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Paz M.

de la Cuesta Aguado

Causalidad de los delitos


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contra el medio ambiente

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CAUSALIDAD DE LOS DELITOS
CONTRA EL MEDIO AMBIENTE
CAUSALIDAD DE LOS
DELITOS CONTRA EL
MEDIO AMBIENTE

Paz M. de la Cuesta Aguado

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tirant lo blllonch

Valencia, 1995
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A Miguel Angel, Javier y Miguel
Por el tiempo perdido
INDICE

INDICE DE ABREVIATURAS...................................... 13

CAPITULO 1
CAUSALIDAD, PRINCIPIO DE CAUSALIDAD
Y RELACION DE CAUSALIDAD EN EL DE­
RECHO PENAL: CUESTIONES GENERALES

1. Introducción........................................................... 15
2. Los conceptos de causa, ley causal y relación de cau­
salidad. La recepción y trascendencia en el ámbito
jurídico penal de las formulaciones filosóficas... 30
3. El estado actual de la teoría de la equivalencia de
las condiciones....................................................... 44

CAPITULO II
LA RELACION DE CAUSALIDAD EN LOS
DELITOS DE LESION CONTRA BIENES
INDIVIDUALES MEDIANTE CONDUCTAS
QUE ATENTAN CONTRA EL MEDIO
AMBIENTE

1. El artículo 348 del Código Penal......................... 51


2. El procedimiento deductivo de subsunción y la de­
terminación de la ley causal general y su validez .... 61
2.1. Ley causal universal y ley causal imperfecta.... 61
2.2. Teoría de la ley necesaria............................ 66
2.3. Teoría de la apreciación subjetiva............. 70
2.4. Teoría de la ley estadística.......................... 75
3. Posición personal..................................................... 78
4. Sumación, acumulación y combinación de efectos.. 83
5. Consideraciones críticas........................................... 89

CAPITULO III
DELITOS DE PELIGRO CONCRETO Y
RELACION DE CAUSALIDAD

1. Las distintas modalidades de la tipificación del pe­


ligro ......................................................................... 93
2. La noción de peligro en los delitos de peligro con­
creto......................................................................... 104
3. La estructura típica del artículo 347 bis del Código
Penal........................................................................ 109
4. La comprobación de la relación causal.................. 118
4.1. La relevancia lesiva o dañina con carácter ge­
neral ............................................................. 118
4.2. La relevancia lesiva en el caso concreto... 122
5. Sumación, acumulación y combinación de efectos.. 127
6. La accesoriedad administrativa del Derecho penal
del medio ambiente.................................................... 128

CAPITULO IV
LA LESION DE OBJETOS
MEDIOAMBIENTALES EN CONCRETO.
ARTICULOS 315 y 316 DEL PROYECTO DE
CODIGO PENAL DE 1992

1. Introducción.............................................................. 135
2. La determinación del resultado típico..................... 138
2.1. La contaminación de las aguas................ 141
3. Sumación, acumulación y combinación de efectos.. 145
4. La estructura típica de los delitos que exigen la le­
sión de objetos medioambientales........................ 150

CAPITULO V
DELITOS DE PELIGRO HIPOTETICO Y
RELACION DE CAUSALIDAD

1. Diferenciación de los conceptos de peligro concreto,


abstracto e hipotético a partir del artículo 347 bis del
Código Penal.......................................................... 160
1.1. Por la modalidad del peligro.................... 161
1.2. Por la forma de constatación del peligro. 165
2. El concepto de idoneidad......................................... 167
2.1. Idoneidad lesiva o idoneidad peligrosa... 169
2.2. Circunstancias relevantes y circunstancias irre­
levantes para la emisión del juicio de peligro
hipotético............................................................. 170
3. De nuevo, sobre la estructura típica del artículo 347
bis del Código Penal.............................................. 173
3.1. Excurso de los artículos 347 bis y 307 del Pro­
yecto de Código Penal como delitos de conta­
minación ...................................................... 175
4. Procedimiento para la constatación de la idoneidad
lesiva....................................................................... 178
5. Valor de las prescripciones administrativas para la
constatación de la idoneidadlesiva....................... 182
6. Las cláusulas limitadoras de la amplitud típica en
los delitos de idoneidad y peligro concreto......... 186

BIBLIOGRAFIA................................................................ 191
ABREVIATURAS

ADPCP: Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales.


AT: Allgemeiner Teil.
BGH: B undesgerichtshof.
BT: Besonderer Teil.
CPC: Cuadernos de Política Criminal.
GA: Goltdammer’s Archiv für Strafrecht.
JA: Juristiche Arbeitsblätter.
JR: Juristiche Rundschau.
JURA : Juristiche Ausbildung.
JZ: Juristenzeitung.
JuS: Juristiche Schulung.
LK: Leipziger Kommentar.
NJW: New Juristiche Wochenschrift.
RFDUCM: Revista de la Facultad de Derecho de la Universi­
dad Complutense de Madrid.
SK: Systematischer Kommentar.
ZRP: Zeitschrift für Rechtspolitik
ZStW: Zeitschrift für die gesamte Strafrechtswissenschaft
Capítulo I
CAUSALIDAD, PRINCIPIO
DE CAUSALIDAD Y
RELACION DE CAUSALIDAD
EN EL DERECHO PENAL:
CUESTIONES GENERALES

1 .- INTRODUCCION

L- Uno de los problemas sobre los que el debate en la


teoría general del delito sigue abierto es la constatación de
la relación de causalidad entre acción y resultado. La mayo­
ría de los autores, antes de pronunciarse, suelen intentar
restar trascendencia al problema advirtiendo que ha de
quedar circunscrito a los delitos de resultado1. En este
sentido, Muñoz Conde23recuerda que «en realidad, el pro­
blema causal se ha exagerado tanto cuantitativa como
cualitativamente. Desde el punto de vista cuantitativo, por­

Jescheck, H.H., Tratado de Derecho Penal. Parte general. Traducción de la


3a edición alemana y adiciones de Derecho español por S. Mir Puig y F.
Muñoz Conde, Barcelona, 1981, pág. 377.
Muñoz Conde, F., Teoría general del delito, Valencia, 1989, pág. 37. En la
línea contraria véase Larrauri, E., «Introducción a la imputación objetiva»
en Estudios Penales y Criminológicos XII (1987-88), pág. 243; Torío López,
A., «Fin de protección y ámbito de prohibición de la norma» en Estudios
Penales y Criminológicos X (1987), pág. 384.
16 Paz M. de la Cuesta Aguado

que, aunque se estudie en la parte general, prácticamente


sólo afecta al delito de homicidio y al delito de lesiones o
aquéllos en los que estos resultados aparecen como
cualificaciones de un delito base»3. Esta afirmación debe ser
sometida hoy en día a un análisis crítico debido, en buena
parte, a que los avances técnicos han dado lugar a la
aparición de formas de riesgos, generalmente unidos a
procesos industriales, cada vez mayores y de más difícil
cuantificación para la vida y salud de las personas.
Pero, además, es que ante estas nuevas formas de ries­
gos, los códigos penales4 —y también el nuestro— abordan
la punición de conductas cada vez más alejadas del momen­
to de la efectiva lesión del bien jurídico y donde el elemento
«resultado», tradicionalmente entendido como modifica­
ción producida en el mundo exterior como consecuencia de
la acción típica, empieza a adquirir perfiles cada vez más
difusos. Y a la dificultad de la prueba de la constatación del
nexo causal empieza a sumarse la cada vez más complicada
prueba de la existencia de un resultado independiente de la
acción5.

En este sentido, también Díaz Palos, F., afirma que históricamente el


problema causal se planteaba solamente respecto a los delitos de lesiones y
homicidios, a los que se aplicaba la doctrina de la Lethalitas vulneris, (La
causalidad material en el delito, Barcelona, 1953, pág. 33). Es la fuerza
expansiva de esta doctrina la que da lugar al dogma causal. (Huerta Ferrer,
A., La relación de causalidad en la Teoría del delito, Madrid, 1948, pág. 33).
Véase al respecto Hirsch, H.J., «Tendencias en la evolución de la reforma de
la parte especial, en particular desde la perspectiva del Derecho Penal de la
República Federal de Alemania» en Estudios de Derecho Penal en homenaje
al profesor Luis Jiménez de Asúa, Revista de la Facultad de Derecho de la
Universidad Complutense, Monográfico 11, Madrid, 1986, págs. 381 y ss.;
Jescheck, H.H., «Líneas fundamentales del movimiento Internacional de
reforma del Derecho Penal» en Seminario Hispano-Germánico sobre la
Reforma del Derecho Penal, celebrado en Bellaterra, los días 5, 6, 7 y 8 de
marzo de 1979, pág. 14 (ejemplar dactilografiado). También en La reforma
del Derecho Penal, Bellaterra 1980, págs. 14 y ss.
De forma que empiezan a aparecer en los Códigos penales tipos que
prescinden del resultado o lo convierten en un elemento prácticamente irreal
Causalidad, principio de causalidad y relación... 17

Ante esta situación, el legislador procura adelantar toda­


vía más la protección penal respecto de bienes jurídicos que
son reconocidos como básicos para la sociedad. Y surgen
así multitud de éstos que ahora se denominan «bienes
jurídicos macrosociales»6. En el fondo, lo que parece que se
percibe es una profunda inquietud —tanto por parte de la
doctrina como del legislador— ante las nuevas situaciones
planteadas que desbordan, con mucho, los estrechos límites
de la protección penal tradicional pensada para atentados
«individuales» contra bienes jurídicos individuales.
Así, con la reforma de 1989, el legislador español intro­
duce en el Código Penal nuevos delitos de riesgo, siguiendo
la actual tendencia a «funcionalizar»7 el Derecho Penal,
aumentando el número de los delitos de peligro y, con ello,
los límites de la intervención jurídico-puniti va8. Y la doctri­
na admite como necesaria esta situación9, pese a la cons-

y meramente lógico (y ello plantea de nuevo dificultades) y en la literatura


se solventan los problemas propugnando un cada vez más vago concepto de
resultado. Véase en este sentido, Laurenzo Copello, P., El resultado en
Derecho Penal, Valencia, 1992, págs. 61 y ss.
Incluso «bienes jurídicos socio-macrosociales» según terminología usada
por Tiedemann, K., Lecciones de Derecho Penal económico (Comunitario,
español, alemán), Barcelona, 1993.
Boix Reio, J./ Orts Berenguer, E./ Vives Antón, T.S., La reforma penal de
1989, Valencia, 1989, pág. 81.
Muñoz Conde, F./ Berdugo Gómez de la Torre, I./ García Arán, M., La
reforma penal de 1989, Madrid, 1989, pág. 64; Lorenzo Salgado, J.M.,
«Título XIV. Delitos contra la seguridad colectiva. Capítulo III, Delitos
contra la salud pública» en Documentación jurídica 37/40 (1983), pág. 963.
En contra, Corcoy Bidasolo, M., «Resultados de muerte y lesiones como
consecuencia de un delito contra la salud pública. (Comentario a la Sentencia
del Tribunal Supremo de 22 de abril de 1987, ponente Marino Barbero
Santos)» en ADPCP XLII (1989), págs 337 a 339.
Boix Reig, J./ Orts Berenguer, E./ Vives Antón, T.S., La reforma penal de
1989, cit., pág. 81: «Varios factores contribuyen a reforzar esa evolución. De
una parte, el progreso técnico tiene lugar mediante procesos, aparatos e
instalaciones, cuyo funcionamiento comporta riesgos de una gravedad hasta
ahora inimaginable; de otra, el avance del conocimiento proporciona, a la
18 Paz M. de la Cuesta Aguado

ciencia de que el recurso a delitos de peligro concreto


planteará, en la práctica, serias dificultades de prueba1011
.
Pero la descrita tendencia no implica un adelantamiento
general de la linea de defensa (del daño al peligro): dicho
adelantamiento se va produciendo sectorialmente, allí don­
de el peligro parece insoportable".
La otra posible fórmula es el recurso a la protección —
o construcción— de nuevos bienes jurídicos de carácter
macrosocial12, entre los que destacan, por lo que a nosotros
nos interesa, aquéllos que tienden a crear superestructuras
para garantizar la protección de bienes jurídicos individua­
les de carácter personal: vida y salud de las personas13. Se
habla así de los bienes jurídicos «salud pública»14 o medio
ambiente15.

vez, técnicas de control de las catástrofes; y, finalmente, bajo el Estado social


o Estado de bienestar, se ha desarrollado una demanda de seguridad material
tan fuerte (en ocasiones parece, incluso, excesiva) que obliga a los poderes
públicos a demostrar un interés en la prevención de peligros desconocido
para la mentalidad política del siglo XIX, bajo la que fueron trazadas las
líneas maestras de nuestro Código Penal».
10 Muñoz Conde, F./ Berdugo Gómez de la Torre, I./ García Arán, M„ la
reforma penal de 1989, cit, pág. 64.
11 Boix Reig, J./ Orts Berenguer, E./ Vives Antón, T.S., La reforma penal de
1989, cit., pág. 81.
12 Véase Hohmann, O., «Von den Konsequenzen einer personalen
Rechtsgutsbestimmung im Umweltstrafrecht» en GA (1992), pág. 79.
13 Véase en este sentido Bustos Ramírez, J., «Los bienes jurídicos colectivos.
(Repercusiones de la labor legislativa de Jiménez de Asúa en el Código Penal
de 1932)» en Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad
Complutense. Estudios de Derecho Penal en homenaje al Profesor Luis
Jiménez de Asúa, Monográfico 11 (1986), págs. 147 y ss.
14 Corcoy Bidasolo, M., «Resultados de muerte y lesiones como consecuencia
de un delito contra la salud pública. (Comentario a la Sentencia del Tribunal
Supremo de 22 de abril de 1987, ponente Marino Barbero Santos)», cit., pág.
338; PEREZ ALVAREZ, F„ Protección penal del consumidor. Salud
pública y alimentación. (Análisis del tipo objetivo del delito alimentario
nocivo}, Barcelona, 1991, págs. 69 y ss y 74; Rodríguez Ramos, L., «Fraudes
alimentarios nocivos» Comentarios a la legislación penal, T. V, vol 2, págs.
Causalidad, principio de causalidad y relación... 19

Efectivamente, junto a los bienes jurídicos tradicionales,


los nuevos procesos de criminalización introducen «bienes

819 y 820; Muñoz Conde, F., Derecho Penal, Parte Especial, 8 ed., Valenda,
1988, pág. 475; de Vega Ruiz, J.A., «Protección penal del consumidor» en
Poder Judicial, especial VII, págs. 277 a 297; Tiedemann, K„ Poder
económico y delito, Barcelona, 1985, pág. 143. Con doctrina, Cramer, P.,
«Comentario previo al parágrafo 306, número marginal 5 » en Strafgesetzbuch,
Schönke-Schröder (coor.), 23a ed., Munich, 1988. En nuestro ordenamiento,
una conducta será peligrosa para la salud cuando sea posible que de ella se
derive alguna de los resultados descritos en los artículos 418 a420 del Código
Penal. ,
15 Véase en literatura española Roca Juan, J., «Sobre el deber general de respeto
a la persona (Derecho Civil y medio ambiente)» en Anuario de Derecho Civil,
XXXIX (1986), pág. 765; Sánchez-Migallón Parra, M‘.V., «El bien jurídico
protegido en el delito ecológico» en CPC 29 (1986), pág. 338; Rodríguez
Ramos, L., «Instrumentos jurídico preventivos y represivos en la protección del
medio ambiente» en Documentación Administrativa 190 (1981), pág. 461;
Bustos Ramírez, J„ Manual de Derecho Penal. Parte especial, Barcelona,
1986, pág. 352; Rodríguez Ramos, L., «Sobre una inadecuada pretensión de
proteger penalmente el medio ambiente (artículo 323 a 325 del proyecto)» en
La reforma penal ypenitenciaria (1980), pág. 482; Muñoz Conde, F., Derecho
Penal. Parte especial, cit, pág. 510; Prats Canut, J.M., «La protección penal
del medio ambiente» en Propostes pera la reforma, Barcelona, febrero 1991,
(ejemplar dactilografiado); Vázquez de Prada, V., «Medio ambiente y costes
de contaminación» en Documentación Administrativa 178 (1978), pág. 130;
Martínez Rincones, J.F, Delito ecológico, Mérida (Venezuela), 1978 pág. 33;
Peris Riera, J.M., «La primera sentencia por delito ecológico ¿Una resolución
histórica?» en Poder Judicial 11 (1988), pág. 96.
En literatura comparada véase, Rengier,R., «ZurBestimmung undBedeutung
der Rechtsgütter im Umweltstrafrecht» en AUW40 (1990), págs. 2057 y ss;
Dreher, E./ Tröndle, H., «Comentario previo al parágrafo 324, número
marginal 3» en Strafgesetzbuch und Nebengesetze, Munich, 43“ ed., 1986;
Tiedemann, K., Poder económico y delito, cit., pág. 140; Steindorf, J.,
«Comentario previo al parágrafo 324, números marginales 9 a 12» en
Strafgesetzbuch Leipeziger Kommentar, 10ed, de Jescheck, H.H./Rub, W./
Willms, G., (coor.), Berlín-Nueva York, 1985-1989; CRAMER, P., «Co­
mentario previo al parágrafo 324, número marginal 8» en Strafgesetzbuch de
Schönke-Schröder (coor.), cit.; BREUER, R., «Umweltchutzrecht» en
Besonderes Verwaltungsrecht, Berlín-Nueva York 1985, pág. 535; Rogall,
K., «Gegenwartsprobleme des Umweltstrafrechts» cit., pág. 509; Horn, E.,
«Comentario previo al parágrafo 324, número marginal 2» en Systematicher
Kommentar Zum StGB, Besonderer Teil, 4“ ed., Frankfurt, 1990; de Klemm,
C., «Les elements de l’environnement» en l’ecologie et la loi. Le Statut
juridique de Venvironnement, Paris, 1989, pág. 15;
20 Paz M. de la Cuesta Aguado

jurídicos nuevos, de carácter difuso16, cuya tutela, como


objetivos de organización política, económica, social...,
fruto de las nuevas necesidades y valores sociales, se permi­
te y se considera legítima17 aunque la víctima no se encuen­
tre total y perfectamente delimitada en sus contornos, por­
que «el Derecho Penal no tutela víctimas, sino funciones»
traducibles en bienes jurídicos18.
No voy a entrar a definir tales bienes jurídicos (sobre los
que con profusión se ha manifestado la doctrina), entre otras
razones porque excede de los objetivos de nuestro estudio19.

16 Véase en este sentido Padovani, T., «La problemática del bene giuridico e la
scelta delle sanzioni» en Dei delitti e delle pene 2 (1984), pág. 117; Bustos
RamIrez, J., «Los bienes jurídicos colectivos» en Control social y sistema
penal, Barcelona, 1987, pág. 159, también en Revista de la Facultad de
Derecho de la Universidad Complutense. Estudios de Derecho Penal en
homenaje al Profesor Luis Jiménez de Asúa, cit., págs. 147 y ss; Hassemer,
W., «Il bene giuridico nel rapporto di tensione tra costituzione e diritto
naturale. Aspetti giuridici» en Dei delitti e delle pene 2 (1984), pág. 109;
González Rus, J.J., Los intereses económicos de los consumidores. Protec­
ción Penal, Madrid, 1986, pág. 32 y 33; 79 y ss. y 100.
17 CarbonellMateu, J.C., «En tomo alos intereses de titularidad colectiva» en
Protección internacional del medio ambiente y Derecho ecológico, Bilbao,
1987, pág. 217.
18 Hassemer, W., «Il bene giuridico nel rapporto di tensione tra costituzione e
diritto naturale. Aspetti giuridici», cit., pág. 110; del mismo, «Lincamientos
de una teoría personal del bien jurídico» en Doctrina Penal, Teoríay práctica
en las Ciencias Penales 46/47 (1989), págs. 276 y ss. y, especialmente 289.
También Horn, E., «Umweltschutz durch Strafrecht» en Natur und Recht 2
(1988), pág. 63; Heine, G./ Albrbcht,H./ Meinberg, V., «Umweltschutz
durch Strafrecht. Empirische und rechtsuergteinchende untersuchungsvor­
haben zum Umweltstrafrecht und zur Umweltkriminalitat» en ZStW 96
(1984), pág. 93.
19 Soy partidaria de un concepto personalista y monista de bien jurídico, en el
sentido de que su fin último es la protección de intereses individuales, los
únicos realmente existentes. Para su protección se pueden arbitrar superes­
tructuras cuya lesión ya significa un peligro para bienes jurídicos individua­
les. Ello no implica que el bien jurídico universal o macrosocial no tenga
carácter autónomo, sino que su creación sólo está justificada desde esta
perspectiva personal que, además, dotará de contenido material el concepto
de bien jurídico. Formalmente se puede admitir un definición social y
constitucionalmente orientada, de forma que el bien jurídico sería una
Causalidad, principio de causalidad y relación... 21

Me gustaría, sin embargo, resaltar la idea de cómo su


función primaria (también la del medio ambiente) es procu­
rar la protección de la vida y la salud de las personas ante
graves ataques en momentos muy adelantados de desarro­
llo, conforme a la acertada idea de que quizá en otras fases
ya sería imposible la protección20.
Aún así, en la práctica, los indudables esfuerzos realiza­
dos en los últimos años para encontrar vías certeras de

solución jurídica a una relación social, a un conflicto social. La función de la


Constitución es delimitar negativamente el alcance del bien jurídico una vez
que éste ha obtenido regulación positiva. La lesión al bienjurídico macrosocial
podría venir dada por la elección de una solución al conflicto distinta a la dada
por la regulación penal.
20 Si el medio ambiente es un bien jurídico protegido (es decir, un interes social
humano digno de protección) lo es en la medida en que su destrucción puede
afectar gravemente a la propia supervivencia del ser humano, por lo que en
última instancia es una protección adelantada de la vida y salud de las
personas. Es lo que la doctrina mayoritaria incluye bajo el término
«antropocentrismo». Véase al respecto Prats Canut, J.M., «La protección
penal del medio ambiente», cit.; Sánchez-Migallón Parra, V.,»E1 bien
jurídico protegido en el delito ecológico», cit., pág. 342; Rodríguez Ramos,
L., «Comentario al artículo 347 bis del Código Penal» en Código Penal
comentado, de López Barja de Quiroga y Rodríguez Ramos (coor.), Madrid,
1990; del mismo, «Instrumentos jurídicos preventivos y represivos en la
protección del medio ambiente», cit., pág. 461; Eser, A., «Derecho ecológico»
en Revista de Derecho público 100-101 (1985), págs. 610 y 614; Muñoz
Conde, F., Derecho Penal. Parte especial, 8 ed. pág. 509; Muñoz Conde, F./
Quintero Olivares, G., La reforma penal de 1983, Barcelona, 1983, pág.
204; Pardos, J.L., Los vertidos radiactivos, Madrid, 1984; Bustos Ramírez,
J. Manual de Derecho Penal. Parte especial, cit., pág., 352, Cardelus y
Muñoz-Seca, B., «La planificación ambiental» en Documentación Adminis­
trativa 179 (1978), pág. 168; Arroyo Gómez, M.A., «La problemática del
medio ambiente» en Documentación Administrativa 140 (1971), págs. 46;
Bacigalupo, E„ «La instrumentación técnico-legislativa de la protección
penal del medio ambiente» en Estudios Penales y Criminológicos, Santiago
de Compostela, 1981, pág. 204; Cantarero Bandrés, R., «El delito ecológico:
análisis del actual tipo penal y sus antecedentes» en Jornadas sobre la
protección penal del medio ambiente, (ejemplar dactilografiado), Madrid
20-21 de octubre de 1990, págs. 11 y ss. En doctrina alemana, véase
Hohmann, O., «Von den Konsequenzen einer personales Rechtsbestimmung
im Umweltstrafrecht», cit., págs. 81 y ss. el cual recopila y cita la más
importante doctrina al repecto en su país.
n Paz M. de la Cuesta Aguado

solución parecen resultar infructuosos. Las vías que se


siguen en busca de posibles soluciones son cada vez mas
numerosas, con lo cual la doctrina se dispersa y, al final, sus
avances no tienen quizá excesiva trascendencia práctica en
la efectiva protección del ciudadano.
En este estado de cosas, los problemas de la prueba del
nexo causal entre acción y resultado se diluyen ante el
cúmulo de problemas dogmáticos que plantean estas nuevas
técnicas de protección, pero no desaparecen. Al contrario,
en la práctica vuelven a aparecer una y otra vez imposibili­
tando en la mayoría de los casos una correcta protección
penal, sobre todo, en el ámbito de los delitos contra el medio
ambiente21.
Con ello quiero destacar cómo el problema del nexo
causal vuelve a recobrar vigencia en el foro.

II .- La cuestión de la determinación del nexo causal y de


la constatación de la relación de causalidad entre acción y
resultado sigue siendo hoy en día —y pese a que su debate
ha centrado prácticamente toda la evolución de la teoría del
delito— una cuestión abierta.
Para Bustos Ramírez/Hormazabal Malaree, por ejem­
plo, es innegable el importante, aunque erróneo22, papel que
el dogma causal ha jugado a lo largo de toda la teoría del
delito ya que todos los autores «parten desde la acción como

21 Torío López, A., «Cursos causales no verifícables en Derecho Penal, en


ADPCP XXXVI (1983), pág. 235 y Samson, E„ «Kausalitäts und
Zurechnungsprobleme im Umweltstrafrecht» en ZStW 99 (1987), pág. 630,
constatan la dificultad de operar con leyes causales en determinados grupos
de delitos, especialmente contra la salud pública y el medio ambiente.
22 Bustos Ramírez, J./ Hormazábal Malaree, H., «Significación social y
tipicidad» en Estudios Penales y Criminológicos V (1980-1981), Universi­
dad de Santiago de Compostela, pág. 21.
Causalidad, principio de causalidad y relación... 23

base ineludible y, además, dicha acción la construyen sobre


el dogma causal»23.
Luego, en toda esta evolución, hay dos características
comunes como base de sustentación de la estructura del
delito: la acción y la causalidad.
Aún hoy en día y pese a que las ciencias sociológicas e
incluso físicas han abandonado definitivamente el dogma
causal24, la teoría del delito no ha logrado desprenderse de
él25.
El error que da origen a esta situación «reside en partir
del acto al resultado», cuando de lo que se trata es «de
explicar de algún modo la forma de conexión que reviste la
vinculación (acción y omisión) entre los sujetos de una

23 Bustos Ramírez, J./ Hormazábal Malaree, H., «Significación social y


tipicidad», cit., pág. 14; también en Bustos Ramírez, J., «Imputación
objetiva. (Cuestiones metodológicas y sistemáticas) en Estudios Penales y
Criminológicos XII (1989), pág. 106.
24 Bustos Ramírez, I./ Hormazábal Malaree, H., «Significación social y
tipicidad», cit., págs. 17 a 20; también en Bustos Ramírez, J., «Del estado
actual de la teoría del injusto» en Bases críticas de un nuevo Derecho Penal,
Bogotá, 1982, pág. 5. Parten para realizar esta afirmación de las aportaciones
de Heisenberg y otros científicos de principios de siglo, que entendían que
el principio de causalidad no era aplicable a la física atómica y cuántica. Pero
quienes así pensaban confundían el denominado principio de indetermina­
ción, que es sólo indeterminación de algunos datos, con una indeterminación
en la realidad, admitiéndose hoy en día, por otro lado, que las teorías
científicas del átomo se mueven en plano diferente al de la causalidad. Véase
en este sentido Caballero Sánchez, S., «Causa» en Gran Enciclopedia
Rialp, Madrid, 1989, pág. 409 y bibliografía allí citada.
25 Grave error según estos autores, en la medida en que para ello partimos de un
plano ontològico, es decir, metafisico (en cuanto que no es falsificable y, por
tanto, acientífico —Bustos Ramírez, J./ Hormazábal Malaree, H.,
«Significación social y tipicidad», cit., pág. 17—); también en Bustos
Ramírez, J., «Del estado actual de la teoría del injusto», cit., págs. 3 y 4). «En
otras palabras el dogma de la causalidad o es pura metafísica o bien una
perogrullada, pero en caso alguno una ley científica». En este sentido
también Cobo del Rosal, M.,/ Vives Antón, T.S., Derecho Penal. Parte
general, 3 ed.. 1990. pág. 320. si bien su posición es básicamente distinta.
24 Paz M. de la Cuesta Aguado

relación social dada con el tipo y esto es completamente


independiente de la pretendida problemática de la
causalidad»26.
En base a ello, concluyen que la causalidad no puede ser
el fundamento de la tipicidad27. Es sobre la base del bien
jurídico como ha de fundamentarse la atribución de una
acción al tipo28.
La causalidad, como concepto estático, resulta insufi­
ciente para describir los complejos procesos y relaciones
sociales a que se refiere la norma29. Pero, además, la tipicidad
—como atribución de un comportamiento al tipo— no es
lugar adecuado para analizar problemas causales «ya que la
norma no se refiere a resultados ni a causalidades; en verdad
el mal llamado problema de la causalidad envuelve real­
mente un problema de imputación que es necesario analizar
en la antijuridicidad, considerada ésta materialmente»30
como un complejo de valoraciones y de reglas jurídicas que
giran en tomo al bien jurídico31, en una síntesis normativa de
una relación social determinada y dinámica32.
La antijuridicidad, por su parte, no sería tanto desvalor
de acto o de resultado como desvalor de relación social.
Luego el problema del resultado no es una cuestión de

26 Bustos Ramírez, J./ Hormazábal Malares, H., «Significación social y


tipicidad», cit., pág. 25; Bustos Ramírez, J. Bases críticas de un nuevo
Derecho Penal, cit. pág. 6.
27 Bustos Ramírez, J. «Del estado actual de la teoría del injusto», cit., pág.9.
28 Bustos Ramírez, J./ Hormazábal Malares, H., «Significación social y
tipicidad», cit., pág. 25.
29 Bustos Ramírez, J./ Hormazábal Malaree, H., «Significación social y
tipicidad», cit., pág. 41.
30 Bustos Ramírez, J./ Hormazábal Malaree, H„ «Significación social y
tipicidad», cit., pág. 41.
31 Bustos Ramírez, J., «Del estado actual de la teoría del injusto», cit., pág. 17.
32 Bustos Ramírez, J., «Del estado actual de la teoría del injusto», cit., pág. 16.
Causalidad, principio de causalidad y relación... 25

causalidad, sino de imputación desde el bien jurídico con­


forme a estas valoraciones en la antijuridicidad33.
A partir de estas premisas, Bustos Ramírez llega a la
conclusión de que «la imputación objetiva no tiene cabida
a nivel de tipicidad, ya que lo básico en la tipicidad es un
proceso valorativo de determinación de una situación típica
(atribución)». La imputación objetiva cobra sentido en
cuanto imputación de una lesión o puesta en peligro. Para
ello, previamente, hay que tener determinada un situación
típica y luego constatar si efectivamente se ha dado ese
resultado valorativamente considerado34.
Pero creo que conviene matizar que, en primer lugar,
desvalor de resultado no es igual a resultado producido y
ésta es una distinción que se intuye en el propio autor cuando
distingue «entre la imputación de una lesión o puesta en
peligro (es decir, de un resultado en sentido valorativo y no
naturalístico), de «la constatación de que se haya dado ese
resultado valorativamente considerado»35 —constatación
que ha de realizarse previamente—.
El desvalor de resultado —efectivamente— es un pro­
blema de antijuridicidad36, pero para Bustos Ramírez la
valoración propia de la antijuridicidad —que, en definitiva,
constituye la esencia de la imputación objetiva— es separa­
ble y posterior a la constatación de la producción de ese
resultado de lesión o puesta en peligro, que sí que habría de
ser analizado en la tipicidad. No obstante, este autor no

33 Bustos Ramírez, J., «Del estado actual de la teoría del injusto», cit., pág. 17.
34 Bustos Ramírez, J„ «Imputación objetiva. (Cuestiones metodológicas y
sistemáticas)», cit., pág. 144.
35 Bustos Ramírez, J., «Imputación objetiva (Cuestiones metodológicas y
sistemáticas)», cit., pág. 144.
36 Bustos Ramírez, J., «Del estado actual de la teoría del injusto», cit., págs. 30
y 31.
26 Paz M. de la Cuesta Aguado

indica cuáles son los criterios para determinar cuándo se ha


producido este resultado, cuándo se está frente a un proble­
ma de atribución de comportamientos al tipo legal y cuándo
frente a un problema de imputación objetiva37. En la medida
en que, a mi modo de ver, la imputación objetiva sirve en el
ámbito en que nos encontramos para la determinación de lo
que Bustos Ramírez llamaría la situación típica, debe ser
analizada en la tipicidad.

III .- De igual forma, para la doctrina mayoritaria, el


problema de la imputación objetiva es un problema de
tipicidad penal38. Y para resolverlo es preciso dar una
adecuada respuesta a las bases mismas del problema39, a
saber, la estructura de la relación causal40.
Desde este punto de vista, la causalidad es un elemento
del tipo en los delitos de resultado, elemento previo o

37 Larrauri, E., «Introducción a la imputación objetiva» en Estudios Penales


y Criminológicos XII (1987-88), pág. 243.
38 Gómez Benttez, J.M., Teoría jurídica del delito. Derecho Penal. Parte
general, Madrid, 1988 (reimpresión), pág. 172.
39 Veasé Muñoz Conde, F„ «De lo vivo y de lo muerto en la obra de Armin
Kaufmann» en Nuevo Foro Penal 55 (1992), pág. 11.
40 Gómez Benítez, J.M., Teoría jurídica del delito. Derecho Penal. Parte
general, cit., pág. 173; Gimbernat Ordeig, E., ¿Que es la imputación
objetiva? en Estudios Penales y Criminológicos X (1985-86), págs. 175 y
179: «Para el viaje de explicar por qué lo que no es acción o no es causante
del resultado típico o no es doloso (en los tipos dolosos) o no es imprudente
(en los tipos imprudentes) no es tampoco típico, no se necesitan las alforjas
de la imputación objetiva. Esas alforjas se necesitan para explicar por qué lo
que es acción (dolosa o imprudente) causante un resultado típico a veces y no
obstante, tampoco es típico». En este sentido se pronuncia también la
Sentencia de 23 de abril de 1992 (caso de la colza) cuando afirma que «la
exigencia de causalidad natural no se ve afectada por la teoría de la
imputación objetiva a la que con frecuencia ha recurrido la jurisprudencia
pues los criterios que proporciona esta teoría no reemplazan, sino que limitan
la causalidad jurídico penalmente relevante». Véase también con los proble­
mas que plantea Larrauri, E., «Notas preliminares para una discusión sobre
la imputación objetiva» en ADPCP XLI (1988), pág. 769.
Causalidad, principio de causalidad y relación... 27

«presupuesto sobre el que apoyar el juicio de imputación


objetiva del resultado»41.
A nuestros efectos, antes de pasar al juicio de
antijuridicidad y en la tipicidad hay que distinguir tres
estadios, ordenados temporalmente en cuanto al procedi­
miento que ha de seguir el juicio de tipicidad.
Estos tres estadios serían:
1 .- Juicio sobre la existencia de relación causal entre
acción y resultado.
2 .- Juicio de imputación, en base a criterios normativos,
para delimitar la acción típicamente relevante42.
3 .- Juicio sobre el dolo43.

41 Véase con enorme claridad expositiva Larrauri, E., «Introducción a la


imputación objetiva», cit., pág. 229, sobre el transfondo en el cual surge la
teoría de la imputación objetiva.
42 MirPuig, S., en Derecho Penal. Parte General. 3“ed., Barcelona 1990, pág.
250, considera que son precisos para la imputación tres elementos: 1)
relación de causalidad; 2) una determinada relación de riesgo; 3) la relación
de autoría. Entiende, por tanto, la autoría como parte de la teoría de la
imputación objetiva. Para nuestro Código Penal no todo aquél que realiza
(causa) el resultado de forma previsible realiza el tipo. Sino aquél a quien,
además, puede imputarse el hecho como propio. Si yo no hago distinción
expresa no es porque no esté de acuerdo, sino porque en la propia teoría de
la Imputación Objetiva va implícito: se trata de determinar si un resultado
puede atribuirse como «propio», por lo que se comprendería en el segundo
juicio de imputación, que desde este punto de vista podría subdividirse, de
nuevo, en dos.
43 Interesantes son las precisiones que realiza Larrauri. E., «Introdución a la
imputación objetiva», cit., pág. 244, sobre la doble utilización de los criterios
de la imputación objetiva en la doctrina española. En la página 245 propone
«utilizar los elementos de imputación objetiva como segundo correctivo.
Esto es, una vez afirmado la existencia de un comportamiento doloso o
culposo la imputación objetiva se emplea como segundo correctivo para
señalar que a pesar de dicho comportamiento el resultado no debe imputarse
a la actividad del sujeto». No matiza dónde ha de analizarse la problemática
que aquí vamos a investigar, es decir, la constatación del nexo causal. Se
puede deducir que continuaría considerándose la comprensión de la relación
28 Paz M. de la Cuesta Aguado

Los dos primeros juicios, el relativo a la causalidad y el


de imputación objetiva, han de situarse sistemáticamente en
la tipicidad: el primero (advierte la doctrina) sobre elemen­
tos de carácter ontològico44 y tangible; el segundo, norma­
tivo e implícito45. Ahora bien, esta distinción, sin dejar de ser
cierta, yo la matizaría en el siguiente sentido: el primer
juicio, es decir, el juicio sobre la causalidad, no contiene aún
ningún reproche, pero sí una valoración con los medios de
conocimiento normativos (leyes de la naturaleza),
ontológicos (circunstancias que se dieron en el caso concre­
to) y lógicos (de una relación lógica entre acción y resulta­
do). Por lo tanto, en este juicio también se comprenden
elementos nomológicos o «normativos», ahora bien, no
jurídico penales, sino científico naturales. De ahí que se
califique como «ontològico».

IV.- Las propuestas de la teoría de la imputación objetiva


han sido acogidas abiertamente por la doctrina mayorita-

de causalidad como un elemento del tipo y presupuesto de la imputación


objetiva, en cuyo caso su proposición sería bastante razonable, aunque desde
un punto de vista sistemático quizá bastante discutible.
44 Véase Muñoz Conde, F., «De lo vivo y de lo muerto en la obra de Armin
Kaufmann», cit., pág. 12; Jiménez de Asúa, L„ Tratado de Derecho Penal,
Tomo III, Buenos Aires, 1963, pág. 499; Horn, E., «Comentario previo al
parágrafo 1, número marginal 38» en Systematicher Kommentar zum
Strafgesetzbuch; Welzel, H., Derecho Penal alemán. Parte general. Tra­
ducción de la 11a ed. alemana por J. Bustos Ramirez y S. Yañez Perez,
Santiago de Compostela, 1976, pág. 66; Corcoy Bidasolo, M., Injusto e
imputación objetiva, tesis doctoral, ejemplar dactilografiado, Barcelona,
1988, pág. 705, también, en El delito imprudente: criterios de imputación del
resultado, Barcelona, 1989, págs. 590 y ss.; Lampe, E.J., «Die Kausalität und
ihre strafrechtliche Funktion» en Gedächtnisschrift für Armin Kaufmann,
Colonia-Berlin, 1989, pág. 190 y ss; Maurach, R./ Zipf, H., Strafrecht.
Allgemeiner Teil. Teilband I, Heidelberg, 1992, pág. 252, número marginal
36.
45 Gimbernat Ordeig, E„ ¿Que es la imputación objetiva?, cit., pág. 175 y 176;
Hanau, P„ Die Kausalität der Pflichtwidrigkeit, Gotinga, 1971, especial­
mente págs. 6 y 7.
Causalidad, principio de causalidad y relación... 29

ría46, si bien las discusiones acerca de su ubicación, ámbito


y contenido no están aún perfectamente cerradas. Pero la
mayor virtud de esta doctrina ha sido históricamente darse
cuenta de que la constatación de la relación entre acción y
resultado y la delimitación de la acción típica a partir de
criterios normativos (jurídico penales) son dos momentos
distintos.
Respecto a estos últimos parece que existe un acuerdo
mayoritario sobre cómo los criterios normativos de la impu­
tación objetiva47 —cualesquiera que sean, pero básicamen­
te previsibilidad objetiva, diligencia debida, incremento o
disminución del riesgo y fin de protección de la norma—
parten de una base o condición previa a determinar confor­
me a criterios ontológicos: la causalidad48.
Porque, aunque se propugne que la imputación objetiva
es independiente respecto de la categoría científico-

46 Aunque no falta quien afirma que «en la etapa actual del postfinalismo
despliega el efecto de un remolino que atrae y ahoga en su seno a todo el tipo
objetivo» (Struensee, E., «Atribución objetiva e imprudencia» en CPC 44
(1991), pág. 449).
47 Rizando el rizo véase la Sentencia de la Sala 2 del Tribunal Supremo de 8 de
abril de 1981 (ponente Sr. Hijas Palacios), que dice: «En la relación de
causalidad pueden distinguirse claramente el aspecto subjetivo o relación del
agente con el resultado, atribución psíquica y moral del resultado a la
culpabilidad del agente, la objetiva material, lógica y física entre la acción del
agente y el resultado directo y adecuado para producir el mismo; y la jurídica
o relevancia de aquella causalidad apreciada, judicialmente, según normas
de experiencia jurídica o de asesoramiento técnico».
48 Pretendo únicamente partir de las bases de lo que la mayor parte de la doctrina
está de acuerdo, aunque no lo esté en la ubicación y contenido de los criterios
sobre el tema de la propia imputación objetiva. Véase Larrauri, E., «Notas
preliminares par una discusión sobre la imputación objetiva», cit., pág. 732;
Horn, E., «Les problèmes de la causalité dans le domaine de la polution de
l’air et de la sûreté des médicaments, en Revue Internationale de Droit Penal
(1987), pág. 168; Gimbernat Ordeig, E., «El sistema de Derecho Penal en la
actualidad» en Estudios de Derecho Penal, 2a ed., Madrid, 1980, pág. 139 y
ss.; Arroyo Zapatero, L., La protección penal de la seguridad en el trabajo,
Madrid, 1981, pág. 190.
30 Paz M. de la Cuesta Aguado

naturalística de la causalidad, se admite que son excepcio­


nales los supuestos en los que cabe fundar la imputación
objetiva sin ayuda de la misma49 pero, además, no siempre
la relación entre acción y resultado debe ser de naturaleza
causal50.

