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comprender la problemática que rodea la literatura a los ojos del autor. Para esto se intentará
horacianos: verosímil, verdadero y mimesis. Por otra parte, bajo la luz de Segre y Pavel se
intentará hacer más evidente la frontera difusa que hay en los distintos niveles de diégesis, y
Luigi Pirandello.
que resuenan en nosotros, desde Aristóteles a nuestros días, cuando nos enfrentamos a los
conceptos de literatura y arte. Conceptos que han sido y siguen siendo largamente discutidos por
críticos ávidos de estudiar y profundizar en sus significados. Ese es, precisamente, el espíritu que
anima “Seis personajes en busca de un autor” de Luigi Pirandello; iniciativa literaria que rompe,
en cierta manera, las estructuras teatrales clásicas. En esta obra el autor hace que nos
preguntemos cuáles son los límites entre la literatura o el arte en general y la realidad; en qué
radica la obra artística; y si es el arte una mentira ficticia o una imitación de la realidad.
está en las raíces mismas de esta obra. El tratamiento de estos problemas se funde en escenas
de la imaginación. Aristóteles, cuando habla de la tragedia como una de las formas más altas del
la narración, pero, sin embargo, intenta mantener un vínculo estrecho entre ambas cosas. Si no se
imita la cosa misma sí debe imitarse la forma en que la naturaleza se muestra y obra. Siguiendo
en este pensamiento Horacio introduce el concepto de lo verosímil que, sin ser la verdad misma,
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imita la forma en que las cosas verdaderas se manifiestan y son por esto dignas de crédito.
Horacio (1981) en “Carta a los pisones” sostiene que “lo inventado para amenizar debe ser
verosímil; no pretenda que se crea cualquier cuento fantástico” (V. 338-339). Es decir, que en
un relato los hechos no deben ser necesariamente verdaderos, pero sí verosímiles. Pirandello
(1961) a través del personaje de El Padre, en el inicio de la obra teatral, en algún punto confirma
esta tesis, pero en otro la descalifica completamente. Plantea el caso en el que lo verdadero es
absurdo, y lo verosímil falso. Vemos que en este sentido nuestro personaje ridiculiza y le
EL PADRE: ¡Oh, señor! Usted sabe que la vida está llena de infinitos absurdos, que,
descaradamente, ni siquiera tienen necesidad de parecer verosímiles, porque son verdaderos (…)
Digo que puede considerarse una locura, sí señor, esforzarse en hacer lo contrario; es decir, crear lo
verosímil para que parezca verdadero. Pero permítame hacerle la observación de que, si fuera locura,
ésta es la única razón de su oficio.
EL DIRECTOR. Ah, ¿sí? ¿De manera que nuestro oficio le parece cuestión de locos?
EL PADRE. Bueno, dar la apariencia de verdadero a aquello que no lo es, sin necesidad de hacerlo,
señor; como un juego... ¿O acaso no es el oficio de ustedes dar vida en la escena a personajes
fantasiosos? (P. 47)
El Padre, ciertamente, pone de manifiesto un problema interesante. Que lo verdadero se
opone muchas veces a lo verosímil. La verdad o la realidad son extrañas e increíbles. Hace
replantear a los escritores y a los lectores el verdadero fin de su oficio: ¿Es acaso dar vida a
personajes fantasiosos? ¿Es la literatura un juego? ¿Podría decirse que es, entonces, una mentira?
Segre (1985) en “principios del análisis literario” desarrolla el concepto de literatura como
mentira consentida. Explica en esta obra el concepto de ficción, del latín, fingere, y sostiene que
significa “formar con fantasía”, “decir falsamente”, de “forma fingida”. Llevado al plano de lo
literario el concepto de ficción nos introduce en la idea de invención, es decir, en la idea de dar
forma a cosas, acciones y seres irreales. Así mismo, la fictio inventio horaciana hace alusión a la
capacidad, como esbozamos anteriormente, de encontrar argumentos semejantes a los que se dan
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en la realidad. La literatura, por lo tanto, es un simulacro, según Segre, del mundo real en el que
se evoca a un personaje cuya existencia oscila entre lo real y lo imaginario. En algún punto,
entonces, el autor es un mentiroso; sin embargo, está autorizado a serlo. Hay un acuerdo tácito,
un pacto entre el lector y el autor, en el que, en las esferas fantásticas, el autor posee una
imprevista: se asombra. No está realmente preparado para leer lo que va a leer y esto genera una
darle conciencia de identidad a los personajes lo cual sorprende en gran medida a los lectores. Es
sujeto artístico heroico que sufre un mal terrible en la representación y el observador. Esta
asimilación entre los sujetos y ese sufrir juntamente de ambos es el camino para purgar las
pasiones; esa era su función principal. En este sentido, ficción, arte como mentira, y mímesis,
Lo fantástico y lo real.
