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II. BAUDELAIRE

E l poeta d e la m od ern id ad

Con Baudelaire, la lírica francesa pasa a intere­


sar a toda Europa. Así lo demuestran los influjos
que ejerció a partir de entonces en Alemania, Ingla­
terra, Italia y España. En la propia Francia se vio
muy pronto que de Baudelaire partían unas corrien­
tes de índole distinta de las derivadas de los román­
ticos. Estas corrientes alcanzaron a Bimbaud, a Yer-
laine y a Mallarmé. Este último reconoció que había
empezado allí donde Baudelaire tuvo que detenerse.
Valéry, ya en los últimos años de su vida, establecía
una línea de conexión directa desde Baudelaire has­
ta él; y el inglés T. S. Eliot dice de Baudelaire que
es “el mejor ejemplo de poesía moderna en cualquier
idioma”.
Varias son las manifestaciones análogas en que
se le califica como “poeta de la modernidad”. Y ello
está perfectamente justificado, porque Baudelaire es
el inventor de esta palabra. La usa en 1S50, excusán- 1
dosc de su novedad, pero la necesita para expresar
lo que caracteriza al artista moderno, es decir, la
facultad de ver en el desierto de la gran ciudad no

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sólo la decadencia del hombre, sino también una be- estos estudios se van ampliando hasta analizar la
I Hoza misteriosa y hasta entonces no descubierta. conciencia del tiempo, es decir, la modernidad en sí,
Éste es el problema <lel propio Bnudeluire: ¿cómo porque Baudelaire entiende la poesía y el arte como
es posible la poesía en una civilización comerciali­ plasmación del destino temporal. Empieza a dibujar­
zada y dominada por la técnica? Sus poemas nos se el paso que habrá de dar Mallarmé, el paso bacía
indican el camino; su prosa nos orienta teórica­ una poesía ontológica y hacia una teoría poética
mente. Este camino conduce lo más lejos posible basada en la ontología.
de la trivialidad de lo real, o sea, a' una zona de lo
misterioso eh la que, sin embargo, puedan conver­
tirse en alados y poéticos los "estímulos civilizados D e s p e k s o k a l iz a c ió n
de la realidad comprendidos en ella. He aquí el pun­
to de arranque de la lírica moderna y de su substan­ La investigación se ha esforzado enormemente por
cia corrosiva y mágica a la vez. aquilatar las relaciones existentes entre Baudelaire
Un rasgo esencial de Baudelaire es su disciplina' y los romáuticos. Pero nosotros nos ocuparemos pre-
espiritual y la transparencia de su conciencia crí­ eisamente de aquello que le distingue de los románti­
tica. En él se une el genio poético con la inteligen­ cos, de aquello que le permitió transformar el legado
cia crítica. Sus puntos de vista acerca del arte poé­ romántico cu una poesía y en unas ideas que, a su
tico están al mismo nivel que su poesía misma y aun vez, hubieron de dar lugar a la lírica posterior.
algunas veces, como ocurre también con Novalis, son Las Fleurs du- Mal (1S57) no son una lírica de
todavía más avanzados. Y desde luego, aquellas ideas confesión, no son uu diario íntimo, por más que ha­
lian tenido mayor resonancia para el futuro que su yan penetrado en ellas los sufrimientos de un hombre
lírica. Se encuentran expuestas en Curiosités estilé- solitario, infeliz y enfermo. Baudelaire no fechó ni
tiques y en l’A rt romantique (ambas obras apareci­ uno sólo de sus poemas, como la hacía Víctor Hugo.
das póstumamente en 1SCS). E n una y otra se hallan No hay ni uno solo que pueda explicarse en su pro­
definiciones y programas, desarrollados a base del pia temática a base de datos biográficos de su autor.
estudio de obras contemporáneas, no sólo literarias, Cou Baudelaire empieza la despersonalización de la
sino también pictóricas y musicales. A una mayor lírica moderna, por lo menos en el sentido de que la
altura, vuelve a repetirse el fenómeno que anterior­ palabra lh-ica ya no surge de_Ia_unidad de poesía
mente hemos estudiado en Diderot, es decir, que, al y persona empírica, como lo habíau pretendido los
iniciarse un modo de pensar sobre poesía en vista a románticos, en contraste con la lírica de muchos si­
nuevos objetivos, se recurre a las demás artes. Pero glos anteriores._ Jamás se tomará bastante en serio

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». UU LA LIBICA MODCS.Va. • 4
,1o que el propio Baudelaire dice a este respecto. E l aquellas “que no vienen del corazón”. Baudelaire
hecho de que sus ideas siguierau a otras semejantes justifica la poesía en cuanto es capaz de neutralizar
de E. A. Poe uo les resta valor, sino al contrario, las el corazón personal. Ello ocurre de un modo todavía
sitúa en la linea justa. inseguro y encubierto en parte bajo imágenes más
Fuera de Francia, Poe fue quien separó más deci-1 antiguas. Pero se produce de tal modo que puede ya
(¡idamente la lírica del corazón. Quería que el tema vislumbrarse como uua fatalidad histórica el futuro
de la lírica fuera una excitación entusiasta, pero que paso de la neutralización del individuo a la deshu­
ésta no tuviera que ver ni con la pasión personal ni manización del tema lírico, y sea como fuere, con­
Con “the inloxication of tlie heart” (la embriaguez tiene ya aquella despersonalización, que más tarde
del corazón). Toe se refiere más bien a una disposi­ será erigida por T. S. Eliot y otros en condición
ción general, a la que llama alma para llamarla de necesaria para la exactitud y la validez del arte
algún modo, pero añade cada vez “no corazón”. Bau­ poético.
delaire repite las palabras de Poe casi literalmente, Casi todos los poemas de las Fleurs du Mal ha­
o las varía con formulaciones propias. “La capaci­ blan partiendo del yo. Baudelaire es un hombre com­
dad de sentir del corazón no conviene a las tareas, pletamente replegado sobre sí mismo, pero, cnando
poéticas”, al contrario de lo que ocurre con “la ca­ escribe, apenas si mira a su yo empírico. El poeta
pacidad de sentir de la fantasía” (p. 1031 y sig.). . escribe de sí mismo en tanto que se sabe víctima de
Ilay que tener en cuenta que Baudelaire entiende la la modernidad, que pesa sobre él como una excomu­
fantasía como una actuación dirigida por la inteli­ nión. Baudelaire dijo con bastante frecuencia que su
gencia; de ello hablaremos más adelante. Estas ideas sufrimiento no era únicamente el suyo, y es signifi­
proyectan la luz necesaria sobre las palabras cita­ cativo que los pocos restos de carácter personal que
das, en cuanto implican que bay que prescindir de todavía cabe rastrear en sus poemas sólo estén ex­
todo sentimentalismo personal en aras de una fanta­ presados de manera confusa. Baudelaire no hubiera
sía clarividente, que resuelve problemas más difíciles escrito jamás versos como los que escribió Víctor
en forma más ventajosa que aquél. Baudelaire llega Hpgo con motivo de la muerte de una criatura. Con
a aplicar al poeta la siguiente divisa: “Mi misión es m ijigor frío y metódico, va recorriendo en sí mismo
sobrehumana” (p. 101 i). Eu una carta habla de la todas las fases que nacen obligadamente de la moder­
“intencionada impersonalidad de mis poemas”, con nidad: el miedo, la imposibilidad de evasión, la clau­
lo cual da a entender que son capaces de expresar dicación ante el ideal, ardientemente deseado, pero
cualquier estado de conciencia del hombre, con pre­ que constantemente se aleja hacia el vacío. Baude­
ferencia los más extremados. ¿Lágrimas? Sí, pero laire habla de su obsesión por arrostrar ese destino.

