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El documento discute la naturaleza cambiante de la diplomacia a través de los siglos y cómo ya no se limita a las relaciones pacíficas entre estados, sino que también incluye gestiones para mejorar las posibilidades de éxito o poner fin a conflictos armados. También examina cómo los servicios de inteligencia han tenido que adaptarse a nuevas amenazas como el terrorismo y ahora prestan atención a cuestiones como el desarrollo, la justicia y la participación ciudadana para comprender mejor los objetivos desde múltiples perspectivas.
El documento discute la naturaleza cambiante de la diplomacia a través de los siglos y cómo ya no se limita a las relaciones pacíficas entre estados, sino que también incluye gestiones para mejorar las posibilidades de éxito o poner fin a conflictos armados. También examina cómo los servicios de inteligencia han tenido que adaptarse a nuevas amenazas como el terrorismo y ahora prestan atención a cuestiones como el desarrollo, la justicia y la participación ciudadana para comprender mejor los objetivos desde múltiples perspectivas.
El documento discute la naturaleza cambiante de la diplomacia a través de los siglos y cómo ya no se limita a las relaciones pacíficas entre estados, sino que también incluye gestiones para mejorar las posibilidades de éxito o poner fin a conflictos armados. También examina cómo los servicios de inteligencia han tenido que adaptarse a nuevas amenazas como el terrorismo y ahora prestan atención a cuestiones como el desarrollo, la justicia y la participación ciudadana para comprender mejor los objetivos desde múltiples perspectivas.
Tras el término diplomacia se ocultan una diversidad de formas y técnicas de relación
internacional entre los Estados que han experimentado sustantivos cambios a lo largo de los siglos.Tal vez por ello no resulta sencillo encontrar una definición, suficientemente general y precisa, que abarque la pluralidad de actividades que han existido o se desarrollan en el campo de las relaciones diplomáticas. Claro está que dado el peso que han adquirido las cuestiones económicas o ideológicas y la influencia que ejercen los cambios tecnológicos en las relaciones interestatales, cabría preguntarse si la gestión pacífica de tales asuntos corresponde también a la diplomacia. Análogamente y a la vista de las diversas formas de violencia que han surgido en la sociedad internacional, podemos igualmente interrogarnos sobre la oportunidad de incluir bajo este término aquellas gestiones que realizan los países para mejorar sus oportunidades de éxito en un conflicto armado (negociación de alianzas; comercio de armamentos; etc.) o para poner fin a las hostilidades, bien de modo temporal (treguas;alto el fuego;etc.) o definitivo (negociaciones de paz). El término diplomacia subraya claramente su carácter instrumental al servicio de los intereses tanto de los gobiernos como de los pueblos, poniendo con ello de manifiesto la posibilidad de divergencias entre ambos, y, por último, la necesidad de la diplomacia incluso bajo circunstancias bélicas. Servicios de inteligencia: el poder de la información Durante la Guerra Fría, los servicios de inteligencia respondieron a un esquema evidentemente militar, donde el enemigo estaba perfectamente identificado. Sin embargo, los atentados terroristas contra la ciudad de Nueva York y Washington, el ataque con gas sarín al metro de Tokio años antes del 11S, la toma de rehenes civiles en Beslán, los atentados en Madrid o Londres han obligado a una reforma a fondo en el enfoque de los servicios de inteligencia. Lo militar sigue siendo importante, por supuesto, pero ahora ha quedado claro que no se puede brindar información de aquello que no se conoce o aquello que no se ve. Por ello, los servicios secretos han prestado atención a aquellas cuestiones derivadas de los nuevos tiempos. Conceptos como “desarrollo”, “justicia”, “medios de comunicación” y “participación ciudadana” han sido incorporados a los temas de seguridad. Baste recordar, por ejemplo, el debate que hay sobre los presos en el penal de Guantánamo. En sí, un servicio de inteligencia eficaz debe responder a una política de seguridad integral, que sea capaz de ver un objetivo desde múltiples enfoques. Convertir la información en inteligencia es un proceso que ha levantado siempre muchas sospechas. Pero parece que hay algo que es muy claro en todo ello: para que la información se convierta en inteligencia, es necesario interpretarla. La cuestión máxima de la interpretación tiene que ver con la intencionalidad. Es decir, un servicio de inteligencia es eficaz, eficiente, oportuno y útil cuando logra descifrar la intención de un acontecimiento, tarea en extremo complicada y para la que no hay un método fiable al cien por ciento. Sin embargo, cuando se consigue, podemos hablar de “inteligencia estratégica”, aquella capaz de adoptar tal extensión y profundidad que constituya un valioso elemento de juicio para obtener un conocimiento que de otra forma sería insondeable sobre el adversario o el acontecimiento analizado.