Con la pluma experta de un italiano contemporáneo, Pirandello nos invita traspasar todos los
límites y fronteras que separan la fantasía de la realidad. Así como Cortázar hace que un
personaje salga de su libro y mate a su lector, así también Pirandello logra que los personajes
abandonen su nivel diegético para comunicarse con los lectores a través de discusiones, órdenes
diégesis con el que juega el autor sino también con los roles de cada personaje. A medida que
avanza la obra sufren una metamorfosis. Es decir, al comienzo, el Director dirige, pero a medida
que avanza la obra, los personajes comienzan a definir las escenas en las que ellos mismos serán
actores:
Fantasma de la ópera). Se presenta un conjunto de escenas que se realizan detrás de escena. Esto
nos va introduciendo en una suerte de segunda ficción. Se trastocan nuevamente los planos de
ficción y realidad. La obra de teatro, que es en principio ficción, es llevada a un plano más real;
la obra de teatro es una obra de teatro, y para eso se fingen o se representan cosas parateatrales,
EL DIRECTOR: ¡Blanca no! ¡Te dije color cielo! No importa, déjalo. Yo me encargaré. (Llamando.)
¡Eh, electricista, apaga todo y dame un poco de atmósfera lunar… azul cielo, azul a las herzes y azul
al telón, con el reflector!... ¡Así, basta!! (Pirandello, 1961, p. 137)
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El director de escena, que es en realidad otro actor, está realmente dirigiendo un ensayo. Si
uno fuera a ver esta obra sin saber de qué se trata creería haber entrado al teatro en un momento
equivocado, puesto que el escenario no está listo para una representación sino, justamente, para
Mediante este jugo se logra la confusión de los niveles de relato o en palabras de Lutas
diégesis, es decir el mundo narrado por el narrador” (p. 1). En un escenario gris se confunde a
los actores, al público, al director, y a los personajes. Éstos interfieren en la ficción y lo cruzan
con el plano de “lo real”. Lo aparentemente real invade al territorio ficcional, y lo ficcional
invade el mundo de lo real; como se ve cada vez que el director da ordenes escénicas (luces,
hace, por un lado, que veamos con más claridad y más conscientemente, esos límites en las obras
que los respetan. Funciona como una suerte de extrañamiento. Y por otro lado nos podría hacer
Hijastra que hable más fuerte puesto que “el público” no va a lograr escuchar si habla tan bajo.
quitara el vestido, por lo que se lo prohíbe. Esta clase de intervenciones también nos hace, a
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modo de puesta en abismo, ver la realidad real como una puesta en escena, cosa que nos podría
En otras palabras, se remite a un tercer nivel de diégesis que es el coincidente con el real, el
Para que haya obra es necesario que haya autor. Sin autor no hay obra. Es el oficio del
escritor crear a esos personajes aún inexistentes, y, una vez escritos darles vida propia y
volverlos inmortales. Pirandello expresa esta idea de la inmortalidad del personaje escrito
Ahora bien, en esta obra los personajes llegan a la escena desesperados por encontrar a
alguien que quiera escribir sobre ellos. Ellos tienen en su interior el drama, pero aún no han sido
escritos y como ellos solos no pueden escribirse, puesto que son personajes y no autores,
DIRECTOR: ¿De un autor? ¿De qué autor? / EL PADRE: de uno cualquiera señor.”
(Pirandello, 1961, p.45) Son conscientes de su condición de personaje y admiten que necesitan
ayuda. Es tal el apuro que tienen por conseguir quien los haga reales que más adelante llegan
incluso a pedirle al Director que los escriba: “EL DIRECTOR: Bien. Dejemos, dejemos…
comprenderá, querido señor, que sin el autor… yo podría recomendarle alguno… EL PADRE:
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Pero no; ¡mire, sea usted!” (Pirandello, 1961, p. 81). En estos diálogos están presentes los tres
niveles de diégesis. El ficticio (del Director sumiso que acepta la pluma de Pirandello), el
aparentemente verdadero (el nivel “rebelde” del padre que pide al director ayuda), y el tercero, el
Para que una obra de teatro llegue a ser representada hay, normalmente, como vimos, al
menos tres instancias. La primera la del autor que ha escrito la obra. La segunda la de los
personajes que están dentro de esa obra. Y, por último, los actores que representan a esos
personajes. Sin embrago, en esta obra los personajes son rebeldes. Podríamos pensar que están
en cierto sentido dislocados. Pero ¿por qué dislocados? Además de las constantes críticas y
comentarios que hacen los personajes al director, que intentan enseñarle a dirigir, durante toda la
obra, llegado cierto punto los personajes se burlan, también, de los actores quienes por
obediencia al Director tratan de imitarlos y representarlos en escena. El director, furioso, les dice
a los personajes que no le gusta ensayar frente a los autores, porque nunca están conformes.
