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República de Colombia

Corte Suprema de Justicia


CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN PENAL

FERNANDO ALBERTO CASTRO CABALLERO


Magistrado Ponente

AP6462-2014
Radicación n° 44505
(Aprobado Acta No. 349)

Bogotá, D.C., veintidós (22) de octubre de dos mil


catorce (2014).

VISTOS

Decide la Sala sobre la admisibilidad de las demandas


de casación presentadas por los defensores de los
subtenientes del Ejército Nacional CRISTIAN CAMILO BARRERA
ECHEVERRI, HAIR ALEXANDER MONROY GONZÁLEZ y JAIVER
ARTURO PACHÓN REINA contra la sentencia dictada por la
Sala Penal del Tribunal Superior de Ibagué, por cuyo medio
se confirmó parcialmente la proferida por el Juzgado
Segundo Penal del Circuito Especializado Adjunto de la
misma ciudad, que los condenó como coautores del delito
de tortura agravada en concurso homogéneo sucesivo y
heterogéneo con lesiones personales.
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

HECHOS Y ACTUACIÓN PROCESAL

1. Los primeros fueron sintetizados por el ad quem de


la siguiente manera:

El 25 de enero de 2006, en el Centro de Instrucción y


Entrenamiento de la Sexta Brigada del Ejército Nacional de
Piedras –Tolima–, se llevó a cabo instrucción teórico práctica de la
materia “evasión y escape”, dirigida a 72 soldados de la
Compañía Escorpión del Batallón Patriotas de Honda, la cual
consistía en que los alumnos montaran una “fachada” para
evitar ser secuestrados en un supuesto retén de la guerrilla; si
ésta era develada, debían resistir la presión sicológica y física de
los falsos subversivos para no dar información y lograr escapar.

Durante el curso de la instrucción los soldados fueron vendados,


amarrados, sometidos a fuertes golpes en su cuerpo, a
inmersiones forzosas en una cañada, lanzados en un charco de
lodo y estiércol, rozados con pringamoza, arrastrados, se les
puso hormigas en las orejas, cuello y fosas nasales, se les dio de
comer sal, incluso, algunos fueron quemados con tizones en su
rostro y extremidades y sometidos a vejámenes sexuales.

Dicha instrucción se dio por terminada cuando el soldado Julián


Andrey Castro Sánchez logró escapar y dar aviso al subdirector
del Centro de Entrenamiento, Capitán James Alberto Forero
Ramírez, sobre los excesos que durante la práctica se estaban
cometiendo.

El entrenamiento estaba a cargo de instructores del Batallón


Rooke con apoyo de algunos suboficiales del batallón Patriota de
Honda, y por su participación, los subtenientes Jaiver Arturo
Pachón Reina, Cristian Camilo Barrera Echeverri y Hair
Alexander Monroy González fueron vinculados y acusados (…).

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Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

2. Inicialmente la investigación fue adelantada por el


Juzgado 80 de Instrucción Penal Militar con sede en Honda
(Tolima), autoridad que luego de vincular a los cabos del
Ejército Nacional José Rafael Tarazona Villamizar y Edwin
Alberto Ávila Mesa, el 6 de febrero de 2006 les impuso
medida de aseguramiento de detención preventiva sin
beneficio de excarcelación como autores de los delitos de
ataque al inferior y lesiones personales.

3. Ese mismo despacho dispuso vincular mediante


indagatoria a los subtenientes CRISTIAN CAMILO BARRERA
ECHEVERRI, HAIR ALEXANDER MONROY GONZÁLEZ y JAIVER
ARTURO PACHÓN REINA, a los cabos Jairo Alonso Lora
Fuentes, Hugo Alberto Mestra Agudelo, Juan Pablo
Rodríguez Bermúdez, Yeison Díaz Mosquera, Deibi de Jesús
Restrepo Padilla, Jhon Ramírez Cruz y Sergio Andrés Muriel
Quiroga, así como al soldado profesional Álvaro Yeison
Acosta Sánchez; todos miembros del Ejército Nacional.

4. Recibidas las injuradas a CRISTIAN CAMILO BARRERA


ECHEVERRI, HAIR ALEXANDER MONROY GONZÁLEZ y JAIVER
ARTURO PACHÓN REINA, el 22 de febrero de 2006 se les
definió la situación jurídica con medida de aseguramiento
de detención preventiva sin beneficio de excarcelación,
como autores del delito de prevaricato por omisión.

Asimismo, mediante proveído adiado 18 de febrero de


2006, el cabo Jairo Alonso Lora Fuentes y el soldado
profesional Álvaro Yeison Acosta Sánchez fueron afectados
con igual medida de aseguramiento como autores de los

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delitos de ataque al inferior, lesiones personales, acto


sexual violento y acto sexual abusivo con persona en
incapacidad de resistir; mientras que a los cabos Hugo
Alberto Mestra Agudelo y Sergio Andrés Muriel Quiroga les
fue resuelta la situación jurídica en auto calendado el día
22 del mismo mes y año, imponiendo al primero detención
preventiva sin beneficio de excarcelación y absteniéndose en
relación con el segundo, por los delitos de ataque al inferior
y lesiones personales.

5. Provocada la colisión de competencia positiva por la


Fiscalía 24 Seccional de Ibagué, con la finalidad de asumir
integralmente la investigación iniciada a prevención el 20 de
febrero de 2006, la cual fue remitida el 9 de marzo de la
misma anualidad a la Fiscalía 13 Especializada de Derechos
Humanos, el Juzgado Séptimo de Brigada con sede en Neiva
dispuso la ruptura de la unidad procesal respecto del cabo
José Rafael Tarazona Villamizar para que la justicia
ordinaria continuara la investigación y, en lo demás, negó la
competencia reclamada por el ente acusador.

6. Mediante decisión de 3 de marzo de 2006, la


Dirección de Unidad de Instrucción Penal Militar al resolver
el recurso de reposición formulado contra el proveído que
resolvió la situación jurídica de los sindicados CRISTIAN
CAMILO BARRERA ECHEVERRI, HAIR ALEXANDER MONROY
GONZÁLEZ y JAIVER ARTURO PACHÓN REINA, les concedió la
libertad provisional.

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7. La Fiscalía 13 Especializada de Derechos Humanos,


previa vinculación mediante indagatoria, a través de
resolución adiada 18 de mayo de 2006 modificó la
calificación jurídica realizada por la Justicia Penal Militar
en relación con José Rafael Tarazona Villamizar, Edwin
Alberto Ávila Mesa, Sergio Andrés Muriel Quiroga, Jairo
Alonso Lora Fuentes, Hugo Alberto Mestra Agudelo y Álvaro
Yeison Acosta Sánchez, por la de tortura agravada en
concurso homogéneo sucesivo y heterogéneo con lesiones
personales, y dictó en su contra medida de aseguramiento
de detención preventiva sin beneficio de excarcelación.

8. El citado despacho también vinculó a la


investigación a los suboficiales Jhon Lennyn Ramírez Cruz,
Juan Pablo Rodríguez Bermúdez y Yeison Díaz Mosquera,
así como a los soldados Arley Eduardo Marín Campos,
Hamilton Oviedo Ramírez, Edwin Daniel Rozo Gutiérrez y
Jhon Mauricio Cadena Gutiérrez, a quienes resolvió
situación jurídica mediante proveído fechado 17 de agosto
de 2006, imponiéndoles medida de aseguramiento de
detención preventiva sin beneficio de excarcelación como
coautores del delito de tortura agravada, decisión que
impugnada, fue confirmada por la Fiscalía 24 Delegada ante
el Tribunal Superior de Bogotá.

9. En proveído calendado 9 de agosto de 2006, la Sala


Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura dirimió
el conflicto positivo de competencia, suscitado entre la
Justicia Penal Militar –Juzgado Séptimo de Brigada– y la
Justicia Ordinaria –Fiscalía 13 Especializada de Derechos

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Humanos–, asignado el conocimiento de la investigación a

esta última.

10. Cerrada parcialmente la investigación en relación


con los procesados Álvaro Yeison Acosta Sánchez, Jairo
Alonso Lora Fuentes, José Rafael Tarazona Villamizar,
Edwin Alberto Ávila Mesa, Sergio Andrés Muriel Quiroga y
Hugo Alberto Mestra Agudelo, la fiscalía a través de
resolución de 4 de diciembre de 2006 calificó el mérito del
sumario con acusación en contra de los mencionados, como
coautores de los delitos de tortura agravada en concurso
homogéneo y lesiones personales, y contra los dos primeros
también por los ilícitos de acceso carnal o acto sexual en
persona puesta en incapacidad de resistir, decisión que
apelada, fue confirmada por la Fiscalía 24 Delegada ante el
Tribunal Superior de Bogotá.

11. Mediante resolución de 23 de marzo de 2007, la


Fiscalía 13 Especializada de Derechos Humanos, previa
ampliación de indagatoria, modificó la calificación jurídica
realizada por la Justicia Penal Militar en relación con los
procesados CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI, JAIVER
ARTURO PACHÓN REINA y HAIR ALEXANDER MONROY GONZÁLEZ,
por la de tortura agravada en concurso homogéneo
sucesivo, y dictó en su contra medida de aseguramiento de
detención preventiva sin beneficio de excarcelación,
librando las correspondientes ordenes de captura, decisión
que apelada, fue confirmada por la Fiscalía 24 Delegada
ante el Tribunal Superior de Bogotá.

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Cabe anotar que la captura de los mencionados, en su


orden, se hizo efectiva el 28 de marzo, el 2 de abril y el 19
de junio de 2007

12. Cerrada parcialmente la investigación en relación


con los incriminados Jhon Lennyn Ramírez Cruz, Juan
Pablo Rodríguez Bermúdez, Edwin Daniel Rozo Gutiérrez,
Jhon Mauricio Cadena Gutiérrez, Yeison Díaz Mosquera,
Hamilton Oviedo Ramírez, Arley Eduardo Marín Campos y
Yovany Arévalo Ballén, mediante resolución de 26 de julio
de 2007 la fiscalía calificó el mérito del sumario con
acusación en contra de los mencionados, como coautores
de los delitos de tortura agravada en concurso homogéneo y
lesiones personales, excepto al último de los citados, a
quien acusó únicamente por la conducta punible contra la
integridad personal.

13. Decretado el cierre de la investigación respecto de


los procesados CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI, HAIR
ALEXANDER MONROY GONZÁLEZ y JAIVER ARTURO PACHÓN
REINA, el 14 de marzo de 2008 la fiscalía calificó el mérito
del sumario profiriendo acusación contra los nombrados,
como coautores de los delitos de tortura agravada – arts. 178
y 179, num. 2º, del C.P.– en concurso homogéneo y lesiones

personales –art. 112, inc. 1º, ibídem –, decisión que adquirió


firmeza el 18 de junio de 2008.

14. Celebradas la audiencia preparatoria y la vista


pública de juzgamiento, el Juzgado Segundo Penal del
Circuito Especializado de Ibagué, a quien había

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correspondido el conocimiento de la actuación ante el


impedimento manifestado por su homólogo del Juzgado
Primero, remitió las diligencias al Juzgado Adjunto de
Descongestión, que el 30 de abril de 2011 dictó sentencia
en la cual condenó a los acusados a las penas
principales de 20 años de prisión, multa de 1.340
SMLMV e inhabilitación para el ejercicio de derechos y
funciones públicas por el mismo término de la privativa
de la libertad, como coautores responsables de los delitos
de tortura agravada en concurso homogéneo y
heterogéneo con lesiones personales.

Asimismo, condenó a los incriminados al pago, a


favor de cada una de las víctimas, de 30 SMLMV por
concepto de perjuicios morales, y les negó los
mecanismos sustitutivos de la suspensión condicional de
la ejecución de la pena y la prisión domiciliaria.

15. Apelado el fallo por los defensores de los


procesados, la Sala Penal del Tribunal Superior de
Ibagué, mediante decisión fechada 20 de marzo de 2014,
lo confirmó parcialmente, por cuanto revocó la condena
por el delito de lesiones personales y modificó la sanción
impuesta por el delito de tortura agravada en concurso
homogéneo sucesivo, fijando a los acusados como penas
principales por esta última conducta, las de 13 años de
prisión, multa de 1.100 SMLMV e inhabilitación para el
ejercicio de derechos y funciones públicas por el mismo
término de la privativa de la libertad.

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De igual forma, el ad quem revocó la condena que


por perjuicios morales impuso el juzgador de primer
grado a los sentenciados.

16. Contra la anterior decisión, los abogados que


representan los intereses de los procesados CRISTIAN CAMILO
BARRERA ECHEVERRI, HAIR ALEXANDER MONROY GONZÁLEZ y
JAIVER ARTURO PACHÓN REINA, interpusieron recurso de
casación.

17. Encontrándose la actuación surtiendo los


traslados de la impugnación extraordinaria, a solicitud de
los acusados, mediante proveído adiado 2 de mayo de 2014
el juez colegiado les reconoció redención de pena por
trabajo y estudio y les otorgó la libertad provisional por
haber cumplido en detención preventiva el tiempo necesario
para obtener el derecho a la libertad condicional y reunir
las demás exigencias legales para tal efecto.

SÍNTESIS DE LAS DEMANDAS

1. Demanda formulada en nombre de HAIR


ALEXANDER MONROY GONZÁLEZ.

Al amparo de la causal tercera prevista en el artículo


207 de la Ley 600 de 2000, el demandante formula dos
reproches por nulidad contra la sentencia del ad quem, los
cuales se sintetizan de la siguiente manera:

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Primer cargo. Manifiesta el censor que la sentencia


confutada se profirió en un juicio viciado de nulidad, por
cuanto la fiscalía y los jueces de instancia carecían de
competencia para adelantar la investigación y el
juzgamiento de los militares procesados, irregularidad que
dice, constituye causal de anulación de conformidad con el
numeral 1º del artículo 306 del Código de Procedimiento
Penal de 2000.

Agrega que la garantía del debido proceso consagrada


en el artículo 29 de la Carta Política, contempla el principio
de juez natural como una de sus manifestaciones, luego
quien es sujeto pasivo de la acción punitiva Estatal debe ser
juzgado por el funcionario judicial que se encuentra
investido por el ordenamiento legal para conocer de
determinado asunto, en sustento de lo cual el recurrente
cita jurisprudencia de la Corte Constitucional.

