe clasificación alguna para las tantas enfermedades conocidas,
simplemente atribuían cualquier dolencia presentada a la violación de ciertas normas
establecidas e impuestas por la escuela familiar. Algunas veces se pensaba que el origen de las
dolencias era producto de la hechicería elaborada por un brujo o un mal intencionado, otras
veces se atribuía a la cólera de los dioses que se violentaban por no recibir la correcta
veneración. Por regla general, la causa de la dolencia se buscaba fuera del mundo empírico, no
obstante, algunos mitos y leyendas yorùbá encierran un profundo concepto filosófico de la
enfermedad, implícitos en el lenguaje metafórico, que no difiere mucho de la opinión de los
científicos en la actualidad.
En muchos otros casos los yorùbá, personifican la enfermedad como una deidad femenina y
esposa de la Muerte. Muchas leyendas relatan como ella es capaz de vivir en el interior de
elementos naturales.
Los yorùbá consideran que todos los objetos naturales están animados por espíritus o duendes,
los cuales le proporcionan vida y lo interrelacionan con los seres humanos, conjuntamente con
éstos duendes puede residir "la espiritualidad de la enfermedad", llegándose a adaptar a las
características del objeto, éstos pasarán a un elemento, objeto afín. Los trastornos en la ecología
por la desaparición de elementos, especies, etc, conlleva a manifestaciones casi epidémicas en
grandes extensiones pobladas. Ese duende-enfermedad se considera como
tal "externándose" en un objeto natural afín por correspondencia simpatética.
Todo lo que existe en el universo yorùbá, como se explican en la cosmología yorùbá, posee
energía en equilibrio. Una descompensación de ésta genera desequilibrio y el sistema se altera,
de ahí que el hombre, en se caso, sea vulnerable al embate de cualquier tipo de dolencia.
Estas energías pueden emanar de los ríos, lagos, mares, montañas, etc. Existe una hipótesis de
que algunas formas geométricas sirven como antenas receptoras de energías específicas, el
elemento formado por una adecuada geometría, se relaciona con un área concreta del cuerpo
humano. Trabajando por simpatía, uno actúa sobre el otro. Cada ser humano se encuentra
vibrando por simpatía con cada una de éstas energías, si ocurre una ruptura con algunas de
ellas, el cuerpo se descompensa y aparece la dolencia.
Compárese el ritmo biológico del hígado y la influencia de los vientos alisios y contra alisios que
influyen sobre las costas y la tierra.
Las investigaciones también demostraron que la sangre contiene mayor cantidad de glucosa a
las nueve de la mañana y menor a las seis de la tarde. Los riñones acusan mayor actividad al
comienzo de la noche y por la mañana temprano, son menos activos.
Actualmente, el hombre se ha descubierto más de cien sistemas fisiológicos que funcionan
ateniéndose a las leyes de periodicidad. La capacidad de trabajo del miocardio durante las
veinticuatro horas es distinta: dos veces diariamente - cerca de la una de la tarde y cerca de las
nueve de la noche - disminuye hasta el mínimo. Por ejemplo, en la primavera los procesos
metabólicos en el organismo son más activos que en los meses de otoño e invierno. En las
distintas estaciones del año cambia la composición de la sangre: en invierno y primavera la
sangre contiene mayor cantidad de hemoglobina, mientras que en verano su contenido
disminuye hasta el valor mínimo.
En invierno también es más alta la presión sanguínea. Muchísimas cosas dependen de los
fenómenos atmosféricos, ya que el estado del organismo cambia en correspondencia con las
estaciones del año.
Todo lo antes dicho justifica, de cierto modo, el concepto yorùbá de la formación de los seres
humanos a partir de la influencia de las energías que emanan de la naturaleza. Por ello, no se
clasifica con nombres ningún tipo de enfermedad, sino que su creencia se basa en el
desequilibrio producido entre los seres humanos y el Universo que lo rodea.
A continuación relataré una de las tantas leyendas que hacen referencia al concepto yorùbá de la
enfermedad y posteriormente analizaremos el mensaje filosófico que está presente en su
metáfora y lenguaje cifrado:
Al comienzo del mundo, cuando todos los seres humanos gozaban de perfecta salud, cuando
nadie moría y no se experimentaba el dolor por la pérdida de los allegados, sucedió que en un
pueblo llamado Iré llegaron dos personajes siniestros y tomaron por la fuerza el gobierno de
aquel lugar. Estos personajes eran Ògún (Dios de los metales) e Ikú (La Muerte).