2.- LOS CONCEPTOS DE CAUSA, LEY CAU­


SAL Y RELACION DE CAUSALIDAD. LA
RECEPCION Y TRASCENDENCIA EN EL
AMBITO JURIDICO PENAL DE LAS
FORMULACIONES FILOSOFICAS

L- Sin embargo, se debate todavía en la doctrina sobre la


formulación del concepto de causa. Y la ciencia penal se
cuestiona si en el ámbito penal ha de admitirse el concepto
filosófico y de las ciencias de la naturaleza, o se precisa la
construcción de un concepto autónomo de causa. Parte
importante de la doctrina considera que tanto el concepto de
causa como el de relación causal (bien por su propia natu­
raleza, bien porque sólo cumple una función indiciaría y
secundaria51) deben ser utilizados en el ámbito penal en

49 Jescheck, H.H., Tratado de Derecho Penal. Parte general, cit., pág. 379,
cuando lo hace se refiere básicamente a supuestos de omisión propia o
comisión por omisión. Quintero Olivares, G., Derecho Penal. Parte gene­
ral, Barcelona, 1986, pág. 329, «La causalidad puede, así pues, concurrir
como elemento previo a la imputación objetiva. Pero subsisten situaciones de
imputación en las que la causalidad /u/ru o bien se construye analógicamente»
(cursiva en el original).
50 Gómez Benítez, J.M., Causalidad, imputación y cualificación por el resul­
tado, Madrid, 1988, pág. 32. Torío López, A., «Cursos causales no
verificables», cit., pág. 222; Jescheck, H.H., «Comentario al artículo 13 del
Código Penal alemán» en Leipziger Kommentar, número marginal 48.
51 Corcoy Bidasolo, M„ Injusto e imputación objetiva, cit., pág. 705, también,
en El delito imprudente: criterios de imputación del resultado, cit., págs. 421
Causalidad, principio de causalidad y relación... 31

sentido filosófico y natural52, de forma que la causalidad se


definiría por sus caracteres estrictamente naturales y los
ulteriores criterios restrictivos de esa causación serían ele­
mentos normativos de la imputación objetiva del resulta­
do53.
En contra, otra doctrina importante, representada por
Jescheck, entiende que el Derecho Penal no puede manejar
sin modificaciones el concepto filosófico de causalidad54.
Lo que parece que sí es unánime es la aceptación, tanto
en nuestro país como en Alemania, de la teoría de la
equivalencia de condiciones55 que, en su versión clásica

y ss.. En contra Welssels, J„ Derecho Penal. Parte general. 6“ ed. alemana


de 1976, traducción de C.A. Finzi, Buenos Aires, 1980, págs. 52 y 53.
52 Jiménez de Asúa, L., Tratado de Derecho Penal, Tomo III, cit., pág. 499; le
sigue Gómez Benítez, J.M. Causalidad, imputación y cualificación por el
resultado, cit., pág. 21, «Puestas así las cosas, resulta claro que la teoría de
la adecuación acertó en muchos aspectos, pero erró en uno fundamental: no
se puede —porque contradice la naturaleza de las cosas— crear un concepto
de causa distinto al que proviene, precisamente, de la naturaleza; la causalidad
normativa es un contrasentido».
53 Gómez Benítez, J.M., Teoría jurídica del delito. Derecho Penal. Parte
general, cit., pág. 173.
54 Jescheck, H.H., Tratado de Derecho Penal. Parte general, cit., pág. 378.
55 Así en España: Gómez Benítez, J.M., Causalidad, imputación y cualificación
por el resultado, cit., pág. 16; Gimbernat Ordeig, E., Delitos cualificados por
el resultado y causalidad, cit., págs. 100, 102y 122; Arroyo Zapatero, L.,
La protección penal de la seguridad en el trabajo, cit., págs. 99 y 190;
Huerta Tocildo, S., «La teoría de la imputación objetiva y su versión
jurisprudencial» en La Ley 1983-3, pág. 277; Luzón Peña, D.M., «Autoría e
imputación objetiva en el delito imprudente: valoración de las aportaciones
causales (Comentario a la Sentencia del T.S. de 27.1.1984) en Revista de
Derecho de la Circulación XXI (1984), pág. 277.
En Alemania Jescheck, H.H., «Comentario previo al parágrafo 13, número
marginal 48» en Leipziger Kommentar, cit.; Lenckner, Th., «Comentario
previo al parágrafo 13, número marginal 71 anotación 5» en Schönke/
Schröder, cit.; Möhrenschlager, M., «Kausalitätsprobleme im
Umweltstrafrecht des Strafgesetzbuches» en WiVerw 1984-1, pág. 51;
Kleine-Cosack, E„ Kausalitätsprobleme im Umweltstrafrecht, Berlin, 1988,
pág. 10; Horn, «Les problèmes de la causalité dans le domaine de la pollution
32 Paz M. de la Cuesta Aguado

afirma, en el sentido de las ciencias de la naturaleza, que


todas las condiciones —todas las circunstancias
condicionantes de un efecto— han de ser consideradas
como causa, «lo que supone que todas las condiciones que
en conjunto constituyen causa de un efecto, son necesaria­
mente iguales y equivalentes, de modo que resulta imposi­
ble una consideración aislada de las condiciones particula­
res»56.
Se afirma que esta teoría —que se formula inicialmente
por Glaser57 y se traslada al ámbito penal por Von Buri58—
parte de una concepción de causa procedente de la filosofía
empirista de la época, básicamente de Stuart Mill59. Ahora

de L’air et de la sûreté des médicaments», cit., pág. 167; Kaufmann, A., «El
delito culposo» en Nuevo Pensamiento Penal (1976), traducción de Moreno
H, M., pág. 476; Lackner, K., «Comentario previo al parágrafo 13, número
marginal 1 c)» en Código Penal comentado, 18 auf., Munich, 1989; Roxin.
K., Strafrecht. Allgemeiner Teil. DerAufbau der Verbrechenslehre, Munich,
1992, pág. 219, número marginal 5.
56 Jescheck, H.H., Tratado de Derecho Penal. Parte general, cit., pág. 378.
57 Glaser,3.,AbhandlungenausdemösterreichischenStrafrecht, Viena, 1858.
58 Von Buri, M., Über Causalität und deren Verantwortung, Leipzig, 1873;
también del mismo. Die Causalität und ihre Strafrechtlichen Beziehungen.
Stuttgart, 1885.
59 Horn, R., Der Causalitätbegriff in der Philosophie und im Strafrechte,
Leipzig, 1893, págs. 6 y 18. Del concepto filosófico de Stuart Mill deriva
la «equivalencia», aunque no coincide con aquélla pues, en palabras de
Antón Oneca, «si así fuese, habría que renunciarse en el Derecho Penal a
exigir toda responsabilidad, ya que nunca pone el sujeto con su acción todos
los fenómenos productores del resultado» (Antón Oneca, J., Derecho Penal,
2a ed., anotada y corregida por Hernández Guijarro y Beneytez Merino,
Madrid, 1986, págs 186 y 187). Pero, lo que es aún más importante, al
conocimiento humano resultaría imposible de determinar cuál fue la verda­
dera causa del resultado, con lo cual entraría siempre en aplicación el
principio in dubio pro reo. En este sentido se pronuncia también Gimbernat
Ordeig, E., cuando dice que «la teoría de la condición es falsa, como hemos
visto, en cuanto que pretende fundamentrse en una teoría filosófica de la
causalidad: la de Stuart Mill; pues si causa son todas las condiciones del
resultado en su conjunto, entonces no es posible que cada una de ellas lo sea
también» (Delitos cualificados por el resultado y causalidad, cit., pág. 106).
Causalidad, principio de causalidad y relación... 33

bien, incluso en el ámbito filosófico el concepto de causa ni


ha tenido ni tiene un sentido unívoco e indiscutido.
Efectivamente, las doctrinas filosóficas tradicionales
partían de la división aristotélica de causa en eficiente,
material, formal y final60, con lo que ciertamente se llegaba
a respuestas y disquisiciones matafísicas bastante alejadas
de las necesidades jurídico penales.
Aún así, nuestro Tribunal Supremo ha acogido —y
aplicado— en ocasiones el concepto de «causa eficiente»
que sería la «causa verdadera» o «principio activo que da el
ser a otra cosa, o del cual ésta procede»61.
En este sentido se dice que «la causa ha de ser a más de
material, eficiente, en el sentido de bastante y suficiente, según
las leyes naturales, para la producción del resultado; o sea,
aquella causa, o aquéllas, que tengan por sí, o tengan, fuerza
bastante para producir el evento, con o sin la concurrencia de
otros factores determinantes, o dicho de otra forma, si una
causa, o varias causas, han sido de tal naturaleza que por sí
solas, o con el mero favorecimiento de una circunstancia
irrelevantej urídicamente, han bastado para producir el evento,
dicha causa, o causas, tienen el carácter de causalidad eficiente,
pero si dicha causa, o causas, no hubiesen podido nunca, ni aún
con el mero favorecimiento de circunstancias irrelevantes
jurídicamente, producir el evento, dichas causas no tendrán la
consideración de causalidad eficiente»62.

60 Que respondía a las preguntas ¿Quien lo hizo? ¿De qué? ¿Para qué?. Véase
en Díaz Palos, F., La causalidad material en el delito, cit., pág. 17; también
en Koriath, H., Kausalität, Bedingungstheorie und Psychische Kausalität,
Gotinga. 1988, pág. 3.
61 Díaz Palos, F., La causalidad material en el delito, cit., pág. 17; Caballero
Sánchez, S., «Causa», cit., págs. 406; Simón, H.A., «Causalidad», Enciclo­
pedia Internacional de las ciencias sociales, tomo II, Madrid, 1974, pág. 225.
62 Luzón Domingo, M., Derecho Penal del Tribunal Supremo I, Barcelona,
1964, pág. 53.
34 Paz M. de la Cuesta Aguado

A este concepto de causa eficiente recurre también la


más reciente Sentencia de nuestro Tribunal Supremo (Sala
2) de 30 de Noviembre de 1990 sobre delito ecológico
(ponente Sr. Martín Pallín), del que dice: «Se trata (el del art.
347 bis del Código Penal) de un delito equiparable a los de
omisión impropia y así el actor —director de una central
térmica— por medio de la repetición acumulativa de infrac­
ciones de las leyes y reglamentos protectores del medio
ambiente, se erige en causa eficiente del resultado crimi­
nal...».
Desde este punto de vista, sería preciso diferenciar, a
efectos penales, en las condiciones del resultado la causa
eficiente.

II .- Para esta concepción clásica, «causa», «condición»


y «ocasión», serían tres conceptos o categorías distintas
necesarias para que se produzca el efecto63.
Se distingue, así, en el ámbito filosófico dentro de un
concepto amplio de condición entre «causa» propiamente
dicha y «condición» o «pasos prerrequisitos». «Causas»
propiamente dichas o «verdaderas causas» son aquéllas que
efectivamente influyen en el efecto. Por el contrario, «con­
dición» o «pasos prerrequisitos», son aquéllos que no influ­
yen en la producción de un efecto64. La condición se iden­
tificaría en este sentido con todo el conjunto de circunstan­
cias que hacen posible el ejercicio de la causalidad (por
ejemplo, al pulsar el conmutador eléctrico permito que pase
la corriente y la bombilla se enciende)65. Así, a diferencia de

63 Díaz Palos, F., La causalidad material en el delito, cit., pág. 17.


64 Véase la voz «causa» en Enciclopedia Universal Ilustrada Espasa, 1930,
65 Caballero Sánchez, S., «Causa», cit., págs. 405. En un sentido más estricto,
la condición se presenta como removensprohibens. También en este sentido
Causalidad, principio de causalidad y relación... 35

la «causa», la «condición» no deja huella en el efecto;


aisladamente considerada, no revela capacidad para produ­
cir el efecto o proporción con el mismo y variando la
condición no variará el efecto.
Distinto de los anteriores es, también, el concepto de
«ocasión». Por «ocasión» habría que entender aquellas
circunstancias que favorecen la actuación de la causa y que
a veces le sirven de estímulo. La distinción aquí puede tener
importancia pues muchas veces dependerá la producción o
no de un resultado típico, sobre todo en el ámbito del medio
ambiente, de la ocasión en que se realice una acción.
Así, por ejemplo, una fábrica emite durante un breve
periodo de tiempo gases altamente contaminantes. Si los
emite de noche y con el viento en una determinada dirección
para que no afecte a las personas del pueblo que hay en los
alrededores, la ocasión no es propicia para lesionar la vida
y salud de las personas y entonces, quizá, se pueda hablar de
que no se ha producido un peligro concreto. Pero si, de
pronto, cambia la dirección del viento, la misma conducta
puede ser no sólo peligrosa, sino incluso lesiva.
En estos supuestos, la causa en sentido estricto (acción
humana) y las condiciones (pueblo cercano, altura de las
chimeneas, dosis, etc.) son idénticas. Varía únicamente la
ocasión (algo, en definitiva, ajeno a la acción como causa e,
incluso, a las condiciones). Esta diferente ocasión, sin
embargo, puede tener importante trascendencia en el ámbi­
to del Derecho Penal cuando el tipo exige la producción de
un peligro como resultado típico o para determinar, en los

Kohler, recurre al clásico ejemplo de la semilla: la semilla sería la causa


única de que nazca la planta. Lo demás serían condiciones. Con carácter
general sobre estas cuestiones véase, Díaz Palos, F., La causalidad material
en el delito, cit., págs. 17 y s
36 Paz M. de la Cuesta Aguado

delitos de peligro hipotético, la idoneidad lesiva de la


conducta. Así, la doctrina alemana mayoritaria entiende que
«no son decisivas las eventuales condiciones del viento o
del tiempo atmosférico ni la presencia fortuita de seres
humanos, pero sí lo son factores no accidentales, como la
situación en el espacio, la densidad de población y la
interferencia con otras instalaciones dañinas66». Estos fac­
tores accidentales, en definitiva, no serán más que ocasión
con que se produce la acción, según esta concepción clásica.

III .- Pero esta doctrina entra en crisis y se cuestiona


desde dos vertientes: El pensamiento empírico-positivista
de Stuart Mill y Hume67 y el idealismo racionalista de
Kant68.
Para Stuart Mill, el problema radica básicamente en
que nuestros sentidos no pueden percibir más que una mera
sucesión de fenómenos por lo que sería imposible afirmar
cuál sería la causa última de un suceso69. Según Koriath, en
las tesis de Stuart Mill se deben diferenciar dos modelos
causales a los que denomina «el concepto de las ciencias
naturales» y «el concepto de la acción». En el modelo de las
ciencias naturales, la representación tradicional de la
causalidad está prácticamente absorvida por el concepto de

66 Tiedemann, K., Poder económico y delito, Barcelona, 1985, traducción de A.


Mantilla Villegas, pág. 149.
67 Véase in extenso Koriath, H., Kausalität, Bedingungstheorie undPsychische
Kausalität, eit, págs. 3 a 24.
68 Según Koriath, H., Kausalität, Bedingungstheorie und Psychische Kausalität,
eit, pág. 247, la tradicional tesis de que Kant ha desarrollado un concepto de
causa diametralmente opuesto a Hume no es correcta, puesto que en realidad
ambos han tratado cuestiones muy diferentes. Mientras Hume analizaba la
vinculación causal, Kant profundiza en el ámbito del determinismo.
69 Véase Cobo del Rosal, M.,/ Vives Antón, T.S., Derecho Penal. Parte
general, cit., pág. 315.
Causalidad, principio de causalidad y relación... 37

ley natural y de las declaraciones deductivo-nomológicas.


En el modelo de la acción, se profundiza en la significación
de la causalidad en relación con la ejecución de la acción.
Esto presupone que se integran en el sistema sucesos contin­
gentes donde, sin embargo, también se pueden hallar prin­
cipios vinculantes y reglas o generalizaciones70. Para Stuart
Mill, finalmente, «el resultado se debe a la unión de todos
los antecedentes —condiciones— que juntos forman la
verdadera causa»71.
En Alemania estas doctrinas fundamentan la denomina­
da teoría de la equivalencia de condiciones a partir de la
formulación de Von Buri7273
, entendiendo que el concepto de
causa se integra por la totalidad de los antecedentes o
condiciones que preceden al resultado.
Por otro lado, para Kant y el neokantismo, la causalidad
es una forma de nuestro conocer. Kant distingue entre la
materia (que se conoce por datos sensibles, a posteriori,
singular, contingente e irracional) y la forma, que es una
función del entendimiento. Las formas mentales (el espa­
cio, el tiempo y las categorías) son conceptos a priori.
Stammler aplica el sistema kantiano al conocimiento jurí­
dico, de forma que el concepto de derecho y las formas
jurídicas puras serían a priori13.

70 Koriath, H., Kausalität, Bedingungstheorie und Psychische Kausalität, cit.,


págs. 247 y 248.
71 Jiménez de Asúa, L., Tratado de Derecho Penai, Tomo III, 1951, cit., pág.
474.
72 Aunque según Jiménez de Asúa (citando a V. Hippel) V. Buri no conocía la
obra de Stuart Mill. Y el propio V. Buri, posteriormente, afirma que sus
ideas están basadas en Berner, Hälschner, Köstlin y Glaser, pero no en
aquel autor. Véase también en este sentido Stella, F., Leggi scientifiche e
spiegatone causale nel diritto penale (Il nesso di condizionamentofra azione
ed evento), Milán, 1975, pág. 2 nota 2.
73 Recasens Siches, L., Panorama del pensamiento jurídico en el siglo XX,
México 1963, págs. 50 y 51.
38 Paz M. de la Cuesta Aguado

Schopenhauer, en esta línea, dirá que la causalidad es


una forma de nuestra representación mediante la cual se
relacionan los fenómenos, toda vez que el conocimiento
posible del hombre se reduce a simples funciones lógicas
sobre los fenómenos sensibles74.
Tampoco esta referencia es vana pues, por el contrario,
permitirá entender, por ejemplo, la formulación del concep­
to de causa de Von Liszt y, en España, de Jiménez de Asúa75.
Para Von Liszt, la causalidad es una forma de nuestro
conocer a partir de la cual podemos aprehender «la fuerza
real de una causa productora del resultado distinta de las
condiciones»76.
Jiménez de Asúa, así mismo, entiende que el concepto de
causalidad no es jurídico, sino ontològico que ha de ser
entendido en sentido filosófico y natural77. Consiste en la
referencia entre la conducta humana y el resultado sobreve­
nido. Si el nexo existe, aplicamos a esa referencia la catego­
ría de causalidad como una forma de «nuestro conocer».
La ley de causalidad sólo se refiere a los cambios
sobrevenidos en el espacio y en el tiempo y no al nexo lógico
de los conceptos ni a la apreciación ético social del acto78.

74 Díaz Palos, P., La causalidad material en el delito, cit., pág. 22; Horn, R.,
Der Causalitatbegriff in der Philosophie und im Strafrechte, cit., pág. 29.
75 Jiménez de Asúa, L., Tratado de Derecho Penal, Tomo III, cit., pág.499,
76 Díaz Palos, F., La causalidad material en el delito, cit., pág. 43.
77 De ahí la primera crítica que realiza Jiménez de Asúa a la teoría de la
causación adecuada: «su más voluminoso error no está sólo en esta impacien­
cia antilógica, sino en haber elaborado una doctrina jurídica de la causalidad,
distinta de la física y filosófica» (Jiménez de Asúa, L., Tratado de Derecho
Penal, Tomo III, cit., pág. 569).
78 Aquí se puede apreciar el germen de la distinción entre relación de causalidad
e imputación objetiva mediante criterios normativos. En la misma idea incide
posteriormente Jiménez de Asúa. En 1978 afirma que la más correcta teoría
causal es la de la condición, «pero el error de sus partidarios estriba en creer
Causalidad, principio db causalidad y relación... 39

Con esta forma de nuestro conocer tratamos de comprender


las conexiones dentro del mundo de la experiencia79. Final­
mente, esta concepción ha de basarse, pues, de modo nece­
sario, sobre la visión empírica y naturalista de la producción
de un resultado80. Más recientemente podría intuirse esta
concepción en Puppe81.
Ahora bien, esta forma determinista de concebir la causalidad
se resquebraja a partir del primer tercio del siglo XX, como
consecuencia de la formulación de leyes físicas procedentes de
los descubrimientos de la física atómica82. La causalidad ahora
ya no tendrá carácter necesario, sino que consistirá en la
posibilidad de predecir o explicar un acontecimiento al que
siguen otros83. El cambio operado en el concepto de causa
repercute en ladoctrinajurídicadirectamente. Así, paraKELSEN
la naturaleza está regida por leyes naturales. En sus primeras
obras, el concepto de ley natural era el dado por el físico
Hemholz: toda ley natural enuncia que, dadas determinadas
condiciones previas, que en cierto modo son iguales, aconte­
cerán siempre unos efectos iguales. Por tanto, si un suceso no
cumple con la ley universal, resultará que ésta ha sido errónea­
mente formulada. Pero en 1943, en su obra «sociedad y
naturaleza», introdujo algunas modificaciones al concepto de
ley natural en el sentido de considerarla como una expresión de
la probabilidad basado en la estadística84.

que con ello ya se ha solucionado el fundamento de la responsabilidad penal»


(La ley y el delito, 1978, Buenos Aires ed. Sudamericana, pág. 225.
79 Sigue en estas afirmaciones a Mezger y Von Liszt.
80 Jiménez de Asúa, L., Tratado de Derecho Penal, Tomo III, cit., pág. 500
81 Puppe, I., «Causalidad» en ADPCP XLV (1992), pág. 693.
82 Koriat, H., Kausalität, Bedingungstheorie und Psychische Kausalität, cit.,
págs. 56 y ss.; Díaz Palos, F., La causalidad material en el delito, cit., pág.
24y25.
83 Roxin, K., Strafrecht. Allgemeiner Teil. Der Aufbau der Verbrechenslehre,
cit., pág. 219, número marginal 3.
84 Recasens Siches, L., Panorama del pensamientojurídico en el siglo XX, cit.,
pág. 143.
40 Paz M. de la Cuesta Aguado

Actualmente surgen nuevos conceptos de causa a partir


de las ciencias sociológicas, que diseñan para su ámbito un
concepto de causa específico y se habla así de causa
metonímica, etc.85.
Pero la crisis del determinismo no impide, según Roxin,
que nosotros, en nuestra vida cotidiana y en la diaria
aplicación del derecho, podamos acudir a leyes causales
prácticamente con absoluta seguridad86.

IV .- De lo anterior parece deducirse que no es del todo


exacto que el Derecho Penal acoja el concepto filosófico de
causa sin modificación87. Más bien al contrario, el concepto
de causa que maneja el Derecho Penal es el concepto de
causa propio del conocimiento espontáneo ordinario de
todos los hombres, en el cual se reconoce como evidente la
existencia de las causas y la objetividad del principio de
causalidad88.
Se trata de un concepto de causa simplificador89 del
concepto dado por la metafísica y la filosofía y aplicado a la
realidad de la naturaleza de la acción penal90.

85 Garmendia, J.A., Sociología, claves para el estudio y transformación de la


estructura social, Madrid, 1979, págs. 145 a 152.
86 Roxin, K., Strafrecht. Allgemeiner Teil. Der Aufbau der Verbrechenslehre,
cit., pág. 219, número marginal 3. En el mismo sentido Puppe, L, ul. loc. cit.;
Koriat, H., Kausalität, Bedingungstheorie und Psychische Kausalität, cit.,
pág. 248.
87 En este sentido Jescheck, H.H., Tratado de Derecho Penal. Parte general,
cit., pág. 378
88 Caballero Sánchez, S., «Causa», cit., pág. 409; Koriat, H„ Kausalität,
Bedingungstheorie und Psychische Kausalität, cit., págs. 95 y ss.
89 Cobo del Rosal, M./ Vives Antón, T.S., Derecho Penal. Parte general, cit.,
pág. 315. Estos autores entienden que la teoría de la condición parte del
planteamiento de John Stuart Mill, pero efectúa una adaptación del
concepto lógico de causa a los fines del derecho.
90 GómezBenítez,J.M., Causalidad, imputaciónycualificaciónporelresultado,
cit., pág. 31. Véase también Gimbernat Ordeig, E., Delitos cualificados por el
Causalidad, principio de causalidad y relación... 41

En este sentido, afirma Roxin que el juez sabe que no


tiene que constatar la existencia de una fuerza «causante»
(de una causa en sentido filosófico) sino una serie de reglas
cuya averiguación depende del conocimiento de las cien­
cias naturales91. En esta línea se tiende a restar trascendencia
a la cuestión afirmando que, en la práctica, basta con
constatar si del curso ordinario de las cosas y según la
experiencia de la vida se ha producido el resultado9293 , o
distinguiendo, como lo hace Gómez Benítez, entre causa —
como fundamento material de la causalidad—, relación de
causalidad —como referido a la constatación de un enlace
entre una acción y un resultado— y la demostración de la
existencia de un nexo o relación de causalidad entre una
acción y su efecto, de forma que sólo la demostración de un
enlace causal entre una acción y un resultado forma parte de

resultado y causalidad, cit., 545 a 547; del mismo, «La causalidad en Derecho
Penal» en ADPCP XVI (1962), pág. 545, «Causa tiene en el lenguaje comente
un sentido individualizador: con ella se designa siempre la condición más
importante de un evento». «Cuando en los textos se habla de matar, producir,
a consecuencia, etc.., no se está aludiendo para nada a una relación causa­
efecto, sino aúna relación puramente material. Este es el verdadero significado
que el legislador confiere, por ejemplo, al verbo incendiar: no que el autor tenga
que ser causa del resultado, sino que el delito ha de ser consumado» (546). Sólo
la constatación de la existencia de la relación entre acción y resultado ha de ser
decidida en el marco del problema causal. Unicamente la cuestión de averiguar
si la acción típica ha causado el resultado cae dentro de la competencia de la
causalidad. Con ello desaparece el concepto de causa del Derecho Penal y se
impide la intromisión de ciencias extrajurídicas (pág. 547).
91 Roxin, K., Strafrecht. Allgemeiner Teil. DerAufbau der Verbrechenslehre,
cit., pág. 219, número marginal 4.
92 Hurtado Pozo, J., Droitpénal. Partie spéciale 1. Infractions contre la vie et
l’integrité corporelle, 2 ed., Friburgo (Suiza) 1991, pág. 148.
93 Gómez Benítez, J.M., Causalidad, imputación y cualificación por el resul­
tado, cit., pág. 31. «por el contrario, la fundamentación de la vinculación
causal entre una acción y un resultado tiene por objeto la mera manifestación
exterior de un fenómeno; se refiere, pues, indirectamente a una ley causal,
pero su objeto directo de conocimiento es sólo la manifestación exterior de
la misma: éste es, precisamente, el terreno del Derecho Penal y, en concreto,
de la tipicidad penal de un hecho».
42 Paz M. de la Cuesta Aguado

la tipicidad penal93. Desde otro punto de vista, pero en la


misma línea, Corcoy Bidasolo incide en aquella tendencia
que considera secundaria o meramente indiciaría la relación
de causalidad en el plano de la relevancia penal del hecho94.
Claramente en contra de esta afirmación se manifiesta
Puppe, para quién «cuando buscamos o establecemos el
concepto jurídico de causa, no estamos pues vinculados a un
único concepto de causa previamente dado, sino que debe­
mos orientarnos a la función que dicho concepto ha de
desempeñar en la misión del derecho, consistente en atribuir
resultados: Debe describir correctamente la relación efecti­
va entre acción y resultado, que constituye el primer presu­
puesto de la imputación. Queda claro que eslabón inicial y
eslabones sucesivos de esta relación no sólo lo pueden ser
modificaciones, sino también actos de impedir modifica­
ciones y omisiones de modificar, esto es, negaciones de
negaciones. De este modo, es el concepto amplio de causa
de la teoría de la ciencia y no el concepto más estrecho de la
vida ordinaria, la base apropiada para la imputación»95.

V .- Así pues asistimos a un fenómeno de hundimiento


del concepto y sistema causal en varios frentes; en el frente
dogmático, por la superación y abandono de un concepto de
acción previo y fundamentador del delito, para reconvertirse
en la «acción típica» con funciones claramente delimitadas
dentro del tipo objetivo.
Por otro lado, en el marco de la imputación objetiva, se
limita la función de la teoría de la condición (en los delitos
de resultado) a un momento inicial, previo y no necesario de

94 Corcoy Bidasolo, M., Injusto e imputación objetiva, cit., pág. 705.


95 Pupee, I., «Causalidad», cit., págs. 689 y 690.
Causalidad, principio de causalidad y relación... 43

delimitación de aquella acción típica, correspondiendo a


criterios estrictamente normativos la ulterior determinación
de la atribución o no de un resultado a un sujeto.
La función, por tanto, de la causalidad como forma
lógica de conocimiento, en el marco del delito adquiere
límites bien precisos; en sentido negativo, eliminar desde el
primer momento de la tipicidad todos aquellos comporta­
mientos humanos que no puedan ser relacionados con el
resultado típico en concepto de antecedente necesario y
suficiente y, en sentido positivo, afirmar la condición de
antecedente de uno o varios comportamientos respecto de
un resultado, delimitando así también la materia sobre la
que ha de versar el juicio normativo.
Esta función de designación del comportamiento antece­
dente respecto del resultado se atribuye, tradicionalmente,
a la causalidad, de forma que se designa causa a la acción
que provoca u origina un resultado. Pero este concepto de
relación de causalidad y de causa, como hemos visto, se
resiente por efecto de la crisis del determinismo en el ámbito
científico y filosófico, constituyendo un tercer frente donde
el sistema tradicional hace aguas.
El indeterminismo —representado por el concepto de
probabilidad frente a necesidad y ley estadística frente a ley
necesaria— pugna por introducirse como posible
fundamentador, en algunos ámbitos, de la relación de
causalidad junto a la ley general necesaria. Quizá uno de los
mayores inconvenientes con que se encuentra es que toda­
vía la filosofía no ha logrado una síntesis superadora de la
crisis descrita. La doctrina mayoritaria, actualmente, sigue
manteniendo la exigencia de relación de causalidad entre
ación y resultado basada en la necesidad. Acaso porque
todavía no se ha formulado un criterio más acorde con los
principios penales de seguridad jurídica y determinación.
44 Paz M. de la Cuesta Aguado

Pero previsiblemente se irá sustituyendo de forma gra­


dual el criterio de necesidad por el de probabilidad y, en este
sentido ya se han dado los primeros pasos.

3.- EL ESTADO ACTUAL DE LA TEORIA DE


LA EQUIVALENCIA DE LAS CONDICIO­
NES

I.- La teoría de la equivalencia de condiciones, como ya


adelantamos, considera que todas las condiciones son equi­
valentes en la producción de un resultado. Antes que una de
las condiciones —cualquiera de ellas— se asocie a las
demás, resultan todas ineficaces y la consecuencia no se
produce96. Es decir, que al unirse dicha condición ha causa­
do la causalidad de las otras y, por tanto, cada coactividad
causa —en este sentido— toda la consecuencia97.
La teoría de la condición se admite casi con unanimidad
por la doctrina, no por la veracidad lógica de su concepto de
causa, sino por su concepto de relación causal, pues es «una
verdad evidente que toda condición de un resultado figura
en una relación material con el mismo»98.
Para la comprobación del nexo causal, tradicionalmente
la teoría de la condición recurre al método de la conditio sine
qua non por el que, mediante un procedimiento hipotético

96 Sobre las distintas aportaciones doctrinales a la citada teoría, véase en


profundidad Samson, E., Hypothetische Kausalverläufe im Strafrecht,
Frankfurt a. M., 1972.
97 Jiménez de Asúa, L., Tratado de Derecho Penal, Tomo III, cit., 1951, pág.
475.
98 Gimbernat Ordeig, E., Delitos cualificados por el resultado y causalidad,
cit., pág. 106.
Causalidad, principio de causalidad y relación... 45

de eliminación, «se suprime mentalmente la acción cuya


virtualidad causal respecto del resultado se trata de probar,
para poder constatar a continuación si el resultado subsisti­
ría o no»99. Sin embargo, en cursos causales complejos y en
general en los denominados «procesos patológicos» —es
decir, en los procesos causales hipotéticos (cuando otra
causa hubiere producido el mismo resultado en el mismo
momento y de la misma forma) y acumulativos (cuando el
resultado fue producido por dos o mas condiciones simultá­
neas, cada una de las cuales resultó eficaz con independen­
cia de las demás)100—, el método de hipotético de la conditio
sine qua non no es aplicable, pues no lleva a resultados
acertados101.
Por otro lado, este método sólo es aplicable cuando ya se
ha constatado en supuestos anteriores la existencia de esa
determinada ley, pues en el caso de que se desconozca la
virtualidad de la causa (falta el adecuado conocimiento
nomológico), la supresión mental no arroja ninguna luz
sobre la cuestión.

99 Jescheck, W.W.,Tratado de Derecho Penal. Parte general, cit., pág. 382;


Lenckner, Th.,»Comentario previo al parágrafo 13, número marginal 74" en
Schönke-Schröder (coor.), cit.
100 Larrauri, E., «Notas preliminares para una discusión sobre la imputación
objetiva», cit., pág. 719; Kleine-Cosack, E., Kausalitätsprobleme im
Umweltstrafrecht, cit., pág. 12.
101 Véase en este sentido, Jescheck, H.H., Tratado de Derecho Penal. Parte
general, cit., págs. 384 y 386; del mismo, «Comentario al artículo 13 del
Código Penal alemán» en Leipziger Kommentar, cit., números marginales 49
a 51; Gómez Benítez, J.M., Teoría jurídica del delito. Derecho Penal. Parte
general, cit., pág. 174 y 175; Kaufmann A. (Arthur), «Die Bedeutung
hypothetischer Erfolgsursachen im Strafrecht» en Festschrift für Eberhard
Schmidt zum 70. Geburstag, Gotinga, 1961, págs. 200 a 231, en especial 207
y ss.; Puppe, I.,»Der Erforlg und seine Kausale Erklärung im Strafrecht» en
ZStW92 (1980), págs. 863 a 911, en especial 865; Lackner, K., «Comentario
previo al parágrafo 13», número marginal laa), en Strafgesetzbuch mit
Erläterungen, 18 ed., Munich, 1989; Koriat, H., Kausalität,
Bedingungstheorie und Psychische Kausalität, cit., págs. 118 y ss.
46 Paz M. de la Cuesta Aguado

Estos inconvenientes102, sin embargo, para parte impor­


tante de la doctrina no acarrean la invalidez de la teoría de
la condición, aunque sí exigen una revisión del método de
constatación de la relación de causalidad103.
En este sentido se proponen por la doctrina, con mayor
o menor fortuna, limitaciones a la teoría de la condiciones.
Resumiendo lo que han sido las más extendidas aporta­
ciones doctrinales en la materia, Ebert/ Kühl104 formulan
los siguientes principios restrictivos de la fórmula de la
conditio sine qua non:
1 .- Prohibición de añadir mentalmente causas sustitutivas:
los cursos hipotéticos causales no deben tenerse en cuenta
en la aplicación de la fórmula de la conditio sine qua non.

102 Fácilmente enunciables pero difícilmente superables, según Kuhlen, L.,


Fragen einer strafrechtlichen Produkthaftung, Heidelberg, 1989, pág. 35.
103 Así Gómez Benítez, J.M., Causalidad, imputación y cualificación por el
resultado, cit., págs. 31 y 32; Jeschbck, H.H.,Tratado de Derecho Penal.
Parte general, cit., pág. 384; Stella, F., Leggi scientifiche e spiegazone
caúsale nel diritto penale (II nesso di condizionamentofra azione ed evento),
cit., págs. 8 y 110 y ss., Roxin, K., Strafrecht. Allgemeiner Teil. DerAufbau
der Verbrechenslehre, cit., pág. 222, número marginal 13; CorcoyBidasolo,
M., Injusto e imputación objetiva, cit., pág. 65 con más referencias, también,
en El delito imprudente: criterios de imputación del resultado, cit., págs. 394
y ss. En cambio. Cobo del Rosal, M.,/ Vives Antón, T.S., Derecho Penal.
Parte general, cit.,, hacen una dura crítica a la fórmula tradicional de la teoría
de la condición. Para estos autores sería preciso distinguir entre la relación
material, que sería aquélla en virtud de la cual un fenómeno deriva de otros,
y la relación ideal, «que permite predecir la futura ocurrencia de un
fenómeno en atención a la existencia de ciertas condiciones iniciales y a la
operatividad de determinadas leyes generales» (pág. 321). «Para que la
causación de un resultado sea típica, ha de ser posible establecer una relación
de causalidad entre el comportamiento y el resultado. En el momento de la
realización del comportamiento el resultado ha de aparecer como una
consecuencia del mismo «predecible» según la leyes generales (pág. 322).
Pero los propios autores advierten que su posición se debe considerar a lo
sumo un punto de partida (pág. 322).
104 Ebert, U./ Kühl, K., «Causalitat und objektive Zurechnung» en JURA 1979,
págs. 561 y ss. y, posteriormente en JURA 1990, págs. 38 a 49.
Causalidad, principio de causalidad y relación... 47

Según Spendel, la acción es causal cuando sin ella —y


considerando solamente las efectivas circunstancias que
concurren en el caso— el concreto resultado no se hubiera
producido, pero actualmente se admite mayoritariamente
que la propuesta correctora de Spendel de exclusión de las
causas sustitutivas también fracasa en los supuestos de
causalidad cumulativa105. Las causas sustitutivas también
serían condiciones suficientes, pero se diferenciarían de las
causas en que los estadios intermedios no se han producido
en la realidad. En este sentido, las leyes causales serían leyes
de efecto «cercano», que requieren para una correcta expli­
cación causal una completa descripción de los estadios
intermedios, temporales y locales entre la acción y el resul­
tado y las leyes de efecto cercano vinculadas a ella106.
2 .- Para la afirmación de la causalidad basta con que la
acción haya acelerado la producción del resultado.
3 .- Tiene importancia decisiva para la consideración de
causa que, suprimida mentalmente la conducta, el resultado
desaparezca en su concreta configuración107. Además, no
debe incluirse en la determinación de un resultado explica­
ble desde un comportamiento nada que pueda ser explicado
sin este comportamiento108.
Hoy en día se ha impuesto en la doctrina la consideración
de que la fórmula de la supresión hipotética es, en realidad,

105 En este sentido Jescheck, H.H., Tratado de Derecho Penal. Parte general, cit.,
pág. 384 y Puppe, «Causalidad», cit., pág. 684,nota 5; Roxin, K„ Strafrecht.
Allgemeiner Teil. Der Aufbau der Verbrechenslehre, cit., pág. 219, número
marginal 13; Lenckner, Th., «Comentario previo al parágrafo 13, número
marginal 74» en Schönke-Schröder (coor.), cit. Terminante, véase Gimbernat
Ordeig, E., Delitos cualificados y causalidad, cit., pág. 139.
106 Puppe, I., «Der Erforlg und seine Kausale Erklärung im Strafrecht», cit., pág.
910.
107 Kuhlen, L., Fragen einer strafrechtlichen Produkthaftung, cit., pág. 37.
108 pUPPEt i «Der Erforlg und seine Kausale Erklärung im Strafrecht», cit., pág.
910.
48 Paz M. de la Cuesta Aguado

una fórmula de comprobación posterior109, de falsación,


más que un método sobre el fundamento material110 de ese
enlace o nexo causal111. Para complementar o sustituir este
método se ha recurrido mayoritariamente112 a la fórmula de
la condición ajustada a las leyes de la naturaleza113, inicial­
mente formulada por Engisch114, según la cual «solamente
importa averiguar si han seguido a una acción modificacio­
nes cronológicas posteriores del mundo exterior que se
hallasen unidas a la acción con arreglo a las leyes de la
naturaleza y aparezcan como resultado típico»115, y que

109 Torio López, A., «Cursos causales no verificables en Derecho Penal», cit.,
pág. 232.
110 Para la correcta comprensión de los términos aquí empleados puede ser muy
interesante la lectura del libro de Atienza, M., Tras la Justicia, Barcelona,
1993, especialmente en sus páginas 119 a 128.
111 Gómez Benitez, J.M., Causalidad, imputación y cualificación por el resul­
tado, cit., pág. 27; Kuhlen, L., Fragen einer strafrechtlichen Produkthaftung,
cit., pág. 35.
112 En contra, Cerezo Mir, L, Curso de Derecho Penal español, 3 ed., 1985,
pág.283. Considera este autor que la formula de la conditio sine qua non sólo
falla en los casos en que concurran en la producción de un resultado dos
condiciones que por sí mismas hubieran sido suficientes para causar un
resultado (causalidad cumulativa); en estos supuestos sigue la fórmula de
Welzel, según la cual, «si hay varias condiciones de las que cabe hacer
abstracción de modo alternativo, pero no conjuntamente, sin que deje de
producirse el resultado, cada una de ellas es causal para la producción del
resultado» (pág. 284).
113 Gimbernat Ordeig, E., Delitos cualificados y causalidad, cit., pág. 122;
Torío López, A., Cursos causales no verificables en Derecho Penal, cit., págs.
222 y 228; Jescheck, H.H., Tratado de Derecho Penal. Parte general, cit.,
pág. 384; Gómez Benítez, J.M., Teoría jurídica del delito. Derecho Penal.
Parte general, cit., págs. 174 y 175; del mismo, Causalidad, imputación y
cualificación por el resultado, cit., pág. 28; Larrauri, E„ «Notas prelimina­
res para una discusión sobre la imputación objetiva», cit., pág. 721; Samsom,
E„ Hypothetische Kausalverläufe im Strafrecht, cit., pág. 31; Jescheck,
H.H., «Comentario al artículo 13 del Código Penal alemán» en Leipziger
Kommentar, cit., número marginal 51.
114 Engisch, K„ Die Kausalität als Merkmal der strafrechtlichen Tatbestände,
Tubinga, 1931, pág. 21. Véase en Gimbernat Ordeig, E., Delitos cualifica­
dos y causalidad, cit., pág. 128.
115 Jescheck, H.H.,Tratado de Derecho Penal. Parte general, cit., pág. 385.
También Puppe, L, «Causalidad», cit., pág. 688. La diferencia entre la
Causalidad, principio de causalidad y relación... 49

recientemente ha sido matizada por Frisch en el sentido de


que no hay que preguntar «si el resultado también se hubiera
producido sin la acción», sino si la acción concreta ha sido
efectiva realmente en el resultado concreto»116. Esta fórmu­
la tampoco logra solventar penalmente los problemas
aludidos, pero, por lo menos, según Roxin, no los oculta117.
Incidiendo en el estudio de la relación causal en sí, Puppe
propugna abandonar la idea de que la causa sea una condi­
ción necesaria. Más bien, se trata de «todo componente
necesario de una condición suficiente»118 en el sentido de las
leyes naturales, esto es, «indican que si se dan una serie de
presupuestos, sigue con necesidad un determinado efec­
to»119.

II.- La problemática causal se ha planteado en los últi­


mos tiempos a partir de varios casos en los que, como
consecuencia de la aplicación de nuevas técnicas, se produ­

aplicación de la fórmula de la conditio sine qua non y la de la condición


ajustada a las leyes de la naturaleza queda gráficamente descrita por Kuhlen
de la siguiente forma: En el caso de los efectos lesivos en recién nacidos cuyas
madres habían ingerido talidomina, aplicando la fórmula de la conditio sine
qua non habría que realizar la siguiente pregunta: ¿Realmente se hubieran
producido los resultados lesivos en los no nacidos si la madre no hubiera
tomado talidomina mientras estaba embarazada?. Si aplicamos la fórmula de
la condición ajustada a las leyes de la naturaleza la cuestión se adaptaría al
siguiente enunciado: ¿La ingestión de talidomina por madres embarazadas
era condición según las leyes de la naturaleza para la produción de las
lesiones observadas?. Kuhlen, L., Fragen einer strafrechtlichen
Produkthaftung, cit., pág. 63.
116 Lenckner, Th., «Comentario previo al parágrafo 13, número marginal 74» en
Schönke-Schröder (coor.), cit.
117 Roxin, K., Strafrecht. Allgemeiner Teil. Der Aufbau der Verbrechenslehre,
cit., pág. 219, número marginal 14.
118 Puppe, I., «Der Erforlg und seine Kausale Erklärung im Strafrecht», cit., pág.
911; también en «Causalidad», cit., pág. 691.
119 Puppe, I., «Causalidad», cit., pág. 693.
50 Paz M. db la Cuesta Aguado

jeron resultados gravemente lesivos y algunos de ellos


estrechamente relacionados con el medio ambiente.
Ahora bien, quizá sea preciso recordar, con Samson120,
que en el ámbito del Derecho Penal del medio ambiente no
es que se planteen específicos problemas con respecto a la
causalidad, en el sentido de que sean exclusivos de estos
delitos y no se planteen en otros tipos de la parte especial, o
que no hayan sido analizados por la parte general. Lo que
sucede es que los problemas que se plantean revisten espe­
cíficas características121 que pueden dificultar la aplicación
de los principios generales o, al menos, la búsqueda de la
solución correcta122. Estos problemas dependen en gran
medida de la estructura típica de cada delito. Es por ello por
lo que, a efectos de racionalizar la exposición, analizaremos
los problemas que en concreto plantean nuestros tipos
penales para la protección del medio ambiente a medida que
los vayamos analizando.

120 Samson, E., «Kausalität- und Zurechnungsprobleme im Umweltstrafrecht»,


cit., pág. 617.
121 Entre otras, que la acción, generalmente, afecta a enorme cantidad de
personas.
122 Samson, E„ «Kausalität- und Zurechnungsprobleme im Umweltstrafrecht»,
cit., pág. 618.
Capítulo II
LA RELACION DE
CAUSALIDAD EN LOS
DELITOS DE LESION
CONTRA BIENES
INDIVIDUALES MEDIANTE
CONDUCTAS QUE ATENTAN
CONTRA EL MEDIO
AMBIENTE

1 .- EL ARTICULO 348 DEL CODIGO PENAL

L- La protección de bienes individuales (vida, salud o


propiedades) frente a posibles lesiones derivadas de atenta­
dos contra el medio ambiente no recibe tipificación
individualizada en nuestro ordenamiento. La única excep­
ción es el delito cualificado123 por el resultado del artículo
348124.

123 Gómez Benítez, J.M., Causalidad, imputación y cualificación por el resul­


tado, cit., pág. 117.
124 A ello no obsta la existencia en la Ley 25/1964 de 29 de abril, sobre energía
nuclear del artículo 89 que dice: «Cuando los hechos punibles comprendidos
en este capítulo produjeren muertes, lesiones o daños se aplicarán, además,
a estos resultados las penas establecidas para los mismos en el Código
Penal». La función de este artículo consiste en excepcionar la regla general
contenida en el artículo 71 de Código Penal para los supuestos de concurso
52 Paz M. de la Cuesta Aguado

Dice el artículo 348: «siempre que como consecuencia


de cualquiera de los hechos comprendidos en los artículos
anteriores resultara muerte, incurrirá el culpable en la pena
de reclusión menor, además de las penas pecuniarias esta­
blecidas en los respectivos casos»125.
El artículo 348 no ha sido fácilmente aceptado por la
doctrina, que en su mayoría considera que deberían desapa­
recer los delitos cualificados por el resultado126.

II .- Antes de entrar analizar la problemática específica


que plantea este precepto en materia de causalidad, será
preciso resolver previamente si el delito contra la salud
pública o medio ambiente que se encuentra en la base ha de
ser cometido de forma imprudente o dolosa127.

ideal o medial, imponiendo para estos casos las reglas del concurso real según
el principio de acumulación. Véase Cuello Contreras, J., «La frontera entre
el concurso de leyes y el concurso ideal de delitos: la función de la normativa
concursa! (I)» en ADPCP (1979), pág. 48.
Se incide así en la gravedad de las penas a fin de, primero, ratificar el enorme
desvalor que para la Ley conlleva la realización de las conductas descritas y,
segundo, evitar agravios comparativos entre la sanción de peligro y del
peligro-lesión, que supondría la aplicación de las reglas del artículo 71.
Véase Muñoz Conde, F., Derecho penal. Parte especial, cit., pág. 516.
125 Véase con carácter general Díez Ripollés, J.L., «Los delitos cualificados por
el resultado y el artículo 3o del proyecto de Código Penal español de 1980»,
primera parte, en ADPCP XXXV (1982), págs. 627 a 649 y segunda parte en
ADPCP XXXVI (1983), págs. 101 a 126; Cardenal Murillo, A., «Natura­
leza y límites de los delitos cualificados por el resultado» en ADPCP XLII
(1989), págs. 593 y 631; Córdoba Roda, J., «La producción de un resultado
de muerte en los delitos contra la salud pública» en Libro homenaje al
profesor José Antón Oneca, Salamanca 1982, págs. 673 a 677; Hormazábal
Malaree, H.. «Imputación objetiva y subjetiva en los delitos cualificados por
el resultado» en ADPCP XLII (1989), págs. 1022 a 1024.
126 Sobre el tema Hormazábal Malaree, H., «Imputación objetiva y subjetiva
en los delitos cualificados por el resultado», cit., págs. 1022 a 1024.
127 Ambas posibilidades las admite Jescheck, H.H., Tratado de Derecho Penal.
Parte general, cit., pag 375.
La relación de causalidad en los delitos de... 53

La jurisprudencia exige como requisito para la aplicación


de estos tipos cualificados por el resultado que el delito base sea
doloso128, aunque no toda la doctrina está de acuerdo129. Para
Muñoz Conde, aunque cabe que el delito base sea cometido por
imprudencia, esta posibilidad no deja de ser injusta130.
No obstante, tiene razón Terradillos Basoco cuando
afirma que «si el sujeto actúa negligentemente y capta el
peligro concreto para la vida, pero de modo asimismo
negligente desecha su producción, estaremos ante la comi­
sión culposa del delito ecológico y, si la admitimos, no habrá
obstáculos para la aplicación, en su caso, del artículo 348,
puesto que la muerte se ha producido de forma imprudente
como consecuencia de un riesgo imprudentemente genera­
do». Y frente a quienes se oponen porque consideran que
resultaría una pena desproporcionada hay que resaltar que
estamos ante «delitos de una enorme gravedad, en los que la
imprudencia es susceptible de una muy negativa valoración
y que, además, ha producido la muerte, que no tiene porqué
ser la única, ya que estamos en delitos de peligro. Además,
la ley es suficientemente clara como para corregirla con
interpretaciones ultragramaticales»131.