Resalta que en el caso concreto la falta de competencia


de los funcionarios de la jurisdicción ordinaria para
investigar y juzgar a los militares incriminados, se originó
en un error de selección del tipo penal, puesto que el delito
de tortura agravada por el que se les acusó y condenó en
manera alguna recoge la conducta desplegada por aquellos,
por lo que afirma, los falladores de instancia incurrieron en
la aplicación indebida de los artículos 178 y 179-2 del
Código Penal, lo que a su vez determinó la modificación de
la competencia del juez natural, en este caso, la Justicia
Penal Militar y, por ende, el quebrantamiento de la
susodicha garantía.

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Sentado lo anterior, el recurrente relaciona los


instrumentos internacionales que definen la tortura y
proscriben su uso, destacando que en dichos convenios se
evidencia una diferenciación entre la noción que entraña
dicha conducta y la que corresponde a las «penas, o tratos
crueles, inhumanos o degradantes», aunque de estas
últimas no se dé un concepto, por lo que para tal efecto
debe acudirse a las decisiones de los organismos
autorizados para interpretarlos.

Cita doctrina y decisiones de cortes internacionales,


particularmente del sistema europeo de derechos humanos,
para luego sostener que en el concierto mundial la tortura
se distingue de las penas y tratos crueles e inhumanos por
la intensidad de los sufrimientos infligidos, escalafón en el
que el mayor nivel lo tiene la primera de dichas conductas y
el menor las últimas. En otras palabras, afirma, para que
un acto pueda ser calificado como tortura, debe ser una
forma agravada de trato inhumano y perseguir un propósito
determinado.

Expone que en la legislación patria, si bien


inicialmente el tipo penal de tortura previsto en el artículo
178 del Código Penal, contemplaba un elemento normativo
que exigía que los dolores o sufrimientos, físicos o
psíquicos, infligidos fueran «graves», el cual fue retirado del
ordenamiento jurídico según sentencia C-148 de 2005 de la
Corte Constitucional, tal concepto no puede dejarse de lado
para determinar qué actos alcanzan el grado necesario para
considerarse como tortura.

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En apoyo de su tesis refiere que la Corte y la Comisión


Interamericana de Derechos Humanos, para determinar que
actos constituyen tortura, tiene en cuenta elementos
objetivos, tales como el lapso temporal durante el cual se
infligió la pena o el sufrimiento y el método utilizado con ese
fin, y elementos subjetivos como, verbi gratia, la edad, sexo
y vulnerabilidad particular de la víctima.

Expresa que a partir de tales criterios, en el asunto de


la especie es claro que los juzgadores de instancia se
equivocaron al sostener «que cualquier sufrimiento o aflicción
puede ser considerada como tortura», omitiendo en esa labor
el análisis de su gravedad, manera de razonar con la cual,
afirma, se «llegaría al absurdo de que los golpes propinados
por un oficial o suboficial a un soldado deban ser
considerados como tortura, pues infligirán sufrimiento y
aflicción», y desconociendo, además, que esta Corporación
al definir el delito de tortura, dejó clarificado que éste no se
configura a partir de cualquier acción que cause molestia o
aflicción, excluyendo la posibilidad de sancionar «conductas
semejantes que el legislador no ha querido prever».

Manifiesta que según se demostró en el proceso y se


declaró en el fallo confutado, los soldados que el día de los
hechos juzgados recibieron la instrucción del teniente
MONROY GONZÁLEZ de acuerdo al Manual de Resistencia,
Evasión, Escape y Supervivencia –R.E.E.S.–, estaban
siendo preparados para evitar ser secuestrados por el
enemigo y, en el evento de que ello ocurriera, estuvieran en
capacidad de soportar las torturas a las que eventualmente

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se les sometiera, por lo cual era necesario que en el ejercicio


se realizaran «simulacros de inmersión, así como [que] fueran
golpeados levemente, que en la teoría del Ejército se
denomina ablandamiento, desarrollando plenamente el
manual».

Luego, concluye, que de acuerdo a las interpretaciones


autorizadas de los tratados suscritos por Colombia en
relación con la proscripción de la tortura, la actuación de
su defendido no tipifica el delito ídem, habida cuenta del
tipo de agresión, su duración y la calidad de los
destinatarios, soldados que «deben acostumbrarse a las
eventualidades futuras de vejámenes y maltratos físicos»,
por lo que en caso de presentarse «excesos» en su
preparación, ello a lo sumo constituiría falta disciplinaria.

En seguida, el libelista hace algunas disquisiciones


sobre los elementos personal y funcional como referentes
obligados en la determinación de las conductas delictivas de
competencia de la Justicia Penal Militar, apoyándose en
jurisprudencia de la Corte Constitucional, de donde
concluye que la conducta desarrollada por el acusado
MONROY GONZÁLEZ debió ser investigada y juzgada por esa
jurisdicción especial, por ser éste miembro activo del
Ejército Nacional y haberse realizado aquella en el marco de
una actividad propia del servicio, derivada de la
extralimitación o abuso de poder.

Comportamiento que, asevera, en el caso de su


representado se adecua a la descripción típica del ilícito de

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prevaricato por omisión –art. 414 C.P.–, por cuanto MONROY


GONZÁLEZ omitió informar a sus superiores el maltrato de
que fueron objeto unos soldados por parte de otros militares
en el ejercicio de Resistencia, Evasión, Escape y
Supervivencia –R.E.E.S.–, el que, incluso, eventualmente
puede concursar con lesiones personales – art. 188 de la Ley
522 de 1999–, puesto que varios reclutas resultaron
afectados en su integridad personal, con incapacidades que
no superan los 15 días sin secuelas médico legales.

En esa medida, solicita casar la sentencia y, en


consecuencia, decretar la nulidad de lo actuado desde el
momento en que se dispuso remitir, por competencia, la
actuación a la jurisdicción ordinaria.

Segundo cargo. Manifiesta el impugnante que la


sentencia confutada se profirió en un juicio viciado de
nulidad por afectación del debido proceso, puesto que la
acción penal por el delito de prevaricato por omisión,
calificación jurídica que estima es la que corresponde a la
conducta realizada por su defendido, se extinguió por haber
operado el fenómeno de la prescripción.

Señala que de conformidad con el artículo 83 de la Ley


522 de 1999, la acción penal prescribe en un tiempo igual
al máximo de la pena fijada en la ley si fuere privativa de la
libertad, sin que pueda ser inferior a 5 años ni superior a
20, y como los hechos juzgados ocurrieron el 25 de enero de
2006, el término prescriptivo se cumplió «el día 25 de enero
del año 2011».

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En ese orden, pide a la Corte casar la sentencia


recurrida y, en su lugar, decretar la cesación de
procedimiento por prescripción de la acción penal.

2. Demanda formulada en nombre de CRISTIAN


CAMILO BARRERA ECHEVERRI.

Por la senda de la causal primera, cuerpo primero,


prevista en el artículo 207 de la Ley 600 de 2000, el
casacionista formula tres censuras contra la sentencia del
ad quem, todas ellas por violación directa de la ley
sustancial.

Primer cargo. Denuncia que el fallador de segundo


grado incurrió en la aplicación indebida del artículo 25 del
Código Penal, que consagra la acción y la omisión como
formas de realización de la conducta punible, precepto que
dice, fue minuciosamente analizado en la sentencia SU-
1184 de 2001, donde la Corte Constitucional precisó que
para que un miembro de la fuerza pública sea garante, se
requiere que en concreto recaiga dentro del ámbito de su
competencia –material, funcional y territorial– el deber
específico de proteger los derechos constitucionales de los
ciudadanos, además de lo cual, para determinar su
responsabilidad penal, deben cumplirse los juicios de
tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad.

Resalta que el juez colegiado omitió dicho análisis,


pues no indicó cuál era el supuesto que permitía ubicar al

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procesado BARRERA ECHEVERRI como garante de la


integridad de los soldados a su cargo, si por la creación de
riesgos para bienes jurídicos o por el surgimiento de
deberes por la vinculación a una institución estatal, ni
estableció cuáles eran las funciones asignadas el día de los
hechos al mencionado oficial en relación con el ejercicio de
entrenamiento, a fin de determinar si era su deber jurídico
proteger los derechos constitucionales de sus subalternos y
la capacidad de acción que tenía para tal efecto.

Expone que si bien de manera general los militares


son garantes de la vida e integridad de los ciudadanos,
compromiso que asumen al ingresar a la Fuerza Pública, la
competencia funcional al interior de la institución frente a
ciertos deberes se genera por razón de actos
administrativos, y para el caso concreto de su defendido, no
es posible «enmarcarlo funcionalmente» en la actividad
castrense donde se cometieron los hechos juzgados, pues
no figuraba como instructor de la misma, amén que su
permanencia en la primera estación del ejercicio fue por
corto tiempo.

Añade que como se extrae del documento denominado


«horario de instrucción», a BARRERA ECHEVERRI no se le
asignó ninguna responsabilidad en relación con la
instrucción impartida a los soldados, ni sobre el área en
que se desarrollaba, como lo corroboran las declaraciones
de los militares Alonso Fuentes, Hamilton Oviedo, Mejía
Sabogal, Sánchez, Guzmán y Tovar, quienes coinciden en
manifestar que la labor de dirección e instrucción la tenían

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los oficiales PACHÓN REINA y MONROY GONZÁLEZ, quienes la


dirigían y emitían las respectivas órdenes.

Cita jurisprudencia de esta Corporación sobre la


posición de garante en el delito de omisión impropia, así
como doctrina respecto del contenido de la tipicidad como
elemento estructural de la conducta punible, para acto
seguido afirmar que sobre el tema en comento la sentencia
impugnada solo hace especulaciones, pues no concreta en
que se funda la posición de garante que se predica de su
representado, para lo cual «era gravitante individualizarlo e
identificarlo, no solo con su identificación personal, tampoco
exclusivamente en cuanto a las capacidades funcionales,
materiales y territoriales, sino también, en lo referente al (los)
sujeto (s) activo (s) de la conducta de tortura y, por supuesto,
al (los) sujeto (s) pasivo (s) de la misma conducta, para
poderle concretar [a BARRERA ECHEVERRI] la conducta omisiva
del tipo penal de tortura».

Se refiere a continuación a la faz subjetiva de la


tipicidad, para señalar que el dolo no se presume, y que en
los delitos de omisión impropia supone probar tres
extremos, a saber: «que el sujeto tenga conocimiento de la
posición de garante, el conocimiento de la situación típica y la
voluntad de no llevar a cabo la acción»; aspectos que dice,
no fueron siquiera mencionados en el fallo confutado, amén
de que es improbable que el procesado BARRERA ECHEVERRI
conociera «las amplias responsabilidades» que tal figura
entraña, máxime que según la prueba testimonial y sus
propias manifestaciones, no pasó de la primera estación de

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la pista de ejercicios, donde solo se vendaba y amarraba a


los soldados que no lograban superar el interrogatorio, pero
«nunca presenció los actos sexuales abusivos y otros
vejámenes cometidos en otras estaciones que
verdaderamente configuraron el delito de tortura».

Segundo cargo. Manifiesta el actor que el Tribunal


aplicó indebidamente los artículos 178 y 179 del Código
Penal, que tipifican el delito de tortura y las circunstancias
que lo agravan, pues a la conducta desarrollada por el
incriminado BARRERA ECHEVERRI «es imposible adecuarle la
posición de garante», según los lineamientos de la sentencia
SU-1184 de 2001 de la Corte Constitucional.

En apoyo de su tesis cita una decisión del Tribunal de


Medellín, resaltando el análisis que allí se hace acerca de la
figura de la coautoría, y acto seguido insiste en que la
«responsabilidad funcional» del ejercicio recaía única y
exclusivamente en los tenientes PACHÓN REINA y MONROY
GONZÁLEZ, luego estima que se equivocó el ad quem al
deducir responsabilidad penal a su prohijado por su mera
«presencia circunstancial» en la pista de entrenamiento.

Expone que su representado se encontraba en la


primera estación del trazado donde se realizaban los
ejercicios, sitio desde el cual no tenía visibilidad de las
restantes estaciones donde se cometieron los vejámenes
contra los soldados, por ende, afirma, es errado el
razonamiento del juzgador de segundo grado, quien no
obstante reconocer tal circunstancia, acreditada con las

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inspecciones judiciales realizadas por la Procuraduría


General de la Nación, concluye que el procesado BARRERA
ECHEVERRI presenció las «severas golpizas» que recibían los
reclutas y, por tal razón, debe responder penalmente por el
delito de tortura por omisión, dado su deber de protección
derivado de la posición de garante que ostentaba el día en
que ocurrieron los hechos juzgados.

Sin embargo, asevera, ello no pudo ocurrir debido a


que su defendido estaba ubicado en un lugar desde donde
no podía ver lo que sucedía en otros sectores del circuito,
teniendo en cuenta los obstáculos y su extensión, tal como
se determinó en las inspecciones judiciales al lugar del
lamentable suceso.

Concluye que no era posible deducirle a BARRERA


ECHEVERRI posición de garante como lo hizo el ad quem,
amén que “el análisis y valoración de ésta en el marco de la
tipicidad, tampoco se ajusta a las exigencias legales y a las
directrices jurisprudenciales”.

Tercer cargo. Dice el demandante que el juez plural


aplicó indebidamente el artículo 29 del Código Penal, que
consagra las diversas formas de autoría en la conducta
punible.

En sustento de tal aserto trascribe la norma y apartes


de la jurisprudencia CSJ SP, 5 Jun. 2014, Rad. 35113,
decisión en la que esta Corporación se refirió al tema de la
coautoría en el delito de omisión impropia, de donde

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concluye que en el caso concreto es equivocado afirmar,


como lo hizo el juzgador de segundo grado, que el
incriminado BARRERA ECHEVERRI actuó como coautor
respecto del delito de tortura, pues la conducta punible
omisiva no admite dicha figura.

En esa medida, solicita a la Corte casar la sentencia


confutada y, en su lugar, absolver a su representado de los
cargos formulados en la acusación.

