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Politicas Culturales en TransicionLucina
Politicas Culturales en TransicionLucina
sta antología es fruto de la doble vía por la que he transitado alrededor de la cultura;
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POLÍTICAS CULTURALES EN TRANSICIÓN
Algunos de los textos reunidos por primera vez en esta antología son fruro de la
reflexión que ha acompañado el desarrollo de varios proyectos culturales en los que
me he involucrado. Otros han surgido en el contexto de la docencia en el terreno
de las políticas culturales y la gestión cultural en México y en otros países. Otros
más se desprenden del trabajo de investigación o son parte del diálogo realizado
en diversos foros académicos nacionales o internacionales.
Parte de los ensayos fueron publicados en revistas culturales, periódicos, su-
plementos o en libros colectivos durante los últimos quince años. Respecto a los
publicados en los años noventa, se incluyeron sólo aquéllos que siguen vigentes
al aludir a problemáticas no resueltas o todavía sujetas a debate. Otros son textos
inéditos presentados en conferencias o seminarios académicos nacionales o inter-
nacionales. Los más recientes fueron escritos durante 2005.
Al compilarlos fue imposible resistir la tentación de meterles mano otra vez,
así que, en la mayoría de los casos, sufrieron modificaciones en mayor o menor
medida a fin de actualizarlos.
El título de esta antología corresponde a uno de esos ensayos publicados a
principios de los noventa en Zacatecas, el cual alude a la reforma del Estado en
materia de cultura, a poca distancia de creado el Consejo Nacional para la Cultura
y las Artes; a los nuevos contextos de globalización y de emergencia de procesos y
agentes sociales que conllevan a la necesidad de introducir cambios fundamenta-
les en las políticas culturales, a fin de dar vida a nuevos nichos ecológicos para el
desarrollo cultural. Algunos de esos cambios siguen pendientes.
La condición de transición en las políticas culturales hace referencia a esa
necesidad de cambio, a las-tensiones que viven en los equilibrios entre Estado,
mercado y sociedad civil, entre saturación de la oferta y debilidad en el consumo,
entre desarrollo local y global, entre cultura y economía, entre el sentido público
y el interés privado, no porque estemos frente a dicotomías, sino porque vivimos
sincretismos y contradicciones ante los cuales aún no tenemos consensos.
Esta antología no sigue un orden cronológico. Tampoco refleja en un sentido estricto
el itinerario que he seguido en la reflexión en torno a la cultura. Decidí ordenar los
textos en relación con los campos temáticos relacionados entre sí, en los que me he
concentrado: políticas culturales, educación artística, públicos y gestión cultural.
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Finalmente y hasta la fecha, los públicos del teatro y las artes escénicas, en general,
se volvieron mi campo de estudio antropológico.
El enfoque desde el público obliga a replantear las políticas que orientan la escena
mexicana. Convivir y dialogar con artistas de las artes escénicas puso de relieve
las tensiones que vive la gestión de proyectos artísticos en un campo caracterizado
por la debilidad del piso en el que se mueven muchas de las compañías de danza
o los artistas del teatro y de la música. Algunos ensayos de esta antología intentan
enfocar las artes escénicas desde el espacio público y las políticas culturales.
Esta reflexión alimentó mi interés al proponer parte de las orientaciones del
programa México en Escena de CONACULTA, el cual se elaboró con Mario Es-
pinosa del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, y Saúl Juárez del Instituto
Nacional de Bellas Artes; desde luego, influyó en la decisión de dar vida a la Red
Virtual de las Artes Escénicas, México.
Pensar a los públicos me conectó también con la problemática de la educación
artística antes de imaginarme que dedicaría casi diez años de mi vida al Centro
Nacional de las Artes. Uno de los rubros más débiles de las políticas educativas y
culturales en México es la ausencia de formación estética entre los ciudadanos, uno
de los trasfondos de la inestabilidad de los públicos para las artes y de la calidad
de muchos de ellos. Por ello, la antología recoge parte de la reflexión en torno a la
educación artística en la escuela y recoge la experiencia de la creación de la Red
de las Artes, el Canal 23, dedicado a la educación artística a distancia.