128 Véase en Hormazábal Malaree, H., «Imputación objetiva y subjetiva en los


delitos calificados por el resultado», cit., pág. 1027 y 1028. Según este autor
los requisitos que exige la jurisprudencia española son: 1) Dolo en el delito
base; 2) Relación de causalidad entre delito base y resultado; 3) Vinculación
personal del autor con el resultado más grave. Este autor siguiendo la doctrina
alemana y, en concreto, Wolter, exige para aplicar los delitos calificados por
el resultado «la forzosa inevitabilidad de la inmediatez como un requisito
restrictivo más a agregar a la relación de causalidad y a la imputación
objetiva» (pág. 1027).
129 En contra Muñoz Conde, F., Derecho Penal. Parte especial, 8 ed., cit., pág.
482; Maqueda Abreu, M.L., «El principio de responsabilidad subjetiva: su
progresiva influencia en la jurisprudencia del Tribunal Supremo a partir de la
reforma del Código Penal de 25 de junio de 1983»enCPC31 (1987) pág. 219.
130 Muñoz Conde, F., Derecho Penal. Parte especial, 8 ed., cit. pág. 511
131 Terradillos Basoco, J., «El ilícito ecológico» en El delito ecológico, cit.,
págs. 98 y 99. Véase también la bibliografía allí citada.
54 Paz M. de la Cuesta Aguado

Piénsese, por ejemplo, en quien, sin haber actuado con la


diligencia debida, emite o vierte sustancias tóxicas o noci­
vas para la salud de las personas, pensando que la emisión
o vertido entra dentro de los permitidos132 y como conse­
cuencia de su acción se produce un peligro concreto para la
salud de las personas y para el medio ambiente, que se
materializa en la causación de una muerte. En estos supues­
tos considero que no es descabellada la aplicación del
artículo 348, aunque el delito base no pueda ser imputado a
título de dolo, si quien emite es consciente (y actúa de forma
gravemente negligente) de la peligrosidad de su emisión. En
estos casos, como diría Jescheck, la especial peligrosidad
inherente a determinadas acciones por sí solas ya punibles,
conduce a castigarlas con pena sustancialmente mayor

132 Problema distinto es el que se plantea cuando quien realiza el vertido ha


comprobado previamente que está permitido legalmente, pero es consciente
de su dañosidad y, aún así, amparándose en una laguna legal o reglamentaria
realiza la emisión. En estos supuestos, entiendo que si bien no podría
considerarse de aplicación el artículo 347 bis, sí lo serían los correspondien­
tes tipos generales contra la vida o la salud. En Alemania la cuestión de la
autorización administrativa sobre puestas en peligro para la vida o lesiones
ha sido resuelta, con aquiescencia por parte de la doctrina (véase Tiedemann,
K., Die Neuordnung des Umweltstrafrecht, Gutachterliche Stellungnahme
zu dem Entwurf eines 16. Srafrechtsänderungsgesetzes (Gesetz für
Bekämpfung der Umweltkrimalität), Berlin-Nueva York, 1980 pág. 26), por
la Sentencia del BGH (Tribunal Superior Federal) de 13 de marzo de 1975.
En este caso la Sentencia niega eficacia a la autorización administrativa
respecto de los tipos generales contra las personas. Se trataba de una empresa
productora de cápsulas de botellas que, en el proceso de elaboración,
empleaba una sustancia química que producía molestias entre los vecinos,
como toses, irritaciones en los ojos, etc. El Tribunal confirma que la
existencia de autorizaciones administrativas tiene eficacia respecto a los
preceptos destinados a la protección frente a la contaminación pero no, por
ejemplo, frente a los de lesiones. Véase también Tiedemann, K., Lecciones
de Derecho Penal económico (comunitario, español, alemán), Barcelona,
1993, pág. 178 (Traducción de J.L. de la Cuesta Arzamendi); Cramer, P.,
«Comentarios previos al parágrafo 324» en Strafgesetzbuch, de Schönke/
Schöder (coor.), cit.; Bacigalupo Sabater, E., Estudios sobre la parte
especial del Derecho Penal, Madrid, 1991, pág. 206 y 207.
La relación de causalidad en los delitos de... 55

cuando el peligro típico que el hecho encierra se realiza en


un resultado lesivo133.
Estos problemas se solventan si se considera, como lo
hace la Sentencia de la Sala II del Tribunal Supremo de 30
de noviembre de 1990, que quien ha actuado imprudentemete
se encontraba en posición de garante. La citada Sentencia
textualmente dice: «la persistente y continuada decisión de
quien, teniendo el deber de control de la fuentes del riesgo
que estaban bajo su responsabilidad y dominio directo, se
debió situar en una posición de garante para que el peligro
no se hubiera producido, siendo así que tal modalidad
comisiva no se agota por el periodo de tiempo abarcado por
la sentencia, sino que se continúa y perpetúa durante todo el
tiempo en que se permanezca en tal situación, siendo duran­
te este periodo de tiempo sobre el que hay que proyectar los
elementos del tipo penal para comprobar su debida o inde­
bida aplicación». La doctrina alemana considera también
justificada la aplicación en el ámbito del Derecho Penal del
medio ambiente de los delitos de comisión por omisión,
entendiendo que su fundamento reside en el incumplimien­
to de una obligación administrativa134. Sin embargo, la
cuestión de hasta qué punto y bajo qué condiciones puede el
«verdadero titular de la responsabilidad resultar responsa­
ble de la comisión por omisión» es, según Schünemann, una
de las cuestiones más conflictivas desde el punto de vista de
la dogmática penal en la tipificación de lo que denomina
«criminalidad de empresa»135.

133 Jescheck, H.H., Tratado de Derecho Penal. Parte general, cit., pág. 355.
134 Dannecker, G., «La responsabilité pénale pour les délits d’omission en droit
allemand, notamment dans le domaine de 1 ’ économie et de l’environnement»
en Rev. science crim. (1987), págs. 389 y 394.
135 Schünemann, B., «Cuestiones básicas de dogmática jurídico penal y de
política criminal acerca de la criminalidad de empresa» en ADPCP XLI
(1988), págs. 530 y 531.
56 Paz M. de la Cuesta Aguado

Por otro lado, según Gómez Benítez, esta combinación


de tipo básico imprudente con resultado cualificador tam­
bién imprudente será excepcional y, generalmente, se
resolverá, si llega a los tribunales, por vía del crimen
culpae'36.
Aún así se advierte que con estos delitos se vulnera el
principio de culpabilidad, porque se pena igual lo doloso
137, pues con esta combinación de impru­
que lo imprudente136
dencias se penaría igual o más gravemente que lo doloso la
muerte imprudente ocasionada como consecuencia de un
delito imprudente contra la salud pública. Esta conclusión
sería inadmisible y estaría expresamente prohibida en los
párrafos cuarto y último del artículo 565. Pero no hay que
olvidar que, en este caso, no se trata sólo de la comisión
imprudente de una o varias muertes, sino que además hay
que considerar el desvalor de la conducta contra la salud
pública o el medio ambiente.
Parte de la doctrina y jurisprudencia exige, como míni­
mo, la concurrencia de dolo eventual138 con respecto al
resultado muerte, pues de esa forma se limita la aplicación

136 Gómez Benítez, J.M., Causalidad, imputación y cualificación por el resul­


tado, cit., pág. 91.
137 Gómez Benítez, J.M. Causalidad, imputación y cualificación por el resulta­
do, cit., pág. 116.
138 Véase en este sentido Córdoba Roda, J., «La producción de un resultado de
muerte en los delitos contra la salud pública», cit., págs. 675 y ss. A esta
postura se suma la Sentencia del Tribunal Supremo de 23 de abril de 1992.
Ahora bien, entiende que «si el autor sabía de la sustancia venenosa contenida
en el aceite y de la posibilidad concreta y seria de que este aceite fuera
introducido en el mercado de consumo con resultado de muerte para las
personas, no es posible negar, al menos, su dolo eventual respecto de los
resultado de muerte y de lesiones»... «Consecuentemente, obrará con dolo el
autor que haya tenido conocimiento de dicho peligro concreto jurídicamente
desaprobado para los bienes jurídicos, pues habrá tenido el conocimiento de
los elementos del tipo objetivo, que caracterizan, precisamente, al dolo».
La relación de causalidad en los delitos de... 57

de este artículo, donde a la pena de un delito de homicidio


se une la de la multa que correspondiera139.
Ahora bien, la razón de la existencia de los delitos
cualificados por el resultado reside en la finalidad legal de
reservar un tratamiento penal agravado y distinto a ciertos
hechos cuando son consecuencia de una conducta que
abarca ya el peligro en su producción, por lo que el efecto
agravatorio sólo se consigue si la cualificación no ha sido
buscada con dolo (directo o eventual) ya que de ser así,
como la pena es igual que el homicidio, quedaría sin
contemplarse el desvalor de acción, con lo que en vez de
agravar, privilegiaríamos al autor140. El resultado más gra­
ve, por lo tanto, ha de ser imprudente y no doloso141.
En segundo lugar, habría que determinar qué sucedería
cuando, como consecuencia de un delito contra la salud
pública, se producen varios resultados de muerte; es decir,
si debe aplicarse «solo y una vez» el artículo 348142 o si, por
el contrario, solo uno constituye la cualificación, mientras

139 Rodríguez Ramos, L.,»Comentario al artículo 348" en Código Penal Comen­


tado, de López Barja de Quiroga y Rodríguez Ramos (coor.), cit., pág. 656.
En contra, Muñoz Conde afirma que «carece de sentido, en cambio, entender
el precepto como un supuesto de dolo eventual de homicidio, y a que entonces
la cualificación no sería necesaria. La tesis del dolo eventual se basa en una
falsa concepción de esta figura» (Muñoz Conde, F., Derecho Penal. Parte
Especial, 8 ed. cit., pág. 481). La jurisprudencia lo admite (pág. 224) pero,
según Maqueda Abreu, M.L., («El principio de responsabilidad subjetiva: su
progresiva influencia en la jurisprudencia del Tribunal Supremo a partir de
la reforma del Código Penal de 25 de junio de 1983» cit.) ello no supuso
ningún adelanto (pág. 226).
140 Maqueda Abreu, M.L., «El principio de responsabilidad subjetiva: su
progresiva influencia en la jurisprudencia del Tribunal Supremo a partir de
la reforma del Código Penal de 25 de junio de 1983», cit., pág. 230.
141 Terradillos Basoco, J., «El ilícito ecológico» en El delito ecológico, cit.,
pág. 97.
142 Gómez Benítez, J.M. Causalidad, imputación y cualificación por el resulta­
do, cit., págs. 117 y 121.
58 Paz M. de la Cuesta Aguado

que el resto se rige por las reglas generales143. Muñoz Conde


afirma que «cuando son varios los resultados de muerte,
sólo uno constituye la cualificación...», por lo que cabe
entender que admite la aplicación del artículo 348 «cuando
no son varios» sino «uno solo» (los resultados de muerte).
Esta postura me parece la más correcta, pues en el texto no
se encuentran argumentos suficientes para excluir su aplica­
ción en este último caso. En cuanto a la modalidad del
concurso, habrá de ser ideal y no real, porque en los casos
que nos ocupan, sólo hay un hecho: doloso contra la salud
pública o el medio ambiente e imprudente contra la vida144.
En los supuestos en que se produzcan, en lugar de
muerte, lesiones o daños habrá que acudir a los correspon­
dientes concursos ideales de delitos145.
En todo caso, lo que sí es constatable es una excesiva
simplificación de nuestra legislación protectora del medio
ambiente en el ámbito penal. Quizá ello sea debido, en parte,
a la precipitación146 con que el legislador intentó dar res­
puesta, al menos simbólica, ante el retraso de un Código

143 Muñoz Conde, F., Derecho Penal. Parte especial, 8 ed., cit., pág. 481.
144 Que ocasiona «muerte», dice el artículo.
145 Gómez Benítez, J.M., Causalidad, imputación y cualificación por el resul­
tado, cit., pág. 118; Cantarero Bandrés, R„ «El delito ecológico: análisis
del actual tipo penal y sus antecedentes» en El delito ecológico, cit., pág. 76.
146 Que lleva a algún autor a hablar de la inoportunidad político criminal de la
tipificación de los delitos ecológicos (Rodríguez Ramos, L., «Instrumentos
jurídico-preventivos y represivos en la protección del medio ambiente», cit.,
pág. 461). Véase también del mismo, «Sobre una inadecuada pretensión de
proteger penalmente el medio ambiente», cit., pág. 478. En contra, sin
embargo, la mayoría de la doctrina. Véase por ejemplo, Cantarero Bandrés,
R., «El delito ecológico: Análisis del actual tipo penal y sus antecedentes» en
El delito ecológico, cit., pág. 77; Pierangelli, J.H. «Ecología, polución y
Derecho Penal» en Doctrina Penal 21 (1983), pág. 73, Villagómez, A., «El
delito ecológico» en La Ley 1984-4 págs. 1068 y ss.; Prats Canut, J.M., «La
protección penal del medio ambiente», cit.; Conde Pumfido Touron, C.,
«Protección penal del medio ambiente. Cuestiones generales» en Poder
Judicial, número especial IV (1988), pág. 69.
La relación de causalidad en los delitos de... 59

Penal nuevo, a situaciones que, cada vez en mayor medida,


se estaban volviendo insostenibles147.

III .- En el fondo, esta situación jurídica no es más que el


espejo de la actual situación política, pues indudablemente
(y nuestra experiencia reciente en proyectos non natos nos
lo demuestra), la protección jurídico penal del medio am­
biente debe responder a un consenso político148, que parece
de momento difícil de alcanzar.
Lo cierto es que destaca una sensible falta de previsión
respecto de situaciones, como la que planteamos, en las que
se producen lesiones a personas como consecuencia de una
conducta dolosa o imprudente tipificable como delito con­
tra el medio ambiente, o en las que la actividad peligrosa se
materializa en un menoscabo de un elemento medioambiental
especialmente previsto en el tipo o sobre el propio medio
ambiente.
Ante estas carencias en la actualidad, cuando la lesión
producida afecta a un elemento medio ambiental, es cuando
se aplica el artículo 347 bis del Código Penal149.

147 Véase en este sentido Hormazábal Malaree, H., «Delito ecológico y


función simbólica del Derecho Penal» en El delito ecológico, cit., págs 51 y
ss.
148 Así ha sucedido en Alemania. Véase al respecto Rooali, K.,
«Gegenwartsprobleme des Umweltstrafrechts», en Festschrift der
Rechtwissenschaftlichen Facultätzum 600-Jahr-Feier der Universität Köln,
Colonia, 1988, pág. 505.
149 Véase al respecto Terradillos Basoco, J., «El ilícito ecológico» en El delito
ecológico, cit., pág. 96, con bibliografía allí citada. Esta situación —provocada
por un grave defecto de criminalización primaria— conlleva, además, el
inconveniente de que, al tratarse de tipos de peligro, las penas son acordes al
desvalor de acción y desvalor de resultado descritos típicamente y, consecuen­
temente, menos graves que si de delitos de lesión se tratara. Ahora bien, en la
medida en que se están aplicando estos tipos de peligro —con penas menos
graves— a supuestos de lesión, la pena aplicable es injusta por escasa. Pero,
60 Paz M. de la Cuesta Aguado

Tampoco varía la situación en el proyecto, salvo que en


el epígrafe «delitos contra los recursos naturales y el medio
ambiente» parece hacer referencia a la protección del medio
ambiente como bien jurídico distinto a los bienes individua­
les, ya independientemente de la salud pública150, aunque
entre ambos siga habiendo una estrecha relación según se
desprende del artículo 307 del Proyecto cuando dice: «si el
riesgo de grave perjuicio fuere para la salud de las personas,
la pena de prisión se impondrá en su mitad superior».
Pero, volviendo al tema que nos ocupa, tanto si se opta
por el recurso al concurso ideal como por el recurso a delitos
cualificados, los problemas de causalidad son bastante
similares. En el estudio y análisis, tanto jurisprudencial
como doctrinal, se pueden enunciar algunas sentencias que,
por su trascendencia, han ido marcando la aplicación de
soluciones dogmáticas a problemas reales. Así, recuérdese
el tristemente famoso caso Contergan o de la talidomina151

además, es que la pena del tipo de peligro es insuficiente —y por tanto injusta
(Mapelli Cafearena, B./Terradillos Basoco, J., Las consecuenciasjurídicas
del delito, Madrid, 1990, pág. 36.)— si se aplica a conductas lesivas y como
sólo se recurre al 347 bis cuando ya se ha producido y es constatable un daño
o menoscabo medioambiental, resulta que —de hecho— todas las conductas
que sólo son peligrosas quedan impunes. La práctica nos demuestra que cuando
se han incoado diligencias por aplicación del 347 bis del Código Penal se han
producido ya graves perjuicios medioambientales, es decir, se ha traspasado la
situación de grave riesgo y se ha llegado a la de lesión. Con lo cual resulta que
no se aplican estos tipos penales para lo que debieran, es decir, para castigar
conductas peligrosas. Véase también Peris Riera. J.M., «La primera sentencia
por delito ecológico, ¿una resolución histórica?», cit., pág. 98.
150 En el actual Código Penal, el artículo 347 bis se encuentra enmarcado en la
sección segunda del capítulo II (de los delitos de riesgo en general), bajo el
epígrafe «De los delitos contra la salud pública y el medio ambiente».
151 Sobre el tema véase Jiménez de Asúa, L., «La talidomina y el Derecho Penal»,
en Estudios Penales en Homenaje al R.P. Julián Pereda S.J., Bilbao, 1965,
págs. 425 a 444. También Stella, F., Leggi scientifiche e spiegazone caúsale
nel diritto penale (II nesso di condizionamento fra azione ed evento), cit.,
pág. 33.
La relación de causalidad en los delitos de... 61

o, en Italia, los casos de la fábrica de aluminio Montecatidini-


Edison di Morí y el caso Vanjot152.
Más recientemente, nuestra jurisprudencia se ha
posicionado claramente en la importante sentencia de la
Sala II del Tribunal Supremo de 23 de abril de 1992, que
sintetiza las cuestiones surtidas hasta el momento153.

2.- EL PROCEDIMIENTO DEDUCTIVO DE


SUBSUNCION Y LA DETERMINACION DE
LA LEY CAUSAL GENERAL Y SU VALIDEZ

2.1. - Ley causal universal y ley causal imperfecta

La mayor parte de la doctrina actual, para la constatación


de la relación causal entre acción y resultado, parte de la

152 Al respecto, véase la prolija descripción y análisis efectuado por Gómez


Benítez, J.M., Causalidad, imputación y cualificación por el resultado, cit.
También Stella, F., Leggi scientifiche e spiegazone caúsale nel diritto
penale (11 nesso di condizionamento fra azione ed evento), cit., pág. 39.
Actualizando los casos analizados por los tribunales alemanes, véase Kuhlen,
L., Fragen einer strafrechtlichen Produkthaftung, cit. passim.
153 Muy resumidamente, el supuesto de hecho de esta sentencia (la de la colza)
sería: en 1980, en España las autoridades administrativas venían autorizando
la importación de aceite de colza. Pero para proteger la producción de aceites
y grasas comestibles, se exigía que el aceite de colza importado no fuera
destinado a la alimentación humana, sino a otras actividades, casi exclusiva­
mente las siderúrgicas. En estas condiciones algunas empresas dedicadas a
la importación, tratamiento y comercio de aceite pretenden la manipulación
de aceite de colza importado desnaturalizado para el consumo humano, a
efectos de reintroducirlo en el mercado como aceite comestible. Este se
empieza a consumir en marzo de 1981 y, mayoritariamente, a partir de abril.
Inmediatamente se empezaron a producir casos aislados de intoxicación y, en
mayo del mismo año, se convierten las intoxicaciones en una epidemia, de
lo que después se conocería como síndrome tóxico, que afecta principalmen­
te a los vasos sanguíneos, al sistema nervioso central y periférico y a todos
los órganos salvo el riñón, llegando a producir lesiones crónicas e incluso la
muerte.
62 Paz M. de la Cuesta Aguado

subsunción del hecho en una ley de cobertura dotada de


validez científica154.
La naturaleza está regida por la ley de causalidad cuya
expresión concreta son las llamadas leyes naturales155; por
lo tanto, para poder proceder a la subsunción será preciso, en
primer lugar, averiguar o indagar sobre la existencia de una
«ley» de la naturaleza. Cuando existe una ley natural (física,
química, etc.) que explica la relación existente entre acción
y resultado, se habla de ley causal general a la que se le
atribuye una existencia objetiva y prejurídica156.
Cuando esta ley causal general ha sido conocida en su
totalidad por la ciencia y su aplicación tiene carácter nece­
sario, se la designa como «ley universal». Esta ley universal
se formula científicamente cuando se observa y se constata
reiteradamente, mediante un método deductivo, a partir de
la observación empírica de supuestos concretos, que una
acción conlleva siempre y necesariamente un resultado.
Este es un conocimiento nomológico157, que se enunciaría
de la siguiente forma: siempre que se da «A» se produce
«X»; por ejemplo: siempre que se produce un exceso de
oferta, bajan los precios.
Este método deductivo generalizador ya había sido cri­
ticado por Hume, para quien a la relación observada entre
«A» y «X» (en nuestro ejemplo) no se le puede atribuir
nunca carácter necesario, ni afirmarse indubitadamente que

154 Véase Fiandaca, G./ Musco, E., Diritto penale. Parte generóle vol I,
Bolonia, 1985, pág. 106.
155 Según Kelsen, en Recasens Siches, L., Panorama del pensamientojurídico
en el siglo XX, cit, pág. 143.
156 Gómez Benítez, J.M., Causalidad, imputación y cualificación por el resul­
tado, cit., pág. 28.
157 Escrivá Gregori, J., La puesta en peligro de bienes jurídicos en Derecho
Penal, cit, pág. 76; Gimbernat Ordeig, E., Delitos cualificados por el
resultado y causalidad, cit., págs. 20, 33 y ss.
La relación de causalidad en los delitos de... 63

en todas las demás ocasiones futuras a «A» le seguirá


«X»158.
Esta situación en el ámbito filosófico se solventa atribu­
yendo el carácter de ley a aquellas proposiciones que no
suponen únicamente una generalización, sino que, además,
han sido confirmadas y deducidas a partir de otras proposi­
ciones de la misma teoría.
En estas leyes naturales, en palabras de Puppe, se enun­
cian condiciones mínimas suficientes, es decir, no deben
contener nada que no sea indispensable para la validez de la
implicación extensiva159, de forma que «indican que si se da
una serie de presupuestos, sigue con necesidad un determi­
nado efecto»160.
Con respecto a la profundidad del conocimiento de la ley
de la naturaleza por el hombre, convendría distinguir entre
lo que denominaríamos ley universal en sentido amplio y
ley universal en sentido estricto o ley necesaria. La ley de un
proceso cuyo comportamiento es perfectamente conocido
es una ley necesaria, pues de antemano sabemos con certeza
el desarrollo del proceso causal. Se podría hablar aquí de
«ley general perfecta» o ley necesaria, en la medida en que
su ecuación ha sido desvelada completamente por el cono­
cimiento humano161. Puede suceder, sin embargo, que el

158 Simón, H.A., «Causalidad», cit., pág. 226.


159 Puppe, I., «Der Erfolg und seine kausale Erklärung im Strafrecht», cit., pág.
910.
160 Puppe, I., «Causalidad», cit., pág. 693. Véase también pág. 689, donde critica
la teoría de la condición necesaria.
161 Gimbernat Ordeig, E., Delitos cualificados por el resultado y causalidad,
cit., pág. 26. Los juicios de necesidad, de probabilidad y de posibilidad se
emiten en base a dos distintas clases de conocimientos: el conocimiento
nomológico y el ontològico. El conocimiento nomológico es «un conoci­
miento general de la experiencia, un conocimiento sobre las leyes de relación
de un acontecimiento», comprende el conocimiento de las leyes de la
64 Paz M. de la Cuesta Aguado

conocimiento humano no haya podido desvelar —aún— la


ley natural que subyace en un determinado proceso. Ello,
para la mayoría de la doctrina, no quiere decir que no exista
una regla, una ley universal a aplicar con carácter necesario.
Tal ley o regla existe, pero el hombre la desconoce. Se habla
entonces de ley imperfecta. Pero el hombre tiene una limi­
tada capacidad de conocimiento y, por tanto, no hay ningún
ser humano con un conocimiento ontológico y nomológico
completo. Si lo tuviera sólo emitiría juicios de necesidad162.
Desde este punto de vista determinista se dice que para «una
inteligencia que, en un momento dado, conociera todas las
fuerzas que animan la naturaleza y la situación respectiva de
los seres que la componen y que, además, fuera sufientemente
vasta para someter estos datos a análisis, (...) no habría nada
incierto» (Determinismo vectorial de Laplace)163.
Estas referencias al conocimiento absoluto, sin embar­
go, no aportan nada nuevo, pues lo cierto es que existen aún
gran cantidad de procesos naturales cuyo origen y desarro­
llo e, incluso, los efectos que puede producir, no se conocen
en su totalidad.
Pues bien, esta ley universal integraría la que anterior­
mente hemos denominado «ley de cobertura», premisa
lógica en la que habría de subsumirse el supuesto de hecho
para la obtención de la afirmación lógica de que la acción es
causa de un resultado.

naturaleza, mientras que el saber ontológico se limita al conocimiento de los


hechos. Por ejemplo: si arrojamos una piedra al aire volverá a caer. Este juicio
descansa en nuestro conocimiento ontológico de que la piedra ha sido
arrojada y, segundo, en nuestro conocimiento de la ley de la naturaleza de la
fuerza de gravedad (conocimiento nomológico). Si nuestro conocimiento en
los dos campos fuesen perfectos sólo podríamos emitir juicios de necesidad.
162 Escrivá Grbgori, J., La puesta en peligro de bienes jurídicos en Derecho
Penal, cit, pág. 76.
163 Senik, A., «Causalidad y determinismo» en Gran Larousse universal, pág.
2558; Kaufmann, A., «El delito culposo», cit., pág. 478..
La relación de causalidad en los delitos de... 65

En los supuestos tradicionales, la cuestión no tiene por


qué plantear graves problemas: «A» dispara contra «B» a
quince metros. «B» recibe un tiro en la cabeza y muere.
Existe una ley univeral necesaria que explica que cuando
alguien ha recibido un tiro en la cabeza a una distancia de 15
metros, muere. Pero esa ley general existe, entre otras
razones, porque previamente se ha constatado por la ciencia
médica —mediante el análisis de casos anteriores— la
necesidad del resultado consecuencia de la acción164. La
acción, en este supuesto es, sin duda, causa del resultado.
Sin embargo, cuando el resultado de muertes o lesiones
es consecuencia de una inicial acción ilícita contra el medio
ambiente (o contra la salud pública), la cuestión suele
tomarse más compleja165. Primero, porque existen impor­
tantes lagunas en el conocimiento de las relaciones entre
causas y efectos; segundo, porque tampoco sé conocen
plenamente las propiedades de muchas de las sustancias
nuevas que se utilizan en procedimientos técnicos también
de reciente invención y, finalmante, porque se desconocen
igualmente los efectos sinergéticos que pueden surgir de la
combinación de efectos.
Se habla, entonces, de la posibilidad de considerar como
ley de cobertura una ley estadística, en la cual la afirmación
de la verificación del resultado se realiza a partir de la
comprobación de que en otros supuestos similares se ha
producido el resultado en un porcentaje determinado de
casos.
Para la mejor exposición y clarificación de las posicio­
nes doctrinales al respecto, convendría agruparlas, a gran-

164 Pues de otro modo, como ya hemos visto, el método del procedimiento
hipotético de la eliminación no aportaría ningún dato.
165 Muñoz Conde, F., Derecho Penal. Parte especial, cit-, pág. 481.
66 Paz M. de la Cuesta Aguado

des rasgos y a salvo de las diferentes aportaciones persona­


les, en tres tendencias, que servirían quizá para clarificar la
compleja cuestión. Nosotros en este sentido distinguimos
entre las que denominaremos teoría de la ley necesaria,
teoría de la apreciación subjetiva y teoría de la ley estadís­
tica.

2.2. - Teoría de la ley necesaria

Esta corriente doctrinal o teoría parte de las aportaciones


de Armin Kaufmann, realizadas a partir del denominado
«caso Contergan».
Entiende esta doctrina que la ley causal universal forma
parte de la tipicidad en la medida en que posibilita la
comprensión de los cursos causales concretos166. Ley uni­
versal será, entonces, aquélla que garantice, de modo inva­
riable y necesario, lo que sucederá cuando se produzca un
acaecer precedente167. Esta ley general168 se aplicará al
supuesto concreto mediante un proceso de subsunción de
éste en la ley general de la siguiente forma:

166 Kaufmann, A., «Tipicidad y causación en el procedimiento Contergan» en


Nuevo Pensamiento Penal (1973), pág. 28.
167 Kindhàuser, K., «Kausalanalyse und Handlungszuschreibung» en GA (1982),
pág. 480.
168 Gómez Benítez, J.M., Causalidad, imputación y cualificación por el resul­
tado, cit., dice en la página 34: «por ley causal general se entiende el origen
de un efecto, es decir, la causa en sentido estricto, aunque un inevitable
relativismo al respecto ha llevado a equipar ley causal general con el
conocimiento del mecanismo interno según el cual se produce reiteradamen­
te un efecto, es decir, con el conjunto de las leyes causales intermedias, o, si
se prefiere, parciales que componen un fenómeno causal». Sin embargo, en
la página 30, cuando diferencia entre causa, ley causal y relación de
causalidad dice: «Ontològicamente la relación de causalidad general es, pues
la manifestación exterior y objetiva de una ley causal general plena o
parcialmente conocida y científicamente fundamentada».
La relación de causalidad en los delitos de... 67

- Primera premisa (ley causal general o universal):


«siempre que «A», entonces «X».
- Segunda premisa (caso concreto): el autor ha realizado
«a» (especie del género «A») y se ha producido «x» (especie
del género «X»).
Conclusión: «a» es causa de «x».
Por ejemplo, se conoce que existe una ley universal que
dice que cuando se inhala la sustancia «S» en determinada
cantidad, se produce en quien lo inhala la enfermedad «E»,
El sujeto «P» ha inhalado en la cantidad correspondiente
«s» y ha enfermado de «e». Se puede deducir entonces,
lógicamente, que «s» es causa de «e» y entre ambas se puede
considerar probado el nexo causal169.
Mientras pueda ser enunciada una ley general que expli­
que los acontecimientos y que sirva como ley de cobertura,
la conclusión —juicio de causalidad— no planteará proble­
mas. Estos, sin embargo, surgen cuando en la ciencias
empíricas no existe acuerdo mayoritario sobre el enunciado
total de una ley universal o, incluso, sobre su propia existen­
cia.
Para esta corriente, la función del juez se deberá limitar
a «seleccionar» la ley causal objetiva y necesaria bajo la cual
subsumir el concreto supuesto de hecho. Así pues, la con­
vicción del Juez se limita a la cuestión de si existe un
principio de experiencia reconocido170. En caso de que la ley
no fuera segura, nada podría subsumirse bajo ella171, es

169 Véase al respecto Kleine-Kosack, E., Kausalitätsprobleme im


Umweltstrafrecht, cit., págs. 12 y 13.
170 Kaufmann, A., «Tipicidad y causación en el procedimiento Contergan», cit.,
págs. 25 y ss.
171 Véase al respecto Sentencia del Tribunal Supremo (Sala II) de 23 de abril de
1992.
68 Paz M. de la Cuesta Aguado

decir, «la certeza subjetiva del juez no puede sustituir el


conocimiento general»; «las afirmaciones generales que
conciernen al campo de las ciencias naturales deben adoptarse
siempre y solamente si están aseguradas en el aspecto
científico, o sea, si se las acepta en general172.
El problema que se plantea es que si adoptamos esta
posición se producen importantes lagunas de punición, con
especialmente respecto a técnicas novedosas que entrañan
riesgos para la salud de las personas.
Para evitar tan amplios sectores de impunidad, se admite
desde esta teoría, con carácter restrictivo, la aplicación de
las denominadas leyes causales imperfectas. Ley causal
incompleta o imperfecta sería aquélla en la cual no se
conoce en su totalidad el conjunto de factores causales
intervinientes o, conociéndose, se desconoce la forma en
que actúan para producir el efecto173.
Así, por ejemplo, siguiendo con nuestro caso: se conoce
la idoneidad de «S» para causar «E» en ciertas circunstan­
cias, pero se desconoce cuál de los elementos que la compo­
nen es la que produce los efectos lesivos y por qué. En este
caso, podrá considerarse probada la relación de causalidad,
siempre que todas las demás leyes causales no puedan ser
aplicadas y que no se formule o sea imposible formular una
sola hipótesis irrefutable que aclare el fenómeno. En los
demás casos, el juzgador se verá obligado a considerar que
no se ha podido probar la relación de causalidad.

172 Kaufmann, A., «Tipicidad y causación en el procedimiento Contergan», cit.,


págs. 24 y ss.
173 Véase Gómez Benítez, J.M., Causalidad, imputación y cualificación por el
resultado, cit., págs. 40 a 52. En este sentido se pronuncia también lareciente
sentencia del Tribunal Superior de la R.F.A., en el denominado «caso del
spray para cuero» (Lederspray-Falt). Véase en AUW 43 (1990) págs. 2560 a
2569. Comentándolo Kuhlen, L., «Zum Umweltstrafrecht in der
Bundesrepublik Deutschland» en WiVer 1991-4, págs. 242 y ss.
La relación de causalidad en los delitos de... 69

Así entendida la prueba de la relación de causalidad,


ciencias como la estadística o la epidemiología no son de re­
cibo en el ámbito jurídico penal, puesto que no proporcionan
leyes causales174, en la medida en que ni siquiera una correlación
estadística sumamente significativa asegura una ley causal.
Indudablemente esta tesis ha de conducir a la afirmación de
que el dogma causal es inadecuado para resolver las cuestiones
derivadas de las nuevas técnicas tales como uso de medica­
mentos o materias químicas, radiaciones, etc.; fenómenos que
rebasan totalmente el dogma causal. Así lo manifiesta expre­
samente Armin Kaufmann, para quien «se vuelve evidente, de
modo paulatino, que el desenvolvimiento de la técnica, la
industria y el tráfico, tanto como la creciente complejidad de la
vida social, hace cada vez más difícil imputar a determinado
autor ciertos sucesos dañosos como resultados causales, pese
a que se dan claramente lo injusto de la acción y la culpabili­
dad». Y mientras a los delitos de peligro se les oriente hacia el
concepto de «peligro resultante» seguirán quedando las leyes
penales sin aplicación efectiva175.
Contra estos planteamientos se alega, en primer lugar,
que la ley universal no puede ser elemento del tipo penal176177
,
porque de ser así el Juez no podría remitirse a la opinión de
los peritos ya que, en ese caso, se trataría de un componente
normativo sometido al principio iura novit curia1''.

174 Kaufmann, A., «Tipicidad y causación en el procedimiento Contergan», cit.,


págs. 29 y 30.
175 Kaufmann, A., «Sobre el estado de la doctrina del injusto personal», cit.,
pags. 178 y 179. Como posible alternativa propugna construir los tipos
penales sobre «la exacta determinación del núcleo típico de la culpa sin
resultado» (pag. 180).
176 Torío López, A., «Cursos causales no verificables en Derecho Penal», cit.,
pág. 71.
177 Maiwald, M„ Kausalität und Strafrecht, Gotinga, 1980, pág. 108, seguido
por Torío López, A., «Cursos causales no verificables en Derecho Penal»,
cit., págs. 234 y ss.
70 Paz M. de la Cuesta Aguado

El mandato que recibe el juez le ordena comprobar


cuándo un «suceso concreto está comprendido entre los que
la norma generalmente prohibe o preceptúa». Ello exige que
se tengan en cuenta las reglas que explican la producción del
resultado. Estas reglas preexisten a la norma penal, pero no
forman parte de ella178.
Por otro lado se afirma que, dado que el número de leyes
universales accesibles al conocimiento humano es limitado
(e inferiores en número a los riesgos), vincular al juez penal
a la ley universal equivale a asegurar la imposibilidad de su
aplicación, con la consiguiente frustración de la función
represiva del Derecho Penal179180.

2.3. - Teoría de la apreciación subjetiva™0

Contra la exclusión de la ley universal del ámbito de la


tipicidad se pronuncia la Sentencia del Tribunal Supremo de
23 de abril de 1992, porque «la decisión judicial en una
situación semejante privaría a la Sentencia de aceptabilidad,
pues la cuestión de la causalidad habría sido decidida sin los
conocimientos necesarios». En tales casos, por tanto, el
tribunal se vería abocado a la aplicación del principio in
dubio pro reo.
Esta doctrina, iniciada por el tribunal de Aquisgrán en el
caso Contergan y acogida por la jurisprudencia italiana y
española, parte de las aportaciones de la que hemos denomi­

178 Torío López, «Cursos causales no verificables en Derecho Penal», cit., pág.
233.
179 Fiandaca, G./ Musco, E., Diritto penale. Parte generóle vol I, cit., pág. 107.
180 La descripción de esta postura la realizaremos básicamente sobre la Senten­
cia del Tribunal Supremo (Sala II) de 23 de abril 1992, que recoge y recopila
las aportaciones tanto doctrinales como jurisprudenciales en ese sentido
realizadas en España, Alemania e Italia.
La relación de causalidad en los delitos de... 71

nado teoría de la ley necesaria181; ahora bien, intenta reducir


los amplios márgenes de impunidad a que conducía aquélla
con argumentos de orden procesal182. Para ello, parte de la
consideración de que en el ámbito jurídico penal no se
requiere para la formulación de la ley universal (causalidad
abstracta) una certeza empírica de carácter matemático y
necesario, similar a la que requieren las ciencias de la
naturaleza. Por el contrario, en el ámbito penal «la prueba
decisiva para el enjuiciamiento penal se obtiene cuando el
juzgador, tras la total celebración del proceso, está realmen­
te convencido de la existencia de los hechos precisados de
prueba de acuerdo con las exigencias racionales y lógicas de
las ciencias del espíritu, dentro de las que se inserta la
reconstrucción historiográfica, en cuya área resulta impen­
sable la adquisición de una seguridad excluyente de toda
duda; lo que determina que la demostración científico
natural, no supone una certeza matemática y una verifi-
cabilidad excluyente de la posibilidad de lo contrario, sino
simplemente la obtención de una certidumbre subjetiva»183.
Se debe proceder, entonces, a realizar una labor
hermenéutica que determine qué ley universal de carácter
natural integra el tipo penal y, para ello, en primer lugar
habrá que distinguir entre «la cientificidad natural de los
datos» y la cuestión normativa de las condiciones bajo las
cuales es posible admitir que la ley causal ha sido correcta­
mente formulada.
La cuestión estriba, entonces, en fijar las condiciones o
exigencias que debe reunir una conexión para ser conside­

181 En el mismo sentido se pronuncia la Sentencia del Tribunal Supremo (Sala


II) de 12 de mayo de 1986.
182 Véase Gómez Benítez, J.M., Causalidad, imputación y cualificación por el
resultado, cit., págs. 40 a 53.
183 Sentencia del Tribunal Supremo (Sala II) de 12 de mayo de 1986.
72 Paz M. de la Cuesta Aguado

rada causal. Será suficiente, desde el punto de vista del


Derecho Penal, «cuando, comprobado un hecho en un
número muy considerable de casos similares, sea posible
descartar que el suceso haya sido producido por otras
causas».
En este sentido, se distingue entre la denominada «prue­
ba en sentido jurídico y la prueba en sentido de las ciencias
naturales, que presupone un conocimiento de certeza mate­
mática, excluyente de toda posibilidad contraria»184, afir­
mando que aquélla puede fundamentarse en la «experiencia
de la generalidad de las personas», admitiendo un cierto
grado de probabilidad, propio de las ciencias del espíritu, sin
que sea preciso, entonces, desde el punto de vista del
Derecho Penal, que se haya conocido el mecanismo preciso
para la producción del resultado.
No son, por el contrario, criterios suficientes «el común
sentir de las gentes» o «la simple posibilidad científico
natural del nexo causal».
Tampoco será imprescindible que se haya podido repro­
ducir científicamente en laboratorio el fenómeno, pues tales
exigencias, entiende el tribunal, «son propias de las especia­
lidades científicas cuyo principal interés es la reproducción
de los fenómenos, con miras a su utilización práctica»185.
Para dictar sentencia, entonces, lo importante es que el
juez no tenga «dudas razonables» sobre la relación causal
entre acción y resultado. Para ello puede basarse en leyes
universales, sobre las que existe consenso en el ámbito
científico. Pero cuando tal consenso no existe también

184 Sentencia del Tribunal Supremo (Sala II) de 23 de abril 1992. Véase en este
sentido la Sentencia de la misma Sala de 12 de mayo de 1986.
185 Véase Meier, B.D., «Verbraucherschutz durch Strafrecht» en NJW (1992),
pág. 3194.
La relación de causalidad en los delitos de... 73

puede servir para fundamentar la convicción necesaria


(certeza subjetiva) una de las posiciones en debate186.
Por el contrario, el juzgador no puede prescindir de
conocimientos seguros y científicos comprobados. De la
misma forma, el juez podrá fundamentar su sentencia en
«conocimientos generales de la experiencia» o en «la expe­
riencia general de la vida» siempre que no se haya probado
que tal proposición de la experiencia es falsa187.
Contra esta postura se afirma que el juez —«no exper­
to»— no puede decidir en cuestiones sobre las que los
«expertos» no han podido pronunciarse con seguridad (pues
estaría entrando en ámbitos que no son de su competencia).
Y contra el argumento que justificaría esta situación en base
a que la formación del convencimiento judicial no se trata de
una prueba de la naturaleza sino de un acto específico de las
ciencias humanas, se alega que con ello se desconoce la
unidad de toda formación de conocimiento y argumentación
racional empírica.
Contra estas críticas, Kuhlen188 observa que, en defini­
tiva, la aceptación de leyes causales depende de los requisi­
tos que se impongan por cada ciencia (jurídica o de la
naturaleza) para considerar satisfactoria una explicación
causal. Para la cienciajurídico penal, una explicación causal
considerada insuficiente por una ciencia empírica puede ser
válida, puesto que los requisitos para la formulación de la
ley causal serían, en el ámbito penal, menos rígidos. El
criterio de aprobación de una ley causal sería «el grado de
convencimiento medio», es decir, el usualmente considera­
do como suficiente por el Derecho Procesal Penal.

186 Kuhlen, L., Fragen einer strafrechtlichen Produkthaftung, cit., päg. 67.
187 Kuhlen, L., Fragen einer strafrechtlichen Produkthaftung, ul. loc. cit.
188 Kuhlen, L„ Fragen einer strafrechtlichen Produkthaftung, cit., päg. 69 y ss.
74 Paz M. de la Cuesta Aguado

Esta postura se ve ratificada por las necesidades y


situación de los tribunales en la realidad. En este sentido,
Hassemer entiende que no se puede vincular el proceso
penal a un concepto empírico de verdad189. Por el contrario,
el Derecho Procesal Penal remite las cuestiones técnicas a
peritos y a los tribunales les exige solamente la «libre
convicción y no «hipótesis científicamente confirmadas»l90;
es más, de hecho incluso se arbitran medios para detener la
búsqueda de la verdad191 como, por ejemplo, el derecho a la
intimidad o permitir que precisamente los testigos que más
saben tengan derecho a guardar silencio y deban ser instrui­
dos sobre el mismo192 o las prohibiciones de prueba. Todo
ello muestra que averiguar la verdad no es la meta del
proceso penal, sino que su meta o finalidad es, más bien, la
obtención formalizada de la verdad, es decir, de «la verdad
forense193», que se construye con base en los datos que se
expresan en palabras (oralidad) y sólo las percepciones
directas del tribunal (inmediación) constituyen apoyo váli­
do para dictar sentencias194.
Pero, además, puede tener gran trascendencia, sigue
diciendo Kuhlen, el modo en que se formule la ley causal.
En ocasiones, si se formula atendiendo a la causa genérica,
se pueden plantear dudas que desaparecerían si la formula­
ción partiera de causas individuales. Así, por ejemplo,
haciendo alusión al caso denominado «de los barnices de
madera» (Holzschutzmittel-Fall), en el que durante años el
Fiscal ha tratado, infructuosamente, de probar la peligrosi­

189 Hassemer, W., Fundamentos del Derecho Penal, traducción de F. Muñoz


Conde y L. Arroyo Zapatero, Barcelona, 1984, pág. 186.
19(1 Hassemer, W„ Fundamentos del Derecho Penal, pág. 186.
191 Hassemer, W„ Fundamentos del Derecho Penal, pág. 187.
192 Hassemer, W., Fundamentos del Derecho Penal, pág. 188.
193 Hassemer, W., Fundamentos del Derecho Penal, pág. 190.
194 Hassemer, W., Fundamentos del Derecho Penal, pág. 193.
La relación de causalidad en los delitos de... 75

dad de determinados productos para la madera, si se toma en


consideración, no ya el barniz sino alguno de sus compo­
nentes (dioxinas), puede aclararse si es peligroso o no. De
esta forma, la cuestión no sería ya ¿es peligrosa la inhalación
del barniz en determinadas condiciones?, sino ¿el contacto
del afectado con el barniz cumple las condiciones bajo las
cuales tal dioxina menoscaba la salud?.

