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No obstante, a día de hoy todavía no se ha logrado crear un robot con características tan
humanas como es la inteligencia emocional, referida a la capacidad de sentir, entender y
regular los estados emocionales de uno mismo y de los demás. Sin embargo, los avances
en esta disciplina y la creación de robots dotados cada vez de más autonomía ponen
sobre la mesa algunos riesgos asociados.
La gran problemática es que en la medida que los seres humanos dan vida y autonomía
a la máquina, el control de ésta por parte del creador se verá enormemente dificultado.
De esta manera el robot con IA podrá llevar a cabo determinadas acciones que no son
deseadas ni prevenidas por quien la creó. Con respecto a esto último, ya se han dado
casos en los que la seguridad y la vida de las personas se ha visto afectada por
actuaciones de máquinas: un robot en Japón que confundió a un trabajador con una
Rodrigo Fernández Martín
Jorge Blasco García
Claudia Bodoque Vicente
amenaza y le mató, un coche con sistema inteligente y automático de conducción que
confundió un fondo con el azul el cielo y provocó un choque mortal para el conductor…
Todo esto hace que se cuestione mucho la imputabilidad en los casos en los que la IA,
como consecuencia de sus actuaciones, genere daños y perjuicios a la persona. ¿Será la
empresa creadora la que debe asumir la responsabilidad de las actuaciones de su robot?,
o, ¿Será el propio robot, autónomo y capaz de tomar sus propias decisiones, el que debe
responder por sus actos?