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RESUMEN DE PROFUNDIZACIÓN EN PSICOLOGÍA DEL ADULTO MAYOR

UNIDAD 1
Aproximació n a los conceptos de mediana edad y adulto mayor. (Trabajo Prá ctico
N°1)
(Álvarez, María del pilar: “Envejecimiento y vejez. Nuevos aportes: cuestiones alrededor del
concepto de vejez”).

Envejecimiento: “…No es un proceso de causa única, sino el resultado de una compleja asociación
de interacciones y modificaciones estructurales y funcionales entre lo biológico, lo psicológico y lo
socio–ambiental, es decir, entre lo genético intrínseco y lo ambiental extrínseco…”(Rocabruno
Mederos, 1999)
“Proceso fisiológico que comienza en la concepción y ocasiona cambios en las características de
las especies durante todo el ciclo de la vida; esos cambios producen una limitación de la
adaptabilidad del organismo en relación con el medio. Los ritmos a que estos cambios se producen
en los diversos órganos de un mismo individuo o en distintos individuos no son iguales”. (OMS, 2002)

Vejez: “Proceso involutivo que aparece al avanzar la edad de un organismo y que resulta del
predominio de los procesos de degradación sobre los de síntesis”. (Gispert, 1997)
“Es un estado en la vida y el envejecimiento un proceso que sucede a lo largo del ciclo vital. Tanto
la vejez como el envejecimiento humano son objetos de conocimiento multidisciplinares en el sentido
en el que el individuo humano es un entre bio-psico-social. Por esta razón, el individuo envejeciente o
viejo es un sujeto de conocimiento psicológico”. (Fernández-Ballesteros)

(Álvarez, María del pilar: “Envejecimiento y vejez. Nuevos aportes: cuestiones alrededor del
concepto de vejez”).

Algunos autores, ubican a la vejez como un proceso ligado al paso del tiempo, el cual concluye en
la muerte, y en el cual confluye factores que están ligados a un entrecruzamiento particular y
subjetivo de cada ser humano y su propia historia.
Nos negamos a reconocernos en el viejo que seremos, rechazando así la posibilidad de asumir
nuestra esencia, herida narcisista que insiste generación tras generación, cultura tras cultura. Herida
que impide elaborar la propia existencia y llama a la huida, al aislamiento de aquellos que nos
devuelven, como un espejo, el aspecto que pronto adquiriremos.
Pensar en la vejez, es un concepto que implica operar conjuntamente con variables biológicas,
psicológicas, sociológicas, antropológicas y filosóficas: en lo que respecta al organismo, es fácil
observar las generalidades que aparecen en el cuerpo (biología) cuando se arriba a la vejez, esto
acarrea consecuencias psicológicas y sociales, ya que modifica la relación con el mundo y con su
propia historia, con lo cual pone en jaque toda su dimensión existencial (filosófica), y a prueba toda
su postura ideológica y ética.

Culturas primitivas:
En los tiempos primitivos se temía al desgaste, a la esterilidad y a la vejez. En las agrupaciones
nómades, iban dejando por el camino a aquellos que tenían menos posibilidades de sobrevivir.
En otras comunidades, se le daba importancia al sabio (viejo), ya que este tenía el poder de hacer
maleficios y sortilegios que permitieran a la comunidad hallar la respuesta ante los fenómenos de la
naturaleza. Por lo tanto no debía expirar sin que esta divinidad que los habitaba fuera transferida a
un sucesor.
En las culturas más desarrolladas, los abuelos mantenían una gran influencia sobre los nietos,
pues aconsejaban a los padres del niño.
En otras culturas la edad no era ni decadencia ni fuente de prestigio, salvo que la edad fuera
acompañada de inteligencia y una experiencia excepcional. Por ej.: para los incas todo habitante
tenía un deber social y una función laboral que cumplir.

Pueblos de la antigüedad:
La disputa con el padre implicaba para el hijo padecer algunos castigos, ser desheredado,
desterrado, etc. Por lo tanto cuando el padre envejecía los hijos le arrebataban los bienes y
prácticamente lo dejaban morir.
Algunos de estos pueblos han transmitido sus tradiciones con tal fuerza que han tenido vigencia
aun en la modernidad.
En Grecia la vejez fue anudada en términos de honor y sabiduría. El termino griego “gera” remite
a la edad avanzada, y a derecho de ancianidad. Por lo tanto en Grecia se los consideraba los jueces
perfectos, en donde controlaban y legislaban lo referente a la religión, la moral y las costumbres,
constituyendo así una verdadera gerontocracia. Sin embargo, existe una contradicción que en el
teatro de la época (donde el espectáculo consistía en reírse de los viejos). En la historia romana, el
voto de los ancianos tenía más peso que el de los otros ciudadanos.
Para Platón, la verdad residía en el alma inmortal y a los 50 años se podría ingresar al reino de las
competencias, de las ideas.
Para Aristóteles, el alma no es puro intelecto, está en estrecha relación con el cuerpo, por lo tanto
es necesario que el cuerpo permanezca intacto para que la vejez sea feliz.

Edad Media:
Durante la edad media, la vida del hombre se ordena alrededor de la religión y los viejos son
excluidos de la vida pública: los padres debilitados traspasaban el poder a sus hijos.
Pero, finalizando la edad media, aparece la burguesía, en donde la acumulación de riquezas hace
que los viejos sean tenidos en cuenta y su economía por acumulación les da poder.
El renacimiento prolongó las tradiciones de la Edad Media y al mismo tiempo sostuvo un combate
encarnizado contra la vejez, utilizando todos los medios para que la vida fuera más prolongada:
medicina, magia, brujería, etc.
En este tiempo se exaltaba la idea de la belleza del cuerpo y aparece más connotada la fealdad de
los viejos.

Modernidad:
Se ha logrado prolongar la vida humana, pero no por ello se detuvo el proceso de envejecimiento.
La modernidad puso de manifiesto dos cuestiones en relación a la población anciana del mundo, los
cuales han provocado cambios de posición y de concepción respecto de la vejez:
 La vejez se convirtió en un asunto publico
 Intereses de la vejez (jubilación)
“la vejez desde un pasaje activo a pasivo en el campo laboral, deja de ser un asunto
esencialmente privado y familiar, convirtiéndose en un fenómeno social importante”.
Nunca nuestras sociedades occidentales habían contado con una proporción tan elevada de
personas de edad avanzada.
Se adoptan terminologías nuevas, tercera edad, lo cual reemplaza al concepto de vejez, que
estaba convertido en sinónimo de incapacidad, basura, fealdad, etc.
El mundo publicitario los incluye, creando un modelo del buen envejecer.
Todo un ejército de especialistas se ocupan de este nuevo mercado y de atender sus problemas.

Conclusión:
Nos encontramos ante razonamientos que han acompañado las distintas épocas, todos ellos
basados en la fuerza física, con lo cual las condiciones “a priori” para la vejez son desfavorables.
¿Cuáles podrían ser factores que entran en juego para definir algo del estatuto social del anciano?
Fragilidad física: su condición lo deja en desventaja en las sociedades donde el que vale es el más
fuerte, como lo fue en la edad media.
Conocimiento y experiencia: el anciano es el vínculo entre la generación actual y la memoria
colectiva. Lugar de enlace y transmisión.
Alteración de los rasgos físicos: las culturas que ensalzaron la belleza e hicieron un culto a lo
corporal tendieron a menospreciar a la vejez.
Acumulación: la edad produce acumulamientos de propiedades, de parientes, de alianzas
matrimoniales y hace que las nuevas generaciones aparezcan. Esto nos lleva a pensar que aquellas
culturas que conocieron los conceptos de familia extensa y patriarcal se hicieron cargo con mayor
facilidad de sus miembros ancianos, sin embargo las sociedades que evaluaron la acumulación de
riquezas y propiedades, tuvieron consideraciones diferentes con la vejez.
Hay una atmosfera general con respecto a los viejos que adquiere en cada época un tono
particular, según los grupos sociales.
Podríamos decir, que más que una edad de oro en la vejez, ha existido una evolución más o
menos caótica, a merced de los cambios de valor no sincronizados de las civilizaciones.
Cada sociedad, cada época y cada organización económica produce un tipo de ancianos y es
responsable del papel y de la imagen de sus viejos, pero también es a partir de ella que los juzga.
Cuando el hombre anciano salte estos tabúes, estos imaginarios y rompa algunas de las
expectativas sobre él colocadas, habrá encontrado que es a veces la edad la que nos permite
alzarnos, por encima de cualquier convención, a la que habíamos estado sometidos en la vida adulta
y liberado ya de sus obligaciones podría dedicar su tiempo a desarrollar su creatividad.

(Clase de CLAUDIA: Ferrero, Álvarez: “Envejecimiento y vejez. Nuevos aportes: concepto de vejez”)
- La vejez no tiene que ver con un proceso, tiene que ver con lo social, lo cultural.
- La vejez es un concepto transitorio.
- Referencias en cuanto al concepto de vejez desde los pueblos antiguos: los viejos no podían
caminar y eran una carga, por lo que los dejaban en el camino para que murieran. Desde otro
lado, el viejo tiene una experiencia que tiene que quedar en la comunidad, entonces los
enterraban vivos (rituales). Para los esquimales los viejos no tienen un valor utilitario (porque no
tienen dientes) entonces cuando pierden los dientes, los dejan tirados para que se mueran. Por
todo esto, el valor del anciano es cultural.
- Por ejemplo, en el cuento de Hansel y Gretel, en el que la malvada de la historia es una bruja
VIEJA. Acá, además de que justamente la mala de la historia sea una vieja, también se le agrega
el hecho de que es mujer, dándosele énfasis a lo femenino.
- En el caso de los griegos, los adultos tenían un lugar vidente y posibilitaban la profecía. Eran
sabios.
- En el imperio romano, los más viejos eran los que más poder tenían. Mostraban un status social
marcado.
- Edad media: los señores feudales eran los propietarios de tierras y los más adinerados. Se le da
un valor importante porque eran dadores de herencias al hijo primogénito. Por ello, el anciano
era poderoso, generador de rivales. En esta época se afianza la legalidad y el patrimonio.
- Renacimiento: en la escena está la juventud, la belleza. Esta el “dux” como caudillo de la
sociedad veneciana.
- Siglo XX: en Alemania, surge el tema de las jubilaciones. Esto marca que la mirada de a poco se
comenzaba a posar también en los más ancianos, dando en algunos casos un mayor
reconocimiento a la vejez (aunque en otros no).
- Desde políticas educativas se dejo de criticar y se dejó de lado la figura caricaturesca del viejo y
comenzó a pensarse como sostén de familia.
Declinación biológica. (Salvarezza, Leopoldo: “Psicogeriatría, teoría y clínica”
Cap. 2)
Cap. 2: “FACTORES BIOLÓGICOS Y SOCIALES QUE INCIDEN EN LA PSICOLOGÍA DEL
ENVEJECIMIENTO”
Uno de los mayores problemas que enfrenta el estudio de la gerontología y geriatría es la excesiva
tendencia a la generalización. Son mas homogéneas las conductas de los recién nacidos a la de los
chicos que tienen entre los 0 a 6 años de edad.
 ¿Qué es la mediana edad?
No es una fase que pueda definirse sino que guarda diferentes significados para la gente según
su edad, sexo, estatus, clase social.
Jacque (1966 – psicoanalista que estudia el desarrollo de la ansiedad) fue el primero en
estudiarla, la situó entre los 35 años en adelante, pues la expectativa de vida al nacer era mucho
menor de lo que es ahora.
Algunos sienten que es la época de la “flor de la vida” mientras que para otros significa un
“nicho ecológico”. Es decir, para gran parte de la gente de mediana edad, la vejez es la época de
la autorrealización y la gratificación, pero al mismo tiempo, para toda la gente sin excepción, es
también la época que marca el paso inexorable hacia la vejez.
 Características de la mediana edad
En la mediana edad hay dos temas que predominan:
 La progresiva toma de conciencia del paso del paso del tiempo con el consiguiente
envejecimiento personal.
 Los cambios en los patrones vitales muestran que los hijos crecen, los padres envejecen y
mueren y la sensación de ser el próximo en la familia.
Características:
INCREMENTO DE LA INTERIORIDAD: se enfoca en la introspección y en el balance vital con un
intento de re-evaluar el sí mismo. Es el momento del movimiento externo al interno. La
disponibilidad que se tenía hacia el mundo externo se reduce. Este repliegue sobre sí mismo
podrá tener las características de reminiscencia (recuerdos que parecían haber sido olvidados),
en cuyo caso se conseguirá la integridad del sujeto o adquirirá la forma de nostalgia y al no poder
establecer la integridad se transformará en desesperación.
CAMBIO DE LA PERCEPCIÓN: se comienza a pensar al tiempo de otra manera, se piensa más en
relación a lo que falta vivir que en lo que ha pasado desde el nacimiento. Aparece además la
conciencia de que el tiempo es finito.
PERSONALIZACIÓN DE LA MUERTE: aparece la personalización de la muerte (se mueren
parientes, amigos, etc.) y esto hace que se convierta en una posibilidad para sí mismo. Freud
decía que desarrollábamos una tendencia a archivarla. En este sentido se marca un rasgo
importante del orden cultural en cuanto a la conducta. Los hombres se preocupan por morir,
mientras que las mujeres se preocupan por quedar viudas.
Los dos últimos rasgos intrapsíquicos mencionados, al instalarse la vejez tienden a perder
importancia como un factor preocupante, en tanto que el primero persiste y puede llegar a
incrementarse.
 Distintos tipos de envejecimiento
Los estudios han mostrado que la mayor parte de la gente se ajusta y se adapta a la mediana
edad, pero también aparecen lo que son llamadas “las crisis de la mediana edad”.
Butler (1982) y Ey (1969) describen las conductas más comunes que suelen presentarse en la
mediana edad y que denotan automáticamente que el proceso de un buen envejecer está
perturbado.
Ey señala que el ser que envejece debe hacer un esfuerzo extra, porque al contrario de los
niños o adultos, deben adaptarse no solamente al medio, sino a su propia vejez.
La incapacidad de aceptar las nuevas condiciones (disminución de las capacidades
intelectuales, envejecimiento físico o disminución de la sexualidad) que impone el
envejecimiento puede llevar a que aparezcan las siguientes situaciones:
 La frustración libidinal puede llevar a la persona a sentirse inferior a los jóvenes,
traduciéndose en un rechazo global de todo lo relacionado con la juventud, mostrándose
impaciente, critico, agresivo y autoritario hacia las generaciones menores.
 La preocupación por los cambios corporales aparecerá en forma de trastornos
hipocondriacos (depresión, alcoholismo, etc.)
 El temor a los cambios del funcionamiento sexual, puede producir promiscuidad o bien
situaciones rutinarias.

Dimensió n social de la vejez: familias viejas y nuevas.


(Ver texto de Álvarez, María del pilar: “cuestiones alrededor del concepto de vejez”). (Familia y
transmisión intergeneracional – María Pilar Álvarez, Gloria Ferrero y otros).

Introducción:
Nos proponemos reflexionar sobre el punto crítico que atraviesan los conceptos y teorías de la
modernidad, en relación a la institución familiar y sus integrantes.
Hay una crisis que hace borde en la mediana edad de la vida, y que nos interroga sobre el lugar de
transmisión que le cabe a las generaciones adultas.
Se postula la no vejez, ¿se podría pensar en un tiempo congelado sin futuro y sin historia?
Qué pasa con el lugar de los padres en la transmisión, y por ende las generaciones adultas, si la
propuesta es quedar cristalizado en el presente.

Familia y posmodernidad:
Desde las demandas que llegan a nuestra clínica, es dable observar, que las propuestas de
posmodernidad apuntan a la rápida consecución de placer, más que al sostenimiento de un proyecto
de vida. Los distintos modelos de cura que ofrecen las terapias alternativas se sirven de esta
demanda posmoderna que no hacen necesaria la revisión de la historia ni su elaboración.
Estamos asistiendo a las consecuencias de un discurso pleno de efectos y sentidos: el discurso
posmoderno, que nos sitúa en el lugar de aquel que padece algo en forma pasiva por lo cual no
parece importante ocuparnos de él.
Discurso que postula la muerte de las ideologías y el fin de la historia.
Aquello que en la modernidad el hombre pudo expresar como malestar en la cultura, ahora el
posmodernismo lo libera de convicciones que coercionaron su accionar, y les deja como propuesta
que no vale la pena padecer por la defensa de utopías que tantas veces resultaron ser nulas, por
ideales que mostraron su fracaso, por un futuro que no llega, cuando lo que importa es hoy, surge así
como propuesta el desencanto, el vacio.
Del narcisismo impera la novedad, lo efímero, la inconstancia, el hedonismo, la exaltación del
cuerpo, donde no se trata de ser sino solo de parecer, de seducir, de impresionar.
Los valores actuales proponen como modelo la juventud y reniegan el periodo correspondiente a
la adultez.
Jameson toma los efectos del discurso posmoderno como síntoma, donde las relaciones se
impregnan de un tinte narcisista, donde el vinculo con el otro termina convirtiéndose en una relación
especular, cerrada en sí misma y acá ¿Qué pasa con la adolescencia y sus modelos identificatorios?
¿Lo intergeneracional tiene lugar en esta propuesta cultural?

Acerca del valor de la transmisión:


Las vicisitudes vitales por las que atraviesa cada una de las generaciones influye en las otras por
los efectos de mecanismos identificatorios que se ponen en juego en los vínculos y porque en
cuestiones de transmisión nada se pierde. Cuando una generación no puede recordar y establecer
nexos, causalidades, transmite como herencia a las generaciones siguientes esa brecha en la
memoria.
Philliphe Jeammet dice que la evolución social y familiar, en los países occidentales, han
conducido a debilitar las prohibiciones y las barreras, coma si también a liberar las costumbres. El
tiempo de la adolescencia tiende a prolongarse entre una pubertad más temprana y una entrada en
la vida adulta demorada.
El rasgo central de la cultura pos moderna es tal vez la crisis de la identidad, ya que, todo proceso
de identificación se gesta en la temporalidad y exige algún tipo de arraigo, de sentido de pertenencia
y de proyecto común futuro.
Esta dificultad de gestar una identidad bien definida se ve expresada a través del desencanto, la
resignación o bien la indiferencia.
Todo sujeto nace en un espacio hablante, este espacio debe ofrecerle al Yo un lugar, entre esta
psique singular y el ambiente psíquico interviene un eslabón intermedio: el medio familiar.
Los padres en la mediana edad, están enfrentados a una reactualización de cuestiones no
resueltas en la adolescencia de su conflictiva edípica, se sienten conmovidos en sus identificaciones.
Resurgen tensiones narcisistas que devienen en dificultades para ocupar su lugar de padres, ahora
también cuidadores de sus padres envejecidos. Esta tensión puede producir, ciertas paralizaciones en
su actuar, no pudiendo ofrecerse a sus hijos adolescentes como modelos identificatorios.
Desear la igualación, no permite salir de la inmadurez al adolescente e imposibilita el crecimiento
adulto.
Si los adultos pueden sostener la diferencia generacional, ligado al paso inevitable del tiempo,
ofrecerse ellos mismos como referentes identificatorios que configuren la continuidad histórica, la
transmisión no condensada, simbolizada, otorgará la posibilidad de la sucesión intergeneracional,
fondo de memoria y sustancia de futuro.

(PROFESORA SANDRA)
La transformación es heredar algo, y tiene que haber un heredero y una generación anterior.
En la posmodernidad el concepto ha cambiado. El AM ya no está en la casa, sino en un geriátrico,
lo que imposibilita la transmisión y dificulta cierto lazo social.
Todos somos eslabones de la cadena generacional. Para que haya herederos tenemos que
sostener el hecho de que se acepte la muerte para poder heredar, es la que corta una generación
para que exista otra.
No solo heredamos el conocimiento sino vivencias, fotos viejas, cartas, secretos y todo constituye
el entramado de una familia y una sociedad.
La posmodernidad con la rapidez y el placer, ha provocado quiebres en la subjetividad, lo que nos
lleva a que no podamos procesar no solo información, sino también al otro.
El viejo pasó a ser un actor importante porque cambio toda su posibilidad de vida: antes se
jubilaban y esperaban la muerte, ahora viajan, estudian, y eso es lo que los sostiene. La otra partida
es que se han olvidado de la muerte: la ven como muy lejana. La velocidad en la que vivimos no nos
permite acercarnos a eso. Los viejos constituyen un nuevo modelo de vida (no de muerte). Entonces
existe una transmisión cultural o familiar (contar anécdotas y de ahí formar historias) pero también
una económica.
La palabra viejo ya no remite a lo sagrado. Se ha transformado, pero ¿para el bien de ellos o de
nosotros?
Existe el “eterno femenino”, que tiene que ver con aquello que no se quiere perder o renunciar. El
anciano no quiere ver su propia decrepidad, lo que nos lleva a pensar que el primer malestar del
hombre es su propio cuerpo. Ya no quieren ser nominados viejos, sino adultos mayores. Se puede
comparar con la revolución feminista, por la cantidad de cambios. El duelo se hace en relación a la
pérdida de memoria, de reconstruir.
La vejez oriental tiene que ver con un logro y con la sabiduría. Además, no sienten culpa, por eso
veneran al anciano. Tienen sabios que no hacen filosofía al estilo occidental y llegan a lugares que
nosotros no llegaríamos. A diferencia de esto, en la vejez occidental prevalece el sentimiento de
culpa.

Menopausia.
(Iacub, Ricardo: “Erótica de la vejez. Capítulo 8: de los mitos a los goces. El pluralismo sexual”).

2)-en torno a la diversidad de goces: las cuestiones de género.


La menopausia quizás haya sido la instancia del desarrollo femenino más rodeada de mitos, lo que
no puede dejar de pensarse en relación con la cuestión de género. Los controles sociales relativos a
la mujer han teñido, por mucho tiempo, las especulaciones teóricas y han dado a este cambio
biológico un espacio trascendente. Nuevas teorizaciones cuestionaron el miedo a la locura, así como
la depresión, el fin del deseo su exceso (rasgo que se asociaba al periodo menopáusico), al tiempo
que repensaban la condición femenina y desestabilizaban ciertos marcos de poder masculino.
Neugarten sostuvo que los problemas psicológicos experimentados por las mujeres en esta etapa
son consecuencia de las expectativas culturales adversas. Señalaron que el porcentaje de mujeres
que sufren síntomas relativos a la menopausia ha sido exagerado, revelando que las respuestas de la
mujer a su menopausia son altamente idiosincrásicas. En general, ha podido comprobarse que las
mujeres que trabajan o que tienen otros intereses además de los del hogar padecen de menor
cantidad de síntomas.
Otros factores culturales que inciden en la cuestión de género en relación con la vejez han sido
estudiados por Winn y Newton (1982) en una investigación realizada sobre 106 culturas. Encontraron
que cuando se observa un declive de la actividad sexual, las mujeres lo atribuyen a la falta de un fin
reproductivo y a la menor sensación de ser deseables y valiosas. También establecieron que, en
diversos países occidentales, la viudez es vista como un límite para el deseo sexual.
En las sociedades occidentales, la demanda relativa a la capacidad sexual resulta más exigente
para los hombres que para las mujeres, dado que la falta de rendimiento es vista como falta de
virilidad. Según Huick, la falta de rendimiento sexual puede amenazar la autoimagen de los hombres.
Si el vigor es esencial en un hombre, en la mujer lo principal es el atractivo. La lectura social que
se hace del cuerpo femenino acarrea una serie de limitaciones a la hora de pensarse eróticamente.
El cuerpo, la imagen de la mujer vieja, es connotado por la falta. Las mujeres tienden a ver sus
cuerpos como objeto de evaluación estética y en fuerte comparación con otras mujeres. Otros
estudios señalan que frente a las limitaciones sexuales del hombre, la mujer suele sentirse
responsable por no ser lo suficientemente atractiva, lo que la lleva a replegarse en cuanto a sus
demandas eróticas. (Ver continuación en: Jubilació n, Unidad 2)

Aproximació n a nuevos aportes: psicogerontología.


(Textos de la unidad). (T.P. N°1: Texto Rozitchner, Enrique: “La vejez no pensada. Del crepúsculo
pulsional a la reactivación erótica”).

f. ¿La pareja que envejece que problemáticas transita?


En el medio socio-cultural continúan predominando los mitos que tienden a descalificar la
sexualidad en los adultos mayores, incluso llegando a ponerla en términos de perversión o patología.
En consecuencia, hay una, desexualización de los adultos mayores que los lleva a vivir con culpa su
deseo sexual.
Socialmente no se les reconoce a los adultos mayores ninguna capacidad sexual. Se cree que del
mismo modo que hay una disminución en el funcionamiento y la vitalidad del cuerpo en general,
también existiría un correlato de pérdida de la función erótica. Pero es importante destacar que
ningún cambio fisiológico durante el envejecimiento impide, ni en la mujer ni en el varón, el ejercicio
de la sexualidad.
También sería necesario hacer una distinción entre los géneros, pues no es igual la percepción
que se tiene respecto a la sexualidad de un adulto mayor varón que a la de una mujer. Podría decirse
que culturalmente, en la vejez, la vida sexual se permite más a los varones que a las mujeres, pues
la sexualidad femenina tiende a quedar fijada a la función reproductiva.
En síntesis, la vejez no representa realmente un obstáculo para el desarrollo de una intimidad
erótica y el cuidado de la vida sexual. El mayor impedimento para la vida erótica de los adultos
mayores recae sobre los prejuicios culturales, sociales, morales.

g. ¿Qué sucede cuando los roles en la pareja son estereotipados?


Los distintos roles que adoptan los cónyuges en la relación de pareja influyen también en el
proceso de envejecimiento. En los roles tradicionales de género, la mujer está dispuesta a satisfacer
los requerimientos de la pareja en forma pasiva y el varón se ocupa del cuidado de ella. En este
modelo, durante el envejecimiento la mujer se dedica al cuidado de la familia, postergando la
sexualidad, y el varón ya jubilado tiende a bajar su autoestima (ya no es proveedor) y su actividad
sexual. Es frecuente que estas parejas tradicionales, en la vejez, no encuentren ámbitos propicios
para el desarrollo de la sexualidad y abandonen los deseos de agradarse mutuamente para cargar de
erotismo el vínculo. Esto hace que muchas veces el varón poco a poco pueda sentirse rechazado y
busque una vida extramarital, evitando separarse o disgregar la familia.
En el caso de las mujeres que se mantienen muy ligadas al modelo de la reproducción, la
menopausia o la viudez es posible que determinen un ocaso de la vida sexual. Esto puede llevar a
que la mujer asuma asume excesivamente un rol de madre del marido, o el varón, de padre de ella.
En cualquier caso, los roles estereotipados llevan a una desexualización de la pareja en la vejez y a
la pérdida de la intimidad.
La vida erótica de la pareja es posible aun en el caso de que cualquiera de sus miembros se
encuentre afectado por alguna dificultad física. Hay distintas formas de conseguir una sexualidad
activa e intimidad erótica hasta estadios avanzados de la vejez, y lo importante es quizás sostener
una apertura a la imaginación erótica.

h. ¿Cómo influye la cultura falocéntrica en la sexualidad del adulto mayor?


Los modelos culturales actuales tienden a formar una concepción de la sexualidad “falocéntrica”,
donde se reverencia la potencia sexual a través del coito, dejando de lado el hecho de que la
sexualidad se inscribe en el campo psicosocial.
Si la sexualidad en la vejez se entiende como falocéntrica y concentrada en el coito, crecen
enormemente las posibilidades de que el adulto mayor (el varón, en especial) se sienta disminuido
en su potencia sexual. El modelo falocéncrico perjudica de modo directo el erotismo en la vejez; este
modelo tan difundido no promociona el juego, la actividad precoital, las caricias, la ternura, la
imaginación pre-genital...
La vida sexual en los adultos mayores posee múltiples manifestaciones paracoitales y autoeróticas
que permiten conservar la intimidad, aún sin pareja. El interés sexual, la identidad sexual, el rol de
género, la capacidad de enamoramiento y afecto, el valor de las caricias corporales, no involucionan
ni se retiran en la vejez. En tal caso, la disminución del ejercicio de la sexualidad en los adultos
mayores responde fundamentalmente a razones psicosociales, pues ninguno de los fenómenos
fisiológicos y anatómicos en la vejez inhibe el desarrollo de una vida sexual plena.

i. ¿En el interior de la familia, qué actitudes asumen las distintas generaciones?