Aquí se revela una gran verdad: los personajes rebeldes, sin serlo realmente, son autores y
Esta conciencia “rebelde” que los personajes tienen sobre si mismos, avanza
cuestionarse quién es él mismo. Éste no sabe que es un actor más. Realmente cree que está
dirigiendo una obra. Por ello el Padre quiere despertarlo, hacerlo consciente de su condición de
actor. Pero el director, sumiso a Pirandello, no tiene el coraje suficiente, o quizás la luz que sí
tienen los personajes para rebelarse contra el “sistema”. No sale de su límite. No trasgrede su rol
EL PADRE: ¡Pero si, señor! ¿Y cuál otra? Lo que para ustedes es una ilusión que crear, para
nosotros, en cambio, es nuestra única realidad. ¡Y no solo para nosotros, por otra parte! Piénselo
bien. ¿Sabe quién es usted?
EL DIRECTOR: ¿Cómo quién soy yo? ¡yo soy yo!
(…) EL PADRE: ríen con razón, porque aquí todo es juego… y usted puede objetarme que, solo
jugando, aquel señor, que es “el” debe ser “yo” que soy “yo”, éste. ¿Ve cómo ha caído en la trampa?
(…) yo lo invito, al contrario, a salir de este juego -de arte de arte- que usted hace aquí con sus
actores; y vuelvo a preguntarle, ¿quién es usted? (…) hacerle ver que si nosotros, fuera de la ilusión
no tenemos otra realidad, es conveniente que usted también desconfíe de su realidad, de esta que hoy
usted respira y toca en usted mismo, porque como la de ayer, está destinada a descubrírsele mañana
como ilusión” (Pirandello, 1961, pp.127-130)
Un problema que surge a partir de la conciencia de los personajes es la subjetividad. Cada
uno de ellos tiene distintas perspectivas de los hechos, y esto se pone de manifiesto cuando
pelean entre ellos para que se represente su sola versión. Los puntos de vista en este sentido se
relativizan y no solo eso, sino que también se invierten los roles. La ficción cuestiona a la
EL DIRECTOR (Fastidiado, agitándose violento): ¡No está solo el suyo, perdone!... ¡Está también el
de los demás! ¡El de él, el de su mamá! No es posible que un personaje venga, así, demasiado
adelante y se sobreponga a los otro, invadiendo la escena. ¡Es necesario agruparlos a todos en un
cuadro armónico y representar lo que sea representable! Yo también sé que cada uno tiene una vida
en su interior y que quisiera expresarla. Pero lo difícil es esto, precisamente: sacar fuera solo lo
necesario, en relación con los demás y con ese poco hacer comprender toda la otra vida que queda
adentro (…). (Pirandello, 1961, p.118)
Conclusión.
y de los comentarios del director, esta obra es magnífica. Pirandello nos invita a jugar su juego.
Como plantea Pavel (1983) “se apela a una actitud más flexible sobre los límites de la
ficcionalidad” (p. 179) Si delimitáramos con rigidez no podríamos entonces, disfrutar de las
de cuestionar lo incuestionable y transgredir todas las fronteras grises que separan lo real de lo
Esta obra pone de manifiesto una crisis. Es un escenario gris en el que se plantea una serie
de cuestiones no resueltas aún en el ámbito literario. ¿La literatura es una mentira? ¿Lo
separadas?
He imaginado que sucedería si Aristóteles, Horacio y Segre se sentaran, los tres, junto a
Pirandello a ver esta obra y luego a discutir los conceptos de ficción, mímesis, arte… Me he
divertido imaginando el escándalo y las discusiones que probablemente hubieran nacido a partir
“EL DIRECTOR: ¡Pero todo esto es relato, señores! / EL HIJO: (Despectivo) Literatura,
literatura… / EL PADRE: ¡¡Qué literatura!! Esto es vida, señor. ¡Pasión!” (Pirandello, 1961,
p.68)
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Bibliografía.
Pirandello, L. (1961). Seis personajes en busca de autor. Buenos Aires: Los libros del
mirasol.