Con el carácter temerario de Ògún y la apariencia espantosa de Ikú lograron someter al pueblo a
la sumisión total. Ògún gustaba de la bebida en exceso, obligaba a todos los pobladores a que le
proporcionaran vino de palma en grandes cantidades. Esta actitud de Ògún, muchas veces
molestaba a su compañero Ikú, puesto que cuando Ògún tomaba en exceso se quedaba dormido
y descuidaba un tanto el gobierno de aquel lugar, pero además, se ponía furioso si lo trataban de
despertar.
Esta situación trajo en ciertos momentos disgustos entre ambos, ya que Ògún hacía caso omiso a
los consejos de Ikú. Un día, el consejo de ancianos de aquel pueblo convocó un concilio para
buscar una solución y poner fin a tantos abusos de que eran víctimas, después de tantos debates
no pudieron llegar a conclusión alguna, una de las causas es que no poseían armas para
enfrentar a los usurpadores.
Por tanto, decidieron correr el riesgo y dejaron a los muchachos la difícil tarea. Los muchachos
pidieron bastante comida y bastante bebida y rápidamente convocaron una fiesta en el centro
del pueblo, pero con la condición de que ninguna persona mayor de la comunidad participara
del evento. Cuando Ògún se enteró del propósito de los muchachos, se dirigió a aquel lugar ya
que los menores no significaban ningún peligro para él y pro tanto no era objeto de sospecha.
Los muchachos al ver a Ògún lo trataron con gran delicadeza y le invitaron a participara en la
fiesta. Después de muchos cantos, bailes y comidas, los muchachos gentilmente daban mucha
bebida a Ògún de todos los tipos, al punto que lo emborracharon totalmente. Al poco tiempo
Ikú, notando la ausencia de Ògún, salió a buscarlo por todo el pueblo y allí, en aquel lugar, se lo
encontró tirado en tierra totalmente ebrio, esto provocó un gran enojo para Ikú y temiendo que
los pobladores, aprovechándose de la debilidad de Ògún pudieran vencerlo, comenzó a darle
tirones para despertarlo, esto, por supuesto, provocó que Ògún se pusiera furioso y ciego de
violencia sacó de su funda su machete y sin percatarse que la muerte era la que tenía a su lado,
de un tajazo arrancó su brazo derecho. Ikú temeroso y presa de un terrible dolor, salió corriendo
por todo el pueblo en busca de un refugio seguro. Se dice que nunca más fue vista por seres
humanos.
En su loca carrera fue dejando a su paso una estela de sangre. Cuenta la leyenda que todos
aquellos curiosos que salieron a contemplar el espectáculo y descuidadamente pisaron la sangre
se enfermaron, los primeros curiosos y llenos de asombro fueron los propios muchachos. Se dice
que después de éste hecho fue se conoció en el mundo la enfermedad.
De ésta leyenda nace el carácter prohibitorio para los devotos del culto de pisar sangre y además
explica el por qué son los muchachos los primeros que enferman en caso de epidemias.
Ògún e Ikú representan dos divinidades muy importantes dentro de los rituales que se realizan
dentro del culto. Se cree que Ògún fue la primera divinidad que vino a la tierra, abriendo paso
para el posterior arribo de las demás divinidades. Ikú por su parte fue la última que arribó a la
tierra. Cuentan algunas leyendas que después que el Creador encomendó a Obàtálá la creación
de los seres humanos éste último cedió paso a Ògún y a su vez le encomendó dar forma a cada
una de sus creaciones.
Ògún entonces, se convirtió en el modelador de Obàtálá. También se cuenta que el propio
Olódùmarè encomendó a Ikú privar la vida a todas aquellas personas que Òrúnmìlà seleccionara
a través de Ifá para así mantener el equilibrio en el mundo (ecosistema).
Esta leyenda nos inclina pensar que entre Ògún, Ikú y el proceso metabólico del organismo
humano, existe una estrecha relación, y quizás, sea éste el mensaje criptográfico de la leyenda.