Tal como se dijo anteriormente, la sexualidad en la vejez conlleva numerosas insatisfacciones a
causa de los modelos culturales vigentes. Por ello, no ha de extrañarnos que estos prejuicios
culturales en relación a la sexualidad en la vejez estén fuertemente arraigados en la familia del
adulto mayor.
Para empezar, es importante aclarar que aquí también se hace visible las diferencias entre los
géneros. El ejemplo más claro de esto lo observamos en la vía que toma el adulto mayor frente a la
viudez. En los hombres se observa una tendencia a buscar una nueva pareja, y este acontecimiento
puede llegar a ser tolerado e incluso considerado como saludable para el resto de la familia. Pero en
el caso de la mujer no ocurre lo mismo. Los prejuicios contra la sexualidad de las mujeres ancianas
son mayores por lo que éstas optan por conservarse dentro de los vínculos familiares y amistosos,
manifestando su sexualidad de forma latente o sublimada.
Ampliando podríamos decir que los mandatos intergeneracionales y las identificaciones
represivas que se transmiten por línea materna dan en algunos casos resultados paradojales, ya que
la sexualidad de una mujer mayor a veces queda vedada por la observación negativa de una hija
joven que asume el lugar del superyó femenino; en consecuencia, la madre se somete a este
reforzamiento represivo generalmente luego de la menopausia y cede el lugar a la hija.

j. ¿El enamoramiento es planteado como amor tierno o amor sensual?


En su texto "Psicología de las masas y análisis del yo", Freud reflexiona acerca del amor y del
enamoramiento. Inicialmente los define solamente como una investidura de objeto de parte de las
pulsiones sexuales; el amor, en este sentido, no sería más que el amor sensual, la búsqueda de la
gratificación y la descarga sexual. Por eso, el enamoramiento desaparece una vez logrado el objeto
de satisfacción, el objeto pierde importancia. Sin embargo, la pulsión retorna en tanto se reconoce
que la necesidad sexual no se agota de una manera única y para siempre; entonces, el sujeto trata de
conservar el objeto de amor sensual y de ligarse a él más allá del fin sexual por medio de afectos
tiernos. Freud describe estos dos aspectos del amor: el sensual y el tierno.
Respecto a los adultos mayores, es común pensar que en ellos el enamoramiento permanece
como tierno, mientras que el aspecto sensual es abandonado. Pero esto no necesariamente
ocurre así. En todo caso, el predominio del amor tierno por sobre el amor sensual no implica que la
vejez sea “asexuada”. En contraposición a esa incapacidad amorosa que prejuiciosamente se les
adjudica, los adultos mayores se enamoran y, a veces, presentando todas las gamas de
posibilidades y variantes del amor.
Haciendo referencia a la película “La vida empieza hoy”, observamos en ella varias escenas de
sexo entre los adultos mayores que protagonizan la película, lo cual nos lleva a pensar que en la vejez
no necesariamente hay un predominio del amor tierno por sobre el amor sensual. Y uno de los
peligros de la cultura contemporánea y de algunas concepciones científicas de la sexualidad en la
vejez consiste en contener y reprimir la vida sexual de los adultos mayores convirtiéndolos en una
“masa desexualizada”.

Cuerpo y temporalidad en el envejecimiento.


(Ferrero, Gloria: “cuerpo y temporalidad en el envejecimiento”).

Consideramos el envejecimiento como un proceso, que si bien se inicia con la vida misma,
adquiere relevancia a partir de la mediana edad. Momento en el cual, el trabajo psíquico apunta a la
percepción del tiempo como finito y al registro de cambios físicos, internos y externos (marcas
sociales), a partir de cuya elaboración, podrán encontrarse diferentes salidas hacia una vejez ligada a
lo creativo, o, a modelos patológicos.
En esta etapa se produce un cierto extrañamiento, debido a que, la referencia a los cambios
también está dada por una mirada pendular que oscila entre la generación joven, a la cual ya no se
pertenece, y una imagen en la cual aun no se ha proyectado.
En la mediana edad, las modificaciones en el esquema corporal producen vivencias de cambio y
pérdida; lo conocido se empieza a tornar desconocido, difícil de aprehender. El modelo del propio
envejecimiento no existe. La primera reacción es que “esto le pasa a otro”, o, “como se le notan los
años a fulano!”, y luego surge la pregunta: “¿yo estaré igual?”. Es tal vez que, a partir de alguna
marca, injuria narcisista, el cuerpo empieza a ligarse con la temporalidad y toma una dimensión
historizada.
Cuando hablamos de cuerpo, no nos referimos solamente a un cuerpo que envía señales que el
yo debe articular, sino también al cuerpo como mediador entre el sujeto y el mundo: nos referimos a
la imagen corporal como soporte del narcisismo.
Francoise Dolto hace una distinción entre esquema corporal e imagen inconsciente del cuerpo.
Mientras que el primero es una realidad de hecho, nuestro vivir carnal al contacto del mundo físico;
la segunda es la síntesis viva de nuestras experiencias emocionales, la encarnación simbólica
inconsciente del sujeto deseante, y esto antes de que el sujeto sepa decir “yo”. Autoimágenes
narcisistas (inconscientes, estructurantes y singulares en tanto resumen la historia de cada sujeto),
agregando que son, también, los soportes del sentimiento de sí, de la propia dignidad, de la
autovaloración que merece la imagen que cada persona tiene de sí misma.
El esquema corporal es evolutivo en el tiempo y en el espacio; es el portador de y se entrecruza
con la imagen corporal, gracias a lo cal podemos entrar en comunicación con el otro.
La condición de lo vivo es ser perecedero y estar sujeto a mudanzas: el esquema corporal, los
vínculos, los afectos… las pérdidas y adquisiciones también construyen la historia del sujeto, su
pasado, su presente y su posición frente al porvenir.
Sami Ali señala que la figura materna organizará la temporalidad mientras no se logre la
autonomía corporal del sujeto. Para Piera Aulagnier conceptos como: espera, retorno, presencia y
ausencia (relacionados con la temporalidad) pueden ser percibidos cuando la psiquis se reconoce
separada del objeto.
Así comienza a estructurarse la noción de temporalidad, que no seguirá unívocamente un tiempo
lineal, sino que será alternativamente influenciada por concepciones temporales primitivas. Es decir,
de acuerdo al grado de discriminación sujeto-objeto y a la historia vincular del individuo, la noción de
temporalidad tendrá diferentes posibilidades de no quedar atrapada en un tiempo circular,
narcisista, laberintico, que evita las separaciones, las esperas, las ausencias, los duelos.
Podría decirse que, así como hay una imagen corporal hay una imagen temporal. Que ambas son
producto de una compleja historia relacional. ¿Cómo se ponen en juego en el proceso de
envejecimiento? Para Dolto, en la imagen del cuerpo el tiempo se cruza con el espacio y el pasado
inconsciente resuena en la relación presente.
El cuerpo y el tiempo, en el envejecimiento, vuelven a estar anudados como en el comienzo de la
vida donde “tiempo es cuerpo”, diría Liberman. Podríamos decir que es otro tipo de anudamiento
donde el “tiempo está en el cuerpo”, donde muestra su presencia. Sostenemos que aun cuando el
paso del tiempo pueda ser camuflado a la propia percepción, el cuerpo será una marca insoslayable
que actuará como testigo, rompiendo con fantasías de inmutabilidad y omnipotencia.
El yo, no solamente encuentra a su cuerpo como cuerpo placer sino también como cuerpo
sufrimiento. Esta propiedad, inherente a lo corporal, decide la relación que el yo, en todo su devenir,
mantiene con la realidad en su totalidad. “el cuerpo, ese objeto del cual nos creemos poseedores y
amos, puede convertirse –sin que el yo lo quiera y sin que pueda siquiera preverlo– en fuente y lugar
de sufrimiento” dice Piera Aulagnier. “El objeto cuerpo se revela exterior” así como se revelan
exteriores los signos físicos del envejecimiento (canas, arrugas, menor tonicidad muscular, el
encuentro de viejas fotos que devuelven una imagen familiar-extraña).
Es comprensible que se produzcan desestructuraciones transitorias que exijan del psiquismo un
importante esfuerzo reparador y protector para mantener su mismidad. Aún así, entre esa
discordancia entre imagen inconsciente y el cuerpo que sufre las limitaciones del tiempo, el yo debe
investirlo.

Eró tica y sexualidad en la adultez mayor.


(Iacub, Ricardo: “Erótica de la vejez. La corrección del sofisma: la nueva normativa sexual”).

En este capítulo (n°7) rastrearemos una serie de autores que remodelaron el discurso del
erotismo en la vejez y contribuyeron a construir una nueva normativa sexual.

La sexualidad como objeto de la ciencia:


 Los aportes de Helen Kaplan: los orígenes de la sexología se remontan hacia fines del siglo XIX y
principios del XX. Se consideran iniciadores a Havelock Ellis, Sigmund Freud, Magnus Hirschfeld e
Iwan Bloch. Luego de la 2° Guerra Mundial, esta disciplina experimentó un resurgimiento,
particularmente en Estados Unidos con Alfred C. Kinsey. La sexología construyó un nuevo
paradigma para pensar, estudiar y tratar la sexualidad. Siguiendo a Kinsey, la sexualidad se
conformó como objeto de estudio en sí mismo al dejar de depender de lo biológico y lo
psicológico, y pretenderse como un campo más llano y menos preñado de profundidades
filosóficas o psicológicas.
La especialista en sexualidad Helen Singer Kaplan consideraba que los nuevos conocimientos
de la sexología habían modificado el ángulo desde donde se concebían las disfunciones sexuales:
sostenía que estas no siempre derivaban de graves trastornos psicopatológicos, sino que podían
reducirse a “problemas inmediatos y sencillos” (como la anticipación de un fracaso,
humillaciones, exigencias exageradas, etc.). Afirmaba que la terapia sexual se distinguía por la
implementación de tareas sexuales y comunicativas, y que debía apuntar al alivio de la
disfunción.
La sexualidad, desde este punto de vista, funcionaba a través de aprendizajes, más o menos
exitosos, y de una comunicación con la pareja lo suficientemente fuerte como para encontrar
pautas de interacción validas y esencialmente móviles en el tiempo. Kaplan consideraba que el
aprendizaje era la clave para acceder a un saber abierto y racional, y que en la vejez era el
conocimiento de los cambios en las funciones sexuales característicos de esta etapa de la vida lo
que posibilitaba romper con los prejuicios existentes.
 Los aportes de Alfred Kinsey: planteó una nueva manera de pensar y situar la sexualidad, en
tanto la desligaban de la clínica médica o psicológica para estudiarla desde la sociología y extraer
los datos partiendo de la estadística. Este criterio construyó su propio fundamento teórico
científico, que pretendía alejarse de cualquier contenido moral.
El objetivo fue dejar de lado las historias clínicas y enfocar al hombre de la calle y su
conducta sexual. Uno de los puntos que cuestionó fueron los estudios clínicos que buscaban
demostrar la existencia de un periodo climatérico de brusca reducción de la estimulación sexual
presente en los varones. Sostenía que una de las causas de la disminución de la actividad sexual
era la declinación física y fisiológica, que generaba fatiga; pero también halló un factor
determinante en el aburrimiento frente a la repetición de la misma experiencia y el agotamiento
de las posibilidades debido a la falta de ensayo de nuevas técnicas, nuevas formas de contacto y
nuevas situaciones. La justificación fue que la experiencia que manifestaban los ancianos,
quienes al encontrar una nueva pareja, adoptar nuevas técnicas o aceptar diferentes formas de
relación sexual mejoraban su rendimiento sexual.
Sin embargo, Kinsey no dudaba en afirmar que la excitabilidad erótica descendía
constantemente a lo largo de la vida.
 ¿demasiado viejo para cambiar? Los aportes de Master y Johnson : al referirse al tema de la vejez,
señalaron un sofisma de su época: “la incompetencia sexual es un componente natural del
proceso de envejecimiento”. Frente a esto, sostenían que la comprensión de los procesos
psicofisiológicos intervinientes en la sexualidad servía para evitar un destino signado por el
malentendido; le permitirían al sujeto aprender a manejarse sexualmente de otra manera.
Los autores consideraban que la metodología educativa era el mecanismo que promovía la
modificación del sofisma, y para ello se servían de una prolija descripción de los cambios
producidos con la edad, lo que evidenciaba que no implicaba incompetencia ni desinterés sexual.
El aspecto psicológico no aparecía como un eje desde donde pensar la dificultad vivida por
los mayores. Consideraban relevante la cuestión pedagógica, ya que aseguraban que una
educación prejuiciosa y represiva inhibía el acceso a la sexualidad en las personas de edad.
Usaban un lenguaje novedoso, ya que se introducían conceptos tomados de otros ámbitos,
como el de “comunicación” y “expresión sexual”, que remitían a una nueva ética en la que lo
sexual cobraba reconocimiento en la pareja. El complemento biológico estaba marcado por las
terapias de reemplazo hormonal (actualmente criticadas porque pueden promover patologías).
También sostenían que la creencia en la educación llevaba a que pudieran ser aplicados
tratamientos sexuales a los mayores, con lo que desafiaban el mito que afirmaba que eran
“demasiado viejos para cambiar”.
Las conclusiones más relevantes a las que llegaron fueron: “el envejecimiento puede
enlentecer la rta sexual humana, pero no terminar con ella” y “el mejor predictor del nivel de la
sexualidad humana es el nivel de actividad sexual de los años tempranos”.

Los caminos auxiliares hacia el placer. Simone de Beauvoir, o la reconsideración del discurso
psicoanalítico:
Simone de Beauvoir formuló con audacia una crítica vehemente al puritanismo con el que había
sido pensada la erótica en la vejez (condenaba la práctica de la sexualidad que no tuviera como fin la
reproducción), así como al modelo psicoanalítico que consideraba al viejo como regresivo y cuya
sexualidad podía devenir perversa. Retomando la diferencia que plantea Freud entre pulsión e
instinto, permite repensar la sexualidad de una manera más amplia, sin objetos precisos.
Sostenía que, si la finalidad era el placer, entonces el viejo o la vieja podían encontrar caminos
auxiliares sin que esto los llevase necesariamente a un goce genital y sin que supusiera por eso un
goce perverso. Tampoco aceptó como evidente que los viejos se infantilizaran por una posición
regresiva a lo pregenital.
De acuerdo con ella, el posicionamiento erótico masculino y femenino en la vejez (que les
permitía a los sujetos pensarse como deseables y manifestar el propio deseo) era difícilmente
representable, ya que su desacreditación social limitaba el acceso a desear y ser deseado.

Sexualidad sin edad. Relectura lacaniana de la vejez:


Una de las formas discursivas desde la cual se produjo una relectura de la sexualidad fue la
psicología. Desde el psicoanálisis, la sexualidad es el eje a partir del cual se conforma lo subjetivo.
Cuando se diferencia la sexualidad de la genitalidad, lo que se intenta destacar es que la primera
es entendida como un espacio de goces ligados a diversas partes erógenas del cuerpo o construibles
a través de las caricias maternas. La genitalidad, en cambio, alude a un tipo de placer relativo a
determinados órganos, los cuales, una vez elaborado el complejo de Edipo y transcurrida la
pubertad, pasan a ocupar el lugar del placer final, mientras que los otros goces tomarán el lugar del
placer previo.
Según la formulación adoptada por Lacan, el sujeto “es” en su relación al deseo.
El erotismo del sujeto está asociado al valor fálico que posee el cuerpo. Desde la perspectiva de
Lacan, el falo es definido como objeto de deseo de la madre, y se instala en tanto significación
(fálica), producto de la metáfora paterna, como un patrón de lo deseable. En el plano simbólico, este
falo es el significante del deseo y el patrón de la medida de los objetos. Así, la posición masculina se
caracteriza por la fantasía de tener el falo, y la femenina lo hace como siendo el falo.
Las galas narcisísticas aparecen como parte del malentendido del neurótico, que cree poder
captar el deseo del otro por tener cierta apariencia o cierta supuesta potencia. El difícil
posicionamiento de aquel que no se considera deseable impide el interjuego dialéctico con el otro a
través del erotismo. Sin embargo, Lacan señala que nos volvemos deseables por la falta que
causamos en el otro. Pero es evidente que los valores estéticos de cada época habilitan ciertos
cuerpos más que otros y que es complejo para los viejos ubicarse como objetos de deseo.
Estos modos de concebir al erotismo permiten darle a la vejez un margen distinto al de las
construcciones de sus inicios en los que la sexualidad dependía más de procesos internos que de
interjuegos dialecticos con los otros. Una de las reconsideraciones centrales que establece Lacan es
la de dejar de considerar la libido como una energía asimilable a lo orgánico, para volverse una
cantidad de libido dependiente de la atracción producida por el objeto.
Dentro de las obras de este psicoanalista hallamos que las referencias a la vejez son escasas, ya
que su esquema se basa en el modo como se construyen las estructuras clínicas, que no varían con la
edad. Sin embargo, la consigna de que el inconsciente es atemporal sirve para pensar las diferencias
etarias desde un plano imaginario. La corriente lacaniana se distingue por presentar a la sexualidad
sin edad, y por no estar totalmente subsumida a la genitalidad, lo cual permite abrir el marco de
posibilidades en el plano de los goces.
Desde la corriente lacaniana, la psicoanalista francesa Maud Mannoni propone una visión donde
la cuestión de la vejez resulta indiscernible de su construcción social. Puntualiza una temática
recurrente: la desubjetivación progresiva que sufre el anciano ante diversas confrontaciones vitales.
Desde la internación geriátrica hasta la pérdida de contacto con los seres queridos, el acento recae
sobre otro no atento ni preocupado ante su deseo, que lo trata como a un objeto de cuidados. “no
estamos preparados para vincularnos con las personas de edad, nuestra sordera nos quita recursos
para que vuelvan a arrancar como sujetos deseantes […]. Si no se escucha al ser hablante en su
desamparo, éste adopta una actitud de desafío y se aferra a un significante velado por el lenguaje: la
muerte”. Como vemos, para la autora el deseo solo está limitado por no tener lugar para el otro, por
lo que si este lugar se restablece aparecerán otras vías de deseo. Así, también para ella, la sexualidad
se halla abierta a múltiples vías, no limitadas por la genitalidad.
En Argentina, el psicoanalista Leopoldo Salvarezza propone una novedosa lectura de la vejez
desde un contexto psicoanalítico más abarcativo, que incorpora el saber gerontológico y sexológico.
Se toma la noción de la sexualidad de una manera similar a la del erotismo y se amplía la lectura
inicialmente acotada de la genitalidad, al tiempo que se la utiliza como marco para pensar el deseo
relativo al otro en sus múltiples articulaciones y a lo largo de toda la vida. Los límites en lo psicológico
aparecen a partir de la presencia moralizante del otro, ya sea por descalificación moral o estética, o a
partir de los propios obstáculos narcisistas, que inhiben los goces por carecer de representaciones
intermediarias que permitan una sexualidad que no posea formas ideales.

Cuidados paliativos.
(Pecznik, Alberto: “El sujeto frente a su muerte. Violencia y terminalidad terapéutica”).

El libro comienza vinculado el sufrimiento con la existencia de un mal, que es vivenciado como
injusto y cruel por quien lo padece. Inmediatamente, ese mal se considera al percibir la cercanía de la
propia muerte, máxima herida narcisista para todos los humanos, ya que alimentamos una certera
ansia de inmortalidad. Creemos que para este dolor no hay excepciones.
La cercanía de la muerte, la del familiar y la de uno mismo, es un conocimiento sabio y negado por
todos los implicados en este drama. Cada uno está convencido de que es mejor no hablar de ello,
evitar el dolor de sentir la perdida. La consecuencia de este convencimiento es que el enfermo va
muriendo en el mayor de los aislamientos y en soledad. Pecznik, como profesional, vive estas
situaciones al límite, ligadas a la incapacidad de los familiares para afrontar la pérdida del ser querido
y a perdida del sí mismo; tolera el odio que surge ante la propia debilidad yoica e inundación
emocional; sostiene incluso el sentido del humor anclado en el amor al prójimo, en los momentos de
abatimiento; se preocupa por la integridad física y emocional del muriente, y por la capacidad de
acompañamiento de las familias.
La transformación benigna acompaña al proceso de la enfermedad y la aceptación de la muerte,
mientras que la transformación maligna se genera cuando esto no ocurre y aparecen
manifestaciones de violencia en cualquiera de los integrantes del grupo.
Pecznik define la terminalidad terapéutica como “todo proceso orgánico de enfermedad que al
día del diagnóstico no presenta posibilidades de curación, llevando indefectiblemente a la muerte ”. Es
indispensable adentrarse en los vínculos que el profesional o los profesionales intervinientes tienen
con el paciente, así como en los conceptos de calidad de vida y cuidados paliativos, cuyos objetivos
son reafirmar la importancia de la vida aun en la etapa terminal, ejercer un cuidado activo que no
acelere la muerte ni la posponga artificialmente, aliviar el dolor y otros síntomas angustiantes,
mantener la actitud activa del paciente tanto como sea posible y brindar apoyo a la familia para
afrontar la enfermedad y sobrellevar un duelo que comienza antes de que se produzca la muerte del
ser querido y se prolonga después de esta. Acompañar en este duelo es una de las mayores
preocupaciones de Pecznik.
El autor relata las sucesivas perdidas que padece el enfermo oncológico, a medida que va
disminuyendo su autonomía. El diagnostico de cáncer despierta temor, la negación y la incredulidad,
la desesperación, el abandono o la resignación. Estos momentos de esperanza-desesperanza, miedo,
preocupación, tristeza y angustia a menudo llevan al paciente a estados de aislamiento y
autosegregación. En este punto, la intervención de los profesionales apuntará a acompañar a la
familia y a ayudar al muriente a producir una transformación benigna, abandonando las expresiones
de violencia. Se puede entender el porqué de las reacciones de violencia cuando la realidad se
impone y el paciente se refugia en el narcisismo infantil. La denominación “muerto-vivo” se refiere al
derrumbe de sus expectativas hasta en el día a día y a la carga de un cuerpo sin proyectos ni deseos.
La percepción de la propia muerte es traumática en tanto el yo resulta inundado, volviéndose
incapaz de administrar el exceso de estímulos, evocando un estado primitivo de desvalimiento. Se
produce entonces un ataque a la ilusión narcisista inconsciente de la inmortalidad del yo y de sus
vínculos amorosos, encontrándose en un duelo de características únicas: el objeto perdido será uno
mismo.
La pulsión de vida (que incluye la de autoconservación) tiene como finalidad la conservación del
individuo. Morir pasaría a ser una amenaza que aviva la necesidad de supervivencia del ser. “en el
SuperYo, a su vez, montos considerables de la pulsión de muerte son fijados en su interior, lo que
incrementa su severidad” afirma.
El paciente que padece cáncer frecuentemente subjetiva su sufrimiento como el efecto de un acto
cargado de odio realizado contra sí. Odio y violencia se entrelazan al atravesar este momento final.
Dios, el destino, la envidia toman la forma del atacante impiadoso. El narcisismo patológico se
exacerba en este proceso terminal, como respuesta a la más grande injuria narcisística: la pérdida de
sí mismo.
La clave para alcanzar la transformación benigna es la aceptación y valoración de que nuestra
trascendencia radica únicamente (y esto no es poco) en lo que de nosotros queda en los demás. El
autor se pregunta cómo sería un proceso de transformación maligna. La respuesta es: aquel que
incrementa la violencia o no ofrece posibilidades de cambio; “el que deforma la realidad
manipulando los resultados; el que no incluye dentro de sus posibilidades de transformación los
recursos de la familia y del paciente”.
Eutanasia es el acto de poner fin a la vida del paciente, en respuesta a su requerimiento de no
continuar este sufriente camino de agonía. Distanasia es la prolongación exagerada del proceso de
morir a través del empleo inmoderado de medios terapéuticos extraordinarios o desproporcionados.
La ortotanasia es el “morir a su debido tiempo”. Esta descripción corresponde a los cuidados
paliativos. El deseo de “no querer seguir viviendo así” no tendría que ser ni social ni legalmente
juzgable, teniendo en cuenta el principio de autonomía del enfermo. Este deseo, dice Pecznik,
debería ser apoyado. La muerte digna o buena muerte, en cuidados paliativos, es aquella que se
refiere a la calidad de vida hacia su final.
En cuanto al análisis de los casos, el autor considera que en la mayoría de los estudiados se
presentan reacciones violentas de distintos tipos. El profesional interviene haciendo uso de la
comprensión de su contratransferencia al servicio de la construcción de sus intervenciones, que
trasuntan conmiseración y respeto por la autonomía del muriente.
La altivez y la soberbia son expresiones del narcisismo herido que se desea sobrecompensar. Se
distingue claramente la agresión de la violencia. Se apela para ello a ideas de Freud sobre la
negación: “(el neurótico) se extraña de la realidad efectiva porque la encuentra –en su totalidad o en
alguna de sus partes– insoportable”.
La desinvestidura del objeto es, de por sí, un acto violento. El intrincado tejido defensivo se
vincula con la situación de desamparo, sentimiento desgarrador frente a la muerte. La regresión
libidinal narcisista implica en sí misma un aumento tal de la pulsión de muerte que no puede ser
neutralizado por la pulsión de vida. Esta es la lucha que realiza el terapeuta, intentando
denodadamente rescatar Eros allí donde reina el odio, representante de la respuesta impotente
frente a la muerte.

(PROFESOR OMAR: Cuidados paliativos. “el sujeto frente a su muerte”. Pecnick.)


- Terminalidad terapéutica: cuando no hay posibilidad de curación y se haya solo frente a su
existencia.
- Ideal central: calidad de vida (mantenerla hasta los últimos segundos del paciente que no se
puede curar).
- Calidad de vida: percepción del individuo de su lugar de existencia en el contexto de la cultura y
del sistema de valores en los que vive en relación a sus expectativas, sus normas, sus
inquietudes.
- Abordaje: asistencia activa e integral para las personas con enfermedad terminal y sus familias,
brindada por un equipo multidisciplinario de profesionales de la salud.
- Trabajo interdisciplinario: en pos de la calidad de vida en las personas con enfermedades
terminales.
- Objetivo: reafirmar la importancia de la vida, con asistencia activa e integral (no solo con el
paciente, sino también con la familia).
- Existen algunas problemáticas con la información que los profesionales les brindan a los
pacientes enfermos, algunas son: no siempre dicen el diagnostico, en cuanto al cáncer un
problema es que no se comunica seriamente o concretamente, la deficiente comunicación del
diagnostico, el desconocimiento del adecuado cuidado paliativo para proporcionar alivio al dolor
y a otros síntomas angustiantes, facilitar que la persona activa lleve una vida tan autónoma como
sea posible (por el fenómeno de la muerte anticipada: el enfermo es apartado de la familia y la
misma toma decisiones como si ya estuviera muerto). Apoyar a la familia para enfrentar la
enfermedad y sobrellevar el duelo.
- Enfermos ontológicos: afecta distintas partes del cuerpo, distintas áreas de la vida. Tiene una
alta tasa de mortalidad que genera temor, negación, incredulidad, desesperación, abandono y al
final una especie de resignación. Puede pasar de la ansiedad a la depresión, a la autosegregación,
esperanza y desesperanza, furia, violencia.
- Es importante poder pensar la posibilidad de transferir la realidad intentando dar un nuevo
sentido a este diagnóstico.
- Muerte anticipada: la familia deja de alujar un cuerpo, por lo que estaría como ausente.