Finalmente, la antología incluye algunos textos en torno a la formación de los
profesionales en el campo de las políticas culturales y la profesionalización de la
gestión cultural. En estos momentos es impostergable fortalecer las iniciativas
autónomas y los espacios de gestión de la sociedad civil, a fin de abrir cauce a la
diversidad y a la democracia en todos los terrenos de la cultura. Mientras nuestros
artistas no cuenten con profesionales capaces de gestionar proyectos, recursos,
públicos, espacios de circulación y distribución, intercambios y apoyos vistos con
perspectivas de mediano y largo plazos, las líneas de la autogestión de muchos
proyectos seguirán siendo tenues.
El de la gestión es un campo que se deriva fundamentalmente de la práctica,
pero eso no es contradictorio con la necesidad de contar con espacios académicos
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Políticas culturales;
democracia y diversidad
MODERNIZACIÓN Y POLITICAS CULTURALES EN MEXICO;
APUNTES PARA UNA REFLEXIÓN 1
L
a década de los setenta fue e! último periodo en que e! crecimiento económico
más o menos estable permitió a los Estados de América Latina mantener su
pape! de principales impulsores de la promoción y difusión cultural. En los
años previos, algunos países de la región, entre los que figura México, multiplicaron
incluso los organismos gubernamentales creados para promover la cultura.2
1 La versión original se publicó en la revista Hormigas ; publicación mensual del Instituto Zacatecano de Cul-
tura. Año 1, no. 1, diciembre de 1993. El título con el que se publicó fue "Políticas culturales en transición",
el cual se ha adoptado para esta a ntología.
2 Una cronología de las instituciones culturales en México muestra cómo las décadas posteriores a la revolución
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3 Asumo la definición de políticas cultutales, elaborada por Néstor García Canclini en su libro Políticas culturales
en América Latina, como el conjunto de intervenciones realizadas por el Estado, las instituciones civiles y los
grupos comunitarios organizados a fin de orientar el desarrollo simbólico, satisfacer necesidades culturales de
la población y obtener consenso para un tipo de orden o de transformación social.
4 A fines de los ochenta, en México se procedió a la venta, liquidación o desaparición de más de diez empresas
y organismos estatales vinculados con el cine, la radio, la televisión y la industria del libro, especialmente la
distribuidora del FCE. A mediados de los ochenta desaparecieron también CONESCAL, Fonadan, Fideicomiso
Premio Literario Ollin Yoliztli, entre otros organismos.
5 El 7 de diciembre de 1988 fue creado el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes al que fueron incorpo-
rados todos los organismos y las dependencias relacionadas con la cultuta pertenecientes a la Subsecretaría de
Cultura de la SEP. Asimismo, se constituyó el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, como una entidad
canalizadora de recursos públicos y privados para financiar proyectos artísticos individuales y colectivos a
través de estímulos a la creación y becas, así como la adquisición de obra de arte y acervos .
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6 Me refiero a los proyectos culrurales que han nacido impulsados por organismos no gubernamentales, movi-
mientos sociales y érnicos, colecrivos arrísricos, arrisras individuales, grupos religiosos, grupos de ecologistas,
mujeres, empresas privadas, entre orros. Véase: Guillermo Bonfil (coord.). Nuevas identidades culturales en
México. México, CONACULTA, 1993.
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rales y de objetos de consumo que ya eran intensos, especialmente con los Estados
Unidos. Otros vínculos con el exterior se han incrementado también, acordes con
la mayor apertura comercial y el fortalecimiento de relaciones con los países de
la Cuenca del Pacífico. Basta asomarse a los mercados, donde las artesanías tra-
dicionales de palma coexisten en desventaja, con las semimanufacturas asiáticas
que resultan a todas luces más baratas.
Uno de los rasgos que debiera fomentarse desde las políticas culturales es
la interculturalidad, la capacidad de convivir y relacionarse en condiciones de
igualdad con las culturas de otros pueblos, de tal suerte que la globalidad no se
viva sólo como proceso económico o político impuesto, sino como posibilidad de
comunicación y retroalimentación con otras culturas. Esta mayor apertura hacia
el exterior debiera implicar también un análisis de qué campos de la producción
cultural debieran protegerse para no ser expuestos sin mayor atención a una com-
petencia desigual.
Los procesos culturales, a que estos intercambios han dado lugar, implican
modificar las formas tradicionales de entender conceptos hasta ahora utilizados
para la definición de políticas culturales, tales como cultura popular, alta cultura,
cultura de masas, cultura tradicional y cultura nacional, ya que muchas de estas
dimensiones pueden encontrarse mezcladas, entrelazadas de manera sincrética en
la vida cotidiana.
