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Capítulo 1: Sociología y sociedad 

SOCIOLOGÍA Y SOCIEDAD
Los seres humanos existen colectivamente. Viven en aldeas, pueblos y ciudades
donde habitan muchos otros seres humanos; forman familias y establecen parentescos;
tienen amigos, vecinos, compadres y compañeros de trabajo; se relacionan unos con otros
dentro de agrupaciones culturales o religiosas, escuelas o equipos deportivos, y compar-
ten creencias, hábitos y costumbres. No sólo por la necesidad de compañía sino también
para asegurar la subsistencia propia, las personas requieren de otras personas. Tanto la
producción de bienes como su intercambio o distribución son tareas que involucran a más
de un individuo y conducen a una serie cada vez más amplia de relaciones humanas a
medida que se vuelven más complejas.
La elaboración de un objeto cualquiera —por ejemplo, una prenda de vestir— implica
una larga serie de procesos en los que intervienen muchos individuos: desde la produc-
ción de la materia prima —el cultivo del algodón, el cuidado del gusano de seda o el
pastoreo de las ovejas productoras de lana— hasta su transformación en ropa. Hombres
y mujeres transportan y venden la materia prima; otros hombres y mujeres tejen, tiñen y
diseñan la tela; otros más la cortan y cosen. Finalmente, otros la llevan hasta el lugar
donde, sujeto a ciertas características fijadas por la moda o el gusto vigentes, el vestido se
ofrece en venta a sus posibles compradores. Tal vez en alguna época pasada este proceso
fue más simple: las familias elaboraban su propia ropa en casa utilizando los materiales
a su alcance, y si había algún excedente lo llevaban al mercado local para su trueque por
algún satisfactor básico. Sin embargo, la diversificación de las tareas en la época actual
ha conducido a una interrelación humana cada vez mayor y más complicada.
En una época u otra, la organización de la vida colectiva —con sus diversos grados
de complejidad, formas de vinculación, sistemas de dominación, expresiones culturales,
lengua y particularidades nacionales o regionales— conforma una sociedad.
No hay una sola sociedad; hay muchas, y resultan del momento histórico y las caracte-
rísticas geográficas, políticas, económicas y culturales de la región o el país en que cada
una se desenvuelve. Por ello podemos hablar de una sociedad china bajo el imperio de la
dinastía Tang y de otra sociedad china bajo el régimen de Mao Tse-Tung; de la sociedad
europea del siglo xviii, de la sociedad mexicana en tiempos de la colonia, de la socie­
dad tarahumara o de la sociedad occidental del siglo xx.
Cada uno de los ejemplos anteriores se refiere a una forma de organización colectiva
de los individuos en determinadas circunstancias históricas, económicas y políticas. Se
trata, más que de grupos de pequeña o mediana organización con fines muy precisos,
de un conjunto humano mucho más extenso, ligado por razones de supervivencia física,
identidad cultural y dominación política.
La Sociedad de Alumnos de la Facultad de Ingeniería, el Partido Acción Nacional,
el Club de Leones o las Damas Vicentinas constituyen solamente grupos organizados
dentro del conjunto amplio de la sociedad. Para existir, ésos y otros grupos con diversos
grados y modalidades de organización requieren de una asociación colectiva más extensa
y compleja.
Las sociedades varían en distintas épocas y latitudes. Ya en la primera mitad del si-
glo xviii el barón de Montesquieu, influido por los avances de la física y la biología, se
propuso realizar un estudio científico de la organización social e intentó encontrar en las
diferencias climáticas una explicación a las variaciones entre sociedades.

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Capítulo 1: Sociología y sociedad 

El escenario social: objeto de las ciencias sociales


La sociedad como escenario de las relaciones humanas, con sus regularidades, contradic-
ciones y conflictos, constituye el gran objeto de estudio de las llamadas ciencias sociales
y —en particular— de la sociología.
Todo aquello que sucede en el interior del conglomerado social y rebasa el ámbito de
la vida personal del individuo se convierte en un fenómeno susceptible de ser estudiado
por el científico social. Quizá se trate de un hecho recurrente, de un problema comparti-
do o de un acontecimiento sumamente intenso: el matrimonio entre adolescentes podría
ser un ejemplo del primer caso; el desempleo, del segundo; y un movimiento estudian-
til, del tercero. En los tres casos las relaciones y estructuras sociales son el material de
trabajo. Es decir, la sociología se ocupa de la forma en que los seres humanos tienden
a relacionarse entre sí, y cómo esas relaciones configuran patrones de comportamiento
colectivo que explican no sólo las particularidades de una sociedad determinada sino las
razones por las que ésta se transforma. Para dilucidar estos comportamientos colectivos
la sociología busca las causas profundas de la organización social, las ideas y creencias
que la sostienen, los problemas específicos que la alteran. De igual manera se preocupa
por los sistemas de reglas que mantienen unidas a las sociedades y por la distribución
diferenciada de recursos entre sus integrantes.
Así, el sociólogo estudia la diversidad social pero también las similitudes entre
unas sociedades y otras. A partir de estas diferencias y semejanzas, así como de datos
estadísticos, de la observación desapasionada y de la elaboración de conceptos explicati-
vos, intenta encontrar el hilo conductor que le permita comprender el complejo proceso
social. Ya sea que se ocupe de cuestiones muy específicas o circunscritas a una zona
determinada —el divorcio durante las últimas dos décadas, la participación política en
el estado de Chihuahua, la migración rural a la ciudad de Guadalajara— o que intente
grandes explicaciones —como una teoría de las revoluciones o del proceso de urbaniza-
ción—, su preocupación última es explicar la sociedad en que vive.
Efectivamente, la sociedad como vida cotidiana e historia en la que todo individuo
—inclusive el sociólogo— es un protagonista, constituye el punto de partida, el laborato-
rio y la evidencia que permite probar o rechazar las grandes y pequeñas teorías. La his-
toria de cada persona, afirma el sociólogo estadounidense C. Wright Mills, es la historia
de todas las personas. Por ello, corresponde a la sociología la difícil tarea de relacionar
la biografía con la historia; es decir, de hacer que la existencia individual de cada uno de
nosotros cobre un sentido dentro de la trama de la historia contemporánea, analizando y
explicando las estructuras sociales que dan vida a esta última. En esto radica la imagina-
ción sociológica.
En la medida en que todos formamos parte de la sociedad y tenemos derecho a opinar
acerca de ella, la imaginación sociológica que proclama Mills no puede ser patrimonio
exclusivo del sociólogo. De la misma manera en que el campesino reconoce la proximi-
dad de la lluvia sin necesidad de estudiar meteorología, el viejo sindicalista o el político
experimentado pueden hacer valiosas observaciones acerca de la vida social. Tales ob-
servaciones provienen seguramente de la experiencia, pero en la mayoría de los casos
están fundadas, quizá sin saberlo, en la teoría de algún pensador social convertida hoy en
conocimiento cotidiano.

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