3. Demanda formulada en nombre de JAIVER ARTURO


PACHÓN REINA.

Al amparo de la causal primera, cuerpo segundo,


prevista en el artículo 207 de la Ley 600 de 2000, el censor
formula un solo reproche contra la sentencia del Tribunal,
por violación indirecta de la ley sustancial.

Señala que el fallador de segundo grado incurrió en


errores de hecho por falso raciocinio, lo cuales recayeron en
la valoración de (i) el Manual de Resistencia, Evasión,
Escape y Supervivencia –R.E.E.S.–, (ii) el testimonio de
todos y cada uno de los soldados que fueron víctimas de los
vejámenes durante el ejercicio y (iii) los informes técnicos
médico legales de lesiones no fatales realizados a los
reclutas que resultaron lesionados en su integridad
personal en dicha prueba.

Añade que el falso raciocinio denunciado en relación


con la estimación del Manual R.E.S.S., estuvo determinado

20
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

por el desconocimiento de los postulados de la sana crítica,


particularmente de dos reglas de la experiencia, a saber: «(i)
la rigidez del entrenamiento militar; y, (ii) el sufrimiento
derivado de ese entrenamiento».
Afirma que debido a tal vicio el ad quem se formó una
idea apartada de la realidad respecto de la doctrina militar
y, por ende, consideró que el referido documento «era ajeno
a la rigidez propia de la vida militar y que su contenido no
derivaba sufrimiento para los soldados», y antes, por el
contrario, concluyó que garantizaba la integridad de los
participantes en el entrenamiento.

Esa manera de razonar, agrega, llevó al juez plural a


concluir que el acusado PACHÓN REINA, «como responsable
de la pista de entrenamiento», tenía posición de garante,
cuando en verdad la práctica establecida en el Manual
R.E.E.S. «demandaba sufrimiento y agotadores esfuerzos
para los participantes», además que confundió unos hechos
«rudos pero reglamentados», con otros «abiertamente
delictivos» contrarios a lo contemplado en dicho documento
y realizados aisladamente por unos instructores.

Por ello, asevera, no podía considerarse la conducta de


su defendido el día del entrenamiento como constitutiva de
delito, pues lo actos que dispuso ejecutar lo fueron de
acuerdo a la doctrina militar y el Manual R.E.E.S., el cual
no garantiza en la práctica el absoluto bienestar físico y
mental de los soldados que participaban en el ejercicio, en
cuyo desarrollo se realizaron otros actos, esos sí de

21
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

connotación penal, en los que PACHÓN REINA no estuvo


comprometido.

Reconoce que el pluricitado documento expresamente


proscribe cualquier tipo de maltrato a la tropa en desarrollo
del entrenamiento que contempla, no obstante, asevera, en
el mismo hay previstas actividades que «evidencian
sufrimiento y maltrato en lo físico y sicológico que no fueron
tenidas en cuenta por el Tribunal», entre ellas presionar
sicológicamente a los retenidos, quienes en ciertos
cautiverios es usual que estén esposados, amarrados o
encadenados –página 22 del Manual R.E.E.S. –, razón por la
cual, en el ejercicio, los soldados que no superaban el falso
retén guerrillero eran llevados cautivos a varias estaciones
donde se les amarraba y vendaba, luego eran sometidos a
«interrogatorios mediante tortura igualmente simulada, por lo
cual se [les] propinaban golpes simulados, denominados
‘golpes de ablandamiento’, sumergimientos y no propiamente
apneas, presión sicológica, se podían simular
sumergimientos en estiércol de ganado, picaduras, no de
serpientes como se deduce del manual, sino de hormigas,
pringamoza, sal, luego de ello aparecía el Ejército y liberaba
a los prisioneros, con lo cual se daba por terminado el
entrenamiento».

Manifiesta que el juez colegiado no distinguió los


hechos simulados, propios de la instrucción, de aquellos
que excedieron la simulación y constituyen actos de
verdadera tortura, tales como quemar a los soldados,
abusarlos sexualmente y lanzarlos desde las alturas,

22
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

vejámenes cometidos al amparo de la rudeza y el realismo


del ejercicio, por lo cual tampoco verificó qué instructores
se sobrepasaron e incurrieron en el delito de tortura.

Anota que tal yerro de valoración llevó al ad quem a


considerar que no obstante ser preciso que los militares
reciban entrenamiento especial, necesario para asumir su
difícil tarea, ello en manera alguna implica que en dicha
instrucción se ejecuten actos que atenten contra su
dignidad, a partir de lo cual restó fuerza de convicción a
«las justificaciones del procesado [PACHÓN REINA] que referían
la legitimidad de su acciones».

Acto seguido, el recurrente cita apartes de la sentencia


de segundo grado donde se valoran las indagatorias de los
procesados y la prueba testimonial, señalando que dicha
estimación probatoria es errada, puesto que las actividades
narradas por su defendido eran propias del Manual
R.E.E.S., luego «no podían confundirse y valorarse en
conjunto con las que nada tenían de reglamentarias», entre
las cuales relaciona las severas golpizas, los
sumergimientos en estiércol de ganado y las quemaduras a
que fueron sometidos los soldados por algunos instructores,
entre ellos, los cabos Lora y Tarazona, así como algunos
dragoneantes que apoyaron el ejercicio.

En cuanto al falso raciocinio que dice se presenta en la


valoración de los dictámenes médicos legales de lesiones no
fatales, practicados a los reclutas que luego del
entrenamiento resultaron con afectaciones en su integridad

23
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

física, señala que ellos «hacen referencia exclusivamente a


los actos ilícitos dados en el entrenamiento y no se
desprenden de las actuaciones lícitas».

Finaliza indicando que los errores en la estimación


probatoria conllevaron a «proscribir» el entrenamiento en su
totalidad, sin distinguir «el sufrimiento legítimo del ilegal», y,
por contera, a considerar al procesado PACHÓN REINA como
coautor del delito de tortura, con lo cual se violaron
indirectamente los artículos 25, 28, 29, 31, 178 y 179 del
Código Penal, y 7 y 232 de la Ley 600 de 2000.

En ese orden, pide a la Corte casar la sentencia


impugnada y, en su lugar, absolver a su defendido de los
delitos objeto de la acusación.

CONSIDERACIONES DE LA CORTE

1. Conviene recordar que dado el carácter


extraordinario del recurso de casación, al libelista compete
elaborar la demanda bajo los estrictos parámetros
contemplados en la ley y decantados por la jurisprudencia
de la Corte.

Por tanto, no basta con afirmar que se cometió un


error in iudicando o in procedendo, ya que debe demostrarse
la existencia del vicio y su trascendencia frente al contenido
del fallo.

24
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

De acuerdo con la jurisprudencia de la Sala, es bien


sabido que el recurso de casación constituye el medio por el
cual se revisa la legalidad de la sentencia. De ahí que el
libelo deba cumplir las formalidades estatuidas en el
artículo 212 de la Ley 600 de 2000, principalmente
enunciar la causal y formular el cargo con el cual se
pretende la infirmación del fallo; señalar de manera clara y
precisa sus fundamentos y las normas infringidas; y, por
último, evidenciar cómo el vicio in iudicando o in procedendo
conduce a resquebrajar la providencia.

Ahora bien, sin desconocer la facultad legal de la Corte


para casar la sentencia cuando sea ostensible que la misma
transgrede las garantías fundamentales de las partes (art.
216 Ley 600 de 2000), la impugnación extraordinaria no es
un mecanismo carente de rigor.

Por ende, el recurso de casación no puede entenderse


como una instancia adicional para debatir aspectos que ya
fueron materia de controversia o como facultad ilimitada
para revisar el proceso, ni la demanda puede elaborarse
utilizando un discurso de libre composición; por el
contrario, dado el carácter extraordinario y rogado del
recurso, está ligado a causales taxativas que tienen
contenidos propios, referidas a vicios sustanciales o
procesales.

Además, en el desarrollo de cada uno de los reparos


formulados se deben cumplir unos requisitos mínimos de
lógica y adecuada fundamentación, cuyo desconocimiento

25
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

conlleva a la inadmisión de la demanda, como lo establece


el artículo 213 del Código de Procedimiento Penal de 2000.

Así, no resulta atinado solo denunciar la presencia del


error que se invoca, sino que al impugnante incumbe
demostrar su existencia y cómo el mismo tiene la
trascendencia suficiente para romper la doble presunción
que cobija a la sentencia de segundo grado y, por lo mismo,
la necesidad de que la Corte intervenga como Tribunal de
Casación en procura de hacer efectivo el derecho material y
las garantías debidas a quienes intervienen en la actuación
penal, reparar los agravios ocasionados a las partes con la
decisión confutada o unificar la jurisprudencia.

2. En relación con el asunto de la especie, la Corte de


entrada anuncia que las demandas se inadmitirán, habida
consideración de que no reúnen los requisitos mínimos de
lógica y adecuada fundamentación que exige el recurso de
casación, según pasa a explicarse.

2.1 Demanda formulada en nombre de Hair


Alexander Monroy González.

Por la senda de la nulidad, el impugnante formula dos


reproches contra el fallo de segundo grado.

Al respecto conviene recordar que si bien la Sala ha


dicho que la nulidad es menos exigente en su demostración
que las otras causales de casación, lo cierto es que impone

26
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

al censor proceder con precisión y claridad a identificar la


clase de irregularidad sustancial que determina la
invalidación; señalar si se trata de un vicio de estructura o
garantía; plantear sus fundamentos fácticos; indicar los
preceptos que considera conculcados; expresar la razón de
su quebranto; y, especificar el momento de la actuación a
partir de la cual se produjo el vicio.

Asimismo, compete al casacionista informar la


cobertura de la invalidez, evidenciar que procesalmente no
existe manera diversa de restablecer el derecho afectado y,
lo más importante, comprobar que la anomalía denunciada
tuvo injerencia perjudicial y decisiva en la declaración de
justicia contenida en el fallo impugnado –principio de
trascendencia–, dado que el recurso extraordinario no
puede fundarse en especulaciones, conjeturas, afirmaciones
carentes de demostración o en situaciones ausentes de
quebranto.

2.1.1 Primer cargo.

El vicio in procedendo en el que el demandante


sustenta la nulidad, lo funda en la falta de competencia de
la justicia ordinaria para adelantar la investigación y el
juzgamiento de los militares procesados, a su vez originada
en la equivocada selección del tipo penal que
supuestamente recoge la conducta de los acusados, por lo
cual dice, los juzgadores de instancia incurrieron en la
aplicación indebida de los artículos 178 y 179-2 del Código

27
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

Penal que tipifica el delito de tortura agravada, yerro que


determinó la modificación del juez natural, valga decir, la
Justicia Penal Militar y, por ende, el quebrantamiento de
dicha garantía.

Acogiendo el criterio de la Sala en el sentido de que la


irregularidad denunciada debe postularse a través de la
causal de nulidad prevista en el numeral tercero del
artículo 207 de la Ley 600 de 2000, pero en orden a
demostrarla debe acudirse a los derroteros señalados para
la causal primera de la norma en comento, esto es, bien por
la senda de la violación directa de la ley – cuerpo primero de
dicha disposición–, ora por la vía de la violación indirecta de la

norma sustancial –cuerpo segundo del citado precepto –, el


censor advirtió que optaría por la primera de ellas.

En relación con la carga argumentativa que


corresponde asumir en tales casos al recurrente que
propone la nulidad por falta de competencia, resulta
pertinente citar la jurisprudencia de la Sala que tiene dicho:

En efecto, como lo tiene suficientemente decantado la


jurisprudencia de la Sala1, cuando por vía de casación se aduce
nulidad por falta de competencia, es necesario que el actor
formule el cargo con apoyo en la causal tercera y lo desarrolle al
amparo de los lineamientos propios de la causal primera,
demostrando que se incurrió en violación directa o indirecta de la
ley sustancial.

1
En ese sentido, ver auto del 12 de diciembre de 2003, rad. 21379.

28
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

En tal virtud, si se opta por la violación directa de la ley,


corresponde al casacionista indicar las disposiciones que el
fallador aplicó indebidamente o aquellas que dejó de aplicar o las
que interpretó inadecuadamente, según sea la naturaleza de la
violación directa aducida, así como expresar las razones jurídicas
que sustentan el cargo.

Por su parte, si el actor denuncia la violación indirecta de la ley,


deberá expresar si proviene de error de hecho o de derecho en la
apreciación de las pruebas, así como señalar el sentido del yerro,
esto es, en el primer caso (error de hecho) precisar si se trata de
falso juicio de existencia, falso juicio de identidad o falso
raciocinio. Y, en el segundo evento (error de derecho), indicar si
se incurrió en falso juicio de legalidad o en falso juicio de
convicción. (CSJ AP, 29 May. 2013, Rad. 40974)

En el caso objeto de estudio el libelista inobservó la


regla casacional en mención, pues si bien postuló el
reproche al amparo de la causal tercera y anunció que su
desarrollo lo haría por la senda de la violación directa de la
ley derivada de la aplicación indebida de preceptos
sustanciales –artículos 178 y 179-2 del Código Penal –, no lo hizo
con sujeción a los parámetros propios de dicha causal, que
le impone la obligación de aceptar los hechos y las pruebas
tal y como los juzgadores de instancia declararon aquellos y
estimaron éstas, pues el debate se circunscribe a la
aplicación del derecho, por lo cual le son ajenas
disquisiciones atinentes a la capacidad suasoria de los
medios de convicción o a la fijación de la situación fáctica

En efecto, a fin de demostrar la aplicación indebida de


las normas que tipifican el delito de tortura agravada, el

29
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

impugnante se aparta de los hechos declarados en el fallo


recurrido, puesto que afirma que los soldados que
participaban del entrenamiento de Resistencia, Evasión,
Escape y Supervivencia –R.E.E.S.–, dada la exigencia de
que éste tuviera ribetes de realismo, fueron sometidos a
«simulacros de inmersión, así como [que] fueran golpeados
levemente, que en la teoría del Ejército se denomina
ablandamiento, desarrollando plenamente el manual».