2.4. -Teoría de la ley estadística

En una posición intermedia, Gómez Benítez considera


que, a efectos penales, lo que interesa no es la ley causal
general sino la concreta relación en los tipos penales de
resultado. Y ello porque objeto de la tipicidad penal, para
este autor195, sólo es la relación causal concreta. Pero en la
medida en que esa relación concreta es manifestación de una
ley general, a efectos penales, no pueden aparecer como
contradictorias entre sí. «Es decir tienen que concordar para
que pueda confirmarse la tipicidad penal». Esta concordan­
cia (ontològica), formaría también parte de la tipicidad. Para
comprobar esta concordancia, no sería precisa, sin embar­
go, la existencia de una ley universal necesaria, es decir,
perfectamente conocida, sino que bastaría una ley que no
contradijera las leyes de la naturaleza y que no pudiera ser
científicamente refutada196.
En el mismo sentido, parte de la doctrina admite la
posibilidad de sustituir la ley universal necesaria por una ley

195 Gómez Benítez, J.M., Causalidad, imputación y cualificación por el resul­


tado, cit., pág. 56.
196 Gómez Benítez, J.M., Causalidad, imputación y cualificación por el resul­
tado, cit., pág. 56..
76 Paz M. de la Cuesta Aguado

estadística197 (y con ello la paulatina —aunque tímida—


sustitución del concepto de necesidad por el concepto de
probabilidad), si bien, generalmente, con carácter muy
restringido o haciéndolo depender de la estructura típica de
los concretos tipos penales198.
No obstante, en esta corriente doctrinal lo que se percibe
es un intento de superación de la situación de incapacidad
demostrada por las teorías que exigen la enunciación de una
ley necesaria como requisito para la prueba de la relación de
causalidad.
En este sentido, Torío López entiende que es erróneo
trasladar automáticamente la cuestión de la causalidad con
carácter general al ámbito penal, sino que habrá que tener en
cuenta la concreta estructura del tipo penal. Así, habrá que
distinguir:
1 .- Grupo de casos en los que el conocimiento empírico
precientífico de la realidad es suficiente para la afirmación
de la causalidad199. Sería ésta la denominada causalidad
psíquica200 en la cual resulta incluso dudoso que exista una
ley de cobertura, lo que podría justificar «tener que partir de
un modelo de causación no causal»201 (o por lo menos, que

197 Stella, F., Leggi scientifiche e spiegatone causale nel diritto penale (Il
nesso di condizionamento fra azione ed evento), cit., pàg. 315.
198 Kleine-Cosack, E., Kausalitätsprobleme im Umweltstrafrecht, cit., pàg. 54.
199 Torío López, A., «Cursos causales no verificables en Derecho Penal», cit.,
pág. 223.
200 Véase con carácter general sobre el tema Koriath, H., Kausalität,
Bedingungstheorie und Psychische Kausalität, cit., págs. 141 y ss.
201 «...und wo es deshalb neheliegen könnte, von einem non-kausalen
Verursachungsmodell auszugehen.» Lenckner, Th., «Comentario previo al
parágrafo 13, número marginal 74» en Schönke-Schröder (coor.), cit. Véase
también de Cramer, P., «Comentario al parágrafo 263, número marginal 77»
en Schönke-Schröder (coor.), cit., «puesto que se trata en tal medida de la
comprobación de motivos personales no puede aquí operarse de hecho con
representaciones causales de las ciencias naturales.
La relación de causalidad en los delitos de... 77

sea posible una imputación del resultado a través de reglas


causales, es decir, según la teoría de la condición)202. Ejem­
plo de este supuesto sería la estafa, donde la relación de
causalidad entre acción engañosa y resultado total (error,
acto de disposición y perjuicio patrimonial) puede resolver­
se acudiendo al conocimiento empírico de la realidad propio
de la experiencia sin acudir a instancias científicas203. Los
autores que opinan así se basan, principalmente, en que los
datos físicos y mentales están separados ontològicamente,
de forma que responden a distintos principios204.
2 .- Grupo de casos donde será vinculante la ley causal
científica natural205. Como ejemplo propone Torío López
«el homicidio causado mediante precipitación de la vícti­
ma»206, donde la ley causal natural sería la ley de gravedad.
3 .- Aquel grupo de casos donde, siempre según Torio
López, «está en principio excluida la operati vidad de una ley
científico-natural, cuando no es posible la verificación de la
probatio plena de la regla científico natural. En estos
supuestos cabría la aplicación de leyes estadísticas207.

202 Koriat, H., Kausalität, Bedingungstheorie und Psychische Kausalität, cit.,


pág. 148.
203 Torío López, A., «Cursos causales no verificables en Derecho Penal», cit.,
pág. 222.
204 Véanse opiniones en contra en Koriat, H., Kausalität, Bedingungstheorie
und Psychische Kausalität, cit., págs. 202, 195 y ss.
205 Torío López, A., «Cursos causales no verificables en Derecho Penal», cit.,
pág. 234.
206 Torío López, A., «Cursos causales no verificables en Derecho Penal», cit.,
pág. 235
207 Torío López, A., «Cursos causales no verificables en Derecho Penal», cit.,
pág. 237.
78 Paz M. de la Cuesta Aguado

3.- POSICION PERSONAL

Cuando el juez se plantea en un caso concreto la prueba


de la relación de causalidad, en realidad lo que se intenta es
constatar si existe una relación racional entre el resultado
producido y la acción realizada por el autor para, a continua­
ción, una vez asentadas las bases racionales del juicio,
decidir si es atribuible a su autor. Podría decirse que en esta
primera fase se está intentado completar el pronombre
personal «el que», a que generalmente hacen referencia
nuestros tipos penales, respondiendo a las preguntas ¿qué ha
producido el resultado? y ¿quién ha realizado la acción que
ha producido el resultado?.
Para responder a esas cuestiones, el juez debe relacionar
racional y lógicamente el resultado producido con un com­
portamiento humano al que se llama «causa». A la relación
lógica entre acción (causa) y resultado se le denomina
relación de causalidad.
En última instancia, la teoría de la condición lo que hace
es excluir aquellas conductas que no tienen nada que ver con
el resultado y es aceptada con carácter general en la medida
en que ofrece la fórmula más básica y elemental: entre
acción y resultado tiene que existir una relación según la
cual la realización de la acción ha debido intervenir con
carácter necesario pero, además, suficiente en la producción
del resultado. Por ello, actualmente la función principal que
cumpliría la teoría de la condición es la de referente
terminológico para designar el primer paso en el proceso de
selección de conductas que ha de realizar el juez.
Si esta relación es la que nos va a indicar quién es el autor,
parece sensato pensar que debe integrar el tipo penal. Ahora
bien, si integra el tipo penal, será preciso, como efectiva­
mente se exige por la doctrina y la jurisprudencia, funda­
La relación de causalidad en los delitos de... 79

mentarlo. Esta fundamentación debe derivar de una argu­


mentación lógica. Pero obsérvese que los conceptos de
argumentación lógica y argumentación científica no son
equivalentes, como tampoco argumentación científica y
argumentación científico natural. Creo que esta matización
es importante, porque quizá en ocasiones se confunde
racionalidad científica con racionalidad científico-natural.
El derecho es una ciencia y sus criterios y afirmaciones son
por tanto «científicos» —y se pretende que también lógi­
cos—, aunque no empíricos. El juicio de constatación de la
relación entre acción y resultado ha de ser lógico y científico
(jurídico), pero no tiene por qué ser empírico (científico-
natural).
A la estructura lógica de conocimiento humano según el
cual «todo cuanto acontece tiene una causa por la cual
acontece»208, se la denomina «principio de causalidad», de
ahí que la relación entre acción y resultado se considere una
relación causal, en aplicación de este principio, como una
forma de nuestro conocer. El principio de causalidad no
plantea problemas al contrario de lo que sucede, como
vimos, con el concepto de causa.
Ahora bien, para fundamentar esa relación que hemos
calificado de causal, en el sentido indicado, habrá que acudir
a la experiencia, principio fundamental del conocimiento
humano.
En este sentido, tenía razón Torío López cuando distin­
guía un primer grupo de casos en los que para fundamentar
el nexo causal bastaban los principios de la experiencia
empírica (precientífica decía él, no científico-naturales,
diría yo) propios del hombre medio. El que en algunos

208 Senik, A., «Causalidad y determinismo», cit., pág. 2558.


80 Paz M. de la Cuesta Aguado

supuestos pueda inferirse el nexo causal al margen de


criterios científico-naturales, parece indicar que no es con­
dición imprescindible para la fundamentación del nexo
causal la previa enunciación científico-natural de una ley
universal de carácter necesario.
Por eso, j unto al primer grupo de casos ya enunciados, se
puede distinguir otro donde la fundamentación del nexo
causal deberá proceder de las ciencias de la naturaleza (en
sentido amplio, es decir, biología, física, química, etc.).
Es a este segundo grupo al que se les aplicará el proce­
dimiento lógico arriba reseñado, en el que como premisa
mayor y, con carácter de ley causal abstracta, aparecía una
ley científico-natural.
Dentro de este grupo se pueden distinguir todavía dife­
rentes situaciones dependiendo del mayor o menor conoci­
miento empírico de la realidad en el caso concreto —lo que
conllevará una mayor o menor perfección en el enunciado
de la ley universal—.
Cuando la ley universal haya sido perfectamente formu­
lada por las ciencias de la naturaleza, será directamente
aplicable al caso concreto y resolverá, sin problemas, me­
diante el procedimiento de la subsunción, la cuestión de la
existencia o no de nexo causal.
Cuando se trate de una ley imperfectamente formulada
(ley imperfecta), ésta podrá aplicarse como ley de cobertura
siempre que no se oponga lógicamente a ninguna ley univer­
sal completamente formulada y el conocimiento nomológico
venga ratificado por otras leyes científicas o conocimientos
empíricos.
Es, por lo tanto, la experiencia (general o científica) la que
hasta ahora ha fundamentado el juicio de causalidad, a partir
del conocimiento nomológico obtenido mediante inducción.
La relación de causalidad en los delitos de... 81

Pero existe todavía otro método de conocimiento


nomológico inductivo: el conocimiento estadístico. Lo que
sucede es que los enunciados estadísticos generalmente no
lo son de necesidad, sino de probabilidad.
La ley estadística podría sustituir a la ley imperfecta,
siempre que además de concurrir los requisitos exigidos
para aquélla, ofreciese índices altos de probabilidad (que en
todo caso no podrían ser de necesidad) y la ley fuera
formulada teniendo en cuenta los factores concurrentes en
relación de causa-efecto.
En este sentido, la Sentencia de 23 de abril de 1992 hace
referencia a los requisitos que alegó una de las defensas
como necesarios para la formulación de una ley de causalidad
en los supuestos de ausencia de confirmación experimental
(porque tales experimentos hubieran de hacerse sobre per­
sonas). Estos requisitos serían:
a)la existencia de una asociación entre las variables (...)
demostrada de forma estadística.
b) la comprobación de una determinada fuerza de la
asociación.
c) la demostración de la asociación de forma consistente,
«es decir, de forma repetible en diferentes circunstancias, en
diferentes lugares, por diferentes investigadores, en dife­
rentes poblaciones».
d) que exista una relación dosis-respuesta.
Con ello lo que me interesa destacar es que, incluso en el
ámbito de las ciencias de la naturaleza, se admite la posibi­
lidad de que una constante estadística sirva para fundamen­
tar una ley causal.
Entiendo, por tanto, que cuando existan datos estadísti­
cos fiables a los fines que se pretenden (es decir, producción
82 Paz M. de la Cuesta Aguado

de enfermedades en número elevado cuando se realice una


determinada emisión), tal constatación estadística, con los
requisitos que ya adelantamos, puede servir para fundamen­
tar la decisión judicial.
Así, por ejemplo, aquella estadística que dijera: «el 40%
de los que han muerto este año tomaron té hace 10 años» no
podría servir para fundamentar ninguna relación causal
entre la ingestión de té hace 10 años y la muerte.
Pero en este caso quizá no podría hablarse de «ley
estadística», en el sentido que se utiliza por la doctrina
penal; sería únicamente una estadística que relaciona dos
hechos aislados.
Una ley estadística que sirva para la explicación del
principio de causalidad tiene, en primer lugar, que servir
para fundamentar un conocimiento nomológico sobre una
determinada realidad social y, en concreto, entre acciones y
resultados de géneros determinados. Por ello, la propia
investigación estadística habrá de ir teleológicamente diri­
gida a la búsqueda de la explicación y comprensión del
problema causal.
Por ejemplo, supongamos que se conoce que la sustancia
«Y» en algunas personas (en el 80% de los casos) produce
un schok anafiláctico que puede provocar lesiones graves e
incluso la muerte, pero se desconoce por qué lo provoca y
por qué en unas personas sí y en otras no.
Si el sujeto «P» ha ingerido una dosis suficiente de la
sustancia «y» y, a continuación, sufre un schok anafiláctico
que le origina la muerte, podrá afirmarse, en base a este
conocimiento nomológico que ofrece la ley estadística, que
la ingestión de «y» ha sido la causa de la muerte de «P»,
cuando de forma racional (es decir, no hasta el infinito) no
aparezcan otras posibles causas de su muerte (por ejemplo,
mediante la autopsia).
La relación de causalidad en los delitos de... 83

La utilización del procedimiento hipotético (si no apare­


cen otras posibles causas) ha de entenderse también como
forma a posteriori de comprobación y ratificación de una
hipótesis. La razón estriba en que la noción de probabilidad
no encaja correctamente en un Derecho Penal garantista de
los derechos individuales en base a los principios de legali­
dad y seguridad jurídica. Estos criterios materiales han de
completarse con fórmulas procesales de determinación de
la prueba pues, en definitiva, es la apreciación judicial de la
prueba la que fundamentará la convición que se requiere
para la emisión de un juicio de causalidad.
A las dificultades de enunciación y determinación de la
ley aplicable, que analizaremos a continuación, se unen los
lógicos esfuerzos de las defensas que intentan fundamentar
nuevas causas que permitan la exculpación de sus clientes.
En España, en el reciente caso de la Colza, estas actuaciones
y la consiguiente prueba de posibles causas alternativas han
contribuido enormemente a alargar la duración del proceso.

4.- SUMACION, ACUMULACION Y COMBINA­


CION DE EFECTOS

El sujeto activo de los delitos contra el medio ambiente


(tal como están tipificados actualmente en nuestro país) se
suele caracterizar criminológicamente, según se ha repetido
hasta la saciedad por la doctrina, por pertenecer a un status
social alto y ser personas perfectamente integradas en la
sociedad, cuyo fin primordial es la obtención de beneficios
y no la comisión de un perjuicio. Como diría Hormazábal
Malaree, el autor en los delitos contra el medio ambiente
actúa motivado por el fin cultural «éxito económico», cuyo
reconocimiento social es perceptible fácilmente por cual­
84 Paz M. de la Cuesta Aguado

quier observador más o menos atento209. En esta situación,


por lo general, el autor no tiene intención directa de ocasio­
nar el daño realmente producido. Más bien, al contrario,
supone o espera que tal resultado no sucederá.
Cuando de esta forma se comete un delito contra el
medio ambiente, el Tribunal Supremo, según vimos, consi­
dera que no se puede hablar únicamente de imprudencia
respecto del resultado, sino que cabe hablar incluso de dolo
eventual si el autor conocía la potencialidad lesiva de la
sustancia y la posibilidad de que entrara en contacto con
personas210.
Esta situación planteará problemas de atribución e imputa­
ción al autor de la conducta realizada. A ello se une las
características intrínsecas de las propias sustancias empleadas
(emitidas o vertidas), en las que el concepto de «dosis»211 cobra
una especial relevancia a efectos de la tipicidad212.
Se podrían distinguir así distintos supuestos:
1 .- La dosis de sustancia nociva que se pone en contacto
con las personas es mínima, lo que permite hablar de «dosis

209 Hormazábal Malaree, H., «Delito ecológico y función simbólica del


Derecho Penal», cit., pág. 57. Al delincuente de cuello blanco se le plantea
una difícil disyuntiva entre éxito económico y amenaza penal. Véase también
la «ecuación economètrica de penas contra beneficios» en Malamud Goti,
J.E., Política criminal de la empresa. Cuestiones Alternativas, Buenos Aires,
1983, pág. 47, según la cual P(p «x» a) mayor que B(ge), donde P= perjuicio;
p= penal; a= probabilidades de ser aprehendido y condenado; B= ganancia
esperada; ge= relación existente entre la entidad de esa ganancia multiplicada
por la probabilidad de concrección.
210 Sentencia del Tribunal Supremo (Sala II) de 30 de noviembre de 1990.
211 El concepto de dosis no es igual que el de veneno, aunque es tradicional para
el Derecho Penal la afirmación de que «la dosis hace el veneno». Véase en
este sentido Quintano Ripollés, A., Tratado de la parte especial del Derecho
Penal, Tomo I, voi. I, Madrid, 1972, pág. 288.
212 Podría entenderse por «dosis» cantidad de sustancia suministrada en un
periodo de tiempo determinado.
La relación de causalidad en los delitos de... 85

inocua». En este supuesto, por la escasa cantidad de la


materia, ésta no es peligrosa para la salud, aunque en sí la
sustancia pueda ser mortal.
Si la dosis es inocua no puede producir daños, por lo que
la conducta será, jurídico penalmente, irrelevante.
1.1. - Puede suceder, no obstante, que la materia que se
considera inocua produzca en una persona determinados
efectos lesivos, incluso mortales, como consecuencia de
determinadas características personales del sujeto (por ejem­
plo, alergias, asmas respiratorias, etc.). En este caso, la
acción será causa, a efectos penales, del resultado sin
importar que hayan concurrido también en su producción
circunstancias o cualidades de la víctima, o la conducta
dolosa o culposa de la misma, o de un tercero213.
Incluso cuando no se pudieran albergar dudas acerca de
la inocuidad de la conducta, ésta será también causal,
debiendo la correcta aplicación de los criterios normativos
de la imputación objetiva evitar, en su caso, la tipicidad.
2 .- Si las dosis emitidas o vertidas, inocuas o escasamen­
te lesivas, por la continuidad de la emisión en el tiempo
pierden este carácter y provocan efectos lesivos en las
personas, no se podrá negar la existencia de nexo causal.
Lo mismo sucederá, aunque la sustancia emitida o ver­
tida sea inofensiva, si por la acumulación de dosis (o de
efectos) pierde ese carácter. En este caso, la conducta
continuada del sujeto se considerará causa del resultado
producido.
3 .- Más complicada será la respuesta cuando a la dosis
inocua de una sustancia nociva se acumulen otras dosis

213 Cerezo Mir, J., Curso de Derecho Penal español, cit., pág. 284.
86 Paz M. de la Cuesta Aguado

aportadas por otros sujetos sin conexión alguna con el


primero.
Veámoslo con ejemplos214: «El» realiza una emisión de
1 gramo de la sustancia «X»; «E2» emite de la misma
sustancia «X» 2 gramos; y «E3», en el mismo periodo de
tiempo que los anteriores, emite también 1 gramo de «X».
Se conoce, además, que la inhalación de más de 3,5
gramos en el aire de la sustancia «X» es nociva para la salud
y produce la enfermedad «K» o la muerte215.
La cuestión en estos supuestos es distinta a la que hemos
planteado en los epígrafes anteriores. Allí el problema era
que no se conocía, o bien la formulación de una ley universal
en la que pudiera subsumirse el supuesto de hecho en
cuestión, o bien la totalidad del proceso por el que surgía el
resultado. Ahora la determinación de la ley de cobertura no
es la cuestión problemática sino la atribución del resultado
a la acción de un determinado autor. Son los denominados
supuestos de causalidad acumulada o cumulati va, que en los
últimos años sirven de piedra de toque para verificar las
bondad de las distintas teorías sobre la causalidad.
En este caso, existe un resultado unitario que es conse­
cuencia de varios resultados individuales. Distinto de este
concepto de «efecto sumatorio» es el de efecto «sinergético»,
que se produce cuando de la combinación de distintas
sustancias surge un efecto nuevo. El efecto sinergético es un

214 En este caso será conveniente distinguir también varios supuestos distintos:
1.- Los autores El, E2 y E3, eran conscientes de la emisión de los otros
emitentes y actuaban sin autorización para realizar la emisión.
2.- Los autores El, E2 y E3, eran conscientes de la emisión de los otros
emitentes pero actuaban con autorización para realizar la emisión. La
cuestión de la consciencia sería indiferente para la relación de causalidad.
215 Winkemann, Th., Probleme der Fahrlessigkeit im Umweltstrafrecht.-Erlautert
anhand des § 324III StGB. Frankfut a. M., 1991, págs. 104 y 105.
La relación de causalidad en los delitos de... 87

único acontecimiento mientras que el efecto sumatorio


«resume conceptualmente un número determinado de acon­
tecimientos individuales»216.
Si es una misma persona quien realiza las emisiones o
liberación de las dosis en principio inocuas o poco lesivas,
como ya hemos dicho, no se plantearán ninguna cuestión,
pues se podrá tratar de una acción permanente en el tiempo.
La mayoría de la doctrina en estos supuestos coincide en
declarar la causalidad de la acción respecto del resultado217,
aunque la cuestión sería determinar «en concepto de qué»,
con lo que de nuevo volvemos a recurrir a criterios norma­
tivos.
Si se aplican las restricciones propuestas por quienes
siguen la teoría del resultado en su «concreta configura­
ción», la fórmula de la conditio sine qua non habría de ser
modificada en los siguientes términos: «cuando varios
factores pueden suprimirse mentalmente en forma alternativa
pero no cumulativa, sin que resulte afectado el resultado,
todas ellas son causa del mismo»218. Ahora bien, como
siempre que jugamos con hipótesis, surge la duda —y la
fórmula no funciona— cuando no sabemos cómo se hubiera
producido el resultado si hubiera faltado una de las accio­
nes. Y tampoco, como será lo normal, cuando la acumula­
ción de acciones provoque un resultado distinto al que
surgiría de no haber concurrido todas ellas.

216 Samson, E., «Kausalität- und Zurechnungsprobleme im Umweltstrafrecht»,


cit., päg. 629.
217 Horn, E., «Les problèmes de la causalité dans le domaine de la pollution de
l’air et de la sûreté des médicaments», cit., pâg. 168; Samson, E., «Kausalitât-
und Zurechnungsprobleme im Umweltstrafrecht», cit., pâg.628 ; Winkemann,
Th., Probleme der Fährlessigkeit im Umweltstrafrecht.- Erläutert anhand
des § 324 III, cit., päg. 105; Kleine-Cosack, E., Kausalitätsprobleme im
Umweltstrafrecht, cit., päg. 19
218 Véase en Mir Puig, S., Derecho Penal. Parte general, cit., päg. 238.
88 Paz M. de la Cuesta Aguado

Creo que la solución es, sin embargo, correcta (ya dije


que a idéntica conclusión, pero por distintas vías, llega la
doctrina dominante), porque cada una de las acciones es
«componente necesario de una condición suficiente»219. La
fórmula hipotética seguirá sirviendo aquí como método de
«falsación» o comprobación posterior, pero no como
fundamentación lógica a la solución.
En cuanto a la otra cuestión, «a título de qué» imputamos
la acción a su autor, es una cuestión que excede del ámbito
de la causalidad220.
4 .- De la misma forma se deben considerar causales las
acciones que provocan los denominados efectos sinergéticos,
lo mismo que si las sustancias (no las dosis), por separado,
son inocuas y unidas peligrosas221.
Son efectos sinergéticos los producidos por la combina­
ción e interacción de dos o más efectos derivados del poder
dinámico que ellos encierran, cuando por separado no
tienen capacidad alguna para la producción de tales efec­
tos222. Las dificultades se acentúan en estos supuestos para
la determinación de la causalidad cuando los efectos proce­
den de dos o más cadenas causales inocuas por separado y
cuando se utilizan sustancias novedosas; porque, en el
momento de su utilización, puede que no se conozcan
exactamente las consecuencias lesivas de la actuación con­
junta de los distintos efectos; o porque, incluso, puede no

219 Pupee, I., «Causalidad», cit., pág. 691.


220 En este sentido se manifiesta expresamente Gimbernat Ordeig, E.. Delitos
cualificados por el resultado y causalidad, cit., pág. 164, quien se inclina por
considerar que tales supuestos constituyen un ejemplo de error esencial sobre
el proceso causal.
221 Horn, E., «Les problèmes de la causalité dans le domaine de la pollution de
Pair et de la sûreté des médicaments», cit., pág. 168.
222 Véase Samson, E., «Kausalitats- und Zurechnungsprobleme im
Umweltstrafrecht», cit., pág. 629.
La relación de causalidad en los delitos de... 89

conocerse qué co-causas han producido sinergéticamente


los efectos.
5 .- Finalmente, como último grupo de casos, podríamos
cuestionamos si existe relación de causalidad entre la ac­
ción del funcionario «F», que autoriza a «El», «E2» y «E3»
a realizar la emisión de dosis inocuas de «X», sin comprobar
previamente, como es su obligación, la inocuidad o peligro­
sidad de la dosis conjunta, o incluso conociendo la lesividad
de esa dosis. En estos supuestos, hay que concluir que la
acción es causa del resultado, sin miedo a supuestas prohi­
biciones de retroceso. Ahora bien, este supuesto plantea a
otros niveles importantes problemas de dogmáticos, inclui­
da su tipicidad a efectos del artículo 347 bis del Código
Penal actual223.

5.- CONSIDERACIONES CRITICAS

El análisis de la protección de bienes jurídicos individua­


les frente a conductas peligrosas o lesivas contra el medio
ambiente nos obliga a afirmar que la protección penal
ofrecida por nuestro ordenamiento respecto a las lesiones de
bienes individuales mediante atentados al medio ambiente
es discriminadora y, sobre todo, sistemáticamente defectuo­
sa.

223 Luzón Peña. D.M., «Autoría e imputación objetiva en el delito imprudente:


valoración de las aportaciones causales. (Comentario a la Sentencia del
Tribunal Supremo de 27.1.1984), cit., pág. 276, advierte en este sentido que
la solución de los cursos causales irregulares o concurrentes, etc., no puede
depender exclusivamente de la presencia de algo empírico, el nexo causal,
sino fundamentalmente de criterios valorati vos jurídicos. Analiza en profun­
didad este tema de Vicente Martínez, R., en su libro Responsabilidad penal
del funcionario en los delitos contra el medio ambiente, Madrid, 1993.
90 Paz M. de la Cuesta Aguado

Es discriminadora porque el artículo 348 del Código


Penal sólo es aplicable a supuestos de producción de muer­
tes como consecuencia de conductas típicas contra el medio
ambiente, sin contemplar supuestos de lesiones contra las
personas que no sean mortales y de daños, tanto contra
objetos útiles al hombre como contra objetos
medioambientales.
Y sistemáticamente defectuosa porque una interpreta­
ción literal del precepto puede llevar a consecuencia absur­
das e injustas (como es la imposición de igual pena a los
resultados de muerte producidos tanto si la acción inicial es
dolosa como si es imprudente).
Pero, además, es que tampoco tiene utilidad práctica si
—en una interpretación correcta— se entiende que basta
solamente un resultado de muerte para completar el tipo del
artículo 348, debiendo acudir a concurso de delitos para la
sanción de las otras posibles muertes.
A idéntica técnica concursal habrá que acudir cuando
como consecuencia de acciones típicas contra el medio
ambiente se produzcan lesiones (contra la salud de las
personas) o daños contra bienes materiales, incluso, quizá
cuando éstos (daños) afecten a objetos del medio ambiente
tales como bosques, aguas, especies animales, etc.
Por ello, es razonable reclamar con la doctrina mayori-
taria el abandono de la técnica de los delitos cualificados por
el resultado y permitir el juego de las reglas generales,
opción por la que también se decantaba el Proyecto de
Código Penal de 1992, siempre que se considere que los
delitos de peligro contra el medio ambiente son delitos
autónomos de los delitos de lesión contra bienes individua­
les. En algunos supuestos esta solución también dará lugar
a situaciones de desigualdad cuando la gravedad de la
acción inicial fuera excesivamente peligrosa (como los
La relación de causalidad en los delitos de... 91

delitos por producción de peligros derivados de la utiliza­


ción ilícita de la energía nuclear). Pero para ello sería
preciso dotar de completa autonomía a la protección medio
ambiental respecto de la salud de las personas al efecto de
que los tipos de lesión contra bienes individuales no consu­
mieran, en aplicación de las reglas del concurso de leyes, a
los peligros ocasionados contra la salud de las personas.
Otra posible técnica sería la introducción de una cláusula
que impusiera la técnica de concurso de delitos cuando
como consecuencia de actuaciones imprudentes contra el
medio ambiente se produjeran lesiones.
Ahora bien, ninguna de las técnicas antedichas servirá
para aliviar las dificultades propias de la prueba del nexo
causal, por lo que para obtener una correcta protección de
los bienes jurídicos en juego será preciso completar la
protección jurídico penal mediante otras técnicas legales de
incriminación de conductas.
Cuando las lesiones o daños sean producidos por agre­
siones al medio ambiente, no típicas a efectos del artículo
347 bis del Código Penal —por ejemplo, porque la actividad
lesiva no infringiere ley o reglamento alguno— la conducta
seguirá siendo causa del resultado lesivo o mortal a efectos
de los tipos generales224.
Por todo ello, se puede concluir diciendo que «la protec­
ción jurídico penal que se basa solamente en la lesión de
bienes jurídicos clásicos no sirve para aprehender, o lo hace

224 Tajante Mestre Delgado, E.,»Límites constitucionales de las remisiones


normativas en materia penal» en ADPCP XLI (1988), pág. 523 y 524.
También en este sentido se pronuncia la doctrina e incluso la jurisprudencia
alemana en el caso sobre tapas de botellas (Sentencia de BGH de 13 de marzo
de 1975). Véase en Tiedemann, K., Poder económico y delito, cit., pág. 146.
92 Paz M. de la Cuesta Aguado

demasiado tarde, fuentes de peligros nuevos»225, porque,


primero, todavía no se conocen suficientemente las condi­
ciones específicas que van a provocar en un supuesto
determinado la lesión en atentado contra el medio ambiente
y, en segundo lugar, porque la constatación de la relación
causa-efecto plantea importantes problemas todavía desde
el punto de vista dogmático y de su aplicación práctica226.
Por ello, el legislador debe recurrir a ampliar la intervención
penal a momentos previos a la lesión y mediante el recurso
a otras técnicas de tipificación que contribuyan a evitar
lagunas en la protección. Esta extensión del ámbito de la
intervención penal queda doblemente justificada227 desde
un punto de vista preventivo general: por un lado, como
reiteradamente se ha puesto de manifiesto, porque el efecto
simbólico positivo del Derecho Penal actúa como
conformador de conductas y, por otro, en sentido material,
porque la mejor forma de prevenir es evitar la efectiva lesión
y en ello inciden especialmente los delitos de peligro.

225 Heine, G., «Verwaltungsakccesorietät des Umweltstrafrecht» en NJW 39


(1990), pág. 2430.
226 Heine, G., «Die Typisierung umweltschädlichen Verhaltens im internationalen
Vergleich —Kausalitäts— und spezifische Zurechnungsprobleme-» en
Internationalen Conference on Environmental Criminal Law, The Taiwan/
Roc Chapter (AIDPf Taiwan, 1992, pág. 367.
227 Y con ello se evitan críticas como la que hace Tamartt i Sumalla, J.M., «La
tutela penal de los intereses de los consumidores en la actividad publicitaria.
Problemas fundamentales» en CPC 41 (1990), pág. 328, cuando afirma que
actualmente se percibe en la doctrina una tendencia a reclamar una mayor
intervención penal en base al carácter simbólico sin saber con exactitud si tal
intervención va a ser efectiva o no.
Capítulo III
DELITOS DE PELIGRO
CONCRETO Y RELACION DE
CAUSALIDAD

1 .- LAS DISTINTAS MODALIDADES DE LA


TIPIFICACION DEL PELIGRO

L- Hasta ahora hemos analizado los específicos problemas


que plantea la relación de causalidad cuando como consecuen­
cia de una acción dirigida contra el medio ambiente se produce
una lesión. Pero el Derecho Penal en el ámbito del medio
ambiente debe mantener un carácter primordialmente preven­
tivo, tanto por su finalidad intrínseca —prevención general—
como por las especiales características de la materia regulada,
donde las consecuencias de la lesión pueden ser catastróficas
y, sobre todo, impredecibles. Por ello, el legislador español
opta por la protección de la vida, la salud de las personas y del
propio medio ambiente, frente a atentados contra éste, en fases
previas a la lesión228.
Por ello, ahora, nuestro estudio se va a centrar en la
problemática específica que plantea la prueba de la relación

228 Un análisis profundo de las posiciones doctrinales sobre los delitos de


peligro, puede encontrarse en la obra de Rodríguez Montañés, T., Delitos de
peligro, dolo e imprudencia, Madrid 1994.
94 Paz M. de la Cuesta Aguado

de causalidad en los delitos de peligro concreto (contra la


salud de las personas y contra el medio ambiente). Se trata
de delitos de resultado229, donde éste230 consiste básicamen­
te en la producción de una situación de peligro para el bien
jurídico protegido231. Junto a estos tipos de resultado se

229 Gómez Benítez, J.M., Teoría jurídica del delito. Derecho Penal. Parte
general, cit., pág. 167, en los que la relación de causalidad es un elemento del
tipo (págs. 172 y 173.); Mörenschlager, M., «Kausalitätsprobleme im
Umweltstrafrecht», cit., pág. 55; Peris Riera, J.M., «La primera sentencia
por delito ecológico, ¿una resolución histórica?», cit., pág. 97; Barbero
Santos. M., «Contribución al estudio diferencial de los delitos de peligro
abstracto», cit., pág. 486 ; Horn, E., Konkrete Gefährdungsdelikte, Colonia,
1973, pág. 143; deToledo, E.O./Huerta Tocildo, S., Derecho Penal. Parte
general, cit., pág. 365; Terradillos Basoco, J., Delitos de peligro y crimi­
nalidad económica, Ejemplar dactilografiado. Jerez de la Frontera, 1985,
pág. 32; Ranieri, S., Manual de Derecho penal. Parte general, Tomo I,
Traducción de la 4a edición italiana por J. Guerrero, Bogotá. 1975, pág. 316;
Tiedemann, K., «Umweltstrafrecht» en Handwörterbuch des
Umweltstrafrechts, Berlín, 1988, Tomo 2, N-Z, pág. 848.
230 El término resultado se utiliza en la doctrina al menos en tres sentidos: 1 .­
como manifestación externa de la acción; 2.- como elemento del tipo que se
agrega a la realización de la acción, 3.- como uno de los presupuestos del
juicio de desvalor propio de lo injusto (siguiendo la disertación de Laurenzo
Copello, P., El resultado en Derecho Penal, cit., págs. 129 y ss.). Entre las
diversas corrientes sólo hay un aspecto en el que parece alcanzarse un cierto
consenso y es en la idea de que el resultado típico es un suceso distinto de la
acción y vinculado a ésta por una relación de causalidad y, en su caso,
imputable objetivamente a ella; es decir, que se trata de un efecto típico
separable de la acción. Si bien esta definición no es suficiente para alcanzar
un concepto de resultado estructural, sí que lo es a los efectos de nuestra
investigación y nos ha servido de punto de partida.
231 Véase Terradillos Basoco, J., Delitos de peligro y criminalidad económica,
cit., pág. 28. En contra Rodríguez Ramos, L., «Fraudes alimentarios noci­
vos», cit., pág. 819, para quien en los delitos de peligro concreto «no tiene por
qué identificarse la necesidad de verificar la concurrencia de tal peligro con
la configuración del mismo como resultado de la acción, ni, en consecuencia,
estimarse precisa la probanza de un nexo causal entre conducta y peligro para
la salud de los consumidores, porque la salud pública o de los consumidores
es una abstracción con existencia puramente ideal»...«en consecuencia, el
peligro para la salud de los consumidores no es un efecto, sino una nota o
cualidad de la omisión o de la acción»...«cualidad que se predicará tras un
juicio de peligro en un terreno hipotético y no de verificación de una
causalidad real». A continuación, sin embargo, en el mismo volumen, en el
Delitos de peligro concreto y relación de causalidad 95

pueden distinguir supuestos en los que el peligro no consti­


; son los delitos de mera actividad,
tuye el resultado típico232233
donde la realización de la acción típica, por sí misma,
consuma el tipo. Finalmente, un tercer grupo vendría cons­
tituido por los que la doctrina alemana califica como
Eignungsdelikte™, o delitos de peligro concreto-abstrac ­
to234. Es decir, delitos en los que no es preciso que se constate
la producción de un resultado peligroso para el objeto
directamente protegido, sino que basta que la acción realizada

«Comentario al artículo 347 bis a) (Delitos contra el medio ambiente)», pág.


838, entiende que este artículo contiene un delito de peligro concreto donde
si se considera el peligro elemento del tipo habrá de probarse la relación de
causalidad entre acción y resultado, lo que no sucederá si se considera ese
«peligro» condición objetiva de penalidad. Pero, ahora, no se pronuncia
sobre qué es. Posteriormente, en 1990 en el comentario al mismo artículo 347
bis realizado en el Código Penal comentado de Rodriguez Ramos y Barja
Quiroga (coor.), cit., afirma expresamente que «el legislador español ha
preferido construirlo de delito de peligro concreto, pues las emisiones o
vertidos tienen que poner «en peligro grave la salud de las personas, o puedan
perjudicar gravemente las condiciones de vida animal, bosques, espacios
naturales o plantaciones útiles» (entrecomillado en el original).
232 Véase en este sentido Gómez Benítez, J.M., Teoría jurídica del delito.
Derecho Penal. Parte general, cit., págs 170 y 171.
233 Véase Brehm, W„ Zur Dogmatik des abstrakten Gefährdungsdelikts, Tubinga,
1973; Kleine-Cosack, E., Kausalitätsprobleme im Umweistrafrecht, cit.,
págs. 125, 147 y ss.; Steindorf, J., «Comentario al parágrafo 326, número
marginal 8» en Strafgesetzbuch, Leipziger Kommentar, cit.; Hoyer, A., Die
Eignungsdelikte, Berlin, 1987; Roxin, C., Strafrecht. Allgemeiner Teil. Der
Aufbau der Verbrechenslehre, cit., pág. 262, números marginales 119 y ss.
234 Así por ejemplo, los parágrafos 3261 n° 1 y 2. Véase, Cramer, P., «Comen­
tarios previos al parágrafo 306, parágrafo 306 y al título 27» en Strafgesetzbuch,
Schönke-Schröder (coor.), cit. Esta terminología es aceptada como válida
por gran parte de la doctrina alemana. Sin embargo, también con el mismo
significado se califican como delitos de idoneidad (en la doctrina alemana a
partir de la redacción legal de algunos preceptos contenidos en el capítulo 28
del Código Penal alemán, donde se exige que la acción «sea idónea» para la
creación del peligro); Schröder, H„ «Die Gefahrdungsdelikte im Strafrecht»
en ZStW 81 (1969), págs. 7 y ss.; del mismo «Abstrakt-konkrete
Gefährdungsdelikte» en JZ (1967), págs. 522 y ss. Sobre los orígenes y
evolución posterior de esta doctrina véase Brehm, W., Zur Dogmatik des
abstrakten Gefähdungsdelikts, cit. passim.
96 Paz M. de la Cuesta Aguado

«sea idónea» para poner en peligro235. Pero es precisamente


en la exigencia de comprobación de esa idoneidad donde
surgen, de nuevo los problemas causales.
Esta situación someramente descrita en el párrafo anterior
da lugar a que se articulen por la doctrina236 una pluralidad de
binomios para calificar la misma realidad237. En el fondo, lo

235 La proliferación de este tipo de delitos, así como la crítica de los delitos de
peligro abstracto y la propia teoría de la imputación objetiva, son manifestacio­
nes (según Torio López, A., «Fin de protección y ámbito de prohibición de la
norma», cit., pág. 387,) de la crisis del método teleológico valorativo que en las
últimas décadas estaría siendo sustituido por un modelo objetivo final.
236 Terradillos Basoco, L, Delitos de peligro y criminalidad económica, cit.,
págs. 28 y ss.; Ranieri, S., Manual de Derecho Penal. Parte general, cit., pág.
319.
237 Véase al respecto Escrivá Gregori, J.M., La puesta en peligro de bienes
jurídicos en Derecho Penal, cit., págs. 69 y ss. Así se habla de peligro
implícito y explícito (según que la exigencia del peligro venga «explicitada»
en la ley o no se requiera «tal explicitación por desprenderse de las propias
palabras de la ley» —pág. 70—); delito de peligro efectivo/concreto y delito
presunto; Nuvolone, PII sistema del diritto penale, Padua, 1975, pág. 225;
Antolisei, F., L’azione el 'evento, Milán, 1928, págs. 141 a 143; Mantovani,
F., «Il principio di offensività del reato nella Costituzione» en Scritti in onore
di C. Mortati, Voi IV, Milán, 1977, págs. 468 y ss.; Pantalano, V.,
Significato e limiti della dogmatica del reato di pericolo, Ñapóles, 1975, pág.
86; Vasalli, G., «Considerazioni sul principio di offensività» en Scritti in
memoria di V. Pioletti, Milán, 1982, págs. 651 y ss.; Véase, en contra de esta
última categoría entre otros, Bustos Ramírez, L, Manual de Derecho Penal
español. Parte general, cit, pág. 165;ReyHuidobro, L., «El delito de tráfico
de estupefacientes (su inserción en el ordenamiento penal español)», Barce­
lona, 1987, pág. 88); Gallo, M., «I reati di pericolo» en IIforo penale ( 1969),
pág. 8; Mantovani, F., Diritto Penale. Parte generale, 2a ed., Padua, 1988,
pág. 225; Brehm, W,,ZurDogmatik des abstrakten Gefdhrdungsdelikts, cit.,
pág. 38; Angioni, F., Contenuto e funzioni del concetto di bene giuridico,
Milán, 1983, pág. 108. Se distingue también entre delitos de peligro concreto
y de peligro abstracto. Véase en este sentido Schünemann, B., «Moderne
Tendenzen in der Dogmatik der Fahrlássigkeits und Gefáhrdungsdelikte» en
JA (1975), págs. 792 y ss., o Muñoz Conde, F., Derecho Penal. Parte
especial, cit., pág. 422; Rodríguez Devesa, J.M., Manual de Derecho Penal
español. Parte general, 13 a ed., revisada y puesta al día por A. Serrano
Gómez, Madrid, 1990, pág. 428. O de peligro potencial o peligro presunto (de
Toledo y Ubieto, E.O./ Huerta Tocildo, S., Derecho Penal. Parte general,
2a ed., Madrid, 1986, págs. 364 y ss.; Rey Huidobro, L., El delito de tráfico
Delitos de peligro concreto y relación de causalidad 97

que se debate es la existencia en los códigos penales de


preceptos cuya desaparición resulta impensable pese a su
dudoso contenido material de lesividad238 pero que, por otro
lado, solucionan problemas prácticos de aplicación de los tipos
penales al prescindir de la exigencia de la constatación de un
atentado contra un bien jurídico protegido y, con ello, de la
prueba del nexo causal entre la acción y el resultado239.
Para salvar las críticas, según las cuales con estos tipos
se quiebra el principio de culpabilidad, parte de la doctrina
exige, como mínimo, la posibilidad de admitir prueba en
contra de la peligrosidad cuando de las circunstancias
particulares del caso resulte que el comportamiento nunca
pudo producir una efectiva lesión —por no ser apto o idóneo
para ello—240 (lo que en ocasiones constituiría una velada

de estupefacientes (su inserción en el ordenamiento penal español), cit., pág.


87).
238 Torío López, A., «Los delitos de peligro hipotético. (Contribución al estudio
diferencial de los delitos de peligro abstracto)» en ADPCP XXXIII (1981),
pág. 826; Terradillos Basoco, J., Delitos de peligro y criminalidad econó­
mica, cit., págs. 37 y 38; Rey Huidobro, L., El delito de tráfico de estupefa­
cientes (su inserción en el ordenamiento penal español), cit., pág. 92,
justifica la construcción de delitos de mera conducta en exigencias de defensa
social.
239 Torio López, A, «Los delitos de peligro hipotético. (Contribución al estudio
diferencial de los delitos de peligro abstracto)», cit., pág. 827.
240 Véase sobre el tema, centrado en el ámbito del medio ambiente, con los
problemas específicos que plantea, entre otros, Schittbnhelm, U., «Probleme
der Umweltgefährdung der Abfallbeseitigung nach & 326 StGB» en GA
(1983), págs. 310 y ss.; Horn, E., «Comentario previo al parágrafo 306,
número marginal 17» en Strafgesetzbuch, Leipziger Kommentar, cit.;
Laufhütte, H./ Möhrenschlager, M., «Umweistrafrecht in neuer Gestalt»
en ZStW 92 (1980), pág. 960; Rogall, K., «Das Gesetz zur Bekämpfung der
Umweltkriminalität (18 Strafrechtsänderungs Gesetz)» en JZ-GD (1980),
pág. 110; del mismo, «Gegenwartsprobleme des Umweltstrafrechts», cit.;
Schünemann, B., «Moderne Tendenze in der Dogmatik der Fahrlässigkeits
undGefährdungs delikte», cit, pág. 787; Wolter, J., Objektive undpersonale
Zurechnung von Verhalten, Gefahr und Verletzung in einem Funktionären
Straftatsystem, Berlin, 1981, pág. 283; Tiedemann, K., Die Neuordnung des
Umweltstrafrechts, cit., pág. 37; Triffterer, O., Umweltstrafrecht, Einführung
98 Paz M. de la Cuesta Aguado

inversión de la carga de la prueba)241. Pero esta solución no


deja de despertar susceptibilidades derivadas de posibles
lesiones al principio in dubio pro reo y, sobre todo, al
mandato constitucional de presunción de inocencia, por lo
que algunos autores proponen convertir la prueba en contra
de la no peligrosidad en causa de exclusión de la penalidad
o condición objetiva de penalidad242. En esta línea y, para
evitar la excesiva amplitud del tipo, Terradillos Basoco
propone exigir, junto a la situación de peligro, la concurren­
cia de alguna otra condición. Por ejemplo, de una condición
objetiva de punibilidad o que el desistimiento comporte la
impunidad243.
Todo ello implica ya el abandono del tradicional concep­
to residual de delito de peligro abstracto244, de forma que
sólo serán admisibles en un ordenamiento democrático de
derecho aquellos delitos en los que el tipo no reclama la
producción de un peligro efectivo, pero sí una acción apta
para producir un peligro al bien jurídico como elemento
material integrante del tipo de delito, a los que Torío López
propone denominar delitos de peligro hipotético.
Así pues, cuando el legislador decida adelantar la protec­
ción penal mediante el recurso a tipos de peligro, podrá
optar entre la utilización de delitos de peligro concreto, que

und Stellungnahme zum Gesetz zur Bekämpfung, Baden-Baden, 1980, págs.


