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El sueño del gigante

En un lugar muy lejano, en lo alto de una colina vivía Pedro, el


pequeño gran gigante, junto a sus padres y su gran mascota, Elmer.

Pedro era un niño muy bueno, obediente, ayudaba a sus padres


todos los días en los trabajos de su hogar. Pero una mañana en lo alto
de la colina Pedro se puso a pensar ¿por que él no iba al colegio como
los demás chicos?, él pensaba “yo quiero leer y también sumar y
restar”, entonces decidió hablar con su mamá Paulina y su papá
Romualdo. Tomó coraje, infló su pecho y les dijo a sus padres si ellos
nunca pensaron en la posibilidad de enviarlo al colegio, ellos lo
miraron y le dijeron: “NO Pedro, es imposible, a nosotros los gigantes
no nos aceptan”, y Pedro insistentemente preguntaba por qué pasaba
esto, quejándose sin entender a sus padres.

Al día siguiente, el pequeño Gigante usó unos binoculares para


poder ver la clase de la señorita Aurora. Junto a Elmer, se sentó e
intentó observar la clase, él pensaba: “si mis padres no me dejan ir al
colegio encontraré la forma de aprender”, pero al estar tan lejos de la
escuela era imposible escuchar a la señorita, entonces esa idea falló.

Otra idea que se le ocurrió era la de armar un aparato que le


permitiera escuchar a distancia la clase que él tanto deseaba oír, pero
entre los binoculares, el aparato y los cables, Elmer se enredó todo y
se volvió una misión casi imposible poder escuchar a la maestra, mirar
y cuidar de su mascota.

Pasaban los días y su sueño seguía sin poder cumplirse, hasta que
de pronto se le ocurrió una estupenda idea. Pedro había decidido
disfrazarse de árbol... ¿De árbol? Sí, él pensaba que de esa forma iba
a poder estar más cerca de la clase y al ser tan alto no lo iban a
descubrir. Por varios días juntó ramas y hojas, con ayuda de Elmer
hizo engrudo y se pegó en todo su enorme cuerpo lo que había
juntado, tomó el camino hacia la ciudad marchando con cuidado de no
desarmar su muy lindo disfraz. Llegó muy temprano para que ningún
niño se diera cuenta de su presencia, esperó y esperó hasta que por
fin empezaron a llegar los chicos, se paró en frente de la ventana, con
una enorme sonrisa y sus ojos bien abiertos esperó la tan ansiada
clase. Pero hubo un problema, Pedro no se dio cuenta que lo único
que podía ver era el techo del colegio y sus tejas llenas de pajaritos,
muy triste y angustiado Pedro se puso a llorar, se sentó en el pasto y
se quedó dormido.

¡¡Rinnnn!! suena el timbre del recreo, y los chicos salen todos


corriendo para jugar, saltar y merendar. Matilda, Pascual y Malena se
dan cuenta de la presencia de Pedro, ven un enorme gigante con
ramas y hojas en el suelo, y ellos tan curiosos fueron a verlo, parecía
una enorme montaña frente a sus ojos, cuando de repente Pedro
despertó todos con los ojos bien abiertos empezaron a mirarse. “¿Qué
está pasando?, ¿qué hago?” pensaba Pedro, “los chicos me van a
golpear”, y les dijo con vos temerosa: —por favor no me hagan nada,
yo solo quería ver la clase de la señorita Aurora—.

Pascual le dijo: —¿por qué te haríamos algo?, nosotros no somos


malos.

Pedro respondió: —mi papá me ha dicho que ustedes no quieren a los


gigantes.

— Mmm me parece que tu papá está equivocado— le responde


Matilda.

— ¿Qué culpa tenés vos de ser tan alto? — comenta Malena.

Pedro con una sonrisa de oreja a oreja, les dijo — ¿Ustedes hablan en
serio? ¿No me van a pegar?

— ¡Ay Pedro!, claro que no, nuestra señorita, Aurora, siempre dice que
todos somos diferentes, pero ante los ojos de ella somos iguales, que
no busquemos defectos, que solo miremos nuestros corazones.

— ¿Y sabés qué, vos tenés un gran corazón? _ le dijo Pascual _ Ven


Pedro vamos a hablar con la seño y contarle tus ganas de ser parte de
sus clases, que querés ser nuestro gran amigo, uno más de nosotros.
La señorita Aurora escucho con mucha atención el relato de Pedro y
le dijo: — yo voy a hablar con tus padres para que te dejen venir todos
los días al colegio.

Los padres aceptaron la propuesta de la seño y entendieron que no


hay diferencias entre las personas, que todos los chicos tienen
derecho a estudiar.

Al día siguiente Pedro se preparó, se peinó y muy perfumado se fue al


colegio. Los días de sol, la clase se daba en el gran jardín, él se
sentaba en canastita y todos sus amigos a su alrededor, y los días de
lluvia ponían una gran lona como la de una carpa de circo y podían
estudiar igual, eso sí ¿saben quién esperaba a Pedro todos los días al
finalizar la clase?: Elmer, este simpático mamut se quedaba y juntos
caminaban hacia lo alto de la colina...

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