Empero, situación bien diferente es la que al respecto


indica el ad quem en la sentencia recurrida, donde expresó
que los soldados que participaron en la instrucción
denominada «Resistencia, Evasión, Escape y Supervivencia»,
realizada el 25 de enero de 2006 en el Centro de Instrucción
y Entrenamiento –C.I.E.– de la Sexta Brigada del Ejército
Nacional, ubicado en Piedras (Tolima), fueron sometidos a
diversos vejámenes que les generaron dolor y sufrimiento
psíquico y físico, pues, en palabras del Tribunal:

No cabe duda que poner hormigas en la cara de los soldados,


golpearlos de manera inmisericorde, sumergirles la cabeza en el
agua hasta casi asfixiarlos, arrastrarlos, lanzarlos desde una
piedra, darles a comer sal, meter su rostro en barro y estiércol y
quemarlos, son claros actos de tortura, pues con ellos les
causaron dolores o sufrimientos físicos y síquicos, con el fin de
obtener información ficticia con ocasión del ejercicio, que en
últimas solo buscaba castigarlos por los supuestos actos de
indisciplina que habrían cometido con anterioridad (…).

30
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

Surge patente entonces, que a partir de la


presentación sesgada y caprichosa de los hechos, es que el
casacionista plantea que los mismos adolecen de la nota de
«gravedad» que el dolor y sufrimiento infligido a una
persona requiere para tipificar el delito de tortura, ya que
en su sentir no cualquier aflicción puede ser considerada
como tal, pues afirma, se «llegaría al absurdo de que los
golpes propinados por un oficial o suboficial a un soldado
deban ser considerados como tortura, pues infligirán
sufrimiento y aflicción».

Tal manera de razonar deja sin demostración la


censura intentada, puesto que desconoce la situación
fáctica declarada por el juzgador de segundo grado, a
partir de la cual éste encontró reunidos los elementos
estructurales del delito de tortura, luego el esfuerzo
argumentativo que a partir de la referida falacia realiza el
actor, en orden a evidenciar que los hechos no encajan
en la descripción típica de la citada conducta punible,
concretamente en punto del elemento normativo
condensado en la expresión «dolores o sufrimientos»,
resulta inane.

Además, el demandante no se ocupa de demostrar


la aplicación indebida de las disposiciones citadas, que
valga recordar, es un error de selección que se origina
cuando el sentenciador se equivoca al calificar
jurídicamente los hechos o habiendo acertado en su
adecuación, desatina al elegir la norma correspondiente

31
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

a la calificación jurídica impartida 2, pues su esfuerzo no


se orienta a constatar la defectuosa adecuación del
supuesto fáctico probado, respecto de la hipótesis
contemplada en el respectivo precepto 3, sino que se
concentra en exponer el sentido y alcance que desde su
personal y parcializada óptica debe dársele al concepto
de «dolores y sufrimientos», con la pretensión de que solo
aquellos que tengan la connotación de graves pueden
constituir el delito de tortura.

Al margen de tales falencias de lógica y adecuada


fundamentación, tampoco le asiste razón al censor, pues
sin desconocer que convenios internacionales 4 suscritos y
aprobados por Colombia consagran el elemento «gravedad»
de los dolores y sufrimientos infligidos como parte integral
de la noción de tortura, es necesario remitirse a lo que
sobre el punto resolvió la Corte Constitucional en Sentencia
C-148 de 2005, en la que declaró inexequible dicha
expresión contenida en el artículo 178 del Código Penal.

Dijo el Tribunal Constitucional en esa oportunidad:

Al respecto la Corte constata que en el presente caso y


contrariamente a lo que se señaló para el delito de genocidio, es
clara la contradicción entre el texto de los artículos 173 y 178
de la Ley 599 de 2000 -que tipifican respectivamente los delitos
de tortura en persona protegida y tortura- y la Convención

2
CSJ AP, 26 Feb. 2014, Rad. 42902.
3
CSJ AP, 13 Nov. 2013, Rad. 41683.
4
Convención Internacional contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes
de la ONU de 1984.

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Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

Interamericana para prevenir y sancionar la tortura 5, instrumento


internacional que en armonía con el artículo 93 superior y el
principio pro homine es el que corresponde tomar en cuenta en
este caso como se explicó en los apartes preliminares de esta
sentencia .

En efecto en dicho instrumento internacional aprobado mediante


la Ley 409 de 19976 no solamente se excluye la expresión
“graves” para efectos de la definición de lo que se entiende por
tortura, sino que se señala claramente que se entenderá como
tortura la aplicación sobre una persona de métodos tendientes a
anular la personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad
física o mental, aunque no causen dolor físico o angustia
psíquica. Es decir que de acuerdo con la Convención
Interamericana configura el delito de tortura cualquier acto que
en los términos y para los fines allí señalados atente contra la
autonomía personal, incluso si el mismo no causa sufrimiento o
dolor.

En ese orden de ideas en la medida en que tanto en el artículo


137 como en el artículo 138 de la Ley 599 de 2000 el Legislador
al regular respectivamente los delitos de tortura en persona
protegida y de tortura, incluyó en la definición de estas
conductas la expresión graves para calificar los dolores o
sufrimientos físicos o psíquicos que se establecen como
elementos de la tipificación de los referidos delitos, no cabe duda
de que desconoció abiertamente la Convención Interamericana

5
Artículo 1. Los Estados partes se obligan a prevenir y a sancionar la tortura en los términos de la
presente Convención.
Artículo 2. Para los efectos de la presente Convención se entenderá por tortura todo acto realizado
intencionalmente por el cual se inflijan a una persona penas o sufrimientos físicos o mentales, con
fines de investigación criminal, como medio intimidatorio, como castigo personal, como medida
preventiva, como pena o con cualquier otro fin. Se entenderá también como tortura la aplicación sobre
una persona de métodos tendientes a anular la personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad
física o mental, aunque no causen dolor físico o angustia psíquica.
No estarán comprendidos en el concepto de tortura las penas o sufrimientos físicos o mentales que
sean únicamente consecuencia de medidas legales o inherentes a éstas, siempre que no incluyan la
realización de los actos o la aplicación de los métodos a que se refiere el presente artículo.
6
Ver Sentencia C-351/98 M.P. Fabio Morón Díaz.

33
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

para prevenir y sancionar la tortura y consecuentemente vulneró


el artículo 93 superior.7

A ello cabe agregar que como lo señala el señor Fiscal General de


la Nación en relación con la tortura el artículo 12 constitucional 8
no establece ningún tipo de condicionamiento.

Recuérdese que el contenido que el Constituyente dio al artículo


12 de la Carta, corresponde a la consagración de un derecho que
no admite restricciones que lo conviertan en relativo 9 y que a la
prohibición que consagra la norma superior citada, -dirigida en
este sentido a cualquier persona sea agente estatal o particular-
subyace el reconocimiento y protección al principio fundamental
de dignidad humana como fuente de todos los derechos 10.

Y esta Corporación en CSJ SP, 16 Sep. 2009, Rad.


31795, al ocuparse del estudio de los elementos
estructurales de la conducta punible en cuestión, señaló:

La Constitución Política de 1991 hizo expresa mención a la


tortura e imperativamente en su artículo 12 determinó que:

“Nadie será sometido a desaparición forzada, a torturas o penas


crueles, inhumanos o degradantes.”

El legislador de 2000, consecuente con la preceptiva superior,


mantuvo en el artículo 178 del Código Penal como

7
Artículo 93.- Los tratados y convenios internacionales ratificados por el Congreso, que reconocen los
derechos humanos y que prohíben su limitación en los estados de excepción, prevalecen en el orden
interno. Los derechos y deberes consagrados en esta Carta, se interpretarán de conformidad con los
tratados internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia.
8
Artículo 12.- Nadie será sometido a desaparición forzada, a torturas ni a tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes.
9
Ver Sentencia C-351/98 M.P. Fabio Morón Díaz.
10
Ver Sentencia C-587/92, M.P. Ciro Angarita Barón.

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Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

comportamiento punible que atenta contra el bien jurídico de la


autonomía personal el tipo de tortura:

(…)

El tipo penal autónomo11 descrito en el artículo 178 debe


entenderse a partir del principio de legalidad y dentro de las
estrictas reglas de tipicidad, sin desconocer ni olvidar los
alcances de preceptos superiores que integran el bloque de
constitucionalidad, criterio hermenéutico a partir del cual se debe
entender que tortura es lo que señala el precepto del Código
Penal pero matizado en su alcance con la amplia definición que
de tal concepto aparece en la Convención Interamericana para
prevenir y sancionar la Tortura, adoptada en Cartagena de
Indias, Colombia, el 9 de diciembre de 1985, en el decimoquinto
período ordinario de sesiones de la Asamblea General de la
Organización de Estados Americanos, vigente en el orden interno
de conformidad con la Ley 409 de 1997, sin que se olvide que en
materia de tortura:

Nuestro ordenamiento superior y la legislación que lo desarrolla,


"son incluso más amplios que los instrumentos internacionales
suscritos por nuestro país", y que el derecho internacional es
norma mínima que se integra a la legislación interna 12.

Lo anterior permite afirmar que en Colombia pueden ejecutar


acciones constitutivas del delito de tortura tanto los servidores
públicos13 como los particulares14, que la misma puede estar

11
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, sentencias de 20 de octubre de 2004, radicación
21847.
12
Corte Constitucional, sentencia C-351/98.
13
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, sentencias de 6 de septiembre de 2007,
radicación 26591, de 20 de octubre de 2004, radicación 21847 y de 8 de octubre de 2008, constituyen
ejemplos de torturas atribuidas a militares y policías, respectivamente.
En otras legislaciones, como la española, por ejemplo, la tortura está prevista como delito especial
porque solamente lo pueden cometer la autoridad o funcionario público, y la víctima tiene que estar en
situación de dependencia de hecho, en poder o a merced del funcionario.
14
Véase Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, sentencia de 6 de septiembre de 2007,
radicación 26591.

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Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

encaminada a obtener información, edificarse como medio de


castigo, intimidación o coacción derivada de cualquier forma de
discriminación, o con fin distinto de los anteriores, todo lo cual
puede darse por medio de afectaciones físicas15 (fuerza que
causa dolor o sufrimiento) o psíquicas 16 (morales en los
términos del Código Penal de 1980). (Negrilla fuera de texto)

En esa medida, acorde con las jurisprudencias


citadas, la nota de gravedad que echa de menos el
recurrente en relación con los dolores y sufrimientos
infligidos a los soldados que participaron en el pluricitado
ejercicio castrense, ninguna incidencia tiene en punto de la
tipicidad objetiva de la conducta por la cual fueron
acusados y condenados los procesados, por cuanto tal
complemento descriptivo del delito de tortura fue excluido
del ordenamiento legal dada su inexequibilidad.

Agréguese que resulta insostenible afirmar que los


vejámenes a que fueron sometidos los conscriptos son
insignificantes o nimios, como se quiere presentar en el
libelo casacional, pues no llama a duda que propinar
severas golpizas, someter a asfixias por inmersión, aplicar
«pringamosa»17 y hormigas ponzoñosas en el cuerpo,
sumergir el rostro en barro y estiércol y quemar con tizones
ardientes, son actos de evidente crueldad y salvajismo

15
La Corte consideró que en unos hechos en los que se introdujo en las fosas nasales de la víctima una
sustancia líquida y en polvo para infligirle dolor físico, se edificó el delito de tortura (Corte Suprema
de Justicia, Sala de Casación Penal, sentencia de 6 de septiembre de 2007, radicación 26591).
16
Hacer llamadas telefónicas amenazantes, enviar sufragios e ir tras las rutas de las víctimas, son
conductas que objetiva y subjetivamente, por sí solas, están encaminadas a violentar la autonomía
personal (Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, sentencia de 15 de diciembre de 1999,
radicación 12374).
17
Planta que al contacto con la piel produce escozor e inflamación.

36
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

idóneos para causar dolor y sufrimiento a cualquier ser


humano.

Además, como lo ha señalado la Sala18, el delito de


tortura es de aquellos que la doctrina denomina como
pluriofensivo porque con el mismo se pretende la protección
de varios bienes jurídicos, tales como la dignidad humana,
la libertad, la autonomía individual y el libre desarrollo de
la personalidad, luego el daño causado no puede estar
asociado exclusivamente a la integridad personal, como en
forma equivocada parece entenderlo el impugnante, lo cual
explica su insistencia en la necesidad de que concurra el
elemento «gravedad», sino a la aptitud de la conducta –
infligir dolores o sufrimientos – para, como ocurre en este caso,

someter la voluntad o las «capacidades determinativas» de


la víctima y, de paso, menoscabar su dignidad humana.

En ese orden, la conducta de los acusados no deja de


adecuarse al supuesto de hecho contenido en el artículo
178 del Código Penal, por la simple consideración de que
los militares «deben acostumbrarse a las eventualidades
futuras de vejámenes y maltratos físicos» que les ocasione el
enemigo, como se plantea en la demanda, pues la dignidad
del ser humano es un principio fundante del Estado Social
de Derecho que impera en Colombia – art. 1º Const. Pol.–,
sobre el cual se edifica la totalidad del sistema de derechos
fundamentales y sus garantías, y cuyo irrespeto resulta
inadmisible bajo cualquier justificación.

18
CSJ SP, 16 Sep. 2009, Rad. 31795.

37
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

Ahora bien, el ilícito de tortura está expresamente


excluido de la competencia de la Justicia Penal Militar de
conformidad con lo normado en el artículo 221 de la Carta,
que señala que «de los delitos cometidos por los miembros de
la fuerza pública en servicio activo, y en relación con el
mismo servicio, conocerán las Cortes Marciales o Tribunales
Militares, con arreglo a las prescripciones del Código Penal
Militar», en concordancia con el artículo 3º de la Ley 522 de
1999, vigente para la época de ocurrencia de los hechos,
precepto que establece que «en ningún caso podrán
considerarse como relacionados con el servicio los delitos de
tortura, el genocidio y la desaparición forzada, entendidos
en los términos definidos en convenios y tratados
internacionales ratificados por Colombia (…).»(Resaltado de
la Sala), de donde se sigue que la conducta juzgada es de
competencia de la justicia ordinaria y, por ende, no se
quebrantó la garantía del juez natural.