214 y ss.; Winkelbauer, W., Zur Verwaltungsakzessorietät des
Umweltstrafrechts, Berlin, 1985, págs. 49 y ss.
241 Sobre la ilegalidad de los delitos de peligro abstracto y la problemática de su
transformación en delitos de peligro presunto, véase de Toledo y Ubieto,
E.O., «Notas para el estudio de los fraudes alimentarios en derecho penal» en
RFDUC 57 (1979), pág. 65.
242 Kleine-Cosack, E., Kausalitätsprobleme im Umweltstrafrech, cit., pág. 154.
243 Terradillos Basoco, J., Delitos de peligro y criminalidad económica, cit.,
pág. 52.
244 Torio López, A., «Los delitos de peligro hipotético. (Contribución al estudio
diferencial de los delitos de peligro abstracto)», cit., págs. 826 y ss.
Delitos de peligro concreto y relación de causalidad 99

constituyen delitos de resultado245, en la medida en que es


necesaria para la consumación del delito la efectiva puesta
en peligro de los objetos de protección, y delitos de peligro
hipotético. Ello planteará problemas de prueba de la rela­
ción de causalidad, pero es preferible —se dice— porque
«por lo menos conecta la intervención del Derecho Penal al
sustrato material del bien jurídico»246.
No faltan autores para quienes la distinción entre delito
de peligro concreto y delito de peligro abstracto se realiza a
partir de la consideración del delito de peligro concreto
como de resultado y del delito de peligro abstracto como de

245 En este punto, en que los delitos de peligro concreto son delitos de resultado
(y que por tanto para la consumación es necesario probar la efectividad del
peligro sobre el bien jurídico y la relación causal entre conducta y resultado
peligroso), está de acuerdo la mayoría de la doctrina. Así, Barbero Santos, M.,
«Contribución al estudio diferencial de los delitos de peligro abstracto» en
ADPCP XXVI (1973), pág. 486; de Toledo, E.O./ Huerta Tocildo, S.,
Derecho Penal. Parte general, cit., pág. 365; Terradillos Basoco, J., Delitos
de peligro y criminalidad económica, cit., pág. 32; Peris Riera, J.M., «La
primera sentencia por delito ecológico, ¿una resolución histórica?», cit., págs.
95 y ss.; Horn, E., Konkrete Gefährdungsdelikte, cit., pág. 143; Ranieri, S.,
Manual de Derecho Penal. Parte general, cit., Tomo I, pág. 316; Tiedemann,
K., «Umweltstrafrecht» en Handwörterbuch des Umweltstrafrechts, cit.,
Tomo 2, N-Z, pág. 848; del mismo, «Examensklausur Strafrecht. Fall zu
Fragen des Allgemeinen Teils und des Umweltstrafrechts», JURA (1982),
págs 377 y ss.; Schünemann, B., «Moderne Tendenzen in der Dogmatik der
Fahrlässigkeits und Geiahrdungsdelikte», cit., pág. 793; Lackner, K., Das
Konkrete Gefährdungsdelikte im Verkehrsstrafrecht, Berlin, 1967; Parodi, G.,
I reati di pericolo tra dogmática e politica crimínale, Milán, 1990.
246 Boix Reig, J./ Orts Berenguer, E./ Vives Antón, T.S., La reforma penal de
1989, cit., pág. 81: «Varios factores contribuyen a reforzar esa evolución. De
una parte, el progreso técnico tiene lugar mediante procesos, aparatos e
instalaciones, cuyo funcionamiento comporta riesgos de una gravedad hasta
ahora inimaginable; de otra, el avance del conocimiento proporciona, a la
vez, técnicas de control de las catástrofes; y, finalmente, bajo el Estado social
o Estado de bienestar, se ha desarrollado una demanda de seguridad material
tan fuerte (en ocasiones parece, incluso, excesiva) que obliga a los poderes
públicos a demostrar un interés en la prevención de peligros desconocido
para la mentalidad política del siglo XIX, bajo la que fueron trazadas las
líneas maestras de nuestro Código Penal».
100 Paz M. de la Cuesta Aguado

mera actividad247. Ahora bien, mientras que la distinción


entre delito de peligro concreto y delito de peligro abstracto
se realiza en base a la entidad del ataque al bien jurídico248,
la distinción entre delitos de resultado y mera actividad (o
inactividad), atiende a la producción o no de un resultado
entendido como lesión o puesta en peligro de bienes jurídi­
cos249.
La jurisprudencia distingue entre delitos de peligro con­
creto, en los que es necesaria la demostración o prueba
específica de que el peligro existió, y delitos de peligro
abstracto (considerados como delitos de peligro presunto)
en los que, en base a aquella presunción tipificada legalmen­
te, sería punible la realización, sin más, del comportamiento
típico250.
II .- La importancia práctica de la distinción peligro
concreto-peligro abstracto estriba en que, mientras en los
primeros habría que probar tanto la realización de la con­
ducta prevista como peligrosa como la existencia del peli­
gro, en los segundos bastaría con la realización de la
conducta, no siendo necesaria la prueba del peligro251.
Por ello, parte de la doctrina252 reclama como única vía
de protección efectiva, sobre todo en aquellos ámbitos

247 Mir Puig, S., Derecho Penal. Parte general, cit., pág. 224.
248 Sobre la cuestión del criterio de si la lesión o peligro ha de ir referida al bien
jurídico o al objeto de la acción, véase supra.
249 de Toledo y Ubieto, E.O./ Huerta Tocildo, S., Derecho Penal. Parte
general, cit., pág. 365. También Terradillos Basoco, J., Delitos de peligro
y criminalidad económica, cit., pág. 32.
250 Veánse en este sentido, entre otras, Sentencias del Tribunal Supremo (Sala
II) de 20 de junio de 1989yde31 de enero de 1984.También Hurtado Pozo,
J., Droit pénal. Parte spéciale 1, Infractions contre la vie et l’intégrité
corporelle, 2 ed., Friburgo (Suiza) 1991, pág. 145.
251 Muñoz Conde, F., Derecho Penal. Parte especial, cit., pág. 451.
252 Véase en este sentido, Tiedemann, K., Poder económico y delito, cit., págs.
147 y 148; del mismo, «Umweltstrafrecht», cit., pág. 850; del mismo,
Delitos de peligro concreto y relación de causalidad 101

donde las consecuencias lesivas de las conductas no se


pueden conocer en su totalidad y no aparecen sino años
después, el recurso a tipos de peligro abstracto.
Ante las dificultades de la prueba del nexo causal entre
la conducta realizada y el resultado peligroso (o lesivo)
producido, así como la complejidad de la definición de
conductas lesivas o peligrosas respecto de bienes jurídicos
supraindividuales o macrosociales, e incluso de carácter
individual cuando el sujeto pasivo no se encuentra perfec­
tamente determinado en el tipo o tiene carácter «fungible»253,
cierto sector doctrinal reclama el recurso a delitos de peligro
abstracto254 y a la accesoriedad respecto del Derecho admi­

«Relación entre Derecho Penal y autorización jurídico-administrativa. El


ejemplo del Derecho Penal del ambiente» en Protección internacional del
medio ambiente y delito ecológico, Bilbao, 1987, pág. 221. Backes, O.,
«Fehlstart im Umweltstrafrecht» en ZRP 10 (1975), pág. 229; del mismo,
«Umweltstrafrecht» en./Z11-12 (1973), pág. 339; Freiherr von Lersner, H„
«Die Scheinbar irrelevanten Mengen im Umweltrecht» en Festgabe zum 10
jahringen Jubiläum der Gesellschaft für Rechtspolitik. Freiheit und
Veranwortung im Verfassungsstaat, Munich, 1984, pág. 261; Rogall, K.,
«Gegenwartsprobleme des Umweltstrafrechts», cit, pág. 518.
253 González Rus, J.J. Los intereses económicos de los consumidores, Protec­
ción penal, Madrid, 1986, págs. 84 y 85.
254 Así Herrmann, J., «Die Rolle des Strafrechts beim Umweltschutz» en ZStW
91 (1979), pág. 294; Laufhütte, H./Möhrenschlager, M., «Umweltstrafrecht
in neuer Gestalt», cit., págs. 917 y ss.; Bacigalupo, E., «La instrumentación
técnico-legislativa de la protección penal del medio ambiente» en Estudios
Penales y Criminológicos V, Santiago de Compostela, 1981, pág. 203; sobre
el artículo 347 bis del Código Penal español, Tiedemann, K., Poder econó­
mico y delito, cit., pág. 141. También se propugna el recurso a estos tipos de
peligro en base a otras razones. Así Pérez Alvarez, F., Protección penal del
consumidor. Salud pública y alimentación (análisis del tipo objetivo del
delito alimentario nocivo), Barcelona, 1991, pág. 65; Rodríguez Ramos, L.,
(«Protección penal del ambiente», cit., pág. 275), en cambio, estima que estos
delitos deben ser observados como delitos de mera actividad, pues «una cosa
es la presencia o ausencia de resultados y de nexo causal y otra que tal
conducta, con o sin resultado, lesione el bien jurídico medio ambiente o sólo
lo ponga en peligro». Conviene recordar también en este punto la novena
recomendación del XIII Congreso Internacional de la Asociación Intemacio-
102 Paz M. de la Cuesta Aguado

nistrativo255, rechazando tanto la posibilidad de delitos de


peligro concreto como de delitos de lesión256 .
Pero estos problemas tampoco se subsanan cuando se
recurre a lo que la doctrina alemana denomina como delitos
de peligro abstracto-concreto (delitos de idoneidad abstrac­
ta) en los que se exige «idoneidad lesiva». Al contrario, más
bien se complican si los consideramos, como hace en
Alemania la doctrina mayoritaria, delitos de resultado257,

nal de Derecho Penal, celebrada en El Cairo en 1984, sobre «el concepto y


los principios fundamentales del Derecho Penal Económico y de la Empre­
sa». En este sentido y a efectos de paliar las dificultades probatorias que se
plantean en estos casos, la reforma penal del Código Penal alemán introdu­
cida por la ley alemana de reforma del Código Penal para la lucha frente a la
criminalidad contra el ambiente de 28 de mayo de 1980 recurre en su mayor
parte a la construcción de tipos de peligro cada vez más alejados de la lesión,
pues —en palabras de de la Cuesta Arzamendi, J.L. en «La Ley alemana de
reforma del Código Penal para la lucha frente a la criminalidad contra el
ambiente» en CPC 18(1982), pág. 654— «dadas las dificultades de consta­
tación y prueba a corto plazo de los efectos de ataques contra el ambiente —-
resultado también, con frecuencia de la acumulación en el tiempo y el espacio
de varias acciones independientes—, la exigencia de un daño real, de una
lesión concreta, hubiera tenido como corolario la imposible aplicación
práctica de las nuevas disposiciones y, en consecuencia, la no protección del
ambiente desde una perspectiva penal».
255 Rogall, K„ «Gegenwartsprobleme des Umweltstrechts», cit., pág. 10. En
doctrina española véase, González Guitian, L., «Sobre la accesoriedad del
Derecho Penal en la protección del ambiente» en Estudios Penales y
Criminológicos XIV (1989-90), pág. 118. En contra de esta postura, si bien
ciertamente de forma minoritaria se pronuncia Mestre Delgado, E., «Lími­
tes constitucionales de las remisiones normativas en materia penal», cit., pág.
527, para quien el Derecho Administrativo no necesita de la protección
ulterior penal «pues ya ha demostrado su capacidad de protección» y puesto
que el Derecho Penal está llamado a cumplir más altos fines». Véase sobre
el tema Bacigalupo, E., Estudios sobre la parte especial del Derecho Penal,
cit., pág. 206.
256 Kleine-Cosack, E., Kausalitätsprobleme im Umweltstrafrecht, cit., págs. 63
y 80; Tiedemann, K, Die Neuordnung des Umweltstrafrecht, cit., pág. 29.
Véase también Terradillos Basoco, L, Delitos societarios (El Derecho
penal en las sociedades mercantiles a la luz de nuestra adhesión a la CEE),
Madrid, 1987, pág. 55.
257 Tiedemann, K., Die Neuordnung des Umweltstrafrecht, cit., pág. 29.
Delitos de peligro concreto y relación de causalidad 103

pues en estos casos habrá que definir aún qué criterios deben
manejarse para la determinación de la idoneidad.
Todas estas cuestiones plantean la duda, quizá latente en
la mayor parte de la doctrina, de si en los tipos de peligro la
prueba de la relación causal no impedirá la efectiva protec­
ción de los importantes bienes jurídicos que se pretende
proteger por constituir una auténtica «probado diabóli­
ca»2^.
III .- La problemática de la causalidad en el medio
ambiente, como ya hemos advertido, no es exclusiva ni
específica de esta materia, pero es que además estos proble­
mas, como también destaca Samson258 259, no surgirán para
todos los posibles delitos tipificados en el Derecho Penal del
medio ambiente.
No se plantearán problemas de causalidad cuando los
tipos penales tipifiquen conductas derivadas del incumpli­
miento de la autorización o la orden administrativa. En
Alemania en concreto aparecen en la aplicación del artículo
324 del Código Penal alemán, en la de los delitos de peligro
concreto y delitos de peligro abstracto-concreto260 y en la del

258 Mantovani, F., «II principio di offensivitá del reato nella costituzione», cit.,
pág. 470. También en Diritto penale, cit., pág. 226.
259 Samson, E., «Kausalität- und Zurechnungsprobleme im Umweltstrafrecht»,
cit., pág. 620.
260 En concreto los artículos 330 y 325 del Código Penal alemán que dicen:
Artículo 325. contaminación de la atmósfera y producción de ruidos.
1) Será castigado con privación de libertad de hasta cinco años o con multa
quien con infracción de reglamentos produjera con sus instalaciones, estable­
cimiento industrial o maquinaria:
1 .-Modificaciones en la composición natural de la atmósfera, particularmen­
te mediante la liberación de polvo, gases, vapores o materias olorosas que
sean apropiadas para causar daño a la salud de las personas o a los animales,
plantas u otros objetos de relevante valor, más allá del ámbito perteneciente
al propio establecimiento.
2.- Causará ruidos apropiados para dañar —más allá del ámbito del estable­
cimiento— la salud de otras personas.
104 Paz M. de la Cuesta Aguado

artículo 326, párrafo 5 de dicho Código, el cual contiene una


cláusula de exclusión de conductas insignificantes
(Geringfügigkeitsklauser) 26'.
Las cuestiones que se derivan de la aplicación de esta
cláusula de insignificancia tampoco son específicas del Dere­
cho Penal del medio ambiente (aunque en este ámbito planteen
cuestiones peculiares)262, sino que se presentan con carácter
general siempre que se prevea legalmente cláusulas similares.

2.- LA NOCION DE PELIGRO EN LOS DELI­


TOS DE PELIGRO CONCRETO
Peligro, en sentido jurídico, es la posibilidad de que
acontezca un mal. Es a este mal para el bien jurídico al que

El párrafo 1 no es de aplicación a vehículos automóviles, ferrocarriles,


aeronaves y embarcaciones.
2) la tentativa es punible.
3) Si el autor actúa imprudentemente la pena será de privación de libertad de
hasta dos años o multa.
4) Infringe deberes administrativos en el sentido del párrafo 1, quien
contraviene con imprudencia grave una orden con instrucción firme que sirva
a la protección del medio ambiente, o pone en funcionamiento una instalación
o establecimiento sin la preceptiva autorización administrativa o contra una
orden de suspensión de actividades dictada a tal fin.
Artículo 326 5.
«El hecho no será punible cuando pueda excluirse de modo manifiesto que
el vertido de residuos, por su poca cantidad, vaya a producir efectos dañosos
en el emedio ambiente y, en particular, sobre las personas, las aguas, la
atmósfera, el suelo o la flora y la fauna alimentaria.
(Traducción extraída de Roxin, C./ Arzt, G./Tiedemann, K„ Introducción al
Derecho penal y al Derecho penal procesal, Barcelona, 1989, págs. 113 y
114).
261 Samson, E., «Kausalität- und Zurechnungsprobleme im Umweltstrafrecht»,
eit., pág. 620; Möhrenschlager, M., «Kausalitätsprobleme im
Umweltstrafrecht des Strafgesetzbuches», cit., pág. 49.
262 Samson, E., «Kausalität- und Zurechnungsprobleme im Umweltstrafrecht»,
cit., pág. 624.
Delitos de peligro concreto y relación de causalidad 105

se ha de referir necesariamente la noción de peligro, pues,


como diría Terradillos Basoco, hablar de peligro en senti­
do abstracto, no tiene sentido263. Así se afirma que la noción
de «peligro» no es autónoma264, en la medida en que,
indefectiblemente, ha de ir referida al concepto de bien
jurídico265, en cuya prevención frente a posibles lesiones
encuentra su fundamento266, sin que sea preciso para la
consumación del delito la destrucción o menoscabo del
objeto de la acción267 si, no que bastará con que se origine
una situación de riesgo268.
Para Jescheck, debe entenderse por peligro «el estado
desacostumbrado y anormal en el que, para un observador
experto puede aparecer como probable a la vista de las
concretas circunstancias actuales la producción de un daño
cuya posibilidad resulta evidente»269.

263 Terradillos Basoco, J., Delitos de peligro y criminalidad económica, cit.,


pág. 20.
264 Escrivá Gregori, J.M., La puesta en peligro de bienes jurídicos en el
Derecho Penal, cit., pág. 17.
265 Rodríguez Mourullo, G., La omisión de socorro en el Código Penal,
Madrid, 1966, pág. 165;
266 Bustos Ramírez, J., «Los delitos de peligro» en Control social y sistema
penal. Barcelona, 1987, pág. 323.
267 Barbero Santos, M., «Contribución al estudio de los delitos de peligro
abstracto», cit, pág. 488; Jescheck, H.H., Tratado de Derecho Penal. Parte
general, cit., pág. 358; Torio López, A., «Los delitos de peligro hipotético.
(Contribución al estudio diferencial de los delitos de peligro abstracto)», cit.,
pág. 826.
268 Barbero Santos, M., «Contribución al estudio de los delitos de peligro
abstracto», cit., pág. 489; Cuello Contreras, J„ «La actualización del
Código Penal en materia de delitos y faltas contra la vida, la integridad de las
personas y su puesta en peligro. Especial referencia a la imprudencia en el
ámbito automovilístico» en Poder Judicial, especial XII (1990), Jomadas de
estudio sobre la nueva reforma del Código Penal, pág. 137; Pavón
Vasconcelos, F./ Vargas López, G., Los delitos de peligro para la vida y la
integridad corporal, 5a ed., México, 1987, pág. 14; Ortego Costales, J.,
«Bien jurídico, lesión y peligro» en Libro homenaje al Profesor José Antón
Oneca, Salamanca, 1982, pág. 427.
269 Jescheck, H.H., Tratado de Derecho Penal. Parte general, cit., pág. 358.
También en este sentido Rey Huidobro, L., El delito de tráfico de estupefa­
106 Paz M. de la Cuesta Aguado

Ese peligro según Kindháuser270 ha de ser desconocido


y no buscado por quien lo va a sufrir, de forma que no pueda
evitar el daño actuando de forma intencional. Siguiéndole,
Kleine-Cosack pone el siguiente ejemplo: si «E» quiere
envenenar a «A» y para ello le hecha cianuro en el té, cuando
«A» va a tomar el té se encuentra en una situación de peligro
concreto. Distinta es la situación cuando «A» quiere suici­
darse, porque en este caso «A» es dueño de los hechos. En
este sentido el peligro concreto significa que se puede hacer
una prognosis positiva de lesión271.
En el concepto de peligro, desde un punto de vista
material272, se podrían distinguir, según entiende la doctrina
mayoritaria, dos aspectos; en primer lugar, la posibilidad o
probabilidad de un resultado (lesivo)273 que supone el peli­

cientes (su inserción en el ordenamiento penal español), cit., pág. 85);


Muñoz Conde, F. (Derecho Penal. Parte especial, cit., pág. 422), prescinde
de la nota de la excepcionalidad y así considera que «por peligro hay que
entender la probabibilidad de que se produzca una lesión o menoscabo del
bien jurídico protegido». Esta probabilidad es un juicio que debe emitirse en
el momento de realizarse la acción o cuando se omite esa realización, es decir,
es un juicio a priori. El juzgador debe tener en cuenta si, en el momento en
que se realizó u omitió la acción, se alteraron desfavorablemente las proba­
bilidades normales de que se produjera la lesión de un bien jurídico. Ranieri,
S., Manual de Derecho Penal. Parte general, cit, pág. 318.
270 Kindháuser, K. Gefahrdungsdelikte im Strafrecht, Reschtstheoretische
Untersuchungen zur Dogmatik der abstrakten und der konkreten
Gefahrdungsdelikte, Friburgo de Brisgovia, 1986, pág. 176
271 Kleine-Cosack, E., Kausalitdtsprobleme im Umweltstrafrecht, cit., pág. 58.
272 En el sentido de que la acción peligrosa no es solamente formalmente
antijurídica, sino que también lo es en cuanto que «conmociona» o afecta —
de forma negativa— a un bien jurídico. Terradillos Basoco, J„ Delitos de
peligro y Criminalidad económica, cit., pág. 20; También Cobo del Rosal,
M./ Vives Antón, T.S., Derecho Penal. Parte general, cit, pág. 373;
Rodríguez Devesa, J.M., Derecho Penal español. Parte general, cit., pág.
427; Torío López, A., «Los delitos de peligro hipotético. (Contribución al
estudio diferencial de los delitos de peligro abstracto)», cit., pág. 825. Sobre
las opciones posibilidad/probabilidad, véase también Baigun, D., Los delitos
de peligro y la prueba del dolo, Buenos Aires, 1967.
273 Escrivá Gregori, J.M., La puesta en peligro de bienes jurídicos en el
Derecho Penal, cit., pág. 18; Kleine-Cosack, E„ Kausalitatsprobleme im
Delitos de peligro concreto y relación de causalidad 107

gro concreto y que conlleva, en segundo lugar, una situación


de tensión o anormalidad para el bien jurídico.
Para poder determinar en qué situación se puede hablar
de peligro concreto y en cuál no, tiene especial importancia
la intensidad del peligro producido. Durante algún tiempo
la doctrina debatió si para que la conducta pudiera ser
considerada peligrosa era preciso una cierta probabilidad
de lesión, o bien bastaba la mera posibilidad274. Estas
discusiones resultaron finalmente infructuosas275, entre otras
razones, porque para emitir un juicio de peligro será preciso
partir en cada caso276 de las concretas circunstancias277, de
«las exigencias típicas no en relación al peligro en sí, sino
a la circunscripción de las consecuencias lesivas o dañosas
a que el peligro puede dar lugar»278; y habrá de tenerse en
cuenta la naturaleza del área vital enjuego y la importancia
de los bienes jurídicos protegidos279. La opinión mayorita-

Umweltstrafrecht, cit., págs. 57 y ss., citando a KINDHÁUSER; Gusy, CH.,


«Wirklichkeit» in der Rechtdogmatik» en JZ 5 (1991), págs. 213 y ss.
274 Véase Ranieri, S. Manual de Derecho Penal. Parte general, cit., Tomo I,
pág. 318. Terradillos Basoco, L, Delitos de peligro y criminalidad econó­
mica, cit., págs. 23 y ss; Gallo, M., «Consideraciones sobre los delitos de
peligro» en Homenaje al Profesor Luis Jiménez de Asúa. Problemas Actua­
les de las Ciencias Penales y la Filosofía del Derecho, Buenos Aires, 1970,
págs. 654 y ss.
275 Véase al respecto; Beristain Ipiña, A., «Resultado y delitos de peligro» en
Cuestiones Penales y criminológicas, Madrid, 1979, pág. 270. (También en
Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid, vol XII,
núm. 34, 35 y 36 (1969), págs. 445 y ss.); Escrivá Gregori, J.M., La puesta
en peligro de bienes jurídicos en Derecho Penal, cit., págs. H y ss.
276 Córdoba Roda, L, «Les délits de mis en danger», Informe nacional presen­
tado al coloquio preparatorio del X Congreso Internacional de Derecho Penal
(Roma, mayo 1968) en Revue Internationale de droitpenal 1-2(1969), págs.
360.
277 TorIo López, A.,»Los delitos de peligro hipótetico. (Contribución al estudio
diferencial de los delitos de peligro abstracto)», cit., pág. 843.
278 Escrivá Gregori, J.M., La puesta en peligro de bienes jurídicos en Derecho
Penal, cit., págs. 33 y 34.
279 Schünemann, «Modeme Tendenzen in der Dogmatik der Fahrlássigkeits und
Gefáhrdungsdelikte», cit., págs. 787 y 796; Klbine-Cosack, E.,
Kausalitatsprobleme im Umweltstrafrecht, cit., pág. 60.
108 Paz M. de la Cuesta Aguado

ría hoy en día es que, a priori —pese a tratarse de un


concepto normativo280—, no puede determinarse qué coefi­
ciente exacto de peligrosidad convertirá la conducta en
típica281. Será la decisión judicial282 la que realizando un
juicio de valor en el ámbito del deber-ser, concluirá cuándo
en el supuesto concreto ha existido una conducta cuya
peligrosidad excede el riesgo permitido283.
Por ello es importante matizar284285
que el juicio de valor ha
de consistir en una prognosis posterior ex ante™, con
independencia de que a posteriori se produjera efectiva­

280 Bustos Ramírez, L, «Los delitos de peligro» en Control social y sistema


penal, cit., pág. 323 (nota 1);EscriváGregori, J.M.,£a puesta en peligro de
bienes jurídicos en Derecho Penal, cit., pág. 105.
281 Torío López, A., «Los delitos de peligro hipotético (Contribución al estudio
diferencial de los delitos de peligro abstracto)», cit., pág. 842.
282 Sobre a que criterios objetivos es preciso recurrir para la determinación ex­
ante del peligro, véase Escrivá Gregori, J.M., La puesta en peligro de bienes
jurídicos en Derecho Penal, cit., págs. 85 y ss.
283 Unicamente cabe deducir de la exigencia de una acción peligrosa que las
acciones carentes de peligrosidad material no pueden ser incluidas en él.
Algunos autores consideran que esta indeterminabilidad previa conlleva una
importante falta de certeza en su aplicación (Fiandaca, G., «La tipizzazione
del pericolo» en Beni e tecniche delta tutela penóle. Materiali per la riforma
del codice, Roma, 1987, pág. 49), con la consiguiente inseguridad jurídica
para el destinatario de la norma (Petrini, D., Reati di pericolo e tutela della
salute dei consumatori, Milán, 1990, pág. 86).
284 Aunque más adelante lo analizaremos detenidamente.
285 Pensó, G., II pericolo nella teoría generóle del reato, Milán, 1976, pág. 1;
Silva Sánchez, J.M., «Recensión a Schünemann, B., Die deutschsprachige
Strafrechtswissenschaft nach der Strafrechtsreform im Spiegel des Leipziger
Kommentars und des Wiener Kommentars, 1. Teil: Tatbestands- un
Unrechtslehre» en ADPCP XL (1987), pág. 543. Ranieri, S. (Manual de
Derecho Penal. Parte general, cit., pág. 318), adoptando la expresión de Von
Liszt, habla de prognósis póstuma, para indicar que «el juicio, si ocurre
después que el hecho ha sido cometido, debe sin embargo cumplirse ex ante,
es decir, remitiéndose al momento de la conducta. Ahora bien, este autor
exige que para tal comprobación tenga un carácter totalmente objetivo,
considerar no los conocimientos del «agente, sino los conocimientos de
quien juzga, eventualmente integrados por los de un experto». También
Kaufmann, A., «El delito culposo», cit., pág. 478.
Delitos de peligro concreto y relación de causalidad 109

mente —o no— la lesión del bien jurídico que entrañaba el


peligro286.
Cierto que un juicio ex post permitiría287 tener en cuenta
—cuando se ha producido una lesión— las circunstancias
que rodearon el hecho, aunque no hubieren sido cognoscibles
por el sujeto, puesto que no se puede negar a posteriori que
el peligro existía. Sin embargo esta postura, desde una
perspectiva político-criminal preventiva, carece de
legitimación288 y, además, en el ámbito que nos ocupa,
conduce a un irremediable callejón sin salida289.

3.- LA ESTRUCTURA TIPICA DEL ARTICULO


347 BIS DEL CODIGO PENAL

L- En nuestro ordenamiento penal es en el artículo 347


bis —que contiene el denominado delito ecológico o am­

286 para R0DRfGUEZ Devesa, J.M., Derecho Penal español. Parte general, cit.,
pág. 427, el peligro pasado ya no es peligro, pues presupuesto lo que
realmente ha sucedido, nunca «pudo» pasar otra cosa que lo efectivamente
sucedido. En contra, Terradillos Basoco, J., Delitos de peligro y crimina­
lidad económica, cit., pág. 26, para quien «en realidad esta observación
crítica está anclada en una noción mecánica de la causalidad y desconoce la
existencia de situaciones de objetivo peligro que bruscamente pueden
transformarse en daños. Cuando el resultado no se produce por la interven­
ción, posterior a la acción peligrosa, de factores que neutralizan el peligro, no
por ello ha de negarse la preexistencia de éste y el consiguiente sometimiento
a riesgo del bien jurídico, a no ser, claro está, que la irrupción de esos factores
hubiese sido previsible en las mismas condiciones en que fue previsible el
riesgo. Porque en ese caso la acción carece, en ese contexto, de la nota de
peligrosidad».
287 Así Escrivá Gregori, J.M., La puesta en peligro de bienes jurídicos en
Derecho Penal, cit., págs. 90, 93 y 103.
288 Terradillos Basoco, J., Delitos de peligro y criminalidad económica, cit.,
pág. 26; Mir Puig, S., «La perspectiva ex ante en Derecho Penal» en ADPCP
XXXVI (1983), págs. 5 a 22.
289 En este sentido, Barbero Santos, M., «Contribución al estudio de los delitos
de peligro abstracto», cit., págs. 493.
110 Paz M. de la Cuesta Aguado

biental— sobre el que, en la actualidad, se deposita la


protección jurídico penal del medio ambiente.
En cuanto a su estructura, este precepto combina una ley
penal en blanco290 con la estructura típica de los delitos de
peligro.
Algunos autores consideran que, en la medida en que se
trata de un delito de peligro concreto, el resultado consistiría
«en la puesta en peligro de la salud de las personas o el
perjucio, también grave, de las condiciones de vida animal,
bosque espacios naturales o plantaciones útiles»291. Sin
embargo, me parece preferible la opinión que considera que
en el mismo precepto se contienen dos modalidades típicas:
una de peligro concreto (poner en peligro grave la salud de
las personas) y, otra, de peligro hipotético o abstracto-
concreto (poder perjudicar gravemente las condiciones de la
vida animal, bosques, espacios naturales y plantaciones
útiles)292. El argumento para fundamentar esta opinión es
meramente gramatical y viene dado por la diferente expre­
sión utilizada por el legislador cuando se refiere a la protec­
ción de uno u otro bien jurídico —salud de las personas o
medio ambiente—. Con respecto a los atentados contra la
salud de las personas no hay duda posible, puesto que el tipo
exige expresamente que la acción típica «ponga en peligro

290 Véase de Vicente Martínez, R., Responsabilidad penal delfuncionario por


delitos contra el medio ambiente, Madrid, 1993, págs. 68 y ss.
291 Muñoz Conde, F., Derecho Penal, Parte Especial, cit., pág. 511. Opina así
también la doctrina mayoritaria y, entre otros, Rodríguez Ramos, «Comen­
tarios al artículo 347 bis del c.p», en Código Penal comentado, de López
Barja de Quiroga y Rodríguez Ramos (coor.), cit., pág. 649; Conde Pumpido
Touron, C., «Protección penal del medio ambiente. Cuestiones generales»,
pág. 35 y Cantarero Bandrés, R., «El delito ecológico: análisis del actual
tipo penal y sus antecedentes», pág. 76, ambos en El delito ecológico, cit.
292 En este sentido también de la Cuesta Arzamendi, J.L., «Protección penal de
la ordenación del territorio y del ambiente», cit., pág. 917.
Delitos de peligro concreto y relación de causalidad 111

grave la salud de las personas», expresión que es equivalen­


te «a poner en peligro concreto la salud de las personas».
La segunda modalidad delictiva exige que la acción
«pueda perjudicar gravemente», lo que, a mi modo de ver,
no es exactamente igual que decir «poner en peligro concre­
to», sino que, más bien, significa que la acción típica ha de
ser «idónea» para perjudicar gravemente293; es decir, se trata
de una protección previa a la puesta en peligro concreto294.
La protección penal se adelanta aún más a la realización de
la conducta idónea para poner en peligro (delito hipotético).
Sería lo que la doctrina alemana, con un término muy
expresivo, califica como Eignungsdelikte, o «delitos idó­
neos (para lesionar o poner en peligro)»295.

293 Otra posibilidad sería considerar «la salud de las personas» como un bien
jurídico de carácter macrosocial equivalente a la salud pública, en base a
criterios sistemáticos (porque se ubica bajo el epígrafe «Delitos contra la
salud pública y el medio ambiente») y porque al tratarse de dos bienes
jurídicos de carácter macrosocial es razonable que la pena impuesta sea la
misma. Ahora bien, contra este argumento cabe reseñar cómo en esta sección
segunda del capítulo II del título V, sólo se hace referencia a la «salud de las
personas» en este artículo 347 bis. Por el contrario, en los artículos 341,324,
344 y 346.2 se habla de «sustancias nocivas para la salud», sin decir «de
quien». Sólo en el artículo 346.1 concreta «la salud de los consumidores», es
decir, evitando igualmente la atribución personalizada. Ello parece querer
indicar alguna diferencia entre los bienes jurídicos protegidos en el artículo
347 bis y los restantes artículos enumerados. Si se hubiera querido proteger
un bien jurídico de carácter macrosocial (salud pública) en el primer inciso
de este artículo 347 bis del Código Penal, se hubiera evitado —como en los
restantes casos— la expresión «de las personas». Se tratará, entonces, de un
bien jurídico de carácter individual donde la indeterminación del sujeto
pasivo deriva de la estructura típica como delito de peligro. La propia
expresión «que pongan en grave peligro la salud de las personas» exige una
concrección difícilmente imaginable en un bien jurídico de carácter
macrosocial.
294 Véase de la Cuesta Arzamendi, J.L., «Protección penal de la ordenación del
territorio y del ambiente», cit., págs. 917 y 912.
295 Se consideran por la doctrina alemana Eignungsdelikte los tipos del parágra­
fo 325.1. n° 1, sobre contaminación atmosférica. (Vid. infra nota 31)
O en el parágrafo 326:
112 Paz M. de la Cuesta Aguado

Se trata ésta de una categoría típica que nace de la búsqueda


de soluciones razonables a los problemas que la prueba del
nexo causal entre acción y peligro concreto plantea en los
delitos de resultado (lesión o peligro concreto), evitando las
críticas doctrinales a los tradicionales delitos de peligro abs­
tracto, por lo que su correcta conceptualización doctrinal
todavía no está perfectamente asentada.
Esta categoría típica no coincide exactamente con los
delitos de peligro abstracto tal y como es tradicionalmente
entendida, donde el peligro en este caso ni es presunto, ni
inmanente, ni se presume iure et de iure, etc.., sino que
puede ser constatable y, precisamente, se caracteriza porque
la acción posee un contenido de lesividad material, de forma
que cuando tal lesividad material resulte inexistente, la
conducta será atípica.
Siguiendo a Torio López, en los tradicionales delitos de
peligro abstracto se puede distinguir, por un lado, los que

«Vertidos de basuras lesivos para el medio ambiente:


I. Será castigado con pena privativa de libertad de hasta tres años o con multa,
quien, sin autorización y fuera de los lugares destinado a ello, o con
desviación sustancial del procedimiento establecido o autorizado para ello,
trate, almacene, manipule, abandone o de cualquier otro modo, vierta basuras
que :
1 .- Contengan o puedan desprender venenos o agentes portadores de enfer­
medades transmisibles y peligrosas para personas o animales.
2 .- Sean susceptibles de provocar explosiones o incendios o comporten
radiactividad relevante, o
3 .- Por su naturaleza, composición o cantidad sean apropiados para contami­
nar de forma duradera o modificar de modo perjudicial las aguas, la
atmósfera o el suelo.
II ) Con iguales penas será castigado quien no proceda al depósito de residuos
radiactivos en la forma debida cuando a ello esté obligao por la Ley de energía
nuclear o por alguno de los reglamentos que la desarrollan.
III ) En los supuestos del apartado I la tentativa será punible.
IV) El hecho no será punible cuando pueda excluirse de modo manifiesto que
el vertido de residuos, por su poca cantidad, vaya a producir efectos lesivos
en el medio ambiente y, en particular, sobre las personas, las aguas, la
atmósfera, el suelo o la flora y la fauna alimentaria.
Delitos de peligro concreto y relación de causalidad 113

denomina delitos de peligro hipotético, que serían delitos de


peligro posible296 —auténticos delitos dotados de lesividad
material para el bien jurídico297— y los delitos de peligro
abstracto, delitos meramente formales, de desobediencia o
consistentes en la violación de normas ético-sociales o
ético-religiosas298.
Torío López, en un artículo ya clásico sobre la materia,
distinguía entre «los delitos de peligro abstracto que designa­
mos como delitos de peligro hipotético, en los que el tipo no
reclama tampoco, a diferencia de lo que sucede en los delitos
de peligro concreto, la producción de un peligro efectivo, pero
sí una acción apta para producir un peligro del bien jurídico
como elemento material integrante del tipo de delito»299.

296 Torío López, A., «Los delitos del peligro hipotético. (Contribución al estudio
diferencial de los delitos del peligro abstracto)», cit., pág. 838.
297 En este sentido también, Muñoz Conde, F., Derecho penal. Parte especial,
cit., pág. 423, que sin adoptar la terminología propuesta porToRíoLópez llega
a las mismas consecuencias.
298 Torío López, A., «Los delitos del peligro hipotético. (Contribución al estudio
diferencial de los delitos del peligro abstracto)», cit., págs. 835 a 838.
Recientemente Roxin, C., Strafrecht. Allgemeiner Teil, cit., págs. 262 y ss.,
números marginales 120 a 128, siguiendo las distintas calificaciones
doctrinales que han ido surgiendo para explicar concretos fenómenos delictivos
de la parte especial, distingue dentro de los delitos de peligro abstracto cuatro
subgrupos diferentes:
1.- Los tradicionales delitos de peligro abstracto, que siguen planteando
importantes dudas acerca de su constitucionalidad y ha dado lugar a prolijas
discusiones y propuestas en su afán por hacerlos acordes al principio de
culpabilidad.
2.- Los que denomina delitos en masa o masificados, cuyo ejemplo típico
sería la conducción bajo el efecto de bebidas alcohólicas.
3.- Los delitos con bienesjurídicos intermedios espiritualizados, como serían
los delitos de soborno o falsedades.
4.- Los delitos de idoneidad abstracta, que son aquéllos que nos ocupan
ahora.
Quizá este planteamiento suponga una excesiva atomización de los proble­
mas, pero en todo caso ratifica mi afirmación de que, en el ámbito en que nos
encontramos, la doctrina no ha asentado todavía las bases.
299 Torío López, A., «Los delitos del peligro hipotético. (Contribución al estudio
diferencial de los delitos del peligro abstracto)», cit., págs. 828.
114 Paz M. de la Cuesta Aguado

El recurso a los delitos de peligro hipotético como categoría


intermedia o sistemáticamente ubicados entre los delitos de
peligro concreto y los delitos de peligro abstracto300 quedaría
justificado por «la necesidad de su utilización como vía para
arbitrar medios penales contra ciertos comportamientos que
generalmente entrañan un riesgo grave para importantes bie­
nes jurídicos y en los que, además, es extraordinariamente
difícil constatar este riesgo concreto”301.
En cuanto que son delitos de resultado, podrían ser
calificados muy gráficamente también como delitos de
peligro abstracto-concreto, si bien ésta es una terminología
que no parece muy correcta en idioma castellano. Esta
categoría, propuesta por Schroder302 y seguida por
Cramer303, se caracteriza porque el tipo describe una acción
peligrosa, con carácter general, sin que sea precisa la cons­
tatación de la peligrosidad en el caso específico, como
sucede en los delitos de peligro concreto. Basta con que la
acción pueda ser calificada de peligrosa304.
Actualmente parece que en la doctrina alemana se impo­
ne el término «Eignungsdelikte», que no es trasladable
directamente al castellano, pero que sería algo así como
«delitos de peligro idóneo» o «delitos idóneos para poner en
peligro» aunque, en realidad, la que es «idónea» es la
conducta típica, no el delito.

300 Schröder, H., «Abstrakt-konkrete Gefährdungsdelikte?», cit., pág. 523.


301 Terradillos Basoco, J., Delitos de peligro y criminalidad económica, cit.,
pág- 39.
302 Schröder, H., «Abstrakt-konkrete Gefährdungsdelikte?», cit., págs. 522 y
ss.; del mismo «Die Gefährdungsdelikte im Strafrecht», cit., págs. 7 y ss.
303 Cramer, P., «Comentario previo al parágrafo 306, números marginales 3 y
ss» en Strafgesetzbuch kommentar, de Schönke-Schröder (coor.), cit.
304 Véase también en Torío López, A., «Los delitos del peligro hipotético.
(Contribución al estudio diferencial de los delitos del peligro abstracto)», cit.,
pág. 833.
Delitos de peligro concreto y relación de causalidad 115

Como, además, no es un término usual en la doctrina


española, quizá fuera preferible recurrir a una expresión ya
asentada, aunque no utilizada mayori tari amente, como sería
«delitos de peligro hipotético» si bien, quizá, hubiera que
realizar sobre tal concepto algunas precisiones.
Con todo ello quiero destacar que, en el fondo, esta
diversidad terminológica pone de manifiesto, primero, que
la doctrina no ha encontrado soluciones convincentes al
problema planteado e incluso en algunas ocasiones no se ha
delimitado con exactitud éste y, segundo, que (con las
matizaciones propias de cada autor) todas hacen referencia
a una misma realidad.
Ante la multitud de calificaciones doctrinales, quizá
parezca demasiado pretencioso aportar alguna nueva; no
obstante, podría hablarse (en idioma castellano) de «delitos
de peligro suficiente» puesto que se trata de conductas que
han de ser idóneas para crear un peligro suficiente con
carácter abstracto para lesionar, aunque en el caso concreto
tal peligro no se haya materializado efectivamente. Sobre el
contenido y diferenciación de los delitos de peligro concreto
y abstracto, volveremos más adelante.

III .- Ciertamente esta interpretación puede plantear pro­


blemas concúrsales, cuando se ponga en peligro grave la
salud de las personas y, además, con la conducta se pueda
perjudicar, gravemente también, los elementos
medioambientales descritos en el tipo. Aunque no es el
problema que nos afecta directamente, en tales casos se
aplicarán las reglas del concurso ideal de delitos, porque en
este supuesto el peligro concreto no puede consumir la otra
modalidad peligrosa, en la medida en que los bienes jurídi­
cos protegidos son distintos.
116 Paz M. de la Cuesta Aguado

En favor de esta argumentación se puede alegar el


párrafo tercero del propio artículo 347 bis, según el cual
«también se impondrá la pena superior en grado si los actos
descritos originaren un riesgo de deterioro irreversible o
catastrófico». En este caso, el peligro potencial se concreta
y se exige un riesgo efectivo (un peligro concreto) que el
propio legislador se encarga de calificar como de «deterioro
irreversible o catastrófico».
En ambos casos, tanto en el delito de peligro concreto
como en el delito de peligro hipotético (o abstracto-concre­
to), se exige como elemento del tipo la producción de un
resultado separable de la acción y que ha de ser abarcado por
el dolo del autor.

IV .- A partir de esta distinción previa, intentaremos


analizar los específicos problemas de la relación causal
entre acción y resultado típico en los delitos de peligro
concreto. Antes de empezar, conviene recordar que el
Proyecto de Código Penal de 1994, sobre la base del actual
347 bis, introducía algunas modificaciones que afectaban a
nuestro tema.
El artículo 307 del Proyecto dice:
«Será castigado con las penas de prisión de seis meses a
cuatro años, multa de ocho a veinticuatro meses e inhabili­
tación especial para profesión u oficio por tiempo de uno a
tres años el que, contraviniendo las Leyes o Reglamentos
protectores del medio ambiente, provocare o realizare di­
recta o indirectamente emisiones, vertidos, radiaciones,
extracciones o excavaciones, vibraciones, inyecciones o
depósitos, en la atmósfera, el suelo, el subsuelo, o las aguas
terrestres, marítimas o subterráneas, con incidencia, inclu­
so, en los espacios transfronterizos, que puedan perjudicar
Delitos de peligro concreto y relación de causalidad 117

gravemente las condiciones de la vida silvestre, bosques,


espacios naturales o plantaciones útiles. Si el riesgo de
grave perjuicio fuese para la salud de las personas, la pena
de prisión se impondrá en su mitad superior».
Al igual que en el actual 347 bis del Código Penal, en el
apartado e) del artículo 308 se prevé que se impondrá la pena
superior en grado si los actos descritos en el apartado
primero de este artículo originaren un riesgo de deterioro
irreversible o catastrófico.
En este texto la dificultad para determinar si se trata de
un delito de peligro concreto o hipotético es mayor, porque
parece que la redacción equipara las dos expresiones, es
decir, «que puedan perjudicar gravemente las condiciones
de la vida silvestre, bosques, espacios naturales o plantacio­
nes útiles» con «el riesgo de grave perjuicio»305. Ahora bien,
sigue existiendo entre ellos, desde el punto de vista del
proceso peligro abstracto-hipotético-concreto- lesión, una
diferenciación306.
Pero, en la medida en que es imposible determinar a
priori y con carácter general el grado de peligrosidad, quizá
la determinación de la naturaleza del peligro no tenga
excesiva importancia. En ambos casos se trata de tipos de
peligro que exigen la producción de un resultado para su
perfección. A partir de aquí, la labor del interprete consistirá
en determinar qué grado de peligro es al que se refiere el tipo
concreto.