Ley de salud mental 26.657: adecuaciones posibles.


(Ley nacional de salud mental n°26.657 principios para la protección de los enfermos mentales y el
mejoramiento de la salud mental. Adulto mayor y salud mental).

Desde el punto de vista de la subjetividad, la autopercepción de adultez y madurez emocional va


sufriendo modificaciones a lo largo de la vida, y el siglo XXI nos lleva la creación de nuevos modelos
de adultos, y es necesario reconocer nuestros límites “qué podemos y qué no podemos, qué
pudimos y qué ya no podremos”.

NECESIDADES BÁSICAS:
Internacionalmente se han llegado a ciertos consensos, que adecuados a la realidad de cada país,
establecen algunas garantías mínimas para las personas mayores, los principales ámbitos
mencionados están ligados a:
1. La seguridad económica y protección social a través de pensiones, subsidios y otras garantías.
2. El acceso íntegro a la salud, a través de la prevención y cuidados paliativos.
3. Participación social.
La ley argentina en su artículo 2 establece 25 principios que constituyen el cuerpo de la misma.
En cuanto a su aplicación establece: “los presentes principios, se aplicarán sin discriminación alguna
por motivos de discapacidad, raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de otra índole,
origen nacional, étnico o social, estado civil o condición social, edad, patrimonio o nacimiento”.
A partir de este enunciado hablaremos del adulto mayor en todo lo que le concierne
fundamentalmente al envejecimiento activo, que es un proceso por el que se optimizan las
oportunidades de bienestar físico, social y mental durante toda la vida, con el objetivo de ampliar la
esperanza de vida saludable, la productividad, la calidad de vida y bienestar en la vejez (WHO, 2002,
p.12). Es el nuevo paradigma que se ha venido formando en los últimos años, relativo al
envejecimiento. Este planteamiento rompe con la visión negativa de la vejez, puesto que busca
identificar el potencial del envejecimiento, identificando las vías para modificar en un sentido
positivo este proceso.

Remitiéndonos al PRINCIPIO 7: importancia de la comunidad y la cultura


1. Todo paciente tendrá derecho a ser tratado y atendido, en la medida de lo posible, en la
comunidad en que vive.
2. Cuando el tratamiento se administre en una institución psiquiátrica, el paciente tendrá derecho a
ser tratado, siempre que sea posible, cerca de su hogar, o el de sus familiares o amigos y tendrá
derecho a regresar a la comunidad lo antes posible.
3. Todo paciente tendrá derecho a un tratamiento adecuado a sus antecedentes culturales.
Desde este punto debemos ver una de las situaciones a las que están más expuestos por su
condición: LA VULNERABILIDAD SOCIAL EN EL ADULTO MAYOR.
La población adulta mayor enfrenta una serie de factores de riesgo que potencian su
vulnerabilidad social como individuos. El primer factor es su edad. Desde el punto de vista fisiológico,
los individuos con la edad acumulan situaciones que los van haciendo gradualmente dependientes;
por ej. la disminución de la fuerza física, la disminución de algunas capacidades como la visual,
auditiva, cognitiva; la disminución de habilidades que les impiden tener una vida independiente, -
desde el alimentarse y vestirse por sí mismos, hasta saber orientarse en la vía pública-.
Desde el punto de vista económico, las personas adultas mayores son poco hábiles a enfrentar un
mercado laboral caracterizado por salarios precarios, largas jornadas de trabajo y lo que es peor,
seguridad social baja o nula. La disminución o pérdida de un ingreso tiene como consecuencia la
pérdida de la capacidad de respuesta a cualquier contingencia, hasta la más básica como lo es comer
y vestir, o más grave como pagar medicamentos en caso de enfermedad.
Desde el punto de vista antropológico, el ser viejo en las sociedades modernas es casi sinónimo
de pérdida. La sociedad reconoce y valora lo joven, la estética, lo material; el adulto mayor tiene, por
tanto, un lugar misericordioso, despierta sentimientos de pena e incluso de culpabilidad. Como se
puede ver, factores de riesgo individuales se suman a otros definidos por el entorno político,
económico, social y cultural.

PRINCIPIO 8: normas de la atención


1. Todo paciente tendrá derecho a recibir la atención sanitaria y social que corresponda a sus
necesidades de salud y será atendido y tratado con arreglo a las mismas normas aplicables a los
demás enfermos.
2. Se protegerá a todo paciente de cualesquiera daños, incluida la administración injustificada de
medicamentos, los malos tratos por parte de otros pacientes, del personal o de otras personas u
otros actos que causen ansiedad mental o molestias físicas.

PRINCIPIO 9: tratamiento
Párrafo 1. Todo paciente tendrá derecho a ser tratado en un ambiente lo menos restrictivo y
alterador posible que corresponda a sus necesidades de salud y a la necesidad de proteger la
seguridad física de terceros.
Párrafo 4. El tratamiento de cada paciente estará destinado a preservar y estimular su
independencia personal.

PRINCIPIO 10: medicación


Párrafo 1. La medicación responderá a las necesidades fundamentales de salud del paciente y solo
se le administrará con fines terapéuticos o de diagnóstico y nunca como castigo o para conveniencia
de terceros. Con sujeción a las disposiciones del párrafo 15 del principio 11 infra, los profesionales de
salud mental solo administrarán medicamentos de eficacia conocida y demostrada.

PRINCIPIO 11: consentimiento para el tratamiento.


Párrafo 2. Por consentimiento informado se entiende el consentimiento obtenido libremente sin
amenazas ni persuasión indebida, después de proporcionar al paciente información adecuada y
comprensible en una forma y en un lenguaje que este entienda, acerca de:
a) El diagnóstico y su evaluación;
b) El propósito, el método, la duración probable y los beneficios que se espera obtener del
tratamiento propuesto;
c) Las demás modalidades posibles de tratamiento, incluidas las menos alteradoras posibles;
d) Los dolores o incomodidades posibles y los riesgos y secuelas del tratamiento propuesto.
Se deberá siempre tener en cuenta, la confidencialidad, el paciente o su representante personal o
legal, aun el que la ley adjudica si no tuviera ninguno, o cualquier persona interesada tendrá derecho
a presentarse o apelar ante un tribunal, el paciente (o ex-paciente) tiene derecho a la información en
todo lo concerniente a su historia clínica.
Además, todos los principios se aplicarán a las personas que ingresen a una institución
psiquiátrica y se mantendrán en toda situación los derechos reconocidos por legislaciones nacionales
e internacionales.

FALTA – DIVERSIDAD EN LA ADULTEZ MAYOR CONTEMPORÁ NEA


UNIDAD 2
El malestar en la cultura y los ideales.
(Freud, Sigmund: “La moral sexual “cultural” y la nerviosidad moderna” 1908).

Se trata de un examen acerca del antagonismo entre la cultura y la vida pulsional, planteando a la
cultura en su conjunto como limitante de los deseos individuales y analizando las consecuencias para
el sujeto de la moral imperante en esa época.
Freud comienza su artículo con una referencia a la “ética sexual” (1907) del filósofo Christian von
Ehrenfels, que establece una distinción entre dos tipos de moral sexual: la natural y la cultural.

a) Dos morales sexuales:


Moral Permite a los seres humanos: Se da una disposición
sexual entre:
«natural» Conservación en estado de salud y aptitud vital Patrimonio constitutivo
«cultural» Trabajo cultural intenso y productivo Patrimonio cultural

b) La moral sexual “cultural” occidental de principios del siglo XX: si bien es idónea para
promover la cultura, entraña una serie de perjuicios
Características Efectos dañinos
El endiosamiento de la monogamia paraliza el factor de la
Prohibir todo comercio sexual selección viril a través del cual podría obtenerse un
fuera del matrimonio mejoramiento de la constitución {heredada}, puesto que en los
monogámico pueblos de cultura la selección vital es rebajada a un mínimo por
obra de consideraciones humanitarias y de higiene.
Por un lado, transferir a la vida
sexual del varón requisitos que
son propios de la mujer. Una sociedad que admite esa doble moral induce a sus
Por otro lado, las faltas del miembros a ocultar la verdad, a embellecer falazmente las
varón son penadas con menor cosas, a engañarse a sí mismos y a los demás.
rigor, y así de hechos se le
consiente una doble moral.

Ya en el segundo párrafo introduce Freud su IDEA CENTRAL: “bajo el imperio de una moral sexual
cultural pueden menoscabarse tanto la salud como la aptitud vital de los individuos, y finalmente
este daño puede alcanzar un grado tan alto que corre peligro también la meta cultural última”.
A los perjuicios que Von Ehrenfels imputa a la moral sexual cultural, Freud añade lo que denomina
“nerviosidad moderna”: “la que se difunde con rapidez en la sociedad de nuestros días y cuya
promoción es reconducible a aquella moral”.
 Freud destaca que los propios neurólogos han proclamado expresamente el nexo entre la
«nerviosidad creciente» y la vida cultural moderna, buscando los fundamentos de tal relación en
las enormes exigencia que ésta plantea al sistema nervioso.
Estas exigencias serian: fatiga, inquietud, tensión, sobrestimulación, provocados por el progreso
técnico, la competencia, la caza de dinero y bienes, la prisa “desenfrenada”, alteraciones que
requieren un gran trabajo intelectual y que transforman con violencia la actividad profesional, la
posición en la vida civil y la propiedad.
 A su vez, critica estos fundamentos por no tener en cuenta la importancia de la vida sexual
humana.
Para Freud, en el caso de las enfermedades nerviosas, la influencia perjudicial de la cultura se
reduce, en lo esencial, a la restricción nociva de la vida sexual: “debo reprochar a estas doctrinas, no
que sean erróneas, sino que resulten insuficientes para esclarecer en sus detalles el fenómeno de las
perturbaciones nerviosas y descuiden justamente lo mas sustantivo de los factores etiológicos
eficaces. Si se prescinde de las maneras vagas de «estar enfermo de los nervios» y se consideran las
genuinas formas de enfermedad nerviosa, el influjo nocivo de la cultura se reduce en lo esencial a la
dañina sofocación de la vida sexual de los pueblos (o estratos) de cultura por obra de la moral sexual
«cultural» que en ellos impera”.
A partir de sus observaciones psicopatológicas, Freud busca la etiología de la nerviosidad sobre
todo en las injerencias nocivas sobre la vida sexual, distinguiendo 2 grupos de patologías nerviosas:
neurosis propiamente dichas (exógenas) y psiconeurosis (psicógenas, influencia hereditaria),
aclarando que el valor de tal distingo no disminuye por el hecho de que en la mayoría de las personas
neuróticas puedan observarse perturbaciones de las dos clases.
tipo Síntomas corporales o Influencia Causación
anímicos hereditaria
Neurosis Parecen ser de naturaleza No es Factor sexual como el esencial:
propiamente toxica: su comportamiento necesaria pueden ser producidas por ciertos
dichas es parecido al que influjos nocivos para la vida sexual,
(neurastenia) sobreviene a raíz del aflujo correspondiendo la forma de
hipertrófico o la privación enfermedad contraída a la índole de
de ciertos venenos aquellos, de suerte que con mucha
nerviosos. frecuencia uno puede inferir hacia
atrás, desde el cuadro clínico, la
particular etiología sexual.
Psiconeurosis Son psicógenos, dependen Es más Determinable mediante el
(histeria, de la acción eficaz de unos sustantiva psicoanálisis, que nos ha permitido
neurosis complejos de conocer tales complejos
obsesiva, etc.) representaciones inconscientes, mostrándonos que
(reprimidas) inconscientes. poseen contenido sexual; brotan de
las necesidades sexuales de unos
seres humanos insatisfechos y
figuran una suerte de satisfacción
sustitutiva.

Nuestra cultura, dice Freud, se construye fundamentalmente sobre la base de la inhibición de las
pulsiones; además de las necesidades de la vida, los sentimientos familiares derivados del erotismo
han llevado a los individuos a esa renuncia, realizada de manera progresiva en el curso del desarrollo
de la civilización: “en términos universales, nuestra cultura se edifica sobre la sofocación de
pulsiones. Cada individuo ha cedido un fragmento de su patrimonio, de la plenitud de sus poderes,
de las inclinaciones agresivas y vindicativas de su personalidad; de estos aportes ha nacido el
patrimonio cultural común de bienes materiales e ideales. Además del apremio de la vida, fueron sin
duda los sentimientos familiares derivados del erotismo los que movieron al individuo a esa
renuncia. Y esta última fue progresiva en el curso del desarrollo cultural; la religión sancionó cada
uno de sus progresos; cada fragmento de satisfacción pulsional a que se renunciaba era sacrificado a
la divinidad, y el patrimonio común así adquirido se declaró «sagrado». Quien, a consecuencia de su
indoblegable constitución, no pueda acompañar esa sofocación de lo pulsional enfrentará a la
sociedad como «criminal», como «outlaw» («fuera de la ley»), toda vez que su posición social y sus
sobresalientes aptitudes no le permitan imponérsele en calidad de grande hombre, de «héroe»”.
(P.167-168).
La pulsión sexual es desplazable:
 Pone grandes magnitudes de energía al servicio del trabajo cultural, y esto se debe a su particular
capacidad de “desplazamiento”: la peculiaridad de poder cambiar su meta sin perder
mayoritariamente su intensidad: “a esta facultad de permutar la meta sexual originaria por otra,
ya no sexual, pero psíquicamente emparentada con ella, se le llama la facultad para la
sublimación”.
 La sublimación es el “desvío de las fuerzas pulsionales sexuales desde sus metas especificas hasta
metas culturales más elevadas”.
 Pero también pueden producirse tenaces fijaciones que la vuelven no valorizable y en ocasiones
degenera en «anormalidades».
A las mujeres, “en su condición de portadoras genuinas de los intereses sexuales del ser humano”,
les es concedido en menor grado el don de sublimar la pulsión, y les basta el lactante, pero no el hijo
crecido, como sustituto del objeto sexual.
Gran parte de las fuerzas aprovechables para el trabajo cultural (sublimación) se obtienen a partir
de la inhibición o coerción de los componentes perversos de la sexualidad, propios de la sexualidad
infantil, cuyo estudio demuestra que la pulsión sexual humana no tiene originariamente como fin la
reproducción, sino la consecución de placer.
Con referencia a esta historia de desarrollo de la pulsión sexual Freud diferencia tres estadios
culturales con diferente distribución entre libertad y limitación sexual:
PRIMERO Es ajena a las metas de la reproducción
SEGUNDO De ella es sofocado todo salvo lo que sirve a la reproducción
TERCERO Solo se admite como meta sexual la reproducción legitima. Este tercer
estadio corresponde a la moral sexual «cultural» del presente de Freud.

Segundo estadio cultural:


Reclamo de la cultura: prohíbe todo quehacer sexual llamado perverso y en cambio permite el
comercio sexual llamado normal.
Cierto número de individuos son hechos a un lado como perversos. En ellos:
 El desarrollo de la pulsión sexual no se consuma de manera correcta ni suficiente.
 Estas perturbaciones del desarrollo engendran dos clases de desviaciones nocivas respecto de la
sexualidad normal (vale decir, la exigida por la cultura).
 Los diversos géneros de perversos, en quienes una fijación infantil a una meta sexual provisional
coartó el primado de la función reproductora,
 Los homosexuales o invertidos, en quienes la meta sexual fue apartada del sexo opuesto.
Mientras que otros, que se empeñan en no serlo cuando su constitución los destinaria a ello, son
esforzados a la nerviosidad.
Los desenlaces de las pulsiones sexuales perversas pueden ser diferentes aun con similar
herencia, dependiendo si se trata de un varón (perversidad manifiesta) o una mujer (neurosis): “la
perversión es a la neurosis como lo positivo a lo negativo. Hartas veces, en una misma familia el
hermano es un perverso sexual, en tanto que la hermana, dotada de una pulsión sexual más débil en
su calidad de mujer, es una neurótica cuyos síntomas, empero, expresan inclinaciones idénticas a las
perversiones del hermano sexualmente más activo; en consonancia con ello, en muchas familias los
varones son sanos, pero inmorales en una medida indeseada para la sociedad, mientras que las
mujeres son nobles e hiperrefinadas, pero… sufren una grave afección de los nervios”.
Juicio de Freud: considera injusta la exigencia a todas las personas de idéntica conducta en su vida
sexual: “es una de las manifiestas injusticias sociales que el patrón cultural exija de todas las
personas idéntica conducta en su vida sexual, conducta que unas, merced a su organización, hallaran
fácil respetar, mientras que impondrá a otras gravísimos sacrificios psíquicos; injusticia esta, por
cierto, compensada las mas de las veces por la inobservancia de los preceptos morales”.

Tercer estadio cultural: (época de Freud)


Reclamo de la cultura: prohíbe todo quehacer sexual fuera del matrimonio legítimo (restricción
que limita aun más la libertad sexual).
Freud sitúa su análisis en el terreno de la crítica de la moral sexual que le era contemporánea,
analizando esta cuestión a través de 3 preguntas:
1) ¿Qué tarea plantea al individuo el reclamo cultural del tercer estadio?
La cultura imponía, a comienzos del siglo XX, la abstinencia sexual
 Hasta el matrimonio para ambos sexos
 Durante toda la vida para todos aquellos que no hayan contraído matrimonio legitimo
Freud caracteriza a la abstinencia sexual como:
 Difícil de cumplir: “dominar una moción tan poderosa como la pulsión sexual por un
camino que no sea la satisfacción puede requerir todas las fuerzas de un ser humano”
 Posible o imposible dependiendo de la constitución psíquica: “la mayoría de las personas
que componen nuestra sociedad no están constitucionalmente a [su] altura”
 Nociva: el incremento de la neurosis se debe a la mayor limitación sexual.
Solo una minoría consigue el dominio por sublimación, pero solo temporalmente y con máxima
dificultad en la época juvenil.
Los más se vuelven neuróticos o reciben algún otro daño, tanto si tienen predisposición a la
neurosis como si no la tienen.
2) ¿es capaz la satisfacción sexual legítima admitida de ofrecer un resarcimiento aceptable para
la renuncia que se impone en los demás?
El comercio sexual legitimo NO ofrece una compensación aceptable a la limitación anterior al
matrimonio: (“el casamiento NO satisface los reclamos de la época de la vida a que corresponde; no
hablar, entonces, de que pudiera resarcir la renuncia anterior”), puesto que:
 La necesidad de limitar los nacimientos no se acompaña de medios anticonceptivos adecuados.
“nuestra moral sexual cultural limita el comercio sexual aun dentro del matrimonio mismo, pues
impone a los cónyuges la compulsión de contentarse con un número de hijos las mas de las veces
muy pequeño.
A consecuencia de este miramiento, durante unos años, únicamente, existe dentro del
matrimonio un comercio sexual satisfactorio.
Pasados esos tres, cuatro o cinco años, el matrimonio fracasa en cuanto a su promesa de
satisfacer las necesidades sexuales; en efecto, todos los recursos de que hasta hoy se dispone para
prevenir la concepción mutilan el goce sexual, perjudican la sensibilidad más fina de las dos partes o
aun ejercen un directo efecto patógeno; con la angustia ante las consecuencias del comercio sexual
desaparece, primero, la mutua ternura corporal de los esposos, y luego, las mas de las veces, la
simpatía anímica que estaba destinada a recoger la herencia de la pasión tormentosa de los
comienzos”.
Con la consiguiente disminución del placer sexual y perjuicio para la salud. Desilusiones del
matrimonio: el destino de la mayoría de ellos pasan a ser la “desilusión anímica y la privación
corporal”, bajo las cuales:
Ambos Se encuentran nuevamente, “solo que con una ilusión menos”, ante el mismo
cónyuges problema que antes de casarse “perseverar en el dominio y el desvío de la pulsión
sexual”
Los Existe para ellos la doble moral sexual “fragmento de libertad sexual que aun el
varones régimen más riguroso le concede”, prueba más evidente de que la misma sociedad
que estableció las prescripciones no cree que sea posible observarlas.
Las  Contraen neurosis graves y que las perturban toda la vida. “en las actuales
mujeres condiciones de cultura, el matrimonio hace tiempo que ha dejado de ser la
panacea para el sufrimiento neurótico de la mujer; […] al contrario, una
muchacha tiene que ser muy sana para «sobrellevarlo»”.[45]
 El remedio para la nerviosidad originada por el matrimonio será la infidelidad
conyugal.
 Pero este remedio tiene un límite que potencia la neurosis: su educación “cuanto
más severa haya sido la crianza de una mujer, cuanto más seriamente se haya
sometido al reclamo cultural, tanto más temerá esta salida y, en el conflicto entre
sus apetitos y su sentimiento del deber, buscará su amparo otra vez… en la
neurosis. Nada protegerá su virtud de manera más segura que la enfermedad”.

3) ¿Qué proporción guardan los eventuales perjuicios ocasionados por esa renuncia con sus
beneficios culturales?
La Provoca otros prejuicios además de las neurosis
abstinencia Las neurosis no se suelen apreciar en todo su
significado

La abstinencia (prematrimonial o permanente) provoca otros perjuicios además de las


neurosis

Al comienzo, la lucha contra la sensualidad es inocua y hasta se convierte en una necesidad si se


considera cuán tardíamente los jóvenes de los estamentos cultos logran su autonomía y la
posibilidad de ganarse el sustento.
Pero llevada mas allá de los 20 años de edad produce otros efectos nocivos, aunque no consistan
en la nerviosidad.

(PROFESOR OMAR: La moral sexual cultural, Sigmund Freud)


- No todos los sujetos tienen una misma economía pulsional y no toda la energía se descarga
noblemente, pero sí de forma sexual (la religión, el arte).
- En cuanto a la moral cultural sexual respecto a los mayores, podemos pensar que no se los
muestra teniendo actividades sexuales en propagandas, anuncios, novelas, et.
- Hay 3 estadíos de sofocación:
1. No destinada a la reproducción. Se correlaciona con la niñez.
2. La sexualidad tendría que estar destinada a la reproducción; un beso que no esté destinado
a la relación sexual y a la reproducción seria perverso. Se correlaciona con la adolescencia.
3. Esa reproducción tiene que ser dentro de lo legitimo (matrimonio),
- En la niña hay doble represión: por eso, es que es la más curiosa y tiene más deseo de saber.
- “anestésicas” de la actividad sexual. La mujer colma la falta de placer con los hijos. En el varón
hay una escasez de potencia y por lo tanto no puede satisfacer a la mujer, que probablemente
sea anestésica, por ello el fracaso en las primeras parejas.
- A los varones no se les censura conocer la sexualidad tanto como a las niñas.
- La mujer neurótica insatisfecha por su marido es híper tierna con sus hijos (madre fálica) e híper
angustiada hacia el hijo. El niño recibiendo esas mociones, estaría hacia una neurosis desde muy
pequeño.
- La civilización ha sido creada para que no nos matemos unos con otros, pero a su vez trae
malestar (paradoja).
- Carácter pusilánime (que muestra poco ánimo y falta de valor para emprender acciones): se trata
de alguien que le tiene miedo a todo. En los que son comunes y corrientes, esta sofocación de la
economía pulsional produce un carácter pusilánime.
- La cultura provoca la aceptación de la muerte como instancia de castración (adulto mayor), pero
también el miedo a todo en esa etapa.

La subjetividad y un nuevo orden de lenguaje. Sexualidad, muerte, pasividad-


actividad.
(Iacub, Ricardo: “Erótica de la vejez. Capitulo 8: de los mitos a los goces. El pluralismo sexual”).

¿EL GERIÁTRICO CURA, ASILA U HOSPEDA? EL EROTISMO EN EL ENCIERRO


La situación de los geriátricos carga con los estigmas de la asexualidad atribuidos a la vejez. Uno
de los sentidos más fuertes que emergen de esta temática es la falta de derechos sexuales dentro de
esta institución. Los límites son poco claros a la hora de determinar los niveles de autonomía de los
viejos; por un lado, no siempre se los diferencia, en las internaciones en residencias, según
características especificas, sino que solo se lo hace por sus patologías. Por otro lado, los objetivos que
presenta esta institución son confusos. No se precisa si los geriátricos curan, asilan u hospedan, lo
cual impide definir las practicas que en ellos se realizan. El sesgo asilar perdura, y provoca que la
disciplina que caracterizaba y daba a estas instituciones una función social de custodia se haya
convertido en un mecanismo de control de las patologías de “la vejez”, lo cual aparece como el
justificativo más reconocido socialmente.
La separación del lecho en los matrimonios sigue siendo un rasgo característico, así como la
aplicación de sedantes ante las emergencias de deseos sexuales. La falta de estimulación sensorial y
el rechazo a los derechos del amor en los pacientes son parte de las críticas más habituales. La
sexualidad en términos generales sigue siendo desaprobada y vista como problemática o anormal. La
falta de conocimiento en el propio personal genera que las actitudes eróticas sean vistas como
peligrosas y dañinas para el individuo y la institución, y por ello se las silencia. 
Barenys (1993) retoma la noción de reglamentación de Gofmann como uno de los usos propios de
las instituciones, mediante la cual se les arrebata a los individuos la disposición a hacer lo que
quieran. 
Deberíamos agregar que el modo en que este control incide sobre la subjetividad genera una
discapacidad aprendida y una infantilización que lleva a formas diversas de erotismo, donde se
reemplaza el acto sexual o la masturbación por variantes menos elegidas, como la erotización anal o
uretral, o una excesiva preocupación por lo corporal. La sexualidad también se encuentra asociada a
las prácticas corporales, como cuando los cuidadores ayudan a los viejos a bañarse, determina que se
produzcan situaciones de mayor rechazo social.

LA BIOMEDICALIZACIÓN DEL ENVEJECIMIENTO. PATOLOGÍA FARMACOLOGÍA Y SEXUALIDAD


La biomedicalización del envejecimiento define una ideología social prevalente en la actualidad
que piensa la vejez como un proceso patológico y que, por lo tanto, la interpreta desde una
perspectiva médica, con las consecuencias lógicas en el plano de las prácticas médicas, la
investigación y la opinión pública. El control que se produce sobre los cuerpos viejos busca eliminar
de riesgo posible, lo que limita ciertos márgenes de libertad entre los que se incluye la elección de su
propio goce. Pero existen patologías que efectivamente pueden determinar restricciones directas o
indirectas de la sexualidad. Cualquier deterioro agudo o crónico con sintomatología asociada busca
debilidad, dolor o limitaciones de la movilidad, que se manifieste tanto en el plano físico como en el
mental, puede reducir o inhibir el deseo sensual. Así como la enfermedad suele promover un retiro
transitorio de los goces, una vez suele reaparecer el deseo. El tiempo que implique su retorno se
encuentra en relación directa con lugar que lo erótico ocupe para el sujeto. 
Algunas patologías más habituales en adultos mayores pueden ser: Ataque cardíaco o infarto de
miocardio, hipertensión arterial, diabetes, enfermedad de Parkinson, artritis reumatoide,
demencias. 
Existe una serie de medicamentos que se les proveen a los viejos y que inciden en su sexualidad,
algunos son antihipertensores como los diuréticos, las drogas cardiovasculares, los agentes
citostaticos, diversos agentes hormonales y la gran mayoría de los psicotrópicos. La Abusiva cantidad
de medicación que se les prescribe a estos pacientes tomar en cuenta sus necesidades sexuales, y
muchas veces estos no son consultados ni prevenidos de los efectos colaterales que pueden
provocar. 

