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Se le llama historia natural de una enfermedad al curso de acontecimientos que ocurren

en el organismo humano desde que se produce la acción secuencial de las causas


componentes (etiología) hasta que se desarrolla la enfermedad y posteriormente ocurre
su desenlace (curación, estado crónico o muerte).

La historia natural se refiere, en pocas palabras, a lo que le pasaría a un ser humano


enfermo si no recibiera tratamiento. Cuando se da tratamiento, se le llama curso clínico.

Entender la historia natural de las enfermedades, permite al médico confirmar


diagnósticos, conocer medios de prevención, dar pronósticos, y tener una estimación del
resultado que tendrá con algún tratamiento específico.

Por ejemplo, el pediatra conoce la historia natural del resfriado común. Al entender esto,
sabe que existe una probabilidad extremadamente alta de que la enfermedad se
autolimite y que los tratamientos que él pueda dar muy probablemente no modificarán
la duración de los síntomas. Entonces, el médico pone en la balanza si es necesario
tratar de aliviar los síntomas con medicamentos que pudieran tener algún efecto
secundario o mejor esperar a que el cuadro se cure solo.

Ahí es cuando se pone en juego la paciencia y la confianza del enfermo, o de los papás
del enfermo. Recuerda que las enfermedades pueden tener periodos sin síntomas,
periodos con signos claros de algún diagnóstico, y cambios en su evolución posterior.
Así que antes de cambiar de médico, o peor aún de estar rebotando de médico en
médico, trata de mantener una excelente comunicación con tu pediatra, para que
entiendas las razones del porqué les está dando o dejando de dar algún tratamiento,
pidiendo o evitando pedir exámenes, o sólo vigilando la evolución.

Una firme relación médico paciente va más allá que cualquier medicamento moderno.

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