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t Las palabras “obsesión" y “destino” son dos de sus anterior a escribir un poema nuevo. Se ha querido
expresiones favoritas. Otra de ellas es “concentra- ver en ello una falla de fecundidad, pero en rigor se
. ción”, y junto a ella, “ centralización del yo”. Bau- trata de aquella fecunda intensidad que, una vez al­
delíiire hace suya la máxima de Emerson: “Héroe es canzado el punto de ruptura, lo va ensanchando y pe­
aquel que está sólidamente centrado”. Los conceptos netrando cada vez con mayor fuerza hasta el fondo.
opuestos son: “disolución” y “prostitución”. Este Esta fecundidad activa el deseo de perfección artís­
último — procedente de los iluminados franceses del tica, porque sólo en la madurez de la forma ve una
siglo xviir — significa abandono de sí mismo, renun­ garantía de que lo expresado rebase los personalis­
cia indebida al destino espiritual, huida al campo mos. Los escasos temas de Baudelaire se explican
enemigo, traición y deserción. Éstos son los síntomas como portadores, variantes y metamórfosis de una
déla civilización moderna, como subraya Baudelaire; tensióu básica, que para abreviar podemos llamar
peligros de los que él sabe defenderse — él, Baude- tensión entre satanismo e idealismo. Esta tensión
laire, el “maestro en virtud del destino de su situa­ permanece insoluta, pero tiene en su conjunto el
ción” (p. G7G), gracias a su recogimiento en un yo mismo orden y la misma consecuencialidad que cada
que ha eliminado los azares de la persona. poema tiene de por sí.
Se pueden ver aquí, todavía, formando unidad,
dos caminos por los que habrá de andar la lírica
C o n c e n t r a c ió n y c o n c ie n c ia f o r m a l ; futura. En Rimbaud, esta tensión no resuelta se in­
LÍRICA Y MATEMÁTICA tensificará hasta la disonancia absoluta, destruyen­
do de paso todo orden y toda coherencia. Mallarmé,
Las Fleurs du Mal están entreveradas de un ele­ por su parte, también acentuará la tensión, pero la
mento temático que hace de ellas un organismo con­ transferirá a otros temas y creará con ellos un or­
centrado. Incluso se podría hablar de un sistema, por den parecido al de Baudelaire, pero referido a un len­
cuanto los ensayos, los diarios íntimos y algunas car­ guaje completamente nuevo y de sentido oscuro.
tas de su autor nos revelan la elaborada trama de Con la temática concentrada de su poesía, Bau­
los temas. Éstos no son muy numerosos y es sorpren­ delaire cumple con el precepto de no entregarse a la
dente cuán pronto aparecen: la mayoría de ellos da­ “embriaguez del corazón”. Cuando ésta aparece en
tan ya de hacia los años cuarenta del siglo xix. Has­ su poesía, no se trata de poesía propiamente dicha,
ta la publicación de las Fleurs du Mal y hasta su sino de mero material poético. El acto que conduce
muerte, el poeta apenas saldrá de su ámbito. Baude- a la poesía pura se llama trabajo, construcción de
laire prefería trabajar en la corrección de un esbozo uua arquitectura según un plan previo, operación
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* con los impulsos del lenguaje. Bnudelaire insistió re-t de reconocer. Después de un poema inicial, el primer
pctidawente en que las Fleurs du Mal no pretendían grupo (Spleen ct Ideal) nos ofrece el contraste en­
ser tínicamente un álbum, sino una unidad con un tre exaltación y depresión. El grupo siguiente ( Ta•
principio, una continuación articulada y un final. lleaux Parisicns) muestra uu intento de salida al
Ello es verdad. Desde el punto de vista del contenido, mundo exterior de la gran ciudad, el tercero (Le
en estos poemas hay perplejidad, parálisis, febril im­ Vin) , la experiencia de evasión en el paraíso del
pulso hacia lo irreal, anhelo de muerte y moi'bosos arte. Pero con ello no se logra tampoco ningún re­
juegos de excitación. Pero este contenido negativo poso. Por consiguiente, sigue la entrega a la fasci­
puede estar envuelto todavía por una composición nación del espíritu destructor, la cual constituye el
previamente pensada. Junto con el Canzoniere de cuarto grupo que lleva el mismo título que el libro
Petrarca y el Cántico de Guillen, Fleurs da Mal es (Fleurs du Mal). La consecuencia de todo ello es la
el libro arquitectónicamente más riguroso de la lírica rebelión sarcástica contra Dios en el quinto grupo
europea. Todo cuanto Baudelaire le añadió después (Révolte). Como último recurso, sólo cabe buscar el
* de su primera aparición está dispuesto de tal manera reposo en la muerte, en lo absolutamente desconoci­
que, como él mismo reconoce en una carta, cabe per­ do : así termina la obra en su sexto y último grupo,
fectamente en el marco que trazó ya en 1815 y desa­ La Mort. El plan arquitectónico se expresa también
rrolló en la primera edición. En ésta tuvo incluso dentro de los distintos grupos, como una especie de
un importante papel la vieja costumbre de la compo­ consecuencia dialéctica de los poemas. Pero no nece­
sición numérica. El libro constaba de 100 poemas sitamos demostrarlo ahora, porque lo esencial es el
distribuidos en 5 grupos. Ésta es otra prueba de su conjunto. Se trata de un sistema ordenado, pero en
deseo de construcción formal, en la que se echa de movimiento, cuyas líneas alternan entre sí y cuyo
ver con toda seguridad un anhelo de forma caracte­ conjunto forma una curva que va de arriba abajo.
rísticamente románico. Por otra parte, restos de pen­ El final es el punto más profundo y se llama “abis­
samiento cristiano que cabe reconocer en sus poemas mo’', porque sólo en el abismo existe todavía la espe­
‘ hacen sospechar que su sorprendente rigor formal ranza de ver lo “nuevo”. ¿Qué es eso nuevo? La es­
deriva del simbolismo de la Alta Edad Media, que peranza del abismo no tiene palabras para expre­
en las formas de composición solía reflejar el orden sarlo.
del cosmos creado por Dios. El hecho de que Baudelaire ordenara las Fleurs
» En las ediciones sucesivas, Baudelaire prescindió du Mal como un edificio arquitectónico demuestra la
de la distribución numéricamente exacta> intensifi­ distancia que le separa del romanticismo, cuyos li­
cando, en cambio, el orden interior. Éste no es difícil bros líricos eran meras recopilaciones que incluso en

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k lo caprichoso de su ordenación no hacen m ás que re­ todavía lo que ya se había iniciado en la poesía de
petir form alm ente el azar de la inspiración. También Baudelaire, es decir, la supremacía de la voluntad
pone de manifiesto el papel que tienen en su poesía de forma sobre la voluntad de mera expresión. Pero
las fuerzas formales, que representau mucho más que nos revela ya su gran anhelo de seguridad por medio
un mero ornam ento o una obligada elegancia. E stas de la forma, del “ salvavidas de la form a” como lo
fuerzas son m edios de salvación, desesperadam ente llam ará m ás tarde J. Guillén en uno de sus versos
buscados en una situación aním ica desesperadamen­ (“la form a se me vuelve salvavidas” dice exactam en­
te angustiosa. Los poetas ya habían sabido siempre • te). E n otro pasaje escribe: “E stá completamente
que el dolor se resuelve en la canción. En ello con­ claro que la s leyes m étricas no son tiranías inventa­
siste el conocim iento de la catarsis del sufrim iento das arbitrariamente, sino reglas elegidas por el pro­
por medio de su transform ación en lenguaje form al­ pio organismo espiritual. Jam ás han impedido que
mente más elevado. Pero en el siglo x ix , cnando el la originalidad se manifestara. En cambio lo contra­
dolor por algo concreto se convirtió en dolor sin fina- rio es mucho más exacto, o sea, que han. contribuido
* liclad, en desolación y últim am ente en nihilism o, las siempre a que madurase la originalidad” (p. 779).
formas pasaron a ser un medio urgente de salvación, Straw insky en su Poétique música le se referirá a este
a posar de que, en tanto que son algo cerrado y se­ párrafo, y la idea será repetida por Mallarmé y por
reno' se hallan en disonancia con lo angustioso de los Valéry, no sólo porque confirma una antigua con­
contenidos. Volvemos, pues, a encontrarnos ante una ciencia románica de la forma, sino porque en ella se
disouancia fundam ental de la-poesía moderna. De la basa una práctica favorita de los modernos, en la que
misma manera que el poema se separó del corazón, las convenciones de la rima, del número de sílabas de
la forma se separa del contenido. Su salvación sólo los versos y de la construcción de las estrofas son con­
consiste en el lenguaje, m ientras el conflicto del con­ siderados como instrumentos que actúan sobre el len­
tenido permanece sin resolver. guaje estimulando reacciones a las que el mero es­
Baudelaire expresó a menudo el concepto de la bozo de contenido del poema jamás habría llegado.
salvación por medio de las formas. Asi por ejemplo Baudelaire hizo una vez el elogio de Daumier por­
en un pasaje, cuyo significado es menos inocuo de que era capaz de representar lo más bajo, trivial y
lo que parece indicar lo ordinario de sus térm inos: degenerado con exacta precisión. Lo mismo hubiera
“El privilegio maravilloso del arte consiste en que podido decir de sus propios poemas. En ellos se com­
t al expresar artísticamente lo feo lo convierta en bello binan la mortalidad y la precisión, lo cual le s con­
y que el dolor ritmado y articulado llene el alma de vierte también en precursores de la lírica futura.
plácida satisfacción” (p. 1040). E sta frase oculta Con Novalis y Poe había penetrado en la teoría poé-

