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Comprobación de lectura sobre La verdadera culpa de Juan Clemente

Zenea, de Avilio Estévez.


Anabel Lescaille Rabell

El uso del teatro dentro del teatro como recurso eficaz para enfrentar conflictos de la
contemporaneidad, fue bastante frecuente dentro del panorama teatral cubano desde la
segunda mitad del siglo XX. Abilio Estévez se vale de este para acercarnos a la
contradictoria y triste situación en que murió el poeta decimonónico Juan Clemente Zenea.
Logra presentarnos una profunda reflexión, desde la perspectiva de un escritor actual, pero
con una sensibilidad tan minuciosa que le permite indagar en los motivos de la condena así
como la culpabilidad confusa, extensamente discutida del poeta.

El modo en que aprovecha este recurso es original y cuidadoso. A partir de la guía del
carcelero, que funciona como una especie de “director”, un joven poeta que está interesado
en conocer más acerca de los últimos meses de vida de Zenea termina por convertirse en
este al revivir precisamente los hechos que desea entender. El carcelero -que primero se
muestra indispuesto- ante la insistencia del joven lo hace transformarse paso a paso en el
difunto poeta (primero la camisa, luego los espejuelos). Cuando ya el atuendo está
completo comienza la representación. El motivo es el conocimiento real, “ninguna verdad
se alcanza así como así”, por lo que sin previa advertencia de lo que iba a suceder el
carcelero comienza a hablarle como si se tratara del antiguo condenado.

La estructura se vuelve cíclica, a que comienzan con el fusilamiento de Zenea, al que


volverán al final de la obra. Sin darse cuenta apenas, ya el joven poeta afirma ser Juan
Clemente, el carcelero anuncia que están en el año 1871, ya la realidad ha quedado atrás. A
partir de este momento se reproducen una serie de pasajes de la vida de Zenea, en una
atmósfera laberíntica de recuerdos y momentos del juicio al que fue sometido antes de
morir. Aparecen personajes “no ficticios” como la madre, el padre, Adah, que son los que
revelan con mayor agudeza el punto al que quiere llegar el autor, por su cercanía con el
poeta y la comprensión más íntima del ser ambiguo, extraño que fue el poeta bayamés. Los
personajes más propios de la ficción que se crea dentro de la obra (los pordioseros y los
enmascarados), hacen más palpable -a través de sus voces y recriminaciones- la
contradicción interna y externa de los hechos, acusan directamente al poeta por motivos
más complejos que los que exponen los jueces en durante el proceso.

Al incluir esta representación dentro de la obra, Abilio Estévez hace que la historia real
tome otros matices, que resulte mucho más compleja a la hora de abordarla. El lector o
espectador de La verdadera culpa de Juan Clemente Zenea se ve obligado a replantearse su
concepto de hecho histórico, a despojarse de la simplicidad o polarización con que suele
tratarse el pasado desde el punto de vista académico. La ficcionalidad, el paso al plano
literario de la realidad histórica permite pensar en las cuestiones subjetivas, en las
inconsistencias del ser humano, y sobre todo, en la naturaleza del poeta como ser diferente,
con características particulares solo comprensibles y abordables desde la propia literatura.

Por esta razón si el joven poeta quería entender lo que había sucedido, debía ponerse en la
piel de Zenea, debía pasar por lo que este pasó, solo así llegaría a la “verdadera culpa”, y es
lo que el recurso del teatro dentro del teatro permite. Es decir, permite que se juzgue la
personalidad de Zenea desde otro ángulo, más íntimo, más consciente de la situación del
poeta. A través de un análisis de su modo de pensar, de sus recuerdos, de su interacción con
seres queridos se llega consecuentemente a su proceder, a la comprensión del modo de
actuar de Zenea que era el de un ser de alma romántica, dubitativa, angustiosa, que tendía a
distorsionar su realidad, a re-construirla a partir de las palabras. Al traer a escena a Juan
Clemente Zenea se descubre su esencial infortunio, que era el de ser poeta y pretender otra
cosa, creerse capaz de resolver conflictos de guerra, políticos con las armas de la poesía,
que eran sus únicas armas.

Además este recurso tiene la funcionalidad de insertar -en un proceso que suele ser a la
inversa- el presente en el pasado. Resulta tan eficaz el modo en que se plantea en la obra,
que el joven poeta cuando comienza a sentir la crudeza de la situación por la que pasó
Zenea, el dolor, el miedo, la desesperación, intenta en vano escapar del terrible teatro en el
que se encuentra. Sin embargo ya era imposible, se encontraba en el siglo XIX cubano,
preso en una mazmorra, era Juan Clemente Zenea y debía morir por traición a la corona
española. Por otra parte, crea un juego entre las nociones de sueño y realidad, que se
evidencia en varias capas, ya que desde el inicio el autor hace la acotación de que se trate
toda la obra como si fuera una pesadilla. Luego el motivo del sueño dentro de la
representación se repite cuando Zenea le cuenta el suyo a la madre, quien se espanta y más
adelante lo exhorta a diferenciar la materia de los sueños de la realidad, algo que para esas
alturas le era sumamente difícil al poeta.

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