305 La expresión «perjuicio para la salud de las personas» no parece demasiado


correcta. La salud no se «perjudica»: se lesiona, quizá se menoscaba, se
deteriora, se atenta contra ella. En cambio sí se perjudica al acreedor que no
se le paga. El término perjuicio en nuestro idioma es de contenido patrimonial
y, por tanto, es inadecuado para aplicarlo a un bien por esencia personalísimo
y no patrimonial.
306 Sobre este tema véase el capítulo siguiente.
118 Paz M. de la Cuesta Aguado

4 .- LA COMPROBACION DE LA RELACION
CAUSAL

4.1. - La relevancia lesiva o dañina con carácter gene­


ral

Hemos visto en el epígrafe anterior que en el ámbito del


Derecho penal del medio ambiente sólo aparece un tipo de
peligro concreto referido a la salud de las personas, que sería
el del artículo 347 bis del Código Penal. A efectos del
análisis de la problemática causal, el resultado de puesta en
peligro grave de la salud de las personas ha de producirse
como consecuencia de una acción consistente en emitir o
verter a la atmósfera, suelo y aguas terrestres o marítimas
(contraviniendo las leyes y reglamentos protectores del
medio ambiente).
Nuestro Código Penal no matiza ni especifica qué tipo de
sustancias deben ser vertidas o emitidas. Podría pensarse
que si deben provocar un resultado peligroso para la salud
serán sustancias nocivas, es decir, «venenos». Pero el con­
cepto de veneno es muy conflictivo y tan sólo parece haber
acuerdo en que se determine con carácter objetivo, pero no
en otras importantes cuestiones como si la dosis307308
o la forma

307 Por dosis se entenderá la cantidad de sustancia necesaria para obtener una
determinada respuesta. Alvarez García, J„ «Comentario al artículo 10.3» en
Código Penal comentado, de López Barja de Quiroga y Rodríguez Ramos
(coor.), cit.
308 Véase sobre el concepto de veneno y los problemas que plantea, Muñoz
Conde, F., Derecho Penal. Parte Especial, 8 ed. cit., págs. 41 y 42; Cobo del
Rosal; M./ del Rosal Blasco, B., «Comentario al artículo 306» en Código
Penal comentado, de López Barja de Quiroga y Rodríguez Ramos (coor.),
cit.; Mapblli Caffarena, B„ «El dolo eventual en el asesinato», en ADPCP
XLI (1988), págs. 451 a 453; Álvarez García, J., «Comentario al artículo
10.3» en Código Penal comentado, de López Barja de Quiroga y Rodríguez
Ramos (coor.), cit.,
Delitos de peligro concreto y relación de causalidad 119

de ingestión influyen en este concepto308. En todo caso, para


calificar si una determinada emisión o vertido es peligrosa
para la salud, habrá que constatar que con carácter general
esa sustancia tiene efectos perjudiciales para la salud, o que
en la dosis emitida puede tenerlos. Es decir, deberemos
comprobar con carácter general la idoneidad lesiva de la
sustancia309.
El procedimiento de análisis de la investigación que ha
de derivar en la emisión de un juicio de peligro es inverso al
que ha de seguirse cuando se trata del análisis y constatación
de una lesión producida por una emisión nociva. En este
caso (lesión), será preciso una vez constatado el resultado
preguntarse, en primer lugar —otra cosa será que finalmen­
te proceda la imputación objetiva—, qué comportamiento
humano provocó causalmente tal resultado310. En los su­
puestos de peligro, sin embargo, en la medida en que es
imprescindible que tal peligro no se haya materializado en
una lesión, será la constatación de la realización de un
comportamiento humano (acción) potencialmente lesivo el
punto de partida para contestar a la cuestión de si esa
conducta provocó un peligro.
Véamoslo con un ejemplo:
La empresa «E, S.A.» ha emitido «x».

309 Recuérdese que la agravante de envenenamiento, en su origen, estaba


pensada para evitar el envenenamiento de fuentes públicas, lo cual le otorga
un carácter catastrófico y, de ahí, su ubicación sistemática. Esto daría lugar
a plantearse la cuestión de hasta qué punto la muerte como consecuencia de
la ingestión o inhalación de sustancias nocivas (venenosas) para la salud
humana consecuencia de atentados contra el medio ambiente no sería
constitutivo de asesinato.
310 Gráficamente lo describe así Puppb, I., «Causalidad», cit., pág. 693: «cuando
los terráqueos pretenden reconducir un efecto a sus causas, se lanzan a la
búsqueda de los fenómenos que se han dado con anterioridad a la producción
del efecto y de las leyes naturales que tienen necesariamente tal efecto como
consecuencia».
120 Paz M, de la Cuesta Aguado

Esta emisión no debe haber producido ninguna lesión


efectiva pues, en tal caso, habríamos traspasado el ámbito
del peligro. Como no se ha producido ninguna lesión,
probablemente no hayan existido manifestaciones exterio­
res perceptibles por los sentidos que nos indiquen la peligro­
sidad de la emisión (en el sentido de que el «peligro» no es
un concepto tangible; al contrario, es una categoría mental,
una representación mental, según la cual a partir de nuestra
experiencia percibimos que en determinadas circunstancias
una acción puede dar origen a una lesión).
Es posible que la emisión haya ido acompañada de
humos, olores, e incluso molestias entre las personas que
sufrieron la emisión, pero ello no es una manifestación del
peligro, ni tiene por qué representarlo, aunque sí puede
servir como advertencia de la realización de una acción
posiblemente peligrosa y dar paso a las investigaciones
sobre su inocuidad.
Una vez constatado que se ha realizado la acción posible­
mente peligrosa, el paso siguiente será comprobar si efecti­
vamente lo fue. Para ello, habrá que acudir a las ciencias de
la naturaleza en busca de una ley general o universal que
afirme el contenido lesivo de la conducta311. Se plantean
aquí similares cuestiones a las analizadas con referencia a la
constatación de la producción de una lesión.
Por eso, cuando haya sido enunciada totalmente una ley
causal universal en la que pueda subsumirse el supuesto en
concreto no se plantearán problemas, pues no cabrá dudas
acerca de la idoneidad lesiva de la sustancia.
En cuanto a la posibilidad de aplicación de la ley estadís­
tica como ley de cobertura, parte de la doctrina se pronuncia

311 Kleine-Cosak, E., Kausalitatsprobleme im Umweltstrafrecht, cit., pág. 62.


Delitos de peligro concreto y relación de causalidad 121

en contra de que una ley estadística pueda, automáticamente,


servir para fundamentar la idoneidad lesiva de la sustancia.
Así, Kleine-Cosack entiende que una estadística aislada no
demuestra una relación de frecuencia. Se necesitará una
relación constante y comprobada experimentalmente que
asegure la idoneidad lesiva de tal conducta312.
Al respecto hay que matizar que se recurrirá a la ley
estadística cuando no exista una ley causal universal, bien
porque el proceso lesivo de la sustancia en cuestión no ha
sido comprendido en su totalidad por la ciencia, bien por­
que, aunque se sabe que en un determinado número de casos
esa sustancia es letal, se desconoce qué factores inciden para
que en unos casos se desarrolle la enfermedad y en otros no,
y con los requisitos que se exigieron con carácter general
para la ley causal imperfecta.
Pero creo que es más fácilmente aceptable la ley estadís­
tica como fundamentadora de una situación peligrosa en la
medida en que, precisamente, lo que tales leyes describen
son «probalidades» de lesión (en su caso). El problema sería
ahora determinar a partir de qué frecuencia estadística se
puede considerar que la sustancia tiene idoneidad lesiva.
La cuestión es bastante similar a la que planteábamos
anteriormente sobre el grado de probabilidad. La frecuencia
en la lesividad nos dará la probabilidad de lesión y, por
tanto, la gravedad del peligro. Será, en todo caso, algo a
constatar en el supuesto concreto. A nosotros, ahora, nos
interesa destacar que por muy baja que sea la frecuencia
estadística no se puede descartar —a priori— la lesividad
de la sustancia.

312 Kleine-Cosak, E„ Kausalitatsprobleme im Umweltstrafrecht, cit., pág. 62.


122 Paz M. de la Cuesta Aguado

4.2. - La relevancia lesiva en el caso concreto

A continuación será preciso constatar si esa idoneidad


lesiva general propia de la sustancia emitida (siguiendo con
el ejemplo) se materializa en el supuesto concreto en la
producción de un peligro.
Para ello Schmitt propone la siguiente fórmula desde el
punto de vista de las ciencias de la naturaleza:
(M^M,) xt= W,
donde «M,» es la cantidad asimilada por unidad de tiempo;
«M,» cantidad eliminada de una materia por unidad de tiempo;
«t», duración de la influencia y «W», influencia313.
Desde otra óptica, Kleine-Cosack314 recurre al procedi­
miento de subsunción, según el siguiente argumento lógico:
Si existe una ley general causal que afirma que siempre
que «X» se produce «F» y nosotros constatamos que «x» y
«f» son especies de «X» y «F», se puede llegar al 100% de
seguridad de que la sustancia «x» en el caso concreto es
peligrosa.
A continuación se apresta a contestar a la duda que nos
hemos planteado todos: y si existen un 100% de posibilidades
de lesión, ¿por qué la lesión no se ha producido? (sin olvidar
que antes de la lesión siempre se produce un peligro concreto).
Esta autora, partiendo de que el juicio de peligro ha de
realizarse ex post y de que el resultado consiste en la lesión
o puesta en peligro del objeto de la acción, concluye que si
se existe una ley universal de carácter necesario y no se ha

313 En Feldhaus, G./ Schmitt, O.A., «Kausalitätsprobleme im öffentlich­


rechtlichen Umweltschutz-luftreinhaltung» en ViWer (1984), pág. 1.
314 Kleine-Cosak, E., Kausalitätsprobleme im Umweltstrafrecht, cit., pág. 64.
Delitos de peligro concreto y relación de causalidad 123

producido una lesión, es porque la conducta enjuiciada no


era idónea para producirla, bien porque no lo era en sí misma
—aunque no lo supiéramos—, bien porque había una razón
que evitaba que produjera sus efectos letales. Por lo tanto, no
existió peligro concreto.
Cuando la ley de cobertura fuera una ley estadística la
situación sería distinta, pues entonces científicamente se
admitiría que existen una serie de circunstancias que inci­
den en la producción —o mejor, en la no producción— del
resultado.
Si hay una ley estadística que diga, cuando «X» entonces
n% de «F», la conclusión sería un dictamen de probabili­
dad315. Se trata de una probabilidad inductiva, que hace
referencia a frecuencias empíricas. Ahora bien, estas fre­
cuencias pueden alterarse y así pueden distinguirse dos
supuestos: La sustancia «X» produce, si se aspira, un 80%
de cáncer de pulmón, pero si quien lo aspira es un fumador,
entonces la frecuencia se eleva a un 90%, modificación que,
siempre según Kleine-Cosack, sería irrelevante pues lo que
hace es incrementar la probabilidad de lesión.
Pero también se puede plantear de otra forma; si «X»
produce un 80% de cáncer de pulmón, quiere decir que hay un
20% de personas que son resistentes a la sustancia, y que no
llegan a sufrir cáncer de pulmón. ¿Cómo saber si en el caso
concreto ha existido peligro o no, si no sabemos si la persona
era resistente a la sustancia o no? (porque si era resistente, no
hubiera corrido peligro). En este caso, concluye la autora,
habría que aplicar el principio in dubio pro reo316.
Estos resultados, que son consecuencia de la afirmación
de que el juicio de peligro ha de hacerse ex post y partiendo

315 Kleine-Cosak, E„ Kausalitätsprobleme im Umweltstrafrecht, cit., pág. 66.


316 Kleine-Cosak, E., Kausalitätsprobleme im Umweltstrafrecht, cit., pág. 77.
124 Paz M. de la Cuesta Aguado

de todos los conocimientos que se tengan en ese momento,


implican que no se pueda constatar nunca cuándo se ha
producido una situación de peligro, salvo que a continua­
ción el peligro se materialice en una lesión, en cuyo caso el
tipo penal de peligro no sirve para nada.
Pero, en palabras de Mir Puig, «si se quieren prohibir,
para que se eviten, las conductas lesivas, no hay más
remedio que prohibir todas las acciones que ex ante aparez­
can como posiblemente lesivas, porque entre ellas no existe
ex ante ninguna diferencia constatable entonces»317. En este
sentido considero, con gran parte de la doctrina318, que el
juicio de peligro es una prognosis posterior ex ante.
Para la realización de este juicio de peligro que se ha de
realizar por el juez319, el «modelo de conocimiento
nomológico nos lo daría el común saber de la humanidad
más el excepcionalmente exclusivo del autor»320 (con inde­
pendencia de que para la imputación en base a la
previsibilidad el punto de referencia fuera el «hombre
medio»321.
Pero, además, Kleine-Cosak parte de la idea de que la
puesta en peligro concreto se refiere a que el peligro se
materialice, refiriéndose en «concreto» a algún objeto ma­

317 Mir Puig, S., «La perspectiva ex ante en Derecho Penal», cit., pág. 13.
318 Así Kaufmann, Armin, «El delito culposo», cit., pág. 476; Escrivá Gregori,
L, La puesta en peligro de bienes jurídicos en Derecho Penal, cit, págs. 21
y ss. Gómez Benítez, J.M., Teoría jurídica del delito. Derecho Penal. Parte
general, cit., pág. 171; Petrini, D., Reati dipericolo e tutela della salute dei
consumatori, Milán, 1990, pág. 55.
319 Escrivá Gregori, J., La puesta en peligro de bienes jurídicos en Derecho
Penal, cit. pág. 85.
320 Escrivá Gregori, J., La puesta en peligro de bienes jurídicos en Derecho
Penal, cit. pág. 87.
321 Mir Puig, S., «La perspectiva ex ante en Derecho Penal», cit., pág. 15;
Kaufmann, A., «El delito culposo», cit., pág. 478.
Delitos de peligro concreto y relación de causalidad 125

terial322. Entiendo, sin embargo, que la noción de peligro no


va referido a un objeto material, sino al bien jurídico. La
distinción entre delitos de peligro y delitos de lesión se
realiza en atención a la afectación de la conducta al bien
jurídico protegido, sin que se pueda confundir con el objeto
natural o material que ha sido «normativamente delimitado
en el tipo»323. Será de esta forma preciso distinguir entre el
bien jurídico «vida» y las «vidas particulares», etc.
De forma que, para que se pueda constatar la existencia
de un peligro concreto, habrán de valorarse las posibilidades
de lesión del bien jurídico protegido y, en caso de estimarse
que la conducta era «muy idónea» para que en esas circuns­
tancias se produjera una lesión, habría una situación de
peligro concreto, con independencia de que «la salud de
alguna persona en concreto haya peligrado o no».
Ciertamente esta posición no es unánime en la doctrina.
Más bien al contrario; una parte importante de ella —y que,
además, en los últimos años está recobrando nuevos bríos—
basa la distinción no en la referencia al bien jurídico, sino en
la «conexión de la lesión o el peligro con el objeto material
del delito»324. Esta doctrina tiene a su favor que explica
mejor y más fácilmente cuándo en un caso concreto se ha
producido o no un resultado, en la medida en que el objeto
de la acción es más perceptible —por material— que el
concepto abstracto de bien jurídico. Esta es una razón
importante en el ámbito de los delitos contra el medio

322 Así por ejemplo Kleine Cosack, E., Kausalitätsprobleme im Umweltstrafrecht,


cit., pág. 62.
323 Escrivä Gregori, J., La puesta en peligro de bienes jurídicos en Derecho
Penal, cit., págs. 42 y 43.
324 Así Jbscheck, H.H., Tratado de Derecho Penal, cit., pág. 358, o más
recientemente Roxin, K., Strafrecht. Allgemeiner Teil. Der Aufbau der
Verbrechenslehre, cit., pág. 210, número marginal 123; Hoyer, A„ Die
Eignungsdelikte, cit., pág. 197.
126 Paz M. de la Cuesta Aguado

ambiente —y en general, en los delitos de carácter


supraindividual— donde la determinación de la producción
o no de un resultado es una cuestión de por sí complicada.
Sin embargo, ya me pronuncié sobre cómo considero
más acertada, desde el punto de vista de los fines del
Derecho Penal, la postura contraria que fundamenta la
producción de un resultado lesivo o peligroso en la lesión o
puesta en peligro del bien jurídico protegido325.
Veámoslo con un ejemplo:
La empresa «E» emite la sustancia «x», de la que se
conocen sus efectos nocivos para la salud.
Si la emisión se realiza en una zona previamente aislada,
en una dosis que se dispersará en breve espacio de tiempo,
asegurándose los encargados de la emisión que no habrá
personas en la zona afectada, no existirá peligro.
Pero si la misma emisión se realiza en una zona poblada,
aunque dé la casualidad de que en el periodo de tiempo que
tarda la sustancia en degradarse no hay ninguna persona por
los alrededores que pudiera resultar afectada, la emisión
creará objetivamente y ex ante una situación de peligro
concreto, porque es altamente idónea para lesionar el bien
jurídico salud, aunque en el caso concreto no se haya
concretado en ningún objeto, es decir, en ninguna persona.
Creo preferible esta postura porque, además de conside­
rarla dogmáticamente más correcta326, la situación de peli­
gro objetivamente ha sido creada, con independencia de qué

325 En este sentido véase Bustos Ramírez, J., Manual de Derecho penal. Parte
general, cit., pág. 164; Escrivá Gregori, J.M., La puesta en peligro de bienes
jurídicos en Derecho penal, cit., págs. 41 y 42; Mir Puig, S., Derecho penal.
Parte general. Fundamentos y teoría del delito, cit., pág. 222.
326 También en este sentido Escrivá Gregori, J., La puesta en peligro de bienes
jurídicos en Derecho Penal, cit. pág. 43.
Delitos de peligro concreto y relación de causalidad 127

causas circunstanciales hayan evitado la materialización del


peligro en una lesión. Además, es que la postura contraria
conduce también a la absurda afirmación de que nunca ha
existido peligro si no se materializa en una lesión, pues
siempre habrá existido una causa que lo haga desaparecer
(en caso contrario debería haber producido a continuación
una lesión).

5 .- SUMACION, ACUMULACION Y COMBINA­


CION DE EFECTOS

Las cuestiones que se trataron en el capítulo anterior


acerca de la posiblidad de cocausas que, acumuladas o
sumadas, dan lugar al resultado lesivo, bien podrían trasla­
darse aquí.
Los supuestos y la problemática es similar, e incluso, si
cabe más compleja, en la medida en que en este supuesto las
cocausas no producen una lesión, sino únicamente un peligro.
Se propugnó allí la idea de que bajo el prisma de la
determinación de la causalidad, en los delitos de resultado,
bastaba para considerar existente la relación entre acción y
resultado con que la acción del sujeto hubiera intervenido en
la creación de la situación lesiva, con independencia del
papel que allí hubiera jugado.
Del mismo modo, en los delitos de peligro concreto, a
efectos de considerar a la acción juzgada como «causa» del
resultado, carecerá de trascendencia el hecho de que hubie­
ran concurrido otras acciones de otros sujetos, de forma
dolosa, imprudente o incluso fortuita. Serán a posteriori
criterios normativos (jurídico-penales) los que determina­
rán si sobre la base de la primaria constatación de la relación
128 Paz M. de la Cuesta Aguado

entre acción y resultado cabe la imputación de esa acción al


sujeto actuante.
También es indiferente, a efectos de la causalidad, que ya
exista un peligro concreto antes de la realización de la
acción enjuiciada, pues, si la nueva acción incrementa la
posibilidad de lesión, o meramente alarga la duración del
peligro es, indudablemente, peligrosa y, por tanto, puede ser
considerada causa a efectos del artículo 347 bis del Código
Penal respecto a la salud de las personas.

6 .- LA ACCESORIEDAD ADMINISTRATIVA
DEL DERECHO PENAL DEL MEDIO AM­
BIENTE

Los problemas que la prueba de la relación de causalidad


presenta en los delitos de peligro concreto como delitos de
resultado, a los que se unen los derivados de la prueba de la
producción de un resultado meramente peligroso, conducen
a parte de la doctrina alemana a considerar que estas
estructuras típicas tampoco son idóneas para la protección
del medio ambiente327. La doctrina española, sin embargo,
parece bastante reacia a admitir el recurso a delitos de
peligro abstracto —y menos por razones probatorias— por
la excesiva ampliación que conlleva de la acción típica y
porque aleja demasiado la intervención penal de la efectiva
lesión al bien jurídico.

327 Véase por todos Möhrenschlager. M., «Kausalitätsprobleme im


Umweltstrafrecht des Strafgesetzbuches», cit., pág. 55; Herrmann J., «Die
Rolle des Strafrechts beim Umweltschutz in der Bundesrepublik
Deutschland», cit., pág. 294; Laufhütte, H./ Möhrenschlager, M.,
«Umweltstrafrecht in neuer Gestalt», cit., págs. 917 y ss.
Delitos de peligro concreto y relación de causalidad 129

Estos argumentos teóricos son muy válidos y, además,


imprescindibles desde la óptica de un estado de Derecho
como el que establece nuestra Constitución. Ahora bien,
ello no evita que desde el punto de vista de la aplicación
práctica permita amplias lagunas de impunidad.
El artículo 347 bis presenta, además, la peculiaridad de
que, pese a tratarse de un tipo de peligro, exige el previo
incumplimiento de la normativa legal o reglamentaria para
la protección del medio ambiente328. No voy a entrar a
analizar la problemática específica que ese tipo de norma
penal en blanco plantea, pues no entra dentro del objeto de
investigación marcado. Pero lo cierto es que la combinación
de ambas técnicas, que tienen por objeto final restringir la
inseguridad jurídica que conlleva el recurso a delitos de
peligro abstracto, potencia la inaplicabilidad del precepto.
Cuando la doctrina alemana reclama la accesoriedad
respecto del Derecho administrativo de los tipos penales del
medio ambiente, lo hace básicamente, por las razones que
trataremos de resumir a continuación329:

328 Véase Muñoz Conde, F., Derecho Penal. Parte especial, cit., pág. 511;
Rodríguez Devesa, J.M., Derecho Penal español. Parte especial, revisado
y puesto al día por Serrano Gómez, Madrid, 1991, pág. 1105; también la
Sentencia la Sala II del Tribunal Supremo de 11 de marzo de 1992, según la
cual «supone la previa infracción de normas administrativas antes de dar paso
a la sanción penal, que por otra parte supone atentados al medio ambiente de
cierta gravedad». En Alemania expresamente sobre el tema Heine, G.,
«Verwaltungsaccesorität des Umweltstrafrecht», cit, pág. 2429 y ss., consi­
dera preferible esta opción porque la remisión se efectúa a un nivel más alto;
sin embargo, la generalidad propia de la ley y las posibilidades de error son
indudablemente mayores. También de Vicente Martínez, R., Responsabili­
dad penal del funcionario por delitos contra el medio ambiente, cit., pág.
121.
329 Véase con carácter general Von Lersner, H.F., Verwaltungsrechtliche
instrumente des Umweltschutzes, Berlín, Nueva York, 1983; Ensenbach,
H.P., Probleme der Verwaltungsakzessorietät im Umweltstrafrecht, Frankfurt,
1989; Winkelbauer, W., «Die behördliche Genehmigung im Strafrecht»,
cit., pág. 201; Tiedemann, K., «Relación entre Derecho Penal y autorización
130 Paz M. de la Cuesta Aguado

Se entiende que en un ámbito de intereses contrapuestos


—y todos ellos importantes— entre desarrollo social e
industrial y protección de los recursos y valores naturales, es
el Derecho administrativo quien debe determinar el grado
de equilibrio que debe reinar entre ambos bienes jurídi­
cos330. Determinar hasta qué punto se debe proteger el medio
ambiente en una sociedad es, entonces, una cuestión políti­
ca331. Pero una cuestión política que está todavía incluso en
el ámbito del Derecho Penal, en fase de debate332. Y se deja
al arbitrio de la administración porque se entiende que los
instrumentos jurídico penales, además de en demasiadas
ocasiones poco efectivos, son demasiado «toscos». El De­

jurídico-administrativa. El ejemplo del Derecho Penal del ambiente» en


Protección internacional del medio ambiente y Derecho ecológico, cit.,
págs. 222 a 228; del mismo, Die Neuordnung des Umweltstrafrechts, cit.,
pág. 25; Rengier, R„ «Zur Bestimmung und Bedeutung der Rechtsgüter im
Umweltstrafrecht», át.passim:, González Guitian,L., «Sobre laaccesoriedad
del Derecho Penal en la protección del medio ambiente», cit., passim.-,
Schmitz, R., Verwaltungshandeln und Strafrecht (Zur Verwaltungsal-
zessorietätdes Umweltstrafrechts), Hiedelberg, 1992;Catenacci,M./Heine,
G., «La tensión tra diritto penale e diritto administrativo nel sistema tedesco
di tutela dell ’ ambiente» en Rivista trimestrales di diritto penales dell ’economía
(1990), pág. 925; Heine, G., «Die Typisierung umweltschädlichen Verhaltens
im internationalen Vergleich —Kausalitäts— und spezifische
Zurechnungsprobleme-», cit.,passim-, del mismo, «Geltung und Anwendung
des Strafrechts in den neuen Bundesländern am Beispiel der Umweltdelikte»
en Deutsch- Deutsche Recht- Zeitschrift (1991) págs. 423 y ss.; del mismo,
«Verwaltungsakzessorietät des Umweltstrafrechts», cit., págs. 2425 y ss.
330 En este sentido, véase Rengier, R., «Zur Bestimmung und Bedeutung der
Rechtsgüter im Umweltstrafrecht», cit.
331 Horn, E., «Les problèmes de la causalité dans le domaine de la pollution de
l’air et de la sûreté des médicaments», cit., pág. 172.
332 Véase en este sentido, de forma representativa, por un lado, Heine, G., «Die
Typisierung umweltschädlichen Verhaltens im internationalen Vergleich—
Kausalitäts— und spezifische Zurechnungsprobleme-» y, por otro,
Schünemann, B., «Koreferat zum Referat «Die Typisierung
umweltschädlichen Verhaltens im internationalen Vergleich» von Dr. Günter
Heine, MPI Freiburg i. BR.», ambos en Internationalen Conference on
Environmental Criminal Law, The Taiwan/Roc Chapter (AIDP), Taiwan,
1992, págs, 367 a 394 y 395 a 407, respectivamente.
Delitos de peligro concreto y relación de causalidad 131

recho Penal, en este caso, solo habrá de intervenir para


reforzar la ejecución de la decisión administrativa333.
Ciertamente que ese equilibrio entre los intereses en
conflicto se hace inicialmente por leyes y reglamentos de
carácter general, pero en tal regulación la definición de la
solución administrativa todavía es demasiado vaga. Será
preciso buscar un «punto de conexión» más cercano entre el
tipo penal y la decisión administrativa334. De esta forma, se
introduce en los tipos penales el acto administrativo como
criterio de determinación típico del riesgo permitido. El que
exceda el ámbito de actuación permitido en el acto adminis­
trativo singular creará un riesgo insoportable para la socie­
dad y será típico.
Por esta vía se solventan importantes problemas prácti­
cos, primero en relación a la determinación del riesgo
permitido335, como hemos dicho y, en segundo lugar, respecto
a la constación de la existencia de un resultado peligroso y
su relación causal con la acción336 y, finalmente, se evitan
posibles contradicciones entre Derecho Administrativo y
Derecho Penal. Pero la accesoriedad del Derecho Penal del
medio ambiente respecto del Derecho administrativo no
deja de ser conflictiva. En primer lugar, como ya hemos

333 Heine, G., «Verwaltungsakzessorietät des Umweltsratfrechts», cit.; Horn,


E., «Les problèmes de la caualité dans le domaine de la pollution de l’air et
de la sûreté des médicaments», cit., pág. 172.
334 González Guitian, L., «Sobre la accesoriedad del Derecho Penal en la
protección del medio ambiente», cit., pág. 126. Contra este sistema, sin
embargo, se alega que quiebra los principios de taxatividad y de división de
poderes. Véase en este sentido Heine, G./ Catenacci, M., «La tensione tra
diritto penale e diritto amministrativo nel sistema tedesco di tutela
dell’ambiente», cit., pàgs. 296 y 297.
335 Aunque esta postura no se admite sin discusión por la doctrina, pues para
algunos sigue siendo causa de justificación (Heine, G./ Catenacci, M., «La
tensione tra diritto penale e diritto amministrativo nel sistema tedesco di
tutela dell’ambiente», cit., pág. 935).
336 Tiedemann, K., Poder económico y delito, cit., pág. 147.
132 Paz M. de la Cuesta Aguado

adelantado, porque el Derecho Penal pasa a convertirse en


el «verdugo» de otras ramas del derecho, de forma que
podemos volver a un Derecho Penal sancionador de la mera
«desobediencia»337. Además, late en el fondo la cuestión de
la confianza que se deposite en el funcionamiento e integri­
dad de la administración338. En España, González Guitian
defiende que en algunos casos es preciso mantener para el
núcleo central de los delitos ecológicos la accesoriedad
administrativa339.
La cuestión, planteada con toda crudeza por Horn, debe
ser seriamente debatida: ¿Hasta qué punto tiene confianza
nuestra sociedad en la administración pública para cederle
la función de la protección del medio ambiente? (o dicho de
otra forma: ¿Hasta qué punto es eficaz la protección que
hasta ahora —porque no ha habido otra— ha efectuado la
administración pública sobre el medio ambiente?).
Ahora bien, creo que la cuestión no puede reducirse a
estos términos. Sobre todo porque con este planteamiento
estamos, primero, atribuyendo al Derecho Penal funciones
que no le son propias (sustituir la incompetencia de la
administración) y, segundo, potenciando implícitamente la
función simbólica con carácter negativo del Derecho Penal,
en la medida en que supondría recurrir a su poder represivo
para encubrir deficiencias de otras ramas del ordenamiento

337 Véase sobre la conversión de estos delitos en delitos de mera desobediencia,


Patrono, P., Inquinamento industriales e tutela penales dell'ámbiente,
Padua, 1980, págs. 59 y ss.
338 En aquellos países, dice Horn, que tienen buenas razones para confiar en la
administración del medio ambiente, se puede relegar la intervención de la
jurisdicción penal a un papel marginal y, viceversa, cuando la administración
«no ve más allá de sus narices» tendría que intervenir el Derecho Penal en su
función protectora (Horn, E., «Les problèmes de la caualité dans le domaine
de la pollution de l’air et de la sûreté des médicaments», cit., pág. 172).
339 González Guitian, L., «Sobre la accesoriedad del Derecho Penal en la
protección del ambiente» cit., pág. 118.
Delitos de peligro concreto y relación de causalidad 133

jurídico y de la actuación administrativa (porque, de hecho,


no podría sustituirla).
Junto a tipos accesorios del derecho administrativo del
medio ambiente, el Código Penal alemán recurre a tipos de
peligro e incluso de lesión, autónomos ya del Derecho
administrativo340. Pero esta técnica también plantea serios
problemas en relación con la comprobación del nexo causal,
como hemos visto, o por las dificultades que surgen si se
opta por una total autonomía para coordinar las imprescin­
dibles actuaciones administrativas en la materia con la
intervención penal.
Pues bien, nuestro artículo 347 bis asume todos los incon­
venientes tanto de la dependencia de la norma penal de la
administrativa, como del recurso a tipos penales autónomos
sin que, a mi modo de ver, presente ninguna de sus ventajas
desde el punto de vista de la aplicabilidad de la norma penal.
En primer lugar, la remisión a normas de carácter general
en un estado de legislaciones plurales, como es el que
configura nuestra Constitución, plantea innumerables pro­
blemas de inseguridad jurídica —con lo que no se logra
acallar las voces que se levantan contra la remisión a normas
penales inferiores a la ley—, por lo que no soluciona la
cuestión de determinar el ámbito del riesgo permitido,
agravado por tratarse de un tipo de peligro. Pero, además, la
amplitud típica que justifica asumir los importantes proble­
mas causales que conllevan los tipos de peligro, se ve
limitada al excluir aquellas conductas que no sean contra­

340 Véase en este sentido Rengier, R., «Zur Bestimung und Bedeutung der
Rechtsgüzer imUmweltstrafrecht», eit, pág. 2515 ; del mismo, «Die öffentlich­
rechtl iche Genehmigung im Strafrecht» en ZStW 101(1989), págs. 874 y ss. ;
de la Cuesta Arzamendi, J.L., «La ley alemana de reforma del Código Penal
para la lucha frente a la criminalidad contra el ambiente», cit., págs. 661 y ss;
Tiedemann, K., Lecciones de Derecho Penal Económico (comunitario,
español, alemán), cit., pág. 177.
134 Paz M. de la Cuesta Aguado

rías a leyes y reglamentos protectores del medio ambiente.


Lo que es absurdo, porque una legislación protectora del
medio ambiente nunca deberá permitir la puesta en peligro
de bienes individuales, como la salud o la vida de las
personas341, por lo que cuando así suceda, se tratará de una
inconstitucional laguna legal que favorecerá injustamente a
aquellas empresas que, con abuso de derecho, realicen
actividades contaminantes y a aquellas administraciones
más incompetentes para la protección del medio ambiente.
No quiero decir con ello que no se deba recurrir a tipos
de peligro concreto; al contrario, pese a los problemas que
plantean, es preciso proteger la salud de las personas en
momentos previos a los de la lesión. Lo que no me parece
correcto es unir ambas técnicas legislativas, porque con ello
finalmente lo que lograremos será una mayor inaplicabilidad
del precepto.
Por todo lo anterior, creo que la protección de la salud de
las personas frente a peligros derivados de atentados contra
el medio ambiente debe configurarse como un delito autó­
nomo del Derecho administrativo, sin descartar la posibili­
dad de tipificarlo conjuntamente con otros ataques masivos
mediante la utilización de sustancias nocivas para la salud
(de los consumidores).

341 Véase en este sentido Heine, G., / Catenacci, M., «La tensione tra diritto
penale e diritto amministrativo nel sistema tedesco di tutela dell’ambiente»,
cit., pàg. 935.
Capítulo IV
LA LESION DE OBJETOS
MEDIOAMBIENTALES EN
CONCRETO. ARTICULOS 315
Y 316 DEL PROYECTO DE
CODIGO PENAL DE 1992

1.- INTRODUCCIÓN

En nuestro país, el legislador penal no ha tipificado


expresamente la destrucción o deterioro de objetos singula­
res medioambientales. No obstante, la jurisprudencia tiene
en cuenta la producción de esta lesión para la protección del
medio ambiente. Así, la Sentencia de la sala II del Tribunal
Supremo de 30.11.90 se basa en que «la acción consistente
en la emisión de humos altamente cargados de dióxido de
azufre ocasionó la clorosis o necrosis de gran parte de la
masa boscosa» para aplicar el artículo 347 bis del Código
Penal342. Sin embargo, lo cierto es que, en este caso, el
peligro para el bien jurídico medio ambiente se materializó
en unos determinados objetos, en concreto, la masa boscosa
que sufrió la lluvia ácida. La aplicación, únicamente del

342 En este sentido véase Terradillos Basoco, J., «El ilícito ecológico» en El
delito ecológico, cit., págs. 96 y 97.
136 Paz M. de la Cuesta Aguado

artículo 347 bis del Código Penal para la sanción de estas


conductas, resulta, como ya vimos, insuficiente.
Distinta es la situación en Alemania, donde desde 1980,
en que con la Ley 18 de reforma del Código Penal se
introdujo junto a la protección del medio ambiente mediante
tipos de peligro, la expresa protección frente a lesiones de
objetos medioambientales singulares343. No obstante, críti­
cas recientes hacen referencia al fracaso del derecho penal
alemán del medio ambiente, que ha convertido la protección
ambiental en una lucha de competencias entre judicatura y
administración344, otorgando al Derecho Penal una función
meramente simbólica que lleva a parte importante de la
doctrina a reclamar la total abolición de los tipos penales
destinados a la protección del medio ambiente345.
El ejemplo de protección directa y autónoma de un
objeto medioambiental es el artículo 324 del Código Penal
alemán que dice:
«contaminación de aguas:
1 .) El que sin autorización contaminara unas aguas o de
cualquier otro modo modificara perjudicialmente sus cuali­
dades será castigado con pena privativa de libertad de hasta
cinco años o con multa.
2 .) La tentativa será punible.
3 .) Si el autor actúa imprudentemente, la pena será de
privación de libertad de hasta dos años o multa».

343 Véase Rengier, R., «Zur Bestimung und Bedeutung der Rechtsgüter im
Umweltstrafrecht», cit., pägs. 2506 y ss.
344 Heine, G./ Catenacci, M., «La tensione tra diritto penale e diritto
amministrativo nel sistema tedesco di tutela dell’ambiente», cit. päg. 938.
Véase también Fess-Dörr, E./ Prätorius, G./ Steger, U.,
Vmwelthaftungsrecht, Wiesbaden, 1990, pägs 58 y ss.
345 Hassemer, W., «Umweltschutz durch Strafrecht?» en Neue Kriminalpolitik
(1989), pägs. 47 y ss.
La lesión de objetos medioambientales en concreto 137

La conducta típica, en este caso, no consiste ya en la


puesta en peligro, sino que el resultado típico ha de haber
producido un efectivo deterioro en el agua, es decir, en
«contaminar unas aguas o modificar perjudicialmente sus
cualidades». Por ello la doctrina entiende que se trata de un
delito de lesión346.
El Proyecto de Código Penal, en esta línea, introduce en
los artículos 312 y 313347, sendos delitos de lesión contra el
medio ambiente a partir de la destrucción o menoscabo
efectivo de objetos ambientales. Así, el legislador se distan­
cia de la política de protección jurídico penal del medio
ambiente implantada con la reforma de 1983.
Dice el artículo 312 del Proyecto: «el que corte, tale,
queme, arranque, recolecte, comercie o efectúe tráfico ile­
gal de alguna especie o subespecie de flora amenazada, o de
sus propágulos, o destruya o altere gravemente sus hábitats,

346 Expresamente Tiedemann, K., Lecciones de Derecho Penal Económico, cit.,


pág. 182. Sobre esta cuestión véase Kuhlen, L., «Der Handlungserfolg der
strafbaren Gewässerverunreinigung (_ 324 StGB)» en GÄ (1986) pägs. 397
y 398; Salzwedel, J., «Diskussionsbeitrag im Rahmen des 194. Kolloquiums
des Instituts für das Recht der Wasserwirtschaft an der Universität Bonn am
8 Dezember 1978» en Z/W(1980), pägs. 211 y ss.; Meinberg, V., «Mängel
und Alternativen des geltenden Umweltstrafrechts» en RuP (1984), pág.
187; Sack, H.J., «Das Gesetz zur Bekämpfung der Umweltkriminalität» en
NJW (1980), pág. 1425; Rudolphi, H.J., «Schutzgut und Rechtfertigungs
Probleme der Gewässerverunreinigung i.S. des § 324 StGB» en ZfW (1982),
pág. 206; Greim, H., «Problematik von Grenzwerten aus der Sicht des
Toxikologen»; Kaul, A., «Die Prinzipien der Dosisbegrenzung im
Strahlenschutz: Dosisgrenzwerte und Eingreifrichtwerte der Dosis» y
Nicklisch F., «Grenzwerte und technische Regeln aus rechtlicher Sicht»;
todos ellos en Prävention im Umweltrecht, Risikovorsorge, Grenzwerte,
Haftung. Heidelberher Kolloquium, Technologie und Recht 1987, Heidelberg
1988; WERNER, G., Der Verfassungs- und strafrechtliche Schutz der
Umwelt, San Juan (Puerto Rico), 1989, págs. 23 y ss.; Heine, G., «Aspekte
des Umweltstrafrechts im internationalen Vergleich» en GA (1986), pág. 76.
347 Véase Mateos Rodríguez Arias, A., «Observaciones críticas a la configura­
ción de los delitos contra el medio ambiente en el PCP de 1992» en Jueces
para la democracia, 16-17 (1992). págs. 98 a 114.
138 Paz M. de la Cuesta Aguado

será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos


años, o multa de ocho a venticuatro meses».
La acción típica habrá de producir un resultado consis­
tente en «destruir o alterar gravemente» los hábitats de
alguna especie o subespecie de flora protegida o de sus
propágulos.

2 .- LA DETERMINACION DEL RESULTADO


TIPICO

Para ello habrá que determinar en primer lugar en qué


grado se encontraban los hábitats amenazados con anterio­
ridad a la acción enjuiciada para, a continuación, determinar
cómo ha afectado la acción a los objetos protegidos, porque
dependiendo del mejor o peor grado de conservación, una
misma acción puede tener distinto significado: así, en una
zona de gran riqueza botánica, una acción destructora que
afecte por ejemplo a «x» número de ejemplares puede pasar
desapercibida, mientras que la destrucción de igual número
de ejemplares en una zona muy castigada y con pocas
posibilidades de recuperación puede ser catastrófica.
Más complicaciones comporta la referencia a la grave­
dad de la acción. En este caso será preciso hacer una
complicada labor hermenéutica, incluso recurriendo a in­
formes periciales para determinar la gravedad de la altera­
ción, con el riesgo de que si no se conociera la situación
previa no se podría demostrar la «gravedad» de la destruc­
ción o alteración. Se plantearán también importantes pro­
blemas en la prueba cuando la situación previa estuviera tan
deteriorada que difícilmente se pudieran aislar los resulta­
dos de la acción.
La lesión de objetos medioambientales en concreto 139

La alteración ha de entenderse, aunque expresamente no


lo diga el tipo, en sentido negativo. Es decir, una manipula­
ción humana que altere gravemente una reserva botánica,
para facilitar su reproducción o conservación o de recupe­
ración de zonas perdidas, no puede ser típica348.
Con el término gravedad, el legislador pretende excluir
del ámbito de la tipicidad aquellas conductas escasamente
lesivas para el bien jurídico protegido (medio ambiente)349
y potenciar el carácter secundario y fragmentario de la
intervención penal350. Es decir, se excluyen expresamente
aquellas conductas que por su escasa trascendencia lesiva
puedan considerarse prácticamente inocuas y que deberán
ser reguladas por el Derecho Administrativo (conductas de
bagatela)351. Pero la determinación de los límites entre
gravedad o inocuidad no será fácil. Así, por ejemplo, habrá
casos que, aún afectando perjudicialmente, no conlleven,
por ejemplo, riesgo de destrucción absoluta porque la zona
a corto o medio plazo pueda regenerarse por la propia acción
de la naturaleza o bien con ayuda humana352.

348 Incluso podría hablarse de un empeoramiento relativo cuando parcialmente


se produce un beneficio, pero globalmente un perjuicio mayor. En este
sentido para la contaminación de las aguas, Horn, E./ Hoyer, A.,
«Rechtsprechungsübersicht zum Umweltstrafrecht» en JZ (1991), pág. 705.
349 En Alemania, con respecto al artículo 324 del Código Penal alemán la
doctrina entiende que la pureza del agua es un bien jurídico autónomo
(Kleine-Cosack, E., Kausalitatsprobleme im Umweltstrafrecht, cit., pág.
80). Creo que aquí no puede decirse que el bien jurídico protegido sea los
parques naturales, o la flora protegida o sus propágulos, más bien son objetos
de protección directa como elementos del medio ambiente.
350 Conde Pumpido Touron, C., «El delito ecológico» en El delito ecológico, cit.,
pág. 35.
351 Véase al respecto, Armenta Deu, T., La criminalidad de bagatela y el
principio de oportunidad: Alemania y España, Barcelona, 1991, pág. 24 y ss.
Véase también Heine, G.,«Aspekte des Umweltstrafrechts im intemationalen
Vergleich» en GA (1986), pág. 77.
352 Similares problemas, si bien no exactamente iguales, los plantea en la
doctrina alemana la cláusula de exclusión de conductas insignificantes
contenida en el artículo 326.5 del Código Penal alemán, pero mientras allí
140 Paz M. de la Cuesta Aguado

En el artículo 313, por el contrario, se parte de que


previamente ha existido una actuación administrativa que
ha determinado en base a una serie de elementos su condi­
ción de espacio natural protegido, por lo que, previsiblemente,
se habrá descrito previamente el estado de conservación en
que tales elementos se encontraban, de forma que se facili­
tará enormemente la labor judicial353.
Dice el artículo 313 del Proyecto: «Quien, en un espacio
natural protegido, dañare gravemente alguno de los elemen­
tos que hayan servido para calificarlo, incurrirá en la pena
de prisión de uno a cuatro años y multa de doce a veinticua­
tro meses».
De nuevo, sin embargo, se introduce el término «grave­
mente» cuya delimitación, en este supuesto, será más fácil
por la inicial determinación a que aludíamos en el párrafo
anterior.
La falta de definición del resultado incrementará las
dificultades de aplicación del precepto: ¿En qué medida
debe ser dañado el elemento protegido?. Supongamos —y
así además adelantamos cuestiones sobre las que con poste­
rioridad volveremos— que el elemento especialmente pro­

quedan excluidas de la tipicidad las conductas que sean de escasa potencia­


lidad lesiva, es decir, prácticamente inócuas y sin trascendencia, aquí lo que
se excluye son todas aquéllas que no sean «graves», de forma que la
limitación del ámbito de posibles conductas subsumibles en el artículo 315
del Proyecto de Código Penal es menor que con respecto al artículo 326.5 del
Código Penal alemán, pues en éste las conductas ni graves ni insignificantes
serían típicas.
353 Así por ejemplo, la Ley 2/1989 de 18 de julio aprueba el Inventario de
Espacios Naturales Protegidos de Andalucía y el Decreto 439/1990 de 30 de
marzo por el que se regula el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas,
previsto en el artículo 30 de la Ley 4/1989 de 27 de marzo de Conservación
de los Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestres. Véase Martín-
Vivaldi Martínez, J.A., «Espacios naturales protegidos», en Revista de la
Facultad de Derecho de la Universidad de Granada. Número extraordinario
dedicado al segundo curso de Derecho Ambiental 16 (1988), págs. 255 a 273.
La lesión de objetos medioambientales en concreto 141

tegido son zonas húmedas, lagunas, corrientes freáticas,


etc...; en definitiva, el «agua» del espacio natural.
Si ello fuere así habría que determinar cuándo se menos­
caban «gravemente» esas aguas.