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tica el concepto del cálculo. B audelaire lo recoge. manticismo. Lo que lia heredado de éste — que no :
"La belleza es el resultado del entendim iento y el es poco —•, Baudelaire lo convierte en dura experien­
cálculo”, escribe en el curso de una declaración muy cia, de manera que en comparación con él, los román­
típica de él acerca de la preponderancia de lo artís­ ticos parecen estar jugando. P ara ellos seguía siendo
tico (es decir de lo artificial) sobre lo simplemente válida la interpretación escatológica de la historia
natural (p. 911). Asim ism o, la inspiración es para según la había expuesto la Ilustración en sus ú lti­
él mera naturaleza o impura subjetividad. Como úni­ mos tiem pos: interpretación en el fondo antiquísima,
co impulso de la creación poética, sólo conduce, lo que consideraba a la propia época como una época
mismo que la embriaguez del corazón, a la inexac­ final. Sin embargo, se trataba sobre todo de un esta­
titud. tánicamente la considera Ijien venida cuándo es do de ánimo, desintoxicado en la belleza de los colo­
. el premio a una labor artística previa, que a su vez res que todavía podían admirarse en el ocaso de una
tiene categoría de ejercicio; entonces aparece la gra­ cultura. También Baudelaire se sitú a a sí mismo y
cia, como ocurre con un danzarín, que “ se ha roto a su época en un período final, pero para ello se vale
mil veces las piernas a escondidas antes de exhibirse de otras imágenes y de otros estímulos. La conciencia
, en público” (p. 1133). 2\o hay que olvidar el gran pa­ escatológica, que se extiende por Europa desde el
pel que Baudelaire asigna a los factores intelectua­ siglo xviii y llega hasta nuestros días, entra con él
les y volitivos dentro del acto poético. Lo mismo que en una fase de clarividencia a la vez aterrada y ate­
en Jíovalis. se inserta en estas reflexiones el concepto rradora. En 1SG0 aparece su poema Le couchcr du
de la matemática. Para definir el acierto exacto del soleil rom antique, con una sucesión descendente de
estilo, Baudelaire lo compara con los “m ilagros de grados de luz y alegría, hasta llegar a la frialdad de
la matemática”. La metáfora adquiere valor de la noche y al horror ante ciénagas y animales repug­
“exactitud m atem ática”. Todo ello se basa en Poe, nantes. E l símbolo es inequívoco: se refiere al oscu­
quien habló del parentesco de la misión poética con recimiento final, a la pérdida de la confianza, toda­
la “rigurosa lógica de un problema matem ático”. vía posible incluso eu plena decadencia, del alma en
A través de Maliarme, estas ideas seguirán vigentes sí misma. Baudelaire sabe que sólo puede lograrse
hasta nuestros días. una poesía adecuada al destino de su época recu­
rriendo a lo tenebroso y a lo anormal. Éstos son los
ÉPOCA FINAL T MODERNIDAD únicos reductos eu que el alma, cada vez más extraña
a sí misma, puede todavía hallar temas de poesía y
También desde el punto de vista temático, es per­ escapar a la trivialidad del “progreso” con que se
ceptible la desviación de Baudelaire respecto al ro­ disfraza la época final. Es, pues, consecuente enan­

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^ ilo llama a sus F lcu rs du M al “disonante creación todos los actos que la uatm aleza excluye. Precisa­
de las musas de la época fin al” . mente porque las m asas cúbicas de piedra de la s ciu­
Baudelaire m editó el concepto de m odernidad en dades carecen de naturaleza y a pesar de que cons­
muy otra medida que los románticos. Ése es un con­ tituyen el lugar del mal, pertenecen a la libertad del
cepto muy complejo. D esde el punto de vista nega­ espíritu, son paisajes inorgánicos del espíritu puro.
tivo, lo identifica con el m undo de las grandes ciu­ E sta argumentación se repetirá sólo fragm entaria­
dades siu verdor, con toda su fealdad, su asfalto, su mente entre los poetas más tardíos. Pero la lírica del
iluminación artificial, sus desfiladeros de piedra, sus siglo x x sigue confiriendo a la s grandes ciudades
pecados, su desolación en medio del bullicio humano. aquella m isteriosa fosforescencia descubierta por
Significa también la época de la técnica que ha pues­ Baudelaire.
to a su servicio al vapor y a la electricidad, la época E n Baudelaire mismo las imágenes de gran ciu­
del progreso. É ste es definido por Baudelaire como dad son disonantes y tienen por lo mismo una gran
“progresiva decadencia del alma y progresivo predo- intensidad. E u ellas se dan juntos luz de gas y cielo
, minio de la m ateria” (p. 7GG, aunque cu térm iuos dis­ crepuscular, perfume de flores y olor a alquitrán;
tintos de los de la primera ed ició n ); eu otra ocasión, están llenas de gozo y de lam entos y, a su vez, están
se define como “ atrofia del espíritu” (p. 1203). Nos en disonancia con las amplias curvas vibrantes de
enteramos de su “infinito asco” ante los anuncios, sus versos. Sacadas de la trivialidad, como las dro­
los periódicos, la “marea ascendente de la demo­ gas se sacan de las plantas venenosas, se convierten,
cracia que todo lo n ivela”. Lo mismo habían dicho gracias a la transformación lírica, en antídotos del
Stendhal y Tocqueville, y algo más tarde lo dirá “ vicio de la trivialidad”. Lo repulsivo se une con la
Flanbert.. Pero el concepto de modernidad, en Bau- ' nobleza de acentos y alcanza aquel “frisson galvani-
delaire, tiene también otro aspecto: es disonante, que” (estremecimiento galvánico), que Baudelaire elo­
convierte a lo negativo directamente en algo fas­ gia en Poe. Ventanas polvorientas con restos de llu­
cinador. Lo mísero, degradado, malo, tétrico y arti- via, fachadas de casas grises y descoloridas, meta­
. Acial brinda un m aterial excitante, que la poesía no les recomidos por el cardenillo, auroras como sucias
debe desdeñar, pues encierra secretos que condueii’án manchas, como sueño animal de prostitutas, estrepi­
a la poesía por caminos nuevos. Baudelaire presien­ toso rodar de ómnibus, rostros siu labios, ancianas,
te que la inmundicia de las grandes ciudades encie­ música de hojalata, ojos empapados de hiel, rastros
rra un misterio. Su lírica l a -muestra como un res- de perfumes: lie aquí algunos de los contenidos de
* plandor fosforescente. A ello se añade que, para fun­ su “galvanizada” modernidad poética. E n E liot, to­
dar el reino absoluto de lo artificial, el poeta acepta davía hoy perduran.