Aserto que también encuentra sustento en la


jurisprudencia de la Sala y de la Corte Constitucional,
ambas coincidentes en afirmar la naturaleza excepcional del
fuero penal militar, así como en demandar la existencia de
una relación directa y concreta entre un acto del servicio y
la conducta punible, entendiéndose por aquel toda
actividad ligada a la funcional constitucional y legal
asignada a la fuerza pública, valga decir, «la defensa de la
soberanía, la independencia, la integridad del territorio
nacional y del orden constitucional» –art. 217 Carta Política– y
«el mantenimiento de las condiciones necesarias para el
ejercicio de los derechos y libertades públicas, y para

38
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

asegurar que los habitantes de Colombia vivan en paz» –art.


218 ibídem–, que corresponde asumir a la Fuerzas Militares y

a la Policía Nacional, respectivamente.

En orden a determinar si la investigación y


juzgamiento de una conducta desarrollada por un miembro
activo de la fuerza pública es de competencia de la justicia
penal militar o de la ordinaria, la Corte Constitucional en
sentencia C-358 de 1997 fijó las siguientes reglas:
a) que para que un delito sea de competencia de la justicia penal
militar debe existir un vínculo claro de origen entre él y la
actividad del servicio, esto es, el hecho punible debe surgir como
una extralimitación o un abuso de poder ocurrido en el marco de
una actividad ligada directamente a una función propia del
cuerpo armado. Pero aún más, el vínculo entre el delito y la
actividad propia del servicio debe ser próximo y directo, y no
puramente hipotético y abstracto. Esto significa que el exceso o la
extralimitación deben tener lugar durante la realización de una
tarea que en sí misma constituya un desarrollo legítimo de los
cometidos de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. Por el
contrario, si desde el inicio el agente tiene propósitos criminales,
y utiliza entonces su investidura para realizar el hecho punible,
el caso corresponde a la justicia ordinaria, incluso en aquellos
eventos en que pudiera existir una cierta relación abstracta entre
los fines de la Fuerza Pública y el hecho punible del actor. En
efecto, en tales eventos no existe concretamente ninguna relación
entre el delito y el servicio, ya que en ningún momento el agente
estaba desarrollando actividades propias del servicio, puesto que
sus comportamientos fueron ab initio criminales.

b) que el vínculo entre el hecho delictivo y la actividad


relacionada con el servicio se rompe cuando el delito
adquiere una gravedad inusitada, tal como ocurre con los

39
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

llamados delitos de lesa humanidad. En estas


circunstancias, el caso debe ser atribuido a la justicia ordinaria,
dada la total contradicción entre el delito y los cometidos
constitucionales de la Fuerza Pública. Al respecto es importante
mencionar que esta Corporación ya ha señalado que las
conductas constitutivas de los delitos de lesa humanidad son
manifiestamente contrarias a la dignidad humana y a los
derechos de la persona, por lo cual no guardan ninguna
conexidad con la función constitucional de la Fuerza Pública,
hasta el punto de que una orden de cometer un hecho de esa
naturaleza no merece ninguna obediencia. En efecto, en la
sentencia C-578 de 1995, en el fundamento jurídico 5.3.1. se
expresó:

“La orden del servicio es la que objetivamente se endereza a


ejecutar los fines para los cuales está creada la institución. Una
orden que de manera ostensible atente contra dichos fines o
contra los intereses superiores de la sociedad, no puede reclamar
válidamente obediencia. La orden de agredir sexualmente a una
persona o de infligirle torturas, bajo ninguna circunstancia puede
merecer el calificativo de orden del servicio. Estas acciones, que
se enuncian a título de ilustración, son ajenas completamente al
objeto de la función pública confiada a los militares y al conjunto
de sus deberes legales”.

Por consiguiente, un delito de lesa humanidad es tan extraño a la


función constitucional de la Fuerza Pública que no puede jamás
tener relación con actos propios del servicio, ya que la sola
comisión de esos hechos delictivos disuelve cualquier
vínculo entre la conducta del agente y la disciplina y la
función propiamente militar o policial, por lo cual su
conocimiento corresponde a la justicia ordinaria.
(Resaltado fuera de texto)

40
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

En el caso de la especie, no cabe duda sobre la


excepcional gravedad de los hechos que, por acción en unos
eventos y omisión en otros, realizaron los oficiales del
Ejército Nacional aquí acusados, constitutivos del delito de
tortura agravada y claramente violatorios de la dignidad
humana y de los derechos fundamentales de los soldados
que recibían el entrenamiento marcial, por lo que muy a
pesar de que el ilícito juzgado se cometió en desarrollo de
una actividad castrense que tiene relación directa con la
función propia del cuerpo armado, la circunstancia
inicialmente destacada rompe cualquier nexo entre la
conducta de los militares procesados y la función militar
que tenían asignada, luego la llamada a conocer la
investigación y juzgamiento era la justicia ordinaria, y no la
castrense.

Por último, en cuanto a la aseveración del casacionista


en el sentido de que el comportamiento de su defendido
tipifica la conducta punible de prevaricato por omisión – art.
414 C.P.–, y no el delito de tortura, se queda en la mera

proposición, pues más allá de indicar que el procesado


MONROY GONZÁLEZ omitió informar a sus superiores del
maltrato de que fueron víctimas algunos soldados por parte
de otros militares en desarrollo del entrenamiento, no se
ocupa de realizar la elemental labor de confrontación entre
los hechos declarados en el fallo confutado y los elementos
constitutivos del referido delito, para evidenciar por qué en
dicha materia debe acogerse su tesis y desecharse la del
Tribunal, incurriendo así en el vicio lógico de petición de
principio, y que la Corte no puede entrar a suplir por razón

41
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

de los principios de sustentación suficiente y limitación que


gobiernan el recurso extraordinario.

En ese orden, se inadmitirá el cargo.

2.1.2 Segundo cargo.

Acudiendo de nuevo a la senda de la nulidad el actor


denuncia la trasgresión del debido proceso, señalando que
cuando se profirió la sentencia de segundo grado, el Estado
había perdido su potestad punitiva, a consecuencia de
haber operado el fenómeno de la prescripción de la acción
penal respecto del delito de prevaricato por omisión, tipo
penal que en su criterio es el que recoge cabalmente la
conducta de su prohijado.

Sin embargo, soslaya que para efectos de determinar


la prescripción de la acción penal, la calificación jurídica a
tener en cuenta es la deducida por los falladores de
instancia, según decantado criterio jurisprudencial 19, valga
decir, para el caso de la especie el delito de tortura
agravada –arts. 178 y 179-2 del C.P.– el cual tiene prevista
pena de prisión de 15 años en su extremo superior,
aumentada hasta en una tercera parte, por tanto el término
prescriptivo será de 20 años en la fase de instrucción y de
13 años y 4 meses en la fase de juzgamiento, este último
por tratarse de servidor público y según se estableció en
CSJ AP, 21 Oct. 2013, Rad. 39611, los cuales claramente
no se han cumplido si se tiene en cuenta que los hechos se
19
CSJ AP, 9 Abr. 1999, Rad. 13165; CSJ AP, 26 Ene. 2005, Rad. 22292; entre otros, y CSJ SP, 26
Ene. 2006, Rad. 24153.

42
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

cometieron el 25 de enero de 2006 y la resolución de


acusación cobró firmeza el 18 de junio de 2008.

Ahora bien, lo que advierte la Sala es que el reproche


se edifica sobre la calificación jurídica que de manera
caprichosa e infundada pretende entronizar el demandante,
respecto de la que consideraron las instancias, pero sin
tomarse el trabajo de evidenciar por qué los hechos
declarados en el fallo confutado no se subsumen en el delito
de tortura, y sí en el de prevaricato por omisión, para lo
cual debió acudir bien a la senda de la violación directa de
la ley, si es que los errores in iudicando se derivan de la
exclusión evidente, aplicación indebida o interpretación
errónea de una norma sustancial, ora a la violación
indirecta de la norma, porque a éstos se llega a
consecuencia de una deficiente apreciación de la prueba,
precisando si se trata de errores de hecho o de derecho, así
como los falsos juicios que los determinan, si de existencia,
identidad o raciocinio en el primer caso, o de legalidad o
convicción en el segundo evento.

Empero, ninguno de dichos derroteros es acatado en el


libelo casacional, por lo cual la glosa intentada no
constituye más que un simple alegato de instancia en el que
el demandante plantea su particular criterio sobre la
calificación jurídica que debió darse a los hechos imputados
a su defendido, pero sin el rigor dialéctico que el recurso de
casación exige, y sobre ese sofisma erige la supuesta
violación del debido proceso, que tampoco demuestra,
puesto que ni siquiera asume la tarea de exponer, con base

43
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

en las operaciones aritméticas correspondientes, por qué el


delito de prevaricato por omisión, que infundadamente
atribuye a la conducta del incriminado MONROY GONZÁLEZ,
prescribió antes de proferirse el fallo recurrido.

Así las cosas, se rechazará el reproche.

2.2 Demanda formulada en nombre de CRISTIAN


CAMILO BARRERA ECHEVERRI.

Al amparo de la causal primera, cuerpo primero, del


artículo 207 de la Ley 600 de 2000, el censor propone tres
cargos contra el fallo de segundo grado, todos ellos por
violación directa de la ley sustancial derivada de la
aplicación indebida.

Previo al estudio de cada uno de los reproches no


sobra reiterar, como se consignó párrafos atrás, que en
tratándose de la violación directa de la norma no tienen
cabida disquisiciones sobre el acontecer fáctico y la
valoración probatoria realizada en la sentencia objeto del
recurso extraordinario20.

En esa medida, la labor de demostración del vicio


deberá estar orientada a evidenciar que el juzgador
seleccionó una norma que no era la llamada a gobernar el
asunto –aplicación indebida–, omitió otra que sí resolvía los
extremos de la relación jurídico procesal – falta de aplicación o
exclusión evidente– o, habiéndola escogido correctamente, le
20
CSJ AP, 9 May. 2012, Rad. 37987; CSJ AP, 10 Jul. 2013, Rad. 41411; y, CSJ AP, 11 Dic. 2013,
Rad 42737; entre otras.

44
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

dio un alcance interpretativo que no se deriva del texto de


la ley, es decir, le atribuyó un sentido jurídico que no tiene
o le asignó efectos contrarios a su real contenido –
interpretación errónea–.

Cuando se postula la aplicación indebida de un


precepto, error de selección que se origina cuando el
sentenciador se equivoca al calificar jurídicamente los
hechos o habiendo acertado en su adecuación, desatina al
elegir la norma correspondiente a la calificación jurídica
impartida21, corresponde al recurrente mostrar a la Corte la
defectuosa adecuación del supuesto fáctico probado,
respecto de la hipótesis contemplada en el respectivo
precepto22.

2.2.1 Primer cargo.

La queja por violación directa de la norma sustancial,


la sustenta el libelista en la aplicación indebida del artículo
25 del Código Penal, por cuanto considera que su defendido
no tenía posición de garante respecto de los soldados que
participaron en el entrenamiento denominado «Resistencia,
Evasión, Escape y Supervivencia» –R.E.E.S.–, luego no era
procedente imputarle jurídicamente el delito de tortura del
que fueron víctimas.

Una primera objeción que se formula al libelo


casacional, es que no sigue los derroteros que la

21
CSJ AP, 26 Feb. 2014, Rad. 42902.
22
CSJ AP, 13 Nov. 2013, Rad. 41683.

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Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

jurisprudencia de la Sala tiene señalados para desarrollar el


motivo de violación escogido, pues no identifica cuál fue el
aspecto fáctico que declaró probado el juzgador en relación
con la conducta del acusado BARRERA ECHEVERRI, y cómo tal
supuesto no se subsume en la figura de posición de garante
que consagra la norma que denuncia como indebidamente
aplicada por el juez colegiado.
Por el contrario, lo que se advierte es que el
impugnante insistentemente refiere que en la sentencia
confutada se omitió dicho análisis, pues no se precisó cuál
era el origen de la supuesta posición de garante de su
prohijado, si por la creación de riesgos para bienes jurídicos
o por el surgimiento de deberes por la vinculación a una
institución estatal, ni tampoco se determinó cuáles eran
sus funciones en el mentado ejercicio y si ellas le imponían
el deber jurídico de protección de los derechos
fundamentales de sus subalternos, así como la capacidad
de acción que aquel tenía para evitar su lesión, mucho
menos se abordó el tema relativo a la faz subjetiva del tipo
de comisión por omisión.

Ahora, si lo pretendido era denunciar la falta de


motivación de la sentencia, que según la jurisprudencia de
la Corte se presenta en los siguientes casos: (i) carencia
total de ella, por omitirse las razones de orden fáctico y
jurídico que sustenten la decisión; (ii) es incompleta, por
cuanto el análisis que contiene es deficiente, hasta el punto
de que no permite su determinación; (iii) es dilógica o
ambivalente, es decir, se sustenta en argumentaciones
contradictorias o excluyentes, las cuales impiden conocer

46
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

su verdadero sentido; y, (iv) es aparente o sofística, de modo


que socava la estructura fáctica y jurídica del fallo; el
casacionista debió acudir, en los tres primeros eventos, a la
causal de nulidad prevista en el numeral tercero del
artículo 207 de la Ley 600 de 2000, por violación del debido
proceso o, en el último supuesto, a la violación indirecta de
la ley contemplada en el cuerpo segundo del numeral
primero de la norma citada (CSJ SP, 18 Jul. 2007, Rad.
26255 y CSJ AP, 28 May. 2014, Rad. 42340).

Sin embargo, nada de lo anterior se asume en la


demanda, amén que de la revisión del fallo de segundo
grado, la Corte encuentra que el Tribunal hizo un análisis
detallado de la posición de garante que encontró
demostrada en el caso del procesado BARRERA ECHEVERRI,
así como del dolo con que éste actuó, cosa distinta es que el
actor no comparta la motivación que en tal sentido se
expuso en la aludida decisión.

Vale la pena citar lo que al respecto dijo el ad quem:

(…) el reproche que se le hace [a CRISTIAN CAMILO BARRERA


ECHEVERRI] es que teniendo la posición de garante sobre los
alumnos que pasaban la pista, y de haber percibido los
vejámenes y tratos inhumanos que se les aplicaba, no hizo nada
para evitarlos o detenerlos, estando en condiciones de hacerlo.

