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DERECHO PENAL
Parte general
Reimpresión
2013
Julio César Faira - Editor
I.S.B.N.: 9974-578-31-0
A d v e r t e n c ia ................................................................................................ V II
A b r e v ia t u r a s u s a d a s e n la o b r a .......................................................... X V
I n t r o d u c c ió n
PARTE GENERAL
SECCIÓN PRIMERA
DE LAS ACCIONES PUNIBLES
C a p ít u l o P r im e r o
GENERALIDADES
I. Su objeto
C a p ít u l o II
EL SUJETO DE LAS ACCIONES PUNIBLES
C a p ít u l o III
LA IMPUTACIÓN Y LA CULPABILIDAD
I. Generalidades
C a p ít u l o IV
EL ASPECTO EXTERIOR
I. Generalidades
C a p ít u l o V*
AUTORES, CÓMPLICES Y ENCUBRIDORES
C a p ít u l o VI
RELACIONES ESPECIALES QUE PUEDEN SERVIR PARA
RESOLVER LA CUESTIÓN TOCANTE A LA ANTIJURIDICIDAD
Y PUNIBILIDAD DE UNA ACCIÓN
SECCIÓN SEGUNDA
DE LAS PENAS
C a p ít u l o P r im e r o
DOCTRINA GENERAL ACERCA DE LAS PENAS
C a p ít u l o II
LAS ESPECIES DE PENAS EN EL DERECHO VIGENTE
SECCIÓN TERCERA
RELACIÓN ENTRE LOS DELITOS Y LAS PENAS
Y EFICACIA DE LA LEY PENAL
C a p ít u l o P r im e r o
CONDICIONES DE LA PUNIBILIDAD QUE NO DEPENDEN
DE LOS ELEMENTOS CONSTITUTIVOS DEL DELITO
C a p ít u l o II
MODOS DE EXTINGUIRSE LAS PENAS YA IMPUESTAS
C a p ít u l o III
DETERMINACIÓN DE LA PENA EN LOS CASOS CONCRETOS
C a p ít u l o IV
EFICACIA DE LA LEY PENAL
§101 . Eficacia de la ley penal por razón del tiempo ...... ...... 285
§1 02 . Eficacia de la ley penal desde el punto de vista
internacional ................................................................. 287
§ 103. El principio de la territorialidad ............................ 289
§ 104. El principio de la personalidad ................................... 290
§ 105. Delitos de los extranjeros en el extranjero ................. 293
§ 106. Exenciones ................................................................... 295
§ 107. La posición singular de los militares........................... 297
ABREVIATURAS USADAS EN LA OBRA
S e c c ió n P r im e r a
GENERALIDADES
L SU OBJETO
§ 5. Continuación
§ 7. C on tin u a ción
II. L as ac c io n e s pu n ib le s m ism as
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y O. kC
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3. Estos efectos espirituales del delito son, por una parte, múlt
ples y complicados. Tienen una importancia general, por ejemplo,
en la conciencia de los inmediatamente interesados: el sentimiento
de la enfermedad sufrida, una aminoración del sentimiento del valor
social, el temor a lesiones ulteriores, el odio contra el delincuente y
un mayor o menor deseo de xeLiibución: en la conciencia de otros
individuos más remotamente afectados por el delito, el temor de que
se repitan parecidas lesiones, la reprobación moral y la aversión con
tra el delincuente y contra el grupo social, el partido o la confesión
a que pertenece; la aminoración del respeto a las normas violadas
y de la confianza en la fuerza del Derecho, la inclinación a castigar
o retribuir uno mismo, por sí y ante sí, al reo: en la conciencia del
delincuente mismo, un fortalecimiento de los impulsos criminales
y una debilitación de la fuerza de resistencia contra los estímulos
a delinquir; y en la conciencia de las gentes que participan de los
mismos sentimientos que el delincuente, una incitación a seguir
el ejemplo que éste les ha dado. Por otra parte, estos efectos son,
De las acciones punibles 25
§ 9. C on tin u ación
§ 12. Los elem entos con stitutivos de los delitos, según la ley
Fuentes: J.E., §§ 206 y ss., 229 y ss., 260 y ss., 725 y siguientes.
Bi. H.} §§ 209 y siguientes. Bi., N., I., §§ 15 y siguientes.1
das tales por una ley (RStrG., § 2), es decir, cuando puedan ser
referidas al concepto de alguno de los delitos incluidos en nuestra
legislación.
§ 1 3 . B a ses de d ivisión _
ejemplo, con aquellos que tratan los §§ 83, 84, 86, 146 y 151 del
RStrG.