«i
00
t grotesco de V íctor Ilugo. A Baudelaire le parecía
E s t é t ic a db lo fbo bien el títu lo do Poe Tales o j tlie Orotcsque and the
A rabesque, “porque lo grotesco y lo arabesco repug­
Baudelaire habló a menudo de la belleza, pero, nan al rostro humano”. E n el lenguaje de Baudelaire
en su lírica, ésta se lim ita a la construcción formal lo grotesco ya nada tiene que ver con lo jocoso. Im ­
y a la vibración del lenguaje. Los objetos no sopor­ paciente frente a lo “sencillam ente cómico”, saluda
tan ya el antiguo concepto de belleza. Baudelaire se la s “sangrientas burlas” que son las caricaturas de
sirve de recursos equívocos y paradójicos para reves­ Daumier, desarrolla una “m etafísica de la comicidad
tir la belleza de un encanto agresivo, para “ sazonarla absoluta”, ve en lo grotesco el choque del idealismo
de rareza”. Para protegerla contra la trivialidad y con lo demoníaco y lo am plía con un concepto que
para que a la vez sea un reto contra ella, debe ser habrá de tener un esplendoroso porvenir: el concepto
extraña. “Pura y rara”, dice una de sus definiciones de lo* absurdo (p. 710 y sig.). Sus propias experien­
de la belleza. Pero B audelaire deseó también since- cias, junto con las de la humanidad en general, des­
« rameóte lo feo como equivalente del m isterio que iba garrada entre el éxtasis y la caída, derivan de la “ley
a penetrar, como punto de arranque der ascenso ha­ de lo absurdo” (p. 43S). E s la ley que obliga al hom­
cia el ideal. “ D e lo feo saca el lírico un nuevo en­ bre a “expresar el sufrimiento por medio de la risa”.
canto” (p. 1114). Lo deforme provoca sorpresa y ésta Baudelaire habla de la “justificación de lo absurdo” -
sirve a su vez para el “ ataque inesperado”. Con ma­ y ensalza los sueños porque revisten a lo realmente
yor intensidad que hasta entonces, la anormalidad imposible con “la terrible lógica de lo absurdo”. Lo
se afirma como premisa de la poesía moderna, e in­ absurdo se convierte en un modo de contemplación
cluso como una de sus razones de se r : irritación con­ de la irrealidad, en la que Baudelaire y los poetas
tra lo trivial y lo tradicional que, a los ojos de Bau­ posteriores quieren penetrar, para escapar a la estre­
delaire, se halla tam bién en la belleza del estilo an­ chez de lo real.
tiguo. La nueva “belleza”, que puede coincidir con lo
feo, adquiere su inquietud mediante la incorpora­
ción de lo trivial, que deforma basta convertirlo en “E l a r is t o c r á t ic o p l a c e r d e d e s a g r a d a b ”

algo extraño, y mediante “la unión de lo pavoroso


con lo demente”, como dice Baudelaire en uua carta. Una poesía que para justificarse necesita de se­
Todo ello no es más que una aceutuación de las mejantes conceptos, o atrae al lector o lo repele de­
ideas que aparecieron a partir de la “bufonería tras­ finitivamente. La separación entre autor y público,
cendental” de Friedricli Schlegel y de la teoría de lo provocada por Rousseau, había desembocado, en el

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lumnnticismo, en el tem a fa v o rito — y hasta cierto car en su obra aquellas palabras que aparecen con
punto tratado m elódicam ente — del poeta solitario. mayor frecuencia. La palabra delata cuál es su obse­
Baudelaire lo recoge en un tono m ás áspero y le da sió n ” (p. l i l i ) . E stas frases de Baudelaire contienen
aquel dramatismo agresivo que a partir de entonces un excelente principio de interpretación, que se pue­
caracterizará la poesía y el arte europeos, incluso en de aplicar al propio Baudelaire. E l rigor de su mun­
aquellos casos en que la intención de desconcertar do espiritual y la insistencia en unos pocos pero in­
no se formule explícitam ente en principios, sino tensos tem as perm iten descubrir los puntos esencia­
que se. desprenda naturalm ente de la obra. Baude­ les a base de las palabras repetidas con mayor fre­
laire tenía todavía esta clase "de principios: habla cuencia. Se trata de palabras clave, que se pueden
del “aristocrático placer de desagradar”, llam a a las clasificar fácilm ente en dos grupos opuestos. Por un
Fleurs du M al “ apasionada afición a la oposición” lado están: tinieblas, abismo, miedo, desolación, de­
y “producto del odio”, celebra que la poesía provo­ sierto, prisión, frío, negro, podrido..., por otro: ím­
que un “ataque de nervios” y se jacta de irritar al petu, cielo azul, ideal, luz, pureza... Casi en todos
lector y de que éste no le comprenda. “La conciencia los poemas encontramos esta exasperada antítesis.
poética, en otra época fuente inagotable de satisfac­ A menudo la vemos contraída en un espacio breve
ciones, es ahora un inagotable arsenal de instrumen­ y convertida en una disonancia léxica: “sucia gran­
tos de tortura” (p. 519). Todo ello es mucho más que deza”, “caído y encantador”, “pánico fascinador”,
una mera im itación de los tópicos románticos. Por “negro y claro”. E sta unión de lo que normalmente
consiguiente, la s disonancias internas de la poesía no se puede unir se llama oxymoron. E s un antiguo
son también disonancias entre obra y lector. artificio del lenguaje poético que sirve para expre­
sar estados anímicos complicados. En Baudelaire
sorprende lo excesivo de su em pleo: es la figura clave
C r is t ia n is m o en r u in a s de su disonancia básica. Babou, el amigo de Baude-
1 laire, tuvo una idea feliz al convertirla en titu lo:
No cabe hablar aquí con detalle de esas disonan­ “Fleurs du M al”.
cias internas. B asta con subrayar simplemente la ya Detrás de estos grupos de palabras persisten res­
citada disonancia general entre satanismo e idealis­ tos de cristianismo. E s imposible imaginar a Bau­
mo. Ello es necesario porque con ella aparece una delaire sin el cristianismo. Pero el poeta ya no es
característica consubstancial de la lírica posterior, , cristiano. Y esta afirmación no se ve desmentida por
que llamaremos idealismo vacuo. su tan comentado “satanism o”. Quien se sepa do-
“Para conocer el alma de un poeta hay que bus- ’ minado por Satanás lleva ciertameute estigmas cris-

64 es
D. DE t i t l n i C i MODSRV1. - 5
tumos, pero eso es muy distinto de la fe cristiana en auténticamente seria del pecado, estuvo profunda­
la redención. En la medida en que puede definirse mente convencido de la culpabilidad humana — has­
con pocas palabras, diríam os que el satanism o de ta tal punto, que se habría reído de los sabios psi­
Baudelaire es el perfeccionamiento del mal mera­ quiatras que hubiesen querido explicar sus congojas
mente animal (y con ello de la trivialidad) por el mal como “ un complejo de Edipo reprimido”. Pero no
concebido por la inteligencia, con el fin de lograr dar encontraba ningiíu camino: su oración se pierde en
el salto hacia el ideal, gracias a este grado sumo de la impotencia y acaba no siendo oración. Baudelaire
malignidad. De ahí las crueldades y la perversidad escribe poemas sobre el sufrimiento y ve en él la ca­
de las P la n s du Mal. Por “ se(j de infinito” degradan racterística más noble del hombre y ve condenaciones
la naturaleza, la risa y el amor, couvirtiéndolos en que podrían acercarnos a la idea de que pervive en
demoníacos y quieren hallar de este modo el punto él un jansenismo difuso. Pero no tiene más propó­
de partida hacia lo “nuevo” . Según otra:palabra clave, sito que el de acentuar cada vez más su escisión in­
el hombre es “hiperbólico” ; está impulsado siempre terna, exagerándola hacia ambos sentidos. Ello se ve
hacia arriba por una fiebre esp iritu al; pero está tam­ claramente en su actitud frente a la mujer. La conde­
bién esencialmente dividido, homo dúplex, y tiene nación de ésta va más allá del término medio huma­
que satisfacer a su polo satánico para poder hallar no. Su tensión “hiperbólica” sólo sería cristiana si
el camino de su polo celestial. En este esquema revi­ la fe en el misterio de la redención la comprendiera
ven formas prim itivas de mauiqueísmo y gnosticis­ a ella también. Pero eso es precisamente lo que falta.
mo cristianos llegados hasta él a través de los ilu­ Jesús sólo aparece en sus poemas como metáfora pa-,
minados del siglo xviii y de Josepli de Maistre. Por sajera o como aquel a quien D ios ha dejado caer.
otra parte, esta resurrección no se explica únicamen­ Detrás de la convicción de estar condenado, se agita'
te por unas influencias, sino que en este esquema se el deseo de “disfrutar intensamente” de ello. Claro
manifiesta una necesidad del propio Baudelaire. Por que eso no puede ni imaginarse sin una herencia cris­
ello es sintomático — incluso mucho más allá de su tiana. Pero lo que queda es un cristianismo en rui­
persona — el hecho de que la intelectualidad moder­ nas. En el concepto de creación válido para los cató­
na recurra a viejas formas de pensamiento, precisa­ licos tom istas, el mal sólo tiene una importancia
mente a aquellas que responden a su escisión. accidental. Baudelaire — como en otro tiempo los
Ni aun los muchos y variados ejemplos a que se maniqueos — lo vuelve a aislar convirtiéndolo en una
suele recurrir para demostrar el supuesto cristianis­ fuerza independiente. En la profundidad y en el pa­
mo de Baudelaire alcanzan a modificar este cuadro. radójico desenfreno de esta fuerza, su lírica encuen­
Baudelaire tuvo la voluntad de orar, habló en forma tra la valentía para ser anormal. La poesía posterior