El metabolismo es una propiedad vital y fundamental del organismo. Con el cese del
metabolismo llega la muerte. El metabolismo incluye dos procesos relacionados
recíprocamente: la asimilación de las sustancias que entran en el organismo y la desasimilación
de éstas. En el proceso de asimilación se forman sustancias orgánicas complejas que entran en
la composición de las células y las estructuras intercelulares del organismo. En el proceso de
desasimilación tiene lugar la desintegración de las sustancias orgánicas complejas y su
transformación en las más simples. Con eso se desprende la energía necesaria para la actividad
vital del organismo.
Los productos finales del metabolismo que no pueden ser sometidos en el organismo a
transformaciones posteriores, se eliminan a través de los órganos de excreción. Los dos procesos
relacionados recíprocamente se denominan anabolismo y catabolismo.
Podemos decir que Ògún representa el anabolismo por su condición de modelador en la
creación, mientras que Ikú representaría el catabolismo ya que elimina la materia viva y la
transforma en otro estado.
Como ya se sabe, quién cumple con las leyes naturales no puede enfermarse, cuando se
contravienen algunas de sus leyes, resulta una condición anormal y se manifiestan ciertos
síntomas que por su generalidad le llaman enfermedad. Es conocido por la ciencia médica, que
un desequilibrio entre los dos procesos metabólicos del organismo traería por consecuencia el
arribo de enfermedades. En todas las personas ese equilibrio no es el mismo, depende de la
vibración (original que influyó en su formación biológica), depende también de la influencia de
Inalo e Isoki y en que proporción se encuentran en el organismo de la persona. También la
ciencia expresa que en diferentes personas no es igual la intensidad del metabolismo y depende
de la edad del hombre, carácter de su trabajo, condiciones de vida y otros factores.
En la leyenda también se hace mención a la gran ingestión de alimentos y bebidas, las cuales
fueron causas del desequilibrio entre Ògún e Ikú. En las enfermedades tienen lugar distintas
alteraciones metabólicas, a veces, éstas constituyen los signos principales de la enfermedad,
como por ejemplo "la gota", en la cual está aumentado el contenido de ácido úrico en la sangre y
tiene lugar la sedimentación de sales de éste ácido en las articulaciones, tendones y cartílagos.
Una de las partes más importantes de la leyenda es donde se hace referencia a la metáfora de la
sangre y dice así: "todos aquellos curiosos que salieron a contemplar el espectáculo y
descuidadamente pisaron la sangre se enfermaron". Durante mucho tiempo la sangre se
consideró dotada de poderes divinos y además como reconstituyentes orgánicos. Era habitual,
en reyes y guerreros de la antigüedad, beber sangre de anímales que poseyeran una gran fuerza
corporal, fueran temerarios y de gran fiereza, para de ésta forma incorporarse semejantes
virtudes. Se creía que la sangre era la portadora de la vida material y espiritual de todos los seres
vivientes. Era un tabú (prohibición), tomar sangre de animales enfermos, así como sacrificarlos
a los dioses.
Se consideraba también que la enfermedad residía en la sangre y era transmitida por ésta. Hasta
nuestros días dentro del culto se mantiene dicha creencia. Algunos científicos consideran que
los cambios en la composición de la sangre evidencian el comienzo de una enfermedad. El
filósofo francés Claude Bernard denominó a la sangre "espejo del organismo".
Los yorùbá no hablan de la enfermedad como si fuera una entidad con carácter, disposición y
cualidades afectivas, tal como si fuera un anima dañino, sino como una espiritualidad, la cual no
tiene existencia propia a pesar de que algunas leyendas hacen referencias a la enfermedad
(Àrùn) como la esposa de Ikú (la Muerte). El sentido metafórico la considera como una
condición anormal que brota de la propia muerte después de violarse algunas de las leyes
establecidas por la naturaleza, pero además esta condición pasa a toda aquella persona que
tenga contacto directo con ella. Lo que indicaría que todo el que violase esas leyes, sería víctima
de las dolencias que provoca el arribo de la enfermedad. Además, esta condición anormal
totalmente espiritual se cree que resida dentro del cuerpo y solamente la descompensación de
éste conllevaría a la materialización de ciertas anomalías inherentes a dicha condición.