"KILLING ME SOFTLY". UN NUEVO LENGUAJE


Un conjunto de autores ha apelado a la constitución de un nuevo "lenguaje acerca del sexo" en la
vejez y a una cantidad de criterios acerca de la sexualidad que la anudan con la expresión de la
identidad individual. 
Butler y Lewis consideran que el amor y la sexualidad pueden representar la oportunidad de
expresar pasión afecto o admiración; que pueden ser una afirmación del propio cuerpo como lugar
de goce, y brindar un fuerte sentido de sí y de valoración personal; que también representan una
protección contra la ansiedad; que brindan el placer de ser tocado, mimado, querido: En fin, que
constituyen una afirmación de la vida. 
Long sostiene que la "expresión sexual" incluye "el humor, la broma, el guiño de ojos, la mejor
postura, los matices en la conversación y un estado emocional positivo", necesarios en un momento
la vejez, donde la relación con el otro puede verse perturbada. 
Bachelor y Lewis propusieron una distinción de lenguajes en el campo del sexo. El primero
(juventud) es más instintivo, explosivo y se haya ligado a la procreación, mientras que el segundo
(mediana edad y vejez) es más aprendido y dependiente de habilidades para reconocer y compartir
sentimientos mediante palabras, acciones y percepciones no dichas, de modo de alcanzar, con ello,
un entendimiento mutuo.
El concepto de "calidad de vida" aparece asociado actualmente a una vida sexual rica en la vejez.
También el encuentro de nuevas parejas en esta etapa asume un sentido ligado al romanticismo y a
la sexualidad, así como a una nueva posición frente a las expectativas de vida y ante la propia familia.
Esta nueva estética de la sexualidad y del amor implica la construcción de un relato adecuado a los
nuevos tiempos, donde la noción de edad pueda volverse irrelevante para definir el erotismo. 

El nuevo relato acerca de la erótica en la vejez revela una serie de miradas alternativas propias de
una sociedad en la que se ha producido un quiebre en los espacios de poder tradicionales. Este
nuevo relato, propio de las últimas décadas, amplía los términos de la sexualidad para la vejez y los
considera más asociados a las diversas búsquedas de placeres.

Abordaje psicosocial: prejuicios respecto de la adultez mayor.


(Salvarezza, Leopoldo: “Psicogeriatría, teoría y clínica” Cap. 1). (Iacub, Ricardo: “Erótica de la
vejez. Capitulo 8: de los mitos a los goces. El pluralismo sexual”).

En un principio, el analista se dedicaba únicamente al trabajo en consultorio, pero con el pasar del
tiempo comenzó a abrirse hacia la comunidad, lo que lo llevo a manejar masivamente situaciones
terapéuticas distintas como la adolescencia, las parejas, las familias, etc., sin embargo, un gran sector
de la población quedó olvidado: los viejos.

Cap. 1: “VIEJISMO. LOS PREJUICIOS CONTRA LA VEJEZ”


Es importante tener en cuenta que las conductas y la forma de vida de cada sujeto están
determinadas por una ideología, lo que quiere decir que dependiendo de cómo cada persona haya
vivido su vida, como cada persona entienda lo que significa vejez, es como la va a transitar. Esto tiene
gran importancia tanto para el tratamiento que se les dispensa a los viejos desde el punto de vista
profesional, como en la forma teórica de pensar sobre ellos y sus problemas.
1. Las dos teorías
Hay dos formas prevalentes de enfocar la problemática de la vejez y que se contraponen:
 Teoría del desapego: (Cuming y Henry) consiste en que a medida que el sujeto envejece se
produce una reducción de su interés vital por las actividades y objetos que lo rodean, lo cual
va generando un sistemático apartamiento de toda clase de interacción social. Se considera
que este proceso no solo pertenece al desarrollo normal del individuo, sino que es deseado y
buscado por él.
Esta teoría del desapego, luego de su publicación causo un considerable impacto porque
en su conjunto recogía una cantidad de hechos observables que proveían una sólida base
para enfrentar problemas derivados de una sociedad de producción capitalista.
 Teoría del apego: Carp, por ejemplo, en oposición a esta teoría, comprueba que en un
entorno positivo la gente vieja generalmente prefiere la actividad y los contactos sociales
informales más que el desapego. Maddox dice que los viejos deben permanecer activos
tanto tiempo como les sea posible, y que cuando ciertas actividades ya no son posibles
deben buscarse sustitutos para ellas.
Salvarezza señala que toda posibilidad de ser dentro del contexto humano es posible
solamente en relación con otro y que la separación debe ser comprendida como formando
parte de la patología o de la acción prejuiciosa y segregacionista contra los viejos de ciertas
estructuras sociales pero de ninguna manera como normalidad.
Lo deseable es conservar a una edad avanzada pasiones lo bastante fuertes como para
que nos eviten volvernos sobre nosotros mismos. Hipócrates aconsejaba moderación en
todos los terrenos, pero sin interrumpir sus actividades, y en el siglo II, Galeno decía que “el
viejo tome baños calientes, beba vino y además sea activo”.
La insatisfacción y la angustia consecuente solo sobrevendrán en aquellas personas que
permanezcan preocupadas en una situación competitiva con el recuerdo de sí mismo cuando
jóvenes. El buen envejecer estará dado por la capacidad que tenga el sujeto de aceptar y
acompañar estas inevitables declinaciones sin insistir en mantenerse joven a cualquier
precio. Hay que mantener una lucha activa para tratar de obtener el máximo de satisfacción
con el máximo de las fuerzas de que en cada momento se disponga. “El que ha sido gran
tenista en su juventud, en su vejez jugará al golf, pero seguirá siendo deportista”. La queja
mayor que manifiestan los viejos es la perdida de roles sociales y la dolencia más extendida
en esta edad es la depresión, cuyas causas, son la separación o la perdida de los objetos
reales o fantaseados, considerados necesarios para satisfacer su deseo.
La idea entonces, consiste en tratar que los viejos se mantengan apegados a sus objetos y
actividades la mayor cantidad del tiempo posible y cuando no, tratar de encontrar sustitutos
derivativos.
2. Prejuicios contra la vejez
El término viejísimo define el conjunto de prejuicios, estereotipos y discriminaciones que se
aplican a los viejos en función de su edad.
Los prejuicios contra la vejez, son adquiridos durante la infancia y luego se van asentando y
racionalizando: Busse (1980) explica que durante la formación educativa, los niños ven en sus
abuelos la pérdida de la vitalidad, un declinar del vigor mental y del atractivo corporal.
El grupo de psiquiatría enumero en 1971, las razones de las actitudes negativas de los
psiquiatras para tratar a las personas viejas:
 Los viejos estimulan a los terapeutas temores sobre su propia vejez.
 Reactualizan en los terapeutas conflictos reprimidos en relación a sus propias figuras
parentales.
 Creen que estos no van a cambiar sus conductas que están relacionadas con
enfermedades cerebrales.
 Están muy cerca de la muerte, por lo que no vale hacer el esfuerzo del tratamiento.
 Puede morir afectando el sentimiento de omnipotencia del terapeuta.
Un viejo frente a nosotros es como un espejo del tiempo y como todos sabemos, el destino
que la sociedad impone es la vejez.
Para el terapeuta lo que representan los viejos es un objeto vivencial desconocido, no así los
niños, adolescentes, etc., ya que el médico no ha llegado a viejo, por lo que en su acercamiento a
los viejos falta la vivencia personal.
3. Prejuicio más común contra la vejez
Un tercio del común de la gente asegura que los viejos:
 Pasan mucho tiempo en cama a causa de enfermedades
 Tienen accidentes en el hogar
 Desarrollan infecciones fácilmente
 Viven en residencias u hospitalizados
 La salud se declina según el paso de los años
El resultado de estos prejuicios es que se establece una fuerte relación entre VIEJO=ENFERMO,
que entraña un enorme riesgo, pues pasa a comportarse como una profecía autopredictiva que
termina por internalizarse aun en los destinatarios de los prejuicios.
La OMS (1946) señala que “es un estado de completa satisfacción física, mental, social y no
solamente por la ausencia de enfermedad”.
En la práctica la salud de los viejos se describe generalmente por:
 Ausencia o presencia de enfermedades
 Satisfacción vivenciada en cualquiera de las tres áreas de la conducta mencionadas.
La definición alternativa de la salud que plantea la OMS es mejor medirla en términos de
función. Es decir, las cosas que una persona vieja puede, o cree que puede hacer, son
usualmente los indicadores del grado de salud tanto como de los servicios que necesita.

(Iacub, Ricardo: “Erótica de la vejez. Capitulo 8: de los mitos a los goces. El pluralismo sexual”).

1)- ¿La sexualidad como recurso para el bienestar? Los mitos sexuales de la vejez:
La gerontología aborda la sexualidad desde un discurso moderno y científico que se enfrenta a
otro calificado de mítico, moralista o puritano y que intenta presentar a la sexualidad y al
envejecimiento como términos que no se excluyen mutuamente. No solo eso, sino que considera
que la vida sexual activa constituye un valor tan central como la salud. Algunos de los
mitosvinculados con la vida sexual de los adultos mayores son:
 La sexualidad no es importante en la vejez
 La práctica sexual no es considerada normal en esa etapa de la vida
 No debería alentarse a volver a casarse a aquellas personas mayores que han quedado viudas.
 Es lógico que un hombre mayor busque a una mujer joven, pero no lo contrario.
 La gente mayor debería ser separada en instituciones por sexo para evitar problemas
familiares, institucionales y comunitarios.
En oposición a estas creencias, Thomas Walz y Nancee Blum exhiben la sexualidad como un
remedio, fuertemente asociado a la salud física y mental, y como un recurso indispensable para el
bienestar. El sexo puede ser un antídoto ante la idea del cuerpo como una suma de dolores, y puede
servir para evitar el descompromiso social, para promover y mantener el contacto intergeneracional,
como ejercicio físico, para mantener una saludable autoimagen y para manejar las ansiedades
personales.
Este tipo de enfoques apuntan a mostrar una noción de la sexualidad más rica en tanto no se
limita a la genitalidad, sino que se asocia a la búsqueda de placer y afecto, lo que recupera un sentido
más abarcativo del erotismo.
El anciano frente al mundo, su inserció n en el medio.
Caracterizació n de sus aspectos psicodiná micos.
El cuerpo en el adulto mayor. (Canale, Inés: “Notas acerca del cuerpo en la
vejez” 2007)
El texto trabaja la noción de cuerpo. Siendo importante tener en cuenta que entre cuerpo y
mente hay una relación de lucha. El cuerpo como organismo funciona como soporte material pero no
tiene una trascripción automática al orden psíquico. Mientras del soporte material se ocupa la
medicina, no es el mismo cuerpo sobre el que trabaja el psicoanálisis. Un Sujeto, en relación con el
entorno, no es sólo un organismo. El cuerpo biológico de la medicina excluye al Sujeto, haciendo de
este una función vacía, reductible a un organismo biológico.
El psicoanálisis interroga los modos en que se hizo posible la trabazón psique-soma (construcción
subjetiva), el modo en que incide la palabra sobre el organismo y su fisiología. La imagen unificada de
un cuerpo es constituida a través del orden simbólico. Por obra del lenguaje podemos atribuirnos un
cuerpo (tengo un cuerpo). Esta capacidad de representarse a sí mismo en una imagen implica un
proceso en que el otro materno va erogeneizando una profusión de datos propioceptivos, desligados
y atomizados (Real del cuerpo). Comenzando a pasar de un cuerpo fragmentado a una imagen que va
a dar la idea de un cuerpo uno (Estadio del Espejo). Esto posibilita la unificación en una imagen que
vela aquella imagen atomizada, fragmentada, real. Lo que media entre organismo y mente es una
relación de lucha, donde el organismo funciona como el soporte del proceso de inscripción
significante.
El envejecimiento como dato biológico es observable en la disminución paulatina y creciente de
las funciones adaptativas. En oposición, la construcción del orden humano implica una defensa
contra la disolución y la muerte. En la vejez, el cuerpo se hace ruidoso y presente, reenviándonos
regresivamente a la atomización del dato propioceptivo. El cambio llega al cuerpo, produce
desajustes y crea inseguridad, es vivido como proveniente del exterior, ajeno. Lo imaginario del
cuerpo pierde su función de veladura en tanto se presentifica el desmoronamiento real. Por lo que la
relación tensa entre organismo-cuerpo (real-imaginario) cumple una función defensiva que tiende a
mantener la unidad imaginaria.
Además, en las ciencias médicas ha aumentado enormemente la especificidad, fragmentando más
los dominios de saber, abordando partes cada vez más pequeñas del cuerpo. Se centran en cuidar el
cuerpo del viejo más que al viejo mismo. Si el cuerpo se construye desde la atomización a la imagen
unificada, el hecho de operar sobre cada falla que aparece en el organismo aisladamente implica una
intervención que se orienta en el sentido inverso de dicha construcción. Así, la irrupción de lo real del
cuerpo reenvía al sujeto a la primera atomización y el operar médico puede ayudar a deconstruir la
función de veladura imaginaria.
Se propone entonces, no desatender al organismo sino incluir en la atención a la Tercera Edad el
trabajo sobre el cuerpo que es hablado por un sujeto que sufre. Tratando en la vejez solo al cuerpo-
organismo, desmembrándolo, funcionaria a favor de la pérdida del sujeto; en cambio, sostener la
lucha entre cuerpo y psiquismo implicará trabajar en favor de la vida.
Si se trata en la vejez solo al cuerpo- organismo desmembrándolo, estaríamos trabajando a favor
de la pérdida del sujeto, que es aquello que se puede mantener para que la pulsión de vida
encuentre o siga encontrando superficies de inscripción.

Constitución subjetiva:
- Relación mente-cuerpo no isomórfica
- Lo propioceptivoatomización
- Soma-organismosoporte, inscripción significante
- Cuerpo: representante psíquico
- Estadio del espejo: otro primordial
- Velan la atomización imagen-palabraunifican el cuerpo

Caída del velo, lo SINIESTROobjeto a: cuando se busca genera deseo pero
cuando se encuentra genera angustia.

El cuerpo en la vejez:
- El cuerpo real se hace ruidoso y presente. Irrumpe algo de lo real. Cuando las funciones van
cambiando irrumpen procesos más evidentes (dolor, enfermedad). Y esa imagen (representación
mental del cuerpo) se ve cambiada, “deformada”. Los otros contribuyen a la imagen, el cuerpo
está constituido por la mirada del Otro.
- Esto hace que la imagen flaquee y entre en crisis. Lo que se rechaza (real que irrumpe) hay que
ver qué hacen con eso, si pueden o no reformular esa imagen.
- Se ponen en juego los mecanismos defensivos.
- Se produce ajenidad y extrañeza. ¿Cómo se procesa? Depende de cada sujeto. E imaginario
pierde efecto de veladura diferente en cada sujeto.

Ciencia y cultura:
- Van unidas.
- El hombre de ciencia vive en su época (que es estética) por lo que tiende a apuntalar las
perdidas.
- Ofertas: prótesis, psicología, arquitectura… todo acomodado para ellos.
- La ciencia y la cultura están unidas en tanto que niegan lo real del deterioro y la muerte.
- Ciencia: tiene como objetivo prolongar la vida, la “eterna juventud”
- Se tiende a negar la ruina y la disolución del cuerpo
- Propuesta homogeneizadora: excluye el deseo ya que va a lo masivo, al número, a la cantidad.
Eso es acumular o negar el deseo.
- Lo que es del orden del placer es mío, pero lo que es del orden del dolor es ajeno a mí.

Peligros:
- Reforzar la caída de la veladura (imagen del cuerpo)
- Proceso: desubjetivante

Propuesta:
- Atender a la historicidad porque somos lo que hemos vivido, nuestra autobiografía.
- Atender a los lazos sociales.
- Escuchar un sujeto que sufre, escuchar el cuerpo hablando por un sujeto que sufre.

El mercado de los restos. GUSTI


???

La contenció n del grupo familiar: cuidadores y cuidados.


(Guido, Patricia: “Capítulo 11: Vejez y familia. Cuidadores y cuidados”).

Desde el nacimiento la vida del ser humano se despliega a través del vínculo con el otro, y es esta
ligadura libidinal la que garantiza la existencia. Los vínculos familiares constituyen la impronta sobre
la cual se modelan los futuros vínculos, son la huella sobre la cual se asientan otras marcas en el
camino.
Este capítulo plantea la complejidad de las relaciones entre el adulto mayor y la familia, cuando la
dependencia y la necesidad de cuidado trastocan el escenario familiar, provocando situaciones que
modifican en mayor o menor grado la vida de todos sus integrantes. El lugar del adulto mayor dentro
de la estructura familiar, la naturaleza de las relaciones con los hijos, las formas de solidaridad
intergeneracional y la situación socio-económica de la familia constituyen variables fundamentales
para el análisis y la comprensión de las características del cuidado.

La familia hoy:
Durante el siglo XX, los cambios demográficos generaron importantes modificaciones en la
familia. En 1900 la mayoría de las personas no sobrevivía después de los 50 años. En los últimos años
se ha extendido notablemente el tiempo en que las generaciones comparten la madurez y la vejez.
La ampliación de la red familiar con la presencia de padres, hijos, nietos y bisnietos genera
cambios y modifica las expectativas en las relaciones intrafamiliares. La reciprocidad en el
intercambio que en otros tiempos los adultos mayores esperaban o en algunos casos exigían de la
familia, fue cediendo a la comprensión de las actuales y a veces complejas condiciones de la vida de
sus hijos. Este cambio en las relaciones intergeneracionales fortalece a su vez una trama extra
familiar a partir de la inclusión de amigos y vecinos en la vida cotidiana, favoreciendo el desarrollo de
capacidades relacionales de los adultos mayores.
Un desafío para la nueva generación de mayores es respetar la autonomía de decisión de los
hijos. La autonomía representa un valor al cual adhiere la mayoría de los adultos mayores, sobre
todo aquellos que en su función de padres favorecieron los procesos de individualización y
diferenciación durante el crecimiento y desarrollo de los miembros de su familia.
Otra diferencia en el funcionamiento familiar es la caída del mito del beneficio de la convivencia
entre generaciones: “cada uno en su casa con su familia”. Además es la generación de los padres que
rechazaron con todas sus fuerzas la idea de irse a vivir con un hijo.
La transformación histórica de la familia se debe principalmente al cambio ascendente de la
esperanza de vida, en especial entre los individuos más ancianos y a la disminución de la natalidad
que acentúa esta tendencia provocando que las familias sean “más ancianas” que en otros tiempos.
Esta realidad que evidencia un incremento de adultos mayores muy envejecidos y una mayor
posibilidad de presentar fragilidad, tiene como correlato el hecho de que a medida que a familia
envejece, surgen nuevas preocupaciones y ocupaciones en el horizonte familia: cuidar durante años
a padres ancianos y frágiles.

La familia y el cuidado:
El prejuicio del abandono de los adultos mayores por su familia, se desvanece ante la observación
cotidiana, la clínica y las investigaciones a nivel mundial que demuestran la importancia de la familia
como la principal proveedora de cuidados a corto y largo plazo.
Está demostrado que frente a la pérdida de autonomía debido a algún déficit físico, psíquico o
económico es la familia la que acude en ayuda y la mayor responsabilidad del cuidado recae sobre
ella. Es importante considerar la importancia que revisten otros vínculos cercanos además de la
familia, como los amigos y los vecinos, porque conforman una red de apoyo y sostén, cuando las
personas de edad avanzada pierden autonomía.
A pesar de la disponibilidad de la familia para cuidar, los cambios acontecidos en las últimas
décadas complican la situación. El fenómeno de la globalización acarrea como consecuencia la
privatización de la política social y el rol del Estado como protector o benefactor ya no existe, por lo
tanto el compromiso y la responsabilidad que antes tenían las instituciones sociales ahora recaen
sobre las personas o la familia.
Este contexto provoca incertidumbre acerca de cuáles serán las posibilidades de sostén
económico y seguridad para el futuro, ante una expectativa de vida más larga y un mayor
requerimiento de cuidado.
En el plano intersubjetivo, también surgen complicaciones cuando las necesidades e intereses
experimentados por las diferentes generaciones se contraponen en determinados momentos y
circunstancias provocando tensión dentro del seno familiar. Cuando la esperada llegada de un nieto
o el casamiento de un hijo, coinciden con la dolorosa caída de un padre, alegría, rabia y dolor se
combinan provocando sentimientos encontrados.

La difícil tarea de cuidar. Cuidadores y cuidados:


El envejecimiento de los padres enfrenta al sujeto con un doble trabajo de duelo: el duelo por la
caída de la imagen idealizada de los padres de la infancia y el duelo por el propio envejecimiento, a
partir del momento en que el cuerpo envía señales que anotician el paso del tiempo.
En este tramo del recorrido vital, la madurez de la vida sitúa a la generación de 50 años o más
entre dos instancias con fuertes demandas, padres que requieren apoyo, cuidado y sostén e hijos
que no logran acceder a una posición adulta que se aferran a adolescencias eternas y tardías.
En la tarea clínica con el adulto mayor y su familia, podemos observar que el envejecimiento de
los padres puede ser un proceso paulatino que se registra con el transcurrir del paso del tiempo, o
puede representar un hecho potencialmente traumático difícil de procesar cuando la vejez de los
progenitores irrumpe y adquiere significado como tal a partir de la presencia de la enfermedad.
La aparición de la enfermedad y la necesidad de cuidado modifican el equilibrio familiar
preexistente, generando posibles crisis que se irán resolviendo de acuerdo a como fueron tramitadas
otras crisis a lo largo de la historia de la familia.
La pérdida de la autonomía del anciano instala una doble crisis: para los adultos mayores la
necesidad de mantener la autonomía se contrapone con la necesidad de apoyo a medida que se
incrementa la dependencia, y para las familias porque sienten temor a perder su propia autonomía
(al transformarse el hijo en cuidador). Esto puede generar sentimientos ambivalentes en los padres e
hijos, el amor y el odio aparecen en escena, sobre todo si persisten viejos conflictos sin resolver.
La capacidad de adaptación es el proceso central en la tarea de cuidar, y depende de la plasticidad
o rigidez frente a los cambios que cada uno de los miembros de la familia pudo desarrollar a lo largo
de la vida. Es útil considerar el encuadre ecológico, que presta atención a la interacción entre el
cuidador, la persona que recibe cuidado y el medio ambiente.
Existe un elevado costo emocional tanto para el cuidador (por su tarea de cuidar) como para los
adultos mayores (por recibir cuidados a medida que aumentan las limitaciones y dependencia). Para
ambos la situación de cuidado demanda una reorganización interna y externa con el correspondiente
gasto de energía libidinal.
Existen diversos factores específicos en el anciano y en el cuidador que provocarían posibles
situaciones de violencia o maltrato:
u Historia de conflicto en la relación entre ambos. Historia de violencia familiar
u Cambio de estilo de vida
u Falta de espacio y tiempo personal
u Sentimiento de aislamiento social. Contacto mínimo con el mundo externo
u Percepción de necesidades básicas no satisfechas
u Ambiente inapropiado para el cuidado
u Sensación permanente de frustración, enojo y desesperanza
u Conducta demandante
u Intolerancia marcada
u Falta de información sobre la enfermedad y su evolución
u Dependencia económica o de vivienda
u Inseguridad con respecto al futuro
La situación de cuidado es un cambio profundo en la forma en la que estaba estructurada la
familia hasta ese momento, todos sus integrantes se verán afectados por la pérdida que significa la
aparición de las limitaciones y la dependencia en la generación de los mayores.
Existen dos cuestiones que complejizan este movimiento de adaptación:
 “modelo de competencia”: adultos mayores donde predomina una modalidad narcisista, con
marcada resistencia a aceptar la enfermedad o limitación. En estas personalidades, el pasaje por
las vicisitudes y los cambios propios de la vejez se verá obstaculizado por un precario equilibrio
narcisista y por la dificultad para la utilización de mecanismos de adaptación. La ansiedad, la furia
y la rabia narcisista dominan el mundo interno provocando un estado de desesperanza que
impide generar nuevas investiduras. La contrapartida en estos casos, es la emergencia de
idénticos sentimientos en aquellos que los cuidan. La situación consiste en tratar de demostrar
quién puede más, y el maltrato es factible, donde todos alternativamente pueden ser víctimas o
victimarios.
 “modelo de incompetencia”: la posición de sobreprotección que en ocasiones adopta la familia
cuando cuida. Pone el énfasis en lo que a los adultos mayores les falta y no, en lo que todavía
poseen. Estas conductas incrementan el sentimiento de desvalimiento e invalidez de los adultos
mayores.
Frente a esta nueva y desconocida situación de cuidar a los padres envejecidos en la mayoría de
los casos el pedido de la familia está referido a la necesidad de saber: qué hacer, cómo hacer, cuándo
hacer, cuánto hacer, qué decisiones tomar.
El terapeuta funcionará como un consultor-orientador que posibilite el reordenamiento frente a
la vivencia de caos familiar.
El terapeuta cumple en este caso, una función psicoeducativa que incluye el esclarecimiento de
los procesos normales del envejecimiento, con el objetivo de diferenciar normalidad de patología,
debido a que muchas veces las familias interpretan como patológicos los cambios normales de la
vejez. Conocer estas modificaciones disminuye la ansiedad y tiene un efecto preventivo porque
permite anticipar futuras situaciones.
Es importante trabajar con la familia la posibilidad que ellos también reciban ayuda, que se
habiliten a utilizar diferentes recursos disponibles, como las redes solidarias informales, la asistencia
diurna o la asistencia domiciliaria.
La posibilidad de mantener el sentimiento de cohesión familiar, mas allá de la crisis, depende de
la aceptación de los cambios en la vida de la familia, de la reacomodación de los roles y de la
capacidad para tolerar la enfermedad y la dependencia de la vejez avanzada. Este proceso causa
dolor en quienes cuidan y en quienes son cuidados y requiere un trabajo de elaboración que se irá
realizando con el tiempo a través de la trama vincular de cada familia.

Falta – Síndrome del estrés del cuidador

Jubilació n.
(Iacub, Ricardo: “Erótica de la vejez. Capítulo 8: de los mitos a los goces. El pluralismo sexual”).

2)-en torno a la diversidad de goces: las cuestiones de género.


(Ver lo anterior en: Menopausia, Unidad 1) Troll y Parron (1981) creen que los roles de género,
posteriormente a la mediana edad, tienden a mantenerse estales, y solo se modifican en una
minoría. Sin embargo, diversas investigaciones sugieren una mayor diferenciación de géneros en la
temprana adultez y una mayor indiferenciación en la vejez. Gutmann relaciona este hecho con el
tiempo que sigue a la jubilación, cuando el hombre pasa a un espacio manejado por la mujer, y
afirma que existe una tendencia a considerar que en esta etapa se produce una suavización del
carácter masculino y un endurecimiento del de la mujer. Troll y Parron sostienen que, debido a los
cambios ambientales y de los roles sociales que se transitan, los roles de género se flexibilizan en
esta etapa y permiten una mejor adaptabilidad de los viejos. La menor rigidez en este sentido
permite afrontar nuevas exigencias vitales.