66 67
__con excepción de ]a de Kimbaud— pierde la no­ E l poema se mueve dentro de un esquema corrien­
ción del origen de su anormalidad en la podredum­ te de origen platónico y místico-cristiano. Según este
bre de un cristianismo decadente. Pero la anormali­ esquema el espíritu se eleva a una trascendencia que
dad queda. Y ni siquiera los poetas cristianamente lo transforma de tal manera, que, al mirar hacia
más rigurosos quieren o pueden resistirse a ella; tal atrás, penetra el velo qne cubre lo terrenal y descu­
es el caso de T. S. E liot. bre su verdadera esencia. Se trata del esquema de
lo que en términos cristianos se llama la ascensio
o elevatio. E sta última designación coincide exacta­
mente con el título del poema. Pero pueden obser­
V a c u id a d d e l id e a l
varse además otras coincidencias. Según la filosofía
clásica, lo mismo que según la cristiana, el cielo su­
Entre tanto y partiendo de este cristianism o en perior es la trascendencia propiamente dicha, el cielo »
ruinas se comprende otra característica de la poesía de fuego, el cmpyreum. En Baudelaire lo hallamos
de Baudelaire que tuvo también una gran importan­ designado con el nombre de “fuego claro”. Y cuando
cia para la época siguiente. Esta poesía se sostiene a continuación leem os: “purifícate”, ello nos recuer­
sobre conceptos como “ ardiente espiritualidad”, da el acto, corriente en la mística, de la purificatio.
“idear-, “ascensión”. Pero ¿ascensión hacia qué? De Finalmente, la m ísiica solía dividir el ascenso en
vez en cuando se habla de Dios. Pero casi siempre nueve moradas, cuyo contenido podía variar, pues
se le dan nombres muy generales. ¿En qué consiste? lo que importaba era el número sagrado de nueve.
La respuesta la encontramos en el poema É lévation.' E ste número se encuentra también en este poema: •
Tanto su contenido como el tono en que está escrito nueve son precisamente los reinos que el espíritu
rayan a gran altura. Tres estrofas son interpelación tiene que atravesar para llegar al ideal. La cosa no
al propio espíritu, exhortándolo a elevarse por en­ puede ser más sorprendente. ¿Se trata de una nece­
cima de lagos, valles, montañas, bosques, nubes, ma­ sidad impuesta por la tradición m ística? Tal vez sí.
res, sol, éter y estrellas, hasta una esfera de fuego Sería una necesidad parecida a la que ejerció la he--
que está más allá y que purifica de los miasmas te­ rencia cristiana sobre Baudelaire. Pero no es el caso
rrenales. Luego esta interpelación se interrumpe y de decidirlo, tanto más cuanto que puede pensarse
sigue una explicación de carácter general: feliz el también en influencias de Swedenborg y de otros neo-
que eso consigue y aprende a comprender en seme­ místicos. Lo que importa es otra cosa: precisamente
jante altura el lenguaje de las “flores y de las cosas porque el poema coincide hasta tal punto con el es­
mudas”. quema místico, resulta más evidente que algo le falta

63 e»
I
para la to ta l coincidencia, o sea, el final del ascenso es decir, el del mal satánico y el del ideal vacuo, sir­
e incluso la voluntad de llegar a él. Tres siglos antes ven para mantener despierta aquella excitación que
el místico español San J u a n de la Cruz había escri­ hace posible la huida del muudo de la trivialidad.
to: “volé tan alto, tan alto, que le di a la caza al­ Pero esta huida no tiene objeto, no va más allá de
cance”. En cambio en Baudelaire, el llegar al fin es la excitación disonante.
una posibilidad que, aunque conocida, a él no le será, El último poema, Le Voyage, que analiza todos
dada jamás, como se deduce de la s estrofas finales. los intentos de evasión, acaba con la decisión a la
De manera muy vaga se habla de “bebida divina”, muerte. Qué es lo que la muerte trae consigo, el poe­
de la “profunda inconm ensurabilidad”, de los “espa­ ma lo ignora; pero la muerte le seduce, porque es la
cios de clara lu z”, pero jam ás se habla de Dios. Tam­ única posibilidad de conducirnos a lo “ nuevo”. Y lo
poco se'nos dice cuál sería el lenguaje de la s flores nuevo ¿qué es? Es lo indeterminado, el vacío en con­
y de la s cosas que allí se llegaría a comprender. La traste con la disolución de la realidad. En la cum­
1 meta del ascenso no sólo está muy lejos, sino que está bre del ideal baudelairiano se halla, pues, el con­
vacía: es un ideal vacuo. E os hallamos ante un mero cepto de la muerte, totalm ente negativo y falto de
polo de tensión, hiperbólicam ente anhelado, pero ja­ contenido.
más alcanzado. Lo desconcertante de esta modernidad es que está
Así ocurre siempre en Baudelaire. E l ideal va­ atormentada hasta la neurosis por el impulso de huir
cuo deriva del rom anticism o, pero él lo dinamiza y de la realidad, pero que por otra parte se siente inca­
lo convierte en una fuerza de atracción, que al mismo paz de creer o de crear una trascendencia con conte­
tiempo que despierta una tensión desmesurada hacia nido preciso y lógico. E llo conduce a sus poetas a
arriba, empuja tam bién hacia abajo al hombre que una dinámica de tensión sin solución y a un m iste­
está en tensión. Lo mismo que el mal, es una violen­ rio sin más objeto. Baudelaire habla a menudo de
cia a la que hay que someterse, sin que el que obedece lo sobrenatural y del misterio. Lo que con ello quiere
' logre por ello el reposo. De ahí la equivalencia de decir sólo se entiende cuando, como él mismo, se re­
“ideal” y “ abismo” ; de ahí expresiones como por nuncia a dar a estas palabras otro contenido que
ejemplo “ideal corrosivo”, “estoy encadenado en la no sea el pvopio misterio absoluto. E l ideal vacuo,
cueva del ideal”, “inaccesible azul” . Tales expresio- lo “otro”, indeterminado, que en el caso de Kimbaud
, nes las hemos visto también en los místicos clásicos, es más indeterminado todavía y en el de Mallarmé
que con ellas designaban el yugo, lleno a la vez de se convierte en la nada, y el misterio de la lírica mo­
gozo y sufrim iento, de la gracia divina, el estado que derna que se cierra sobre sí mismo, se corresponden
precede a la beatitud. E n Baudelaire, los dos polos, perfectamente.