En las ciudades y aun en el campo, los objetos de uso diario en la vida privada
se han visto cada vez más internacionalizados, mientras los espacios de ocio y
recreación se abren también a la cada vez mayor presencia de opciones privadas
e internacionales. Hasta las tradiciones populares se ven influidas por los flujos
migratorios y la apertura económica, dando lugar a mezclas de todo tipo.
La ruptura de límites ha ocurrido también entre lo popular y lo culto, con la
popularización o la masificación del consumo de cierta música de concierto: desde
Las cuatro estaciones de Vivaldi o El huapango de Moncayo, hasta los conciertos
de ópera de Pavarotti o los Tres Tenores que se presentan en conciertos masivos,
o bien con los cantos gregorianos que ahora se interpretan a ritmo de rapo
En estos procesos, las relaciones entre lo moderno y lo tradicional, lo propio y lo
ajeno, lo nacional y lo internacional se modifican aunque no siempre en beneficio
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7 Recuérdese que el Ejército Zapatista de Liberación N acional, que promovió la rebelión ind ígena en Chiapas
desde enero de 1994 , fue uno de los primeros movi mientos sociales en contar con una página de Internet.
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8 Según la encuesta sobre consumo cultural que realiza anualmente el periódico Reforma en la ciudad de
México, 17% de los habitantes de la urbe declararon tener computadora en su casa. De ellos, 24% d ij o usar
Internet (Reforma, 12 de febrero de 1998).
9 En el estudio denominado "Escenarios vacíos, ¿dónde está el público del teatro' '', auspiciado por el Foro de
la Cultura Mexicana AC y el Fondo Nacional para la Cu ltura y las Artes, apliqué una encuesta al público de
veintitrés salas teatrales de la ciudad de México. El 77% de los entrevistados suele asistir al teatro hace más de
cinco años; 92% escucha la radio diariamente. Más del 50% ve la televisión de dos a tres horas diarias.
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las esferas productivas, sino de los espacios del consumo y otros procesos sub-
jetivos, hacen su aparición en el escenario cultural: grupos religiosos, minorías
étnicas y nacionales (grupos, comunidades y pueblos indígenas, migrantes, etc.),
mujeres, ecologistas, colonos, niños, bandas juveniles, rockeros, miembros de
la tercera edad, etc.
La pérdida de certezas traída por la posmodernidad ha sido acompañada de
la apertura de diferentes senderos de búsqueda identitaria: el individuo quiere
volver a ubicarse en el cosmos y se aventura a la restauración de sus raíces, intenta
regresar a los orígenes, ponerse en contacto con la naturaleza, se hace partícipe
de complejas prácticas espirituales en un intento por restablecer el sitio que le
han quitado la masificación, el deterioro de las condiciones de vida y la ruptura
de muchos paradigmas, en una era hasta cierto punto incomprensible.
No pocos conflictos sociales presentes en el contexto internacional tienen su
origen en estos aspectos de la cultura. Xenofobia, sectarismo, racismo, separatismo,
nacionalismo exacerbado, posiciones de retorno a un pasado milenario y glorioso,
juma con otros riesgos de fragmentación social hacen su aparición con distintos
matices, frente a los cuales los gobiernos centrales requieren estimular políticas
culturales que fomenten la integración del tejido social y, al mismo tiempo, la
atención a la especificidad de los diversos grupos sociales.
En nuestro país, ecologistas, mujeres, homosexuales, grupos religiosos, asocia-
ciones de vecinos y colonos, organizaciones y movimientos indígenas, mexicanis-
tas, grupos y organizaciones profesionales de creadores en diferentes ciudades y
regiones del país, actúan entre estas nuevas identidades emergentes, demandando
y/o conquistando espacios de expresión y actuación.
Sin embargo, las políticas culturales no han respondido con la misma agilidad
a la complejidad social y a la diversidad cultural que caracteriza a la sociedad
mexicana. Algunos grupos sociales con importancia relativa dentro de la estruc-
tura poblacional : niños, jóvenes, mujeres, indígenas y adultos mayores entre
ellos, esperan ser considerados de manera preponderante dentro de las ofertas
culturales y ser tomados en cuenta no sólo como espectadores, sino como crea-
dores de cultura.