(…)

47
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

Sobre este punto cabe señalar, que aún si se aceptara que el


tiempo que el acusado [CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI]
permaneció en la pista fue menor, lo trascedente para deducirle
responsabilidad penal es que durante dicho lapso presenció cómo
los soldados, que en su mayoría pertenecían al pelotón del que
era comandante, eran sometidos a tratos brutales, y no hizo
nada para detener la instrucción, porque según su dicho ‘no me
pareció mal que a los soldados se les diera golpes en el abdomen
y las piernas para ejercer presión sicológica con el fin de que
dijeran quién era el comandante, de qué batallón eran, de qué
compañía y otras que delataran su condición militar, no me
pareció que eso estuviera mal hecho, porque a mí me dieron esos
golpes en la instrucción CBC o curso básico de combate…’,
porque ‘para mí eso era lo normal, porque no se les golpeaba la
cabeza ni se utilizaban elementos extraños para darles golpes’
(C.1, fol.241).

(…)

No puede ponerse en duda la referida posición de garante que


ostentaba Barrera Echeverri con base en que dentro del área de
la pista había un oficial de mayor rango y otro de mayor
antigüedad, pues ya se indicó [que] el acusado había sido
destacado por su superior como garante de la seguridad de sus
hombres dentro de la pista, y como tal asumió dicha posición. Así
lo reconocen otros orgánicos del Ejército, como el cabo Sergio
Muriel, quien señala que ‘Barrera no figuraba como instructor,
simplemente estaba ahí para controlar el personal que no le fuera
a pasar nada a los soldados, o sea, que velara por la seguridad
del soldado (C.5, fol.184); igualmente, el oficial de seguridad
Jaiver Arturo Pachón Reina indicó que durante su ausencia la
responsabilidad de la instrucción ‘debía asumirla el oficial más
antiguo que estuviera ahí, que eran St. Barrera y St. Monroy’

(C.2, fol.196).

48
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

Surge patente que, aun cuando no lo expresara en los


términos que señala el demandante, el Tribunal sí asumió
la tarea de indicar las razones fácticas y jurídicas por las
cuales concluyó que el incriminado BARRERA ECHEVERRI,
tenía posición de garante en relación con la protección de
los bienes jurídicos cuya titularidad ostentaban los
soldados que cumplían el entrenamiento R.E.E.S.

En relación con la figura de la posición de garante en


los delitos de comisión por omisión, cuando se trata de
miembros de la Fuerza Pública, recientemente en CSJ SP, 5
Jun. 2014, Rad. 35113, la Corte expresó:

1. Tratándose de acciones negativas o de índole omisivas, suelen


distinguirse las de omisión propia, cuando se sanciona el
incumplimiento del deber definido por el legislador
independientemente del resultado, como en los delitos de
inasistencia alimentaria (art. 233 C.P.), omisión de medidas de
socorro (art. 131), omisión del agente retenedor o recaudador (art.
402) prevaricato por omisión (art. 414), entre otros, y las de
omisión impropia o comisión por omisión, que tienen lugar cuando
el resultado, que por antonomasia es producido con una conducta
activa, es conseguido a través de una omisión, esto es, un no
hacer que produce el resultado típico previsto en la ley, eventos
estos para los cuales se utilizan por regla general las cláusulas
de equivalencia o equiparación punitiva entre la acción y la
omisión.

Para este comportamiento omisivo se entra a verificar el nexo de


evitación, es decir, la conducta esperada que de haber sido
realizada, el sujeto habría interrumpido o evitado el resultado, y

49
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

a fin de equiparar la causación de éste y la relación del omitente


con el bien protegido, se ha de analizar el deber jurídico de la
persona llamada a evitar esa consecuencia, precisar así quién
debe garantizar su no causación, ora mediante la función de
protección o de vigilancia.

La posición de garante (Garantenstellugen), es entendida como el


deber jurídico que tiene el autor de evitar un resultado típico,
ubicación que le imprime el obrar para impedir que éste se
produzca cuando es evitable.

La Corte (CSJ SP 14 Nov. 2007, rad 28017), se ocupó de reseñar


cómo la jurisprudencia a la luz del Código Penal de 1980 y de la
Constitución Política de 1991, estableció los criterios normativos
para configurar los deberes de aseguramiento o las obligaciones
de actuar y que de cumplirlas el sujeto evitaría la producción del
resultado (garante de la evitación del resultado).

Allí se destacó que en el Decreto-Ley 100 de 1980 al consagrar


como modalidad del hecho punible tanto la acción como la
omisión (art. 19), también se previó en el artículo 21 el principio
de causalidad, según el cual, «Nadie podrá ser condenado por un
hecho punible, si el resultado del cual depende la existencia de
éste no es consecuencia de su acción u omisión. Cuando se tiene
el deber jurídico de impedir el resultado, no evitarlo, pudiendo
hacerlo, equivale a producirlo».

De tales preceptos emerge la «cláusula de equivalencia» entre


acción y omisión, equiparando la acción con el no hacer y no
impedir conscientemente el resultado.

Se subrayó que si bien en el anterior estatuto sustantivo no se


precisaron los deberes jurídicos o las fuentes de la posición de
garante y con la Constitución Nacional de 1886 se dificultaba la
punición de conductas omisivas impropias, en cuanto mediaba

50
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

una amplia discrecionalidad judicial para integrar la comisión por


omisión, con la Constitución Política de 1991 y el replanteamiento
del modelo sociopolítico del Estado, el fundamento de las
relaciones entre gobernantes y gobernados, el ámbito de las
garantías ciudadanas, el establecimiento y preeminencia de
valores superiores que se dio con la expedición de la nueva
norma superior, se establecieron deberes jurídicos no sólo para
los servidores públicos, sino para los particulares, que les fija, en
uno y otro evento, el deber de evitar ciertos resultados típicos.

Principalmente, desde el artículo 1° de la Constitución Política al


contemplar que Colombia es un Estado social y democrático de
derecho fundado en el respeto a la dignidad humana, en el
trabajo y la solidaridad de las personas que lo integran y en la
prevalencia del interés general, así como por la consagración en
el artículo 95 de los deberes y obligaciones ciudadanos,
específicamente el de «obrar conforme al principio de solidaridad
social, respondiendo con acciones humanitarias ante situaciones
que pongan en peligro la vida o la salud de las personas», se dijo
que se predicaban deberes de competencia institucional y
también por organización, es decir, obligaciones normativamente
específicas para los servidores públicos que como agentes
estatales deben siempre atender los fines esenciales del Estado,
o deberes generales de los ciudadanos de velar por la
conservación de determinados bienes jurídicos.

En la posición de garante que surge de la competencia


institucional, como obligaciones normativas específicas, el deber
jurídico emerge del propio artículo 2º del texto superior, según el
cual, las autoridades de la República están instituidas para
proteger a todas las personas residentes en Colombia en su vida,
honra, bienes, creencias y demás derechos y libertades, sin
alguna discriminación, y para asegurar el cumplimiento de los
deberes sociales del Estado.

51
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

Así mismo, del artículo 6° del mismo texto al contemplar que los
servidores públicos son responsables no sólo por infringir la
Constitución y las leyes, sino por omisión o extralimitación en el
ejercicio de sus funciones, de lo cual se dibujan unos deberes
positivos frente a la amenaza de los bienes jurídicos.

Y ya tratándose de miembros de la fuerza pública, se ha dicho


que proviene de las finalidades de las fuerzas militares, de
defensa de la soberanía, la independencia, la integridad del
territorio y del orden constitucional (artículo 217 de la
Constitución), o de la Policía Nacional del mantenimiento de las
condiciones necesarias para el ejercicio de los derechos y
libertades públicas, y para asegurar que los habitantes en
Colombia, convivan en paz (artículo 218 ejusdem).

(…)

De esa forma, como el deber de garantía es predicable del Estado


y se materializa a través de sus agentes o servidores públicos, se
debe analizar la relación que éstos tengan con el bien jurídico,
pues no se trata de edificar un deber de garantía ilimitado y
absoluto.

Desde el punto de vista del Estado democrático, edificado sobre


las ideas de libertad de las personas y de su igualdad, y de un
concepto de su dignidad que pasa en esencia por la atribución de
ambas cualidades, se revela como necesaria la protección de
quienes carecen de capacidades de autoprotección. Más allá de
la idea del Estado democrático y derivada ya de la propia idea
del Estado viene a colación la función de defensa de la
colectividad frente a los ataques externos, la función de
protección de los ciudadanos frente a los ataques de otros
conciudadanos, y la protección de los ciudadanos y de la
sociedad frente a los daños graves que proceden de la
naturaleza.

52
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

“Estos deberes del Estado democrático deben constituirse como


deberes de garantía al menos en dos grupos de supuestos. En
primer lugar, en el caso de los deberes de protección de quien no
tiene capacidad de protegerse, porque no se trata de proteger de
cualquier modo su autonomía, o los presupuestos de su
autonomía, sino de protegerla de un modo equivalente a la
autoprotección de quien si puede desempeñar tal función. En
segundo lugar, en los casos en los que el Estado limite la
autonomía del individuo para su autodefensa, limitando por
ejemplo la posesión y el uso de armas y las posibilidades de
autodefensa agresiva, pues debe compensar esa limitación con la
asunción plena y equivalente de las funciones de defensa
impedidas”23

No se desconoce que con la Ley 599 de 2000 se precisaron


normativamente las posiciones de garante en las cuales la
persona tiene la obligación de controlar o proteger determinado
bien jurídico o de vigilar a otras personas ante una fuente de
riesgo, pues en el artículo 10º y como principio rector se plasmó la
necesidad que, en sede de tipicidad, en los tipos de omisión el
deber esté consagrado y delimitado claramente en la
Constitución Política o en la Ley, en tanto que el artículo 25 prevé,

La conducta punible puede ser realizada por acción o por


omisión.

Quien tuviere el deber jurídico de impedir un resultado


perteneciente a una descripción típica y no lo llevare a cabo,
estando en posibilidad de hacerlo, quedará sujeto a la pena
contemplada en la respectiva norma penal. A tal efecto, se
requiere que el agente tenga a su cargo la protección en concreto
del bien jurídico protegido, o que se le haya encomendado como

23
LASCURAÍN SÁCHEZ Juan Antonio “PENAR POR OMITIR” Fundamento de los deberes de
garantía. Ediciones Jurídicas Gustavo Ibáñez-Universidad Santo Tomás Bogotá 2005. Pág. 146 y 147.

53
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

garante la vigilancia de una determinada fuente de riesgo,


conforme a la Constitución o a la ley.

Son constitutivas de posiciones de garantía las siguientes


situaciones:

1. Cuando se asuma voluntariamente la protección real de una


persona o de una fuente de riesgo, dentro del propio ámbito de
dominio.

2. Cuando exista una estrecha comunidad de vida entre


personas.

3. Cuando se emprenda la realización de una actividad riesgosa


por varias personas.

4. Cuando se haya creado precedentemente una situación


antijurídica de riesgo próximo para el bien jurídico
correspondiente.

Parágrafo. Los numerales 1, 2, 3 y 4 sólo se tendrán en cuenta


en relación con las conductas punibles delictuales que atenten
contra la vida e integridad personal, la libertad individual, y la
libertad y formación sexuales24.

La norma establece cuatro situaciones de las que se reputa la


posición de garante, de ahí que la fuente de la misma debe
entenderse estrictamente normativa. El numeral primero alude a

24
En la exposición de motivos se dijo, «Se regulan las situaciones materiales de la imputación del
resultado en materia de delitos impropios de omisión. Con ello se lleva al texto legal las
recomendaciones de la doctrina acerca de una regulación expresa de la materia y en lo posible de las
llamadas posiciones de garantía. Constitucionalmente rige el principio de solidaridad, el cual,
principalmente, viene exigido cuando se trata de la protección de bienes jurídicos relacionados con la
vida e integridad personal (artículos 1° y 95 numeral 2° de la Carta Política); por lo que la propuesta
busca desarrollar tales normas en un ámbito de estrechas relaciones y situaciones jurídicas» Gaceta
del Congreso N° 189, del 6 de agosto de 1998.

54
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

la asunción del agente sobre una fuente de riesgo o la protección


sobre una persona; el segundo y el tercero se refieren a deberes
positivos emanados de las relaciones institucionales que a su vez
se fundamentan en expectativas de acción en donde el garante
debe prestar ayuda. Esos deberes positivos emergen de
instituciones como el matrimonio, las relaciones paterno filiales,
las de confianza y los deberes del Estado frente a los
ciudadanos.
El numeral cuarto apunta a deberes negativos que se dan
cuando el agente crea un comportamiento antecedente de índole
antijurídico promotor de un peligro o de una situación riesgosa,
surgiéndole el deber de asegurar esa fuente de riesgo o de
adoptar las medidas de salvamento que correspondan.

Para hechos acaecidos con anterioridad al Código Penal de 2000,


por ejemplo, en casos similares de «masacres» cometidas por los
grupos armados al margen de la ley con la participación omisiva
de miembros de la fuerza pública, se ha aplicado tal categoría
jurídica, pues desde el propio bloque de constitucionalidad el
Estado se constituye en garante, posición que se materializa a
través de sus agentes o servidores públicos.

Ello impone determinar previamente la competencia del


sujeto, esto es, si le correspondía realizar los deberes de
seguridad en el tráfico o de protección frente a
determinados bienes jurídicos en relación con ciertos
riesgos, para de esa forma evidenciar si el resultado era evitable
y cognoscible, siempre que concurran estos elementos.

1. Situación de peligro para el bien jurídico.

2. No realización de la conducta debida, por no actuar


teniendo el deber de hacerlo para evitar el resultado lo que eleva
el riesgo creado.

55
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

3. Posibilidad de realizar la acción debida, esto es, que el


sujeto esté en posibilidad de evitar el resultado o aminorar el
riesgo a través de la acción debida para lo cual debe tener i)
conocimiento de la situación típica, esto es, que el resultado se va
a producir, ii) tener los medios necesarios para evitar el
resultado, iii) contar con la posibilidad de utilizarlos a fin de
evitar el resultado.