70 71
pieza con el verso: “ TFcnn der lahme W eber traum t,
AIacu d e l l e x g c a jb er tvebe” (cuaudo el tejedor inválido sueña que teje).
E ste verso no pretende tanto ser comprendido como
Las Flcurs du M al uo son lírica oscura. Sus esta­ ser acogido como sugestión sonora. Cada vez se se­
dos de conciencia anormales, sus m isterios y sus di­ paran más en el lenguaje la función de mensaje y la
sonancias se expresan en versos inteligibles. Tam­ función de ser un organismo independiente de cam­
bién la teoría poética de Baudelaire es perfectamen­ pos de fuerza m usical. Fero el lenguaje determina
te clara. Y no obstante, desarrolla puntos de vista y también el proceso poético que se somete a los impul­
programas que, si bien en su propia lírica no se reali­ sos que aquél encierra. Se descubre la posibilidad de
zan o sólo llegan a form as, iniciales, preparan la crear un poema a base de una combinación que ope^
poesía hermética que poco después habrá de comen­ re con los elementos rítmicos y musicales del len­
zar. Se trata principalm ente de los dos conceptos de guaje como con fórmulas mágicas. Su sentido deriva
magia del lenguaje y de fantasía. de esta combinación, no del programa tem ático: es
La poesía, especialm ente la románica, siempre un sentido flotante e impreciso, cuyo m isterio no
había conocido momentos en los que el verso se eleva­ depende tanto del significado básico de las palabras
ba a una esfera totalm ente dominada por la sonori­ como de su poder sonoro y de sus marginalidades se­
dad, que impresionaba más profundamente que el mánticas. E sta posibilidad se convierte en la poesía
contenido. Figuras sonoras a base de vocales y con­ moderna en práctica dominante. E l lírico se con­
sonantes sabiamente acordadas o a base de parale­ vierte en mago del sonido.
lismos rítmicos, embelesan el oído. Pero esta anti­ Desde muy antiguo se conoce el parentesco entre
gua poesía jamás había prescindido del contenido, poesía y magia, pero era preciso que este conoci­
sino que procuraba realzar su significado propio por miento se volviera a conquistar, después que hubo
medio de esa preponderancia del factor sonoro. E s quedado sepultado por el humanismo y el clasicismo.
fácil citar ejemplos de V irgilio, de Dante, de Calde­ Esta reconquista se inició a fines del siglo x v in . En
rón o de Hacine. A partir del romanticismo el estado América desembocó en las teorías de E. A. Poe, las
de cosas cambia. Se escriben versos que suenan más cuales respondían, por una parte, a la necesidad cre­
que no dicen. E l m aterial sonoro del lenguaje ad­ ciente y específicamente moderna de intelectualizar
quiere poder sugestivo. En combinación con uh ma­ la poesía, y por otra, a antiquísimas prácticas. La
terial léxico apropiado para los movimientos asocia­ proximidad a que ya A'ovalis, cuando habla de poesía,
tivos, da paso a infinitas posibilidades de ensueño. sitúa conceptos como los de las matemáticas y de
Véase a este respecto el poema de Brentano que em­ la magia, es un síntoma de modernidad. Estos dos

73 78
conceptos (u otros muy parecidos) pueden encontrar­ Los sonidos se unen formando palabras y éstas se
se desde Baudelaire hasta nuestros días cuando los agrupan finalmente formando temas, con los que, en
líricos reflexionan acerca de su arte. últim o térm ino, se elabora un tejido inteligible. S e
Baudelaire tradujo a P oe y con ello le aseguró, erige, pues, en teoría lógica lo que en STovalis íu e
al menos en Francia, toda la gran consideración de sólo un esbozo y un presentim iento: la poesía n ace
que gozó hasta muy entrado el siglo x x , considera­ del impulso del lenguaje, el cual, por su parte, y obe­
ción de la que, por otra parte, lo s autores anglosajo­ deciendo a la “nota” prelingüística, señala el camino
n es— incluso E lio t — suelen m aravillarse. N os re­ donde se encuentran los contenidos; éstos no son y a
ferimos a dos ensayos de P oe: A P hilosopliy o / Com- propiam ente la sustancia del poema, sino que son por­
pesition (1S1G) y The P o e tic P rin cipie (1S19). Se tadores de las fuerzas musicales y de su s vibraciones
trata de verdaderos m onum entos de una inteligencia m ás allá del significado. Poe demuestra, por ejemplo,
artística que saca sus conclusiones de la observa­ que la palabra “P a lla s”, en uno de sus poemas, debe
ción de la propia poesía. En ellos se encarna el en­ su existencia a una nada rigurosa asociación con lo s
cuentro de la poesía y, a un nivel no inferior (en versos precedentes, no menos que a su encanto sono­
este caso incluso superior), la reflexión acerca de la ro. Poco después describe la ilación lógica — pura­
poesía, lo cual es también un síntom a esencial de mente secundaria — como mera sugestión de lo in­
modernidad. Baudelaire tradujo el primer ensayo determinado, porque de este modo se conserva la do­
completo, y el segundo sólo fragmentariamente. Pero m inante tónica y no pasa la supremacía a la domi­
se identificó explícitam ente con las teorías expuestas nante de contenido. E sta clase de poesía se explica
por P o e: por lo tanto, pueden considerarse como las como una entrega a fuerzas mágicas del lenguaje.
suyas propias. Por otro lado, la atribución de un contenido ulterior
La innovación de Poe consiste en invertir el or­ a la nota previa, debe hacerse con “precisión m ate­
den de los actos poéticos, según venía aceptándose m ática”. E l poema es un ente cerrado en sí mismo,
de estéticas anteriores. Lo que parece ser el resul­ que no comunica ni verdad ni “embriaguez del cora­
tado, es decir, la “ form a”, es el origen del poema; zón” ; no comunica nada, sino que simplemente es:
lo que parece ser el origen, en el “contenido”, es el uthe poem per se” . En estas ideas de Poe se basa la
resultado. Al principio del proceso poético hay una moderna teoría poética que se desarrollará en torno
“nota” insistente y previa al lenguaje dotado de con­ al concepto de “poésie puren.
tenido: algo así como una entonación sin forma. Probablemente Novalis y Poe conocieron lá s ideas
Para dársela, el autor busca aquellos materiales so­ de los iluminados franceses. De Baudelaire nos cons­
noros del lenguaje que están más cercanos a esa nota. ta concretamente. Y a estas ideas (en las que el sim-

n 75
bol ¡sino tiene también gran parte de su origen) per- N o im porta que las F lcurs du M al recurran sólo
i tenece también una teoría especulativa del lenguaje, escasam ente a esta m agia del lenguaje, por ejemplo
según la cual la palabra no es una creación casual bajo la form a de rimas poco corrientes, de asonan­
del hombre, sino que responde a la unidad cósmica cias distantes, de curvas sonoras o de series de voca­
primigenia; el sim ple hecho de pronunciarla provoca les que imponen un sentido y que no están im puestas
un contacto mágico entre quien la pronuncia y aquel por él. E n sus afirmaciones teóricas, en cambio, Bau-
origen remoto; en cuanto palabra poética, sumerge delaire va mucho más allá: con ellas anuncia una
de nuevo las cosas triviales en el m isterio de su ori­ lírica que en aras de la s fuerzas m ágicas sonoras
gen metafísico y descubre la s recónditas analogías renuncia cada vez más al orden objetivo, lógico, afec­
que existen entre los d istin tos miembros del Ser (1). tivo e incluso gram atical y se deja imponer conteni­
Como Baudelaire estaba fam iliarizado con estas dos procedentes de los impulsos de la palabra, que
ideas, no tenía que serle d ifícil adoptar la s teorías jamás hubiera encontrado por medio de un plan re­
poéticas de Poe, que tal vez proceden de la s mism as flexivo. Se trata de contenidos de sentido anormal,
fuentes. También Poe habla de la necesidad de la situados en el lím ite o incluso más allá del lím ite de
palabra en una frase que más tarde habrá de citar lo comprensible. Aquí se cierra precisamente el círcu­
Mallarmé: “ Hay en la palabra algo de sagrado, que lo, aquí se muestra otra característica coherente de
nos impide jugar con ella como con un juego de azar. la estructura de la lírica moderna. Una poesía cuyo
Dominar artísticam ente una lengua equivale a ejer­ ideal es vacuo se escapa de la realidad por medio de
cer una especie de conjuro m ágico” (p. 1035). E sta la creación de una esfera de m isterio incomprensi­
fórmula de “ conjuro m ágico” se repetirá con fre­ ble. A sí puede buscar todavía mayor apoyo en la
cuencia, referida incluso a las artes plásticas. E s la m agia del lenguaje, por cuanto al operar con las
expresión de un pensamiento que pertenece al mundo posibilidades sonoras y asociativas de la palabra se
de representaciones de la m agia y de la m ística se­ descubren otros contenidos de sentido oscuro, pero
cundaria (ocultismo). Expresiones como “fórmulas al mismo tiempo también m isteriosas fuerzas mági­
mágicas” u “operaciones m ágicas” no son menos cas de la pura sonoridad.
corrientes. Y finalmente aparece otra palabra clave:
“sugestión” ; más adelante volveremos a ocuparnos 'F a n t a s ía c r e a d o r a
de ella.
Baudelaire nos habla repetidamente de su “asco
(1) Véanse m is detalles en H. Frtedrlch, Die SprachthcorUn ante la realidad”. Con ello se refiere a la realidad
der frnmi'mischcn Jlluminatcn (Las teorías del lenguaje de los ilu­
minados franceses) j publicado en : “Deutsct# Ylcrteljabracbrlít lür trivial y natural, ambas equivalentes para él a la
Llterutunviss. u. GeisU'tigesrh.", 1935.