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LA EXPERIENCIA INTERNACIONAL
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Las estrategias que han acompañado la paulatina disminución del peso del
Estado en la actividad cultural, ha estado íntimamente vinculada a mecanismos
de participación social y descentralización, al estímulo de movimientos asociacio-
nistas de la sociedad civil.
En España, por ejemplo, después de la desaparición del dictador, surge y se
estimula un intenso movimiento de asociaciones de vecinos, de padres de familia,
jubilados, jóvenes, mujeres, consumidores, etc., que colaboran directamente en el
quehacer social y cultural. El tránsito de actividades antes en manos del Estado
se hace no sólo a la iniciativa privada empresarial y a las grandes corporaciones,
sino que se promueve la asociación de creadores, comunicadores y ciudadanos para
hacerse cargo de diversas tareas.
Esta movilización descentralizadora y de participación social en el desarrollo
local es posible porque forma parte de procesos políticos y sociales globales, don-
de la democracia es la condición para hacerla posible. Esta situación difiere de
las circunstancias nacionales, donde la democracia en lo político está todavía en
proceso de definición.
Un ejemplo de esa madurez democrática: en la ciudad de Mallorca, en los años
ochenta, se aprueban los "Criterios de Política Cultural en Barriada" y se crea una
comisión mixta para llevarlos a cabo, se ponen en marcha consejos para la operación
de centros culturales y el gobierno municipal, junto con la Federación de Asocia-
ciones de Vecinos, convoca al I Encuentro Estatal "La Sociedad Civil a Debate".
Al mismo tiempo que esto sucede, la federación de organizaciones vecinales hace
público su desacuerdo con algunas disposiciones de política económica municipal.
Ello no obsta para trabajar conjuntamente en el terreno cultural.
Igualmente, la política cultural requiere de su vinculación con la integración
social y la calidad de vida de los mexicanos. Al respecto, conviene tener presente
la recomendación de la UNESCO, en el sentido de "promover la integración de
políticas culturales en políticas de desarrollo, en particular en lo que respecta a su
interacción con políticas sociales y económicas".lO
\0 UNESCO. Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Culturales al Servicio del Desarrollo. Plan de Acción
sobre PoUticas Culturales al Servicio del Desarrollo. Esrocolmo, Suecia, 30 de marzo-2 de abril de 1998. p.5.
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A fines de los ochenta, México inició una reforma del Estado orientada hacia
la reestructuración de sus vínculos con las empresas privadas y los nuevos gru-
pos y organizaciones sociales emergentes, expresión de una cultura política en
transformación.
El Gobierno Federal estableció en las estrategias del Plan Nacional de Desarrollo
1989-94 esta necesidad de reforma en "sus relaciones con otras naciones, con los
grupos sociales y con los ciudadanos, reconociéndose como uno más de los actores
que no colma todo el espacio social ". Esa es una de las ideas que dieron origen a la
formación del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y del Fondo Nacional
para la Cultura y las Artes, instancias responsables de transitar hacia una nueva
relación entre Estado y sociedad en la cultura.
Si la reforma económica y política del Estado no ha resultado nada fácil, en el
terreno cultural ésta ha sido aún más compleja puesto que no están de por medio
sólo factores de orden económico y rentabilidad respecto a los que no se dispone de
indicadores o parámetros que puedan trazar posibles escenarios, sino que es nece-
sario considerar factores de carácter subjetivo, además de procesos socioculturales
insuficientemente estudiados por la administración del quehacer cultural.
Los RIESGOS
En esta reforma del aparato cultural del Estado en curso, los riesgos a evitar son
muchos:
Impulsar la reforma entendida sólo como adelgazamiento del aparato burocrático
que administra el ámbito cultural, como parece la tendencia dominante, puede
significar el abandono de su papel y de su responsabilidad, dejando el espacio pú-
11 Publicado en la revista H ormigas; publicación mensual del Instituto Zacateca no de C ultura. Año 1, no. 2,
enero de 1994 .
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blico a la libre acción del mercado, sin haber tejido la urdimbre social que propicie
la corresponsabilidad ciudadana y garantice el desarrollo cultural de cada región.
Imponer esta lógica puede traer, en consecuencia, fracasos y retrocesos e incluso
propiciar la desintegración social.