2.1. - La contaminación de las aguas

La protección de este elemento medioambiental se rea­


liza en nuestro país básicamente en el ámbito administrati­
vo a partir de la Ley 29/1985 de 2 de agosto de Aguas.
Introduce esta ley dos conceptos importantes a los efectos
que nos interesan: el de «contaminación» y de «degrada­
ción» de las aguas.
El artículo 85 de la citada Ley de Aguas define como
contaminación —a los efectos de esta Ley— la acción y el
efecto de introducir materias o formas de energía, o inducir
condiciones en el agua que, de modo directo o indirecto,
impliquen una alteración perjudicial de su calidad en rela­
ción con los usos posteriores o con su función ecológica.
Por contra, no da un concepto de degradación, sólo dice
que «incluye las alteraciones perjudiciales del entorno afec­
to a dicho dominio»354.
Esta definición del concepto de contaminación explícita
que las alteraciones del agua pueden afectar a dos «funcio­
nes» de la misma: a la función ecológica, como soporte vital
para personas, animales y plantas y, a la función económica,
en cuanto que generadora de bienes básicos para el hombre.
En Alemania, la doctrina que interpreta el artículo 324355 del

354 Véase al respecto González Pérez, J./ Toledo, J.Z Arrieta, C., Comentarios
a la Ley de Aguas, Madrid, 1982, pág. 644.
355 Con carácter general sobre el artículo 324 del Código Penal alemán véase:
Papier, H.J., Gewasserverunreinigung Grenzwerfestsetzung und Strafbarkeit,
142 Paz M. de la Cuesta Aguado

Código Penal, discute cúal de estas dos funciones ha de ser


afectada por la acción típica356. En nuestro país, y puesto que
legalmente existe una definición legal previa, «dañará» el
agua quien altere perjudicialmente sus cualidades, con
efectos tanto para el uso humano como para su función
ecológica. Esta alteración perjudicial puede consistir tanto
en la modificación de sus cualidades físicas, químicas o
biológicas357, como también en la alteración artificial de la
temperatura habitual —o normal— del agua.
Pero para poder calificar una acción modificadora de las
cualidades de las aguas (generalmente, un vertido, aunque
no exclusivamente) de perjudicial, será preciso previamen­
te determinar las cualidades del agua afectada antes de la
intervención humana358 que pretendemos enjuiciar. En este
sentido, hay que partir de que no existe una «calidad
ontològica del agua»359. La «pureza» de las aguas es una
apreciación relativa porque, en primer lugar, las aguas en
estado natural tienen un grado de pureza muy variable360

Colonia, Bonn, Berlín, 1984; Dahs, H., «Zur strafrechtlichen Haftung des
Gewässerschutzbeauftragten nach § 324 StGB» en NStZ (1986), págs. 97 a
103; Rudolphi, H.J., Schutzgut und Rechtfertigungs probleme der
Gewässerverunrenigung i.S. des paragraph 324 STGB», cit., págs. 197 y ss;
del mismo «Strafrechtliche Verantwortlichkeit von Bediensteten von
Betrieben für Gewässerverunreinigungen und ihre Begrenzung durch den
Einleitungsbeschied» en Festschriftfür Karl Lackner zum 70. Geburstag am
18. Frebuar 1987, Berlín, Nueva York, 1987, págs. 863 y ss.
356 Kuhlen, L., «Der Handlungserfolg der Strafbaren Gewässerverunreinigung
(§ 324 StBG) en GA (1986), pág. 393; Samson, E., «Kausalitäts- und
Zurechnungsprobleme im Umweltstrafrecht», cit., pág. 621.
357 Kuhlen, L., «Zum Umweltstrafrecht in der Bundesrepublik Deutschland»,
cit., pág. 250.
358 González Pérez, J./Toledo, J./ Arrieta, C., Comentarios a la Ley de Aguas,
cit. pág. 649.
359 González Pérez, 3.1 Toledo, 3.1 Arrieta, C., Comentarios a la Ley de Aguas,
cit. pág. 652; Samson, E., «Kausalitäts und Zurechnungsprobleme im
Umweltstrafrecht», cit., 623.
360 González Pérez, 3.1 Toledo, J./ Arrieta, C., Comentarios a la Ley de Aguas,
cit. pág. 647; Kleine-Cosack, E., Kausalitätsprobleme im Umweltstrafrecht,
cit., págs. 85, 90 y ss.
La lesión de objetos medioambientales en concreto 143

(dependiendo de la zona, el grado de pluviosidad de ese año,


etc.) y, en segundo lugar, «porque depende de sus propias
funciones ecológicas y para los usos que esté destinada, por
el que el patrón en un caso u otro será distinto»361. Lo normal
será que no exista una normativa que determine las caracte­
rísticas cualitativas y cuantitativas que ha de tener con
carácter general el agua en relación con sus funciones
económica y ecológica362, y cuando lo haga se referirá de
forma abstracta a los requisitos que deben cumplir las aguas
para ser destinada a tal o cual función.
Ello, unido a que en la actualidad son pocas las aguas que
permanecen en estado natural y a que existen factores
contaminantes de origen difícilmente determinado, con­
vierte la prueba de la «alteración perjudicial de las cualida­
des de las aguas» en una burla. Piénsese, por ejemplo, en que
cada vez son más extensas las zonas que sufren lluvia ácida
que, en definitiva, es un factor contaminante. En estos casos
puede ser muy difícil determinar cuándo ciertas sustancias
extrañas a la condición natural de las aguas procede de un
vertido o de la propia lluvia363.

361 González Pérez, J./ Toledo, J./ Arrieta, C., Comentarios a la Ley de Aguas,
cit. pág. 652.
362 Son la Ley de Pesca Fluvial de 2 de febrero de 1942 y el Reglamento de 6 de
abril de 1943 quienes se ocupan mas directamente de las distintas formas de
contaminación. González Pérez, 1/ Toledo, J./ Arrieta, C., Comentarios a
la Ley de Aguas, cit. pág. 655.
363 No obstante, en España, será la Ley General de Medio Ambiente y los Planes
Hidrológicos de cuenca los que tendrán la función de fijar las características
básicas de la calidad de las aguas. Esta legislación deberá tener en cuenta la
directiva del Consejo 78/659/CEE de 18 de julio de 1978 relativa ala calidad
de las aguas continentales que requieran protección o mejora para ser aptas
para la fauna acuática. En esta directiva se establecen una serie de indicacio­
nes sobre la composición del agua. La propia Ley de Aguas prevé la
posiblidad de la realización de estudios previos de impacto ambiental en
supuestos de concesiones y autorizaciones sobre el dominio público hidráu­
lico que pudiera causar riesgos al medio ambiente (artículo 90 de la Ley de
Aguas). Sobre estos estudios de impacto ambiental, véase Jaquenod de
Zsogon, S., El derecho ambiental y sus principios rectores, Madrid, 1991,
144 Paz M. de la Cuesta Aguado

Estos problemas de determinación del resultado se van a


plantear también cuando intentemos aplicar los artículos
312 y 313 del Proyecto, de la misma forma en que surgen en
la aplicación del artículo 347 bis del Código Penal actual.
A los problemas descritos se une el que, generalmente,
serán los efectos acumulados de distintas acciones los que
completen los requisitos típicos. Es decir, las acciones de
diferentes sujetos vertiendo sustancias contaminantes en
dosis pequeñas, pero cuya acción conjunta altera gravemen­
te la composición de las aguas.
La Jurisprudencia alemana, para evitar los problemas de
determinación del perjuicio anteriormente descritos, tiende
a prescindir de la constatación del perjuicio, considerando
suficiente con que se haya realizado una acción (general­
mente vertido) que contenga productos lesivos. Con tal
modificación de la definición de resultado, en realidad se
renuncia al efecto perjudicial sobre el agua —que es exigi­
ble según el texto legal—, lo que conlleva que no se plantean
problemas de imputación364. Así mismo, para afirmar la
contaminación del agua considera suficiente que se haya
producido una alteración en las características «dadas» de
las aguas, con independencia de que éstas estuvieran conta­
minadas ya o no. En este sentido, la modificación perjudi­
cial típica consistirá en alterar en distanciando el «valor
dado» del «valor debido».

pág. 235. Esta legislación básica se desarrolla en el Real Decreto Legislativo


1302/1986 de 28 de junio de Evaluación de Impacto Ambiental, según el cual
el primer dato que ha de contener el estudio de impacto ambiental ha de ser
la «descripción general del proyecto y exigencias previsibles en el tiempo, en
relación con la utilización del suelo y de otros recursos naturales».
364 Samson, E., «Kausalitäts und Zurechnungsprobleme im Umweltstrafrecht»,
cit., pág. 621; Kuhlen, L., «Der Handlungserfolg der Strafbaren
Gewässerverunreinigung (§ 324 StBG), cit., pág. 389; del mismo, «Zum
Umweltstrafrecht in der Bundesrepublik Deutschland», cit., pág. 250.
La lesión de objetos medioambientales en concreto 145

3 .- SUMACION, ACUMULACION Y COMBINA­


CION DE EFECTOS

Supongamos, siguiendo a Samsom365, que las autorida­


des administrativas encargadas de la protección de las aguas
han establecido que el valor ideal de éstas ha de cumplir una
serie de requisitos. Este valor coincidiría con el que tendrían
esas aguas en concreto si estuvieran en estado natural y al
que, por tanto, habrá que tender. Este será el «valor debido».
Pero este «valor debido» generalmente no representará la
situación real, que se calificará como «valor dado». El
«valor debido» y el «valor dado» solo coincidirán cuando se
trate de aguas sobre las que no ha intervenido de forma
alguna la acción humana.
Supongamos que la autoridad ha fijado el «valor debido»
en un acidez de ph de 6,0 y el «valor dado» en un ph de 7,0,
pero además permite aún la acidificación de las aguas hasta
un ph de 8,0.
Si «A» realiza un vertido que baje el valor-ph dado de 7,0
a 6,5, tal modificación no será perjudicial, sino beneficiosa
y no será típica366. Esta afirmación habría que matizarla en
el sentido de que esa modificación no conlleve otras modi­
ficaciones, ya sí perjudiciales, como por ejemplo, elevación
de la temperatura, o plomo, etc.
Si el vertido de «A» tiene sólo como consecuencia que
eleva el valor-ph de las aguas de 7,0 a 7,5, su conducta
perjudicial, no será típica, porque tal modificación entra
dentro de lo permitido. Una alteración perjudicial de las

365 Samson, E., «Kausalitäts und Zurechnungsprobleme im Umweltstrafrecht»,


cit., päg. 622.
366 Samson, E„ «Kausalitäts und Zurechnungsprobleme im Umweltstrafrecht»,
cit., päg. 623.
146 Paz M. de la Cuesta Aguado

características del agua sería, en este caso, la que elevara el


valor-ph sobre el límite 8,0 puntos.
Supongamos, ahora, que a la vez que «A» actúan tam­
bién «B» y «C», cada uno independientemente de los otros.
La acción de «A», en este caso, habría supuesto elevar el
valor dado de 7,0 a 7,5. A esta acción mínimamente desven­
tajosa y permitida, se le une la acción de «B», que incide en
el perjuicio elevando el valor-ph de 7,5 a 8,1. La acción de
«B» habría superado el límite permitido, pero la alteración
que excede lo permitido es mínima, es decir, «no daña
gravemente». Finalmente, la acción de «C» supone un
empeoramiento del valor-ph de 8,1 a 8,4, elevación que ya
puede suponer un grave perjuicio.
¿Cúal de las acciones descritas, puede ser considerada
típica?. Generalizando este ejemplo, Samson concluye que
en los delitos contra el medio ambiente, cuando convergen
efectos acumulados pueden distinguirse tres modalidades
de resultado:
1 . - Un primer resultado que no completa por sí mismo el
tipo.
2 .- Un segundo resultado que no completa por sí mismo
el tipo, pero que incide en el resultado anterior, de forma que
ya se produce el resultado típico.
3 .- Un tercer resultado que agrava una situación de
contaminación típica.
La cuestión que surge ahora es si a cada autor se le imputa
parcialmente según su acción el resultado causado o la
totalidad de éste.
a) La doctrina dominante unánimemente considera que
a «C», es decir, al tercer actor concurrente, solo se le puede
imputar su resultado parcial. En nuestro ejemplo, la acción
La lesión de objetos medioambientales en concreto 147

de «C» solo será causa de la elevación en 0,3 puntos el valor­


ph. Ahora bien, esa modificación puede considerarse «gra­
vemente perjudicial». Si tal consideración se realiza inde­
pendientemente, la imputación parcial del resultado conlle­
vará en muchos casos la impunidad.
b) Con respecto a la conducta de «A», que está dentro de
los margenes permitidos, Samson concluye que ni a la
acción de «A» ni a la de «B» puede considerárselas «causa»
de la contaminación, porque ellos por separado, en realidad,
no contaminaron. Es decir, si la contaminación supone
haber modificado el valor-ph de las aguas en 1,0 puntos,
«A» no contaminó, porque sólo la alteró 0,5 puntos, ni «B»
tampoco, ya que solo lo hizo en 0,6 puntos.
Esto no significa, sin embargo, que tal contaminación no
pueda ser imputada ni a «A» ni a «B», puesto que el ámbito
de aplicación de la imputación objetiva se puede decidir, no
a través de la causalidad, sino a través de una modificación
en la definición del resultado367.
En este sentido, entonces, la jurisprudencia, como decía­
mos más arriba, acude a imputar parcialmente el resultado,
pero considerando típicas conductas que en sí, aisladamente
consideradas, no lo serían.
En esta situación de debate doctrinal368 se empieza a
plantear la posibilidad de que, en realidad, nos encontremos

367 Samson, E., «Kausalitats und Zurechnungsprobleme im Umweltstrafrecht»,


cit., pág. 635.
368 Kuhlen, L., en «Der Handlungserfolg der Strafbaren Gewasserverunreinigung
(§ 324 StBG), cit., pág. 389, describe la aplicación actual del artículo 324 del
Código Penal alemán de la siguiente forma:
1 ,-No es necesaria que se produzca una efectiva modificación perjudicial.
2.-Ya es perjudicial una modificación del agua cuando deja de ser «pura».
3.-Es suficiente con que la modificación pueda haber tenido consecuencias
materiales, sin considerar su cantidad.
4.- Tampoco tiene importancia que el agua ya estuviera contaminada.
148 Paz M. de la Cuesta Aguado

ante una nueva tipología de delitos, cuyos caracteres


definidores habría que buscarlos, precisamente —y espe­
cialmente—, a partir de la posibilidad de la concurrencia de
acciones acumuladas.
En esta línea, y a partir de considerar que la diferencia
entre delitos de lesión y delitos de peligro se realiza en base
a la afectación al bien jurídico, Kuhlen afirma que el
artículo 314 del Código Penal alemán contiene lo que él
denomina un «delito de acumulación»369.
Parte este autor de la intepretación mayoritaria — tanto
en la doctrina como en la jurisprudencia— que lo considera
un delito de resultado, pero en la medida en que no exige un
resultado peligroso, debería ser —como también entiende
parte importante de la doctrina— un delito de lesión. Sin
embargo, contra esta afirmación caben las siguientes obje­
ciones:
1 .- En la práctica no se exige siquiera que la conducta sea
peligrosa (con carácter abstracto) para el bien jurídico.
2 .- Si es un delito de lesión, «jerárquicamente» desde el
punto de vista del bien jurídico estaría situado por encima
del artículo 325 del Código Penal alemán (destinado a la
protección contra la contaminación atmosférica). Es decir,
como delito de lesión su consumación afectaría más directa
y gravemente al bien jurídico. Sin embargo, lo cierto es que
mientras para la consumación del tipo del artículo 324, en la
práctica, basta la realización de una conducta que produzca
una contaminación en las aguas, para la consumación del
artículo 325 se viene exigendo, además del resultado de la
contaminación del aire, que dicha contaminación sea apro­

369 Kuhlen, L.,en «DerHandlungserfolgderStrafbarenGewasserverunreinigung


(§ 324 StBG), cit., pág. 399.
La lesión de objetos medioambientales en concreto 149

piada, idónea, para afectar negativamente a la vida o salud


de las personas o para producir daños en plantas u otros
objetos de relevante valor. Si ello es así, dice este autor, en
realidad hay una mayor «cercanía» del momento de lesión
del bien jurídico en el artículo 325 que en el 324, por lo que
si aquél es un delito de peligro, éste no puede ser de lesión.
Mas bien al contrario, con el artículo 324 lo que se pretende
es adelantar aún más que con los delitos de peligro la
protección frente a posibles lesiones370.
Por tanto, el parágrafo 324 no contiene ni un tipo de
peligro ni un tipo de lesión, sino una nueva categoría
delictiva que se caracteriza porque adelanta aún más la
protección que los delitos de peligro abstracto, con el
consiguiente incremento de la distancia entre acción y bien
jurídico371.
Esta categoría típica se caracterizaría porque, al contra­
rio de lo que sucede en los delitos tradicionales (delitos de
una sola acción), los cuales están fundamentados sobre la
premisa tácita de que la acción es individual, en los delitos
de acumulación no existiría esa premisa, de forma que no se
exigiría que una acción individual condujera a una lesión o
puesta en peligro sino, solamente, que la acción individual
pertenezca a una clase de acción que si se emprende en gran
número produciría una lesión o puesta en peligro372.
Evidentemente, si se sigue esta postura se solucionan
gran parte de los problemas de imputación respecto a los
efectos producidos por acumulación de acciones.

370 Algo similar sucede entre los artículos 312 y 315 ó 316 del Proyecto de
Código Penal.
371 Véase en Kuhlen, L., en «Der Handlungserfolg der Strafbaren
Gewässerverunreinigung (§ 324 StBG), cit., págs. 389 a 408.
372 Kuhlen, L„ en «Der Handlungserfolg der Strafbaren Gewässerverunreinigung
(§ 324 StBG), cit., pág. 399.
150 Paz M. de la Cuesta Aguado

Ahora bien, con ello se confunde la «lesión del bien


jurídico» como resultado de la acción, con la «lesión de
bienes jurídicos individuales»373.
En una cosa, sin embargo, puede tener razón: en que nos
encontramos ante una fase más adelantada de protección del
bien jurídico que los delitos de peligro abstracto, pero sólo
si los consideramos referidos a bienes jurídicos de carácter
individual.

4.- LA ESTRUCTURA TIPICA DE LOS DELI­


TOS QUE EXIGEN LA LESION DE OBJE­
TOS MEDIOAMBIENTALES

Ya dije en las primera páginas que el legislador puede


recurrir a dos formas de protección adelantada: mediante el
recurso a tipos de peligro y mediante el recurso a bienes
jurídicos de carácter macrosocial374. Ambas técnicas cum­
plen la misma función: proteger penalmente antes de que se
produzca la destrucción del bien jurídico individual375.
Partamos de bienes jurídicos de carácter individual: La
jerarquización entre delito de lesión-peligro concreto-peli­
gro hipotético (abstracto-concreto o de idoneidad general)-

373 El propio autor reconoce en «Zum Umweltstrafrecht in der Bundesrepublik


Deutschland», cit., pág. 250, que la protección de las aguas como fundamen­
to natural del hombre, animales y plantas se encuentra en la distinción entre
(concreto) objeto de la acción y (abstracto) bien jurídico.
374 Justificando estas técnicas véase Terradillos Basoco, J., Delitos de peligro
y criminalidad económica, pág. 2. Véase también, Hassemer, W./ Muñoz
Conde, F., Introducción a la criminología y al Derecho penal, Valencia,
1989, pág. 111.
375 Hassemer, W./ Muñoz Conde, F., Introducción a la criminología y al
Derecho penal, cit., pág. 110.
La lesión de objetos medioambientales en concreto 151

peligro abstracto, responde a las distintas fases en la preven­


ción de la destrucción del bien jurídico y conlleva cada una
de ellas una mayor distancia y menor «visualización» del
bien jurídico.
De la misma forma, la construcción de bienes jurídicos
de carácter macrosocial responde a esta misma idea. Más
aún, incluso respecto a un mismo bien jurídico de carácter
individual, se pueden haber construido diversos bienes
jurídicos de carácter macrosocial, bien refiriendo cada uno
de ellos a específicas formas de ataque, bien adelantando
unos respecto a otros aún más la protección de los bienes
individuales que se encuentran en la base de la estructura del
bien jurídico macrosocial; o bien conjugando ambas posibi­
lidades.
De esta forma, un determinado bien jurídico de carácter
macrosocial puede suponer una protección previa respecto
a otro con referencia a un (o varios) bien jurídico individual.
Esto lo podemos ver claramente en los delitos contra la
vida y la salud de las personas.
El valor absoluto a proteger por el Derecho Penal es la
vida de las personas. Se trata éste de un presupuesto impres­
cindible (y que no necesita de mayor aclaración). Desde este
punto de vista, incluso la protección de la salud o de la
integridad física de las personas no es más que una protec­
ción «previa», en la medida en que al menoscabar la salud
«se menoscaba» la vida (entiéndase esta afirmación desde
un punto de vista teleológico-abstracto).
Además, y como forma de protección previa a la que se
realiza mediante los tipos de lesiones, existe el denominado
bien jurídico «salud pública». Con ello no quiero negar
autonomía ni justificación al bien jurídico salud pública,
pero desde un punto de vista —imprescindible— de la
152 Paz M. de la Cuesta Aguado

jerarquización de los bienes jurídicos no puede desconocer­


se esta realidad, en la que, además, encuentra su fundamento
la intervención punitiva del estado en fases previas a la
lesión de bienes individuales376. Del mismo modo, el bien
jurídico «seguridad» en los delitos de estragos cumpliría
también esta función de protección previa respecto de
determinadas modalidades comisivas377. Pero, desde este
punto de vista, también incluso el bien jurídico medio
ambiente tiene esta función, con respecto a formas de ataque
específicas y con un carácter aún previo al bien jurídico
salud pública378.

376 Para Corcoy Bidasolo, M., «Resultados de muerte y lesiones como conse­
cuencia de un delito contra la salud pública» en ADPCP XLII (1989), pág.
337, los delitos de peligro contra la salud pública no son un mero adelanta­
miento de los de lesión, sino que tiene un contenido lesivo y un bien jurídico
propio, independientemente de los de lesión. A mi modo de ver, la técnica de
delitos de peligro sí que supone una técnica de protección adelantada, a la que
en ocasiones, cuando la propia puesta en peligro ya es peligrosa, acude el
legislador para «completar» la protección de determinados bienes jurídicos.
Ahora bien, ello no obsta para que existan supuestos en que la conducta
tipificada en un delito de peligro exceda el desvalor de acción que la simple
puesta en peligro de un bien jurídico individual. En otras ocasiones, cuando
se acude a la protección mediante tipos de peligro de bienes jurídicos
macrosociales o supraindividuales, la construcción típica se puede indepen­
dizar del momento de la lesión, realizando una protección autónoma. Es este
último supuesto el que trata la autora y que da pie a su comentario.
377 Véase Polaino Navarrete, M., «Sistema legal de incriminación de los
delitos de incendio en la reforma de 1987. Especial referencia a los incendios
forestales». Comentarios a la legislación penal, Tomo XIII, Madrid, 1991,
pág. 261 y ss.; Bustos Ramírez, J., Manual de Derecho penal. Parte especial.
cit., pág., 289.
378 A sensu contrario, Tiedemann, K., Die Neuordnung des Umweltstrafrechts,
cit., pág., 28; Bajo Fernández, M., Manual de Derecho penal. Parte especial.
Delitos patrimoniales y económicos, Madrid, 1987, pág. 357. Ello no quiere
decir, en modo alguno, que el bien jurídico medio ambiente no sea un bien
jurídico de carácter autónomo, «a proteger penalmente por sí mismo y, no en
función del daño que su perturbación pueda causar a otros, como la vida
humana, la salud pública o individual, la protección de las cosas, animales o
plantas, que ya cuentan con protección específica»; Terradillos Basoco, J„
«El ilícito ecológico» en el delito ecológico, cit., pág. 96, con bibliografía allí
citada.
La lesión de objetos medioambientales en concreto 153

Esta forma de protección se debe combinar con su


tipificación mediante delitos de lesión379 o de peligro, de
forma que se construya una especie de «red protectora» en
diferentes momentos de la lesión del bien jurídico indivi­
dual superior que está indudablemente en la base: la vida
humana.
El Proyecto de Código Penal excluye, sin embargo, la
protección directa de otros elementos ambientales, quizá
más básicos aún, como pueden ser el agua en sí misma
considerada. Pueden imaginarse supuestos, además, de con­
curso entre el artículo 313 y el artículo 307 del Proyecto,
cuando mediante vertidos típicos a efectos de éste artículo,
se degraden o contaminen, por ejemplo, marismas o
humedales que, a su vez, hayan servido para calificar un
espacio natural, pues mientras que el artículo 313 exige la
producción de un resultado lesivo («dañar» —es decir, que
efectivamente se menoscabe o se perjudique un objeto
directamente protegido en el tipo penal—) en el artículo 307
basta la idoneidad lesiva de la conducta. Se planteará
indudablemente la cuestión en estos supuestos de si el
resultado lesivo (artículo 313) consume el resultado peli­
groso. Y eso sería lo más razonable: el peligro que derivado
del vertido incontrolado se ha materializado en una lesión
que, además, está expresamente prevista en el artículo

379 En contra, parte importante de la doctrina considera que la protección de


bienes jurídicos supraindividuales solo se puede hacer mediante tipos de
peligro abstracto. Así Pérez Alvarez, F., Protección penal del consumidor.
Saludpública y alimentación (análisis del tipo objetivo del delito alimentario
nocivo), cit., pág. 65 «El adelantamiento de la barrera de protección en los
bienes jurídicos colectivos no se deriva de su importancia sino de la esencia
misma de tales bienes porque sólo admiten la fórmula de protección mediante
tipos de peligro». Véase también Hassemer, W., «Lincamientos de una teoría
personal del bien jurídico» en Doctrina Penal, Teoría y Práctica en las
Ciencias Penales 46/47 (1989), págs. 279.
154 Paz M. de la Cuesta Aguado

313380. Pero esta solución conduce a que cuando esas aguas


no hayan sido previstas para la calificación de algún espacio
natural protegido, la conducta solo pueda ser sancionada por
la puesta en peligro y no por la efectiva lesión producida.
Siempre se puede alegar a favor de esta opción que un
espacio natural protegido requiere una mayor —valga la
redundancia— «protección», y de ahí que sólo se tipifique
el daño cuando afecta a estos espacios y no al resto. Pero sigo
opinando que la lógica quiebra con esta argumentación,
porque el agua que ha servido para calificar un espacio
natural protegido tiene una mayor protección extrapenal,
por lo que —si la administración funciona como debe— los
controles previos serán mayores y, lógicamente, la inter­
vención penal ha de ser menor. Por ello, y en aplicación de
los principios de fragmentariedad y de última ratio del
Derecho Penal, la intervención penal habría de ser más
agresiva frente a los daños, menoscabos o perjuicios que
sufran las aguas que no tienen protección especial pre­
penal, sobre todo si se tiene en cuenta, además, que la
inexistencia de esa protección previa a la penal no significa
que su función ecológica o para el uso humano sea menor.

380 Y más si se dictan sentencias como la de la Sección 2 de la Audiencia


Provincial de Córdoba, de 26 de Diciembre de 1987 (sumario 122/86 del
Juzgado de instrucción núm 2) según la cual «Se puede concluir que no se ha
probado que el vertedero de residuos sólidos de Córdoba ponga en peligro
grave la salud de las personas o perjudique gravemente —o esté en trance de
perjudicar— el medio ambiente de la zona (vida animal, plantaciones, etc...)
lo primero, porque en los ya más de cinco años que lleva funcionando el
vertedero, no se tiene conocimiento de alguna persona que haya podido verse
afectada en su salud —requisito éste no necesario para que se produzca el
delito enjuiciado, bastando solamente que se dé una situación potencial de
peligro— si bien esta situación en el caso de autor hay que descartarlo por
infundada al haber transcurrido ya un tiempo más que suficiente para que el
peligro se concrete y se realice». Baste de momento la mención, más adelante
volveremos sobre el tema. Puede verse un extracto de esta sentencia en de
Vega Rué, J.A., El delito ecológico, Madrid, 1991, págs. 97 a 100.
La lesión de objetos medioambientales en concreto 155

Pero el problema más grave, a mi modo de ver, deriva de


que la pena del artículo 307 del Proyecto (delito de peligro
hipotético donde se exige que la conducta «pueda perjudicar
gravemente las condiciones de vida natural») castiga con
una pena mayor (prisión de 6 meses a 4 años, multa de ocho
a veinticuatro meses e inhabilitación especial para profesión
u oficio por tiempo de uno a tres años) que dañar gravemente
(lesión) alguno de los elementos que hayan servido para
calificarlo (pena de prisión de uno a cuatro años y multa de
doce a veinticuatro meses). Lo mismo sucede con el artículo
312, que castiga a quien destruya o altere gravemente los
hábitats de la flora protegida con pena de seis meses a dos
años o multa de ocho a veinticuatro meses.
Ciertamente es cuestión todavía debatida en la doctrina
la determinación de cuál es el criterio diferenciador entre
delitos de lesión y delitos de peligro. Así, parte importante
de ésta, que en los últimos años está recobrando vigor, sobre
todo en Alemania, basa la distinción no en la referencia al
bien jurídico, sino en la «conexión de la lesión o el peligro
con el objeto material del delito»381. Esta doctrina tiene a su
favor que explica mejor y más fácilmente cuándo en un caso
concreto se ha producido o no un resultado, en la medida en
que el objeto de la acción es más perceptible por material
que el concepto abstracto de bien jurídico. Esta es una razón
importante en el ámbito de los delitos contra el medio
ambiente —y en general en los delitos de carácter
supraindividual—, donde la determinación de la produc­
ción o no de un resultado es una cuestión, de por sí,
complicada.

381 Así, entre otros muchos, Jescheck, H.H., Tratado de Derecho Penal, cit.,
pág. 358, o más recientemente Roxin, K., Strafrecht. Allgemeiner Teil. Der
Aufbau der Verbrechenslehre, cit., pág. 210, número marginal 123 y Hoyer,
A., Die Eignungsdelikte, cit, pág. 197.
156 Paz M. de la Cuesta Aguado

Sin embargo, considero más acertada desde un punto de


vista de los fines del Derecho Penal la postura contraria que
fundamenta la producción de un resultado lesivo o peligroso
en la lesión o puesta en peligro del bien jurídico protegido.
Para una mejor aplicabilidad de esta doctrina será preci­
so matizar, entonces, cómo habrá de ser la tipificación de
los delitos contra el medio ambiente. Entiendo por bien
jurídico medio ambiente el conjunto de relaciones, de
reglas naturales, bióticas, biológicas, ecológicas, etc..., que
han permitido la aparición y el mantenimiento de la vida y
el desarrollo del hombre en la tierra. Para una correcta
protección de un bien jurídico tan abstracto, los concretos
tipos penales deben ir directamente referidos a la protec­
ción de alguno de los elementos que lo integran sin confun­
dir, indudablemente, estos objetos con el bien jurídico
protegido.
Pues bien, desde este punto de vista, debemos reflexio­
nar sobre la clase de delitos ante la que nos encontramos.
Se trata de delitos que exigen un resultado, que consiste
en el deterioro de un elemento ambiental protegido directa­
mente por el tipo con cuya destrucción se consuma. En la
medida en que lo que exige el tipo es la destrucción del
objeto medioambiental y con ello, por lo tanto, el menosca­
bo —no destrucción total— del bien jurídico protegido, y
en que se lesiona con ello gravemente el equilibrio ecológico,
se trata a mi modo de ver indudablemente de un delito de
lesión. Esta solución sería aún más clara para aquellos
autores que consideran que los delitos de lesión se caracte­
rizan por la destrucción del «objeto de la acción».
Si esto es así, debemos investigar acerca de en qué
consiste en realidad la conducta típica del artículo 307 del
Proyecto de Código Penal, al que hemos calificado de delito
de peligro hipotético, y cual es la razón que fundamenta esta
La lesión de objetos medioambientales en concreto 157

diferente punición. El análisis de esas cuestiones constitui­


rían el objeto del capítulo siguiente.
Y a dijimos que tanto el artículo 312 como el 313 contie­
nen tipos de lesión referidos a bienes jurídicos de carácter
supraindividual (medio ambiente), en los que el legislador
protege directamente un objeto del medio ambiente porque
considera que una lesión a este objeto atenta ya gravemente
contra el bien jurídico382.
Esta técnica incriminadora en el ámbito del medio am­
biente me parece muy correcta —sin entrar en cuestiones de
política criminal sobre si deben o no protegerse dichos
objetos medioambientales— porque contrarresta la vague­
dad del bien jurídico de carácter macrosocial y, por tanto,
abstracto, permitiendo una mayor seguridad jurídica, siem­
pre y cuando, por vía de una arbitraria interpretación del
resultado, no se proceda a una mayor «abstracción» del
perjuicio y alejamiento del momento de la lesión.
Con ello el legislador no está otorgando la categoría de
bien jurídico con carácter autónomo a los espacios naturales
o a la flora protegida, sino que los convierte en objetos
directos de protección penal, de forma que la «modalidad
comisiva» de lesión al medio ambiente será la destrucción,
deterioro o puesta en peligro de dichos objetos.

382 Metafóricamente se podría hablar aquí de que el «objeto medioambiental» es


al medio ambiente, lo que la pérdida de una mano a la vida. La pérdida de una
mano menoscabaría el bien jurídico «salud» y podría incluso afectar a la vida
si, por ejemplo, no se cura a tiempo y se produce una gangrena que acaba con
la vida de la persona. Del mismo modo, la lesión de un objeto medioambiental
puede suponer un paso previo a la lesión o puesta en peligro del medio
ambiente como bien jurídico. Esa lesión al objeto medioambiental puede
conllevar también la ruptura del equilibrio ambiental y, con ello, la lesión
consumada al medio ambiente; pero lo normal será que, dada la capacidad
regeneradora del medio ambiente, la lesión producida sea pequeña.
Capítulo V
DELITOS DE PELIGRO
HIPOTETICO Y RELACION
DE CAUSALIDAD

Ya dijimos que, tanto en el artículo 347 bis del Código


Penal español como en el artículo 307 del Proyecto de 1994,
se contiene junto a un tipo de peligro concreto para la salud
de las personas otro de delito hipotético o abstracto-concre­
to para un bien jurídico de carácter macrosocial como sería
el medio ambiente.
Esta última forma de estructura típica parece que ha
logrado superar los recelos sobre la constitucionalidad de
los delitos de peligro abstracto que se planteaban a la
doctrina, en la medida en que, por un lado, se dota a la acción
de un efectivo contenido de lesividad material para el bien
jurídico y, por otro, no se rechaza la posibilidad, apriori, de
la prueba de la no idoneidad de la conducta; más bien al
contrario, tanto la doctrina como los legisladores tienden a
limitar la posible amplitud típica mediante la introducción,
bien de las denominadas cláusulas de exclusión de conduc­
tas mínimas inocuas (conductas de bagatela)383 o de

383 Véase Tiedemann, K., Poder económico y delito, cit., pág. 145; Reinhardt,
M., Der Strafrechtliche Schutz vor den Gefahren der Kernenergie, cit., pág.
125; Kleine-Cosack, E., Kausalitätsprobleme im Umweltstrafrecht, cit.,
pág. 122.
160 Paz M. de la Cuesta Aguado

correctivos típicos, como hace el legislador penal español al


exigir que la conducta pueda afectar «gravemente» a las
condiciones de vida animal, bosques o plantaciones útiles.
Ahora bien, ya adelanto, aunque después lo analizare­
mos con detalle respecto al artículo 347 bis del Código
Penal, que la constatación de la idoneidad lesiva de la
conducta sigue planteando importantes cuestiones y se
debate todavía en la doctrina, por ejemplo, en qué consiste
la «idoneidad» de la acción, cómo arbitrar la prueba en
contrario o sobre qué puede versar esa prueba y cómo limitar
la amplitud típica.

1.- DIFERENCIACION DE LOS CONCEPTOS


DE PELIGRO CONCRETO, ABSTRACTO E
HIPOTETICO A PARTIR DEL ARTICULO
347 BIS DEL CODIGO PENAL

Como ya dijimos, en el artículo 347 bis del Código Penal


se destacan dos finalidades de protección distintas; por un
lado, mediante un tipo de peligro concreto intenta la protec­
ción del bien jurídico salud de las personas y por otro,
mediante un tipo de peligro hipotético la protección del
medio ambiente. En todo caso la conducta tiene que lesionar
leyes o reglamentos protectores del medio ambiente.
Esta interpretación la realizábamos a partir de la expre­
sión típica «o puedan perjudicar gravemente».
En el Proyecto de 1994, el prelegislador prescinde del
término «puesta en peligro» y lo sustituye, tanto referido a
la salud de las personas como a las condiciones de la vida
silvestre, bosques, espacios naturales o plantaciones útiles
por la expresión «que puedan perjudicar gravemente». Esta
Delitos de peligro hipotético y relación de causalidad 161

expresión, más imprecisa, puede originar problemas


interpretativos acerca de la entidad del peligro típico, sobre
todo a partir de una interpretación sistemática del propio
artículo 307, pues a continuación dice «si el riesgo de grave
perjucio...», con lo que parece que está dando a entender que
anteriormente se exige también un riesgo de grave perjuicio.
En el artículo 347 bis del Código Penal, como ya dijimos,
la expresión «puedan perjudicar» quiere decir que esa
conducta es «apropiada o idónea» para perjudicar; es decir,
se trata de un delito de peligro hipotético o de peligro
abstracto-concreto. Eso es distinto a la existencia de un
riesgo de grave perjucio que hemos identificado con peligro
concreto. Entre los delitos de peligro concreto y los delitos
de peligro abstracto-concreto o hipotético se pueden esta­
blecer dos órdenes de notas diferenciadoras:
1 .- por la modalidad del peligro
2 .- por la forma de constatación del peligro.

1.1. Por la modalidad del peligro

El legislador, consciente de que no se puede definir una


probabilidad matemática de peligro, define en el artículo
347 bis del Código Penal (y también en el 307 del Proyecto)
dos situaciones peligrosas, una más que otra.
La diferencia entre dos acciones peligrosas puede venir
dada por razón del mayor o menor contenido lesivo de la
conducta o por una mayor o menor inmediatez del momento
de la lesión en el proceso consumativo.
En cuanto al primero de los aspectos, es decir, en cuanto
contenido lesivo de la conducta, es menos peligroso, por
ejemplo, disparar sobre una persona con un revólver a 100
162 Paz M. de la Cuesta Aguado

metros que a 10; sin embargo, ambas conductas pueden ser


peligrosas384.
Pero también se puede calificar a una conducta como
peligrosa no tanto por el contenido lesivo de la acción, como
por la mayor o menor distancia del momento en que produ­
cirá la lesión de un bien jurídico (así, el peligro es mayor
cuando la víctima se acerca a los labios la copa envenenada
que cuando el envenenador echa el veneno en la copa)385.
En el ámbito del medio ambiente aparecen también
ejemplos de lo anterior: así, por razón del contenido lesivo
de la conducta, es más peligrosa la emisión de 100 gramos
de una sustancia nociva, que la emisión de 50 gramos de la
misma. Y en cuanto a la inmediatez de la lesión, es más
peligroso emitir 100 gramos de dicha sustancia lesiva en una
zona densamente poblada a dos metros del suelo, que emitir
la misma cantidad de sustancia en una zona despoblada a
veinte metros del suelo. En el primer caso la lesión contra un
bien individual, como la salud, está más cerca.
En atención a la inmediatez de la lesión se estructura la
protección penal en delitos de lesión y de peligro y, dentro
de éstos, en delitos de peligro concreto o abstracto. O, dicho
en palabras de Torío López, siguiendo a Gallas386, «los
delitos de peligro abstracto son un estadio previo de los de
peligro concreto, de igual modo que éstos implican una fase
previa a la producción de la lesión»387.

384 Escrivá Gregori, J.M. La puesta en peligro de bienes jurídicos en derecho


penal, cit., pág. 27.
385 Kleine-Cosack, E., Kausalitätsprobleme im Umweltstrafrecht, cit., pág. 59.
386 Torío López, A., «Los delitos del peligro hipotético. (Contribución al estudio
diferencial de los delitos del peligro abstracto)», cit., pág. 835.
387 Véase recientemente Hoyer, A., «Zum begriff der «abstrakten Gefahr» en
Juristiche Arbeitsblätter 22 (1990), págs. 183 y ss.
Delitos de peligro hipotético y relación de causalidad 163

Esto mismo sucede cuando el legislador distingue entre


una conducta que «puede perjudicar» y otra conducta que
pone en «riesgo de perjuicio».
Por ejemplo, supongamos que la sustancia «A» tiene
conocidos efectos lesivos sobre los seres vivos incluidas las
personas, que llegan a ser mortales cuando se inhalan en una
dosis «Xj» y lesivos (porque producen determinada enfer­
medad) cuando se inhalan en la dosis «x2», en un periodo de
tiempo «t» (generalmente existen aún más variables en los
casos reales). Por debajo de tales dosis, en ese mismo
periodo de tiempo, la sustancia es inocua.
La industria «I», con una chimenea de 30 metros emite
una cantidad «x3» (que es menor que «x2») y por las
circunstancias geográficas y de ubicación se sabe que en el
periodo de tiempo «t» esa cantidad se esparcirá de tal
manera que no va a alcanzar en ninguna coordenada de lugar
y tiempo la dosis «x2».
En tal caso se pueden realizar dos interpretaciones:
a) La conducta no es peligrosa, porque la dosis es inocua
y no puede ocasionar ninguna lesión.
b) La conducta es peligrosa porque la causa de que no
fuera lesiva es que no fue emitida en dosis suficiente (pero
de haberlo sido hubiera sido lesiva).
En este caso creo que se debe entender que dosis facit
veneno y optar por considerar la conducta como no peligro­
sa, pues la sustancia en tal cantidad suministrada no lo era.
Si en cambio «I», en las mismas condiciones, emite la
cantidad «x2», existirá un momento, antes de que pueda ser
esparcidda por el viento, en que la dosis será lesiva para las
personas. Es decir, si alguien en ese momento lo inhalara
tendría enormes probabilidades de sufrir la enfermedad o, si
la dosis fuera «x^, de morir. El peligro en este caso existe
164 Paz M. de la Cuesta Aguado

efectivamente, la conducta es apropiada y suficiente para


poner en peligro o incluso producir lesiones a las personas.
Sin embargo, la lesión aparece en el tiempo todavía muy
lejana. Se puede decir en este caso que la conducta, si se
dieran las condiciones concretas adecuadas, sería lesiva: si
hubiera personas en los alrededores, o si la altura de la
chimenea fuera menor, etc.
Puede suceder también, que se emita la misma sustancia
en la dosis «x2» o «Xj», pero la distancia de zonas pobladas
sea menor, de forma que permanentemente quedase un resto
de la sustancia lesiva el cual, con el trascurso del tiempo
puede afectar a las personas o seres vivos que continuamente
lo inhalan.
En este supuesto, el momento lesivo está más cerca y a
medida que vaya pasando el tiempo y se vayan acumulando
dosis restantes, mayor será el peligro y más concreto. Aquí
se produce una fuerte conmoción para el bien jurídico salud
de las personas y para el bien jurídico medio ambiente. Ya
no se puede hablar solamente de conducta idónea para
lesionar. Aquí existe ya un riesgo efectivo. Existe un «gra­
ve» riesgo de perjuicio.
En el primer supuesto no hablaríamos de (resultado de)
peligro, en el segundo caso hablaríamos de (resultado de)
peligro hipotético y en el tercer caso de (resultado de)
peligro concreto.
Desde este primer punto de vista, por tanto, la diferencia
entre delitos de peligro concreto y delitos de peligro hipoté­
tico o abstracto-concreto se refiere a la entidad del peligro
en cuanto a la cercanía de la lesión, pero ambos serán delitos
de resultado388.

388 Ya Barbero Santos, M., en contra de la doctrina mayoritaria sobre el tema,


consideró que los delitos de peligro abstracto podían ser de mera actividad
Delitos de peligro hipotético y relación de causalidad 165

En este sentido se ha dicho, aunque no deja de parecer un


trabalenguas, que «la idoneidad lesiva es la probabilidad de
un peligro concreto y el peligro concreto la probabilidad de
lesión, por lo que se puede afirmar que la idoneidad es la
probabilidad de la probabilidad de lesión»389.