78 7T-
!

negación del espíritu. E s característico que nada le ( “rúve”) y fantasía ( “jú n ta m e ”) . Con más decisión
entristeciera tanto, cuando la s F leurs du Mal fueron que Rousseau y Diderot, Baudelaire los eleva al rango
condenadas legalinente, como la acusación de realis­ de superior facultad de creación. Y decimos facul­
mo. Ello es lógico, porque este concepto servía en­ tad “de creación” y no “creadora” para subrayar
tonces para designar una literatura que presentaba mejor la idea de las fuerzas intelectuales y volitivas
aspectos estética y ni oralmente repugnantes de la que se hallan im plícitas en sus conceptos de sueño
realidad sin otra intención que presentarlos. En cam­ y fantasía y que encuentran asimismo expresión eñ
bio, la lírica de Baudelaire aspira, no a ser una co­ el hecho de que — en la misma esfera — se hable de
pia, sino una transform ación. Baudelaire dinamiza m atem áticas y de abstracción.
el impulso del mal basta lo satánico, enciende las Claro está que también encontramos empleado el
imágenes de m iseria hasta “el estremecimiento gal­ termino sueño en su significado antiguo, por ejemplo
vánico”, trata los fenómenos neutros de tal manera cuando Baudelaire se refiere a las más variadas for­
que simbolizan estados íntim os o aquel mundo m iste­ mas de la intimidad, del tiempo interno y del ansia
rioso e indeterminado que, en él, llena el ideal vacuo. de lejanía. Pero también aquí se acentúa sobrada­
Xo tendría sentido llamar realista o naturalista a mente la supremacía de los sueños sobre la proximi­
Baudelaire. En sus temas más duros y más repulsi­ dad objetiva, el contraste cualitativo entre la ampli­
vos arde con más ímpetu que nunca su “ encendida tud del sueño y la estrechez del mundo real. Pero
espiritualidad”, que se esfuerza en escapar a todo sobre todo hay que considerar este concepto en su
lo real. Y este esfuerzo se puede observar también acepción más elevada y más dura, o sea, cuando el
en muchas peculiaridades de su técnica poética. sueño se diferencia explícitam ente de la “blanda me­
La precisión de la expresión objetiva afecta sobre lancolía”, de la “mera efusión” y del “corazón”. E n
todo a la realidad envilecida hasta el extremo, o sea, el prólogo a la traducción de las Nouvelles E isto ires
a la realidad ya transformada, mientras sorprende, de Poe, Baudelaire llama al sueño lo “brillante, mis­
en cambio, la curiosa falta de localización de los con­ terioso, perfecto como el cristal”. E l sueño es un
tenidos imaginativos — la teudencia a emplear adje­ poder de generación, pero no de percepción, que en
tivos afectivos en lugar de otros objetivamente más ningún caso actúa, ciega y arbitrariamente, sino de
exactos—, la delimitación sin estética de los lím ites manera exacta y según un programa. Pero en cual­
lógicos r otras cosas por el estilo. quier forma que se presente, lo que le distingue es
Entre los nombres que Baudelaire da a esta fa­ siempre la creación de contenidos irreales. Puede ser
cultad de transformar, de “desrealizar” la realidad, una disposición poética, pero también puede provo­
hay dos que se repiten con gran insistencia: sueño carse y pouerse en marcha por medio de estupefa-

78 79
cientos y de drogas, o surgir de estados psieopatoló- es material de esfuerzo artístico: la estatua es para
gicos. Todos estos estím ulos sou válidos para la “ope­ él más preciosa que el cuerpo viviente, el decorado
ración m ágica” gracias a la cual los sueños hacen escénico que representa un bosque, más que el bos­
prevalecer la irrealidad artificial por encima de la que natural. No cabe duda de que este modo de pen­
realidad. sar es latino, pero la manera extrema de aplicarlo es
Cuando Baudelaire dice que el sueño es “perfecto moderna. Semejante equiparación de lo artificial con
como el cristal”, la comparación no es mera casua­ lo inorgánico, este modo tan categórico de excluir
lidad. Con esta expresión se asigna un rango deter­ de la poesía lo real, sólo tiene precedentes, a lo sumo,
minado al sueño, al compararlo con lo inorgánico. en una literatura con la que la poesía moderna tie ­
Anteriormente X ovalis había ya escrito: “Las pie­ ne por lo demás seci'etos vínculos, es decir, la litera­
dras y las sustancias son sublimes: el hombre es el tura barroca española.
verdadero caos”. E sta inversión de jerarquías, pro­ Pero incluso en ella hubiera sido imposible T in
cedente de fuentes alquímicas, reaparece regularmen­ poema como el R eve parisién de Baudelaire, el texto
te en Baudelaire siempre que trata el tema de los fundamental para ver cómo espiritualiza lo arti­
sueños. Se completa degradando la naturaleza basta ficial e inorgánico. Xo aparece en él una ciudad real,
el caos y la impureza. E llo quizás no sorprenda de sino una ciudad de sueño, construida deliberadamen­
momento tratándose de un autor latino, pero ya no te; imágenes cúbicas, de las que está desterrado todo
se puede explicar partiendo únicamente del pensa­ lo vegetal; arcadas gigantescas que rodean el único
miento latino. Bajo el término de naturaleza, Bau- elemento en movimiento, aunque sin vida: el agua;
delaive entiende lo vegetativo, así como también las abismos diamantinos, bóvedas de piedras preciosas;
ordinarias bajezas de los hombres. Con las imágenes ni sol ni estrellas: sólo una negrura que brilla por sí
de lo inorgánico, sitúa el símbolo del espíritu abso­ misma; todo ello sin hombres, sin lugar, sin tiempo,
luto tan por encima de los hombres que da pie a que sin sonido. Se ve perfectamente lo que el título “sue­
surja una nueva tensión disonante. Lo mismo ocurre ñ o” significa: creación de un cuadro a partir de una
todavía entre los pintores del siglo x x . Sus cuadros espiritualidad constructiva que expresa su victoria
cubistas o de colores irreales se avienen perfecta­ sobre la uaturaleza y sobre el hombre con los símbo­
mente con el hecho de que — como Mure, Beckmann los de lo mineral y lo metálico y que proyecta las imá­
y otros — hablen de la naturaleza como de algo im­ genes que ha construido en el ideal vacío. De aquí se
puro y caótico: la estructura debe imponerse, y no reflejan, brillantes para el ojo, inquietantes para el
limitarse a ser un influjo. A los ojos de Baudelaire, alma.
lo inorgánico logra su suprema importancia cuando