Fuentes: HH., III, ps. 339 y ss. (Meves). V. Bar , Manual, I, ps. 353
y siguientes. Laband, Derecho político del Imperio alemán (Staatsrescht
des Deutschen Reichs), I, ps. 462 y siguientes. V. L iszt en el Dicciona
rio de derecho (Rechtslexicon) de v. H oltzendorff, art.: Penas adminis
trativas y penas disciplinarias (Ordnung=und Disziplinarstrafen).
§ 19. La im pu ta bilid a d
como pasa, sobre todo, con los débiles de espíritu de una manera
constante, en quienes se da, sin embargo, el referido mínimo espiri
tual, así como también con aquellos sujetos que presentan alguna
anomalía o perturbación morbosa de las funciones psíquicas, pero
sin que por eso se pueda decir que la imputabilidad está en ellos
excluida del todo (ver luego el § 24).
§ 2 1 . L a m e n or eda d
sión del proceso sirve de criterio decisivo el que la acción haya sido
ejecutada antes de que el agente haya cumplido el décimotercero
aniversario del día de su nacimiento.
§ 25. Inconsciencia
LA IMPUTACIÓN Y LA CULPABILIDAD
I. G e n e r a lid a d e s
Fuentes: H erbart, Obras (Werke), IX, ps. 241 y siguientes. Bi. N.,
II, ps. 3 y siguientes. A. M erkel, Sobre el idealismo en la ciencia del
derecho penal (Ueber den Idealismus in der Strafrechtwissenschaft),
en la Z., I, ps. 553 y siguientes. B ünger, lugar citado. J anka , Funda
mentos de la culpabilidad penal (Die Grundlagen der Straf schuld),
1885. Rée, La ilusión de la libertad de la voluntad (Die Illusion der
Willensfreiheit), 1885. Mach , La libertad de la voluntad en el hombre
(Die Willensfreiheit des Menchen), 1887. D ruskowitz, De qué manera
es posible la responsabilidad y la imputabilidad sin admitir la libertad
de la voluntad (Wie ist Verantwortung und Zurechnung ohne Annahme
der Willensfreiheit möglich?), 1887
II. E l d o lo y la c u lp a
6. Siempre que la ley requiere para que haya delito una acción
dolosa, el requisito de tal manera señalado por ella hay que hacer
lo extensivo tanto a aquellos caracteres que pertenecen a los ele
De las acciones punibles 83
§ 3 1 . C on tinuación
EL ASPECTO EXTERIOR
I. G e n e r a lid a d e s
nado mal que se considera como resultado del delito, para que ese
mal pueda serle puesto en cuenta a aquél por estimarse que es él
quien lo ha producido.
Ahora, esta cuestión debe ser contestada, diciendo, ante todo,
que una condición para que el mal se produzca ha de haberla rea
lizado el inculpado exteriorizando sus fuerzas en una dirección
dada. Pero esto supone dos cosas:
te, a pensar de otro modo que como ha tenido lugar, o a dar otros
efectos jurídicos al curso de los acontecimientos originadores de la
muerte del ahogado en cuestión. Pero lo que no depende de nues
tra existencia no lo podemos fácilmente considerar como hecho
nuestro, ni tampoco es posible tratarlo como tal desde el punto
de vista jurídico. La concepción contraria queda juzgada con sólo
mostrar sus consecuencias. Supongamos que, en el caso antes
referido, C, como hombre rudo, no ha sentido dentro de sí ningu
na angustia interior que lo oprimiera e hiciera desear la salvación
del arrojado al agua, y que, por lo tanto, no ha experimentado nin
guna lucha interna. Si una conexión causal fundada meramente
en acontecimientos internos pudiera ser bastante para considerar
que un individuo ha producido un mal de los que traen consigo
responsabilidad penal, y para imponerle la correspondiente pena,
sería preciso en las circunstancias referidas castigar a B como
homicida y absolver a C, gracias a su rudeza, lo cual repugna a
un entendimiento sano. La verdad es que la intervención de B en
el hecho, intervención que consiste en haberse paralizado y estado
quieto, y que, por consiguiente, se refiere a la relación consigo mis
mo, con sus propias fuerzas, no tiene significación penal, ni tam
poco ninguna significación jurídica en general, porque el Derecho
toma siempre en cuenta a la persona en sus relaciones con otras,
y aquí como una unidad.
ción, tanto más cuando esta única persona sea cabalmente la que
haya puesto la condición menos eficaz?