Este abandono por el Estado de su papel en la cultura puede alentar la masi-
ficación en contra de la diversidad cultural, continuar con el impulso ciego de
tecnologías que atentan contra el medio ambiente y anteponer criterios de racio-
nalidad, eficacia y rentabilidad frente a las necesidades sociales, lo cual tampoco es
la perspectiva con la que nuestra política cultural debiera asumir la modernidad.
Pero entonces, ¿qué formas de organización de las políticas culturales habremos de
adoptar en los próximos años, hacia dónde caminar en este intrincado laberinto?
Hay varias premisas a considerar antes de aventurarse a opinar. La primera es
que para reorientar el rumbo es necesario ratificar la responsabilidad del Estado
en el trazo de una política pública de Estado y luego analizar qué de lo hecho debe
ser revalorado y recuperado, y qué otros aspectos abandonados. Ese análisis debe
hacerse a partir de un diagnóstico documentado del sector y no sólo a partir
de visiones administrativas o burocráticas.
La segunda es que, sin negar la vigencia de varios de los objetivos de la política
cultural: protección y difusión de nuestro patrimonio cultural -entendido en el
más amplio sentido-, el estímulo de la creatividad artística y la difusión del arte
y la cultura, promover el acceso de la mayoría de los mexicanos a la vida cultural,
entre otros marcados históricamente, también se hace necesario un replantea-
miento de sus términos y sus alcances, así como establecer nuevas jerarquías para
privilegiar a la vez objetivos que se orienten hacia la transformación misma de
la acción del Estado, a fin de crear mejores condiciones para la democracia y la
diversidad cultural.
La tercera es que a pesar de los avances logrados en la búsqueda de nuevas for-
mas de financiamiento, mecanismos de coordinación y participación social, mayor
atención a los estados de la República, entre los más importantes, es necesario
frenar la tendencia hacia la reducción presupuestal y luchar por un presupuesto
mayor, ya que ésta pone en riesgo la viabilidad de la función del Estado en el
sector cultural.
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Una cuarta premisa sería que, aun definiéndose una nueva estrategia de refor-
ma del aparato cultural, lo más probable es que ésta no pueda darse de manera
única y tajante, sino diversificando en varias perspectivas el camino, graduando
los cambios a fin de no violentar los procesos. Lo fundamental es que el aparato
cultural gane en flexibilidad y capacidad de acción.
Hay que tomar en cuenta, en cualquier escenario de reestructuración del
aparato estatal dedicado a la cultura, que varias de las instituciones responsa-
bles de la política cultural en nuestros días fueron creadas en la posrevolución
y la primera mitad del siglo XX, y que durante esa trayectoria han desarrollado
acervos, experiencias y metodologías especializadas importantes que se deben
respetar, aunque hay que hacer a un lado los esquemas de burocratización que
inhiben su operación.
El aparato cultural del gobierno, como instancia operativa del Estado, debiera
ser responsable no de la acción directa en todos los campos del arte y la cultura,
como ha intentado serlo desde la posrevolución hasta ahora, sino un facilitador,
un favorecedor del desarrollo y la democracia cultural, sin renunciar a la iniciativa
y a su responsabilidad.
Las nuevas funciones del aparato cultural debieran enfatizar las de un agente
que establezca las reglas del juego (legislación y regulación) a los distintos secto-
res sociales en la vida cultural, garantizar el ejercicio de la libertad de creación y
expresión, favorecer el desarrollo de las iniciativas (privadas y sociales), diseñar,
apoyar e impulsar nuevos modelos de financiación e inversión (pública y privada),
y, finalmente, promover, eso sí directamente, áreas que sólo interesan al Estado
por ser necesarias para el interés colectivo: la formación de públicos, la difusión,
la investigación sociocultural del patrimonio y artística, entre otras, que nadie
más va a impulsar si no lo hace el Estado.
Esto implica, en síntesis, privilegiar su función de agente de tránsito y normativa,
frente a la de operación directa, ya que esta última habrá de conservarla y aun for-
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LA DESCENTRALIZACIÓN
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ciones de participación. Tampoco hay que hacer cuentas alegres, hasta en tanto
no se cuente con una legislación que establezca estímulos fiscales para alentar la
inversión privada.
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BIBLIOGRAFIA
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