Los yorùbá también creen que los animales y plantas albergan en su seno la espiritualidad de
determinadas dolencias que se manifestarán en sus semejantes e incluso en los seres humanos
en caso de ser sacrificados sin tomar las medidas litúrgicas pertinentes. Entre un ser humano,
un animal y una planta específica existen ciertos enlaces bioenergéticos por simpatía y los
primeros son los que estarían propensos a adquirir las dolencias que se ocultan en éstos seres
inferiores. Todos los seres humanos han heredado, además de sus lejanos antepasados, de los
animales y las plantas que vivían en los ríos, mares, bosques, etc, el ritmo de los procesos
fisiológicos, lo que hace que la calamidad de los unos repercuta en los otros.
Muchas personas y hombres de ciencia opinan que la enfermedad conocida como "peste" no
solamente es transmitida por las ratas, sino que reside con ella dicha enfermedad. Si se
extinguieran todas las ratas de la faz de la tierra sobrevendría dicha enfermedad a los seres
humanos pero, mayor aún, a toda aquella persona que tuviera una afinidad energética con ese
roedor. De esto se deduce la importancia de conocer que odù rige a cada persona y de ésta forma
se conocen las enfermedades que una persona en particular tendrá, por tendencia, al animal de
su sigo u odù Ifá, a padecer.
Por todos éstos motivos, los yorùbá consideran la enfermedad como una descompensación entre
los seres humanos y las leyes naturales que le dieron oriente. El intento de la naturaleza es
expulsar la anormal condición y restablecer la salud.
Por tanto, a veces la enfermedad se llama incumplimiento.
Hay una Realidad, un manifiesto sobre la pocision de un Baba dentro de los latino Americanos
creyente de la practica Yoruba Ancestral.
Sin temor, sin enemistad, el Eterno, El no Nacido, Autoexistente, completo en si, A través de la
gracia de Ifa.
En Nigeria, un babaláwo, debe estudiar durante años, para poder ser iniciado. Por tradición, en
Nigeria la Yoruba Ancestral, no se inicia a nadie, a menos que haya estudiado y demuestre que tiene
capacidad y conocimiento suficiente para ser merecedor de Ifá. Lo que forma a un babaláwo, es el
conocimiento Odù, esto es, los versos de Ifá, el conocimiento de las hierbas y hojas, como hacer un
sacrificio. Pero de quien debe ser esa mision es de un Baba Ifa. En Nigeria, se hace por pasos, y el
último paso se llama wogbò Ifá, que significa “entrar al bosque de Ifá”.
La verdadera riqueza y el más grande regalo de Dios es el Hombre, la persona que, habiéndose
realizado a sí misma, está establecida en su divinidad. Así como lo semejante atrae a lo semejante, el
ser humano, por necesidad, debe tener a un hombre como instructor (Baba) pues nadie más puede
enseñarle.
Los Yorubas no creen en la evangelización o el proselitismo de la practica Yoruba. pero el deber de
un Baba es plasmar esa cultura rica de historias, vivencias. Cuando la gente ve al Baba viviendo
como un ser humano común, comiendo, bebiendo, etc., se vuelve descuida en lo que piensa y con el
respeto que debe tenerle. Nosostros deberíamos recordar siempre que la vida de un Baba es dos en
una. Él también sufre con las tristezas de otros, y en ocasiones, también derrama lágrimas de
compasión. Pero como un verdadero ser, Él guía a las almas hacia lo interno y hacia arriba utilizando
el mejor instrumento que es la sabiduria de Ifa y su conocimientos sobre la vida.
Los alumnos (Awo's) se sentaran junto al babaláwo (Baba), cuando éste registre a los demás, asi
aprendera parte de su instruccion. Cuando el Baba cree que el alumno ha visto suficiente, entonces,
le enseña a manejar el Òpèlè. Entonces se les empezarán a enseñar los rezos (Versos de Ifa) uno a
uno, esto es lo que lleva más tiempo. Si son varios estudiantes, se les pone en línea y se les enseñan
rezos que deberán contestar a su Baba Ifa. Ellos aprenden viendo y estudiando. La mayor parte del
tiempo, aprenden viendo e imitando. Esto toma hasta tres o cuatros años, antes de que el Baba Ifa
considere que el alumno sabe bien el Odù.
Es claro la funcion de un Baba Ifa, pero tambien es parte de un alumno de querer ser isntruido.
Aquellos desafortunados que le consideran a un baba Ifa simplemente un hombre, permanecen en el
nivel de la ignorancia y pierden la oportunidad dorada.
Ogbó Ató