4. Producción del resultado.

Como corolario de lo expuesto, incurre en delito por vía de la


omisión impropia aquél en quien concurren los requerimientos
para que ostente la posición de garante, correspondiéndole la
misma sanción del delito que se ejecuta por una conducta activa.
(Resaltado fuera de texto)

De acuerdo con las reglas interpretativas consignadas


en la sentencia trascrita, surge patente que el deber jurídico
de evitación que para el mencionado acusado surge, en
abstracto, dada su condición de subteniente del Ejército
Nacional, de conformidad con los artículos 2 y 217 de la
Carta y, en concreto, por razón de que cuando se
desarrollaba el ejercicio fungía como garante de la
integridad de los conscriptos que lo realizaban y, a la vez,
como superior jerárquico de los instructores, la mayoría
suboficiales y dragoneantes, con mando efectivo sobre ellos,
le imponía la obligación de adoptar las medidas pertinentes
para conjurar la vulneración de los derechos fundamentales
de sus subalternos, valga decir, evitar que los sometieran a
las severas golpizas que refiere haber visto e, incluso, estar
atento a que no se cometieran otros vejámenes, tales como
las asfixias por sumersión y quemaduras con tizones, por

56
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

solo mencionar algunas de las atrocidades a que fueron


sometidos, todo lo cual puede enmarcarse dentro de los
denominados deberes de aseguramiento en el tráfico por
asunción de una determinada fuente de riesgo.

Además, la Sala advierte que no obstante postular el


cargo por la senda de la violación directa de la ley, el censor
se adentra en disquisiciones acerca de la valoración
probatoria realizada por el juez colegiado, con la fallida
pretensión de demostrar el yerro que denuncia, valga decir,
con la aspiración de acreditar que su defendido no tenía
posición de garante, por lo cual asevera que según la
prueba documental referida al «horario de instrucción»,
donde consta que al procesado BARRERA ECHEVERRI no le fue
asignada ninguna responsabilidad en relación con el
entrenamiento R.E.E.S., y los testimonios de algunos
militares que estuvieron presentes en su realización, se
concluye que la labor de dirección e instrucción del
mentado adiestramiento la tenían exclusivamente los
oficiales PACHÓN REINA y MONROY GONZÁLEZ.

Tal forma de argumentar es refractaria a la glosa


propuesta, amén que tampoco le asiste razón al recurrente,
pues tal como lo consignó el Tribunal, varios militares,
entre ellos el cabo Sergio Andrés Muriel Quiroga y el
teniente JAIVER ARTURO PACHÓN REINA, instructor y oficial de
seguridad del pluricitado entrenamiento, respectivamente,
declararon que el subteniente BARRERA ECHEVERRI, si bien
no fungía como instructor, estaba ahí para velar que los
soldados, la mayoría de ellos pertenecientes al pelotón que

57
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

comandaba, no fueran a sufrir desmedro alguno en su


integridad o salud, y que también tenía posibilidad de
asumir la responsabilidad del ejercicio en ausencia del
primero de los oficiales mencionados, circunstancia
aceptada por este último en la declaración rendida ante la
Justicia Penal Militar, donde señaló que «el objetivo de mi
presencia en ese punto era evitar que lesionaran o agravaran
la situación de salud de los soldados porque algunos
presentaban problemas físicos desde la incorporación (…).»25.

De ahí que de manera acertada en el fallo recurrido se


dedujera la tipicidad subjetiva –dolo– del delito de tortura de
la circunstancia de que el procesado (i) conocía que su
presencia en la pista de entrenamiento tenía por finalidad
precaver cualquier daño a la integridad o la salud de los
soldados a su cargo; (ii) se percató de que los conscriptos
estaban siendo sometidos a brutales golpizas; y, (iii) no hizo
nada detener tales vejámenes cuando, habida cuenta de su
condición de oficial, estaba en posibilidad de hacerlo.

En ese orden, se inadmitirá el cargo.

2.2.2 Segundo cargo.

Acudiendo de nuevo a la violación directa de la ley


sustancial, el impugnante afirma que el juzgador de
segundo grado aplicó indebidamente los artículos 178 y
179-2 del Código Penal, toda vez que a la conducta de su
representado «es imposible adecuarle la posición de

25
Folio 240 del cuaderno No. 1.

58
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

garante», según los lineamientos de la sentencia SU-1184


de la Corte Constitucional.

De entrada claramente se advierte que la demostración


del reproche parte del supuesto de que el subteniente
BARRERA ECHEVERRI no era garante de los derechos
fundamentales de los soldados a su cargo, cuando éstos
realizaban el ejercicio R.E.E.S. y, por ende, la conducta
deviene atípica por ausencia de uno de los elementos que
integran el tipo objetivo en los delitos de omisión impropia.

En otras palabras, el casacionista construye su


argumentación sobre la base de una afirmación infundada,
esto es, que su defendido no tenía posición de garante en el
caso de la especie, pero prescinde de demostrar que la
situación fáctica declarada por los juzgadores de instancia
no se adecua a la hipótesis contenida en el inciso 2º del
artículo 25 del Código Penal, y contrariando las pautas
decantadas por la Corte cuando se ataca el fallo por la vía
de la violación indirecta de la norma sustancial, sin
ambages se arriesga a ensayar su particular valoración de
los medios probatorios, para concluir que la
«responsabilidad funcional» respecto del tantas veces
mencionado ejercicio la tenían los incriminados PACHÓN
REINA y MONROY GONZÁLEZ, y no BARRERA ECHEVERRI, de
quien dice, solo tuvo una «presencia circunstancial» en la
pista de entrenamiento, en un lugar desde el cual no podía
avistar las restantes estaciones del circuito donde se
cometieron los vejámenes contra los soldados.

59
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

Tales falencias de lógica y adecuada fundamentación


que evidencia la glosa ensayada, la tornan en un mero
alegato de instancia que desconoce los principios que
gobiernan la casación, en particular los de sustentación
suficiente, acorde con el cual la demanda debe bastarse a sí
misma para propiciar la invalidación del fallo, y de crítica
vinculante, que en orden a demostrar los errores in
iudicando o in procedendo, impone acudir a las causales
taxativamente previstas en la ley, con sujeción a los
requisitos de forma y contenido de cada reproche, nada de
lo cual se observa en el libelo casacional.

Al margen de lo anterior, y en punto de la posición de


garante que los juzgadores de instancia dedujeron al
procesado BARRERA ECHEVERRI, por cuanto conociendo el
peligro que se cernía sobre el bien jurídico no realizó
conducta alguna para evitar el resultado, a pesar de tener el
deber jurídico y la posibilidad de actuar, la Sala no
considera necesario reproducir los argumentos consignados
al responder el reproche precedente, a los cuales se remite
dada su pertinencia frente a los planteamientos que sobre
el tema ahora se esbozan.

Empero, no está por demás citar un aparte de la


sentencia que invoca el actor, para reafirmar que los
juzgadores de instancia no incurrieron en el yerro que se
denuncia. Sobre la posición de garante de los miembros de
la fuerza pública, en SU-1184 de 2001 dijo la Corte
Constitucional:

60
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

Posición de garante y fuerza pública.

17. Un miembro de la fuerza pública puede ser garante cuando


se presenten cualquiera de los dos fundamentos de la
responsabilidad explicados: creación de riesgos para bienes
jurídicos o surgimiento de deberes por la vinculación a una
institución estatal.

a) Los peligros para los bienes jurídicos pueden surgir no sólo por
la tenencia de objetos (una lámpara de gas, una teja deteriorada)
armas (una pistola, una dinamita) animales (un perro
desafiante), sino también de personas que se encuentran bajo
nuestra inmediata subordinación. En efecto, en las relaciones
de jerarquía, el superior con autoridad o mando, tiene el
deber de tomar medidas especiales (deberes de seguridad
en el tráfico) para evitar que personas que se encuentran
bajo su efectivo control, realicen conductas que vulneren
los derechos fundamentales. Vg. Si el superior no evita –
pudiendo hacerlo- que un soldado que se encuentra bajo su
inmediata dependencia cometa una tortura, o una
ejecución extrajudicial, o en general un delito de lesa
humanidad, por ser garante se le imputa el resultado
lesivo del inferior y no el simple incumplimiento a un
deber funcional.

(…)

b) El Estado puede ser garante (competencia institucional)


cuando se trata de ciertos deberes irrenunciables en un Estado
Social y Democrático de Derecho. Por ejemplo, es irrenunciable la
protección de la vida e integridad de todos los habitantes del
territorio y la defensa de la seguridad interior y exterior de la
nación. Como el estado no puede responder directamente en el
campo penal, el juicio recae en el titular de la función

61
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

correspondiente26. Por ende, para que el miembro de la fuerza


pública sea garante, se requiere que en concreto recaiga dentro
de su ámbito de competencia (material, funcional y territorial) el
deber específico de proteger los derechos constitucionales de los
ciudadanos de la República. En consecuencia, si un miembro de
la fuerza pública que tiene dentro de su ámbito de
responsabilidad el deber de resguardar un sector de la población
amenazada por grupos al margen de la ley, no inicia la acción de
salvación cuando ostenta los medios materiales para hacerlo, se
le imputan los resultados lesivos (las graves violaciones a los
derechos humanos) que estos cometan en contra de los
habitantes. (Resaltado fuera de texto)

En el caso concreto, es claro que la argumentación


del Tribunal, así no lo mencionara expresamente, apunta
al primer fundamento de la responsabilidad penal a que
se refiere el citado fallo, esto es, a la creación de riesgos
para bienes jurídicos, puesto que siendo superior
jerárquico de los militares que realizaron en forma
directa los vejámenes a los soldados que participaron de
la instrucción R.E.E.S., con mando sobre los mismos,
además encargado de garantizar la salud e integridad de
los soldados de su pelotón, no tomó medida alguna
tendiente a la protección de los bienes jurídicos en
cabeza de éstos, no obstante haber presenciado las
inclementes golpizas a que eran sometidos, ni mucho
menos se interesó por lo que sucedía en las otras
estaciones del circuito de entrenamiento, de donde se
sigue que ostentaba posición de garante y, por ende, le

26
Cfr. Günther Jakobs. Strafrecht Allgemeiner Teil. Die Grundlagen und die Zurechnungslehre
(studienausgabe). 2 Auflage. Walter de Gruyter. Berlin. New York. 1993. Pág. 830.

62
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

es imputable por omisión impropia la conducta cometida


por sus subordinados.

En consecuencia, se rechazará el reproche.


2.2.3 Tercer cargo.

En esta ocasión, el demandante manifiesta que el juez


plural incurrió en la violación directa de la norma
sustancial por aplicación indebida del artículo 29 del
Código Penal, puesto que afirma, su defendido fue
condenado como coautor del delito de tortura agravada en
la modalidad de comisión por omisión u omisión impropia,
cuando la conducta punible así imputada solo admite la
autoría como forma de intervención, según lo determinó
esta Corporación en CSJ SP, 5 Jun. 2014, Rad. 35113.

Conviene recordar que en la mencionada sentencia, al


referirse a las formas de autoría y partición en el delito de
comisión por omisión, la Sala expresó:

Vale la pena destacar aquí que dadas las especiales


características del delito de omisión impropia, cabe afirmar que
para realizar tal tipo de ilicitud se requiere tener la posición de
garante, siendo la autoría la única forma posible de participación
en un hecho de esa naturaleza; sin embargo, algún sector de la
doctrina ha admitido la coautoría propia cuando el acuerdo
previo versa sobre el incumplimiento de un deber de actuar,
mientras que otro grupo se niega a reconocer dicha hipótesis
afirmando que a lo sumo se podría presentar una autoría

63
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

simultánea, toda vez que la infracción de deber derivada de una


posición de garante no admite subdivisión alguna.

Roxin27 explica en qué caso puede presentarse la coautoría en un


delito de comisión por omisión, señalando que varios autores
pueden ser considerados como autores de un hecho omisivo,
cuando un sujeto actuante y otro omitente cooperan como
coautores de un hecho común o cuando varios omitentes son
titulares de un deber común y no están llamados a actuar como
individuos singulares, en ambos casos, debe corroborarse la
existencia de una coordinación por acuerdo para dar lugar a la
atribución del hecho a título de coautoría.

Este tratadista también acepta la participación a título de


complicidad en los punibles de omisión impropia por parte del
garante, cuando los autores por comisión realizan un tipo penal
que no puede ser realizado por omisión y no existe un tipo
prescriptivo autónomo.

Sin embargo, la posición dominante, como desarrollo de un


concepto unitario de autor, el cual es acogido por nuestro
legislador penal, de ahí que en el delito de omisión impropia sólo
cabe la autoría, pues si el sujeto ostenta la posición de garante
por tener la obligación jurídica de salvaguardar un bien jurídico y
el mismo es lesionado así sea por la acción de un tercero,
responde como autor de tal hecho a título de comisión por
omisión.

El anterior planteamiento también impide admitir otras formas de


participación en el delito de omisión impropia, como por ejemplo,
la complicidad del garante si la lesión al interés jurídico es
causada por un tercero, pues éste siempre será autor en la
medida que esta categoría se deriva del simple hecho de

27
ROXIN, Autoría y Dominio del Hecho en Derecho Penal. Editorial Marcial Pons. Madrid 2000.
Séptima edición. Pág. 508.

64
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

incumplir el deber legal que le impone ejecutar labores de


salvamento y protección

Surge patente, como lo dejó sentado esta Corporación


en la jurisprudencia reproducida, que sobre la temática
propuesta no ha sido unánime la doctrina. Así, para citar
algunos ejemplos, Armin Kaufmann28 no acepta que pueda
darse la coautoría o formas análogas de participación en el
delito omisivo en general, con el argumento de que no existe
decisión común al hecho, ni posibilidad de división del
trabajo, en tanto la omisión no presenta fase ejecutiva y, en
algunos casos, a lo sumo habrá «autor simultáneo» cuando
quienes solo actuando conjuntamente pueden evitar un
resultado lesivo, no lo hacen. En el mismo sentido Jakobs 29
y Bacigalupo30, quien agrega que el deber que surge de la
posición de garante «no admite subdivisión alguna»;
mientras que Roxin sí conviene con dicha posibilidad,
aunque en especiales circunstancias, según se consignó en
la sentencia citada por el censor.