UNIDAD 3
Los aportes psicoanalíticos.
¿Qué es un hijo? Funció n materna. Concepto de pulsió n. Funció n paterna: tó tem y
tabú . Lo progresivo y regresivo en la constitució n del objeto.
(Sobre la sexualidad femenina – SIGMUND FREUD - 1931)

Su descubrimiento de la ausencia de neurosis en muchas mujeres que, manifiestamente, no han


abandonado la fijación edípica a su padre, le lleva a configurar este texto en tres apartados. Él indaga
cómo deviene, cómo se desarrolla la mujer a partir del niño de disposición bisexual. Articula este
devenir mujer con su elaboración del complejo de Edipo, que le lleva a constatar la disimetría entre
los dos sexos con respecto a dicho complejo en su relación con el complejo de castración. Lacan
indica que hay una antinomia en la asunción del sexo, tanto para el hombre como para la mujer.
Ambos no pueden acceder al sexo más que bajo la amenaza de castración. Es una paradoja. No
pueden gozar de su órgano en tanto que hombre y en tanto mujer más que bajo la amenaza de
quitárselo o de privárselo. La sexuación es sinónimo de lo que Lacan llama “asunción”. Jacques Alain
Miller señala que “esta asunción pone de relieve una distancia entre el sexo biológico y el
consentimiento que el sujeto tendría que dar a esta sexuación biológicamente asegurada”. Hablar de
asunción implica hablar de elección. Se trata de una elección inconsciente. Hay una elección porque,
de entrada, hay una doble determinación: • El sexo inconsciente del sujeto no es innato. • La
relación con el otro, con el partenaire, tampoco está determinada y no define al sujeto como hombre
o mujer
1er apartado, de la sexualidad femenina 1931
Este primer tiempo se podría titular “El apego a la madre”. El primer objeto de amor, tanto para el
varón como para la niña, es la madre. A ella se dirigen todos los deseos en cada fase de la
organización sexual infantil. En el varón los sentimientos hacia ella se van intensificando, llevándole a
convertirse en el rival del padre. En la niña sucede de otra manera: ella debe de renunciar a la zona
genital originalmente dominante, el clítoris, a favor de una nueva zona, la vagina. En la infancia lo
esencial de la genitalidad gira alrededor del clítoris. La vida sexual de la mujer se divide siempre en
dos fases: 1) Una de carácter masculino, llamada fálica, que corresponde al clítoris. 2) Una
específicamente femenina que corresponde al predominio de la vagina. El desarrollo femenino
comprende el proceso de transición de una fase a la otra. Freud constató que una vinculación intensa
con el padre, siempre fue precedida por una apasionada vinculación exclusivamente materna. Este
hecho hace que la fase preedípica adquiera una importancia hasta entonces desconocida. En la fase
fálica aparece la acusación de seducción a la madre y el deseo de hacerle un hijo. Por lo tanto el
deseo de un hijo del padre tiene un antecedente en la fase preedípica: fue primero una demanda
dirigida a la madre. La fijación al padre y la persistencia de la demanda de un hijo suyo aparecen
también en mujeres no neuróticas, lo que obligó a Freud a captar la dimensión de la relación con la
madre que, según él, la relación con el padre no hace más que heredar. Por lo tanto, el esposo corre
con los gastos de la relación con la madre. El fantasma de ser seducida por el padre, siendo la
expresión típica del complejo de Edipo en la mujer, marca su entrada en dicho complejo tanto como
el odio hacia la madre. Para la hija, la madre es la primera responsable de su castración. En este
texto, Freud señala el lugar estructural del penisneid, es decir, su papel en la estructuración del Edipo
de la niña (en el sentido de giro hacia el padre). La niña en la fase fálica quiere, como el niño, hacerle
un hijo a la madre. Por lo tanto, en la niña el deseo de un hijo del padre tiene que ser precedido por
el penisneid. Si aparece la demanda de un hijo al padre es porque hubo una espera defraudada, el
reconocimiento de una imposibilidad por el lado materno, experiencia de una falta en la madre. Para
la niña el objeto de amor era la madre fálica, el descubrimiento de la madre castrada posibilita
abandonarla como objeto amoroso. Se hace visible el vínculo entre el odio a la madre y el penisneid.
“La niña deja que la influencia de la envidia del pene le eche a perder el goce de la sexualidad fálica”.
En este apartado Freud expone unas conclusiones generales: 1) Esta fase de vinculación materna
guarda una relación íntima con la etiología de la neurosis histérica. 2) En esta dependencia de la
madre se halla el germen de una paranoia ulterior: la angustia de ser devorada por la madre.
2º apartado, que podemos llamar el falicismo de la niña
El desarrollo femenino comprende el proceso de transición de la fase activa y “viril”, con el
fantasma de posesión de un pene, a la fase propiamente femenina, el predominio de la vagina, cuya
existencia no sospechaban ni ella ni el niño. Antes de esperar algo del padre, la niña ha tenido que
reconocer su propia falta. Es preciso que el hombre-padre se convierta en el nuevo objeto amoroso,
esto significa que la niña debe cambiar el sexo del objeto, cosa que no ocurre con el varón. Este
cambio de objeto (de la madre al padre) es el Edipo femenino. Devenir mujer es el tratamiento
subjetivo de una constatación en términos de “no tener” que se llama, con Lacan, falta o privación.
Se trata del falo, que vale como punto de referencia para ambos sexos. Freud ya lo menciona en
1923 en La primacía del falo. Por lo tanto, no hay una primacía genital sino una primacía del falo. El
falo es, entonces, el significante único para dar cuenta de la diferencia sexual en el inconsciente, dirá
Lacan en La significación del falo. Freud articula los dos sexos como tener o no tener, con sus
consecuencias subjetivas: • Para el niño: la amenaza, el temor a perder. • Para la niña: el deseo, las
ganas de adquirir, que es una de las significaciones del penisneid, que en los textos de Freud deviene
complejo de castración. “Ha visto eso, sabe que no lo tiene y quiere tenerlo”. La novedad que aporta
Freud, en este texto de 1931 y el de 1932, es la importancia que da al cambio de objeto en la niña y
que no se hace de una vez por todas. En su texto La feminidad dice: “se salda con odio hacia la
madre, que era el primer objeto de amor, odio que persiste mucho tiempo y se manifiesta en una
multiplicidad de reproches y quejas”. Eric Laurent dice al respecto: “Hay un resto en esta
transferencia de la madre al padre, en esta operación metafórica no se trata de un simple cambio de
objeto”. Sólo con el descubrimiento de que la madre está castrada, la niña puede dejarla caer como
objeto de amor; demanda al padre lo que no obtuvo de la madre: el deseo del pene queda
reemplazado por el deseo de un hijo. Freud pone de manifiesto la disimetría con respecto al
complejo de Edipo. • El niño abandona el complejo de Edipo bajo la amenaza del complejo de
castración y tenemos entonces la serie: Edipocastración-superyó. • Para la niña la castración es
primero y posibilita el Edipo en vez de destruirlo. Éste será abolido lentamente y nunca por
completo. Por lo tanto el complejo de castración es determinante para devenir mujer. A partir del
descubrimiento de la castración la niña puede escoger tres caminos evolutivos: 1. La lleva a la
inhibición sexual o a la neurosis. Asustada por la comparación, se vuelve ella insatisfecha con su
clítoris y renuncia a su actividad fálica, rechazando su amor por la madre. 2. Se aferra a su
masculinidad amenazada, fantasea que algún día tendrá un pene. Puede conducir a la
homosexualidad. 3. La actividad fálica es abandonada, toma al padre como objeto, es decir, la niña
transfiere hacia el padre su demanda fálica y el hijo se sitúa como equivalente del falo. Freud subraya
que la posición femenina sólo tiene lugar si se produce la equivalencia hijo=falo y lo ilustra con el
juego de la niña con sus muñecas. Ella juega a ser la madre y la muñeca era ella misma. Este juego no
era una expresión de su feminidad, sino una tentativa de reemplazar la pasividad en relación a la
madre, por la actividad. Freud dice: “Sólo con el punto de arribo del deseo del pene, el hijo-muñeca
deviene un hijo del padre y, desde ese momento, la más intensa meta femenina”.
3er apartado, se refiere a la actividad sexual de la niña en relación con su madre.
La actividad sexual de la niña se manifiesta a través de los deseos de cada fase: oral, anal y fálica,
en las que la madre está involucrada. Estos deseos pueden aparecer transferidos al padre o
transformados en angustia, debido a la represión • Los deseos agresivos orales y sádicos. Se
manifiestan en su forma reprimida: temor de ser muerta por la madre y deseos de muerte contra
ella. Dicho miedo a la madre se basa en una hostilidad inconsciente. • Los deseos sádico-anales
tienen su origen en la intensa excitación pasiva de la zona intestinal (irrigaciones, enemas,
estimulación del ano por la madre, etc.) despierta agresividad y cuando se suprime dicha excitación
su manifestación es la angustia. • En la fase fálica - la niña culpa a la madre como seductora
(cuidados de la zona genital). - al apartarse de la madre, la niña transfiere al padre la responsabilidad
de haberla iniciado en la vida sexual. - la actividad sexual de esta fase es la masturbación clitoridiana.
Se detecta un fin sexual hacia la madre, cuando llega un hermanito. La niña quiere creer que es ella la
que le ha dado a la madre ese nuevo hijo. Cuando la niña se desprende de su vinculación con la
madre, se observa una disminución de los impulsos sexuales activos y una acentuación de los
pasivos. La transición al objeto paterno se realiza con la ayuda de las tendencias pasivas.

La angustia, el duelo y el estatuto del objeto respecto de la adultez mayor.La


melancolía.(Freud, Sigmund: “Duelo y melancolía” 1917)
“duelo y melancolía” fue escrito por Freud en el año 1915 y dado a publicar dos años más tarde.
Este trabajo, posterior a “introducción al narcisismo” (1914), es considerado su extensión.
El duelo y la melancolía son el resultado de la pérdida de un ser amado o de una abstracción
equivalente, que puede ser el ideal, la libertad, la patria, etc.
En el duelo el sujeto ha experimentado una pérdida real del objeto amado y en el proceso, que se
prolonga un tiempo necesario para la elaboración de esta pérdida, el sujeto:
1. Posee un ánimo profundamente doloroso.
2. Pierde el interés por el mundo exterior sustrayendo la libido de todo objeto que no remita
al objeto perdido.
3. Pierde la capacidad de amar o de elegir un nuevo objeto amoroso.
4. Existe una inhibición de todas las funciones.
5. El objeto perdido es investido por toda la capacidad libidinal que pueda emplear el sujeto
a tal efecto, impidiendo nuevas ligazones.
Sin embargo, el duelo no es considerado un proceso patológico. Por el contrario, en el trabajo de
duelo el Yo, embestido por una pérdida real de objeto, pone en funcionamiento un mecanismo de
elaboración de dicha pérdida que le permitirá, al cabo de un tiempo, conservar a ese objeto perdido
en la realidad pero con renovada investidura libidinal para con él.
Los recuerdos constituyen un punto de encuentro con la libido y el objeto, lo que hace sustraerse
al yo, pero al final la libido queda libre y exenta de toda inhibición.
Ejemplo de duelo: a las personas buenas se las lleva Dios.
La melancolía presenta las mismas características del duelo solo que:
El sujeto se comporta como si hubiese sufrido una pérdida real, no puede dar cuenta de lo que ha
perdido ni logra precisar la magnitud de dicha pérdida. O sea, que la melancolía, estaría relacionada
con una pérdida de objeto inconsciente, sin embargo en el duelo las pérdidas son conscientes.
A estos síntomas se agregan el insomnio y la falta de apetito (a la vida) que el sujeto melancólico
padece y están intrínsecamente relacionados con un desfallecimiento de la pulsión.
Existe una disminución de amor propio, lo que se traduce en reproches y acusaciones en donde el
sujeto se hace objeto de sí mismo y puede llegar a esperar el castigo. Esta característica de inhibición
es la experiencia de la entrega total al duelo que no deja lugar para otros propósitos intereses.
En la melancolía, Freud sentencia que si el sujeto dice tener culpa, el ha de tener razón. Y es a
partir de esta afirmación que desarrolla su teoría de la melancolía.
En la melancolía, a diferencia del duelo, el quantum libidinal resignado por la pérdida del objeto
de amor, no es destinado a las ligazones de nuevos objetos, sino que la libido sustraída del objeto
perdido vuelve al Yo por el mecanismo de la identificación regresiva. El Yo no cede el objeto, no
quiere resignarlo, aunque éste se sabe definitivamente perdido. Es mediante la identificación
narcisista del Yo con el objeto perdido, que el Yo lo constituye. La identificación narcisista por
regresión tiene por objeto la sustitución del objeto de amor resignado.
En la melancolía se describe al Yo como:
 Indigno de estimación
 Incapaz de rendimiento
 Moralmente condenable
 Se insulta
 Espera el castigo
 Compadece a los demás por su presencia
El cuadro de este delirio (que extiende su crítica al pasado y afirma no haber sido mejor) se
completa con insomnio y rechazo de alimentarse y un sojuzgamiento.
Estos datos al paciente no hay que contradecirlos, sino que hay que confirmarlos.
El paciente carece de pudor ante los demás, desea comunicar a todo el mundo sus defectos,
como si en este rebajamiento hallara una satisfacción.
Los reproches con los que el enfermo se abruma corresponden en realidad a otra persona, a un
objeto erótico y han sido vueltos contra el propio Yo. Ej.: la mujer compadece al marido de tener que
estar con alguien inútil como ella, cuando en realidad el es el inútil, por lo tanto lo que reprocha es su
inutilidad.
Estos reproches tienen la misión de encubrir los restantes y dificultar el conocimiento de la
situación.
Todo lo malo que dicen de si se refieren a la realidad de otras personas.
Si intentamos una reconstrucción de este proceso, primeramente habría una elección de objeto,
un enlace de la libido a una persona determinada. Por la influencia de un desengaño o situación por
parte del objeto amado surge la conmoción de la relación objetal, así, la sombra del objeto cae sobre
el Yo y de este modo se transforma la pérdida del objeto en una pérdida del yo, por identificación.
Al final de su trabajo, Freud establece las tres premisas fundamentales de la melancolía:
u La pérdida del objeto
u La ambivalencia
u La regresión de la libido al Yo
Ejemplo: en el autoreproche, puede aparecer el tema de que la culpa fue mía.
En la neurosis de transferencia, la identificación con el objeto da lugar a la formación de síntomas
(histeria), y pueden introducir en relación al objeto sentimientos de ambivalencia, en donde el
enfermo se refugia en la enfermedad para no mostrar su hostilidad y atormenta a los que ama por
medio de la enfermedad. De este modo la carga erótica de la melancolía experimenta un doble
recorrido. Ej.: el suicidio. Hay una identificación con el objeto perdido, me hago mal, pero
haciéndome mal, le hago mal a los demás.
El neurótico obsesivo puede sufrir la pérdida real de un objeto amado y vivirla como un típico
proceso de duelo.
Melancolía y manía: una de las preguntas fundamentales en el trabajo de Freud corresponde a la
alternancia cíclica entre la melancolía y la manía. En la clínica se observan múltiples variantes según
las cuales:
 La melancolía puede sobrevenir a la manía y viceversa.
 Pueden producirse estados de intervalo.
 Suelen prevalecer estados melancólicos o solo estados maniacos, etc.
Manía: en “duelo y melancolía” la manía aparece como lo simétrico a la melancolía, y ambas
responden a un mismo complejo y tienen idéntico contenido, por lo tanto la particularidad más
singular de la melancolía, es su tendencia a transformarse en manía, es decir, en un estado
totalmente opuesto, pero no toda melancolía sufre esta modificación, como dijimos anteriormente,
estas fases pueden ser alteradas.
La diferencia entre ambas patologías radica en el “dominio” o en el “no dominio” del Yo: mientras
que en la melancolía el sujeto es dominado por el Yo, en la manía el sujeto no solo domina al Yo, sino
que festeja este dominio. Es decir, en el pasaje de la melancolía a la manía, se libera un quantum
libidinal que durante el periodo de la enfermedad estuvo asignado a la investidura de dolor. Al
liberarse la libido, ésta queda a disposición del sujeto para la búsqueda de nuevas investiduras de
objeto.
El maniaco se emancipa del objeto que lo hizo sufrir, emprendiendo con hambre voraz nuevas
Vargas de objeto.
En la fase maniaca, el sujeto goza de su dominio, siente alegría, euforia, júbilo y una sensación de
triunfo que rebalsa su psiquismo y ocupa todo su pensar. Este estilo expresivo constituye el
paradigma normal de la manía.
La manía es un triunfo pero queda en ella oculto, como sucede en la melancolía, eso que el Yo ha
vencido y sobre lo cual triunfa.
Freud conjetura acerca de la diferencia entre el final del duelo y el estallido maniaco solo en
función del tiempo que insume el desasimiento de la investidura libidinal y sus efectos económicos (a
dónde va la libido).

(PROFESOR OMAR: Duelo y melancolía. Sigmund Freud. 1915)


Frente a la pérdida de un objeto amado o abstracción equivalente:
 Estado de ánimo profundamente doloroso
 Cese del interés por el mundo exterior
 Perdida de la capacidad de amar
 Inhibición de todas las funciones
 Surgimientos de reprocheshacia el mundo exteriorduelo
Hacia sí mismo auto-reprochemelancolía
 melancolizaciónyoconciencia moral, auto-observación
Objeto perdido identificado al propio yo
 duelo: está más a nivel consciente ese objeto amado perdido. Se sabe, en la melancolía que algo
se perdió peor no se sabe que se perdió.
 Se liga la melancolía también a la neurosis (melancolización)
 Una parte se identifica al objeto perdido
 Si triunfa la parte que hostiga todo el tiempo a la parte que se identifica con el objeto perdido
hablamos de manía.
 Identificación con el objeto perdido: riesgo de suicidio.
 Trabajo de duelo: ir recorriendo las huellas mnémicas que teníamos sobre el objeto perdido. Al
hablar es más fácil que se destrabe.
 Se moviliza el tema de la ambivalencia. Si hay identificación. Se refuerzan en la neurosis obsesiva
amor y odio con los objetos. El odio se tiende a reprimir y el amor a exagerar.
 Algo de la perdida se tiene que poder inscribir.
 Sustitución de los objetos pulsionales (mirada, voz, excremento, oralidad). El verdadero duelo es
solamente en análisis. Luego el sujeto puede trabajar mejor el duelo con las herramientas del
análisis.

!!! Según el autor: ¿Cuáles son las características que comparten la melancolía y el duelo y cuál es el
rasgo que los diferencia?
La melancolía se singulariza en lo anímico, por una desazón profundamente dolida, una
cancelación del interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de
toda la productividad y una rebaja en el sentimiento de sí que se exterioriza en autorreproches y
autodenigraciones y se extrema hasta una delirante expectativa de castigo.
El duelo muestra los mismos rasgos excepto uno, falta en el la perturbación del sentimiento de sí,
pero en todo lo demás es lo mismo. El duelo pesaroso, la reacción frente a la perdida de una persona
amada contiene idéntico talante dolido, la pérdida del interés por el mundo exterior, la perdida de la
capacidad de escoger algún nuevo objeto de amor, el extrañamiento de cualquier trabajo productivo
que no tenga relación con la memoria del muerto

(Jacques Lacan - Seminario 10 1962-1963 LA ANGUSTIA 23 19 de JUNIO de 1963)


La angustia no se presenta sin objeto. Solo la noción de real, como función opuesta a la del
significante, permite decir que eso, ante lo cual la angustia opera como señal, es para el hombre algo
“necesario”, es del orden de lo irreductible de ese real. De todas las señales, la angustia es la que no
engaña.
En la 32º Conferencia: Angustia y vida pulsional (1926), Freud define a la angustia como un estado
afectivo, algo que sentimos, la reunión de sensaciones de la serie placer-displacer con las
inervaciones de descarga y su percepción. Aquí el nacimiento es la huella afectiva de toda angustia.
Esta noción es tomada también en Inhibición, síntoma y angustia, donde se postula al nacimiento
como arquetipo del trauma, y como primera condición de angustia. Si bien el nacimiento es,
objetivamente, una separación (de la madre), el niño todavía es narcisista y no distingue a la madre
como objeto, por lo que para él el peligro es la gran perturbación, el displacer, que producen en él las
grandes magnitudes de excitación que irrumpen, frente a las cuales se encuentra desvalido, tanto
psíquica como físicamente. Toda situación de desvalimiento vivenciada resulta ser traumática. La
situación de peligro es la situación de desvalimiento discernida, recordada, esperada. Entonces la
angustia es la reacción originaria frente al desvalimiento en el trauma, que más tarde es reproducida
como señal de socorro en la situación de peligro. También dice Freud, en el citado texto, que es la
angustia de castración la que resignifica todas las anteriores y posteriores condiciones de angustia
frente al peligro de la pérdida, la separación. Entonces los síntomas son creados para evitar la
situación de peligro que es señalada mediante el desarrollo de angustia.
Volviendo a la 32º Conferencia, se encuentra aquí que la diferencia entre angustia realista y
angustia neurótica radica en que, la primera, es una reacción que nos parece lógica al peligro. Es un
estado de atención sensorial incrementada y tensión motriz, apronte angustiado. A partir de aquí se
desarrolla la reacción de angustia.
La angustia neurótica tiene tres clases de constelaciones. Primero, un estado de angustia libre,
pronta a enlazarse de manera pasajera con cada nueva posibilidad que emerja (angustia expectante).
Segundo, ligada a contenidos de representación en las fobias, hay un vínculo con un peligro externo,
pero la angustia es desmedida. Tercero, la angustia en la histeria, acompaña a síntomas o emerge
independientemente como ataque o como estado de prolongada permanencia, sin que se descubra
fundamento en un peligro exterior.
Freud nos dice en esta conferencia, que la angustia es la reproducción de un evento peligroso, la
angustia está al servicio de la autoconservación, se genera a partir de una libido que se volvió
inaplicable, es también a raíz de la represión; la formación de síntoma la liga psíquicamente, se
siente que falta algo que unifique los fragmentos. No es la represión la que crea la angustia, sino que
la angustia está primera, la angustia crea la represión. La represión defiende al sujeto del ataque de
la angustia. Volviendo al Seminario X de Lacan, el real y su lugar es aquel del que, con soporte del
signo de la barra, puede inscribirse la operación de la división. En el proceso de subjetivación es en el
lugar del Otro, bajo las especies primarias del significante, que el sujeto tiene que constituirse, en el
lugar del Otro y sobre lo dado de ese tesoro del significante ya constituido en el Otro. Es con relación
al tesoro del significante que es donde debe situarse, que desde ahora lo espera, que el sujeto, es en
el nivel mítico que todavía no existe sino partiendo de significante (que le es anterior) que el sujeto
hace una primera operación interrogativa: en A ¿cuántas veces S? A está marcada por esa
interrogación, aparece como diferencia en A respuesta y A dado, algo que es el resto, lo irreductible
del sujeto, el objeto “a”. El objeto “a” es lo que resta de irreductible en la operación del
advenimiento del sujeto en el lugar del Otro y tomará su función.
Relación del objeto “a” con S. El objeto “a” es lo que representa a S de manera real e irreductible
en la operación del advenimiento, a sobre S, cierra la operación de la división, porque A es algo que
está fuera del común denominador entre el objeto a y S. $ es a sobre S.
Ese resto, que es el objeto a, es caída de la operación subjetiva. Aquí se reconoce el objeto
perdido, el cual se encuentra por una parte en el deseo y por la otra en la angustia. Primero aparece
en la angustia y luego en el deseo.
Aquí hay una X que solo podemos nombrar retroactivamente, esto es el acceso al Otro, el
designio en el cual el sujeto tiene que plantearse. Este es el nivel de la angustia en la medida en que
es constitutivo de la operación de la función “a”, en tercer término aparece $ como sujeto del deseo.
Angustia y objeto son llevados al primer plano, uno a expensas del otro término, pero también se
designa, se denuncia el vínculo radical de la angustia con ese objeto en tanto este cae. Así alcanza su
función decisiva de resto de sujeto, el sujeto como real.
En la angustia el sujeto está interesado en lo más íntimo de sí mismo. Es del lado de lo real que
hay que buscar la angustia como lo que no engaña.
Cuadro de la división significante del sujeto: (BUSCAR)
En este cuadro se nota la posición de eso a lo que apunta la angustia en lo real, y con relación a lo
cual ella se presenta como señal. La X de un sujeto primitivo va hacia su adversario, su advenimiento
como sujeto; esa relación A sobre S, A según la figura de una división, de un sujeto S con relación al A
del Otro; es por vía del otro que el sujeto debe realizarse.
Este sujeto, en el nivel mítico (S), es el “sujeto del goce”. La angustia tiene una función media
entre el goce y el deseo.
El goce solo conocerá al Otro, A, por medio del resto, objeto “a”; desde este momento es cuando
no hay manera de operar con lo que resta, y lo que surge en el inferior es el advenimiento del $, en
cuanto implicado en el fantasma, es uno de los términos que constituyen el soporte del deseo.
El objeto “a” tomaría una función de metáfora (es sustituir un elemento por otro) del sujeto del
goce. Pero resulta que el objeto “a” se resiste a la asimilación a la función del significante. Este es el
motivo por el cual el objeto “a” simboliza lo que, en la esfera del significante, siempre se presenta
como perdido, como lo que se pierde para la significación. El objeto “a” (el desecho) constituye el
fundamento como tal del sujeto deseante, no del sujeto del goce, sino del sujeto en tanto que por la
vía de su búsqueda en tanto que goza, que no es búsqueda de su goce sino un querer entrar ese goce
en el lugar del Otro como lugar del significante, por esa vía el sujeto se precipita, se anticipa como
deseante.
Esta precipitación es en el sentido de que ella aborda, de este lado de su realización, la abertura
del deseo al goce: aquí se sitúa la angustia.
La angustia, dice Freud, es una señal ante algo. Lacan se preguntará qué es este algo. Angustia es
tiempo de vacilación, intervalo, ante lo cual todas las categorías y palabras, todos los ideales del
sujeto, fallan. Este algo es el objeto de la angustia. Funciona como señal. Es del orden de lo real. El
objeto “a” es ese algo. Es por el lado de la angustia que lo real se hace presente como un estado
afectivo. La angustia busca la simbolización, cuando aparece deja paralizado al sujeto. La angustia
deja pasivo al sujeto porque lo paraliza, pero también es activo en el sentido que ejerce una
presencia. La angustia está presente en el yo, nos deja frente al narcisismo.
Con respecto a la noción de trauma, Freud en Moisés y la religión monoteísta (1940) dice que los
traumas son las impresiones recibidas en épocas tempranas y luego olvidadas. Los traumas
pertenecen a la temprana infancia. Los traumas son: o fenómenos ocurridos en el propio cuerpo o
percepciones sensoriales, acontecimientos o impresiones.
Las acciones de los traumas son de dos clases: positivas o negativas. Las positivas son los
esfuerzos que el trauma vuelve a realizar para recordar el suceso olvidado; para volverlo a vivir. Esto
se llama fijación sobre el trauma y coacción para la repetición. Pueden ser absorbidas por el Yo y
transformadas en tendencias permanentes, pero su origen ha sido olvidado.
En cuanto a las reacciones negativas, estas tienen el fin de no recordar, no revivir el trauma
olvidado. Son reacciones de defensa. Su expresión son los olvidos, que al exaltarse se transforman en
inhibiciones o trabas y fobias. También intervienen para formar el carácter.
Por lo tanto el trauma infantil, si bien no recordado aparece en la vida adulta como acto, en esto
consta la repetición. Freud dice que la repetición es repetición del trauma. Desde un punto
lacaniano, se puede decir que ese trauma infantil está íntimamente vinculado con la noción de real,
ya que para Lacan la repetición repite un encuentro fallido con lo real.
Lacan define, entonces, a la repetición como “encuentro fallido con lo real”, ese “real” está allí
pero no se lo encuentra porque escapa. Eso es lo que la repetición busca repetir: lo que siempre
escapa. La repetición, si bien opera al margen de la función del significante, está apuntalada por él;
es decir que por más que se repita, jamás se alcanza la identidad de percepción entre el objeto y el
que reaparece en la repetición. La repetición se produce en un reencuentro con lo real, este
reencuentro resulta siempre fallido porque el significante apuntala una diferencia, una falta de
identidad con lo real. Este es un significante aislado, absoluto, que evita la simbolización o
imaginarización de lo real, dejando en una total ambigüedad el sentido del reencuentro.
La repetición traumática tiene la función económica de hacer surgir la angustia que faltó cuando
debía haber funcionado como defensa contra lo real. Buscando la angustia no se busca el placer, sino
que eso implica la división del sujeto.
El goce se encuentra fuera de la cadena significante, es algo displacentero. Este es el motivo por el
cual aparece la señal de angustia ante el goce. A partir de la señal de angustia se trata de restituir la
tensión a un estado constante.
Lo real se refiere a aquello que la palabra no puede nombrar: la cosa, que no tiene representación
imaginaria. Lo real permanece excluido, no del inconsciente sino de lo simbólico. Lo real no es lo que
existía antes de lo simbólico, o lo que existiría si no existiese lo simbólico. El sujeto solo se mueve en
el campo de la significación de lo real producida por la combinatoria significante. Lo real es el resto.
El encuentro con lo real es siempre fallido, enigma. Lo real escapa a la significación.

