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“La luna no es pan de horno” es un relato inaugural en la narrativa venezolana. Se trata de un monólogo construido como una larga carta dirigida a una interlocutora ausente: la madre recién fallecida. En estos
términos, el gesto de Antillano contrariaba la temática y estilo de la cuentística del momento, una literatura entre lo imaginativo, lo fantástico o lo decididamente experimental. Pero, más allá de esto, la autora daba
el paso de extraer de una dolorosa vivencia personal materia de escritura, lo que también desafiaba un cierto pudor de la narrativa venezolana. Esto pudo quizá condicionar una cierta lectura inclinada a ver el texto
como un ejercicio catártico sin atender a la original propuesta que era la localización de la sentimentalidad como tema literario, asunto que coincidirá, años más tarde, con los presupuestos del grupo poético Tráfico. El
diálogo con la madre muerta, por otra parte, se distancia rotundamente de uno de los mitos familiares más sustentados. Se trata aquí de encarar la ambivalencia de la relación madre-hija, lugar sacrosanto que no
había sido hollado. La relación con el cadáver materno, es, como dirá Kristeva (1987), sustantivo a la construcción de la identidad femenina.

Ahora pasamos a ‘’la luna no es pan de horno’’, obra por la cual Antillano gana el Concurso de Cuentos del diario El Nacional en el 77. Y sobre esta,
valdría decir que la anadimos a esta selección a modo de condensar parte de la universo literario de la autora, quiero decir, sus temas recurrentes.
Y así mismo, ofrecer una lectura desde la óptica de la memoria, cuestión frecuente en muchas de sus obras.

SOBRE LOS CUENTOS


Cada cuento, para ella, es "la captación de un instante" que se revela en una palabra, una fotografía, un aroma, un color, sensaciones, un recorte
de prensa o los sueños, pero procesado "en el mundo interior de la gente", manifestado en "varias voces", elaborado en "varias maneras de
abordar un mismo relato", construido en última instancia "como una unidad cerrada". (18)

Zulema Moret en su libro ‘’Esas ninas cuando crecen, donde van a parar?’’, menciona que Mauron define el mito personal del escritor como la
matriz imaginativa de la cual se nutre su obra. Saco esto a colación porque si tomamos en cuenta los temas recurrentes de la autora, la constante
recuperación del pasado (por ejemplo) se podría afirmar que existe una relación bastante evidente entre la historia familiar de la protagonista y la
autora.
Ahora sí, comenzando con la luna no es pan de horno, podría decirse que hay una suerte de triada entre muerte-memoria-imagen. De alguna
manera se manifiestan como puntos cíclicos, quiero decir: Existe un recuerdo que se materializa desde su enunciación evidentemente narrativa.
Esa narrativa que enuncia memoria, construye una imagen, por eso vemos que todo el relato es de alguna manera, una superposición de imágenes,
o más bien, una imagen a la cual se le agrega otra y otra, pero no encima, sino que van sucediendo. A todas estas, el incentivo de este acto de
memoriar, ficcionalizar, narrar, es justamente el intento por llenar un vacío, la muerte. Específicamente la muerte de la madre
LA MUERTE: La muerte materna es inesperada, se hace imposible de sorportar. Es por esa pérdida que se recuperan entonces, o se reconstruye la
vida de la madre muerta, bien sea a través de objetos, fotos, escenas domésticas. Esta muerte, que como dije antes no solo desencadena aquí la
mirada retrospectiva, sino que produce también un anhelo : ‘’’No sabe cómo la busco, madre, no sabe. No tiene ni idea, usted está en todas
partes’’(13). Y además, entonces ese anhelo produce a su vez una especie de doble voz voz ‘’ahora me pregunto cómo pudo combinar ambas
cosas, cómo construyó ese mundo de dibujos menudos de delicado encaje, de filigrama y a la vez… todo esto. Usted, Señora, ha sido injusta al
dejarnos el legado de su desdoblamiento, esa doble mirada al mundo que nunca palpamos entonces ‘’18’. La doble voz, femenina (madre e hija).
Podría ser tambien, irónicamente ese silencio blanco y negro, donde el blanco es justamente el espacio de creación literaria (esta ultima idea la
extraigo de la REVISTA VENEZOLANA DE ESTUDIOS DE LA MUJER//ELLAS TOMARON LA PALABRA , UN SIGLO Y ALGO MÁS DE LAS NARRADORAS
VENEZOLANA

Modo de fabulación, el recuerdo re-inventa la casa familiar. Las escenas de desamor y extravío. Teje el diálogo con la pintura, la música popular, la
fotografía. Genera un clima narrativo que confunde sueño, realidad y ficción. Metáfora del deseo, la escritura de estos relatos evoca y desdibuja en
la relación de formas y de voces, la historia política del país. Detrás de la figura del padre preso o de la pesquisa de la policía política en el relato
“Las plumas de la gallina negra” convergen miedo y terror en los contornos de la dictadura de Pérez Jiménez.
La selección de las novelas no es azarosa. Antillano, desde sus primeros
trabajos narrativos,4
ha intentado una escritura cuyo soporte discursivo ha
sido la experimentación. Es una narradora que ha ido puliendo su lenguaje
y ha logrado un espacio significativo tanto en la cuentística como en la
novelística venezolanas de los últimos años. En su obra no es casual la aparición de un juego de memorias paralelas, que luego cambian el rumbo y
se entrecruzan. Ese juego pasa por la reconstrucción de un espacio narrativo nada distante del real, donde sus historias se desarrollan. La ciudad de
Maracaibo, por ejemplo, con la singularidad de su paisaje, clima y gente es un referente constante. La reconstrucción de esa memoria pasa
necesariamente por lo geográfico, pero también y quizás con mayor intensidad se fortalece en la referencialidad histórica.
La intención de Antillano es crear los vínculos literarios que unan la historia verificable con la Ficción, en un recorrido cronológico amplio.

CONCLUSION
Hasta ahora, nos quedan claras varias cuestiones:
POETICA DE LA AUTORA: "La escritura —ha afirmado Laura Antillano— es un hecho que crece con uno", es decir, cada narración obedece a un
único y delicado proceso de elaboración intelectual y de producción textual que define las peculiaridades de la escritura, o como ella misma lo ha
sintetizado: "no puedo construir el texto hasta que haya pasado de ser emoción a ser razón".  Esta cuestión solo afirma el carácter que se ha venido
hablando .
Se podría decir entonces que, Antillano no solo entra al canon con su histerización, sino que abre la puerta a una literatura del sentimiento?
De modo que ahora esa literatura ya no vendrá dada entonces en apartados extras, omisiones o simplemente como ‘lo esrito por una mujer’, sino
que se le concede un espacio vital de importancia, y ese, es probablemente el aporte más importante de Laura respecto a esa década violenta, esa
nueva mirada al conflicto político social desde la óptica femenina. Se trata de una escritura que traza una sensibilidad particular sostenida en el
imaginario de un sujeto femenino detrás del cual está por supuesto la huella autobiográfica, pero que es también y fundamentalmente la expresión
re-semantizada, re-figurada, de lo que ha sido la versión sentimental, estereotipada de la mujer en la narrativa venezolana y latinoamericana
tradicionales.

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