Ahora bien, la reseñada controversia doctrinal no tiene


relevancia alguna en el asunto que se resuelve, pues aun
cuando sobre la trascendencia del yerro que denuncia nada
dijo el censor, no le ofrece dificultad a la Corte advertir que
ningún perjuicio le irrogó al procesado BARRERA ECHEVERRI
el hecho de que en los fallos proferidos por las instancias se
le hubiera condenado como coautor en vez de autor, pues
ello en nada incidió en la determinación de la pena que se
28
KAUFMANN, Dogmática de los Delitos de Omisión. Editorial Marcial Pons. Madrid 2006. Pág.
202.
29
BACIGALUPO, Delitos Impropios de Omisión. Bogotá, Temis, 1983, Pág.173
30
JAKOBS, Derecho Penal Parte General. Editorial Marcial Pons. Madrid 1995. Pág. 1030.

65
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

impuso al mencionado, si se tiene en cuenta que a voces del


artículo 29 del Código Penal «El autor en sus diversas
modalidades incurrirá en la pena prevista para la conducta
punible».

Así las cosas, se inadmitirá la censura.

2.3 Demanda formulada en nombre de JAIVER


ARTURO PACHÓN REINA.

Acudiendo a la causal de casación prevista en el


numeral primero, cuerpo segundo, del artículo 207 de la
Ley 600 de 2000, el recurrente postula un solo cargo contra
la sentencia del Tribunal por violación indirecta de la ley
sustancial originada en errores de hecho por falso
raciocinio.

Sobre el motivo casacional propuesto, cabe reiterar lo


dicho por la Sala en el sentido de que éste se presenta
cuando existiendo legalmente la prueba y pese a ser
valorada en su integridad, se le asigna un poder de
convicción que desconoce los postulados de la sana crítica,
vale decir, las reglas de la lógica, las máximas de la
experiencia o las leyes de la ciencia.

En consonancia con lo anterior, el libelista no puede


quedarse en meros enunciados, sino que le corresponde la
carga de indicar el medio de conocimiento sobre el cual
recae el yerro; qué dice objetivamente; qué mérito
demostrativo le asignó el juzgador en el fallo atacado; cuál o

66
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

cuáles fueron las reglas de la lógica, las máximas de la


experiencia o las leyes de la ciencia desconocidas por el
fallador en la apreciación probatoria y cómo debieron ser
correctamente aplicadas; así como su trascendencia, al
extremo que de no haber incurrido en tal error ello habría
determinado un fallo sustancialmente opuesto al declarado
en la decisión impugnada; indicando además, la norma de
derecho sustancial excluida o indebidamente aplicada (CSJ
SP, 23 Nov. 2000, Rad. 10479; CSJ AP, 18 Ago. 2010, Rad.
33919; CSJ AP, 6 Ago. 2013, Rad. 41368; y, CSJ AP, 20
Nov. 2013, Rad. 42344; entre otros).

2.3.1 Según el impugnante, el vicio denunciado se


presenta en la valoración de (i) el Manual de Resistencia,
Evasión, Escape y Supervivencia –R.E.E.S.–, (ii) el
testimonio de los soldados que fueron víctimas de los
vejámenes durante el ejercicio y (iii) los informes técnicos
médico legales de lesiones no fatales realizados a los
reclutas que resultaron lesionados en su integridad
personal en dicha prueba; pues en su parecer, en esa labor
el ad quem quebrantó los postulados de la sana crítica,
específicamente las reglas de la experiencia.

Sobre el concepto de las máximas de la experiencia,


punto medular del reproche examinado, conviene recordar
lo que esta Corporación ha sostenido:

En su carácter de tesis hipotéticas por su contenido, de las


cuales se esperan que produzcan consecuencias en presencia de
determinados presupuestos, se construyen sobre hechos y no

67
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

sobre juicios sensoriales, cuya cualidad es su repetición frente a


los mismos fenómenos bajo determinadas condiciones (CSJ, SP,
21 Jul. 2004, Rad. 17712).

De otro lado, en cuanto al contenido y alcance de las


reglas de la experiencia, la Sala ha señalado:

Ahora bien, la experiencia es una forma específica de


conocimiento que se origina por la recepción inmediata de una
impresión. Es experiencia todo lo que llega o se percibe a través
de los sentidos, lo cual supone que lo experimentado no sea un
fenómeno transitorio, sino un hecho que amplía y enriquece el
pensamiento de manera estable.

Del mismo modo, si se entiende la experiencia como el conjunto


de sensaciones a las que se reducen todas las ideas o
pensamientos de la mente, o bien, en un segundo sentido, que
versa sobre el pasado, el conjunto de las percepciones habituales
que tienen su origen en la costumbre; la base de todo
conocimiento corresponderá y habrá de ser vertido en dos tipos
de juicios, las cuestiones de hecho, que versan sobre
acontecimientos existentes y que son conocidos a través de la
experiencia, y las cuestiones de sentido, que son reflexiones y
análisis sobre el significado que se da a los hechos.

Así, las proposiciones analíticas que dejan traslucir el


conocimiento se reducen siempre a una generalización sobre lo
aportado por la experiencia, entendida como el único criterio
posible de verificación de un enunciado o de un conjunto de
enunciados, elaboradas aquéllas desde una perspectiva de
racionalidad que las apoya y que llevan a la fijación de unas
reglas sobre la gnoseología, en cuanto el sujeto toma conciencia
de lo que aprehende, y de la ontología, porque lo pone en
contacto con el ser cuando exterioriza lo conocido.

68
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

(...)

Atrás se dijo que la experiencia forma conocimiento y que los


enunciados basados en ésta conllevan generalizaciones, las
cuales deben ser expresadas en términos racionales para fijar
ciertas reglas con pretensión de universalidad, por cuanto, se
agrega, comunican determinado grado de validez y facticidad, en
un contexto socio histórico específico.

En ese sentido, para que ofrezca fiabilidad una premisa


elaborada a partir de un dato o regla de la experiencia, ha de ser
expuesta, a modo de operador lógico, así: siempre o casi siempre
que se da A, entonces sucede B. (subraya fuera de texto) (CSJ
SP, 21 Nov. 2002, Rad. 16472)

Frente al cuestionamiento que el casacionista formula


en relación con el supuesto error en la estimación del
instructivo emitido por el Ejército Nacional para el
desarrollo del entrenamiento denominado R.E.E.S., si bien
indica las que en su opinión considera máximas de la
experiencia desconocidas por el juez colegiado, a saber: «(i)
la rigidez del entrenamiento militar; y, (ii) el sufrimiento
derivado de ese entrenamiento», se queda en el mero
enunciado, puesto que omite explicar por qué dichas
proposiciones que construye en orden a demostrar el
reproche, han de ser reconocidas como tales, valga decir,
acreditar que reúnen los requisitos de universalidad,
permanencia y reiteración, y cómo resultaban aplicables al
caso concreto, pero no lo hizo (CSJ AP, 26 feb. 2014, Rad.
43144 y CSJ AP, 2 abr. 2014, Rad. 41338; entre otras).

69
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

Además, surge patente que los referidos enunciados


no se corresponden con la fórmula lógica «siempre o casi
siempre que se da A, entonces sucede B», luego no pueden
ser validados en orden a determinar si lo que en ellos se
afirma sucede siempre o casi siempre, de manera uniforme
y reiterativa en un determinado tipo de situaciones, lo que
por contera revela que proposiciones de ese jaez se
sustentan en la percepción particular de quien las formula
o surgen a partir de meras especulaciones, con lo cual se
apartan de ser máximas empíricas con vocación de
universalidad, permanencia y reiteración 31, como se
confirma a partir de algunas manifestaciones del actor,
como aquella según la cual el entrenamiento militar
cuestionado necesariamente comporta «sufrimiento y
maltrato en lo físico y sicológico» para los participantes.

De otra parte, importa destacar que el fallador de


segundo grado no podía incurrir en el vicio de valoración
probatoria que se alega respecto del Manual R.E.E.S., por
cuanto en orden a evidenciar que en el ejercicio castrense
estaba proscrito cualquier tipo de maltrato por expresa
prohibición contenida en dicho documento, se atuvo a su
tenor literal, y al efecto se remitió al capítulo sobre
«Medidas de Seguridad», literal g) del numeral 2), donde se
destaca que durante el entrenamiento se deben «Mantener
las normas de conducción de la instrucción con todos los
instructores y recordar que NO SE DEBE GOLPEAR EN
NINGÚN MOMENTO AL PERSONAL QUE RECIBE LA

31
CSJ AP, 30 Jun. 2004, Rad. 21321.

70
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

INSTRUCCIÓN»32, por manera que el juez plural no tuvo que


acudir a ninguna regla empírica para arribar a la
conclusión de que en el entrenamiento no se podía golpear
a los soldados, mucho menos someterlos a apneas,
aplicarles plantas urticantes y animales ponzoñosos, ni
quemarlos con tizones.

En ese orden, tampoco es cierto que los actos que el


procesado PACHÓN REINA ordenó realizar a sus subalternos,
tales como aplicar a los conscriptos hormigas y
«pringamosa», o que permitió que ocurrieran, entre ellos, las
fuertes golpizas, las asfixias y la sumersión del rostro en
estiércol, estuvieran permitidos o, cuando menos, no
expresamente prohibidos por el pluricitado manual, tal
como lo confirmó el Coronel Oswaldo Peña Bermeo,
comandante del Centro de Instrucción y Entrenamiento –
C.I.E.–, al rendir testimonio en la audiencia pública de
juzgamiento33, quien expuso que bajo ninguna
consideración se pueden realizar o permitir conductas
atentatorias contra la dignidad o integridad de los soldados,
como las antes descritas.

Mucho menos tiene asidero en la realidad procesal, la


afirmación del demandante de que los supuestos yerros de
estimación del documento en mención, que no demostró
con el libelo casacional, llevaran al juez plural a sostener la
posición de garante del acusado PACHÓN REINA, pues esa
calidad la encontró acreditada el Tribunal a partir de que el
mencionado era el oficial de seguridad del entrenamiento y,
32
Folio 225 del cuaderno No. 1.
33
Sesión del 5 de mayo de 2009, corte No. 4, Min: 20:27.

71
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

por lo tanto, tenía a su cargo la dirección y vigilancia del


mismo de acuerdo al Manual R.E.S.S., por lo que no debió
autorizar ni permitir los vejámenes que se cometieron en
desmedro de los soldados que allí participaron.

En relación con los vicios en la valoración probatoria


de las indagatorias de los aquí incriminados y los
testimonios de las víctimas, al margen de expresar su
inconformidad con las conclusiones a las que arribó el
fallador de segundo grado, en la que desestimó las
justificaciones manifestadas por aquellos y le otorgó
credibilidad a los señalamientos realizados por éstos, el
censor se abstuvo de señalar concretamente de qué manera
se incurrió en el falso raciocinio que alega, cuáles fueron los
postulados de la sana crítica desconocidos en esa labor y
cómo debieron ser correctamente aplicados, resignando así
a demostrar el reproche que formula.

Tampoco explica, ni la Sala lo advierte, qué ley de la


ciencia quebrantó el Tribunal en la apreciación de los
dictámenes médicos legales de lesiones no fatales
practicados a los reclutas que participaron en el ejercicio
castrense, ni mucho menos cómo debió razonar aquel para
concluir, como lo hace el recurrente, que las lesiones
corporales allí descritas eran consecuencia exclusiva de «los
actos ilícitos dados en el entrenamiento y no se desprenden
de las actuaciones lícitas», ni de qué manera, aplicando las
reglas de la sana crítica, el ad quem debió distinguir entre
«el sufrimiento legítimo del ilegal» ocasionado a los
conscriptos, y que lo llevaron a declarar a PACHÓN REINA

72
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

como coautor, por omisión impropia, del delito de tortura


agravada, deficiencias y vacíos que no puede entrar a
corregir ni suplir la Corte por razón del principio de
limitación, y que llevan al fracaso la glosa intentada.

En esa medida, se inadmitirá el cargo.

3. En conclusión, el desconocimiento de los principios


que gobiernan la casación y las protuberantes falencias de
lógica y adecuada fundamentación en la postulación y
desarrollo de las censuras que, valga destacar, tampoco se
demostraron en ninguno de los motivos de violación
postulados, deja incólume la dual presunción de legalidad y
acierto que cobija la sentencia confutada, y conducen a la
inadmisión de las demandas de casación.

4. Resta señalar que no se vislumbra que con ocasión


del fallo impugnado o dentro de la actuación se vulneraran
derechos o garantías de los sujetos procesales, que
impongan superar los defectos de la demanda, en orden a
intervenir oficiosamente para asegurar su protección,
conforme lo prevé el artículo 216 del Código de
Procedimiento Penal de 2000.

En mérito de lo expuesto, LA CORTE SUPREMA DE


JUSTICIA, SALA DE CASACIÓN PENAL,

RESUELVE

73
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

INADMITIR las demandas de casación presentadas


por los defensores de los acusados CRISTIAN CAMILO BARRERA
ECHEVERRI, HAIR ALEXANDER MONROY GONZÁLEZ y JAIVER
ARTURO PACHÓN REINA, tenientes del Ejército Nacional.

Contra esta decisión no procede ningún recurso.

Cópiese, notifíquese y cúmplase. Devuélvase al


Tribunal de origen.

FERNANDO ALBERTO CASTRO CABALLERO

JOSÉ LUIS BARCELÓ CAMACHO

JOSÉ LEONIDAS BUSTOS MARTÍNEZ

EUGENIO FERNÁNDEZ CARLIER

MARÍA DEL ROSARIO GONZÁLEZ MUÑOZ

74
Radicación n° 44505
CRISTIAN CAMILO BARRERA ECHEVERRI Y OTROS

GUSTAVO ENRIQUE MALO FERNÁNDEZ

EYDER PATIÑO CABRERA

PATRICIA SALAZAR CUÉLLAR

LUIS GUILLERMO SALAZAR OTERO

NUBIA YOLANDA NOVA GARCÍA


Secretaria

75

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