1.2. Por la forma de constatación del peligro

El segundo criterio diferenciador a que aludíamos hace


referencia a cómo debe ser apreciado el peligro en unos u
otros tipos por el legislador.
a) Parafraseando a Schróder, se podría decir que en los
delitos de peligro abstracto el legislador aprecia en la ley los
indicios de peligro, mientras que en los delitos de peligro
concreto y abstracto-concreto (hipotético) el juicio de peli­
grosidad ha de ser realizado por el juez390.
En los delitos de peligro concreto, para la emisión del
juicio de peligrosidad en el supuesto dado, el juzgador ha de
valorar todas las circunstancias que inciden en el caso
concreto y que han producido una puesta en peligro (concre­
to) del bien jurídico protegido. Esta situación peligrosa es el
resultado de la acción. En los delitos de peligro hipotético
también nos encontramos con un delito de resultado, pero
ese resultado no podrá ser un peligro concreto.

o de resultado. Estos últimos exigirían «la producción de un resultado


externo, es decir, una modificación en el mundo exterior, que, por describirse
en el tipo, está jurídicamente delimitada («Contribución al estudio de los
delitos de peligro abstracto», cit., pág. 490).
389 Kleine-Cosack, E., Kausalitätsprobleme im Umweltstrafrecht, cit., pág. 155
390 Schröder, H., «Abstrakt-konkrete Gefährdungsdelikte», cit., pág. 523. Ac­
tualmente se sigue mayoritartamente esta doctrina, si bien ha sufrido algunas
matizaciones acerca de la forma en que debe comprobarse esa «idoneidad».
Véase en la más reciente doctrina, con carácter general, Roxin, K., Strafrecht.
Allgemeiner Teil, cit., pág. 265, número marginal 127.
166 Paz M. de la Cuesta Aguado

Por ello, en los delitos de peligro hipotético o abstracto-


concreto, el juzgador habrá de constatar con carácter gene­
ral la idoneidad lesiva de la acción391, es decir, si la conducta
abstractamente observada era «idónea», «adecuada» o «apta»
para la creación del peligro prohibido392, pero también habrá
de constatar que no se ha producido ni un resultado de
lesión, ni un resultado de peligro393 (porque entonces nos
encontraríamos ante un peligro concreto o ante una lesión).
Pero tampoco bastará la constatación de la «idoneidad
lesiva» de la conducta pues, en tal caso, nos encontraríamos
ante delitos de peligro meramente abstracto394. Para ello,
entonces, habrá que desarrollar criterios para determinar
qué circunstancias habrá de valorar el juez para poder emitir
un juicio de «idoneidad»395. Ello se realizará abstrayendo o
generalizando el juicio sobre las circunstancias concretas
del caso en particular396.
La razón de por qué no hay que valorar todas las
circunstancias parece venir dada del hecho de que no se trata
de un delito de peligro concreto donde el juez ha de constatar
la concrección del peligro397 (concrección en sentido nor­
mativo y respecto del bien jurídico, recuérdese, y apreciado
teleológicamente desde la inmediatez de la lesión). Así

391 Cramer, P., «Comentario previo al parágrafo 306 número marginal 3» en


Strafgesetzbuch de Schönke-Schröder (coor.), cit; Kuhlen, L., Fragen
einer strafrechtlichen Produkthaftung, cit., pág. 155 y 156.
392 Schröder, H„ «Abstrakt-konkrete Gefährdungsdelikte», cit., pág. 523; Hoyer,
A., Die Eignungsdelikte, cit., pág. 197.
393 Hoyer, A., Die Eignungsdelikte, cit., pág. 197.
394 Kuhlen, L., «Der Handlungserfolg der strafbaren Gewässerverunreinigung
(_ 324 StGB), cit., pág. 395; Hoyer, A., Die Eignungsdelikte, cit., pág. 197.
395 Véase en este sentido Horn, E./ Hoyer, A., «Rechtsprechungsübersicht zum
Umweltstrafrecht», cit., págs. 703 y ss; Hoyer, A., «Zum begriff der
«abstrakten Gefahr», cit., págs. 183 y ss.
396 Hoyer, A., «Zum begriff der «abstrakten Gefahr», cit., pág. 184.
397 Así Kleine-Cosack, E., Kausalitätsprobleme im Umweltstrafrecht, cit., pág.
148.
Delitos de peligro hipotético y relación de causalidad 167

pues, deberán quedar excluidas del juicio aquellas circuns­


tancias que indiquen la «producción concreta» y efectiva
del peligro. Pero en alguna medida habrán de valorarse por
el juzgador las circunstancias que incidieron en el supuesto
concreto pues, como hemos dicho, en esta categoría el
legislador no «presume» ni efectúa en el tipo el juicio de
peligrosidad, sino que deja la emisión de tal juicio en manos
del juez, precisamente porque puede apreciar de forma
«inmediata» la peligrosidad según la prueba398.
Pero para ello se plantean dos problemas:
1 .- Qué criterios rigen para proceder a la contemplación
en abstracto de unas circunstancias y a la contemplación en
concreto de otras.
2 .- Esta abstracción puede amenazar el principio de
«máxima justicia individual»399. Esto da pie a Hoyer para
afirmar que, en definitiva, se trata de definir en qué consiste
el peligro abstracto, algo que con anterioridad no se había
hecho, pues los tradicionales delitos de peligro abstracto se
caracterizaban, precisamente, porque no era necesaria la
constatación de una «peligrosidad abstracta» de la acción400.

2.- EL CONCEPTO DE IDONEIDAD

La delimitación de qué circunstancias deben ser valo­


radas y cuáles no ha de hacerse teleológicamente a partir de
la función que estos delitos están llamados a cumplir; es

398 Schröder, H., «Abstrakt-konkrete Gefährdungsdelikte», cit., päg. 523.


399 Hoyer, A., «Zum begriff der «abstrakten Gefahr», cit., päg. 184
400 Hoyer, A., «Zum begriff der «abstrakten Gefahr», cit., päg. 184
168 Paz M. de la Cuesta Aguado

decir, prohibir o reprimir ex ante conductas «idóneas» o


«adecuadas» para lesionar (y, por tanto, peligrosas).
En este sentido, una conducta será «idónea», «apropia­
da», «suficiente» o «adecuada» para lesionar cuando un
observador imparcial, con los mismos conocimientos que el
autor, pudiera considerar que era «previsible» que de tal
conducta se derivase una lesión. Por lo tanto, son criterios
normativos de previsibilidad los que en definitiva determi­
narán cuándo la conducta es típica por «adecuada» o «idó­
nea».
Para Hoyer, «idoneidad» es la propiedad de una deter­
minada situación (o un determinado conjunto de circunstan­
cias dadas en una situación), a la que denomina «situación
de partida», para producir una situación lesiva, a la que
denomina «de referencia»401. La relación entre la situación
de partida y la situación de referencia no tiene por qué ser de
carácter necesario; bastará con que ex ante pueda extraerse
en cada caso, de una multitud de circunstancias de partida,
las que finalmente serán circunstancias típicamente rele­
vantes para la consideración del resultado402.
El juicio sobre la previsibilidad, sin embargo, habrá de
efectuarse con posterioridad a la constatación de la relación
de causalidad, en el ámbito de la imputación objetiva. Ello
no evita que sea, repito, teleológicamente, este criterio de la
peligrosidad abstracta de la acción concreta el que nos sirva
de criterio delimitador de las circunstancias a valorar por el
juez para la determinación del resultado de peligro y de la
acción que lo creó403.

401 Hoyer, A., Die Eignungsdelikte, cit., pág. 30.


402 Hoyer, A., Die Eignungsdelikte, cit., pág. 197.
403 La «idoneidad» dirán Horn, E./ Hoyer, A., «Rechtsprechungsübersicht zum
Umweltstrafrecht», cit., págs. 706, exige que de una manera general exista
la posibilidad de la producción de un perjuicio.
Delitos de peligro hipotético y relación de causalidad 169

2.1. La idoneidad lesiva o idoneidad peligrosa

Conviene matizar también si la conducta prevista en el


tipo tiene que ser «idónea para lesionar» o basta con que sea
«idónea para poner en peligro».
La cuestión tiene trascendencia si desde el punto de vista
del bien jurídico protegido se entiende —como lo hemos
hecho nosotros— que será el criterio de la inmediatez de la
destrucción, de menoscabo del bien jurídico, el que justifi­
cará y diferenciará el nivel del peligro típico (concreto o
hipotético —abstracto-concreto—).
Desde este punto de vista, no es exactamente lo mismo
que una conducta sea «idónea para lesionar» que «idónea
para poner en peligro», en la medida en que cuando es
«idónea para lesionar» también lo es para poner en peligro,
pero no al revés (cuando es idónea para poner en peligro no
tiene por qué ser idónea para lesionar, porque tal idoneidad
no indica seguridad en el peligro, ni el peligro indica
seguridad en la lesión).
Es decir, una conducta idónea para lesionar estaría «más
cerca» del momento de la lesión (habría más probabilidades
de lesión y, por tanto, la conmoción del bien jurídico sería
mayor) que una conducta «idónea para poner en peligro».
Será el legislador en la descripción típica de la conducta
prohibida quién determinará a que clase de «idoneidad» se
refiere, aunque lo cierto es qué el concepto de idoneidad
peligrosa ya es demasiado vago y se encuentra demasiado
alejado del bien jurídico protegido.
En este sentido, la expresión del artículo 347 bis del
Código Penal (y también del 307 del Proyecto) es tajante:
«poder perjudicar» exige una idoneidad lesiva y no mera­
mente peligrosa.
170 Paz M. de la Cuesta Aguado

Ciertamente las dificultades de constatación de un resul­


tado (y del nexo causal entre éste y la acción) son mayores
a medida que nos alejamos del momento de la lesión, y se
ven incrementadas —quizá porque requieren una mayor
abstracción— cuando la lesión va referida a un bien jurídico
de carácter microsocial o individual (vida, salud, etc...) que
cuando va referido a uno de carácter macrosocial, como
puede ser el medio ambiente.

2.2. Circunstancias relevantes y circunstancias irre­


levantes para la emisión del juicio de idoneidad

Pero si bien estos delitos exigen una acción idónea para


originar un peligro para el bien jurídico, «no establecen el
grado de peligrosidad preciso para ser sometida al Derecho
Penal»404. Lo decisivo en esta clase de delito es la aprecia­
ción valorativa del comportamiento como jurídicamente
prohibido405.
En la medida en que se trata de delitos de peligro
hipotético, bastará para la constatación de la idoneidad
lesiva406, con que «pueda originar un estado caracterizable
como probabilidad de daño o lesión»407, sin que sea necesa­
rio entrar a valorar en el caso concreto si se dieron las

404 Torío López, A., «Los delitos del peligro hipotético. (Contribución al estudio
diferencial de los delitos del peligro abstracto)», cit., pág. 843.
405 Torio López, A., «Los delitos del peligro hipotético. (Contribución al estudio
diferencial de los delitos del peligro abstracto)», cit., pág. 844.
406 Tiedemann, K., «Teoría y reforma del derecho penal del ambiente. Estudio
de derecho comparado», cit., pág. 149: «la concreta posibilidad de provoca­
ción de daños presupone la existencia de peritajes o experiencias prácticas
que deben extraerse no del caso concreto en cuentión sino de un saber
experimental y de la simulación».
407 Torío López, A., «Los delitos del peligro hipotético. (Contribución al estudio
diferencial de los delitos del peligro abstracto)», cit., pág. 840.
Delitos de peligro hipotético y relación de causalidad 171

circunstancias concretas para que se produjera dicha le­


sión408.
Según SCHRóDER, habría que valorar determinadas
circunstancias del caso particular, de forma similar a si se
tratara de un delito de peligro concreto, pero al mismo
tiempo el juez tendría que delinear solamente reglas gene­
rales, de forma que podría designar situaciones típicas como
peligrosas o no sin tener en cuenta el caso concreto409. Sin
embargo, los tribunales en Alemania se encuentran todavía
inseguros cuando se trata de aplicar este criterio410.
Habría que distinguir, entonces, entre aquellas circuns­
tancias que ha de considerar el juez para la emisión del juicio
de peligrosidad (circunstancias relevantes) y aquellas otras
que no inciden en la formación de tal juicio (circunstancias
irrelevantes). Así, habría que indagar del caso concreto la
clase o el estado de la emisión o del vertido, así como la
situación o lugar en que se realiza411.
El criterio de distinción podría estar en la dominabilidad
por el actor del desarrollo de la acción. De esta forma, serían
circunstancias relevantes la clase y composición de la
sustancia, la forma de la emisión o vertido y aquéllas
dominadas por la voluntad del autor412.

408 Kleine-Cosack, E., Kausalitätsprobleme im Umweltstrafrecht, cit., pág. 156;


Torío López, A., «Los delitos del peligro hipotético. (Contribución al estudio
diferencial de los delitos del peligro abstracto)», cit., pág. 843; Kuhlen, L.,
«Zum Umweltstrafrecht in der Bundesrepublik Deutschland», cit., pág. 251.
409 Schröder, H., «Abstrakt-konkrete Gefährdungsdelikte», cit., pág. 522.
Críticamente, Méndez Rodríguez, C., Los delitos de peligro y sus técnicas de
tipificación», Madrid, 1993, págs. 189 y ss.
410 Kuhlen, L., «Zum Umweltstrafrecht in der Bundesrepublik Deutschland»,
cit., pág. 251.
411 Kuhlen, L., «Zum Umweltstrafrecht in der Bundesrepublik Deutschland»,
cit., pág. 251.
412 Horn, E., «Comentario previos al parágrafo 324, número marginal 5» en
Sistematicher Kommentar zum Strafgesetzbuch, cit.
172 Paz M. db la Cuesta Aguado

Circunstancias irrelevantes serían aquéllas que no se


encuentran dominadas por la voluntad del autor aunque las
pueda prever, o bien sean imprevisibles413 (por ejemplo, una
tormenta de verano).
La razón de ello la encuentra Kindháuser414 en que lo que
se pretende con estos tipos es lograr lo contrario al peligro,
es decir, la seguridad del bien jurídico, y esta seguridad se
ve lesionada si el peligro se evita por causas no dominables
por la voluntad del autor.
En este sentido, también Hoyer afirma que bastará con
que el comportamiento en similares circunstancias pudiera
producir un resultado que pudiera imputarse a su autor como
una imprudencia lesiva no permitida415. Será idónea una
acción cuando, aunque no se haya producido un resultado
lesivo o peligroso, el autor no haya tenido —objetivamente
y basándose en el estado de su conocimiento— bajo su
control la ausencia del «efecto».
Para calificar una acción como idónea habrá que conju­
gar tres diferentes elementos:
- un criterio cualitativo, que hará referencia a las «pro­
piedades» de la sustancia emitida o vertida.
- un criterio cuantitativo, valorando la intensidad con que
se ha realizado la acción416.

413 VéaseenestesentidoTiEDEMANN.K., DieNeuordnungdesUmweltstrafrecht,


cit., pág. 39. También Kleine-Cosack, E., Kausalitätsprobleme im
Umweltstrafrecht, cit., pág. 157.
414 Kindhäuser, K„ Gefhardungsdelikte im Strafrecht, Reschtstheoretische
Untersuchungen zur Dogmatik der abstrakten und der konkreten
Gefährdungsdelikte, cit. págs. 198 y ss., y, especialmente, pág. 247.
415 Hoyer, A., Die Eignungsdelikte, cit., pág. 197.
416 Hoyer, A., Die Eignungsdelikte, cit., pág. 197.
Delitos de peligro hipotético y relación de causalidad 173

- un criterio temporal, atendiendo a la duración o perma­


nencia de la acción o sus efectos417.
Solamente será atípica la conducta cuando el autor
adoptó todas las medidas de seguridad pertinentes y adecua­
das para evitar la producción del resultado418.

3.- DE NUEVO, SOBRE LA ESTRUCTURA TI­


PICA DEL ARTICULO 347 BIS DEL CODI­
GO PENAL

Desde la postura que aquí estamos defendiendo queda


sin respuesta la cuestión de por qué se castiga más grave­
mente el delito de peligro hipotético contra el medio am­
biente que el delito de lesión contra un objeto medio
ambiental, en el Proyecto, o por qué se castiga de igual modo
la puesta en peligro de la salud de las personas y el peligro
hipotético sobre el medio ambiente en el artículo 347 bis del
Código Penal.
En este último, la previsión legal de idéntica pena podía
ser un argumento que esgrimieran quienes consideran que la
estructura típica del artículo 347 bis es la de los delitos de
peligro concreto419, o quienes consideren que ambos bienes

417 Horn, E./ Hoyer, A., «Rechtsprechungsübersicht zum Umweltstrafrecht»,


cit., págs. 706.
418 Hoyer, A., Die Eignungsdelikte, cit., pág. 201.
419 Rodríguez Ramos, L., «Comentario al artículo 347 bis del Código Penal», en
en Código Penal comentado, de López B arja de Quiroga y Rodríguez Ramos
(coor.), cit; Muñoz Conde, F., Derecho Penal. Parte especial, cit., pág. 511;
Rodas Monsalve, J.C., La protección penal del ambiente natural, Salamanca,
1992, ejemplar dactilografiado, pág. 468; Bustos Ramírez, J., Manual de
Derecho Penal. Parte especial, cit., pág. 354; Morillas Cuevas, L., «La
174 Paz M. de la Cuesta Aguado

jurídicos son de carácter macrosocial. Desde este punto de


vista, de lege data, resultará que, para el legislador, tienen
el mismo valor ambos bienes jurídicos: la salud de las
personas y el medio ambiente. A mi modo de ver, esta
postura no es defendible420.
Similar cuestión se plantea en el Proyecto de Código
Penal respecto a los artículo 307, 312 y 313. Estos últimos
exigen que se destruya o lesione un objeto integrante del
medio ambiente expresamente previsto en el tipo. Se exige,
por tanto, un efectivo menoscabo -—si bien no la destruc­
ción— del bien jurídico, materializado en la destrucción o
deterioro de un objeto medioambiental. Por ello lo califica­
mos como delito de lesión respecto de un bien jurídico de
carácter macrosocial. Pero una conducta que lesione (o
menoscabe) el bien jurídico es más grave (y por tanto debe
ser castigada más gravemente) que aquélla otra que solamente
lo ponga en peligro, en la medida en que la afectación al bien
jurídico es más lejana (en el peligro que en la lesión). Según
esto, los artículos 312 y 313 deberían conminar con pena
más grave que la prevista en el artículo 312 del Proyecto de
Código Penal.
Esta situación se podría explicar considerando tanto el
artículo 347 bis del Código Penal como el 3072 del Proyecto
de Código Penal como delitos «de contaminación»:

contaminación del medio ambiente como delito. Su regulación en el Derecho


penal español» en Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad de
Granada 17-20 (1989-1992), págs. 145 y ss.
420 En el mismo sentido Bustos Ramírez, J., Manual de Derecho Penal. Parte
especial, cit., pág. 354, para quien «a pesar de que en principio el legislador
estaba consciente que el medio ambiente es algo diferente a la salud pública,
en definitiva al tipificar incurrió en confusiones».
Delitos de peligro hipotético y relación de causalidad 175

3 .1. Excurso de los artículos 347 bis Código Penal y


artículo 307 del Proyecto de Código Penal como
delitos de contaminación

I .- Parte importante de la doctrina, encabezada por


Rodríguez Ramos421, considera, no sin argumentos, que el
artículo 347 bis del Código Penal (y lo mismo sucedería en
el artículo 307 del Proyecto) tipifica la producción de
«contaminación» o polución422, si bien las conductas conta­
minantes sólo tendrán trascendencia penal cuando se supe­
ren los niveles permitidos y alcancen los prohibidos por las
leyes y reglamentos ambientales»423.
A mi modo de ver, sin embargo, la contaminación, es
decir, la alteración perjudicial de las composición natural o
previa de la atmósfera, el suelo, o las aguas terrestres o
marítimas, no es ni resultado de la acción ni condición
objetiva de la punibilidad. Es decir, no sería elemento típico
ni en el artículo 347 bis del Código Penal ni en el artículo 307
del Proyecto de Código Penal. La acción consistiría en
«provocar o realizar (directa o indirectamente) vertidos o
emisiones «a la atmósfera, el suelo, las aguas». Esas emisio­
nes o vertidos pueden contaminar o no (o mejor, pueden ser
contaminantes o no), pero el legislador no sólo no exige para

421 También en este sentido la mayoría de la doctrina. Véase Rodríguez Ramos,


L„ «Comentario al artículo 347 bis del Código Penal», en Código Penal
comentado, de López Barja de Quiroga y Rodríguez Ramos (coor.), cit;
Muñoz Conde, F., Derecho Penal. Parte especial, cit., pág. 511; Rodas
Monsalve, J.C., La protección penal del ambiente natural, cit., págs. 423 y
ss.; Bustos Ramírez, J., Manual de Derecho Penal. Parte especial, cit., pág.
353.
422 Sobre estos conceptos véase Rodas Monsalve, J.C., La protección penal del
ambiente natural, cit., págs. 425 y ss.
423 Rodríguez Ramos, L., «Comentario al artículo 347 bis del Código Penal» en
Código Penal comentado, de López Barja de Quiroga y Rodríguez Ramos
(coor.), cit., pág. 652.
176 Paz M. de la Cuesta Aguado

que la conducta sea punible que se contamine sino que,


precisamente, es lo que trata de evitar. El vertido o la
emisión constituyen diversas modalidades de la acción
típica, sin llegar todavía a constituir el resultado. Es decir,
el juez no tendrá que comprobar que la emisión a la atmós­
fera ha producido una alteración perjudicial calificable
como contaminación sino, únicamente, que esa emisión es
peligrosa y pone en peligro concreto la salud de las personas
o que puede perjudicar gravemente las condiciones de vida
animal, bosques, espacios naturales o plantaciones útiles en
este último caso sin que tenga que haber provocado, siquie­
ra, un peligro concreto.
Se puede contraargumentar diciendo que, si se emite y
esa emisión pone en peligro la salud de las personas o puede
perjudicar gravemente las condiciones de la vida animal,
bosques, espacios naturales o plantaciones útiles, en reali­
dad se está «contaminando» (y, efectivamente, en ocasio­
nes, así será). Pero el juzgador no lo tendrá que comprobar,
porque nos encontramos ante tipos de peligro y la contami­
nación conlleva la lesión (de un bien supraindividual) de
forma que, de optar por esta solución, estaríamos convir­
tiendo, por vía interpretativa mediante la «manipulación»
del resultado típico, un delito de peligro en un delito de
lesión424.
Si se incluye la contaminación como resultado típico
surgen, amén de una importante restricción del ámbito de
protección del tipo, importantes problemas adicionales en el
ámbito de la causalidad referidos a la determinación del
concepto de contaminación y a la delimitación de las con­
ductas «contaminantes».

424 Tiedemann, K., «Teoría y reforma del derecho penal del medio ambiente.
Estudio de derecho comparado» en Protección internacional del medio
ambiente y derecho ecológico, cit., pág. 148.
Delitos de peligro hipotético y relación de causalidad 177

Pero, además, es que toda contaminación conlleva, no


solo la puesta en peligro, sino la lesión de, por ejemplo, «las
condiciones de vida animal», por lo que sería absurdo exigir
posteriormente (una vez que se ha constatado que se ha
producido una lesión a «las condiciones de vida animal»
consistente, por ejemplo, en la contaminación atmosférica)
que tal lesión a su vez «pueda poner gravemente en peligro»
las mismas condiciones de vida animal.

II .- Soy de la opinión de que el bien jurídico medio


ambiente debe pasar a constituirse como presupuesto de la
vida en sociedad, al igual que la vida y la salud de las
personas; ahora bien, ello no obsta para que sea preciso
respetar la jerarquización teleológica que debe imperar
entre los distintos bienes jurídicos protegidos para la elec­
ción político-criminal de las formas de incriminación y,
sobre todo, como criterio director en la selección de la pena
a imponer para la conminación de conductas.
Junto a este criterio «jerarquizante», existe otro que, en
función de la gravedad de la modalidad del atentado contra
el bien jurídico, exige que se castiguen más gravemente los
delitos de peligro concreto que los de peligro hipotético,
porque aunque la modalidad comisiva sea la misma, lo
cierto es que en aquéllos se exige como resultado una mayor
peligrosidad que en éstos.
Por otro lado, se podría argumentar que si los bienes
jurídicos protegidos «salud de las personas» y «medio
ambiente» ostentan el mismo nivel jerárquico se debe
considerar que el bien jurídico protegido no es la salud
individual, como bien jurídico de carácter microsocial o
individual, sino que se trata también de un bien jurídico de
carácter macrosocial, es decir, la salud pública.
178 Paz M. de la Cuesta Aguado

Creo que ésta, sin embargo, tampoco es una argumenta­


ción correcta. La «salud de las personas» como bien jurídico
no es idéntico a la salud pública, sino que aquél (salud de las
personas) hace referencia a un bien jurídico de carácter
microsocial o individual referido a un sujeto pasivo indeter­
minado propio de la utilización de tipos de peligro. Más
correcto me parece considerar que ésta era una deficiencia
técnica que el pre-legislador subsana en el Proyecto de
Código Penal.
Resta, entonces, la cuestión de por qué en el Proyecto de
Código Penal se reprime con más pena un delito de peligro
(artículo 307 del Proyecto de Código Penal respecto al
medio ambiente) que los delitos de lesión de los artículos
312 y 313.
La razón, creo yo, estriba en que el primero es un delito
de peligro de carácter catastrófico, lo que justifica por la
gravedad del desvalor de acción, una mayor punibilidad de
la misma forma que la conducta típica de los artículos 547
y 548 (delitos de peligro contra la seguridad colectiva425) se
castigan con mayor pena que el homicidio.

4.- PROCEDIMIENTO PARA LA CONSTATA­


CION DE LA IDONEIDAD LESIVA

Cuando se haya realizado una acción consistente en


verter o emitir, infringiendo las Leyes o Reglamentos pro­
tectores del medio ambiente, en la atmósfera, el suelo o las
aguas terrestres o marítimas, el primer paso para comprobar

425 Bajo Fernández, M., «Comentario al artículo 547» en Código Penal comen­
tado, de López Batja de Quiroga y Rodríguez Ramos (coor.), cit., pág. 1036.
Delitos de peligro hipotético y relación de causalidad 179

si esa acción puede perjudicar gravemente las condiciones


de la vida animal, bosques, espacios naturales o plantacio­
nes útiles, habrá de ser definir el significado de tales térmi­
nos lo cual, como la mayoría de la doctrina señala, no es
labor fácil por lo reiterativo del concepto426. Con ello, el
legislador quiere describir los más importantes elementos
medioambientales y previsiblemente, en la práctica, no será
una cuestión demasiado conflictiva427.
A continuación sería preciso determinar la capacidad
lesiva de la sustancia emitida o vertida. Para ello, aplicare­
mos el procedimiento lógico de subsunción428, tal y como lo
hemos venido haciendo hasta ahora.
Cuando exista una ley general necesaria que describa
con certeza las posibilidades lesivas de la materia emitida o
vertida, bajo la que pueda subsumirse el supuesto de hecho
concreto, no se planteará duda alguna acerca de la idoneidad
general de la conducta. Algunos autores entienden, en este
sentido, que antes de establecer hipótesis causales será
preciso contar, para la correcta formulación de la ley de
cobertura, con la experiencia de otros supuestos similares en
los que se haya producido una lesión429. Pero, en más

426 Rodríguez Ramos, L., «Comentario al artículo 347 bis del Código Penal» en
Código Penal comentado, de Lopez Barja de Quiroga y Rodríguez Ramos
(coor.), cit., pág. 652; B acigalupo S abater, E., «La instrumentación técnico-
legislativa de la protección penal del medio ambiente», cit., pág. 202. Pese
a las críticas, el Proyecto de Código Penal de 1992 mantiene en similares
términos la redacción del artículo 312 y contra ello no se planteó ninguna
enmienda.
427 En este sentido conviene matizar que algunos autores entienden que «espa­
cios naturales» son los «espacios naturales protegidos» del artículo 10 de la
Ley sobre espacios naturales protegidos (Rodas Monsalve, J.C., La protec­
ción penal del ambiente natural, cit., pág. 462, siguiendo a Briones Vives).
Creo, sin embargo, que esta restricción no es de recibo.
428 Maiwal, M., Kausalität und Strafrecht, cit., págs. 13 a 28.
429 Así Horn, E., «Comentario al parágrafo 325 del Código Penal alemán,
número marginal 5» en SK; Möhrenschlager, M., «Kausalitätsprobleme im
180 Paz M. de la Cuesta Aguado

ocasiones de lo que fuera conveniente, no se conocerá con


exactitud las consecuencias lesivas para el medio ambiente
de las sustancias emitidas (o en la dosis emitida) y, sobre
todo, lo que es más probable, no se conocerá con exactitud
su incidencia en determinados hábitats, ni la capacidad de
éstos de degradación de las sustancias externas y de
autorregeneración.
A ello se une, como ya se indicó, que también aquí
determinadas sustancias en principio inocuas, e incluso
naturales, en dosis excesivas o por su acumulación o artifi­
cial sedimientación o estado o situación, pueden convertirse
en gravemente lesivas430. Por ello la mayor parte de la

Umweltstrafrecht des Strafgesetzbuches», cit., pág. 65; Kleine-Cosack, E.,


Kausalitätsprobleme im Umweltstrafrecht, cit., pág. 138. En las págs. 139 y
140 explica esta autora las dificultades que presenta en el ámbito del medio
ambiente la determinación del factor lesivo entre una serie dada de factores
contaminantes para poder formular la correspondiente ley de cobertura. El
investigador —afirma— debe adoptar una papel activo recreando en el
laboratorio las circunstancias en que se produjo la lesión.
Surgen de ello cuestiones que han sido analizadas con profusión por la
doctrina (véase en Gómez Benítez, J.M., Causalidad, imputación y cualifi-
cación por el resultado, cit., pág. 41) y sobre las cuales nuestro Tribunal
Supremo se ha pronunciado recientemente (Sentencia de la Sala II de 12 de
marzo de 1992) acerca de la experimentación con seres humanos y la
aplicabilidad de los resultados obtenidos con animales a las personas (Horn,
E., Konkrete Gefährdungsdelikte, cit., pág. 129). No voy a entrar en estas
cuestiones (véanse, no obstante en Kleine-Cosack, E., Kausalitätsprobleme
im Umweltstrafrecht, cit., págs. 139 y 144) por considerar que se encuentran
superadas, en la medida en que, como ya dijimos, para la calificación de una
sustancia como lesiva para las personas no es imprescindible, a efectos
jurídicos, el completo aislamiento del factor o los factores lesivos, ni la
completa explicación científico-natural del proceso lesivo.
430 Véase en este sentido Tiedemann, K., Lecciones de Derecho Penal Económi­
co, cit., pág. 182, comentando sentencia del Tribunal Superior de Karlsruhe;
pero los ejemplos son múltiples: la edificación en zona de playa de un puerto
deportivo que exige la construcción de diques de contención, que evitan la
llegada de comentes a la playa, con lo cual las marismas empiezan a
desecarse, etc.
Delitos de peligro hipotético y relación de causalidad 181

doctrina, incluso aquélla que se muestra reacia a reconocerla


en supuestos de lesión o peligro concreto, admite la validez
de la ley estadística como fundamentadora de una relación
de causalidad en estos casos43’. Esa idoneidad requiere que
esa conducta con carácter general y ex ante sea adecuada
para producir un peligro de lesión431 432. Ahora bien, será
preciso una probabilidad suficiente y no una posibilidad
meramente abstracta433, por lo que el juzgador habrá de tener
en cuenta todos los datos del conocimiento científico, aun­
que no fueran poseídos por el agente. En caso de que el
agente actuara creyendo en la inidoneidad lesiva de su
conducta, cabría siempre el recurso al error de tipo.
Pero, si ello es así, en estos supuestos ya no se puede
hablar de relación de causalidad en el sentido en que
tradicionalmente se entendía, porque el resultado pierde
«corporeidad» y se convierte en un concepto cada vez más
normativo y abstracto fruto de un proceso de valoración
jurídica. Es decir, mientras que la lesión a un objeto
medioambiental e incluso la situación concreta de peligro
tienen un contenido físico y, por tanto, existencia en el
mundo real, la «idoneidad para producir una lesión» como
resultado de una acción es, en gran medida, una abstracción
valorativa que se formula básicamente mediante una
prognosis de peligro.
Son, entonces, criterios normativos muy similares a los
que con reiteración se ha recurrido para la emisión del juicio

431 Kleine-Cosack, E., Kausalitätsprobleme im Umweltstrafrecht, cit., pág.


147; Tiedemann, K., Lecciones de Derecho Penal Económico, cit., pág. 183.
432 En el mismo sentido Torio López, A., «Los delitos del peligro hipotético.
(Contribución al estudio diferencial de los delitos del peligro abstracto)», cit.,
pág. 840.
433 Kleine-Cosack, E., Kausalitätsprobleme im Umweltstrafrecht, cit., pág.
147. Ver nota 85.
182 Paz M. de la Cuesta Aguado

de previsibilidad objetiva los que fundamentarán en estos


supuestos el juicio de idoneidad. Es decir, en estos casos el
proceso de subsunción al que arriba hacíamos referencia se
efectuará sobre la «sustancia emitida o vertida» y fruto del
conocimiento nomológico podremos deducir la idoneidad.
En definitiva, lo que pretendo destacar es que también
aquí la relación de causalidad, tal y como se entiende
tradicionalmente, queda diluida bajo juicios de valor.
Habrá, entonces, que cuestionar la aplicación del esque­
ma causal tradicional para estos supuestos en el sentido de
que no habrá que probar la existencia de un «nexo causal»
(en sentido físico) entre acción y resultado, porque tal «nexo
causal» no existe. Este nexo causal habrá sido sustituido por
un nexo lógico basado en un juicio de pronóstico que se
fundamenta tanto en criterios nomológicos de las ciencias
naturales y de la experiencia como en un juicio de valor de
carácter normativo de forma que, de este modo, desapare­
cen todos los problemas derivados de la relación de causalidad
para estos supuestos. El juez lo único que habrá de valorar
es si la conducta fue idónea, atendiendo a los criterios y en
la forma arriba expuestos, para crear un peligro de lesión
para el bien jurídico, sin que tal peligro debiera materializar­
se siquiera en una situación peligrosa.

5 .- VALOR DE LAS PRESCRIPCIONES ADMI­


NISTRATIVAS PARA LA CONSTATACION
DE LA IDONEIDAD LESIVA

Ante las dificultades de prueba que pueden surgir acerca


de la calificación de una sustancia como lesiva, se cuestiona
qué valor pueden tener las prescriciones administrativas
Delitos de peligro hipotético y relación de causalidad 183

determinadoras de riesgos, es decir, de valores de emisiones


permitidos, y hasta qué punto deben vincular al juez penal
para determinar la peligrosidad434.
En este punto es donde se sitúan funcionalmente los
denominados valores-límite, a partir de los cuales se define
la línea divisoria de la licitud o ilicitud del ejercicio de la
correspondiente actividad.
En Alemania, la opinión mayoritaria435, entiende que
cuando estas limitaciones (valores-límite) están recogidas
en un acto administrativo específico, frente al autor o su
empresa, esta determinación tiene efectos vinculantes in­
cluso para el proceso penal. Por el contrario, si solamente se
encuentran reguladas con carácter general, no vincularán al
Juez penal ya que, según el Derecho Constitucional Ale­
mán, las disposiciones administrativas no son normas jurí­
dicas. «No obstante, como dichas disposiciones contienen
informes periciales científicamente fundados, constituyen

434 Sobre el ejemplo que supone la legislación sobre vertidos de sustancias


peligrosas al mar desde la tierra. Parejo Alonso, L., «Medio ambiente», cit.,
pág. 516.
435 Así Tiedemann, K., Tatbestandsfunktionen im Nebenstrafrecht, Tübingen,
1968, pág. 23; Véase además, Salzwedel, J., «Diskussionsbeitrag im Rahmen
des 194. Kolloquiums des Instituts für das Recht der Wasserwirtschaft an der
Universität Bonn am 8 Dezember 1978» en ZfW (1980), págs. 211 y ss.;
Meinberg, V., «Mängel und Alternativen des geltenden Umweltstrafrechts»
en RuP (1984), pág. 187; Sack, H.J., «Das Gesetz zur Bekämpfung der
Umweltkriminalität» en NJW (1980), pág. 1425; Rudolphi, H.J., «Schutzgut
und Rechtfertigungs Probleme der Gewässerverunreinigung i.S. des _ 324
StGB» en ZfW (1982), pág. 206; Greim, H., «Problematik von Grenzwerten
aus der Sicht des Toxikologen»; Kaul, A., «Die Prinzipien der
Dosisbegrenzung im Strahlenschutz: Dosisgrenzwerte und Eingreifrichtwerte
der Dosis» y NicklischF., «Grenzwerte und technische Regeln aus rechtlicher
Sicht»; todos ellos en Prävention im Umweltrecht, Risikovorsorge,
Grenzwerte, Haftung. Heidelberher Kolloquium, Technologie und Recht
1987, Heidelberg 1988.
184 Paz M. de la Cuesta Aguado

valiosas fuentes de conocimiento y puntos de apoyo para los


tribunales penales"’436.
Entre las posibles situaciones que se pueden plantear al
respecto437, podríamos encontrar una remisión expresa en el
artículo 347 bis del Código Penal a «las Leyes y Reglamen­
tos protectores del medio ambiente», en cuanto que normal­
mente a través de reglamentos es como se regulan los límites
máximos de inmisiones, ruidos, etc...
Entiendo que, a efectos del citado artículo, la infracción de
los valores límites de referencia puede servir para cumplir el
requisito típico de la infracción, pero no tiene por qué conllevar
automáticamente un juicio afirmativo de idoneidad.
Ahora bien, tal infracción puede funcionar como «indi­
cio de peligrosidad», que habrá de ser fundamentado con
otros medios adecuados en derecho438. Con respecto a este

436 Tiedemann, K., Poder económico y delito, cit., pág. 147; del mismo, Derecho
penal alemán del medio ambiente: Cuestiones dogmáticas novedosas, Tra­
ducción de J.L. de la Cuesta Arzamendi, (ejemplar dactilografiado), cit., pág.
14: «dado que estos últimos no son considerados ley material», dice este
autor. Pero, sin embargo, lo que no serán nunca es ley formal, por ello no cabe
excluir los valores-límite a priori, cuando se encuentren contenidos en un
reglamento, pues al ser de obligatoriedad general también afectan a las
empresas con autorización previa. En todo caso habrá de examinarse supues­
to por supuesto sobre la aplicabilidad o no de los reglamentos con valores-
límite. Véase en este sentido Reinhardt, M„ Der Strafrechtliche Schutz vor
den Gefahren der Kemenergie, cit.. pág. 329.
437 Siguiendo aNicKLiscH, F., «Grenswerte und technische Regeln aus rechtlicher
Sicht», cit., págs. 98 y 99. Entiendo que pueden distinguirse tres posibles
supuestos:
1.- La norma penal incorpora la regla técnica, como propia, mediante la
remisión expresa.
2.-La norma penal incorpora la regla técnica mediante la introducción de
cláusulas generales tales como «el estado de la ciencia y de la técnica.
3.- La norma penal no hace referencia alguna a las reglas técnicas, pero por
la propia redacción se considera necesario acudir a ellas para la determina­
ción de conceptos.
438 En este sentido la jurisprudencia alemana citada por Horn, E./ Hoyer, A.,
«Rechtsprechungsübersicht zum Umweltstrafrecht», cit., pág. 705.
Delitos de peligro hipotético y relación de causalidad 185

tema, en el ámbito de la energía nuclear, me pronuncié


diciendo que los límites de radiaciones máximos permiti­
dos, en un delito de peligro concreto con referencia a la salud
de las personas —como eran los artículos 85 y 86 de la Ley
de Energía Nuclear439—, podían constituir un indicio de
peligrosidad que podría ser destruido, bien porque se de­
muestre que la dosis inferior a la autorizada en el caso
concreto fue peligrosa, bien porque se demuestre que pese
a la superación de los límites en la exposición no existió
peligro. Sin embargo, lo normal será la aceptación por parte
de los jueces de tales pruebas en primer lugar, porque en
escasas ocasiones se contará con los medios necesarios para
destruir la «presunción» establecida por el Reglamento. Y
sobre todo, en lo que respecta a las dosis superiores, porque
habida cuenta de los posibles efectos a largo plazo de la
exposición a radiaciones, la prudencia recomendará acoger­
se a los límites reglamentariamente establecidos.
Quiero decir con ello que, sin perjuicio de que la Ley
exija como elemento típico la infracción de los reglamentos,
la prueba de la puesta en peligro ha de efectuarse caso por
caso, sin que el juez se vea vinculado a los límites
reglamentariamente impuestos.

439 Dice el artículo 85.1 de la Ley de Energía Nuclear: «El que intencionadamen­
te libere energía nuclear que ponga en peligro la vida o salud de las personas
o sus bienes, aunque no se produzca explosión, será sancionado con la pena
de reclusión mayor». Por su parte, según el artículo 86 de la misma ley, «el
que intencionadamente expusiere a una o varias personas a radiaciones
ionizantes que pongan en peligro su vida, salud o bienes será sancionado con
la pena de reclusión menor». Véase de la Cuesta Aguado, P., Respuesta
Penal al peligro nuclear, Barcelona, 1994.
186 Paz M. de la Cuesta Aguado

6 .- LAS CLAUSULAS LIMITADORAS DE LA


AMPLITUD TIPICA EN LOS DELITOS DE
IDONEIDAD Y PELIGRO CONCRETO

Tanto el Código Penal actual en su artículo 347 bis, como


el Proyecto en su artículo 312 (y también en los artículos 312
y 313), introducen como elemento típico restrictivo del
resultado la exigencia de la «gravedad» del perjuicio posi­
ble. Con ello se pretende restringir la amplitud de la acción
típica en unos delitos caracterizados por la dificultad de
visualización del bien jurídico protegido440.
No obstante, la aplicación de tales cláusulas y —en
concreto ya— la constatación de la producción del resultado
típicamente calificado como grave, plantea en la práctica al
menos tantos problemas como teóricamente soluciona.
En primer lugar, porque se trata de un concepto de
contenido indeterminado —«gravemente» indeterminado
diría yo— que quizá sólo aparentemente garantiza la segu­
ridad jurídica en la aplicación de estos preceptos, pues con
él, si bien parece que restringe la indefinición de los límites
de la noción de peligro, lo cierto es que, en realidad, esta
cuestión se sustituye por la de la indeterminación de la
«gravedad» del perjuicio441.
El resultado típico en estos delitos de peligro se matizará
como «riesgo (= peligro) de grave perjuicio», con lo que, en
realidad, se acumulan el criterio de la probabilidad del

440 Terradillos Basoco, J., Delitos de peligro y criminalidad económica, cit.,


págs. 33 y 105; Arroyo Zapatero, L., La protección penal de la seguridad
en el trabajo, cit., pág. 252; Tiedemann, K., «Teoría y reforma del derecho
penal del medio ambiente. Estudio de derecho comparado» en Protección
internacional del medio ambiente y derecho ecológico, cit., pág. 148.
441 Ninguna de las enmiendas presentadas al Proyecto de Código Penal de 1992
se referían a este elemento.
Delitos de peligro hipotético y relación de causalidad 187

peligro con el criterio de la probabilidad inherente también


en la gravedad. Parece claro, no obstante, que con tal
restricción se pretende excluir del ámbito de actuación del
tipo aquellas conductas peligrosas (es decir, que pueden,
probablemente, producir un resultado lesivo) referidas a
una lesión escasa o de pequeña importancia para el bien
jurídico. La cuestión estribaría entonces en determinar cuál
es el límite que separa la conducta originadora del posible
perjucio no grave o mínimo, sin contenido lesivo material
suficiente para servir de referencia al peligro típico, de
aquella otra conducta originadora de un posible perjuicio
grave.
Es ésta una cuestión que no puede determinarse
abstractamente, sino que el propio legislador la ha dejado en
manos del tribunal que ha de enjuiciar la conducta, con lo
cual se amplía el ámbito de discrecionalidad judicial (con el
consiguiente menoscabo de la seguridad jurídica).
Quizá fuera más sensato exigir, si es un delito de peligro, la
gravedad del peligro, en el sentido de que existan muchas
probabilidades de lesión, porque si la limitación se efectúa en
la exigencia de que el peijuicio que se pueda ocasionar sea
grave (y los peligros de peijuicios pequeños quedan excluidos)
poco sentido tiene cuando no hay un tipo de lesión que castigue
los daños producidos y, en su caso, excluya mediante cláusulas
de bagatela delitos de lesión mínimos.
Pero, además, es que de esta forma, mediante una u otra
interpretación del resultado, en realidad se puede manipular
la aplicación del tipo, extendiéndolo o restringiéndola442.

442 Véase en este sentido Kuhlen, L., «Zum Umweltstrafrecht in der


Bundesrepublik Deutschland», cit., pág. 249; Samsom, E., «Kausalitäts- und
Zurechnungsprobleme im Umweltstrafrecht», cit., pág. 363. La doctrina
alemana enfoca la cuestión a partir de la cláusula de exclusión de mínimos
inocuos contenida en el párrafo 5 del artículo 326. Así Tiedemann, K„ Poder
188 Paz M. de la Cuesta Aguado

Para Conde Pumpido Touron, en cambio, el elemento


«grave» es un elemento esencial que diferencia el tipo penal
de la infracción administrativa443. Pero cuando de bienes
jurídicos de carácter macrosocial tan etéreos como el medio
ambiente se trata, las dificultades para la apreciación de la
posible idoneidad y/o gravedad —y consiguiente exclusión
de conductas inocuas desde el punto de vista del tipo
penal— son enormes. Por ejemplo: ¿es típica la conducta
idónea para destruir un árbol? ¿Y cuando se trata de 10
árboles?. Pero, ¿cuándo se puede determinar a priori que
una conducta (emisión o vertido) es idónea para destruir un
árbol y no un bosque entero?. Tanta precisión en el perjuicio
es imposible cuando se trata de juicios de idoneidad.
Los delitos de peligro hipotético pueden ser útiles para la
protección medioambiental. Ahora bien, una protección tan
adelantada no puede servir sino como tipo de recogida para
aquellas conductas grave y antijurídicamente peligrosas
que escapen a otro tipo de protección más cercana a la lesión
del bien jurídico. Los problemas derivados de la constata­
ción de la relación de causalidad se solventan en gran
medida mediante el recurso a estas modalidades típicas,
donde son criterios normativos los que fundamentarán la
tipicidad en el ámbito de la imputación objetiva.
Los problemas fundamentales que surgirán en este ám­
bito serán los derivados de la formulación de una ley que

económico y delito, cit., pág. 145; Reinhardt, M., Der Strafrechtliche Schutz
vor den Gefahren der Kernenergie, cit., pág. 125; Kleine-Cosack, E.,
Kausalitätsprobleme im Umweltstrafrecht, cit., pág. 122; Lackner, K„
«Comentarios al parágrafo 326, número marginal 17» en Strafgeseztbuch en
Schönke-Schröder (coor.), cit.; Cramer, P.,»comentario previo al parágrafo
324" número marginal 10 en Strafgeseztbuch en Schönke-Schröder (coor.),
cit.
443 Conde Pumpido Touron, C., «Introducción al delito ecológico» en El delito
ecológico, cit., pág. 76.
Delitos de peligro hipotético y relación de causalidad 189

sirva para fundamentar el juicio de idoneidad. Tal ley podrá


ser de naturaleza estadística. Aún así, en muchas ocasiones
no podrá percibirse la idoneidad lesiva de la conducta
porque no existirán experiencias previas que permitan la
formulación de un juicio de pronóstico peligroso.
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