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Diplomacia: un poder no tan blando

Tras el término diplomacia se ocultan una diversidad de formas y técnicas de relación


internacional entre los Estados que han experimentado sustantivos cambios a lo largo de
los siglos.Tal vez por ello no resulta sencillo encontrar una definición, suficientemente
general y precisa, que abarque la pluralidad de actividades que han existido o se
desarrollan en el campo de las relaciones diplomáticas.
Claro está que dado el peso que han adquirido las cuestiones económicas o ideológicas y
la influencia que ejercen los cambios tecnológicos en las relaciones interestatales, cabría
preguntarse si la gestión pacífica de tales asuntos corresponde también a la diplomacia.
Análogamente y a la vista de las diversas formas de violencia que han surgido en la
sociedad internacional, podemos igualmente interrogarnos sobre la oportunidad de incluir
bajo este término aquellas gestiones que realizan los países para mejorar sus
oportunidades de éxito en un conflicto armado (negociación de alianzas; comercio de
armamentos; etc.) o para poner fin a las hostilidades, bien de modo temporal
(treguas;alto el fuego;etc.) o definitivo (negociaciones de paz).
El término diplomacia subraya claramente su carácter instrumental al servicio de los
intereses tanto de los gobiernos como de los pueblos, poniendo con ello de manifiesto la
posibilidad de divergencias entre ambos, y, por último, la necesidad de la diplomacia
incluso bajo circunstancias bélicas.
Servicios de inteligencia: el poder de la información
Durante la Guerra Fría, los servicios de inteligencia respondieron a un esquema
evidentemente militar, donde el enemigo estaba perfectamente identificado. Sin
embargo, los atentados terroristas contra la ciudad de Nueva York y Washington, el
ataque con gas sarín al metro de Tokio años antes del 11S, la toma de rehenes civiles en
Beslán, los atentados en Madrid o Londres han obligado a una reforma a fondo en el
enfoque de los servicios de inteligencia. Lo militar sigue siendo importante, por supuesto,
pero ahora ha quedado claro que no se puede brindar información de aquello que no se
conoce o aquello que no se ve. Por ello, los servicios secretos han prestado atención a
aquellas cuestiones derivadas de los nuevos tiempos. Conceptos como “desarrollo”,
“justicia”, “medios de comunicación” y “participación ciudadana” han sido incorporados a
los temas de seguridad. Baste recordar, por ejemplo, el debate que hay sobre los presos
en el penal de Guantánamo. En sí, un servicio de inteligencia eficaz debe responder a una
política de seguridad integral, que sea capaz de ver un objetivo desde múltiples enfoques.
Convertir la información en inteligencia es un proceso que ha levantado siempre muchas
sospechas. Pero parece que hay algo que es muy claro en todo ello: para que la
información se convierta en inteligencia, es necesario interpretarla. La cuestión máxima
de la interpretación tiene que ver con la intencionalidad. Es decir, un servicio de
inteligencia es eficaz, eficiente, oportuno y útil cuando logra descifrar la intención de un
acontecimiento, tarea en extremo complicada y para la que no hay un método fiable al
cien por ciento. Sin embargo, cuando se consigue, podemos hablar de “inteligencia
estratégica”, aquella capaz de adoptar tal extensión y profundidad que constituya un
valioso elemento de juicio para obtener un conocimiento que de otra forma sería
insondeable sobre el adversario o el acontecimiento analizado.

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