Aspectos en torno a lo siniestro. El sujeto frente a su muerte


(FREUD: “Lo Siniestro” 1919).

Freud empieza su artículo proponiendo una primera aproximación al término ominoso (siniestro),
y dos pasos a seguir para su estudio.
Lo ominoso pertenece al orden de lo terrorífico, de lo que excita angustia y horror, aunque cabe
matizar y dentro de lo angustiante hay que diferenciar lo ominoso.
Plantea dos caminos a seguir, el primero de los cuales es destacado por Lacan en el seminario
sobre La Angustia. Freud empieza su investigación con un profundo estudio del término lingüístico,
con la intención de pesquisar el significado que el desarrollo de la lengua ha ido sedimentando en la
palabra ominoso. En segundo lugar, propone agrupar todo aquello que en personas, cosas,
impresiones sensoriales, vivencias, situaciones, etc., despierta en nosotros el sentimiento de lo
ominoso, dilucidando lo común en todos los casos para ver el carácter oculto. En este punto, ya nos
adelanta que ambos caminos llevan a ver en lo ominoso aquella variedad de lo terrorífico que se
remonta a lo consabido de antiguo, a lo familiar desde hace tiempo. De ahí surge la pregunta punto
de partida del que arranca el texto: ¿Cómo lo familiar deviene siniestro?
Entramos pues en el primer punto del texto. Lo Unheimlich es lo opuesto a Heimlich (íntimo),
Heimisch (doméstico) y vertraut (familiar). Así pues, lo Unheimlich no es ni consabido ni familiar.
Ahora bien, lo novedoso y lo no familiar, no siempre es terrorífico. Sólo se puede decir que lo nuevo
se vuelve fácilmente terrorífico. Algo de lo novedoso es ominoso pero no todo. A lo no familiar, hay
que agregarle algo que lo vuelva ominoso. Este es el punto en el que se detiene Jentsch, que para
hablar de lo ominoso remite a la incertidumbre intelectual. Freud irá más allá de esta relación entre
lo nuevo y lo ominoso. En alemán, ya aparece que Heimlich no es unívoca, sino que tiene dos
significados distintos, y uno de ellos coincide con Unheimlich. Heimlich remite por un lado a casa, y
por otro a lo clandestino, oculto. Éste último es un significado compartido también por Unheimlich,
así que sólo se opone a Heimlich en un significado: casa.
Freud introduce aquí la definición que da Schelling de lo ominoso: Unheimlich es todo lo que
estando destinado a permanecer oculto, secreto, ha salido a la luz.
Heimlich ha desarrollado su significado siguiendo la ambivalencia hasta coincidir con su opuesto
Unheimlich, y convirtiéndose éste último en una variedad del primero. Así pues, sólo con el estudio
de la palabra ya se puede entrever el contenido de ominoso, a saber, algo relacionado con lo familiar
y lo oculto.
En el punto dos, Freud hace un recorrido por personas, cosas, impresiones, procesos y
situaciones, capaces de despertarnos con particular intensidad el sentimiento de lo ominoso. Aquí
aparece como ejemplo el cuento de E.T.A Hoffmann "El hombre de la arena". Jentsch lo cita como
ejemplo del sentimiento que provoca "la duda sobre si en verdad es animado un ser en apariencia
vivo, y a la inversa, si no puede tener alma cierta cosa inerte", haciendo clara alusión a la figura de
Olimpia. Freud sin embargo, destaca más el personaje del Hombre de la arena que arranca los ojos a
los niños. Nataniel queda dominado por la angustia ante esa figura, e identifica a Coppelius como el
Hombre de la arena. Aquí el autor ya nos introduce cierto malestar ante la primera duda: ¿está
refiriéndose al delirio de un niño angustiado o algo real dentro del universo figurativo del relato? Sea
como sea, como desenlace de esa primera escena del padre y Coppelius, el niño acaba desmayado y
sufriendo una larga enfermedad.
Así pues, Freud sitúa como primer motivo de sentimiento ominoso el miedo a ser despojado de
los ojos y en segundo lugar la figura de Olimpia. El autor juega con nosotros manteniéndonos entre lo
real y la fantasía, e "intentando hacernos mirar por las gafas o prismáticos del óptico demoníaco". El
cuento deja claro que Coppola es Coppelius y por tanto el Hombre de la arena.
Freud se desmarca de la aproximación más racionalista a la que hacía alusión anteriormente y que
alega la incertidumbre intelectual como base de lo ominoso, para entrar en la aproximación más
psicoanalítica. El miedo a perder los ojos es una angustia infantil que a menudo pervive en algunos
adultos. En la misma línea habla de expresiones como "la niña de mis ojos" tan comunes en lo
cotidiano, y que confirman también que este miedo no es más que un sustitutivo de la angustia de
castración. En este punto, nos pone como ejemplo a Edipo con su particular forma de castración, a
saber, arrancándose los ojos. En este sentido alude a que el ojo se encuentra asociado al miembro
masculino en algunos contenidos oníricos, en fantasías o en mitos, y a que la amenaza de pérdida del
miembro masculino introduce un sentimiento intenso y oscuro que presta su eco a la representación
de perder otros órganos. No hay que olvidar la importancia del complejo de castración en la vida del
neurótico, que tan evidenciado queda en el trabajo de análisis. Además en el caso que nos ocupa, el
de Nataniel, la angustia entorno a los ojos entra en relación directa con la muerte del padre. El
Hombre de la arena, se presenta como un perturbador del amor, como el padre temido de quien se
espera la castración. Freud nos explica la fragmentación del imago-padre en este caso, a causa de la
ambivalencia, entre el padre y Coppelius. Por un lado éste último amenaza con dejarlo ciego, con la
castración, y por el otro el padre bueno lo salva. El deseo de muerte del padre malo haya su
figuración en la muerte del padre bueno, que es imputada a Coppelius. Más adelante se dará la
misma ambivalencia entre el óptico Coppola y Spalanzani, el padre de Olimpia. Añade también una
equivalencia entre Olimpia y Nataniel, ya que en la primera escena, siente como si Coppelius
descoyuntara sus miembros como si de un muñeco se tratara. Este rasgo que se sale del relato del
hombre de la arena, introduce otro equivalente de la castración, identifica a Coppelius con
Spalanzani y prepara para la interpretación de Olimpia. Ésta pasará a representar la actitud femenina
de Nataniel hacia su padre durante la primera infancia, quedando como un complejo desprendido
del protagonista, que le sale al paso como persona. El sometimiento a ese complejo se ve en el amor
que siente por ella, que no deja de ser un amor narcisista que le permite enajenarse del objeto real
de amor.
Como conclusión podemos decir que lo ominoso en el cuento del "Hombre de la arena",
reconduce a la angustia del complejo infantil de castración. Por otro lado, la fuente del sentimiento
de angustia que despierta el caso de la muñeca viva, no sería tanto por esta angustia infantil, sino por
un deseo o creencia infantil que suele repetirse y que es precisamente este, el de desear o creer que
algunas muñecas o juguetes tienen vida propia.
A continuación, Freud entra a analizar el tema de los dobles como causa del sentimiento de lo
siniestro, y pone como ejemplo otro cuento de Hoffmann "Los elixires del diablo". La presencia de los
dobles puede darse bajo muchas formas. Por presentar un idéntico aspecto, por sensación de
telepatía, por identificación total a otra persona llegando a confundir el propio yo. Se trata de una
duplicación, división, permutación del yo, que remite a otro sentimiento causante de lo siniestro que
sería el permanente retorno de lo igual, o dicho de otro modo, a la repetición. En este punto, cita los
estudios de O.Rank, que hablan de un primer doble que se hallaría en la creencia en un alma
inmortal, que no deja de ser la búsqueda de una seguridad contra el sepultamiento del yo, un intento
de desmentida de la muerte. Así mismo, vemos en el lenguaje onírico la representación de la
castración mediante la duplicación o multiplicación del símbolo genital, y en el arte primitivo se
representa al muerto en materiales imperecedero. Hasta aquí hemos tratado representaciones que
se sustentan sobre un narcisismo primario (niño-primitivo). Una vez superado, el doble cambia y, de
ser un seguro de supervivencia, pasa a devenir lo ominoso anunciador de la muerte. En otros
estadios del desarrollo del yo, el doble puede devenir parte escindida del mismo y contraponerse
como conciencia moral, como una instancia crítica del propio yo, que trata como objeto al resto del
yo. Así se introduce un nuevo contenido al doble, a saber, "todo aquello que aparece ante la
autocrítica como perteneciente al viejo narcisismo superado de la época primordial". Incluye
también todo lo incumplido, aspiraciones, decisiones voluntarias sofocadas que dan ilusión de libre
albedrío, etc. Por todo ello, el doble tiene un alto grado de ominoso adherido a él, aunque nada de
sus contenidos puede explicar el empeño defensivo que lo expulsa fuera del yo como algo ajeno, y
por eso sólo queda decir que el doble es una formación oriunda de las épocas primordiales del alma
ya superadas que deviene terrorífico. A partir de este estudio del doble, Freud apunta otras
perturbaciones del yo utilizadas por Hoffmann, que retrocede hasta momentos del desarrollo del yo
en las que éste no se distingue claramente ni del exterior ni del otro.
Por ejemplo, el ya citado movimiento de repetición de lo igual. Freud se pone como ejemplo en
un episodio en que perdido por una pequeña ciudad italiana pasa tres veces por la misma calle, por
cierto parece ser sede de muchas prostitutas. Estas repeticiones no deliberadas, vuelven ominosas
experiencias de algo que en sí no lo es, convirtiéndolo en fatal cuando de ordinario hubiéramos
creído que se trataba de una simple casualidad. Freud remite a la compulsión de repetición
inconsciente para explicar este fenómeno. Dicha compulsión remite a su vez al funcionamiento de las
pulsiones y tiene suficiente fuerza para doblegar al Principio del placer. Así, se siente como ominoso
aquello que recuerda a esa compulsión de repetición.
Otro ejemplo de algo que provoca el sentimiento de lo ominoso, lo pone citando el caso del
Hombre de las ratas, y de hecho lo nombra con una expresión del mismo paciente. Se trata de la
omnipotencia de pensamiento. En su historia, el hombre de las ratas acude a un balneario, y como
no puede alojarse en su habitación preferida por estar ésta ocupada por un anciano, le desea
mentalmente la muerte, que acontece al cabo de 14 días, estableciendo una conexión entre su
pensamiento y lo hecho sucedido en la realidad.
Un caso más, sería el del tan conocido "mal de ojo", que hace referencia a que quien tiene algo
valioso y frágil, tiene miedo a la envidia de otros, pues les proyecta lo que él habría sentido en caso
contrario, y esto se manifiesta por la mirada aunque trate de ocultarse de palabra. Se teme el
propósito de hacer daño y se supone que éste tiene la fuerza de realizarse.
El animismo ancestral también puede aparecer bajo algunos de los casos que nos producen
sentimiento de siniestro. El llenar el universo de espíritus humanos por una sobrestimación
narcisista, tiene su equivalente en el desarrollo individual que deja huellas en nosotros, y que suscita
la experiencia de lo ominoso cuando algo toca una de esas huellas o restos: "Lo ominoso cumple la
condición de tocar estos restos de actividad animista e incitar su externalización".
A continuación llegamos a dos importantes señalamientos a modo de conclusión de este segundo
punto. En primer lugar Freud nos aclara que partimos de la base de que la represión produce
angustia, es decir, nos encontramos en la primera teoría sobre la angustia en Freud. En algunos
casos, lo angustioso es algo reprimido que retorna, y esta variedad de lo angustioso, es lo ominoso.
No importa si en su origen el contenido de esto reprimido era angustioso o no, sino que angustia
precisamente por retornar de lo reprimido. En segundo lugar, añade que esto explica el paso de
Heimlich a Unheimlich, algo familiar antiguamente, que se vuelve ajeno por el proceso de represión.
Viene aquí de nuevo como anillo al dedo, la definición de Schelling de lo ominoso como aquello que
debiendo permanecer oculto, sale a la luz. Algunos ejemplos de estos dos puntos los encontramos
sobretodo alrededor de la muerte, los muertos, cadáveres, etc. Tras todos ellos suele haber a la
angustia primitiva de ver al muerto como un enemigo del superviviente que quiere llevárselo al otro
lado con él. Por efecto de la represión, todo esto ha mutado en la pérdida de esta creencia y en una
actitud de piedad ante el muerto. De entre los otros ejemplos, malas intenciones que se llevan a
cabo con fuerzas particulares, miembros seccionados con vida propia, hay algunos que me gustaría
destacar. En primer lugar el sentimiento ominoso despertado por la epilepsia o la locura en el lego,
que ve aparecer fuerzas que no sospechaba para nada en el otro, pero que siente como escondidas
en sí mismo en algún lugar. Según Freud, esto explicaría de algún modo que ante algunos ojos, el
psicoanálisis pueda aparecer ominoso, ya que se ocupa de poner al descubierto tales fuerza secretas.
El miedo a ser enterrado vivo, remite según Freud a la fantasía de vivir en el seno materno, la falta de
límites entre realidad y fantasía nos lleva de nuevo al mundo infantil, etc. Finalmente Freud nos
habla de la angustia que sienten algunos hombres neuróticos ante la visión de los genitales
femeninos, y aquí encuentra el colofón perfecto a todo su desarrollo sobre el término Unheimlich, ya
que el sentimiento ominoso en este caso, remite a que representan la puerta al lugar en que cada
cual ha morado al comienzo. Es por tanto, lo ominoso que otrora fue doméstico, lo familiar de
antiguo. Queda pues claro para Freud, que el un de Unheimlich, es la marca de la represión.
En el punto tercero de su artículo, Freud desmonta uno por uno los ejemplos puestos hasta ahora,
aludiendo a que, si bien partimos de la definición de lo ominoso como lo familiar que ha
experimentado el efecto de la represión y retorna desde ella, no se puede invertir la afirmación y
decir que todo lo que vuelve de lo reprimido causa el efecto de lo ominoso. Hace falta que se den
más condiciones, y empieza por apuntar a algo del orden del peligro, haciendo referencia a las
angustias infantiles que persisten en muchos casos, ante la oscuridad, la calma, la soledad. Para
desarrollar este tercer punto analiza las particularidades de lo ominoso en el vivenciar y en la ficción.
Lo ominoso del vivenciar es reconducible a lo reprimido familiar. En primer lugar, por lo que hace
referencia a la omnipotencia de pensamiento, al cumplimiento de deseos, y otros, vuelve a mirar
hacia los ancestros y sus creencias. Según él, hemos superado ya esas creencias pero no estando del
todo seguros cuando algo ocurre que puede leerse desde ese prisma, nos despierta ese sentimiento
de lo ominoso. Se trata simplemente de un examen de la realidad material. Como ejemplo de esto,
vuelve a citar una experiencia propia ante su imagen en el espejo 11. En segundo lugar,
encontraríamos complejos infantiles reprimidos como explicación a algunos fenómenos que cubren
el complejo de castración, las fantasías de vivir en el seno materno, etc., aunque sean menos
frecuentes las vivencias objetivas que despierten esta segunda clasificación.
Así pues, lo ominoso en el vivenciar se produce cuando complejos infantiles reprimidos son
reanimados por una impresión, o cuando parece reafirmarse convicciones primitivas superadas. A los
dos tipos les uniría que las convicciones primitivas tienen su raíz en los complejos infantiles.
Lo ominoso de la ficción. Hace falta que el autor se ubique en apariencia en el plano de la realidad
cotidiana, y así aceptar las condiciones para el génesis del sentimiento ominoso. Cosas que en la vida
real provocarían ese sentimiento, y que además el autor puede acrecentar. Hay pues un engaño. El
autor se sale de la realidad. Ahora bien, esto nos dejaría con una sensación de insatisfacción si no
usara otros recursos como el posponer un final, etc. Si el autor logra el éxito en su empresa puede ir
más allá del sentimiento de lo siniestro en el vivenciar.
A modo de conclusión, Freud nos indica que es más resistente lo ominoso producido por la
represión que el producido por lo superado, ya que éste puede perder efecto en las realidades
ficticias. Además cabe destacar que mientras en el vivenciar somos pasivos ante lo que nos ocurre,
en la ficción, el autor nos dirige y puede provocar los más diversos efectos con un mismo material. En
realidad, todo dependerá del lugar en el que nos coloque como lectores.

(PROFESOR OMAR: Freud: “lo siniestro”; articulado con “el hombre de arena” de Hoffman).

- El horror, a veces, es motivo de fascinación.


- Se trata de un niño con una cuestión traumática: asocia a un amigo del padre con el hombre de
arena.
- Estructura del relato: lleva a encontrar posiciones parecidas: padre-Spalanzani; Coppelius-
Coppola; madre/Clara-Olimpia
- Olimpia era una muñeca de quien él se enamora
- Freud investiga el origen de la palabra (siniestro) y encuentra dos raíces: una que tiene que ver
con lo conocido, la morada, y la otra con lo extraño. Le llaman la atención los conceptos contra-
opuestos en donde lo más familiar se vuelve lo más extraño. Esto se da en el Edipo.
- El onanismo genera la amenaza de que eso no corresponde, entonces tiene miedo a perderlo y
organiza lo que siente y lo que puede o no hacer el objetivo de la castración es el cambio de
objeto: se desplaza ese amor a otras mujeres.
- En las nenas: para que cambie del objeto madre al objeto padre tiene que pasar por la
experiencia de su cuerpo en sus primeros años y hay también hacer un pasaje del clítoris a la
vagina. Cuando descubre el complejo de castración no siente que vaya a perder algo (como
siente el varón) sino que no lo tiene. A raíz de esto, se enoja con la madre porque no le ha dado
lo que otros tienen (“envidia del pene”). Se siente en falta, por eso empieza a buscar el falo.
- En la mujer, la ligazón con la madre es más extensa y el corte es difícil y más complejo.
- Luego del complejo de castración, podemos pensar 3 orientaciones:
1. Renuncia a la sexualidad
2. Elección de objeto homosexual
3. La configuración femenina (pasar por el Edipo, rivalidad con la madre)
- La madre es activa en tanto que baña y le organiza el cuerpo; y la nena en un primer momento
pasiva (mientras la madre le organiza el cuerpo) y luego activa, ya que el hecho de que su cuerpo
sea tocado, la lleva a las actividades de onanismo.
- Hay dos fenómenos: primero, la nena tiene una ligazón intensa con la madre, pero esto es solo
hasta que aparece el padre, y cuando esto sucede le demuestra a la madre que puede amar al
padre y no a ella (triangulación edípica).
- En el caso del adulto mayor, no marca como fue esa relación con su madre. Por más que siempre
esté la queja en el neurótico y la idealización a los padres, hay muchas formas en las que el
sujeto puede haber vivo su relación con ellos; por ejemplo, la madre puede ser mencionada
como el problema o con una amistad.

UNIDAD 4
Temporalidad y metamorfosis. El porvenir. La caducidad y la pérdida del
objeto.
(Freud,Sigmund: “La transitoriedad” 1916)

Hace algún tiempo, en compañía de un amigo taciturno y de un poeta joven, pero ya famoso, salí
de paseo, en verano, por una riente campiña. El poeta admiraba la hermosura de la naturaleza que
nos circundaba, pero sin regocijarse con ella. Lo preocupaba la idea de que toda esa belleza estaba
destinada a desaparecer, que en el invierno moriría, como toda belleza humana y todo lo hermoso y
lo noble que los hombres crearon o podrían crear. Todo eso que de lo contrario habría amado y
admirado le parecía carente de valor por la transitoriedad a que estaba condenado.
Sabemos que de esa caducidad de lo bello y perfecto pueden derivarse dos diversas mociones del
alma. Una lleva al dolorido hastío del mundo, como en el caso de nuestro joven poeta, y la otra a la
revuelta contra esa facticidad aseverada. ¡No, es imposible que todas esas excelencias de la
naturaleza y del arte, el mundo de nuestras sensaciones y el mundo exterior, estén destinados a
perderse realmente en la nada! Sería demasiado disparatado e impío creerlo. Tienen que poder
perdurar de alguna manera, sustraerse de todas las influencias destructoras.
Empero, esta exigencia de eternidad deja traslucir demasiado que es un producto de nuestra vida
desiderativa como para reclamar un valor de realidad. También lo doloroso puede ser verdadero. Yo
no me decidí a poner en duda la universal transitoriedad ni a exigir una excepción a favor de lo
hermoso y lo perfecto. Pero le discutí al poeta pesimista que la transitoriedad de lo bello conllevara
su desvalorización.
¡Al contrario, un aumento del valor! El valor de la transitoriedad es el de la escasez en el tiempo.
La restricción en la posibilidad del goce lo torna más apreciable. Declaré incomprensible que la idea
de la transitoriedad de lo bello hubiera de empañarnos su contento. En lo que atañe a la hermosura
de la naturaleza, tras cada destrucción por el invierno ella vuelve al año siguiente, y ese retorno
puede definirse como eterno en proporción al lapso que dura nuestra vida. A la hermosura del
cuerpo y del rostro humano la vemos desaparecer para siempre dentro de nuestra propia vida
(relación con lo que dice Obiols sobre “eterna juventud” y el hecho de no querer llegar a la adultez y
la vergüenza que se expresa al llegar a la vejez, etc.), pero esa brevedad agrega a sus encantos uno
nuevo. Si hay una flor que se abre una única noche, no por eso su florescencia nos parece menos
esplendente. Y en cuanto a que la belleza y la perfección de la obra de arte y del logro intelectual
hubieran de desvalorizarse por su limitación temporal, tampoco podía yo comprenderlo.
El valor de todo eso bello y perfecto que posee la Tierra, estaría determinado únicamente por su
significación para nuestra vida sensitiva; no hace falta que la Tierra sobreviva para dar cuenta de su
hermosura.
Yo juzgaba incontrastables estas reflexiones, pero observé que no habían hecho impresión
ninguna al poeta ni a mi amigo. De este fracaso inferí la injerencia de un fuerte factor afectivo que les
enturbiaba el juicio, y más tarde hasta creí haberlo descubierto. Tiene que haber sido la revuelta
anímica contra el duelo la que les desvalorizó el goce de lo bello. La representación de que eso bello
era transitorio dio a los dos sensitivos un pregusto del duelo por su sepultamiento y, puesto que el
alma se aparta instintivamente de todo lo doloroso, sintieron menoscabado su goce de lo bello por la
idea de su transitoriedad.
El duelo por la pérdida de algo que hemos amado o admirado parece al profano tan natural que lo
considera obvio.
Nos representamos así la situación: poseemos un cierto grado de capacidad de amor, llamada
libido, que en los comienzos del desarrollo se había dirigido sobre el yo propio. Más tarde, pero en
verdad desde muy temprano, se extraña del yo y se vuelve a los objetos, que de tal suerte
incorporamos a nuestro yo. Si los objetos son destruidos o si los perdemos, nuestra capacidad de
amor (libido) queda de nuevo libre. Puede tomar otros objetos como sustitutos o volver
temporariamente al yo. Ahora bien, ¿Por qué este desasimiento de la libido de sus objetos habría de
ser un proceso tan doloroso? No lo comprendemos, ni por el momento podemos deducirlo de
ningún supuesto. Solo vemos que la libido se aferra a sus objetos y no quiere abandonar los perdidos
aunque el sustituto ya esté aguardando. Eso, entonces, es el duelo.
La conversación con el poeta tuvo lugar en el verano anterior a la guerra. Un año después estalló
esta y robó al mundo sus bellezas. No solo destruyó la hermosura de las comarcas que la tuvieron
por teatro y las obras de arte que rozó su camino; quebrantó también el orgullo que sentíamos por
los logros de nuestra cultura, nuestro respeto hacia tantos pensadores y artistas, nuestra esperanza
en que finalmente superaríamos las diferencias entre pueblos y razas. Ensució la majestuosa
imparcialidad de nuestra ciencia, puso al descubierto nuestra vida pulsional en su desnudez,
desencadenó en nuestro interior los malos espíritus que creíamos sojuzgados duraderamente por la
educación que durante siglos nos impartieron los más nobles de nosotros. Empequeñeció de nuevo
nuestra patria e hizo que el resto de la Tierra fuera otra vez ancho y ajeno. Nos arrebató harto de lo
que habíamos amado y nos mostró la caducidad de muchas cosas que habíamos juzgado
permanentes.
No es maravilla que nuestra libido, así empobrecida de objetos, haya investido con intensidad
tanto mayor lo que nos ha quedado, ni que hayan crecido de súbito el amor a la patria, la ternura
hacia nuestros allegados y el orgullo por lo que tenemos en común. Pero aquellos otros bienes, ahora
perdidos ¿se nos han desvalorizado realmente porque demostraron ser tan perecederos y tan
frágiles? Entre nosotros, a muchos les parece que así, pero yo, en cambio, creo que están
equivocados. Creo que quienes tal piensan y se muestran dispuestos a una renuncia perenne porque
lo apreciado no acreditó su perturbabilidad se encuentran simplemente en estado de duelo por la
pérdida. Sabemos que el duelo, por doloroso que pueda ser, expira de manera espontánea. Cuando
acaba de renunciar a todo lo perdido, se ha devorado también a sí mismo, y entonces nuestra libido
queda de nuevo libre para, si todavía somos jóvenes y capaces de vida, sustituirnos los objetos
perdidos por otros nuevos que sean, en lo posible, tanto o más apreciables. Cabe esperar que con las
pérdidas de esta guerra no suceda de otro modo. Con solo que se supere el duelo, se probará que
nuestro alto aprecio por los bienes de la cultura no ha sufrido menoscabo por la experiencia de su
fragilidad. Lo construiremos todo de nuevo, todo lo que la guerra ha destruido, y quizá sobre un
fundamento mas solido y mas duraderamente que antes.

Longevidad y calidad de vida: ¿lo fecundo? Los adultos má s mayores.


(FREUD, SIGMUND: “Carta a Romain Rolland: Trastorno de la memoria en la Acrópolis” 1935).