Pondremos un ejemplo. A ha comprado un toro a D, toro que
hace conducir por sus criados B y C hacia el lugar N. A no da
a sus criados cuerda suficiente a tal objeto, ni tampoco D suple
esta falta, lo que, sin embargo, no estorba a aquellos el procurar
la realización del encargo recibido. El toro se suelta y se planta
en la plaza del mercado de N. El funcionario E, con ocasión de un
servicio oficial, envía al ordenanza F a dicha plaza. Este ordenan
za, a pesar de habérsele advertido del peligro, franquea la plaza,
donde es acometido y herido por el toro. ¿Quién ha puesto aquí
la condición más activa para que la lesión se produzca? Aparen
temente, el toro; pero la condición más activa para la acometida
del toro se encontrará en el acto de F. Sólo que sería absurdo
el hacer recaer la responsabilidad de lo acontecido sobre F, que
ha cumplido con su obligación. Toda la cuestión relativa a saber
cuál sea la condición más activa es una cuestión ociosa. Esa cues
tión no nos puede sacar más de nuestro apuro de lo que hemos
visto puede hacerlo la otra de saber qué acción ha engendrado
el predominio de las circunstancia favorables a la producción del
efecto, o la dirección decisiva hacia éste. En realidad de verdad,
de lo que aquí se trata es de determinar en qué persona se ha
dado una relación de condicionalidad para el resultado, la cual
tenga su raíz en una conducta culposa.
d) Hay otra teoría (v. B a r ), según la que, en el sentido jurídico,
debe ser un hombre considerado causa de un fenómeno cuando se
le pueda pensar como aquella condición a la cual es debido que el
curso de los fenómenos de la vida humana, que, a no ser por ella,
nos lo imaginaríamos como un curso regular, venga a verificarse
de otra manera. Según esto, no pueden caer dentro del concepto
de causa en el sentido jurídico aquellos impulsos impresos en el
curso de referencia, los cuales no manifiesten o produzcan alguna
desviación en la “regla de la vida”.
Ante todo, es de combatir aquí la idea de que el Derecho no
conozca la conexiÓEHcausal más que en la esfera del hacer contrario
a la regla. El Derecho no se aleja tanto de las concepciones genera
les como lo que de esta manera se supone. La causa de la existencia
de una obra hay que buscarla, sin género alguno de duda, aun en
el sentido del Derecho, en la actividad de su autor. ¿Cómo sería posi
ble de otra manera que el Derecho llegara a reconocer los derechos
de autor? Y, sin embargo, al elaborar y dar origen a obras intelectua
les, no se trata de chocar contra la regla de la vida.
108 D erecho penal. Parte general.
cuya virtud esperábamos que las cosas siguieran otro curso, no han
coincidido con la realidad. Nosotros suponíamos que la casa esta
ba suficientemente cimentada, y como no ocurría así, se explica la
diferencia entre lo que ha ocurrido y lo que nosotros esperábamos.
Sustituimos así la causa del fenómeno con el punto de partida de
nuestra errónea expectativa respecto de él.
§ 46. C on tinuación
2. El delito del autor tiene que haber sido cometido con dolo.
Por lo demás, tanto puede ser un delito consumado como una
mera tentativa.
10. Hay casos en que, siendo punible el autor del delito, pue
den quedar libres de pena, por ciertas razones, el auxilio y la ins
tigación, a saber:
a) Cuando concurran determinados mulivus exim entes ue índo
le personal y muy poderosos, como pasa con el que sirve de funda
mento al párrafo segundo del § 247, o aquel en que análogamente
se apoya el párrafo segundo del § 257.
b) Cuando se trata de personas para cuya protección se ha
dado la correspondiente ley penal. Así, por ejemplo, el menor de
edad que haya contribuido como auxiliador o como instigador a
la comisión de un delito penable con arreglo a los §§ 201, 202 o
174, párr. I o, del RStrG., no será castigado como reo de auxilio ni
de instigación.
c) Cuando se trata de personas que no están castigadas como
autores, en unas circunstancias en que se presupone que el legis
De las acciones punibles 151
Fuentes: Bl , H., I, ps. 689 y siguientes. HH., II, ps. 121 y siguien
tes. H., I, ps. 467 y siguientes. HM., I, ps. 310 y siguientes. VL., ps.
131 y siguientes. Be., § 52 y siguientes. Laband, Derecho político del
Imperio alemán (Staatsrecht des Deutschen Reichs), I, ps. 439 y siguien
tes. Abundantes indicaciones bibliográficas, en Bi., lugar citado.
Fuentes: Bi., H., I, ps. 707 y ss. (donde pueden verse indicaciones
bibliográficas). K essler, Significación del consentimiento del agraviado
desde el punto de vista penal (Die Einwilligung des Verletzten in ihrer
strafrechtlichen Bedeutung), 1884. El mismo, en el GS., 1885. Róden-
beck, en el mismo GS., 1884.
DE LAS PENAS
C a p ít u l o P r im e r o
§ 66. L a p e n a ju ríd ic a
§70. Continuación
§ 7 1 , La medida penal
§ 74. L a p e n a de m uerte
Una pena pecuniaria de 3.000 marcos, por ejemplo, es, sin duda,
en el sentido de la ley, más grave que un día de prisión. Tampoco
para la aplicación de la pena pecuniaria se parte exclusivamente,
conforme vamos a ver enseguida, del punto de vista según el cual
debe hacerse uso de dicha pena cuando parezcan demasiado gra
ves las de privación de libertad que correspondería imponer. Desde
luego, no hay que pensar en tal cosa, por regla general, cuando
esa pena se halle amenazada con el carácter de accesoria.
