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Los Vala fueron los primeros humanos en migrar desde el sureste y poblar el territorio que luego

llamarían Valacrest. Eran cazadores nómades, muy hábiles en el uso del arco, y conocían el secreto
del fuego, lo que les permitió sobrevivir durante los años en que habitaron las regiones más frías del
mundo. Físicamente eran de baja estatura, piel rojiza, y cabello negro o castaño oscuro. Su
contextura era maciza y sólida.
Los Primogénitos fueron a su encuentro, motivándolos a buscar una nueva tierra que los albergara,
y dejaran así de cazar y migrar constantemente tras las esquivas presas. Iniciaron el éxodo y
cruzaron el continente, aprendiendo en el transcurso de su viaje los rudimentos de lo que más
adelante serían su cultura y civilización.
Los mitos de los Vala cuentan que fueron escogidos por sobre los Kirri del extremo sur debido a
que estos últimos carecían del valor y la ambición necesarios para cruzar el continente y
conquistarlo. Puede que fuese así. Pero también es posible que los Kirri, un pueblo pescador que se
desplazaba por los mares y ríos del Extremo Sur con canoas y casas flotantes, estuviese menos
capacitado para desplazarse hacia el occidente.
Durante su viaje, los Vala fueron encontrando otras tribus, pueblos y especies. Desde aquellos años
remotos proviene su odio por los orcos, que amenazaron continuamente su existencia. Para
protegerlos, los Primogénitos enseñaron magia divina a hombres y mujeres entre los Vala, quienes
se convirtieron en los primeros clérigos. Es por esa razón que los clérigos son monjes guerreros,
hábiles tanto en la oración como en el uso de la magia.
La guerra contra orcos y goblins llevó a los Vala a depositar el mando en quienes pudieran luchar
con mayor valentía contra tan feroces enemigos. Por eso la casta guerrera aún ejerce un liderazgo
enraizado en la más profunda naturaleza ancestral de sus descendientes, y constituye la base de la
actual estructura feudal. Las tribus Vala fueron convirtiéndose en clanes, en familias, y adoptaron
los nombres de los jefes guerreros que se destacaban en batalla contra sus rivales.
Al llegar a la costa occidental, los Vala encontraron a los elfos y a los enanos. Entonces
experimentaron el mayor cambio en su breve historia cultural. Ambas especies fueron cordiales en
su encuentro con los humanos, debido al aval que les significaba la guía directa de los
Primogénitos. No obstante, ni los elfos estaban dispuestos a ceder el territorio que poseían en la
costa, ni los enanos querían acogerlos en las montañas. Las tres especies podrían convivir mientras
los humanos estuvieran dispuestos a habitar en los valles, o avanzar hacia el norte.
Los Vala se dividieron en distintos grupos. Escuchando el consejo de los Primogénitos, el grupo
mayoritario eligió permanecer en los valles y llanuras, mientras un grupo menor continuó el éxodo
hacia el norte. Debieron cruzar lo que más adelante serían el Yermo de Fuego, el desierto, y las
Aldeas del Gusano, donde muchos de ellos fueron esclavizados y obligados a trabajar para los
crueles dragones. Los clanes sobrevivientes sufrieron la inclemencia del clima caluroso, que hasta
entonces desconocían, y finalmente, tras grandes esfuerzos, hicieron contacto con las tribus
humanas de piel oscura que habitaban la región que en la actualidad recibe el nombre de Tefáris.
Junto a ellos construyeron una cultura diferente, mestiza, que se concibe ajena al legado ancestral
de los Vala, bajo la protección de los Nueve Señores Elementales.
Los que habitaron los valles se convirtieron en un pueblo agricultor, y pronto progresaron.
Construyeron grandes asentamientos, que muy luego crecieron hasta hacerse ciudades. Aprendieron
las leyes y normas de convivencia, la ciencia y la técnica, de los Primogénitos. Nombraron
monarcas y consejos. Hicieron comercio con las otras especies y con aquellos asentamientos de sus
propios clanes que quedaron en el camino. Y así floreció la humanidad.

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