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Trabajo Final
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ENUNCIADO
Norma y Pedro son los padres de Tamara y Lucía. Tamara tiene 15 años y Lucía
8. La pequeña tiene a su hermana mayor en un pedestal, todo lo que ella hace
le parece genial y quiere hacerlo también. El problema está en que Tamara ha
empezado a desarrollar un comportamiento negativo: no obedece a lo que le
dicen sus padres, su rendimiento escolar ha bajado drásticamente, se salta
algunas clases y, además, responde de forma maleducada.
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SUPUESTOS A RESOLVER
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embargo deben hacer sentir al adolescente que pueden confiar y contar con
ellos en caso de presentarse problemas o logros.
No estoy de acuerdo con ser un padre autoritario debido a que solo fomenta que
Tamara se distancie y elija más a sus compañeros ya que esta actitud impide
acercarse y dialogar de manera adecuada con su padre, por ende, recurre a
buscar ayuda o consejos a sus amigos.
Por otro lado, su madre al ser permisiva es tolerante con las actitudes de su hija
por ello Tamara confunde sus acciones buenas y malas que hace en la escuela
y en casa.
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Ambos Forjan una práctica de riesgo dando como resultado una Incoherencia
interparental: No hay acuerdos entre el padre y la madre sobre cómo disciplinar
a su hijo, de modo que no se ponen de acuerdo en las decisiones sobre su hijo,
como en las disciplinas, castigos, seguimiento de estos, etc.
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• Debemos continuar siempre con la comunicación. Hablarle mucho, sin
prisas, contarle cuentos y también dejar que él sea quien nos los cuente.
• ¿Has probado a hacerle una pregunta que empiece con «Qué piensas tú
sobre...»? Así le demostramos que nos interesa su opinión y él se sentirá
querido y escuchado.
• La mejor manera para que los niños exploren el mundo es permitirles que
ellos mismos experimenten las cosas. Y si se equivocan, nosotros
tenemos que estar ahí para cuidar de ellos física y emocionalmente, pero
con límites.
• La sobreprotección a veces nos protege a los padres de ciertos miedos,
pero no a nuestro hijo. Si cada vez que se cae o se da un golpe, por
pequeño que sea, corremos alarmados a auxiliarle, estaremos
animándole a la queja y acostumbrándole al consuelo continuo. Tenemos
que dejarles correr riesgos.
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No comparar ni descalificar
• Puede sernos muy útil. Así, vivir una etapa de rebeldía de nuestro hijo,
algo muy frecuente a determinadas edades, puede dejar de ser una fuente
de angustia tremenda y convertirse, simplemente, en una fase dura pero
pasajera. Frases como «no te preocupes, a mi hijo le ocurría lo mismo»,
pueden ayudarnos a relativizar los «problemas» y, por tanto, conseguir
que nos sintamos mejor y actuemos más tranquilos.
• Si estamos desorientados, preocupados o no sabemos cómo
actuar, siempre podemos consultarlo con un profesional. No tenemos
nada que perder.
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Reforzar las cosas buenas
• A veces pensamos que solo nosotros nos sentimos contrariados y que los
niños tienen que estar todo el díafelices. Pero también tienen
preocupaciones.
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• Su mundo emocional es igual o más complejo que el nuestro, por eso
conviene dar importancia a sus emociones y ser conscientes de ellas.
Debemos ayudar a nuestro hijo a poner nombre y apellido a lo que
experimenta y sienta
Bibliografía