Mi querido amigo:
Perentoriamente invitado a contribuir con algún escrito mío a la celebración de su septuagésimo
cumpleaños, durante largo tiempo me he esforzado por hallar algo que pudiera ser, en algún sentido,
digno de usted y que atinara a expresar mi admiración por su amor a la verdad, por el coraje de sus
creencias, por su afección y devoción hacia la humanidad.Mas fue en vano; yo soy diez años más
viejo que usted, y mi capacidad de producción está agotada. Lo único que finalmente puedo
ofrecerle es el regalo de un venido a menos que «ha visto una vez días mejores».
Usted sabe que mi labor científica tuvo por objeto aclarar las manifestaciones singulares,
anormales o patológicas de la mente humana. Comencé por intentarlo en mi propia persona, luego
en los demás, y finalmente, en la totalidad de la raza humana. En el curso de los últimos años surgió
reiteradamente en mi recuerdo uno de esos fenómenos que hace una generación, en 1904,
experimenté en mí mismo y que nunca llegué a comprender. Al principio no atiné a explicarme el
motivo de la recurrencia, pero finalmente me resolví a analizar el pequeño incidente, y aquí le
comunico el resultado de tal estudio. Al hacerlo debo rogarle, naturalmente, que no preste a ciertos
datos de mi vida personal una atención mayor de la que en otras circunstancias merecerían.
Cada año, hacia fines de agosto o primeros de septiembre, solía yo emprender con mi hermano
menor (10 años menor, como Rolland) un viaje de vacaciones que duraba varias semanas y que nos
llevaba a Roma, a otra región de Italia o hacia alguna parte de la costa mediterránea. En ese año
particular mi hermano me comunicó que sus negocios no le permitirían una ausencia prolongada,
que sólo podría disponer de una semana y que tendríamos que abreviar nuestro viaje. Así, decidimos
dirigirnos, pasando por Trieste, a la isla de Corfú, para permanecer allí los pocos días de nuestras
vacaciones.
En Trieste mi hermano visitó a un amigo de negocios y yo lo acompañé. Nuestro amable huésped
nos preguntó acerca de los planes de viaje que teníamos, y oyendo que pensábamos ir a Corfú, trató
de disuadirnos: « ¿Qué los lleva a ir allí en esta época del año? Será mucho mejor que vayan a
Atenas. El vapor del Lloyd parte esta misma tarde; tendrán tres días para visitar la ciudad y los
recogerá en el viaje de vuelta. Eso sí merece la pena y será mucho más agradable.»
Al dejar a nuestro amigo triestino nos encontrábamos ambos de extraño mal humor. Discurrimos
el plan que nos había propuesto, lo encontramos completamente impracticable y sólo vimos
dificultades en su ejecución; también estábamos convencidos de que sin pasaportes no podríamos
desembarcar en Grecia. Pasamos las horas hasta la apertura de las oficinas del Lloyd recorriendo la
ciudad, descontentos e indecisos. Pero cuando llegó el momento nos acercamos a la ventanilla y
compramos pasajes para Atenas como algo natural, sin preocuparnos en lo mínimo por las supuestas
dificultades y hasta sin haber comentado entre nosotros las razones de nuestra decisión. Tal
conducta resultaba a todas luces enigmática. Más tarde reconocimos haber aceptado
inmediatamente y de buen grado la sugerencia de ir a Atenas en lugar de Corfú. ¿Por qué entonces
habíamos pasado el intervalo hasta la apertura de las oficinas de tan mal humor, imaginándonos sólo
obstáculos y dificultades?
Cuando finalmente, la tarde de nuestra llegada me encontré parado en la Acrópolis, abarcando el
paisaje con la mirada, vínome de pronto el siguiente pensamiento, harto extraño: « ¡De modo que
todo esto realmente existe tal como lo hemos aprendido en el colegio!». Para describir la situación
con mayor exactitud, la persona que expresaba esa observación se apartaba, mucho más
agudamente de lo que generalmente se advierte, de otra persona que percibía dicha observación, y
ambas se sentían sorprendidas, aunque no por el mismo motivo. La primera se conducía como si,
bajo el impacto de una observación incuestionable, se viera obligada a creer en algo cuya realidad
habíase parecido hasta entonces dudosa. La segunda persona, en cambio, sentíase justificadamente
sorprendida, porque nunca se le había ocurrido que la existencia real de Atenas, de la Acrópolis y del
paisaje circundante pudiera ser jamás objeto de duda. Esperaba oír más bien expresiones de encanto
o de admiración.
Sería ahora fácil argumentar que el extraño pensamiento que se me ocurrió en la Acrópolis sólo
estaría destinado a destacar el hecho de que ver algo con los propios ojos es cosa muy distinta que
oír o leer al respecto. Aun así, empero, nos encontraríamos con un disfraz harto singular de un lugar
común carente de interés. También podríase sostener que, si bien es cierto que siendo estudiante
creí estar convencido de la realidad de Atenas y de su historia, dicha ocurrencia en la Acrópolis me
demostró que en el inconsciente no creí tal cosa y que sólo ahora, en Atenas, habría llegado a
adquirir una convicción «extendida también al inconsciente». Semejante explicación suena muy
profunda; pero es más fácil sustentarla que demostrarla; además, sería fácil rebatirla teóricamente.
No; yo creo que ambos fenómenos -la desazón en Trieste y la ocurrencia en la Acrópolis- están
íntimamente vinculados. El primero de ellos es más fácilmente inteligible y nos ayudará a explicar el
segundo.
La experiencia de Trieste también es, según advierto, sólo una expresión de incredulidad. «
¿Llegaremos a ver Atenas? Pero ¡si no es posible! ¡Será demasiado difícil!». La distimia acompañante
correspondería entonces a la desazón por la imposibilidad: «Pero ¡habría sido tan hermoso!» Y ahora
sabemos a qué atenernos. Trátase de uno de esos casos de «demasiado bueno para ser verdad» que
tan bien conocemos.
Una vez comprobado un fenómeno, la primera cuestión que surge se refiere a su causación.
Semejante incredulidad representa, sin duda, un intento de rechazar una parte de la realidad, pero
hay en él algo extraño. No nos asombraría lo más mínimo que tal intento se refiriese a una parte de
la realidad que amenazara producirnos displacer: nuestro mecanismo psíquico se halla adaptado
para tal objeto. Pero ¿a qué se debe semejante incredulidad frente a algo que promete, por el
contrario, procurarnos sumo placer? ¡He aquí una reacción realmente paradójica! Recuerdo, empero,
haberme referido cierta vez al caso similar de aquellas personas que «fracasan ante el éxito». Por
regla general, las gentes enferman ante la frustración, a consecuencia del incumplimiento de una
necesidad o un deseo de importancia vital. Pero en esos casos sucede precisamente lo contrario:
enferman o aún son completamente aniquilados, porque se les ha realizado un deseo poderosísimo.
Sucede simplemente que una frustración interior ha venido a ocupar la plaza de la exterior. Uno no
se permite a sí mismo la felicidad: la frustración interior le ordena aferrarse a la exterior. Pero ¿por
qué? Porque -así sucede en cierto número de casos- no nos atrevemos a esperar tales favores del
destino. En efecto, como ya hace tiempo sabemos, ese destino por el cual se espera ser tan
maltratado no es sino una materialización de nuestra conciencia, del severo superyo que llevamos
dentro y en el cual se ha condensado la instancia punitiva de nuestra niñez.
La circunstancia de que la parte de realidad que pretendíamos rechazar fuese, al principio, sólo
una posibilidad, determinó el carácter de nuestras reacciones inmediatas. Pero cuando nos
encontramos luego en la Acrópolis, la posibilidad se había convertido en realidad, y el mismo
escepticismo asumió entonces una expresión distinta, pero mucho más clara. Una versión no
deformada de la misma sería ésta: «Realmente, no habría creído posible que me fuese dado
contemplar a Atenas con mis propios ojos, como ahora lo hago». Si recuerdo el apasionado deseo de
viajar y de ver el mundo que me dominó en el colegio y posteriormente, no puedo asombrarme de
esa repercusión que tuvo en la Acrópolis, pues yo contaba entonces cuarenta y ocho años. No
pregunté a mi hermano menor si él también sentía algo parecido. Toda esa vivencia estaba dominada
por cierta fascinación que había interferido ya en Trieste nuestro intercambio de ideas.
Si he adivinado correctamente el sentido de mi ocurrencia en la Acrópolis, si ésta expresaba
realmente mi alborozada sorpresa por encontrarme en ese lugar, entonces surge la nueva cuestión
de por qué este sentido hubo de adoptar en la ocurrencia misma un disfraz tan deformado y tan
deformante.
Con todo, el contenido esencial de dicho pensamiento se conserva aún en la deformación: es el
de la incredulidad. «Según el testimonio de mis sentidos, me encuentro ahora en la Acrópolis, pero
no puedo creerlo». Sin embargo, esta incredulidad, esta duda acerca de una parte de la realidad, es
doblemente desplazada en su manifestación real: primero, es relegada al pasado; segundo, es
transportada de mi relación con la Acrópolis a la existencia misma de la Acrópolis. Así surge algo
equivalente a la afirmación de que en algún momento de mi pasado yo habría dudado de la
existencia real de la Acrópolis, cosa que mi memoria rechaza por incorrecto y aun como imposible.
Las dos deformaciones implican dos problemas independientes entre sí. Sin particularizar por el
momento en cuanto a la manera en que me vino la ocurrencia, quiero partir de la presunción de que
el factor original debe haber sido la sensación de que la situación contenía en ese momento algo
inverosímil e irreal. Dicha situación comprende mi persona, la Acrópolis y mi percepción de la misma.
No me es posible explicar esa duda, pues no puedo dudar, evidentemente, de mis impresiones
sensoriales de la Acrópolis. Recuerdo, empero, que en el pasado había dudado de algo que
precisamente tenía relación con esa localidad, y así se me ofrece el expediente de desplazar la duda
al pasado. Pero al hacerlo cambia el contenido de la duda. No recuerdo, simplemente, que en años
anteriores haya dudado de que llegara a verme jamás en la Acrópolis, sino que afirmo que en esa
época ni siquiera habría creído en la realidad de la Acrópolis. Es precisamente este resultado de la
deformación el que me lleva a concluir que la situación actual en la Acrópolis contenía un elemento
de duda de la realidad.Toda esa situación psíquica, aparentemente confusa y difícil de describir,
puede resolverse claramente aceptando que entonces, en la Acrópolis, tuve (o pude haber tenido)
por un momento la siguiente sensación: Lo que aquí veo no es real. Llámase a este fenómeno
«sensación de extrañamiento». Hice el intento de rechazar esa sensación, y lo logré a costa de un
pronunciamiento falso sobre el pasado.
Estas sensaciones o sentimientos de extrañamiento («desrealizamientos») se los describe como
«sensaciones», pero se trata evidentemente de procesos complejos, vinculados con determinados
contenidos y relacionados con decisiones relativas a esos mismos contenidos. Surgen con frecuencia
en ciertas enfermedades mentales; pero tampoco faltan en el hombre normal, a semejanza de las
alucinaciones, que también se encuentran ocasionalmente en el ser sano. Dichos fenómenos pueden
ser observados en dos formas: el sujeto siente que ya una parte de la realidad, ya una parte de sí
mismo, le es extraña. En el segundo caso hablamos de «despersonalizaciones», pero los
desrealizamientos y las despersonalizaciones están íntimamente vinculados entre sí.
Hay dos características generales de los fenómenos de extrañamiento o desrealizamiento. La
primera es que sirven siempre a la finalidad de la defensa; tratan de mantener algo alejado del yo, de
repudiarlo. Ahora bien: desde dos direcciones pueden llegarle al yo nuevos elementos susceptibles
de incitar en él la reacción defensiva: desde el mundo exterior real y desde el mundo interior de los
pensamientos e impulsos que emergen en el yo. Entre la represión y lo que podríamos calificar como
método normal de defensa contra lo penoso o insoportable, por medio de su reconocimiento, llegar
a un juicio y emprender una acción adecuada al respecto, existe toda una vasta serie de formas de
conducta del yo, con carácter más o menos claramente patológico. ¿Puedo detenerme un instante
para recordarle un caso límite de semejante defensa? La célebre elegía de los moros españoles, ¡Ay
de mi Alhama!, que nos cuenta cómo recibió el rey Boabdil la noticia de la caída de su ciudad. Siente
que esa pérdida significa el fin de su dominio; pero, como «no quiere que sea cierto», resuelve tratar
la noticia como «non arrivé»:
«Cartas le fueron venidas
de que Alhama era ganada;
las cartas echó en el fuego
y al mensajero matara.»
Fácilmente se adivina que otro factor determinante de tal conducta del rey se halla en su
necesidad de rebatir el sentimiento de su inermidad. Al quemar las cartas y al hacer matar al
mensajero trata de demostrar todavía su plenipotencia.
La segunda característica general de los desrealizamientos -su dependencia del pasado, del caudal
mnemónico del yo y de vivencias penosas pretéritas, quizá reprimidas en el ínterin-no es aceptada
sin discusión. Pero precisamente mi vivencia en la Acrópolis, que desemboca en una perturbación
mnemónica, en una falsificación del pasado, contribuye a demostrar dicha relación. No es cierto que
en mis años escolares haya dudado jamás de la existencia real de Atenas: sólo dudé de que llegara
alguna vez a ver Atenas. Parecíame estar allende los límites de lo posible el que yo pudiera viajar tan
lejos, que «llegara tan lejos», lo cual estaba relacionado con las limitaciones y la pobreza de mis
condiciones de vida juveniles. Cuando por vez primera se ve el mar, se cruza el océano y se
experimenta la realidad de ciudades y países desconocidos, siéntese uno como un héroe que ha
realizado hazañas de grandeza inaudita. Ese día, en la Acrópolis, bien podría haberle preguntado a mi
hermano: « ¿Recuerdas aún cómo en nuestra juventud recorríamos día tras día las mismas calles,
camino de la escuela?… ¡Y ahora estamos en Atenas, parados en la Acrópolis! ¡Realmente, hemos
llegado lejos!»
Aquí, empero, nos topamos con la solución del pequeño problema de por qué nos habíamos
malogrado ya en Trieste el placer de nuestro viaje a Atenas. La satisfacción de haber «llegado tan
lejos» entraña seguramente un sentimiento de culpabilidad: hay en ello algo de malo, algo
ancestralmente vedado. Trátase de algo vinculado con la crítica infantil contra el padre, con el
menosprecio que sigue a la primera sobrevaloración infantil de su persona. Parecería que lo esencial
del éxito consistiera en llegar más lejos que el propio padre y que tratar de superar al padre fuese
aún algo prohibido.
A estas motivaciones de carácter general se agrega todavía, en nuestro caso, cierto factor
particular: el tema de Atenas y la Acrópolis contiene en sí mismo una alusión a la superioridad de los
hijos, pues nuestro padre había sido comerciante, no había gozado de instrucción secundaria y
Atenas no podía significar gran cosa para él. Lo que perturbó nuestro placer por el viaje a Atenas era,
pues, un sentimiento de piedad. Y ahora, sin duda, ya no se admirará usted de que el recuerdo de
esa vivencia en la Acrópolis me embargue tan a menudo desde que yo mismo he llegado a viejo,
desde que dependo de la ajena indulgencia y desde que ya no puedo viajar.
Muy cordialmente suyo lo saluda
SIGM. FREUD

Deseo, historia y testimonio: transmisió n de un caso clínico


(PIERRE REY: “Una temporada con Lacan” 1990).

PREGUNTAS
1- Detectar formaciones del inconsciente y significantes en el discurso del paciente que se puedan
deducir importantes en el transcurso del análisis.
2- Averiguar referencias a objetos pulsionales privilegiados en el sujeto.
3-Buscar y comentar alguna modalidad en la dirección de la cura por parte de Lacan para este
paciente que les llame la atención.

RESPUESTAS

CAPÍTULO 1 – PACÍFICO
Acá comienza el motivo de la decisión de comenzar el análisis. “Una noche hacia las dos de la
madrugada los insistentes ladridos de un perro me arrancaron de la lectura, Salí a la terraza. Como
todas las noches, violentos proyectos situados en la fachada de las casas iluminaban el mar con su
intensa luz, dibujando duras sombras en casa montículo de arena. De momento no comprendí porque
la playa, hasta donde alcanza la vista, se había convertido en una palpitante alfombra metálica color
de plata. Baje la escalera, salte a la arena y me hundí hasta los tobillos en una viscosidad espesa y
fría de peces vivos que se agitaban bajo la planta de mis pies. Había miles de millones. Cuando las
olas espumosas los lanzaban sonoramente contra mis muslos, bajo su presión el agua negra y
fosforescente se metamorfoseaba en una capa de mercurio sólido. Bastaba con que abriera las
manos bajo el agua y que luego las cerrase para sentirlos aprisionados entre mis dedos, tratando de
escapar de cuatro en cuatro y baje de nuevo con una bolsa de plástico que se llenó en pocos minutos.
La puse fuera del alcance de las olas sobre una roca y volví el mar para observar. Y para oír. Porque
realmente oí el grito de los peces (…) Al día siguiente me enteraría de que se trataba de grunions.
Una vez al año quince días antes de la marea más alta, llegan desde la noche para desovar en las
costas del pacifico, en una extensión que alcanza cientos de kilómetros desde el norte de san
francisco hasta la punta sur de México. Una vez confiados los huevos fecundados a la frágil
protección de la a arena seca que los recubre. Los supervivientes ya cumplido sus destinos se dirigen
de nuevo hacia alta mar para morir. Al décimo tercer día después de la puesta, estalla el minúsculo
cascaron de un amarillo traslucido. Cuarenta y ocho horas más tardes, con una rigurosa precisión de
relojería la ola más alta de la más alta marea barre la costa y devuelve los alevines al vientre del mar.
También ellos, para que otros puedan vivir tendrán que morir un día en el acto sexual último. (…) aún
no había sido testigo del extraño ceremonial de los grunions, le asalto la idea – “tal vez la que había
rechazado antes”- de que estaba muerto. Por qué morir es olvidar. (…) Ya no sabía por qué estaba
allí, ni desde cuándo ni por cuánto tiempo más, ni lo que había en aquel lugar. Sin embargo no era la
primera vez que moría. (…) Por temor inconsciente a mi propia liquidación anulaba con un “hacer” el
espacio que mengua a cada instante para acercarnos a la muerte. (…) para conseguir el goce hay que
morir al placer. El goce la aniquila, tiempo sin duración, tiempo fuera del tiempo de los poetas y de su
famoso segundo de eternidad que solo ofrecen el miedo, la muerte, la victoria y el amor. (…) Me
sentía demasiado bien para crear. El goce es un estado de plenitud que se basta a sí mismo. Por eso
no es posible decir nada de él. (…) Cuanto menos se goza más se explica. Cuanto menos se
comprende más se afirma. (…) La creación nunca se debe a una felicidad. Es el resultado de una
carencia. Es el contrapeso de una angustia y se inscribe en el vacío que hay que llenar con un deseo
cuyo goce se espera y con el fracaso de su logro.”

CAPÍTULO 2 – GENEALÓGICO
Se desprenden algunos significantes del discurso del Rey Piedra. En cuanto al suicidio, la muerte
(del otro y propia) hay un pasaje en la que una idea se manifiesta, casi al orden de una
representación obsesiva (pero no lo es), viene de forma aislada una frase en la que dice que
"Comprendo que uno puede matarse", como queriendo manifestar un deseo mortífero dice él. A
parte de esto, también hace referencia a una perdida amorosa y un supuesto duelo en cuanto a ello,
como motivos que lo acercan a análisis. Cito textual: "Para olvidar a otra, cuyo recuerdo me
atenazaba, había pasado la noche con una mujer", primer alusión a una mujer anterior que había
perdido o dejado quizás, porque hay también en cuanto a significantes, algo con respecto a ser EX-
PULSADO (ex mujer también quizás), de la escuela, de, la universidad, y de varias relaciones
amorosas también, en donde el significantes ex-pulsado se hace notar, pero esto es del Capítulo 1
quizás. Vuelvo a lo de su anterior mujer, cito nuevamente "Acababa de descubrir el precio de una
tristeza de amor", esto lo dice poco después de manifestar lo que decía recién de la otra mujer. En
cuanto a referencias pulsionales, no pude realizar una extracción específica a eso. Y en cuanto a
modalidad de la dirección de la cura, tampoco nada porque en este capítulo recién tiene un solo
contacto con Jacques Lacan, que fue por teléfono y termina el capítulo.
CAPÍTULO 3 – ALFABÉTICO
En este capítulo Pierre Rey comienza su análisis con Lacan el cual a través de las sesiones, va
dejando de lado la intención de Pierre de no volver a la próxima sesión por falta de dinero. Este
siempre vuelve a conseguirlo para la próxima sesión. A lo largo del capítulo Pierre va dando cuenta
de la influencia en él de la teoría lacaniana. Una de las formaciones del inconsciente que surgen en
dicho capitulo es el sueño que tiene sobre un conejo casi muerto al que trata de agarrar pero justo
cuando lo está por tocar comienza a tener espamos y así se va moviendo y alejándose de él.

CAPÍTULO 4 – ANECDÓTICO
En este capítulo en cuanto a manifestaciones del inconsciente no se desprende nada del discurso
del sujeto (respecto de nuestro criterio), pero si en función de algunos significantes, uno de estos se
relaciona con una idea respecto del suicidio. Cuando se entera de la noticia de la muerte de uno de
sus amigos, de esa forma, y comienza en él una elaboración con respecto al suicidio que se
manifiesta a partir de una idea aislada que se le viene, la cual cito textual: “Comprendo que uno
puede matarse”, como queriendo manifestar un deseo inconsciente mortífero. Hay también en este
apartado una alusión a diferentes instancias en las que él ha sido ex-pulsado, debido a diferentes
comportamientos que el sujeto tenia ante diferentes situaciones, que se desplaza posteriormente a
sus relaciones amorosas en las que afirma que luego de un tiempo se alejaba de las mismas. Este
comportamiento no corresponde a una cuestión azarosa, sino que era un mecanismo del sujeto el
“largarse”, expulsarse el mismo de diferentes situaciones que necesitaban de cierto compromiso por
parte del sujeto, tanto como en el amor, en otras instancias se puede observar este mecanismo, en la
universidad, en la escuela e incluso en algunos trabajos.
Nombre propio: el autor menciona esta frase: “Me llamo Pierre. Y no por casualidad. Y sobre esta
piedra mi madre edificó su iglesia”
Pierre: piedra, aludiendo a lo duro, lo pesado.
Rey: hombre, animal o cosa del género masculino que, por su excelencia sobresale de los demás
de su clase o especie.
En estos significantes que corresponden al nombre propio podemos ver el peso de lo que nos
antecede. Él menciona que sufría por el exceso de amor que se le daba, que era como una piedra
alrededor de su cuello. Este es el sufrimiento ligado a la demasía edípica, como aclara Gerardo García
en su libro “La Metamorfosis del Objeto”.
Luego, Pierre va a decir: “No es gran cosa lo que se elige. Ni el momento de nacer, ni el nombre
que llevamos, ni el color de ojos… Surgidos de un deseo que para nosotros será siempre ajeno,
marcados con hierro por el lenguaje y el lugar que, incluso antes que fuéramos concebidos, nos había
sido destinado como nuestro por otras personas…”
Ante esto cita una frase de su amigo el Gordo, el cual se suicida luego, que dice “me robaron mi
nacimiento, no me robarán mi muerte”.
Todo esto entonces nos lleva a pensar en esa cadena de significantes que nos precede y que
condiciona nuestra existencia.
Otro de los puntos importantes analizar es el momento en que Pierre tiene la visión de su propia
muerte, aparece lo siniestro en lo cotidiano. Ante esto, lo conocido que se vuelve extraño, el autor
planea rápidamente un viaje, la huida. Es por eso que también agrega la posibilidad de alargarla de la
manera que sea, haciendo lo que le dicte su necesidad. A lo que luego agrega “Dejar la vida si el
deseo me abandona.”
“Hay que situarse deliberadamente en estado de pesadilla para acercarse al tono verdadero”.
“En el análisis se crea el advenimiento de un sujeto y, nunca otorgado pero siempre conquistado,
el espacio de una libertad interior”.
En estas citas podemos encontrar la aparición de lo real, de lo siniestro nuevamente, simbolizado
en la pesadilla que va a asemejar, de alguna manera, al análisis. Allí es donde aparece la verdad, esa
que es inconsciente y que logra el devenir del sujeto.
La mirada: “la mirada cuando se posa en nosotros sólo nos amenaza, porque nos sorprende como
seres de deseo. Pero todo deseo no es más que la metáfora del primer deseo que se relaciona con la
evidencia de la culpabilidad del incesto”.
Lacan habla de fenómenos de la vergüenza, el pudor, el prestigio y el miedo engendrados por la
mirada.
El excremento: “lluvia de mierda”, él mismo derrumbándose como objeto.
El excremento se puede pensar, como sinónimo también de dinero, bienes, como algo que se
tiene o no se tiene. Si quiero te lo doy, si quiero te lo rehúso.

CAPÍTULO 5 – DIALÉCTICA
Pierre Rey relata despertarse una mañana, imponiéndosele una frase que no puede dejar de
repetir “Anthony Quinn se asomó a la ventana”. En la redacción automáticamente analiza que en
francés es “el año dos” que lo lleva a un poema “Oh, soldados del año dos”. También podía referir a
Víctor Hugo lo que haría alusión a su “yo victorioso” o a su padre. Con respecto a las dos últimas
silabas “ni Quinn”, entiende que “ni” es la primera parte del diminutivo de su madre y “Quinn” si se
lee “Queen” en ingles significa la reina, es decir, la reina madre, pero esta reina daba lugar también a
pensar en torno a Rey de su nombre. Con el resto de la frase “se asomó a la ventana” dice que se
puede jugar haciendo múltiples asociaciones.
En las primeras sesiones Lacan interviene preguntando sobre el periódico en el que trabajaba
Pierre y le dice que tiene un amigo ahí, a lo cual luego se entera que es mentira. Lacan mintió para
poder probar la veracidad de lo contado por Pierre Rey, tratando de dilucidar si era o no “un
mentiroso”.

CAPÍTULO 6 – MAYÉUTICA
Este capítulo ha sido titulado como “Mayéutica”. Yendo a la base filosófica que implica este
concepto, el cual proviene del griego que significa “dar a luz”. Se le otorga este nombre pues
Sócrates tenía como premisa que el saber era dar a luz un nuevo conocimiento; conocimiento a
través del cuestionamiento del propio sujeto. Pierre Rey en este capítulo se realiza diversos
planteamientos sobre cómo actúan los significantes, sobre cuál es la función del análisis, sigue
rondando el tema de la muerte.
El primer significante que se destaca aquí es el del nombre “Pierre” y su asociación el significante
“piedra” y, su relación con lo pesado. Esto lo despliega Gerardo García en su texto “Las metamorfosis
del objeto”, el cual tuvo su lugar en el desarrollo del capítulo 4.
Luego se hace una pregunta: “¿Hasta qué punto nos determina el peso del nombre que marca
nuestro lugar en el orden simbólico?”, seguido de esto trae a colación el ejemplo del nombre “Littré”,
haciendo referencia a Emile Littré, filósofo y lexicógrafo francés, que publico un diccionario de la
lengua francesa; seguido de esto reflexiona sobre como los significantes afectan a los grupos
(familias, etnias, pueblos); por último se refiere a los países o naciones y como estos también pueden
ser atravesados por los significantes, considerando a naciones pintoras, músicas, naciones de poetas,
etc.
Se encontró en este como en los demás capítulos una predominancia de la pulsión escópica, una
predominancia de la mirada, pero en lo referido a este capítulo lo lleva al ámbito del pintor
primeramente, diciendo que “el pintor es un mirón”, un peeping –eye; peep (mirar a escondidas,
espiar), peeping-eye (ojo que está mirando, espiando). También se resalta este objeto pulsional
cuando da cuenta de las “GeorgianDoors”, unas puertas grandes con decoraciones y de diversos
colores, con esto se pregunta “¿Qué es una puerta?” a esto se responde “Un elemento que impide
ver más allá”. Lo asocia a lo que es un “Trompe l’oeil” (traducido al castellano como una trampa ante
el ojo o engaño a los ojos), técnica pictórica que intenta engañar la vista jugando con la perspectiva,
entorno, sombreado y otros efectos ópticos.
Describe en este capítulo un fenómeno psicosomático, al cual le atribuye el estatuto de síntoma, y
el cual se manifiesta cuando Pierre está concluyendo el libro. Dice que una “bola” le ha obstruido la
garganta, junto con una sensación de opresión en el pecho y con un dolor impreciso por la zona del
plexo solar y la garganta. Este síntoma Pierre lo atribuye al acto de escribir que implicaba –
metafóricamente –, cito: “…el temor inconsciente de llegar a un término, de revivir como una muerte
la conclusión de mi análisis, y la muerte de mi padre, y la muerte del Gordo, y la muerte de Lacan.” .
Luego comenta que una vez verbalizado esto, los síntomas somáticos desaparecieron.
Hay algunos datos del amigo “El Gordo”, donde habla del predominio de la pulsión oral, cito: “El
Gordo bebía mucho. Apuraba todos los vasos que encontraba a su alcance con un gesto automático.
–El somnífero más viejo del mundo –decía guiñándome un ojo. O bien–: Es mi biberón.” . También
ciertos rasgos obsesivos como los “…sus libros, siempre subrayados con regla…”, esto en el capítulo
lo nombra dos veces, los libros del Gordo que siempre estaban subrayados con regla.
Respecto de las intervenciones que realiza J.Lacan podemos tomar como unas de las que figuran
en este capítulo es, cito: “–Debería usted desarrollar esta idea –dijo Lacan–, escribir algún papel
sobre eso”. Esto podría tomarse como movilización para que Pierre Rey comenzara a pasar en tinta
su recorrido por el dispositivo analítico, junto con Lacan.
Otra que puede leerse es, cito: “– ¿Ha leído usted a Lytton Strachey? –me preguntó Lacan. –
Nunca he oído hablar de él. –Escribió una cosa formidable, Queen Victoria.”. Luego de esto el autor
comenzó a buscar incansablemente este libro, el cual no encontró sino mucho tiempo después, lo
leyó y conservo; pero Pierre Rey luego de muchos años no entendió el ¿Por qué?, de esa
intervención de Lacan, o como dirá Gerardo García, cito: “… luego de muchos años siguió teniendo la
condición de enigma para Pierre Rey.”.
Por último el momento en que Pierre Rey relata el suicidio del Gordo, cito: “Aquella misma tarde
entre en la consulta de Lacan. (…). – ¿Si? –dijo. – ¿Sabe lo que le ha ocurrido a A?... Se ha suicidado.
Silencio de Lacan. – ¿Ha oído lo que he dicho? Me sorprendió la agresividad de mi voz, al mismo
tiempo que inundaba mi cuerpo una oleada de sangre llena de hielo. – ¡Le he dicho que se ha
suicidado! Dos balas en la cabeza… ¡Dos! Impermutable, Lacan seguí silencioso… Estallé. – ¿Esto es
todo el efecto que le hace? –grité rabiosamente. De pronto, como alguien que está harto de oír
tonterías, me miro de frente, desafiándome con la mirada y me escupió en el mismo tono de cólera
fría: – ¿Qué otra cosa quería usted que hiciera?”. Respecto de esto Gerardo García toma en cuenta la
pregunta que devuelve Lacan “– ¿Qué otra cosa quería usted que hiciera?”, y dice que hay que tener
en cuenta lo equívoca de esta frase, cito: “¿Qué hiciera quién? Lacan, el Gordo… O bien, ¿Acaso
quería usted qué hiciera otra cosa?”.

