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CONFERENCIA 8

APEGO, COMUNICACIÓ N Y PROCESO TERAPEUTICO

El rol del terapeuta es de proporcionar a su paciente una base segura así al


proporcionar esta base segura desde la cual puede explorar y expresar sus
pensamientos y sentimientos, el papel del terapeuta es aná logo al de una madre que
proporciona a su hijo una base segura desde la cual explorar el mundo. El terapeuta
procura ser confiable, atento y comprensivamente sensible a las exploraciones de su
paciente y poder ver, sentir el mundo a través de la mirada de su paciente y ser
consciente de que debido a las experiencias adversas de su paciente en el pasado el
paciente pueda no creer que el terapeuta sea confiable, o que las respuestas
inesperadamente atentas, comprensivas que el paciente reciben pueden llevarlo a
suponer que el terapeuta le proporcionara todo el cuidado y afecto que él siempre
anheló pero nunca tuvo. En el primer caso considera al terapeuta desde el punto de
vista excesivamente critico y hostil y en el otro se con viera dispuesto a
proporcionar má s de lo que se puede ser realista.

No pocas veces curre que un paciente se muestra excesivamente preocupado de que


su terapeuta lo rechace, lo critique o lo humille. Dado que sabemos que demasiados
niñ os son tratados de esa manera por uno u otro de los padres, o por ambos,
podemos confiar razonablemente en que está a sido la experiencia de nuestro
paciente.
La rapidez e con que el terapeuta pueda relacionar estas expectativas con las
experiencias del paciente con sus padres depende de la disposició n del paciente a
considerar esa posibilidad o de que, insista en que el tratamiento que le dieron sus
padres está por encima de toda critica.
En algunas familias ocurre que uno u otro progenitor insiste en que u es un
progenitor admirable que siempre ha hecho todo lo posible por el niñ o y, esta
actitud a menudo encubre una conducta que ha estado lejos de ser perfecta.
Una complicació n también surge cuando un paciente ha estado sujeto, durante la
infancia, a firmes instrucciones por parte de uno de los padres en el sentido de que
no debe hablar con nadie de ciertas cosas que ocurren en la familia, cuanto má s
insiste el terapeuta má s perturbador resulta el dilema para el paciente, a menudo le
resulta ú til preguntar al paciente si se ha visto sujeto a tales presiones y, en ese
caso, ayudarlo a resolver el problema.

Una situació n comú n es una infancia en la que el progenitor ha procurado convertir


al niñ o en su propia figura de apego y en su dador de cuidados, es decir que ha
invertido la relació n. No es extrañ o que durante la terapia el paciente pase de tratar
al terapeuta como ci este fuera uno de sus progenitores, a comportarse con él de la
misma manera en que sus padres lo han tratado. Las experiencias de desprecio por
parte de una progenitor pueden repetirse como desprecio hacia el terapeuta.
La tarea consiste entonces en ayudar al paciente a comprender que gran parte de su
actual resentimiento se origina en el anterior maltrato a manos de otros y que , por
incomprensible que su ira pueda resultar, continuar librando viejas batallas es
improductivo.
Con otros pacientes, la situació n es inversa: la relació n de la transferencia se
convierte en una relació n en la que la gratitud, la admiració n y el afecto se expresan
fá cilmente, y se considera al terapeuta rodeado de un aura de perfecció n.
Semejante idealizació n del terapeuta surge en parte de esperanzas y expectativas
poco realistas de lo que está en condiciones y dispuesto a proporcionar, y en parte
de una infancia en la que la critica del progenitor está prohibida y la obediencia
forzada, ya sea mediante alguna técnica provocadora de culpa o mediante castigos.
Con este tipo de experiencia infantil, la suposició n inconsciente es de que el
terapeuta esperará el mismo grado de obediencia que esperaban sus padres, y que
lo obligará mediante técnicas o amenazas similares a las que ellos utilizaban.
Las amenazas de abandono son má s atemorizantes para un niñ o que las de no
quererlo má s. Dado que las amenazas de abandono a menudo aportan una forma
altamente idiosincrá sica, un paciente puede negar que alguna vez haya estado sujeto
a ellas. En ocasiones un padre muy perturbado amenaza con cometer suicidio si
continua alguna situació n angustiosa. Esto puede producir terror. Otra ocasió n en
les la que existen motivos para sospechar que el mismo paciente es un mentiroso
patoló gico. Todas estas y son acontecimientos y situaciones adversas que se
pueden presentar en el tratamiento.
La alianza terapéutica aparece como una base segura, un objeto interno como un
modelo operante la reconstrucció n como las recuerdos exploratorios del pasado, la
resistencia como una profunda desgana por desobedecer las ordenes pasadas de los
padres. Así el paciente es estimulado a creer que, con apoyo y una guía ocasional,
puede descubrir por sí mismo la verdadera naturaleza de los modeles que subyacen
en sus pensamientos, sus sentimientos y sus acciones y que, al examinar la
naturaleza de sus primeras experiencias con sus padres comprenderá qué lo llevó a
construir los modelos actualmente activos en su interior y así ser libre para
reestructurarlos.

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