80 81
1. M Ll LfSUCA UODS1.VA. - •
a la luna” (p. 311). Pero desde el punto de vista de
D e s c o m p o s ic ió n t d e f o r m a c ió n la época siguiente — y basta pensar en B im baud—
se ve la osadía y la im portancia futura de aquella
La aportación inás im portante de Baudelaire al frase sobre la fantasía. Por otra parte, no hay que
nacimiento de la lírica y el arte modernos consiste perder de vista la dirección básica, es decir, el afán
probablemente en sus afirmaciones acerca de la fan­ de huir de la angosta realidad. La verdadera agu­
tasía. Para él — lo mismo que el sueño — constituye deza del concepto de fantasía se m anifiesta allí don­
la facultad de creación, “la reina de las facultades de se le hace contrastar con un proceso de pura y
humanas”. ¿Cómo opera? En 1S59 Baudelaire escri­ simple copia. De ahí la protesta de Baudelaire con­
be: “La fantasía descompone toda la creación; y con tra la fotografía entonces naciente: es una protesta
los materiales recogidos y dispuestos según leyes desde el punto de vista de la frase antes citada. La
cuyo origen sólo puede encontrarse en lo más pro­ obra de la fantasía es llam ada en otra ocasión “idea­
fundo del alma, crea un mundo nuevo” (p. 773). Ello lización forzada” (p. S91). Idealización no significa
constituye una frase fundam ental de la estética mo­ ya aquí, como en la antigua estética, embellecimien­
derna. Su modernidad consiste en situar al princi­ to, sino “desrealización”, y presupone un acto dicta­
pio del acto artístico la descomposición, es decir, un torial. Parece como si por el mero hecho de que el
proceso destructor, que Baudelaire subraya aún por mundo moderno aplicase su ciencia técnica, bajo la
cuanto, eu un pasaje de una carta parecida, comple­ forma de fotografía, a copiar la realidad, esta rea­
ta el término “descomponer” con el de “escindir”. lidad positiva y lim itada se consumiera más de prisa
Descomponer y escindir la realidad en sus partes y las fuerzas artísticas se volvieran tanto más enér­
equivale a deformarla. E l concepto de la deforma­ gicamente hacia el mundo no objetivo de la fantasía.
ción aparece a menudo en Baudelaire y cada vez se E sta reacción es parecida a la que produjo el posi­
le da un sentido afirmativo. En la deformación im­ tivismo científico. Baudelaire condena por igual la
pera el poder del espíritu. Lo que nazca como “un fotografía y las ciencias naturales. Desde el punto
mundo nuevo” a partir de esta destrucción ya no po­ de vista artístico, la interpretación científica del
drá ser un mundo ordenado realísticamente. Será mundo es considerada como un empequeñecimiento,
una imagen irreal que ya no se dejará regir por las como una pérdida del misterio, y por lo tanto debe
leyes normales de la realidad. compensarse con el máximo despliegue del poder de
En Baudelaire todo ello se limita a esbozos teóri­ la fantasía.
cos. En sus poemas sólo encontramos muy escasos Este proceso que se desarrolla en Baudelaire tie ­
ejemplos, como cuando dice que “las nubes empujan ne una importancia incalculable hasta la actualidad.

S2 83
En una conversación, Baudelaire dijo: “Quisiera pra- Baudelaire, que lógicamente conduce a otro concepto,
1 dos teñidos de rojo, árboles teñidos de azul”. Rim- de este tipo: la abstracción. Ya Novalis lo había em­
batid compondrá poemas sobre tales prados, y en el pleado como determinante esencial de la fantasía.
siglo .\x habrá artistas que los pialarán. Para Baude- Y ello se comprende, porque la fantasía es la facnl*
laire, ttu arte nacido de la fantasía creadora podrá tad que permite crear lo irreal. Cuando Baudelaire
definirse como “surnat uralism e” : por tal se entiende dice “abstracto” significa sobre todo “m ental” en el
un arto que desobjetiva las cosas en líneas, colores, sentido de “ no objetivo”. Y aquí se vislumbran otros .
movimientos, accidentes cada vez más independientes, puutos de partida de la poesía y el arte abstractos,
y que proyecta sobre ellas aquella “luz m ágica”, que derivados del concepto de una fantasía ilimitada,
aniquila su realidad en el misterio. Del “surnatura- cuyo equivalente son las líneas y los movimientos sin
lisine”, Apollinaire derivará, en 1917, el “surréalis- objeto. A estos últimos Baudelaire los llama “arabes­
me” — y con razón, ya que con ello designa la con­ cos” : he aquí otro concepto que prosperará. “E l ara­
tinuación de lo que quería Baudelaire. - besco es el dibujo más espiritual” (p. 1192). Grotesco
y arabesco habían sido ya emparentados por Novalis,
Gautier y Poe. Baudelaire los' aproxima todavía más
A b s t r a c c ió n y a r a b e sc o entre sí. En su sistema estético, grotesco, arabesco
y fantasía andan de la mano: esta últim a es la facul­
En otra frase se aúnan la imaginación y la in teli­ tad de los movimientos abstractos, es decir, de los
gencia. En 1S5G Baudelaire escribe en una carta: “E l movimientos del espíritu completamente independien­
poeta es la máxima inteligencia, y la fantasía es la tes de todo objeto; los dos primeros son el resultado
facultad más científica de todas” (Correspondance, I, de esta facultad.
página 308). La paradoja contenida en esta frase Entre los poemas en prosa hay uno breve que se
apenas parece boy menos paradójica que en el mo­ refieren al tirso o vara de las bacantes. La fantasía
mento en que se escribió. La paradoja consiste en creadora le transforma en una figura de líneas y
que precisamente aquella misma poesía que, ante un colores danzantes, para los que la vara, según dice
mundo desentrañado y tecnieizarlo por la ciencia, se el texto, sólo sirve de pretexto — pretexto también
lanza a la irrealidad, exige para crear lo irreal la para “el movimiento ondulatorio de la palabra”.
misma exactitud y la misma inteligencia que ha con­ E ste último comentario se refiere a la relación con
vertido la realidad en algo trivial y sin horizontes. la magia del lenguaje. El concepto de arabesco, de
Más adelante insistirem os sobre ello. De momento líneas libres de todo sentido, se enlaza con el con­
se trata sólo de hacer ver la línea de pensamiento de cepto de la “frase poética”. Esta, según escribo Bau*

84
dfin iré cu un embozo de prólogo a las F leu rs <Ju M al,
es una pura sucesión de sonidos y m ovim ientos, ca­
paz de formar una línea horizontal, ascendente o des­
cendente, una espiral, un zigzag de ángulos super­
puestos. Y, precisam ente por ello, la poesía se apro­
xima a la m úsica y a la m atemática.
Belleza disonante, elim inación del corazón en el III. RIMBAÜD
asunto de la poesía, conciencia anormal, ideal vacuo,
desobjetivación y m isteriosidad, nacidos de la s fuer­ CARACTERÍSTICAS PRELIMINARES
zas mágicas del lenguaje y de la fantasía absoluta y
semejantes a las abstracciones de la m atem ática y a U na vida de treinta y siete años; una actividad
las curvas m elód icas: be aquí los elem entos con que poética que empieza en la infancia y que se in te­
Baudelaire preparó la s posibilidades que habían de rrumpe al cabo de cuatro años; después, en medio
adquirir realidad en la lírica del porvenir. de un silencio literario absoluto, un inquieto viajar
Tales posibilidades tienen su origen en un hom­ de un lado para otro, que hubiera querido llegar has­
bre estigm atizado por el romanticismo. D el juego ro­ ta A sia, pero que tuvo que contentarse con el Pró­
mántico, Baudelaire hizo una seriedad no rom ántica; ximo Oriente y con África Central, Heno de m últi­
con ideas m arginales de sus maestros construyó nn ples actividades en ejércitos coloniales, canteras, ne­
edificio mental cuya fachada les da la espalda. Por gocios de exportación, y finalmente tráfico de armas
eso se puede dar a la lírica de sus herederos el nom­ para el Negus de A bisinia; al margen de todo elloj
bre de romanticismo desromantizado. informes para sociedades geográficas acerca de regio­
nes africanas hasta entonces inexploradas; dentro
de aquel brevísimo período de actividad poética, una
velocidad de evolución vertiginosa, que al cabo de
dos años le había llevado a rebasar no sólo el marco
dentro del cual se había iniciado, sino también las
tradiciones literarias que había detrás de él, y a crear
un lenguaje que todavía hoy continúa siendo la fuen­
te de la lírica moderua: he aquí algunos datos per­
sonales respecto a Bimbaud.
La obra responde a este ímpetu. E s muy reduci-

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