CAPÍTULO 7 – ÉTICA
Lo que sacamos de este capítulo como relevante fue la finalización del análisis, cito: “La historia
de amor llegaba a su fin. Después de una travesía que había durado diez años, el barquero había
llevado al caminante-pasajero sano y salvo hasta la otra orilla.”. Este fin de análisis, por parte de
Pierre Rey y sin ningún comentario de Lacan respecto de esto, cito: “Lacan me estrecho la mano. La
puerta se cerró. Nunca más volví a verle.”.
En las ultimas oraciones de este capítulo hace referencia a la muerte de Lacan, cito: “Una
mañana, en mi casa de Irlanda, me despertó la que compartía mi vida. –Acabo de oír la radio –me
dijo– Lacan ha muerto.”

Abordaje de la temática del objeto de un testimonio de Sigmund Freud y Jacques lacan.


UNA TEMPORADA CON LACAN (Pierre Rey)
BIOGRAFÍA DEL AUTOR
Pierre Rey fue un novelista francés nacido 27 de abril 1930 en Courthezon (cerca de Aviñón) en el
Vaucluse y fallecido el 22 de julio de 2006 en París. Realizó sus estudios secundarios en el Colegio de
Orange, luego entró en la École des Beaux-Arts de París, donde estudió pintura e historia del arte.
En su adultez se convirtió en un periodista e ilustrador y publica dibujos en la gran prensa
francesa. Empezó a trabajar en la sección de Arte y Espectáculos, escribiendo la crónica de la vida
parisina en Paris-Presse (1959) o París-Jour (1963). Ganó el Prix de Paris Review en 1963. En 1965 se
convirtió en editor y director (33 años) de la revista Marie Claire.
En 1973 escribió su libro más exitoso, Il Greco, publicado en Italia en 1974, en el que cuenta la
vida del arquitecto Aristotele Onassis. En 1989, tras diez años de análisis en el diván de Jacques
Lacan, presentó en "Una temporada con Lacan" un testimonio conmovedor sobre su experiencia con
el psicoanalista francés. Su carrera como escritor culminó en 2001, con una novela dedicada a la
mafia rusa, La sombra del paraíso.

RESEÑA DEL LIBRO


“Una temporada con Lacan” es el testimonio de Pierre Rey sobre sus diez años de tratamiento
con el famoso psicoanalista francés. Con la autenticidad del periodista que ya era y la capacidad
descriptiva del narrador literario en que se convertirá merced al análisis, el autor logra, a través de
las diferentes escenas, corrientes o excepcionales, en tomo al consultorio de la calle Lille número 5
(el robo de un bastón, las largas horas en la sala de espera, y, por supuesto, las geniales
intervenciones del maestro), un nítido fresco del estilo clínico de Jacques Lacan.

MOTIVO DE CONSULTA
En una escena donde él se ve sentado en el suelo en su departamento (su lugar favorito), veía sus
cajas las cuales se amontonaban hasta el techo y contenían lo que hasta tiempo atrás había sido su
tesoro, sin embargo, descubre que no tenía apego a nada, al no tener apego a nada piensa que
siempre iba a ser rico.
Medito sobre sus cajas hasta el amanecer, pensando de que eran una perfecta alegoría de su
situación, “estaba encerrado, clavado, ignorando lo que se escondía en el interior”.
En el momento que iba a acostarse llama al Gordo “ya no puedes hacerlo tú, indícame quien” Le
da tres nombres, el primero estaba ocupado, el segundo fuera de Paris y prueba con el tercero:
“Pierre: ¿quisiera pedir hora para que me visite el doctor Lacan?
Gloria: En este momento no puedo molestarle. ¿Podría volver a llamarlo a las seis?
Pierre se instala en la montaña de cajas y espera.
Las seis. Otra vez Gloria.
Llama nuevamente a las seis:
Gloria: No se retire, por favor
Pierre: ¿Oiga puede visitarme o no?
Gloria: No se retire el Doctor Lacan quiere hablarle
Pierre: ¿Hablarme? Yo solo quería que me recibiera.
¿Es que los masajistas, dentistas o sastres exigían conversación previa antes de dar hora?
Lacan: ¿sí?
Pierre: Quisiera verle
(Largo silencio)
Lacan: ¿Por qué?
Pierre: Algo no funciona” (p. 40)
Más adelante en el texto, se observa que Pierre describe que padecía de fobias sociales y esa fue
una de las razones que lo llevaron a acudir a la consulta con Lacan.

FORMACIONES DEL INCONSCIENTE


En el transcurso y desarrollo del libro se ven muchas formaciones del inconsciente, pero vamos a
mencionar algunas de las más importantes.
- En el capítulo 4 del libro, Pierre Rey relata un sueño, el cual fue tema primero de análisis. El
sueño era de un conejo que se encontraba en el fondo de una zanja, estaba helado, rígido, su
piel gris por las polillas, cuando él le tiende la mano, el cadáver tuvo una suerte de espasmo
que le impidió que sus dedos lo rozasen, quiso agarrarlo para darle calor, pero de nuevo
hubo un sobresalto. El solo quería ayudarlo, salvarlo. De ningún modo pudo atraparlo. Luego
se despierta. La interpretación para Pierre había quedado clara, hacía falta que lo atraparan y
se avivara.
- En el capítulo 7 podemos ver que en el transcurso de una sesión hablan de isla desierta.
¿Hombre? Humo: no hay humo sin fuego. Fuego, hombre. Hombre, lenguaje. Y allí le
muestra unos dibujos Humorísticos inéditos cuyo tema central era el falo. Solamente poseía
un original, que fue el que le muestra a lacan, el mismo pide dejárselos unos días. Pierre al
ver que Lacan no le devolvía los trabajos, intenta recuperarlos, pidiéndoselos a Lacan, el
mismo le pide que se los regale, ante esto Pierre Rey se niega, entonces Lacan pide
fotocopiarlos. Un día viernes, antes de retirarse, Lacan al finalizar la sesión le da su número
de teléfono por si necesita llamarlo, en caso de necesidad. Pierre Rey se siente
desconcertado. Al salir se larga una tormenta, la lluvia nuevamente marcando un hecho
importante en su vida. En un momento se ve reflejado en una vidriera, y plantea que nunca
le gusto mirarse ni que lo miraran, estaba demasiado a la vista para su gusto. Pasados los
años, recién pudo encontrar develada cierta explicación respecto al tema, encuentra en un
cajón una imagen con su nombre, y a continuación una frase que decía, “pequeño prodigio”.
Era él, debió haber tenido unos cinco años cuando cantaba, esto implicaba la mirada de
muchos sobre él, ser el centro de miradas.
- Y para finalizar en el capítulo 12 del libro podemos encontrar otra formación del inconsciente
cuando cerca de terminar de escribir el libro una bola le obstruyo la garganta, con esto se
refería a una opresión en el pecho, un ahogo acompañado de un dolor preciso en un lugar
impreciso, en la zona del plexo. A esta altura, Pierre ya llevaba bastante tiempo en análisis,
frente a lo cual pudo deducir que esa bola se debía justamente a que el libro estaba llegando
a su final. Lo plantea de la siguiente manera “De hecho, lo que estaba en juego en esa bola
que me irritaba el plexo y la garganta era el acto de escritura en sí y, metafóricamente, por
medio del final que implicaba, el temor inconsciente de llegar a término, de revivir como una
muerte la conclusión de mi análisis, y la muerte de mi padre, y la muerte del Gordo, y la
muerte de Lacan.”. apenas lo verbalizo los síntomas desaparecieron, tan de improviso como
se habían manifestado.

PULSIONES PRIVILEGIADAS
En los primeros capítulos del libro se observa cómo el tema del “dinero” se hace recurrente.
Desde el primer encuentro que tuvo con Lacan, Pierre Rey manifestó que no tenía dinero para pagar
las sesiones, sin embargo las sesiones continuaron y las deudas se fueron acumulando. Pierre Rey
dice:
“Al comienzo de mi relación con Lacan… para mí «el dinero era mierda». Ni fin en sí mismo, ni
medio de circulación de la riqueza, como tampoco símbolo de una adquisición, y aún menos metáfora
fálica. Un simple derecho de entrada para el goce del juego” (p.58)
Podemos vincular el dinero con el objeto excrementicio, el cual se haya ligado a la pulsión anal. A
su vez, la aparición del significante “ex-clusión” también puede ligarse al orden de la pulsión anal:
“Cuando una situación me pesaba, inconscientemente me las ingeniaba para que me excluyeran
de ella. La libertad se pagaba con la exclusión” (p. 29).
Freud, en “Sobre la transmutación de los instintos y el erotismo anal”, ubica al dinero vinculándolo
a una economía libidinal, cuya significación queda ligada a la equivalencia simbólica: excremento-
dinero-regalo-niño. Teniendo en cuenta este desplazamiento que acontece en el objeto anal, puede
pensarse en esta lógica que el pago de los honorarios imprime un efecto que no solamente le da
lugar al discurso inconsciente, sino que también, marca con cada pago, la pérdida del objeto y la
cesión de su goce. Pierre Rey así lo manifiesta:
“Lacan de pie en el umbral de la puerta... el nudo que yo sentía en la garganta cuando le
anunciaba como preámbulo que no tenía con qué pagarle la sesión, era mi caso. Supongo que desde
el comienzo del tratamiento modulaba sus tarifas según la pinta del cliente, según su angustia o la
probabilidad de su situación social. Era preciso que la suma exigida, fuera cual fuese la magnitud de
los recursos de su paciente, traspusiese el umbral, más allá del cual, dejando de ser desdeñable,
molestara, privase de algo” (p. 58)
Llegando a los últimos capítulos del libro, observamos que comienza a predominar la “pulsión
esópica”, vinculada a la mirada. Esto se observa cuando Pierre Rey dice:
“Tanto para aquel que la utiliza como para aquel que es su objeto, la mirada es amenaza. Hurga,
penetra, agrede, delata el deseo de quien la dirige y, como en las religiones animistas, hace pesar el
peligro de ser poseído sobre la persona cuya imagen se capta.
A partir de este fenómeno cultural en el que el sudo de los ojos está proscrito, ¿cómo sorprenderse
de que, paralizados por la prohibición de ver, sean tan pocos los que están dotados para mirar? En
otras palabras, para ser pintores” (p. 156)
Aquí la mirada es llevada al ámbito del pintor, diciendo que “el pintor es un mirón”, un peeping –
eye; peep (mirar a escondidas, espiar), peeping-eye (ojo que está mirando, espiando). También se
resalta este objeto pulsional cuando da cuenta de las “GeorgianDoors”, unas puertas grandes con
decoraciones y de diversos colores, con esto se pregunta “¿Qué es una puerta?” a esto se responde
“Un elemento que impide ver más allá”. Lo asocia a lo que es un “Trompe l’oeil” (traducido al
castellano como una trampa ante el ojo o engaño a los ojos), técnica pictórica que intenta engañar la
vista jugando con la perspectiva, entorno, sombreado y otros efectos ópticos.

IMPORTANCIA DEL NOMBRE


“Me llamo Pierre. Y no por casualidad. Durante toda mi vida, la misma frase me ha silbado en los
oídos: «si tienes un poco de dinero inviértelo en la piedra (Pierre)». Y así sobre esta piedra fue donde
mi madre edificó su iglesia. En lo cual no se equivocaba: con Pierre hacía efectivamente la mejor
inversión posible en relación a lo que su deseo de tener a Pierre podía llenar con su carencia” (p. 153).
La definición de “Nombre” que figura en los diccionarios dice: “el que se aplica a una cosa
determinada para distinguirla de las demás de su especie, una palabra para designar las cosas
particulares”.
En psicoanálisis el “Nombre Propio” (Nombre y Apellido) no representa al sujeto. Aquel que se
identifica plenamente al nombre olvida que es un nombre elegido por el Otro o los Otros que
conlleva un sentido, un deseo, un goce y un enigma en juego. El nombre es del Otro, es una ilusión
que sea propio. Por tanto, es un nombre impropio en tanto cada uno se llama como lo llamaron.
En su libro Pierre Rey se pregunta “¿Hasta qué punto nos determina el peso del nombre que
marca nuestro lugar en el orden simbólico?”. Al respecto dirá:
“En sus comienzos, yo también quería a Pierre. Hasta que el exceso de amor que le ahogaba me
obligó, por instinto de equilibrio, a tenerle ojeriza, haciéndomelo súbitamente como algo tan pesado
como una piedra alrededor del cuello.
Pobre piedra-Pierre, que sufría por el exceso de amor que se le daba. Y atado más tarde en la
trivial ambivalencia en la que cada una de sus libertades tenía que conquistarse frente a la
culpabilidad de no corresponder lo suficiente” (p. 153).
En estos significantes que corresponden al nombre propio podemos ver el peso de lo que nos
antecede.
Ahora bien, tomando a Gerardo García en su libro “La Metamorfosis del Objeto”, podemos
observar cómo Pierre Rey convierte su nombre en un “Nombre de Goce”. El nombre de goce, que se
construye sobre el fin de un análisis es verdaderamente un Nombre Propio; es un Nombre de Goce
Propio. Esta construcción absolutamente singular y nueva da cuenta de nuestro modo de gozar como
seres sexuados. Cuando el sujeto logra crear su nombre de goce propio, construye una nueva
modalidad para dar lugar a la dimensión vivificante del goce.
Retomando las palabras de Pierre Rey, si sobre esa piedra, como lo reitera, su madre edificó su
“iglesia”, es con relación a su madre y lo sagrado que podemos ligar el nombre de goce. Incluso en su
apellido “Rey” el significante iglesia también está presente:
“Mis antepasados corrían mucho. En los siglos XIII y XIV los peregrinos se dirigían desde Francia a
Santiago de Compostela y apenas se perfilaban en el horizonte las torres de la basílica, todos
echaban a correr. El primero que tocaba con la mano la esfinge del santo era declarado Rey…” (p.
154)
García puntualiza que en el curso del análisis el nombre de goce en dónde se anudaba la piedra, el
dinero y el objeto excrementicio con relación a su ser, va perdiendo peso en la operación que
llamamos castración, es decir pérdida de goce. Cuando a partir de una intervención se ve
confrontado a su imagen y pronuncia la frase “ese era yo, mierda”.
Si continuamos analizando su relato, observamos que las asociaciones en torno a su apellido
“Rey” transitan hacia un registro diferente:
“Una mañana me despierto. Una frase soñada se impone a mi memoria: Anthony Quinn se asomó
a la ventana (…) A pesar mío entiendo que la sílaba ni, es la primera parte del diminutivo del nombre
de mi madre, y Quinn, si se lee Queen, en inglés significa reina, la Reina Madre. Pero esta reina
también puede articularse en torno al Rey de mi nombre. Hecho que según lo acepte o lo rechace,
modificará el sentido general de la letra, y en consecuencia de la totalidad de mi sueño” (p. 120)
En relación a este fragmento del libro, Gerardo García ubica la “Reina Madre” como su nombre de
goce y, como lo advierte con relación a su apellido Rey, si lo acepta o lo rechaza tendrá
consecuencias.

MODALIDADES DE TRANSFERENCIA
Podemos ver una modalidad de transferencia muy particular desde el comienzo del análisis.
Vemos que desde un comienzo está marcada por el dinero que Pierre no tenía para pagar, pero que
Lacan hacia que se le pagara a través de sus exigencias. Esto se ve cuando un día al despedirse, le
dice – hasta mañana a las seis, de acuerdo responde Pierre y Lacan le dice: a las seis de la mañana.
Para Pierre el dinero era una mierda, y por ende el dinero que debía pagar a Lacan en su primera
sesión era excesivo y para él tenía que ver con que algo se produjera en él, que algo molestara. “(…)
Al comienzo de mi relación con Lacan, ese vínculo reanudado - a un tiempo rechazo, escándalo y
retorno – era el dinero que yo le daba. Hasta entonces, como intuye muy bien la expresión popular,
para mí “el dinero era mierda” (…) un simple derecho de entrada para el goce del juego”
Esto fue cambiando durante el desarrollo de su análisis, ya que en el capítulo 8 se le ofrece un
trabajo en una radio, y él lo acepta ya que esto le facilitaría poder pagarle a Lacan, unas veinte
sesiones. Luego emprende el proyecto de escribir un libro para poder pagar la deuda de Lacan.
También se pueden ver aspectos relacionados a la transferencia en relación a sus defensas para
poder ser analizado, se ve como esto cambia a través de una intervención que le realiza Lacan: “(…)
un día, a la hora de la siesta, exasperado por ya no sé cuál de sus silencios- o tal vez por una de sus
infrecuentes intervenciones- le había espetado con rabia: - ¿acaso usted imagina que yo no soy tan
inteligente como usted? Me miro con una dulzura desarmante, lanzo un suspiro de fin de mundo y
murmuro. - ¿Quién le dice lo contrario? (…)”. Fue en ese momento que Pierre acepta quedar al
desnudo, y no buscar otra cosa que entender, a pesar de que cada paso que daba, menos entendía.

SÍNTOMA
Con respecto al síntoma a lo largo del texto se pueden identificar diferentes fenómenos que se
presentan en relación a su estructura fóbica.
En primer lugar identifico como un síntoma esto a lo que se refiere Pierre Rey como “dejar de
hacer”. En el texto él hace alusión a Sartre y a su frase “uno es lo que hace”, él dice tener la
convicción de que eso no es así, y que el encuentra quien es, comienza a ser, en el dejar de hacer.
Dice haberse convertido en un bebedor de tiempo. En relación a esto también, aparece en otro
fragmento del libro, el describe haber llegado a un momento de su vida donde había roto todos sus
vínculos, donde se encontraba alienado, y que su único proyecto era el presente. Esto pudimos verlo
en relación a un síntoma característico de las fobias, las conductas de evitación, algo que puede
verse a lo largo del libro. Pierre Rey se había alejado de todos sus vínculos, y de sus objetos, a él le
parecía mejor que lo despojaran de todo lo material que tenía, eso para el sería un alivio.
En una parte del libro él explica la relación causa y efecto que se produce en análisis, y se refiere
al síntoma. Él dice que en el momento que uno es capaz de verbalizar lo que le pasa los síntomas
neuróticos se desvanecen. Y luego en libro explica en base a esto como fue el fin de sus síntomas.
Primero refiere a que tres meses después del comienzo de las sesiones, la mayoría de los
síntomas que lo habían llevado a análisis habían desaparecido. Él se refiere a sus síntomas como
“fobias” denominación que le había dado su amigo “El gordo”. Estos síntomas consistían en quedarse
sin palabras, sudoración, seguido por el deseo de huir. Estos se hacían presente en situaciones tales
como comprar en una tienda, llegar a tiempo a algún sitio, encontrarse entre medio de un gentío,
cumplir con alguna norma de vestimenta, cruzarse con alguien que no tenía ganas de ver, entre
otros. El refiere a que estos síntomas, su fobia en sí, no habían desaparecido, pero había logrado
controlarlas, él dice exactamente “he negociado con ellas”.
Luego hace referencia a otros síntomas que surgen cuando escribe las últimas líneas de su libro,
expresa: “En el momento en que escribo estas líneas, nueve años más tarde, me doy cuenta hasta
qué punto, sin darme cuenta, reviví, mientras procuraba limpiar los síntomas que tenía atragantados,
los síntomas de angustia y regresión que había conocido durante el desarrollo de mi análisis.
Aderezados con un fenómeno psicosomático novedoso para mí. En estos últimos días, tan cerca de la
meta una bola me ha obstruido la garganta. Con la palabra “bola” trato de describir una sensación
que tiene que ver con la úlcera, una opresión en el pecho, un ahogo acompañado de un dolor preciso
en un lugar impreciso, en la zona del plexo solar”. Luego refiere a que lo que está detrás de esa bola
era el mismo acto de escribir, y metafóricamente al fin que representaba, el temor a llegar a un
término, de revivir el fin de su análisis, la muerte de su padre, la muerte de Lacan y la muerte de su
amigo. Próximamente describe que el fin de este síntoma llega con la verbalización lo antes
mencionado, con la misma brusquedad con la que se habían presentado.

ESTATUTO DE LOS OBJETOS


Al estatuto del objeto lo entendemos desde Lacan, como el valor que le adjudica el sujeto a los
objetos, en base a una significación fálica.
En el inicio del libro Pierre Rey describe una escena en la cual se encuentra sentado frente a las
cajas de mudanza, dice que contenían lo que para el tiempo atrás eran objetos valiosos, pero que
luego descubre que no tenía apego a casi nada. En la misma escena, expresa que es sus tiempos de
juego, un día le dicen que seguramente irían a embargarlo, que escondiera sus objetos valiosos, le
expresa que prescinde de casi todo, salvo de obras dedicadas por sus amigos, pero después de
haberlo reflexionado comprende que tanto los amigos, como los textos los llevaba en el corazón,
vivos o muertos.
Creemos que a lo largo del análisis se ve una transmutación del objeto, donde primero Pierre Rey
no podía identificar aquello que considera valioso y luego creemos que podría identificarse el objeto
de goce en la escritura. En su vida siempre se remite al tema de la escritura. En su infancia él deseaba
ser pintor, pero su padre le sugiere que tal vez sería mejor que escriba, que sea periodista, y el
termina cediendo a esto. Luego con un tiempo de análisis ya transcurrido, el expresa que aquel
sufrimiento feliz, que era para el escribir, iba, gracias al dinero que ganaría con ello, librarlo de la
ansiedad que le generaba no saber cómo seguiría pagándole a Lacan. Expresa que esto él no lo
hubiese comprendido nunca, porque no podría plantearlo en esos términos. Y refiere a que esta era
la causa de haberse sometido al análisis: “No me atrevía a nombrar mi deseo”.
También se describe una escena en la cual le muestra a Lacan uno de sus escritos, y el mismo le
dice si podría dejárselos, a lo que responde que podría darle toda su sangre pero eso no, dice que es
la primera vez que le dice que no a Lacan. Acá se puede ver el valor de la producción propia y el
querer retener el objeto.

ASPECTOS EN CUANTO A LO IMAGINARIO, SIMBÓLICO Y REAL


En función de algunos significantes, uno de estos se relaciona con una idea respecto del suicidio.
Cuando se entera de la noticia de la muerte de uno de sus amigos (algo de lo real aparece) y
comienza en él una elaboración (registro simbólico) con respecto al suicidio que se manifiesta a partir
de una idea aislada que se le viene, “Comprendo que uno puede matarse”, como queriendo
manifestar un deseo inconsciente mortífero. Hay también en este apartado una alusión (registro
imaginario) a diferentes instancias en las que él ha sido ex-pulsado, debido a diferentes
comportamientos que el sujeto tenia ante diferentes situaciones, que se desplaza posteriormente a
sus relaciones amorosas en las que afirma que luego de un tiempo se alejaba de las mismas.
Frente a un acontecimiento se ve como hay referencias a cada uno de los registros esto es lo que
también nos permite pensarlo a él como sujeto por el anudamiento de los tres registros.

TEMA DEL SUICIDIO (articulado al texto “Duelo y Melancolía” de Sigmund Freud)


El duelo y la melancolía son el resultado de la pérdida de un ser amado o de una abstracción
equivalente. En el proceso, que se prolonga un tiempo necesario para la elaboración de esta pérdida,
el sujeto posee diversas características:
1. Ánimo profundamente doloroso.
2. Pérdida del interés por el mundo exterior.
3. Pérdida de la capacidad de amar o de elegir un nuevo objeto amoroso.
4. Inhibición de las funciones.
A partir del relato de Pierre Rey sobre su vida antes de comenzar el análisis con Lacan, se podría
establecer que el autor posee estas características, visibles en frases como:
 “uno es lo que no hace. Sabía de lo que estaba hablando: yo solo había empezado a ser al
dejar de hacer. Desde hacía cuatro años mi vida era una no-acción perfecta. No hacia
absolutamente nada. Me había convertido en un bebedor de tiempo. Lo aspiraba gota a
gota, pendiente de su destilación, cuyo sentido y sabor ignoraba, aunque se suponía que
no lo estaba perdiendo, tiempo al que nunca dedicaba el tiempo de tener tiempo.” (cap.
1).
 “por horror de afrontar al vacío me fabricaba vacuidad. Por temor inconsciente a mi
propia liquidación, anulaba con un «hacer» el espacio que mengua a cada instante para
acercarnos a la muerte.” (cap. 1).
A su vez, estos fragmentos permiten considerar el campo de la melancolía, en la que el proceso
de duelo no culmina y es el objeto perdido el que triunfa. Este triunfo desencadena eventos
catastróficos y el sujeto deja de estar amarrado a la vida.
En el capítulo diez de “La metamorfosis del objeto” de Gerardo García, el autor se pregunta ¿Qué
se pone en juego en la melancolía? A lo que responde que se trata del desconocimiento del objeto a.
En la melancolía es completamente desconocido y esto implica que el melancólico ataque su propia
imagen.
A medida que transcurre el relato de Pierre Rey, podríamos hipotetizar que este estado se
modifica para dar paso a la elaboración de un duelo, por medio del estatuto de la pregunta que
comienza a formularse: “¿qué era un «objeto valioso»?”. García destaca que lo que se pone en juego
en el duelo es autentificar la pérdida. Si bien lo que se pierde es el objeto amado, hay algo que
persiste y que se conserva. Esto es, el vínculo que se tenía con el objeto.
Lo que se propone el duelo es conservar lo vivido del vínculo. Podemos entender que el autor
transita un duelo con la posibilidad de perder sus objetos más valiosos, pero al mismo tiempo, valora
el vínculo que tenía con cada uno ya que manifiesta que tanto los amigos como los libros, los lleva en
el corazón.

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