Cuando la pena pecuniaria esté conminada a la vez que las de
privación de libertad, dejando al juez la elección entre una y otras,
hay que tener en cuenta tres reglas:
De las penas 231
§ 83. P en a s contra el h on or
CONDICIONES DE LA PUNIBILIDAD
QUE NO DEPENDEN DE LOS ELEMENTOS
CONSTITUTIVOS DEL DELITO
§ 8 5 . Generalidades
§ 87. Continuación
§8 8 .L a muerte y la enfermedad
Fuentes: en especial, las citadas por Bi., H., I, ps. 811 y siguientes.
§ 89. Prescripción
§9 2 .L a gracia de indulto
DETERMINACIÓN DE LA PENA
EN LOS CASOS CONCRETOS
6. Entre los casos a los cuales hay que aplicar la medida penal
ordinaria, ofrecen un especial interés los “casos más frecuentes”,
es decir, aquellos que más a menudo tienen que despachar los
tribunales y que se presentan ante éstos bajo formas iguales o
análogas. Tratándose de casos de éstos, el tribunal ha de elegir
la pena entre un máximo y un mínimo, pero de manera que se
les deje margen para poder proporcionar el castigo a la diferen
te gravedad o levedad que los distintos casos presentan, según
enseña la experiencia, y a los cuales no hay posibilidad acaso de
someter a una medida penal extraordinaria. Como estos casos
más habituales o frecuentes son, con respecto a la mayoría de
las especies de delitos (pensemos, por ejemplo, en el hurto y en la
injuria), relativamente leves, claro es que no les corresponde, en
general, el término medio entre el máximo y el mínimo de la pena,
como ha solido pensarse por confundir los casos más frecuentes
con los casos de gravedad media, sino más bien una pena pró
xima al mínimo. Así sucede también en la práctica penal. Sólo
que, a veces, ella, al aproximarse, cuando se trata de los casos
en cuestión, al mínimo de la pena, va más allá, singularmente en
la materia de lesiones corporales, de lo que consienten las refle
xiones antes expuestas.
Fuentes: Lippmann, Teoría sobre las facultades del juez para variar
la pena (Lehre von der richterlichen Strafánderungsbefugnis) , 1863.
F riedlánder, La reincidencia en el derecho común alemán (Der Rückfall
ingemeinen deutscher Recht), I, 1872. S ichart, La reincidencia (Rückfá-
lligkeit), 1881. O livecrona, Des causes de la récidive, etc., 1876.
ejemplo, en los §§221, párr. 2o; 222, párr. 2o, y 230, párr. 2o); en
otros, el haber empleado un modo de cometer la acción singular
mente peligroso, o por cualquier otro concepto digno de particular
interés (por ejemplo, en los §§ 208 y 223 a); en algunos, la presen
cia de propósitos inmorales o de propósitos antijurídicos que tras
cienden de los elementos necesarios para constituir el hecho delic
tuoso (por ejemplo, en los §§ 202, 235, 236, 266, párr. I o, y otros).
También considera como causa de agravación ciertos motivos del
hecho, y ante todo la codicia egoísta que puede haberlo determina
do (así sucede en los §§ 133, párr. 2o, y 257, párr. I o).
II. D e t e r m in a c ió n d e l a p e n a e n caso de
CONCURRENCIA DE DELITOS
3. Clases de concurrencia:
a) La concurrencia de que vamos a tratar aquí, la cual se carac
teriza ante todo por la contraposición de unos a otros casos, se divi
de en real e ideal. En la concurrencia real, los delitos concurrentes
tienen su raíz en acciones diversas separadas unas de otras en el
tiempo; en la concurrencia ideal, dichos delitos arrancan de una
misma acción o en su caso de una pluralidad de acciones. Existe,
por lo tanto, concurrencia real cuando uno ha cometido, por ejem
plo, un hurto en enero y un robo u otro hurto en febrero; y existe
concurrencia ideal cuando uno con un mismo disparo ha herido a
dos personas o ha herido a una y matado a otra.
278 D erecho penal. Parte general.
2. Para saber qué clase de influjo hay que conceder a las rela
ciones correspondientes desde el punto de vista de la limitación
dicha, hay que tener en cuenta:
a) La coexistencia de otros Estados, la actividad jurídica de
éstos y la índole de las relaciones de amistad que con ellos man
tengamos.
b) La propiedad que tiene nuestro Estado de ser miembro de una
más amplia comunidad de intereses y de Derecho.
§ 106. Exenciones